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El quehacer educativo integral: un desafío para la educación moderna

La educación representa uno de los ejes fundamentales de cualquier sociedad, es una de las
herramientas esenciales para la inserción de los individuos a esta y uno de los primeros
espacios de socialización de los humanos fuera de la familia. Lo anterior refiere a que la
educación escolar es vista como un proceso de integración en donde participa un educado,
que sería el objeto de educación y un educador, sin embargo es importante mencionar que
ambos están insertos en una sociedad determinada, desde una mirada más micro también en
una comunidad en específico (Alemán & Díaz, 2008). Lo mencionado anteriormente, hace
alusión a que son diferentes los factores sociales que inciden en el quehacer educativo dentro
del aula ya que el proceso de aprendizaje de los niños y niñas se desarrolla en múltiples
espacios que poseen diferentes agentes dentro de ellos y que también potencian diferentes
áreas de aprendizaje como lo social, lo afectivo, emocional, psicológico, cognitivo, etc.

Debido a esto, el siguiente ensayo se basará en defender la idea de que el quehacer educativo
limitado solo a lo que pasa dentro del aula limita el desarrollo integral de los niños y niñas.
Se buscará reafirmar esta idea en la importancia que tiene el desarrollo integral en la
enseñanza, también en las limitaciones que presenta el modelo tradicional de enseñanza para
este quehacer integral y finalmente se enfatiza en la idea de que la escuela no es el único
lugar en el que aprenden los estudiantes por lo que si los espacios de socialización no se
armonizan entre sí, ocurren contradicciones que limitan o directamente truncan el quehacer
íntegro, impidiendo que todos los estudiantes sean educados en todas las áreas del
aprendizaje.

Durante el último tiempo, se ha puesto en la palestra la idea de abandonar la creencia de que


la escuela es netamente un espacio para aprender acerca de lógica o letras sino que este
debería darse lugar con un concepto llamado aprendizaje integral. Según Herrera (2012) este
refiere a todo el ser, conocer y convivir del alumno, en donde no sólo el quehacer educativo
se enfoca en impartir conocimientos respecto a matemáticas o artes sino que también se basa
en impartir valores, trabajar la inteligencia emocional, las relaciones humanas, la familia, la
cultura, entre otros, esto reafirma la idea de que el desarrollo integral de un niño o niña en la
tiene aspectos sociales, emocionales, psicológicos y cognitivos que la escuela debe potenciar
para que se logre.

Lo mencionado anteriormente pone al educador en un foco en donde no solo es un mero


expositor de conocimiento sino que también debe tener una mirada en el contexto en el cual
sitúa su quehacer educativo. Los contextos son variados, es por eso quehacer educativo
llevado a cabo por el docente no solamente se basa en los conocimientos que tiene y lo que
enseña en el aula, sino que también se construye socialmente, está regido por la sociedad, la
comunidad y familia en la que se actúa por lo que si los maestros no conocen bien los
procesos, normas y valores de la sociedad, comunidad o familia con la que trabajan, pueden ir
en contra o general un conflicto entre lo que se enseña en la escuela y lo que se aprende de
los otros espacios en los que los niños se desenvuelve (Bernabé & Mora, 2011).

Ante lo anterior, es importante mencionar que se debe poner el foco en la transformación de


algunos modelos de enseñanza impartidos en las aulas que limitan el quehacer educativo
integral.

El modelo tradicional de enseñanza ha sido el modelo predominante, si bien ha dado buenos


resultados, a sido bastante cuestionado por ser memorístico y rutinario en su desarrollo ya
que no se fomenta la educación activa y participativa, sino que es repetitiva y los alumnos
reciben conocimiento casi a ciegas (Galván & Siado, 2021). Esto quiere decir que los
aspectos del desarrollo integral quedan postergados o muchas veces fuera de este tipo de
enseñanza, es decir que mantener este tipo de quehacer en las aulas no permite ir a los
alumnos “más allá”, solo transmite saber específicos, contenidos técnicos, valores y normas
culturales aceptadas, también deja fuera del proceso a la comunidad y la familia del proceso
de enseñanza.

Para que este desarrollo integral se logre se debe avanzar hacia lo espontáneo, lo libre, el
cuestionamiento, se debe permitir la socialización entre pares, con maestros y también con
los demás espacios en los que el niño se desenvuelve y complementar todo eso con los
contenidos técnicos de cada asignatura para así no dejar en segundo plano o directamente
excluir ningún aspecto del aprendizaje ni tampoco a ninguno de los actores del proceso
educativo(Paladines, 2008).

Si bien, la noción de educación culturalmente ha permanecido fuertemente atada a la


escolaridad, existe una clasificación que reconoce diferentes tipos de educación. Por un lado,
está la educación formal, la cual corresponde a la ofrecida dentro del sistema escolar, la que
conduce desde el preescolar hasta la universidad. Por otro lado, está la educación informal la
cual se realiza a través de la experiencia diaria y en el contacto con el medio, ya sea con
familia, comunidad, entorno, amigos, sociedad en general (Torres, 2001). La forma en la que
se lleva a cabo el quehacer educativo depende de múltiples variables contextuales que van
moldeando la construcción de sentido e identidad, ya sea de modo positivo o negativo, en
conjunto con los conocimientos propios de cada asignatura.

En este sentido, el quehacer educativo integral sólo puede realizarse de manera plena
abarcando armoniosamente y con el mismo horizonte a la familia, la escuela, la comunidad y
la sociedad en general. Visualizando a la familia como medio natural de desarrollo de las
personas, la escuela como institución social encargada específicamente de educar, la
comunidad como lugar de referencia que aporta a la identidad de cada uno de los
participantes del proceso educativo y a la sociedad como el espacio más macro en donde todo
lo anterior se ve inserto y moldeado. Esto quiere decir que no puede existir una educación en
la escuela y otra en el hogar como dos campos separados, por ejemplo. Sí eso ocurre, los
niños y niñas recibirán una educación desarticulada que no favorecerá ni a sus aprendizaje
son ni a su propia integración a la sociedad (Mineduc, 2017).

Para finalizar, se entiende que sin visibilizar la importancia del aprendizaje integral en el
quehacer educativo no se puede llegar a un desarrollo óptimo de todos los niños y niñas,
entendiendo a este último como la potenciación de todos los aspectos de su aprendizaje como
el social, emocional, psicológico y cognitivo. Sin embargo, para que este quehacer educativo
integral sea implementado se deben dejar atrás los modelos tradicionales de enseñanza que
limitan el aprendizaje íntegro y la participación activa de todos los miembros del proceso
educativo de los estudiantes. Esta participación activa de los integrantes de los diversos
espacios en los que los niños y niñas se desenvuelven influye proporcionalmente en la forma
en la que se desarrolla el quehacer educativo por lo que para que este se desarrolle de manera
íntegra estos no deben ser independientes entre sí. Avanzar hacia un aprendizaje que enfatice
en todas las áreas de un estudiante no solo requiere de exigencia al sistema escolar sino que
también al aprendizaje fuera de este. No se puede educar en escuela que robar es malo si en
su comunidad tal acción es normalizada y aceptada, tampoco no se puede educar en
alimentación saludable si en la familia los hábitos alimenticios son malos ya que todo lo
anterior genera conflictos y contradicciones en los niños y niñas y por ende, trunca su
desarrollo, su aprendizaje y su inserción óptima a la sociedad en la que habita,

● Alemán, P & Díaz, T (2008). La educación como factor de desarrollo. Revista Virtual
Universidad Católica del Norte, (23),1-15. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=194220391006
● Galván-Cardoso, A. P., Siado-Ramos, E. (2021). Educación Tradicional: Un modelo
de enseñanza centrado en el estudiante. Ciencia Matria, 7(12), 962-975.
● Herrera, T. (2012). ¿ En qué consiste realmente el desarrollo integral del alumno de
educación superior. Revista COEPES, 2(10), 20-35.

● Ministerio de Educación de Chile. (2017). Política de participación de las familias y


la comunidad en Instituciones Educativas.
https://www.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/19/2017/07/DEG_Politica_de_Parti
cipacion_web.pdf.
● Paladines, C. (2008). El sistema tradicional de cátedra y sus vías de superación.
Educere, 12(41), 379-386.
● Torres, R. M. (2001). Participación ciudadana y educación. Una mirada amplia y 20
experiencias en América Latina. OEA (Organización de Estados Americanos),
Washington.
● Vosniadou, S. (2002). Cómo aprenden los niños. Cooperativa Editorial Magisterio.

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