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III.

INTERVENCION LOGOTERAPEUTICA EN CRISIS

En logoterapia se ha trabajado bastante la intervención en crisis. En este capítulo III


abordaremos dos formas de intervención, la del profesor Barnes y la del Centro de
intervención en crisis (CIC) en México. Remitimos también a los interesados
específicamente en este tema a que revisen un tercer artículo de Jerry L. Long Jr.,
"Intervención en la crisis y más allá: utilizando la logoterapia para trascender el
trauma,"revista mexicana de logoterapia No. 2 primavera del 99.

Empezamos con la intervención del profesor Barnes:

"La siguiente historia de intervención logoterapéutica en una crisis me ha sido informada


por el señor Prof. Dr. Robert C. Barnes (3). Barnes es el Director del "Departament of
Counseling and Human Development" de la "Hardin Simmons University" en Texas y es
uno de los conocedores de Frankl más importantes en América.

Cerca del domicilio de Robert C. Barnes tuvo lugar un terrible accidente, que sucedió de
la siguiente manera:

Dos familias vivían en casas vecinas, las dos madres eran amigas. Una mañana, una de
las dos llegó en su auto ante la puerta de la otra, dejando el motor en marcha, salió del
coche, dejó abierta la puerta del mismo porque pensaba seguir enseguida en dirección a
un supermercado algo alejado, y corrió hacia la casa. Le preguntó a su amiga, si
necesitaba que le compre algo. La otra contestó contenta que sí, porque su hijita iba a
festejar su 4º cumpleaños al día siguiente y se habían invitado varios chicos para la fiesta.
Todavía le hacían falta varias cosas para la misma. Charlando fueron a la cocina para
hacer la lista de compras.

Mientras tanto, la pequeña que al día siguiente iba a festejar su cumpleaños, vio el auto
de la vecina delante de la casa. Como frecuentemente había sido llevada en ese auto y
siempre le parecieron muy divertidas esas excursiones, subió al coche, sin pensar en
nada malo. Lo que luego sucedió, sólo puede ser supuesto. Probablemente la criatura
jugueteó con el freno de mano, soltándolo, por consiguiente el auto avanzó de golpe.
Quizá la pequeña se cayó del auto por ese motivo, o quizás ella saltó asustada para
afuera. De todos modos, el auto se puso en movimiento justa hacia la criatura por la
posición de las ruedas, la atrapó y pasó por encima de ella.

Casi en el mismo instante, en el que las ruedas liberaron a la niña, ambas mujeres
salieron de la casa. Horrorizada la madre se precipitó hacia su hija que yacía moribunda
en el suelo, y la alzó en sus brazos. La criatura, durante unos pocos segundos consciente,
dirigió su mirada directamente a los ojos de la madre, mientras la sangre brotaba de su
nariz, boca y oídos. Luego falleció.

Como es de comprender, la madre sufrió un grave shock, y tampoco el tiempo que pasó
después la pudo calmar. Todas las noches se despertaba bañada en sudor, torturada por
imágenes de sueños, en los que siempre de nuevo veía la carita llena de sangre de su
hija, la mirada moribunda dirigida hacia ella. Finalmente consultó a un psicólogo. Pero
éste no encontró la palabra consoladora; al contrario, sus preguntas insistentes acerca de
los antecedentes, por ejemplo si la criatura había sido deseada y aspectos parecidos,
angustiaron tanto a la mujer que en su consultorio tuvo un ataque histérico de llanto.
Indignado, el psicólogo la despachó por la puerta de atrás, porque no quería que sus
pacientes que se encontraban en la sala de espera presenciaran ese ""espectáculo".
Finalmente le entregó, con buenas intenciones pero falto de delicadeza, la dirección de un
Centro para la Prevención del Suicidio, y se retiró rápidamente a su consultorio.

Luego de este frustrado intento por obtener ayuda, pasaron varias semanas y la madre no
pudo tranquilizarse. Durante el día era pasiva y estaba como paralizada, temiendo las
noches que seguían torturándola con las pesadillas, en las que todo su ser, tanto físico
como psíquico, se rebelaba y se contraía convulsivamente. Al visitarla su hermana, le
sugirió la idea de ir a consultar al Dr. Robert C. Barnes. "El también es psicólogo y
psicoterapeuta", le decía, "pero trabaja con un método distinto.
Quizás él sepa orientarte". Así la mujer llegó al consultorio de un logoterapeuta, y yo
ahora reconstruiré lo que Robert C. Barnes me ha relatado:

"la paciente daba la impresión de haber sido apaleada, pero simultáneamente en su


interior se retorcía altamente tensa. ¡Qué es lo que se encontraba entre ella y la
superación del sufrimiento? Me lo reveló con una frase que repetía constantemente:
`¿Por qué tuve que observar a mi pequeña niña mientras se estaba muriendo? ¿Por
qué justo yo tuve que sufrir viendo ese terrible cuadro que ya nunca me
abandonará?`. Aquí se encontraba el centro de la tragedia, por eso me concentré
en el mismo. `Querida mujer`, le contesté, usted ha vivido una tragedia. Pero estoy
muy feliz, por el hecho que usted haya tomado a su niña en sus brazos en ese
instante decisivo. Realmente estoy feliz que usted no se haya quedado paralizada a
mitad de camino y haya tapado su cara con las manos. Así usted le posibilitó a su
hija realmente una buena despedida. Si usted hubiese hesitado, o se hubiera dado
vuelta, lo último que su hija hubiese visto de este mundo hubiera sido la rueda llena
de tierra que la ha pisado. Pero de esta manera, le fue permitido sumergirse en la
mirada de su madre y pudo leer allí el amor que la ha acompañado durante su vida.
Podemos estar seguros que la pequeña en ese momento no sintió ningún dolor,
porque un daño de esa envergadura paraliza toda sensación nerviosa. Ella se
encontraba sin dolor y resguardada. Resguardada, porque no existe una contención
mayor en este mundo - y menos para una criatura - que los brazos de su madre…
Su niña pudo así, plena en la conciencia de ser amada, pasar suavemente de un
supremo estar resguardado a otro estar resguardado totalmente diferente… ¿Cuán
buena ha sido esta despedida! Aunque sea por el precio, que usted tenga que
tomar a su cargo haber visto ese terrible cuadro y llevarlo en su recuerdo`.

Mientras yo hablaba, la paciente escuchaba atentamente y se iba


tranquilizando.`Usted entonces cree, que fue bueno lo que hice ¿bueno para la
criatura?`replicó ella y pude ver el amanecer del logos detrás de la oscuridad de su
sufrimiento. `Fue lo mejor que pudo hacer en esa situación`, le confirmé. `Sin dolor y
resguardada…`murmuraba la paciente, luego se enderezó. `Si es así, entonces
puedo vivir con la carita ensangrentada de mi hija ante mis ojos`. `Si ella vuelve a
aparecer en sus sueños, tómela nuevamente en sus brazos y acúnela…`. La
paciente se retiró tranquila. En un futuro diálogo de control informó que a partir de
nuestra entrevista pudo dormir sin sobresaltos".

Discusión acerca de la historia clínica

Hasta hoy conocemos escasamente respuestas claras al interrogante acerca de qué


factores son decisivos de la psicoterapia. Como en el informe dado se trata de un caso
poco complejo y "resuelto" en poco tiempo, podremos intentar con más facilidad detectar
los factores que han ejercido su efecto. Por eso deseo terminar mi informe con algunas
reflexiones.

a. diagnóstico

Antes de cada tratamiento está el diagnóstico y el peligro de un diagnóstico equívoco.


Este último se origina cuando se sobrevalora o se menosprecia alguna situación del
paciente, por lo que él cuadro general se falsifica.

En la problemática descrita fácilmente hubiese podido llegarse a una sobrevaloriación del


suceso traumático, porque la muerte de un hijo es prácticamente lo peor que le puede
suceder a una madre.

Sin embargo, esta muerte de por sí, no causó la patogénesis del disturbio psíquico de la
madre, como se ha demostrado durante el desarrollo de la intervención. Por otro lado, el
psicólogo consultado en primera instancia ha menospreciado sin lugar a dudas el suceso
traumático, buscando en los antecedentes los elementos patológicos. Con eso se alejó
demasiado del real peso del sufrimiento bajo el cual se desplomó la mujer.

Robert C. Barnes no incurrió en ninguno de los dos errores. Con la reflexión: ¿Qué' se
encuentra entre ella y la superacion del sufrimiento ? "demostró su interpretación acertada
de la situación: consideró que el sufrimiento (la muerte de la criatura) era en principio
superable, pero simultáneamente parte de la patología, por no estar superado.

En una interpretación acertada de la situación se escuchan frases acertadas del paciente.


Porque la experiencia psicoterapéutica enseña que la mayoría de los pacientes disponen
de un sorprendente "pre conocimiento" con respecto a sus problemas.

No es una captación puramente racional, ni emocional, sino más bien intuitiva de aquello
que en la propia persona está "no resuelto"" (Kübler-Ross), "desequilibrado", y en un
sentido más amplio es "inútil" e "indigno". Sólo que los pacientes no pueden incluir este
pre saber en un conocimiento técnico,mientras los psicoterapeutas con sus conocimientos
tecnicos dependen de poder relacionarlos con el pre conocimiento de sus pacientes.

Robert C. Barnes ha orientado sus "sensores" hacia el "pre saber" de su paciente en una
correcta interpretación de la situación, y ella se lo entregó: "¿Por qué justo yo tuve que
sufrir viendo esa terrible imagen?". Esto es una reacción patológica o, mejor dicho
neurótica, a la que puede aplicarse la expresión de Frankl: "En la existencia neurótica se
venga en sí misma la deficiencia de su trascendencia". Aquí, en este punto no sufre una
madre el duelo por su hija, sino una persona riñe con su destino. Y justamente aquí, en
este punto., la herida no cicatriza.

b. Terapia

Cuando una persona se queja de su destino, existen nuevamente dos posibles


interpretaciones erróneas para tratarlo terapéuticamente. Una de ellas actualmente está
muy difundida. Parte de la tesis, que es absolutamente necesario y logra una descarga
psíquica, que la persona en cuestión se alivie quejándose intensamente. La consecuencia
en la mayoría de los casos es lamentablemente, que el paciente es estimulado para una
dañina autocompasión, corroborándola. La segunda interpretación errónea reconoce la
espiral demoníaca en la que el paciente queda atrapado, pero ve como única alternativa
cortar su queja sin una confrontación existencial con el objeto de la misma.

Robert C.Barnes estuvo a salvo de ambas variantes por su trasfondo logoterapéutico. Con
la afirmación confrontativa: "Estoy muy feliz por el hecho de que usted haya tomado a su
niña en sus brazos" cortó abruptamente la espiral de autocompasión de su paciente, para
hacerle trasparente el sentido de aquello que lamenta: "Usted le posibilitó a su hija
realmente una buena despedida". En la siguiente argumentación, de ninguna manera se
ignora lo trágico del suceso. Permanece el sufrimiento, porque éste se convierte en
sacrificio, en un sacrificio aceptadoa posteriori. "Si es así, entonces puedo… vivir con
esto". La trascendencia de la consumación del sufrimeinto está restablecida, la afección
neurótica desaparece.

El duelo no desaparece y tampoco lo debe, "porque el duelo por una persona que hemos
amado y perdido, lo dejar seguir viviendo de alguna manera…". El que vive su duelo sin
sublevarse se regenera durante el sueño, en el que el límite entre éste y aquel mundo se
diluye, y los vivos y los muertos pueden visitarse".

El segundo modelo que abordaremos es el del Centro de Intervención en Crisis (CIC) de


ciudad México (4). El profesor Luis Ramón Brito plantea tres diferencias y tres
semejanzas con el modelo de Jerry L. Long:

"Nuestra diferencia con su modelo puede resumirse en tres puntos:

1) Que nosotros practicamos la terapia grupal mediante talleres. Esto nos ha enseñado
que el método fenomenológico en la participación del grupo, ha sido muy favorable
para que las personas en su particularidad se animen a dar el salto de la psique al
logos, puesto que en un grupo experimentan de manera más vivencial la presencia de
la fuerza del espíritu. Sin embargo, es evidente que nuestro modelo puede aplicarse
también a la terapia individual.

2) No nos centramos exclusivamente en las crisis traumáticas que generalmente


conducen al intento de suicidio, sino que ampliamos el abanico a las múltiples y
complejas crisis originadas en la vida; ya sea por la muerte de un ser querido; por la
ruptura de una amistad; por el desempleo involuntario; por un accidente sufrido; por la
llegada a la tercera edad: por una enfermedad actualmente incurable, etc., "cualquier
sufrimiento por pérdida significativa, experimentado como soledad, aislamiento o
desamparo".

3) Nuestro modelo hace hincapié en la necesidad de procesar el dolor sentido en lo más


profundo del corazón, hasta lograr autodistanciarnos de él, trascenderlo y encontrarle
su sentido dentro de la propia vida.

Este proceso lo consideramos, desde la logoterapia, como una condición necesaria para
que la persona llegue a expresar con autenticidad el poder desafiante del espíritu. Poder
que está actuando desde el principio, pero que sólo al final se reconoce y se expresa
conscientemente.

Nuestra semejanza en el modelo de Jerry L. Long, puede resumirse también en tres


puntos:
1) La logoterapia en la intervención en crisis, tiene como finalidad que el que sufre no
sólo logre el nivel de funcionamiento que tenía antes de la pérdida, sino que se
trascienda a sí mismo y busque el sentido de su vida sin aquello que ya no está en su
circunstancia. De ahí que nuestro taller se denomine: Crecimiento a partir de la crisis".

2) Por experiencia propia y de nuestros pacientes, estamos completamente de acuerdo


en que la crisis, aunque naturalmente es un peligro psico-somático que puede
hundirnos en la neurosis y en las enfermedades, sin embargo, noéticamente es una
oportunidad que la vida y las crisis que generan, son necesarias para el crecimiento
humano-espiritual. En la práctica logoterapéutica de nuestros talleres, hemos llegado
a esta conclusión teórica: el dolor que sentimos por una pérdida significativa en
nuestras vidas es la experiencia más clara de que la vida, en las condiciones
corporales y psico - sociales en las que se encuentra, es finita. Tiene allí su límite.
Pero como todo límite o finitud es el término o frontera, nos está indicando que allí
debe comenzar otra cosa. Por lo tanto, el dolor es ese intrigante patrimonio de los
seres humanos, que nosotros debemos transmutar en nuestro peculiar camino para
trascender.

3) Igualmente estamos de acuerdo en que en la sociedad actual, de tanta actividad sobre


información y agobio, pocos son los individuos que se toman el tiempo necesario para
bajar su ritmo de vida, por consiguiente el poder desafiante del espíritu permanece
generalmente en estado latente. Ordinariamente la gente vive sin darse cuenta del
sentido de sus vidas. Ordinariamente su avión sólo corre en la pista. Es aquí donde
nos hemos dado cuenta que una pérdida significativa produce un dolor que interrumpe
el atropello de la vida, dando la oportunidad para que, apretando el botón requerido, el
avión comience a elevarse en las alturas.

 Nuestro marco teórico de referencia

Naturaleza de la crisis

La crisis es toda situación que nos cuestiona, movilizando gran cantidad de energía que
nos mantiene en una alta tensión y nos está exigiendo usar nuestra voluntad de sentido
para optar por una solución y hacernos responsables de la decisión tomada. La crisis se
siente como un abismo entre un pasado que ya no es vigente y un futuro que todavía no
está constituido. Se trata de una crisis de valores o una confusión de creencias.

Es usual que al sentirse uno en crisis se busque una solución para salir de ella. Pero esta
salida puede ser equivocada o superficial, provisional o temporal, auténtica o definitiva.
Será esta última en la medida en que reconozcamos estar frente a una situación límite; en
la medida en que podamos manejar los sentimientos profundos que se experimentan; en
la medida en que le busquemos un sentido a nuestra vida y estemos dispuesto a crecer,
enfrentándonos a lo desconocido y riesgoso. Cuando esta situación límite se evade y
optamos por una solución inmediata o superficial, sobreviene un estancamiento
insatisfactorio que nos deja debilitados y desprotegidos para la crisis que posteriormente
sobrevenga.

Tipos de crisis
1. Naturales del desarrollo personal. Por ejemplo: la crisis de la adolescencia, la de los
cuarenta, la de los que llegan a la tercera edad.

2. De carácter único. Son precisamente las originadas por una pérdida sufrida en la vida;
pérdida de algo o de alguien significativo para uno.

3. Permanentes. Cuando no se han procesado adecuadamente las crisis anteriores,


entonces se van acumulando o produciendo los sufrimientos, hasta convertir a una
persona en alguien que vive en constante crisis.

4. Totales. Cuando abarcan la generalidad de la vida, tanto lo económico, lo emocional,


la salud corporal, el área familiar, el área labora, etc. aquí también puede incluirse las
que ahora llamamos crisis del crecimiento espiritual de la persona y que por lo general
se dan en la segunda mitad de la vida.

Ahora bien, un proceso de intervención en crisis conlleva dos fases que son necesario
distinguir claramente:

1) Intervención de primer orden o ayuda psicológica inmediata. Este primer orden de


intervención es necesario en "casos sorpresa" que producen traumas inesperados. En
México se inició después del terremoto de 1984. A partir de esta experiencia se formó
el Centro de Intervención en Crisis (CIC). En casos de accidentes, si es posible, debe
darse el primer contacto con la víctima, aunque ordinariamente se hace con los
familiares, especialmente en los centros de urgencias. En casos de asaltos, se
proporciona a las personas que lo han sufrido. Estos procedimientos toman poco
tiempo y deben hacerlo asistentes comunitarios de salud.

2) Intervención de segundo orden o terapia psicológica propiamente dicha. Está


dirigida a facilitar la resolución de una crisis, la cual puede hacerse de manera
individual o grupal. Conlleva más tiempo y es proporcionada por terapeutas y
consejeros con conocimientos específicos y técnicas de tratamiento y evaluación.
Nuestro taller, que estamos comentando, se ubica en la intervención de segundo
orden bajo la forma grupal.

Crecimiento a partir de la crisis

Es obvio que una persona que sufre una crisis, al principio tiene incapacidad para ver lo
que pasa y, por lo tanto, para resolver adecuadamente requiere la ayuda de otras
personas. Esta ayuda es la que llamamos "intervención en crisis", consiste en auxiliar a
una persona que afronta una situación difícil, debilitando sus estigmas emocionales y
sanando sus daños psicológicos para posibilitar su crecimiento personal, desarrollando
nuevas habilidades, mayores opciones y perspectivas de vida.

Porque una crisis es la señal de que es necesario un cambio importante de vida.De crisis
en crisis cambiamos. De crisis en crisis crecemos. Pero cambiar no necesariamente
implica crecer. Para crecer como personas, hay que procesar toda la energía que el dolor
moviliza. El dolor es como la partera de una vida con más profundidad, con más amor y
salud.
Cuando una persona ha logrado una solución auténtica o definitiva a su crisis, se hace
más consciente y más fuerte, por lo que puede ella misma, por sí sola, afrontar y procesar
las crisis que en adelante se le presenten.

 Nuestra metodología de intervención

Las personas que llegan a nuestro taller se encuentran en medio de un torbellino y han
sido invitadas por alguien que les está tendiendo la mano. Así comienza la terapia de
crecimiento, a partir de la crisis que, logoterapéuticamente, pasa por cuatro momentos:

1) Se hace el Análisis Existencial, cuya finalidad consiste en clarificar la propia situación.

2) Se inicia la psicoterapia en el manejo de los sentimientos, principalmente el miedo, la


tristeza, el enojo y la culpa.

3) Llegamos al autoconocimiento por la valoración y aceptación de sí mismo.

4) Terminamos con la autotrascendencia, fuente de salud y donación de sentido.

Veamos brevemente lo que sucede en cada momento y observemos la fuerza desafiante


del espíritu en el transcurso del proceso.

Primer momento: Análisis existencial o clarificación

Pocas personas llegan al taller negando su realidad, algunos llegan revistiendo su


realidad con un problema aparente o inmediato, y lo más común es que lleguen
desorientadas o confundidas. Hay que tener en cuenta que todo ello: la negación, el
problema aparente o la confusión, entrelazado con el deseo de salir de su malestar pero
no saber cómo hacerlo, son señales de que una persona está en su momento para que el
taller le beneficie. Un vacío existencial o carencia de un sentido en sus vidas es el común
denominador.

Por esta razón, la entrevista inicial, la plática introductoria y las dinámicas de presentación
y análisis existencial tienen como objetivo, mediante el diálogo socrático, que cada
persona clarifique su propia situación. Momento impactante pero necesario. Se trata, por
decirlo así, de oprimir con el dedo y abrir la herida del alma que ha estado reprimida, en
ocasiones durante mucho tiempo. Al hacerlo, brotan de inmediato los sentimientos que no
son adecuados para que el espíritu se manifieste, sino más bien, para engendrar
neurosis, fobias y obsesiones que debilitan y enferman. De ahí la necesidad de llevar a
cabo esta operación que metafóricamente podemos llamar "autocirugía psicológica".
Hemos constatado que el llanto es el síntoma de este dolor sentido como negación de lo
que sucedió; y el excesivo hablar es el síntoma de este dolor como confusión o
desorientación. El llanto, la mudez, o el excesivo hablar, al final de este momento del
taller, se van tornando en enojo.

Segundo momento: psicoterapia en el manejo de sentimientos

a) El coraje. Teniendo claro el estado actual en el que nos encontramos y


confrontándolo con la perspectiva del estado deseado, pero sin poder dar el salto de
uno al otro, se produce un coraje que puede llegar a ser sanador. La dinámica
respectiva tiene como finalidad poder sacar ese coraje. Momento delicado, porque el
dolor sentido como enojo está llegando a uno mismo y es necesario sacarlo,
expresarlo, exteriorizarlo, para autodistanciarnos de él. Por consiguiente, poder sacar
el coraje resulta la primera manifestación de nuestra autoafirmación ante el
sufrimiento.

Es evidente que enojarse fácilmente y por cualquier cosa, es síntoma de un yo


desprotegido. Sería una disfunción psíquica. En cambio, enojarse por una pérdida
significativa, importante para uno, e irreparable, es expresar la primera reacción contra
una injusticia en la relación de otro conmigo. Lamentablemente, el enojo de una
persona que sufre es una de las actividades para las que no estamos preparados,
sobre todo cuando es considerada socialmente como un comportamiento prohibido.

Ahora ya sabemos que si no se expresa el enojo, esta reacción emotiva se transforma


en ira reprimida, que comienza a revelarse de diferentes maneras: con el descuido en
el arreglo personal, o con pérdida de la memoria, o con falta de iniciativa, o con la
indiferencia. Además, esta energía envenenada produce reacciones orgánicas: ya los
médicos están de acuerdo en que las úlceras generalmente son expresión somática
de la ira reprimida por alguna pérdida o contrariedad fuerte no procesada. Y los
psicólogos tienen ya investigado que el miedo y la tristeza son sentimientos que
reprimen el enojo, el cual, al no exteriorizarse se somatiza mediante problema de
tiroides, o mediante angina de pecho.

Lo que hay que hacer entonces, para ayudar al doliente en este momento del proceso,
no es impedirle o distraerle el enojo, sino ayudarlo con técnicas apropiadas para
sacarlo. Hacer eso, es hacer que el ánimo deje de contaminarse y comience a
ventilarse.

b) La culpa. El enojo va dejando de expresarse, en la medida en que la persona que


sufre la pérdida va llegando al fondo de sí misma y empieza a sentirse culpable. El
sentirse culpable ya no es coraje contra otros, sino el enojo con uno mismo. Ahora,
cayendo en la cuenta de sí misma, comienza a recordar con cierta nostalgia lo que le
hizo o dejó de hacerle a la persona que se fue; lo que hizo o dejó de hacer para
impedir perder el empleo: lo que hizo o dejó de hacer una impedir perder la salud, etc.
lo que pasó o no pasó; lo que hizo o no hizo, el doliente lo va recordando desde el
fondo de su emotividad herida, adonde ahora se encuentra. Por eso idealiza el
pasado. Lo recuerda desde el contexto real y doloroso en el que se encuentra y coloca
lo que recuerda fuera del contexto en que sucedió, y por eso se siente culpable. Cree
que hubiera podido evitar la muerte de su hijo; o que podría haber impedido perder el
trabajo; o haber impedido el accidente; o haber impedido la enfermedad incurable.
Todo eso pudo haberlo impedido de "alguna manera".

En este momento crucial del proceso, es cuando el que sufre necesita sentir y
escuchar de alguna persona significativa una palabra reconfortante, una razón para
perdonarse. La dinámica grupal aplicada en este momento, es infinitamente rica en
experiencias vitales de aceptación de la persona, así, culpable como se siente.

Es de suma importancia advertir que se trata de perdonarme a mí mismo, puesto que


soy yo el que me culpé. No es posible ser culpable por el simple hecho de que otro me
eche la culpa. Cuando eso sucede, uno lo que siente es coraje contra el que echó la
culpa. Más bien, uno siente culpa cuando es uno mismo el que se adjudica la
responsabilidad de lo que sucedió. Es así como, sentirme culpable en este momento
del proceso, resulta ser la primera manifestación de la responsabilidad conmigo
mismo y después, por derivación seguirá mi responsabilidad para con los otros. De ahí
la importancia de llegar a perdonarme a mí mismo.

En el fondo está sucediendo algo semejante a lo que Frankl enseñaba sobre el


soliloquio, decía: "siempre que hablo conmigo mismo, con sinceridad y en soledad,
aquel a quien me estoy dirigiendo puede asignarse, en justicia, como Dios, el
verdaderamente Otro" (Psicoterapia y humanismo, FCE, 2984, p.68).Así, nosotros
hablando del perdón podemos decir que, siempre que con sinceridad nos perdonamos
a nosotros mismos, aquel que nos perdona puede asignarse, en justicia, como el
verdadero Dios que ya actúa desde nuestro inconsciente espiritual.

Lamentablemente, con frecuencia se confunde la culpa con la ansiedad anticipatoria


que sentimos cuando, por adiestramiento, educación o amenaza de otros, actuamos
en contra de lo establecido, entonces sentimos que de un momento a otro puede
llegarnos el castigo. Es el sentimiento psicológico del miedo al castigo, el cual tiene su
origen en el aprendizaje. También Frankl nos recuerda que este fenómeno podemos
observarlo en los perros amaestrados. Esta ansiedad anticipatoria no es el sentimiento
de culpa, porque el verdadero ser humano se hace responsable al aceptar su
limitación y al corregir sus errores, independientemente de que exista castigo o no.

Por consiguiente, el contenido del perdón a nosotros mismos como a los demás,
consiste en aceptar nuestra realidad y reconciliarnos con ella. Y ya sabemos que, la
plena aceptación del que se siente culpable, es la clave para que éste comience a
perdonarse a sí mismo.

Como logoterapeutas, reconocemos este tratamiento psicoterapéutico de los


sentimientos, sólo como una condición necesaria para que el doliente llegue al fondo
de sí mismo y desde allí pueda comenzar el vuelo del espíritu en su dimensión noética
existencial. De no hacerlo, es probable que el sentido de nuestra vida quede sólo
como una idea del pensamiento, pero sin echar raíces en el corazón del sentimiento,
por lo que frecuentemente ante cualquier viento, se dobla y desaparece.

Tercer momento: autoconocimiento por la valoración y aceptación de sí mismo.

Cuando el doliente se va perdonando a sí mismo, se va dando cuenta de que realmente


es y comienza a ver a distancia lo que ha perdido. La dinámica llamada "Ceremonia del
adiós", consiste en despedirse del dolor que sufrió en el pasado, vivenciar el momento
presente de sentirse solo, único e insustituible, y vislumbrar su futuro.

La persona se ha quedado sola, sin la persona que quería, sin la salud de la que antes
gozó, sin el empleo que le daba seguridad, o sin casa, o sin pierna, o sin drogas, etc. se
ha quedado sola y se siente como mutilada. Un sentimiento de vacío se apodera de su
ánimo. Pero un vacío vivenciado exige ser llenado. En este momento del taller es cuando
se requiere la fuerza de obstinación del espíritu. Con otras palabras, se requiere una
actitud valiente. La persona tiene que separarse de aquello con energía, dejarlo ir. Es de
advertir que lo perdido ya se fue hace tiempo, pero en este momento la persona tiene que
dejarlo ir de sí misma: ¡SOLTARLO! Aceptar que así, sola, como mutilada, sin embargo,
SIGUE VIVIENDO. Esta vivencia de que uno sigue viviendo sin aquello o sin aquel o
aquella que ya se fue, es el momento culminante del proceso. Momento en el que el dolor
está dando el salto de alivio.
Es decisivo experimentar que este salto es el resultado de la VALORACION DE UNO
MISMO. Darme cuenta que yo merezco vivir mi vida y no depender de la persona que ya
se fue o de lo que ya no es. Es reconocer que necesito de los demás, pero no dependo de
nadie en particular. Que los otros vienen y se van. Que los sucesos comienzan a suceder
y después dejan de serlo. Que yo los recibo y los despido. Que soy el mismo que se
encariña y desencariña. Que este vaivén en el que estamos sumergidos, es la maravillosa
variedad de la vida humana.

Lo definitivo está en darme cuenta que, si y sigo viviendo, debe ser por algo. Aquí surge la
necesidad de buscarle un sentido a la propia vida, sin lo que se perdió. Que lo importante
es la persona, tanto para mí como para las otras personas, en cambio, todo lo demás, así
como viene se va.

Cuarto momento: la autotrascendencia, fuente de salud y donación de sentido

Cuando la persona se va reconociendo y aceptando tal como es ahora, comienza a sentir


nuevos sentimientos. Desde luego siente que aquella confusión inicial, aquel enojo que le
siguió, la culpa que sintió y el perdonarse al final, van esfumándose como se deshace el
humo al contacto con la libertad del aire. Aún puede recordar lo que pasó, pero ese
recuerdo cada vez es menos doloroso y sólo va quedado como una experiencia guardada
en el almacén de su memoria, para poderlo utilizar en el momento que sea necesario.

Las dinámicas apropiadas para este final, motivan a la persona a lanzarse a su mundo
para volver a vivir. Un nuevo horizonte se abre hacia su futuro y comienza a delinear
nuevos planes de acción. Busca una tarea que pueda realizar. Un trabajo que pueda
hacer con responsabilidad. Una misión que pueda cumplir- grande o pequeña es
indiferente, pues depende de cada quien en sus propias condiciones. Posteriormente,
será posible que encuentre a alguien a quien amar. Una persona o un grupo al que se
pueda dedicar. Se va dando cuenta de la necesidad de hacer algo o encontrar a alguien
distinto de ella misma, ante lo cual pueda trascenderse, llenarse de energía, de
reconfortante alegría y profunda satisfacción.

Al terminar el taller de intervención, después de haber exteriorizado los sentimientos por


la pérdida de algo o de alguien; de haberse autoafirmado y haber descubierto un nuevo
horizonte en sus vidas, los participantes, como dicen con frecuencia: "se sienten como si
fueran otros". Lo que pasa es que la persona se ha transformado en otra, sin dejar de ser
ella misma. ¡Eso es la vida! Eso es precisamente tener vitalidad, esa es la salud humana
que podemos adquirir ante cualquier circunstancia.

Al despedirse, los participantes, abrazándose mutuamente, cantan con exaltada emoción


los conocidos versos que ahora adquieren un nuevo significado":

"GRACIAS A LA VIDA,
QUE ME HA DADO TANTO…"

☺ Preguntas o guías para la reflexión

1. ¿Qué semejanzas y diferencias encuentra entre las dos líneas de intervención en


crisis descritas?
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2. Para reflexionar: "Se ha puesto usted a reflexionar de cuántas cosas materiales


depende? ¿Cuáles son más necesarias y cuáles son superfluas?".

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