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Papa Francisco: “El kerygma es trinitario” (EG 164).

La Exhortación Evangelii Gaudium (= EG) es un texto riquísimo, en varios aspectos.


Desde la perspectiva histórica, el mismo nombre del documento quiere retomar la “primavera de
la Iglesia” que había anunciado Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II.
En el “primer período posconciliar”, Pablo VI emite dos documentos: uno muy importante y
conocido: “Evangelii nuntiandi” (= EN); el otro bastante menos conocido, y –si EN es un gran
joya– “Gaudete in Domino” (= GD, sobre la alegría cristiana) es una joyita bellísima. Hasta hace
unos pocos meses, si alguien iba a citar un documento eclesial y comenzaba diciendo “Evangelii...”,
obviamente, la continuación era “nuntiandi”: ahora Francisco ha comenzado un documento suyo,
con la misma palabra que aquel de Pablo VI, poniendo en relación inmediata ambos textos.
Esto es importante, porque EN era documento postsinodal, que quería orientar la evangelización
de la época. En América Latina, esto se concretó con el Documento de Puebla (1979) que –con su
consigna principal de “comunión y participación”– hablaba de “la evangelización en el presente y
en el futuro de América Latina”. También Francisco dice explícitamente –en el número 1 de EG–
que quiere “indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”. Y, al principio de
ese mismo número nos había dicho que: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera
de los que se encuentran con Jesús”; y por eso, él nos invita a una “nueva etapa evangelizadora
marcada por esa alegría” (y en este contexto cita por dos veces GD, de Pablo VI: cf. EG 3 y 7).

Desde la propuesta teológico–pastoral, lo novedoso es la “fuerza trinitaria” del discurso, para


fundamentar una vivencia de “Iglesia–comunión” (hacia adentro de la Iglesia) y un diálogo fraterno
y fecundo con un mundo plural (hacia afuera de la Iglesia).
En particular, hay dos párrafos trinitarios ubicados en lugares estratégicos del texto: el n 117 (en
la introducción del Capítulo III, sobre “el anuncio del Evangelio”) y el 178 (al principio del
Capítulo 4, sobre “la dimensión social de la evangelización”). Resumo un poco de estos dos
números, para introducir a la lectura del texto en sí mismo:
“Bien entendida, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia. Es el Espíritu Santo,
enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros corazones y nos hace capaces de entrar en
la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Él construye la
comunión y la armonía del Pueblo de Dios. El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el
vínculo de amor entre el Padre y el Hijo. Él es quien suscita una múltiple y diversa riqueza de dones
y al mismo tiempo construye una unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que
atrae.” (EG 117a).
“Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que «con ello le
confiere una dignidad infinita». Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana
significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús
dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que
ennoblece a todo ser humano... Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que
Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales... La evangelización
procura cooperar también con esa acción liberadora del Espíritu. EL MISTERIO MISMO DE LA
TRINIDAD NOS RECUERDA QUE FUIMOS HECHOS A IMAGEN DE ESA COMUNIÓN
DIVINA, POR LO CUAL NO PODEMOS REALIZARNOS NI SALVARNOS SOLOS...” (EG
178).
Este último párrafo, también sirve para ejemplificar la frase que nos ha servido de título: “El
kerygma es trinitario”. Pues, como dice el mismo Francisco: “Es el fuego del Espíritu que se dona
en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y
nos comunica la misericordia infinita del Padre”. Por eso, “en la boca del catequista vuelve a
resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a
tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte».”
Y aclara Francisco que el kerygma no es “primer anuncio” en un sentido cronológico: “Cuando a
este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y después se
olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo,
porque es el anuncio principal; ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y
ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en
todas sus etapas y momentos”. (EG 164).
Y Francisco con todo esto, trae otra novedad; que está llenando la otra “gran laguna teológico-
pastoral” de la Iglesia católica en sus tiempos recientes: una era el “olvido de la Trinidad”, y ya
vimos con qué fuerza expone Francisco lo trinitario. Y el otro gran olvido, era el del Espíritu Santo
como protagonista de la vida de la Iglesia, y en los tres textos citados aquí, aparece esto. A lo largo
de toda la Exhortación, el Espíritu Santo es citado 88 veces (mientras que Dios Padre aparece
menos de la mitad: 39 veces); esto es algo inédito en el magisterio reciente, incluido el Vaticano II
que –si bien habla del Espíritu y de forma muy importante– no le daba la primacía en la concreta
vida eclesial.
Que el mismo Espíritu nos ayude a abrir nuestra mente, nuestro corazón y nuestras manos, para
ponernos al servicio de la Trinidad y de los hermanos, en esta prometedora hora de la Iglesia.

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