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¿Todo es relativo? Pero “la Palabra del Señor permanece para siempre”.

Este año, comenzamos la serie de notas comentando un poco Exhortación Apostólica


Postsinodal Verbum Domini, de Benedicto XVI. Terminamos el año, con una nota que la
pone en el contexto ¿posmoderno? contemporáneo.
Hoy es común escuchar la frase “todo es relativo”. Y esta frase es casi un dogma de la
cultura dominante. Y, curiosamente, casi nadie critica esta afirmación, que es muy
contradictoria.
Pues, la afirmación “todo es relativo” es –contradictoriamente– una afirmación absoluta,
una frase indiscutible, que no se acepta una idea diferente. Es ¡el absolutismo del
relativismo! O, tan contradictorio como eso: es la intolerancia (o la dictadura) del
relativismo.
Un relativista coherente, que cree sinceramente que “todo es relativo” debería darse
cuenta (en algún momento) que también lo que él dice y lo que él piensa es relativo. Por
eso, yo suelo decir –haciendo una metáfora con los trenes– que el relativismo es una
“estación intermedia”, cuya “terminal” lógica es el escepticismo: si todo es relativo,
también es relativo lo que yo pienso... y, por tanto, mi postura final acerca de lo que se
puede saber o afirmar sobre la realidad es “no sabe / no contesta”.
Un avance preocupante de esta postura que se puede llamar “dictadura del relativismo” es
el reciente dictamen de una comisión legislativa sobre “la identidad de género” que dice
(literalmente) que esa identidad de género es un “derecho humano” que responde a “la
vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia
personal del cuerpo”.
Comienzo analizando lo de “sexo asignado” que es un vocabulario muy pobre: pareciera
que a la persona de le asigna un sexo arbitrariamente... casi parece que el obstetra y la
partera arrojan una moneda: “si sale cara, el asignamos “varón”; si sale ceca, “nena”...”
La ecología nos ha devuelto la posibilidad de afirmar que hay leyes de la naturaleza que
son intrínsecas a ella; no son la ocurrencia de un dictador de turno, ni son el resultado del
consenso social. El sexo no es “asignado”; el sexo es reconocido a partir de un diseño real,
natural y constatable.
Más preocupante aún es el principio de que “lo real” es “la vivencia interna e
individual... tal como cada persona la siente”. Es cierto que este dictamen de comisión
(que aún no es ley) se pronuncia sólo sobre la identidad de género. Pero también es cierto
que establece un principio filosófico, que –como tal– puede extenderse naturalmente a otras
áreas de la realidad: lo que yo siento, de modo interno e individual, eso es lo real.
¿Por qué es preocupante? Pues porque disuelve todo cimiento para un posible diálogo:
“Vos sentís lo que sentís; y yo siento lo que siento... Tu verdad es tu verdad; y mi verdad es
mi verdad”... Ya no se puede dialogar en base a nada real; ya no se puede cuestionar a
nadie; ya no se pueden establecer consensos. Entonces ¿cómo se soluciona un conflicto en
que dos personas o grupos piensan completamente distinto? Pues bien, cuando ya no hay
ninguna realidad constatable que establezca qué es lo verdadero, entonces sólo queda el
criterio de la fuerza: quien tenga más poder impondrá “su verdad” a los demás. Si Hitler
piensa que matar judíos es correcto, e Irena Sendler piensa todo lo contrario: Hitler matará
judíos y si descubre que Irena los está ayudando también la matará a ella...1
1
Irena Sendler, conocida como «El Ángel del Gueto de Varsovia», fue una enfermera polaca que durante la
Segunda Guerra Mundial ayudó y salvó a más de dos mil quinientos niños judíos prácticamente condenados,
Si se establece que la “vivencia interna e individual” de cada uno es “lo normativo”, se
abre la puerta a todos los conflictos... ¿o alguien duda que en su “vivencia interna e
individual” los hombres que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas de Nueva
York, estaban completamente convencidos que lo que estaban haciendo era correcto? ¡Tan
convencidos estaban, que clavaron de punta esos aviones contra las Torres, y dieron su vida
al hacerlo!
En medio de este caos posmoderno, queda una “cosmovisión” coherente sobre Dios, el
hombre y el mundo; sobre la historia y el más allá; sobre la moral y la mística... esa
cosmovisión coherente que sobrevive es el Cristianismo... y, particularmente, el
Catolicismo. Y por eso somos particularmente atacados por el relativismo.
En medio de una posmodernidad en la que todo fluye, en la que todo cambia, “La palabra
del Señor permanece para siempre. Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos” (1 P
1,25: cf. Is 40,8).

arriesgando su propia vida.

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