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El amor fraterno como factor “revolucionario”

Continuamos considerando la moral social que el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia nos
propone en su primer capítulo, pasando ahora a las perspectivas que corresponden al Nuevo
Testamento.
Como sucede con todo aspecto de la Nueva Alianza, también hay aquí un cristocentrismo de la
moral social. Por eso, la exposición del Compendio empieza mostrando el ministerio y la enseñanza de
Jesús.
Y cuando Jesús comienza su ministerio público, lo presenta como un jubileo, pues Él viene a
anunciar una época de gracia y de liberación (cf. Lc 4, 16-30): lo que los años jubilares del Antiguo
Testamento prefiguraban, ahora adquiere cumplimiento por la presencia de Jesús y del Espíritu Santo.
En el fondo, el amor que anima el ministerio de Jesús y que Él intenta inculcar a los hombres, es un
desborde de su unión íntima con el Padre, a quien Él llama “Papá” (“Abbá”, en arameo), y de parte de
quien nos anuncia una misericordia entrañable y liberadora, afectuosa y efectiva.
Y el Hijo, que ha recibido todo del Padre, tiene como misión hacer partícipes a los hombres de su
filiación, para que sean “hijos en el Hijo”, hijos del Padre y hermanos entre sí.
Desde este punto de vista –creo– no hay nada más “revolucionario” para la vida social que el doble
mandamiento de Jesús: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo
tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas” (Mt. 22, 37-40).
Pues en la vivencia de este doble mandamiento se rectifican los dos mayores males que están al
principio de la historia: la soberbia egoísta que quiere ser el centro de la realidad, y la hostilidad
fratricida (cf. Gn. 3 y 4). Jesús nos muestra que la única posibilidad para que la humanidad encuentre
su unidad es que aceptemos como centro de la realidad a quien verdaderamente merece ocupar ese
lugar: Dios. Y de aquí se derivará la posibilidad real de una relación fraterna entre los hombres. De
hecho, observemos la realidad social –local, nacional o internacional– y pensemos cuántas cosas
cambiarían si, simplemente, tomáramos como norma social el “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. Entonces veríamos a los que sobreabundan en comida, dar de comer a sus hermanos
hambrientos; a sociedades opulentas, ir en socorro de sociedades necesitadas; a personas sumergidas
en el hastío en su riqueza, encontrar un sentido de la vida al ver la sonrisa y la gratitud de las personas
a las que asisten. Veríamos desaparecer fronteras inmorales que hacen que millones de personas no
tengan acceso a bienes radicalmente necesarios, en un momento en que la humanidad sigue
sobreabundando de bienes y recursos como nunca en su historia. Sobre todo, veríamos que los 4000
millones de dólares que –como mínimo– cada día se gastan en armas y en drogas, se volcarían a la
alimentación, a la salud, a la educación, a la investigación... ¡a la vida! 1
En este sentido, el mayor aporte a la sociedad que podemos hacer los cristianos es la misma
evangelización, pues la conversión de las personas es lo que produce cambios en la cultura; y son los
cambios en la cultura lo que realmente modifica la vida real. Pues las leyes de todos los países son
buenas... sólo que en algunas sociedades esas leyes se cumplen realmente, y en otras no; y ésta es una
diferencia cultural, no legal.
Jesús ha venido a anunciarnos que Dios es, no sólo Padre, sino “Papá Nuestro” (“Abbuná”, en
arameo); y –como Primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29)– nos ha donado su Espíritu, a fin
de capacitarnos para estar a la altura de su invitación a la fraternidad. Está en nosotros escuchar su
Palabra, aprovechar su gracia, resignar nuestra soberbia suicida, y construir con su ayuda un mundo
más justo y más fraterno.-

1
Según un mensaje enviado por la Santa Sede a las Naciones Unidas, el presupuesto global de gastos militares
en 2004 superó el billón de dólares (son unos 2700 millones de dólares por día... ¡y esto es lo declarado “en
blanco”!); por otra parte, la misma ONU indica que el narcotráfico mueve –cada año– aproximadamente 500.000
millones de dólares.
El caso de Oklahoma
Paula Lugones, periodista de Clarín que está en Estados Unidos recorriendo la mítica ruta 66 –que
cruza el país desde Chicago hasta Los Ángeles– está comentando que, al llegar a Oklahoma se
encontraron un “oasis en medio de la crisis”. El estado de Oklahoma apenas ha sentido el cimbronazo
de la crisis financiera: los bancos siguen funcionando normalmente; se siguen otorgando créditos; el
comercio sigue como si nada; las propiedades no se han devaluado... en fin, un “mundo aparte”. Y la
periodista observa que la razón de esto es que Oklahoma es un estado “conservador” (según las
propias palabras de la cronista): no son consumistas, no gastan más de lo que tienen, no hacen de lo
material el centro de sus vidas, sino que privilegian la vida familiar, y son profundamente religiosos.
Además, son muy amables en el trato social, y también con estos periodistas argentinos; hasta el punto
que –al interrumpir los periodistas un desayuno en un restaurante para reportearlos– no sólo no se
molestaron, sino que ¡los invitaron a desayunar! Incluso, se quedaron a dormir en la casa de alguna
familia que los invitó. Quizás esta sociedad trabajadora, ahorrativa, prudente, familiera, religiosa y
solidaria pueda ser un ejemplo efectivo de cómo la propuesta social cristiana es valedera... e, incluso,
resistente a las mayores crisis.
(Resumen del audio de la conversación que –desde USA– mantuvo Paula Lugones de Clarín, con
Mario Mactas de Radio Continental, el jueves 23/10/08).

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