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Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)

Cátedra: Oller
Teórico: N° 1 (Martes 20 y viernes 23 de marzo)
Tema: Argumentación. Dimensiones retórica, dialéctica y lógica. Teoría de la
argumentación y lógica. Argumentos y pretensión de fundamentación. Argumentos
deductivos y no deductivos.
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El curso va a centrase en las relaciones entre lógica, argumentación y


filosofía. En relación con este eje, es necesario comenzar por destacar que a
la lógica le sucedió algo que no le pasó a otras disciplinas filosóficas: en el
período que va de la segunda mitad del siglo XIX a la primera mitad del
siglo XX la lógica se convierte en una ciencia, en una ciencia formal. Y esta
ciencia formal estaba en sus orígenes —en los orígenes de la lógica
matemática, no en los orígenes de la lógica en general— motivada por el
interés de estudiar y delimitar un tipo de razonamiento, el razonamiento
matemático. Pero, cuando llega a su madurez, la lógica matemática se
independiza de este interés original por los argumentos en el sentido
corriente del término. Es decir, ustedes pueden tomar un libro de lógica
matemática en el cual nunca se hable de argumentos en el sentido ordinario
de la palabra. Entonces, ustedes pueden preguntarse: ¿Por qué estudiamos
lógica en una carrera de Filosofía? Por ello, vamos a explorar en las clases
teóricas qué sigue teniendo que ver la lógica matemática con la lógica en el
sentido anterior, es decir como una disciplina preocupada por los
argumentos y con la teoría de la argumentación.

Estudiante: Una pregunta, quizás no tenga nada que ver ¿Por qué si a partir
de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la lógica se
independiza porque llama Hegel a su texto Ciencia de la lógica?

Profesor: En Occidente la lógica tiene por lo menos 2500 años de


antigüedad y, del mismo modo que ―física‖ no quiere decir lo mismo en
Aristóteles que en Newton, ―lógica‖ no quiere decir lo mismo en Hegel que
en Frege que en Kant.

Estudiante: Pero Hegel pretendía hacer una ciencia…

Profesor: Es necesario aclarar que estamos diciendo que la lógica se


constituye como ciencia en el sentido normal y contemporáneo de ciencia
formal, como la matemática es una ciencia formal, en ese sentido. No es este
el concepto de ―lógica‖ de Hegel, que la define como la ciencia de la idea
pura1.

Estudiante: Digamos que la raíz sería que la filosofía analítica es anti-


metafísica, o crítica de la metafísica tradicional.

Profesor: Cuando se constituye como ciencia, como una ciencia madura, se


independiza de los intereses o posiciones filosóficas que la pueden haber
motivado. Desde luego, se puede hacer filosofía de la lógica desde distintas
posiciones filosóficas, como se hace filosofía de la física o de la matemática
desde distintas posiciones filosóficas. Pero la física en tanto y en cuanto se
constituye como ciencia madura se independiza de sus aspectos filosóficos.
Eso no quiere decir que no los tenga, simplemente quiere decir que al físico
profesional esos aspectos suelen no importarle nada y no necesita
considerarlos para desarrollar su tarea científica. El lógico profesional es un
científico que trabaja dentro de un paradigma, de manera que no se plantea
estas cuestiones y cada vez más —si bien al comienzo del desarrollo de la
lógica contemporánea había una distribución más o menos equitativa de
autores con formación filosófica y matemáticos puros— la tendencia es
que quienes hacen lógica suelen ser matemáticxs o, por razones que vamos a
ver más adelante, alguien que se dedica a ciencias de la computación o la
inteligencia artificial.

1
Ver Hegel, G.H. F. (1999), Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Madrid: Alianza Editorial, §19.
Veamos la cuestión de la caracterización de la noción de argumento. Ahora
bien, uno puede definir ―argumento‖ de distintas maneras. La primera
actividad va a consistir en comparar la caracterización de argumento que
aparece en el capítulo primero, la Introducción del libro de GAMUT, con la
que vamos a ver en las clases teóricas y otras. ¿Qué noción de argumento
vamos a pretender caracterizar? No la noción técnica de la lógica
matemática sino la noción más corriente de argumento que tiene que ver con
los argumentos que encontramos con textos filosóficos, textos políticos, etc.
Cuando ustedes leen textos, en general, son capaces de identificar en esos
textos los párrafos argumentativos. ¿Cuáles son los argumentos de Platón en
el Menón para fundamentar la posición según la cual la virtud no es
enseñable? Se supone que ustedes son capaces de leer ese texto e identificar
esos argumentos. ¿Cómo son capaces de hacer esto?

La argumentación y su producto, los argumentos, son actividades


lingüísticas, son actividades verbales ¿Qué es un argumento en este sentido
en el cual queremos caracterizar la noción? En el sentido en el cual los
vamos a estudiar aquí —los argumentos como producto de la
argumentación— son entidades lingüísticas, son proferencias o
inscripciones. Es razonable adoptar este enfoque porque no podemos
acceder a la mente de quien produce un argumento y lo único que tenemos
a nuestra disposición son textos, textos orales, textos escritos. Y en esos
textos tenemos que identificar los argumentos.

En otro sentido ―argumentación‖ y ―argumento‖ pueden indicar entidades


psicológicas o cognitivas. Pero, no nos vamos a ocupar de la argumentación,
del razonamiento, como proceso psicológico o proceso cognitivo. En la
actualidad esto no se considera como uno de los temas de los cuales se debe
ocupar la lógica, ni en un sentido amplio ni en un sentido estrecho. Se
considera que esto es un tema que debe ser estudiado por la psicología del
razonamiento.

Entonces, ―argumentos‖ en el sentido en el que los estamos utilizando aquí


el término, denota a entidades lingüísticas. Tenemos entidades lingüísticas,
textos, proferencias y en esas entidades lingüísticas vamos a tener que
identificar argumentos. La pregunta, entonces, es: ¿Cómo lo hacemos?
Porque efectivamente no podemos acceder a la mente de quien produjo esas
entidades lingüísticas.

Solo tenemos a nuestra disposición medios lingüísticos para reconocer


textos argumentativos y diferenciarlos de los que no son argumentativos.
Por ello, una manera de reconocer que estamos en presencia de un texto
argumentativo es encontrar en esos textos determinadas expresiones que
manifiestan esa intención argumentativa. ¿Y cuales son esas expresiones?
Los indicios lingüísticos que nos permiten reconocer textos argumentativos
son determinadas palabras o expresiones del tipo ―por lo tanto‖, ―De esto se
sigue que‖, ―de esto se infiere‖, ―dado que‖, ―porque‖ –en un sentido no
causal, sino lógico—. Estas expresiones o partículas indican esta pretensión
de argumentar, esta pretensión de producir un texto argumentativo, de
realizar un acto de habla argumentativo. De manera análoga, puedo realizar
un acto de habla como el prometer utilizando determinadas expresiones que
indican esa intención, que puede ser exitosa o no, de realizar ese acto: ―Te
prometo‖, ―te juro‖, etcétera. ¿Cómo me doy cuenta que alguien quiere
argumentar? Porque hay determinadas expresiones que indican esta
voluntad de realizar ese tipo de acto de habla complejo que es la
argumentación.

Tenemos una serie de indicios lingüísticos que nos indican que quien
produjo ese texto tiene una intención argumentativa. Y esos indicios son
determinadas expresiones como ―por lo tanto‖, ―dado que‖, etcétera. ¿Cuál
es la finalidad de este acto lingüístico de argumentación? ¿Qué es lo que
quien produce un argumento pretende? En general, uno diría que quien
argumenta tiene una intención de persuadir, de convencer, a los demás o a
sí mismo de una determinada posición o tesis. Típicamente, uno argumenta
con esta intención de persuadir a una audiencia, que puede estar constituida
por uno mismo. Ahora bien ¿qué diferencia la argumentación de otras
formas de persuasión? La argumentación es un acto de habla que tiene como
finalidad convencer, persuadir, pero persuadir de una manera especial,
dando razones a favor o en contra de una posición o tesis que se expresa de
manera lingüística a través de oraciones.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos caracterizar a los productos de la


argumentación de la siguiente manera: un argumento es una entidad
lingüística formada por oraciones en la que típicamente aparecen
expresiones que nos indican que quien produce el texto tiene una
determinada intención o pretensión. Esta pretensión es una pretensión de
fundamentar, de dar razones que apoyen a una proposición u oración, a la
cual vamos a llamar ―conclusión‖, mediante el uso de otras proposiciones
que vamos a llamar ―premisas‖. Esta noción de argumento introduce
elementos pragmáticos ¿Qué quiere decir esto? Que introduce elementos
que tienen que ver con quien usa el lenguaje, con quien está usando el
lenguaje. Fíjense que en la definición aparece esencialmente la noción de
―pretensión de fundamentación‖, de ―pretensión de dar razones‖, y esto es
un elemento que pertenece o se puede atribuir al hablante. Por eso esta
definición tiene una dimensión pragmática, es decir, esta caracterización
considera esencial para definir la noción de argumento el tener en cuenta las
intenciones del hablante que produce ese texto.

En la Introducción del GAMUT —su texto de prácticos— se da una


definición de ―argumento‖, una definición informal que pretende acercarse a
la definición formal que van a ver cuando se trate el lenguaje de la lógica
proposicional, por ejemplo. Es una caracterización que no tiene en cuenta al
hablante. No le importa que pretendía el hablante cuando formuló el
argumento, porque eso no es necesario para la noción de argumento que van
a usar en lógica matemática.

Estudiante: ¿En qué sentido se tienen en cuenta las intenciones del hablante?

Profesor: En este sentido: yo caracterizo la noción de argumento como


entidad lingüística incluyendo en esa caracterización que para que haya un
argumento tiene que haber por parte de quien produce el texto determinada
intención o pretensión, la de fundamentar la conclusión en base a las
premisas. Naturalmente no podemos, o todavía no podemos, ver en un
sentido físico cuáles son las intenciones del hablante. Pero las inferimos de
del uso de determinadas partículas que convencionalmente indican esa
pretensión y/o del contexto.

Estudiante: ¿No lo inferimos también del modo que desarrolla…?

Profesor: Podemos inferirlo así también, hay casos en que no aparecen estas
partículas en el texto mismo pero sí hay indicaciones contextuales que nos
llevan a concluir que ahí hay un argumento.

Estamos dando una definición sencilla pero que permite dar cuenta de este
fenómeno, que cuando nosotros leemos un texto podemos, habitualmente,
identificar en ese texto los pasajes argumentativos. Y la pregunta es ¿Cómo
lo hacemos? ¿Cómo vemos que en un texto de Platón hay un argumento en
un determinado pasaje si no es posible consultar a Platón ni nos podemos
conectar psíquicamente con Platón? Una respuesta tentativa está dada por
esta caracterización de argumentación.

La caracterización de la noción de argumento que se propuso apela a una


pretensión de fundamentación pero, como todo en la vida, esa pretensión
puede ser exitosa o no.

Estudiante: entonces el éxito viene dado por si los convencí o no…

Profesor: Hay varios tipos de éxito que uno puede llegar a alcanzar, porque
hay distintas maneras en las que uno puede evaluar un argumento. Una
manera de evaluarlo es evaluarlo retóricamente, es decir, preguntarse:
¿convence o no convence el argumento? Por supuesto, el éxito retórico es
relativo a la audiencia a la cual está dirigido. Entonces, si convence a la
audiencia a la cual está dirigido, uno puede decir que es un buen argumento
desde el punto de vista retórico.
Otra dimensión de la argumentación es la dimensión lógica, que es posible
independizar de la dimensión retórica. En el estudio de la dimensión lógica
de la argumentación nos preocupa encontrar criterios para evaluar los
argumentos como productos de la argumentación, independientemente de la
audiencia a la cual están dirigidos y de si tienen el efecto retórico deseado o
no.

La dimensión retórica y la dimensión lógica de la argumentación forman


parte de una división tripartita del estudio de la argumentación. Uno puede
estudiar o preocuparse por la argumentación como una actividad retórica, es
decir, como una actividad lingüística que tiene como objetivo aumentar o
disminuir la adhesión de una audiencia a una determinada posición,
ofreciendo razones que se presentan con ese fin. Cuando este es el objetivo
fundamental, uno lo que esta poniendo en primer plano es la dimensión
retórica de la argumentación.

La segunda dimensión en esta división es la dimensión dialéctica de la


argumentación. La dimensión dialéctica de la argumentación pone el acento
en la argumentación como procedimiento para resolver diferencias de
opiniones, es decir en un procedimiento discursivo y en las reglas que rigen
esa actividad de resolver diferencias de opiniones. Entonces, a esta
dimensión se la suele llamar ―la dimensión dialéctica de la argumentación‖.

Y la tercera dimensión en esta división es la dimensión lógica —―lógica‖


está tomada aquí en un sentido amplio—. La dimensión lógica se preocupa
esencialmente por los productos de la argumentación ¿Cuáles son los
productos de la argumentación? Los argumentos. Entonces, está dimensión
pone el acento sobre los productos de la argumentación, los argumentos y,
en la medida que esto sea posible o deseable, independiza ese interés del
interés retórico y del interés dialéctico.

Resumiendo, es posible estudiar la argumentación como proceso, como


procedimiento(s) o como producto de ese proceso. Estos tres enfoques o
dimensiones, que no son mutuamente excluyentes, se suelen identificar con
tres perspectivas en el estudio de la argumentación: la retórica, la dialéctica
y la lógica2.

Enfoques Retórico: la argumentación como


proceso

Dialéctico: la argumentación como


de la procedimiento

argumentación Lógico: la argumentación como


producto

Se puede estudiar la argumentación haciendo distintas combinaciones de


estas dimensiones y, por ejemplo, en una de las teorías contemporáneas de
la argumentación más influyentes, la llamada ―teoría pragma-dialéctica de
la argumentación‖ de la escuela holandesa de Van Eemeren, se combina la
dimensión dialéctica con la dimensión lógica3. Hay una preocupación menor
por la retórica y hay una preocupación mayor por cómo se combinan esas
dos dimensiones. Otro autor influyente, uno de los iniciadores de la teoría de
la argumentación contemporánea, Chaïm Perelman4, pone el acento sobre la
dimensión retórica de la argumentación.

Desde el punto de vista de su evaluación, un argumento puede ser


retóricamente bueno pero lógicamente malo, es decir, puede convencer
aunque sea un mal argumento desde un punto de vista lógico —porque, por

2
Ver, por ejemplo, J. Habermas (1999) Teoría de la acción comunicativa, I, Madrid: Taurus,
pp. 46-47. También, Tindale, Ch. W. (1999) Acts of Arguing: A Rhetorical Model of Argument.
Albany: State University of New York Press, Introduction.
3
Ver, por ejemplo, van Eemeren, F. H. & Grootendorst, R. (2011) Una teoría sistemática de la
argumentación. La perspectiva pragmadialéctica, Buenos Aires: Biblos.
4
Ver Perelman, C., y Olbrechts-Tyteca, L.(1989) Tratado de la argumentación. La nueva
retórica. Madrid: Gredos.
ejemplo, es deductivamente inválido, aunque pretenda dar una
fundamentación deductiva a su conclusión—.
.
Estudiante: ¿La dialéctica tiene un rol mediador, tratar de resolver una
diferencia de opiniones?

Profesor: Efectivamente, en este sentido de ―dialéctica‖, ella es el estudio de


la argumentación y de sus reglas como procedimientos para resolver
diferencias de opiniones. Por ejemplo, en el caso de van Eemeren, su
escuela construye un modelo de diálogo argumentativo que, por supuesto,
como todo modelo, idealiza las situaciones argumentativas. Idealiza los
casos de argumentación que efectivamente se dan en situaciones
argumentativas como los debates parlamentarios o televisivos, etcétera, pero
pretende tener cierto fundamento en esas prácticas efectivas de
argumentación. Entonces este modelo de van Eemeren describe
determinadas etapas que uno debe seguir en la argumentación y
determinadas reglas que rigen la argumentación si uno quiere que la
argumentación sea un procedimiento exitoso. Lo que ofrece esta teoría de la
argumentación es un modelo ideal, pero con fundamento en la realidad, de
cuáles son las etapas de la argumentación y cuáles son las reglas que rigen
estas etapas. Y esto a su vez se aplica al estudio de diferentes cuestiones,
como por ejemplo el análisis de debates políticos efectivamente sucedidos, o
a la teoría de las falacias —que en la teoría de Van Eemeren son justamente
violaciones a las reglas que rigen el diálogo argumentativo ideal—, etc.

Las tres dimensiones de la argumentación nos permiten ubicar a la lógica


como una subdisciplina de la teoría de la argumentación. Una manera de
encarar el estudio lógico de los argumentos, la propia de la lógica formal,
consiste en considerar que la forma de los argumentos es la propiedad
esencial para distinguir buenos de malos argumentos. Por el contrario, la
lógica informal considera que la forma de los argumentos no es el único
aspecto que es necesario considerar para determinar si un argumento es
bueno o malo. La lógica matemática ofrece una versión actual de la lógica
formal que toma métodos y resultados de la matemática para construir sus
teorías. El siguiente esquema resume lo expuesto:

Actividad 1
Compare las siguientes definiciones de “argumento”:

a) Para nuestros propósitos es conveniente considerar a un


argumento como una secuencia de oraciones tal que las premisas
están al comienzo y la conclusión al final del argumento.

Gamut, L.T.F (2009) Lógica, lenguaje y significado: Introducción a la lógica. Buenos Aires:
Eudeba, p. 1.

b) Un argumento, en el sentido lógico, no es una mera colección de


proposiciones, sino que tiene una estructura. Al describir esta
estructura, suelen usarse los términos "premisa" y "conclusión".
La conclusión de un argumento es la proposición que se afirma
con base en las otras proposiciones del argumento, y estas otras
proposiciones, que son afirmadas (o supuestas) como apoyo o
razones para aceptar la conclusión, son las premisas de ese
argumento.

Copi, I. y Cohen, C. (1995) Introducción a la Lógica. México: Ed Limusa, p. 21.


c) Un argumento es un tipo de discurso o texto —el destilado de la
práctica de argumentación— en el que quien argumenta trata de
persuadir al Otro de la verdad de una tesis mediante la
presentación de las razones que la sustentan.

Johnson, R. H. (2000) Manifest Rationality. A Pragmatic Theory of Argument. Mahwah, N.J.:


Lawrence Erlbaum Associates, p. 168.

d) La argumentación es una actividad verbal que puede


desempeñarse en forma oral o en forma escrita. Es también una
actividad social: en el avance argumentativo, uno se dirige por
definición hacia los otros. Además, es una actividad racional que
se orienta a defender un punto de vista de modo que se vuelva
aceptable a un crítico que toma una actitud razonable. A través
del desarrollo argumentativo, el hablante o escritor comienza a
partir de la —correcta o incorrecta— suposición de que hay una
diferencia de opinión entre la propia y la del oyente o lector.
Adelantando proposiciones que deben justificar el punto de vista
con relación a un asunto, el hablante o escritor trata de
convencer al oyente o al lector de la aceptabilidad de este punto
de vista. La siguiente definición de argumentación combina estas
diferentes características:
La argumentación es una actividad verbal, social y racional que
apunta a convencer a un crítico razonable de la aceptabilidad de
un punto de vista adelantando una constelación de una o más
proposiciones para justificar este punto de vista.
Esta definición no sólo se refiere a la actividad de avance
argumentativo sino también al texto más breve o más largo que
resulta de ella. La argumentación se refiere a ambos, al proceso
de adelantar la argumentación y a sus "productos", y el término
'argumentación' cubre a los dos. En la teoría de la
argumentación, ésta es contemplada no sólo como el producto de
un proceso racional de razonamiento, como los argumentos que
son tratados por la lógica tradicional, sino también como una
parte de un desarrollo comunicativo y de un proceso interactivo.
En una aproximación puramente lógica de la
argumentación, un gran número de factores verbales,
contextuales, situacionales y otros aspectos pragmáticos que
afectan la conducta y el resultado de un intercambio
argumentativo no son considerados. ¿De qué manera precisa se
expresan los argumentos? ¿Hacia quién se dirigen en definitiva?
¿En qué tipo de situación progresó la argumentación? ¿Qué
información transmitida por los enunciados que preceden a la
argumentación necesita ser tomada en cuenta? Los lógicos no se
comprometen generalmente con estas y otras cuestiones
"pragmáticas". Más bien, se concentran en "formas de
argumentos" abstractas o en "patrones de razonamiento",
ubicados en una formulación común, en la que una conclusión se
deriva de un conjunto cierto de premisas. Para los lógicos el
punto principal es cómo distinguir entre las formas de
argumentos "formalmente válidas" y las formas de argumentos
que no son válidas. Para poder hacerlo, resumen las propiedades
pragmáticas de la realidad argumentativa que son indispensa-
bles para un adecuado tratamiento de la argumentación. En la
teoría de la argumentación, por el contrario, el centro de la
atención es la argumentación en la práctica actual, propuesta por
alguno que trata de convencer a algún otro de la aceptabilidad de
un cierto punto de vista.

van Eemeren, F. H., Grootendorst, R., y Snoeck Henkemans, F. (2006) Argumentación: análisis,
evaluación, presentación. Buenos Aires: Biblos, pp. 17-18.

La actividad 1 está relacionada con esta cuestión de las diferentes


caracterizaciones de la noción de argumento según el interés que lo mueva a
uno a estudiar esa noción. En esa actividad aparecen la definición de
argumento que da el GAMUT, la definición de Copi, la definición de un
autor de la escuela canadiense de lógica informal Ralph Johnson y la
definición de Van Eemeren, la cabeza de una escuela vigente de teoría de la
argumentación, la que se suele llamar ―Escuela de Ámsterdam‖ o ―escuela
holandesa de teoría de la argumentación‖.

Nosotros habíamos hecho una caracterización muy cercana a la definición


de Johnson, que como les decía, es una de las figuras de la escuela
canadiense de lógica informal. Esta caracterización la habíamos hecho en
términos de la noción de pretensión de fundamentación. Vamos a ver ahora
cómo utilizar esa caracterización para clasificar los argumentos en
deductivos y no deductivos. La idea es la siguiente: en todo argumento hay
una pretensión de fundamentación, pero no en todo argumento esa
pretensión es del mismo tipo. Hay argumentos en que la pretensión de
fundamentación es muy fuerte. Se pretende que uno no puede aceptar las
premisas y no aceptar la conclusión, porque necesariamente si las premisas
son verdaderas la conclusión es verdadera. A ese tipo de pretensión de
fundamentación tan fuerte lo vamos a llamar ―pretensión de fundamentación
deductiva‖. Los argumentos deductivos van a ser aquellos que presentan
esta pretensión de fundamentación deductiva.

Por otra parte hay pretensiones de fundamentación más débiles que lo único
que intentan afirmar es que la aceptación de las premisas otorga cierta
plausibilidad o probabilidad a la conclusión. Es decir que la verdad de las
premisas otorga cierto apoyo a la verdad de la conclusión. Pero no se
pretende que uno no pueda aceptar las premisas sin aceptar la conclusión,
simplemente pretenden otorgar algún tipo de apoyo a la conclusión
basándose en las premisas. Ese segundo tipo de pretensión, que vamos a
llamar ―no deductiva‖, es la que caracteriza los argumentos no deductivos.
Los argumentos no deductivos son aquellos que presentan una pretensión de
fundamentación no deductiva.

Ahora bien, una pregunta que pueden hacerse es ¿cómo distinguimos la


pretensión deductiva de la pretensión no deductiva? Porque los indicadores
de inferencia, los indicadores de premisa y los indicadores de conclusión, no
se distinguen por la pretensión inferencial que manifiestan. Por ejemplo, no
hay un por lo tanto para los argumentos deductivos y otra expresión
equivalente a por lo tanto para los argumentos no deductivos. Hay solo un
por lo tanto; entonces, ¿cómo sé que ese por lo tanto quiere indicar una
pretensión de fundamentación deductiva o no deductiva? Bueno, en muchos
casos el tipo de pretensión de fundamentación se expresa explícitamente en
el texto. Por ejemplo, se dice ―Tengo un argumento concluyente para…‖,
―concluyente‖ es aquí sinónimo de ―deductivo‖. Justamente los argumentos
no deductivos no son concluyentes, son siempre argumentos en los que uno
puede aceptar las premisas y dejar de aceptar la conclusión. Entonces, si en
el texto se dice ―tengo un argumento concluyente‖ o ―estas premisas
proporcionan razones concluyentes para…‖, entonces me doy cuenta de que
estamos frente a una pretensión de fundamentación deductiva.

Otras veces la pretensión deductiva se infiere del contexto. Por ejemplo, si


ustedes publican en una revista matemática estándar la demostración de un
teorema, se supone que el argumento que se ofrece para apoyar el enunciado
del teorema es un argumento deductivo. Entonces, no hace falta decir ―voy a
presentar un argumento deductivo para demostrar el último teorema de
Fermat‖. Se supone que si propongo una demostración para el último
teorema de Fermat, esa demostración va a ser un argumento deductivo y no
necesito aclararlo.

Como suele suceder con las pretensiones, algunas pretensiones son exitosas
y otras son fallidas. Por ejemplo, Fermat en el siglo XVII propone un
problema que se llama el último teorema de Fermat. El enunciado del
problema —la ecuación xn + yn = zn no tiene soluciones enteras para n > 2 y
x, y, z distintos de cero— parece muy sencillo, pero encontrar una
demostración del teorema llevó siglos y recién se demostró en el siglo XX 5.
Y antes de llegar a la demostración correcta hubo propuestas de
demostración en revistas matemáticas que eran fallidas, tenían errores.
Ahora bien, ¿uno qué diría en este caso? ¿Diría que el que mandó a
publicación la demostración de ese teorema quería formular un argumento
no deductivo? No, quería formular un argumento deductivo, concluyente,
pero sin embargo se equivocó. De manera que esa demostración era un
intento de argumento deductivo que resultó fallido. Es decir, en este caso, en
el caso de las demostraciones fallidas del último teorema de Fermat,
diríamos que la pretensión de fundamentación que aparece en esas
demostraciones es deductiva, pero son pretensiones fallidas. Cuando
tenemos una pretensión fallida de fundamentación deductiva decimos que el
argumento que manifiesta esa pretensión es un argumento deductivo
inválido.

Aquí se ve la importancia de dar una caracterización pragmática de


argumento, porque si uno no incluyese en la caracterización de argumento
deductivo y de argumento no deductivo el elemento pragmático de la
pretensión del hablante, no se podría hablar –de hecho algunos textos no
hablan en absoluto de argumentos deductivos inválidos— de argumentos
deductivos inválidos, es decir de argumentos deductivos fallidos. ¿Por qué?

5
Ver, por ejemplo, http://vimeo.com/27711778
Porque el argumento deductivo, según la caracterización semántica habitual,
es un argumento en el que, necesariamente, si las premisas son verdaderas,
la conclusión es verdadera. Ahora bien, si necesariamente, si las premisas
son verdaderas, entonces la conclusión es verdadera, entonces no se puede
dar el caso de argumento deductivo inválido, de un mal argumento
deductivo que no cumpla con su objetivo de transmitir necesariamente la
verdad de las premisas a la conclusión. De acuerdo a esta definición, todo
argumento deductivo es un buen argumento, es un argumento válido. Solo
podemos hablar de argumento deductivo inválido sin cometer un error que
se llama contradictio in adiectio si introducimos las pretensiones del
hablante. Este defecto que llamamos contradictio in adiectio, que quiere
decir contradicción en el adjetivo, consiste en atribuir a un ente, o a un
concepto, una propiedad que es incompatible con él. Es decir, decir de un
argumento deductivo que es inválido resulta una contradictio in adiectio, si
uno no introduce en la caracterización de argumento y de argumento
deductivo las pretensiones del hablante. Porque no podría darse el caso de
que un argumento deductivo, definido de la manera semántica que vimos –
necesariamente si todas las premisas son verdaderas, entonces la conclusión
es verdadera— fuese inválido.

Sin embargo, de acuerdo a la caracterización pragmática que formulamos


uno puede hablar sin problemas de argumentos deductivos inválidos. ¿Por
qué? Porque lo que estamos diciendo cuando decimos eso es que el hablante
pretendió formular un argumento deductivo pero falló en su pretensión. Los
cientos de matemáticos y matemáticas que trataron de probar el último
teorema de Fermat pretendieron formular argumentos deductivos pero
fallaron en su pretensión. ¿Por qué fallaron en su pretensión? Porque las
premisas no otorgaban fundamento concluyente a su conclusión.

Estudiante: ¿Cuál es la necesidad de introducir la categoría de argumento


deductivo inválido?

Profesor: Bueno, justamente esta. ¿Qué decimos en este ejemplo de la


persona que publicó un artículo en una publicación matemática tratando de
probar el último teorema de Fermat? ¿Trató de formular un argumento no
deductivo o trató de formular un argumento deductivo y falló?

Estudiante: Está bien, pero si falló no es un argumento deductivo.

Profesor: Justamente, estamos hablando de dos nociones de argumento


deductivo. Una noción es la noción caracterizada por la definición que tiene
en cuenta solamente elementos semánticos. Un argumento es deductivo si y
sólo si necesariamente si todas sus premisas son verdaderas su conclusión es
verdadera. Esta caracterización no incluye ningún elemento pragmático.
Otra definición es la definición que dimos nosotros, que sí incluye
elementos pragmáticos. ¿Por qué nos interesa esta segunda definición?
Porque queremos hablar de argumentos deductivos malos, es decir,
argumentos en los cuales el hablante tenía la intención de formular un
argumento deductivo pero falló en su pretensión. No sería adecuado llamar a
las demostraciones fallidas del último teorema de Fermat ―argumentos no
deductivos‖ en este sentido pragmático. Quien envió para su publicación la
demostración fallida pretendía formular un argumento deductivo pero falló
en su pretensión. En este sentido interesa hablar de argumentos deductivos
inválidos. Vamos a ver ahora otros ejemplos filosóficos donde se ve que
esto tiene algún interés. El descubrir que el hablante tiene una pretensión
deductiva y falla en su pretensión nos lleva a otras preguntas interesantes
para quien hace lógica pensando en los argumentos del lenguaje natural. Por
ejemplo, ¿qué premisas habría que agregar para que este argumento, que así
como está es deductivamente inválido, se convierta en deductivamente
válido?

Estudiante: En el caso de que fuera fallido, mi pregunta es ¿las premisas no


son verdaderas o falta agregar otros supuestos o premisas? Quizá el caso es
que no eran verdaderas las premisas.

Profesor: Hay por lo menos dos tipos de críticas —hay más de dos— que
uno puede hacer en referencia a un argumento. Un primer tipo de crítica
consiste en negar la verdad o la aceptabilidad de las premisas y un segundo
tipo de crítica cuestiona la calidad del nexo inferencial entre premisas y
conclusión. Son dos tipos de críticas diferentes. En efecto, uno puede tener
un argumento deductivo válido aunque tenga premisas falsas. Por ejemplo,
si yo digo ―Hoy es viernes y estamos en Chipre‖, aunque la premisa es falsa,
se infiere válidamente ―Estamos en Chipre‖. Otro ejemplo, de ―Hoy es lunes
y estamos en Chipre‖ se infiere válidamente ―Hoy es lunes‖. Entonces en lo
que respecta a la calidad inferencia, decimos que la calidad inferencial de
esos argumentos es buena, pero que su premisa es falsa en ambos casos. En
un caso, usando el mismo esquema inferencial, inferimos una proposición
falsa ―Estamos en Chipre‖ y en el otro caso una proposición verdadera ―Hoy
es lunes‖.

Estudiante: En el caso de los argumentos que tienen una única premisa ¿es
verdad que no se puede extraer una proposición que no esté expresada en
esas premisas? Por ejemplo cuando usted decía ―Hoy es lunes y estamos en
Chipre‖, no se puede concluir más que lo que estrictamente está en esas
premisas.

Profesor: Ese es un problema difícil de tratar sistemáticamente. La idea que


vos estas expresando es una de las ideas que a lo largo de la historia se han
propuesto respecto de la deducción: para que la conclusión se deduzca de
sus premisas tiene que estar de alguna manera contenida en ellas. Ahora, el
problema es que cuando uno empieza a tratar de explicitar qué quiere decir
―estar contenido en‖ se encuentra con algunos problemas. Hay veces en que
los términos de la conclusión no aparecen explícitamente en las premisas
aunque uno diría que la conclusión está contenida en las premisas. Por
ejemplo, ―Todas las paredes son blancas‖ permite inferir ―Algunas paredes
son blancas‖. Sin embargo ese ―Algunas‖ no aparece explícitamente en las
premisas.

Estudiante: ¿Un argumento inválido no necesariamente es falso?

Profesor: Vamos a usar verdad y falsedad para referirnos a las proposiciones


u oraciones que componen el argumento y válido-inválido para los
argumentos como estructuras complejas formadas por proposiciones u
oraciones.

Entonces, habíamos visto que esta caracterización de argumento en términos


de pretensión de fundamentación nos permite hacer una clasificación
dicotómica en términos de argumentos deductivos y no deductivos.
Podemos presentar dos ejemplos de argumentos referidos al aborto, un
argumento que tiene una pretensión deductiva y el otro que tiene una
pretensión no deductiva. El primer argumento es uno de los argumentos
estándar de los anti abortistas. Una de sus premisas es ―el feto (humano) es
un ser humano desde el momento de la concepción‖, otra es ―Abortar es
matar a un feto‖. Hay una conclusión intermedia ―Por lo tanto, abortar a un
feto es matar a un ser humano‖, y otra premisa: ―Matar a un ser humano es
moralmente condenable‖ que, junto con las demás premisas nos permite
concluir ―Abortar es moralmente condenable‖.

Este es el argumento estándar de los antiabortistas y es un argumento


deductivo válido. Que sea válido no quiere decir que no lo puedas atacar. Lo
podés atacar desde la perspectiva de la verdad o falsedad de sus premisas.
Quienes atacan este argumento en general no atacan la calidad de su
relación inferencial sino que lo que atacan es la verdad de las premisas. En
particular, de la premisa ―El feto es un ser humano desde el momento de la
concepción‖. Entonces, que un argumento deductivo sea válido no quiere
decir que no lo podamos atacar. Quiere decir simplemente que no podemos
atacar la calidad de la relación inferencial entre premisas y conclusión.
Aunque, todo sea dicho, también podemos atacar la relación inferencial si
mantenemos una doctrina lógica no estándar sobre la deducción. Eso lo
vamos a ver más adelante. En principio, si uno acepta la lógica deductiva
estándar, entonces uno tiene que decir que el argumento estándar en contra
del aborto es un argumento deductivamente válido pero criticable porque
uno puede criticar la verdad de alguna de sus premisas. Quienes critican este
argumento afirman, por ejemplo, que la primera premisa no es verdadera
porque confunde ―potencia‖ con ―acto‖. El feto, hasta determinado
momento, es un ser humano en potencia y no un ser humano en acto.
Otro argumento que podemos considerar es el argumento a favor de la
permisibilidad moral del aborto en el caso de embarazo resultante de
violación de Judith Thomson6, que es un ejemplo de argumento no
deductivo: un argumento por analogía. El argumento esta basado en un
experimento mental que es el siguiente: ustedes se despiertan un día y se
encuentran en un hospital entubados a otra persona. Cuando piden
explicaciones les dicen que un grupo de amantes de la música los ha
secuestrado y entubado a esta persona que es un violinista famoso porque
ustedes son las únicas personas que tienen el tipo de sangre adecuado para
salvarle la vida, de manera que ustedes van a estar funcionando como una
especie de máquina de diálisis humana durante nueve meses y al término de
los nueve meses esta persona ya se habrá recuperado y ustedes podrán
desconectarse. Entonces, la autora, Judith Thomson, pregunta qué es lo que
ustedes piensan acerca de esto: ¿es permisible moralmente pedir la
desconexión? O, dicho de otro modo, ¿es moralmente obligatorio
permanecer conectados a esta persona? En general la gente contesta que no
es moralmente obligatorio. Quizás contesten que permanecer conectados es
una acción buena, pero no exigible moralmente. Entonces, Thomson dice lo
siguiente: si usted contestó de esta manera esta pregunta, también tiene que
contestar que el aborto es moralmente permisible en el caso de un embarazo
que resulte de una violación. La pregunta que uno se hace es, ¿por qué?,
¿qué tiene que ver una situación con la otra? Y aquí se presenta un
argumento por analogía. La situación de la mujer violada y la situación del
individuo secuestrado son similares en algunos aspectos moralmente
relevantes para las respectivas conclusiones, que son los siguientes: en los
dos casos se hace depender la vida de una persona –Thomson no discute,
por mor del argumento, si el feto es o no es una persona desde el momento
de la concepción y esto tiene también cierta importancia retórica. Cuando
uno produce un argumento lo hace para convencer a una determinada

6
Thomson, J. J. (1971). A defense of abortion. Philosophy and Public Affairs. 1 (1):47-66. Traducción
castellana en A.A.V.V. (1983) Debate sobre el aborto. Cinco ensayos de filosofía moral. Madrid:
Cátedra.
audiencia. Naturalmente si uno tiene una audiencia de anti-abortistas y ya
desde el primer momento dice ―yo no creo que el feto sea un ser humano
desde el momento de la concepción y voy a basar mi argumentación en
esto‖, la audiencia va a ser difícil de convencer. El argumento de Thomson
no parte de este supuesto, no parte del supuesto de que el feto no es un ser
humano desde el momento de la concepción. Y, por lo tanto, es más
probable que una audiencia que en este momento tiene una posición anti
abortista escuche con interés y esté más dispuesta a dejarse convencer que si
uno parte de un enfrentamiento directo.

Entonces, las dos situaciones eran similares en los dos aspectos moralmente
relevantes mencionados. En las dos situaciones se hace depender la vida de
una persona de otra persona y esta dependencia vital se crea sin el
consentimiento de la persona de la cual se hace depender esa vida y
mediante el uso de violencia. Si estos fueran los dos únicos aspectos
moralmente relevantes a tener en cuenta, entonces si uno contesta que sí a
una pregunta, tiene que contestar que sí a la otra. Este es un argumento no
deductivo por analogía o similitud que no pretende ser concluyente. De
manera que lo que se pretende es que las premisas otorguen cierto tipo de
apoyo a la conclusión. Pero nuevas consideraciones pueden llevar a hacer
caer la conclusión. Supongamos que yo acepto que estos dos factores son
moralmente relevantes para la conclusión: esa relación de dependencia vital
se ha creado mediante el uso de violencia y sin el consentimiento de la
persona de la cual se hace depender la vida de la otra. Pero considero que
esas no son las únicas consideraciones moralmente relevantes en el segundo
caso, en el caso del aborto. Esta es una crítica que se ha hecho al argumento
de Thomson: hay una consideración moral que no se ha tenido en cuenta en
la cual difieren una situación y la otra situación y hace que en la primera
situación –la situación del violinista secuestrado—sea razonable contestar
que no es moralmente obligatorio permanecer conectado y que en la
segunda tenga uno razones para contestar que es obligatorio permanecer
conectado. ¿Cuál es esta característica moral que en la cual difieren el caso
del violinista y el caso de la mujer violada? Es que el primer caso, el caso
del violinista, el desconectarlo del secuestrado, es un caso de dejar morir. El
violinista ya se estaba muriendo de cualquier modo. Puede ser que ocurra un
milagro y no se muera. En el segundo caso, en el caso de la mujer violada, el
abortar es un caso de matar activamente a través de un tercero –el médico, la
enfermera– o uno mismo. De acuerdo a quienes –como Philippa Foot7—
argumentan de este modo, matar o dejar morir no son moralmente
equivalentes. De manera que aunque en el primer caso, en el caso del
secuestrado y el violinista, uno conteste que no tiene la obligación moral de
permanecer conectado, en el segundo caso sí tiene la obligación de seguir
sosteniendo la vida del feto. Porque la desconexión sería un caso de matar
activamente mientras que en el primer caso sería un caso de dejar morir.

Estudiante: Pero dejar morir tampoco es aceptable moralmente ¿no?

Profesor: Eso inicia otra discusión que, como acabamos de mencionar,


efectivamente se ha dado en la literatura filosófica reciente acerca de si
matar y dejar morir son moralmente equivalentes o no en casos como el del
aborto, la eutanasia, la pobreza, etc. Uno diría que, intuitivamente, no lo son.
Un ejemplo que da Foot en ese texto es el siguiente: resulta evidente que
permitir que las personas de un país del Tercer Mundo se mueran de hambre
no es moralmente equivalente a matar a esas personas enviando en su
―ayuda‖ comida envenenada o en mal estado. Tampoco parece moralmente
equivalente a matar a una persona para que sus órganos salven la vida de
otras cinco personas el dejar morir a una persona que necesita cinco veces
más cantidad de un remedio escaso que otras cinco personas a las que
podríamos salvar si no asistimos a la primera. Por supuesto que hay autores,
como Michael Tooley8, que sostienen la posición opuesta a la de Foot
respecto a la valoración moral del matar y el dejar morir.

Entonces, resumiendo, el segundo ejemplo de argumento que vimos en la


primera clase, este argumento a favor de la permisibilidad moral del aborto

7
Philippa Foot (1984) "Killing and Letting Die," en Joy L. Garfield & Patricia Hennessy, Abortion:
Moral and Legal Perspectives. Amherst: The University of Massachusetts Press, pp. 177-185.
8
Michael Tooley (1972) "Abortion and Infanticide," Philosophy and Public Affairs, 2. Traducción
castellana en A.A.V.V. (1983) Debate sobre el aborto. Cinco ensayos de filosofía moral. Madrid:
Cátedra.
en ciertos casos es un argumento no deductivo: la aceptación de las premisas
no nos obliga a la aceptación de la conclusión porque es posible que las
premisas sean verdaderas y, sin embargo, la conclusión sea falsa. Uno puede
aceptar que las dos situaciones planteadas en el argumento de Thomson son
moralmente similares en esos dos aspectos a los cuales nos referimos y que
sin embargo la conclusión no se sigue en el segundo caso porque hay un
aspecto moralmente relevante que no ha sido tenido en cuenta y que, si se
tiene en cuenta, hace caer la conclusión que el aborto es moralmente
permisible en el caso de una violación. Ese aspecto moralmente relevante es
que en un caso tenemos una instancia de matar activamente y en el otro caso
una instancia de dejar morir. Y, según quienes critican a Thomson de este
modo, matar activamente no es moralmente equivalente a dejar morir.

Bibliografía obligatoria para estos temas: Copi, I. y Cohen, C. (1995)


Introducción a la Lógica. México: Ed Limusa. Cap. I, 1.1-1.2 y 1.6-1.7 (pp.
17-30 y 70-80).

https://uba.academia.edu/CarlosOller
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 2 (Viernes 6 de abril)
Tema: Validez deductiva. Reconstrucción de argumentos. Recconstrucción lógica de
argumentos. Principio de caridad interpretativa. Reposición de premisas implícitas.

En la clase anterior habíamos propuesto una caracterización de la noción de argumento


en términos de la noción de pretensión de fundamentación, lo que nos permitió hacer
una clasificación dicotómica de los argumentos en deductivos y no deductivos.
Presentamos dos ejemplos de argumentos referidos al aborto, un argumento que tiene
una pretensión deductiva y el otro que tiene una pretensión no deductiva.

Hay argumentos, los deductivos, en los que la pretensión de fundamentación es muy


fuerte. Se pretende que uno no puede aceptar las premisas y no aceptar la conclusión,
porque necesariamente, si las premisas son verdaderas, la conclusión es verdadera. Por
otra parte, hay pretensiones de fundamentación más débiles que lo único que sostienen
es que la aceptación de las premisas otorga cierta plausibilidad o probabilidad a la
conclusión. Es decir que la verdad de las premisas otorga cierto apoyo a la verdad de la
conclusión. Pero no se pretende, como sí se pretende en el caso de los argumentos
deductivos, que no se pueda aceptar las premisas sin aceptar la conclusión. Ese segundo
tipo de pretensión, que vamos a llamar ―no deductiva‖, es la que caracteriza a los
argumentos no deductivos.

Un argumento que presenta una pretensión de fundamentación deductiva exitosa es un


argumento deductivamente válido. En lo que sigue enumeramos varias definiciones
equivalentes de validez deductiva:

Un argumento es deductivamente válido si y sólo si es imposible que sus premisas sean


todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.

1
Un argumento es deductivamente válido si y sólo si no es posible que sus premisas
sean todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.

Un argumento es deductivamente válido si y sólo si necesariamente, si todas sus


premisas son verdaderas, entonces su conclusión es verdadera.

Un argumento es deductivamente válido si y sólo asegura la transmisión necesaria de la


verdad de las premisas a la conclusión. (Es decir que, necesariamente, si todas sus
premisas son verdaderas, entonces su conclusión heredará esa verdad.)

En todas estas definiciones de validez deductiva están subrayadas expresiones modales


(necesariamente, es imposible, no es posible, transmisión necesaria) para llamar la
atención sobre el carácter modal de esta noción. Así, no basta con que un argumento
tenga premisas y conclusión verdaderas para que pueda ser declarado válido, sino que
debe darse que, necesariamente, si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión
también lo es. Por ejemplo, el argumento (A) ―Buenos Aires es la capital de Argentina.
Por lo tanto, Brasilia es la capital de Brasil‖ tiene premisa y conclusión verdaderas, pero
no es deductivamente válido. En efecto, una situación en la que la premisa es verdadera
y la conclusión falsa es posible: de hecho esta era la situación que existía en 1940
cuando Buenos Aires era la capital de Argentina, pero Brasilia no era todavía la capital
de Brasil. El condicional ―Si la premisa de (A) es verdadera, entonces la conclusión de
(A) es verdadera‖ es verdadero porque tanto su antecedente como su consecuente son
verdaderos, pero la oración ―Necesariamente, si la premisa de (A) es verdadera,
entonces la conclusión de (A) es verdadera‖ es falsa porque existe por lo menos un
mundo posible en el que el antecedente de (A) es verdadero y su consecuente falso.

Vamos ahora entonces a pasar a un tema relacionado con la cuestión de la identificación


de argumentos: el tema de la reconstrucción de argumentos. En un primer momento
ustedes tienen que reconocer en un texto la presencia de argumentos pero, una vez
identificados los pasajes argumentativos en un texto filosófico, generalmente es
necesaria una tarea de reconstrucción de esos argumentos. La identificación de los
argumentos no es suficiente y necesitamos una tarea de reconstrucción de los mismos.
Esa tarea de reconstrucción suele involucrar problemas hermenéuticos, problemas de
interpretación. La reconstrucción de un argumento es un proceso necesario para la

2
evaluación del mismo desde un punto de vista lógico, aunque esa reconstrucción suele
estar influida por las intuiciones previas respecto a la (in)validez del argumento:

Identificación de argumentos

Reconstrucción

Evaluación

La reconstrucción de argumentos implica identificar y aislar en ellos todos aquellos


elementos, y solo aquellos elementos, que resultan relevantes para la perspectiva teórica
y el propósito teórico de quien realiza esa reconstrucción. En nuestro caso nos interesa
la reconstrucción de argumentos desde la perspectiva de la lógica informal y de la lógica
formal, es decir la reconstrucción lógica de argumentos. La reconstrucción lógica tiene
como objetivo producir paráfrasis lógicamente explícitas de los argumentos del lenguaje
natural, paráfrasis que exhiben todos los elementos que son relevantes para la
evaluación de esos argumentos en lo que respecta a la relación entre sus premisas y su
conclusión1.

En las últimas décadas la lógica informal ha profundizado nuestro conocimiento sobre


la reconstrucción de argumentos y ha desarrollado herramientas para llevar a cabo esa
tarea. Dos cuestiones relacionadas con la reconstrucción de argumentos que han
ocupado particularmente a los lógicos informales son la de las premisas implícitas y la
de la estructura de argumentos, dos problemas esenciales para la evaluación lógica de
los argumentos del lenguaje natural.

Una cita corta de un trabajo (que pueden encontrar en la carpeta Lecturas


complementarias de la página de la materia en el Campus) de dos especialistas en

1
Ver Rees, M.A. van (2001). Argument Interpretation and Reconstruction. En F.H. van Eemeren
(ed.), Crucial Concepts in Argumentation Theory. Amsterdam: Sic Sat, 165-199 y Reinmuth, Friedrich (2014).
Hermeneutics, Logic and Reconstruction. Logical Analysis and History of Philosophy 17:152–190.

3
filosofía antigua nos puede dar una primera idea de la complejidad de la reconstrucción
de argumentos filosóficos:

¿Tiene Platón una filosofía? Si es así, ¿cuál es y cómo argumenta a su favor?


Sencillas preguntas Pero existen obstáculos bien conocidos que se interponen en el
camino de su respuesta. En primer lugar, Platón escribe diálogos; y a menudo no está
claro qué personaje, si lo hay, habla por Platón en un determinado diálogo. En
segundo lugar, cuando un personaje en un diálogo propone una tesis, a menudo no
está claro cuál es esa tesis. Y, finalmente, cuando una tesis es respaldada por un
argumento, a éste a menudo le faltan premisas cruciales.2

En efecto, los argumentos tal como aparecen en los textos no suelen incluir todas las
premisas necesarias para obtener la conclusión con la pretensión de quien produjo el
texto. A veces, más raramente, no incluyen la conclusión que se pretende obtener. Es
decir, esta operación de adición implica una operación hermenéutica, de interpretación
del texto, para reponer aquellos elementos que sensatamente uno puede suponer que
quien produjo el texto tenía en mente pero que se olvidó de incluir o consideró
demasiado obvios como para incluirlos. Esta operación consiste en hacer explícitos
aquellos elementos que sensatamente uno puede considerar que tenía en mente quien
produjo el argumento y que son necesarios para que el argumento cumpla con la
pretensión inferencial que tenía. Es decir, consiste en considerar que el argumento
original es un entimema, un argumento en el que se han omitido una o más premisas o,
incluso, la conclusión.

Esta operación es quizás la más complicada en el trabajo de reconstrucción de


argumentos. Lo que uno debe hacer es descubrir qué premisas o qué conclusiones
sensatamente uno puede atribuir a quien escribió el texto, de manera de no caer, en dos
peligros simétricos. Por un lado el peligro de hacer una reconstrucción demasiado
bondadosa, es decir, de convertir un mal argumento en un buen argumento y, por el otro
lado, hacer una reconstrucción aviesa del argumento de manera de formular la posición
que queda expresada en el argumento de una manera deformada que sea más fácil de
atacar. Esto tiene un nombre en teoría de la argumentación que es ―falacia del
espantapájaros‖: reconstruir el punto de vista del oponente de una manera exagerada,
deformada, malintencionada, de modo que sea más fácil de atacar.

2
Cohen, S. Marc & Keyt, David (1992). Analyzing Plato's Arguments: Plato and Platonism. En J.
Klagge & N. Smith (eds.), Methods of Interpreting Plato and his Dialogues. Oxford: Oxford University
Press, p.173

4
El principio que se suele proponer para regir este trabajo de reconstrucción es lo que se
suele llamar el ―principio de caridad interpretativa‖. En lo que se refiere
específicamente a la reconstrucción de argumentos lo que nos aconseja el principio de
caridad interpretativa es hacer la reconstrucción más bondadosa, la mejor
reconstrucción, desde el punto de vista de quien reconstruye el argumento, teniendo en
cuenta el texto y el contexto. Es decir, la mejor reconstrucción que sea compatible con
el texto que estamos tratando de reconstruir y el contexto en el cual este texto aparece.
El problema es que a veces no es sencillo saber cuál es la reconstrucción más caritativa
que uno puede hacer teniendo en cuenta el texto y el contexto sin mejorar el argumento,
sin caer en uno de los extremos, uno de los peligros, que presenta la reconstrucción de
argumento, que es hacer una reconstrucción demasiado bondadosa del texto.

Cohen y Keyt señalan en el trabajo citado que la aplicación descontrolada del principio
de caridad interpretativa puede llevar a conclusiones paradójicas: como, ceteris paribus,
de acuerdo a este principio una reconstrucción de un argumento es mejor que otra si
produce un mejor argumento, lxs interpretes de lxs grandes filósofxs que sigan
irrestrictamente ese principio no se conformarán hasta encontrar reconstrucciones de sus
argumentos que los conviertan en buenos argumentos. Una consecuencia absurda de
esta aplicación exagerada del principio de caridad interpretativa es que ―todo texto
clásico es un texto sagrado y todx filosofx clasicx es infalible y omnisciente‖ y, por lo
tanto, ―la interpretación caritativa no concibe la posibilidad que dos grandes filosofxs
estén en desacuerdo‖3

Vamos a ver en esta clase un ejemplo de esta operación de reconstrucción en relación


con un argumento que presenta Karl Popper —autor que seguramente ya han visto en el
CBC— en su libro La miseria del historicismo4. En ese texto Popper presenta una serie
de argumentos contra lo que él llama el ―historicismo‖, la teoría que sostiene que en la
historia hay ritmos, tendencias, leyes que nos permiten hacer predicciones históricas. En
particular, Popper ataca el historicismo de Hegel y de Marx. En el prefacio a una de las
ediciones de La miseria del historicismo Popper sostiene haber encontrado un

3
Ibid., pp. 177-178
4
Popper, K. R. (1957) The Poverty of Historicism. London: Routledge & Kegan Paul. Traducción castellana: (1973)
La miseria del historicismo. Madrid: Alianza Editorial.

5
argumento concluyente contra el historicismo, considera que los otros argumentos que
él ha ofrecido no son concluyentes pero que este sí lo es. Y además es un argumento
muy sencillo. De manera que, si fuera efectivamente exitosa la pretensión popperiana, el
historicismo habría quedado refutado.

Escribe Popper:

El argumento se puede resumir en cinco proposiciones:

No hace falta considerar, para nuestros objetivos, las dos últimas proposiciones ya que
la refutación del historicismo se consigue antes de llegar a estas dos últimas. La primera
premisa del argumento de Popper es la siguiente:

El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento


de los conocimientos humanos (la verdad de la premisa tiene que ser
admitida aun por los que ven las ideas científicas como el subproducto de un
desarrollo material de cualquier clase que sea).

Es decir, aun por los materialistas históricos, dice Popper, tendrá que ser aceptada esta
premisa que nos dice que ―el curso de la historia humana está fuertemente influido por
el crecimiento de los conocimientos humanos‖. La segunda premisa de este argumento
pretendidamente concluyente contra el historicismo dice:

No podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento


futuro de nuestros conocimientos científicos (esta aserción puede ser
probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo).

Señala que las predicciones a las que se refiere se hacen por métodos científicos o
racionales, ya que en Popper hay una distinción entre ―predicción científica‖ y
―profecía‖. Aquello a lo que se está refiriendo Popper es a la predicción científica, no a
la profecía. Y entre paréntesis nos dice ―(esta aserción puede ser probada lógicamente
por consideraciones esbozadas más abajo).‖ No vamos a tratar aquí cuáles son estas
consideraciones que Popper trae a cuento para justificar la segunda premisa.

La tercera proposición es la conclusión deseada contra el historicismo. En el argumento


original de Popper es una conclusión intermedia:

6
No podemos por tanto predecir el curso futuro de la historia humana.

Es decir, el curso de la historia humana depende del crecimiento del conocimiento


científico, y no podemos predecir el crecimiento del conocimiento científico; por lo
tanto, no podemos predecir el curso futuro de la historia humana.

Es un argumento muy sencillo. Ahora bien, supónganse que ustedes tienen que
reconstruir este argumento y afirman que el argumento presenta una pretensión
deductiva. ¿Cómo sabemos que la pretensión de Popper es una pretensión deductiva?
En este caso lo extraemos del contexto, leemos todo el ―Prefacio‖ y vemos que Popper
considera que el argumento que él propone es un argumento concluyente, un argumento
deductivo.

Aceptamos las premisas popperianas, porque lo que queremos comprobar ahora es si la


pretensión popperiana de haber formulado un argumento concluyente, es decir, un
argumento deductivo, se cumple. Esto tiene que ver con la calidad de la inferencia que
Popper pretende alcanzar en su argumento. Después podemos discutir la calidad de las
premisas, si las premisas son verdaderas o no. Ahora lo que nos interesa es si la
pretensión deductiva popperiana es exitosa y, si no lo es, qué premisas debemos
agregar para que lo sea.

Estudiante: Yo me preguntaba por la palabra ―influido‖, si esto quiere decir no depender


sólo de ese factor.

Profesor: Me parece que, si te entiendo bien, tu objeción tiene que ver con otra
operación básica para reconstruir argumentos, una operación de sustitución. Una
sustitución de términos vagos o ambiguos, por otros que no lo sean. Ustedes sostenían
que en la primera premisa, había dos términos ambiguos. La primera premisa era ―El
curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento en los
conocimientos científicos‖. Ahora bien, para evaluar la verdad o la plausibilidad de esta
premisa nos tienen que decir exactamente que se va a entender por ―fuertemente‖ y qué
quiere decir ―influido‖, porque si no resulta muy difícil que podamos evaluar
adecuadamente si la premisa es verdadera o falsa. De manera que debemos realizar aquí

7
una operación de sustitución, en la medida de lo posible —porque hay cuestiones que
por naturaleza son vagas o ambiguas y el realizar este tipo de sustitución sería forzar las
afirmaciones originalmente hechas—. Pero, en este caso, parece que uno podría
precisar un poco más qué quiere decir ―fuertemente‖ y qué quiere decir ―influido‖. En la
medida en que sea posible y deseable se deben sustituir términos y expresiones que
pueden resultar vagas o ambiguas por otras que no lo son.

Este argumento popperiano fue formulado en el año cincuenta y siete. Durante veinte
años fue considerado por una parte de la comunidad filosófica como un buen argumento
deductivo en contra del historicismo. Un argumento que destruía la pretensión
historicista. Pero, en el año 78 un autor, Peter Urbach5, produjo una crítica que, a su
vez, puede ser considerada como una crítica destructiva del argumento popperiano. Lo
que señala Urbach es que Popper no logra con este argumento —ni con otros que
también formula— cumplir su pretensión deductiva de refutar al historicismo.

Urbach sostiene que el argumento tal como está presentado no es un argumento


deductivo válido. Es decir, Popper creía haber presentado un argumento deductivo
válido pero falló en su pretensión. Lo que hace Urbach es mostrar que falta por lo
menos una premisa para que ese argumento se convierta en un buen argumento
deductivo. Vamos a ver cuál es esa premisa. Pero, ahora se nos plantea un problema
desde el punto de vista de reconstrucción de argumentos. ¿Tenemos que suponer que
Popper tenía en mente esta premisa que no aparece en su argumento original por
considerarla obvia, de manera que si nosotros la reponemos no estamos mejorando
indebidamente el argumento de Popper? ¿O debemos suponer que Popper no se dio
cuenta de que falta una premisa para que ese argumento que él pretendía deductivo
fuese deductivamente válido?

Vuelvo a leer el argumento:

El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento


de los conocimientos humanos (la verdad de la premisa tiene que ser

5
Urbach, P. (1978) 'Is Any of Popper's Arguments against Historicism Valid?', British Journal for
the Philosophy of Science, 29, pp. 117-130.

8
admitida aun por los que ven las ideas científicas como el subproducto de
un desarrollo material de cualquier clase que sea).
No podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento
futuro de nuestros conocimientos científicos (esta aserción puede ser
probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo).
No podemos, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana.

¿Qué es lo que no podemos predecir según el argumento de Popper? El crecimiento


futuro de los conocimientos humanos. Podemos aceptar que el crecimiento futuro de los
conocimientos humanos influye fuertemente en el curso de la historia humana, sin tener
por ello que aceptar que sea el único factor o el factor decisivo de ese curso. De manera
que no se sigue del hecho de que no podemos predecir por métodos racionales o
científicos el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos que no podamos
predecir el curso futuro de la historia humana. No se sigue deductivamente. Para que se
siguiera deductivamente de las dos premisas enunciadas por Popper necesitaríamos una
tercera premisa que es –les leo la premisa que propone Urbach—:

No podemos predecir por métodos racionales o científicos


acontecimientos que estén fuertemente influidos por acontecimientos
que no pueden ser predichos de ese modo.

Entonces, ¿qué falta, según Urbach, para que la pretensión deductiva de Popper sea
exitosa? Falta una premisa. Necesitamos una tercera premisa que afirme que aquellos
acontecimientos que están fuertemente influidos por otros acontecimientos que no se
pueden predecir por métodos racionales o científicos, no se pueden predecir. Se afirma
que la historia humana está fuertemente influida por el desarrollo del conocimiento
científico y que el desarrollo del conocimiento humano no se puede predecir. Entonces,
instanciando esa (tercera) premisa implícita, que es un enunciado universal, podemos
inferir que el curso de la historia humana no se puede predecir. Pero fíjense que falta
esta premisa para que el argumento de Popper se convierta –como Popper pretendía—en
un argumento deductivo exitoso.

Urbach pasa ahora a cuestiones relativas a la verdad de las premisas. Esa tercera
premisa implícita no es verdadera, según Urbach. Con lo cual, si Urbach está en lo
cierto, queda completamente destruido el argumento popperiano. Es decir, se tiene que
aceptar que falta una premisa para que el argumento original de Popper sea
deductivamente válido; eso es indudable, si se aceptan los cánones de la lógica clásica

9
estándar. Entonces, como vimos, aquí uno se enfrenta a un dilema que tiene que ver con
la interpretación del argumento: podemos suponer que Popper por considerar esta
premisa adicional absolutamente obvia no la enunció explícitamente o podemos suponer
que no se dio cuenta que el argumento original era deductivamente inválido.

Hay discursos disciplinares en los cuales esto es aceptado perfectamente, por ejemplo
en matemática. Las demostraciones matemáticas son demostraciones que suelen tener
huecos. Los autores suelen omitir pasos inferenciales y/o premisas porque los dan por
obvios. Efectivamente, si uno tuviera en una demostración matemática que aclarar cada
uno de los pasos inferenciales y las premisas que resultan necesarias pero que se
consideran obvias, las demostraciones matemáticas de los teoremas más sencillos serían
muy largas. De manera que en este discurso disciplinar, el discurso de la matemática,
eso no sólo es común sino que también es aceptado. Nadie va a criticar una
demostración matemática porque, por ejemplo, no se explicita que esto sale de aquello
por contraposición. En filosofía la cuestión es más pantanosa, no hay esta regularidad en
la práctica profesional de lxs filósofxs. Entonces, uno al reconstruir el argumento de
Popper tiene esta duda, pero aun así, en lo que se refiere a la potencia del argumento
mismo la crítica subsiguiente de Urbach — que consiste en afirmar que la premisa
adicional que hay que reponer para que el argumento popperiano sea válido no es
verdadera — destruye el argumento si uno la acepta.

Sin esta tercera premisa adicional el argumento es deductivamente inválido. Uno puede
concebir situaciones en las cuales las dos primeras premisas sean verdaderas y la
conclusión falsa. Si uno añade la tercera premisa ya no es posible concebir situaciones
en las cuales las tres premisas sean verdaderas y la conclusión sea falsa. Es decir, para
ver esto uno puede abstraer el esquema del argumento original de Popper:

(Premisa) Los acontecimientos de tipo A están fuertemente influidos por los


acontecimientos de tipo B.
(Premisa) Los acontecimientos de tipo B no se pueden predecir por medios racionales o
científicos.
(Conclusión) Los acontecimientos de tipo A no se pueden predecir por esos medios.

10
Para que este esquema se convierta en un esquema deductivamente válido se puede
agregar la siguiente proposición universal:

(Premisa repuesta) Los acontecimientos de un tipo determinado E que están fuertemente


influidos por acontecimientos de otro tipo E’ que no se pueden predecir, no se pueden
predecir.

Este nuevo esquema es deductivamente válido: para cualquier instancia de este esquema
se cumple que no es posible que sus premisas sean verdaderas y su conclusión falsa.

Escribe Urbach:

Examinemos la tercera premisa. Popper deja esta premisa como un


supuesto no manifiesto y no fundamentado. Sin embargo no es
verdadera ya que claramente el hecho de que cada miembro de una
secuencia de acontecimientos esté fuertemente influido por
ocurrencias impredecibles es compatible con la existencia de
regularidades en la secuencia. En efecto, aceptamos algunas leyes de
la física y sin embargo reconocemos que estas leyes reflejan solo
características muy amplias de secuencias de acontecimientos que son
ellos mismos impredecibles. La Ley de Boyle es un ejemplo simple de
esto, relaciona características generales, presión y volumen, de una
secuencia de estados de partículas que interactúan entre sí. Ninguno
de los cuales es individualmente predecible, sin embargo se admite
que el hecho de que estos micro eventos sean impredecibles puede ser
insuperable en principio sin poner en cuestión la verdad de las macro
leyes.

De manera que la tercera premisa que omite Popper es, según Urbach, falsa. No solo
Popper no la enuncia explícitamente y no la fundamenta sino que además es una
premisa falsa. De manera que, sea que Popper la haya omitido porque no se le ocurrió
que faltaba esa tercera premisa o sea que Popper la haya omitido porque la consideraba
evidente, en cualquier caso el argumento es un mal argumento según Urbach.

Estudiante: Pero ahí está equiparando la física de las partículas con los acontecimientos
humanos, el progreso de la historia ¿es lícito eso?

Profesor: Bueno, lo que hace Urbach es argumentar en contra de la verdad del principio
general que enunciamos antes: aquellos acontecimientos que están fuertemente influidos

11
por otros acontecimientos que no es posible predecir de manera científica y/o racional
no son ellos mismos capaces de ser predichos por esos medios. Ese es un principio
general. Lo que vos sostenés es ―Puede ser que el principio general sea falso, pero que
sea verdadera su instanciación para este caso‖. ¿Cómo se prueba que el principio
general es falso? Mostrando una instancia suya que resulte falsa. Ahora bien, tu
observación —acertada— es que mostrar que una instancia de un principio general es
falsa no prueba que otras instancias del principio no puedan ser verdaderas. La
afirmación universal ―Todos los cuervos son negros‖ queda refutada si encontramos un
cuervo albino, pero esto no prueba que no haya cuervos negros.

Actividad 2

Identifique y reconstruya los argumentos que Jesús Mosterín presenta en


el siguiente artículo periodístico

Obispos, aborto y castidad

Por JESÚS MOSTERÍN

La actual campaña de la Conferencia Episcopal contra los linces y las mujeres que
abortan pone de relieve el patético deterioro de la formación intelectual del clero, que si
bien nunca ha sobresalido por su nivel científico, al menos en el pasado era capaz de
distinguir el ser en potencia del ser en acto. ¿Dónde quedó la teología escolástica del
siglo XIII, que incorporó esas nociones aristotélicas? ¿Qué fue de la sutileza de los
cardenales renacentistas? La imagen de deslavazada charlatanería y de enfermiza
obsesión antisexual que ofrecen los pronunciamientos de la jerarquía católica no sólo

12
choca con la ciencia y la racionalidad, sino que incluso carece de base o precedente
alguno en las enseñanzas que los Evangelios atribuyen a Jesús.

La campaña episcopal se basa en el burdo sofisma de confundir un embrión (o incluso


una célula madre) con un hombre. Por eso dicen que abortar es matar a un hombre,
cometer un homicidio. El aborto está permitido y liberalizado en Estados Unidos,
Francia, Italia, Portugal, Japón, India, China y en tantos otros países en los que el
homicidio está prohibido. ¿Será verdad que todos ellos caen en la flagrante
contradicción de prohibir y permitir al mismo tiempo el homicidio, como pretenden los
agitadores religiosos, o será más bien que el aborto no tiene nada que ver con el
homicidio? De hecho, el único motivo para prohibir el aborto es el fundamentalismo
religioso. Ninguna otra razón moral, médica, filosófica ni política avala tal proscripción.
Donde la Iglesia católica (o el islamismo) no es prepotente y dominante, el aborto está
permitido, al menos durante las primeras semanas (14, de promedio).

Una bellota no es un roble. Los cerdos de Jabugo se alimentan de bellotas, no de robles.


Y un cajón de bellotas no constituye un robledo. Un roble es un árbol, mientras que una
bellota no es un árbol, sino sólo una semilla. Por eso la prohibición de talar los robles no
implica la prohibición de recoger sus frutos. Entre el zigoto originario, la bellota y el
roble hay una continuidad genealógica celular: la bellota y el roble se han formado
mediante sucesivas divisiones celulares (por mitosis) a partir del mismo zigoto. El
zigoto, la bellota y el roble constituyen distintas etapas de un mismo organismo. Es lo
que Aristóteles expresaba diciendo que la bellota no es un roble de verdad, un roble en
acto, sino sólo un roble en potencia, algo que, sin ser un roble, podría llegar a serlo. Una
oruga no es una mariposa. Una oruga se arrastra por el suelo, come hojas, carece de
alas, no se parece nada a una mariposa ni tiene las propiedades típicas de las mariposas.
Incluso hay a quien le encantan las mariposas, pero le dan asco las orugas. Sin embargo,
una oruga es una mariposa en potencia.

Cuando el espermatozoide de un hombre fecunda el óvulo maduro de una mujer y los


núcleos haploides de ambos gametos se funden para formar un nuevo núcleo diploide,
se forma un zigoto que (en circunstancias favorables) puede convertirse en el inicio de
un linaje celular humano, de un organismo que pasa por sus diversas etapas de mórula,
blástula, embrión, feto y, finalmente, hombre o mujer en acto. Aunque estadios de un
desarrollo orgánico sucesivo, el zigoto no es una blástula, y el embrión no es un
hombre. Un embrión es un conglomerado celular del tamaño y peso de un renacuajo o
una bellota, que vive en un medio líquido y es incapaz por sí mismo de ingerir

13
alimentos, respirar o excretar -no digamos ya de sentir o pensar-, por lo que sólo pervive
como parásito interno de su madre, a través de cuyo sistema sanguíneo come, respira y
excreta. Este parásito encierra la potencialidad de desarrollarse durante meses hasta
llegar a convertirse en un hombre. Es un milagro maravilloso, y la mujer en cuyo seno
se produzca puede sentirse realizada y satisfecha. Pero en definitiva es a ella a quien
corresponde decidir si es el momento oportuno para realizar milagros en su vientre.

El niño es un anciano en potencia, pero un niño no tiene derecho a la jubilación. Un


hombre vivo es un cadáver en potencia, pero no es lo mismo enterrar a un hombre vivo
que a un cadáver. A los vegetarianos, a los que les está prohibido comer carne, se les
permite comer huevos, porque los huevos no son gallinas, aunque tengan la
potencialidad de llegar a serlas. Un embrión no es un hombre, y por tanto eliminar un
embrión no es matar a un hombre. El aborto no es un homicidio. Y el uso de células
madre en la investigación, tampoco.

Otra falacia consiste en decir que, si los padres de Beethoven hubieran abortado, no
habría habido Quinta Sinfonía, y si nuestros padres hubieran abortado el embrión del
que surgimos, ahora no existiríamos. Pero si los padres de Beethoven y los nuestros
hubieran sido castos, tampoco habría Quinta Sinfonía y tampoco existiríamos nosotros.
Si esto es un argumento para prohibir el aborto, también lo es para prohibir la castidad.
Pero tanta prohibición supongo que resultaría excesiva incluso para la Iglesia católica.
Una de sus múltiples contradicciones estriba en que impone un natalismo salvaje a los
demás, mientras a sus propios sacerdotes y monjas les exige el celibato y la castidad
absoluta.

Desde luego, la contracepción es mucho mejor que el aborto, pero la Iglesia la prohíbe
también (siguiendo en ambos casos al ex-maniqueo Agustín de Hipona, no a Jesús).
Tanto el anterior papa Wojtyla como el actual papa Ratzinger se han dedicado a viajar
por África y Latinoamérica despotricando contra los preservativos y el aborto, lo que
equivale a promover el sida y la miseria. En cualquier caso, la contracepción puede
fallar. A veces el embarazo imprevisto será una sorpresa muy agradable. Otras veces,
llevarlo a término supondría partir por la mitad la vida de una mujer, arruinar su carrera
profesional o incluso traer al mundo un subnormal profundo o un vegetal
humano descerebrado. Sólo a la mujer implicada le es dado juzgar esas graves
circunstancias, y no a la caterva arrogante de prelados, jueces, médicos y burócratas
empeñados en decidir por ella. El aborto es un trauma. Ninguna mujer lo practica por
gusto o a la ligera. Pero la procreación y la maternidad son algo demasiado importante

14
como para dejarlo al albur de un descuido o una violación. El aborto, como el divorcio o
los bomberos, se inventó para cuando las cosas fallan.

Muchas parejas anhelan tener hijos, muchas mujeres desean quedar embarazadas y
esperan con ilusión el nacimiento de la criatura. El infante querido y deseado suele estar
bien alimentado y educado, colmado de cariño y estimulación y (salvo raro defecto
genético) su cerebro se desarrolla bien. Por desgracia, el mundo está lleno de madres
violadas o forzadas y de niños no deseados, abandonados a la mendicidad y la
delincuencia, famélicos, con los cerebros malformados por la carencia alimentaria y la
falta de estímulos, carne de cañón de guerrillas crueles y explotaciones prematuras. La
jerarquía eclesiástica se ensaña con esas mujeres desgraciadas. El cardenal nicaragüense
Obando y Bravo se opuso al aborto terapéutico de una niña de nueve años, violada,
enferma y con su vida en peligro. Hace un par de años, la Iglesia de Nicaragua acabó
apoyando políticamente al dictador Daniel Ortega a cambio de que éste prohibiese
definitivamente el aborto terapéutico. Hace unas semanas el arzobispo Cardoso ha
excomulgado en Brasil a la madre de otra niña de nueve años violada por su padrastro y
en peligro de muerte por su embarazo doble, así como a los médicos que efectuaron el
aborto. En 2007 se hizo famoso el caso de Miss D, una irlandesa de 17 años embarazada
con un feto con anencefalia, es decir, sin cerebro ni parte del cráneo, condenado a ser un
niño vegetativo, ciego, sordo, irremediablemente inconsciente, incapaz de percibir,
pensar ni sentir nada, ni siquiera dolor. Las autoridades impidieron que Miss D fuera a
Inglaterra a abortar, aunque más tarde los tribunales anularon la prohibición. Los grupos
católicos fanáticos presionan para que se impida a las irlandesas que viajen a Inglaterra
a abortar, lo que choca con la legislación comunitaria, que garantiza la libertad de
movimientos en la UE.

En España misma, el año pasado, una mujer preñada de un feto con holoprosencefalia,
condenado a morir al nacer o a vivir como vegetal, tuvo que ir a Francia a abortar. El
derecho a abortar es para muchas mujeres más importante que el derecho a votar en las
elecciones, y ha de serles reconocido incluso por aquellos que personalmente jamás
abortarían. En 1985 se aprobó la reforma del Código Penal para cumplir a medias y mal
el programa electoral del PSOE. Desde entonces, tanto los Gobiernos de Felipe
González como de Zapatero se han dedicado a marear la perdiz, diciendo que no era el
momento oportuno y que había que esperar a que los obispos dejasen de vociferar. Pero
los obispos nunca van a dejar de vociferar. Después de 24 años de remilgos, espero que
los socialistas se decidan finalmente a liberalizar el aborto dentro de las primeras

15
semanas del embarazo. Tampoco hace falta ser tan progre para ello. Margaret Thatcher
lo tenía ya perfectamente asumido hace 30 años.

Jesús Mosterín es profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC.

* Este artículo apareció en la edición impresa de El País del Martes, 24 de marzo de


2009

Bibliografía obligatoria para estos temas: Copi, I. y Cohen, C. (1995)


Introducción a la Lógica. México: Ed Limusa. Cap. I, 1.1-1.2 y 1.6-1.7 (pp.
17-30 y 70-80).

https://uba.academia.edu/CarlosOller

16
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 3 (Viernes 13 de abril)
Tema: Reconstrucción lógica de argumentos. Operaciones de permutación, sustitución,
supresión y adición. Validez y solidez deductiva.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

En el teórico anterior comenzamos a tratar la cuestión de la reconstrucción de


argumentos. Una vez identificados los pasajes argumentativos en un texto filosófico,
generalmente es necesaria una tarea de reconstrucción de esos argumentos. La
reconstrucción de un argumento es un proceso necesario para la evaluación del mismo
desde un punto de vista lógico, aunque esa reconstrucción suele estar influida por las
intuiciones previas respecto a la (in)validez del argumento:

Identificación de argumentos

Reconstrucción

Evaluación

La reconstrucción de argumentos involucra por lo menos cuatro tipos de operaciones:


operaciones de supresión, operaciones de adición, operaciones de sustitución y
operaciones de permutación. Vamos a ver en qué consiste cada una de estas
operaciones.

En general, la reconstrucción de un argumento involucra la supresión de aquellos


elementos que no son esenciales para la evaluación del argumento desde un punto de
vista lógico. Hay elementos retóricos, hay elementos expositivos, en los textos que
suelen resultar irrelevantes para la evaluación lógica del argumento. Entonces una
primera operación es extraer de ese texto el o los argumentos que nos interesan y
eliminar aquellos elementos que no son relevantes para nuestra tarea. Como ejemplo, les
leo un fragmento del Menón en el cual hay un argumento. Pero el argumento está
mezclado con otro tipo de elementos, sobre todo por el tipo de expresión de Platón, que
es el diálogo. Es un pasaje del Menón (89 d):

1
Sócrates –Dime en efecto si cualquier asunto fuera enseñable y no solo
la virtud, ¿no sería necesario que de él hubiera también maestros y
discípulos?
Menón –Me lo parece.
Sócrates –Si por el contrario entonces si de algo no hay maestros ni
discípulos ¿conjeturaríamos bien acerca de ello si supusiéramos que no
es enseñable?
Menón –Así es. Pero, ¿no te parece que hay maestros de virtud?
Sócrates –A menudo he buscado si habría tales maestros pero no
obstante todos mis esfuerzos no logro encontrarlos.

En este fragmento del Menón tenemos un argumento a favor de la tesis según la cual la
virtud no es enseñable y si uno despoja el argumento de los elementos accesorios,
¿cómo quedaría el argumento? Una propuesta es que quede de la siguiente manera:

Si un asunto es enseñable, entonces hay maestros y discípulos de ese asunto.


No hay maestros de virtud.
Por lo tanto, la virtud no es enseñable.

Otra operación de estas cuatro, que no presenta mayores problemas, es la operación de


permutación: permutación de los elementos de un argumento. En general los
argumentos no están expresados en lo que vamos a llamar su ―forma canónica‖. La
forma canónica de un argumento es aquella en la que las premisas aparecen en el texto
en primer lugar, y la conclusión en último término. Esa es la forma canónica, primero
presento las premisas y en último lugar la conclusión. Ahora bien, los argumentos no
suelen aparecer presentados de esa manera. Entonces lo que uno tiene que hacer es una
operación de permutación. Un ejemplo de esta operación:

O no hay necesidad de una vida futura o no hay razón para suponer que
Dios proporcionará una vida futura para corregir las injusticias de esta
vida. En efecto, o hay justicia en esta vida o no hay justicia en esta
vida. Si hay justicia en esta vida, entonces no hay necesidad de una vida
futura. Si no hay justicia en esta vida entonces no hay razón para creer
que Dios es justo. Y si no hay razón para creer que Dios es justo,
entonces no hay razón para creer que Dios proporcionará una vida
futura para corregir las injusticias de esta vida.

¿Cuál es la conclusión del argumento? La conclusión aparece aquí en primer lugar: ―O


no hay necesidad de una vida futura o no hay razón para creer que Dios proporcionará

2
una vida futura para corregir las injusticias de esta vida‖. Y lo que sigue es la
fundamentación de esa conclusión, esto está indicado lingüísticamente por el ―En
efecto‖. Las últimas oraciones justifican la primera. Entonces, poner el argumento en
forma canónica implica aplicar esta operación de permutación: en este caso, poner lo
que sigue al ―En efecto‖ en primer lugar y poner la primera oración en el último.

En el teórico anterior tratamos una operación que resulta más complicada: la operación
de adición de premisas o conclusión. Los argumentos tal como aparecen en los textos no
suelen incluir todas las premisas necesarias para obtener la conclusión con la pretensión
de quien produjo el texto. A veces, más raramente, no incluyen la conclusión que se
pretende obtener. Es decir, la operación de adición implica una operación hermenéutica,
de interpretación del texto, para reponer aquellos elementos que sensatamente uno
puede suponer que quien produjo el texto tenía en mente pero que se olvidó de incluir o
consideró demasiado obvios como para incluirlos, de manera que el argumento que
resulte de esa operación de adición cumpla con su pretensión inferencial.

El caso más simple desde el punto de vista hermenéutico es el caso en el que a un


argumento le falta la conclusión. Tomemos un pasaje de la Política de Aristóteles (III,
10, 1286) y consideremos este pasaje como un pasaje en el cual uno debe reconocer la
conclusión. Dice Aristóteles:

¿Qué beneficia más? ¿Ser gobernado por un hombre excelente o por


excelentes leyes? […] Mejor es aquello que no está sujeto en absoluto a
pasiones que aquello a lo cual ellas son connaturales. Ahora bien, esas
pasiones no corresponden a las leyes, mientras que toda alma humana
necesariamente las posee.

¿Cuál es la conclusión que es razonable reponer si uno leyera este pasaje aislado de
Aristóteles? Que es mejor ser gobernado por excelentes leyes que por excelentes
hombres —no que es mejor ser gobernado por leyes que por hombres sin más, ya que si
los hombres fueran excelentes y las leyes malas sería preferible ser gobernado por
excelentes hombres —.

3
Para ilustrar la reposición de premisas implícitas o faltantes habíamos considerado en la
clase anterior uno de los argumentos de Popper contra el historicismo, un argumento
que tenía una pretensión deductiva. Recordemos ese argumento:

El curso de la historia humana está fuertemente influido por el


crecimiento de los conocimientos humanos.

No podemos predecir por métodos racionales o científicos el


crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos.

No podemos, por tanto, predecir por métodos racionales o científicos


el curso futuro de la historia humana.

Aunque Popper presenta a este argumento como un argumento concluyente contra el


historicismo, su pretensión deductiva parece fallida. En efecto, podemos aceptar que el
crecimiento futuro de los conocimientos humanos influye fuertemente en el curso de la
historia humana, sin tener por ello que aceptar que sea el único factor o el factor
decisivo de ese curso. De manera que no se sigue deductivamente del hecho de que no
podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento futuro de nuestros
conocimientos científicos que no podamos predecir el curso futuro de la historia
humana. Para que se siguiera deductivamente de las dos premisas enunciadas por
Popper necesitaríamos una tercera premisa que es la premisa que propone Urbach:

No podemos predecir por métodos racionales o científicos


acontecimientos que estén fuertemente influidos por
acontecimientos que no pueden ser predichos de ese modo.

El esquema del argumento original de Popper es el siguiente:

(Premisa) Los acontecimientos de tipo A están fuertemente influidos por los


acontecimientos de tipo B.
(Premisa) Los acontecimientos de tipo B no se pueden predecir por medios racionales o
científicos.
(Conclusión) Los acontecimientos de tipo A no se pueden predecir por esos medios.

4
Para que este esquema se convierta en un esquema deductivamente válido se puede
agregar la siguiente proposición universal propuesta por Urbach:

(Premisa repuesta) No es posible predecir por medios racionales o científicos los


acontecimientos de un tipo determinado E que están fuertemente influidos por
acontecimientos de otro tipo E’ que no se pueden predecir por medios racionales o
científicos.

Este nuevo esquema es deductivamente válido: para cualquier instancia de este esquema
se cumple que no es posible que sus premisas sean verdaderas y su conclusión falsa.

Pero, escribe Urbach:

Examinemos la tercera premisa. Popper deja esta premisa como


un supuesto no manifiesto y no fundamentado. Sin embargo no
es verdadera ya que claramente el hecho de que cada miembro
de una secuencia de acontecimientos esté fuertemente influido
por ocurrencias impredecibles es compatible con la existencia de
regularidades en la secuencia. En efecto, aceptamos algunas
leyes de la física y sin embargo reconocemos que estas leyes
reflejan solo características muy amplias de secuencias de
acontecimientos que son ellos mismos impredecibles. La Ley de
Boyle es un ejemplo simple de esto, relaciona características
generales, presión y volumen, de una secuencia de estados de
partículas que interactúan entre sí. Ninguno de los cuales es
individualmente predecible, sin embargo se admite que el hecho
de que estos micro eventos sean impredecibles puede ser
insuperable en principio sin poner en cuestión la verdad de las
macro leyes.

De manera que la tercera premisa que omite Popper es, según Urbach, falsa. No solo
Popper no la enuncia explícitamente y no la fundamenta sino que además es una
premisa falsa. Por lo tanto, aunque se reponga esa premisa el argumento de Popper no
resultaría un buen argumento: sería un argumento deductivamente válido, pero no sería
un argumento sólido o correcto (en inglés, sound).

Es necesario distinguir validez deductiva de corrección o solidez deductiva: un


argumento es deductivamente sólido o correcto si y sólo si es deductivamente válido y
todas sus premisas son verdaderas:

5
Argumento deductivamente sólido o correcto
=
Argumento deductivamente válido con premisas verdaderas

Cuando se evalúa un argumento del lenguaje ordinario o de una disciplina particular la


validez deductiva no es suficiente para declararlo bueno. Debe, además, tener premisas
verdaderas, ya que en la evaluación de un argumento de ese tipo no solo importa su
forma sino también su contenido. Por ello, aunque la reconstrucción de Urbach del
argumento de Popper contra el historicismo lo convierte en un argumento
deductivamente válido en virtud de su forma, ello no resulta suficiente para declararlo
un buen argumento porque por lo menos uno de sus premisas es falsa y, por
consiguiente, el argumento reconstruido no es deductivamente sólido.

Podemos utilizar el argumento popperiano para introducir la cuarta operación básica


para reconstruir argumentos, una operación de sustitución: la sustitución de términos
vagos o ambiguos, por otros que no lo sean. La primera premisa del argumento de
Popper, ―El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento en
los conocimientos científicos‖, contiene por lo menos dos términos ambiguos. Ahora
bien, para evaluar la verdad o la plausibilidad de esta premisa tenemos que saber que
entiende Popper por ―fuertemente‖ e ―influido‖. De manera que debemos realizar aquí
una operación de sustitución, en la medida de lo posible —porque hay cuestiones que
por naturaleza son vagas o ambiguas y el realizar este tipo de sustitución sería forzar las
afirmaciones originalmente hechas—. Pero, en este caso, parece que uno podría
precisar qué quiere decir ―fuertemente‖ y qué quiere decir ―influido‖. En la medida en
que sea posible y deseable se deben sustituir términos y expresiones que pueden
resultar vagas o ambiguas por otras que no lo son, ya que esta sustitución resulta
necesaria para evaluar la verdad de las premisas y la conclusión de un argumento y, por
lo tanto, para determinar si el argumento es sólido.

6
Actividad 3

a) Reconstruya el argumento que Descartes presenta en el siguiente pasaje


de la tercera meditación de sus Meditaciones metafísicas:

Solo me queda por examinar de qué modo he adquirido esa idea [se refiere a la
idea de Dios], pues no la he recibido por los sentidos y nunca se me ha
presentado inesperadamente como las ideas de las cosas sensibles, cuando tales
cosas se presentan o parecen hacerlo a los órganos externos de mis sentidos.
Tampoco es puro efecto o ficción de mi espíritu, pues no está en mí poder
aumentarla o disminuirla en cosa alguna y por consiguiente no queda sino decir
que al igual que la idea de mí mismo ha nacido conmigo a partir del momento
mismo en que yo he sido creado.

b) Identifique y reconstruya en el siguiente pasaje los argumentos con los


que el autor liberal libertario anarcocapitalista Murray Rothbard
pretende apoyar las siguientes conclusiones: a) La madre o el padre de
un niño no debería tener la obligación legal de alimentarlo, vestirlo y
educarlo b) La madre o el padre de un niño debería tener el derecho legal
de venderlo.

Supongamos ahora que el niño ya ha nacido. ¿Qué ocurre? Podemos decir,


primero, que sus padres —o, con mayor precisión, su madre, que es el único
familiar cierto y visible— en cuanto creadores del niño, son sus propietarios. Un
recién nacido no puede ser, en ningún sentido, una persona que se posee a sí
misma. La propiedad recae, por tanto, sobre la madre o sobre algún pariente o
allegado. Afirmar que cualquier otro puede reclamar esta propiedad equivaldría
a conceder a este tercero el derecho de arrebatar por la fuerza al niño a su natural
propietario o «colonizador», esto es, a su madre. La propietaria natural y
legítima del niño es su madre, y todo intento de quitárselo por la fuerza es una
violación de sus derechos de propiedad.
Es un hecho seguro que la madre o los padres no reciben la propiedad del niño
como dominio simple y absoluto, porque de ser así se daría la más que curiosa

7
situación de que una persona de 50 años estaría totalmente sometida y bajo la
entera jurisdicción de sus padres, de 70 años. Así, pues, los derechos de
propiedad paterna tienen que tener un límite de tiempo. Y deben tener, además,
un límite de clase, ya que a un libertario le resulta grotesco admitir que el
derecho a la autopropiedad incluya el derecho de un padre o una madre a
asesinar o torturar a sus hijos.
Tenemos, por tanto, que constatar que, a partir del nacimiento, la propiedad
paterna/materna no es absoluta, sino que reviste el carácter de fideicomiso o de
protectorado. En síntesis, todos los niños, desde el momento en que nacen y no
están ya, por tanto, dentro del cuerpo de sus madres, poseen el derecho de
autopropiedad, porque ahora son seres distintos y adultos en potencia. Son, pues,
ilegales y entrañan una violación de los derechos del niño las agresiones que sus
padres puedan llevar a cabo contra él mediante mutilaciones, torturas, asesinato,
etc. Por otro lado, el genuino concepto de «derechos» es «negativo», es decir,
delimita las áreas dentro de las cuales nadie puede interferir en las acciones de
una persona. Nadie tiene derecho a forzar a otro a realizar un acto positivo,
porque toda coacción viola el derecho de la persona sobre sí misma y sobre sus
propiedades. Podemos, pues, afirmar que un hombre tiene derecho a su
propiedad (esto es, el derecho a que su propiedad no sea invadida), pero no
podemos,en cambio, decir que todos tienen derecho a un «salario vital», porque
esto significaría forzar a terceros a abonar este salario, lo que equivale a violar
sus derechos. Como corolario, lo dicho significa que, en una sociedad libre, a
nadie se le puede cargar con la obligación legal de hacer algo por otro, ya que se
invadirían sus derechos. La única obligación legal que una persona tiene frente a
otra es respetar sus derechos.
Aplicando nuestra teoría a las relaciones entre padres e hijos, lo hasta ahora
dicho significa que un padre o una madre no tienen derecho a agredir a sus hijos,
pero también que no deberían tener la obligación legal de alimentarlos, vestirlos
y educarlos, ya que tales exigencias serían coactivas y privarían a los padres de
sus derechos. Por otro lado, estos padres no pueden asesinar o mutilar a sus
hijos, y la ley castiga, con toda razón, a quienes lo hacen. Pero a los padres les
asistiría el derecho legal a no tener que alimentar al niño, esto es, a dejarle morir.
En términos estrictos, la ley no puede forzar a un padre a alimentar al hijo para
que pueda vivir. (Repitamos una vez más que se plantea un problema distinto

8
cuando se pregunta si los padres tienen la obligación moral —más que el deber
legalmente exigible— de conservar la vida del niño.) Esta norma nos permite
resolver algunas cuestiones espinosas, entre otras si les asiste a los padres el
derecho a dejar morir (por ejemplo, no dándole alimentos) a un hijo deforme. La
respuesta es, por supuesto, afirmativa, en virtud de un a fortiori derivado del
derecho, mucho más general, de permitir que muera cualquier niño, deforme o
no. (No obstante, como veremos más adelante, en una sociedad libertaria esta
«negligencia» se vería reducida al mínimo gracias a la existencia de un mercado
libre de niños.)
[…]
Si un padre puede tener la propiedad de su hijo (dentro siempre del marco de no
agresión y de libertad de abandono del hogar), puede transferirla a terceros.
Puede dar al niño en adopción, o puede vender sus derechos sobre él en virtud
de un contrato voluntario. En suma, tenemos que enfrentarnos al hecho de que
en una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado libre de
niños. Esto suena a primera vista a cosa monstruosa e inhumana. Pero una
mirada más atenta descubre que este mercado posee un humanismo más elevado.
Debemos empezar por reconocer que existe ya de hecho este mercado infantil,
sólo que, dado que los gobiernos prohiben vender los niños por un determinado
precio, los padres se ven ahora obligados a entregarlos a centros de adopción de
niños libres de cargas. Y esto significa que el mercado de niños existe, sólo que
el gobierno ejerce un control máximo de los precios hasta reducirlos a cero y que
restringe, además, las operaciones mercantiles a unas pocas agencias
privilegiadas y, por tanto, monopolistas. El resultado ha sido un mercado típico,
en el que al rebajar el gobierno los precios del artículo muy por debajo de los del
mercado libre, se produce una gran «escasez» de bienes. La demanda de bebés y
niños es de ordinario muy superior a la oferta. Asistimos diariamente al
espectáculo de la tragedia de personas adultas a quienes agencias de adopción
tiránicas y fisgonas les niegan el gozo de poder adoptar un hijo. Se da a la vez
una amplia demanda insatisfecha de niños por parte de adultos y parejas y un
elevado número de excedentes, de niños no deseados, desatendidos o
maltratados por su padres. Si se permitiera el mercado libre de niños, se
eliminaría este desequilibrio y se llevaría a cabo una transferencia de bebés y de
niños desde padres que no los quieren o no los cuidan a padres que desean

9
ardientemente tenerlos. Todos los implicados: los padres biológicos, los niños y
los padres adoptivos que los compran saldrían ganando en este tipo de sociedad.

Murray Rothbard (1982) La ética de la libertad, cap. XIV

10
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 4 (Viernes 20 de abril de 2018)
Tema: Diagramación de argumentos. Diagramas estándar y de Toulmin. Estructuras
básicas: simple, divergente, convergente, enlazada y serial. Diagramación de premisas
implícitas.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Vamos a retomar el tema de análisis y reconstrucción de argumentos y lo vamos a


hacer con una técnica que es típica de la lógica informal: la diagramación de
argumentos. Como se menciona en el texto de Copi-Cohen se solía atribuir esta
técnica a un autor, Monroe Beardsley, que publicó un libro de introducción a la
lógica en los años 50, pero como sucede con todo, cuando se empieza a investigar
se encuentran antecedentes más remotos. Hay un antecedente en el siglo XX de
diagramación de argumentos, pero en el ámbito del derecho: el método de
Wigmore1. Todavía más atrás, a mediados del siglo XIX hay otro autor de un texto
de lógica, Richard Whately, que también utiliza la diagramación de argumentos en
un sentido más o menos cercano al que es común hoy en día.

La diagramación de argumentos en la actualidad viene en dos variedades


principales. Hay dos métodos principales, en el sentido sociológico de más
influyentes, de diagramación de argumentos en lógica informal. Uno es el método
de un filósofo anglo-americano que murió hace unos pocos años, Stephen
Toulmin. Toulmin en los años 50 en un texto que se llama Los usos del
argumento2, presenta un esquema de análisis de argumento que se suele llamar ―El
esquema de Toulmin‖, dentro de un libro filosófico en el que se crítica a la lógica
formal contemporánea como instrumento para el análisis de argumentos. El
esquema de Toulmin se independiza de las tesis filosóficas del libro y tiene mucho
éxito en los departamentos de comunicación, de análisis del discurso, etcétera. Y
se populariza también en los textos de introducción a la lógica, por lo menos en

1
Wigmore, J. H. (1913). "The problem of proof". Illinois Law Review 8 (2): 77–103.
2
Toulmin, S. (1958). The uses of argument. Cambridge: Cambridge University Press.
Norteamérica y Canadá. Toulmin es un autor muy interesante que escribió sobre
muchos temas, de manera que es una injusticia rescatarlo solo por este esquema.

Entonces, por una parte tenemos el método de Toulmin y por otro lado tenemos lo
que se suele llamar el método estándar de diagramación de argumentos. El
método estándar de diagramación de argumentos tiene su origen en estos autores
norteamericanos del los años 50, pero como ya les digo, parece tener raíces más
profundas en la historia de la lógica y del análisis del discurso legal. En la
actualidad, también se utiliza en inteligencia artificial. Pero, en la tradición
filosófica de el análisis de la estructura de argumentos, los lugares clásicos en los
últimos veinte años son dos libros de este autor James Freeman, que se llama La
dialéctica y la macroestructura de los argumentos3 y el más reciente se llama La
estructura de los argumentos4. De cualquier modo es un campo de investigación
abierto y al cual se ha añadido últimamente una serie de programas para la
diagramación de argumentos. Pueden jugar con algún programa gratuito de
diagramación de argumentos como Araucaria5 u Ova6.

¿Para qué sirve la diagramación de argumentos? Hasta ahora lo que hemos visto
en el análisis y reconstrucción de argumentos nos permitía distinguir entre
premisas y conclusión. Llegábamos hasta ahí. La conclusión era la oración que
pretendíamos fundamentar y las premisas eran las proposiciones que pretendían
cumplir ese fin de fundamentación. Ahora bien, esto no nos aclara de qué manera
las premisas pretenden cumplir ese fin, es decir, pretenden apoyar a la conclusión.
La diagramación de argumentos lo que hace es tratar de revelar esa cuestión: cómo
las premisas se relacionan entre sí y con la conclusión para cumplir su finalidad de
apoyar o su pretensión de apoyar fundamentar a la conclusión.

Además, aunque el método de diagramación, como les dije, se considera un


método típico de la lógica informal para el análisis de argumentos, está

3
Freeman, J. B. (1991). Dialectics and the Macrostructure of Argument: A Theory of Argument Structure. Berlin:
Foris.
4
Freeman, J. B. (2011). Argument Structure. Representation and Theory. Dordrecht: Springer.
5
http://araucaria.computing.dundee.ac.uk/doku.php
6
http://ova.computing.dundee.ac.uk
estrechamente relacionado con cuestiones de lógica formal, como vamos a ver
enseguida.

La idea que fundamenta el método de diagramación estándar es muy sencilla: las


premisas pueden apoyar a la conclusión de diversas maneras y hay algunas
maneras que son maneras básicas o estructuras básicas en las que las premisas se
pueden relacionar entre sí y con la conclusión. En el caso de argumentos
complejos cuando uno quiere representar la manera en la que las premisas apoyan
a la conclusión y se relacionan entre sí, lo que uno hace es combinar estas maneras
básicas de relación. Es decir, el análisis de una estructura compleja tendría que
resultar de la combinación de estas maneras básicas de relacionarse las premisas
entre sí y con la conclusión.

En un diagrama de tipo estándar —estamos viendo la teoría estándar, no la de


Toulmin— tenemos dos tipos de elementos básicos. Tenemos puntos y tenemos
una relación entre los puntos. Visto de manera abstracta lo que tenemos es un
árbol, una estructura de árbol. Ustedes han visto un ejemplo de la estructura de
árbol en las clases prácticas cuando vieron el árbol de descomposición de las
fórmulas. Los elementos abstractos de este árbol son un conjunto de puntos y una
relación entre estos puntos. Gráficamente lo que vamos a tener son círculos,
círculos que tienen dentro suyo un número natural que numera una de las
proposiciones de un argumento. Y el segundo elemento son flechas que relacionan
estos otros elementos que son los círculos.

Intuitivamente lo que tenemos son círculos numerados que están representado


proposiciones, que pueden ser premisas, conclusiones intermedias o conclusiones
finales. En un argumento complejo además de la conclusión final suelen tener
conclusiones intermedias. Y la flecha lo que representa intuitivamente es la
relación de apoyo que se pretende que una premisa otorga por sí sola o en
conjunción con otras premisas a una determinada proposición, a una determinada
conclusión que puede ser intermedia o final. El resultado de todo esto es un árbol:
el diagrama estándar de un argumento es un árbol que nos revela de qué manera
apoyan las premisas a las conclusiones y cómo se relacionan entre sí las premisas.
Diagramas de argumentos:

3 Círculo numerado (representa proposiciones)

Flecha: Relación de apoyo que las premisas otorgan por sí solas


(o con otras) a una determinada proposición
(sea intermedia o final)

¿Cuáles son las estructuras básicas en la teoría estándar de argumentos? Tenemos


una estructura que es la estructura más simple que podemos tener a la cual vamos
a llamar ―estructura simple‖:

Estructura simple:
1. Dios no existe
1
2. Todo esta permitido
Apoya la conclusión

Tenemos una premisa que apoya a una conclusión, pongamos por caso que 1 es la
proposición ―Dios no existe‖ y que 2 es la proposición ―Todo está permitido‖. Entonces
el argumento ―Dios no existe, por lo tanto todo está permitido‖ puede ser diagramado
mediante este diagrama que tiene una estructura simple, la estructura más elemental que
uno puede tener. Una premisa que apoya a una conclusión.

Otra estructura básica es la que se suele llamar ―estructura convergente‖:


Estructura convergente:
1. Se vio entrar a Juan en el lugar del crimen
1 2 minutos antes del crimen.

2. Las huellas dactilares están en el lugar del


crimen.

3. Juan cometió el crimen.


3

Antes de seguir les aclaro que la terminología respecto a las estructuras básicas no es
uniforme en todos los autores. Pueden encontrar la misma estructura con otro nombre.
En general vamos a adoptar el nombre que les da Freeman en sus textos, que es el lugar
clásico de análisis de estructuras de argumentos en los últimos veinte, veinticinco años.

Entonces, en la terminología que vamos a adoptar esto se va a llamar ―estructura


convergente‖ ¿Qué característica tiene la estructura convergente? La conclusión está
apoyada por más de una premisa. Aquí pusimos dos premisas pero puede haber más.
¿Cuál es la característica de la estructura convergente? Es que este apoyo es
independiente. Es decir, que 1 y 2 apoyan a 3 de manera independiente. ¿Qué quiere
decir esto? Que si yo elimino 2, 1 sigue apoyando a 3, sigue otorgándole cierto apoyo.
Si elimino 1, 2 sigue apoyando independientemente a 3. Un ejemplo paradigmático es el
siguiente: supónganse que la conclusión es ―Juan cometió el crimen‖. Entonces 1 puede
ser ―Se vio entrar a Juan al lugar del crimen unos minutos antes de que se produjese‖. Y
2 puede ser ―Las huellas dactilares de Juan aparecieron en el lugar del crimen‖.
Entonces estas dos premisas otorgan apoyo de manera independiente a ―Juan cometió el
crimen‖. ¿Qué quiere decir que el apoyo sea independiente? Que si elimino 2, 1 sigue
otorgándole cierto apoyo a la conclusión ―Juan cometió el crimen‖. Y lo mismo pasa
con 2, si yo elimino 1, aun cuando he eliminado 1, 2 le sigue otorgando cierto apoyo,
cierto fundamento, a la conclusión ―Juan cometió el crimen‖. Por supuesto que si uno
toma las dos en conjunto el apoyo que le otorgan a la conclusión es mayor. Este
argumento es un caso de argumento no deductivo. Porque el hecho de que hayan visto
entrar a Juan minutos antes de que se haya cometido el crimen y que las huellas
dactilares de Juan estén en lugar del crimen no permite inferir deductivamente —de
manera necesaria— que Juan cometió el crimen.

Algo que hay que notar es que las flechas indican la relación de apoyo o de
fundamentación, pero no distinguen entre apoyo deductivo y apoyo no deductivo. En
este caso lo que tenemos es una relación de fundamentación no deductiva. Pero
podríamos tener una relación de fundamentación deductiva. Por ejemplo, supónganse
que alguien me dice ―Esta materia no la promociona nadie‖ (todavía no me lo dijeron
pero seguramente lo dirán). Entonces yo tomo la lista de notas y digo ―Miren, Juan
Pérez promocionó, María González promocionó, por lo tanto no es cierto que nadie
promociona esta materia, alguien promociona esta materia.‖ Fíjense que acá la premisa
―Juan Pérez promocionó‖ permite por sí sola inferir deductivamente ―Hay alguien que
promocionó la materia‖ o lo que es equivalente ―No es cierto que nadie promocionó la
materia‖, y del mismo modo ―María González promocionó la materia‖ permite inferir
de manera independiente, deductivamente ahora, que ―No es cierto que nadie
promocionó la materia.‖ Es decir, en la técnica de diagramación de argumentos estándar
la flecha indica la relación de apoyo o de pretensión de fundamentación. Pero no
distingue entre pretensión de fundamentación deductiva y no deductiva. Freeman, como
vamos a ver después, soluciona esto agregando algún elemento más a los elementos
básicos de un diagrama en la tradición estándar de diagramación de argumentos. Por su
parte, Toulmin, en su diagrama, tiene un elemento que se llama modalizador que indica
explícitamente cómo se relacionan los fundamentos de la conclusión con la conclusión.

Bueno, veamos otra estructura básica. Hay veces en que las premisas apoyan a la
conclusión pero en conjunto, no de manera independiente. Cada una por sí sola no
otorga el apoyo pretendido a la conclusión. Este diagrama, esta estructura básica se
llama ―enlazada‖:

1 2

3
A diferencia de lo que sucede con la estructura convergente, las premisas —que en este
diagrama que ponemos como ejemplo son dos, pero podrían que ser más de dos—
apoyan a la conclusión pero no de manera independiente sino de manera conjunta. De
manera que si eliminamos alguna de esas premisas ya no obtenemos el apoyo
pretendido para la conclusión. Un ejemplo sencillo. Vamos a tomar una modificación
del argumento que pusimos para ejemplificar la estructura simple. Supongamos que la
primera premisa es ―Si Dios no existe, todo está permitido.‖ Y la premisa dos es ―Dios
no existe‖ y tres (la conclusión) es ―Todo está permitido‖.

1. Si Dios no existe, todo está permitido.


2. Dios no existe.
3. Todo está permitido.

Entonces tenemos dos premisas como en el caso anterior en la estructura convergente y


una conclusión. Pero a diferencia del caso anterior, si uno elimina alguna de las
premisas, por ejemplo si elimina ―Si Dios no existe, todo está permitido‖, de ―Dios no
existe‖ no se sigue deductivamente que ―Todo está permitido‖. Y lo mismo sucede con
el caso de la otra premisa. Si uno elimina la otra premisa no se cumple la pretensión de
quien formuló el argumento. Quien formuló el argumento pretende que la conclusión se
infiera deductivamente de estas premisas de manera enlazada.

La idea es que uno puede realizar la diagramación de argumentos en diferentes etapas


de la reconstrucción de un argumento. Como habíamos visto la reconstrucción de
argumentos suele incluir la reposición de premisas implícitas. Entonces antes de la
reconstrucción, el argumento que vimos en primer lugar tiene una estructura simple.
―Dios no existe, por lo tanto todo está permitido‖. Pero si uno reconstruye este
argumento, se pregunta ¿cuál o cuáles son las premisas que uno sensatamente podría
suponer que están implícitas y que quien formuló el argumento tenía en mente?
Podemos suponer que en el caso del argumento que vimos en primer lugar quien
formuló el argumento dejó implícita la premisa ―Si Dios no existe, todo está permitido‖.
Entonces, si realizamos la diagramación de argumentos después de la reconstrucción
tenemos que hacer figurar en el diagrama las premisas implícitas y distinguirlas de las
premisas explicitas. Bueno, esto lo tenemos que hacer con algún recurso gráfico que
distinga los dos tipos de premisas. En el Copi-Cohen tienen la siguiente convención: un
círculo en el cual la línea que marcan el perímetro no es continua sino discontinua
indica que esa es una premisa implícita.

2 Premisa implícita
1

Entonces, si reconstruimos al argumento y queremos diagramar el argumento


reconstruido, nos va a interesar distinguir premisas implícitas de premisas explicitas.

Otra estructura básica es la estructura divergente:

Estructura divergente:

1. El determinismo es verdadero.
1 2. Mis acciones no son libres.
3. Las oraciones contingentes referidas al futuro
tiene un valor de verdad definido en el presente.

2 3

Tengo una proposición que fundamenta dos o más conclusiones. Recuerden que aquí lo
que ponemos como ejemplo es el más sencillo que puede existir de cada estructura
básica. En este caso una misma premisa apoya dos o más conclusiones diferentes.
Supongamos que 1 es la proposición ―El determinismo es verdadero‖. Para
―determinismo‖ vamos a adoptar la definición de Łukasiewicz, que define determinismo
de la siguiente manera: determinismo es la tesis según la cual si una oración es
verdadera en un tiempo T es verdadera en todo tiempo anterior a T. ¿Se ve qué relación
hay con el determinismo en el sentido intuitivo? Vean este ejemplo: ―Me caí en la calle
hoy‖, eso es verdadero hoy a las diez de la mañana, pero si el determinismo es
verdadero esa oración ya fue verdadera en todo tiempo pasado, ya estaba determinado
en todo tiempo pasado y en todo tiempo pasado la oración tenía el valor de verdad
verdadero. Łukasiewicz pretende precisar la noción de determinismo y entonces
propone adoptar esta definición precisa de determinismo que se corresponde más o
menos bien con la caracterización intuitiva. Bueno, ―El determinismo es verdadero‖,
esta es la premisa. Y ella permite fundamentar dos oraciones, la oración ―Mis acciones
no son libres‖ y ―Las proposiciones contingentes referidas al futuro tienen un valor
determinado en el momento presente‖. Esta última oración tiene que ver con el
problema que plantea Aristóteles en De interpretatione, 9. Si yo tengo una oración
como ―Mañana lloverá en Buenos Aires‖, esa es una oración contingente, no es
necesaria como ―Dos más dos es igual a cuatro‖ y es una oración referida al futuro.
Aristóteles en ese texto establece una relación entre esta cuestión semántica —el valor
de verdad de las oraciones contingentes referidas al futuro— con una cuestión
metafísica que es la del determinismo o fatalismo. Si uno sostiene que las oraciones
contingentes referidas al futuro tienen un valor de verdad determinado –verdadero o
falso—en el momento presente, entonces, según una interpretación del texto de
Aristóteles, se está comprometiendo con el determinismo o con el fatalismo.

Otra estructura básica es la estructura serial:

Estructura serial:

1 1. El determinismo es verdadero.
2. No soy causa primera de mis acciones.
3. No soy libre ni responsable de mis acciones.

En general los argumentos con algún grado de complicación tienen conclusiones


intermedias. Por ejemplo, 1: ―El determinismo es verdadero‖ permite concluir 2:
―No soy causa primera de mis acciones‖ y, a su vez, 2 apoya a 3: ―No soy libre ni
responsable de mis acciones‖. Entonces, tenemos que 1 apoya 2, que funciona
como conclusión intermedia, y a su vez 2 funciona como apoyo a 3, que funciona
como conclusión final. Este esquema es el más sencillo que uno puede tener en
una estructura serial.
Es importante notar que se puede realizar la diagramación de argumentos en
cualquiera de las distintas etapas de la reconstrucción de un argumento.
Justamente, una de las utilidades de la diagramación de un argumento es hacer
explícito qué falta, qué premisas debería uno reponer y hacer explícitas para que el
argumento cumpla con su pretensión de fundamentación. La idea es que si la
pretensión de quienes crearon esta teoría estándar es exitosa, entonces cualquier
argumento complejo va a poder diagramarse como combinación de esas
estructuras básicas.

Vamos a tratar de aplicar esta técnica en un argumento sencillo que aparece en las
Meditaciones metafísicas, tercera meditación. Les leo el argumento:

Solo me queda por examinar de qué modo he adquirido esa idea [se refiere a la idea
de Dios], pues no la he recibido por los sentidos y nunca se me ha presentado
inesperadamente como las ideas de las cosas sensibles, cuando tales cosas se
presentan o parecen hacerlo a los órganos externos de mis sentidos. Tampoco es
puro efecto o ficción de mi espíritu, pues no está en mí poder aumentarla o
disminuirla en cosa alguna y por consiguiente no queda sino decir que al igual que
la idea de mí mismo ha nacido conmigo a partir del momento mismo en que yo he
sido creado.

¿Cuál es la conclusión? Que la idea de Dios es innata. Tenemos en el texto una


conclusión que podemos parafrasear como ―La idea de Dios es innata‖. Ahora
bien, ¿cuáles son las premisas que Descartes trae a cuento para fundamentar esta
conclusión? ¿Hay alguna(s) premisa(s) implícita(s)?

Una premisa implícita en el argumento cartesiano —implícita en este fragmento,


pero que es explícita en el contexto más amplio de las Meditaciones metafísicas—
es la que afirma que toda idea es, o bien innata, o bien una ficción de mi espíritu,
o bien una idea que he recibido de los sentidos. De esta premisa se sigue, como
caso particular, que la idea de Dios es, o bien innata, o bien una ficción de mi
espíritu, o bien una idea que he recibido de los sentidos.

El argumento cartesiano realiza un proceso de eliminación de alternativas. Elimina


la alternativa ―La idea de Dios no tiene su origen en los sentidos‖ y fundamenta
esto en que la idea de Dios nunca se me ha presentado inesperadamente al espíritu
como lo hacen las ideas de las cosas sensibles tales cosas se presentan, o parecen
hacerlo, a los órganos externos de mis sentidos. Elimina la otra alternativa que es
―La idea de Dios es una ficción de mi espíritu‖ fundamentando esto en que no
puedo aumentar ni disminuir en nada la idea de Dios, en conjunción con la premisa
implícita ―Las ideas ficticias pueden aumentarse o disminuirse a voluntad‖ o, ―Si
no puedo agregar ni quitar nada a una idea, entonces esa idea no es una ficción de
mi espíritu‖. Yo tengo la idea de dragón, esta es una idea ficticia, y puedo
agregarle o quitarle notas, como la de ser verde. Pero no puedo hacer esto con la
idea de Dios, y entonces esto me prueba que no es una idea ficticia. Solo queda,
por lo tanto, la tercera alternativa, es decir que la idea de Dios es una idea innata.

El argumento reconstruido, en el cual el númeral de las premisas implícitas está


indicado entre corchetes, es el siguiente:

1. La idea de Dios nunca se me ha presentado inesperadamente.

2. Las ideas de las cosas sensibles se presentan inesperadamente cuando


tales cosas se presentan, o parecen hacerlo, a los órganos externos de mis sentidos.

3. No he recibido la idea de Dios a través de los sentidos.

4. No puedo agregar ni quitar nada a la idea de Dios.

[5] Si no puedo agregar ni quitar nada a una idea, entonces esa idea no es
una ficción de mi espíritu.

6. La idea de Dios no es una ficción de mi espíritu.

[7] Toda idea es, o bien innata, o bien una ficción de mi espíritu, o bien una
idea que he recibido de los sentidos.

[8] La idea de Dios es, o bien innata, o bien una ficción de mi espíritu, o bien
una idea que he recibido de los sentidos.

9. La idea de Dios es innata en mí.

Diagrama del argumento reconstruido:


1 2 4 5

3 6 8

Actividad 4

La siguiente es la tarea de selección de Wason, la madre de todos los


experimentos en psicología del razonamiento.

Se le muestran cuatro cartas, cada una de las cuales tiene un número escrito
en una de sus caras y una letra en su otra cara. Las caras visibles de las cartas
son las siguientes:

¿Qué carta(s) es necesario dar vuelta para determinar si la afirmación A es


verdadera o falsa?
(A) Si una carta tiene una vocal en una de sus caras, entonces tiene un
número par en su otra cara.
Nota: La solución de este problema requiere la aplicación de una
cláusula semántica que se enseña al comienzo de todos los cursos
elementales de lógica matemática. Sin embargo, aun quienes han tomado esos
cursos tienen dificultades para dar la respuesta correcta (por lo menos, la
respuesta correcta según la lógica clásica).

Actividad 5

Considere el siguiente argumento de Frank Jackson en contra del


fisicalismo7:

Mary es una científica brillante que está, por alguna razón, forzada a
investigar el mundo desde un cuarto blanco y negro a través del
monitor de un televisor en blanco y negro. Se especializa en la
neurofisiología de la visión y adquiere, supongamos, toda la
información física que hay para obtener acerca de lo que sucede
cuando vemos tomates maduros, o el cielo, y usa términos como
"rojo", "azul", etc. Ella descubre, por ejemplo, exactamente qué
combinación de longitudes de onda del cielo estimulan la retina, y
exactamente cómo esto produce a través del sistema nervioso la
contracción de las cuerdas vocales y la expulsión de aire de los
pulmones que resulta en la pronunciación de la oración "El cielo es
azul". [...] ¿Qué sucederá cuando Mary sea liberada de su cuarto
blanco y negro o se le dé un televisor con un monitor en color?
¿Aprenderá algo o no? Parece obvio que aprenderá algo acerca del
mundo y nuestra experiencia visual de él. Pero entonces es
innegable que su conocimiento previo era incompleto. Pero tenía
toda la información física. Ergo, hay algo más a tener que eso, y el
fisicalismo es falso.

y la siguiente reconstrucción del argumento:

① Antes de dejar el cuarto blanco y negro Mary tenía toda la información


física acerca de la visión de los colores. ② Si Mary adquiere nueva
información acerca de la visión de los colores fuera del cuarto, esta
información no será de carácter físico. ③ Al salir del cuarto Mary adquirirá
nueva información sobre la visión de los colores. ④ La información que
Mary adquirirá sobre la visión de los colores al salir del cuarto no será de
carácter físico. ⑤ Si, fuera del cuarto, Mary adquiere nueva información

7
Jackson, Frank (1982). “Epiphenomenal qualia”. Philosophical Quarterly 32 (April):127-136.
acerca de la visión de los colores cuyo carácter no es físico, entonces esa
información será sobre una propiedad de la experiencia de ver colores que
no es física. ⑥ Fuera del cuarto, Mary adquiere nueva información sobre
una propiedad de la experiencia de ver colores que no es física. ⑦ Si la
experiencia de ver colores tiene una propiedad que no es física, entonces el
fisicalismo es falso. ⑧ El fisicalismo es falso.

¿Cuál es el diagrama estándar correspondiente a esta reconstrucción del


argumento?
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 5 (Viernes 30 de abril – 4 de mayo)
Tema: Diagramación de argumentos. Razonamiento a partir de supuestos en el lenguaje
natural y en los sistemas de deducción natural. Razonamiento hipotético. Reductio ad
absurdum. Razonamiento por casos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Hasta ahora hemos visto casos en los que una serie de proposiciones, que no
conformaban un argumento (en el sentido intuitivo del término) por sí mismas,
apoyaban a una conclusión. Hay otro tipo de estructuras argumentativas en las cuales el
apoyo para la conclusión de un argumento está dado por otro argumento. Esto también
tiene un reflejo en la lógica formal, porque hay una serie de reglas de inferencia —el
número de esas reglas depende de la presentación particular de la lógica que estén
viendo— que trabajan de esta manera. Es decir se apoya una conclusión —en este caso
la conclusión va a ser una fórmula de un lenguaje formal, como el lenguaje de la lógica
proposicional o el lenguaje de la lógica de predicados— basándose en un argumento.
De manera que lo que tenemos en estas reglas es lo que se suele llamar un
subargumento o subderivación que apoya la conclusión de un argumento. Estas reglas
reflejan maneras de argumentar que no son novedosas sino que aparecen ya en la
filosofía y en la matemática antigua.

La presentación de la lógica que ustedes van a ver en las clases prácticas, la


presentación de la lógica de primer orden como un sistema de deducción natural,
pretende recuperar esas maneras tradicionales de argumentar de los matemáticos. La
presentación de deducción natural se contrapone a la presentación de la lógica como un
sistema axiomático, que parte de fórmulas básicas que no se demuestran —los
axiomas—. La presentación predominante de lógica matemática hasta 1934, año en que
aparecen estas presentaciones de deducción natural, era la presentación axiomática. Lo
que observan estos autores que crean la presentación de la lógica como sistema de
deducción natural —un polaco, Jaśkowski1 y un alemán, Gentzen2— es que los

1
―On the Rules of Suppositions in Formal Logic”. Studia Logica 1, 1934 pp. 5–32.

1
matemáticos cuando hacen sus demostraciones no lo hacen basándose en esos sistemas
axiomáticos sino que suelen argumentar a partir de supuestos, una forma de argumentar
que ellos tratan de reflejar en sus sistemas. En efecto, dice Jaśkowski:

En 1926 el Prof. J. Łukasiewicz llamó la atención sobre el hecho de que los


matemáticos en sus pruebas no apelan a las tesis de la teoría de la deducción, sino
que hacen uso de otros métodos de razonamiento. El principal instrumento empleado
en su método es el de una suposición arbitraria. El problema planteado por
Łukasiewicz era cómo poner estos métodos en forma de reglas estructurales y
analizar su relación con la teoría de la deducción. El presente trabajo contiene la
solución a ese problema. (1934, p. 5)

En el mismo sentido. afirma Gentzen:

Mi punto fue el siguiente: La de partida formalización de la deducción lógica,


especialmente como ha sido desarrollada por Frege, Russell y Hilbert dista mucho de
las formas de deducción utilizadas en la práctica en las pruebas matemáticas. (1969,
p. 68). La deducción natural, sin embargo, no significa, en general, partir de
proposiciones lógicas básicas [axiomas], sino más bien de supuestos a los que se
aplican las deducciones lógicas. Por medio de una inferencia posterior, el resultado
es, nuevamente independiente de la suposición (1969, p.75) Deseamos establecer un
formalismo que refleje con la mayor precisión posible el razonamiento lógico real
implicado en las pruebas matemáticas. (1969, p.74)

Por ello, el estudio de este tipo de argumentos tiene importancia para que ustedes
entiendan lo que hacen cuando escriben las derivaciones. Suele suceder que luego de un
curso de lógica formal muchxs estudiantes pueden hacer derivaciones de manera
satisfactoria. Pero sin entender lo que están haciendo. Entonces, cuando se les presenta
un argumento del lenguaje natural, en el cual se instancia esta manera de argumentar, no
reconocen que la manera de argumentar es la misma que está representada formalmente
por una regla de la lógica proposicional o de predicados. Por ejemplo, no se dan cuenta
que un argumento determinado es una instancia de razonamiento por reducción al
absurdo. Pero sí pueden hacer una derivación en la cual la regla principal es la regla que
refleja esta manera de razonar, la regla de introducción de la negación. Es decir, que
aprenden mecánicamente a hacer derivaciones, pero no saben qué están haciendo. Por

2
―Untersuchungen über das logische Schliessen‖. Mathematische Zeitschrift, 39, pp.176-210, pp. 405-
431. Traducido al inglés en Szabo, M. (1969) The Collected Papers of Gerhard Gentzen, Amsterdam:
North-Holland, pp. 68–131.

2
ello, tiene importancia que reconozcan la contraparte no formal de la regla que codifica
esa estrategia argumentativa.

Comencemos con un caso de estructura argumentativa de este tipo, un caso de


razonamiento a partir de supuestos, el de los razonamientos hipotéticos, que parten de
un supuesto, de una hipótesis provisoria, para concluir una proposición condicional.

Vamos a aclarar una cuestión terminológica. Se puede hacer una distinción entre dos
tipos de supuestos. En el texto de GAMUT todos se llaman supuestos, tanto las
premisas como las hipótesis provisorias. Pero podemos hacer una distinción útil.
Tenemos por un lado supuestos iniciales o premisas. Los supuestos iniciales o premisas
son aquellos supuestos que yo acepto sin más. Son supuestos que no cuestiono, de los
cuales parto, en los cuales creo. Por otro lado tengo otro tipo de supuestos que son de
este segundo tipo: supuestos provisorios. En el lenguaje natural se caracterizan por estar
precedidos por expresiones del tipo de ―Supongamos que …‖ , ―Supóngase que …‖. En
el texto de GAMUT tanto a las premisas como a las hipótesis provisorias se las llama
supuestos.

Iniciales o premisas (no necesitan cancelarse)

Supuestos

Provisorios (necesitan cancelarse)

Pero uno puede hacer esta diferenciación entre aquellas fórmulas de las cuales uno parte
y que no debe, en términos técnicos, cancelar, y aquellas fórmulas que son supuestos
provisorios, es decir, fórmulas que uno acepta provisoriamente pero que debe luego
cancelar antes de llegar a la conclusión.

Estudiante: ¿Qué significa cancelar?

Profesor: Yo puedo utilizar un supuesto provisorio en el proceso de argumentación pero


todo lo que se derive de él, si no realizo esta operación que se llama cancelación, va a

3
depender de las premisas en las que sí creo y también de este supuesto: lo que concluyo
no va a depender sólo de las premisas sino también de los supuestos provisorios que
haya introducido. Entonces si yo quiero que mi conclusión dependa solo de las premisas
tengo que hacer alguna operación que cancele los supuestos provisorios. Intuitivamente,
esto quiere decir que tengo que lograr que la conclusión ya no dependa de que el
supuesto provisorio sea verdadero o no. Esto es lo que afirma Jaśkowski: ―[La
conclusión de un argumento hipotético] no depende de ningún supuesto. Seguiría siendo
verdadera incluso en el caso en el que los supuestos usados fueran falsos.‖3

Podemos dar el ejemplo de alguien que está intentando planificar sus finanzas.
Entonces dice ―Supongamos que la inflación se mantiene en un veinte por ciento este
año‖, entonces uno con ese supuesto más otras premisas adicionales concluye que ―Me
conviene hacer un plazo fijo‖ o ―Me conviene comprar oro en el Banco Ciudad‖ o lo
que fuere. Pero esa conclusión depende del supuesto de que la inflación se mantendrá en
el veinte por ciento. Si no se mantiene en el veinte por ciento quizás me convenga hacer
otro tipo de inversión. Entonces la pregunta es: ¿qué puedo concluir que no dependa de
la verdad o la falsedad eventual de ―la inflación se mantendrá en el veinte por ciento‖?
¿Puedo concluir algo? Sí, puedo concluir sobre la base de este argumento que ―Si la
inflación permanece en el veinte por ciento anual, entonces me conviene comprar oro en
el Banco Ciudad‖. La conclusión no es una conclusión categórica sino condicional. Dice
―Si la inflación se mantiene en el veinte por ciento entonces…‖. Es decir, no afirmo
categóricamente el antecedente sino que afirmo que si se da el antecedente del
condicional, entonces se da su consecuente. Si efectivamente el consecuente se infiere
deductivamente del antecedente del condicional, entonces —por definición de
inferencia deductiva (válida)— no puede suceder que el antecedente sea verdadero y el
consecuente falso. Pero eso significa —por la tabla de verdad del condicional— que el
condicional ―Si φ, entonces ψ‖ no puede ser falso, independientemente de cuál sea el
valor de verdad de φ.

Veamos un ejemplo trivial: supongamos que hay número par de estrellas en la Vía
Láctea. No sabemos cuántas hay en realidad pero de este supuesto se puede concluir,
con la ayuda de premisas matemáticas elementales, que el sucesor inmediato del

3
Jaśkowski, Op. Cit., p.6.

4
número de estrellas que hay en la vía Láctea es impar. Porque el sucesor inmediato de
un número par es impar. Entonces, ¿qué puedo concluir que no dependa (de la verdad)
del supuesto? Algo que puedo concluir, el condicional: ―Si hay un número par de
estrellas en la vía Láctea, entonces el sucesor inmediato de ese número es impar‖.

Estudiante: ¿Siempre me va a dar un condicional la forma de argumentar a partir de


supuestos?

Profesor: Esto presenta una forma de argumentar a partir de supuestos en la cual la


conclusión es un condicional. Pero no necesariamente debe serlo, como veremos.

Tenemos, entonces, un esquema argumentativo cuyo diagrama estándar es el siguiente y


en el cual el subargumento que apoya a la conclusión principal está encerrado en un
rectángulo:

Esta estrategia argumentativa queda codificada en el sistema de deducción natural de


Gentzen, en la versión del libro de texto que usan en las clases prácticas, por la siguiente
regla, la regla de introducción del condicional:

En esta notación para indicar que el supuesto ya ha sido cancelado se cierra el arco, al
cerrar el arco lo que queda encerrado en él es lo que se suele llamar en lógica
matemática una subderivación o subargumento.

5
Otra manera de argumentar clásica que apoya una conclusión en un argumento es la que
se suele llamar reducción al absurdo o si quieren decirlo en latín reductio ad absurdum.
Es una forma de argumentar que estos lógicos que presentan la lógica de primer orden
como un sistema de deducción natural recogen en sus sistemas. Intuitivamente, ¿cuál es
la estructura de un argumento por reducción al absurdo? Es la siguiente. Ustedes
postulan un supuesto φ y, si a partir de ese supuesto y las premisas de las que parten
pueden inferir deductivamente una contradicción explícita como (ψψ), entonces
están autorizados a concluir φ. En el libro de GAMUT, la expresión formal de esto es
la siguiente: suponemos φ —e indicamos gráficamente que es un supuesto provisorio
dibujando un ángulo recto a su izquierda— y si a partir de φ llegamos a una
proposición que vamos a llamar falsum, entonces podemos inferir φ. La característica
semántica de esta constante proposicional que se simboliza con  es que es siempre
falsa. Se llama falsum (lo falso), utilizando un término latino. Es una proposición que es
siempre falsa; por ejemplo, una contradicción explícita de la forma  y no-.

Este es el esquema de la reductio ad absurdum en el método de diagramación estándar:

Esta estrategia argumentativa queda codificada en el sistema de deducción natural de


Gentzen, en la versión del libro de texto que usan en las clases prácticas, por la siguiente
regla, la regla de introducción de la negación:

6
Hay que aclarar que reductio tiene un significado estricto que es el de reducción al
absurdo, pero que a veces se usa en un sentido amplio. La reductio puede ser una
reductio más débil, una reductio a lo falso. Es decir, si uno parte de un supuesto y llega
a algo falso —no necesariamente a una contradicción— concluye que ese supuesto es
falso. Hay reductios más débiles todavía, reductio ad incomodum, que consiste en
mostrar al interlocutor que aquello que está sosteniendo lo lleva a tener que sostener
otra tesis que no está dispuesto a sostener.

Uno puede preguntarse cómo se infiere φ utilizando este esquema argumental. Se


puede codificar esta forma de argumentación de manera que pueda resultar más intuitiva
como un caso particular de modus tollens: si uno acepta el razonamiento hipotético,
acepta que no hay contradicciones verdaderas y acepta la validez del modus tollens,
entonces debe aceptar también que, si a partir de suponer φ se puede obtener una
contradicción, entonces se puede inferir deductivamente φ. Una regla de inferencia
deductiva que parece muy intuitiva es, justamente, la del modus (tollendo) tollens:

Si φ, entonces ψ.
No-ψ.

No-φ.

Un ejemplo sencillo muestra el carácter intuitivo de la regla del modus tollens: ―Si 15 es
múltiplo de 4, entonces 15 es múltiplo de 2. 15 no es múltiplo de 2, por lo tanto 15 no es
múltiplo de 4‖.

Si aceptan lo anterior, entonces pueden desplegar el razonamiento por reducción al


absurdo en el siguiente diagrama:

7
[φ]
.
.
.
 y no-

Si φ, entonces ( y no-) no-( y no-)

No-φ

Un ejemplo clásico de argumento por reducción al absurdo es el argumento ontológico


de San Anselmo, un filósofo del siglo XI. Les leo el argumento de Anselmo que aparece
en su Proslogion:

Así pues, oh, Señor, tú que me das la inteligencia de la fe concédeme


en cuanto este conocimiento me puede ser útil, que tú existes, como lo
creemos y que eres lo que creemos. Creemos que encima de ti no se
puede concebir nada por el pensamiento. Se trata por consiguiente de
saber si tal ser existe. Porque el insensato ha dicho en su corazón ―No
hay Dios‖. Pero cuando me oye decir que hay un ser por el cual no se
puede imaginar nada mayor, este mismo insensato comprende lo que
digo. El pensamiento, la idea de dios, está en su inteligencia, aunque
no crea que existe el objeto de este pensamiento. Porque una cosa es
tener la idea de un objeto cualquiera y otra creer en su existencia.
Porque cuando el pintor piensa de antemano en el cuadro que va a
hacer lo posee ciertamente en su inteligencia, pero sabe que no existe
aun, ya que todavía no lo ha ejecutado. Cuando, por el contrario lo
tiene pintado, no solamente lo tiene en el espíritu sino que sabe
también que lo ha hecho. El insensato tiene que convenir en que tiene
el espíritu una idea de un ser por encima del cual no se puede concebir
ninguna cosa mayor, porque cuando oye enunciar este pensamiento lo
comprende. Y todo lo que se comprende está en la inteligencia. Y sin
duda alguna este objeto por encima del cual no se puede concebir nada
mayor no existe en la inteligencia solamente. Porque si así fuera se
podría suponer por lo menos que existe también en la realidad. Nueva
condición que haría a un ser mayor que aquel que no tiene existencia
mas que en el puro y simple pensamiento. Por consiguiente si este
objeto por encima del cual no hay nada mayor tuviese solamente en la
inteligencia sería sin embargo tal que habría algo por encima de él. Lo
que ciertamente no puede ser. Existe por consiguiente de modo cierto
un ser por encima del cual no se puede imaginar nada ni en el
pensamiento ni en la realidad.

8
¿Cuál es la estructura del argumento de Anselmo en tanto argumento por reducción al
absurdo? El diagrama estándar desplegado del argumento es, de acuerdo a lo anterior, el
siguiente:

Por otra parte, el diagrama estándar sin desplegar de este argumento por reducción al
absurdo es el siguiente:

[Dios existe sólo en el pensamiento]


.
.
.
Dios es el ser tal que nada mayor puede
ser pensado y Dios no es el ser tal que
nada mayor puede ser pensado.

No se da que Dios exista sólo en el pensamiento.

Veamos ahora otro esquema argumental que también involucra el uso de supuestos.
Comenzaremos con un ejemplo de esta estrategia argumental. Les voy a leer un

9
fragmento de la Apología de Sócrates y les voy a pedir que me digan cuál es la
estructura del argumento que aparece aquí. Se trata del pasaje 40c-41c. Es el final de la
Apología de Sócrates. Sócrates ha sido condenado a beber la cicuta y, entonces, se
dirige a los jueces y formula un argumento:

Reflexionamos un momento. Grande es la esperanza de que esto sea


un bien. En efecto, morir es una de dos cosas: o bien no existe ni se
posee ninguna sensación de nada, o bien, como algunos dicen, se
produce una transformación del alma y un cambio de morada desde
este lugar hacia otro lugar. Ahora bien, si no hay ninguna sensación
sino que es como un sueño al modo de cuando el que duerme no sueña
ni ve nada, maravillosa ganancia sería la muerte. Porque a mí me
parece que si alguien tuviese que elegir aquella noche en la cual se ha
dormido tan profundamente como para no ver sueños, tras comparar
con aquella noche las demás noches y días de su vida, debería
examinarlas y decir cuántos días y noches mejores y más agradables
que esa ha vivido en su propia vida. Pienso que no solo un particular
cualquiera sino el mismo Gran Rey encontraría pocas para contar en
relación con otras noches y días. Por consiguiente, si la muerte es algo
de esta índole significaría para mí ganancia. Pues el tiempo integro no
parecería ser más largo que una sola noche. Si, en cambio, la muerte
es algo así como un partir a otro lugar y es cierto lo que se cuenta, en
el sentido de que allí están todos los que han muerto ¿Qué mayor bien
habría que este, señores jueces? En efecto, si uno llegara al Hades
desembarazado de estos que se dicen jueces y hallase verdaderos
jueces, aquellos de los que se dicen que juzgan ahí (…) y además
aquellos semidioses que han sido justos en sus propias vidas ¿sería
acaso un viaje de poco valor por convivir además con Orfeo y Museo,
Hesíodo y Homero? ¿Cuánto no daría cualquiera de ustedes? En
cuanto a mí, estoy dispuesto a morir muchas veces si esto es verdad ya
que para mí particularmente sería una manera maravillosa de pasar el
tiempo, ya que podría conversar con cualquiera de los antiguos que
haya muerto merced a una sentencia injusta. Contrastar mi
padecimiento con el de ellos, me parece, no sería desagradable. Y lo
más grande de todo, como los de aquí, examinar e inquirir allí quién
de ellos es sabio y quién de ellos parece serlo pero no es.

¿Cuál es el argumento que está formulando Platón? ¿Cuál es su conclusión y cuáles sus
premisas?

Estudiante: Morir es un bien.

Profesor: ―La muerte es un bien‖. Esa es la conclusión, conclusión que, por lo menos en
el pasaje que leímos, no está explícita pero que si reconstruimos el argumento
deberíamos reponer. ¿Cuál es la fundamentación de esa conclusión? Una de las
premisas es justamente que ―O bien la muerte es como un dormir sin sueños o bien la

10
muerte es un paso de este lugar a otro lugar en el cual nos encontraremos con los que
han muerto antes y en particular con los grandes hombres de ayer, hoy y siempre‖.
Entonces, la estructura de esa premisa en lenguaje natural es:

O bien se da φ o bien se da ψ

Sócrates dice no saber cuál de esas dos alternativas es la que es efectivamente el caso.
No sabe si la muerte es como un dormir sin sueños, una especie de Nirvana, o si es el
paso de este mundo a otro mundo en que nos encontraremos con grandes hombres de
ayer, hoy y siempre. Entonces, introducimos un primer supuesto por el cual se supone
que la muerte es una especie de paso a un Nirvana. A partir de ese supuesto y de otras
proposiciones como, por ejemplo, la proposición que dice que ―El dormir sin sueños
constituye una gran felicidad propia del Gran Rey‖ se infiere una conclusión: ―La
muerte es un bien‖.

Pero Sócrates dice no saber cuál de esas dos alternativas es la que efectivamente se da.
Entonces, procede a considerar la segunda alternativa. ¿Qué pasaría si la muerte fuese
un paso de este lugar en el que estamos a otro lugar en el que están todos los que han
muerto antes? De ese supuesto más otras premisas que Sócrates apoya, como ―Si en ese
lugar están todos los que han muerto antes, también están los grandes hombres de ayer
hoy y siempre‖, ―Es bueno dialogar con los grandes hombres de ayer, hoy y siempre
para ver si efectivamente eran sabios o eran unos chantas‖, ―La oportunidad de
examinar a los grandes hombres de ayer, hoy y siempre constituiría una grandísima
felicidad‖, concluye que la muerte, en ese segundo caso, también sería un bien. La
conclusión final de Sócrates es que, por lo tanto, en cualquier caso —en cualquiera de
los dos casos planteados— la muerte sería un bien. Noten que esta conclusión ya no
depende de ningún supuesto, ni del primero ni del segundo.

Esto es lo que se llama un razonamiento por alternativas, dilema (constructivo), o, en


matemáticas, en la que es una estrategia muy común para demostrar teoremas,
demostración por casos. Nosotros tenemos una serie de casos que se supone que son
conjuntamente exhaustivos, que contemplan todas las alternativas. Entonces si en todos
los casos se da que uno puede derivar una proposición, puede afirmar esa proposición
ya sin depender de ningún supuesto. La idea es que para que una demostración por

11
casos sea no solamente válida sino también sólida, la primera premisa tiene que ser una
premisa verdadera. Si uno se olvida de alguna alternativa entonces la premisa no es
verdadera y se comete una falacia que se llama falacia de olvido de alternativas o falso
dilema. El argumento sigue siendo válido pero la premisa disyuntiva es falsa, y entonces
no podemos asegurar la transmisión de verdad a la conclusión. Y se trata de una falacia
que no es una falacia formal sino una falacia no formal. Porque el argumento es
formalmente válido. Pero, claro, puede no ser sólido. En el razonamiento por casos lo
que tenemos que asegurar para que la premisa disyuntiva sea verdadera es que las
alternativas sean conjuntamente exhaustivas, es decir que en conjunto abarquen todas
las posibilidades o alternativas que hay que considerar.

Aclaremos que pueden ser más casos, tres, cuatro, n alternativas. No necesariamente en
una demostración por casos hay solo dos alternativas, puede haber más aunque en este
ejemplo, en el argumento platónico, hay dos.

Entonces, veamos la diagramación estándar correspondiente a esta estrategia


argumental:



Lo primero que tienen que percibir es que se trata de una estructura enlazada que
necesita tanto de la premisa disyuntiva como de las dos subderivaciones para inferir
válidamente la conclusión final. Lo tienen que diagramar de manera que se vea que esto
es efectivamente un argumento que tiene una estructura enlazada. Uno de los elementos

12
de esa estructura enlazada es la premisa disyuntiva. Necesitan también las dos
subderivaciones o subargumentos que ponemos encerradas en cajas.

La regla de eliminación de la disyunción tal como es formulada en la presentación


original de Gentzen de su sistema de deducción natural refleja este esquema argumental
y es la siguiente:
(  )

.
.
.


.
.
.

También es posible dibujar una variante del diagrama estándar de esta estrategia
argumental que está más en consonancia con la formulación de la regla de eliminación
de la disyunción tal como aparece en el GAMUT. La regla de eliminación de la
disyunción es la codificación de esa estrategia argumental en el sistema de deducción
natural que aparece en ese texto y allí se formula así:

(  )
(  )
(  )

El correspondiente esquema argumental estándar es el siguiente:

13
Solución de la Actividad 5

Considere el siguiente argumento de Frank Jackson en contra del


fisicalismo4:

Mary es una científica brillante que está, por alguna razón, forzada a
investigar el mundo desde un cuarto blanco y negro a través del
monitor de un televisor en blanco y negro. Se especializa en la
neurofisiología de la visión y adquiere, supongamos, toda la
información física que hay para obtener acerca de lo que sucede
cuando vemos tomates maduros, o el cielo, y usa términos como
"rojo", "azul", etc. Ella descubre, por ejemplo, exactamente qué
combinación de longitudes de onda del cielo estimulan la retina, y
exactamente cómo esto produce a través del sistema nervioso la
contracción de las cuerdas vocales y la expulsión de aire de los
pulmones que resulta en la pronunciación de la oración "El cielo es
azul". [...] ¿Qué sucederá cuando Mary sea liberada de su cuarto
blanco y negro o se le dé un televisor con un monitor en color?

4
Jackson, Frank (1982). “Epiphenomenal qualia”. Philosophical Quarterly 32 (April):127-136.

14
¿Aprenderá algo o no? Parece obvio que aprenderá algo acerca del
mundo y nuestra experiencia visual de él. Pero entonces es
innegable que su conocimiento previo era incompleto. Pero tenía
toda la información física. Ergo, hay algo más a tener que eso, y el
fisicalismo es falso.

y la siguiente reconstrucción del argumento:

① Antes de dejar el cuarto blanco y negro Mary tenía toda la información


física acerca de la visión de los colores. ② Si Mary adquiere nueva
información acerca de la visión de los colores fuera del cuarto, esta
información no será de carácter físico. ③ Al salir del cuarto Mary adquirirá
nueva información sobre la visión de los colores. ④ La información que
Mary adquirirá sobre la visión de los colores al salir del cuarto no será de
carácter físico. ⑤ Si, fuera del cuarto, Mary adquiere nueva información
acerca de la visión de los colores cuyo carácter no es físico, entonces esa
información será sobre una propiedad de la experiencia de ver colores que
no es física. ⑥ Fuera del cuarto, Mary adquiere nueva información sobre
una propiedad de la experiencia de ver colores que no es física. ⑦ Si la
experiencia de ver colores tiene una propiedad que no es física, entonces el
fisicalismo es falso. ⑧ El fisicalismo es falso.

¿Cuál es el diagrama estándar correspondiente a esta reconstrucción del


argumento?

Solución:
El diagrama correspondiente a esta reconstrucción del argumento es el
siguiente:

②___________③

④__________⑤

⑥__________⑦

15
Actividad 6

El siguiente argumento del filósofo británico Gilbert Ryle es un ejemplo de


argumento por regresión al infinito que pretende refutar la tesis según la cual
las acciones inteligentes van acompañadas del conocimiento de que tales
acciones deben ser realizadas de determinada manera —es decir, la tesis de
que el saber-cómo presupone un saber-que—:

De acuerdo con una leyenda [intelectualista], cada vez que un


agente hace algo inteligente, su acto va precedido y dirigido por otro
acto interno que consiste en tomar en cuenta una proposición
regulativa apropiada a su problema práctico. [. . .] Para decirlo de
manera muy general, la absurda suposición hecha por la leyenda
intelectualista es que un acto de cualquier clase hereda todo su título
a la inteligencia de alguna operación anterior interna de planificación
de lo que hay que hacer. [. . . Pero] este proceso podría a su vez ser
tonto o inteligente. La regresión es infinita, y esto reduce al absurdo
la teoría de que una operación debe ser dirigida por un proceso
intelectual anterior para ser inteligente. (Ryle, G., El concepto de lo
mental)

Reconstruya el argumento de Ryle y dibuje su diagrama estándar.

https://uba.academia.edu/CarlosOller

16
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 6 (Viernes 18 de mayo)
Tema: Contraargumentos. Esquema de Toulmin. Argumentos derrotables. Excepciones
y recusaciones.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Hasta ahora hemos visto proposiciones que apoyan a otras proposiciones y argumentos
que apoyan a proposiciones, pero también es posible utilizar un argumento para atacar a
otro argumento. Un contraargumento es un argumento que ataca o critica a otro
argumento. Es posible presentar objeciones o críticas a un argumento de diversas
maneras, pero cuando esas críticas se expresan bajo la forma de un argumento estamos
en presencia de un contraargumento.

Un contraargumento puede cuestionar la verdad o la aceptabilidad de la(s) premisa(s) o


de la conclusión del argumento atacado, pero también puede cuestionar la relevancia o
la suficiencia del apoyo que la(s) premisa(s) del argumento criticado ofrece(n) a la
conclusión. Más adelante relacionaremos estos distintos tipos de contraargumentos con
las nociones de refutación y recusación entendidas como dos maneras en las que se
puede atacar un argumento para intentar derrotarlo.

Un ejemplo del par argumento-contrargumento es el presentado por Kant en la primera


antinomia de la razón pura de su Crítica de la Razón Pura (A426/B454 - A434/B462)
para apoyar, por una parte, la conclusión que el mundo —entendido como la totalidad
absoluta del conjunto de las cosas existentes— tiene un comienzo en el tiempo y, por
otra parte, la conclusión que el mundo es infinito en el tiempo. En este ejemplo cada
uno de los dos argumentos refuta al otro ofreciendo apoyo para una conclusión que es la
contradictoria de la conclusión del otro argumento. Esta antinomia, como comenta
Mario Caimi, parece mostrar “un conflicto de la razón consigo misma. Ante ese
conflicto […] solo puede rescatarnos el reconocimiento de que por perfectos que sean
sus raciocinios, la razón sola no obtiene conocimiento (en sentido propio), si no es con
la cooperación de la sensibilidad. La razón, cuando pretende conocer, no puede
aventurarse más allá de los objetos de la experiencia […] ni tampoco puede abarcar la

1
totalidad de esos objetos, ya que esa totalidad absoluta, como tal, nunca es dada en la
experiencia”1

La siguiente es la cita de los pasajes relevantes del texto kantiano:

Tesis

El mundo tiene un comienzo en el tiempo.

Prueba

Supongamos que el mundo no tenga un comienzo en el tiempo. En este caso, ha


transcurrido una eternidad hasta cada instante dado y, consiguientemente, una serie
infinita de estados sucesivos de las cosas que hay en el mundo. Ahora bien, la infinitud
de una serie consiste en que nunca puede terminarse por medio de síntesis sucesivas.
Por tanto, es imposible una infinita serie cósmica pasada y, en consecuencia, constituye
una condición indispensable de la existencia del mundo el que éste haya tenido un
comienzo, que es el primer punto que queríamos demostrar.

Antítesis

El mundo no tiene un comienzo.

Prueba

Supóngase que [el mundo] tiene un comienzo. Como el comienzo es una existencia a la
que precede un tiempo en que la cosa no es, debe haber precedido un tiempo en el que
el mundo no estaba, es decir, un tiempo vacío. Ahora bien, en un tiempo vacío no es
posible ningún surgimiento de cosa alguna; porque ninguna parte de un tiempo tal tiene
en sí, más que otra [parte cualquiera], condición alguna distintiva de la existencia, antes
que de la inexistencia (ya se suponga que [esa condición] surge por sí misma, o por otra
causa).Por tanto, bien pueden comenzar en el mundo algunas series de cosas, pero el
mundo mismo no puede tener comienzo alguno, y por consiguiente es infinito con
respecto al tiempo pasado.

Actividad 7

Reconstruya el contraargumento que formula Jesús Mosterín en el artículo


reproducido en la Actividad 2 para atacar el siguiente argumento antiabortista e

1
Introducción a Kant, I. (2009) Crítica de la Razón Pura. Buenos Aires: Colihue, p. LVI

2
indique qué tipo de contraargumento es: El embrión es un ser humano desde el
momento de la concepción. Matar a un ser humano es un homicidio. Abortar es
eliminar un embrión. Por lo tanto, abortar es un homicidio.

Vamos a seguir con el tema de diagramación de argumentos presentando el método de


diagramación de Toulmin. Este esquema aparece por primera vez en un libro de ese
autor de 19582, uno de los dos textos que se suele considerar que inician la teoría de la
argumentación contemporánea.

En este texto Toulmin presenta lo que se suele llamar “el esquema de Toulmin” o “el
método de Toulmin”, que corresponde o refleja su concepción de la lógica y la
argumentación. El libro Los usos del argumento tiene como finalidad criticar la lógica
formal como instrumento para analizar los argumentos de la vida cotidiana y de
disciplinas que no son disciplinas formales. En ese momento (1958) ya la lógica
matemática habría logrado madurez y grandes éxitos, de manera que el libro fue muy
impopular en un principio dado que iba contra la corriente de pensamiento filosófico
respecto de la lógica que era todavía hegemónica en ese momento.

En la introducción de Los usos del argumento, luego de analizar distintas concepciones


de la lógica que se han mantenido a lo largo de la historia, Toulmin propone lo que
llama una “concepción jurisprudencial de la lógica”. Si la lógica quiere abarcar otros
campos además de la matemática —campo en el cual la lógica matemática había
efectivamente logrado grandes éxitos— entonces, según Toulmin, la concepción más
adecuada es esta concepción jurisprudencial. Es decir, concebir la lógica como una
teoría general que adopta formas particulares en distintas disciplinas pero que desde esa
generalidad se puede presentar como una teoría que es análoga a la jurisprudencia, es
decir, análoga a la teoría que nos dice cómo presentar, defender y decidir casos legales
frente a un tribunal. El tribunal en este caso, dice Toulmin, no es un tribunal ordinario
sino que es el tribunal de la razón. Razón en Toulmin no es razón con R mayúscula sino
que es una razón situada, una razón histórica, etc., pero razón al fin.

2
Toulmin, S. (1958). The uses of argument. Cambridge: Cambridge University Press.
3
De manera que la idea es que la tarea de la lógica es estudiar estas condiciones
generales para presentar, defender, atacar y decidir casos en general, y no solamente
casos legales. El tribunal es el de la razón dialéctica, la razón que regula y dirige los
intercambios entre alguien que defiende una tesis y alguien que se opone a ella. Esta
concepción de la lógica se refleja en lo que se suele llamar el “esquema de Toulmin”
que es un esquema general que describe este proceso de plantear una tesis, atacarla,
defenderla y decidirla para cualquier tipo de argumentación, tanto deductiva como no
deductiva. Según sostiene Toulmin, en una entrevista que le hacen, este diagrama es un
diagrama extraído de la práctica argumentativa efectiva que, dice Toulmin, puede
cambiar. Así como las prácticas argumentativas particulares en las disciplinas cambian
—por ejemplo, lo que se consideraba una buena demostración en matemática en el siglo
XVII quizás no pasaría los estándares del siglo XX— de la misma manera este esquema
general podría cambiar. Pero, según sostiene, todavía no cambió.

El esquema es muy sencillo. En principio lo que tenemos son dos extremos. En un


extremo tenemos la “pretensión” (claim), que es lo que en términos habituales
llamaríamos “conclusión”. El término proviene de la terminología jurídica, una
pretensión legal que uno presenta ante un tribunal de justicia, como vamos a ver en el
ejemplo de la pretensión de adquirir la nacionalidad británica. En el otro extremo
tenemos los datos o fundamentos que damos para esa pretensión. La idea es que el
oponente puede preguntar: ¿qué tienen que ver estos datos con esta conclusión? Uno
puede cuestionar la relación de apoyo entre los datos y la conclusión. Tenemos,
entonces, que agregar un elemento que llama garantía. La garantía lo que hace es
contestar a esa pregunta: ¿Qué tienen que ver estos datos con esta conclusión? ¿Por qué
estos datos me permiten apoyar esta conclusión? El ejemplo paradigmático de Toulmin
que aparece en Los usos del argumento es el siguiente: la pretensión legal es que Harry
tiene derecho a la nacionalidad británica. Los datos que pretenden apoyar esa pretensión
son “Harry nació en Las Bermudas”. Uno puede preguntar qué tiene que ver el haber
nacido en Las Bermudas con el tener derecho a la nacionalidad británica. Esa pregunta
la contesta la garantía. La garantía autoriza ese pasaje de los datos a la conclusión. En
este caso es “Los nacidos en las Bermudas tienen derecho a la nacionalidad británica”.
La garantía cumple la función de una regla de inferencia. Las reglas de inferencia
permiten el pasaje de determinadas premisas a una conclusión. Son una especie de
SUBE inferencial (inferential ticket) que permiten pasar de premisas a conclusión.

4
Entonces, la garantía funciona como una regla de inferencia. Fíjense que, en casos como
este la regla de inferencia no es una regla de inferencia formal, del tipo “Si usted tiene
una formula de la forma (φ→ψ) y tiene otra fórmula de la forma φ, puede inferir una
fórmula de la forma ψ”. En el ejemplo que estamos tratando, tenemos una regla de
inferencia, nos dice Toulmin, material. ¿Qué quiere decir "material"? Que no está
despojada de contenido sino que, justamente, es una regla con un contenido específico.

Esta concepción del papel de lo que Toulmin llama “garantía” ha sido criticada.
Algunos críticos sostienen que lo que está haciendo Toulmin es escribir un silogismo de
otra manera. Que está escribiendo de otra manera el siguiente silogismo:

Todos los nacidos en Las Bermudas tienen derecho a la nacionalidad británica


Harry nació en Las Bermudas.
Por lo tanto, Harry tiene derecho a la nacionalidad británica.

La respuesta de Toulmin es que esto es un error: confundir una regla de inferencia con
una premisa adicional es un error que ya se había marcado en el diálogo de Lewis
Carroll que les había mencionado, Lo que la tortuga le dijo a Aquiles 3. Lo que Toulmin
responde es que no está reescribiendo un silogismo de otra manera sino que está
haciendo una distinción que es esencial. Lo que la tortuga le dijo a Aquiles es un
diálogo al estilo platónico en el cual hay dos personajes, la tortuga y Aquiles. De
manera que, como suele suceder con textos de formas que no son las habituales, hay
toda una industria interpretativa acerca de qué es lo que se quiso decir allí Carroll. Una
de las interpretaciones es esta que dice que lo que se intenta decir allí es que no se deben
confundir reglas de inferencia con premisas adicionales.

Vemos el ejemplo, cambiándolo un poco: supongamos que tenemos un argumento que


tiene la forma del modus ponens. Entonces “Si ocho es múltiplo de cuatro, ocho es
múltiplo de dos. Ocho es múltiplo de cuatro. Concluimos que ocho es múltiplo de dos.”
Entonces alguien podría preguntar: ¿por qué tengo que aceptar esta conclusión a partir
de estas premisas? Entonces en el diálogo de Carroll aparece la siguiente respuesta a
esta pregunta: porque si es verdadera la primera premisa y es verdadera la segunda,

3
Carroll, Lewis (1895). "What the Tortoise Said to Achilles". Mind. 104: 691–693.

5
entonces tiene que ser verdadera la conclusión. Si es verdad que si ocho es múltiplo de
cuatro entonces es múltiplo de dos, y es verdad que ocho es múltiplo de cuatro, entonces
también tiene que ser verdad que ocho es múltiplo de dos, por el significado del
“si…entonces”. Entonces, se dice en el diálogo, añadamos esta fundamentación al
argumento original como una premisa adicional. Pero sucede que ahora tenemos un
nuevo argumento que tiene tres premisas y una conclusión. La conclusión sigue siendo
la conclusión original. Y ahora, ¿este nuevo argumento, por qué lo tengo que aceptar?
Podemos agregar una nueva premisa que dice que si la primera premisa es verdadera, la
segunda es verdadera y la tercera que acabamos de agregar es verdadera, entonces
también tiene que ser verdadera la conclusión. El problema ahora es que se nos generó
un argumento nuevo que no es ninguno de los dos anteriores y para el cual uno
requeriría justificación. Si seguimos de esta manera vamos a caer en un regreso al
infinito. Este regreso al infinito surgió por creer que una regla es una premisa adicional.
Es decir que la regla del modus ponens, cuando uno razona en un argumento particular
de esa forma, es una premisa adicional que uno tiene que añadir a su argumento para
justificar por qué acepta la conclusión habiendo aceptado las premisas. Esta idea que
parece sensata nos conduce a un regreso al infinito que surge de haber creído que las
reglas de inferencia son premisas adicionales o funcionan como premisas adicionales
supuestas en el argumento. Por ello, Toulmin sostiene que la garantía, que en su
ejemplo es una regla de inferencia material, no tiene el estatus de una premisa adicional,
sino que tiene el estatus de este boleto inferencial que nos permite pasar de premisas a
conclusión.

Un tercer elemento en el diagrama de Toulmin es el respaldo. Alguien puede seguir


cuestionándonos y decir: ¿qué apoyo se puede dar a la garantía, a esta regla de
inferencia material que me dice que los nacidos en Las Bermudas tienen derecho a la
ciudadanía británica? El respaldo va a depender del campo de la argumentación, de la
disciplina a la cual pertenezca el argumento. En este caso el respaldo en el caso de un
argumento legal va a ser por ejemplo, en este caso, el Acta de Nacionalidad Británica.
El Acta de Nacionalidad Británica dice que los nacidos en Las Bermudas tienen derecho
a la nacionalidad británica, etc. En el caso de este argumento, que es un argumento
legal, se supone que uno acudirá a los códigos, precedentes, etc., para justificar esta
garantía.

6
Hasta acá tenemos la siguiente descripción parcial del diagrama de Toulmin:

D C
(Datos) (Conclusión)

G
(Garantía)

R
(Respaldo)

Dos elementos que faltan en la presentación original de los diagramas estándar, y que sí
aparecen en el diagrama de Toulmin, son por un lado la indicación de qué tipo de
conexión hay entre los datos y la pretensión, los datos y la conclusión. Nosotros
habíamos hecho una distinción entre argumentos deductivos y argumentos no
deductivos y habíamos planteado el problema siguiente: en el lenguaje natural no hay
locuciones inferenciales que distingan lo deductivo de lo no deductivo. No hay un “por
lo tanto” deductivo y un “por lo tanto” no deductivo. Entonces, a menos que lo
aclaremos explícitamente, debemos decidir nosotros con qué tipo de argumento
estamos tratando, si es un argumento deductivo o un argumento no deductivo. Eso se
puede explicitar incluyendo además de esos nexos inferenciales habituales como “por
lo tanto”, “de esto se sigue”, etc., expresiones que indiquen efectivamente cuál es la
cualidad del nexo inferencial. Entonces, en el caso de un nexo inferencial deductivo,
uno puede decir “por lo tanto” pero calificando ese nexo inferencial con una expresión
modal como “necesariamente”. Aquí el “necesariamente” no califica a la conclusión
sino que califica al nexo, a la conexión entre premisas y conclusión. El elemento que
cumple esta función en el diagrama de Toulmin es una expresión M que se llama
modalizador o calificador modal y que justamente indica la cualidad del nexo —no la
cualidad de la conclusión, sino qué tipo de conexión hay entre premisas y conclusión, si
es una conexión necesaria o si es una conexión meramente plausible, si es una conexión

7
probable, etc—. Este modalizador lo que modaliza no es la conclusión —no dice que la
conclusión es necesaria o probable o plausible— sino que califica la inferencia, el nexo
inferencial entre premisas y conclusión.

En el diagrama aparece, además, otro elemento muy novedoso para la época en que
Toulmin escribe y que ha tenido repercusiones en la lógica de las últimas décadas, que
es lo que vamos a llamar “excepciones”. Las excepciones explicitan que esta conexión
entre los datos y la pretensión se da salvo que se de E, que enuncia una excepción o
salvedad. Esto tiene que ver con que en general los argumentos que se formulan en la
vida cotidiana y en las distintas disciplinas siempre hay posibles excepciones que
muchas veces no están explicitadas en el argumento, pero que podrían hacer caer la
relación inferencial.

Terminemos con el caso que da Toulmin. Recordemos que era el siguiente: Harry nació
en Las Bermudas. De ahí concluimos que Harry tiene derecho a la nacionalidad
británica, se nos dice que este paso inferencial se justifica en la garantía que establece
que los nacidos en Las Bermudas tienen derecho a la nacionalidad británica y alguien
puede preguntarse por qué esta garantía es adecuada en este caso. Se nos responde que
lo es debido a tal o cual inciso del Acta de Nacionalidad Británica. El modalizador lo
que nos dice es que probablemente, presumiblemente, Harry tiene derecho a la
nacionalidad británica. ¿Por qué el “presumiblemente”? ¿Por qué el nexo inferencial no
es un nexo deductivo? Porque hay excepciones. En este caso, excepciones tales como
que ninguno de los dos padres de Harry sean británicos. Entonces, aunque haya nacido
en Las Bermudas, no tiene derecho a la nacionalidad británica. Una excepción como
esta lo que hace es cortar el nexo inferencial. Impide el pasaje de los datos a la
pretensión.
El diagrama de Toulmin para este ejemplo es el siguiente:

8
Este diagrama instancia la siguiente forma general:

9
El problema con las excepciones que se plantea aquí es que esta es una situación
habitual en los argumentos que no son ni argumentos lógicos ni matemáticos. Tiene que
ver con un concepto que Toulmin trae a cuento y que lo extrae de la literatura legal, es
el concepto de derrotable, rebatible, anulable (defeasible). En el autor que Toulmin cita
—H. Hart — esta noción no se aplica a los argumentos sino a los conceptos legales.
Toulmin traslada este concepto a los argumentos. La idea es que los conceptos legales,
como el concepto de contrato, se definen dando algunas características paradigmáticas
que tiene el concepto. Uno puede encontrar escritos que tienen todas las características
de un contrato y que sin embargo uno no considera que sean contratos. ¿Por qué?
Porque el legislador lo que hace es dar algunas características paradigmáticas. No puede
dar todas las características definitorias, ni todas las excepciones que hacen que un texto
no sea un contrato. Entonces, esto implica que los conceptos legales son derrotables,
anulables, etc. Lo mismo pasa con la argumentación en general, salvo en esas
disciplinas formales. Hay excepciones que han sido consideradas por quien formuló el
argumento pero es imposible considerar todas las excepciones. Para dar un ejemplo
legal, ustedes tienen un código y el código dice que los que cometan homicidio serán
condenados, supongamos, de tres a treinta años de prisión. Entonces uno dice, bueno,
Juan cometió un homicidio, acá tienen esta norma legal, esta norma justifica la
conclusión “Juan será o debe ser condenado a una pena de prisión de tres a veinte años”.
Pero las normas legales suelen tener excepciones. Algunas de esas excepciones han sido
contempladas por el legislador y aparecen en el mismo código. Por ejemplo, en este
caso una excepción que rompería el nexo inferencial sería que Juan fuera menor de
edad. El legislador contempló este caso y lo incluyó en el código penal en una sección
especial donde están enumeradas las excepciones. Una excepción contemplada es la de
los menores de edad, que no podrán ser condenados a penas de prisión. Un legislador no
puede contemplar todas las posibles excepciones, contempla algunas y otras se las
olvida. Esto hace que casi todo argumento, y no solamente los del campo jurídico, por
más minuciosa que sea su expresión, pueda ser derrotado. Es decir, uno tiene como
característica de toda esta clase de argumentos su derrotabilidad, rebatibilidad,
anulabilidad, distintas expresiones que pretenden traducir la expresión inglesa
defeasibility.

Toulmin trae este concepto de “derrotabilidad” del discurso legal a la lógica entendida
en este sentido amplio. Este concepto ha tenido mucho éxito en los últimos treinta años

10
en la lógica que se hace desde la inteligencia artificial. Justamente, si se pretende
reflejar cómo razona la gente en condiciones normales a esta característica es
indispensable tenerla en cuenta. Uno generalmente trabaja en presencia de información
incompleta y obtiene conclusiones que son sensatas, plausibles, teniendo en cuenta ese
estado de información que uno tiene. Pero uno está dispuesto a revocar, anular, derrotar,
las conclusiones que ha sacado si le llega nueva información que hace poco sensato
seguir sosteniendo la antigua conclusión. Esto ha abierto un campo de investigaciones
de la lógica que es este de las lógicas derrotables, que estudia cómo puede uno a través
de un formalismo lógico representar este tipo de argumentos. Esta característica de
anulabilidad queda introducida en el diagrama de Toulmin por esta categoría que son las
excepciones.

El ejemplo paradigmático en inteligencia artificial de argumento derrotable, rebatible,


anulable, etc., que ilustra esta característica es el de Tweety. “Tweety es un ave. Las
aves vuelan”. ¿Qué concluimos de ahí? Que Tweety vuela. Ahora bien, ¿esta conclusión
es una conclusión deductiva y el argumento es un argumento deductivo? No, no lo es.
Es un argumento de este tipo: derrotable, anulable, rebatible, revocable. Fíjense que
nosotros estamos trabajando con información incompleta. Lo que sabemos es que
Tweety es un ave y que las aves vuelan. En presencia de esa información incompleta
tiene sentido, es sensato, concluir que Tweety vuela. Pero si ahora me llega nueva
información como, por ejemplo, que Tweety es un pingüino y que los pingüinos no
vuelan ¿Qué es sensato concluir ahora sobre el vuelo de Tweety? Que Tweety no vuela.
Es lo mismo que harían en el ejemplo legal: “Los que cometan homicidio serán
condenados a penas de prisión de tres a treinta años” Si se nos dice que Juan cometió
homicidio, uno concluye que Juan será condenado a una pena de prisión de tres a treinta
años. Pero, si ahora se nos agrega que Juan es un menor de edad. ¿Qué concluye el
juez? Concluye que Juan no debe ser condenado a penas de prisión.

¿Cuál es el problema aquí? El problema es que, en realidad, uno podría decir que están
mal expresadas las premisas. Cuando uno dice “Las aves vuelan”, lo que está diciendo
es “Típicamente, las aves vuelan” o, quizás, “Las aves típicas vuelan”. Entonces, hay
casos atípicos de aves que no vuelan: los pingüinos, los emúes, toda una serie de aves
que no vuelan. Alguien podría decir: “Usted se ha expresado mal, exprésese bien”. Pero
el problema es el siguiente: en general, no en todos los casos, expresarse bien hace

11
imposible la comunicación. ¿Por qué? Hay tantas excepciones que si uno quisiese
expresarse bien y tratase de enunciar todas las excepciones —“Todas las aves, excepto
los emúes, los pingüinos, las aves enfermas, las que están en una jaula muy pequeña, las
que están debajo de una roca, los avestruces, etc. etc.”— no terminaría nunca de
formular la primera premisa. Entonces, lo que uno hace es formular la premisa sabiendo
que hay excepciones pero mencionando, en todo caso, algunas de ellas.

Este fenómeno de derrotabilidad es un fenómeno habitual en la argumentación cotidiana


y en la argumentación de las disciplinas especiales. En general, uno no tiene la
información completa sobre la situación. Uno concluye, pero concluye sabiendo que esa
conclusión puede tener que ser retractada en presencia de nueva información. Esto
sucede en general con los argumentos de la vida cotidiana: uno “salta” a las
conclusiones, nunca está plenamente justificado por las premisas. Pero uno tiene que
concluir, porque uno tiene que razonar, tomar decisiones, y, en general, las toma bajo
información incompleta.

Veamos entonces la aplicación de estos elementos del esquema de Toulmin a los


diagramas estándar. Hasta ahora teníamos por lo menos dos problemas: por un lado las
flechas indicaban el apoyo que le daban las premisas a la conclusión pero no se nos
decía qué tipo de apoyo daban las premisas a las conclusiones intermedias o finales.
Podía ser un apoyo deductivo o un apoyo no deductivo. Entonces, tenemos que
encontrar algún modo para incluir esta información en los diagramas estándar.

Supongamos que tenemos dos proposiciones, una estructura simple, y tenemos que
diagramar la contraparte del modalizador del esquema de Toulmin. Una manera de
diagramarlo es la que usa Freeman en la obra que les cité. Consiste en dibujar un
cuadrado en el que aparece el modalizador y lo conecta con la flecha. Eso indica que
tipo de enlace inferencial uno pretende tener en este caso. Por ejemplo aquí el
modalizador sería “necesariamente”. Tengo 1 y 1 apoya necesariamente, de manera
deductiva, a 2.

12
1

Necesariamente

El modalizador nos va a indicar qué tipo de apoyo inferencial dan las premisas a la
conclusión. Entonces, uno puede poner “necesariamente”, “probablemente”, “con una
probabilidad del veinte por ciento”, lo que sea el caso.

Lo que ahora nos falta por incluir en este esquema son las excepciones. En el esquema
de Toulmin no hay distinción entre tipos de excepciones. Pero es habitual, a partir de los
escritos de John Pollock4, hacer una distinción que es bastante evidente entre dos tipos
de excepciones, dos tipos de derrotadores —el término que se usa en inglés es
defeaters—. Yo puedo tener derrotadores de dos tipos: refutaciones (rebutting
defeaters) y recusaciones (undercutting defeaters). Yo puedo derrotar la conclusión
trayendo a cuento las excepciones que hagan que sea sensato sostener la negación de la
conclusión original. En el ejemplo de Tweety, dada la información que tengo a mi
disposición, formulo el siguiente argumento: “Tweety es un ave. Las aves vuelan. Por lo
tanto, Tweety vuela”. Alguien me proporciona nueva información: “Mirá que Tweety es
un pingüino y los pingüinos no vuelan”. Ahora resulta sensato retractar la conclusión
original y adoptar como nueva conclusión la negación de la antigua conclusión. La
conclusión original era “Tweety vuela” y ahora yo sensatamente adopto la
contradictoria “Tweety no vuela”. Entonces esas excepciones que traje a cuento
derrotaron la conclusión original y me llevan a concluir la contradictoria de esa
conclusión.

John Pollock señala que hay otro tipo de derrotabilidad en la cual lo que se derrota no es
la conclusión sino el nexo inferencial. La excepción o la premisa nueva lo que hace no

4
Pollock, J. (1974) Knowledge and Justification, Princeton: Princeton University Press.

13
es llevarme a concluir la contradictoria de la que había concluido antes. En este tipo de
casos no es eso lo que es sensato hacer, sino que lo sensato es cuestionar el nexo
inferencial. Supónganse que en un juicio tienen una testigo que lleva anteojos nuevos.
La testigo ha testificado que vio a Juan entrar al lugar del crimen poco antes del
momento del crimen. Entonces, el abogado defensor le pregunta “¿Desde cuándo usted
usa anteojos?” y “¿Tenía anteojos en el momento en el que usted dice haber visto entrar
a Juan en el lugar del crimen?”. Ella responde “Ah, no, estos son nuevos, a pesar de que
era casi ciega no usaba anteojos ni lentillas por coquetería”. Esta nueva información,
¿qué nos induce a concluir? No nos induce a concluir la contradictoria de la proposición
que habíamos inferido antes que era “Juan cometió el crimen”. Nos lleva a cuestionar el
nexo inferencial. El testimonio de María no da suficiente apoyo a la conclusión “Juan
cometió el crimen”. Pero tampoco da apoyo a la conclusión “Juan no cometió el
crimen”. Entonces esta nueva información lo que hace es derrotar el pretendido apoyo
que la o las premisas dan a la conclusión. Pero no nos lleva a adoptar la contradictoria
de la antigua conclusión. En el primer caso de Tweety lo que quedaba derrotado era la
conclusión. En este caso lo que queda derrotado no es la conclusión, lo que queda
derrotado es el pretendido apoyo que “María vio entrar a Juan al momento del crimen”
le daba a la conclusión “Juan cometió el crimen”. ¿Se ve la diferencia entre las dos?

Otro ejemplo, que es el que dan Chisholm y Pollock, es algo así como: “¿De qué color
es la campera? Es roja. ¿Por qué afirmo que es roja? Porque la veo roja”. La premisa es
“Yo veo la campera de color rojo” y concluyo “La campera es de color rojo”. Ahora
bien, supongan que están en una discoteca y les están enfocando con una luz roja.
Entonces, esta situación atípica no nos lleva a concluir que la campera no es roja, sino
que nos lleva a cuestionar el vínculo inferencial entre “Veo la campera roja” y “La
campera es roja”. Lo que derrota esa información nueva —la campera está iluminada
por una luz roja— no es la conclusión, sino que lo que derrota es el pretendido nexo
inferencial entre premisa y conclusión.

Entonces, ¿cómo representamos las excepciones en este sistema? Freeman, que es este
autor de referencia para este tema que les había citado, recomienda hacer una distinción
entre los dos tipos de derrotadores de la siguiente manera: el recuadro indicando la
excepción se pone en el mismo lugar tanto si es una recusación como si es una
refutación pero se debe aclarar qué tipo de derrotador es. Las excepciones deben estar

14
anotadas como elementos que hacen caer o bien la conclusión, como en el caso del
argumento acerca de Tweety, o bien el nexo inferencial, como en el caso del argumento
de la campera iluminada por una luz roja. En el diagrama esto quedaría representado del
siguiente modo:

1

Presumiblemente A menos que .…

Lo que caracteriza al argumento derrotable, de acuerdo a esta concepción, es que


reconocer la existencia de excepciones no lleva a rechazar las premisas originales. Uno
no revisa las premisas que sostenía antes de enterarse de la existencia de excepciones.
El diagramar el argumento de esta manera, incluyendo las excepciones y los
modalizadores, pone de relieve cuál es el papel de cada uno de los elementos del
argumento, lo que de otra manera no queda claro.

Vimos el diagrama de Toulmin para ver qué ventajas tenía respecto de la diagramación
estándar original. El esquema de Toulmin incluye elementos importantes como los
modalizadores y las excepciones que, de cualquier modo, pueden incorporarse al
método de diagramación estándar.

Actividad 8

Dibuje el diagrama estándar y el diagrama de Toulmin del siguiente


argumento:

Pues si algo fuese bien o mal por naturaleza, debía ser para todos bien o mal,
como la nieve es fría para todos; pero, contrariamente a eso, no existe bien o

15
mal que sea común para todos; luego, no existe bien o mal por naturaleza...
Pues la misma cosa es estimada un bien por uno (como el placer por Epicuro),
un mal por otro (como por Antístenes): de ahí se derivará, pues, que la misma
cosa es bien y mal. (Diógenes Laercio, Vida de filósofos ilustres, IX, 101)

https://uba.academia.edu/CarlosOller

16
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 7 (Viernes 1 de junio)
Tema: La noción intuitiva de consecuencia lógica. Consecuencia lógica e implicación
lógica. Características de la noción intuitiva de consecuencia lógica. La caracterización
de la noción de consecuencia semántica de la lógica proposicional. Tautologicidad y
consecuencia lógica. Teorematicidad y consecuencia sintáctica
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Vamos a empezar ahora a tratar la cuestión de la caracterización que la lógica


contemporánea hace de la noción de consecuencia lógica. La caracterización de la
relación de consecuencia lógica o de seguirse lógicamente es la cuestión central de una
teoría lógica. La lógica contemporánea ofrece definiciones matemáticamente precisas de
esta noción para lenguajes artificiales —como el de la lógica de primer orden— que,
comparados con los lenguajes naturales, son relativamente simples en lo que respecta a
su vocabulario, su sintaxis y su semántica.

Se supone que existe una noción intuitiva —que, a veces se denomina “pre teórica”—
de consecuencia lógica, aunque, en realidad, es posible encontrar diversas nociones
intuitivas de consecuencia lógica a lo largo de la historia de la lógica. Dos de las
caracterizaciones más comunes de la noción intuitiva de consecuencia lógica,
equivalentes entre sí, son las siguientes:

La conclusión de un argumento es una consecuencia lógica de sus premisas si y sólo


si, necesariamente, si todas las premisas del argumento son verdaderas, su conclusión
también lo es.
La conclusión de un argumento es una consecuencia lógica de sus premisas si y sólo
si no es posible (es imposible) que sus premisas sean todas ellas verdaderas y su
conclusión falsa.

Una noción íntimamente relacionada con la de consecuencia lógica es la de implicación


lógica. La conclusión φ de un argumento es una consecuencia lógica del conjunto de sus
premisas Γ si y sólo si Γ implica lógicamente a φ. “Implicar lógicamente” es una
relación metalingüística entre un conjunto de oraciones del lenguaje objeto y una
oración de ese lenguaje. Podemos dar un ejemplo del lenguaje natural para ilustrar la
noción de relación metalingüística entre oraciones de un lenguaje: La oración “Juan ama
a María” es sinónima de “María es amada por Juan”. La relación de sinonimia
oracional en un lenguaje natural como el castellano es una relación metalingüística —el
metalenguaje es en este caso el mismo castellano— que se predica de oraciones de ese
lenguaje. Del mismo modo, la relación de consecuencia lógica es una relación
metalingüística entre una oración de un lenguaje — de un lenguaje natural o de uno de
los lenguajes de la lógica— y un conjunto de oraciones de ese lenguaje, y la relación de
implicación lógica es una relación metalingüística entre un conjunto de oraciones de un
lenguaje y una oración de ese lenguaje.

¿Qué relación hay entre implicación lógica e implicación material? La implicación


material es una constante lógica del lenguaje de la lógica proposicional, una conectiva.
Es decir, es un signo del lenguaje. Cuando se describe el lenguaje de la lógica
proposicional se especifica que el lenguaje consta de constantes lógicas, variables
proposicionales y signos de puntuación. La implicación material —simbolizada con →
o — es uno de los signos que componen el vocabulario del lenguaje de la lógica
proposicional. Por su parte, la implicación lógica no es un signo del lenguaje sino que es
una relación metalingüística que va a ser denotada por un signo del metalenguaje.

Ahora bien, ¿qué relación hay entre consecuencia lógica e implicación lógica? Hay una
relación muy estrecha entre estas dos relaciones: la consecuencia lógica es la relación
conversa (o inversa) de la implicación lógica y viceversa. La relación entre implicación
lógica y consecuencia lógica es, entonces, la siguiente: la consecuencia lógica es la
conversa de la implicación lógica y la implicación lógica es la conversa de la relación
de consecuencia lógica. Por ejemplo, la relación conversa “ser (un) progenitor/a de” es
la relación “ser (un) hijo/a de”.

La relación de consecuencia lógica es, entonces, la relación conversa de la de


implicación lógica, y viceversa. Si bien no son sinónimas, se da la siguiente entre ellas
la siguiente relación: que φ es una consecuencia lógica de Γ si y sólo si Γ implica
lógicamente a φ. Aunque la relación de “ser progenitor/a de” y de “ser hijo/a de” no son
sinónimas en el lenguaje natural, tienen una relación muy estrecha que se puede
expresar del siguiente modo “a es (un) progenitor de b si y sólo si b es (un) hijo de a”.

Otra expresión que suele usarse como sinónima de “implicación lógica” es


“entrañamiento”, que traduce la expresión inglesa entailment. Otra expresión que se usa
para hablar de esa relación es “seguirse (deductivamente) de”.

También podemos establecer una relación entre la propiedad de validez deductiva y la


relación de consecuencia lógica: un argumento    es (deductivamente) válido si y
sólo si  es una consecuencia lógica de .

El fundamento de la semántica estándar para la lógica de primer orden que se utiliza en


la actualidad, la semántica modelística o modelista, se encuentra en un trabajo de
divulgación en idioma alemán que el lógico polaco-norteamericano Tarski lee en 1936
en un congreso internacional en París1. En este artículo Tarski nos dice que él no va a
intentar crear un nuevo concepto de consecuencia lógica sino que va a tratar de recoger
aquellos aspectos de la noción intuitiva de consecuencia lógica que considera
esenciales. Cuando uno tiene un concepto impreciso, vago, etc., y trata de reemplazarlo
por un concepto preciso puede hacerlo, por lo menos, de dos maneras. Una de ellas es
creando un nuevo concepto de cero, no preocupándose del concepto intuitivo que
pretende dilucidar. Otra manera de hacerlo es tratando de preservar aquellos rasgos del
concepto impreciso que considera esenciales. A esta segunda estrategia se la suele
llamar elucidación. Elucidación traduce un término inglés que es explication, noción
propuesta por Carnap. Este concepto se distingue del término inglés para “explicación”
que es explanation. Lo que se traduce como elucidación es explication. Carnap toma

1
Tarski, A. (1936), “Über den Begriff der logischen Folgerung”, traducido al inglés en Tarski, A. (1956),
Logic, Semantics, Metamathematics, Oxford: Oxford University Press.
este concepto en este sentido técnico: es este intento de convertir o proponer una
caracterización de un concepto vago, impreciso, etc., en un concepto preciso sin perder
lo que se consideran los rasgos esenciales de ese concepto impreciso.

Vamos a leer este texto histórico para ver qué es lo que sostiene Tarski respecto de esta
cuestión. Hay una primera parte que no vamos a tratar en la cual Tarski critica la noción
sintáctica de consecuencia lógica que había dado Carnap antes que él propusiera su
concepción semántica. En la segunda parte presenta el concepto semántico de
consecuencia lógica y afirma que pretende dar un concepto de consecuencia lógica que
recoja estas intuiciones sobre la consecuencia lógica y que sirva para una clase amplia
de sistemas lógicos. Este respeto por las intuiciones sobre las que pretende teorizar es
llamado por Tarski “adecuación material”. Pretende que la definición sea materialmente
adecuada, es decir, que recoja estas intuiciones pre-teóricas o, por lo menos, su núcleo.
Dice:

El punto de partida serán ciertas consideraciones de una


naturaleza intuitiva. Consideremos una clase arbitraria de
oraciones K y una oración arbitraria X que se sigue de las
oraciones de esta clase. Desde el punto de vista de nuestras
intuiciones cotidianas es claro que no puede suceder que todas
las oraciones de la clase K sean verdaderas y al mismo tiempo
que la oración X sea falsa.

Tarski nos dice “no puede suceder que todas las premisas sean verdaderas y la
conclusión sea falsa”; esto es lo que se suele llamar el concepto o caracterización modal
de consecuencia lógica. El primer rasgo que recoge Tarski como rasgo esencial que
debe preservarse en una noción materialmente adecuada de consecuencia lógica es este,
que la consecuencia lógica es un concepto modal.

Vamos al segundo rasgo que debe recoger una definición precisa de consecuencia
lógica para ser materialmente adecuada, es decir para recoger estos rasgos que Tarski
considera que son esenciales de la noción de consecuencia lógica:

Dado que además se trata aquí de la relación de seguirse


lógicamente, esto es, formalmente, y por lo tanto de una relación
que tiene que ser completamente determinada por la forma de
las oraciones entre las cuales se da, así esta relación no puede
depender de nuestro conocimiento del mundo exterior, en
particular de nuestro conocimiento de los objetos de los cuales
se habla en las oraciones de la clase K o en la oración X …

La segunda característica es la que de establece que la noción consecuencia lógica es


una noción formal. ¿Qué quiere decir intuitivamente que la relación de consecuencia sea
formal, según Tarski? Que es una relación que está completamente determinada por la
forma de las oraciones entre las cuales se da esa relación. Aparece también otra
característica de la noción intuitiva de consecuencia lógica:

Así, esta relación no puede depender de nuestro conocimiento


del mundo externo, en particular de nuestro conocimiento de los
objetos acerca de los cuales se habla en las oraciones de la clase
K o en la oración X.

Este es un tercer rasgo de la noción preteórica de consecuencia lógica que tiene que ver
con una cuestión claramente epistémica. Lo que se nos dice es que el conocimiento de la
relación de consecuencia lógica es un conocimiento a priori. Yo no tengo que saber
nada sobre el mundo para saber si hay o no hay consecuencia lógica entre un conjunto
de premisas y una conclusión.

Tarski señala tres características de la noción intuitiva de consecuencia lógica y resalta


las dos primeras: la noción de consecuencia lógica es una noción modal y una noción
formal. Pero también aparece claramente la tercera característica, derivada de la
segunda —de la formalidad de la noción—, que es que la noción de consecuencia lógica
es una noción cuyo conocimiento es a priori.

Podemos empezar a examinar la caracterización que hace la lógica formal


contemporánea de la relación de consecuencia lógica con dos caracterizaciones
alternativas de esa relación para la lógica proposicional: la de la consecuencia semántica
y la de la consecuencia sintáctica. Estas relaciones metalingüísticas se simbolizan de la
siguiente manera:

Γ├  Consecuencia sintáctica

Γ╞  Consecuencia semántica
Como las nociones de consecuencia lógica de distintos sistemas lógicos no tienen por
qué coincidir, una práctica habitual en los libros es subindicar los símbolos de
consecuencia con las iniciales del sistema lógico para el cual estamos definiendo esas
nociones; por ejemplo:

├0

╞0

En estos casos, el 0 se usa para denotar a la lógica de orden cero, que es otro nombre
que suele darse a la lógica proposicional.

Pasemos a la definición de la noción de consecuencia semántica cuyo símbolo aparece


en Γ╞ . Nuevamente lo que tenemos en esa expresión es una afirmación
metalingüística que afirma que  es una consecuencia semántica de . En términos
intuitivos o pre-formales tenemos una caracterización modal que dice que no es posible
que todos los miembros de Γ sean verdaderos y  sea falso; o que es imposible que
todos los miembros de Γ sean verdaderos y  falso; o que necesariamente, si todos los
miembros de Γ son verdaderos, entonces  también lo será. Son todas caracterizaciones
intuitivas equivalentes que utilizan conceptos modales: posible, necesario, imposible.
La caracterización de consecuencia lógica que ofrece la lógica contemporánea elimina
estas nociones modales de la definición y, por ello, algunxs autorxs sostienen que,
contra la pretensión de Tarski, esa caracterización no es materialmente adecuada y no
determina el mismo conjunto de inferencias válidas que la noción intuitiva de
consecuencia lógica.

Para caracterizar la noción de consecuencia semántica en términos matemáticos vamos


a eliminar los conceptos modales y vamos a usar el concepto de valuación
proposicional. Las valuaciones bivalentes son funciones de un tipo particular que
asignan a cada fórmula bien formada del lenguaje uno y sólo uno de los valores de
verdad 1 y 0. Entonces decimos que  es una consecuencia semántica de  en el sistema
de la lógica proposicional clásica si y sólo si para toda valuación del tipo adecuado —
que son las del tipo que estamos caracterizando indirectamente con las tablas de verdad
para las conectivas y que se suelen llamar valuaciones booleanas o clásicas— se da que
si hace verdaderos a todos los miembros de Γ —y esto quiere decir que otorga el valor 1
a todos los miembros de Γ— entonces hace verdadera a , es decir otorga el valor 1 a .
Este es un enunciado condicional cuantificado universalmente: para toda valuación se
da que si hace verdaderos a todos los miembros de Γ también hace verdadera a .
Otra definición equivalente es la siguiente:  es una consecuencia semántica de  en el
sistema de la lógica proposicional clásica si y sólo si no existe ninguna valuación
booleana o clásica que haga verdaderos a todos los miembros de Γ y falsifique a . Esta
segunda caracterización se puede expresar también del siguiente modo:  es una
consecuencia semántica de  si no existen contraejemplos de la validez de la forma
argumental   .

Podemos expresar esas definiciones simbólicamente de la siguiente manera:

Γ╞0  si y sólo si V ((V (γ1) = 1 ∧ … ∧ V γn) = 1) → V () = 1)

Γ╞0  si y sólo si V ((V (γ1) = 1 ∧ … ∧ V γn) = 1) ∧ V () = 0)

Es necesario tener en cuenta que aunque, por abuso de notación, usamos los “mismos”
símbolos que los del lenguaje de la lógica de predicados de primer orden para los
cuantificadores y las conectivas, estos símbolos designan a los cuantificadores y las
conectivas del metalenguaje en el cual estamos definiendo la noción de consecuencia
lógica para el lenguaje de la lógica proposicional.

En términos de la noción de consecuencia lógica podemos caracterizar la noción de


verdad lógica de la lógica proposicional o tautología. Una fórmula de la lógica
proposicional es una tautología si y sólo si es una consecuencia lógica del conjunto
vacío de premisas. A su vez, en virtud de la definición de ╞0, esto significa que toda
valuación hará verdadera a una fórmula tautológica:
 es una tautología si y sólo si ╞0 
 es una tautología si y sólo si V (V () = 1)

Un ejemplo de fórmula tautológica de la lógica proposicional es la llamada ley de


tercero excluido: (p  p); para indicar que esa fórmula es una tautología escribimos:
╞0 (p  p)

Intuitivamente, que  sea una tautología significa que no necesito ninguna premisa, no
necesito saber nada sobre la realidad, para concluir que . Y ello debido a que una
verdad lógica como “Está lloviendo o no está lloviendo” resulta verdadera en todo
mundo posible, en toda realidad posible.

La noción de consecuencia sintáctica, por su parte, se caracteriza en términos de la


noción de derivación o de derivabilidad:  es una consecuencia sintáctica de Γ si y sólo
si  es derivable de Γ. Eso quiere decir que  es una consecuencia sintáctica de Γ si y
solo si existe por lo menos una derivación de  a partir de Γ. Cuando construimos una
derivación de  a partir de  mostramos que existe por lo menos una derivación de  a
partir de  y, por lo tanto, que  es una consecuencia sintáctica de . En términos de la
noción de consecuencia sintáctica podemos definir la noción de teorema de un sistema
lógico:  un teorema de un sistema lógico S si y sólo si  es derivable a partir de cero de
premisas en ese sistema.

 es un teorema de S si y sólo si ├S 

ACTIVIDAD 9

Justifique las siguientes afirmaciones utilizando las definiciones de consecuencia lógica


e implicación lógica para la lógica proposicional:
a) Cualquier fórmula proposicional es una consecuencia lógica de un conjunto
insatisfacible de premisas, es decir de un conjunto de premisas tal que no existe
ninguna valuación que verifique simultáneamente a todas las fórmulas del
conjunto (principio del ex contradictione sequitur quodlibet).
b) Una fórmula tautológica es implicada lógicamente por cualquier conjunto de
premisas (principio del verum ex quolibet sequitur).
c) Los siguientes argumentos proposicionales son válidos:

(p  p)
q

p
(q  q)

https://uba.academia.edu/CarlosOller
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 8 (Viernes 8 de junio)
Tema: Propiedades estructurales de la relación de consecuencia de la lógica
proposicional: reflexividad, monotonía y transitividad.
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La caracterización de la relación de consecuencia lógica para la lógica


proposicional permite obtener inmediatamente determinadas propiedades de esa
relación. Recordemos dos caracterizaciones equivalentes de la relación de
consecuencia lógica (semántica) para la lógica proposicional o de orden cero:

Una fórmula  es una consecuencia lógica de un conjunto de premisas


 = {1, …, n} si y sólo toda valuación que asigne 1 a todas las premisas, asigna
1 a la conclusión.
V ((V (1) = 1 ∧ V (2) = 1 ∧ … ∧ V (n) = 1)  V () = 0)

Una fórmula  es una consecuencia lógica de un conjunto de premisas


 = {1, …, n} si y sólo si no existe ninguna valuación que asigne 1 a todas las
premisas y 0 a la conclusión.
¬∃V ((V (1) = 1 ∧ V (2) = 1 ∧ ... ∧ V (n) = 1) ∧ V () = 0)

En el enunciado de estas propiedades no va a aparecer ninguna constante lógica


y, por ello, se las suele llamar propiedades estructurales de la noción de
consecuencia lógica. Hay tres propiedades estructurales que caracterizan lo que
se llama una noción de consecuencia tarskiana: reflexividad, monotonía y
transitividad. Estas propiedades valen tanto para la noción de consecuencia
semántica como para la noción de consecuencia sintáctica que se caracteriza en
términos de la noción de derivación. La noción de consecuencia sintáctica se
caracteriza en términos de derivación o de derivabilidad:  es una consecuencia
sintáctica de Γ si y sólo si  es derivable de Γ. Eso quiere decir que  es una
consecuencia sintáctica de Γ si y solo si existe por lo menos una derivación de  a
partir de Γ.

La relación de consecuencia de la lógica de predicados de primer orden también


goza de estas tres propiedades estructurales. Además, estas propiedades no
pertenecen solo a la relación de consecuencia deductiva de la lógica clásica de
primer orden, sino que son propiedades que tienen toda una variedad de
relaciones de consecuencia correspondientes a diversas lógicas deductivas. Son
propiedades estructurales dado que no hacen referencia al lenguaje del sistema, es
decir no dependen de cuál sea el conjunto de constantes lógicas y de cuáles sean
las reglas para esas constantes.

Cada una de estas propiedades se puede enunciar de varias maneras. La noción de


reflexividad a veces se formula de manera unitaria, que es esta:

Reflexividad unitaria: {}╞ 

Es decir, si yo tengo a  como premisa puedo concluir . Parece una propiedad


sensata para una noción deductiva de consecuencia lógica. Si la expresamos en
términos de valuaciones, afirma que no existe ninguna valuación que al mismo
tiempo haga verdadera a  (la premisa) y haga falsa a  (la conclusión). Y en
efecto, como las valuaciones son funciones, una valuación solamente puede
otorgar uno y sólo un valor de verdad a  y, por lo tanto, no existe ninguna
valuación que asigne a una fórmula  tanto el valor 1 como el valor 0.

Otra manera de expresar la propiedad de reflexividad, que se llama reflexividad


generalizada es la siguiente:

Reflexividad generalizada: Si  ∈ , entonces ╞ 

Si ustedes tienen un conjunto de premisas Γ y entre esas premisas está ,


entonces  es una consecuencia semántica de Γ. Por ejemplo, si yo tengo como
mi conjunto de premisas “Hoy es miércoles; hay sol; no hay viento”, puedo
concluir “Hay sol”, porque “Hay sol” es uno de los miembros de mi conjunto de
premisas. Toda valuación que haga verdaderos a todos los miembros de Γ, por
necesidad también va a hacer verdadero a , porque  es uno de los miembros de
Γ.

Recuerden que para cada una de estas tres propiedades semánticas vamos a tener
la contraparte sintáctica. En el caso de la reflexividad, será:

Reflexividad unitaria: {} ├ 

¿Qué debe suceder para que  sea una consecuencia sintáctica de {}? Debe
haber por lo menos una derivación de  a partir de {}. Eso quiere decir que debe
haber una secuencia finita de fórmulas tal que cada uno de los miembros de esa
secuencia sea o bien una premisa o supuesto inicial, o bien un supuesto
provisorio —que debe cancelarse— o bien una fórmula que se obtiene de una o
más líneas anteriores de la secuencia mediante el uso de una regla de inferencia y
tal que la última fórmula de la secuencia es la conclusión. Entonces, dada esta
definición de derivación, esta es una derivación de  a partir de {}:

1. 

porque es una secuencia finita de enunciados tal que la fórmula de la línea 1 es la


premisa y tal que la última fórmula de la secuencia —nuevamente la de la línea
1— es la conclusión. De manera que, trivialmente  es una consecuencia
sintáctica de {} —del conjunto de premisas cuyo único miembro es — .

Pasamos a la segunda propiedad: la monotonía. La monotonía también expresa


formalmente algo que uno puede esperar de una noción de consecuencia
deductiva, que es que ninguna información nueva —bajo la forma de nuevas
premisas— me puede hacer caer una conclusión deductiva que ya haya obtenido
a partir del conjunto original de premisas. Si para que haya consecuencia
deductiva debe suceder que, necesariamente, si las premisas son verdaderas la
conclusión es verdadera, y efectivamente existe esa conexión necesaria, ninguna
nueva premisa me la puede alterar. Por ejemplo, si “Llueve y hace frío” permite
inferir deductivamente “Llueve”, entonces ninguna información nueva, como por
ejemplo “El otoño baña de melancolía al Tíbet”, me puede hacer retractar esa
conclusión que he obtenido. Dicho de otro modo, las conclusiones deductivas son
irrevocables, si sigo aceptando las premisas originales debo seguir aceptando una
conclusión ya obtenida, aunque añada nuevas premisas al conjunto original de
premisas. No hay ninguna información nueva que me pueda hacer retractar mis
conclusiones deductivas.

¿Cómo expresamos la monotonía? Una manera de expresarla es en términos de la


propiedad que llamamos monotonía unitaria:

Monotonía unitaria: Si  ╞ ,entonces ∪} ╞ 

Si  es una consecuencia semántica de Γ entonces también va a ser una


consecuencia semántica del conjunto ampliado que resulta de agregar a Γ la
fórmula . Esto lo expresamos conjuntísticamente como el conjunto que resulta
de la unión de Γ con el conjunto unitario cuyo único miembro es . En efecto, si
toda valuación que hace verdaderos a todos los miembros de Γ hace verdadera a
, entonces toda valuación que haga verdaderos a todos los miembros de Γ y
también a  hará verdadera a . Por ejemplo, si tenemos “Llueve y hace frío. Por
lo tanto, llueve”, esa conclusión —“Llueve”— se va a seguir infiriendo del
conjunto ampliado de premisas “Llueve y hace frío. El otoño baña de melancolía
al Tíbet”. Hay una forma más general de expresar monotonía que es la siguiente:

Monografía generalizada: Si ╞ ,entonces ∪ ╞ 


Si  es una consecuencia de Γ entonces va a ser una consecuencia de cualquier
ampliación de Γ con todos los elementos del conjunto .

La contraparte sintáctica de la propiedad de monotonía se puede probar para la


lógica clásica de primer orden usando la noción de derivabilidad. Supongan que 
es derivable de Γ. Eso quiere decir que existe por lo menos un conjunto ordenado
y finito de fórmulas que cumple con ciertas condiciones y que empieza con los
miembros de Γ y termina con . Si existe una derivación de este tipo que empieza
con todos los miembros de Γ y termina con , entonces es posible construir una
secuencia de enunciados de este tipo:

1. 1 Premisa
2. 2 Premisa
3. 3 Premisa
.
.
.
n. n Premisa
.
.
.
m. .
.

Si es posible construir esta derivación, también va a ser posible construir una
derivación de  a partir de ∪que comience con los miembros de Γ y 
como premisas, y que termine con . Esta derivación tendrá la siguiente forma:

1. 1 Premisa
2. 2 Premisa
3. 3 Premisa
.
.
.
n. n Premisa
n+1.  Premisa
.
.
.
m. .

Si  es derivable a partir de , entonces existe por lo menos una derivación de 


a partir de . Al agregar como línea adicional a una de esas derivaciones —a
continuación de los miembros de — a la premisa  construiremos una
derivación de  a partir de ∪, de acuerdo a la definición de derivación que
hemos dado.
La última de estas tres propiedades estructurales es la de transitividad. Una
versión de transitividad, la versión unitaria, es la siguiente:

Transitividad: Si ╞  y {} ╞ , entonces ╞ 

En efecto, si toda valuación que hace verdaderas a todas las fórmulas de Γ hace
verdadera a  y toda valuación que hace verdadera a hace verdadera a ,
entonces toda valuación que haga verdaderas a todas las fórmulas de Γ —y, por
lo tanto, también a —hará verdadera a . La fórmula  ha sido “cortada” y no
aparece en el consecuente de ese condicional metalíngüístico —es decir, en
╞ —.

Un ejemplo de esta propiedad puede ofrecerse poniendo Γ = {r, (p  q), p},


 = q y  = (q  r). Como q es una consecuencia lógica del conjunto de premisas
{r, (p  q), p} y (q  r) es una consecuencia lógica de {q}, entonces —por la
propiedad de transitividad de la relación de consecuencia— (q  r) es una
consecuencia lógica del conjunto de premisas {r, (p  q), p}.

Es fácil probar que esta propiedad también vale para la noción de consecuencia
sintáctica de la lógica proposicional. Podemos mostrar esto para el ejemplo
anterior: suponemos que existe una derivación de q partir del conjunto de
premisas {r, (p  q), p} y también existe una derivación de (q  r) a partir del
conjunto unitario de premisas {q}:

1. r Premisa
2. (p  q) Premisa
3. p Premisa
4. q De 2 y 3 por E
1. q Premisa
2. (q  r) De 1 por I

Dadas esas dos derivaciones, para construir una derivación (q  r) a partir del
conjunto de premisas {r, (p  q), p} solo es necesario concatenar ambas
derivaciones:

1. r Premisa
2. (p  q) Premisa
3. p Premisa
4. q De 2 y 3 por E
5. (q  r) De 4 por I

Esta última secuencia cumple con las condiciones que exige la definición de
derivación para poder afirmar que (q  r) es derivable a partir del conjunto de
premisas {r, (p  q), p}.

No toda relación de consecuencia deductiva tiene esas tres propiedades


estructurales, dado que hay lógicas no clásicas o divergentes que se ven obligadas
a renunciar a alguna(s) de esas reglas estructurales. En efecto, casi al mismo
tiempo que se consolida la lógica matemática —entre fines del siglo XIX y
principios del siglo XX— aparecen quienes sostienen que la lógica de primer
orden clásica contiene principios —es decir, leyes o reglas— que están
equivocados. Entonces formulan sistemas de lógica matemática, con todos los
requisitos de precisión que tiene la lógica de primer orden clásica, pero que no
contienen algunos de esos principios que consideraban equivocados. Uno de los
principios que muchos de esxs lógicxs heterodoxxs consideraba erróneo era el ex
contradictione sequitur quodlibet, que valida la inferencia de cualquier fórmula a
partir de una premisa contradictoria. No existe ninguna valuación —clásica—
que verifique a una contradicción. Entonces, si no hay ninguna valuación que
verifique a una premisa contradictoria, no va a haber ninguna valuación que
verifique a esa premisa y falsifique a la conclusión —como no hay ningún
estudiante del curso que domine el sánscrito, podemos concluir que no hay
ningún estudiante del curso que domine el sánscrito y el tibetano—. Por lo cual
se concluye que no hay contraejemplos de la validez de un argumento cuya
premisa sea una contradicción y que la conclusión de un argumento tal es una
consecuencia lógica de su premisa. En general, cualquier argumento cuyo
conjunto de premisas sea insatisfacible —es decir, un conjunto de premisas tal
que no exista una valuación que verifique simultáneamente a todas ellas— es
deductivamente válido, de acuerdo a la definición de validez que hemos dado.

Para evitar estos casos, que algunxs consideran paradojas de la relevancia, puede
modificarse la definición de validez estándar del siguiente modo: un argumento
proposicional es válido si y sólo si toda valuación que verifica a las premisas
verifica a la conclusión —esta es la cláusula clásica— y hay por lo menos una
valuación que verifica simultáneamente a todas las premisas —es decir, no
admitimos conjuntos de premisas insatisfacibles—. Denotaremos a la relación de
consecuencia no clásica determinada por esta definición de validez con ╞S .

Para probar que la relación de consecuencia ╞S no tiene la propiedad de


reflexividad es necesario encontrar por lo menos un contraejemplo de esa
propiedad. El siguiente es un contraejemplo de la reflexividad de ╞S, ya que en
este argumento su única premisa es insatisfacible: {(p  p)}  (p  p)

¿Qué pasa con la monotonía? Supongamos que tenemos el siguiente conjunto de


premisas:

 = {p, (q ∧ r)}

De este conjunto de premisas puede inferirse clásicamente r:

{p, (q ∧ r)} ╞ r

y también puede inferirse r de acuerdo a la relación de consecuencia ╞S :

{p, (q ∧ r)} ╞S r
¿Por qué? Porque hay consecuencia clásica y el conjunto de premisas es
satisfacible, es decir, hay por lo menos una valuación que lo verifica. ¿Cuál es
esa valuación? La que hace verdadera a p, verdadera a q y verdadera a r. Un
contraejemplo de la monotonía para la relación de consecuencia ╞S es el
siguiente: mantenemos los elementos del conjunto original de premisas y le
agregamos una premisa más, p:

{p, (q ∧ r), ¬p} ╞S r

Observamos que cae la relación de consecuencia entre r y el conjunto ampliado


de premisas, porque al agregar p tenemos ahora un conjunto insatisfacible de
premisas —es decir, no se cumple el segundo requisito para que haya
consecuencia ╞S. No existe ninguna valuación que verifique todas las premisas
del conjunto ampliado, porque cuando una valuación verifica a p falsifica a p y
cuando verifica a p falsifica a p.

Ahora nos queda preguntarnos por la tercera propiedad, la transitividad para ╞S.
Es decir nos preguntamos si es verdad que, si ╞S y{}╞S , entonces
╞S . Para demostrar este condicional metalingüístico, suponemos su
antecedente y tratamos de obtener su consecuente. Supongamos que
╞S y{}╞S . Entonces, por la definición de ╞S, se sigue que  será una
consecuencia clásica de  y  no será insatisfacible. Por otra parte, de la
definición de ╞S se sigue que  es una consecuencia clásica de {} y  no es
una contradicción. De todo esto, y de la transitividad de la relación de
consecuencia clásica, se sigue que  es una consecuencia clásica de . Además,
como  no es insatisfacible, podemos concluir, en virtud de la definición de ╞S ,
que ╞S .Ahora podemos introducir el condicional y llegar a la conclusión
deseada: si ╞S y{}╞S , entonces ╞S . Es decir, la relación de
consecuencia╞S tiene la propiedad de transitividad.
Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Teórico: N° 9 (Viernes 15 de junio)
Tema: Metateoremas de corrección y completitud. Metateorema de consistencia. El
metateorema de corrección y la justificación de la deducción. La polémica Haack –
Dummett acerca de la justificación de la deducción
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Hemos definido dos nociones de consecuencia para la lógica de primer orden, una
sintáctica y otra semántica, y nos preguntarnos cuál es la relación entre ambas nociones.
Los metateoremas de corrección y completitud contestan esta pregunta y tomados
conjuntamente permiten afirmar que las dos nociones de consecuencia clásica para la lógica
de primer orden —la sintáctica y la semántica— son coextensionales: una fórmula es una
consecuencia sintáctica de un conjunto de premisas si y sólo si es una consecuencia
semántica de dicho conjunto:

(C)├  si y sólo si ╞ 

El metateorema de corrección (fuerte) afirma que si, en la lógica de primer orden,  es una
consecuencia sintáctica de Γ, entonces  es una consecuencia semántica de Γ. Es decir, este
metateorema prueba uno de los condicionales metalingüísticos que componen el
bicondicional (C):

Metateorema de corrección fuerte

Si ├ , entonces ╞ 

Este metateorema puede ser interpretado, como veremos, filosóficamente como una
justificación semántica de las reglas de inferencia clásicas. Lo que afirma este metateorema

1
en esta lectura es que nuestras reglas de inferencia son correctas porque aseguran la
transmisión de verdad de premisas a conclusión.

Esta formulación del teorema se llama metateorema de corrección fuerte, porque Γ puede
ser cualquier conjunto de fórmulas. Ahora bien, un caso particular es aquel en el que Γ es
el conjunto vacío. El metateorema de corrección en su versión débil se enuncia para Γ
vacío:

Metateorema de corrección débil

Si ├ , entonces ╞ 

Si pruebo la versión fuerte del metateorema de corrección, también he probado la versión


débil, que es un caso particular del metateorema de corrección fuerte. El metateorema de
corrección débil afirma que si una fórmula es un teorema de la lógica de primer orden,
entonces es una verdad lógica de la lógica de primer orden.

Recordemos la terminología usada en el texto de Gamut para dos clases de verdades


lógicas. El concepto de tautología es un concepto que habíamos definido para un lenguaje
de la lógica proposicional de la siguiente manera: una fórmula proposicional es una
tautología si toda valuación la verifica, es decir, si toda valuación le otorga el valor 1. El
concepto de tautología es sinónimo del concepto de verdad lógica para la lógica
proposicional, de acuerdo a la terminología estándar. Por ejemplo, (p  p) y (p → p)
son tautologías. Ahora bien, consideremos la siguiente verdad lógica expresada en el
lenguaje de la lógica de predicados:

(∀xPx  ∀xPx)

Aunque esta fórmula pertenece a la lógica de predicados, sin embargo es una verdad lógica
en virtud de su estructura proposicional, porque es un caso particular de (  ). Entonces
para determinar que esta fórmula es una verdad lógica no necesito apelar a cuestiones
propias de la interpretación de los cuantificadores, porque es una verdad lógica en virtud de

2
su estructura proposicional. Es un caso de (  ) y todas las instancias de sustitución de
la forma (  ) son verdades lógicas. Uno podría preguntarse ¿todas las verdades lógicas
de la lógica de predicados son como esta, es decir, son casos de verdad lógica en virtud de
su estructura proposicional? La respuesta es que no es así. Por ejemplo, la siguiente
fórmula:

(xPx → xPx)

es una verdad lógica de la lógica de predicados, en virtud de su estructura cuantificacional y


no en virtud de su estructura proposicional. ¿Cuál es su estructura proposicional? Es:

(→)

¿Es esta una verdad lógica de la lógica de proposiciones? No. Esto quiere decir lo siguiente:
hay verdades lógicas que lo son en virtud de su estructura cuantificacional, no en virtud de
su estructura proposicional. De manera que, dicho de otro modo, tenemos verdades lógicas
que son propias de la lógica de predicados, que son características de la lógica de
predicados, que no son casos de verdades lógicas de la lógica proposicional. Entonces a
esas verdades lógicas las vamos a llamar, siguiendo el texto de GAMUT, fórmulas
universalmente válidas, para distinguirlas de las verdades lógicas de la lógica
proposicional.

El metateorema de completitud o completud también tiene una versión débil y una versión
fuerte. La versión débil es un caso particular de la versión fuerte: el caso en el que el
conjunto de premisas  es vacío.

Metateorema de comple(ti)tud débil: Si ╞ , entonces ├ 


Metateorema de comple(ti)tud fuerte: Si  ╞ , entonces  ├ 

El enunciado de completitud débil afirma que, si  es una verdad lógica de la lógica de


primer orden, entonces  es un teorema de la lógica de primer orden. El enunciado del

3
metateorema de completitud fuerte afirma que, en la lógica de primer orden, si  es una
consecuencia semántica de Γ, entonces hay por lo menos una derivación de  a partir de Γ.
Este metateorema prueba el otro condicional metalingüístico que componen el
bicondicional (C).

¿Qué importancia tiene el metateorema de completitud? La siguiente: podría suceder que


nuestras reglas de inferencia fuesen todas formas de argumento que asegurasen la
preservación de verdad de premisas a conclusión, es decir que fuesen reglas correctas. Pero
podríamos preguntarnos, ¿son suficientes nuestras reglas para probar todos los teoremas y
todos los argumentos válidos de primer orden? Podrían no serlo: consideren, por ejemplo,
un sistema de lógica proposicional cuyas constantes lógicas fuesen la conjunción, la
disyunción y el condicional y cuyo conjunto de reglas básicas fuesen las que presenta el
libro de Gamut para esas constantes lógicas. Además, supóngase que las tablas de verdad
para esas conectivas fuesen las habituales. En ese caso se cumpliría el metateorema de
corrección, porque se puede probar que esas reglas necesariamente preservan verdad. Sin
embargo, no resultarían suficientes para derivar ni todos los argumentos válidos ni todas las
verdades lógicas que pueden expresarse en el lenguaje de ese sistema reducido —que no
incluye a la negación—. Ese sistema de reglas no va a ser completo: va a haber argumentos
válidos y verdades lógicas que no van a poder demostrarse con solamente esas reglas. Por
ejemplo, la llamada ley de Peirce, ((p  q)  p)  p, es una fórmula que solo contiene
apariciones del condicional y, como pueden comprobar, resulta tautológica de acuerdo a su
tabla de verdad. Sin embargo, no puede demostrarse sin usar reglas para la negación —que
no tenemos en este sistema reducido— como muestra la solución al ejercicio 9 (a) del
capítulo 4 del Gamut (página 266). Por lo tanto, ese sistema con un conjunto reducido de
reglas básicas —que suele denominarse lógica positiva— es incompleto respecto a la
semántica estándar para las conectivas proposicionales.

Lo que les asegura la prueba del metateorema de completitud respecto de, por ejemplo, el
conjunto de reglas presentadas por GAMUT, es que si un argumento es válido entonces
vamos a poder derivar su conclusión a partir de sus premisas usando el conjunto de reglas
básicas de introducción y eliminación que aparecen allí. Es decir, el metateorema de

4
completitud nos dice intuitivamente que tenemos suficientes reglas para construir las
derivaciones de las conclusiones de los argumentos válidos a partir de sus premisas. No va
a suceder que tengamos un argumento válido cuya conclusión no podamos derivar a partir
de sus premisas usando las reglas básicas del sistema.

Lo que me permiten afirmar los dos metateoremas conjuntamente es que las dos nociones
de consecuencia clásica para la lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son
coextensionales: siempre que una fórmula sea una consecuencia sintáctica de un conjunto
de premisas, va a ser una consecuencia semántica de dicho conjunto, y viceversa. Como
hemos definido dos nociones matemáticamente precisas pero diferentes de consecuencia
para la lógica de primer orden, podemos preguntarnos si las extensiones de esas dos
nociones coinciden y estos metateoremas me aseguran que sí lo hacen:

├  si y sólo si ╞ 

Estos dos metateoremas son resultados metateóricos importantes. En un caso, porque


justifican las reglas de inferencia del sistema probando que aseguran la transmisión de
verdad de premisas a conclusión. El segundo metateorema, el de completitud, responde
afirmativamente a la pregunta: ¿son suficientes estas reglas para probar todas las verdades
lógicas y derivar la conclusión de todos los argumentos válidos?

Estas demostraciones son propias de una disciplina que se llama metalógica o


metamatemática. Esta disciplina surge alrededor de los años 20’ del siglo XX por impulso
de un matemático alemán muy notable, David Hilbert, que propone esta disciplina como
una manera de terminar con lo que se llamó, a fines del siglo XIX principios del XX, la
crisis de los fundamentos de la matemática. Con ese fin, a Hilbert le interesaba
fundamentalmente demostrar la consistencia o no contradicción de las teorías matemáticas.

Uno puede plantearse el problema de la consistencia también respecto de la lógica de


primer orden. ¿Qué quiere decir que la lógica de primer orden sea consistente? Puede

5
querer decir varias cosas, de acuerdo a cómo definamos consistencia, ya que hay varios
conceptos de consistencia. Una de estas nociones de consistencia se puede caracterizar de
este modo: un sistema de deducción natural para la lógica de primer orden es consistente si
y sólo si no es el caso que haya una fórmula  del sistema, tal que tanto ella como su
negación  sean teoremas:

No (├  y ├ ¬)

Los metateoremas de corrección y completitud se han relacionado con un problema


fundamental de la filosofía de la lógica, el problema de la justificación de la deducción. El
problema de la justificación de la deducción plantea la siguiente pregunta: ¿cómo es posible
justificar nuestras reglas deductivas o, dicho de otro modo, cómo se puede justificar el
conocimiento lógico?

La cuestión de la justificación de la deducción tiene que ver con otros dos grandes
problemas que uno puede plantear respecto de la lógica y el razonamiento deductivo. Una
primera pregunta es cómo razona efectivamente la gente. Esta pregunta, en la actualidad, se
considera como una pregunta propia de una disciplina empírica, la psicología del
razonamiento. Se considera que las respuestas que uno pueda dar a esta pregunta son, por lo
menos en lo que respecta a la lógica deductiva, independientes de la respuesta a la segunda
pregunta, que es cómo debe razonar la gente. Es decir, la primera pregunta es una pregunta
empírica: cómo se razona deductivamente. La segunda pregunta ya no es empírica, sino que
es una pregunta normativa: cómo se debe razonar.

En algún momento de la historia de la lógica, estas dos preguntas no se consideraron


independientes, porque hubo autores que sostuvieron posiciones que se suelen llamar
psicologistas, que justamente se caracterizan por afirmar que estas preguntas no son
independientes entre sí. El psicologismo en lógica sufrió un poderoso ataque a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente por parte de Frege y de Husserl, de
modo que pasó de moda. La posición más común hoy en día es sostener que estas dos
preguntas son preguntas independientes: una es una pregunta descriptiva o empírica, y la

6
otra es pregunta normativa. Entonces, ¿quién se ocupa de la segunda pregunta? Una
posición tradicional, es que la lógica da una respuesta a esta respuesta. Esto es, la lógica
cuando se la entiende en un sentido amplio, no sólo como un conjunto de teorías formales.

Hay una tercera pregunta que podríamos llamar meta-normativa: cómo se justifican las
normas del razonamiento correcto que la lógica recomienda. Tenemos, entonces, tres
preguntas diferentes y, en principio, independientes:

1. Pregunta descriptiva: ¿cómo se razona deductivamente?


2. Pregunta normativa: ¿cómo se debe razonar deductivamente?
3. Pregunta meta-normativa: ¿cómo se justifican las normas del razonamiento
deductivo correcto?

Al intentar contestar esta última pregunta, nos encontramos con el problema de la


justificación de la deducción. Lo que uno pensaría, prima facie, que es un problema fácil,
resulta no serlo.

Un ejemplo del problema de la justificación de la deducción es el de la justificación de la


regla deductiva del modus ponens:

¿Cómo justificamos el modus ponens? En realidad, para justificar la deducción tenemos


que justificar todos nuestros esquemas inferenciales, pero empecemos por justificar uno.
Podemos empezar con el modus ponens, que es el paradigma de regla deductiva.

Este es el problema que, en un artículo clásico, se plantea Susan Haack, una filósofa
inglesa. Susan Haack escribió, en los años '70, un artículo famoso, que se llama ―La
justificación de la deducción‖.1 Ahí, Haack plantea que, tradicionalmente, se supuso que lo
que necesitaba justificación era la inducción, no la deducción. Esto es, cómo podemos
justificar, por ejemplo, el paso de ―Todos los cisnes que vi hasta ahora son blancos‖ a

1 Haack, S. (1976), ―The Justification of Deduction‖, Mind 85(337): 112-119.

7
―Todos los cisnes son blancos‖. Pero, para Haack, el problema (que se llamó el escándalo
de la inducción) se reproduce en el caso de la deducción (y esto sí es un verdadero
escándalo).

Haack sostiene que, si queremos justificar la deducción, tenemos dos opciones: podemos
dar una justificación inductiva o una justificación deductiva de la deducción:

¿Cómo sería la justificación inductiva de, por ejemplo, la regla del modus ponens? Sería:
hasta ahora, todas las veces que aplicamos el modus ponens fueron situaciones en que
pasamos de verdad a verdad, o situaciones en las que nunca pasamos de verdad a falsedad.
Es decir, el modus ponens nunca nos llevó de verdad a falsedad. Y esto da lugar a una
justificación inductiva: hasta ahora, el modus ponens no nos llevó nunca de verdad a
falsedad, por lo tanto, el modus ponens no lleva nunca de verdad a falsedad.

La justificación inductiva es demasiado débil porque lo que queremos es demostrar que es


imposible que el modus ponens nos lleve de verdad a falsedad, y, además, no tenemos
todavía una justificación para la inducción. Por eso, esta es una justificación muy débil de
la deducción:

Si la justificación inductiva nos parece muy débil, entonces podemos intentar una
justificación deductiva de la deducción. Pero esta justificación tiene un problema que
pareciera aún peor, porque la justificación deductiva de la deducción es circular:

8
¿Cómo podríamos justificar deductivamente la aceptabilidad de, por ejemplo, la regla del
modus ponens? Dado que lo que queremos hacer es justificar una regla deductiva (es decir,
una regla de la que pretendemos que nunca nos lleve de verdad a falsedad), lo que
podríamos hacer es mostrar que, efectivamente, el modus ponens nunca nos va a poder
llevar de verdad a falsedad, suponiendo que el signo  tiene el significado que le damos en
la semántica formal. El ―si... entonces‖ en el lenguaje natural tiene varios significados, y
uno podría (puede) encontrar contraejemplos para cualquier regla que lo incluya. Pero nos
proponemos algo más sencillo: tratar de mostrar que el modus ponens nunca nos puede
llevar de verdad de las premisas a falsedad de la conclusión, dándole al signo  el
significado que le da la semántica formal estándar para la lógica clásica.

Sin embargo, Haack nos señala algo que es más o menos evidente: que la justificación del
modus ponens, entendida en este sentido que hemos visto, es circular, utiliza el modus
ponens. Es decir, para justificar que el modus ponens es un esquema inferencial
deductivamente válido, tenemos que presuponer su validez.

¿Cuál sería la justificación? Tenemos que mostrar que, necesariamente, si las premisas del
modus ponens son verdaderas, la conclusión lo va a ser. Supongamos que las premisas del
modus ponens son verdaderas:

1. Ver(φ  ψ) Premisa
2. Ver(φ) Premisa

Es decir, nuestro argumento meta-lógico tiene dos premisas, que φ  ψ es verdadero y que
φ es verdadero.

9
Ahora, vamos a utilizar la semántica estándar para , que la podemos dar bajo la forma de
una cláusula semántica o bajo la forma de una tabla de verdad. Hagámoslo mediante su
tabla de verdad:

De la tabla del condicional material podemos sacar, como tercera línea de nuestra
demostración, lo siguiente:

3. Si Ver(φ  ψ), entonces, si Ver(φ), entonces Ver(ψ) Por Tabla de 

Esto se obtiene de la tabla de verdad:

La única fila donde se cumple que φ  ψ es verdadero y que φ es verdadero es la primera


fila. Y, en ese caso, ψ también es verdadero. Entonces, la tercera línea de la derivación está
justificada por esta tabla de verdad.

Ahora bien, ¿cómo llegamos de esto a Ver(ψ), que es lo que queremos obtener? Por
aplicación reiterada del modus ponens:

4. Si Ver(φ), entonces Ver(ψ) 1,3 por MP


5. Ver(ψ) 2,4 por MP

Entonces, para llegar a la conclusión que queremos, tenemos que usar el modus ponens, que
es justamente la regla que pretendemos justificar:

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1. Ver(φ  ψ) Premisa
2. Ver(φ) Premisa
3. Si Ver(φ  ψ), entonces, si Ver(φ), entonces Ver(ψ) Por Tabla de 
4. Si Ver(φ), entonces Ver(ψ) 1,3 por MP
5. Ver(ψ) 2,4 por MP

Es decir, la justificación semántica de la regla, que dice que tenemos que aceptar el modus
ponens porque la semántica del condicional material nos asegura que si las premisas de un
modus ponens son verdaderas, la conclusión también es verdadera, necesita, en su
exposición, de la aplicación del modus ponens. Tenemos que confiar en que el modus
ponens no nos va a llevar de verdad a falsedad para probar que no nos va a llevar de verdad
a falsedad.

Esto, técnicamente, se llama circularidad. Pero es una circularidad especial, no es la


circularidad desenfadada de concluir ―Llueve‖ a partir de ―Llueve‖, que se suele llamar
circularidad de las premisas (premise circularity). Es una circularidad diferente, que se
suele llama circularidad de las reglas. En inglés, rule circularity. No es la circularidad
patente de inferir ―Llueve‖ de ―Llueve‖, sino que es una circularidad un poco más
―sofisticada‖, que consiste en justificar una regla aplicando esa misma regla.

Este es el argumento básico de Susan Haack: si uno pretende hacer esta justificación
deductiva de las reglas deductivas, que suele llamarse justificación semántica (es decir, la
justificación que sostiene que uno debe aceptar una regla deductiva porque ella asegura
que, de premisas verdaderas, uno nunca va a llegar a una conclusión falsa), va a tener que
caer en una especie de circularidad, que es la circularidad de las reglas.

Se podría proponer una solución del siguiente estilo: no hay por qué justificar el modus
ponens por medio del modus ponens, sino que puedo justificarse por medio de otra regla.
Así, se justifica el modus ponens en términos de otra regla, y esa otra regla, en términos de
otra más.

Pero esto sería una pseudo-solución. ¿Por qué? Para responder a esta pregunta,
recurriremos al trilema de los escépticos, un argumento clásico de los escépticos griegos. Si
ustedes consideran que sólo hay conocimiento cuando hay justificación de las creencias,

11
tienen que concluir, bajo ciertos supuestos, que no hay ningún conocimiento, porque
necesariamente caen en una de tres situaciones indeseables que constituyen los cuernos del
trilema escéptico.

La primera situación es la circularidad. Supongamos que intentan justificar una regla R1. Y
no lo hacen usando R1, sino recurriendo a una regla R2, para no caer en la circularidad de
justificar R1 por medio de R1. Pero R2, a su vez, requiere justificación. Entonces, recurren a
una regla R3:

Ahora, a menos que tengan una cantidad infinita de reglas, en algún punto, se les va a
producir un círculo como este:

Es decir, la justificación de R1 va a requerir, en algún momento, el uso de una regla Rm que


va a ser justificada por referencia a R1. Si el número de reglas es finito, va a haber un
momento en que van a caer en un círculo justificatorio. Entonces, el primer cuerno de este
trilema es aquel en el que se cae en un círculo justificatorio. Y, si caen en un círculo
justificatorio, no justificaron cabalmente nada.

Otra posibilidad es que uno tenga infinitas reglas. Si es así, es posible no caer nunca en un
círculo justificatorio. Pero esta situación da lugar al segundo cuerno del trilema. Porque uno
cae en otro defecto, que ya identificaron los griegos, que es la regresión al infinito. Si yo
tengo infinitas reglas, la justificación de la regla inicial puede diferirse indefinidamente,
pero, finalmente, no tengo ninguna justificación cabal:

12
Lo que tengo, entonces, es una postergación indefinida de la justificación: R1 se justifica
por R2, R2 por R3, R3 por R4, y así al infinito. Este es el segundo cuerno del trilema.

El tercer cuerno del trilema, que es el elegido por los aristotélicos, consiste en parar la
cadena justificatoria en un punto determinado. Es decir, justifico hasta un punto y, en ese
punto, ya no continúo la justificación de unas creencias en términos de otras. La pregunta
es por qué paro en ese punto. La respuesta puede ser, en este caso, que paro porque tengo
una intuición lógica que justifica esa creencia. Y aquí se presenta el problema de la
intuición, que es un gran problema para la teoría del conocimiento. Entonces, el tercer
cuerno del trilema consiste en detener la cadena justificatoria en un punto, que los
escépticos consideran arbitrario.

Este es el trilema escéptico: o bien (i) caigo en un círculo, o bien (ii) caigo en una regresión
al infinito, o bien (iii) me detengo en un punto arbitrario. Los escépticos griegos plantearon
este trilema respecto de la justificación de cualquier conocimiento. Y Susan Haack lo
plantea respecto de la justificación de nuestras reglas lógicas. No poder justificar nuestras
reglas lógicas es un gran problema, dado que las reglas lógicas las vamos a aplicar en una
cantidad notable de razonamientos, tanto en filosofía como en ciencia. Si tienen intereses
epistemológicos y les preocupa el problema de la justificación del conocimiento, una de las
primeras cuestiones que tienen que resolver es la de la justificación del conocimiento
lógico.

En otro artículo de Haack, ―La justificación de la deducción de Dummett‖2, Haack contesta


a Dummett, un filósofo británico que sostiene que, en realidad, la justificación de la
deducción no es un problema. Dummett sostiene que hay argumentos de distinto tipo.

2 Haack, S. (1982), ―Dummett's Justification of Deduction‖, Mind 91(362): 216-239.

13
Algunos argumentos son persuasivos, buscan convencer a una audiencia de la aceptabilidad
de la conclusión del argumento en vista de sus premisas. Es decir, la audiencia no está
convencida de la conclusión y, entonces, lo que tengo que hacer es persuadirla de que las
premisas hacen razonable aceptar la conclusión, o necesario aceptar la conclusión.

Dummett sostiene que en el caso de los argumentos persuasivos el sentido epistémico y el


sentido lógico van en la misma dirección:

Argumentos persuasivos

Esto es, la conclusión se infiere de las premisas, y se busca que las premisas persuadan al
interlocutor, de modo que acepte la conclusión. De manera que, en tanto en el plano lógico
como en el epistémico, la dirección es de las premisas a la conclusión.

Por otra parte, según Dummett, hay otro tipo de argumentos, los argumentos explicativos o
explicaciones. En este caso, la audiencia ya está convencida de la aceptabilidad de la
conclusión; por ejemplo, que la marea sube cuando hay luna llena. Supongamos que es así.
La gente ya está convencida de esto y lo que hay que encontrar es un argumento explicativo
cuyas premisas me permitan obtener la conclusión, de la cual el auditorio ya está
convencido. Dummett dice que, en este caso, el sentido lógico va de premisas a conclusión,
pero el sentido epistémico tiene la dirección inversa:

Argumentos explicativos

14
¿Por qué tiene la dirección inversa? Porque ya estoy convencido de la conclusión.
Entonces, lo que tengo que proporcionar es premisas adecuadas que permitan inferir la
conclusión.

Dummett sostiene que, en el caso de los argumentos persuasivos, el círculo es un defecto,


porque todavía no estamos convencidos de la conclusión. Entonces, suponer la conclusión
como premisa, o tener la conclusión como una de las premisas es obviamente un defecto.
Pero, en el caso del argumento explicativo, el círculo no es un defecto, porque ya estamos
convencidos de la conclusión. Entonces, que utilice la conclusión entre las premisas no es
ningún hecho reprobable.

Dummett afirma que hay, por lo menos, dos tipos de argumentos, argumentos persuasivos y
argumentos explicativos. En el argumento persuasivo, quiero convencer a la audiencia o a
mí mismo de la razonabilidad o plausibilidad de una determinada conclusión en la cual yo
todavía no creo. Entonces, ¿cómo hago para creer? Proporciono determinadas premisas que
justifican mi creencia en la conclusión. El sentido epistémico va de las premisas a la
conclusión: acepto la conclusión porque acepto las premisas. En el argumento explicativo,
en cambio, la situación es diferente, porque ya estamos convencidos de la conclusión, y lo
que queremos encontrar son premisas que, razonablemente, expliquen por qué se da eso
que la conclusión enuncia.

Entonces, dada esta diferencia, el círculo justificatorio tiene distinta significación en un


argumento explicativo y en un argumento persuasivo. Como en el argumento persuasivo
todavía no estamos convencidos de la conclusión, poner la conclusión como una de las
premisas es hacer trampa. En cambio, en el argumento explicativo, usar la conclusión como
una de las premisas no es hacer trampa, porque ya estamos convencidos de la conclusión:
no necesitamos justificación para la conclusión, sino que necesitamos una explicación de
por qué se da lo que dice la conclusión. Y aquí, dice Dummett, el círculo no es un defecto
grave.

Para Dummett, la justificación de la deducción es un caso del segundo tipo, es un


argumento explicativo porque todos estamos convencidos de la bondad del modus ponens.
Entonces, lo que necesitamos es que me expliquen por qué es bueno. El hecho de que, en

15
esta explicación, se utilice el modus ponens en el meta-lenguaje no es un defecto grave. La
idea de Dummett es que tenemos que abrazar el círculo justificatorio porque, en este caso,
no tiene las connotaciones negativas que tendría en el caso de que no estuviésemos
convencidos de la bondad del modus ponens. Pero, como estamos convencidos de la
bondad del modus ponens, lo único que necesitamos es un argumento explicativo que dé
razones para esa bondad. Y si en ese argumento explicativo tenemos que usar el modus
ponens, no hay problema.

Dummett afirma que la justificación de la deducción es muy simple, por estas razones.
Viene dada, principalmente el metateorema de corrección, que generaliza el procedimiento
justificatorio que hemos visto para el modus ponens. El metateorema de corrección afirma
que, si φ es derivable de Γ, entonces φ es una consecuencia semántica de Γ — es decir, que
todo modelo de Γ va a ser un modelo de φ—. Esto es la generalización de la justificación
semántica que habíamos visto para el modus ponens. Teníamos el esquema inferencial del
modus ponens y sosteníamos que lo que contaba como justificación de esta regla es que
toda vez que las premisas del modus ponens fueran verdaderas, su conclusión lo sería. El
metateorema de corrección (en inglés, soundness) generaliza para todas las reglas del
sistema, para todos los esquemas de argumento aceptables sintácticamente en nuestro
sistema, la estrategia justificatoria que habíamos usado para el modus ponens.

Dummett afirma que si uno puede probar un teorema de corrección para su sistema,
entonces ya justificó las reglas de su sistema. ¿Cómo las justificó? Mostrando que son
reglas encomiables, porque nunca nos van a llevar de premisas verdaderas a conclusión
falsa, que es todo lo que le pedimos a nuestras reglas deductivas. Este, dice Dummett, es el
significado filosófico del metateorema de corrección: nos proporciona una justificación de
nuestras reglas de inferencia; habiendo probado el metateorema de corrección, hemos
justificado nuestras reglas de inferencia.

Y mejor aún, dice Dummett, si podemos probar el metateorema de completitud, aunque no


es indispensable y, a veces, no es posible. El enunciado de este metateorema es el
enunciado converso del metateorema de corrección, y dice que, si φ es una consecuencia
semántica de Γ, entonces φ es derivable de Γ. Es decir, va a existir por lo menos una
derivación, usando las reglas de inferencia del sistema, de φ a partir de Γ.

16
Hago una aclaración terminológica. Si ustedes tienen un condicional (φ  ψ), el
condicional converso es el condicional (ψ  φ). Es decir, es el condicional que tiene como
antecedente el consecuente del original, y como consecuente el antecedente del original. En
general, un condicional y su converso no son lógicamente equivalentes. El enunciado del
metateorema de corrección es el condicional converso del enunciado del teorema de
completitud y esos dos condicionales no son lógicamente equivalentes.

Dummett sostiene que lo único que necesitamos para justificar nuestras reglas es probar un
metateorema de corrección. Lo que proporciona este teorema es una justificación semántica
de nuestras reglas. Que esta justificación sea circular no nos importa, porque cuando
queremos justificar nuestras reglas deductivas buscamos construir un argumento
explicativo. Ya estamos convencidos de que son buenas. Entonces, no es un defecto que la
explicación sea circular.

Además, dice Dummett, si uno puede probar además un metateorema de completitud,


mejor todavía. Pero a veces esto no es posible, dado que hay lógicas que no son completas
respecto de su semántica estándar, como por ejemplo la lógica de segundo orden.

¿Cuál es la respuesta de Susan Haack a los argumentos de Dummett? Haack sostiene que
Dummett está presuponiendo que todo el mundo está convencido de la bondad de las
mismas reglas. Pero eso no es cierto: distintxs lógicxs están convencidxs de la bondad de
distintos conjuntos de reglas. Por ejemplo, lxs lógicxs relevantes no están convencidos de la
bondad de las mismas reglas que los lógicos clásicos. Y lxs lógicxs paraconsistentes no
están convencidxs de la bondad del mismo conjunto de reglas que lxs lógicxs clásicxs.

De manera que este presupuesto de Dummett, que está a la base de su argumento (que
consiste en sostener que la justificación de las reglas deductivas se zanja por medio de un
argumento explicativo) es cuestionable, porque no todo el mundo está convencido de la
conclusión. Es decir, no todo el mundo está convencido de la bondad de las mismas reglas
deductivas. Y esto derrota al argumento de Dummett, porque este depende de que la
audiencia esté de acuerdo en que el conjunto de las reglas aceptables es el mismo.

Susan Haack señala que es más o menos obvio que eso no es así, con lo cual el argumento
de Dummett cae y nos encontramos, de nuevo, en una posición difícil: o reformamos el

17
argumento de Dummett, o aceptamos que estamos nuevamente en una encerrona, o
encontramos otra manera de escapar al trilema, diciendo, por ejemplo, que el tipo de
justificación adecuada para las reglas lógicas no es la justificación semántica.

Los grandes problemas de la filosofía de la lógica nos llevan a una encerrona. La encerrona
que nos plantea la pregunta meta-normativa por la justificación de las normas del
razonamiento es provocada por el trilema escéptico. Entonces, o bien tengo que aceptar uno
de los cuernos del trilema (y esto es lo que hace Dummett), o bien tengo que decir que la
justificación adecuada de los principios lógicos no es la semántica, sino que es una
justificación de algún otro tipo.

Los artículos mencionados, el de Dummett3 y los de Susan Haack, constituyen el inicio de


una discusión sobre la justificación de la deducción que todavía continúa.

3 Dummett, M. (1973), ―The Justification of Deduction‖, en Dummett, M., Truth and Other Enigmas,
Cambridge: Harvard University Press.

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Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)
Cátedra: Oller
Ficha sobre formalización de argumentos en la lógica de primer orden
Temas: Formalización de argumentos en lógica de primer orden. Principio de reflexión
retrógrada. Criterios de adecuación de formalizaciones. Validez deductiva y forma
lógica. Asimetría entre validez deductiva e invalidez deductiva. Indeterminación de la
formalización
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

En la mayor parte de los textos de lógica para humanidades se afirma explícitamente, o


se sugiere mediante ejemplos y/o ejercicios, que una de las utilidades de la lógica
matemática es su aporte a la evaluación de argumentos del lenguaje natural. ¿Cómo se
sugiere o se afirma esto? Se presentan argumentos en un lenguaje natural, el castellano
en nuestro caso, y se los traduce al lenguaje de la lógica de primer orden. Luego a ese
argumento traducido se le aplican los métodos de la lógica de primer orden para
determinar si ese argumento traducido es válido o inválido. Estamos restringiendo la
cuestión a los argumentos deductivos y a la lógica de primer orden que es la que ustedes
van a ver en este curso, es decir, lógica proposicional más lógica de predicados (de
primer orden).

Podemos hacer un diagrama muy sencillo que resume la cuestión y plantea algunos
problemas:

(Formalmente) válido
Argumento en el
Argumento en un lenguaje de un
lenguaje natural sistema lógico
Formalización
(Formalmente) inválido
Según esta concepción, que los libros de textos de lógica para humanidades expresan de
manera más o menos explícita, por un lado nosotros tenemos argumentos en un lenguaje
natural, en castellano, en inglés, en latín (como en el ejemplo del argumento de
Anselmo), y lo que queremos hacer es aplicar los métodos de la lógica matemática a la
evaluación del argumento en el lenguaje natural. Este proceso implica forzosamente un
paso que consiste en la traducción de las oraciones que componen un argumento en un
lenguaje natural a uno de los lenguajes de la lógica. A ese proceso particular de
traducción se lo suele llamar ―formalización‖.

―Formalización‖ en lógica y en matemática tiene distintos significados. Aquí vamos a


usar, como es común, el término formalización en este sentido: como traducción de un
lenguaje natural a un lenguaje formal o, si no se quiere usar el término ―traducción‖, a la
asignación de fórmulas bien formadas de un lenguaje formal a las oraciones de un
lenguaje natural. No necesariamente tiene que ser un lenguaje de la lógica —puede ser,
por ejemplo, la traducción al lenguaje del álgebra de una ecuación enunciada en un
lenguaje natural—, pero son los lenguajes de la lógica los que a nosotros nos interesan.
Nos interesa la traducción de un lenguaje natural al lenguaje de algún sistema de lógica.
Si bien lo que ustedes van a ver en el curso es lo que se suele llamar ―lógica de primer
orden‖ o ―lógica elemental‖ la lógica contiene lenguajes innúmeros e igualmente
sistemas innúmeros. De manera que, como vamos a ver inmediatamente, esto constituye
uno de los problemas que uno tiene que enfrentar cuando hace esta traducción: elegir el
lenguaje de un sistema lógico al cual vamos a traducir el argumento del lenguaje
natural.

Este proceso de formalización no es un procedimiento mecánico. Y, lo que es más, no


está bien claro cuáles son los criterios de adecuación de una traducción de este tipo. Es
un proceso no mecánico que está basado en nuestras intuiciones —o en las intuiciones
de los lógicos que crearon los diferentes lenguajes artificiales de la lógica—. Podemos
establecer una serie de condiciones de adecuación, pero tampoco hay un acuerdo sobre
cuáles son las condiciones de adecuación de una buena traducción. Los criterios
propuestos en la literatura presentan limitaciones y pueden considerarse ideales
regulativos más bien que la formulación de condiciones necesarias y/o suficientes para
declarar adecuada a una formalización1.

Por ejemplo, podríamos proponer un criterio de parsimonia según el cual oraciones de


estructura sintáctica o superficial similar deben traducirse de manera similar. Sin
embargo, la estructura superficial de la oración puede no coincidir con la estructura
lógica. A veces, dos oraciones que tienen la misma estructura superficial tienen distinta
estructura lógica. Y eso nos puede confundir y nos puede llevar a hacer una
formalización incorrecta.

Veamos un ejemplo de este problema, considerando las siguientes dos oraciones:

(1) Juan y Pedro son altos.

(2) Juan y Pedro son hermanos.

A nivel superficial, parecen tener la misma estructura y, sin embargo, su estructura


lógica es diferente. ¿Cómo formalizamos ―Juan y Pedro son altos‖ en lógica de
predicados? Una formalización estándar sería:

(Aj  Ap)

Acá, j y p son letras de individuos, nombres de individuos, y A es una letra de


predicado. Para formalizar la oración, previamente la parafraseamos como ―Juan es alto
y Pedro es alto‖. Podríamos tener la tentación de formalizar ―Juan y Pedro son
hermanos‖ de manera análoga a la anterior. Pero, en cuanto intentamos hacer la
paráfrasis correspondiente, nos damos cuenta de que llegamos a una formalización
incorrecta por lo absurdo de la paráfrasis, que sería: ―Juan es hermano y Pedro es
hermano‖. Nos damos cuenta de que las dos oraciones no tienen la misma estructura
lógica a pesar de que tienen la misma estructura superficial. ¿Y a qué se debe esto? A
que ser hermano es una propiedad relacional, como la propiedad ser mayor que. No
tiene sentido decir ―Juan es mayor que‖, porque se necesita un segundo término de la
relación. En cambio, ser alto es una propiedad atributiva, que sí tiene sentido predicar
de un individuo aisladamente.

¿Cómo podemos formalizar adecuadamente ―Juan y Pedro son hermanos‖? Mediante


una letra de predicados relacional. Entonces, ponemos:
1
Ver por ejemplo Peregrin, J & Svoboda, V. (2013) ―Criteria for logical formalization‖. Synthese, 190: 2897–2924.
Hjp,

donde H es una letra de predicado relacional y j y p son nombres de individuos, como


antes. La estructura lógica de esta última oración difiere de la estructura de la primera, a
pesar de que la estructura superficial es, aparentemente, la misma.

Veamos otro ejemplo de este problema:

(3) Hume es un filósofo escocés.

Esta oración dice que hay un individuo, Hume, que tiene simultáneamente dos
propiedades, la de ser filósofo y la de ser escocés. La formalización en lógica de
predicados refleja esta intuición: estoy predicando de un individuo, de Hume, que es,
simultáneamente, filósofo y escocés.

¿Cómo se realiza la paráfrasis previa a la formalización? De la siguiente manera:


―Hume es filósofo y Hume es escocés‖. La formalización es sencilla:

(Fh  Eh)

Ahora, veamos otra oración:

(4) Hiroshi es un japonés alto.

Parece tener la misma estructura superficial que la oración (3). ¿Cómo formalizamos la
oración (4)? Para formalizarla, primero tenemos que pasar por una paráfrasis que la
acerque a la estructura que va a tener en el lenguaje de la lógica de predicados. La
paráfrasis ―Hiroshi es japonés y Hiroshi es alto‖ sería adecuada si la estructura lógica de
(4) fuese la misma que la estructura lógica de la oración (3). Sin embargo, no lo es
porque, cuando yo digo que Hiroshi es un japonés alto, no estoy diciendo que Hiroshi
tiene la propiedad de ser alto sin más sino que estoy diciendo que Hiroshi tiene la
propiedad de ser alto qua o en tanto que japonés. Supongamos que tengo una pulga
amaestrada, Tweetie. Y digo:

(5) Tweetie es una pulga grande.

Ahora bien, una pulga grande, ¿es grande sin más, está dentro de las cosas grandes sin
más? No, es grande en tanto que pulga, qua pulga.
Separar ―japonés‖ de ―alto‖ me puede llevar a una conclusión desacertada, a una
contradicción explícita, si lo hacemos con la siguiente oración:

(6) Hiroshi es un japonés alto, pero un basquetbolista bajo.

En castellano, uno puede afirmar sin contradicción que Hiroshi es un japonés alto, pero
un basquetbolista bajo. Sin embargo, si traduzco (6) de la siguiente manera:

(Jh  Ah  Bh  B'h),

donde h es Hiroshi, J es ser japonés, A es ser alto, B es ser basquetbolista y B' es ser
bajo, podemos inferir una contradicción. ¿Por qué está mal esta formalización? Porque
puedo concluir que Hiroshi es al mismo tiempo alto y bajo. En efecto, se sigue, por
eliminación de la conjunción, que Hiroshi es alto y es bajo al mismo tiempo:

Es decir, se sigue una contradicción. Sin embargo, en castellano la oración (6) no parece
entrañar ninguna contradicción. Para hacer más explícita la contradicción, uno tendría
que señalar que alguien es alto si y sólo si no es bajo. Sobreentendiendo ese
bicondicional, uno puede concluir una contradicción explícita:

(Ah  Ah)

La utilización de la lógica formal para evaluar argumentos presupone ciertas intuiciones


lingüísticas sobre las relaciones inferenciales entre las oraciones del lenguaje natural
que estamos traduciendo. Alguien que sea ciego a estas intuiciones no va a poder hacer
el proceso de traducción adecuadamente. Podemos ayudar a las intuiciones con el
método que empleamos en el caso del argumento sobre Hiroshi. Si nosotros hacemos
una traducción de una oración castellana que, en castellano, no parece entrañar una
contradicción y, sin embargo, esa traducción nos permite inferir una contradicción,
entonces, prima facie, debemos desconfiar de esa traducción.
Como en estos casos no podemos separar los sustantivos de los adjetivos, dado que eso
lleva a consecuencias indeseables, tomamos es ―japonés alto‖ y ―basquetbolista bajo‖
como predicados únicos. Lo que nos queda es:

(Kh  Lh)

Para traducir ―japonés alto‖ usamos la letra K y para ―basquetbolista bajo‖ la letra L.

Otro tipo de problema que presenta el proceso de formalización es el de la elección del


lenguaje de la lógica al cual traducir un argumento del lenguaje natural. Tenemos un
argumento del lenguaje natural y tenemos que preguntarnos a qué lenguaje de la lógica
lo tenemos que traducir para que quede de manifiesto la estructura inferencial del
argumento. Por ejemplo, si yo afirmo ―Es obligatorio pagar impuestos‖, de esto se sigue
que ―Está permitido pagar impuestos‖. De lo obligatorio se sigue lo permitido. Pero
para revelar la estructura inferencial de ese argumento necesito un lenguaje más rico
que este lenguaje que el de la lógica de primer orden. Necesito un lenguaje que
contenga como constantes lógicas, además de las que ustedes ven, operadores deónticos
como ―es obligatorio que‖, ―está permitido que‖, ―está prohibido que‖. De otra manera,
si yo lo intento analizar en el lenguaje de la lógica proposicional, no voy a poder revelar
la estructura inferencial del argumento en lenguaje natural que hace que ese argumento
sea un argumento deductivamente válido. De manera que esta es la razón por la cual en
el cuadro de la derecha del esquema que resume el proceso de formalización aparece la
leyenda ―Argumento en el lenguaje de un sistema lógico‖.

La idea, entonces, es que una vez hecho este proceso de traducción que llamamos
―formalización‖ obtenemos un argumento traducido en el lenguaje de algún sistema de
lógica; por ejemplo, en el lenguaje de un sistema de lógica proposicional clásica.
Entonces, como lo que tenemos ahora es un argumento en ese sistema, podemos
aplicarle los métodos que ese sistema nos proporciona para evaluar argumentos
expresados en el lenguaje de ese sistema.

Aplicando esos instrumentos entonces vamos a fundamentar la conclusión según la cual


el argumento traducido es o bien formalmente válido o bien formalmente inválido.
Decimos que el argumento es formalmente válido o formalmente inválido porque se
supone que la (in)validez del argumento depende de la forma lógica del mismo.
Recuerden, además, que estamos limitando esta cuestión a los argumentos deductivos y
los sistemas de lógica que vamos a considerar son sistemas de lógica deductiva. Ahora
bien, uno podría preguntarse, una vez que llegamos a la conclusión de que el argumento
en su traducción a un lenguaje de la lógica es formalmente válido, qué sucede con el
argumento original en un lenguaje natural: ¿es válido o inválido?

Un argumento del lenguaje natural puede ser válido o inválido. Efectivamente nosotros
hemos analizado, reconstruido, argumentos en el lenguaje natural y discutido su validez
o invalidez. Por ejemplo, vimos el argumento de Popper en contra del historicismo y lo
evaluamos. Recuerden que en ese ejemplo nunca pasamos a un lenguaje formal, lo
analizamos en el lenguaje natural y discutimos su pretensión inferencial deductiva y
señalamos que para que fuera exitosa debíamos agregar alguna premisa. Agregada esa
premisa teníamos un argumento deductivo en el cual esa pretensión deductiva era
exitosa, aunque podía cuestionarse la verdad de la premisa agregada. Uno puede
discutir, y de hecho se ha discutido durante 2500 años, la validez o invalidez de
argumentos en el lenguaje natural. La aparición de la lógica matemática y su éxito en la
tarea de formalizar el razonamiento matemático llevó a pensar que era posible expandir
el campo de aplicación de la lógica matemática a argumentos que no son argumentos
matemáticos. La idea es que si bien uno puede evaluar argumentos del lenguaje natural
y calificarlos de válidos o inválidos, parece que la lógica matemática puede ayudarnos
en esa tarea. No es que no la podamos llevar a cabo sin la lógica matemática sino que
ésta puede ayudarnos proporcionándonos métodos matemáticamente precisos. Por
ejemplo, parece una ventaja decidir si un argumento proposicional es válido realizando
una tabla de verdad, ya que se trata de un proceso mecánico, algorítmico.

Ahora la pregunta es: ¿esto qué tiene que ver con el argumento original? El argumento
traducido al lenguaje de un sistema de lógica es formalmente válido. ―¿Y qué?‖ me
pueden decir con su escepticismo juvenil y alocado. ¿Cómo se relaciona la validez del
argumento formalizado con la del argumento del lenguaje natural?

Vamos a ver un ejemplo de este proceso que les estoy explicando. Supónganse que se
les presenta un argumento en el lenguaje natural:
Si la neurosis obsesiva es una dolencia hereditaria, entonces
el número de neuróticos obsesivos con antecedentes
familiares de esa dolencia será significativamente mayor que
el número de neuróticos obsesivos sin antecedentes
familiares. No es el caso que el número de neuróticos
obsesivos con antecedentes familiares de neurosis obsesiva
sea significativamente mayor que el número de neuróticos
obsesivos sin antecedentes familiares de esa dolencia. Por lo
tanto, la neurosis obsesiva no es una dolencia hereditaria.

Ahora bien ¿este argumento del lenguaje natural es válido o inválido? Si quiero aplicar
los métodos de la lógica matemática para evaluar ese argumento lo primero que tengo
que hacer es traducirlo a algún lenguaje de la lógica matemática. Existen muchos
lenguajes de la lógica matemática, de manera que eso no es un problema trivial. Pero en
este caso bastará con traducirlo al lenguaje de la lógica proposicional. El lenguaje de la
lógica proposicional revelará de manera adecuada la estructura inferencial del
argumento. Su formalización es muy sencilla: (p → q) es ―Si la neurosis obsesiva es
una condición hereditaria, entonces el número de neuróticos obsesivos con antecedentes
familiares de esa dolencia será significativamente mayor que el número de neuróticos
obsesivos sin antecedentes familiares.‖ Es decir que p traduce ―La neurosis obsesiva es
una condición hereditaria‖, q traduce el consecuente ―El número de neuróticos
obsesivos con antecedentes familiares de esa dolencia será significativamente mayor
que el número de neuróticos obsesivos sin antecedentes familiares de esa dolencia‖. La
segunda premisa afirma ―No es el caso que el número de neuróticos obsesivos con
antecedentes familiares de neurosis obsesiva sea significativamente mayor que el
número de neuróticos obsesivos sin antecedentes familiares de esa dolencia.‖ La
conclusión afirma que ―No es cierto que la neurosis obsesiva sea una condición
hereditaria‖.

La estructura inferencial de este argumento en particular es muy sencilla y queda


revelada por este argumento en el lenguaje de la lógica proposicional.

(p → q)
q
p
A su vez, este argumento es una instancia de una forma argumental que ya vimos que se
llama modus (tollendo) tollens.

Modus tollendo tollens


(φ → ψ)
ψ
φ

La elucidación del concepto de forma lógica tiene un papel central en la comprensión


del proceso de formalización y, sin embargo, es una noción cuyo esclarecimiento
presenta notorias dificultades. Así, por ejemplo, podemos preguntarnos qué tipo de
entidad es la forma lógica, si la forma lógica de una oración o de un argumento del
lenguaje natural es el resultado de un descubrimiento o −al menos parcialmente− el
producto de una construcción, o si la forma lógica de una oración o de un argumento en
un determinado lenguaje de la lógica es única. La noción intuitiva de forma lógica que
suele aparecer en los textos de lógica −sobre todo en aquellos textos introductorios
destinados a estudiantes de Humanidades− identifica la forma lógica de una fórmula de
un lenguaje de la lógica con un esquema. Un esquema es una oración del
correspondiente metalenguaje que contiene variables metalingüísticas libres y una
fórmula se considera una instancia de una forma lógica si se puede obtener a partir del
esquema correspondiente mediante la sustitución uniforme de sus variables
metalingüísticas por fórmulas del lenguaje. De acuerdo a la convención adoptada en el
texto de Gamut, las letras griegas minúsculas son variables metalógicas de enunciado o
de fórmula que nombran en el metalenguaje a fórmulas del lenguaje de cualquier grado
de complejidad.

Ese argumento en particular es un caso de esa forma argumental porque puede


obtenerse sustituyendo uniformemente —es decir, en todas sus apariciones—  por p y
 por q. Esta forma argumental es válida. ¿Cómo pueden saber si es válida? Pueden
hacer una tabla de verdad y, si en la tabla de verdad toda vez que ambas premisas
reciben el valor de verdad verdadero la conclusión también recibe el valor de verdad
verdadero, la forma argumental es válida. Eso quiere decir que esta forma de
argumentar trasmite necesariamente verdad de premisas a conclusión, es decir, que es
una forma de argumentar deductivamente aceptable. No va a suceder nunca que las
premisas sean verdaderas y la conclusión falsa.

Revisemos todo el proceso. Teníamos el argumento del lenguaje natural sobre la


neurosis obsesiva, hicimos el proceso de formalización, elegimos uno de los lenguajes
más simples que podíamos elegir, que es el de la lógica proposicional. Utilizamos el
método de las tablas de verdad para descubrir que el argumento traducido es válido. La
utilidad de estos procedimientos de evaluación se pone de relieve cuando tomamos
argumentos más complejos en los que nuestras intuiciones no nos son de mucha ayuda.
La pregunta que nos hacíamos ahora es: ¿esto qué nos dice sobre el argumento en
lenguaje natural, el argumento del cual partimos? Suponemos que nos permite concluir
que el argumento en lenguaje natural también es válido.

Esta esperanza que tenemos cuando aplicamos este procedimiento es, como les decía,
que la validez o invalidez formal se refleje en la validez o invalidez del argumento en
lenguaje natural. A esto un autor canadiense, John Woods2, lo llama ―el principio de
reflexión retrógrada‖. Es decir, uno tiene la esperanza de que las propiedades formales
de los argumentos se reflejen retrógradamente, hacia atrás, en la validez o invalidez del
argumento en el lenguaje natural. Como se verá, el principio de reflexión retrograda no
es verdadero y vamos a ver por qué no lo es.

El principio de reflexión retrograda no es verdadero, no es cierto que necesariamente las


propiedades lógicas de un argumento traducido a un lenguaje formal se reflejen en las
propiedades lógicas de un argumento en lenguaje natural del cual ese otro argumento es
traducción, aun suponiendo que uno hizo bien la traducción. Veamos un ejemplo de
Gerald Massey3, un autor que a principios de los años 80 recordó esta cuestión de que
el principio de reflexión retrógrada no es verdadero, a pesar de lo que sugieren los libros
de texto que a veces descuidadamente dan a entender que sí lo es. Massey argumentó
que la invalidez formal no tiene esta propiedad de reflexión retrógrada: tengo un
argumento en un lenguaje natural, lo traduzco, y resulta que es formalmente inválido, de
acuerdo con esa traducción. Dicha invalidez no se refleja necesariamente en el

2
Ver, por ejemplo, ―How philosophical is informal logic?‖, Informal Logic, 20, 139–167.
3
Massey, Gerald J. (1981). ―The Fallacy behind Fallacies‖. Midwest Studies in Philosophy 6 (1):489-500.
argumento original, no puedo afirmar con certeza que el argumento original es inválido.
Hay una asimetría entre validez e invalidez: si bien esta propiedad lógica de los
argumentos, que es la validez formal, se refleja retrógradamente en la validez de los
argumentos originales del lenguaje natural, no sucede lo mismo con la invalidez formal.

El ejemplo de Massey es el siguiente. Supónganse que ustedes tienen el siguiente


argumento:

Si algo fue creado por Dios, entonces todo fue creado por Dios.
Todo fue creado por Dios.
Por lo tanto, algo fue creado por Dios.

Vamos a realizar el procedimiento que hemos visto. A este argumento queremos


aplicarle los métodos de la lógica matemática para ver si es válido o no. Entonces
tenemos que llevar a cabo un proceso de traducción. Acá se plantea el problema que ya
habíamos mencionado, ¿a qué lenguaje de la lógica lo vamos a traducir?

Vamos a intentar formalizarlo en el lenguaje de la lógica proposicional, justamente para


mostrar que la traducción al lenguaje de la lógica proposicional no es satisfactoria. q
será ―Todo fue creado por Dios‖ y p será ―Algo fue creado por Dios‖. Entonces nos
queda:

(p → q)
q
p

¿Qué les va a indicar la tabla de verdad? Que es un argumento proposicional inválido.


La asignación de valores de verdad que muestra esta invalidez es la que asigna 0 —o
f— a p y 1 —o v— a q:

(p → q) (v)
q (v)
p (f)
Un condicional con consecuente verdadero y antecedente falso es verdadero. De manera
que tenemos las dos premisas verdaderas y conclusión falsa. Este argumento es una
instancia de una falacia formal, la llamada ―falacia de afirmación del consecuente‖.

Falacia de afirmación del


consecuente
(φ → ψ)
ψ
φ

¿Qué es una falacia, de acuerdo a la definición tradicional de falacia? Es un mal


argumento pero que convence. Es decir, en la definición tradicional de falacia aparece
un elemento retórico: es un argumento que retóricamente consigue su objetivo de
convencer a la audiencia aunque no sea un buen argumento.

Entonces aquí hemos obtenido el diagnóstico de que el argumento en el lenguaje de la


lógica proposicional es formalmente inválido. Entonces, si el principio de reflexión
retrograda fuese verdadero, ¿qué tendría que suceder? Que el argumento en el lenguaje
natural fuese inválido. Pero resulta que este argumento es válido en el lenguaje natural.
¿Por qué? Porque si todo fue creado por Dios, algo fue creado por Dios. La conclusión
se sigue directamente de la segunda premisa sin que necesitemos de la primera premisa
para realizar esa inferencia válida. Entonces, el argumento es válido, intuitivamente.
¿Por qué? Porque nunca va a suceder que las dos premisas sean verdaderas y la
conclusión falsa, ya que si las dos premisas son verdaderas lo será la segunda y si la
segunda premisa es verdadera también es verdadera la conclusión. En este caso el valor
de verdad de la primera premisa resulta irrelevante para la validez del argumento.
Porque, por la definición del concepto intuitivo de validez deductiva para que el
argumento tenga esta propiedad debe darse que sea imposible que las dos premisas sean
verdaderas y la conclusión falsa.

Entonces, se ve en este ejemplo que el principio de reflexión retrograda no es verdadero.


Es decir que uno puede formalizar un argumento del lenguaje natural en un lenguaje de
un sistema lógico, por ejemplo el de la lógica proposicional, que el argumento traducido
sea formalmente inválido y que sin embargo el argumento original sea válido. Esto
refuta el principio de reflexión retrógrada. ¿Esto quiere decir que no vamos a encontrar
ningún lenguaje de la lógica en el cual este argumento resulte válido? No
necesariamente. En nuestro ejemplo, para que resulte válido el argumento tenemos que
traducirlo al lenguaje de la lógica de predicados de primer orden. En este lenguaje
además de las constantes lógicas que ustedes tienen en la lógica proposicional se
introducen nuevas constantes lógicas y también nuevos signos no lógicos.

Entonces, para que el argumento formalizado resulte válido tenemos que traducir este
argumento en lenguaje natural al lenguaje de la lógica de predicados de primer orden,
dado que la validez del argumento en el lenguaje natural no puede ser reflejada en la
traducción a la lógica proposicional. Veamos cómo sería esa formalización. Usaremos
el símbolo , que vamos a llamar ―cuantificador existencial‖, y leeremos ∃xCdx ―existe
alguna entidad x —x se suele llamar ―variable de individuo‖— tal que Dios creó a esa
entidad‖. Vamos a utilizar una d minúscula para traducir ―Dios‖. Este tipo de signos, a
los que se suele llamar ―constantes de individuo‖, son la contraparte en este lenguaje
formal de los nombres propios en lenguajes naturales, o de expresiones que funcionan
como nombres propios. Tenemos una letra mayúscula C que es un predicado diádico y
que tiene dos lugares para llenar con letras de individuo, lugares que indicamos con una
rayita. C va a traducir ―— creó —‖.

Entonces la premisa es ―Si hay alguna entidad tal que Dios creó a esa entidad, entonces
para toda entidad se da que Dios la creó‖:

(∃xCdx → ∀xCdx)

La segunda premisa es ―Para toda entidad se da que fue creada por Dios‖:

∀xCdx

La conclusión es ―Hay por lo menos una entidad tal que Dios creó a esa entidad‖:

∃xCdx
Entonces, el argumento traducido al lenguaje de la lógica de predicados resulta ser:

(xCdx → xCdx)
xCdx
xCdx

Entonces hemos traducido el mismo argumento a un lenguaje más potente que el de la


lógica proposicional, que es el de la lógica de predicados. Ahora nos preguntamos
nuevamente, ¿es este argumento formalmente válido? La respuesta es que sí porque es
una instancia de una forma argumental válida que es la siguiente: Si existe por lo menos
una x para la cual se da φ, entonces para todo x se da φ. Para todo x se da φ. Por lo
tanto, existe por lo menos una x para la cual se da φ. Recuerden que las letras griegas
minúsculas representan variables metalógicas de enunciado o de fórmula.

(xφ → xφ)
xφ
xφ

Es necesario señalar que el argumento es también una instancia de la forma inválida


Falacia de afirmación del consecuente. En efecto, el argumento puede obtenerse a partir
de aquel esquema sustituyendo uniformemente —es decir, en todas sus apariciones— φ
por xCdx y  por xCdx. Sin embargo, un análisis más profundo de la estructura del
argumento reveló que también es una instancia de una forma argumental válida y, por lo
tanto, es válido.

Alguien podría observar que en su traducción a la lógica de predicados el argumento


tiene tres premisas y, sin embargo, inferimos la conclusión de la segunda premisa
solamente. No necesitamos de la primera premisa para decretar la validez del
argumento. Para comprender que esto no es ilegítimo tenemos que recordar que el
razonamiento deductivo tiene una propiedad que se suele llamar ―monotonía‖. La
relación de consecuencia deductiva —tanto la relación de consecuencia semántica como
la relación de consecuencia sintáctica— es monótona:

Si {φ1, …, φn}⊢ , entonces {φ1, …, φn, φn+1}⊢ 


Si {φ1, …, φn} ⊨ , entonces {φ1, …, φn, φn+1} ⊨ 

¿Qué quiere decir eso? Si yo tengo un conjunto de premisas {φ1, …, φn} y de


{φ1, …, φn} se sigue ψ, entonces ψ se sigue de cualquier súperconjunto del conjunto de
las premisas originales. Es decir que si yo agrego nuevas premisas al conjunto, lo que se
seguía del conjunto original se sigue siguiendo del conjunto ampliado. Ahora le agrego
una premisa más, φn+1, al conjunto original {φ1, …, φn}. Como ψ se seguía del conjunto
original, ψ se sigue del conjunto {φ1, …, φn, φn+1}. Esto se llama técnicamente
―propiedad de monotonía de la relación de consecuencia deductiva‖. Dicho de otra
manera, inferir deductivamente es nunca tener que retractarse de las conclusiones
obtenidas. Es decir, que nueva información bajo la forma de nuevas premisas no me
puede hacer caer las conclusiones obtenidas con anterioridad, si uno razona
deductivamente.

También podemos comprobar que la conclusión se sigue de las premisas del argumento
derivándola en la lógica de predicados. Vamos a suponer que tenemos a nuestra
disposición esta regla derivada (válida), que es una de las reglas de descenso
cuantificacional:

xφ
xφ

Entonces la primera línea de la derivación se justifica porque es una premisa. Después,


el que la use o no la use en la derivación no tiene importancia, de acuerdo a la
definición de ―derivación‖ que se utilizamos en lógica clásica. La línea 2 se justifica
porque es una premisa. Para obtener la fórmula de la línea 3 vamos a usar esa regla
derivada que llamamos ―regla de descenso cuantificacional‖ porque va de lo más
(todos) a lo menos (algunos). Observen que no quedó ninguna línea de la derivación sin
justificar.
1. (∃xCdx → ∀xCdx) (premisa)
2. ∀xCdx (premisa)
3. ∃xCdx De 2 x RDC

Lo que hicimos es evidenciar que cuando yo tengo que traducir un argumento del
lenguaje natural a un lenguaje formal de un sistema lógico tengo que realizar una
decisión que es a qué lenguaje de cual sistema lógico lo traduzco. Eso presupone cierta
intuición que supuestamente los métodos de la lógica matemática nos permiten evitar.
Es decir, los métodos que nos proporciona la lógica matemática parecen no necesitar de
la intuición. Sin embargo, para realizar el proceso de traducción adecuadamente vamos
a necesitar de la intuición acerca de qué depende la validez del argumento.

En el caso de nuestro ejemplo, en lógica proposicional lo que tenemos es un argumento


inválido que instancia una falacia, la falacia de afirmación del consecuente. Entonces
decimos el argumento formalizado en el lenguaje de la lógica proposicional es
formalmente inválido. Si el principio de reflexión retrograda fuese verdadero el
argumento original sería inválido. Pero no lo es. Lo que hacemos, entonces, es
formalizarlo en un lenguaje más potente. Lo formalizamos en el lenguaje de la lógica de
predicados. El resultado es que tenemos un argumento traducido que resulta
formalmente válido.

Ahora bien, el argumento traducido al lenguaje de la lógica de predicados también es


una instancia de la falacia de afirmación del consecuente. ¿Por qué es válido entonces?
Para contestar a esta pregunta debemos apelar a dos principios sobre los que llama la
atención Massey: toda instancia de una forma argumental válida es válida, pero no toda
instancia de una forma argumental inválida es inválida. Mientras que la validez formal
de un argumento del lenguaje natural se desprende de la existencia de al menos una
forma válida en algún sistema lógico de la que el argumento sea una instancia, mostrar
que no es válido requiere establecer que no hay ninguna forma válida en ningún sistema
lógico de la cual el argumento sea una instancia. El argumento en castellano que
tomamos como ejemplo no es un argumento falaz porque, si bien instancia una forma
proposicional inválida, la de la falacia de afirmación del consecuente, también instancia
una forma válida de la lógica de predicados. Por lo tanto, pareciera que la lógica no
puede proporcionar argumentos concluyentes —sino sólo argumentos revisables— de
que un mal argumento del lenguaje natural es malo.

Massey da otro ejemplo que es más impresionante, relativo a la formalización de la


modificación de los verbos de acción. Supongan que yo digo:

Juan está cantando en el patio de Puan a medianoche

Tenemos un verbo de acción, cantar, que está modificado por un complemento de lugar
(en el patio de Puan) y un complemento de tiempo (a medianoche). ¿Cómo se formaliza
esta oración en lógica de predicados, según las convenciones que ustedes van a ver en el
texto de Gamut? Se formaliza como una relación entre un individuo, Juan, un lugar, el
patio de Puan, y un tiempo, la medianoche. Es un predicado relacional de tres lugares de
argumento: un lugar de argumento está llenado por ―Juan‖, otro por ―el patio de Puan‖ y
otro por ―la medianoche‖. Entonces, tendríamos esta formalización: Cantando(Juan, el
patio de Puan, la medianoche):

Cjpm

Es una relación triádica entre Juan, el patio de Puan, y la medianoche. Es un predicado


relacional de tres lugares de argumento, de tres lugares que hay que llenar:
Canta___en___a___. Ahora bien, en castellano, ¿Qué permite inferir Juan está
cantando en el patio de Puan a medianoche? Que Juan está cantando. Si Juan está
cantando en el patio de Puan a medianoche, Juan está cantando. Pero, ¿qué sucede? Que
Juan está cantando, según la convención usual, se tiene que formalizar como un
predicado monádico, de esta manera:

C´j

Pero, en lógica de predicados, de Cjpm no se sigue C´j. Sin embargo, en castellano, es


muy intuitivo que de Juan está cantando en el patio de Puan a medianoche se infiere
Juan está cantando. No obstante, en las reglas que supone este ejercicio de
formalización, cada modificador del verbo agrega un lugar de argumento. Si yo
modifico el verbo con un complemento de lugar, tengo que agregar un lugar de
argumento. Si lo modifico con un complemento temporal, agrego un lugar de
argumento. Esa es la regla heurística: cada modificador del verbo agrega un lugar de
argumento.
¿Cuál es el problema con esto? Que me encuentro con que de Juan está cantando en el
patio de Puan a medianoche, no se sigue, en lógica de predicados de primer orden y
según esta propuesta de formalización, Juan está cantando. Es decir, hay una
disonancia entre el veredicto de la lógica y nuestras intuiciones acerca de lo que se
infiere y no se infiere en el lenguaje natural.

Los lógicos no encontraron una manera de preservar esta inferencia del lenguaje natural
en primer orden hasta que, en 1967, a un filósofo estadounidense, Donald Davidson4, se
le ocurrió una manera de hacerlo en lógica de primer orden. La teoría de Davidson, en
este artículo famoso que se llama ―La forma lógica de las oraciones de acción‖, parte de
considerar que, en estos casos, lo que tenemos es un lugar de argumento oculto que
tiene que ser ocupado por acontecimientos o eventos. Y los acontecimientos son
entidades espacio-temporales. Si uno adopta esa perspectiva, si adiciona a su ontología
entidades espacio-temporales de un tipo particular, los acontecimientos o eventos,
entonces uno puede ofrecer una formalización adecuada de esta oración en primer orden
que respete las intuiciones respecto de las relaciones inferenciales entre oraciones de
acción en el lenguaje natural.

¿Cuál es la solución de Davidson? No es muy complicada, pero vamos a empezar por el


caso más sencillo, que es Juan está cantando. La lectura de Davidson de esta oración
es: Existe un acontecimiento e (vamos a usar e como variable acontecimiento o evento)
tal que ese acontecimiento e es un canto de Juan:

eCej

Entonces, la oración Juan está cantando en el patio de Puan a medianoche tendría la


siguiente estructura: existe un acontecimiento e, e, tal que ese acontecimiento e es un
canto de Juan, Cej, y ese acontecimiento e tiene lugar en el patio de Puan, Eep, y ese
acontecimiento e sucede a medianoche, Aem:

e(Cej  Eep  Aem)

Ponemos los paréntesis porque necesitamos que el cuantificador existencial cuantifique


todas las apariciones de esta variable e. Esto quiere decir que hay por lo menos un
acontecimiento, una entidad espacio-temporal, que es una instancia de canto de Juan y

4 Davidson, D. (1967) "La forma lógica de las oraciones de acción" en Donald Davidson. Ensayos sobre
acciones y sucesos. Barcelona, UNAM - Crítica, 1995, pp.133-187.
ese acontecimiento tiene lugar en el patio de Puan y ese acontecimiento tiene lugar a
medianoche.

Fíjense que no salimos del lenguaje de la lógica de primer orden. Y fíjense que de
e(Cej  Eep  Aem) sí se sigue eCej. Es decir, de existe un acontecimiento e, tal que
ese acontecimiento e es un canto de Juan, y ese acontecimiento e tiene lugar en el patio
de Puan, y ese acontecimiento e sucede a medianoche, se sigue que existe un
acontecimiento e tal que ese acontecimiento e es un canto de Juan:

Este esquema argumental es válido en lógica de predicados. Otra instancia de esta forma
argumental que ilustra esta manera válida de inferir es: Existe un individuo que habla
inglés, lee francés y comprende chino mandarín. Por lo tanto, existe un individuo que
habla inglés.

Resumiendo: estos dos principios claves que nos recuerda Massey son: (i) toda instancia
de una forma argumental deductiva válida es válida, pero (ii) no toda instancia de una
forma argumental deductiva inválida es inválida. ¿Qué tiene que ver esto con lo que
estamos viendo? Que podemos hacer una traducción correcta de un argumento en
castellano a un lenguaje de la lógica; que esta traducción nos dé como veredicto que el
argumento formalizado es inválido, pero que, sin embargo, el argumento original en el
lenguaje natural no sea inválido. Y es posible que, con un poco de ingenio, podamos
encontrar otra forma argumental, de la cual pueda decirse que el argumento original
(también) es una instancia, que sea válida. Vimos dos casos en los que esto puede
suceder. En el primer caso sucedió porque hicimos una formalización en el lenguaje de
la lógica proposicional que no revela una estructura inferencial suficientemente
profunda como para evidenciar la validez del argumento. En cambio, cuando lo
formalizamos en el lenguaje de la lógica de predicados, sí se revela la validez del
argumento. El segundo caso es el que ilustra el problema de la modificación del verbo y
la solución del Davidson: puede ser que ningún lógico haya sido lo suficientemente
perspicaz como para encontrar dentro de un mismo lenguaje una manera ingeniosa de
formalizar, por ejemplo, la modificación de los verbos de acción de manera tal de
preservar la validez intuitiva de ciertas inferencias. En la manera de formalizar la
modificación de los verbos que ustedes van a ver en el libro de Gamut, por ejemplo en
el ejercicio 1c del capítulo 3, esta validez intuitiva no queda preservada. Además,
¿cuántos lenguajes y sistemas de la lógica hay, potencialmente? Infinitos. Entonces, el
hecho de que no haya encontrado una formalización del argumento original del lenguaje
natural en ninguno de los lenguajes de los sistemas lógicos conocidos no quiere decir
que, en el futuro, alguien no conciba un sistema lógico ―sensato‖, en cuyo lenguaje
pueda formalizarse este argumento, de manera tal que resulte formalmente válido.

Esas dificultades que plantea la formalización de argumentos del lenguaje natural en los
lenguajes de la lógica matemática generan lo que ha sido llamado el problema de la
indeterminación de la formalización y este problema hace que la aplicación de la lógica
matemática a la evaluación de argumentos del lenguaje ordinario y de las disciplinas
especiales haya sido cuestionada por algunxs autorxs.

ACTIVIDAD 9

La formalización es el procedimiento que consiste en traducir


enunciados de un lenguaje natural a fórmulas de un lenguaje artificial
con el propósito de evaluar argumentos que usan esos enunciados,
dejando al descubierto las ambigüedades en ellos, o revelando su
"verdadera forma lógica". El procedimiento es informal, ya que las
reglas para llevarlo a cabo nunca se explicitan completamente. Uno
debe usar su comprensión intuitiva del contenido y la estructura de los
enunciados dados. Una formalización adecuada debe producir una
fórmula que tenga las mismas condiciones de verdad que el enunciado
dado, pero más allá de esto, los criterios de adecuación no están
claros. Todo lo que se puede decir es que la "estructura relevante" del
enunciado dado debería reflejarse en su contraparte formalizada.
(Thomason, R. & R. C. Stalnaker (1973) “A semantic theory of adverbs”, Linguistic
Inquiry, 4, p. 196)

a) ¿Cumple la formalización de Juan es alto y Maureen pelirroja como


(p  q) con el criterio de adecuación subrayado en el texto?
b) ¿Cumple la formalización de Pedro llegó a su casa y se sacó los zapatos
como (p  q) con el criterio de adecuación subrayado en el texto?
c) Discuta la siguiente afirmación:
“El criterio que pide que las condiciones de verdad de la oración formalizada
sean las mismas que las de la oración a formalizar es problemático, si se lo
considera como un criterio que establece una condición suficiente para la
corrección de una formalización, porque implica que cualquier formalización
lógicamente equivalente a una formalización correcta es correcta.”

ACTIVIDAD 10

La lógica puede utilizarse para la representación del conocimiento y la solución


de problemas. Considere, por ejemplo, la siguiente cuestión: ¿Es posible
colorear los vértices de un triángulo con solamente dos colores —rojo y
verde— de modo que los vértices adyacentes tengan colores diferentes?

Represente la información contenida en el planteo del problema en el lenguaje


de la lógica proposicional de acuerdo al siguiente diccionario:

p: El vértice 1 es rojo.
q: El vértice 1 es verde.
r: El vértice 2 es rojo.
s: El vértice 2 es verde.
t: El vértice 3 es rojo.
u: El vértice 3 es verde

Compruebe utilizando el método de las tablas de verdad que el conjunto de


fórmulas proposicionales que traducen la información contenida en el planteo
del problema es insatisfacible —es decir, que no hay ninguna valuación que
verifique simultáneamente todas las fórmulas del conjunto—. ¿Qué se puede
concluir de esto respecto a la cuestión planteada?
Nota:
Es posible construir la tabla de verdad usando el programa del lado del servidor
disponible en http://turner.faculty.swau.edu/mathematics/materialslibrary/truth/ o
bajando el programa Java disponible en
https://sourceforge.net/projects/logiccalculator/ .

https://uba.academia.edu/CarlosOller

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