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Estudiante: María Fernanda Sánchez Puentes

Programa: Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana

Espacio académico: Práctica pedagógica de aula en lengua castellana (Práctica Integral

3)

Docente: Nirza Chacón

Uso de la inteligencia emocional en el aula


El presente ensayo tiene como objetivo comentar y exponer brevemente de qué
manera la inteligencia emocional puede servir como puente y mediador en los procesos
personales, sociales y académicos desarrollados al interior del aula. Es importante para
este punto el reconocer que la figura retórica del aula de clase se desliga al concepto
físico y abstracto de espacio donde concurren intercambios de aprendizajes y
enseñanzas, para abarcar un concepto más amplio y es el de un espacio de intercambio
de emociones donde los protagonistas -todos de características arquetípicas de
principales- moderan y establecen acuerdos tácitos de convivencia y de múltiples
experiencias sociales.
Para dar inicio a este ensayo se hace necesario definir la conceptualización que
se dará a la inteligencia emocional, para lo cual se parafraseará a Goleman diciendo
que son aquellas capacidades, habilidades y características que poseen los seres
humanos para poder surgir en los ambientes que contengan una contingencia de
emociones que -metafóricamente hablando- sean susceptibles de ser leídas,
interpretadas y relacionadas efectivamente para su adecuado desempeño social. De este
modo se puede inferir que una persona con altas habilidades emocionales es capaz de
gobernar sus sentimientos, disfrutar de situaciones ventajosas y son “más capaces de
dominar los hábitos mentales que determinan la productividad” (1995-p.48).
De la misma forma es necesario definir a los sujetos implicados dentro de este
objeto de estudio, el aula de clase: los estudiantes y los docentes. Quienes a partir de su
configuración física y emocional poseen emociones y están sujetos a mil y una
oportunidades para demostrar qué tan hábiles son para enfrentar y superar los diferentes
desafíos que impone la construcción social de sí mismos.
Es en este punto donde vale la pena recalcar la importancia del aprendizaje o
fortalecimiento de la inteligencia emocional durante su trasegar académico. Todos
confluyen al mismo sitio con la expectativa de aprender y relacionarse, pero ¿Qué tan
preparados están para hacerlo?, ¿Puede fortalecerse esta capacidad de relacionarse de
manera efectiva y fructífera? Estos son los constantes interrogantes que se suscitan de
manera silenciosa y no tan consciente en la vida diaria de los protagonistas de esta
narrativa y que se expondrán en este documento.
Goleman expresa que “Para que la escuela proporcione una educación en las
habilidades de la vida es necesario alentar a los niños a desarrollar todo su amplio
abanico de potencialidades y animarles a sentirse satisfechos con lo que hacen” (p.47),
pero, ¿realmente esto sucede?, ¿el devenir de obligaciones y compromisos académicos
de los maestros permite que estos sean promotores de esta satisfacción? Es aquí en
donde se enfocará este escrito.
Por una parte se reconoce que el docente colombiano está sujeto a múltiples
funciones a desempeñar dentro de la escuela y no se limitan a lo concerniente con el
aula de clase sino que también acopia a todas aquellas tareas derivadas de su cargo y
que poco a poco han ido otorgándosele, por ejemplo, tutorías de grupo, trabajo
interdisciplinario, metas y proyecciones del área, elaboración de material para aulas
híbridas, innovación en su práctica pedagógica, entre otras, y ¿qué pasa con su
desarrollo personal y emocional?, esto no es tema de discusión, se les pide “hacer
magia” y olvidar toda su esencia que lo identifica como ser humano al tocar la puerta de
la escuela, para ser tutores y segundos padres de los chicos con los cuales se encuentra a
diario.
También es necesario reconocer que la escuela ha sufrido transformaciones
importantes, ya no se limita a ser el espacio donde se trabajan inteligencias académicas
(la capacidad verbal y la aptitud lógico- matemática, entre otras) y se prepara a los
estudiantes para ser productivos y alcanzar las metas que les permitan surgir en la vida,
sino que se concibe que se preparan personas para que sean capaces de ser felices y
hacer felices a los otros, a través de modelos pedagógicos diversos que contemplan a
esos humanos como seres con necesidades sociales, personales y académicas, y ¿Qué
espacios hay para que esas otras inteligencias sean desarrolladas y potencializadas? Es
cierto que se ha ampliado la variedad de espacios académicos existentes dentro de las
escuelas, pero no se ha abierto un espacio académico que les permita a esos
protagonistas desarrollarse a cabalidad, aprender a mediar entre un cerebro límbico que
los impulsa a reaccionar y un cerebro pensante que les permita tomar el tiempo
necesario para actuar racionalmente.
Para concluir, es necesario afirmar que de igual manera que un docente de
lengua castellana se detiene a explorar las mil maneras en que puede hacer que su
estudiante más tímido sea capaz de tomar la iniciativa y pueda dirigir un espacio de
oratoria, es necesario que se piense en ese estudiante con una habilidad por fortalecer y
se evite el estigma de penoso, callado o débil. De la misma forma se invita al docente
para que haga un ejercicio de reflexión acerca de su práctica pedagógica y la manera en
que puede sacar ventaja de su inteligencia interpersonal para lograr las metas
propuestas.
Referencias Bibliográficas
Castro, Elizabeth, Rosario, Peley, & Morillo, Roselia. (2009). La praxis educativa: Una
aproximación a la realidad en el aula. Revista Venezolana de Gerencia, 14(45),
125-143. Recuperado de
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-
99842009000100009&lng=es&tlng=es

Goleman D. (1995). La inteligencia emocional. Por qué es más importante que el


coeficiente intelectual. Recuperado de https://ciec.edu.co/wp-
content/uploads/2017/08/La-Inteligencia-Emocional-Daniel-Goleman-1.pdf

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