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Matrimonio, familia y sociedad a la luz de la Trinidad.

En los albores del “pre-sínodo” convocado por Francisco para reflexionar sobre el
matrimonio y la familia, quizás conviene meditar una vez más sobre la relacionalidad
humana, a la luz de la Trinidad divina.
Es usual considerar la noción bíblica de “Imagen de Dios” en relación con la persona
individual. Pero no es tan común poner esta noción en clave comunitaria, a la luz del
misterio de la Trinidad Divina. No obstante, si no hacemos esto, nos quedamos con la
mitad del misterio, porque: “La naturaleza humana es creada «a imagen y semejanza»
de la naturaleza divina. Pues –como la naturaleza divina– también la naturaleza humana
existe, con inteligencia, voluntad, libertad, etc. Y la comunidad humana es creada «a
imagen y semejanza» de la Comunión consustancial de las Personas Divinas. Por eso
podemos decir que: «La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en
la comunión de las personas a semejanza de la unidad de las Personas Divinas entre
Sí» (CCE 1702).”1
En la última cita vemos cómo el Catecismo de la Iglesia Católica incursiona en esta
perspectiva comunitaria humana, contemplada a la luz del misterio trinitario. El mismo
CCE más adelante nos dice: “La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de
Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta vocación reviste una
forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina;
pero concierne también al conjunto de la comunidad humana.” (CCE 1877). Y, más
explícitamente, el número siguiente –CCE 1878– continúa diciendo que “existe cierta
semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben
instaurar entre ellos, en la verdad y el amor.” Además, en este número se elucida el
origen de la idea central de ambos números, que procede de GS 24, 3.
Dos números posteriores harán aplicaciones específicas al matrimonio y a la familia:
“Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor.
Creándola a su imagen... Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la
vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la
comunión” (CCE 2331);2 “La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e
imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.” (CCE 2205).
Varios años después de la publicación del CCE –en 1992–, en 2005 el Pontificio
Consejo “Justicia y Paz” publica el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que fue
denominado –más popular y brevemente– como “el Catecismo Social”. No es que el
CCE no tenga sus contenidos sobre Doctrina Social de la Iglesia, que sí los tiene,
especialmente en CCE 1877-1948 (en general) y 2196-2513 (en particular para los
valores implicados en los mandamientos cuarto al octavo: familia, vida, matrimonio,
justicia y verdad). Pero la necesidad de acentuar la formación general de los cristianos
en relación con la Doctrina Social de la Iglesia, junto con la conveniencia de generar un
mayor y mejor compromiso de los laicos en la sociedad, motivaron la publicación del
Compendio de Doctrina Social, como un instrumento al servicio de estos fines.
Y, al principio del Compendio también tenemos una exposición trinitaria de la
dimensión social de la persona humana, en sus números 28 al 40. Allí –después de una
exposición sobre la Antigua Alianza– nos dice que “en Jesucristo se cumple el
acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres”. Y desde esta
perspectiva bíblica progresa hacia la contemplación teológica, y entonces nos habla de
“la revelación del amor trinitario” y de “el amor trinitario como origen y meta de la

1
Cf. J. FAZZARI, Meditaciones sobre la Trinidad, Buenos Aires, Claretiana, 2005, 77s.
2
Citando a Juan Pablo II en Familiaris Consortio 11.
persona humana”. Con esto, tenemos una sólida fundamentación trinitaria de la
socialidad humana.
Y, posteriormente, también volverá a remontarse a las alturas de la Trinidad Divina
para iluminar aspectos particulares de la vida social.

Y esta dimensión relacional del ser humano, que está creado a imagen de la Trinidad,
tiene consecuencias concretas.
Si yo percibo que Dios me está dando el ser a cada instante, desde ese “fondo del
corazón” en que se produce la conexión metafísica consigo, pues Dios “es más interior a
mí que yo mismo” (CCE 300)...
Si yo percibo que –no sólo mi existencia es sostenida en el ser a cada instante por
Dios– sino que mi propia esencia es un “nombre” pronunciado por su Palabra...
Si yo me vuelvo consciente de las múltiples influencias que muchas personas han
ejercido y siguen ejerciendo sobre mí, veré que mi vocación a la comunión... soy yo
mismo.

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