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Se deben aprovechar las herramientas que sigue brindando la escuela y dar paso a los
intereses del joven, como verdadero y único actor de su futuro.
Relevar la íntima vinculación entre los jóvenes y sus entornos culturales, como
lugares privilegiados para el desarrollo de estrategias formativas se convierte en un
desafío fundamental de la Reforma Educacional (cf. Tedesco, 1995:28-30). Se trata
de establecer una noción diferente del conocimiento, relacionada con el uso de
herramientas intelectuales para modificar los materiales que sirven para aprender y
para actuar en la realidad local. La preocupación será no sólo reproducir los
contenidos de la cultura, sino que también crear nuevos artefactos materiales y
simbólicos que ayudan a la expansión del conocimiento disponible de los estudiantes
de los sectores más vulnerables (MINEDUC, 2000a:3-17).
Sin embargo, no todos los pobres abandonan el sistema escolar, ni todos aquellos
hijos de madres con baja escolaridad o analfabetas llegan a ser desertores. Es más, la
evidencia levantada permite sostener que la deserción es la culminación de un largo
proceso que se va construyendo y validando durante la trayectoria escolar. En ese
recorrido, la escuela y principalmente los profesores han sido decisivos. En efecto, la
decisión de abandonar o suspender los estudios, es un proceso que tarda mucho en
alcanzar la etapa de la desvinculación definitiva y sin retorno.
El abandono y la deserción escolar, es sin duda el escalón final y casi irreversible del
fracaso escolar. Nadie quiere fracasar. No es posible entonces asumirlo o entenderlo
como una opción que toma -como muchas otras- un niño, una niña o un joven dentro
de su proceso vital, sin mayor reflexión o incluso dolor.
Quien decide dejar la escuela, lo hace luego de haber transitado durante mucho
tiempo por patios y aulas que no le resultan propias, útiles o acogedoras; luego de
haberse esforzado por responder de acuerdo a los cánones y exigencias escolares;
muchas veces luego de haber intentado combinar la escuela y el trabajo.
La deserción escolar involucra a todos los ciudadanos, tanto a nivel individual, social
e institucional, ya que los estudiantes representan el futuro. La trayectoria previa del
estudiante al ingreso a la institución, de su rendimiento académico, el apoyo y el
estímulo que recibe de su familia, influyen de manera significativa en el desempeño
futuro, al ir formando su autoconcepto académico y el nivel de aspiraciones, su
percepción de la dificultad de los estudios, planteamiento de metas, valores y sus
expectativas de éxito influyen a su vez sobre la persistencia.
En el análisis de la deserción y retención, Autores como (Himmel, 2002, pág. 101)
y (Donoso & Schiefelbein, 2007), mencionan que la integración social abarca el
desarrollo y la frecuencia de las interacciones positivas con pares y docentes
(oportunidad de interactuar) y, también, la participación en actividades
extracurriculares. Además, considera que la reevaluación del compromiso con la
meta de graduarse se encuentra más fuertemente determinada por la integración
académica. Igualmente, el compromiso institucional se ve altamente influido por la
integración social.En suma, mientras más se consolide el compromiso del
estudiante con la obtención de su grado o título y con la institución, al mismo
tiempo que mientras mejor sea su rendimiento académico e integración social,
menos probable es que el estudiante deserte.
Según ( La Universidad del Bío-Bío, 2010, pág. 7 y 8), en el informe final de Modelo
de deserción y (Himmel, 2002, pág. 99 y 100). Estas teorías resaltan la influencia que
tienen los factores externos al individuo sobre la retención. El inicio de este enfoque
se basó en la teoría del suicidio de Durkheim (1897/1951), la corriente propone una
analogía, la cual establece que el suicidio es el resultado de la ruptura del individuo
con el sistema social por su imposibilidad de integrarse a la sociedad. Spady (1970),
considera que la deserción es el resultado de la falta de integración del estudiante con
el ambiente social de la comunidad escolar.
El cual (Ogarrio, 2012, pág. 48), menciona que “las expectativas y necesidades no
coinciden, y ello provoca que el estudiante abandone sus estudios”. Señala que “el
medio familiar es una de las principales causas que exponen a los estudiantes a
influencias, expectativas y demandas, afectando su nivel de integración social en la
universidad”.
Este modelo es similar al análisis que plantean (Dzay Chulim & Narváez Trejo, 2012,
pág. 24 y 25), presentan el modelo diseñado por Spady (1971), “propone un modelo
explicativo de conceptualización de la deserción en el que se denota la influencia del
trasfondo familiar como factor inicial, así como el apoyo de pares y la integración
social, que afecta el éxito o fracaso del alumno”. (ver cuadro)
En este caso (Tinto, 1987, págs. 93-101), propone cinco teorías que engloban las
posibles causas de deserción. Sugiere que una buena integración a la institución
escolar es uno de los aspectos más importantes para la permanencia, y que esta
integración depende de las experiencias previas al acceso, las experiencias en el
centro escolar, las características individuales y familiares, en relación a las
políticas y prácticas institucionales. (ver cuadro)
Si se compara dicha crisis con las vivencias actuales, puede destacarse que “el
modelo educativo está obsoleto y no es culpa de los docentes” (Castell Manuel),
“dicha crisis cambió significativamente la agenda de discusión sobre las políticas
educativas y colocó en primer lugar el tema de cómo educar en un contexto de
emergencia social” (Tedesco, “Políticas Públicas en educación”).