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CULPABILIDAD:

Introducción:

Hemos arribado al último estrato en la teoría del delito, es una suerte de coronación
de la misma, por lo cual si en algún nivel anterior se ha incurrido en errores, ello
indefectiblemente repercutirá negativamente en este último escalón. Al llegar a este nivel,
ya sabemos que se ha configurado un “injusto”, es decir, una conducta típica y
antijurídica. Sólo queda por develar si además, es culpable. Esto es, si al autor le es
reprochable la realización de esa conducta, por no haberse motivado en la norma, siendo
exigible, en las circunstancias en que actúo, que se motivase en ella.

Concepto:

De lo expuesto se infiere que la culpabilidad es la reprochabilidad del injusto al


autor, por no haberse motivado en la norma, cuando le era exigible que lo hiciera, porque
podía en el caso concreto, hacerlo. (Ejemplo: si un sujeto sin ningún tipo de problemas
sociales, comete un robo, sin que nadie lo obligue o amenace, y sin estar mentalmente
enfermo, decimos que es culpable del hecho ilícito, porque podía motivarse en la norma y
abstenerse de actuar de esa manera. Le era exigible que no cometa tal injusto, por eso se le
puede reprochar su conducta).

En definitiva, el sujeto podía hacer algo distinto a lo que hizo y le era exigible en
esas circunstancias que lo hiciese. En cambio, al estudiar las distintas causas de
inculpabilidad, veremos que son supuestos en los que no puede exigírsele al autor una
conducta conforme al derecho, sea porque no podía exigírsele la comprensión de la
antijuricidad, sea porque pese a esa comprensión, no podía exigírsele la adecuación de su
conducta a la norma.

En el estrato de la antijuricidad, una conducta está justificada cuando el derecho le


concede al autor un permiso para que en esa circunstancia actúe de esa manera. En efecto,
la conducta justificada sólo está permitida, pero no fomentada y menos aún ordenada por el
derecho. Hay una suerte de resignación ante la fatalidad de una situación fáctica conflictiva
en el máximo grado, en la que no se tiene otro remedio que admitir una conducta que viola
la norma prohibitiva.

En la inculpabilidad la situación aún es peor, porque ni siquiera se trata de un


permiso, el derecho no puede allí ni siquiera permitir la conducta, sino que únicamente no
le puede exigir al sujeto que no haya hecho lo que hizo, que no haya cometido el injusto.

Por ende, la conducta queda siendo un injusto y tiene todos los efectos que de un
injusto se derivan tanto para el derecho penal como para otras ramas del derecho. Sólo es

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inculpable la conducta, lo único que se excluye es el reproche jurídico penal de la conducta.
Pero se reconoce perfectamente que con dicho accionar afectó la finalidad general del
orden jurídico. En cambio, cuando media una causa de justificación, la conducta queda
justificada para todo el orden jurídico y ninguna consecuencia puede haber de ella para el
autor.

Presupuestos para la reprochabilidad:

En la culpabilidad, los criterios legales para el reproche del injusto al autor son dos:
a) la posibilidad de comprensión de la antijuricidad, esto es, para reprocharle una conducta
a su autor se requiere que éste haya tenido la posibilidad exigible de comprender la
antijuricidad de su conducta (incapacidad psíquica del sujeto y en casos de error
invencible de prohibición); y b) un cierto ámbito de autodeterminación del sujeto, esto es,
que las circunstancias en que actuó no le hayan reducido su ámbito de autodeterminación
por debajo de un umbral mínimo, al punto de colocarlo en un estado de pura opción (estado
de necesidad inculpante, art. 34 inc. 2º, CP).

Principio de culpabilidad:

Tiene dos niveles diferentes: el “nullum crimen sine culpa”, esto es, no puede haber
delito si al menos no es culposo, problema que se verifica en el estrato de la tipicidad, y el
otro es la condición de reprochabilidad para que haya delito, que opera en el estrato de la
culpabilidad.

El principio de culpabilidad entendido como que no hay pena si la conducta no le es


reprochable al autor debe fundarse necesariamente en la aceptación de que el hombre es un
ente capaz de autodeterminarse. Lo contrario, en caso de suprimirse esa base, sería
reemplazar ese concepto por la peligrosidad.

Al respecto, cabe recordar que hay dos posiciones sobre la culpabilidad,


inconciliables y antitéticas. La culpabilidad de acto, en la que se reprocha al hombre su acto
en la medida de la posibilidad de autodeterminación que tuvo en el caso concreto, esto es,
se le reprocha por lo que el hombre hizo. Por otra parte, la culpabilidad de autor, en la que
se le reprocha al hombre su personalidad, no ya lo que hizo, sino lo que es, por su
conducción de vida, porque en definitiva se estima que el delito es el resultado del modo en
que el sujeto condujo su vida. Nuestro derecho penal obviamente es de acto.

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Posibilidad exigible de comprensión de la antijuricidad:

El art. 34 inc. 1ª CP dice: “No son punibles: 1º) El que no haya podido en el
momento del hecho: … comprender la criminalidad del acto …”. El artículo citado requiere
la posibilidad de comprensión de la antijuricidad en la expresión “comprensión de la
criminalidad”. Esto significa compresión de todas las características externas que hacen
delictiva una conducta.

Cabe acotar que comprensión no es lo mismo que conocimiento, sino que es un


concepto más amplio que presupone el conocimiento. El conocimiento es un grado
anterior a la comprensión. Puede ocurrir que las normas sean conocidas, pero no se las
haya “internalizado” o “introyectado”, es decir, no se habrán hecho parte de nuestro propio
equipo psicológico. Comprender implica, pues, conocer y también internalizar, porque la
internalización requiere el conocimiento previo.

Asimismo resulta necesario destacar que la ley no exige que se haya comprendido
efectivamente la criminalidad, sino que haya podido comprender, basta con la posibilidad.
Mal puede la ley exigir una comprensión efectiva de la antijuricidad, porque ella casi nunca
se da. En lugar, lo que la ley requiere, y está dado en la mayoría de las veces, es la
posibilidad de comprender la antijuricidad.

Finalmente cabe resaltar que no a todo el mundo se le puede exigir en la misma


medida la comprensión de la antijuricidad. Circunstancias personales y sociales nos
revelarán el grado de esfuerzo del sujeto, que estará siempre en relación inversa con la
reprochabilidad: cuanto mayor sea el esfuerzo que el sujeto deba hacer para internalizar la
norma, tanto menor será la reprochabilidad de su conducta, y viceversa.

Una teoría finalista ubica al dolo en la tipicidad y a la posibilidad de comprensión


de la antijuricidad en la culpabilidad.

A) Inimputabilidad: La inexigibilidad de la comprensión de la antijuricidad


proveniente de incapacidad psíquica.

Concepto:

En sentido amplio, imputabilidad es la imputación física y psíquica. Técnicamente,


se refiere a la capacidad psíquica de culpabilidad. A lo largo de la teoría del delito, hemos
visto que hay una capacidad psíquica presente en cada uno de los estratos analíticos: la
capacidad psíquica de conducta, la capacidad psíquica de tipicidad y de la situación

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objetiva de justificación. Ahora resta saber qué capacidad psíquica necesita el autor del
injusto para que haya culpabilidad, esto es, para que pueda serle reprochada su conducta.

Aquél que tiene anulada o muy limitada la posibilidad de comprender la


antijuricidad de su conducta (la naturaleza del injusto), no puede ser reprochado por la
misma. Por ejemplo, la persona que padece una psicosis delirante (que lo lleva a un delirio
de referencia) o una fobia (que le provoca pánico incontenible) o una demencia (deterioro
progresivo e irreversible del psiquismo), no puede ser reprochada por los injustos que
cometa. Entonces, podemos arribar a la conclusión que imputabilidad es la capacidad
psíquica de ser sujeto de reproche, compuesta por la capacidad de comprender la
antijuricidad de la conducta y de la de adecuar la misma a esa comprensión.

La incapacidad psíquica para comprender la antijuricidad tiene como base necesaria


una perturbación de la consciencia. A diferencia de lo estudiado en el primer nivel analítico
de la teoría del delito (acción) que en los casos de inconsciencia no hay voluntad, y por
ende, no hay conducta, aquí sí funciona la consciencia, pero en forma perturbada, que
puede dar lugar a una incapacidad psíquica de delito.

La consciencia es un concepto clínico, con el que se sintetiza el funcionamiento de


toda la actividad psíquica. Se dice que la misma no se halla perturbada cuando los aspectos
intelectuales y afectivos de su psiquismo se hallan armónicamente dispuestos. Los
elementos que fundamentalmente se toman en cuenta son la ubicación en el tiempo y en el
espacio psíquicos. Para fijar el límite entre lo normal y lo patológico (conceptos éstos muy
debatidos y en definitiva algo reservado a los psiquiatras) resulta útil saber el grado de
esfuerzo que el sujeto debía realizar para comprender la antijuricidad de su conducta.

No es el concepto de normalidad el que nos sirve, sino que a los efectos de la


imputabilidad, lo determinante es que el psiquiatra nos indique las características
psíquicas que dificultaron o facilitaron la comprensión de la antijuricidad en el momento
de la realización del injusto. Cuanto mayor sea la perturbación de la consciencia que el
médico y el juez observen, mayor será el esfuerzo que el sujeto debió hacer para
comprender la antijuricidad, y consiguientemente, menor ha de ser la reprochabilidad. El
objetivo del peritaje psiquiátrico es precisamente aportarle al tribunal una idea de la
magnitud de ese esfuerzo, para que luego el juez determine si excedía lo jurídicamente
exigible, y por ende, reprochable.

Finalmente, cabe poner de resalto que la capacidad psíquica de culpabilidad hay que
medirla respecto de cada delito. Si bien hay estados patológicos que permiten presumir que
la incapacidad psíquica opera para cualquier delito, no siempre ello ocurre. Hay
padecimientos, como la oligofrenia (debilidad mental) que en su grado superficial puede
generar una incapacidad para ciertos delitos que exijan una capacidad de pensamiento

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abstracto desarrollada (delitos económicos por ejemplo) pero que el sujeto conserva
capacidad psíquica para comprender la antijuricidad de otras conductas, cuya valoración
depende de datos mucho más concretos (homicidio).

La insuficiencia y la alteración morbosa de las facultades.

El efecto que apareja incapacidad psíquica de culpabilidad es la perturbación de la


consciencia y la causa de la perturbación puede ser la “insuficiencia de las facultades” o la
“alteración morbosa de las facultades”, al decir del art. 34, inc. 1º, CP.

La insuficiencia de las facultades no necesita tener origen morboso. Así una


disminución de la atención proveniente de falta de sueño y agotamiento, no es morbosa
sino normal, pero puede dar lugar a inimputabilidad. Por eso nuestra ley menciona por
separado ambas causales.

Dentro de la insuficiencia de las facultades caben todas las oligofrenias, esto es, los
casos en que hay una falta de inteligencia congénita o producida por la detención del
desarrollo, que reconocen tres grados (profundo, medio y superficial).

Hay padecimientos mentales que causan serias dudas: el delirio, llamado “locura
razonante”, en que el sujeto tiene una apariencia lucida y de relación normal con el mundo
exterior. Pero en realidad, el delirante tiene una tremenda alteración de toda su relación con
el mundo objetivo, puesto que su centralización ideativa tiñe todo lo que ve a través de su
interpretación arbitraria del mundo, por lo que el delirio en realidad altera toda la
consciencia. También el caso de los psicópatas ha generado discusiones, toda vez que no se
encuentra definido en el ámbito médico qué es un psicópata. Si se considera que el
psicópata tiene una atrofia absoluta e irreversible de su sentido ético, y por ende es un
sujeto incapaz de internalizar o introyectar pautas o normas de conducta, el psicópata no
tendrá capacidad para comprender la antijuricidad de su conducta.

Situaciones vivenciales en sujetos que no padecen ninguna patología, pueden


generar un estado de incapacidad de comprensión de la antijuricidad por insuficiencia de
las facultades (grados de miedo).

En cuanto a las toxicofrenias, puede también ser un caso de inimputabilidad cuando


la adicción es muy aguda, esto es, en los casos en que se tiene incorporado el tóxico al
metabolismo de manera tal que no puede prescindirse del mismo sin padecimiento físico
para el sujeto. Según Zaffaroni, aquí ni siquiera puede pensarse en la responsabilidad por
tipicidad culposa de la conducta de intoxicarse.

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B) Error de prohibición: La inexigibilidad de la comprensión de la antijuricidad
proveniente de error.

Concepto:

Se llama error de prohibición al que recae sobre la comprensión de la antijuricidad


de la conducta. Es un puro problema de culpabilidad, que nada tiene que ver con el estrato
de la tipicidad. Cuando es invencible, es decir, cuando con la debida diligencia el sujeto no
hubiese podido comprender la antijuricidad del injusto, tiene el efecto de eliminar la
culpabilidad, y el injusto no llega a ser delito. El art. 34, inc. 1º, del Código Penal se refiere
a este error invencible con la palabra “no imputable”. Cuando es vencible, es decir, cuando
puede exigirse al autor que lo supere, sólo tiene el efecto de disminuir la reprochabilidad,
esto es, la culpabilidad, pero hay delito. Se puede reducir la cuantía de la pena, que puede
disminuirse hasta donde la ley lo autoriza (el mínimo legal conforme el art. 41 CP.).

Igualmente debemos aclarar que no es posible dar reglas fijas y generales al


respecto, porque la exigibilidad de comprensión, o sea, la vencibilidad del error, es cuestión
que deberá determinarse en cada caso.

Clasificación:

El error de prohibición que afecta el conocimiento de la antijuricidad puede ser


directo, cuando recae sobre el conocimiento de la norma (extranjero que no sabe que tal
conducta está prohibida en nuestro país), e indirecto, cuando el error recae sobre la
permisión de la conducta, se cree que existe un precepto permisivo que en realidad la ley
no otorga (empleado que piensa que puede vender mercadería del empleador si éste no le
abona su salario), o en la falsa admisión de una situación de justificación que en realidad
no existe, llamada justificación putativa, (un sujeto cree que es agredido y se defiende,
cuando en realidad se trataba de una broma).

También existe el error de comprensión, es el caso en que si bien la norma es


conocida, no puede ser internalizada o introyectada por el sujeto. Por eso se dice que
afecta la comprensión de la antijuricidad, pero no el conocimiento. Ejemplos: el indígena
que masca coca desde niño y no puede internalizar la norma que prohíbe su tenencia, o el
indígena que desde siglos tiene sus propios ritos para los funerales y sepelios, que puede
incurrir en alguna contravención sobre inhumaciones.

Esto ocurre porque el individuo se ha desarrollado en una cultura distinta, y ha


internalizado desde niño las pautas de conducta de esa cultura. El error de comprensión
culturalmente condicionado, por regla general, será un error invencible de prohibición, que
eliminará la culpabilidad de la conducta.

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C) La inexigibilidad de otra conducta por la situación reductora de la
autoderminación.

Concepto:

Se trata de los supuestos en que la comprensión de la antijuricidad es jurídicamente


exigible y frecuentemente es efectiva, pero no obstante, no hay exigibilidad de una
conducta diferente y adecuada al derecho. Es el caso de una situación reductora de la
autodeterminación (estado de necesidad exculpante). No puede exigirse al autor que realice
otra conducta menos lesiva, ya que su ámbito de autodeterminación se encuentra
sensiblemente limitado.

Estado de Necesidad inculpante:

Está previsto en el inc. 2º del art. 34 CP: “el que obrare violentado por …
amenazas de sufrir un mal grave e inminente”. Se requiere en efecto que el mal amenazado
sea grave e inminente, sin que se exija una equivalencia exacta entre los males, aunque no
puede existir obviamente una desproporción notoria. Cabe aclarar que no cualquier
nimiedad da lugar a una inculpabilidad, como así también es necesario que el mal pueda
producirse en cualquier momento y en forma tal que no deje posibilidad temporal de
arbitrar otra solución menos lesiva.

Erróneamente se suele limitar este supuesto a los casos de coacción, es decir, al


supuesto que la amenaza proviene de la conducta humana (ej.: te mato si no matas, orden
de un general a un soldado para que integre un pelotón de fusilamiento) llamado “vis
compulsiva”, y se lo distingue de la “vis absoluta” o fuerza física irresistible, prevista en el
mismo inciso 2º, que es un supuesto de ausencia de conducta.

Al respecto, Zaffaroni sostiene que nada impide que la amenaza provenga de una
fuerza de la naturaleza. Se trata en efecto de supuestos en que el mal que se amenaza es
equivalente al que se obliga a realizar, pero dicha situación proviene de hechos de la
naturaleza: el ejemplo típico de los dos náufragos, que en su desesperación uno le arrebata
la tabla al otro náufrago y salva su vida a expensas de la vida de su compañero, donde no
se le puede exigir jurídicamente al autor que realice otra conducta menos lesiva.

Se diferencia del estado de necesidad justificante, que se ubica en el estrato de la


antijuricidad, ya que el sujeto si bien se actúa bajo coacción, es realmente autor de lo que
ha hecho, y se trata de una acción antijurídica, ya que no existe tipo permisivo que
justifique su obrar (a diferencia del estado de necesidad justificante), aunque no será
culpable.

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Finalmente, deviene oportuno recordar que Zaffaroni detalla que en casos de que la
coacción provenga de un tercero, que amenaza a otro para que cometa un delito, puede
encuadrarse en un estado de necesidad justificante o exculpante, según las características
propias del caso. Si el mal que se le amenaza es equivalente al que se le quiere hacer causar
(estado de necesidad exculpante), en su lugar, si el mal que se le amenaza es más grave que
el que se le quiere causar, la coacción será un estado de necesidad justificante. (ejemplo de
la amenaza de muerte al sujeto para que mate a otra persona, o para que robe un reloj).

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