El documento habla sobre la importancia de la inteligencia emocional en el aula. Explica que tanto estudiantes como docentes experimentan emociones en el aula y deben aprender a manejarlas de manera efectiva. También señala que los docentes tienen muchas responsabilidades y deberían tener espacios para desarrollarse emocionalmente. El documento concluye instando a los docentes a reflexionar sobre cómo desarrollar la inteligencia emocional en los estudiantes y en sí mismos.
Descripción original:
Título original
Ensayo la importancia de la inteligencia emocional en el aula
El documento habla sobre la importancia de la inteligencia emocional en el aula. Explica que tanto estudiantes como docentes experimentan emociones en el aula y deben aprender a manejarlas de manera efectiva. También señala que los docentes tienen muchas responsabilidades y deberían tener espacios para desarrollarse emocionalmente. El documento concluye instando a los docentes a reflexionar sobre cómo desarrollar la inteligencia emocional en los estudiantes y en sí mismos.
El documento habla sobre la importancia de la inteligencia emocional en el aula. Explica que tanto estudiantes como docentes experimentan emociones en el aula y deben aprender a manejarlas de manera efectiva. También señala que los docentes tienen muchas responsabilidades y deberían tener espacios para desarrollarse emocionalmente. El documento concluye instando a los docentes a reflexionar sobre cómo desarrollar la inteligencia emocional en los estudiantes y en sí mismos.
Programa: Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana
Espacio académico: Práctica pedagógica de aula en lengua castellana (Práctica Integral
3)
Docente: Nirza Chacón
Uso de la inteligencia emocional en el aula
El presente ensayo tiene como objetivo comentar y exponer brevemente de qué manera la inteligencia emocional puede servir como puente y mediador en los procesos personales, sociales y académicos desarrollados al interior del aula. Es importante para este punto el reconocer que la figura retórica del aula de clase se desliga al concepto físico y abstracto de espacio donde concurren intercambios de aprendizajes y enseñanzas, para abarcar un concepto más amplio y es el de un espacio de intercambio de emociones donde los protagonistas -todos de características arquetípicas de principales- moderan y establecen acuerdos tácitos de convivencia y de múltiples experiencias sociales. Para dar inicio a este ensayo se hace necesario definir la conceptualización que se dará a la inteligencia emocional, para lo cual se parafraseará a Goleman diciendo que son aquellas capacidades, habilidades y características que poseen los seres humanos para poder surgir en los ambientes que contengan una contingencia de emociones que -metafóricamente hablando- sean susceptibles de ser leídas, interpretadas y relacionadas efectivamente para su adecuado desempeño social. De este modo se puede inferir que una persona con altas habilidades emocionales es capaz de gobernar sus sentimientos, disfrutar de situaciones ventajosas y son “más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad” (1995-p.48). De la misma forma es necesario definir a los sujetos implicados dentro de este objeto de estudio, el aula de clase: los estudiantes y los docentes. Quienes a partir de su configuración física y emocional poseen emociones y están sujetos a mil y una oportunidades para demostrar qué tan hábiles son para enfrentar y superar los diferentes desafíos que impone la construcción social de sí mismos. Es en este punto donde vale la pena recalcar la importancia del aprendizaje o fortalecimiento de la inteligencia emocional durante su trasegar académico. Todos confluyen al mismo sitio con la expectativa de aprender y relacionarse, pero ¿Qué tan preparados están para hacerlo?, ¿Puede fortalecerse esta capacidad de relacionarse de manera efectiva y fructífera? Estos son los constantes interrogantes que se suscitan de manera silenciosa y no tan consciente en la vida diaria de los protagonistas de esta narrativa y que se expondrán en este documento. Goleman expresa que “Para que la escuela proporcione una educación en las habilidades de la vida es necesario alentar a los niños a desarrollar todo su amplio abanico de potencialidades y animarles a sentirse satisfechos con lo que hacen” (p.47), pero, ¿realmente esto sucede?, ¿el devenir de obligaciones y compromisos académicos de los maestros permite que estos sean promotores de esta satisfacción? Es aquí en donde se enfocará este escrito. Por una parte se reconoce que el docente colombiano está sujeto a múltiples funciones a desempeñar dentro de la escuela y no se limitan a lo concerniente con el aula de clase sino que también acopia a todas aquellas tareas derivadas de su cargo y que poco a poco han ido otorgándosele, por ejemplo, tutorías de grupo, trabajo interdisciplinario, metas y proyecciones del área, elaboración de material para aulas híbridas, innovación en su práctica pedagógica, entre otras, y ¿qué pasa con su desarrollo personal y emocional?, esto no es tema de discusión, se les pide “hacer magia” y olvidar toda su esencia que lo identifica como ser humano al tocar la puerta de la escuela, para ser tutores y segundos padres de los chicos con los cuales se encuentra a diario. También es necesario reconocer que la escuela ha sufrido transformaciones importantes, ya no se limita a ser el espacio donde se trabajan inteligencias académicas (la capacidad verbal y la aptitud lógico- matemática, entre otras) y se prepara a los estudiantes para ser productivos y alcanzar las metas que les permitan surgir en la vida, sino que se concibe que se preparan personas para que sean capaces de ser felices y hacer felices a los otros, a través de modelos pedagógicos diversos que contemplan a esos humanos como seres con necesidades sociales, personales y académicas, y ¿Qué espacios hay para que esas otras inteligencias sean desarrolladas y potencializadas? Es cierto que se ha ampliado la variedad de espacios académicos existentes dentro de las escuelas, pero no se ha abierto un espacio académico que les permita a esos protagonistas desarrollarse a cabalidad, aprender a mediar entre un cerebro límbico que los impulsa a reaccionar y un cerebro pensante que les permita tomar el tiempo necesario para actuar racionalmente. Para concluir, es necesario afirmar que de igual manera que un docente de lengua castellana se detiene a explorar las mil maneras en que puede hacer que su estudiante más tímido sea capaz de tomar la iniciativa y pueda dirigir un espacio de oratoria, es necesario que se piense en ese estudiante con una habilidad por fortalecer y se evite el estigma de penoso, callado o débil. De la misma forma se invita al docente para que haga un ejercicio de reflexión acerca de su práctica pedagógica y la manera en que puede sacar ventaja de su inteligencia interpersonal para lograr las metas propuestas. Referencias Bibliográficas Castro, Elizabeth, Rosario, Peley, & Morillo, Roselia. (2009). La praxis educativa: Una aproximación a la realidad en el aula. Revista Venezolana de Gerencia, 14(45), 125-143. Recuperado de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315- 99842009000100009&lng=es&tlng=es
Goleman D. (1995). La inteligencia emocional. Por qué es más importante que el
coeficiente intelectual. Recuperado de https://ciec.edu.co/wp- content/uploads/2017/08/La-Inteligencia-Emocional-Daniel-Goleman-1.pdf