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1. Advertencia preliminar
La
historia
de
Grecia
es
tan
extensa
como
compleja.
Aquí
nos
proponemos
resumir
en
pocas
páginas
los
acontecimientos
históricos
más
relevantes
que
han
tenido
como
consecuencia
cambios
sociales
de
gran
impacto
y
que
encontramos
reflejados
en
muchos
de
los
textos
que
trabajamos
en
nuestra
materia.
Es
necesario
aclarar,
en
consecuencia,
que
la
pretensión
de
sencillez
deriva
no
solamente
en
un
gran
recorte,
sino
también
en
la
simplificación
de
fenómenos
históricos
de
enorme
complejidad.
Debemos
advertir
que
el
presente
trabajo
tiene
como
único
objetivo
orientar
al
alumno
en
la
cronología
histórica
del
mundo
griego,
ofreciendo
como
referencia
material
bibliográfico
de
consulta
para
ampliar
y
profundizar
lo
que
aquí
se
esboza.
2.
El
mundo
micénico
y
el
mundo
homérico
Los
poemas
homéricos,
la
Ilíada
y
la
Odisea,
se
los
sitúa
temporalmente
en
el
siglo
VIII
a.C.,
pero
describen
una
época
que
comienza
en
el
año
3000
a.C.
y
culmina
aproximadamente
en
el
1100
a.C..
Durante
mucho
tiempo
se
pensó
que
Homero
en
verdad
daba
testimonio
fiel
a
ese
antiguo
mundo.
Sin
embargo,
bajo
la
luz
de
nuevos
descubrimientos,
los
estudiosos
comenzaron
a
notar
las
diferencias
entre
las
antiguas
sociedades
palaciales
y
la
sociedad
homérica.
2.1. La Edad de Bronce [3000 a.C. -‐ 1100 a.C.]
En
1871
Schliemann
comenzó
las
excavaciones
en
el
monte
de
Hissarlik
con
la
convicción
de
que
encontraría
Troya.
Y
lo
hizo,
aunque
de
una
forma
desprolija
e
inexperta,
ya
que
era
un
aficionado
y
no
un
arqueólogo.
Como
se
sabe,
no
hubo
sólo
una
ciudad
de
Troya,
sino
muchas
(nueve
en
total),
que
se
fueron
construyendo
unas
sobre
las
ruinas
de
las
otras.
Schliemann
empezó
a
cavar
hasta
alcanzar
lo
que
él
creyó
que
era
la
ciudad
descrita
en
la
Ilíada,
2
destruyendo
las
ruinas
que
estaban
por
encima
de
ésta.
A
pesar
de
ello,
se
le
reconoce
el
mérito
de
haber
encontrado
ese
lugar
que
se
pensaba
como
algo
mítico.
Posteriormente,
en
1876,
comenzó
con
los
trabajos
en
Micenas.
Las
excavaciones
permitieron
comenzar
a
descubrir
el
mundo
de
la
Edad
de
Bronce,
del
cual
no
se
tenía
hasta
entonces
ninguna
prueba
histórica
concisa.
Es
un
período
que
abarca
desde
el
3000
a.C.
hasta
el
1100
a.C.
aproximadamente.
Dos
milenios
de
historia
de
la
humanidad
equivale
a
muchas
generaciones,
y
esto,
a
su
vez,
implica
muchas
variaciones.
La
periodización
que
generalmente
se
toma
como
referencia
es
la
que
realizó
Arthur
Evans
a
3
principios
del
siglo
XX.
En
ella
se
divide
la
Edad
de
Bronce
geográficamente
en
las
siguientes
4
regiones:
Heládico,
Minoico
y
Cicládico,
las
cuales
se
subdividen
temporalmente
en:
Antiguo,
5
Medio
y
Reciente,
con
tres
divisiones
temporales
más
por
cada
una.
1
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
Luis,
Los
orígenes
del
pueblo
griego,
Síntesis,
Madrid,
2002.
2
No
nos
detendremos
en
los
detalles
del
descubrimiento
de
Troya,
que
son
verdaderamente
interesantes,
pero
no
influyen
de
manera
directa
sobre
nuestra
materia.
Recomendamos
leer
el
artículo:
GAMER,
Gustav.
“Troya
a
la
luz
de
las
últimas
investigaciones”
en
Arqueología
Prehistórica
del
Próximo
Oriente
U.A.B.,
Actas
del
Primer,
Segundo
y
Tercer
Seminario
de
Arqueología
en
el
Próximo
Oriente,
celebrados
en
la
Universitat
Autònoma
de
Barcelona,
ed.
M.
Eugènia
Aubet
y
Miquel
Molist,
1992,
pp.
199-‐223.
3
Se
puede
ver
el
cuadro
periodológico
de
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
p.
25.
4
El
período
Heládico
corresponde
a
la
zona
geográfica
de
la
Grecia
continental;
el
Minoico
corresponde
a
la
isla
de
Creta;
y
el
Cicládico
corresponde
a
las
Cícladas,
un
archipiélago
situado
en
el
Egeo.
5
Esta
periodización
ha
acarreado
muchas
críticas.
Finley,
uno
de
los
grandes
historiadores
de
los
últimos
tiempos,
dice
que
si
bien
esta
presentación
en
tríadas
de
la
Edad
de
Bronce
es
estéticamente
agradable,
“no
ofrece
La
utilización
del
bronce,
como
también
del
plomo
y
la
plata,
estaban
destinadas
a
distintos
objetos
que
van
desde
piezas
decorativas
hasta
armas.
No
se
han
encontrado
grandes
cantidades
de
herramientas
de
metal,
y
las
encontradas
correspondían
a
artesanos,
lo
cual
hace
suponer
que
se
trataba
de
un
material
de
lujo.
Debemos
aclarar
que
el
bronce
no
es
un
metal
por
sí
mismo,
sino
una
aleación,
y
su
utilización
presupone
al
menos
dos
cosas:
en
primer
lugar,
el
surgimiento
del
trabajo
calificado
que
respondía
a
la
necesidad
de
una
mano
de
obra
especializada
para
la
fabricación
de
los
objetos;
en
segundo
lugar,
la
organización
de
grandes
expediciones
que
incluían
cateo,
organización
de
minas,
fundición
y
transporte
de
los
6
metales.
No
se
trata
de
algo
menor,
teniendo
en
cuenta
que
la
zona
del
Egeo
es
verdaderamente
pobre
en
cuanto
minerales,
y
si
bien
el
cobre
era
más
sencillo
de
hallar
(ya
que
se
encontraba
en
mayor
cantidad),
el
estaño
se
ubicaba
en
lugares
bastante
alejados
(en
7
la
zona
de
lo
que
hoy
en
día
es
España,
Portugal
y
el
norte
de
Europa).
En
torno
al
1900
a.C.
se
introdujeron
dos
cambios
importantes
en
las
costumbres
sociales:
la
primera
fue
una
nueva
técnica
en
la
alfarería
en
la
que
se
utiliza
una
textura
del
tipo
“saponácea”;
la
segunda
fue
una
nueva
práctica
de
inhumación,
con
cámaras
sepulcrales
8
individuales,
cerradas
con
una
lápida
y
enterradas
en
las
propias
casas.
Son
muchas
las
hipótesis
que
intentan
explicar
estos
cambios
en
las
costumbres,
que
evidencian
un
cambio
radical
de
la
sociedad.
Desde
invasiones
de
poblaciones
extranjeras,
llegada
pacífica
o
penetración
paulatina
de
nuevos
grupos
humanos,
evolución
in
situ
de
la
sociedad
existente,
9
etc.
Lo
cierto
es
que
todos
los
historiadores
coinciden
en
que
estos
cambios
señalan
el
principio
de
la
sociedad
que
posteriormente
vamos
a
conocer
como
los
“griegos”.
Esto
inaugura
lo
que,
siguiendo
el
esquema
de
Evans,
podemos
llamar
como
Bronce
Medio
y
abarca
desde
1900
a
1700
a.C.
aproximadamente.
En
este
tiempo
comenzaron
a
construirse
los
Primeros
Palacios.
Los
palacios
representan
el
poder
monárquico
en
sentido
propio
y,
además
de
ser
una
novedad
arquitectónica,
parece
que
toda
la
vida
de
la
comunidad
se
articula
alrededor
y
por
medio
de
ellos.
Los
trabajos
de
Arthur
Evans
a
principios
del
siglo
pasado
arrojaron
resultados
trascendentes:
en
la
isla
de
Creta,
en
primer
lugar,
se
produjo
el
hallazgo
de
tablillas
que
contenían
una
forma
de
escritura
silábica
identificada
como
Lineal
A.
Cuarenta
años
más
tarde,
sobre
la
zona
del
Peloponeso,
en
Pilos,
se
hallaron
archivos
con
tablillas
con
una
escritura
también
silábica
a
la
que
se
identificó
como
Lineal
B.
Éste
último
sería
de
un
período
mucho
más
reciente
que
el
Lineal
A
y
correspondería
a
lo
que
se
conoce
como
período
de
los
Segundos
Palacios,
alrededor
del
1400-‐1200
aproximadamente.
Se
han
conservado
muchas
tablillas
escritas
en
10
Lineal
A
y
en
mayor
cantidad
en
Lineal
B.
suficientes
garantías
para
muchos
sitios
y
ha
conducido
a
la
aplicación
de
métodos
bastantes
violentos
para
forzar
la
ubicación
de
una
prueba
evidente
y
molesta
dentro
de
un
marco
que
se
creó
en
los
primeros
tiempos
de
la
arqueología
egea”
(FINLEY,
Moses,
Grecia
primitiva:
La
edad
de
bronce
y
la
era
arcaica,
Eudeba,
Buenos
Aires,
2007,
p.
29).
Sin
embargo,
el
mismo
Finley
terminará
admitiendo,
al
final
6
de
ese
mismo
párrafo,
que
no
disponemos
de
una
periodización
mejor
que
permita
reemplazarla.
Cf.
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
pp.
24-‐25.
7
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
pp.
48-‐49.
8
Cf.
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
pp.
37-‐38.
9
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
pp.
27
y
ss.
10
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
Cap.
6
“Escritura
y
archivos
palaciales”.
11
Ventris
y
John
Chadwick
lograron
descifrar
el
Lineal
B
y
gracias
a
ellos
podemos
saber
que
las
tablillas
contienen
asientos
contables
de
los
palacios,
inventario
de
ganado,
armas,
alimentos,
etc.
A
partir
de
esto
fue
posible
llevar
a
cabo
una
mínima
reconstrucción
de
ciertas
características
de
la
sociedad
micénica.
En
general
se
habla
de
“sociedad
micénica”
para
hacer
referencia
a
las
sociedades
palaciales
que
se
encontraban
en
el
período
que
va
desde
el
1700-‐1600
a.C.
hasta
el
final
de
la
Edad
de
Bronce,
en
la
zona
geográfica
que
estamos
estudiando,
porque
–como
explica
Finley–:
“Micenas
se
convirtió
de
pronto
en
un
centro
de
riqueza
y
de
poder,
en
una
civilización
guerrera
que
no
tenía
igual
en
la
región.
En
poco
tiempo
aparecieron
otros
centros
importantes
en
la
zona
central
y
sur
de
Grecia,
irradiándose
sus
influencias
hasta
las
islas
del
Egeo
y
hasta
las
costas
de
Asia
Menor
y
Siria
hacia
el
este,
así
como
también
hasta
Sicilia
y
el
12
sur
de
Italia
hacia
el
occidente.”
Es
decir
que
en
estos
territorios
comenzaron
a
establecerse
principados
de
iguales
características
al
de
Micenas.
Y,
como
los
arqueólogos
ven
una
notable
homogeneidad
en
cuanto
a
las
estructuras
políticas
y
sociales,
hablan
consecuentemente
de
una
“sociedad
micénica”.
Por
otra
parte,
algunos
estudiosos
sostienen
que
Micenas
funcionaba
como
el
palacio
que
ejercía
el
poder
hegemónico,
gobernando
el
resto
de
los
palacios.
Sin
embargo,
ésta
presunción
no
tiene
ningún
respaldo
documental
más
que
la
literatura
posterior,
que
está
13
demasiado
alejada
temporalmente
como
para
representar
una
fuente
confiable.
En
la
actualidad,
la
mayoría
concuerda
que
cada
principado
funcionaba
de
forma
independiente.
En
la
cúspide
de
la
estructura
social
palacial
se
ubicaba
el
wa-‐na-‐ka,
monarca,
soberano,
que
mantenía
un
aspecto
divino,
pero
que
no
era
considerado
propiamente
un
dios,
sino
un
protegido
de
los
dioses.
En
la
línea
de
poder,
seguía
el
ra-‐wa-‐ke-‐ta
(lawageta),
que
era
una
especie
de
conductor
del
pueblo
y,
probablemente,
el
jefe
del
ejército.
Debajo
de
éste
se
sucedían
una
serie
de
personajes
de
los
cuales
no
hay
consenso
sobre
el
lugar
que
ocupaban
realmente:
estaban
los
te-‐re-‐ta
(telestai),
posiblemente
hayan
sido
barones
feudales;
e-‐ge-‐ta
(hepetai),
constituirían
el
séquito
del
rey;
el
ko-‐re-‐te,
representaba
una
especie
de
gobernador;
el
po-‐ro-‐ko-‐re-‐te,
seguía
al
gobernador
en
el
poder,
es
decir,
una
especie
de
11
CHADWICK,
John,
El
mundo
micénico,
Alianza,
Madrid,
1977.
12
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
p.
77.
13
Cf.
GSCHNITZER,
Fritz,
Historia
Social
de
Grecia:
Desde
el
periodo
micénico
hasta
el
final
de
la
época
clásica,
Akal,
Sevilla,
2005,
p.
22.
14
Cf.
VERNANT,
Jean-‐Pierre,
Los
orígenes
del
pensamiento
griego,
Paidós,
Buenos
Aires,
2004,
Cap.
2
“La
monarquía
micénica”.
vicegobernador;
y,
por
último,
el
pa-‐si-‐re-‐u
(basileus),
que
aparece
asociado
con
el
ko-‐re-‐te
y
que,
probablemente,
cumplía
con
una
función
religiosa,
aunque
los
investigadores
no
se
ponen
de
acuerdo
al
respecto
(algunos
sostienen
que
se
trataba
de
un
jefe
local,
otros
que
sólo
era
un
noble,
o
un
funcionario
oscuro,
un
sacerdote
de
culto
mayor,
e
incluso
hay
quienes
15
piensan
que
se
trataba
simplemente
de
un
oficial
de
bajo
nivel
o
un
capataz).
Como
se
hace
evidente,
son
mayores
las
dudas
que
las
certezas
a
la
hora
de
intentar
reconstruir
la
estructura
de
las
sociedades
palaciales.
Gracias
al
desciframiento
del
Lineal
B
podemos
tener
una
idea
aproximada
de
este
complejo
entramado,
aunque
es
mucho
lo
que
permanece
sin
ser
explicado.
Además,
debemos
tener
en
cuenta
que
las
tablillas
contenían
los
asientos
de
los
palacios
del
último
período,
porque
se
las
reutilizaba
año
tras
año,
ya
que
eran
de
arcilla.
El
destino
trágico
de
los
palacios
hizo
que,
con
los
incendios,
las
tablillas
perduraran
16
hasta
nuestros
días.
En
el
siglo
XII
a.C.
tuvo
lugar
un
colapso
generalizado
del
mundo
micénico.
Los
palacios
17
fueron
incendiados
y
destruidos.
Muchas
hipótesis
intentan
explicar
esto:
-‐ Una
sostiene
que
fue
una
invasión
doria
la
responsable
de
dicha
destrucción.
Aunque
se
sostuvo
esta
tesis
durante
algún
tiempo,
no
se
encontró
evidencia
arqueológica
que
la
respalde.
No
hay
indicios
que
muestren
que
hubo
efectivamente
una
irrupción
por
parte
de
otro
pueblo.
-‐ Otra
lo
explica
por
medio
de
factores
internos:
guerras
entre
palacios,
revueltas
civiles,
quema
de
recursos.
Hay
quienes,
siguiendo
esta
tesis,
sostienen
incluso
que
la
caída
palacial
fue
provocada
por
el
robustecimiento
del
sistema
burocrático,
que
generó
un
colapso
socio-‐
económico
al
demandar
más
producción
de
lo
que
el
palacio
podía
absorber
y
derivó
en
un
agotamiento
del
suelo
cultivable,
acompañado
de
una
mayor
presión
fiscal
y
un
aumento
del
trabajo
que
terminaron
finalmente
en
una
revuelta
social.
-‐ Hay
quienes
sostienen,
por
otra
parte,
tesis
vinculadas
con
la
idea
de
una
destrucción
por
causas
naturales,
como
un
cambio
climático,
una
catástrofe
sísmica,
o
enfermedades
endémicas.
-‐ Una
tesis
que
ha
tenido
mucho
peso
fue
la
que
sostiene
una
destrucción
de
los
palacios
micénicos
por
parte
de
los
llamados
“Pueblos
del
Mar”.
Éstos
habrían
destruido
también
el
18
imperio
hitita
y
habrían
amenazado
a
Egipto
en
más
de
una
ocasión.
15
Se
puede
leer
un
desarrollo
más
minucioso
en
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
Cap.
7
“La
vida
de
los
principados
micénicos”.
16
García
Iglesias
hace
una
reconstrucción
que,
entre
otras
cosas,
incluye
a
la
milicia,
la
economía
con
las
distintas
actividades
económicas
y
la
religión.
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
Cap.
7
“La
vida
de
los
principados
micénicos”.
17
En
el
Capítulo
9
“El
colapso
del
mundo
micénico”
García
Iglesias
explica
con
detenimiento
todas
las
posibles
causas.
18
Por
cuestiones
de
extensión,
nosotros
sólo
las
mencionaremos.
Cf.
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
Cap.
9.
El
imperio
hitita
es
de
origen
indoeuropeo
y
estaba
geográficamente
ubicado
en
el
corredor
sirio-‐palestino.
-‐
Por
último,
una
explicación
más
compleja
sugiere
que
la
destrucción
de
los
palacios
no
responde
a
una
única
causa,
sino
a
una
conjunción
de
varias
de
ellas:
el
resquebrajamiento
de
un
rígido
sistema
burocrático,
una
disminución
en
el
nivel
de
población,
consecuencia
19
probablemente
de
las
continuas
guerras,
y
una
falta
de
obtención
de
cobre
y
estaño.
Todo
esto
pudo
haber
provocado
un
debilitamiento
en
la
defensa
del
propio
territorio,
favoreciendo
a
los
ataques
de
los
Pueblos
del
Mar
y
al
desarrollo
de
nuevos
asentamientos,
como
en
el
caso
de
los
dorios.
Más
allá
de
las
causas,
lo
cierto
es
que
a
lo
largo
del
siglo
que
va
desde
el
1200
al
1100
a.C.
los
palacios
fueron
destruidos.
Sin
embargo,
las
comunidades
aldeanas
vinculadas
a
éstos
siguen
subsistiendo.
Finley
sostiene
que:
lo
que
ocurrió
después
de
la
caída
de
la
civilización
micénica
no
fue
sólo
una
decadencia
dentro
del
marco
social
existente,
sino
una
decadencia
y
un
cambio
de
carácter
a
la
vez.
Luego,
al
surgir
la
nueva
sociedad
griega
de
estos
nuevos
comienzos,
se
movió
en
una
dirección
muy
diferente,
de
modo
que
la
clase
de
mundo
que
había
existido
antes
del
1200
a.C.
nunca
volvió
a
aparecer
en
la
Grecia
antigua
propiamente
dicha.
En
este
sentido,
la
20
ruptura
fue
completa
y
permanente.
El
período
comprendido
entre
el
1100
a.C.
al
800
a.C.,
que
sigue
a
la
época
palacial,
es
conocido
como
“Edad
Oscura”
o
“Siglos
Oscuros”,
y
recibe
esta
denominación
a
causa
de
que
se
pierde
todo
rastro
de
fuentes
escritas.
Robin
Osborne
afirma
que:
“en
realidad
la
imagen
de
los
siglos
inmediatamente
posteriores
al
año
1050
a.C.
que
nos
ofrecen
los
testimonios
materiales
es
la
de
una
serie
de
fracasos
sucesivos
en
el
establecimiento
de
una
organización
política,
económica
o
social
importante.
Estos
fracasos
demuestran
hasta
qué
punto
se
había
hecho
21
borrón
y
cuenta
nueva
de
todo
lo
anterior.”
Lo
que
llama
la
atención
de
los
investigadores
es
que,
habiendo
sido
destruidos
los
palacios,
nadie
haya
intentado
ocupar
ese
lugar
vacío.
Particularmente
teniendo
en
cuenta
el
hecho
de
que
las
comunidades
aldeanas
siguieron
existiendo.
Un
dato
importante
es
que
se
observan
en
las
costumbres
funerarias
una
des-‐jerarquización
de
la
sociedad.
Osborne
sostiene
que
“la
introducción
de
estos
cambios
en
las
costumbres
funerarias
indica
que
la
sociedad
más
o
menos
amorfa
del
período
submicénico
se
volvió
más
regular:
la
sociedad
se
reguló
a
sí
misma
y
las
unidades
familiares
existentes
en
ella
se
hicieron
más
conscientes
de
su
independencia
y
22
de
su
estatus.”
El
análisis
del
mundo
homérico
requeriría
un
trabajo
aparte.
Principalmente
porque
se
aleja
de
lo
puramente
histórico.
Sin
embargo,
el
impacto
que
tuvo
Homero
en
la
cultura
griega
clásica
fue
tan
grande
que
no
podemos
dejar
de
señalar
algunas
cuestiones
que
nos
parecen
fundamentales
para
evitar
caer
en
errores
frecuentes.
19
Cabe
recordar
que
la
guerra
de
Troya
se
sitúa
temporalmente
en
este
período,
es
decir,
en
el
1200
a.C.
20
aproximadamente.
FINLEY,
Moses,
La
Grecia
Antigua,
Crítica,
Barcelona,
2000,
p.
263.
21 OSBORNE,
Robin,
La
formación
de
Grecia
1200
–
479
a.C.,
Crítica,
Barcelona,
1998,
p.
58.
22
Ibíd.,
p.
66.
Durante
mucho
tiempo
se
pensó
que
la
Ilíada
y
la
Odisea
reflejaban
fielmente
el
mundo
micénico,
pero
el
desciframiento
del
Lineal
B
fue
decisivo,
porque
abrió
un
panorama
completamente
nuevo.
Gracias
a
dichas
tablillas
se
pudo
comparar
la
sociedad
que
describía
Homero
con
la
que
resulta
de
los
restos
históricos,
y
se
comprobó
que
en
realidad
Homero
no
tenía
más
que
referencias
trasmitidas
de
manera
oral
de
las
grandes
hazañas
que
llevaron
a
23
cabo
los
héroes
de
un
tiempo
muy
anterior
al
suyo.
Austin
y
Vidal-‐Naquet
sostienen
que:
“existen
tres
niveles
históricos
en
Homero:
el
mundo
micénico
que
el
poeta
trata
evocar,
la
edad
oscura
y
la
época
en
la
que
vivió
el
poeta;
y
no
siempre
resultará
fácil
distinguir
con
24
claridad
lo
que
pertenece
a
uno
u
otro
nivel.”
Hoy
en
día
se
considera
que
Homero
fue
un
aedo,
es
decir,
alguien
que
trasmitía
de
manera
oral
sus
historias.
También
se
cree
que
no
fue
él
quien
escribió
efectivamente
los
poemas,
25
porque
Homero
vivió
en
el
seno
de
una
sociedad
profundamente
iletrada
del
siglo
VIII
a.C..
Según
indica
Finley,
hay
estudios
que
ubican
nuestras
versiones
de
la
Ilíada
y
la
Odisea
en
el
26
siglo
VI
a.C.
aproximadamente.
La
distancia
entre
el
mundo
micénico
y
el
mundo
homérico
es
enorme,
y
se
manifiesta
en
las
diferencias:
las
armas
que
describe
Homero
corresponden
a
su
propio
tiempo
y
no
al
micénico;
en
los
poemas
aparecen
templos
de
los
dioses
y
arqueológicamente
no
se
ha
encontrado
ninguno
que
perteneciera
al
período
micénico.
Y,
aunque
se
describe
una
sociedad
jerarquizada,
la
estructura
de
las
instituciones
sociales
no
se
corresponde
con
la
micénica.
La
sociedad
que
se
describe
en
los
poemas
es
esencialmente
aristocrática
y
son
limitadas
las
referencias
que
se
hacen
a
todos
aquellos
que
están
por
debajo
de
la
cúspide
social.
En
la
cima
de
la
sociedad
estaban
los
agathoí,
jefes
de
oikos.
Un
oikos
es
la
casa
en
un
sentido
muy
amplio:
todo
lo
que
se
encuentra
en
el
territorio
del
oikos
es
propiedad
del
agathós,
esto
es,
esposa,
hijos,
esclavos,
otras
personas
dependientes,
como
también
armas,
herramientas,
porciones
de
tierra,
animales
y
demás
posesiones.
Para
Austin
y
Vidal-‐Naquet:
“Económicamente,
el
ideal
del
oikos
es
la
autarquía
(ideal
que
tendrá
una
larga
historia
en
el
mundo
griego):
el
oikos
debe
bastarse
a
sí
mismo
en
la
mayor
medida
posible,
debe
producir
27
en
su
seno
todo
lo
que
necesita
para
su
existencia.”
Los
agathoi
eran
los
aristoi,
es
decir,
los
mejores.
Nótese
que
aristoi
(que
va
a
componer
la
palabra
aristo-‐cracia:
el
gobierno
de
los
mejores)
tiene
la
misma
raíz
que
areté.
Los
agathoi
eran
aristoi
porque
poseían
areté
y,
a
su
vez,
poseían
areté
porque
eran
agathoi.
Los
agathoi
eran
los
jefes,
guerreros
y
héroes.
Explica
Finley
que:
"Guerrero"
y
"héroe"
son
sinónimos,
y
el
tema
principal
de
una
cultura
de
guerreros
está
constituido
sobre
dos
notas:
valentía
y
honor
[areté].
La
primera
es
atributo
esencial
del
héroe,
el
segundo
es
su
23
Cf.
FINLEY,
Moses,
El
mundo
de
Odiseo,
Fondo
de
Cultura
Económica,
Madrid,
1995.
24
AUSTIN,
Michel,
y
VIDAL-‐NAQUET,
Pierre,
Economía
y
sociedad
en
la
Antigua
Grecia,
Paidós,
Barcelona,
p.
47.
25
Cf.
FINLEY,
El
mundo…,
op.
cit.,
p.
17.
26
Ibíd.,
pp.
18-‐19.
También
VIDAL-‐NAQUET,
Pierre,
El
mundo
de
Homero,
Fondo
de
Cultura
Económica,
Buenos
Aires,
2011,
pp.
17-‐19.
27
AUSTIN
y
VIDAL-‐NAQUET,
op.
cit.,
p.
51.
1
objetivo
principal.
Todo
valor,
todo
juicio,
toda
acción,
todas
las
habilidades
y
talentos
28
ejercen
la
función
de
definir
el
honor
o
de
lograrlo.
Los
poemas
homéricos
están
enfocados
en
las
relaciones
entre
agathoi,
por
tanto
no
encontramos
una
descripción
detallada
de
todo
lo
que
estaba
por
debajo
de
ellos.
La
multitud,
la
plebe,
eran
todos
aquellos
que
estaban
por
debajo
de
los
agathoi.
Las
divisiones
al
interior
de
la
multitud
no
son
demasiado
visibles.
Sin
embargo,
más
por
debajo
de
la
multitud
en
la
escala
social
encontramos
a
los
thetes,
hombres
libres
que
no
pertenecían
al
oikos,
pero
que
dependían
de
éste
para
subsistir.
Según
Finley:
Un
thes,
y
no
un
esclavo,
era
la
más
baja
criatura
de
la
Tierra
que
podía
imaginar
Aquiles.
Lo
terrible
acerca
de
un
thes
era
su
falta
de
adhesión
a
nadie,
su
carencia
de
vínculo.
La
casa
autoritaria,
el
oikos,
era
el
centro
a
cuyo
alrededor
estaba
organizada
la
vida,
de
la
cual
fluía,
no
solamente
la
satisfacción
de
las
necesidades
materiales,
incluyendo
la
seguridad,
sino
las
normas
y
los
valores
éticos,
los
deberes,
obligaciones
y
responsabilidades,
las
relaciones
29
sociales
y
las
relaciones
con
los
dioses.
La
categoría
social
del
thes
se
va
a
mantener
aún
en
la
polis,
como
veremos
más
adelante,
aunque
con
ciertas
diferencias.
Se
conoce
como
“época
arcaica”
al
período
comprendido
entre
el
siglo
VIII
al
VI
a.C.
Como
advierte
Finley:
“Los
tres
siglos
que
duró
la
Edad
arcaica
se
caracterizaron
por
una
enorme
30
evolución
llena
de
considerables
diferencias.”
Aquí
no
haremos
más
que
señalar
algunos
elementos,
por
lo
que
sugerimos
al
lector
que
profundice
el
estudio
de
lo
que
aquí
se
afirma
recurriendo
a
los
textos
señalados.
Dos
rasgos
importantes
marcan
esta
época:
por
un
lado,
la
aparición
y
el
desarrollo
de
la
polis;
por
otro,
el
asentamiento
de
colonias
griegas
en
territorio
no-‐griego.
En
este
contexto,
“colonia”
no
implica
una
dependencia
en
ningún
sentido
con
la
polis
madre,
sino
que
se
utiliza
como
traducción
de
apoikía
(literalmente
“hogar
lejano”).
De
modo
que
una
apoikía
es
una
nueva
polis,
fundada
por
miembros
de
una
polis
madre,
pero
que
no
guardan
ninguna
relación
de
dependencia
con
ésta.
Finley
señala
la
existencia
de
dos
grandes
olas
migratorias-‐
“colonizadoras”:
una
ola
occidental,
desde
mediados
del
siglo
VIII
a
mediados
del
siglo
VII
a.C.;
y
una
ola
oriental,
hacia
la
región
de
Asia
Menor,
anterior
al
siglo
VIII
hasta
finales
del
siglo
VI
a.C..
Esto
significa
que
estos
pequeños
movimientos
de
población
se
iban
extendiendo
cada
vez
más
a
regiones
nuevas,
posiblemente
motivados
por
una
superpoblación
de
las
poleis
madres
y
una
crisis
agraria
generalizada,
consecuencia
de
una
31
insuficiente
explotación
del
suelo
y
desigual
repartición
de
tierras.
Es
importante
subrayar,
al
respecto,
que
estas
colonias
se
establecieron
desde
su
inicio
como
poleis.
28
FINLEY,
El
mundo…,
op.
cit.,
p.
58.
29
Ibíd.,
p.
29.
30
FINLEY,
Moses,
Los
Griegos
de
la
Antigüedad,
Labor,
Colombia,
1994,
p.
32.
31
Cf.
VIDAL-‐NAQUET,
El
mundo…,
op.
cit.,
pp.
65
y
ss.
La
traducción
de
polis,
o
de
su
plural
poleis,
sigue
hoy
en
día
en
el
foco
de
la
discusión.
No
disponemos
en
español
una
traducción
exacta
para
el
término.
Por
ello,
a
través
de
la
historia
se
ha
optado
por
traducirlo
como
ciudad-‐estado,
o
simplemente
como
ciudad
o
estado.
En
cualquiera
de
los
casos,
la
traducción
siempre
resulta
insuficiente
para
dar
cuenta
de
eso
que
era
una
polis
griega.
La
característica
fundamental
de
estas
poleis
empiezan
a
surgir
como
-‐
32
siguiendo
la
definición
de
Finley-‐
“un
Estado
autónomo,
que
se
gobierna
a
sí
mismo.”
Este
gobernarse
a
sí
mismo
es
la
autarquía
que
veíamos
aparecer
en
los
oikos
homéricos.
El
ideal
autárquico,
es
decir,
el
ideal
de
gobernarse
a
sí
mismo
sin
la
necesidad
de
depender
de
otros
es
una
constante
a
lo
largo
de
la
historia
griega.
El
origen
de
la
polis
no
es
del
todo
claro.
Aristóteles
ofrece
una
explicación
que,
hasta
el
día
de
hoy,
muchos
comentaristas
avalan.
En
Política
1252b
12-‐28,
Aristóteles
explica
que
la
constitución
de
la
polis
es
el
resultado
de
una
evolución
natural
que
comienza
con
el
oikos,
es
decir,
el
hogar
como
unidad
social
mínima,
que
–como
vimos
ya
en
Homero–
incluía
desde
el
territorio
y
el
ganado
hasta
todos
los
miembros
de
la
familia
y
también
los
esclavos.
Estos
oikoi,
motivados
por
necesidades
mutuas,
se
agrupan
en
una
aldea.
Las
aldeas,
por
último,
se
unen
en
una
polis.
Siguiendo
esta
perspectiva
aristotélica,
los
investigadores
sostienen
que
ciertas
comunidades
aldeanas
–que
preexistían
a
la
polis–
convivían
en
un
principio
sin
ningún
tipo
de
regulación;
es
decir:
cada
una
de
ellas
se
regulaba
a
sí
misma,
pero
carecían
de
reglas
compartidas
que
regularan
la
interacción
entre
las
distintas
aldeas.
Se
especula
que
en
un
momento
determinado,
y
por
mutua
conveniencia,
habrían
decidido
agruparse
en
una
unidad
política
mayor.
Éste
complejo
proceso
de
agrupamiento
social
y
político
entre
distintas
aldeas
se
32
FINLEY,
Los
Griegos…,
op.
cit.,
p.
55.
33
Cf.
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
pp.
137.
34
FINLEY,
Los
Griegos…,
op.
cit.,
p.
57.
35
Para
profundizar
sobre
el
Estado
antiguo
y
sus
diferentes
variantes,
véase:
ROMERO,
José
Luis,
“El
E
stado
y
las
facciones
en
la
antigüedad”,
en
Estado
y
sociedad
en
el
mundo
antiguo,
FCE,
México,
2012,
pp.
243-‐341.
36
conoce
como
sinecismo,
proceso
al
que
García
Iglesias
define
como
“la
fusión
jurídica
y
37
política
más
o
menos
voluntaria
de
pequeños
hábitats
dispersos.”
Lo
destacable
del
sinecismo
es
que
la
constitución
de
una
polis
no
presupone
la
desaparición
de
las
aldeas,
las
cuales
siguen
existiendo
como
instancias
de
organización
local,
es
decir,
la
aldea
se
ocupaba
de
la
organización
cívica,
sirviendo
de
intermediaria
entre
la
polis
y
los
aldeanos-‐ciudadanos.
De
hecho,
la
dicotomía
campo-‐ciudad
no
sólo
se
mantendrá,
sino
que
derivará
en
serios
conflictos
por
la
posesión
de
tierras.
Cambios
sumamente
significativos
se
produjeron
con
el
surgimiento
de
la
polis,
tanto
al
nivel
social,
como
militar
y
político,
cambios
que
se
encuentran
íntimamente
relacionados
entre
sí.
A
nivel
social
se
observa
el
crecimiento
de
un
sector
no
aristocrático
de
la
población,
compuesto
por
agricultores,
mercaderes
y
artesanos.
Así
como
también
el
uso
de
la
escritura,
la
creación
de
monumentos
y
un
culto
heroico
que
intentaban
recuperar
la
herencia
micénica
38
en
pos
de
una
fundamentación
de
memoria
colectiva.
A
nivel
militar
se
organiza
la
infantería
hoplita,
con
una
novedosa
formación
en
columnas
y
filas,
mucho
más
eficaz
que
las
39
desorganizadas
tropas
aristocráticas.
Los
plebeyos,
ese
sector
no
aristocrático
en
crecimiento
que
pertenecía
mayormente
al
campesinado,
se
introducen
en
las
falanges,
rompiendo
con
el
monopolio
militar
que
las
familias
aristocráticas
habían
mantenido
durante
largo
tiempo.
Esta
participación
militar
posibilita
que,
posteriormente,
el
campesinado
exija
40
un
reconocimiento
a
nivel
político,
lo
cual
derivará
en
una
tensión
creciente
entre
los
campesinos
y
la
aristocracia
de
la
ciudad.
A
fin
de
solucionar
estos
permanentes
conflictos
41
(stáseis),
las
leyes
de
la
ciudad
comenzarán
a
ser
puestas
por
escrito,
y
es
aquí
donde
surge
la
figura
del
legislador,
hasta
ahora
desconocida.
A
partir
de
esto,
la
administración
de
la
justicia
ya
no
será
algo
exclusivo
de
unos
pocos,
sino
un
asunto
de
orden
público.
3.1.
Atenas
42
En
el
caso
particular
de
Atenas,
ciudad
de
fundamental
interés
para
nuestra
materia,
“el
sinecismo
ateniense
se
da
indiscutiblemente
a
raíz
de
la
unión
de
comunidades
preexistentes,
muchas
de
ellas
generadas
por
la
expansión
demográfica,
de
manera
que
el
territorio
ateniense
sería
el
producto
de
una
unificación
típica
de
aldeas
u
otras
organizaciones
36
Cf.
VALDÉS
GUÍA,
Miriam,
“La
formación
del
estado
en
Atenas.
El
sinecismo
ático,
entre
mito
y
realidad”,
en
AA.VV.,
CAMPAGNO,
GALLEGO
y
GARCÍA
MAC
GAW
(comps.),
El
estado
en
el
mediterráneo
antiguo:
Egipto,
Grecia,
Roma,
Miño
y
Dávila,
2011,
pp.
157-‐179.
37
GARCÍA
IGLESIAS,
op.
cit.,
p.
253.
38
Cf.
VALDÉS
GUÍA,
op.
cit.,
pp.
157-‐179.
39
Sobre
las
particularidades
del
cambio
militar
producido
en
la
época
arcaica
véase:
OSBORNE,
La
formación…,
op.
cit.,
pp.
206-‐211.
40
Cf.
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
pp.
148
y
ss.
41
La
stasis,
que
es
una
palabra
que
se
utiliza
para
dar
cuenta
de
los
conflictos
sociales,
va
ser
una
constante
a
lo
largo
de
la
historia
griega.
42
En
este
trabajo
desarrollaremos
sólo
la
historia
ateniense,
tanto
por
razones
de
espacio
como
por
el
hecho
de
que
resulta
la
polis
de
mayor
relevancia
para
nuestra
materia.
43
semejantes.”
De
acuerdo
con
esto,
Atenas
sigue
el
modelo
típico
de
conformación
de
las
poleis
que
sugerimos
en
el
punto
anterior.
Uno
de
los
primeros
datos
que
poseemos
sobre
los
inicios
de
Atenas
como
polis
es
que
entre
el
683
y
el
682
a.C.
se
crea
el
consejo
del
aerópago,
conformado
por
un
grupo
de
arcontes,
magistrados
supremos
de
la
ciudad
que
eran
elegidos
anualmente.
Este
grupo
estaba
formado
inicialmente
por
tres
arcontes
y
luego
por
nueve,
pertenecientes
al
grupo
aristocrático
de
los
eupátridas
(“bien
nacidos”).
En
el
630
a.C.,
Cilón,
quien
fuera
vencedor
de
uno
de
los
Juegos
Olímpicos,
intenta
tomar
el
poder
de
Atenas
por
la
fuerza,
tratando
de
apoderarse
de
la
Acrópolis
con
la
ayuda
de
un
grupo
de
jóvenes
aliados.
Se
presume
que
Cilón
estuvo
probablemente
incentivado
por
su
suegro,
Teágenes,
tirano
de
Mégara,
lo
cual
sugiere
una
tendencia
creciente
por
imponer
este
tipo
de
forma
de
gobierno
en
distintos
territorios.
El
intento
de
Cilón
se
vio
truncado
por
los
44
Alcmeónidas.
Más
allá
de
la
veracidad
histórica
del
relato
que
encontramos
en
Heródoto
y
Tucídides
(quienes
vivieron
dos
siglos
más
tarde),
lo
que
resulta
importante
es
que
evidencia
el
grado
de
tensión
política,
de
stasis,
en
la
que
se
encontraba
inmersa
la
sociedad.
Esta
situación
requería
necesariamente
un
marco
legal
que
garantice
una
mínima
organización
social.
La
primera
ley
de
Atenas
es
atribuida
tradicionalmente
a
Dracón,
de
quien
tenemos
noticias
a
través
de
la
historiografía
posterior
y
de
la
reformulación
que
se
hizo
de
su
ley
en
el
siglo
V
45
a.C..
Ésta
ley
establecía
que
“aunque
uno
mate
a
otro
sin
premeditación,
sea
desterrado».”
Osborne
interpreta
que
lo
que
Dracón
pretendía
regular
era
el
límite
del
castigo
que
puede
exigir
la
familia
de
la
víctima
en
su
deseo
de
venganza.
Sin
embargo,
a
nivel
legislativo,
el
paso
decisivo
será
dado
por
Solón.
José
Luis
Romero
nos
advierte
sobre
Solón:
“la
tradición
modela
y
configura
el
personaje,
lo
despoja
de
ciertos
elementos,
le
atribuye
otros,
y
nos
presenta
una
imagen
semejante
a
las
46
que
tradiciones
lejanas
nos
daban
de
los
antiguos
legisladores.”
Como
poseemos
sólo
algunos
fragmentos
de
su
obra
que
resultan
insuficientes
para
reconstruir
la
imagen
de
este
personaje
tan
importante
en
la
vida
ateniense,
una
vez
más
debemos
recurrir
a
testimonios
47
posteriores,
los
cuales
nos
presentan
a
Solón
como
un
sabio
que
despreciaba
la
tiranía
y
las
ambiciones
políticas
desmedidas.
Fue
elegido
arconte
en
el
año
594
a.C.
para
poner
a
fin
a
la
stasis
generada
por
la
tensión
creciente
entre
grupos
antagónicos.
Ciertamente
era
un
gran
problema
el
que
debía
solucionar:
una
gran
parte
del
campesinado
era
pobre
y
dependiente
económicamente
de
las
familias
aristocráticas,
a
quienes
se
le
debía
pagar
una
sexta
parte
de
los
salarios.
Esto
43
GALLEGO,
Julián,
Campesinos
en
la
ciudad:
bases
agrarias
de
la
polis
griega
y
la
infantería
hoplita,
Ediciones
del
Signo,
Buenos
Aires,
2005,
p.
30.
44
Los
Alcmeónidas
era
una
familia
eupátrida
de
Atenas,
que
decían
ser
descendientes
de
Alcmeón,
rey
mítico
de
Pilos.
45
Se
presentaban
a
sí
mismos
como
autóctonos
de
la
ciudad.
OSBORNE,
op.
cit.,
p.
224.
46
ROMERO,
op.
cit.,
cap.
“Imagen
y
realidad
del
legislador
antiguo”,
pp.
236-‐237.
47
Nos
ha
llegado
el
testimonio
de
Heródoto
(V
a.C.)
y
Aristóteles
(IV
a.C.)
de
la
época
clásica.
Y,
algo
posterior,
la
versión
de
Plutarco
(I
d.C.)
y
Diógenes
Laercio
(III
d.C.).
derivaba
en
un
infinito
círculo
vicioso,
dado
que
el
campesinado
pobre,
al
no
tener
suficientes
tierras
para
cultivar
o
suficiente
dinero
para
sembrar,
debía
recurrir
a
los
prestamistas,
endeudándose
cada
vez
más
y
exponiéndose
al
riesgo
de
ser
vendido
como
esclavo
cuando
no
48
podía
pagar
sus
deudas.
No
debemos
confundir
cuál
es
en
verdad
el
conflicto.
Robin
Osborne
lo
define
con
claridad:
“El
problema
no
es
en
principio
que
los
ricos,
como
colectividad,
luchen
contra
el
bando
de
los
pobres,
sino
que
el
ciudadano
se
enfrente
al
ciudadano:
la
propia
libertad
de
la
ciudad
se
ve
amenazada
por
«la
herida»
de
la
discordia
civil,
producida
por
el
afán
de
cada
individuo
de
49
perseguir
sus
propios
intereses.”
Éste
era
el
centro
mismo,
el
origen,
de
la
stasis.
Y
Solón
era,
en
este
sentido,
quien
debía
intentar
poner
fin
a
la
discordia
que
aquejaba
a
la
polis
ateniense,
implantando
la
eunomía
(buena
regulación)
de
la
ciudad.
Una
de
las
reformas
más
importante
que
introdujo
Solón
fue
la
seisachtheia
(“liberación
de
cargas”),
esto
es,
la
abolición
de
las
deudas
y
la
prohibición
de
la
esclavitud
por
deudas,
con
lo
cual
liberó
al
campesinado
ateniense
de
ese
estado
de
dependencia
respecto
de
los
sectores
aristocráticos.
Sin
embargo,
no
repartió
las
tierras
de
la
polis
como
muchos
esperaban
que
hiciera
(en
especial
los
sectores
más
pobre),
razón
por
la
cual
fue
duramente
criticado
posteriormente.
Además
promulgó
una
serie
de
leyes,
a
las
cuales
le
dio
plena
publicidad
para
que
sean
válidas
para
todos
los
atenienses.
Según
Austin
y
Vidal-‐Naquet,
estas
leyes
fueron
“un
enorme
despliegue
legislativo
que
enmarcaba
todos
las
aspectos
de
la
vida
comunitaria
–
50
desde
la
pared
medianera
hasta
los
pesos
y
medidas–”.
Dividió
a
la
población
de
acuerdo
con
la
cantidad
de
bienes
que
poseían
en
cuatro
clases
censitarias:
los
pentakosiomedimnoi,
ciudadanos
con
rentas
superiores
a
las
quinientas
fanegas
de
grano
anuales;
los
hippeis
(caballeros),
con
una
renta
superior
a
las
trescientas
fanegas;
los
zeugitai
(labradores),
con
una
renta
de
ciento
cincuenta
o
doscientas
fanegas;
y,
51 52
por
último,
los
thetes
que
eran
todos
aquellos
que
no
alcanzaban
en
status
de
zeugitai.
También
creó
la
boulé
(o
bulé),
un
Consejo
del
Aerópago
integrado
por
cuatrocientos
ciudadanos,
y
la
heliaia,
un
tribunal
del
pueblo.
Instituciones
que
se
unieron
a
las
otras
preexistentes:
el
arcontado
(compuesto
por
9
arcontes
pertenecientes
a
la
primera
y
segunda
clase
censitaria),
el
consejo
del
aerópago
(que
supervisaba
a
los
arcontes)
y
la
ekklesía
(asamblea
general
de
los
ciudadanos).
De
esta
manera
queda
formado
un
gran
órgano
burocrático-‐administrativo.
Finley
nos
advierte
que
a
pesar
de
no
ser
del
todo
claro
el
modo
específico
en
que
funcionaban
estas
divisiones
gubernamentales,
sabemos
cuáles
fueron
sus
repercusiones:
48
Cf.
MOSSÉ,
Claude,
Historia
de
una
democracia:
Atenas,
Akal,
Madrid,
1987,
pp.
16-‐18.
49
OSBORNE,
op.
cit.,
p.
258.
50
AUSTIN
y
VIDAL-‐NAQUET,
op.
cit.
p.
68.
51
Vemos
aquí
reaparecer
esa
categoría
social
relegada
que
aparecía
en
los
poemas
homéricos.
52
Cf.
GSCHNITZER,
op.
cit.,
pp.
116
y
ss.
Los
plebeyos
más
pudientes
tuvieron
la
posibilidad
de
ser
electos
para
ocupar
los
cargos
más
altos
e
integrar
el
Aerópago,
quebrando
así
el
monopolio
eupátrida,
pero
de
ningún
modo
alejando
a
estos
últimos
del
poder
y
de
la
influencia,
ya
que
sin
duda
todavía
constituían
la
mayoría
de
los
grandes
propietarios
de
tierra.
Las
clases
intermedias,
incluso
los
soldados
hoplitas
que
tenían
tierras
suficientes,
tuvieron
por
primera
vez
una
función
en
el
gobierno,
e
inclusive
los
pobres,
tanto
los
de
la
ciudad
cuanto
los
del
campo,
fueron
reconocidos
como
parte
trabajadora
del
demos
en
general,
aun
cuando
su
situación
era
muy
restringida.
Se
redujeron
así
las
fallas
de
la
estructura
de
la
polis
rudimentaria
que
habían
impedido
que
ésta
53
funcionara
como
comunidad
viable,
pero
sin
quedar
aún
solucionadas
del
todo.
Las
reformas
solonianas,
no
obstante,
no
pudieron
poner
fin
a
la
stasis.
Por
un
lado,
el
hecho
de
que
no
se
haya
hecho
la
división
de
tierras
fue
un
punto
de
constante
conflicto.
El
campesinado
más
empobrecido,
los
thetes,
habían
recibido
un
reconocimiento
social
que
no
solucionaba
su
gran
problema
económico:
el
ser
dependiente
de
ciudadanos
más
ricos.
Dependencia
que
se
daba
de
dos
formas:
o
por
tener
que
trabajar
tierras
ajenas,
o
por
necesitar
constantes
préstamos
para
cultivar
las
pocas
tierras
que
poseían.
En
cualquiera
de
los
dos
casos,
lo
que
producían
nunca
era
suficiente
como
para
evitar
pedir
nuevos
préstamos.
Por
otro
lado,
como
Osborne
señala,
“el
legado
que
dejó
Solón
a
los
atenienses
fue
la
54
continuación
de
las
rivalidades
políticas
entre
los
miembros
de
la
nobleza.”
Y,
tal
como
55
sostiene
Finley,
“la
stasis
no
podía
desaparecer
de
un
plumazo.”
Esto
hizo
que
Solón
tuviera
finalmente
que
abandonar
Atenas.
La
situación
social
y
política
era
tan
complicada
que
en
dos
ocasiones
antes
del
580
a.C.
resultó
imposible
elegir
un
arconte.
En
otras
palabras,
el
clima
56
político-‐social
ateniense
era
muy
propicio
para
la
aparición
de
la
tiranía.
Pisístrato
aparece
en
medio
de
la
puja
por
el
poder
de
dos
partidarios
rivales:
Licurgo
y
Megacles,
dos
eupátridas
poderosos,
pertenecientes
a
las
grandes
familias
de
Atenas.
Según
Mossé,
“Licurgo
representaría
a
la
aristocracia
tradicional,
cuyos
bienes
raíces
se
encontraban
en
el
Pedión,
la
llanura;
Megacles,
un
partidario
moderado
que
reunía
a
los
habitantes
de
la
57
costa,
dedicados
al
comercio,
y
a
los
artesanos
ricos
de
la
ciudad.”
Pisístrato,
por
su
parte,
no
representaba
a
ningún
sector
fuerte,
sino
que,
por
el
contrario,
intentó
captar
la
atención
de
todos
aquellos
que
estaban
descontentos,
formando
un
tercer
partido.
Por
ello,
Claude
Mossé
asegura
que:
“Pisístrato
se
inscribe
en
el
esquema
tradicional
del
tirano
«demagogo»
de
la
época
arcaica
que,
para
asegurarse
el
poder,
levanta
contra
la
aristocracia
a
las
masas
58
empobrecidas
que
esperan
de
él
ciertas
ventajas
materiales.”
(Cabe
aclarar
que
la
palabra
“tirano”
en
el
mundo
arcaico
no
poseía
la
misma
connotación
que
posee
actualmente.
El
tyrannos
era
aquel
que
ejercía
el
poder
en
un
gobierno
de
“uno
solo”;
lo
cual
se
contrapone
evidentemente
con
la
democracia,
en
la
que
el
poder
reside
en
el
demos
–
pueblo.
Osborne
El
primer
intento
de
Pisístrato
por
quedarse
con
la
totalidad
del
poder
de
la
incipiente
democracia
ateniense
fue
en
el
561
a.C.,
cuando
toma
la
acrópolis
tras
fingir
haber
sido
atacado
por
un
grupo
de
enemigos.
Las
fuentes
aseguran
que
se
habría
herido
a
sí
mismo
y
a
sus
muleros
para
convencer
a
los
ciudadanos
de
que
le
proporcionaran
una
guardia
personal,
lo
cual
finalmente
consigue.
De
esta
forma,
por
la
fuerza
y
con
la
ayuda
de
su
“guardia
personal”
(trescientos
hombres
armados
con
mazas
de
madera),
se
apodera
de
la
acrópolis.
Sin
embargo,
la
pronta
oposición
que
encontró
lo
obligó
a
exiliarse
durante
doce
años.
El
segundo
exilio
de
Pisístrato
fue
mucho
más
propicio,
ya
que
se
refugió
en
una
región
rica
en
metales
preciosos.
Al
respecto,
Mossé
dice
que:
El
tercer
período
de
Pisístrato
como
tirano
de
Atenas
va
a
durar
hasta
su
muerte
en
el
527
a.C.
Según
cuentan
los
autores
antiguos,
Pisístrato
gobernó
respetando
las
leyes
instauradas
por
Solón
y
los
magistrados
se
seguían
eligiendo
de
la
misma
manera
que
antes.
Incluso
Aristóteles,
en
la
Constitución
de
los
atenienses,
sostiene
que
eximió
de
pagar
impuestos
a
los
labradores
necesitados
y
otorgó
préstamos
a
los
pobres,
pero
con
el
doble
objetivo
de
mantenerlos
dispersos
en
el
campo
y
de
que
se
dedicaran
a
resolver
sus
asuntos
personales,
manteniéndolos
así
lejos
de
los
asuntos
del
Estado.
No
obstante
esto,
también
dice
que
61
gobernó
con
moderación
y
mantuvo
la
paz.
Robin
Osborne
indica
que:
“Lejos
de
ser
soberanos
absolutos,
vemos
que
los
Pisistrátidas
lograron
conservar
su
supremacía
gracias
a
una
delicada
combinación
de
amenazas
y
promesas.
Su
gobierno
no
era
un
monopolio
del
62
poder
y
del
patrocinio.”
Grandes
reformas
y
construcciones
de
templos
que
se
ubicaban
sobre
la
acrópolis
se
llevaron
a
cabo
en
esta
etapa,
como
también
la
acuñación
de
la
emblemática
moneda
con
la
figura
de
la
lechuza
de
Atenea.
“Los
Pisistrátidas
–afirma
Osborne–
intentaron
asegurarse
que
fuera
de
sus
acciones
de
lo
único
que
se
hablara
en
59
OSBORNE,
op.
cit.,
p.
333.
También
puede
consultarse:
ROMERO,
op.
cit.,
cap.
“Los
tiranos
griegos”,
pp.
279-‐
284.
60
MOSSÉ,
op.
cit.,
p.
22.
61 Cf.
ARISTÓTELES,
Constitución
de
los
atenienses,
Gredos,
Madrid,
1984,
pp.
85
y
ss.
62
OSBORNE,
op.
cit.,
p.
335.
63
Atenas.”
Sin
embargo,
tampoco
realizó
el
reparto
de
tierras
que
desde
hacía
tiempo
reclamaban
los
campesinos.
Pisístrato
murió
en
el
año
528/7
a.C.
y
sus
dos
hijos,
Hipias
e
Hiparco,
heredaron
el
poder.
La
tiranía
se
habría
robustecido
durante
su
gobierno.
Durante
los
primeros
años
formaron
una
corte
con
artistas
y
escritores.
Muchos
de
los
miembros
de
la
aristocracia
que
habían
sido
desterrados
volvieron
a
Atenas.
Hasta
el
año
514
a.C.
se
mantuvo
la
calma,
pero
ese
año
64
Hiparco
fue
asesinado
por
motivos
amorosos.
Lo
importante
de
la
historia
es
que
los
tiranicidas
fueron
consagrados
como
héroes
por
la
democracia
ateniense.
La
muerte
de
Hiparco
fue
el
punto
de
declive
del
poder
de
los
pisistrátidas.
Hipias
todavía
se
mantendría
en
el
poder
durante
cuatros
años
más,
período
en
el
cual
acrecentó
su
despotismo,
y
obligó
a
todos
los
aristócratas
que
habían
vuelto
del
exilio,
a
volver
a
irse.
Entre
ellos
se
encontraba
Clístenes,
que
en
varias
ocasiones
intento
volver
a
Atenas.
Lo
más
relevante
de
todo
esto,
remarca
Mossé,
es
que:
“el
demos,
que
no
había
jugado
ningún
papel
en
la
muerte
de
Hiparco,
permaneció
pasivo,
y
no
fue
un
levantamiento,
sino
una
intervención
extranjera,
la
del
rey
de
65
Esparta
Cleómenes,
llamado
por
los
aristócratas
atenienses
(510
a.C.)”
quienes
pusieron
fin
a
la
tiranía
de
los
pisistrátidas.
Hasta
este
momento
la
participación
del
demos
en
la
vida
política
fue
realmente
escasa.
El
proceso
del
establecimiento
de
polis
ateniense
fue
en
esencia
aristocrático.
3.1.3. Clístenes
Dos
hombres
peleaban
por
ganar
la
elección
del
arconte
en
el
508
a.C.:
Clístenes,
quien
pertenecía
a
los
Alcmeónidas,
e
Iságoras,
quien
era
amigo
de
Cleómenes,
rey
de
Esparta.
Finalmente
Iságoras
fue
elegido
arconte
como
resultado
de
la
amenaza
del
ejército
espartano
que
acampaba
en
las
afueras
de
Atenas.
Los
sucesos
posteriores
difieren
según
la
versión
de
la
historia.
Según
relata
Heródoto,
Clístenes
hizo
que
el
demos
ingresara
en
su
heteria,
que
era
como
una
facción
política,
para
poder
acceder
al
poder.
Por
su
parte,
Aristóteles
relata
una
versión
completamente
diferente:
Iságoras
posibilitó
que
Cleómenes
ocupara
la
acrópolis
y
obligó
a
Clístenes
a
exiliarse.
Ante
esta
situación,
el
demos
se
sublevó
y
le
concedió
el
poder
a
Clístenes.
Claude
Mossé
señala
la
diferencia
entre
ambas
versiones:
“el
papel
del
demos
es
mucho
más
importante
en
el
relato
de
Aristóteles
que
en
el
de
Heródoto.
Del
demos
procede
la
iniciativa
de
volver
a
llamar
a
Clístenes,
mientras
que
en
66
Heródoto,
es
el
Alcmeónida
quien,
por
oportunismo,
decide
apoyarse
en
el
demos.”
63
Ídem.
64
Puede
leerse
en:
MOSSÉ,
op.cit.,
p.
25.
65
ídem.
66
Ibíd.,
p.
2.
Otra
modificación
que
llevó
a
cabo
Clístenes
tuvo
lugar
en
la
bulé
(Consejo
creado
por
Solón)
que
lo
formaban
inicialmente
cuatrocientos
hombres
y
que
a
partir
de
aquí
pasó
a
estar
formado
por
quinientos.
“La
bulé
–explica
Mossé–,
efectivamente,
iba
a
ser
el
órgano
esencial
de
la
democracia
ateniense,
preparando
las
sesiones
de
la
Asamblea,
redactando
decretos
y
haciendo
por
lo
demás
el
papel
de
un
alto
tribunal
de
justicia
después
de
las
reformas
de
67
Efialto.”
Y,
aproximadamente
en
el
año
501
a.C.,
se
empezó
a
obligar
a
prestar
juramento
68
como
guardianes
de
la
constitución
a
todos
aquellos
que
asumieran
un
puesto
en
la
bulé.
Otra
de
las
reformas
importantes
que
impuso
Clístenes
fue
la
ley
del
ostracismo
que
condenaba
a
un
exilio
de
diez
años
a
quien
ejerciera
la
tiranía
en
beneficio
propio.
Esto
se
lleva
a
cabo
por
medio
de
un
sistema
de
votación
popular,
ostrakoforia,
que
consistía
primero
en
69
votar
a
mano
alzada
y
luego
en
un
voto
secreto.
También
se
creó
el
cargo
de
estratego,
que
cumplía
la
función
de
un
jefe
militar.
Este
cargo
tenía
algunas
diferencias
con
el
resto
de
los
magistrados:
por
un
lado,
el
jefe
militar
requería
de
cierta
capacidad
y
competencia
para
el
cargo
que
debía
ocupar,
por
lo
que
su
elección
no
era
por
sorteo,
como
el
resto
de
los
magistrados;
por
otro
lado,
se
elegía
uno
por
cada
tribu
y
un
mismo
hombre
podía
volver
a
ser
elegido
después
de
que
terminara
con
su
período,
aunque
no
tenía
privilegios
especiales
fuera
del
campo
de
batalla.
Los
estrategos
tendrán
un
rol
determinante
en
las
Guerras
Médicas,
como
veremos
en
el
siguiente
punto.
Como
mencionábamos
más
arriba,
existen
dos
versiones
distintas
de
cómo
Clístenes
llega
al
poder:
la
de
Aristóteles,
que
cuenta
cómo
el
demos
habiéndose
sublevado
contra
Iságoras
le
concede
el
poder
a
Clístenes;
y
la
versión
de
Heródoto,
que
difiere
esencialmente,
pues,
de
acuerdo
con
ella
es
Clístenes
quien,
por
oportunismo
y
mediante
la
astucia,
logra
llegar
a
la
cima
del
poder
ateniense.
Tomar
posición
en
la
interpretación
del
modo
en
que
Clístenes
llega
al
poder
es,
de
cierta
forma,
explicar
qué
intenciones
tenía
para
introducir
todos
los
cambios
que
mencionamos.
Para
algunos
historiadores,
como
Finley,
Clístenes
fue
el
verdadero
propulsor
de
la
democracia
en
Atenas.
Y
sostiene
que
se
da
una
extraña
paradoja:
es
el
tirano
quien
en
última
instancia
le
otorga
al
demos
una
conciencia
política
que
deriva
posteriormente
70
en
una
verdadera
democracia.
Siguiendo
esta
línea
interpretativa,
Sinclair
afirma
que:
“la
razón
«política»
de
Clístenes
fue
la
de
hacer
más
poderosa
su
propia
facción,
y
esperaba
que
el
67
Ibíd.,
p.
27.
68
Para
Osborne:
“Es
posible
que
el
Consejo
asumiera
al
principio
unos
poderes
bastantes
amplios,
pero,
en
cualquier
caso,
éstos
se
vieron
reducidos
enseguida:
el
juramento
introducido
en
el
501
a.C.
ponía
de
manifiesto
que
el
Consejo
constituía
un
órgano
deliberativo,
no
ejecutivo,
con
unas
competencias
judiciales
estrictamente
limitadas;
y
una
ordenanza
de
limitaciones
posteriores,
conocidas
sólo
de
manera
fragmentaria
por
su
reincorporación
al
código
legal
ateniense
en
la
última
década
del
siglo
V,
probablemente
aluda
a
una
ulterior
restricción
de
las
facultades
judiciales
del
Consejo.
Las
sucesivas
restricciones
de
los
poderes
del
Consejo
ponen
de
manifiesto
que
ya
hacia
501
a.C.
la
Asamblea
era
la
que
mandaba,
que
estaba
decidida
a
afirmar
la
soberanía
del
pueblo,
y
que
incluso
una
institución
tan
representativa
como
el
Consejo
no
era
sino
un
mero
órgano
consultivo
del
pueblo.”
OSBORNE,
op.
cit.,
p.
358.
69
Ibíd.,
p.
360.
70
“La
paradoja
radica
en
que,
a
pesar
de
estar
por
encima
de
la
ley
y
de
la
constitución,
los
tiranos
en
última
instancia
vigorizaron
la
polis
y
sus
instituciones,
contribuyendo
a
elevar
al
demos,
o
sea
al
pueblo
en
general,
a
un
nivel
de
conciencia
política:
esto
condujo
en
algunos
Estados
al
gobierno
de
demos,
es
decir,
a
una
democracia.”
FINLEY,
Grecia
primitiva…,
op.
cit.,
p.
159.
71
Demo
o
los
atenienses
en
general
acabarían
mostrando
gratitud
y
lealtad
a
su
facción.”
En
otras
palabras,
la
intención
de
Clístenes
no
descansa
en
un
altruismo
desinteresado
y
el
72
resultado
de
sus
reformas
escapó
ampliamente
sus
objetivos
políticos.
Mossé
indica
que:
“a
despecho
de
las
reformas
de
Clístenes,
la
política
ateniense
permanecía
en
las
manos
de
las
grandes
familias”
y
que,
“si
bien
respetando
las
formas
constitucionales,
74
aquéllas
continuaban
destrozándose
en
medio
de
inútiles
querellas.”,
pero
las
Guerras
Médicas
van
a
constituir
un
punto
de
quiebre
a
partir
del
cual
cambió
drásticamente
la
realidad
social,
económica
y
política
de
Atenas.
En
el
transcurso
de
unas
pocas
décadas,
Atenas
dejó
de
ser
sólo
una
polis
para
pasar
a
ser
un
imperio,
y
el
punto
cero
de
esta
transformación
lo
encontramos
aquí.
La
primera
guerra
tuvo
lugar
en
el
año
490
a.C.
cuando
Darío,
rey
persa,
avanzaba
sobre
el
Ática,
habiendo
obtenido
la
rendición
de
las
Cícladas.
Ese
año
los
atenienses
logran
vencer
a
los
persas
en
la
ciudad
de
Maratón.
La
victoria
fue
un
gran
éxito
para
los
atenienses
y,
en
especial,
para
Milcíades,
quien
por
aquél
entonces
era
uno
de
los
estrategos.
Tras
la
guerra
intentará
recuperar
sin
éxito
una
isla
que
había
sido
tomada
por
los
persas
y
un
aliado
de
los
Alcmeónidas
propone
que
sea
condenado
a
pagar
una
multa
(lo
cual
muestra
que
pese
a
las
reformas
clistenianas
el
poder
seguía
estando
en
manos
de
la
aristocracia).
El
gran
cambio
comienza
después,
en
el
483/2
a.C.
cuando
el
sorteo
del
arcontando
designa
a
un
hombre
“nuevo”,
es
decir,
un
hombre
que
no
desciende
de
la
antigua
aristocracia.
Este
hombre,
llamado
Temístocles,
va
a
ser
el
gran
protagonista
de
la
segunda
guerra
médica
en
el
480
a.C..
El
primer
acierto
político
de
Temístocles
fue
llevar
a
cabo
una
expedición
que
terminó
en
el
descubrimiento
de
un
gran
yacimiento
de
plata.
El
segundo
gran
acierto
fue
destinar
esa
plata
para
la
construcción
de
cien
navíos.
La
fortuna
y
el
ingenio
lograron
que
Temístocles
empezara
a
ganar
el
apoyo
popular
y
el
poder
de
su
cargo
político
le
permitió
deshacerse
de
sus
enemigos
condenándolos
al
ostracismo.
Mientras
tanto
Jerjes,
rey
de
Persa
e
hijo
de
Darío,
comienza
la
ofensiva
hacia
a
Atenas
por
mar
y
por
tierra.
Ante
ésta
amenaza,
los
griegos
de
distintas
poleis
organizaron
la
defensa
de
su
territorio:
los
espartanos
estaban
al
mando
de
la
defensa
por
tierra
y
los
atenienses
por
mar.
Los
resultados
son
por
demás
conocidos,
los
persas
lograron
derrotar
a
los
espartanos
en
la
Batalla
de
las
Termópilas
en
el
480
a.
C.
y
siguieron
su
ofensiva
hacia
Atenas.
Los
atenienses
evacuaron
la
ciudad,
resguardando
a
la
población
en
el
Pireo,
el
puerto,
mientras
el
ejército
71
SINCLAIR,
R.
K.,
Democracia
y
participación
en
Atenas,
Alianza,
Madrid,
1999,
p.
21.
72
Sinclair
aclara:
“lo
que
se
concibió
sólo
como
una
maniobra
dentro
de
la
política
de
la
aristocracia
acabaría
convirtiéndose
en
algo
toralmente
diferente
cuando
el
ateniense
ordinario
llegó
a
tomar
conciencia
de
su
propio
peso
político.”
SINCLAIR,
op.cit.,
p.
21.
73
MOSSÉ,
op.cit.,
pp.
29-‐36.
74
Ibíd.,
p.
31.
aguardaba
en
las
embarcaciones.
Así
le
tendieron
una
emboscada
a
los
persas
que
venían
por
mar.
Finalmente
los
atenienses
vencieron
a
los
persas
en
Salamina.
Como
aclaramos
en
el
comienzo
de
este
apartado,
los
detalles
se
pueden
leer
en
Mossé.
Nos
interesa,
en
cambio,
detenernos
en
las
consecuencias
que
han
provocado
las
guerras
médicas.
Tras
la
victoria
en
Salamina
y
con
el
antecedente
de
la
victoria
de
Maratón
el
patriotismo
ateniense
se
había
visto
engrandecido.
Un
sentimiento
que
había
sido
acompañado
de
“la
75
creencia
de
que
no
sólo
eran
superiores
a
los
persas,
sino
también
a
otros
griegos”.
Y
es
a
partir
de
aquí
que
la
historia
ateniense
comienza
a
dar
un
significativo
cambio
de
rumbo
y
se
comienza
a
forjar
lo
que
terminará
siendo
el
gran
imperio
ateniense.
Este
sentimiento
de
orgullo
patriótico
va
a
derivar
en
la
construcción
de
una
identidad
política
que
reivindica
a
los
atenienses
como
nacidos
de
la
tierra.
El
mito
sobre
la
autoctonía
del
76
pueblo
ateniense
es
producto
de
este
sentiemiento.
Para
Sinclair,
“otra
manifestación
del
orgullo
o
sentimiento
de
superioridad
ateniense
era
la
seguridad
con
que
permitían
un
fácil
acceso
a
su
polis
y
ellos
mismos
hacían
hincapié
en
el
carácter
abierto
de
su
sociedad
y
su
77
actitud
hospitalaria
hacia
los
extranjeros.”
Esto
se
comprueba
por
el
crecimiento
de
la
población
meteca
y
también
por
las
restricciones
a
78
la
ciudadanía.
En
otras
palabras,
el
mismo
sentimiento
que
generaba
una
gran
hospitalidad
hacia
los
extranjeros
hacía
que
se
definiera
cada
vez
más
quiénes
eran
los
ciudadanos,
restringiendo
de
esta
forma
a
la
ciudadanía.
No
obstante,
lo
más
notable
de
ese
sentimiento
de
orgullo
patriótico
fue
hacer
que
los
hombres
que
habían
combatido
en
Maratón
y
en
Salamina
empezaran
a
participar
activamente
de
la
democracia
ateniense,
inaugurando
una
79
nueva
etapa
en
la
vida
política
de
Atenas.
Podemos
marcar
dos
grandes
consecuencias
de
las
Guerras
Médicas:
la
primera
fue
que
Atenas
logra
hacerse
cargo
(por
decirlo
de
algún
modo)
de
esa
gran
masa
de
población
que
eran
los
thetes.
Estos
hombres
ocuparon
un
lugar
de
importancia
sobre
todo
en
la
segunda
guerra
médica,
ya
que
se
los
empleó
como
remeros
en
los
nuevos
navíos
que
había
mandado
a
construir
Temístocles.
Lo
significativo
no
fue
tanto
que
por
primera
vez
en
la
historia
de
Atenas
los
thetes
hayan
asumido
un
rol
activo
en
la
guerra,
sino
el
hecho
de
que
a
raíz
de
la
importancia
decisiva
de
su
participación
(la
victoria
en
Salamina
fue
en
gran
parte
gracias
a
ellos),
cobraron
una
consciencia
de
sí
que
les
permitió
en
lo
sucesivo
participar
activamente
de
la
democracia.
Sin
embargo,
no
dejaron
de
ser
hombres
dependientes:
los
thetes
pasaron
de
ser
dependientes
de
los
grandes
aristócratas
a
ser
dependientes
del
creciente
imperialismo
ateniense.
Esto
nos
lleva
a
la
segunda
consecuencia:
el
sistema
político
y
económico
que
comenzaba
a
mantener
a
Atenas
requería
de
la
explotación
de
otras
poleis.
75
SINCLAIR,
op.
cit.,
p.
36.
76
Sobre
el
mito
de
la
autoctonía
se
puede
leer:
LORAUX,
Nicole,
Nacido
de
la
Tierra.
Mito
y
política
en
Atenas,
El
cuenco
de
Plata,
Buenos
Aires,
2007.
77
SINCLAIR,
op.cit.,
p.
37.
78
Sobre
las
diferentes
categorías
sociales
véase:
SINCLAIR,
op.
cit.,
cap.
2:
“Privilegios
y
oportunidades
del
ciudadano”.
79
Cf.
SINCLAIR,
op.cit.,
p.
37.
Finalizadas
las
Guerras
Médicas,
Atenas
comienza
a
expandirse
mediante
el
dominio
de
las
poleis
que
habían
sido
sus
aliadas
durante
de
las
guerras,
gobernando
así
el
Ática,
casi
la
totalidad
de
las
islas
del
Egeo,
las
costas
de
Macedonia
y
Tracia,
y
gran
parte
de
las
costas
del
imperio
persa.
Lo
paradójico
de
la
historia
fue
que
al
buscar
el
ideal
de
la
autarquía
por
medio
de
la
dominación
de
otras
poleis,
Atenas
termina
siendo
altamente
dependiente
de
ese
80
sistema
imperialista
que
finalmente
la
conducirá
a
su
propia
destrucción.
80
Cf.
AUSTIN
y
VIDAL-‐NAQUET,
op.
cit.,
cap.
7:
“La
época
de
la
crisis”,
pp.
127-‐148.
19
4.
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