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Autor: Johnson, Brian
Palabras clave
Adiccion, Conducta adictiva, Conductas compulsivas de adiccion, Enfermedad mediada biologicamente, Falta de
capacidad para tolerar los afectos, Neurobiologia de la adiccion, Objeto transicional..
JOHNSON, Brian (1999). Three Perspectives on Addiction. Publicado originalmente en inglés en Journal of the American
Psychoanalytic Association, vol. 47, no. 3, pp. 791-815. Copyright del JAPA 1999. Traducido y publicado con autorización del
Journal of the American Psychoanalytic Association.
En este trabajo se revisan tres puntos de vista sobre la adicción establecidos en los años 90,
además de muchas contribuciones anteriores a la comprensión de las enfermedades adictivas.
Se propone que estas formulaciones sobre la dinámica de la adicción, distintas aunque
coincidentes en algunos aspectos, forman una jerarquía aplicable a cada paciente que sufre de
una adicción.
La evaluación de la fortaleza yoica del paciente y de la importancia relativa de la conducta
adictiva en la totalidad de la estructura de carácter permiten la derivación a diversos tipos de
tratamiento, incluida la psicoterapia psicoanalítica. Se presentan ejemplos de casos, incluyendo
el material de tratamiento psicoanalítico de una mujer adicta a la heroína, metadona, cocaína,
anfetaminas, nicotina, alcohol y a comprar.
Ejemplos Clínicos
Caso 1. Una mujer de treinta y tres años tiene una historia de diez años de
dependencia de alcohol y cocaína. Ha pasado por veinte desintoxicaciones,
nunca ha estado sobria durante dos semanas seguidas, y se queja de que los
consejeros le dicen que vaya a AA cuando tiene que tratar temas emocionales.
Cuenta un conjunto horripilante de historias de abuso y negligencia que
comienzan cuando tenía siete años. Su padre estaba ebrio y pegaba a su
madre. Su hermana de dieciocho años fue a la cocina y acuchilló a su padre en
el pecho. Su padre se negaba a moverse, estuvo de pie en el mismo sitio
durante veinte minutos y luego cayó al suelo. Su madre se agachó para sentir
el pulso de su padre, dijo que estaba vivo y corrió a esconder a su hermana,
dejando a la paciente con su padre muriéndose, en un charco creciente de
sangre. A pesar de que el mito familiar es que el padre se cayó sobre el
cuchillo, la hermana pasó tiempo en prisión por homicidio sin premeditación.
Nadie ha hablado con ella de este acontecimiento desde entonces. Ella afirma
que mientras está sentada en la sala de entrevistas de desintoxicación, puede
verlo todo como si recién hubiera sucedido.
Otros dos traumas, incluyendo una violación, le han dejado con síndrome
completo de trastorno por estrés postraumático. La función cognitiva está
completamente intacta, haciendo pensar que la psicoterapia podría ser de
ayuda. La puntuación de la Escala Hamilton para la Depresión es de 28,
indicando una depresión mayor no psicótica. La paciente que está sobria
durante un día en desintoxicación ruega por medicación que la ayude a dormir
porque cuando comienza a dormirse siente terror con alucinaciones
hipnagógicas de ser tocada sexualmente.
La hipótesis que se trata de automedicación es invocada como el paradigma
más destacado para esta paciente en particular. Teniendo totalmente en
consideración que la depresión no puede ser diagnosticada de una manera
fiable habiendo transcurrido solo un día después del consumo de alcohol y
cocaína, el trastorno por estrés postraumático es considerado como el
diagnóstico más apremiante, a pesar de que la paciente se presenta en el
centro de desintoxicación. Se selecciona Trazodona como antidepresivo debido
a sus efectos secundarios sedantes y se le administra en dosis crecientes
hasta los 300 mg. La paciente es derivada a un centro de reinserción social
especializado en victimas de violencia sexual y es tratada con psicoterapia
centrada en la exposición a sus recuerdos y en el trabajo de duelo.
Caso 2. una mujer de treinta años es incapaz de dejar de fumar a pesar de
varios intentos. Se queja de intensa disforia cuando no fuma y de tener una
experiencia intensa de dolor emocional hasta que vuelve a fumar. Su adicción a
los cigarrillos se entiende como una auto medicación para su depresión
subyacente. Recibe un ciclo de doce semanas de psicoterapia semanal
ayudado por buproprion de liberación prolongada, 150 mg. dos veces al día.
Elige una fecha para dejar el tabaco 5 semanas después de comenzar la
psicoterapia y se asombra de lo mucho más fácil que resulta dejar el tabaco
esta vez.
Durante una sesión del psicoanálisis de esta mujer, anterior a este episodio, la
paciente comenzó por hacer notar que había llegado una hora más temprano,
se dio cuenta de su error y se dedicó a una frenética hora de compras. Su
próximo conjunto de asociaciones incluyó su terror de encontrarse con su
nuevo internista, un especialista en adicción a quien la había derivado su
analista en reemplazo de un médico que le recetaba cualquier medicación que
ella pidiera. Su miedo de ver a un médico que “sabe acerca” de ella – “Es duro
confiar en ellos cuando no conozco lo que piensan”- fue interpretado como
temor de que el internista la humillara como había hecho su madre. Pensó en
el abuso del que estaba siendo víctima su hijo por parte de su madrastra y
recordó un episodio de cuando tenía nueve años: “Salimos a comer. Yo me
estaba quejando de que no me gustaba nada del menú. Mi madre dijo con una
sonrisa, ¿cariño, quieres venir al baño con mami? Yo le dije que sí. Cuando
entramos me pegó tan fuerte que casi me arranca la cabeza. Me dijo que debía
pedir algo del menú, comérmelo sin hablar y jamás mencionar nada de lo que
había ocurrido en el baño a mi padre. No fue el dolor lo peor, fue la sorpresa.”
En lugar de pensar que éste era tan solo un recuerdo del pasado, el analista
interpretó sus preocupaciones actuales acerca de cómo estaba siendo tratado
su hijo. La paciente respondió: “He estado en esta tarea durante una semana.
Limpio y limpio. Estaba pensando, ¿cuándo solía actuar así? Me preocupo
acerca de que tengo que estar preparada. Incluso cuando fui a desintoxicación
la última vez llevé mis impuestos. Solía hacer esto cuando tenía veintisiete
años. Ralph, el vago con el que vivía, dijo ‘Por el amor de Dios, has lavado el
suelo otra vez?”
El analista preguntó qué sentimientos tenía durante esa época. La paciente
contestó. “No sé, yo solo solía limpiar. ¿Se supone que hay que tener
sentimientos? Recuerdo cuando murió nuestro perro Spotty, el que habíamos
tenido durante años, mi madre dijo con voz triste “Spotty ha muerto”. La
paciente rió. “No me importaba para nada Spotty. Pensé ‘Se supone que debo
estar triste.’ Lo mismo que cuando mi padre me contó que se divorciaba de mi
madre. Pensé, ‘¿Debo actuar como si estuviera triste?’ La paciente rió. “No me
importaba. Pero ahora me siento bien. Me divierte comprar corriendo. Tú
compras, tú limpias, tú arreglas, tú compras, tú limpias, tú arreglas”.
El analista preguntó: “¿Arreglas?”
La paciente contestó: “Arreglar las cosas, ponerlas bien.”
El analista dijo: “Claro que “arreglar” tiene otro significado”.
La paciente contestó: “No sé porqué dije eso, quería decir, que enderezas las
cosas.”
Percatándose del tema de rabia impotente, el analista dijo “Me pregunto si no
se siente furiosa.” La paciente contestó:
“De vez en cuando, mientras he estado viniendo aquí, caminando por la calle o
en mi coche, sentía que me estaba muriendo. No me sentía mal por ello. Sólo
sentía que me estaba muriendo. Entonces pensé, “Eso es lo que mi madre está
haciendo, muriéndose lentamente.” Entonces pensé: “Espero que eso no sea
una identificación”.
Miré mis manos el otro día. No me gustó como parecían. Soy una persona de
manos. Puedo recordar las manos de todo el mundo. Puedo no acordarme de
cómo eran los tíos en la cama pero recuerdo sus manos. Recuerdo cómo
sentía sus manos (las del analista) cuando las estreché la primera vez que lo
conocí.
Me como las uñas, aun cuando me pongo uñas acrílicas encima. Me pongo
frenética. Tengo que morder. Quiero uñas cortas. Quiero manos de hombre.
Mis uñas son rojas ahora. No me gusta el color rojo. Mis manos parecen viejas.
¿Parecen viejas las manos de mi madre? No. Me pongo las uñas acrílicas
porque una vez de que empiezo a mordérmelas, estoy cumpliendo una especie
de misión, me las muerdo hasta que sangran….
Mi madre tiene uñas largas. Mi madrastra tiene uñas largas y rojas. Mi maestra
de quinto grado movió mi banco a su lado. Cuando no le gustaba lo que hacía,
hundía sus uñas en mi brazo para hacerme callar. Mi madre solía agarrarme
con las uñas también…
Mi madre solía morderse las uñas. Solía usar vendajes. Yo me mordía las
uñas. Ella solía gritar, “¡Para!” Paraba cinco segundos y lo volvía a hacer. No
podía parar.
Finalmente, el uso de los tres puntos de vista elimina ver a la adicción como
algo extraño que tiende a hacer que algunos terapeutas teman comprometerse
con pacientes que son adictos activos. La adicción no es considerada entonces
como una conducta bizarra, horrible o degradante que indica que el paciente
deba ser enviado a otro lado para su tratamiento. En lugar de esto es vista
como una de las más comunes adaptaciones del carácter que se ven todos los
días en la practica clínica.
Conclusión
Existen dos ventajas para el uso de los tres enfoques sobre la adicción. La
primera es que elimina la necesidad de encontrar cualquier solución mágica
única para la adicción. En cambio, nos complace usar una forma particular de
pensar sobre la adicción que encaje para un paciente particular en un momento
particular. En segundo término, existe una correspondencia entre la psicología
psicoanalítica más general y las formas de comprender la adicción
anteriormente presentadas. Esto permite ampliar la investigación y elaboración
de las dinámicas adictivas. Sin embargo, no trata de rivalizar la teoría
psicoanalítica con otras psicologías o métodos de tratamiento. Por el contrario,
se recomienda la integración, como es el intento de comprender la relación
entre la teoría psicoanalítca y otras psicologías (por ejemplo, la forma en que la
activación mesotelencefálica y el aprendizaje asociativo contribuye al impulso
a obtener la droga.
Dentro del contexto de los tres enfoques sobre la adicción se espera que los
terapeutas puedan desarrollar empatía con las conductas compulsivas de la
adicción, ya que la empatía es el primer paso esencial en cualquier intento de
ayuda.
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