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Problema de investigación:
Por ello, pese a esfuerzos que aparecen desde diferentes sectores sociales, las aulas
inclusivas como espacios académicos equitativos, que se conviertan en lugares para
desarrollar las capacidades de los y las estudiantes, son minoría frente a las aulas
tradicionales, que están enfocadas en una sola forma de considerar la educación y a los
estudiantes. Como postula Mejía (2011), la educación ha pasado de ser un derecho real y
garantizado para todos y todas a ser un servicio; es decir, hay una perspectiva en que la
escuela está en función de la sociedad para homogeneizar y estandarizar las capacidades y
aptitudes de los y las estudiantes. Esta visión genera un tipo de exclusión frente a quienes no
se adaptan al perfil deseado, señalandoles y estigmantizandoles.
Cabe destacar, que las exclusiones se gestan desde el sistema mismo, el cual margina
algunos grupos, creando dinámicas que suelen surgir del temor a las diferencias. Como
Fernández Enguita (1997) asegura, se deben gestar visiones que estén encaminadas a generar
una reformulación de las políticas públicas respecto a la educación y el derecho de todas las
personas sin importar sus condiciones a la misma.
Entendiendo esto, han surgido diferentes formas para combatir el fracaso escolar y la
posterior estigmatización estudiantil que este genera. Iniciativas que aparecen desde las
prácticas diarias e institucionales de diversos sectores sociales como organizaciones sociales,
colectivos estudiantiles y profesores que buscan desmarcar el fracaso escolar e inscribirlo en
un discurso que afirme la educación como un derecho de todos y todas. Esto da herramientas
para comprender la necesidad de generar procesos educativos críticos que tomen en cuenta la
diferencia social y personal de los y las estudiantes.
Además, como lo afirma Villanueva “la equidad en las aulas y en las escuelas no se
logra con las buenas intenciones, hace falta promover acciones que se encaminan hacia este
concepto” (Lara Villanueva, 2010, pág. 13), en pro de conseguir una real inclusión de los
estudiantes con su entorno, para que “aprendan a ser solidarios, tolerantes y compartir con sus
compañeros/as de clase, proporcionando ayuda y recibiendo ayuda. La equidad es un valor
que hay que alcanzar” (Lara Villanueva, 2010, pág. 13). Es de esta manera, que el aula se
convierte en un espacio de inclusión y de equidad para los estudiantes que se enfrentan
diariamente a la exclusión social. Lo que se debe perseguir es un ambiente escolar equitativo,
donde se prevenga el estigma entre estudiantes, evitando categorizarles, y estereotiparles con
fin de evitar la exclusión de ciertos estudiantes con respecto a sus compañeros, pues existe
una conciencia del aprendizaje de lo normal y lo estigmatizado.
El fracaso escolar, debe ser objeto de discusión y hacerse visible en las instituciones
escolares, pues este se debe combatir para poder hablar de inclusión en las aulas, de la
educación como derecho y de una sociedad democrática. Se debe apostar por una educación
crítica que implica que, en la etapa formativa, se les permita a los y las estudiantes aprender
independientemente de las condiciones personales, sociales o culturales; además, que
responda a las necesidades e intereses de estos, sobre los de las instituciones y personas
ajenas al proceso educativo.
Referencias bibliográficas:
Lara Villanueva, R. S. (2010). Las aulas como espacios vivos para construir la
equidad escolar. Revista Iberoamericana de Educación.