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Módulo 1

Modelos Teóricos
Dra. Mónica Facchini - Lic. Raquel Zonis Zukerfeld

A continuación veremos unas cuantas teorías o modelos, no


mutuamente excluyentes, más desde las perspectivas de las
neurociencias y la psicología cognitiva. Tengan un poco de
paciencia, en el fondo todos tratan de dar cuenta del mismo
fenómeno, pero es lo que pueden llegar a encontrar en la
literatura relacionada al tema y es bueno estar familiarizado
con los mismos.

• Refuerzo positivo: Modelo hedónico: El consumo como fuente de obtención de placer.

Clásicamente se pensó que la utilización de una sustancia adictiva era motivada por el
placer de su consumo y la persona era considerada una “viciosa” en el contexto de los
pecados capitales.

Frecuentemente el inicio del consumo de una sustancia proviene de su potencialidad de


producir placer, levantar el ánimo, desinhibir, etc. pero también puede estar motivado por
la necesidad de pertenecer a un determinado grupo, no quedar al margen de lo que se
considera cool o que está a la moda, etc. Sin embargo este efecto en principio
beneficioso no dura. El placer no explica el uso continuado de la sustancia, ya que
disminuye rápidamente con el tiempo por el efecto de la tolerancia. Mientras que en las
primeras etapas de consumo o en el uso esporádico de una sustancia potencialmente
adictiva, la emoción predominante puede ser el gusto (liking) o placer del consumo,
cuando la adicción se ha consolidado, la emoción que domina al individuo es la
necesidad y la urgencia por consumir (craving). El consumo compulsivo de sustancias
está vinculado a un mecanismo motivacional, pero no hedónico.

• Refuerzo negativo: El consumo para contrarrestar síntomas negativos de la


abstinencia.

La persona recurriría a la sustancia para evitar o contrarrestar los efectos negativos de


abstinencia. La persona seguiría consumiendo porque la abstinencia de la sustancia
actúa como refuerzo negativo, en este sentido la persona se estaría “automedicando”.

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Ahora bien, cabría preguntarse: ¿qué mantiene el deseo/ganas de consumo y
desencadena la recaída cuando el síndrome de abstinencia ha desaparecido ya
completamente?

• La adicción como sensibilización a la sustancia adictiva

El uso continuado de la sustancia pude ser motivado por un intento de experimentar de


nuevo los efectos de las primeras veces sin conseguirlo debido al fenómeno de la
tolerancia. A medida que pasa el tiempo, se va generando otro fenómeno que llamamos
craving por su nombre en inglés que se caracteriza por avidez, ansia o necesidad muy
intensa e incontrolable por consumir la sustancia que casualmente aparece cuando el
individuo no está consumiendo y, sobre todo, cuando empieza a hacer esfuerzos por no
consumir! Esta ansia o avidez comienza a estar muy presente en el pensamiento del
individuo, cualquier estímulo ambiental relacionado a la sustancia, un lugar habitual, un
olor, un amigo o compañero de consumo, o un estímulo interno como un determ inado
estado emocional o un estresor, lo desencadena. Por lo cual se dice que la persona se
ha sensibilizado a la sustancia y a los estímulos asociados (condicionados) que la
recuerdan.

• Modelo de la sensibilización del incentivo de Robinson y Berridge

La hipótesis hedónica o de refuerzo positivo que vimos antes quedó superada a partir de
las formulaciones teóricas de Robinson y Berridge, que a partir de una serie de
experimentos con animales demostraron que el consumo compulsivo de drogas estaba
vinculado a un mecanismo motivacional (“wanting”) pero no hedónico (“liking”). Es decir,
a través de un proceso de neuromodulación que denominaron “sensibilización al
incentivo”: las drogas adquieren la capacidad de hiperactivar los sistemas motivacionales
incluso en ausencia de efectos placenteros. Dicho de otra manera: la persona sigue
“queriendo” (“wanting”) consumir la sustancia incluso cuando ya ha dejado de “gustarle”
(“liking”).

Para saber más…

• Modelo de la sensibilización del incentivo

Robinson y Berridge

Encontrarán este documento en la sección “Materiales Complementario” del


Módulo 1, dentro de la solapa “Material”.

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• Modelo de alostasis y de desregulación del estrés de Koob y Le Moal

La principal tesis de este modelo es que la adicción es el resultado de un cambio en el


control de la conducta motivada desde los mecanismos de refuerzo positivo, dirigidos a
la obtención de recompensas, a los mecanismos de refuerzo negativo, dirigidos a reducir
el distrés y el malestar en un intento de restablecer un falso equilibrio homeostático
(denominado “alostasis”). La alostasis consiste en el mantenimiento de la estabilidad
fuera del rango normal homeostático, en respuesta a injerencias crónicas sobre el
sistema.

Esto se produciría como consecuencia de la desregulación progresiva de dos


mecanismos:

- La pérdida de función del sistema de recompensa, que se manifiesta en un


incremento de los umbrales de estimulación necesarios para alcanzar un estado
alostático de no-malestar.

- La hiperactivación de los sistemas de anti-recompensa o estrés, originalmente


encargados de contrarrestar los efectos recompensantes de las drogas y que ahora
pasan a dominar el balance motivacional del organismo.

La combinación de la reducción de la funcionalidad de los circuitos que procesan la


recompensa y el reclutamiento de los procesos de anti-recompensa promueven una
poderosa cascada de reforzamiento negativo que contribuye al incremento del craving
(definido aquí como el recuerdo de los efectos recompensantes de la droga superpuesto
con un estado emocional negativo), a las conductas de consumo compulsivo y a la
ocurrencia de recaídas.

Los sustratos neuroanatómicos del modelo están centrados en la hiperreactividad del eje
hipotálamo-hipofisiario-adrenal (eje HHA) en torno al eje de la amígdala extendida y
vinculados a los efectos disfóricos de las drogas, estando implicados sistemas de
retroalimentación de neurotransmisores como la corticotrofina, la noradrenalina y el
sistema opioide así como de la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior cuya
disfunción disminuiría la capacidad del individuo para regular estados motivacionales de
estrés y malestar.

Koob se refiere a este proceso como “el lado oscuro de la adicción”. La idea subyacente
al modelo es que al estado de euforia y placer generado por la droga (proceso A), el
organismo responde con un estado oponente destinado a recuperar la homeostasis del
sistema (proceso B). Como consecuencia del consumo crónico, este proceso
compensatorio B no permite regresar al nivel de equilibrio homeostático produciéndose

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un estado de alostasis. Este estado se caracteriza por la presencia de disforia,
irritabilidad, ansiedad y distrés durante la abstinencia, por lo que se recurre al consumo
para intentar volver a compensar el equilibrio, generando una espiral desadaptada.

• Modelo de la transición de la impulsividad a hábitos compulsivos

La noción principal del modelo es que la adicción representa una transición desde una
fase inicial en la que las drogas se consumen por sus efectos reforzantes (a los que
serían más vulnerables individuos con altos niveles de impulsividad premórbida) hacia
una fase de dependencia en la que las conductas de consumo se transforman en rituales
compulsivos que se mantienen a pesar de sus consecuencias negativas.

Se considera que la adicción se vincula con la afectación del control de los impulsos y la
presencia de compulsividad que lleva al ciclo de intoxicación-abstinencia- preocupación
por el consumo. Estos estadios se acompañan por una transición entre la impulsividad y
la compulsividad, interactúan entre sí y terminan por generar un estado adictivo.

La impulsividad juega un papel relevante en el campo de las adicciones tanto a


sustancias como comportamentales. En cierta medida es una antesala del
comportamiento adictivo y un marcador de vulnerabilidad a la adicción. Es fundamental
distinguir entre el uso, el abuso y la dependencia de sustancias. En la actualidad, existe
interés respecto de los mecanismos responsables de la transición entre el uso
controlado y ocasional de las drogas, a la adicción.

La impulsividad se asocia con:

- Búsqueda de sensaciones y estímulos nuevos.

- Urgencia.

- Dificultad de control.

- Dificultad en aplazar o inhibir un refuerzo positivo inmediato por otro mayor más
adelante en el tiempo.

- Escaso análisis de la situación e información relevante antes de emitir una


respuesta.

- Falta de perseverancia.

- Alta sensibilidad a refuerzos positivos.

Es precisamente el alto grado de sensibilidad y la dificultad de aplazamiento de


refuerzos positivos inmediatos por pequeños que sean lo que hace a los sujetos
impulsivos incapaces de retrasar o inhibir una respuesta. La vulnerabilidad impulsiva

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favorece la escalada de consumo y ésta a su vez la consolidación de hábitos que se
repiten automáticamente en presencia de estados de estrés o de señales / estímulos de
consumo.

Esto se puede resumir en:

- Incapacidad de planificación y previsión.

- Baja capacidad de control y perseverancia.

- Búsqueda de nuevas y constantes experiencias.

- Urgencia, entendida como la tendencia a actuar a consecuencia de estados


emocionales intensos positivos o negativos.

El trastorno de control de los impulsos se caracteriza por una creciente sensación de


tensión o excitación antes cometer un acto impulsivo y placer, gratificación o alivio en el
momento de cometer el acto. Están asociados en gran medida con mecanismos de
refuerzo positivo y son egosintónicos. Por el contrario, los trastornos compulsivos se
caracterizan por ansiedad y distrés antes de cometer un comportamiento repetitivo o
compulsivo y alivio del distrés mediante la realización del comportamiento compulsivo.
Están en gran parte asociados con los mecanismos de refuerzo negativo y automaticidad
y se caracterizan por ser egodistónicos.

Según este modelo en la impulsividad existe una urgencia positiva motivada por un
estado de tensión que conduce a la acción y gratificación mientras que en la compulsión
existe una urgencia negativa derivada de un estado de distrés o ansiedad en donde la
acción conduce a la relajación. En otras palabras el refuerzo positivo hace que la
persona consuma para obtener un efecto placentero mientras que el negativo es cuando
la persona consume para evitar / amortiguar o contrarrestar un estado desagradable o
malestar causado por la abstinencia de la sustancia.

• Impulsividad asociado con refuerzo positivo y egosintonía.

• Compulsividad asociado con refuerzo negativo y egodistonía.

Esta transición se produciría como consecuencia de los efectos de las sustancias


adictivas sobre los sistemas dopaminérgicos implicados en el aprendizaje motivado y la
programación de conductas motoras. A nivel anatómico, esta transición se plasmaría en

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el desplazamiento del control de la conducta desde la corteza prefrontal hacia los
ganglios basales y dentro de estos desde regiones anteriores (estriado ventral-núcleo
accumbens, con ricas conexiones hacia la corteza prefrontal y la amígdala) a regiones
posteriores especializadas en la programación y el mantenimiento de secuencias
motoras/hábitos (estriado dorsal).

El tránsito de la impulsividad a la compulsividad que viene marcado por el cambio del


refuerzo positivo al negativo se relacionaría con mecanismos de neuroplasticidad de los
circuitos tras una exposición incrementada y repetida a la sustancia adictiva. Según
Robinson y Nestler a nivel epigenético dicha neuroplasticidad podría dar lugar a cambios
genéticos permanentes 1.

Del colapso de los ciclos de impulsividad y compulsividad se obtiene un ciclo de adicción


compuesto por tres etapas (preocupación / anticipación, atracón / intoxicación,
abstinencia / afecto negativo) donde la impulsividad a menudo domina en las primeras
etapas y la impulsividad combinada con compulsividad domina en las etapas posteriores.
A medida que el individuo pasa de la impulsividad a la compulsividad se produce un
cambio desde un comportamiento motivado por un refuerzo positivo a otro motivado por
refuerzo negativo y automaticidad. La adicción produce entonces una nueva fuente de
“gratificación” que es la del refuerzo negativo. Estas tres etapas interactúan entre sí, se
vuelven cada vez más intensas y en última instancia conducen al estado patológico
conocido como adicción.

• Modelo del “Daño en la Atribución de Relevancia y la Inhibición de Respuesta”

Según es te modelo la adicción sería el resultado de la alteración de dos sistemas


complementarios:

- El encargado de detectar y valorar la relevancia motivacional de los reforzadores


realiza una valoración exagerada de las propiedades reforzadoras / gratificantes de
las sustancia y a su vez deprecia la relevancia motivacional de otros reforzadores
naturales como por ejemplo la comida y el sexo u otros más cognitivos y
experienciales como las relaciones sociales, la amistad, la familia, etc.

- El de inhibición encargado de detener conductas que son inapropiadas para las


demandas del organismo y el contexto.

El daño en estos dos sistemas repercutiría en varias fases de la adicción, incluyendo los
consumos iniciales, la intoxicación y el consumo en forma de atracones, el craving y la
recaída incluso después de periodos de abstinencia prolongada.

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El modelo también especifica que el daño de estos sistemas afectaría al funcionamiento
de diversos mecanismos neuropsicológicos como la memoria y el condicionamiento
(hipocampo y amígdala), la motivación y programación de respuestas motoras (ganglios
basales), la inhibición de respuesta (corteza cingulada) y la toma de decisiones (corteza
orbitofrontal).

• Modelo del marcador somático aplicado a las adicciones

Este modelo propone que determinadas sustancias consumidas repetidamente pueden


“secuestrar” los sistemas motivacionales y emocionales bloqueando la posibilidad de que
la experiencia negativa asociada a sus consecuencias aversivas se transforme en
aprendizaje productivo. De acuerdo con el modelo, la toma de decisiones es un proceso
guiado por señales emocionales (“marcadores somáticos”) que anticipan las
consecuencias prospectivas de distintas opciones de decisión. En condiciones normales
estos marcadores emocionales guían la toma de decisiones hacia opciones de respuesta
adaptativas no sólo a corto plazo.

En los casos en los que estas señales emocionales están dañadas, no son lo bastante
fuertes, o están atenuadas por la intensidad de otras señales competidoras, la toma de
decisiones se produciría en una situación de vacío con respecto a las consecuencias
futuras, por eso se habla de “miopía hacia el futuro” y tendencia a persistir en el error,
debido a la dificultad para incorporar aprendizajes afectivos.

• Modelo basado en la transición de zonas cálidas a zonas frías del cerebro

Algunos ven la autorregulación humana como una proporción variable de nuestros


sistemas ''calientes'' y ''fríos'' (Metcalfe & Mischel). Este modelo sustenta que se
sustituye la conducta dirigida a objetivos, en la que el individuo busca la sustancia
basándose en el conocimiento y el deseo del placer que producen, por un tipo de
conducta automática e inflexible donde lo importante no es tanto el “qué” sino el “cómo.

A nivel anatómico, esa transición se plasmaría en el desplazamiento del control de la


conducta desde la corteza prefrontal hacia los ganglios basales y desde regiones más
ventrales (EV-Núcleo Accumbens, con ricas conexiones hacia la corteza prefrontal y la
amígdala) a regiones más dorsales (ED), al igual que otros modelos que viéramos
anteriormente.

En otras palabras, la capacidad de un individuo para inhibir la gratificación inmediata en


busca de objetivos diferidos más adaptados, sería representativa de cuán bien el
sistema cognitivo “frío” – que es lento, contemplativo y racional – es capaz de sobre
imponerse al sistema caliente que es emocional y más rápido.

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• La adicción como resultado de un proceso de aprendizaje asociativo

Varios estudios de laboratorio han demostrado que las ratas y ratones pueden aprender
fácilmente a autoadministrarse drogas cuando presionan una palanca y logran asociar
esa actividad mecánica con el efecto hedónico que inducen las sustancias adictivas. La
cantidad de droga y tiempo disponible para autoadministrarse una sustancia son factores
suficientes para que ratas de laboratorio se muevan del uso moderado al uso compulsivo
y desmedido de cocaína evidenciando cambios en el umbral para sentir placer.

El aprendizaje asociativo se midió en humanos utilizando, concurrentemente, reportes


subjetivos y técnicas de neuroimágenes. En una situación experimental, personas
adictas a la cocaína reportaron intensos deseos (cravings) de utilizar la droga mientras
observaban un vídeo de una persona utilizándolas, al mismo tiempo las áreas del
cerebro asociadas con recompensa y placer también se activaron. Por lo tanto, el
proceso de adicción implicaría la formación de asociaciones sumamente fuertes que
juegan un papel importante en la búsqueda intensa de drogas y que en conjunto pueden
ser la clave para explicar las recaídas.

Resumiendo…

Hemos presentado diez modelos teóricos sobre las adicciones. En ellos podemos observar
que se van dejando las teorías hedonistas (refuerzo positivo, Modelo 1) es decir entender
la adicción como búsqueda de placer, remplazándolas por teorías que están basadas en los
conceptos de refuerzo negativo donde ya no se daría el consumo como búsqueda de placer
(liking) sino por la necesidad imperiosa y urgente de consumir (craving). Se parte de una
urgencia negativa asociada a percepciones de irritabilidad, ansiedad y estrés.

En este sentido podemos decir que los modelos número dos al seis hacen foco cada uno de
ellos en distintas cuestiones. El modelo dos señala el refuerzo negativo como evitación del
displacer en la abstinencia o el control del consumo. El modelo tres parte del estado de
urgencia y necesidad que genera un incremento de la sensibilidad a los estímulos
asociados. Siendo este incremento el que aumenta también el consumo. En el modelo
cuatro la sensibilidad estaría dada por mecanismos neuromoduladores generados por las
mismas sustancias que a su vez activan mecanismos motivacionales (craving). Avanzando
en la misma línea del refuerzo negativo, el modelo 5 sostiene que el consumo tendría que
ver con la búsqueda de un equilibrio perdido por demandas del estrés. La hipereactividad
del eje de respuesta del estrés durante la abstinencia y sus consecuencias emocionales
incrementan el craving como un intento de compensar el desequilibrio alcanzado. El modelo
seis también se basa en las ideas del consumo como conductas no placenteras sino que se

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sostienen a pesar de sus consecuencias negativas. Se observaría un pasaje de la
impulsividad, asociado a los refuerzos positivos, a la compulsión asociada a los mecanismos
de refuerzo negativo.

Los módulos siete, ocho y nueve enfatizan el concepto de daño o alteración. En el modelo
siete la alteración estaría dada en dos sistemas complementarios, por un lado se idealizan o
exageran los efectos beneficiosos de las drogas y por otro lado estaría alterada la capacidad
de inhibir las conductas inapropiadas. En el modelo ocho estaría alterado por efecto de las
drogas el marcador somático, que es el que permite anticipar las consecuencias de
determinas conductas y facilita la toma de decisiones. En el modelo nueve está alterada o
dañada la transición de los sistemas fríos (vinculados a las decisiones más racionales) a los
sistemas calientes (vinculado más a lo emocional) que también influye en la incapacidad de
anticipación de efectos negativos y en la toma de decisiones.

Finalmente el modelo diez hace hincapié en la teoría del aprendizaje asociativo, donde la
adicción sería el resultado de un aprendizaje asociativo donde la asociación de sensaciones,
imágenes y estado de ánimo determinarían las conductas adictivas.

Se considera una enfermedad del cerebro porque determinadas sustancias


(adictivas) cambian el cerebro, “lo secuestran”: modifican su estructura y cómo
funciona. La transición entre el consumo ocasional a la adicción conlleva
mecanismos neuroplásticos.

La transición desde el consumo ocasional a la adicción implica neuroplasticidad y puede


comenzar con el uso inicial de drogas en personas vulnerables o en períodos de desarrollo
particularmente vulnerables (por ejemplo: la adolescencia).

La hipótesis es que las sustancias adictivas usurpan los sistemas del cerebro que dirigen a
los animales a los estímulos con relevancia para la conservación de la especie. La
activación subyacente de estructuras neurales implicadas en mantener el estado de
prominencia del incentivo persiste a lo largo del tiempo, haciendo vulnerables a los
individuos a una recaída en el largo plazo.

Volveremos sobre este tema en el próximo módulo cuando veamos: Neuroplasticidad.

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En la actualidad se acepta como adicción, cualquier actividad que el individuo no sea
capaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de
vida, en este sentido se describen la adicción al sexo, a los juegos de azar (ludopatía), a la
pornografía, a la televisión, a las nuevas tecnologías (tecnofilia), al animé, al trabajo, al
ejercicio físico, a las relaciones interpersonales (especialmente de pareja), a las compras, a
las comidas rápidas, etc.

Algunos hacen la siguiente distinción:

Adicción:

• A sustancias: alcohol, tabaco, cocaína. etc.

• A conductas: juego patológico, sexo, compras compulsivas, abuso de teléfonos


celulares, internet.

Una definición de adicción que puede aplicarse tanto a sustancias como a conductas tiene
en cuenta que toda adicción conlleva:

• Capacidad para „engancharse‟ en conductas de las que se derivan consecuencias


reforzadoras / gratificantes.

• Excesiva preocupación por el consumo o conductas de las que se desprende un


refuerzo positivo.

• Tolerancia o nivel de satisfacción temporal.

• Pérdida de control en donde la frecuencia de la conducta adictiva se incrementa


haciéndose cada vez más automática.

• Dificultad en detener o evitar dicha conducta a pesar de la existencia de


consecuencias negativas.

Por lo tanto son los conceptos de tolerancia, dependencia, abstinencia, así como las
consecuencias negativas para la salud, situación personal o social del individuo, los ejes a la
hora de conceptualizar una adicción2. Es la dependencia, entendida como necesidad
subjetiva de llevar a cabo una conducta y la
supeditación del estilo de vida al
mantenimiento del hábito, lo que define a una
adicción tanto comportamental como a
sustancias.

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Es importante distinguir entre un hábito consumista y una adicción. Una persona que tiene
el hábito de beber una copa de vino al día o que le gusta mucho el chocolate no presenta
una adicción. Por el contrario un individuo que siente la necesidad imperiosa de consumirlos
y que no puede detenerse a pesar de las consecuencias negativas, sufre una adicción. Es
importante aclarar que: no todo hábito es una adicción, pero que en toda adicción se
incluye el hábito. Esta conceptualización se torna relevante en el abordaje y estrategias
terapéuticas como veremos más adelante.

El uso ocasional pero limitado de una sustancia potencialmente adictiva es


clínicamente distinto de una escalada de consumo, la pérdida de control sobre limitar su
consumo y la aparición de la búsqueda compulsiva crónica que caracteriza a la
adicción.

El potencial adictivo depende en gran medida de la farmacocinética de las sustancias, ya


que ésta determina la velocidad de pasaje al tejido cerebral y la duración de acción. La
farmacocinética permite explicar por qué la mayoría de las drogas de abuso son fumadas,
inhaladas o inyectadas: estas vías de administración permiten el ingreso rápido al cerebro.

Algunas palabras sobre…

Entre todas las influencias genéticas, una de las más


firmemente establecidas como precursoras del
desarrollo de patrones de abuso de sustancias es la que
predispone a una conducta impulsiva, desinhibida y
poco reflexiva. Sabemos también que una determinada
tendencia genética sólo se expresará como conducta
disfuncional en presencia de determinadas
circunstancias ambientales o sucesos de vida.

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La plasticidad cerebral, especialmente en los primeros años de vida, supone fenómenos de
neuroadaptación que van configurando una respuesta hacia los estímulos del entorno.
Cuestiones como el cuidado maternal parecen influir de manera determinante, a través de
fenómenos denominados epigenéticos, en la metilación del ADN que, a su vez, influiría en el
funcionamiento neurobiológico posterior. Otro elemento que parece influir en la aparición de
problemas emocionales, cognitivos y conductuales es la ansiedad y el estrés materno
durante la gestación. Ciertos factores ambientales en la infancia, como la experiencia de
prácticas parentales negligentes o un bajo apego en la relación paterno-filial, tendrían
consecuencias a largo plazo en forma de disfunciones en el sistema dopaminérgico y el eje
hipotalámo-hipófiso-adrenal (HHA), derivando en una mayor vulnerabilidad a los trastornos
afectivos y a las adicciones.

También existiría una vulnerabilidad en cuanto a los procesos de toma de decisiones. El


proceso de desarrollo de las funciones ejecutivas a lo largo de la vida parece estar muy
asociado a la experiencia y la interacción con el ambiente: si bien existe una cierta
programación genética, las experiencias pre y perinatales, la relación de apego y seguridad
entre el hijo y los padres (especialmente la madre), la exposición a adecuadas experiencias
tempranas de aprendizaje e incluso una adecuada alimentación, son factores que influyen
en el desarrollo inicial y la consolidación de procesos cognitivos como el cambio en la
atención, la inhibición, la autorregulación o la resolución de problemas.

Por otra parte, recientes estudios van apuntando al efecto del estrés sobre el funcionamiento
cerebral, señalando cómo afecta especialmente al funcionamiento de estructuras como la
corteza prefrontal o el hipocampo. Esto se puede traducir en dificultades de aprendizaje y
problemas de atención o memoria, entre otros. El estrés influye sobre el funcionamiento
cerebral a lo largo de las diferentes etapas de la vida. Las carencias en el desarrollo de las
funciones ejecutivas también podrían ser consideradas como fuentes de estrés para los
sujetos. La relación entre los elementos estresores del ambiente y las consecuencias del
estrés experimentado a nivel psicobiológico se define a partir del estrés percibido
subjetivamente por los sujetos, con lo que el mismo estresor puede tener respuestas
fisiológicas, psicológicas y sociales diferentes, en función de las características del individuo
y de su estilo de afrontamiento.

Tres factores contribuirían a la relación entre adversidad infantil y el consumo de


sustancias: un sistema de respuesta al estrés sensibilizado, referido a los circuitos

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dopaminérgicos y al eje HHA; la existencia de períodos especialmente sensibles a la
vulnerabilidad; y los procesos madurativos durante la adolescencia.

Existe, además, abundante literatura que relaciona el estrés con las recaídas en el consumo
de sustancias. Esta doble influencia del estrés sobre el desarrollo de las funciones
ejecutivas por un lado, y sobre las adicciones por otro, y el hecho de que exista también una
cierta asociación entre las dos últimas, invita a pensar en un triángulo que, a lo largo del
proceso evolutivo, podría ser el factor básico de vulnerabilidad al desarrollo futuro.

Por lo tanto deberíamos considerar una relación mutua e interactiva entre la predisposición
genética, las condiciones ambientales promotoras de estrés, el desarrollo de las funciones
ejecutivas y… la resiliencia.

Volveremos más adelante sobre estos temas. A no desesperar…

La adicción surge de una interrelación entre elemento genéticos,


bioquímicos, cognitivos, emocionales, comportamentales y relacionales. Todos estos
elementos por separado son necesarios para explicar la adicción, pero ninguno de ellos
por separado es suficiente para conseguirlo.

¿Es lo mismo hedonismo que adicción?

¿Qué piensan de esto?

El hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión


del dolor y de las angustias, como objetivo o razón de ser de la vida.

Según Epicuro de Samos, filósofo griego que vivió en Grecia entre 341 y 270 AC:

• Dentro de los deseos naturales y necesarios encontramos las necesidades básicas


físicas como alimentarse, calmar la sed, abrigarse y el sentido de seguridad.

• Debemos satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica


posible.

• Podemos perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de


nuestro corazón, no más allá.

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• No debemos arriesgar la salud, la amistad o la economía en la búsqueda de
satisfacer un deseo innecesario, pues esto solo conduce a un sufrimiento futuro.

• Hay que evitar por completo los deseos innaturales e innecesarios pues el placer o
satisfacción que producen es efímero.

2300 años atrás… ¿Cuánta sabiduría, no?

Aristipo de Cirene fue el primero en comprender que la felicidad se alcanza mediante el


placer, Epicuro lo siguió. El hedonismo, en líneas generales, alude a una vida dedicada al
placer, al goce del cuerpo, a la satisfacción de los deseos, a la estimulación de los sentidos.

Puede haber, sin embargo, un hedonismo excesivo, descontrolado, un hedonismo que nos
destruya.

Por el contrario, el hedonismo puede ser considerado el principio de una vida plena, pues
sugiere el uso y disfrute libre de todas las potencialidades que nuestro cuerpo alberga.

Tenemos una evolucionada capacidad de experimentar considerable placer y felicidad a


partir de búsquedas adaptativas claves como comer y beber, así como de aparearnos y criar
a nuestros hijos.

Muchas veces se malinterpreta el término hedonismo y se lo atribuye al elogio de la


propiedad, la riqueza, el consumo, es decir “del tener”. Muy diferente de un hedonismo
filosófico “del ser” que va de la mano de disfrutar de nuestra existencia, potenciar nuestros
sentidos: oler, gustar, mirar, tocar, escuchar, respetar nuestro cuerpo, honrar la vida, lograr
una presencia real en el mundo (Michel Onfray).

La gastronomía, la música, el cine, los perfumes, el sexo, los masajes… ¿No potencian
nuestra vida? ¿No nos muestran, acaso, todo lo que puede un cuerpo según la bella
expresión de Spinoza?

Podemos hablar entonces de un hedonismo trófico o positivo ligado a la vida y a la


supervivencia de la especie, en términos freudianos a la “pulsión de vida” y al principio del
placer, que hace también a nuestra calidad de vida.

Por otra parte existiría un otro hedonismo que podríamos llamarlo hedonismo negativo,
excesivo, descontrolado, que se relaciona con lo que Freud llamara "el más allá del
principio del placer", ligado a la pulsión de muerte, autodestructiva, que paradojalmente,
pone en riesgo la supervivencia. Es a este último tipo de hedonismo al que debemos asociar
con el concepto de adicción como hemos estado viendo.

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Para algunos individuos que algo les guste es sinónimo de querer / tener que
comerlo/consumirlo “Si lo tengo lo como”, que denota una imposibilidad de posponer la
satisfacción, en una cultura de la inmediatez que reza, promulga y promueve: “llame ya”,
“téngalo ahora”, “no se pierda esta oportunidad única”…

Para ir terminando este módulo…

Algunos extractos del libro “Ética para Amador” de Fernando Savater (escritor y filósofo
español contemporáneo):

Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con
humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni
fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien,
otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso
estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa
buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido
prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que
se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después muy
desagradables. Pequeñeces así son importantes.

Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de
que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos
convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos
convienen si queremos seguir viviendo. De modo que ciertas cosas nos convienen ya lo que
nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos
sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene, es
decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir.

Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo
que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua
puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan
sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones
agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas,
pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen.

Una cosa es que hagas «lo que quieras» y otra bien distinta que hagas «lo primero que te
venga en gana». No digo que en ciertas ocasiones no pueda bastar la pura y simple gana de
algo: al elegir qué vas a comer en un restaurante, por ejemplo. Ya que afortunadamente

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tienes buen estómago y no te preocupa engordar, pues venga, pide lo que te dé la gana...
Pero cuidado, que a veces con la «gana», no se gana sino que se pierde. Ejemplo al
canto. No sé si has leído mucho la Biblia. Está llena de cosas interesantes y no hace falta
ser muy religioso -ya sabes que yo lo soy más bien poco- para apreciarlas. En el primero de
sus libros, el Génesis, se cuenta la historia de Esaú y Jacob, hijos de Isaac. Eran hermanos
gemelos, pero Esaú había salido primero del vientre de su madre, lo que le concedía el
derecho de primogenitura: ser primogénito en aquellos tiempos no era cosa sin importancia,
porque significaba estar destinado a heredar todas las posesiones y privilegios del padre. A
Esaú le gustaba ir de caza y correr aventuras, mientras que Jacob prefería quedarse en
casita, preparando de vez en cuando algunas delicias culinarias. Cierto día volvió Esaú del
campo cansado y hambriento. Jacob había preparado un suculento potaje de lentejas y a su
hermano, nada más llegarle el olorcillo del guiso, se le hizo la boca agua. Le entraron
muchas ganas de comerlo y pidió a Jacob que le invitara. El hermano cocinero le dijo que
con mucho gusto pero no gratis sino a cambio del derecho de primogenitura. Esaú pensó:
«Ahora lo que me apetecen son las lentejas. Lo de heredar a mi padre será dentro de
mucho tiempo. ¡Quién sabe, a lo mejor me muero yo antes que él!» y accedió a cambiar sus
futuros derechos de primogénito por las sabrosas lentejas del presente. ¡Debían oler
estupendamente esas lentejas! Ni que decir tiene que más tarde, ya repleta la panza, se
arrepintió del mal negocio que había hecho, lo que provocó bastantes problemas entre los
hermanos (dicho sea con el respeto debido, siempre me ha dado la impresión de que Jacob
era un pájaro de mucho cuidado). Pero si quieres saber cómo acaba la historia, léete el
Génesis. Para lo que aquí nos interesa ejemplificar basta con lo que te he contado.

Como te veo un poco sublevado, no me extrañaría que intentaras volver esta historia contra
lo que te vengo diciendo: «¿No me recomendabas tú eso tan bonito de "haz lo que quieras"?

Pues ahí tienes: Esaú quería potaje, se empeñó en conseguirlo y al final se quedó sin
herencia. ¡Menudo éxito!» Sí, claro, pero... ¿Eran esas lentejas lo que Esaú quería de veras
o simplemente lo que le apetecía en aquel momento? Después de todo, ser el primogénito
era entonces una cosa muy rentable y en cambio las lentejas ya se sabe: si quieres las
tomas y si no las dejas... Es lógico pensar que lo que Esaú quería en el fondo era la
primogenitura, un derecho destinado a mejorarle mucho la vida en un plazo más o menos
próximo. Por supuesto, también le apetecía comer potaje, pero si se hubiese molestado en
pensar un poco se habría dado cuenta de que este segundo deseo podía esperar un rato
con tal de no estropear sus posibilidades de conseguir lo fundamental. A veces los hombres
queremos cosas contradictorias que entran en conflicto unas con otras. Es importante ser
capaz de establecer prioridades y de imponer una cierta jerarquía entre lo que de pronto me
apetece y lo que en el fondo, a la larga, quiero... Y si no, que se lo pregunten a Esaú...

Adicción Alimentaria - Módulo 1 17


En el cuento bíblico hay un detalle importante. Lo que determina a Esaú para que elija el
potaje presente y renuncie a la herencia futura es la sombra de la muerte o, si prefieres, el
desánimo producido por la brevedad de la vida. «Como sé que me voy a morir de todos
modos y a lo mejor antes que mi padre... ¿Para qué molestarme en dar más vueltas a lo que
me conviene? Ahora quiero lentejas y mañana estaré muerto, de modo que vengan las
lentejas y se acabó!» Parece como si a Esaú la certeza de la muerte le llevase a pensar que
la vida ya no vale la pena, que todo da igual. Pero lo que hace que todo dé igual no es la
vida, sino la muerte. Fíjate: por miedo a la muerte, Esaú decide vivir como si ya estuviese
muerto y todo diese igual. La vida está hecha de tiempo, nuestro presente está lleno de
recuerdos y esperanzas, pero Esaú vive como si para él ya no hubiese otra realidad que el
aroma de lentejas que le llega ahorita mismo a la nariz, sin ayer ni mañana. Aún más:
nuestra vida está hecha de relaciones con los demás -somos padres, hijos, hermanos,
amigos o enemigos, herederos o heredados, etc.-, pero Esaú decide que las lentejas (que
son una cosa, no una persona) cuentan más para él que esas vinculaciones con otros que le
hacen ser quien es. Y ahora una pregunta: ¿Cumple Esaú realmente lo que quiere o es que
la muerte le tiene como hipnotizado, paralizando y estropeando su querer?

El placer es muy agradable pero tiene una fastidiosa tendencia a lo excluyente: si te


entregas a él con demasiada generosidad es capaz de irte dejando sin nada con el pretexto
de hacértelo pasar bien. Usar los placeres, como dice Montaigne, es no permitir que
cualquiera de ellos te borre la posibilidad de todos los otros y que ninguno te esconda por
completo el contexto de la vida nada simple en que cada uno tiene su ocasión. La diferencia
entre el «uso» y el «abuso» es precisamente ésa: cuando usas un placer, enriqueces tu vida
y no sólo el placer sino que la vida misma te gusta cada vez más; es señal de que estás
abusando el notar que el placer te va empobreciendo la vida y que ya no te interesa la vida
sino sólo ese particular placer. O sea que el placer ya no es un ingrediente agradable de la
plenitud de la vida, sino un refugio para escapar de la vida, para esconderte de ella y
calumniarla mejor...

A veces decimos eso de «me muero de gusto».

Mientras se trate de lenguaje figurado no hay nada que objetar. Sin embargo, en otros casos
el gusto que obtenemos amenaza con matarnos en el sentido más literal e irremediable de
la palabra. O mata nuestra salud y nuestro cuerpo, o nos embrutece matando nuestra
humanidad, nuestros miramientos para con los demás y para con el resto de lo que
constituye nuestra vida. No voy a negarte que haya ciertos placeres por los que pueda
merecer la pena jugarse la vida. El «instinto de conservación» a toda costa está muy bien
pero no es más que eso: un instinto y los humanos vivimos un poco más allá de los instintos

Adicción Alimentaria - Módulo 1 18


o si no la cosa tiene poca gracia. Desde el punto de vista del médico o del acojonado
profesional, ciertos placeres nos hacen daño y suponen un peligro, aunque para quienes
tenemos una perspectiva menos clínica sigan siendo muy respetables y considerables. Sin
embargo, permíteme que desconfíe de todos los placeres cuyo principal encanto parezca
ser el «daño» y el «peligro» que proporcionan. Una cosa es que te «mueras de gusto» y otra
bastante distinta que el gusto consista en morirse o al menos en ponerse «a morir». Cuando
un placer te mata, o está siempre -para darte gusto- a punto de matarte o va matando en ti
lo que en tu vida hay de humano (lo que hace tu existencia ricamente compleja y te permite
ponerte en el lugar de los otros)... Es un castigo disfrazado de placer, una vil trampa de
nuestra enemiga la muerte. La ética consiste en apostar a favor de que la vida vale la pena,
ya que hasta las penas de la vida valen la pena.

La vida nos la dan sin receta y sin prospecto.

¡Seguimos en el próximo módulo!

El concepto de adicción desde diferentes marcos teóricos.

La neuroanatomía de la adicción.

Propuesta de discusión en el Foro…

Los invitamos a leer el siguiente artículo y luego compartir sus comentarios en el Foro
de Discusión del Módulo 1.

• La adicción no brinda placer

Norberto Abdala

Lo encontrarán en la sección “Materiales Complementarios” del Módulo 1.

Adicción Alimentaria - Módulo 1 19


Para saber más…

Les recomendamos leer el siguiente artículo:

• La impulsividad antesala de las adicciones comportamentales

José de Sola Gutiérrez, Gabriel Rubio Valladolid y Fernando Rodríguez de Fonseca

Lo encontrarán en la sección “Materiales Complementarios” del Módulo 1.

1 Robinson A.J and Nestler. Transcriptional and Epigenetic Mechanisms of Addiction.


Nature Reviews Neuroscience.2012; 12: 623-637.

2 De Sola Gutiérrez J, Rubio Valladolid G y Rodríguez de Fonseca F. La impulsividad:


¿antesala de las adicciones comportamentales? Impulsivity: the prelude to behavioral
addictions? Health and Addictions, 2013, Vol. 13, No.2, 145-155.

Adicción Alimentaria - Módulo 1 20

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