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CULPABILIDAD:

Introducción:

Hemos arribado al último estrato en la teoría del delito, es una suerte de coronación de la
misma, por lo cual si en algún nivel anterior se ha incurrido en errores, ello indefectiblemente
repercutirá negativamente en este último escalón. Al llegar a este nivel, ya sabemos que se ha
configurado un “injusto”, es decir, una conducta típica y antijurídica. Sólo queda por develar si
además, es culpable. Esto es, si al autor le es reprochable la realización de esa conducta, por no
haberse motivado en la norma, siendo exigible, en las circunstancias en que actúo, que se motivase
en ella.

Concepto:

De lo expuesto se infiere que la culpabilidad es la reprochabilidad del injusto al autor, por no


haberse motivado en la norma, cuando le era exigible que lo hiciera, porque podía en el caso
concreto, hacerlo. (Ejemplo: si un sujeto sin ningún tipo de problemas sociales, comete un robo, sin
que nadie lo obligue o amenace, y sin estar mentalmente enfermo, decimos que es culpable del
hecho ilícito, porque podía motivarse en la norma y abstenerse de actuar de esa manera. Le era
exigible que no cometa tal injusto, por eso se le puede reprochar su conducta).

En definitiva, el sujeto podía hacer algo distinto a lo que hizo y le era exigible en esas
circunstancias que lo hiciese. En cambio, al estudiar las distintas causas de inculpabilidad, veremos
que son supuestos en los que no puede exigírsele al autor una conducta conforme al derecho, sea
porque no podía exigírsele la comprensión de la antijuricidad, sea porque pese a esa comprensión,
no podía exigírsele la adecuación de su conducta a la norma.

En el estrato de la antijuricidad, una conducta está justificada cuando el derecho le concede al


autor un permiso para que en esa circunstancia actúe de esa manera. En efecto, la conducta
justificada sólo está permitida, pero no fomentada y menos aún ordenada por el derecho. Hay una
suerte de resignación ante la fatalidad de una situación fáctica conflictiva en el máximo grado, en la
que no se tiene otro remedio que admitir una conducta que viola la norma prohibitiva.

En la inculpabilidad la situación aún es peor, porque ni siquiera se trata de un permiso, el


derecho no puede allí ni siquiera permitir la conducta, sino que únicamente no le puede exigir al
sujeto que no haya hecho lo que hizo, que no haya cometido el injusto.

Por ende, la conducta queda siendo un injusto y tiene todos los efectos que de un injusto se
derivan tanto para el derecho penal como para otras ramas del derecho. Sólo es inculpable la
conducta, lo único que se excluye es el reproche jurídico penal de la conducta. Pero se reconoce
perfectamente que con dicho accionar afectó la finalidad general del orden jurídico. En cambio,
cuando media una causa de justificación, la conducta queda justificada para todo el orden jurídico y
ninguna consecuencia puede haber de ella para el autor.

Presupuestos para la reprochabilidad:

En la culpabilidad, los criterios legales para el reproche del injusto al autor son dos: a) la
posibilidad de comprensión de la antijuricidad, esto es, para reprocharle una conducta a su autor se
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requiere que éste haya tenido la posibilidad exigible de comprender la antijuricidad de su conducta
(incapacidad psíquica del sujeto y en casos de error invencible de prohibición); y b) un cierto
ámbito de autodeterminación del sujeto, esto es, que las circunstancias en que actuó no le hayan
reducido su ámbito de autodeterminación por debajo de un umbral mínimo, al punto de colocarlo en
un estado de pura opción (estado de necesidad inculpante, art. 34 inc. 2º, CP).

Principio de culpabilidad:

Tiene dos niveles diferentes: el “nullum crimen sine culpa”, esto es, no puede haber delito si al
menos no es culposo, problema que se verifica en el estrato de la tipicidad, y el otro es la condición
de reprochabilidad para que haya delito, que opera en el estrato de la culpabilidad.

El principio de culpabilidad entendido como que no hay pena si la conducta no le es


reprochable al autor debe fundarse necesariamente en la aceptación de que el hombre es un ente
capaz de autodeterminarse. Lo contrario, en caso de suprimirse esa base, sería reemplazar ese
concepto por la peligrosidad.

Al respecto, cabe recordar que hay dos posiciones sobre la culpabilidad, inconciliables y
antitéticas. La culpabilidad de acto, en la que se reprocha al hombre su acto en la medida de la
posibilidad de autodeterminación que tuvo en el caso concreto, esto es, se le reprocha por lo que el
hombre hizo. Por otra parte, la culpabilidad de autor, en la que se le reprocha al hombre su
personalidad, no ya lo que hizo, sino lo que es, por su conducción de vida, porque en definitiva se
estima que el delito es el resultado del modo en que el sujeto condujo su vida. Nuestro derecho
penal obviamente es de acto.

Posibilidad exigible de comprensión de la antijuricidad:

El art. 34 inc. 1ª CP dice: “No son punibles: 1º) El que no haya podido en el momento del
hecho: … comprender la criminalidad del acto …”. El artículo citado requiere la posibilidad de
comprensión de la antijuricidad en la expresión “comprensión de la criminalidad”. Esto significa
compresión de todas las características externas que hacen delictiva una conducta.

Cabe acotar que comprensión no es lo mismo que conocimiento, sino que es un concepto
más amplio que presupone el conocimiento. El conocimiento es un grado anterior a la
comprensión. Puede ocurrir que las normas sean conocidas, pero no se las haya “internalizado” o
“introyectado”, es decir, no se habrán hecho parte de nuestro propio equipo psicológico.
Comprender implica, pues, conocer y también internalizar, porque la internalización requiere el
conocimiento previo.

Asimismo resulta necesario destacar que la ley no exige que se haya comprendido
efectivamente la criminalidad, sino que haya podido comprender, basta con la posibilidad. Mal
puede la ley exigir una comprensión efectiva de la antijuricidad, porque ella casi nunca se da. En
lugar, lo que la ley requiere, y está dado en la mayoría de las veces, es la posibilidad de
comprender la antijuricidad.

Finalmente cabe resaltar que no a todo el mundo se le puede exigir en la misma medida la
comprensión de la antijuricidad. Circunstancias personales y sociales nos revelarán el grado de
esfuerzo del sujeto, que estará siempre en relación inversa con la reprochabilidad: cuanto mayor sea2
el esfuerzo que el sujeto deba hacer para internalizar la norma, tanto menor será la reprochabilidad
de su conducta, y viceversa.

Una teoría finalista ubica al dolo en la tipicidad y a la posibilidad de comprensión de la


antijuricidad en la culpabilidad.

A) Inimputabilidad: La inexigibilidad de la comprensión de la antijuricidad proveniente de


incapacidad psíquica.

Concepto:

En sentido amplio, imputabilidad es la imputación física y psíquica. Técnicamente, se refiere a


la capacidad psíquica de culpabilidad. A lo largo de la teoría del delito, hemos visto que hay una
capacidad psíquica presente en cada uno de los estratos analíticos: la capacidad psíquica de
conducta, la capacidad psíquica de tipicidad y de la situación objetiva de justificación. Ahora resta
saber qué capacidad psíquica necesita el autor del injusto para que haya culpabilidad, esto es, para
que pueda serle reprochada su conducta.

Aquél que tiene anulada o muy limitada la posibilidad de comprender la antijuricidad de su


conducta (la naturaleza del injusto), no puede ser reprochado por la misma. Por ejemplo, la persona
que padece una psicosis delirante (que lo lleva a un delirio de referencia) o una fobia (que le provoca
pánico incontenible) o una demencia (deterioro progresivo e irreversible del psiquismo), no puede ser
reprochada por los injustos que cometa. Entonces, podemos arribar a la conclusión que
imputabilidad es la capacidad psíquica de ser sujeto de reproche, compuesta por la capacidad de
comprender la antijuricidad de la conducta y de la de adecuar la misma a esa comprensión.

La incapacidad psíquica para comprender la antijuricidad tiene como base necesaria una
perturbación de la consciencia. A diferencia de lo estudiado en el primer nivel analítico de la teoría
del delito (acción) que en los casos de inconsciencia no hay voluntad, y por ende, no hay
conducta, aquí sí funciona la consciencia, pero en forma perturbada, que puede dar lugar a una
incapacidad psíquica de delito.

La consciencia es un concepto clínico, con el que se sintetiza el funcionamiento de toda la


actividad psíquica. Se dice que la misma no se halla perturbada cuando los aspectos intelectuales
y afectivos de su psiquismo se hallan armónicamente dispuestos. Los elementos que
fundamentalmente se toman en cuenta son la ubicación en el tiempo y en el espacio psíquicos.
Para fijar el límite entre lo normal y lo patológico (conceptos éstos muy debatidos y en definitiva algo
reservado a los psiquiatras) resulta útil saber el grado de esfuerzo que el sujeto debía realizar para
comprender la antijuricidad de su conducta.

No es el concepto de normalidad el que nos sirve, sino que a los efectos de la imputabilidad,
lo determinante es que el psiquiatra nos indique las características psíquicas que dificultaron o
facilitaron la comprensión de la antijuricidad en el momento de la realización del injusto. Cuanto
mayor sea la perturbación de la consciencia que el médico y el juez observen, mayor será el
esfuerzo que el sujeto debió hacer para comprender la antijuricidad, y consiguientemente, menor
ha de ser la reprochabilidad. El objetivo del peritaje psiquiátrico es precisamente aportarle al

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tribunal una idea de la magnitud de ese esfuerzo, para que luego el juez determine si excedía lo
jurídicamente exigible, y por ende, reprochable.
Finalmente, cabe poner de resalto que la capacidad psíquica de culpabilidad hay que medirla
respecto de cada delito. Si bien hay estados patológicos que permiten presumir que la incapacidad
psíquica opera para cualquier delito, no siempre ello ocurre. Hay padecimientos, como la
oligofrenia (debilidad mental) que en su grado superficial puede generar una incapacidad para ciertos
delitos que exijan una capacidad de pensamiento abstracto desarrollada (delitos económicos por
ejemplo) pero que el sujeto conserva capacidad psíquica para comprender la antijuricidad de otras
conductas, cuya valoración depende de datos mucho más concretos (homicidio).

La insuficiencia y la alteración morbosa de las facultades.

El efecto que apareja incapacidad psíquica de culpabilidad es la perturbación de la


consciencia y la causa de la perturbación puede ser la “insuficiencia de las facultades” o la
“alteración morbosa de las facultades”, al decir del art. 34, inc. 1º, CP.

La insuficiencia de las facultades no necesita tener origen morboso. Así una disminución de la
atención proveniente de falta de sueño y agotamiento, no es morbosa sino normal, pero puede dar
lugar a inimputabilidad. Por eso nuestra ley menciona por separado ambas causales.

Dentro de la insuficiencia de las facultades caben todas las oligofrenias, esto es, los casos en
que hay una falta de inteligencia congénita o producida por la detención del desarrollo, que
reconocen tres grados (profundo, medio y superficial).

Hay padecimientos mentales que causan serias dudas: el delirio, llamado “locura razonante”,
en que el sujeto tiene una apariencia lucida y de relación normal con el mundo exterior. Pero en
realidad, el delirante tiene una tremenda alteración de toda su relación con el mundo objetivo, puesto
que su centralización ideativa tiñe todo lo que ve a través de su interpretación arbitraria del mundo,
por lo que el delirio en realidad altera toda la consciencia. También el caso de los psicópatas ha
generado discusiones, toda vez que no se encuentra definido en el ámbito médico qué es un
psicópata. Si se considera que el psicópata tiene una atrofia absoluta e irreversible de su sentido
ético, y por ende es un sujeto incapaz de internalizar o introyectar pautas o normas de conducta, el
psicópata no tendrá capacidad para comprender la antijuricidad de su conducta.

Situaciones vivenciales en sujetos que no padecen ninguna patología, pueden generar un


estado de incapacidad de comprensión de la antijuricidad por insuficiencia de las facultades (grados
de miedo).

En cuanto a las toxicofrenias, puede también ser un caso de inimputabilidad cuando la


adicción es muy aguda, esto es, en los casos en que se tiene incorporado el tóxico al metabolismo
de manera tal que no puede prescindirse del mismo sin padecimiento físico para el sujeto. Según
Zaffaroni, aquí ni siquiera puede pensarse en la responsabilidad por tipicidad culposa de la conducta
de intoxicarse.

B) Error de prohibición: La inexigibilidad de la comprensión de la antijuricidad proveniente de


error.

Concepto:

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Se llama error de prohibición al que recae sobre la comprensión de la antijuricidad de la
conducta. Es un puro problema de culpabilidad, que nada tiene que ver con el estrato de la tipicidad.
Cuando es invencible, es decir, cuando con la debida diligencia el sujeto no hubiese podido
comprender la antijuricidad del injusto, tiene el efecto de eliminar la culpabilidad, y el injusto no
llega a ser delito. El art. 34, inc. 1º, del Código Penal se refiere a este error invencible con la palabra
“no imputable”. Cuando es vencible, es decir, cuando puede exigirse al autor que lo supere, sólo
tiene el efecto de disminuir la reprochabilidad, esto es, la culpabilidad, pero hay delito. Se puede
reducir la cuantía de la pena, que puede disminuirse hasta donde la ley lo autoriza (el mínimo legal
conforme el art. 41 CP.).

Igualmente debemos aclarar que no es posible dar reglas fijas y generales al respecto, porque
la exigibilidad de comprensión, o sea, la vencibilidad del error, es cuestión que deberá determinarse
en cada caso.

Clasificación:

El error de prohibición que afecta el conocimiento de la antijuricidad puede ser directo,


cuando recae sobre el conocimiento de la norma (extranjero que no sabe que tal conducta está
prohibida en nuestro país), e indirecto, cuando el error recae sobre la permisión de la conducta,
se cree que existe un precepto permisivo que en realidad la ley no otorga (empleado que piensa que
puede vender mercadería del empleador si éste no le abona su salario), o en la falsa admisión de
una situación de justificación que en realidad no existe, llamada justificación putativa, (un sujeto
cree que es agredido y se defiende, cuando en realidad se trataba de una broma).

También existe el error de comprensión, es el caso en que si bien la norma es conocida, no


puede ser internalizada o introyectada por el sujeto. Por eso se dice que afecta la comprensión de
la antijuricidad, pero no el conocimiento. Ejemplos: el indígena que masca coca desde niño y no
puede internalizar la norma que prohíbe su tenencia, o el indígena que desde siglos tiene sus
propios ritos para los funerales y sepelios, que puede incurrir en alguna contravención sobre
inhumaciones.

Esto ocurre porque el individuo se ha desarrollado en una cultura distinta, y ha internalizado


desde niño las pautas de conducta de esa cultura. El error de comprensión culturalmente
condicionado, por regla general, será un error invencible de prohibición, que eliminará la culpabilidad
de la conducta.

C) La inexigibilidad de otra conducta por la situación reductora de la autoderminación.

Concepto:

Se trata de los supuestos en que la comprensión de la antijuricidad es jurídicamente exigible


y frecuentemente es efectiva, pero no obstante, no hay exigibilidad de una conducta diferente y
adecuada al derecho. Es el caso de una situación reductora de la autodeterminación (estado de
necesidad exculpante). No puede exigirse al autor que realice otra conducta menos lesiva, ya que su
ámbito de autodeterminación se encuentra sensiblemente limitado.

Estado de Necesidad inculpante:

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Está previsto en el inc. 2º del art. 34 CP: “el que obrare violentado por … amenazas de
sufrir un mal grave e inminente”. Se requiere en efecto que el mal amenazado sea grave e inminente,
sin que se exija una equivalencia exacta entre los males, aunque no puede existir obviamente una
desproporción notoria. Cabe aclarar que no cualquier nimiedad da lugar a una inculpabilidad, como
así también es necesario que el mal pueda producirse en cualquier momento y en forma tal que no
deje posibilidad temporal de arbitrar otra solución menos lesiva.

Erróneamente se suele limitar este supuesto a los casos de coacción, es decir, al supuesto
que la amenaza proviene de la conducta humana (ej.: te mato si no matas, orden de un general a un
soldado para que integre un pelotón de fusilamiento) llamado “vis compulsiva”, y se lo distingue de
la “vis absoluta” o fuerza física irresistible, prevista en el mismo inciso 2º, que es un supuesto de
ausencia de conducta.

Al respecto, Zaffaroni sostiene que nada impide que la amenaza provenga de una fuerza
de la naturaleza. Se trata en efecto de supuestos en que el mal que se amenaza es equivalente al
que se obliga a realizar, pero dicha situación proviene de hechos de la naturaleza: el ejemplo típico
de los dos náufragos, que en su desesperación uno le arrebata la tabla al otro náufrago y salva su
vida a expensas de la vida de su compañero, donde no se le puede exigir jurídicamente al autor
que realice otra conducta menos lesiva.

Se diferencia del estado de necesidad justificante, que se ubica en el estrato de la


antijuricidad, ya que el sujeto si bien se actúa bajo coacción, es realmente autor de lo que ha hecho,
y se trata de una acción antijurídica, ya que no existe tipo permisivo que justifique su obrar (a
diferencia del estado de necesidad justificante), aunque no será culpable.

Finalmente, deviene oportuno recordar que Zaffaroni detalla que en casos de que la coacción
provenga de un tercero, que amenaza a otro para que cometa un delito, puede encuadrarse en un
estado de necesidad justificante o exculpante, según las características propias del caso. Si el mal
que se le amenaza es equivalente al que se le quiere hacer causar (estado de necesidad
exculpante), en su lugar, si el mal que se le amenaza es más grave que el que se le quiere causar, la
coacción será un estado de necesidad justificante. (ejemplo de la amenaza de muerte al sujeto para
que mate a otra persona, o para que robe un reloj).

TENTATIVA (proviene del latín “tempus” que significa tentado)

En el delito doloso no se pena solo la conducta que llega a realizarse totalmente (o que
produce el resultado típico), sino que la ley prevé también la punición de la conducta que no llega a
llenar todos los elementos típicos, por quedarse en una etapa anterior de realización. Se caracteriza
entonces como un “DELITO INCOMPLETO” por no darse todos los caracteres típicos (porque la
conducta se detiene en la etapa ejecutiva o porque no se produce el resultado).-

La tentativa se concibe como el principio de un delito que no llega a realizarse por


circunstancias ajenas a la voluntad.

El Delito se inicia cronológicamente como una “IDEA” en la mente del autor. De ahí en
adelante va pasando distintas etapas definidas como “CONCEPCIÓN” (ideación criminal),
“PREPARACIÓN”, “EJECUCIÓN”, “CONSUMACIÓN” y “AGOTAMIENTO”, donde llega a afectar el

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bien jurídico tutelado. Este camino que va desde la “concepción” hasta el “agotamiento” del delito se
denomina “ITER CRIMINIS”.-

En la etapa interna se encuentra la concepción (pensamiento, ideación criminal), la cual


no es punible, ya que sin acción, no hay delito y también por lo consagrado en el artículo 19 de la CN
cuando habla de que las acciones privadas de los hombres que no afecten la moral ni el orden
público ni ofendan a un tercero, quedan exentas de la autoridad de los magistrados.

No todo el “Iter Criminis” puede ser penado, porque de ser así la seguridad jurídica se
desbarataría pues estaríamos penando “las ideas” (el pensamiento mismo), es decir etapas que son
puramente internas del autor.-

En la etapa externa se encuentra el resto de las etapas:

1) Actos preparatorios: son la primera exteriorización de la acción y tienden a preparar el


delito, no a consumarlo, ya que no inician su ejecución. Ej: el que piensa en robar, va a preparar los
elementos para abrir una puerta, forzar un portón, abrir una caja fuerte / el que piensa en falsificar
un documento, practica la caligrafía o firma del que va a falsificar o prepara los reactivos para
realizar la falsificación / el que para poner en circulación moneda falsa compra la impresora, la
computadora, los programas y plaquetas para imprimirlos / el que para realizar la venta de un auto
robado, compra un formulario 08 en la librería en forma anónima.

Como cada autor sólo conoce que sus preparativos son para consumar el delito, por lo cual la
ley, por lo general, no lo considera punible (Ej: una persona puede comprar un arma de fuego para
robar, matar, amenazar a otra, para participar de un concurso de tiro, para colgarla en la pared
porque le gusta coleccionar de distinta época y calibre, por seguridad para su familia, etc), salvo
casos en los que entre el acto y el delito exista un vinculo evidente, como sería el caso del que
posee en su casa una maquina para falsificar billetes o documentos, armas de guerra con miras
telescópicas y silenciadores, balas de punta hueca, chalecos antibala, explosivos, etc.

2) Actos de ejecución: con ellos los sujetos “comienzan la ejecución” del delito que se
pretende consumar. Ejemplo: en el homicidio, la acción principal consiste en matar, entonces el acto
de ejecución consistirá en apretar el gatillo del arma/ en la puesta en circulación de billetes falsos
sería al hacer la entrega del mismo o en la estafa en el momento de la acreditación de identidad
mediante un documento apócrifo en el local comercial que sea.

Hay que decir además que se castiga tanto el delito que se consuma, como también el que
comienza su ejecución pero no llega a consumar (ejemplo: quiero matar a fulano y disparo con el
arma, pero tengo muy mala puntería y no le acierto, tras lo cual se va corriendo la persona a la cual
quería matar / se dan cuenta de que el billete es apócrifo luego de entregarlo y me detiene la policía
o misma situación al querer acreditar identidad mediante documento falso) dándose así lugar a la
llamada tentativa.

3) Consumación: es la última etapa del “iter criminis” y se da cuando se cumplen todos los
elementos de la figura típica en cuestión. Ej: quiero matar y mato, quiero estafar y estafo.

4) Agotamiento del delito: consiste en el daño causado después de que se consumó el


delito. Ejemplo: logro que se levante falso testimonio contra alguien (consumación del delito),

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lográndose posteriormente que sea condenado por ello (agotamiento del delito). Otro ejemplo sería
el que roba un auto (consumación) y luego lo vende (agotamiento del delito).
Por ello, la ley amplía la tipicidad con la fórmula de la tentativa hasta abarcar los actos que
“implican un comienzo de ejecución del delito” (ART. 42 CP.: “El que con el fin de cometer un
delito determinado comienza su ejecución, pero no la consuma por circunstancias ajenas a su
voluntad, sufrirá las penas impuestas en el artículo 44 CP.”).-

De esta forma, quedan fuera del ámbito de la tentativa los “ACTOS PREPARATORIOS”
previos a la ejecución del delito (solo como excepción se tipifican en la parte especial del CP.
algunos actos preparatorios por la gravedad que implican = Asociación ilícita –Art. 210- y
Conspiración para cometer delitos –Art. 216-).-

FUNDAMENTO DE LA TENTATIVA:

La tentativa tiene una doble fundamentación basada en lo siguiente:

1. En la tentativa “HAY DOLO” (concreta voluntad final que se dirige a un resultado afectante
de un bien jurídico). El “Dolo” de la tentativa es el mismo dolo del delito consumado (querer
el resultado muerte es igual si la bala mata o hiere).-

Es por ello que no se acepta la “Tentativa” en los Tipos Culposos, aunque si está aceptada
para los Tipos Omisivos (Ej.: el bañero que intencionalmente deja pasar el tiempo sin
acudir al rescate del que se está ahogando, más allá que luego sea salvado por un tercero
o por el azar).-

2. La “EXTERIORIZACIÓN DE ESE DOLO SIEMPRE IMPLICA LA AFECTACIÓN DE UN


BIEN JURÍDICO”. Los bienes jurídicos pueden ser afectados por su “LESIÓN” (tipos de
lesión) o por su “PUESTA EN PELIGRO” (tipos de peligro). Pero hay además una tercer
forma de afectación a los bienes jurídicos: la “PERTURBACIÓN”. Toda acción que se
aproxima a la materialización de una tipicidad penal que afectaría alguno de nuestros
bienes jurídicos, aunque no haga correr efectivo peligro al mismo, puede generarnos una
perturbación al sentimiento de disponibilidad (no por sembrar la inseguridad jurídica en los
demás, sino porque puede sembrar en nosotros mismos ese sentimiento, que somos los
destinatarios de ese dolo). Esta tercera forma de afectación no consiste en la alteración o
supresión de la relación de disponibilidad por daño o lesión, ni en la alteración de esa
relación por puesta en peligro de la misma, sino que consiste en la “alteración por el
peligro de perturbación subjetiva del titular de la disponibilidad”.-

ESTRUCTURA DE LA TENTATIVA:

1. LA CONSUMACIÓN COMO LÍMITE DE LA TENTATIVA: hay tentativa desde que se inicia la


ejecución hasta que se consuma el delito. Con la consumación termina toda posibilidad de
tentativa. Hay delitos en los que es problemático determinar el momento consumativo (ej.: el
hurto –Art. 162 CP.). Por la forma de consumación se distinguen los tipos:

a. Instantáneos: tienen un solo momento consumativo (Ej.: homicidio).-

b. Permanentes: tienen un “estado consumativo”, es decir que la consumación se


mantiene en el tiempo (Ej.: secuestro). No obstante, que estos tipos tengan una
“prolongación temporal” de la consumación no quita que tengan un “momento
consumativo” a partir del cual ya está consumado el delito y termina la tentativa (Ej.:
cuando se priva de la libertad al secuestrado).-
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2. ACTOS EJECUTIVOS Y ACTOS PREPARATORIOS : es el problema más crítico de la
tentativa y su importancia está dada porque genera el límite entre la tipicidad y la atipicidad de
la conducta. Para solucionar ello, se han esbozado distintas teorías:

a. teoría negativa (es imposible determinar cuándo hay un acto de ejecución y cuando un
acto de tentativa, debiéndose dejar al arbitrio del juez su determinación –criticada por
violar los principios de legalidad y reserva-);

b. teoría subjetiva (basada en la voluntad criminal –criticada porque siempre habrá


voluntad criminal en cualquier estadío-)-;

c. teorías objetivas (basadas en la inequivocidad de los actos, es decir cuando los actos
externos no pueden considerarse más que dirigidos a la consumación del delito –
criticada porque establece un criterio procesal o probatorio-).-

d. teoría guiada por un criterio objetivo-individual: se toma en cuenta para establecer


la diferencia el “plan concreto del autor” (por eso “individual”) y el peligro que corre
el bien jurídico protegido (aspecto “objetivo”), no pudiéndose establecer la separación
entre acto ejecutivo y preparatorio prescindiendo del plan concreto del autor. Para esta
teoría, la tentativa comienza “con la actividad con que el autor, según su plan delictivo,
se aproxima inmediatamente a la realización del plan delictivo” y también “en toda
actividad que, juzgada sobre el plan concreto del autor, se muestra conforme a una
natural concepción, como parte integrante de una acción ejecutiva típica”.-

Este criterio sería el más acertado, aunque no alcanza para resolver todos los
problemas.-

*En el delito consumado, se encuentra presente el elemento subjetivo y el


elemento objetivo. Ejemplo: quiero matar a alguien, disparo y causo la muerte.

*En la tentativa, solo esta presente el elemento subjetivo y falta el objetivo.


Ejemplo: quiero matar a alguien, disparó pero no le produzco la muerte.

CLASES DE TENTATIVA: Existen 2 clases de tentativa:

1. TENTATIVA ACABADA (o delito frustrado): es aquella en que el sujeto realiza la totalidad de


la conducta típica, pero no se produce el resultado (el ejemplo del que dispara y no mata
porque tenía un chaleco antibala la persona).-

2. TENTATIVA INACABADA: es la que tiene lugar cuando el sujeto interrumpe la realización de


la conducta típica por alguna circunstancia externa a su voluntad. Es decir, el sujeto no puede
realizar todos los actos que consideraba necesarios para la realización del hecho delictivo que
se había propuesto realizar (quiero robar una casa y es detenido por la policía cuando estaba
saltando el frente de la casa con una soga y demás elementos para realizar el robo).-

(En la ley no se revela ninguna diferencia entre ambas clases de tentativa)

3. TENTATIVA INIDÓNEA (o “Delito Imposible”): Surge del Art. 44, último párrafo del CP.: “Si el
delito fuera imposible, la pena se disminuirá en la mitad y podrá reducírsela al mínimo legal o
eximirse de ella, según el grado de peligrosidad revelada por el delincuente”.-

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Hay tentativa inidónea –o imposible- cuando los medios empleados por el autor son
notoriamente inidóneos para causar el resultado. Se trata de un supuesto de tentativa, por lo
que debe reunir todos los requisitos de la misma. La diferencia entre la “Tentativa idónea” y la
“Tentativa inidónea” es que en la última hay una absoluta incapacidad de los medios aplicados
para la producción del resultado típico. En ambos supuestos hay un error en cuanto a la
idoneidad de los medios elegidos (de lo contrario estaríamos ante el delito consumado). Sin
embargo, en el segundo caso el error es grosero, burdo (Ej.: querer matar envenenando a
alguien con azúcar). No debe considerarse “Tentativa Inidónea” aquella que ocurre por azar
(Ej.: meter la mano para sustraer algo en un bolsillo vacío, disparar contra una persona que
tiene colocado un chaleco antibalas, etc.).-

Tampoco hay que confundir la “Tentativa Inidónea” con los casos de “Delitos
Imaginarios” donde falta la Tipicidad o la Antijuridicidad (intentar matar a un muerto o hurtar el
propio abrigo), ya que en estos últimos en modo alguno se puede aplicar una pena.-

El fundamento de la punición en la “Tentativa Inidónea” no es otro que el de la tentativa


en general. Es que al igual que en la tentativa idónea, hay afectación del bien jurídico tutelado,
pero en este caso la afectación es menor por la notoria inidoneidad del medio elegido. De
cualquier manera, la perturbación se puede sufrir y nadie está obligado a soportar conductas
que tiendan a lesionar sus bienes jurídicos, por muy burdos que sean los medios aplicados
con ese fin.

EL DESISTIMIENTO VOLUNTARIO: Según el Art. 43 del CP.: “El autor de tentativa no estará
sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del delito”.-

Conforme lo estima Zaffaroni, en el caso del “desistimiento voluntario”, opera a favor


del autor una “causa personal de exclusión de la pena”, que se desprende de la propia
finalidad de la pena: la pena cumple una función preventiva que, en el caso del que desiste,
queda demostrado con esa actitud del autor que no se hace necesaria la acción preventiva de
la pena.-

Rechaza la posibilidad de que se trate de una “Causa de Atipicidad” ya que la tentativa


es típica desde que comienza su ejecución y una etapa posterior en la que se detiene la
ejecución no puede borrar el campo de lo prohibido que ya fue incursionado en una etapa
anterior (EJ.: cuando el autor empieza a romper la puerta para robar comienza la ejecución
del robo y ya su conducta es típica. Si más tarde y dentro de la casa se arrepiente y decide
desistir, esta circunstancia no puede eliminar la tipicidad ya configurada).-

Refuerza la hipótesis de que se trata de una “causa personal de exclusión de la pena”


el hecho de que el desistimiento del autor no beneficia a los partícipes ni viceversa.

Modalidades del desistimiento:

a) Si la tentativa es inacabada: basta con que el auto interrumpa voluntariamente la acción.

b) Si la tentativa es acabada: tiene que darse la existencia de un hacer activo por parte del
sujeto. Es decir, si puso una bomba, deberá dar aviso a las fuerzas de seguridad o
desactivarla.

Es decir se necesita de un hacer que impida la producción del resultado.


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Requisitos del “Desistimiento Voluntario”:

El desistimiento no debe motivarse

La tentativa requiere siempre el “DOLO” (el que con el fin de cometer un delito determinado).-

La tentativa incluye al “DOLO EVENTUAL”.-

La tentativa es IMPOSIBLE en los DELITOS CULPOSOS (porque los delitos culposos no


individualizan la conducta por su finalidad, sino por la forma de obtener esa finalidad).

AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN

Introducción

En la perpetración de los delitos en algunos casos encontramos la intervención de una sola


persona, mientras que en muchos casos de produce la intervención de un concurso de voluntades
con identidad criminosa.

En determinados tipos penales la colaboración de más de uno es necesaria como ocurre con
el duelo y en otros ese concurso es eventual (un homicidio, en el cual podría intervenir una persona
o más de una según el caso).

Nuestro Derecho Penal recoge la definición de la participación en la parte general, pues más
allá de los tipos penales especiales, se consagran reglas generales sobre qué pena corresponde a
autores, cómplices y otros partícipes. Sin embargo, algunos tipos penales exigen la participación de
varias personas (asociación ilícita por ej.) y otros se agravan por la intervención de varias personas
(robo en banda por ej.).

El concurso delictivo supone una pluralidad de sujetos que forman parte en la ejecución
(autores y cómplices), una participación orientada a la obtención de un determinado resultado y una
adecuación en un mismo tipo penal, sin estos requisitos no cabe aceptar el concurso.

Hablaremos en este módulo sobre aquellas personas a quienes denominaremos partícipes en


sentido amplio (quienes intervienen en la comisión del delito), dejando afuera al denominado
“encubridor” que interviene luego del delito sin un acuerdo anterior. En consonancia con ese criterio,
nuestro Código penal no refiere al encubridor en la parte general sino como una figura especial en el
artículo 277 que consagra el delito de encubrimiento.

La doctrina no ha alcanzado un acuerdo claro para definir las categorías de participación y


coparticipación, sin embargo, intentaremos aquí ordenar las figuras siguiendo las posturas comunes
de los distintos autores.

Así, podemos distinguir entre:

Autores

• Autores individuales

• Coautores

• Autores mediatos

Complices

• Necesarios o primarios
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• Secundarios

Instigadores

Veremos también que Zaffaroni clasifica entre ejecutores, determinadores y cooperadores


(necesarios y secundarios).

Autoría

La doctrina ha recorrido distintas definiciones para entender a quien consideramos dentro de


la categoría de “autor”. Como premisa básica el autor es aquel que ejecuta la conducta descripta en
el tipo penal.

Sin embargo, esa definición es insuficiente para resolver muchos casos y eso ha dado lugar a
distintas teorías para intentar elaborar una definición, dependiendo del elemento al que se otorgue
mayor relevancia para definir su carácter.

Las doctrinas subjetivas se basan en la tesis de la equivalencia de las condiciones, sobre las
que ya hemos hablado, afirmando que el autor quiere el hecho como propio. Por oposición, el
partícipe tiene la intención de auxiliar al autor. Al separar el carácter de autor del aspecto objetivo del
tipo (la conducta) se lleva a soluciones incorrectas, generando que en algunos casos no se
considere autor a quien debe serlo.

La teoría formal objetiva encierra los mismos problemas, al desconocer el aspecto subjetivo
del tipo: según esa tesis era autor el que realizaba personalmente la acción descripta por el tipo, lo
que tenía el claro inconveniente de dejar fuera la autoría mediata y muchos supuestos de coautoría.
Además, el requerimiento de que el sujeto ejecute en persona el verbo típico excluía del ámbito de la
autoría aquellos casos en que el autor se vale de un tercero sin dolo.

El finalismo intentó resolver estos problemas al definir la teoría final objetiva, sobre la base del
dominio del hecho, y que puede considerarse seguida por la doctrina mayoritaria en la actualidad.

Conforme a ella, autor es quien domina el hecho, quien retiene en sus manos el curso
causal, quien puede decidir sobre el sí y el cómo o -más brevemente dicho- quien puede decidir la
configuración central del acontecimiento.

De varios concurrentes en un hecho, es autor el que actúa con una plenitud de poder tal que
es comparable con la del autor individual.

El concepto de dominio del hecho se asienta sobre la finalidad de la conducta, lo que lo


aproxima al dolo, del que debe distinguirse, toda vez que con dolo también actúan los partícipes que
no tienen el dominio del hecho.

Podemos entender también que autor de un delito es igualmente el inimputable aún cuando
no tenga la capacidad de comprender la ilicitud del comportamiento y de determinarse conforme a
esa comprensión, lo que acontecerá es que su actuar será inculpable, y como consecuencia de ello
no se le impondrá pena. El autor puede realizar la conducta típica en forma directa o inmediata, o
valiéndose de un tercero inimputable o no, como ya veremos.

Más allá de la definición de la doctrina, el artículo 45 del Código Penal refiere a “Los que
tomasen parte en la ejecución del hecho”, a quienes Zaffaroni define como “ejecutores”.

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Aquí podemos distinguir entonces subcategorías que, si bien el Código no establece, nos
permite entender quienes pueden tomar parte en la ejecución del hecho.
Autor individual es el ejecutor propiamente dicho, cuyo concepto se obtiene de cada tipo,
aplicando el criterio del dominio del hecho como dominio de la acción. En estos casos no hay otros
sujetos que puedan revestir la calidad de autores, aunque si puede haber cómplices o
determinadores.

Hablamos de coautores cuando varias personas realizan paralelamente la conducta típica y


también cuando existe entre ellos un reparto de tareas (el llamado dominio funcional del hecho). La
coautoría es una forma independiente de autoría qué se asienta sobre el principio de división del
trabajo esto es cada coautor complementa con su parte en el hecho, la de los demás en la totalidad
del delito; por eso también responde por el delito cometido.

El primero de los supuestos (también llamado autoría concomitante o paralela) lo encontramos


cuando ambos llevan adelante la conducta descripta en el tipo penal. Por ejemplo, si dos personas
infligen de manera concomitante las puñaladas que llevan a la muerte de la víctima.

En el segundo supuesto, existe un plan común y previo según el cual los coautores se
reparten tareas necesarias para llevar adelante la conducta típica. Por ejemplo, en un robo uno de
los sujetos amenaza a la víctima con el arma y el otro les sustrae las pertenencias. La coautoría
funcional presupone un aspecto subjetivo y otro aspecto objetivo. El primero es la decisión común al
hecho, y el segundo es la ejecución de esta decisión mediante división del trabajo.

Vemos que en ambos supuestos ambos sujetos mantienen el dominio del hecho, lo que los
hace coautores y no cooperadores.

En los delitos en que se requiere una calidad para el sujeto activo, sólo podrá ser autor quien
reúna estas características. De lo contrario, no podrá ser autor. Por ejemplo, para el delito de
prevaricato se requiere ser juez (art. 269 del CP).

En el caso del autor mediato nos encontramos frente a la situación en la cual quien realiza la
conducta típica es considerado un mero instrumento. Aquella persona que se vale del otro para esto
mantiene el dominio del hecho y es considerado autor mediato. La autoría mediata suele llamarse
también autoría de mano ajena, por oposición a la autoría de propia mano.

Son los supuestos en los cuales el agente no realiza de propia mano la ejecución del hecho
punible –autoría tradicional- pero domina la ejecución del suceso, valiéndose de un instrumento, que
es el autor inmediato, cuya voluntad es determinada por el primero.

En las hipótesis tradicionales, el autor mediato se vale de quien actúa de forma atípica,
justificadamente, inculpable o incluso en supuestos en que falta la acción.

Por ejemplo, quien reemplaza las balas de fogueo de una película por balas reales en una
película para matar al actor. Quien dispara -autor inmediato- actúa de forma atípica porque no cuenta
con el conocimiento de que al disparar mataría a su compañero, si no que actuó como instrumento
del autor mediato, también llamado “hombre de atrás”.

Un clásico ejemplo de autor inmediato que actúa justificadamente es el que alerta a otros
ciudadanos que una persona le ha sustraído sus bienes para lograr que lo aprehendan. Las
personas lo detienen en el ejercicio legítimo de un derecho (art. 287 del Código Procesal

Penal de la Nación), convirtiéndose así en instrumentos del autor del delito de privación ilegal

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de la libertad.
La doctrina moderna ha sumado otros supuestos de autoría mediata, como aquella que se
presenta en aparatos organizados de poder (estructuras estatales empleadas con fines ilícitos,
estructuras de crimen organizado, entre otras). Aquí se trata de determinar la responsabilidad no
sólo de los miembros ejecutores de las resoluciones delictivas de la organización, sino
principalmente la de aquellos otros que sin intervenir materialmente en los hechos delictivos exhiben
una posición relevante en la toma de decisiones, es decir, están en la cúpula de la organización o en
un grado intermedio entre dirigentes y ejecutores.

Zaffaroni resuelve estos supuestos bajo la figura del “determinador”, al interpretar la última
parte del artículo 45 de un modo más amplio que la mayoría de la doctrina (que entiende que solo
comprende al instigador). Así señala que el “autor por determinación” puede cometerlo
personalmente, realizando paralela, individual o mancomunadamente la acción típica, o bien pueden
valerse de otro sujeto, al que se determina al delito de distinta forma, es decir, con diferente
intensidad. Si la determinación tiene tal intensidad que el determinado carece del dominio del hecho
(porque no realiza conducta, o porque ésta es atípica o justificada), sólo el determinador será autor.
Cuando la determinación no tenga tal intensidad, el agente será instigador y el instigado será el
autor.

Es autor por determinación el sujeto que determina a otro al hecho, pero que conserva el
dominio del mismo, puesto que, si lo pierde, como en el caso en que el determinado comete un
injusto o un delito, ya no es autor sino instigador.

Para Zaffaroni, cuando el determinado no realiza conducta o realiza una conducta atípica o
justificada, el determinador es autor; pero -por regla general- cuando el determinado comete el
injusto querido por el determinador éste es instigador, aunque el determinado actúe inculpablemente.

Cómplices

De acuerdo con la teoría de la participación, cómplices son los que participan en la comisión
de una conducta típica ajena con respecto a la que un tercero es el autor material.

El cómplice coopera a la ejecución con actos anteriores o concomitantes, sin tener dominio del
hecho (de lo contrario, habría coautoría funcional).

Aparece como uno de los requisitos la accesoriedad de la participación del cómplice,


entendida en el sentido de no poder subsistir la complicidad sin la presencia de la autoría, esto es
que no puede haber cómplices si no existen autores. Puede darse el evento de que una persona sea
autor de un delito y no requiera de cómplices, pero es inaceptable reputar complicidad sin la autoría
que es principal.

Otro requisito es el de contribuir o cooperar en la comisión de una conducta típica ajena, la


participación en una conducta típica propia lo podría convertir en coautor.

La doctrina da el nombre de cómplice o partícipe primario al cooperador o auxiliador necesario


que el código recepta en el art. 45. Dado que se trata de un cómplice, se ha pensado que la
distinción entre éste -al menos primario- y el autor, debería ensayarse por la teoría subjetiva de la
autoría, aunque ello no repara en un importante detalle de la formulación legal: para ser cómplice
primario es necesario prestar una cooperación necesaria al autor o a los autores, según la clara
expresión de la ley, por lo que es necesario no ser autor.

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Cabe señalar la particularidad que se presenta en los delicia propria y los delitos de propia
mano. En los delitos de propia mano, por más que haya división del trabajo, el único autor es el que
realiza personalmente la acción típica, mientras que los restantes serán cooperadores, pero nunca
autores porque los aportes no son intercambiables. Del mismo modo, tampoco puede ser autor de un
delito especial o propio quien no reúne los requisitos típicos del autor.

La participación siempre es accesoria del injusto doloso ajeno, por lo que no puede concebirse
la tipicidad participativa que no sea accesoria de algo diferente a una conducta típica y antijurídica
(de un ilícito). Esto es lo que se llama la accesoriedad limitada, que requiere la existencia de una
conducta principal típica y antijurídica, pero no necesariamente culpable.

Es por ese mismo principio que no es punible la tentativa de participación, es decir, no se


pena al partícipe hasta que el autor no comienza a ejecutar el hecho, y corresponde atenuar también
la escala penal del partícipe cuando el autor ha dejado el delito en grado de tentativa, supuestos
para los que la última parte del art. 47 dispone que se apliquen ambas reglas reductoras cuando
corresponda.

En la doctrina nacional se ha llamado comunicabilidad de las circunstancias a lo que no son


más que las consecuencias de la accesoriedad de la participación y del principio de la
individualización personal de la culpabilidad, aplicado a la interpretación del art. 48 del Código Penal.
Esto implica que la falta de culpabilidad o bien las circunstancias atenuantes de la penal del art. 41
solo beneficiarán a la persona que corresponda, no así al cómplice.

Pero, por otro lado, los tipos penales calificados solo serán aplicables al partícipe si este
conociera esas circunstancias con anterioridad. Por ejemplo, si el autor se vale de un cómplice para
que lo ayude a matar a su padre, sin que éste conozca el vínculo que los une, responderá por la
pena del homicidio simple.

Dentro del concepto de cómplices o partícipes, que ya hemos definido, la ley distingue entre
primarios y secundarios.

A los primeros refiere el art. 45, al señalar a quienes “prestasen al autor o autores un auxilio o
cooperación sin los cuales no habría podido cometerse” y les corresponde la misma escala penal
que a los autores (sin perjuicio de que la pena que se le aplique puede variar en función de los
establecido en los arts. 40 y 41).

A los cómplices secundarios refiere el artículo 46 y pueden ser:

1. Los que cooperen de cualquier otro modo a la ejecución del hecho

2. Los que presten una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores al mismo

En ambos casos a ellos les corresponde la escala penal del delito correspondiente, disminuida
de un tercio a la mitad. Si la pena fuere de reclusión perpetua, se aplicará reclusión de quince a
veinte años y si fuere de prisión perpetua, se aplicará prisión de diez a quince años.

Para que haya complicidad secundaria, la cooperación no debe ser necesaria para la comisión
del hecho. La necesidad del aporte debe valorarse siempre ex ante y en concreto, teniendo en
cuenta el plan concreto del hecho del autor, es decir, debe mediar el mismo criterio que ha sido
empleado para la determinación de la autoría.

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Es importante señalar que en el segundo supuesto de los partícipes secundarios, la ayuda
debe ser posterior debe basarse en un acuerdo previo al hecho (el que se encarga de esconder el
vehículo utilizado para un secuestro, por ejemplo). Si el aporte posterior no fue pactado con
anterioridad, se trata de un encubridor, que como hemos visto no es un supuesto de participación
sino un delito autónomo en nuestro ordenamiento (el que sin haberlo pautado antes, acepta
esconder al autor del delito herido mientras es buscado por la justicia).

Una característica general de la complicidad secundaria es que ésta puede tener lugar tanto
en los actos preparatorios como en los actos ejecutivos y aun después de la consumación, con tal de
que sea antes del agotamiento. Puede ser quien aporta las herramientas para ingresar al inmueble a
robar, quien cumple la función de “campana” o quien esconde las armas después del robo. Incluso
se habla de complicidad sucesiva cuando el partícipe interviene en distintas etapas del desarrollo del
delito.

Instigadores

La instigación es una forma de determinación en la que el determinador no tiene el dominio


del hecho; determinar significa hacer surgir en el autor la decisión al hecho, es decir, provocar que el
autor se decida. El dolo del inductor deber estar dirigido a un determinado hecho y a un determinado
autor, por lo que la inducción desaparece cuando no puede individualizarse a la persona a la que se
dirige la instigación, o bien da lugar a otra tipicidad cuando es pública e indeterminada.

Tradicionalmente se relaciona al instigador con la figura del “autor intelectual” del delito, pero
lo cierto es que el concepto que establece el Código penal es más amplio.

El dolo del instigador es más amplio que en la coautoría o en la autoría mediata, porque el
instigador casi siempre deja librado al autor los detalles de la ejecución. Es por eso que se distingue
de la autoría mediata: aquí el instigador carece de dominio del hecho, que se encuentra en cabeza
del autor exclusivamente.

La mayor parte de la doctrina se expresa en el sentido de que la mera creación de la ocasión


favorable no configura instigación. En el derecho argentino la solución parece proporcionarla la
misma fórmula legal que, para cualquier caso de determinación, exige que sea hecha directamente,
expresión que no tiene el sentido de excluir la instigación en cadena, sino los medios indirectos, esto
es, las incitaciones sutiles, tales como las tentaciones o las sugerencias veladas y ambiguas.

Cabe señalar que el autor del hecho que fue “determinado” por el instigador comete un injusto
o un delito (su conducta es al menos típica y antijurídica), pues de lo contrario podríamos
encontrarnos frente a un caso de autoría mediata.

CONCURSO DE DELITOS

Cuando una persona comete un delito dará lugar a la aplicación de una sanción, eso está
claro, pero a veces esa misma persona si comete varias infracciones puede aplicársele varias penas.

Queda claro que cuando el sujeto realiza un solo movimiento, solamente puede haber un
delito. Ejemplo: el que dispara a otro sujeto y lo mata, comete un homicidio doloso (conforme lo
sanciona el art. 79 del C.P.).

Pero cuando el individuo (o sujeto activo) realiza varios movimientos, habrá una sola sanción,

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si hay un plan común (la finalidad) y si hay una unidad de sentido para la prohibición (factor
normativo).
Si una conducta encuadra en más de un tipo penal, no necesariamente va a cometer más de
un delito, o recibir más de una sanción; y por otro lado, cuando hay varias conductas que caen
dentro del mismo o diferentes tipos penales, habrá varios delitos.

Nuestro Código Penal hace una distinción cuando el sujeto realiza varias conductas o delitos
en forma independiente y lo denomina concurso real, que se da cuando se conjugan varios delitos en
un solo pronunciamiento judicial. Lo que no debería aparejar complicaciones.

Es decir que a Juan se lo juzga en un juicio oral por haber robado un auto, en otro hecho robó
una cartera, y en un tercero sustrajo un celular. Es decir que Juan perpetró tres hechos
independientes y por los cuales fue a juicio, y recibió una condena por los tres hechos que concurren
en forma real.

Según el código penal, en el concurso real se aplica el principio de asperción: es decir que se
forma una escala penal que parte del mínimo mayor de todas las escalas y llega a un máximo que es
el resultado de las sumas de todos los máximos, pero que nunca puede exceder los 50 años de
prisión.

Por ejemplo: si Juan comete un homicidio y un secuestro extorsivo (dos hechos totalmente
independientes), se va a aplicar la sumatoria de ambas figuras penales, pero esa suma no puede
tener un máximo de 50 años.

Ahora bien, puede darse una unidad de conducta, donde se configuran varios tipos penales. Y
seguidamente veremos cuales son las posibilidades:

1.- Integran una conducta típica, a través de un solo movimiento o varios movimientos (es el
caso del homicidio por ejemplo);

2.- Integran una conducta típica que necesariamente abarca varios movimientos (es el caso
de la estafa, que es figura compleja que requiere la existencia de un ardid o engaño para cometer el
delito)

3.- Integran dos tipicidades, en donde la primera contiene a la segunda como elemento
subjetivo (el que rapta a una persona para violarla)

4.- Integran dos figuras en donde la segunda es la forma de culminar la primera (lo que
sucede entre la falsificación de documento y la estafa. Ejemplo: Juan falsifica un DNI colocando un
nombre distinto para lograr obtener una tarjeta de crédito y hacer una compra. Es decir que falsifca
para estafar).

5.- Las conductas para cometer un delito permanente. Como pasa en el secuestro, donde
todos los actos realizados para mantener oculta a la persona, se consideran como unidad de
conducta.

6.- El delito continuado. No es una figura regulada, sino que es una interpretación doctrinal y
jurisprudencial.

Podemos considerar al delito continuado cuando existe repetición conductas típicas no implica
un concurso real, es decir que debe hallarse el factor psicológico, es decir que tiene que existir una
unidad de resolución o un único dolo.

Podemos dar como ejemplo: una empleada que roba un collar de perlas, pero que sustrae una
perla cada día, o quien durante seis meses sustrae una pequeña cantidad de dinero diariamente, con 17
el propósito de apoderarse de una suma total que no puede sustraer en una única oportunidad
porque sería descubierta. En cambio, si hurta diariamente una pequeña cantidad porque necesita
pagar una deuda, y después termina tentándose por la facilidad en que cometió la primer
sustracción, no habrá continuidad de conducta, sino tantas conductas como decisiones haya tomado.
Esto es muy teórico, y difícil de probar en la práctica judicial.

Para que exista delito continuado debe existir un dolo unitario (un fin único); repetición de la
afectación del mismo bien jurídico; realzada en forma singular; debe existir identidad física del titular.

Podemos decir que el concurso ideal se da cuando concurren diversas infracciones en una
sola conducta ilícita para clarificar pluralmente un mismo delito. Se da desde los casos 4 a 6
enunciados precedentemente.

En el caso del concurso ideal, para la determinación se aplica el principio de absorción: se


aplica la sanción que tenga mayor pena (según lo establece el art. 54)

En el caso de los delitos culposos la unidad de acción tiene lugar aunque sobrevengan
múltiples resultados. Es el caso del que produce una colisión y produce la muerte de una o más
personas, donde en el último caso se agrava la conducta (art. 84 bis del C.P.) pero no hay concurso
de delitos.

CONCURSO APARENTE DE LEYES.

Por otro lado, existen casos donde parecen que concurren varios tipos penales, pero se trata de un
fenómeno aparente y que se debe seleccionar una sola figura que será aplicable al caso concreto,
donde uno excluye al otro por mayor preponderancia.

PRINCIPIO DE ESPECIALIDAD: se da cuando una ley especial deroga a la general. Un tipo penal
contiene los caracteres de otro, como acontece con los figuras calificadas frente a la figura básica
(parricidio y homicidio simple).

También se desplaza por especialidad el tipo del injusto más grave cuando el injusto menor es
excluido por una cláusula especial.

Se desplaza la figura menor cuando existe un injusto mayor: como cuando la ley dice “si no resultare
otro delito más severamente penado”, como el artículo 89 del C.P.

CONSUNCION: un tipo descarta a otro porque consume o agota su contenido prohibitivo, porque
hay un encerramiento material. Como ocurre con las lesiones sufridas por la víctima de una violación
al momento de su penetración cuya tipicidad requiere la violencia.

SUBSIDIARIEDAD: tiene lugar cuando hay una progresión en la conducta típica, en que la
punibilidad de la etapa más avanzada mantiene interferido la tipicidad de las etapas anteriores.
Como ocurre entre las lesiones y la tentativa de homicidio. La Tentativa queda interferida por la
consumación punible. Al desaparecer la punibilidad de la etapa posterior, resurge la tipicidad punible
de la anterior.

Vamos a dar algunos casos concretos:

La forma más fácil de entender este tema es tratando casos que se pueden dar más allá de lo
explicado teóricamente.

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En el caso del concurso real, como fuera dicho, no debería producirse ningún inconveniente, porque
confluyen en una misma decisión judicial distintos hechos independientes.
También puede darse cuando confluye una figura de peligro, como el caso de tenencia de arma de
guerra (art. 189 bis del C.P.) En ese caso va a existir un concurso real con cualquier otro hecho
cometido con la utilización de ese arma.

Se da así porque ese delito se configura por el solo hecho de comprobarse que el sujeto tiene el
arma consigo, y cualquier otro delito que se perpetre va a concurrir en forma real. Sería el caso de la
persona que roba utilizando un arma de guerra.

JURISPRUDENCIA (PARA LECTURA Y VER CASOS REALES)

Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Capital Federal n. 2, causa n. 1167 “Surita,

Luis Alejandro/ s-inf. Art. 170 del C.P., 20/02/07

“El Dr. Osorio calificó la conducta del incusado como constitutiva del delito de secuestro extorsivo
agravado, previsto y reprimido por los artículos 41 quater y 170 del C.P. en el que también queda
absorvido el desapoderamiento patrimonial operado directamente sobre la víctima. El Tribunal
califico el hecho como secuestro extorsivo doblemente calificado por haberse percibido el rescate y
por haber sido cometido con la intervención de un menor de dieciocho años, pero nada dijo respecto
del concurso con el delito de robo. El hecho consistió en haber privado de la libertad a dos personas,
lapso durante el cual el imputado se apropió indebidamente de la suma de pesos quince y ciento
veinte ($15 y

120) que se hallaban en poder de las víctimas y obteniendo el pago de pesos un mil seiscientos
($1.600) de manos de sus familiares”

ROBO DE AUTOMÒVIL DENTRO DE LA FIGURA DE SECUESTRO EXTORSIVO.

Tribunal Oral Federal nro.1 de San Martín, “Barraza Oscar s/170”, rta.23/05/2006

En cuanto al automóvil no hubo un desapoderamiento del mismo sino su utilización en el hecho y su


inmediato abandono, con lo cual queda subsumido en el secuestro extorsivo.

Cámara Federal de San Martín, Sala II, Sec. penal 4, “Perez Daniel”, 12/3/05,

La apelación fue deducida por la defensa técnica, contra el decisorio donde el Magistrado de grado
amplió el procesamiento y prisión preventiva, considerándolos responsables en grado de coautoría
del delito de robo calificado por el uso de armas en concurso ideal con el delito de secuestro
extorsivo (CP,-L.20642-, arts.45, 54, 166 inc. 2 en función del 164 y 170 y CPPN, arts. 306 y 312).
En respuesta al agravio central esbozado por la defensa en cuanto a la subsunción del delito de
robo agravado por el de secuestro extorsivo, cabe adelantar que no ha de tener favorable acogida.
Ello así, por cuanto la apropiación ilegítima de un automotor realizada a través de la intimidación a su
propietario con armas, encuadra típicamente en la figura del art. 166 inc. 2° del Código Penal, sin
importar que el propósito no fuera despojarlo definitivamente de ese bien, sino abandonarlo después
de haber cumplido su objetivo principal, que no era otro que privarlo de su libertad para obtener un
beneficio económico. Sin duda, la intención de la sustracción de la camioneta debe atribuirsele al
hecho de poder contar los imputados con un elemento indispensable para la consumación del
secuestro.

CONCURSO IDEAL. Tribunal Oral Federal nro.2 de San Martín, causa “Gramajo Rodolfo y otro
s/170”, Rta.27/12/2006

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En el transcurso del cautiverio, los desapoderaron del automóvil Ford, relojes, teléfonos celulares,
vestimenta, calzado, dinero en efectivo y otros efectos.

El hecho probado constituye el delito de secuestro extorsivo agravado por el número de


intervinientes que concurre idealmente con el de robo, del cual ambos responderán como coautores
(arts. 2; 170, inciso 6°; 54; y 164 del Código Penal anterior a la ley 25.882).

CONDUCTA ÚNICA ENDEREZADA A OBTENER LUCRO INDEBIDO. Tribunal Oral en

lo Criminal nro.1 de Capital Federal, “Rojas Lucas Miguel s/170”, rta.24/11/2004.

En el accionar desplegado por el imputado y sus copartícipes los mismos lograron apoderarse,
mediante intimidación con arma de fuego, del automotor y de diversos elementos de propiedad de la
víctima.

Tanto el secuestro extorsivo como la sustracción de los elementos referidos deben ser entendidos
como una conducta única, enderezada finalmente a obtener un lucro indebido, en virtud de lo cual
las figuras penales implicadas concurren formalmente (artículo 54 CP).

CONCURSO IDEAL POR ENGANCHE. Tribunal Oral Federal nro.1 de San Martín, “Vallespir
Gabriel s/170”, rta.2/10/2006

En orden al modo de concurrencia de ambas figuras, habré de inclinarme por el concurso ideal.
Zaffaroni lo define como una conducta única que presenta tipicidad plural. Existe el denominado en
doctrina concurso ideal por enganche. La conducta del imputado se dirigía a atentar contra la
propiedad de la víctima. Pero no ha podido establecerse que su acción, como conducta final, se
dirigiera, al menos ab initio, a entablar una extorsión que produjera como resultado el pago de
rescate. Obsérvese en tal sentido que los captores no contaban con un teléfono desde el que realizar
los llamados extorsivos, que no lo hicieron desde un teléfono público y que la exigencia dineraria
recién se hizo efectiva en solo una oportunidad. Desde aquí el sujeto activo desplegó una sola
acción comisiva, compleja por cierto y que el desapoderamiento y las amenazas ocurrieron en un
mismo lugar y contexto de acción, con lo cual no pueden considerarse hechos diversos, sino que
sólo habría un comportamiento inescindible en la acción violenta. En un sentido similar se ha
pronunciado este tribunal, en un voto de la Dra. Miloc, “existe concurso ideal cuando, los actos
individuales, producto de una voluntad unitaria, se encuentran en una conexión temporal y espacial
tan estrecha que no es posible afirmar que respondan a decisiones de acción tan diversas que
permitan afirmar la presencia de una pluralidad de acciones”.

Tribunal Oral en lo Criminal n° 13 de Capital Federal, causa n° 1309 “Ceballos, Carmelo


Medina y otro s/secuestro extorsivo.”Rta. 27-11-02.

Las conductas desplegadas por los imputados resultan constitutivas de los delitos de robo simple
en concurso real con el delito de secuestro extorsivo (art. 170 y 164 CP). En efecto, se acreditó
con la certeza probatoria, que el imputado ingresó a la finca y, mediante la exhibición de un elemento
que se asemejaba a un arma de fuego se apoderó ilegítimamente de varios elementos de valor y
dinero (…) Asimismo, luego de completar la sustracción de los bienes, el imputado secuestró a la
menor de su domicilio, para luego solicitar rescate por ella a sus respectivos padres. Ante la
imposibilidad del secuestro de ese elemento y su consecuente peritación, se descarta la vía de
aplicar la calificante del robo establecida por el artículo 166 inc. 2do. del CP, de conformidad a la

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basta jurisprudencia de éste Tribunal, la cual comparte el criterio sostenido por el plenario “Costas,
Héctor y otro.” del 15-10-86, LL 1986 E 376.”
CONCURSO REAL CON PORTACIÒN. Cámara Federal San Martín, “Gonzalez M, 21/9/2004,
reg. 6209

Si las portaciones de las armas resultaron anteriores al secuestro, robo y posterior resistencia a la
autoridad mediante su empleo, rigen las reglas del concurso real y no las del concurso aparente.

Tribunal Oral Criminal n° 6 de Capital Federal, registro n° 749 caratulada “Velázquez, Aniceto
Oscar y otro s/secuestro extorsivo.” Rta. el 27-11-00.

“Se advierte un concurso aparente de leyes, que por razones de especialidad y especificidad,
debe resolverse a favor de la figura de secuestro extorsivo. En efecto una interpretación sistemática
y funcional de las normas apuntadas permite entender que la aparente concurrencia de ambas debe
resolverse por el lado del tipo penal que representa el sentido político criminal más evidente en la
conducta de los acusados. Así no se ha puesto en duda que la intención que llevó a los acusados a
ejecutar el ilícito fue obtener un beneficio patrimonial significativo, para el cual la privación de la
libertad de la mujer fue solo un medio y el comportamiento exigido a su hija el modo de obtener el
rescate dinerario (…)Es por eso que la privación de la libertad y el reclamo de hacer que, incluye la
figura del art. 142 bis del código penal, se especifican de manera especial concretándose en el caso
juzgado como un secuestro con fines de beneficio dinerario en el rescate. No hay concurso
entonces sino la absorción por especificidad.”

Sup. Trib. Just. Chaco, 28/6/1999 - V., E. E., LLLitoral 1999-805

“Entre los arts. 142 bis y 170 CPen. media una relación de especialidad que está dada sobre todo
por la finalidad tenida en mira por el sujeto activo. Dicha finalidad consiste, en los delitos contra la
libertad personal, en obligar a la víctima o a un tercero a hacer o tolerar algo contra su voluntad para
obtener un lucro o beneficio que sea totalmente ajeno al propósito que, en cambio, es específico del
secuestro extorsivo prohibido por la segunda de las normas referidas, cual es el de obtener un
rescate, precio o valor económico por la liberación del rehén, afectando así su propiedad o la de un
tercero. Aun cuando la retención y ocultamiento de una de las víctimas no se haya efectuado con
una intención autónoma del secuestro extorsivo de la otra, ha de concluirse que constituye un hecho
independiente que concurre materialmente con el otro y que también encuentra correcto
encuadramiento en la figura prevista en el art. 170 CPen.

Tribunal Oral en lo Criminal N° 21 de Capital Federal, caratulada “Plazaoloa López, Juan


Domingo y otros s/secuestro extorsivo”, Rta. el 14-10-04.

“En efecto, el hecho descripto es constitutivo del delito de robo, lesiones leves, secuestro extorsivo y
abuso sexual, todos en concurso real. Hechos: El día 9 de agosto de 2003, el imputado ingresó
junto con otro individuo no individualizado a un local, ejerciendo violencia sobre las personas e
intimidación mediante la exhibición de armas de fuego y un cuchillo a una mujer y a su esposo
apoderándose del dinero que la mujer tenía en el bolsillo, y otros efectos, que había en el comercio.
El imputado trasladó a la mujer al fondo del local, manoseándola y dándole un beso en la boca. Al
retirarse, los individuos cargaron los elementos sustraídos en una camioneta del matrimonio,
obligando al marido a conducirlo, mientras el imputado seguía manoseando a la mujer.
Posteriormente bajaron al marido de la camioneta, diciéndole que para las 0:06hs querían $30.000.
Ingresan con la damnificada a la villa de emergencia, luego de golpearla con el arma en la cabeza,
la espalda, produciendo la rotura de un diente, trasladándola luego a otro domicilio para luego
liberarla”.
21
SUSPENSION DE JUICIO A PRUEBA

El artículo 76 bis del Código Penal de la Nación establece que “El imputado de un delito de
acción pública reprimido con pena de reclusión o prisión cuyo máximo no exceda de tres años, podrá
solicitar la suspensión del juicio a prueba. En casos de concurso de delitos, el imputado también
podrá solicitar la suspensión del juicio a prueba si el máximo de la pena de reclusión o prisión
aplicable no excediese de tres años.

Al presentar la solicitud, el imputado deberá ofrecer hacerse cargo de la reparación del daño
en la medida de lo posible, sin que ello implique confesión ni reconcimiento de la responsabilidad
civil correspondiente. El juez decidirá sobre la razonabilidad del ofrecimiento en resolución fundada.
La parte damnificada podrá aceptar o no la reparación ofrecida, y en este último caso, si la
realización del juicio se suspendiere, tendrá habilitada la acción civil correspondiente.

Si las circunstancias del caso permitieran dejar en suspenso el cumplimiento de la condena


aplicable, y hubiese consentimiento del fiscal, el Tribunal podrá suspender la realización del juicio.”

Por otra parte, el articulo 76 ter del mismo cuerpo legal, refiere que “El tiempo de la
suspensión del juicio será fijado por el Tribunal entre uno y tres años, según la gravedad del delito. El
Tribunal establecerá las reglas de conducta que deberá cumplir el imputado, conforme las
previsiones del artículo 27 bis.”

Asimismo, establece que la suspensión del juicio será dejada sin efecto si con posterioridad se
conocieran circunstancias que modifiquen el máximo de la pena aplicable o la estimación acerca de
la condicionalidad de la ejecución de la posible condena.

Si durante el tiempo fijado por el Tribunal el imputado no comete un delito, repara los daños
en la medida ofrecida y cumple con las reglas de conducta establecidas, se extinguirá la acción
penal. En caso contrario, se llevará a cabo el juicio.

Los artículos 76 bis, 76 ter y 76 quater del Código Penal, que regulan el instituto de la
suspensión del juicio a prueba fueron incorporados por La ley 24.316, promulgada y publicada en el
mes de mayo de 1994, introduciendo además otra causal de extinción de la acción penal, no
enumerada por el art. 59 del CP y destinada a los delitos de acción pública.

La suspensión del juicio a prueba es conocida con la denominación de probation, tomada del
derecho anglosajón o, más correctamente, como suspensión del proceso penal a prueba.

La suspensión de juicio a prueba tiene como pilar el principio de mínima intervención de


raigambre constitucional. Este principio “…supone aceptar un cierto nivel de conflictividad sin una
consecuente reacción de las instancias de control jurídico-penal, pese a no haber dudas sobre la
lesividad del comportamiento…Ello se asume a cambio de los beneficios en libertad individual
obtenidos, los posibles errores en las decisiones penalizadoras que se puedan y la potenciación de
una sociedad dinámica abierta a la eventual modificación de ciertas perspectivas valorativas ( Diez
Ripollés, José, citado en Lascano, 1998: 445).

Por otro lado, al suspenderse el trámite del proceso judicial disminuye la actividad de los
órganos jurisdiccionales, procurando el juzgamiento de delitos graves y consecuentemente,
descomprimiendo el sistema penal.

22
Requisitos legales Para la operatividad de la suspensión del juicio a prueba:
La legislación penal exige el cumplimiento de ciertos requisitos como:

1) que al imputado se le atribuya un delito de acción pública, reprimido con una pena de reclusión o
prisión que no exceda de tres años;

2) posibilidad de dejar en suspenso el cumplimiento de la condena aplicable;

3) que el acusado realice una oferta de reparación del daño causado a todos los daminificados;

4) Que el imputado pague el mínimo de la multa, cuando el delito o alguno de los delitos que
integran el concurso de delitos estuviera reprimido con pena de multa aplicable en forma conjunta o
alternativa con la prisión; y,

5) que se haya hecho abandono a favor del Estado de los bienes que presumiblemente resultarían
decomisados en caso que recayere condena.

Por medio del fallo “Acosta”, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, estableció que la
suspensión de juicio a prueba es procedente en el caso de los delitos cuyo máximo abstracto supere
los tres años de prisión al señalar que el art. 76 bis comprende dos grupos de delitos, un primero que
encierra a aquellos que tienen prevista una pena de reclusión o prisión cuyo máximo no supera los
tres años (párrafos 1 y 2), y un segundo que comprende a delitos “no incluidos en el primer grupo”
que, previendo la ley penal un máximo de pena superior a los tres años de privación de libertad,
permiten el dictado de una condena cuyo cumplimiento puede dejarse en suspenso de acuerdo al
art. 26 del Código Penal.

Por otra parte, si bien el art. 76 bis, en su cuarto párrafo refiere que deberá haber
consentimiento del Fiscal para que el Tribunal pueda suspender el proceso a prueba, la
jurisprudencia ha entendido que esa la oposición Fiscal deberá basarse en cuestiones de política
criminal y deberá además superar el control de logicidad y razonabilidad de tal negativa por parte del
Tribunal.

Por último, se ha discutido el conflicto de la posibilidad de acceder al beneficio de suspensión


de juicio a prueba con la obligación del Estado Argentino de investigar y sancionar con debida
diligencia los casos que involucran violencia contra las mujeres que surge de la Convención de
Belém do Pará.  La Corte Suprema se pronunció contra la aplicación de la suspensión de juicio a
prueba en causas sobre violencia de género, al revocar una suspensión del juicio a prueba por
considerar esa figura incompatible con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra la Mujer (conocida como Convención de Belém do Pará). En el fallo
denominado “Góngora, Gabriel Arnaldo s/ causa nº 14.092”, el máximo tribunal consideró que esos
casos deben ser dilucidados en un juicio oral, para así respetar las obligaciones internacionales
respecto del tema. La Corte expresó que “asegurar el cumplimiento de esas obligaciones es una
exigencia autónoma y no alternativa”.

ACCION PENAL

La acción penal no es otra cosa más que la potestad que se tiene frente al Estado de
reclamar la actuación del órgano jurisdiccional, impulsándose la aplicación de la ley a un caso
concreto.

23
El ordenamiento represivo describe conductas y castiga con penas a quienes realicen esos
comportamientos prohibidos por la ley. Sin embargo, esa comunicación es “ABSTRACTA”. Al decir
de Beling: “el Derecho Penal” (como abstracción que es “no le toca ni un pelo al delincuente”.

Como dijimos ya en apuntes anteriores cuando se nos presenta una acción, es decir, lo físico,
el juez se encuentra con dos pilares muy grandes: los hechos y las normas.

Ahora bien, lo que hemos de tratar aquí, es cómo se abre la puerta para esa actuación del
juez frente a los hechos que en principio se presentan como delictivos –recordemos que al inició sólo
sabemos que algo ocurrió pero aún no si es delito o no-, y que corresponde analizar a través de
cada uno de los estratos que conforman la estructura del delito, como también, por medio de los
restantes institutos que hasta aquí hemos ido estudiando, y por los que en definitiva se pretende
concluir si en un caso concreto se conforma el injusto penal, si el mismo es atribuible a persona o
personas en concreto, y en su caso, qué pena corresponde aplicar por ello.

Pero no vamos a hacerlo aquí desde un punto de vista procesal penal, por no ser el alcance
de esta materia; sino de acuerdo a lo establecido por el Código Penal, a partir de sus artículos
específicos sobre el Ejercicio de las Acciones.

Como dice Zaffaroni: “la única razón para que el Código Penal regule el ejercicio de las
acciones reside en el respeto al principio constitucional de la igualdad ante la ley, que se vería
menoscabado si esa materia pudiera ser diversamente tratada por cada provincia”.

Y ahora, que es lo que tratan esos particulares artículo del Código Penal? El cómo y quienes
pueden impulsar la acción de la justicia pidiendo se abra la investigación penal respectiva.

Veamos que dice el Código Penal al respecto:

ARTICULO 71.- Sin perjuicio de las reglas de disponibilidad de la acción penal


previstas en la legislación procesal, deberán iniciarse de oficio todas las acciones penales, con
excepción de las siguientes:

1) Las que dependieren de instancia privada;

2) Las acciones privadas.

ARTICULO 72.- Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de


los siguientes delitos:

1. Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal cuando no resultare la
muerte de la persona ofendida o lesiones de las mencionadas en el artículo 91.

2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas.

3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.


En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por acusación o
denuncia del agraviado, de su tutor, guardador o representantes legales.

Sin embargo, se procederá de oficio:

a) En los casos del inciso 1, cuando la víctima fuere menor de 18 años de edad o haya
sido declarada incapaz;
24
b) En los casos del inciso 2, cuando mediaren razones de seguridad o interés público;

c) En los casos de los incisos 2 y 3, cuando el delito fuere cometido contra un menor
que no tenga padres, tutor ni guardador, o que lo fuere por uno de sus ascendientes, tutor o
guardador, o cuando existieren intereses gravemente contrapuestos entre éstos y el menor, siempre
que resultare más conveniente para el interés superior de aquél.

ARTICULO 73.- Son acciones privadas las que nacen de los siguientes delitos:

1) Calumnias e injurias;

2) Violación de secretos, salvo en los casos de los artículos 154 y 157;

3) Concurrencia desleal, prevista en el artículo 159;

4) Incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, cuando la víctima fuere el


cónyuge.

Asimismo, son acciones privadas las que de conformidad con lo dispuesto por las leyes
procesales correspondientes, surgen de la conversión de la acción pública en privada o de la
prosecución de la acción penal por parte de la víctima.

La acción por calumnia e injuria, podrá ser ejercitada sólo por el ofendido y después de
su muerte por el cónyuge, hijos, nietos o padres sobrevivientes.

En los demás casos, se procederá únicamente por querella del agraviado o de sus
guardadores o representantes legales.

a. Como puede verse a partir de tales artículos, por regla, LA ACCIÓN PENAL ES PÚBLICA
Y SE EJERCE DE OFICIO; por cuanto desde que la historia nos enseña que el Estado se expropió
el conflicto, tiene siempre una naturaleza pública, porque pertenece al Estado y tiene como
finalidad el castigo de la delincuencia.

El titular del ejercicio es el Ministerio Público Fiscal, órgano encargado de promover la


actuación de la justicia en defensa de la legalidad y los intereses generales de la sociedad. En
especial, tiene por misión velar por la efectiva vigencia de la Constitución Nacional y los
instrumentos internacionales de derechos humanos en los que la República sea parte y procurar el
acceso a la justicia de todos los habitantes –conforme artículo 120 de la Constitución Nacional, y su
Ley orgánica n° 27.148-. Ello sin desconocerse los derechos de las víctimas, cuyo papel se ha
afianzado en estos últimos tiempos, y más aún a partir de lo estatuido por Ley 27.372 (Normas
ambas que invitamos a leer).

Ahora bien, es el representante del Ministerio Público Fiscal quien podrá intervenir, según las
circunstancias e importancia del asunto, en los casos presentados en cualquier tribunal federal del
país o tribunal nacional con competencia sobre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en los casos
en los que no se haya transferido dicha competencia, siempre que en ellos se cuestione la vigencia
de la Constitución o de los instrumentos internacionales de derechos humanos en los que la
República sea parte, o se trate de: c) Conflictos en los que se encuentren afectados intereses
colectivos o difusos. d) Conflictos en los que se encuentre afectado el interés general de la sociedad
o una política pública trascendente. e) Conflictos en los que se encuentre afectado de una manera
grave el acceso a la justicia por la especial vulnerabilidad de alguna de las partes o por la notoria 25
asimetría entre ellas. f) Conflictos de competencia y jurisdicción de los órganos jurisdiccionales. g)
Casos en que una norma especial lo determine.

Pero fundamentalmente, quien tiene a su cargo fijar la política de persecución penal y


ejercer la acción penal pública, conforme lo establece el Código Procesal Penal de la Nación y
las leyes complementarias, en todos los delitos federales y en aquellos delitos ordinarios
cometidos en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mientras su competencia no
haya sido transferida a la jurisdicción local.

Para ello, debe iniciar su ejercicio de oficio (principio de la oficialidad de la acción) la persecución
penal. Y su ejercicio, claro está, se encuentra regido por los principios de legalidad e indivisibilidad.

El principio de legalidad -en oposición al de oportunidad que se ha incorporado recientemente


a la normativa legal, con carácter excepcional por cuanto supedita el ejercicio de la acción al examen
de su conveniencia-, le exige al órgano público que a partir de tomar conocimiento de que se podría
haber cometido un delito –sea por denuncia, por prevención policial, etcétera-, promueva la acción
penal salvo que, en razón de la función pública del autor, ese ejercicio esté constitucionalmente
supeditado a la resolución de un antejuicio (casos que requieren un procedimiento de desafuero, o
de juicio político o de enjuiciamiento).

Y dicha acción resulta indivisible, porque debe realizarse en contra de todos los que se
presume han participado de dicho evento criminal, y no sólo de algunos; e irretractable.

Dice Zaffaroni en su último Tratado de Derecho Penal:

“El principio general acerca de la acción penal es su oficialidad y su publicidad. La


acción penal es, por principio, de carácter público, esto es, ejercitada por una instancia
pública, que fue configurándose históricamente no sólo como órgano del monopolio de la violencia,
sino también como instancia oficial de apropiación o confiscación de los conflictos, de cuyo carácter
emergió el deber estatal de llevar adelante la inquisitio. El uso arbitrario del poder de confiscación de
los conflictos llevó a que para eliminarlo, en lugar de reconocer la selectividad inevitable del poder
punitivo y limitar o reducir drásticamente la expropiación de conflictos, se optase por la utopía de
ignorar su selectividad y, por ende, se impidiese la alegación de motivos de oportunidad o
conveniencia para no hacerlo. De allí surgió el principio de oficialidad, opuesto al de oportunidad.
Esto no significa que conforme a dicho criterio pueda promoverse la acción discrecionalmente, sino
sólo bajo el presupuesto de indicios vehementes de delito.

El principio general de publicidad de la acción procesal penal se encuentra consagrado en el


art. 71, y nada obsta a que los códigos procesales autoricen la intervención de un particular o
querellante junto al Ministerio Público” (página 894).

b. Luego, nos encontramos con aquellas acciones públicas dependientes de instancia


privada.

Y aquí, la particularidad radica en que el órgano público (Ministerio Público Fiscal) no puede
actuar oficiosamente, por el sólo hecho de haber tomado conocimiento del hecho, sino que sólo
puede hacerlo a instancia –esto es, por denuncia o acusación expresa- de la víctima o
damnificados.

Recordemos que se considera víctima, de acuerdo a la normativa antes citada:

26
a) A la persona ofendida directamente por el delito;
b) Al cónyuge, conviviente, padres, hijos, hermanos, tutores o guardadores en los delitos cuyo
resultado sea la muerte de la persona con la que tuvieren tal vínculo, o si el ofendido hubiere sufrido
una afectación psíquica o física que le impida ejercer sus derechos.

Y, la titularidad de la facultad de instar es intransferible, pero el titular puede actuar por


mandatario.

Si leemos la particularidad de los delitos alcanzados por la norma que regula la acción pública
de instancia privada, e incluso las excepciones fijadas, caeremos en la cuenta de cuáles son los
fundamentos tal disposición, los que bien explica el doctor Zaffaroni: “La acción dependiente de
instancia privada reconocía en la formulación original del código un único y limitado fundamento: el
strepitus fori que puede causar el proceso y que es susceptible de agravar la lesión sufrida por la
víctima. Pero en realidad, no había razón para desconocer que, al margen del señalado fundamento,
pueden valer otras causas, como la eventualidad del daño moral que puede causar la renovación de
vivencias desgraciadas. En general, puede afirmarse que el colmo de irracionalidad de la
confiscación del derecho de la víctima -que implica todo ejercicio del poder punitivo- sería la
pretensión de su ejercicio aun en perjuicio de la propia víctima, o sea, que el estado no sólo se
apodere de su derecho sino que incluso agrave la lesión causada por el propio agente. En la
actualidad, dadas las hipótesis que se han incluido legislativamente y la excepción que se consagra
respecto de las lesiones leves, puede concluirse que su fundamento se halla en la necesidad de
moderar la arbitrariedad confiscatoria de conflictos -que es de la esencia del poder punitivo—
procurando que la acción procesal dependa de la instancia de la víctima, como única jueza de los
perjuicios que ésta pueda acarrearle. Más brevemente expresado: el fundamento de la instancia
privada no puede ser otro que evitar la doble victimización”.

Y aun cuando en un principio se ha sostenido que el régimen establecido le permite a la


víctima mantener en reserva lo que ocurrió, sin embargo una vez instada la acción la misma es
irretractable; esto último ha sido ya puesto en tela de juicio: “Partiendo de este fundamento, no
puede entenderse la instancia privada como una única instancia formal e irrevocable, sino que se
requiere una mayor flexibilidad en su interpretación jurídica, adaptada a las particularidades de cada
caso. Si bien la jurisprudencia no suele reconocerlo, debe entenderse que la denuncia es el primer
acto de instancia del agraviado, pero en modo alguno el último. A partir de allí el agraviado sigue
instando en la medida en que no manifieste su voluntad en contrario, pero no puede ser absoluto el
principio de que no puede dejar de hacerlo. No se trata de una revocación, sino -simplemente- de
que siendo la acción dependiente de instancia privada, es mucho más adecuado entender que
avanza hasta donde siga siendo instada, y se detiene cuando deja de serlo. Desplazado el limitado
fundamento del strepitus fori, vinculado muchas veces a prejuicios y al sensacionalismo procesal
francés de fines del siglo XIX, y reemplazado por el mucho más amplio de evitación de la doble
victimización, debiera reconocerse que si la víctima decide libremente no seguir instando la acción
penal, aun mediando denuncia, no se ha removido el obstáculo procesal de perseguibilidad,
debiendo limitarse el tribunal a finalizar el proceso después de constatar la libertad de la decisión
tomada y la inexistencia de concretas razones de interés o seguridad públicos, toda vez que el poder
punitivo no puede afectar a la persona cuyos bienes jurídicos fueron vulnerados, invocando
consideraciones abstractas o intereses que no son los de la propia víctima”.

27
Finalmente cabe denotar que en este tipo de acción rigen los principios de:

I. Indivisibilidad real: la víctima puede elegir qué hechos permitir que se investiguen y cuáles
no.

II. Indivisibilidad personal: el Estado perseguirá a todos los responsables del delito por el
que se instó la acción.

“La acción procesal sólo puede iniciarse respecto de los hechos instados y no de otros
(divisibilidad real), ni sobre hechos que afectaron a otras víctimas. Pero removido el obstáculo, la
acción procesal avanza contra todos los participantes en el delito, sin que el denunciante pueda
excluir a alguno de ellos. De allí que se afirme con razón que las acciones dependientes de instancia
privada son realmente divisibles y personalmente indivisibles”.

c. Finalmente, aparece mencionado el ejercicio de la acción privada.

Y en estos casos muy particulares, por la preponderancia del interés del ofendido o agraviado
por el delito en el castigo o impunidad del hecho, su ejercicio está reservado a él o, siendo
incapaz, a sus guardadores o representantes; o tratándose de calumnias o injurias, a los
sucesores de aquél; o, si la ofendida es una persona colectiva, a sus autoridades
representativas.

Las emergentes de los delitos de calumnias e injurias, violación de secretos, salvo en los
casos de concurrencia desleal e incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, cuando la
víctima fuere el cónyuge.

A pesar de que el artículo 76 admite que en los casos de delitos de acción privada se proceda
por querella o denuncia, sólo la primera es procesalmente apta par a hacerlo, pues la segunda no
significa ejercicio de la acción, ni liga al denunciante al procedimiento.

El ofendido o agraviado tiene el gobierno pleno de la acción.

Puede querellar a uno o a todos los culpables (divisibilidad subjetiva) o renunciar la acción, y
después de la condena, puede extinguir la pena por perdón.

En estos supuestos, si bien el legislador ha tutelado penalmente aquellos bienes jurídicos,


también consideró que su violación no afecta los intereses generales de la sociedad; por tal motivo,
la persecución de estos delitos solo puede ser ejercitada por el particular ofendido o sus
representantes legales.

Rigen aquí los principios o caracteres de:

I. Divisivilidad real: se puede denunciar los hechos que quiera.

II. Divisivilidad personal: se puede perseguir a quien quiera, no hace falta ir contra todos los
imputados.

EXTINCIÓN DE LAS ACCIONES PENALES.

Producido el delito, la acción penal puede verse impedida por diferentes causas previstas por
Ley; impidiendo de tal forma llegar al veredicto final sobre el fondo de la cuestión –sentencia firme de
condena o absolución-.

Es decir, la posibilidad de ejercer la acción penal no es ilimitada, existiendo diferentes modos


de terminación de un proceso, o de imposibilidad de darle inicio: 28
1) Modo normal: se produce cuando se arriba a una decisión definitiva (que pone fin al
proceso) que resuelve el conflicto, pudiendo ser “Condena” (artículo 403 del C.P), “Absolución”
(artículo 402 del C.P) y “Sobreseimiento” (artículo 334 del C.P).

2) Modo anormal: pone fin a la posibilidad de persecución penal sin haberse arribado a una
sentencia definitiva.

Y estas últimas causas pueden tener un carácter objetivo, personal o mixto.

Son causas objetivas las que excluyen la punibilidad del delito en sí, como sucede con la
amnistía. Son causas personales las que, como la prescripción, la oblación voluntaria de la multa y la
muerte del imputado, dejando intacta la punibilidad del delito, benefician a los participantes a que se
refieren. Es mixta la causa que, como la renuncia, puede tener un efecto objetivo o personal según la
voluntad del que la haga. La sentencia firme, condenatoria o absolutoria, no extingue la acción, sino
que la agota porque realiza su finalidad propia.

Veamos que nos dice el Código Penal a este respecto:

ARTICULO 59.-  La acción penal se extinguirá:

1) Por la muerte del imputado;

2) Por la amnistía;

3) Por la prescripción;

4) Por la renuncia del agraviado, respecto de los delitos de acción privada;


5) Por aplicación de un criterio de oportunidad, de conformidad con lo previsto en las leyes
procesales correspondientes;

6) Por conciliación o reparación integral del perjuicio, de conformidad con lo previsto en las
leyes procesales correspondientes;

7) Por el cumplimiento de las condiciones establecidas para la suspensión del proceso a


prueba, de conformidad con lo previsto en este Código y las leyes procesales correspondientes.

ARTICULO 60.- La renuncia de la persona ofendida al ejercicio de la acción penal sólo


perjudicará al renunciante y a sus herederos.

ARTICULO 61.- La amnistía extinguirá la acción penal y hará cesar la condena y todos sus
efectos, con excepción de las indemnizaciones debidas a particulares.

ARTICULO 62.- La acción penal se prescribirá durante el tiempo fijado a continuación:

1º. A los quince años, cuando se tratare de delitos cuya pena fuere la de reclusión o prisión
perpetua;

2º. Después de transcurrido el máximo de duración de la pena señalada para el delito, si se


tratare de hechos reprimidos con reclusión o prisión, no pudiendo, en ningún caso, el término de la
prescripción exceder de doce años ni bajar de dos años;

3º. A los cinco años, cuando se tratare de un hecho reprimido únicamente con inhabilitación
perpetua;

4º. Al año, cuando se tratare de un hecho reprimido únicamente con inhabilitación temporal;

5º. A los dos años, cuando se tratare de hechos reprimidos con multa. 29
ARTICULO 63.- La prescripción de la acción empezará a correr desde la medianoche del día
en que se cometió el delito o, si éste fuese continuo, en que cesó de cometerse.

ARTICULO 64.- La acción penal por delito reprimido con multa se extinguirá en cualquier
estado de la instrucción y mientras no se haya iniciado el juicio, por el pago voluntario del mínimo de
la multa correspondiente y la reparación de los daños causados por el delito.

Si se hubiese iniciado el juicio deberá pagarse el máximo de la multa correspondiente,


además de repararse los daños causados por el delito.

En ambos casos el imputado deberá abandonar en favor del estado, los objetos que
presumiblemente resultarían decomisados en caso que recayera condena.

El modo de extinción de la acción penal previsto en este artículo podrá ser admitido por
segunda vez si el nuevo delito ha sido cometido después de haber transcurrido ocho años a partir de
la fecha de la resolución que hubiese declarado la extinción de la acción penal en la causa anterior.

ARTICULO 65.- Las penas se prescriben en los términos siguientes:

1º. La de reclusión perpetua, a los veinte años;

2º. La de prisión perpetua, a los veinte años;

3º. La de reclusión o prisión temporal, en un tiempo igual al de la condena;

4º. La de multa, a los dos años.

ARTICULO 66.- La prescripción de la pena empezará a correr desde la medianoche del día
en que se notificare al reo la sentencia firme o desde el quebrantamiento de la condena, si ésta
hubiese empezado a cumplirse.

ARTICULO 67.- La prescripción se suspende en los casos de los delitos para cuyo
juzgamiento sea necesaria la resolución de cuestiones previas o prejudiciales, que deban ser
resueltas en otro juicio. Terminada la causa de la suspensión, la prescripción sigue su curso.

La prescripción también se suspende en los casos de delitos cometidos en el ejercicio de la


función pública, para todos los que hubiesen participado, mientras cualquiera de ellos se encuentre
desempeñando un cargo público.
El curso de la prescripción de la acción penal correspondiente a los delitos previstos en los
artículos 226 y 227 bis, se suspenderá hasta el restablecimiento del orden constitucional.

En los delitos previstos en los artículos 119, 120, 125, 125 bis, 128, 129 —in fine—, 130 —
párrafos segundo y tercero—, 145 bis y 145 ter del Código Penal, se suspende la prescripción
mientras la víctima sea menor de edad y hasta que habiendo cumplido la mayoría de edad formule
por sí la denuncia o ratifique la formulada por sus representantes legales durante su minoría de
edad.

Si como consecuencia de cualquiera de los delitos indicados hubiera ocurrido la muerte del
menor de edad, comenzará a correr desde la medianoche del día en que aquél hubiera alcanzado la
mayoría de edad.

La prescripción se interrumpe solamente por:

a) La comisión de otro delito;


30
b) El primer llamado efectuado a una persona, en el marco de un proceso judicial, con el
objeto de recibirle declaración indagatoria por el delito investigado;

c) El requerimiento acusatorio de apertura o elevación a juicio, efectuado en la forma que lo


establezca la legislación procesal correspondiente;
d) El auto de citación a juicio o acto procesal equivalente; y

e) El dictado de sentencia condenatoria, aunque la misma no se encuentre firme.

La prescripción corre, se suspende o se interrumpe separadamente para cada delito y para


cada uno de sus partícipes, con la excepción prevista en el segundo párrafo de este artículo.

ARTICULO 68.- El indulto del reo extinguirá la pena y sus efectos, con excepción de las
indemnizaciones debidas a particulares.

ARTICULO 69.- El perdón de la parte ofendida extinguirá la pena impuesta por delito de los
enumerados en el artículo 73.

Si hubiere varios partícipes, el perdón en favor de uno de ellos aprovechará a los demás.

ARTICULO 70.- Las indemnizaciones pecuniarias inherentes a las penas, podrán hacerse


efectivas sobre los bienes propios del condenado, aun después de muerto.

Muerte del Imputado

Es un efecto del carácter personal de la pena, incluso de la de naturaleza pecuniaria.

El efecto de la muerte del imputado es de carácter estrictamente personal. No favorece a los


otros participantes, aunque se trate de la muerte del autor del hecho; ni perjudica a los herederos del
muerto, desviando hacia ellos la acción penal

Amnistía

En materia penal es el olvido de una infracción punible para restablecer la calma y la


concordia social. Su objeto no es el olvido de las circunstancias agravantes de aquella infracción,
sino la infracción punible en sí misma.

Es un acto de naturaleza política que, interfiriendo en el ámbito de la delictuosidad aniquila la


acción penal o la pena.

Se inspira en el principio supremo de la necesidad de evitar el mal mayor consistente en la


intranquilidad social, mediante el mal menor del olvido del delito o de la infracción.

Consulta, así, el fundamento político de la pena, aunque es admisible respecto de toda clase
de delitos e infracciones punibles, es constitucionalmente una

facultad del Congreso de la Nación (C. N. , 75, inc. 20) y de las legislaturas provinciales.

Aunque la amnistía es un acto político, puede constituir cuestión judiciable si media exceso de
poder por el Congreso, quien no puede decidir discrecionalmente que algo que razonablemente es
perjudicial para la tranquilidad o bienestar sociales, lo autoriza a amnistiar. Puede dictarse mientras
no exista sentencia condenatoria firme, debe ser general, significa que el olvido debe referirse a una
o más especies de delitos o a todos los delitos cualquiera que sea su especie.

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Si la amnistía no ha sido condicionada a que la soliciten los imputados o terceros, debe ser
declarada de oficio. Sus efectos se producen de pleno derecho a partir del momento establecido de
manera expresa por la ley o, en caso contrario, desde que aquélla entra en vigencia, y no pueden ser
rehusados por sus beneficiarios. Pero la amnistía no extingue la acción civil emergente del delito.

Prescripción

La persecución del delito cede por el transcurso del tiempo de los efectos morales del delito
en la sociedad: extingue la alarma social ante el delito y la correlativa exigencia de la sociedad de
que se lo reprima, que es lo que constituye el fundamento político de la pena.

Naturaleza jurídica: naturaleza material de la prescripción, ya que extingue la potestad


represiva misma, que corresponde al derecho penal sustancial. No tiene naturaleza objetiva, sino
personal.

La prescripción corre, se suspende o se interrumpe separadamente para cada uno de los


partícipes del delito.

El Código penal no admite un único término de prescripción. Ésta se produce en los diferentes
tiempos fijados de acuerdo a la especie y medida de la pena correspondiente al delito imputado.

La regla general para los delitos reprimidos con reclusión o prisión temporal, es que la acción
se prescribe una vez transcurrido el máximo de la pena señalada por la ley para el delito, sin que el
término pueda exceder de doce años ni bajar de dos. Es de cinco años, si el hecho está reprimido
únicamente con inhabilitación perpetua; y es de dos años, si la pena es de multa, cualquiera que sea
su cantidad.

El término de la prescripción comienza a la medianoche del día en que se cometió el delito, y


el plazo se cuenta con arreglo a las disposiciones del Código civil.

Debe declararse de oficio.

La suspensión no aniquila el término de prescripción ya corrido. Sólo impide que ese término
comience a correr o que siga corriendo. Terminada la causa de la suspensión, la prescripción sigue
su curso.

El curso del término de prescripción se interrumpe: por la comisión de otro delito, y por la
secuela del juicio. A diferencia de los casos de suspensión, frente a la interrupción de la acción el
tiempo ya transcurrido queda sin efecto, y se reinicia un nuevo término.

Renuncia del agraviado

Extingue la acción respecto de los delitos de los delitos de acción privada. La renuncia es la
dimisión por el agraviado u ofendido por el delito a su facultad de iniciar o proseguir el ejercicio de la
acción penal privada.

Es irretractable, aunque puede ser condicionada, opera por sí, sin necesidad de la aceptación
del beneficiario.

Éste, por consiguiente, no puede renunciar a sus efectos.

Debe ser expresa, salvo si el ofendido hubiere renunciado a la acción civil emergente del
delito o hubiese hecho convenidos sobre el pago del daño, caso en el que se tendrá por renunciada
la acción criminal privada.
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No exige formalidades determinadas, pero si fuera hecha fuera de la causa en una forma no
amparada por la fe pública, para hacerla valer en aquélla, debe ser ratificada.

El efecto activo de la renuncia es personal, pues no perjudica a todos los ofendidos por el
delito, sino sólo al renunciante y a sus herederos. Su efecto pasivo no es objetivo, y depende del
renunciante extenderla a uno o más partícipes en el delito.

Criterio de oportunidad, de conformidad con lo previsto en las leyes procesales correspondientes,


por lo cual dependerá de lo que regule cada Código Procesal Penal local. Y que consiste,
básicamente en la posibilidad de dispensar de esa persecución.

Al respecto, el nuevo Código Procesal Penal Federal estipula:

“ARTÍCULO 31.- Criterios de oportunidad. Los representantes del MINISTERIO PÚBLICO


FISCAL podrán prescindir total o parcialmente del ejercicio de la acción penal pública o limitarla a
alguna de las personas que intervinieron en el hecho en los casos siguientes:

a. Si se tratara de un hecho que por su insignificancia no afectara gravemente el interés


público;

b. Si la intervención del imputado se estimara de menor relevancia, y pudiera corresponder


pena de multa, inhabilitación o condena condicional;

c. Si el imputado hubiera sufrido a consecuencia del hecho un daño físico o moral grave que
tornara innecesaria y desproporcionada la aplicación de una pena;

d. Si la pena que pudiera imponerse por el hecho careciera de importancia en consideración a


la sanción ya impuesta, o a la que deba esperarse por los restantes hechos investigados en el
mismo u otro proceso, o a la que se impuso o se le impondría en un procedimiento tramitado en el
extranjero.

ARTÍCULO 32.- Efectos. La decisión que prescinda de la persecución penal pública por
aplicación de criterios de oportunidad permitirá declarar extinguida la acción pública con relación a la
persona en cuyo favor se decide, salvo que se proceda de acuerdo a lo establecido en el último
párrafo del artículo 252.

(ARTÍCULO 252.- Control de la decisión fiscal. Si se hubiere decidido que no procede la


aplicación de un criterio de oportunidad, de archivo o de desestimación, la decisión no será
susceptible de revisión alguna. En los casos previstos en los artículos anteriores de este Capítulo, la
víctima podrá requerir fundadamente dentro del plazo de TRES (3) días su revisión ante el superior
del fiscal. En el mismo plazo, si el fiscal revisor hace lugar a la pretensión de la víctima, dispondrá la
continuidad de la investigación. Si el fiscal superior confirma la aplicación del criterio de oportunidad,
la víctima estará habilitada a convertir la acción pública en privada y proceder de acuerdo a lo
dispuesto por el artículo 314, dentro de los SESENTA (60) días de comunicada).

Siendo que a pedido de la víctima, en tales casos, la acción puede convertirse en acción
privada –ARTÍCULO 33-.

Por conciliación o reparación integral del perjuicio

Al respecto, el nuevo Código Procesal Penal Federal estipula:

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ARTÍCULO 34.- Conciliación. Sin perjuicio de las facultades conferidas a los jueces y
representantes del MINISTERIO PÚBLICO FISCAL en el artículo 22, el imputado y la víctima pueden
realizar acuerdos conciliatorios en los casos de delitos con contenido patrimonial cometidos sin
grave violencia sobre las personas o en los delitos culposos si no existieran lesiones gravísimas o
resultado de muerte. El acuerdo se presentará ante el juez para su homologación, si correspondiere,
en audiencia con la presencia de todas las partes.

La acreditación del cumplimiento del acuerdo extingue la acción penal; hasta tanto no se
acredite dicho cumplimiento, el legajo debe ser reservado. Ante el incumplimiento de lo acordado, la
víctima o el representante del MINISTERIO PÚBLICO FISCAL podrán solicitar la reapertura de la
investigación.

Por el cumplimiento de las condiciones establecidas para la suspensión del proceso a


prueba, de conformidad con lo previsto en este Código (artículo 76 y siguientes) y las leyes
procesales correspondientes. Tema ya tratado.

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