Está en la página 1de 2

FRATERNIDAD SACERDOTAL, ¿PARA QUÉ?

«Quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4, 21)

En la primera carta de San Juan se nos advierte que aquel que dice que ama a Dios, pero odia
a su hermano, es un mentiroso (Cfr. 1Jn 4, 20). En efecto, sería una hipocresía simular que
la relación con Dios es auténtica cuando no estamos bien con nuestros hermanos. Amar a
nuestros hermanos es, sin duda, una “obligación” para todo el que cree en Dios, considerando
que quien ha experimentado el amor de Dios se verá movido por Él para amar a los demás.

Y qué decir de los sacerdotes, en quienes están puestas todas las miradas de un pueblo que
busca ser guiado a través del testimonio de su pastor. ¿Cómo podrá decir el sacerdote
- debemos amar a los demás – si éste no ama a sus compañeros sacerdotes?, ¿qué si el
sacerdote se la pasa desacreditando el trabajo de sus colegas o hablando mal de ellos?, y más
grave aún, ¿cómo atreverse a hablar del perdón y de la reconciliación cuando hay odios y
conflictos sin resolver entre sus propios hermanos sacerdotes? Con esto no tengo la
pretensión utópica de que el sacerdote debería llegar a ser amigo de todos sus hermanos en
el ministerio y que los conflictos jamás deberían suceder, pues las relaciones humanas son
complejas y complicadas; los malos entendidos y las diferencias siempre surgen, así que lo
importante aquí es: ¿cómo afrontar esas realidades con un espíritu evangélico?

El Papa Francisco en uno de sus discursos dirigido a los sacerdotes menciona:

«quiero compartir con ustedes la belleza de la fraternidad: de ser sacerdotes juntos, de seguir al Señor
no solos, no uno a uno, pero juntos, a pesar de la gran variedad de los dones y de las personalidades;
de hecho, justamente esto enriquece al presbiterio, esta variedad de orígenes, de edades, de talentos…
Es todo vivido en la comunión, en la fraternidad»1.

Juntos, con la riqueza de dones y no aislados unos de los otros. La obra que se persigue entre
los sacerdotes no es como la que se pretende en una empresa o en alguna institución política,
en donde muchas veces se busca un mejor puesto a costa de lo que sea. El sacerdote no está
en una búsqueda de puestos ni de privilegios, está trabajando en conjunto con sus compañeros
sacerdotes y con el pueblo de Dios para la edificación del Reino de Dios.

1
Discurso del Papa Francisco en su encuentro con los sacerdotes en la Catedral de Cassano, en el
contexto de su visita pastoral a Calabria, Italia el 21 de junio de 2014.
En el libro La faz cambiante del sacerdocio, el autor, respondiendo a la pregunta acerca de
qué les faltaba a los sacerdotes que decidían dejar el ministerio y aquellos en los que se
manifestaba una clara infelicidad y rencor, expresa:

«Lo que les falta a muchos sacerdotes es, creo, la experiencia de unión, la intimidad de una comunión
santa con unos cuantos buenos amigos. Por sí sola, si no va acompañada de una profunda y auténtica
amistad humana, la intimidad con Dios que los sacerdotes experimentan en la oración, los sacramentos
y las prácticas de piedad deja su espíritu ligeramente desequilibrado»2.

Respecto a lo anterior, considero que el cultivo de amistades sólidas y sinceras desde la


formación inicial en el Seminario, es fundamental para después poder sustentar la vida
ministerial, apoyado siempre de los compañeros en el camino, pues ¿quién podrá entender
mejor a un sacerdote que un mismo hermano en el ministerio?

Finalmente, lo que dice Jesús a sus discípulos seguirá siempre interpelando a los discípulos
de todos los tiempos: «Todos conocerán que son mis discípulos en una cosa: en que se tienen
amor los unos a los otros» (Jn 13, 35). Cuánto nos falta amarnos, cuánto testimonio de vida
fraterna. El sólo testimonio de fraternidad entre los sacerdotes ya diría mucho del mensaje
evangélico. Que nuestros sacerdotes crezcan cada vez más en fraternidad, y que nosotros en
formación, podamos tener muestras de fraternidad con nuestros compañeros.

2
B. COZZENS, DONALD, La faz cambiante del sacerdocio, Sal Terrae, Santander 20032, p. 50.

También podría gustarte