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Facultad de Teología
Programa Magíster en Teología
(Informe de lectura de la obra de Hans Urs von Balthasar, “Teológica”, Vol. 3 El Espíritu de la
Verdad, (ediciones Encuentro, Madrid, 1997), 249-303.
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1.- La salvación del mundo como meta de Dios.
La Iglesia posee un doble movimiento y una doble tarea: salir de sí hacia los
pueblos y enseñar la verdad cristiana (inculturación) y en segundo lugar “no dejar
que la verdad se fragmente por su pluralidad, sino incluirla en su propia unidad
pleromática” (p. 257). Se trata en el fondo del antiguo tema del logoi spermatikoi:
elementos de culturas y filosofías no cristianas pueden presentar la presencia del
Espíritu. Un ejemplo puede ser la declaración de los derechos del hombre que se
remonta a ideas cristianas sobre la dignidad y libertad de la persona.
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3.- Elementos para una Quaestiones Disputatae.
Los tres temas deben ser considerados desde el rol del Espíritu máxime si
es el Padre quien lleva a cabo la obra de reconciliación en el Hijo. En San Pablo,
ya podemos vislumbrar como en Cristo se realiza el punto crucial de toda la
creación desde la cruz y siendo cabeza de la Iglesia. Cristo es, según Pablo,
cabeza de todo principado y potestad, en cuanto a sometido a su señorío todas las
potencias cósmicas. Según von Baltahasar (p. 266), sea que se ponga el acento
principal del acto de reconciliación de Cristo en su encarnación (Ireneo) o en su
rescate de las potencias (Orígenes) o en su satisfacción por los pecados
(Cipriano, Anselmo, Tomás) el Espíritu siempre será eficaz porque obra en el ser y
en el obrar del Hijo. El Espíritu Santo tiene parte esencial en el acto de
reconciliación entre Dios y el mundo o entre el cielo y la tierra que se realiza en el
cuerpo crucificado de Cristo
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Cristo nos reconcilio con Dios en un solo cuerpo, por medio de la cruz. Hay aquí,
en estas afirmaciones, la representación vicaria de los pecadores, de cargar sobre
sí la hamartía. De todos modos, la “carne” y el “cuerpo” significa la humanidad
entera de Cristo que, hipostáticamente unida a la divinidad, es capaz de asumir en
sí el pecado del mundo. El admirabile commercium consiste, entonces, en que lo
que acontece en la eucaristía es que lo que el crucificado ha asumido de nosotros
en su cuerpo en la cruz, nos lo restituye ofreciéndonos su cuerpo transfigurado.
¿Cuáles son las consecuencias de todo esto? “La primera es que la muerte de
Jesús, en cuanto ‘cumplimiento’ de su misión de entrega, es tanto causa como
arquetipo de lo que se puede considerar participación eclesial en él” (pág. 291).
Por tanto, como afirma la Mystici Corporis Cristo se ofrece a sí mismo y en ese “sí
mismo” también ofrece a sus miembros místicos (N° 82). Lo que Cristo distribuye
después en la Iglesia, como su cuerpo, son “formas de su darse”. La segunda
consecuencia es ésta: “Quien en el Espíritu eterno se sacrifica por todos y en
lugar de todos espira este Espíritu”, y esto, tanto al Padre como al mundo. “Es el
Espíritu del Hijo, por cuanto ha llevado a éste a través de la economía; y el Hijo lo
ha restituido al Padre con la misión cumplida, pues del Padre lo había recibido”
(pág. 292).