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Caso 1: El caso BB
Y la venía llevando bastante bien hasta esa tarde. Ese lunes en que se enteró la
modificación en el esquema de comisiones de sus vendedores. Dicho cambio dejaba la
posibilidad abierta para que uno de sus colaboradores ganase tanto como él (con menor
carga de responsabilidades, claro). Esto enervó de tal modo a BB que subió corriendo
las escaleras hasta el despacho de su jefe y lo increpó tan duramente que volvió a su
casa a esperar el telegrama de despido.
Fin (¿provisorio?) de la historia: hoy a BB le cuesta encontrar un nuevo empleo por las
referencias desfavorables que brinda su ex empleador. Diez años de gestión excelente,
borrados de un plumazo por no dominar el enojo. Punto para el cerebro mamífero.
Caso 2: El caso AH
Casualmente o no, las iniciales de esta muchacha son las de la interjección
correspondiente. AH busca, de manera denodada, que la nombren supervisora y pasar a
liderar a sus compañeros. Viene poniendo mucho entusiasmo, porque lo ve como algo
posible y plenamente alcanzable. Sin embargo, un día común a primera hora, el gerente
reúne a todo el equipo para anunciar que la elegida era Vetina. A AH se le cayó no solo
la mandíbula, sino también el entrecejo. Lo que abrió (y de manera notoria por cierto)
fue su boca. Innegablemente se había sorprendido y de inmediato todos sus compañeros
tomaron nota.
“Así que vos querías el cargo… ¿Y qué, te parece que ella no lo merece como vos?” le
espetó Uriarte en la cara. Hasta la misma Vetina le confesó, semanas más tarde, que no
la invitó a su cumple porque le cayó como un balde de agua fría saber que a AH le
“sorprendió” su elección. En síntesis, gran parte del grupo de compañeros en contra, y
creyéndola una envidiosa. Todo por el manejo fallido de su emoción Sorpresa.
Caso 3: El caso JG
Verdaderamente nunca me enteré el real motivo para ello, si es que lo había, o bien se
trataba de un simple y vulgar automatismo. Lo curioso es que varios de sus
colaboradores directos trataban de evitar las conversaciones con él, justamente para que
no se les note la cara de desagrado y el jefe pudiese malinterpretarlo, influyendo
negativamente en su percepción hacia el interlocutor. En otros términos, lo esquivaban
para no mostrarle cara de asco y se enoje con ellos.
Resulta interesante puntualizar aquí que nadie está exento de incurrir en algún que otro
manierismo causante de repulsión. Si vemos una expresión así en el otro, es hora de
analizarnos y ver si algo de nuestra conducta debe ser modificado.
Vitico, luego de esta situación, está siendo evaluado pormenorizadamente previo a darle
el control total de la cartera de morosos. “No sea cosa que, por tratar de cobrar una
deuda a cualquier precio, se terminen perdiendo socios por este arrancadito verde”, dijo
uno de los accionistas principales en una reunión.
No se crea, compañero, que las cosas variaron tanto en los trabajos a través del tiempo.
Por caso, en los bancos sigue siendo casi una condición para el ascenso, mudarse a otro
lugar. Eso le propusieron a mi oficial de negocios, que compungida me contaba un día
que fui a blanquear mi clave: “Estoy re angustiada, Gus… Lo que tanto deseé por años,
ahora se me da y no puedo agarrarlo…”. Aludía de esta forma a su promoción como
gerente de una sucursal alejada de Santa Fe. “Pero Marta, si tus hijos son chiquitos y tu
marido trabaja a distancia ¿qué problema hay? ¿por qué no dijiste que sí?. No
entiendo…”. “Y no… te imaginás… empezar de nuevo… en un lugar desconocido…
sin amigos…”. “Bueno, pero eso podés lograrlo con el tiempo…” le dije, animándola. Y
su respuesta: “Por ahí si tuviese diez años menos, ponele…” y así fue desgranando una
serie de cuestiones que no eran más que excusas encubridoras del miedo.
Baqué es el apellido de Homero, hombre de mediana edad y que por esas cosas de la
propia existencia, el momento clave en su desarrollo profesional coincidió con la
aparición repentina de algunas dudas acompañadas de un sentimiento de pesar. Justo
cuando estaba a punto caramelo de abrochar esa operación que venía persiguiendo hace
rato y le aseguraba llegar al objetivo anual (consecuentemente al cobro de su premio)
empezó con el planteo de tristes preguntas: ¿Tengo el trabajo que me gusta? ¿Soy una
persona feliz con lo que hace? ¿Estoy solo por elección o porque no me queda otra…?
Y como se sabe, la tristeza normalmente va sola. O bien, deja solo a quienes la padecen,
volviéndolos asociales y cada vez más vueltos hacia sí mismos. Fue en este estado de
cosas cuando a Baqué se le escapó de entre las manos lo que ya tenía prácticamente
cerrado y por lo que tanto se esforzó.
Bibliografía:
Giorgi, G. (2018). 6 casos reales de personas que, por no gestionar sus emociones,
perdieron como en la guerra. Nosotros. Recuperado de
https://nosotros.ellitoral.com/6-casos-reales-de-personas-que-por-no-gestionar-
sus-emociones-perdieron-como-en-la-guerra/de-la-oficina-al-divan