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Modelos Teóricos
Dra. Mónica Facchini - Lic. Raquel Zonis Zukerfeld
Clásicamente se pensó que la utilización de una sustancia adictiva era motivada por el
placer de su consumo y la persona era considerada una “viciosa” en el contexto de los
pecados capitales.
La hipótesis hedónica o de refuerzo positivo que vimos antes quedó superada a partir de
las formulaciones teóricas de Robinson y Berridge, que a partir de una serie de
experimentos con animales demostraron que el consumo compulsivo de drogas estaba
vinculado a un mecanismo motivacional (“wanting”) pero no hedónico (“liking”). Es decir,
a través de un proceso de neuromodulación que denominaron “sensibilización al
incentivo”: las drogas adquieren la capacidad de hiperactivar los sistemas motivacionales
incluso en ausencia de efectos placenteros. Dicho de otra manera: la persona sigue
“queriendo” (“wanting”) consumir la sustancia incluso cuando ya ha dejado de “gustarle”
(“liking”).
Robinson y Berridge
Los sustratos neuroanatómicos del modelo están centrados en la hiperreactividad del eje
hipotálamo-hipofisiario-adrenal (eje HHA) en torno al eje de la amígdala extendida y
vinculados a los efectos disfóricos de las drogas, estando implicados sistemas de
retroalimentación de neurotransmisores como la corticotrofina, la noradrenalina y el
sistema opioide así como de la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior cuya
disfunción disminuiría la capacidad del individuo para regular estados motivacionales de
estrés y malestar.
Koob se refiere a este proceso como “el lado oscuro de la adicción”. La idea subyacente
al modelo es que al estado de euforia y placer generado por la droga (proceso A), el
organismo responde con un estado oponente destinado a recuperar la homeostasis del
sistema (proceso B). Como consecuencia del consumo crónico, este proceso
compensatorio B no permite regresar al nivel de equilibrio homeostático produciéndose
La noción principal del modelo es que la adicción representa una transición desde una
fase inicial en la que las drogas se consumen por sus efectos reforzantes (a los que
serían más vulnerables individuos con altos niveles de impulsividad premórbida) hacia
una fase de dependencia en la que las conductas de consumo se transforman en rituales
compulsivos que se mantienen a pesar de sus consecuencias negativas.
Se considera que la adicción se vincula con la afectación del control de los impulsos y la
presencia de compulsividad que lleva al ciclo de intoxicación-abstinencia- preocupación
por el consumo. Estos estadios se acompañan por una transición entre la impulsividad y
la compulsividad, interactúan entre sí y terminan por generar un estado adictivo.
- Urgencia.
- Dificultad de control.
- Dificultad en aplazar o inhibir un refuerzo positivo inmediato por otro mayor más
adelante en el tiempo.
- Falta de perseverancia.
Según este modelo en la impulsividad existe una urgencia positiva motivada por un
estado de tensión que conduce a la acción y gratificación mientras que en la compulsión
existe una urgencia negativa derivada de un estado de distrés o ansiedad en donde la
acción conduce a la relajación. En otras palabras el refuerzo positivo hace que la
persona consuma para obtener un efecto placentero mientras que el negativo es cuando
la persona consume para evitar / amortiguar o contrarrestar un estado desagradable o
malestar causado por la abstinencia de la sustancia.
El daño en estos dos sistemas repercutiría en varias fases de la adicción, incluyendo los
consumos iniciales, la intoxicación y el consumo en forma de atracones, el craving y la
recaída incluso después de periodos de abstinencia prolongada.
En los casos en los que estas señales emocionales están dañadas, no son lo bastante
fuertes, o están atenuadas por la intensidad de otras señales competidoras, la toma de
decisiones se produciría en una situación de vacío con respecto a las consecuencias
futuras, por eso se habla de “miopía hacia el futuro” y tendencia a persistir en el error,
debido a la dificultad para incorporar aprendizajes afectivos.
Varios estudios de laboratorio han demostrado que las ratas y ratones pueden aprender
fácilmente a autoadministrarse drogas cuando presionan una palanca y logran asociar
esa actividad mecánica con el efecto hedónico que inducen las sustancias adictivas. La
cantidad de droga y tiempo disponible para autoadministrarse una sustancia son factores
suficientes para que ratas de laboratorio se muevan del uso moderado al uso compulsivo
y desmedido de cocaína evidenciando cambios en el umbral para sentir placer.
Resumiendo…
Hemos presentado diez modelos teóricos sobre las adicciones. En ellos podemos observar
que se van dejando las teorías hedonistas (refuerzo positivo, Modelo 1) es decir entender
la adicción como búsqueda de placer, remplazándolas por teorías que están basadas en los
conceptos de refuerzo negativo donde ya no se daría el consumo como búsqueda de placer
(liking) sino por la necesidad imperiosa y urgente de consumir (craving). Se parte de una
urgencia negativa asociada a percepciones de irritabilidad, ansiedad y estrés.
En este sentido podemos decir que los modelos número dos al seis hacen foco cada uno de
ellos en distintas cuestiones. El modelo dos señala el refuerzo negativo como evitación del
displacer en la abstinencia o el control del consumo. El modelo tres parte del estado de
urgencia y necesidad que genera un incremento de la sensibilidad a los estímulos
asociados. Siendo este incremento el que aumenta también el consumo. En el modelo
cuatro la sensibilidad estaría dada por mecanismos neuromoduladores generados por las
mismas sustancias que a su vez activan mecanismos motivacionales (craving). Avanzando
en la misma línea del refuerzo negativo, el modelo 5 sostiene que el consumo tendría que
ver con la búsqueda de un equilibrio perdido por demandas del estrés. La hipereactividad
del eje de respuesta del estrés durante la abstinencia y sus consecuencias emocionales
incrementan el craving como un intento de compensar el desequilibrio alcanzado. El modelo
seis también se basa en las ideas del consumo como conductas no placenteras sino que se
Los módulos siete, ocho y nueve enfatizan el concepto de daño o alteración. En el modelo
siete la alteración estaría dada en dos sistemas complementarios, por un lado se idealizan o
exageran los efectos beneficiosos de las drogas y por otro lado estaría alterada la capacidad
de inhibir las conductas inapropiadas. En el modelo ocho estaría alterado por efecto de las
drogas el marcador somático, que es el que permite anticipar las consecuencias de
determinas conductas y facilita la toma de decisiones. En el modelo nueve está alterada o
dañada la transición de los sistemas fríos (vinculados a las decisiones más racionales) a los
sistemas calientes (vinculado más a lo emocional) que también influye en la incapacidad de
anticipación de efectos negativos y en la toma de decisiones.
Finalmente el modelo diez hace hincapié en la teoría del aprendizaje asociativo, donde la
adicción sería el resultado de un aprendizaje asociativo donde la asociación de sensaciones,
imágenes y estado de ánimo determinarían las conductas adictivas.
La hipótesis es que las sustancias adictivas usurpan los sistemas del cerebro que dirigen a
los animales a los estímulos con relevancia para la conservación de la especie. La
activación subyacente de estructuras neurales implicadas en mantener el estado de
prominencia del incentivo persiste a lo largo del tiempo, haciendo vulnerables a los
individuos a una recaída en el largo plazo.
Adicción:
Una definición de adicción que puede aplicarse tanto a sustancias como a conductas tiene
en cuenta que toda adicción conlleva:
Por lo tanto son los conceptos de tolerancia, dependencia, abstinencia, así como las
consecuencias negativas para la salud, situación personal o social del individuo, los ejes a la
hora de conceptualizar una adicción2. Es la dependencia, entendida como necesidad
subjetiva de llevar a cabo una conducta y la
supeditación del estilo de vida al
mantenimiento del hábito, lo que define a una
adicción tanto comportamental como a
sustancias.
Por otra parte, recientes estudios van apuntando al efecto del estrés sobre el funcionamiento
cerebral, señalando cómo afecta especialmente al funcionamiento de estructuras como la
corteza prefrontal o el hipocampo. Esto se puede traducir en dificultades de aprendizaje y
problemas de atención o memoria, entre otros. El estrés influye sobre el funcionamiento
cerebral a lo largo de las diferentes etapas de la vida. Las carencias en el desarrollo de las
funciones ejecutivas también podrían ser consideradas como fuentes de estrés para los
sujetos. La relación entre los elementos estresores del ambiente y las consecuencias del
estrés experimentado a nivel psicobiológico se define a partir del estrés percibido
subjetivamente por los sujetos, con lo que el mismo estresor puede tener respuestas
fisiológicas, psicológicas y sociales diferentes, en función de las características del individuo
y de su estilo de afrontamiento.
Existe, además, abundante literatura que relaciona el estrés con las recaídas en el consumo
de sustancias. Esta doble influencia del estrés sobre el desarrollo de las funciones
ejecutivas por un lado, y sobre las adicciones por otro, y el hecho de que exista también una
cierta asociación entre las dos últimas, invita a pensar en un triángulo que, a lo largo del
proceso evolutivo, podría ser el factor básico de vulnerabilidad al desarrollo futuro.
Por lo tanto deberíamos considerar una relación mutua e interactiva entre la predisposición
genética, las condiciones ambientales promotoras de estrés, el desarrollo de las funciones
ejecutivas y… la resiliencia.
Según Epicuro de Samos, filósofo griego que vivió en Grecia entre 341 y 270 AC:
• Hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios pues el placer o
satisfacción que producen es efímero.
Puede haber, sin embargo, un hedonismo excesivo, descontrolado, un hedonismo que nos
destruya.
Por el contrario, el hedonismo puede ser considerado el principio de una vida plena, pues
sugiere el uso y disfrute libre de todas las potencialidades que nuestro cuerpo alberga.
La gastronomía, la música, el cine, los perfumes, el sexo, los masajes… ¿No potencian
nuestra vida? ¿No nos muestran, acaso, todo lo que puede un cuerpo según la bella
expresión de Spinoza?
Por otra parte existiría un otro hedonismo que podríamos llamarlo hedonismo negativo,
excesivo, descontrolado, que se relaciona con lo que Freud llamara "el más allá del
principio del placer", ligado a la pulsión de muerte, autodestructiva, que paradojalmente,
pone en riesgo la supervivencia. Es a este último tipo de hedonismo al que debemos asociar
con el concepto de adicción como hemos estado viendo.
Algunos extractos del libro “Ética para Amador” de Fernando Savater (escritor y filósofo
español contemporáneo):
Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con
humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni
fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien,
otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso
estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa
buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido
prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que
se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después muy
desagradables. Pequeñeces así son importantes.
Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de
que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos
convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos
convienen si queremos seguir viviendo. De modo que ciertas cosas nos convienen ya lo que
nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos
sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene, es
decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo
que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua
puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan
sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones
agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas,
pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen.
Una cosa es que hagas «lo que quieras» y otra bien distinta que hagas «lo primero que te
venga en gana». No digo que en ciertas ocasiones no pueda bastar la pura y simple gana de
algo: al elegir qué vas a comer en un restaurante, por ejemplo. Ya que afortunadamente
Como te veo un poco sublevado, no me extrañaría que intentaras volver esta historia contra
lo que te vengo diciendo: «¿No me recomendabas tú eso tan bonito de "haz lo que quieras"?
Pues ahí tienes: Esaú quería potaje, se empeñó en conseguirlo y al final se quedó sin
herencia. ¡Menudo éxito!» Sí, claro, pero... ¿Eran esas lentejas lo que Esaú quería de veras
o simplemente lo que le apetecía en aquel momento? Después de todo, ser el primogénito
era entonces una cosa muy rentable y en cambio las lentejas ya se sabe: si quieres las
tomas y si no las dejas... Es lógico pensar que lo que Esaú quería en el fondo era la
primogenitura, un derecho destinado a mejorarle mucho la vida en un plazo más o menos
próximo. Por supuesto, también le apetecía comer potaje, pero si se hubiese molestado en
pensar un poco se habría dado cuenta de que este segundo deseo podía esperar un rato
con tal de no estropear sus posibilidades de conseguir lo fundamental. A veces los hombres
queremos cosas contradictorias que entran en conflicto unas con otras. Es importante ser
capaz de establecer prioridades y de imponer una cierta jerarquía entre lo que de pronto me
apetece y lo que en el fondo, a la larga, quiero... Y si no, que se lo pregunten a Esaú...
Mientras se trate de lenguaje figurado no hay nada que objetar. Sin embargo, en otros casos
el gusto que obtenemos amenaza con matarnos en el sentido más literal e irremediable de
la palabra. O mata nuestra salud y nuestro cuerpo, o nos embrutece matando nuestra
humanidad, nuestros miramientos para con los demás y para con el resto de lo que
constituye nuestra vida. No voy a negarte que haya ciertos placeres por los que pueda
merecer la pena jugarse la vida. El «instinto de conservación» a toda costa está muy bien
pero no es más que eso: un instinto y los humanos vivimos un poco más allá de los instintos
La neuroanatomía de la adicción.
Los invitamos a leer el siguiente artículo y luego compartir sus comentarios en el Foro
de Discusión del Módulo 1.
Norberto Abdala