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Nuestro Dios es un Dios que habla. No es un Dios mudo. Es un Dios que es Padre que da
el la Vida, y que también es Palabra en su Hijo, y Amor en su Espíritu.
La Vida que da Dios, no es una vida muda, ni cerrada egoístamente sobre sí misma: es
Vida, con Palabra y Amor.
La Palabra que es Dios, no es una palabra muerta ni fría: es Palabra de Vida y de Amor.
El Amor que es Dios, no es un amor cualquiera, un sentimiento “veleta” que va y viene:
es Amor Eterno y Sabio.
Los seres humanos, heridos por el pecado, tendemos a la división: algunos eligen la vida,
pero olvidan la sabiduría verdadera, y el amor generoso. Otros eligen la ciencia, pero
olvidan la vida y el amor. Otros, eligen el amor, pero olvidan el compromiso fiel, y la
sabiduría luminosa.
Pero Dios es comunión: es –simultáneamente– Vida eterna, Sabiduría luminosa y Amor
fiel.
Dios nos ama, pero no nos consiente, pues sabe que consentir a los caprichos del egoísmo
humano, es dejar que el hombre se dirija a su ruina. Por eso nos llama a la conversión.
2. Conversión.
3. Comunión.