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Introducción:
Hemos arribado al último estrato en la teoría del delito, es una suerte de coronación
de la misma, por lo cual si en algún nivel anterior se ha incurrido en errores, ello
indefectiblemente repercutirá negativamente en este último escalón. Al llegar a este nivel,
ya sabemos que se ha configurado un “injusto”, es decir, una conducta típica y
antijurídica. Sólo queda por develar si además, es culpable. Esto es, si al autor le es
reprochable la realización de esa conducta, por no haberse motivado en la norma, siendo
exigible, en las circunstancias en que actúo, que se motivase en ella.
Concepto:
En definitiva, el sujeto podía hacer algo distinto a lo que hizo y le era exigible en
esas circunstancias que lo hiciese. En cambio, al estudiar las distintas causas de
inculpabilidad, veremos que son supuestos en los que no puede exigírsele al autor una
conducta conforme al derecho, sea porque no podía exigírsele la comprensión de la
antijuricidad, sea porque pese a esa comprensión, no podía exigírsele la adecuación de su
conducta a la norma.
Por ende, la conducta queda siendo un injusto y tiene todos los efectos que de un
injusto se derivan tanto para el derecho penal como para otras ramas del derecho. Sólo es
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inculpable la conducta, lo único que se excluye es el reproche jurídico penal de la conducta.
Pero se reconoce perfectamente que con dicho accionar afectó la finalidad general del
orden jurídico. En cambio, cuando media una causa de justificación, la conducta queda
justificada para todo el orden jurídico y ninguna consecuencia puede haber de ella para el
autor.
En la culpabilidad, los criterios legales para el reproche del injusto al autor son dos:
a) la posibilidad de comprensión de la antijuricidad, esto es, para reprocharle una conducta
a su autor se requiere que éste haya tenido la posibilidad exigible de comprender la
antijuricidad de su conducta (incapacidad psíquica del sujeto y en casos de error
invencible de prohibición); y b) un cierto ámbito de autodeterminación del sujeto, esto es,
que las circunstancias en que actuó no le hayan reducido su ámbito de autodeterminación
por debajo de un umbral mínimo, al punto de colocarlo en un estado de pura opción (estado
de necesidad inculpante, art. 34 inc. 2º, CP).
Principio de culpabilidad:
Tiene dos niveles diferentes: el “nullum crimen sine culpa”, esto es, no puede haber
delito si al menos no es culposo, problema que se verifica en el estrato de la tipicidad, y el
otro es la condición de reprochabilidad para que haya delito, que opera en el estrato de la
culpabilidad.
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Posibilidad exigible de comprensión de la antijuricidad:
El art. 34 inc. 1ª CP dice: “No son punibles: 1º) El que no haya podido en el
momento del hecho: … comprender la criminalidad del acto …”. El artículo citado requiere
la posibilidad de comprensión de la antijuricidad en la expresión “comprensión de la
criminalidad”. Esto significa compresión de todas las características externas que hacen
delictiva una conducta.
Asimismo resulta necesario destacar que la ley no exige que se haya comprendido
efectivamente la criminalidad, sino que haya podido comprender, basta con la posibilidad.
Mal puede la ley exigir una comprensión efectiva de la antijuricidad, porque ella casi nunca
se da. En lugar, lo que la ley requiere, y está dado en la mayoría de las veces, es la
posibilidad de comprender la antijuricidad.
Concepto:
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objetiva de justificación. Ahora resta saber qué capacidad psíquica necesita el autor del
injusto para que haya culpabilidad, esto es, para que pueda serle reprochada su conducta.
Finalmente, cabe poner de resalto que la capacidad psíquica de culpabilidad hay que
medirla respecto de cada delito. Si bien hay estados patológicos que permiten presumir que
la incapacidad psíquica opera para cualquier delito, no siempre ello ocurre. Hay
padecimientos, como la oligofrenia (debilidad mental) que en su grado superficial puede
generar una incapacidad para ciertos delitos que exijan una capacidad de pensamiento
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abstracto desarrollada (delitos económicos por ejemplo) pero que el sujeto conserva
capacidad psíquica para comprender la antijuricidad de otras conductas, cuya valoración
depende de datos mucho más concretos (homicidio).
Dentro de la insuficiencia de las facultades caben todas las oligofrenias, esto es, los
casos en que hay una falta de inteligencia congénita o producida por la detención del
desarrollo, que reconocen tres grados (profundo, medio y superficial).
Hay padecimientos mentales que causan serias dudas: el delirio, llamado “locura
razonante”, en que el sujeto tiene una apariencia lucida y de relación normal con el mundo
exterior. Pero en realidad, el delirante tiene una tremenda alteración de toda su relación con
el mundo objetivo, puesto que su centralización ideativa tiñe todo lo que ve a través de su
interpretación arbitraria del mundo, por lo que el delirio en realidad altera toda la
consciencia. También el caso de los psicópatas ha generado discusiones, toda vez que no se
encuentra definido en el ámbito médico qué es un psicópata. Si se considera que el
psicópata tiene una atrofia absoluta e irreversible de su sentido ético, y por ende es un
sujeto incapaz de internalizar o introyectar pautas o normas de conducta, el psicópata no
tendrá capacidad para comprender la antijuricidad de su conducta.
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B) Error de prohibición: La inexigibilidad de la comprensión de la antijuricidad
proveniente de error.
Concepto:
Clasificación:
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C) La inexigibilidad de otra conducta por la situación reductora de la
autoderminación.
Concepto:
Está previsto en el inc. 2º del art. 34 CP: “el que obrare violentado por …
amenazas de sufrir un mal grave e inminente”. Se requiere en efecto que el mal amenazado
sea grave e inminente, sin que se exija una equivalencia exacta entre los males, aunque no
puede existir obviamente una desproporción notoria. Cabe aclarar que no cualquier
nimiedad da lugar a una inculpabilidad, como así también es necesario que el mal pueda
producirse en cualquier momento y en forma tal que no deje posibilidad temporal de
arbitrar otra solución menos lesiva.
Al respecto, Zaffaroni sostiene que nada impide que la amenaza provenga de una
fuerza de la naturaleza. Se trata en efecto de supuestos en que el mal que se amenaza es
equivalente al que se obliga a realizar, pero dicha situación proviene de hechos de la
naturaleza: el ejemplo típico de los dos náufragos, que en su desesperación uno le arrebata
la tabla al otro náufrago y salva su vida a expensas de la vida de su compañero, donde no
se le puede exigir jurídicamente al autor que realice otra conducta menos lesiva.
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Finalmente, deviene oportuno recordar que Zaffaroni detalla que en casos de que la
coacción provenga de un tercero, que amenaza a otro para que cometa un delito, puede
encuadrarse en un estado de necesidad justificante o exculpante, según las características
propias del caso. Si el mal que se le amenaza es equivalente al que se le quiere hacer causar
(estado de necesidad exculpante), en su lugar, si el mal que se le amenaza es más grave que
el que se le quiere causar, la coacción será un estado de necesidad justificante. (ejemplo de
la amenaza de muerte al sujeto para que mate a otra persona, o para que robe un reloj).