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SERIE HISTORICA No. 12


TOMAS AYON
HISTORIA DE NICARAGUA
TOMO I I I

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COLEUIOM CULTURAL
.. u.u,uA.,C.A.

SERIE HISTORICA No. 12


DERECHOS RESERVADOS POR EL FONDO DE
PROMOCION CULTURAL - BANCO DE AMERICA - 1977

La carátula es una obra exclusiva del artista nicaragüense Johnny Villares.


FONDO DE PROMOCION CULTURAL
BANCO DE AMERICA

La Junta Directiva del Banco de América, consciente de la impor-


tancia de impulsar los valores de la cultura nicaragüense, aprobó la
creación de un Fondo de Promoción Cultural que funcionará de acuer-
do a los siguientes lineamientos.

1.-EI Fondo tendrá como objetivo mediato la promoción


y desarrollo de los valores culturales de Nicaragua; y

2.-EI Fondo tendrá como objetivo inmediato la formación


de una colección de obras de carácter histórico, litera-
rio, arqueológico y de cualquier naturaleza, siempre
que contribuyan a enriquecer el patrimonio cultural de
la nación. La colección patrocinada por el Fondo se
denominará oficialmente como "Colección Cultural-
Banco de América".

El Fondo de Promoción Cultural, para desempeñar sus funciones


estará formado por un Consejo Asesor y por una Secretaría, la que
esteró a cargo de una o más personas. El Consejo Asesor se dedi-
cará a establecer y a vigilar el cumplimiento de las políticas direc-
tivas y operativas del Fondo. La Secretaría Ilevoró al campo de las
realizaciones las decisiones emanadas del Consejo Asesor.

El Consejo Asesor del Fondo de Promoción Cultural está integrado


por:

Dr. Alejandro Bolaños Geyer

Don José Coronel Urtecho

Dr. Ernesto Cruz

Don Pablo Antonio Cuadra

Dr. Ernesto Fernández Holmann

Dr. Jaime lncer Barquero

Lic. Marcela Sevilla Sacase, Secretario

Don Orlando Cuadra Downing, Secretario


OBRAS PUBLICADAS POR EL FONDO DE PROMOCION
CULTURAL DEL BANCO DE AMERICA:

SERIE: ESTUDIOS ARQUEOLOGICOS


1 Nicaraguan Antiquities, por Carl Bovallius (Edición Bilingüe)
2 Investigaciones Arqueológicas en Nicaragua, por J. F. Bransford
- en Inglés y en Español
SERIE: FUENTES HISTORICAS
1 Diario de John Hill Wheeler
2 Documentos Diplomáticos de William Carey Jones
3 Documentos Diplomáticos para servir a la Historia
de Nicaragua - José de Marcoleta
4 Historial de El Realejo - Manuel Rubio Sánchez
5 Testimonio de Joseph N. Scott - 1853/1859
6a La Guerra en Nicaragua según Frank Leslie's Illustrated Newspaper
(Edición Bilingüe) ·
6b La Guerra en Nicaragua según Harper's Weekly (Edición Bilingüe)
7 El Desaguadero de la Mar Dulce - Eduardo Pérez-Valle
SERIE LITUARIA
1 Pequeñeces ... Cuiscomeñas de Antón Colorado - Enrique Guzmán
2 Versos y Versiones Nobles y Sentimentales - Salomón de la Selva
3 La Dionisiada - Novela - Salomón de la Selva
4 La Gacetillas - 1878/1894 - Enrique Guzmán
Introducción y Notas de Franco Cerutti
5 Dos Románticos Nicaragüenses: Carmen Díaz y Antonino Aragón
Introducción y Notas de Franco Cerutti
6 Lino Argüello (Lino de Luna) Obras en verso -
Introducción y Notas de Franco Cerutti
7 Escritos Biográficos, - Enrique Guzmán
Introducción y Notas de Franco Cerutti
SERIE HISTORICA
1 Filibusteros y Financieros - William O Scroggs
2 Los Alemanes en Nicaragua - Goetz von Houwald
3 Historia de Nicaragua - José Dolores Gámez
4 La Guerra en Nicaragua - William Walker
Traducción de Fabio Carnevalini
5 Obras Históricas Completas - Jerónimo Pérez
6 40 años (1838-1878) de Historia de Nicaragua
Francisco Ortega Arancibia
7 Historia Moderna de Nicaragua - Complemento a mi Historia -
José Dolores Gámez
8 La Ruta de Nicaragua - David I. Folkman Jr.
9 Hernández de Córdoba, capitán de conquista en Nicaragua -
Carlos Meléndez
10 Historia de Nicaragua, Tomo I - Tomás Ayón
11 Historia de Nicaragua, Tomo II - Tomás Ayón
12 Historia de Nicaragua, Tomo III - Tomás Ayón
SERIE CRONISTAS
1 Nicaragua en los Cronistas de Indias - Siglo XVI
Introducción y Notas de Jorge Eduardo Arellano
2 Nicaragua en los Cronistas de Indias - Siglos XVII y XVIII
Introducción y Notas de Jorge Eduardo Arellano
3 Nicaragua en los Cronistas de Indias - Oviedo
Introducción y Notas de Eduardo Pérez Valle
SERIE ·CIENCIAS HUMANAS
1 Ensayos Nicaragüenses - Francisco Pérez Estrada
2 Obras de Don Pío Bolaños
Introducción y Notas de Franco Cerutti
3 Romances y Corridos Nicaragüenses - Ernesto Mejía Sánchez
4 Carlos Cuadra Pasos - Obras I
5 Carlos Cuadra Pasos - Obras II
SERIE GEOGRAFIA Y NATURALEZA
1 Notas Geográficas y Económicas sobre la República de Nicaragua -
Pablo Lévy - Introducción y Notas de Jaime Incer Barquero
2 Memorias de Arrecife Tortuga - Bernard Nietshmann -
Traducción de Gonzalo Meneses Ocón
BANCO DE AMERICA - LARGA DURACON
001 - 010 Nicaragua: Música y Canto
Salvador Cardenal Argüello
NOTA EXPLICATIVA

El FONDO DE PROMOCION CULTURAL DEL BANCO DE AMERICA


presenta el Tercer Tomo de la HISTORIA DE N:CARAGUA del Doctor
Don Tomás Ayón.

Este Tercer Tomo contiene:

Libro VIII - Que comprende el período transcurrido desde 1751


hasta la proclamación de la independencia (1821 J.

En los treces capítulos finales de su obra, el autor cubre el


período indicado que abarca desde la Traslación del Seminario:
Estado ·de la fortaleza de San Juan: Fábrica de iglesias: Funda-
ción de Tipitapa, pasando por la Toma del Castillo de la Con-
cepción por los ingleses y su recuperación por el Comandante
don Juan de Aysso, los Primeros actos del Gobernador Inten-
dente don José Salvador: Defectos en la organización política
dada a las diversas secciones territoriales de esta Provincia:
Disputas que por consecuencia de ella se suscitaron entre sus
principales empleados; Primeros movimientos de lnsurrección
contra España; para culminar con la Proclamación de la Inde-
pendencia.

APENDICE en el que el autor "creyendo conveniente aclarar algunas


informaciones contenidas en el presente tomo, lo hacemos con
las siguientes notas aclaratorias".

Hemos agregado a esta obra, como Apéndice, el folleto que


el Doctor Ayón publicara en León, el año 1875 en la Imprenta del
Istmo, bajo el título: APUNTES SOBRE ALGUNOS DE LOS ACONTECI-
MIENTOS POLITICOS DE NICARAGUA EN LOS AÑOS DE 1811 a 1824,
porque consideramos de interés este trabajo.

Aunque en la portada de la obra se lee: Historia de Nicaragua,


desde los tiempos más remotos hasta el año de 1852, en realidad,
el tomo tercero y último llega hasta el año 1821 con la declaración
de la Independencia. Se ha rumorado la existencia de un tomo
cuarto que cubría los 31 años restantes, pero tal tomo nunca ho
aparecido a pesar de la intensa búsqueda que se ha realizado,
HISTORIA DE NICARAGUA
HISTORIA
DE

NICARAGUA
DESDE LOS TIEMPOS MAS REMOTOS HASTA EL AflO DE 1852

CONTINUACION

DE LA OBRA ESCRITA EN VIRTUD DE ENCARGO DEL SE&OR PRESlDENTE

GRAL. D. JOAQUIN ZAVALA

POR EL SEÑOR DOCTOR

DON TOMÁS AYÓN

TOMO III

1956
HlSTORIA DE NlCARAGUA
DESDE LOS TIEMPOS MÁS REMOTOS HASTA
EL AÑ"O DE 1852

LIBRO VIII

QUE COMPRENDE EL PERÍODO TRANSCURRIDO DESDE 1751 HASTA LA


PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA (1821)

CAPITULO I

Traslación del Seminario: Estado de la fortaleza de San


Juan: Fábrica de iglesias: Fundación de Tipitapa.

1751 á 1759
Estado del Seminario Conciliar de la Diócesis.-Dispone el Obispo tras-
ladarlo á otro parajP.--Tn:ímites que dió á ese proyecto.-Fondos con
que se contaba nara 't·calizarlo.-Huina del antiguo edificio.-Procé-
dese á la fábrica- del nuevo.c-Tzescrlpctón de este último.-Traslación
del Colegio.-Benéficos resultados de la visita canónica del Obispo
l\lorel á los pueblos de la úiócesis.-Medios de seguridad que pro-
puso para el Jícaro y Jalapa.-Situación en que se hallaba la forta-
leza del San Juan.-Informe del Prelado, relativo al Castillo.-El Ca-
pitán Geueral ordena su reparación.-Estado del armamento que en
Pi cxistia.c-Disposíctones del gobierno del reino sobre este punto.-
Ríos y sendas por donde los ingleses introducían el contrabando.-
Progresos de los establecimientos británicos.-Medios propuestos por
el Comandante de Chontales para la seguridad de aquel territorio.-
Providencias dictadas por la Corte á este respecto.-Reconocimiento
practicado por el Gobernador en el partido de Matagalpa.-Complici-
dad del Corregidor Oropesa en el tráfico que sostenían los ingleses.-
Hu destitución y cnjuiciamiento.-Dificultades que se presentaban para
la fábrica de iglesias.-Disposiciones reales referentes á esa materia ..
Don Juan Almendares solicita licencia .Para fundar un pueblo á in-
mediaciones del río de Tipitapa.-Pormenores relativos á esta solici-
tud.-Const>cuencias que ella tuvo.-Disposiciones expedidas por el
8 HISTORIA DE NICARAGUA

Presidente y Capitán General del Reino.-Don Alonso Fernández de


Heredia toma posesión del gobierno <Je esta Provincia.-Acusaciones
que contra él se dirigieron á la Real Audiencia.-Resultados que ellas
tuvieron.-Nombramientos de Gobernador hechos sucesivamente en
don José González Rancaño, don Melchor Vida! y don Pantaleón
Ibáñez.

EL edificio del Colegio tridentino, construído en León el


año de 1680, en virtud de órdenes del señor Obispo Fray An-
drés de las Navas y Quevedo, había ·servido más de setenta
años, sin que hubiese correspondido á · sus fines. La escasez
de los fondos aplicados al establecimiento, la estrechez de los
pocos cuartos destinados á los colegiales y la limitación de
las enseñanzas asignadas por el Prelado, no podían ofrecer
ópímos frutos, ni servir de base y fundamento á sólidos cono-
cimientos ulteriores. Sin profesores sabios, sin decorosas do-
taciones, sin buenos reglamentos, sin exclusiva dedicación y
sin activa supervigilancia, jamás podrán florecer ni las cien-
cias ni las letras. La enseñanza del idioma latino, lengua uni-
versal del catolicismo y elemento importante para conservar
y extender la unidad de la Iglesia, era la ocupación primor-
dial de los seminarios en aquellos tiempos; y el conocimiento
de la teología y demás ciencias eclesiásticas, el fin único á
que estaban destinados. Todas las profesiones industriales,
como también las matemáticas, la física y la química, se ha-
llaban fuera de la enseñanza organizada en aquellos colegios:
ninguna noción se daba para la vida social: el pueblo se regía
en el ejercicio de sus labores por rutinas insuficientes y des-
conocía de todo punto el camino del progreso.
El Obispo, Lioenciado don Pedro Agustín Morel y Santa
Cruz, que comenzó á regir esta Diócesis el 11 de septiembre
de 1751, reconociendo que el edificio del colegio se hallaba en
estado de ruina y que no prestaba comodidad para la habita-
ción del rector y colegiales, y ni aun para las dos cátedras,
una de gramática latina y otra de teología moral, en él esta-
blecidas, dispuso por auto de 22 del propio mes y año vender
aquella casa, y con su valor construir otro edificio en lugar
más cómodo y central. Se siguió información de utilidad y
necesidad, en que declararon don Sebastián Briceño de Coca,
don Bernardo Valdés y don Francisco Benítez de Salafranca,
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 9

presbíteros; y se hizo un reconocimiento del estado del edificio


por el maestro mayor de arquitectura, Diego Porras. A la par
de Catedral, calle de por medio, formando esquina en la plaza
principal, hacia el sur, se hallaba un solar abandonado, que
tenía de oriente poniente noventa y cuatro varas y ochenta
á

y cuatro de norte ásur. El maestro Porras dió á


cada vara
el valor de tres pesos, de que resultó el total de doscientos
ochenta y dos. Ése fué el puesto que el Prelado escogió para
la traslación.
El ilustrado Obispo, queriendo llevar buen término su im-
á

portante pensamiento y dar á la obra un impulso autorizado,


para evitar en su ejecución contradicciones imprudentes, for-
mó en su palacio (8 de enero de 1752) una junta de las princi-
pales dignidades de la Iglesia, y sometió á su conocimiento el
expediente creado, para que diese su dictamen. Estuvieron en
esa reunión el Deán don Juan Carlos Vílchez y Cabrera, Co-
misario del Santo Oficio de la Inquisición de México, el Ar-
cediano don Clemente Rey Alvarez, Comisario subdelegado
apostólico y real de la Santa Cruzada y los diputados del Ca-
bildo Eclesiástico don Esteban José Briceño de Coca, Comi-
sario del Santo Oficio y Promotor general del Obispado, y don
José de Cienfuegos, Presbítero. La junta aprobó por unani-
midad de votos el proyecto y aun dispuso que se hiciese cuanto
antes la traslación del Colegio: que se vendiese el antiguo edi-
ficio en el mejor postor; y que el dinero que esa venta pro-
dujese y las cantidades existentes en real caja, que por reza-
gos adeudaba al establecimiento la tesorería de Granada, se
invirtieran en la nueva fábrica. Se ha dicho en el capítulo IX
del Libro VI, que por real cédula de 15 de julio de 1683, siendo
Obispo el Maestro don Fray Andrés de las Navas, se habían
asignado al Colegio doscientos pesos de renta anual, que de-
bían pagarse con el producto de las encomiendas que primero
vacaran. Doña María Girón de Ungría, vecina de León, murió
en esta ciudad, dejando una encomienda de segunda vida que
poseía en los tributos del pueblo de Nindirí, jurisdicción de
Masaya. Por auto de 24 de mayo de 1685 la declaró vacante
el Capitán General don Enrique Enríquez de Guzmán, y dís­
p�so que de ella se tomaran los doscientos pesos anuales a.sig-
10 HISTORIA DE NICARAGUA

nados al Colegio. Los rezagos de esta subvención rueron des-


tinados á la nueva obra por la junta de canónigos á que con-
vocó el señor Morel.
En 10 de enero de 1752 salió de León el Prelado á practicar
la visita canónica de la Diócesis, y durante nueve meses que
empleó recorriendo todos los pueblos y recogiendo los impor-
tantes conocimientos del estado en que se hallaban, relaciona-
dos en su célebre informe al Rey, quedó suspensa la ejecución
del proyecto referente á la traslación del Colegio. Un acou-
tecimiento desgraciado vino á dar nuevo impulso á la obra,
hasta el punto de hacerla necesaria, sin fijarse en el gaste
que exigía, en razón de que más tarde podía caer completa-
mente la antigua casa, sostenida hasta entonces con puntales.
El 7 de marzo del año expresado, uu fuerte movimiento de
tierra echó al suelo el Oratorio y uno de los corredores del
patio y desaplomó las paredes de fuera, más de lo que ya <'!:l·
taban, según apareció del reconocimiento practicado por orden
de don Felipe de Lara, Maestrescuela de la Catedral y Provi-
sor y Vicario general del Obispado: también se reconocieron
los considerahles daños que la Catedral había recibido.
En octubre volvió el señor Morel al asiento de su Diócesis.
Por la primera providencia que dictó su regreso, dispuso ven·
á

der en licitación la casa del Seminario, la que compró don José


Bazán por la cantidad de mil seiscientos pesos; y ordenó el
Prelado que el maestro alarife Diego Porras formase un di-
seño del edificio que debía construirse y lo presentase con el
presupuesto del valor de éste. Aprobados el diseño y el pre-
supuesto, se procedió á la fábrica de la casa, bajo el cuidado
y vigilancia del Maestro de Campo don Francisco Benítez de
Salafranca. En 12 de octubre de 1752 dió principio al trabajo
el encargado y lo presentó concluido en 8 de junio del año
siguiente, con un costo de cuatro mil quinientos ochenta y
cuatro pesos cinco reales.
El señor Morel, escrupuloso en el manejo de los fondos
de la Iglesia, convocó al Deán, al Arcediano y á los comisio-
nados del Cabildo eclesiástico y del clero, para que examina-
sen la cuenta presentada por Benítez, y de común acuerdo
nombraron peritos valuadores de la obra, al Sargento Mayor
LIB. VIII.-CAP. I.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 11

don Martín Díaz de Corcuera, á Diego Porras y á dos maestros


carpinteros, quienes declararon que se había hecho el trabajo
con grande economía, porque su legítimo valor era el de siete
mil quinientos pesos á todo costo. En vista de este informe
fué aprobada la cuenta del comisionado.
Los departamentos de que se componía el nuevo edificio
eran los siguientes: un oratorio de veintiuna varas de largo;
cuatro piezas para clases, de diez cada una; el refectorio, tam-
bién de diez, con su torno; un cuarto para el rector, con sala y
aposento; diez para colegiales, de cinco á seis varas cada uno;
tres oficinas en el corral grande del Colegio; una pieza de
treinta varas de largo; otra de dieciséis, con su patio de cin-
cuenta, y un corredor de ocho varas por donde se llevaba la
comida al torno. Todo el edificio era enladrillado, estaba cu-
bierto de tejas y tenía sus correspondientes puertas, ventanas,
cerrojos, llaves, claustro con barandilla y un pozo con agua
suficiente para los usos domésticos.
Recibida la obra á satisfacción del Obispo y del Cabildo
Eclesiástico, se dió posesión del establecimiento al Rector don
Bernardo Valdivia (1).
La visita canónica practicada por el señor Morel de Santa
Cruz, fué de gran provecho á la Iglesia y al Estado; porque
penetrado de la necesidad de observar en todo sentido la con-

(1) 'I'estim: de los autos sobre traslación del Coleqio Seminario (Archí­
vo nacional). Nos hemos detenido en la narración anterior, porque, supri-
mido el Colegio tridentino por más de cincuenta años, á causa de los
trastornos políticos, se organizó en el edificio la antigua Universidad, en
que se formaron los hombres más notables que ha tenido Nicaragua. Ex·
tinguída también la Universidad, quedó la casa en el mayor descuido por
dilatado tiempo; hasta que últimamente el dignísimo Obispo de la Diócesis,
don Francisco Ulloa y Larios la reedificó en toda su extensión para
restablecer el Colegio tridentino. Firme en ese pensamiento, hizo venir
de España, con aprobación del Eminentísimo Cardenal Moreno, Primado
de esa Nación y Arzobispo de Toledo, dos ilustrados sacerdotes, que con
otros profesores del país, enseñan los idiomas castellano, latino, inglés y
francés, filosofía, retórica, teología dogmática y moral, derecho canónico,
física y quírníca, Reciben · instrucción no solamente los que siguen la
carrera eclesiástica, sino todo el que lo desea; por lo que se encuentran
allí jóvenes de los diversos pueblos de la República, haciendo sus estudios
preparatorios para dedicarse á las profesiones a que su inclinación los
llama. (Esta nota fué escrita por el señor Ayón, antes de que ef fuerte
temblor de tierra ocurrido el 11 de octubre de 1885, que causó graves
deterioros en el edificio, hubiese obligado al Prelado de la Diócesis á
cerrar de nuevo el establecimiento.)
12 HISTORIA DE NICARAGUA

dición en que los pueblos se hallaban, no sólo trató de mora-


lizar en el púlpito la estúpida inteligencia del indígena, siem-
pre inclinada á la adoración de sus antiguos ídolos, sino que
aplicó también sus observaciones á las seguridades que la au-
toridad debía dar contra las invasiones de los bárbaros.
Los pueblos del Jícaro y Jalapa, últimos del partido de Se-
govia, situados al norte de la montaña de los caribes, por don-
de éstos efectuaban sus salidas, eran constantes atalayas y
servían de avanzada en la defensa de la comarca. Pero ellos,
sin recibir de lo interior auxilios de ninguna clase, permane-
cían abandonados á sus propios esfuerzos, experimentando du-
ros trabajos y extremada pobreza. Nunca habían tenido curas,
ni autoridades que administraran justicia; y aun faltando esos
frenos al carácter rústico de los habitantes, eran éstos sencillos
y sumisos y vivían en paz, sin pleitos ni desavenencias por in-
tereses, que perturbaran su inalterable unión y buena corres-
pondencia. Un negro anciano, llamado Marcelo Cárcamo, ca-
pitán de la compañía de conquista, como si lo hubiera sido de
todo el pueblo del Jícaro, conocía en lo militar y en lo polí-
tico hacía más de ocho años, porque el Corregidor y demás
autoridades de la cabecera, habían olvidado la existencia de
aquellos habitantes.
Por esas consideraciones y por la de ser frontera de la
provincia, propuso el Obispo al Capitán general, como medios
de seguridad pública y para establecer el orden en los pueblos
del Jícaro y Jalapa, dos proyectos de bastante eficacia: el
primero, la creación de seis compañías, de cincuenta hombres
cada una, con sus capitanes, oficiales y provisiones competen-
tes; y el segundo, la formación de ayuntamientos compues-
tos de dos alcaldes ordinarios, alguacil mayor, dos regidores
y fiscal, como en los demás pueblos de indios, y cuya juris-
dicción no debería pasar de las últimas casas, á reserva de
extenderla, con audiencia del Cabildo de Segovia, cuando se
considerase conveniente.
También demostró la utilidad de aumentar la población del
Jícaro, obligando á vivir en el pueblo á los que residían en el
campo y facilitándoles los medios de hacer sus casas en calles
regulares. «De ese modo, decía el ilustrado Obispo, todos es-
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 13

tarán bajo la obediencia de la autoridad: los malhechores se


ausentarán y se conservará lo bueno que he sembrado en la
visita.» Ese pueblo había sido el terror de los caribes, por
el denuedo con que se defendiera siempre, haciéndolos retro-
ceder con graves pérdidas ; y era probable que el aumento de
fuerza por la unión de los vecinos y la permanencia de las seis
compañías, alejaran aun más al enemigo y acrecentaran la con-
fianza de que tanto necesitaban las demás poblaciones para
emprender con desahogo sus labores.
No menos importantes fueron los beneficios que hizo el
Obispo en otros puntos de la provincia. Don Manuel Fernan-
do Barrantes, Capellán del Castillo, había comenzado á ejercer
ese destino el año de 1724, y desde entonces sólo bautizaba por
vía de socorro á los que nacían en el pueblo, por no tener
aceite de catecúmenos y crisma; pues aunque lo había pedido
con instancia, nunca fueron atendidos sus reclamos. Los in-
teresados tenían que emprender viaje á Granada para que los
curas administrasen el óleo santo á los niños que traían: al-
gunos de éstos morían en el Castillo sin recibirlo. Por care-
cer el Capellán de un libro en que asentar las partidas de ma-
trimonios, los que se proponían contraerlo se veían precisa-
dos á ocurrir á León (precediendo las tres amonestaciones dis-
puestas por el Concilio tridentino) , en donde se apuntaban los
nombres de los contrayentes y se expedía licencia para que el
Capellán del Castillo lo efectuase. A cincuenta pesos un real
ascendían los derechos que pagaban á la curia. A los enfer-
mos que morían antes ó después de la hora en que se celebra-
ba el sacrificio de la Misa, sólo se les administraba la confe-
sión y extremaunción, mas no la Eucaristía, porque en tiempo
alguno se había depositado la Majestad del Sacramento en la
capilla de la fortaleza, á causa de que habiéndose ocurrído re-
petidas veces á la curia solicitando permiso, no se obtenía
contestación.
A todas esas faltas proveyó el Obispo, y desde entonces
tuvo más regularidad el servicio del culto divino. El Prelado,
extendiendo á otros puntos su informe, manifestaba al Capitán
general el mal estado de la fortaleza y la urgencia de repa-
rarla, para evitar después mayores gastos.
14 HISTORIA DE NICARAGUA

El comején había roído todas las maderas, poniendo el te-


cho en peligro de ruina, hasta el extremo de obligar al Cape-
Ilán á abandonar su cuarto y trasladarse á un miserable ran-
cho de paja, que servía ordinariamente de despensa. Hallá-
base el insecto aposentado en todas las oficinas y hacía temer,
con justicia, que cayera el carcomido artesón. Tal era el des-
cuido de las autoridades encargadas de conservar el edificio,
que permitían su destrucción completa, sin recordar los males
que habían recibido de los encarnizados enemigos y los más
y mayores que podían causar á la sazón, puesto que no apar-
taban la vista de su antigua víctima.
No pudiendo el Capitán general desconocer la importancia
de los informes enviados por el Obispo, dictó las providencias
convenientes para la organización de las seis compañías que
debían situarse en el Jícaro y para obligar á los vecinos dis-
persos á vivir en la población. Ordenó también las repara-
ciones del Castillo y la provisión de los objetos necesarios al
culto y á la decencia de la Iglesia, considerando justo y pro-
vechoso al bien de la generalidad cuanto á ese respecto había
indicado el señor More! como resultado de su propia obser-
vación.
También el Alcaide y Castellano de la fortaleza, don José
Herrera y Sotomayor, dirigió, en 10 de marzo de 1755, un
informe circunstanciado al Coronel de los reales ejércitos y
Gobernador de la provincia, don José González Rancaño, sobre
el estado en que aquélla se encontraba con relación á su arti-
llería, armas de cuerda y de chispa, blancas y de mano, per-
trechos y herramientas, acompañando una lista de los utensi-
lios, armas, muebles é instrumentos en él existentes y otra de
los que faltaban, y pidiendo el pronto envío de ellos, porque
debía permanecer en actitud de defensa.
Sabido es que los gobernadores, simples ejecutores en lo
económico, de las disposiciones dictadas por el gobierno gene-
ral del Reino, carecían de facultades, aun en casos urgentes,
para disponer ni de un maravedí de los dineros del Rey; y
que en este ramo de la administración pública, debían limitarse
á solicitar autorización del superior, presentándole los docu-
mentos que comprobaran la necesidad del desembolso.
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 15

Se llevó, pues, al conocimiento del Capitán general, el in-


forme del Castellano Herrera y Sotomayor, para que acordara
el pago de los materiales pedidos por este empleado, y con
ellos y los existentes, dar al Castillo su completa dotación.
Pero el ocurso, al parecer fundado, por. el fin á que se enca-
minaba, no fué acogido con todo el favor que obtuvieron las
observaciones del Obispo, nacidas de una autoridad indepen-
diente, sin intervención en los cuerpos cuya organización y
mejora proponía, ni responsabilidad por faltas ó mala admi-
nistración, y que por tanto aparecían revestidas de imparcia-
lidad é inspiradas únicamente por el patriotismo.
El Capitán general, don José Vásquez Prego, dió al asunto
los trámites legales, oyendo el pedimento fiscal y los infor-
mes de las oficinas de hacienda. Seremos un tanto minuciosos
al relacionar lo que en esta solicitud ocurrió, con el fin de
dar una idea del modo como la Capitanía general gobernaba
las provincias y de la porción y calidad de los enseres que á
la de Nicaragua enviaba, para la conservación de su orden
interior y de su seguridad externa.
El Contador real, don Manuel Antonio de Lazalde, en su
informe de 9 de mayo de 1755 manifestó á la autoridad supe-
rior, que desde el 29 de marzo de 1751 hasta el 18 de sep-
tiembre de 52, había enviado de aquellas cajas á las de Nica-
ragua, así en dinero como en efectos, . cuarenta y nueve mil
cuatrocientos dos pesos, cuatro reales y siete ma:ravedises,
cantidad en que estaban incluídas treinta y nueve cargas com-
puestas de treinta y cinco cajones con tres mil quinientas trein-
ta y ocho libras de pólvora, ciento de azufre, y diecinueve ca-
jones con tres mil ochocientas sesenta libras de balas fusile-
ras, ciento sesenta y cuatro de bronce para calibres de seis
libras, seiscientas de á tres libras y dos mil trescientas cua-
renta y dos balas de á libra: todo lo cual componía cinco mil
ciento veintiséis libras; cuatro cajones con ciento doce pisto-
las y sesenta machetes para el armamento de las galeotas,
treinta zurrones de brea con peso de ciento sesenta y una arro-
bas, diecinueve libras, y doscientas cincuenta agujas capote-
ras, recibidas en el Castillo en 9 de diciembre de 1752.
Don Manuel de Lazalde, queriendo llamar 'fuertemente la
16 HISTORIA DE NICARAGUA

atención del Capitán general sobre la conducta de los em-


pleados de esta provincia con relación al dinero que se les en-
viaba, y su descuido y abandono en la conservación de los
muebles, armas y pólvora con que se proveían los almacenes
de León, Granada y el Castillo, creyó conveniente volver la
vista á lo pasado y agregó que en años anteriores se habían
invertido crecidas sumas en fábricas, compras, carenas y ar-
mamentos de embarcaciones, como en hierro, acero, pez, ca-
buya, azufre, salitre, lona, bramante, saquillos de metralla, ta-
blones, ruedas de palo de genícero, ejes, planchas de cobre
para cucharas de artillería, pita, vinagre, estopa de coco, jar-
cia, víveres y pertrechos, y que era extraño siguiesen pidiendo
los mismos artículos.
«Estos crecidos gastos, decía el Contador, hacen creer, ó
que se pide sin necesidad, ó que hay poco cuidado en la con-
servación y acomodamiento de los pertrechos y municiones,
que conforme á ordenanzas reales debe procurarse que cada
especie por su género esté bien dispuesta y acomodada, para
que se conserven bien acondicionadas» (1).
A todas estas observaciones del Contador, nada habría po-
dido contestar el Alcaide del Castillo, puesto que nc:i acompañó
á su solicitud ningún documento con el cual comprobara el
destino que había dado .las cuantiosas municiones que en
á

época reciente se le enviaran. Pero ese cargo, de carácter pu-


ramente personal, propio para declarar la responsabilidad del
empleado, no debía impedir la provisión del todo ó parte de
los materiales pedidos. La falta de aquella persona, por grave
que fuese, ninguna relación tenía con la defensa del país, y
cierto es, que sin las dotaciones necesarias al buen estado de
la fortaleza, se daba paso franco á los enemigos por el lado
en que eran más frecuentes y seguras sus invasiones.
Conformándose, pues, el Capitán general con las observa-
ciones del Contador, dictó su resolución (10 de mayo de 1755),
en la cual mandó librar el despacho necesario al Gobernador
y Oficiales reales de esta provincia, con inserción de cuanto
se expresaba en las diligencias, para que informándose de ellas
(1) Informe del Castellano del Castillo de San Juan y diligencias for-
madas á continuación, originales en el Arch. Nacional.
LIB. VIII.--CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 17

dictasen las providencias correspondientes al mejor servicio


del Castillo, en observancia de lo mandado, y llevasen buena
cuenta y razón de lo que se suministrara y consumiera; ob-
servancia que se le recomendaba con encarecimiento, bajo su
responsabilidad, por ser de la mayor importancia para In con-
servación de los reales intereses.
Los esfuerzos de estas autoridades para mantener abun-
dantes provisiones de guerra en los almacenes de León, Gra-
nada y el Castillo y asegurar con buenas tropas los puntos fron-
terizos por donde pudieran hacer sus correrías lo interior
á

de la provincia los ingleses, zambos y mosquitos, tenían su


importancia en aquellos días. Tres entradas habían efectuado
los extranjeros en 1756 por el río de Lovaga ó Catagua al par-
tido de Chontales; y en ese tiempo inventaron y comenzaron
á ejecutar un nuevo y más seguro medio de reportar venta-
jas, sin los peligros de la guerra, valiéndose del comercio clan-
destino de toda clase de mercancías, bajos precios, para ha-
á

lagar los pueblos costaneros, y aun asociándose algún em-


á
á

pleado, fin de ejercer con entera libertad su capciosa y des-


á

autorizada granjería y facilitarse el cumplimiento de los pro-


yectos de adquisición pacífica que meditaban.
Vamos á hacer algunas explicaciones, aunque sucintas,
acerca de los ríos y senderos por donde los ingleses introdu-
cían el contrabando, sustrayéndose la vigilancia de los em-
á

pleados é internándose cautelosamente hasta el centro del co-


rregimiento de Matagalpa y distrito de Chontales.
Los más considerables ríos que entran en la montaña en
que residían los mosquitos y desaguan en el mar del Norte
por una frontera de cerca de ochenta leguas, son : el de San
Juan, defendido por el castillo de la Inmaculada Concepción;
el de Lovaga ó Catagua, que pasa por Monte-Azul (Bluefields),
en donde ya se hallaban establecidos los ingleses, gobernados
por Enrique Corretz; el de Matagalpa, cuyo nacimiento se en-
cuentra cerca de ese pueblo y al cual denominaban Río-Gran-
de en la costa del Norte: salía áLaguna de las Perlas, en
donde tenían los ingleses otro establecimiento al mando de un
empleado á quien llamaban Maestre Ebran y de otros dos, co-
nocidos con los nombres de Capitán Thomas y Luis Salas, na-
m.­2
18 HISTORIA DE NICARAGUA

tural de las Canarias. Los del establecimiento de Monte-Azul


y los de Laguna de las Perlas se comunicaban por un brazuelo
del río en canoas pequeñas, y era allí por donde procuraban
hacer la introducción de géneros extranjeros en los distritos
limítrofes. Hay otro Río-Grande en la Nueva Segovia, res-
guardado entonces por las compañías de negros de la conquista
y los vecinos del valle del Jícaro, como se ha dicho anterior-
mente.
El Comandante de las milicias de Chontales, dió, en 1756
y 57, informes muy circunstanciados al Gobernador de la pro-
vincia, don Melchor Vida! de Lorca, de los progresos que ha-
cían los ingleses en la costa del mar del Norte y del propó-
sito que tenían de posesionarse del extenso territorio de los
mosquitos, sembrando establecimientos en diversos puntos
ventajosos á sus fines, regidos por autoridades que nombra-
ban ellos mismos con aprobación del Gobernador de Jamaica.
El de Monte-Azul ó Bluefields les proporcionaba la comodidad,
superior á todas, de una bahía abrigada, calificada entonces
como la mejor de la costa y capaz de contener por lo menos
cincuenta navíos hasta de cuarenta cañones. En cumplimien-
to de órdenes del Gobierno inglés se inició en ese punto la
construcción de una fortaleza, desde la cual había tres días
de navegación hasta un palenque de caribes, á donde llega-
ban en barcos de regular cabida; y de allí, con otros tres días
de navegación, arribaban al puerto de los ingleses, pasando sin
dificultad por un salto y tres reventazones movedizas.
Del puerto que hemos mencionado, al rumbo Norte, dista
veinte leguas la boca del río de San Juan, y en medio de esos
extremos se hallan cuatro ríos caudalosos, denominados Jua-
nazón, Punta-Gorda, el Maíz y el inmediato á la boca del San
Juan, al que llamaban Nicaragua ó Taure. En Punta-Gorda
residían tres ingleses y considerable número de zambos. Tam-
bién Laguna de Perlas, situada al Norte, estaba poblada de
ingleses, zambos y caribes: en el tránsito se encontraba el
pueblo del Piche, y siguiendo el mismo rumbo, muchas reduc-
ciones de aquellas razas.
El Comandante de Chontales, conociendo prácticamente
aquellas posiciones y los ríos y senderos por donde podía es-
LIB. Vlll.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 19

tablecerse comercio fácil y seguro con los barcos procedentes


de España, y considerando que sería de la mayor importancia
desposeer á los ingleses del Monte-Azul y fabricar allí una for-
taleza que garantizara el litoral y afianzara la posesión adqui-
rida en la época del descubrimiento, dirigió al Rey un memo-
rial con las observaciones y razonamientos que le sugería la
experiencia en favor de ese proyecto. El tiempo ha venido
manifestando que un fuerte construído en Bluefields por el
Gobierno español, habría puesto punto á las pretensiones sos-
tenidas por Inglaterra en dilatado espacio, excusado los incon-
venientes que el río de San Juan presenta á la comunicación
por sus aguas con el mar de las Antillas y tal vez ofrecido fa-
cilidades, no conocidas aún, á la excavación de un canal inter-
oceánico.
Para el conocimiento perfecto de la naturaleza y condicio-
nes de aquel territorio, vamos á copiar las propias palabras
del Comandante, escritas en su informe.
«Que el tomarle (el Monte-Azul), decía, y aun el construir
un castillo, además de que defendería la entrada á extranjeros,
facilitaría un puerto muy seguro para embarcaciones hasta de
trescientas toneladas; y siendo el río que desde él se interna
en la provincia tan sondable hasta el Salto, y el terreno des-
pués hasta la Laguna, proporcionado á hacer camino de ca-
rretas, se aseguraría el comercio de la misma provincia con
España, trayendo los preciosos frutos de que abunda.»
Si los ingleses, insistiendo en su propósito de conquistar
esta provincia en uso de los derechos que la fuerza concedía
en aquel tiempo á las naciones beligerantes, hubieran termi-
nado la construcción del castillo á orillas del Monte-Azul, no
se les habría podido impedir la entrada en el territorio de
Chontales y en la Laguna, y que cortasen la comunicación de
Granada con el castillo, privando á Nicaragua de los servicios
de esa fortaleza. En el curso de esta historia se conocerán
las causas que salvaron al país de los daños que le habría
ocasionado la empresa de sus enemigos.
No desconoció la Corte de Madrid el peligro de perder esta
colonia si los ingleses permanecían tranquilos en la costa de
Mosquitos, ocupando la gran extensión de territorio compren-
20 HISTORIA DE NICARAGUA

dida desde Bluefields hasta las inmediaciones del río de San


Juan, y estableciendo residencias con autoridades de su nom-
bramiento del Gobernador de Jamaica. La contestación que
ó

dió, en 23 de marzo de 1759, al Gobernador don Melchor Vi-


dal de Larca, favorecía .en parte y en parte contrariaba, las
medidas que este empleado le propuso para evitar ulteriores
usurpaciones territoriales. Aprobaba el celo que en sus pro-
videncias se advertía y el cuidado de explicar la situación de
la provincia por todos sus límites. Le encargaba que conti-
nuase reconociendo todo el territorio de la gobernación y es-
pecialmente las entradas que conviniera resguardar, y le 1•0­
tificaba que del puerto de Cartagena se le habían enviado
algunos fusiles y que se le proveería de más armas si las ne-
cesitaba. Pero que en cuanto á tropas, sólo debía contar con
sus experiencias militares y con la disposición de las milicias
á defender la provincia contra los extranjeros que intentaran
establecerse en ella; porque, como ya se lo tenía dicho, era
imposible dotar á toda la América de tropas regladas. Pos-
teriormente el Ministro español avisó al Gobernador Vidal,
que no podía fabricarse en Bluefields la fortificación que en
su informe proponía, y que en esa ocasión se le enviaban dos
mil fusiles: mil quinientos destinados al servicio de Nicara-
gua, y al de Costa-Rica los quinientos restantes.
Bastante manifiesto era el deseo que los ingleses tenían
de establecer comercio en los distritos y corregimientos fron-
terizos, y bien puede suponerse que hayan llevado en mira,
no sólo el lucro que obtuvieran vendiendo sus mercancías, sino
también adquirir puntual conocimiento del suelo, de la fuerza
y de los medios de defensa que el país tuviera contra ellos;
acostumbrar á los naturales á su trato y confianza y aparentar
consentimiento de parte de estas autoridades en la posesión
del territorio que se proponían usurpar. En agosto de 1756
aparecieron dos ingleses por el río de Lovaga y solicitaron li-
cencia del Corregidor para comerciar en los pueblos de aquella
comarca, manifestándole, para inclinarlo á la deferencia, que
el Comandante inglés de la costa de Mosquitos, por orden del
Gobernador de Jamaica, había dado libertad á todos los indios
cautivos, y enviaba ese aviso á fin de que fuesen por ellos, 6
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 21

bien se les condujese por los del Monte-Azul, pagando los gas-
tos el Gobierno de la provincia.
Cada día aumentaban los indicios contra el Corregidor de
Matagalpa, sobre complicidad en el comercio ilícito de los in-
gleses. Se decía que disimulaba la introducción en los pue-
blos, de los artículos que por los ríos inmediatos conducían, y
que aun él mismo los recibía en lo más espeso de la montaña,
para ocultarlos en depósitos seguros y paulatinamente traerlos
al consumo. El Gobernador, alarmado por ese hecho, cuya
impunidad habría sido causa de abusos perjudiciales al real
tesoro y hasta de la pérdida del territorio en una invasión
repentina del enemigo, quiso conocer por sí mismo la realidad,
dirigiéndose á examinar en larga extensión las márgenes del
río Lovaga y anotando los rastros que descubriese y los in-
formes que le dieran algunos nicaragüenses pobladores de
aquellos lugares. Salió acompañado de cien soldados del par-
tido y procuró hacer el viaje con cautela para no dar á cono-
cer su objeto. A las seis leguas de camino llegó á orillas de
la montaña, y entrando en ella encontró á poco andar una
choza que tenía más de catorce varas de largo y diez de an-
cho, en que se albergaban los ingleses y depositaban sus mer-
cancías para el comercio clandestino. A treinta pasos de ese
bohío corría el Lovaga por un cauce encajonado, por donde
llegaban sin embarazo embarcaciones de diez varas, pertene-
cientes á los ingleses de Monte-Azul. No conocían esos lu-
gares los vecinos del Partido, porque cuando se acercaban á
ellos eran rechazados por los enemigos, aun con peligro de la
vida. Habían llegado solamente hasta un salto que distaba
seis leguas del sitio en que se hallaba la barraca.
En noviembre de 1759, la complicidad del Corregidor de
Matagalpa en el tráfico que sostenían los ingleses, era un he-
cho indudable para el Gobernador Vida! de Larca. Así lo
hizo conocer la comunicación que este empleado dirigió de
Masaya al Capitán general del Reino, con fecha ·29 de aquel
mes, en la que le manifestaba lo siguiente:
«En carta de 13 de éste me dice US: incluyo á Vm. la a,d-,
junta representación que me hace el Corregidor de Matagalpa,
don Matías de Oropesa, acompañada de unas diligencias que
22 HISTORIA DE NICARAGUA

practicó sobre los as-untos que refiere, etc. Y como el pliego


no contenía las diligencias que en aquella cláusula se expre-
san, como también en la representación del Corregidor y pa-
reéer del señor Fiscal, desde luego con este embarazo que se
me ofreció, empecé á vacilar en la determinación. Mantúveme
en este estado algún tiempo; y por fin, atento á los varios
casuales accidentes que se han ofrecido desde el día de la lle-
gada del Corregidor, he suspendido y suspendo obrar ni dar
paso alguno en las materias que se me encargan en la citada
l:� US., así por la falta de aquel instrumento por que me debía
guiar en algunas, como porque el estado de las cosas, á mí
ver, no permite ya proceder á informes solamente, como se me
previene por US. y pide el señor Fiscal en la vista que se le díó
de la representación del di.cho don Matías de Oropesa, sino
que parece preciso proceder contra éste y los demás que re-
sultaren culpados en la pesquisa que correspondía hacer. Esto
digo, porque además de que hace muchos días se habla no poco
en estos países del trato y correspondencia del dicho Oropesa
con· los extranjeros de la costa, las diligencias que acompaño,
practicadas de mi orden en la jurisdicción de Nueva-Segovia,
sólo en fuerza de los recelos de enemigos que me manifestó
el Sargento Mayor don Francisco Huete en su carta que está
por cabeza de ellas, y uniendo lo que de ellas resulta lo
á

producido de las demás practicadas anteriormente en fuerza


de las operaciones y pasos dados por el inglés Agustín Mon-
tcnegro, las que he mandado acumular á las últimas; me pa-
rece tener bastante razón para decir que debe procederse á

más que á informaciones, ó mantenerme en la inacción que he


resuelto, hasta que US. sea muy servido providenciar y man-
darme lo que hallare por más conveniente en el caso.»
Llamaba el Gobernador la atención del Capitán general
sobre los graves peligros que amenazaban esta provincia, de
á

ser invadida por el extranjero, aumentados con el conocimiento


que éste había adquirido de las entradas por el ria Lovaga y
Yasica al partido de Matagalpa y Chontales; y concluía su in-
forme quejándose de que su autoridad se hallaba muy limitada
por la que ejercían los corregidores en sus respectivos distri-
tos, aunque protestaba que al hacer esta indicación no le mo-
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 23

vía la ambición de mayor mando, sino solamente el interés con


que se dedicaba al servicio del Rey.
El Corregidor Oropesa fué juzgado criminalmente y dejó
de servir el destino.
Volvamos la vista á lo interior de la provincia, en donde
ocurrían dificultades y disputas sobre asuntos eclesiásticos,
que formaban el tema de las conversaciones, dando subido in-
terés al sentimiento religioso de aquel tiempo.
Por costumbre inmemorial ocurrían cada dos años los pue-
blos de Nicaragua al gobierno superior, á pedir provisión or-
dinaria que llamaban de fábrica, para la reedificación de las
iglesias, y se les concedía la cuarta parte del tributo, según
estaba dispuesto por la ley 6\ título II, Libro I de la Reco-
pilación de estos reinos. Pero acontecía muchas veces que la
iglesia de un pueblo en que la cuarta parte de tributos impor-
taba al año cincuenta pesos, necesitaba de dos mil para su
reparación, y que reduciéndose la concesión á ciento, no se
daba ni la décima parte del gasto. Así que, por falta de re-
cursos dilataba largo tiempo la construcción de un templo, y
cuando se llegaba á la conclusión de la obra, hallábase ruinosa
la parte que primero se había fabricado.
Aun se presentaba otra dificultad para el pago de la sub-
vención, dificultad nacida de los trámites y ocursos con que
los pueblos habían de pedirla. En la ley 5� ?el título y libro
citados, refiriéndose á distintas clases de iglesias, se disponía
que la cuarta parte con que debía contribuir la real hacienda
para la fábrica de esos edificios, se diera por la primera vez,
si con noticia del pago no ordenaba el Rey otra cosa. Hacién-
dose cargo de lo impracticable que era el ocurso á la real per-
sona para alcanzar mayor suma, se conocerá lo ilusorio del
beneficio que habían querido conceder aquellas leyes; puesto
que la Audiencia, haciendo extensiva la limitación de la 5� á
la concesión otorgada á los indios por la 6\ negaba á éstos la
repetición del socorro, si no tenía la especial autorización del
Monarca.
Con presencia de las dificultades que ocurrían para edifi-
car las iglesias de los pueblos, la Real Audiencia de Guatema-
la, en carta de lQ de julio de 1752, propuso al Rey un medio
24 HISTORIA DE NICARAGUA

que parecía aceptable en aquellas circunstancias y con el cual


se evitarían exageradas pretensiones de parte de los solicitan-
tes. Consistía en regular la cantidad que se concediese, por el
importe de la obra, previo avalúo: esto es, la mitad, tercera ó
cuarta parte, la que debería pagarse desde luego deduciéndose
del total de los tributos. Consideraba la Audiencia que con ese
arreglo se haría igual la distribución á todos los pueblos; se
aprovecharían éstos de la cantidad cedida, invirtiéndola con
utilidad manifiesta; pagarían los indios el tributo con buena
voluntad y prontamente, puesto que debía emplearse en bien
de cada localidad, y se removerían los continuos embarazos y
discordias que se presentaban por las opuestas interpretaciones
á que daban origen las leyes.
En cédula expedida en el Buen-Retiro, con fecha 9 de ene-
ro de 1757, después de oído el dictamen del Consejo de Indias,
atribuía el Rey á la inobservancia de las leyes, los inconve-
nientes que se presentaban para la edificación de las iglesias
por deficiencia de los fondos destinados áese objeto, y reco-
mendaba que en lo sucesivo se diese puntual cumplimiento á
lo que prevenían la ley 16" del título 11, libro I y otras del tí-
tulo V y Libro VI de la Recopilación de Indias. Y presupo-
niendo la recta aplicación de esas disposiciones, encargaba al
Presidente que, de acuerdo con el Arzobispo de Guatemala y
con los Obispos de Nicaragua, Honduras y Chiapas, tratase
sobre el particular con la seriedad y cuidado que pedía la im-
portancia del asunto, y ejecutase todo lo que se mandaba en
la ley 16\ reconociendo el estado en que se hallaban las fá-
bricas de las iglesias y la decencia con que se colocaba el Sa-
cramento, los cálices, ornamentos y todo lo demás pertene-
ciente al culto divino, é informándole de dónde y cómo podrían
ser las iglesias socorridas.
Esa real disposición, en que nada se modificaba ni resol-
vía, dejó en espera á los pueblos, y dependientes de Jo que el
Capitán general y los Obispos arreglaran sobre el cumpli-
miento de las leyes; y como los obligaba el Monarca en su real
cédula á ejecutar lo que ellas terminantemente disponían, atri-
buyendo á su inobservancia las dificultades con que se trope-
zaba para la fábrica de las iglesias, debían resignarse los pue-
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 25

bias con su destino de tener por templos, miserables é inde-


centes bohíos ó edificios de paredes y tejas dañados en sus
bases por los frecuentes movimientos de la tierra.
Había tomado posesión de la Mitra de Nicaragua (febrero
de 1755) en reposición del señor Morel, que fué trasladado á
la Diócesis de Cuba en 1753, don José Antonio Flores y Rive-
ra, Canónigo de la I. C. de México. Murió por diciembre
de 1756, razón por que en el asunto de fábricas estuvo enten-
diendo el Cabildo Eclesiástico, compuesto de los señores don
Juan Carlos Vílchez y Cabrera, don Clemente Rey Alvarez y
don Baltasar de Berrío y Arce. Sucedió al señor Flores don
Fray Mateo de Navia Bolaños Moscoso, de la orden de San
Agustín y natural de Lima, por elección que en él se hizo el
año de 1758. Se consagró en Madrid en 1759 y tomó posesión
por marzo de 1760.
El Capitán general había pedido al Cabildo Eclesiástico de
León, así como á los prelados sufragáneos de las otras dióce-
sis, informes circunstanciados del estado en que se hallara cada
una de las iglesias y de la necesidad que tuvieran de cálices,
capas, casullas y demás objetos destinados al culto, fin de
á

hacer un cálculo de las sumas que deberían tomarse del fondo


de tributos, y formar con precisión el plan que el Rey les ha-
bía encargado para la ejecución de las leyes. Cerca de dos
años transcurrieron sin que los Canónigos diesen el informe,
y aunque ellos excusaban su lentitud con la tardanza de los
curas en dirigirles el que por su parte les habían pedido para
el mejor conocimiento del asunto, no puede disimularse la mo-
rosidad con que procedían, puesto que no manifestaron al go-
bierno haber dictado providencia alguna de apremio para el
cumplimiento de sus órdenes, ni le presentaron copia ó rela-
ción de la correspondencia mantenida sobre el particular con
uno solo de los párrocos.
También el Obispo don Mateo José de Navia y Bolaños fué
requerido por exhorto que la Real Audiencia dirigió al Alcal-
de de primer voto de León, Pedro Fernández de Urroz, efecto á

de que enviase las diligencias que hubiese formado con rela-


ción á las noticias que debían servir en la designación de la
suma de dinero que del fondo de tributos se tomaría para la
26 HISTORIA DE NICARAGUA

fábrica de iglesias. A esa demanda contestó el Obispo, que


el Cabildo Eclesiástico no le había dado conocimiento, ni de la
real cédula, ni de las disposiciones de la Audiencia y Capita-
nía General: que tan luego hubo tomado posesión de esta Dió-
cesis, se había dirigido en visita á la provincia de Costa-Rica,
en donde recorrió todos los pueblos, adquiriendo datos impor-
tantes acerca de la situación en que se hallaban las iglesias,
los que comunicaría oportunamente al gobierno superior del
reino; pero que no podía guardar silencio sobre la ineficacia
de las medidas acordadas hasta entonces, porque siendo dife-
rentes las necesidades de Guatemala, Comayagua, Chiapa y Ni-
caragua, insuficientes y aun inútiles serían los informes de
cada uno de los prelados para llegar á un arreglo común.
Bien se comprende que el Monarca conocía perfectamente
que no era obligación del poder civil fabricar las iglesias de
los pueblos que de ellas careciesen, y que cuanto habían que-
rido sus antecesores, al cederles la cuarta parte del producto
de tributos, era socorrerlas, contribuyendo anualmente con esa
suma, cualquiera que fuese, al aumento del culto. Pero el Ca-
pitán General y la Audiencia pensaban, sin duda, que del real
tesoro debía hacerse todo el gasto, y por eso se quejaban de
que la cantidad asignada era tan corta, que cuando se llegaba
á la conclusión de la obra, exigía reparaciones lo edificado o ]
principio.
Siempre se consideró por la Iglesia y por los Monarcas,
que los obispos, el clero y demás interesados en los diezmos,
debían edificar y reparar las iglesias parroquiales; y se fun-
daban, al atribuirles este deber, en un pasaje de los Parali-
pómenos, según el cual Joas, rey de Judá, hizo llamar á Jo-
daya, Pontífice, y á los otros sacerdotes y los reprendió por�
que no reparaban el templo, mandando que por no haberlo
hecho no les acudiese el pueblo con los diezmos, mientras no
lo ·reparasen; y diputó el Rey personas que los recaudasen y
los invirtiesen en dicho reparo. Aun hay disposiciones canó-
nicas en que se resuelve, que no teniendo fábrica la iglesia, ó
no bastando la que tuviere, esto sea á cargo de los eclesiásticos
y personas que lleven los diezmos, dejando congrua sustenta-
ción á los que residen y sirven en la iglesia; y que en falta
LIB. VIII.--CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 27

de lo dicho, sea obligación de los legos por los sacramentos


que se les administran (1).
Constituía la renta principal destinada á la conservación
y aumento del culto católico, la décima parte de los frutos re-
cogidos en cada año, hubiese no ganancia en la producción;
ó

circunstancia esta última que dió ancho campo á los reforma-


dores de las instituciones religiosas para censurar acerbamente
la del diezmo, suponiéndolo imposición odiosa del catolicismo
á la sencilla credulidad de los pueblos de la Edad Media, y
negándole la legalidad de su origen, la moralidad de su inver-
sión y su importancia religiosa. Se ha visto en lo relacionado,
que la fábrica de las iglesias gravaba la masa decimal, y que
por el mismo hecho disminuía la renta de los partícipes en la
legal distribución de los fondos.
Para formar el plan de ejecución y cumplimiento de las le-
yes de Indias, referentes á fábricas, y conocer lo que tocaba á
cada partícipe y la extensión de sus obligaciones en la con-
currencia que les estaba impuesta, debían tener presente el Ca-
pitán General y los obispos el grueso de la. masa decimal y la
distribución parcial hecha en las leyes y en la bula de erección
de cada Diócesis.
En el quinquenio corrido desde 1734 hasta 1738 inclusive,
ascendió la renta á la cantidad de siete mil doscientos cua-
renta y cinco pesos, cuatro reales y veintiséis maravedises cada
año. En los quinquenios anteriores no excedió, un año con
otro, de cinco mil quinientos á seis mil pesos, aun incluyendo
en esa suma los diezmos de Costa-Rica.
La práctica de sacarla al remate, admitiéndose posturas
en el todo de la cuantía, ó por partes, según las jurisdicciones
en que estuviera dividida, causaba notables perjuicios, que no
podían evitarse. Queriendo el Cabildo Eclesiástico alejar las
confabulaciones fraudulentas que formaban los postores, ya

(1) Suprimidos los diezmos en Nicaragua por el Concordato ele 29 de


agosto de 18G2, se impuso el Gobierno la obligación de suministrar anual-
mente la cantidad de S 11,132 para dotaciones de obispo, cabildo eclesiás-
tico, capellanes de coro. sacristán mayor, maestro de ceremonias, sacris-
tán de la Capilla y músicos, y para gastos del seminario,· fábrica de la
Catedral, confesores, iglesias pobres, hospitales y otras erogaciones even-
tuales.
28 HISTORIA DE NICARAGUA

para que las posturas no subiesen, ya para separar molestos


concurrentes dándoles alguna cantidad en compensación de sus
deferencias; propuso al Monarca un medio que en realidad cor-
taba el mal desde sus raíces. Consistía en la facultad que
se diera á la Corporación, de poder tomar la renta decimal
por el tanto en que á cualquier particular se rematase. El
Cabildo no acompañó documento ninguno para comprobar los
males de que se quejaba; razón por que el Monarca pidió in-
forme la Real AÚdiencia y á los Oficiales Reales de Guate-
á

mala, en comunicación de 4 de marzo de 1738, la que fué con-


testada en 13 de marzo de 17 40; y con presencia de los docu-
mentos enviados, accedió el Rey á la solicitud, imponiendo al
Cabildo la obligación de distribuir la renta del modo expresado
en el informe, y de presentar cada año cuenta y relación ju-
rada de su producto, con distinción de los que perteneciesen
á cada partido. La distribución debía hacerse de la manera
siguiente:
Con los dos novenos que tocaban á la real hacienda en· la
mitad de toda la gruesa, había de entrar en las cajas de la
ciudad de León la cuarta episcopal, para pagar á la Mitra los
quinientos mil maravedises que le estaban asignados; obligán-
dose el Cabildo Eclesiástico directamente á su satisfacción, para
que así quedasen las cajas reales sin ese gravamen, y decla-
rándose en cuanto á esto, que si la expresada cuarta excedía
de los quinientos mil maravedises, debería pagar solamente
lo que correspondiera, y que en caso de vacante del obispado
la I enterase íntegramente en las cajas, como perteneciente á la
real hacienda.
Además de la cuarta y novenos referidos, había de entrar
en las mismas cajas el medio noveno de la mitad de los diez-
mos del partido de León, que tocaba al Sacristán mayor de la
Catedral. Esta cuota era tan corta, que solía producir sola-
mente, un año con otro, la cantidad de cincuenta á sesenta
pesos; pero por disposiciones del superior gobierno se daban
cada año, de las reales cajas, para completar el sueldo, veinte
mil maravedises.
Los diezmos de las ciudades de Cartago y Esparza produ-
cían regularmente al año, de seiscientos á setecientos cincuen-
LIB. VIII.-CAP. I.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 29

ta pesos. Quedaba obligado el Cabildo á dejar en las arcas


reales tres novenos y medio para los curas, medio noveno para
el sacristán, y otro medio noveno que se aplicaba al hospital
de la villa del Realejo, en compensación de cincuenta mil ma-
ravedises que del tesoro real se daban á la iglesia parroquial
de españoles de la ciudad del Espíritu Santo de Esparza, de
otra pensión de la misma cantidad con que se asistía á los dos
curas de la ciudad de Cartago, cabecera de la provincia de
Costa-Rica, y de veinticinco mil maravedises que se pagaban
al sacristán; siendo condición que el noveno y medio del hos-
pital del Realejo, la mitad de los diezmos de esa villa y de
los de Cartago y Esparza, habían de ingresar en la real ha-
cienda mientras no llegara el caso de su fundación, que hasta
entonces no había tenido efecto por falta de medios.
La facultad concedida al Cabildo Eclesiástico, de tomar loa
diezmos por la mayor cantidad que otros postores ofrecieran,
ya fuesen los de todo el obispado, ya parcialmente los de al-
gunas parroquias, produjo una seria dificultad originada del
abuso cometido por aquella Corporación, de dar á los músicos
de la Catedral la renta perteneciente á los curas de Granada
don Domingo Cabezas y Urizar y don José Antonio Lacayo de
Briones, y la del sacristán mayor de la parroquia,
La ley asignaba á los curas los cuatro novenos, y el medio
noveno al sacristán. Formaron instancia ante la Audiencia
Real por semejante despojo; y en la sentencia ejecutoriada se
mandó restituirles en la posesión de la renta con todos los
frutos y emolumentos, desde que fueron despojados, y se libró
despacho al Obispo, para que hiciese la correspondiente liqui-
dación, de la cual resultó, que los canónigos debían á los curas
la suma de dos mil setenta pesos, dos maravedises.
Pero, habiendo vuelto el asunto, por solicitud de los canó-
nigos, al conocimiento de la Audiencia, ésta, oponiéndose á lo
mismo que antes había dispuesto, declaró sin lugar el pago de
la cantidad reclamada. Ocurrieron los curas al Monarca, quien
por real cédula expedida en el Buen Retiro á 24 de diciem-
bre de 1755, ordenó que sin otra discusión ni más examen y
en cumplimiento de la ejecutoria librada á favor de los párro-
cos, se procediese ejecutivamente y conforme á derecho, contra
30 HISTORIA DE NICARAGUA

los bienes y rentas de los capitulares, hasta que no se consi-


guiese la real y efectiva paga del descubierto de los dos mil
setenta pesos, que habían resultado de la liquidación, con más
las costas, daños y perjuicios hasta su total reintegro, no
admitiéndose dilaciones ni nuevos recursos. Y aunque se ha-
bía dudado si debía ó no concederse la segunda suplicación,
por la cuantía que importaba la deuda, el Rey resolvió oír
en este caso á los curas, no sólo porque en la revista habían
introducido subsidiariamente la acción que les competía contra
los canónigos y que no estaba deducida en el grado de vista,
sino también, porque tratándose de eclesiásticos pobres, de-
bía estimarse respecto de ellos como exorbitante la cantidad
de dos mil setenta pesos, conforme á varias reglas de derecho,
y asimismo porque, aun suponiendo sin lugar el recurso ex-
traordinario, siempre debían considerarse inherentes á la real
persona facultades especiales para proveer el remedio oportuno
cuando no quedara otro y se interesaran vasallos de partes tan
lejanas como éstas, según estaba declarado por real cédula de
16 de junio de 1720.
Los inconvenientes con que se tropezaba para la reedifica-
ción de los templos parroquiales, á causa del corto auxilio
que á ese efecto prestaba el gobierno civil, habían hecho com-
prender que mayores y de más difícil remedio serían los que
se presentaran para la construcción de iglesias nuevas en pue-
blos que se hallasen en vía de formación. Por esta circuns-
tancia, y para obviar las dificultades que las autoridades del
reino podían encontrar en la concesión de títulos de funda-
dores, los particulares que los solicitaban, se comprometían,
por lo regular, á fabricar por su cuenta las parroquias.
En 1753 don Juan Bautista Almendares se presentó al su-
perior gobierno, manifestando que á doce leguas de Granada y
á úna del río de Tipitapa, en la vega de éste, poseía una hacien-
da cuyo sitio era amenísimo y frecuentado por numerosos pa-
sajeros: que á sus inmediaciones se encontraban muchas ha-
ciendas, en las cuales, como también en los montes cercanos,
vivía multitud de personas que carecían de pasto espiritual:
que por esta causa se había resuelto, previo permiso del Obis-
po, á fundar allí un lugar de vecinos, á costa suya, haciendo
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 31

construir una capilla y pagando capellán que administrase en


lo espiritual; y que deseando que la población tuviese mayor
extensión y aumento, ocurría al Capitán General solicitando
licencia en forma y que ordenase á las justicias de estos te-
rritorios le diesen los auxilios necesarios para el exterminio
de ladrones y salteadores.
El Fiscal, á quien se dió vista, dijo, que aunque era meri-
toria la conducta de Almendares y digna de aplauso su reso-
lución, no tenía derecho al título de fundador, por carecer de
las calidades que para eso exigía el Libro IV, título V de la
Recopilación de Indias. Opinaba, por tanto, que se dirigiese
despacho al Gobernador de la provincia, previniéndole, 'que si
el sitio designado por Almendares era á propósito, de clima
sano, abundante en agua, pasto y leña para la población que
se intentaba formar, dispusiese lo conveniente á este fin, pres-
tando á Almendares el apoyo necesario y procurando reunir
á todas las personas dispersas por los montes, á efecto de que
viviesen en el pueblo; y otro despacho á Almendares, dándole
para aquel objeto comisión bastante y cuanta por derecho se
requería, sin perjuicio de las facultades que debían ejercer el
Gobernador de la provincia y las justicias ordinarias para pro-
ceder 'con/ orme á la ley contra los ladrones y salteadores de
caminos y en cualesquiera otras causas, llevando la insignia
correspondiente.
El Presidente resolvió de entera conformidad con el pedi-
mento fiscal (febrero 17) y comunicó su resolución al Goberna-
dor Rancaño, quien por acta celebrada. en Masaya el 10 de
abril del propio año, ofreció obedecerla y cumplirla.
Durante los dos años siguientes, Almendares se dedicó á
la mejora y aumento de la población. El número de casas su-
bía de sesenta y en ellas moraban más de trescientos vecinos,
cuyos nombres aparecen en una certificación expedida por el
Capellán don Manuel Ponce de León: la iglesia tenía cuarenta
y ocho varas de largo y estaba cubierta de tejas; su portada
era muy lucida, y en fin nada le faltaba de cuanto fuese ne-
cesario á la decencia del culto divino.
Otra mejora de grande importancia fué la construcción
de un puente, hecho á expensas de Almendares, que servia para
32 HISTORIA DE NICARAGUA

pasar el río en una anchura de doscientas varas castellanas.


Esta obra, al mismo tiempo que evitaba la repetición de des-
gracias ocurridas en años anteriores, facilitaba el tránsito de
los pasajeros.
A principios de 1755 se presentó Almendares al Capitán
General, exponiéndole todos los progresos efectuados en el pue-
blo, y manifestándole, que por haber estado dedicado á esos
importantes trabajos, no había pedido el título formal de fun-
dador; pero que lo hacía entonces, solicitando la jurisdicción
civil y criminal en primera instancia. También hacía presente,
que había impuesto una corta contribución de pasaje por el
puente, á beneficio de la parroquia.
El Fiscal opinó, que aunque en rigor de derecho no debía
tenerse á don Juan Almendares como fundador, por no haber
precedido la estipulación y licencia prescritas por las leyes,
con todo, habiendo cumplido los más sustanciales requisitos,
según expresaba en su solicitud, se diese orden al Gobernador
de Nicaragua, don José González Rancaño, para que recibiese
información sobre la calidad del terreno en que se había fun-
dado el pueblo, sobre el número de casas y vecinos, la exten-
sión de los campos, ejidos y dehesas, y en fin, sobre todos los
puntos á que se referían las leyes 1ª, 2ª y 6ª título V y 1ª y 10ª
título VII del Libro IV de la Recopilación de Indias. En vista
del resultado de la información, se resolvería lo que pareciese
de juatícía: y en cuanto al puente, aconsejaba el Fiscal, que
ni el Gobernador ni las autoridades de Granada se entrome-
tiesen en su manejo y administración, los cuales correspondían
á Almendares, á quien debía aprobarse la contribución impues-
ta á los pasajeros, en consideración al piadoso fin á que esta-
ba destinada.
El Presidente se conformó con el pedimento, y comunicó las
órdenes necesarias al Gobernador de la provincia.
Antes de que éste comenzase á cumplir su comisión, susci-
táronse dificultades entre Almendares y el Ayuntamiento de
Granada. El primero se presentó al Gobernador, quejándose
de que el Cabildo le estorbaba el ejercicio de los derechos que
el gobierno superior del reino le había otorgado sobre el puen-
te de Tipitapa. El Gobernador dispuso, que se notificase al
LIB. VIII.-CAP. I.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 33

Ayuntamiento la resolución del Capitán General, lo que ejecutó


en 6 de julio de 1756 el Escribano Público don Crisóstomo Buí-
trago. Terminada la lectura, el Cabildo respondió, que obede-
cía las órdenes superiores, pero que antes de darles cumpli-
miento suplicaba al Presidente reconsiderase su resolución, con
vista de mejores informes y tomando en cuenta las siguientes
observaciones: Que el Cabildo de Granada, desde la funda-
ción de esa ciudad había gozado del derecho de pasaje por el
río de Tipitapa: que habiendo algunos hacendados de las inme-
diaciones (entre ellos Almendares) intentado en años anteriores.
arrebatar á la ciudad ese derecho, pasando en canoas á los via-·
jeros, el Cabildo se había quejado al Capitán General, quien
resolvió en favor de la Corporación, disponiendo que ésta per-
cibiese medio real por cada bestia y dos reales por cada par-
tida de ganado: que en virtud de esa facultad el Ayuntamiento
acostumbraba dar en arriendo por treinta y cinco pesos anuales
el derecho de pasaje, y siendo arrendatario de él don Juan Al-
mendares, había éste procedido á la construcción del puente
y obtenido después, por medio de falsos informes, el privilegio
de manejar la empresa, sin intervención de las autoridades, y
aun la aprobación del impuesto de pasaje á beneficio de la igle-
sia de San José de Tipitapa. Consideraba el Cabildo, que este
privilegio perjudicaba los intereses de la ciudad de Granada, la
cual, quitándole ese arbitrio, no tendría otro más que el del
abasto de carnes, que sólo producía cuarenta pesos al año.
Y pasando á otras consideraciones, manifestaba el Cabil-
do, que don Juan B. Almendares, en lugar de merecer el tí-
tulode fundador de San José de Tipitapa, era digno de castigo,
por no haber observado las formalidades de derecho, antes de
comenzar á establecer el pueblo: que éste no poseía el número
de habitantes y de casas que Almendares había asegurado al
superior gobierno; y que, lejos de ser útil su fundación, era
perjudicial, porque se había convertido en asilo de todos los
vagabundos y malhechores que infestaban los montes y case-
ríos inmediatos. Que también se notaba el peligro en que que-
daría la ciudad de Granada, de caer en poder de los ingleses,
porque la mayor parte de los vecinos aptos para el servicio
de las armas, se trasladaban Tipitapa, y cuando ocurriese
á

Ill.­3
34 HISTORIA DE NICARAGUA

un lance imprevisto, sería difícil hacerlos llegar á tiempo á


la ciudad. Por último, el Ayuntamiento atribuía á Almendares
el grave delito de haber alterado el acuerdo del Presidente, en-
mendando según su interés algunas palabras, suprimiendo
otras, é interpolando entre líneas conceptos que no habían sido
expresados por el gobierno.
Suscribían la representación del Cabildo, don José Antonio
Lacayo, don Juan Antonio de Bendaña, don Narciso José de
Argüello, don Pablo Antonio Selva, don José Vargas, don José
de Argüelles y don José Francisco Marenco.
El Gobernador González Rancaño pasó al pueblo de 'I'ípí-
tapa, y en el reconocimiento que de él hizo encontró ser cierto
cuanto había asegurado Almendares al gobierno superior. El
terreno tenía la extensión necesaria á los trabajos que los mo-
radores emprendieran : el clima era sano: las aguas y los pas-
tos, abundantes; y fácil la comunicación con León Viejo por
el lado de Managua y por tierra con Granada, con el partido
de Chontales, Segovia y otras poblaciones de la provincia. El
número de habitantes pasaba de 300 y el de las casas de 75.
La iglesia parroquial y el puente del río, construídos á expen-
sas de Almendares, tenían todas las calidades que les había
atribuído éste en su solicitud. En el lugar escogido se re-
unían, pues, ventajas muy notables que hacían útil y digna
de ser conservada la población de Tipitapa.
El informe en que Rancaño dió cuenta de su comisión, fe-
chado en San José de Tipitapa á 18 de agosto de 1756, fué en
todo favorable á la petición de Almendares.
Don Matías de Oropesa, Corregidor de Matagalpa y Chon-
tales, estuvo en el pueblo de San José, y por solicitud de Al-
mendares dirigió al Capitán General otro informe, en que cir-
cunstanciadamente le describe la población, haciendo notar su
importante posición geográfica y el progreso á
que en pocos
años había llegado.
«La iglesia, decía el Corregidor, se compone de cuarenta
y cinco varas de largo, y á su correspondiente el alto y ancho;
siendo el adorno y fábrica (aunque sin fenecerse), pero pongo
en la soberana comprehensión de US. que no admira lo eje-
cutado, sino que en tan corto tiempo más parece fábrica de
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 35

veinte años que labor de un solo año, porque su arquitectura


(aunque de adobes) se halla hermoseada con buena disposición
de nivel y demás que no puede darse mejor; el techo, de ma-
deras bien labradas, compuestas, casadas y con firme clava-
zón, y además de lo dicho, cubierta de teja y encalada, de suer-
te que parece de cal y canto. Las sagradas imágenes, tan be-
llas, que inclinan á singular devoción, con igual compostura y
adorno. Los ornamentos son muy ricos, de tela de plata y
oro, que aun fueran suficientes para una catedral, los vasos
sagrados pueden competir con los más exquisitos de toda esta
provincia. Su coro, de madera torneada, tan grande y sufi-
ciente que en muchas partes fuera apetecido, y en él un ór-
gano de célebres voces y pulida compostura, teniendo al mis-
mo tiempo quien lo maneje; de suerte que todo mueve á muy
profunda reverencia, veneración y devoción.»
«El cabildo está en la parte más pública, con los ministe-
rios de prisiones y anexos de justicia, un fuerte cepo y grillos,
con otras disposiciones para que los viandantes tengan aloja-
miento tan bien ordenado como si fuera de una ciudad; pajizo,
pero de catorce varas de largo, y al respectivo su ancho y alto,
para el remedio de los que necesitasen castigo, que es cuanto
pudiera ordenar nuestro católico Monarca y Señor, para que
sus vasallos vivan como deben.»
«El terreno es muy llano y liso, como si fuera labrado á
mano; su cielo, limpio y benigno; los aires, saludables; su
plantaje y ... (1) tan fecundo, que lo que se siembra en él,
fructifica en desmedida abundancia, de suerte que, según las
labores que en los cortos campos que poseen y las crecidas
utilidades que por esto obtienen los que se hallan fundados
en dicha población, dan tanto crédito á los que las ven, que, á
mi concepto, dentro de muy breves años puede hacerse entre
las ciudades dicha población el emporio de todas; pues si en
un tan corto tiempo se halla tan poblada y llena, se deja al
soberano discurso de US. cuál se podrá hallar en lo venidero,
con el favor que el fundador espera de la benigna atención

(1) Borrado en el original.


36 HISTORIA DE NICARAGUA

de US., adelantando su celo cuanto puede ser en servicio de


ambas magestades.»
«Tiene por padrón trescientas y treinta personas de am-
bos sexos, tan gustosas con el agrado de su poblador, que aun-
que éste ejecuta justicia (y es siempre temida) la ejerce con
paternal distribución y ejemplo singular de su persona, con
lo que es aclamado por padre más que temido por juez, siendo
tan manirroto, que en su casa hallan amparo los desvalidos,
auxilios los destituídos, consuelo los desconsolados, que comer
los hambrientos, no permitiendo escándalos ni vicios, ocupán-
dolos en sus continuas fábricas, siembras y poblaciones; para
cuyo efecto el poblador tiene hecha donación de trece y media
caballerías de tierras, que en nombre de nuestro Soberano re-
partió para el más feliz logro de la Real Corona, enagenando
lo suyo propio para fomentar esta real obra.»
«Dicha población se halla distante de la ciudad de Granada
doce leguas, inmediata á la garganta de las dos lagunas (de
Managua y dicha ciudad de Granada); de suerte que el paso
que tienen los que trafican de todo el partido de Sébaco y
Chontales, los dueños y sirvientes de la citada ciudad, es tan
disforme, que si el arbitrio del poblador no fuera tan exqui-
sito, no pudieran proveerse de los necesarios menesteres. Pero
tiene dicho poblador hecha y cuidada y fuerte una puente de
madera, tan bien discurrida y aprovechada, que hasta ahora
en tantos años que há la conquista de dicha ciudad de Grana-
da, no se había visto ni discurrido, por lo que se padecían tan-
tas incomodidades y desgracias, como imposibilidad por lo
ancho de dicho paso ó garganta, pues se compone la mencio-
nada puente de doscientas y ocho varas, con la que hallan feliz
pasaje los indios que para lograr la paga de sus tributos van
á trabajar á Chontales, los mercaderes y traficantes sus con-
tinuos comercios, de cuya seguridad resulta el crece de las
reales alcabalas, y los pobres pasan á buscar de unas á otras
partes su remedio, lográndolo por la gran facilidad de dicho
puente; porque cuando no lo había, en sólo llegar á ver las
orillas de dicho paso, paraban el discurso por el riesgo que
se les prevenía; y aclamando los dichos comerciantes el públi-
co beneficio que se les irrogaba, espontáneamente se obliga-
LIB. Vlll.--CAP. 1.-TRASLAClON DEL SEMINARIO, ETC. 37

ron á dar al poblador el corto estipendio de medio real por


el pasaje, el que tiene asignado á fin de que el culto divino
posea el aprovechamiento en crecido logro de las almas, y
con esto se verifiqpe el adelantamiento del pueblo y servicio
real.»
Concluía el Corregidor su informe proponiendo al Presiden-
te la formación de un nuevo partido cuya cabecera fuese el
pueblo de San José de Tipitapa, y que su fundador, don Juan
Bautista Almendares ejerciera el mando político y la jurisdic-
ción civil y militar, con independencia del Jefe de la Provin-
cia y de los corregidores de distrito, y sujeto solamente al
gobierno superior del reino.
El Presidente y Capitán General dispuso, que mientras no
se resolviese el asunto principal sobre la concesión del título
de fundador que solicitaba Almendares, se amparase al Ca-
bildo de Granada en la posesión del derecho de pasaje por el
río de Tipitapa, prohibiéndose á Almendares exigir estipendio
alguno á los comerciantes que transitaran por el puente. Es
de suponerse que esa determinación, aunque de carácter pro-
visional, aseguró definitivamente con el transcurso del tiem-
po los derechos que alegaba el Ayuntamiento; puesto que vein-
te años más tarde (1777) habiendo fallecido Almendares y
pretendido su viuda doña María Josefa Sierra llevar adelante
el pleito, fué desechada su solicitud por acuerdo del superior
gobierno.
Para concluir el presente capítulo, resta solamente hacer
mención de los cambios de empleados principales, ocurridos en
el período que él comprende.
El Gobernador don Alonso Fernández de Heredia tomó po-
sesión de su destino en 17 46, según queda dicho en el capítu-
lo X del libro anterior. Fué acusado varias veces por abusos
que se le imputaban en el ejercicio de sus funciones. El Al-
calde Mayor dé Sonsonate se quejó á la Audiencia, de que el
Gobernador Fernández de Heredia acostumbraba expedir li-
cencias para la salida de embarcaciones del Realejo con destino
á aquel puerto, facultad reservada al Gobierno del Reino. Com-
probado el hecho, aquel Tribunal se limitó á prevenir al acu-
sado, en real provisión de 4 de julio de 1749, que en lo suce-
38 HISTORIA DE NICARAGUA

sivo se abstuviese de conceder tales permisos, amenazándole,


en caso contrario, con una multa de quinientos pesos.
El año de 1748 el Provisor y Vicario General del Obispado,
Presbítero don Domingo Cabezas y Urizar, siguió en Granada
una información contra el Gobernador, en la que cinco indios
de Jalteba declararon sobre las vejaciones que en los natura-
les cometía Heredia, no pagándoles su servicio personal ni los
víveres que suministraban á él y á los soldados. Envió el
Provisor esas informaciones á la Audiencia, junto con tres
certificaciones de los curas de Managua, Masaya y Nagarote,
en que se hacía constar que iguales arbitrariedades ejecutaba
con... los habitantes de estas últimas poblaciones, y que don
Francisco Sacasa, 'Teniente del Gobernador, formaba reparti-
mientos de indios, á quienes ocupaba en el cultivo del algodón
para hilados.
La Audiencia mandó á pedimento del Fiscal, en 20 de fe-
brero de 1748, que ante todas cosas afianzase de calumnia y
costas el Provisor y Vicario don Domingo Cabezas, y dió co-
misión secreta á don José Briceño, Alcalde Ordinario de León,
para que en concepto de pesquisidor averiguase si eran ó no
ciertos los excesos que al Gobernador se atribuían.
El comisionado hizo comparecer á los indios de J alteba y
á los curas de Managua, Masaya y Nagarote, para que ratifi-
casen sus declaraciones. Todos ellos, y aun otras muchas per-
sonas á quienes también interrogó sobre el particular, lejos
de sostener las inculpaciones hechas al Gobernador, procura-
ron excusarle y declararon en contra del Provisor; por lo que
la Audiencia determinó extrañar á este último de la provincia,
condenándole en costas y privándolo de· la renta y beneficio
curado que tenía y declaró á Heredía recto y justificado mi-
nistro.
Interpuso Cabezas el recurso de súplica para ante el Con-
sejo de Indias; y habiéndose visto en él las informaciones ins-
truídas sobre el asunto y otros documentos con que acreditaba
el Provisor su buena fe y la rectitud de sus miras, determinó
el Monarca en real cédula de 5 de septiembre de 1754, que se
tuviese por nula la sentencia de la Audiencia: que se restitu-
yera al Presbítero Cabezas á la provincia de Nicaragua, con
LID. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 39

reintegración de su beneficio y de las rentas que hubiera de-


bido devengar durante el tiempo en que estuvo suspenso; y
por último, que cada uno de los cuatro Oidores y el Fiscal
que habían intervenido en la causa, pagasen á Cabezas mil pe-
sos, como castigo de los defectos que en ella había notado el
Consejo y como recompensa de los daños y perjuicios ocasio-
nados al 'quejoso.
No carecerán de interés para el lector los incidentes que
ocurrieron en la ejecución de la anterior disposición real. El
Oidor, Licenciado don Domingo López de Urruela, al notifi-
carle el Capitán General del reino, en 19 de abril de 1755, la
real cédula para su cumplimiento, expresó que siendo principio
curial conforme á las reales leyes recopiladas de Castina y
de Partida, que el real rescripto impetrado con perjuicio de
tercero y sin su citación y audiencia, se obedeciese pero no se
ejecutase, hasta que siendo oído en juicio el perjudicado no
se proveyera otra cosa; y no habiendo sido citado ni oído el
juez que respondía, en la súplica de don Domingo Cabezas, le
parecía deber suspenderse por el señor Presidente la ejecución
de la real cédula, en los términos expresados. Hacía notar,
además, que el real rescripto había sido alcanzado mediante
falsa relación, suponiéndose haberse privado al Bachiller Ca-
bezas de su beneficio y renta, cuando era notorio, y podía
justificarlo si fuese necesario, que había estado y estaba ad-
ministrando el curato y cobrando sus emolumentos por medio
de un teniente. Terminaba presentando el recurso de súplica
ante la real persona.
El Oidor Licenciado don Pedro Antonio de Aguirre, mani-
festó que en realidad de verdad no se consideraba comprendi-
do en la multa de mil pesos impuesta por el Rey á los Minis-
tros de la Audiencia á favor de don Domingo Cabezas, porque
debiendo ser los votos para la sentencia que se pronunció en
los autos contra el Brigadier don Alonso Fernández de He-
redia, conformes de toda conformidad, como lo enseña Solór-
zano en su Libro V, capítulo VIII, párrafo s�; y no habiendo
el Oidor que respondía, votado por el extrañamiento del Pro-
visor, sino porque se procediese con ruego y encargo al Ve-
nerable Cabildo sede vacante, parecía muy claramente no ha-
40 HISTORIA DE NICARAGUA

llarse sujeto á la pena á que se refería la real cédula. Pedía


en seguida, que se recibiese juramento á sus colegas de la
Audiencia sobre el hecho que alegaba en su descargo, y con-
cluía confirmando la aserción del Oidor López de Urruela, re-
lativa á ser falso que el Presbítero Cabezas hubiese estado pri-
vado de .su beneficio y renta.
Razones iguales alegó el Oidor sub-decano, Dr. don Jacobo
de la Huerta y Cígala. En cuanto al Licenciado don José Pi-
neda y Tabares, que había sido otro de los miembros de la
Audiencia cuando este Tribunal decretó el extrañamiento del
Provisor, se ignora qué razones expondría en su descargo,
porque ya en 1755 se había trasladado á México, en donde des-
empeñaba las funciones de Alcalde del Crimen.
El Presidente y Capitán General del reino envió á la Corte
de Madrid el expediente formado con motivo del nuevo recurso
interpuesto por los Oidores; pero, no obstante haber éstos jus-
tificado algunas de las causas que alegaron para considerarse
libres de la multa, como la de que el Provisor había continuado
de hecho gozando de su beneficio y renta, vistas en el Consejo
á 22 de octubre de 1756, fueron desechadas, disponiéndose por
real carta ejecutoria de 13 de noviembre, que se llevase á
efecto la pena impuesta á los Oidores, con excepción del Doctor
don Jacobo de la Huerta, por haber probado con el libro de
votos de la Audiencia que su opinión había sido contraria á

la sentencia anulada por el Soberano.


Así terminó este asunto, interesante en su época, tanto
por las causas que le dieron origen, cuanto por haberse versa-
do entre personas de tan alta categoría como los ministros
del primer tribunal del reino, el Jefe de esta provincia y el
Provisor y Vicario General del Obispado.
Don Alonso Fernández de Heredia continuó por algún tiem-
po ejerciendo la gobernación de Nicaragua. Era, sin duda,
sujeto de grande importancia, puesto que sirvió el mismo des-
tino en Honduras, la Florida y Yucatán. Fué, por último, nom-
brado Gobernador y Capitán General del reino de Guatemala,
empleo que comenzó á desempeñar en 14 de junio de 1761, y
en el cual continuó casi hasta su muerte acaecida en 19 de
marzo de 1772.
LIB. VIII.-CAP. 1.-TRASLACION DEL SEMINARIO, ETC. 41

Rigieron sucesivamente la provincia de Nicaragua, según


lo hemos indicado ya en este capítulo, los señores Coronel don
José González Rancaño y don Melchor Vida! de Larca y Vi-
llena (1754 á 1758), del primero de los cuales no hace mención
García Peláez en su lista de Gobernadores; y finalmente, el
Coronel don Pantaleón lbáñez, que lo era en 1759.
CAPÍTULO II

Consecuencias que la guerra europea tuvo en las provincias


del Reino de Guatemala: Prosecución de la fábrica de de Ca-
tedral de León: Disputas entre algunos empleados principa-
les de Nicaragua.

1760 á 1771

Antecedentes de la guerra entre Inglaterra y España.-Celebración del


pacto de familia.-Bases de ese tratado.-Declaraciones bélicas.-In-
vasíón de fuerzas españolas en territorio de Portugal.-El Almirante
Pocoek acomete á Cuba.-Capitulación del Gobernador de esta isla.-
Toma de Manila. por la armada británica.-Las tres potencias belíge-
rantes celebran un tratado definitivo de paz.-Estípulaciones principa-
les de esa convencíón.c-Acontecírmentos ocurridos en el reino de Gua-
temala á consecuencia de la guerra europea.-Providencias dictadas por
el Capitán General para la seguridad del país.-Medios de defensa con
que contaba el corregimiento del Realejo.-Misiones religiosas en la
costa del Norte.-Entradas de los mosquitos y zambos en los pueblos
de Aguasca y Loviguisca.-Traslación de sus moradores al sitio de
Cuistepe.-Invaden los mosquitos algunas poblaciones del distrito de
Chontales.-Estado de las fortalezas que mantenía el Gobierno español
en nuestras costas.-Trabajos emprendidos para mejorar el Castillo
de Omoa.-Estado del Castillo del Golfo.-Fortaleza del río de San
Juan.-Empéñase el Gobernador en que se hagan en ella las repara-
ciones necesarias.-Ordenes ineficaces del gobierno superior sobre este
punto.-Armamento de la fortaleza.-Tropas que tenía para su defen-
sa.-Medidas de seguridad propuestas á la Corte por el Presidente del
reino.-Trata éste de organizar las fuerzas que custodiaban los presi-
dios de Omoa, el Fetén y San Juan.-Disposiciones reales acerca de
esta materia.-Nuevas hostilidades de los zambos y mosquitos en Ni-
caragua y Costa-Rica.-Procúrase mejorar la marina en ambas pro-
vincias.-Indicaciones del Presidente á la Corte, relativas al modo de
evitar el comercio ilícito de los extranjeros.-Prosecución de la fábri-
ca de la Catedral de León.-El Deán don Juan Vilches y Cabrera so-
licita fondos para ese· objeto.-Se le comisiona á fin de que por sí solo
entienda en los trabajos de edificación.-Nombramiento del señor Vil·
ches para Obispo de esta Diócesis.-Los habitantes de Sébaco piden
licencia para trasladar el pueblo á otro paraje.-Concédela el Capitán
General.-Disputas á que dió origen el proyecto de traslacíén.e-Proví-
dencias que para terminarlas dictó el Obispo Vilches.-Resultado que
tuvo ese' proyecto.--Controversia entre el Alcalde Mayor del real de
44 HISTORIA DE NICARAGUA

Minas de Tegucigalpa y el gobernador don Domingo Cabello.-Medidas


tornadas por el Jefe de esta provincia para la conservación del orden
público.

LA artillería de Inglaterra y la de Francia, unida cada una


con las de otras potencias de menor pujanza para la guerra,
tronaban por todas direcciones en los mares de uno y otro he-
misferio, disputándose posesiones y reinos en el Canadá y el
Oriente y resolviendo los problemas del dominio de los mares
y la superioridad de poder y fuerza en el continente europeo.
Aunque Inglaterra había contraído una enorme deuda pú-
blica que inquietaba á la nación, y aunque el gobierno, por lo
deficiente del tesoro se mantenía en apuros aun para impulsar
los rápidos movimientos de su existente marina, necesarios al
triunfo en la lucha hercúlea que contra Francia sostenía, ha-
bía conquistado en 1759 á Gorea, apoderádose poco después de
la Guadalupe, Tingorera y Niágara; posesionádose en 1760 de
Montreal y toda la provincia del Canadá, y fundado en 1763 el
poderoso imperio de la India, en donde la Compañía dominaba
ya con poder más robusto que el de la monarquía absoluta y
explotaba la riqueza de aquella parte del mundo con inteligen-
tes y bien ejecutadas empresas.
Mientras tanto, Francia con su marina casi deshecha por
Boscawen á la altura del cabo Lagos; anonadada por la com-
pleta victoria de Wolfe en los campos de Abraham, y sin re-
sistencia ya para sobrellevar los grandes quebrantos de repe-
tidas derrotas y sucesos infelices, combatía desesperadamente
hasta alcanzar en tierra notables ventajas. Pero existía esta
diferencia: en Inglaterra se hallaba al frente del Ministerio el
gran Pitt, sostenido por un pueblo resuelto á no abandonar ni
aun la más pequeña de sus conquistas; y al frente del Minis-
terio francés estaba el disipado y altanero Choiseul, quien su-
frió la humillación de ver despreciados por la Gran Bretaña
los ofrecimientos que le hizo para obtener una paz vergonzosa.
En 10 de agosto de 1759 había muerto sin sucesión Fer-
nando VI, acontecimiento que hizo recaer la corona de Cas-
tilla en su hermano paterno Carlos, el mayor de los hijos de
Alejandro Farnesio, por haberse estipulado así en la paz de
Aquisgrán, según la cual dejaría aquél de ser Carlos VII de
LIB. VIII.---CAP. II.-CONSECUENCIAS, ETC. 45

Nápoles y pasaría á ser Carlos III de España, dejando el trono


de las dos Sicilias á su hermano Felipe y volviendo los du-
cados de Parma y Guastalla al Austria y el de Placencia al rey
de Cerdeña.
Durante el reinado de Fernando VI, España, observando
una prudente neutralidad, no participaba de las consecuencias
desastrosas de aquella guerra; sus posesiones transfretanas al-
gún respiro alcanzaban de sus anteriores fatigas; y era motivo
de gozo para los hombres sensatos, que reconociera la Corte
su falta de fuerzas para sostener la lucha contra enemigos for-
midables.
Cuando Carlos gobernaba en Nápoles fué obligado por In-
glaterra, de una manera irritante, á guardar neutralidad en
la guerra que esa potencia hacía al hermano del Monarca.
Carlos no olvidaba semejante ultraje, ni veía con indiferen-
cia que los ingleses hiciesen el contrabando en las Indias Oc-
cidentales, se hubiesen apoderado de territorios de España en
las costas de Honduras, negasen á los españoles pescar en el
banco de Terranova y poseyesen una de las plazas más fuer-
tes de la Península. Destruída casi la marina francesa y po-
sesionada la inglesa de las colonias que Francia tenía en las
dos Indias, temía Carlos III, que victorioso el gabinete bri-
tánico en la guerra contra aquella nación y viendo á España
sola en el Continente y los mares, se dirigiese á ocupar las
colonias españolas, sin encontrar resistencias que contrasta-
ran su voluntad y su poder y sin temor de que España hallase
aliados que quisiesen compartir con ella los azares de una
lucha desesperada sin probabilidades de triunfo.
No se ocultaron al gobierno francés las preocupaciones y
recelos del Rey de España, y desde luego se propuso aprove-
charse de ellos por medio de su Embajador el Marqués de
Ossun y otros agentes que tenían influencias en la Corte. Pero
la reina Amalia se oponía á toda intervención que comprome-
tiese las buenas relaciones del gobierno español con las dos
potencias beligerantes; y mientras . ella vivió combatió pru-
dentemente en el ánimo del Monarca los trabajos de los fran-
ceses y logró detener á Carlos en el escabroso camino en que
46 HISTORIA DE NICARAGUA

deseaba lanzarse con un aliado que ya carecía de alientos para


continuar en aquella lid tan desastrosa.
Habiendo muerto la Reina, á quien podía considerarse pri-
vada consejera de su marido, la política del gobierno español
tomó una faz opuesta á la que había presentado, y empezó á
ceder, tal vez con imprudencia, á las sugestiones del Emba-
jador francés: no hubo ya quien neutralizara las influencias
de Choiseul y Ossun; pues aunque Tanucci, antiguo ministro
del Rey Carlos en Nápoles, y Massonés de Lima, su Embaja-
dor á la sazón en París, le representaban los inconvenientes
de la alianza, no pudieron debilitar y menos extinguir la efi-
cacia de la influencia francesa, que con habilidad notable per-
suadía á Carlos del peligro que corría España por la neutra-
lidad, y de la gloria que la familia de los Borbones conquis-
taría deteniendo en su carrera de triunfos á los tiranos del
mar, á los enemigos de todas las naciones que tuviesen pose-
siones marítimas.
Halagado en sus inclinaciones, subordinado á sus resenti-
mientos antes que á la razón, y. abundando en deseos de ven-
ganza, el Monarca español se declaró amigo de los franceses
y enemigo de la Gran Bretaña.
Los reyes de España y Francia, convenidos en unirse para
defender mutuamente sus posesiones de Europa y América,
trataron de celebrar una convención secreta, por medio de don
Ricardo Wal y del Conde Choiseul, convención que los Monar-
cas consideraban como un preliminar del pacto definitivo de
familia. El Ministro francés, que se hallaba en negociaciones
de paz con el británico, deseoso de que éste conociera aquella
proyectada alianza, se anticipó contra la voluntad de Carlos
y de su Ministro Grimaldi, á introducir en sus arreglos tres
proposiciones á favor de España: 1ª La devolución de algunos
buques españoles apresados como contrabandistas: 2ª La pesca
en el banco de Terranova; y 3ª La demolición de los estable-
cimientos ingleses en la costa del golfo de Honduras. Y de-
claraba que caso de estallar la guerra con España, el Monarca
francés prestaría socorros al español.
Grande fué la sorpresa del gabinete británico por el as-
pecto que se daba á las negociaciones. Pitt, en un arrebato de
LIB. VIII.-CAP. 11.--CONSECUENCIAS, ETC. 47

enojo, contestó, que Francia debía ceder inmediatamente á In-


glaterra el Canadá, el Senegal y la Gorea, restituir todas las
conquistas francesas en las dos Indias, demoler Dunkerque y
evacuar inmediatamente á Ostende y Newport; agregando que
jamás el Rey de la Gran Bretaña consentiría en que se mez-
clasen en la negociación pendiente con el francés, sus desave-
nencias con España, y que miraría como un insulto toda in-
sistencia, todo paso que en lo sucesivo en ese sentido se diese.
La contestación del Gobierno británico contenía cláusulas
hijas del despecho y de la superioridad de fuerza con que se
consideraba, pues autorizó al Conde de Bristol, Embajador
inglés en Madrid, para declarar al gabinete español, que su
unión con Francia no conduciría de modo alguno al arreglo
de sus diferencias: que concedería á España el derecho de pes-
ca en Terranova; y que por los otros puntos discutidos habría
fácil avenencia, sin la intervención de Francia. Por último,
Bristol pidió explicaciones sobre los preparativos bélicos que
se hacían en los buques españoles.
El ministro Wal se propuso desvanecer en su contestación,
la sospecha de que las proposiciones francesas hubieran na-
cido de falta de amistad por parte de Elspafía. Pero muy ex-
plícitamente declaró que su gobierno veía contenidas en aque-
llas tres reclamaciones, derechos incontestables de la nación
que representaba; y que nadie podía impedir á dos Monarcas
de la familia de Borbón darse cuantos testimonios quisiesen
de mutua amistad. Y en efecto, con gran satisfacción de Car-
los III se firmó en Versalles (1761) con el gobierno francés,
una convención secreta y el pacto de familia.
Bueno es conocer cuáles fueron las bases de ese pacto que
tantas, competencias hizo nacer entre las naciones de Europa,
que· tan gran decisión infundió en el ánimo de Carlos, quien
con arrogancia hostil decía á Tanucci: «Si Pitt quiere romper,
que rompa»; y que fué causa de que el gran Ministro inglés
dejase el puesto que ocupaba, por no haber querido sus cole-
gas declarar la guerra á España.
En la Historia general de esa Nación por don Modesto La-
fuente, que hemos consultado para hacer la relación que an-
tecede, se mencionan los puntos principales del pacto de fami­
45 HISTORIA DE NICARAGUA

lía, los cuales fueron:, «Que los dos soberanos se obligaban en


adelante á considerar toda potencia que fuese enemiga de uno,
como si lo fuese de ambos: á defender recíprocamente sus es-
tados en todas las partes del mundo, terminada que fuese la
guerra: á socorrerse mutuamente con fuerzas de mar y tierra,
no comprendiendo en este empeño las guerras que Francia tu
viese que sostener á consecuencia del tratado de Westfalia y
de sus alianzas con los principes y estados germánicos, á no
ser en el caso de invasión del territorio francés ó que en aque-
llas guerras tomara parte activa alguna potencia marítima.
No se haría ni se admitiría proposición de tregua ni de paz
de sus mutuos enemigos, sin consentimiento anterior de am-
bas partes: los intereses de ambas naciones serían considera-
dos como si las dos potencias no fuesen sino una sola: los súb-
ditos de ambas coronas disfrutarían tan iguales derechos y
beneficios que se tendrían como naturales de ambos países y
como si no hubiera ley de extranjería para ellos. Hacían ex-
tensivo este pacto á los otros dos Barbones, el Rey de Nápoles
y el Duque de Parma, y no se daba participación á otra poten-
cia que no fuese de la familia borbónica.»
Nunca habrían podido, los gabinetes de España y Fran-
cia, ocultar al de Inglaterra sus firmes resoluciones y prepa-
rativos hostiles, fundados en la más íntima unión de afecciones,
de política, de intereses, robustecidos por el fuerte lazo de la
sangre, llevada al terreno de la diplomacia como principio de
duración el más imperioso, el más inviolable y respetado por
monarcas que entregaban sus tronos los azares de porfiadas
á

guerras contra poderosos pueblos.


Muy pocos días habían transcurrido desde la celebración
del pacto de familia, cuando la Gaceta de Madrid publicó un
manifiesto en que se hacían varios cargos é inculpaciones á

Inglaterra, por el desprecio con que frecuentemente había re-


cibido las reclamaciones de España y por el desdén con que
rechazara las proposiciones de paz que Francia le había diri-
gido; atribuyéndole además el incalificable propósito de apo-
derarse de las posesiones españolas y francesas en América
y en la India.
No podía esperar más el gobierno inglés. En 12 de enero
LIB. VIII.-CAP. 11.-CONSECUENCIAS, ETC. 49

de 1762 publicó una declaración bélica por la aprobación que


el Monarca español había dado á la nota que en junio presen-
tara el Marqués de Poussi y por la negativa dar explica-
á

ciones sobre sus aprestos marítimos y sus compromisos con


el Rey de Francia. El Monarca español respondió al mani-
fiesto con una contra-declaración (17 de enero) y de ese modo
se convirtió en realidad el proyecto de guerra contra la Gran
Bretaña que de largo tiempo venía ocupando preferente lugar
en el ánimo de Carlos III, por los ultrajes que siendo Rey de
Nápoles había recibido de aquella potencia.
Cuando se trataba en el Parlamento británico de declarar
la guerra á España, por su alianza con el gobierno francés,
no faltaban temores sobre el resultado de semejante decisión.
Tomó la palabra Pitt, el hombre de más poderosa inteligencia,
el político más profundo y previsor, el orador más insinuante
y persuasivo; y se expresó así: «No es la ocasión presente de
altercados y recriminaciones, sino de que todos los ingleses
empuñen las armas por la patria. A las armas, pues: mostraos
unidos y compactos y olvidad cuanto no sea la causa pública.
Seguid mi ejemplo: ved como, perseguido por la calumnia y
abrumado por el sufrimiento y las enfermedades, olvido junta-
mente agravios y dolencias, para no atender sino á los inte-
reses públicos.» Esas palabras de fuego del hombre que en
el Ministerio ó fuera de él señalaba la dirección que debía dar-
se á los sucesos, demuestran los peligros en que estaban las
colonias españolas.
No siendo nuestro propósito escribir la historia de todos
aquellos acontecimientos, nos hemos limitado reseñar los que
á

prepararon nuevas hostilidades de parte de los ingleses contra


las posesiones españolas de América. Éstas, por haber roto
Carlos la paz en que se hallaban, veían sobre sí el azote de
obstinada lucha emprendida por tres grandes potencias, y no
tenían esperanzas en oponer eficaces resistencias, ni en que la
marina española, ocupada en defender posesiones inmediatas
á la Península, invadidas por el enemigo, cruzara los mares
abandonando el principal campo de la guerra, para proteger
intereses lejanos.
Una escuadra inglesa había cañoneado á otra francesa en
III.­4
50 HISTORIA DE NICARAGUA

aguas lusitanas. Este acontecimiento y el pretexto ele que los


puertos de Portugal podían ser ocupados por el enemigo, fue-
ron causa de que los Barbones aliados, enviasen fuerzas es-
pañolas sobre esa Nación en mayo de 1762. Portugal, supo-
niendo intentos de destronar á su Rey y usurpar el reino, de-
claró la guerra á España en 18 del mes referido y enfrentó
su ejército al del gobierno invasor.
Cuando en Madrid se celebraban algunos triunfos que las
fuerzas españolas habían alcanzado en Portugal, el almirante
Pocock, con una escuadra de veintinueve bajeles, amenazaba
la plaza de la Habana. Carlos III, previendo que los enemi-
gos dirigirían sus hostilidades á la isla de Cuba con preferen-
cia á cualquier otra colonia, por haber sido siempre objeto
principal de la codicia británica, se había propuesto evitar
una sorpresa que inutilizara, para España, las grandes venta-
jas de aquel puesto militar y enviado, en consecuencia, de Go-
bernador, al Mariscal de Campo don Juan de Prado. Ordenó
también que se reforzase la guarnición con cuatro mil hombres
de buenas tropas, que se aumentasen y perfeccionasen las for-
tificaciones y que una escuadra de doce navíos y cuatro fra-
gatas, al mando del Marqués del Real Transporte, se situara
en el puerto para darle la conveniente protección.
Jamás admitió el Gobernador Prado ni aun la posibilidad
de que la isla fuese invadida por los ingleses, y permanecía
en criminal inercia, á pesar de que el Ministro de Estado le
había dicho en diferentes reales órdenes que «no vivía el Rey
sin recelo, y que así procurase estar tan vigilante como en
tiempo de guerra declarada».
El almirante Pocock, sin que Prado se lo imaginase, cruzó
el canal de Bahama en 2 de julio de 17132, con una escuadra
de treinta navíos y cien buques de transporte y con catorce
mil hombres de desembarco. El día 7, en número de ocho
mil, saltó á tierra el ejército entre los ríos Nao y Cojimar.
Los lanceros del campo se arrojaron atropelladamente sobre
el enemigo al grito de Viva la Virgen; pero se retiraron en
desorden. La lucha entre los defensores del puerto y los in-
gleses fué dilatada y sangrienta, con funesto resultado para
los españoles, por la flojedad del Gobemador; pero admirable
LIB. VIII.-CAP. 11.-CONSECUENCIAS, ETC. 51

y gloriosa para el capitán de navío don Luis de Velasco. A


este ilustre marino fué confiada la defensa del Morro, y con
valor imperturbable, aun en los mayores peligros, hizo he-
roica resistencia, hasta obtener en el campo del honor gloriosa
muerte, á la par de su segundo el Marqués González y los más
valientes oficiales del ejército español.
En 13 de agosto se ajustó una capitulación, estipulándose
que sería entregada la plaza y sus castillos: que la guarnición
saldría para España: que no se haría novedad en el ejército
sobre el ejercicio de la religión, ni en la plaza sobre la fuerza
de su gobierno; y que á los jefes y oficiales superiores se les
facilitarían los medios correspondientes á la dignidad de sus
empleos, para que pudieran embarcarse con sus criados, efec-
tos y alhajas.
Dos meses y diez días dilató el asedio. Los ingleses ocu-
paron la Habana, apoderándose también de un territorio de
setenta leguas al oeste, de quince millones de duros, de una
gran cantidad de municiones y aprestos navales, de nueve na-
víos de línea y tres fragatas.
A poco tiempo Manila, capital de la isla de Luzón, caía
también en poder de la marina británica. Proyectaban los in-
gleses dirigir sus escuadras sobre Buenos Aires; pero ellos y
los portugueses fueron enfrenados por el capitán general don
Pedro Ceballos, quien obligó al Gobernador de la colonia del
Sacramento, perteneciente á Portugal, á rendirse sin condi-
ciones, con dos mil quinientos soldados y ciento dieciocho pie-
zas de artillería. Allí apresaron los españoles veintiséis bu-
ques ingleses con ricos cargamentos, cuyo valor ascendía á
cuatro millones de libras esterlinas.
Las tres potencias beligerantes, deseando la paz, celebra-
ron un tratado definitivo en París á 10 de febrero de 1763,
por el cual se estipuló, entre otras cosas: «que Francia cedía
á Inglaterra la Nueva Escocia, el Canadá con el país al este
de Mississipí y el cabo Bretón, conservando el derecho de pes-
car en Terranova: en las Indias Occidentales cedía la Domi-
nica, San Vicente y Tabago: en las costas de África el río
Senegal. Respecto á España, Inglaterra le devolvía la Habana
y todo lo conquistado en la isla de Cuba, pero en cambio Es-
52 HISTORIA DE NICARAGUA

paña cedía la Florida y los territorios al este y sudeste del


Mississipí, abandonaba el derecho de pesca en Terranova y
daba á los ingleses el de la corta de palo de tinta en Honduras.
Como compensación de la pérdida de la Florida logró España
de Francia, por arreglo particular, lo que le quedaba de la
Luisiana, que en verdad más era para Carlos III una carga y
un cuidado que una indemnización iJ una recompensa. Manila
se devolvió también á España, y la colonia del Sacramento á
Portugal, cuyo Reino habían de evacuar las tropas francesas
y españolas» (1).
Aunque en el capítulo X del libro anterior se hizo mención
de la guerra entre Inglaterra y España, terminada por el tra-
tado celebrado en París el 10 de febrero de 1763, nos ha pa-
recido conveniente hacer una relación más extensa de los prin-
cipales acontecimientos ocurridos en ella para enlazarlos, como
entonces ofrecimos, con los que, por consecuencia de aquella
porfiada lucha, se efectuaron en estas provincias en los años
de 1760 á 1763; acontecimientos que hicieron fijar la aten·
ción del Gobierno español sobre la importancia de conservar
y mejorar las fortificaciones construidas en territorios de Ni·
caragua, Honduras y Guatemala, como lo veremos en seguida.
Téngase presente que en la cláusula 17� del tratado, se esti-
puló «que el Gobierno inglés haría demoler todas las fortifí-
caciones que sus vasallos hubieran construído en la bahía de
Honduras y otros lugares del territorio español en aquella
parte del mundo»; estipulación que dió origen á nuevas dispu-
tas entre ambas naciones, según lo hemos insinuado ya y lo
relacionaremos con la debida extensión en el lugar corres-
pondiente.
Veamos ahora los acontecimientos que se verificaban en
Nicaragua por aquel tiempo, en que rudos golpes de mala for-
tuna en la guerra europea atormentaban á España, y en que
eclipsadas las glorias militares de esa heroica Nación, por la
imprudencia con que en mala hora celebró su Gobierno el pac-
to de familia con el Monarca Barbón de Francia, se consideró

(1) Hist. de España. Parte 3.ª lib. vm.


LIB. Vlll.-CAP. ll.-CONSECUENCIAS, ETC. 53

América entregada las hostilidades de la Potencia que ya se


á

creía ser el coloso de los mares.


Sucesos de tanta gravedad conmovieron el Reino de Gua-
temala, amenazado por el poder británico, ávido de nuevos do-
mimos. El Capitán General don Alonso Fernández de Here-
dia, en cumplimiento de órdenes superiores, proveyó el auto
siguiente, que hoy llamaríamos ley marcial:
«Don Alonso Fernández de Heredia, Mariscal de Campo de
los Reales ejércitos de su Majestad, de su Consejo, Presidente
de esta Real Audiencia y Gobernador y Capitán General de
este Reino, &� Por cuanto, con motivo de la presente guerra
declarada por S. M. la Nación británica, se experimentan
á

varios insultos ocasionados de su orgullo en estos dominios


de la América, y dignos de estar muy la mira para ponerse
á

en defensa de cualquiera invasión que por dicha Nación se


intente en alguna de las provincias de este Reino, y que sea
preciso ocurrir con las milicias de esta capital ásu defensa,
precaviendo ante todo, lo conveniente que para entonces pueda
importar, he resuelto, entre otras providencias, que desde la
noticia del rompimiento hasta esta fecha tengo dadas, el que
todos los vecinos estantes y habitantes en esta capital, de cual-
quiera calidad y condición que sean, sin exceptuar á ninguno,
manifiesten, sin pérdida de tiempo las armas de fuego y blan-
cas que cada uno tenga, y que de su número se haga por el
sargento mayor don Melchor Meneos un puntual estado de
ellas; previniéndose también á los que las poseen las tengan
limpias y en la mejor disposición que se requiere para una de-
fensa ofensiva en que los españoles acrediten su valor, amor
y lealtad á nuestro Rey y Señor natural; y los que no las
tuvieren den sus nombres, apellidos y lugar de su morada
ante el propio Sargento Mayor, quien hará una lista, con dis-
tinción de esferas, para que en siendo preciso se les den las
necesarias de los reales almacenes, acudiendo todos á la plaza
principal de esta ciudad á la hora de ser llamados por caja
de guerra,.como se acostumbra, y sin que puedan pretextar ex-
cusa alguna; porque además de declarárseles, como desde lue-
go los declaro, por infieles traidores, serán castigados seve-
ramente, constando solamente la no concurrencia de sus per-
54 HISTORIA DE NICARAGUA

sonas, y perderán los bienes que tuvieren; por todo lo cual, y


para que llegue á noticia de todos y ninguno alegue ignoran-
cia, mando se publique por bando en todas las plazas y lu-
gares más públicos de esta capital y que se saquen copias, fi-
jándose una en los portales del Noble Ayuntamiento y dán-
dose las correspondientes á los capitanes, cabos de los barrios,
para que las fijen en las plazas de ellos; y que el dicho Sar-
gento Mayor me dé cuenta de lo que de esta providencia re-
sultare-Dada en la ciudad de Guatemala, á veintidós de sep-
tiembre de mil setecientos sesenta y dos años-Don A.lonso
Femández de H eredia-Por mandato de S. S.-Agustin de
Guirola y Castro»
Por auto de 28 del mismo mes, dispuso el Presidente que
se comunicase aquella disposición á los tenientes de Capitán
General, para que la cumpliesen en sus respectivas jurisdic-
ciones. Don Sebastián de Labayru ejercía los empleos de Jus-
ticia Mayor y Teniente Capitán General en el distrito del Rea-
lejo. Luego que recibió la orden de la autoridad superior,
mandó formar listas en los pueblos del Corregimiento, de las
personas que poseían armas, con expresión de la clase de és-
tas y de la condición social de los dueños.
En la lista del pueblo de Nuestra Señora del Viejo, resi-
dencia del Teniente de Capitán General, aparecen con califi-
cación de españoles los vecinos siguientes: don Domingo Es-
pino, el capitán reformado don Juan Manuel Rubí de Celis,
los capitanes don Bernardo Esnao y don José Antonio Uga-
rrio, los tenientes don Juan Enrique Venereo y don Bernardo
Ce lis, los señores don Francisco Po veda, don José Antonio Po-
sada, don Carlos Tejedor, don Joaquín Tejedor, don Pedro de
los Santos Méndez y don Miguel Jerónimo Trelles. Todos es-
tos individuos se presentaron con sus escopetas, espadas y pis-
tolas. Aparecen en la misma lista calificados de mestizos y
mulatos ciento sesenta y un vecinos: setenta y ocho concu-
rrieron al llamamiento con espadas, sables y cuchillos, y ochen-
ta y tres sin armas de ninguna clase.
Solamente cuatro españoles se encuentran en la lista del
pueblo de Chinandega, á saber: el capitán don José Gaspar
Delgado, el alférez Juan José Hernández, don Juan Delgado
LIB. VIII.-CAP. 11.-CONSECUENCIAS, ETC. 55

y don Pedro Martínez, los cuales presentaron sus espadas y


sables; ochenta y cuatro mestizos y mulatos con sables y trein-
ta y cuatro sin armas.
En la villa del Realejo fueron apuntados el capitán Remi-
gio Torres y el alférez Cornelio Candia, españoles, los cuales
comparecieron con sus sables; veintinueve vecinos mestizos y
mulatos, que se presentaron con armas de la misma clase, y
veinte desarmados. Finalmente en la lista del pueblo de Chichi-
galpa registráronse los nombres de veintiséis vecinos, que con-
currieron con sus sables y de treinta y cinco desarmados.
Por el número y calidad de las armas con que contaban los
vecinos del Realejo, para la defensa del Corregimiento en caso
de invasión, puede juzgarse cuál sería el estado de inseguridad
en que se hallaba el resto de la Provincia. Ni aun las em-
presas pacíñcas que á la sazón se acometían con objeto de
convertir al cristianismo las tribus salvajes de la costa de
Mosquitos, obtenían próspero suceso; porque envalentonados
con la actitud de su Nación, los ingleses residentes en aquellas
comarcas, no cesaban cm la tarea, que de algunos años atrás
se habían impuesto, de estorbar, aun por medio de sangrientas
resistencias, todo esfuerzo que para conquistarlas hiciesen las
autoridades españolas.
Los religiosos de Guatemala, animados siempre del más
puro y laudable celo por enseñar á los zambos y mosquitos que
poblaban la costa de Tologalpa, la doctrina de Cristo; y ha-
biendo fracasado las empresas que habían intentado poco an-
tes los Padres Aguilar y Cepeda, enviaron al Padre Vidaurre
con amplias facultades, para que efectuara más fácilmente la
conquista y reducción de los infieles. Con la abnegación que
la fe inspira y sin otra fuerza que la de su evangélica palabra,
internóse en las montañas. Los zambos y mosquitos respe-
taban la persona del religioso; pero en cuanto á la conversión
que éste deseaba, sólo le ofrecían esperanzas y éapciosos apla-
zamientos, con los cuales le colocaron en la necesidad de vol-
ver al pueblo de San Ramón y pasar después á Matagalpa, en
donde murió, sin haber avanzado un paso en el objeto de su
misión.
Jamás causaron desánimo en los propagadores de la doc-
56 HISTORIA DE NICARAGUA

trina cristiana, los pocos frutos que de tan costosas empresas


cosechaban: humildes obreros de la religión, perdían la vida
en la oscuridad de espesas montañas.ó en la pobreza de pue-
blos bárbaros y lejanos, sin haber esperado otra recompensa
que la ofrecida á los justos en la eterna existencia.
Después de la muerte del Padre Vidaurre, el Padre Fran-
cisco Sarria entró también en la montaña, resuelto á conquis-
tar infieles con recursos que le dieron su padre y hermanos,
naturales de León. Pidió sínodo para él y otro compañero que
le ayudase; y las autoridades superiores del Reino, conside-
rándose sin facultades para acordar ese gasto, lo consultaron
con el Rey, resolviendo desde luego, que del sínodo de 1Ios mi-
sioneros anteriores se pagasen ciento veinte pesos, valor de lo
escrito en dos testimonios que se compulsaron de los autos se-
guidos para autorizar la nueva misión.
Logró Sarria formar el pueblo de Aguasca con los indíos
que sacó de la montaña, al mismo tiempo que el Padre Cepe-
da, con los que conquistó en una nueva entrada, fundaba el
de Loviguisca. Estos pobladores alentados por los misioneros
y conociendo las ventajas que ofrecen la sociabilidad y el tra-
bajo, se dedicaron á la crianza de ganado vacuno, la siembra
á-

de los frutos necesarios á su alimentación y á la industria


del hilado y fabricación de tejidos. Pero no gozaron mucho
tiempo de las comodidades que les proporcionaban esas ocu-
paciones; porque en 20 de febrero de 1762, ciento veinte mos-
quitos, al mando de cuatro ingleses, invadieron ambos pueblos,
incendiaron la iglesia, destruyeron las imágenes y capturaron
diez indios á quienes hicieron esclavos.
Don Melchor Vida! de Lorca, nombrado segunda vez go-
bernador de la Provincia, se dirigió á aquellas comarcas luego
que á su conocimiento llegaron los desastres ocurridos; reunió
á los vecinos dispersos y llevólos al punto denominado Cuis-
tepe, distante siete leguas de Masaya, para formar nueva po-
blación.
No era prudente despoblar el norte de la Provincia, como
lo disponía el Gobernador. Cierto es que de ese modo se sal-
vaba la vida á los moradores amenazados por mosquitos é in-
gleses; pero éstos, quedando dueños de aquellos extensos te-
LIB. VIII.-CAP. 11.�0NSECUENCIAS, ETC. 57

rritorios, podrían ejercer libremente el comercio clandestino


en el interior de los distritos inmediatos, cultivar las tierras
sin estorbos de ninguna clase, y aun posesionarse definitiva-
mente de todo el litoral, puesto que no separaban de él la vis-
ta, halagados por riquezas que ya estaban explotando con men-
gua de los antiguos derechos adquiridos por España.
Muy oportuna había sido la providencia que dictó el Mo-
narca, por indicación del Obispo Morel, de colocar un fuerte
destacamento en los pueblos del Jícaro y Jalapa. Con otros
tres más, situados á conveniente distancia, habrían abstení-
dose quizás los enemigos, de nuevas incursiones, y aun reti-
rádose de aquellos lugares, viendo graves amenazas de parte
de los españoles y la gran dificultad de poseer las tierras usur-
padas.
No sin razón el guardián Urcullo, en su informe de 1763,
deploraba «el poco ó ningún fruto que darían las misiones en
las montañas de Tologalpa, ínterin los ingleses poblaran las
márgenes del río Tinto, por los daños y perjuicios que causa-
ban». «Pues unidos con los zambos, decía, no cesan de per-
vertir á los gentiles de aquellas partes, atrayéndolos ó con
violencias ó con dádivas, con el objeto de conseguir por sus
tierras, paso libre para repetir hostilidades, robos y cautive-
rios, no sólo de indios ya convertidos, pero aun también de
gente española.» Y agregaba: «se conseguirán progresos en
las misiones, si el inglés se desaloja· de la costa del río Tinto,
y se establece en ella competente guarnición».
Por este mismo tiempo efectuaban los mosquitos algunas
invasiones en el distrito de Chontales, destruyendo pueblos y
causando graves daños á los moradores en sus personas e in-
tereses.
La política de España, en sus relaciones con las potencias
de Europa, y principalmente la lucha en que estaba empeñada
contra Inglaterra, habían preocupado al gabinete español, no
menos que la inseguridad en que se hallaban las colonias y
la dificultad de darles conveniente y oportuno socorro, por la
inferioridad á que había llegado la marina y su insuficiencia
para defender los puertos y provincias que poseía en casi todo
el mundo.
58 HISTORIA DE NICARAGUA

Queriendo Carlos III preparar la defensa del Reino de Gua-


temala, pidió informe al Capitán General don Pedro de Sala-
zar, sobre el estado en que se hallaran las fortalezas de todo
el litoral, especialmente Ia de Omoa, que como se ha visto fué
proyectada en los años de 1748 á 1755. Pensaba el Monarca
que los servicios que ella habría de prestar, serían bastantes
para contener á los corsarios y evitar cualquier insulto que in-
tentasen hacer por aquel puerto. Y deseando, por esa razón,
que la obra se llevase á término cuanto antes, ordenó en 1768
al Presidente, que en el acto de tomar posesión del destino que
venía á ejercer, promoviese el progreso de los trabajos del
Castillo, porque, según noticias recibidas por ese tiempo, se
hallaban en el mayor atraso, con desprecio de las frecuentes
órdenes comunicadas por la Secretaría respectiva, en que se
llamaba la atención de las autoridades del Reino sobre lo in-
gente de la obra y su importancia en la defensa del Golfo y
la costa del Cabo de Gracias á Dios.
En noviembre del propio año, dirigió un informe á la Cor-
te el Capitán General, en que circunstanciadamente exponía
los obstáculos que se presentaban para dar impulso eficaz y
constante á los trabajos de la fortaleza, y envió un plano de
ésta, con el cual daba claro conocimiento de lo que se había
hecho y de lo que tenía que hacer. Los cimientos se encon-
traban al nivel del piso, con un costo de mil ciento setenta y
cuatro pesos, suma crecida para las reales cajas, porque en
aquella calamitosa época, en que las grandes pretensiones del
gobierno inglés aumentaban los conflictos y daban á la lucha
vigor desesperado, la Corte española se había visto en el duro
caso de gastar á manos llenas el dinero.
El nuevo Capitán General, estimulado por el rumor de la
guerra, que atravesando los mares llegaba á nuestras playas,
dedicó su atención á las obras del Castillo, hasta dejarlas al
arranque de los arcos principales, con el dispendio de mil dos-
cientos nueve pesos. Propuso también, á consulta de los in-
genieros directores de la obra, que se fabricase un torreón en
la punta del Norte, para impedir la entrada de los enemigos
al puerto. En marzo de 1770 se le aprobó este proyecto, de-
volviéndosele, con algunas modificaciones, el plano que había
LIB. VIII.-CAP. Il.-CONSECUENCIAS, ETC. 59

enviado, para dar completo conocimiento de la utilidad que


prestaría una avanzada en ese punto. El enemigo tendría que
pasar bajo sus fuegos, y éstos darían aviso, como el de ura
atalaya, á la guarnición del Castillo, para ponerla anticipada·
mente en estado de resistencia.
Y no conforme, el celoso y activo Capitán General, con el
impulso dado á los trabajos en que tan grande interés tenía
el Rey, ni con los progresos obtenidos hasta entonces, aunque
notables y oportunos, pidió al factor del asiento de negros en
la Habana, cien mozos de esa raza, jóvenes y sanos, para au-
mentar los operarios. Grande escasez de éstos había en la
Provincia, y se dificultaba llevarlos de las otras gobernaciones
de este Reino, porque hallándose despobladas y necesitadas
de brazos, tenían que prepararse también en previsión de ex-
tranjeras invasiones.
Pidió también al Intendente de aquella ciudad, considerable
porción de útiles para la fábrica de la fortaleza, pertrechos de
marina y cien marineros para las embarcaciones que se em-
pleaban en la conducción de materiales.
En agosto del propio año de 1770, dió aviso el Intendente
de la Habana á la Secretaría de la Guerra, de haber enviado
al Capitán General de Guatemala parte de los efectos pedidos,
sin hacer mención de los marineros ni de los negros; pero
debe suponerse que el factor del asiento informó separadamen-
te acerca de los últimos.
Los habitantes de estas provincias andaban disgustados,
porque presentían los males de la guerra: veían crecer los apu-
ros del Gobierno; sabían que el dinero enviado de América á
España en los años anteriores, se había invertido en expedi-
ciones terrestres y marítimas, en incorporaciones y segrega-
ciones de estados y territorios, en conquistas y pérdidas, en
batallas campales y navales, en fiestas celebradas por enlaces
de príncipes, en sangrientos y dilatados sitios á puertos y pla-
zas fuertes; y sabían también, que España siempre tomaba
parte principal en los grandes intereses puestos en litigio por
]as potencias europeas, y que la confusión formada en la po-
lítica exterior por ese espíritu guerrero, era ocasión de nue-
vos conflictos diplomáticos y de nuevas guerras en que se
60 HIS'fORIA DE NICARAGUA

derramaba á torrentes la sangre española y se consumían sin


término ni medida las riquezas del Nuevo Mundo. No eran
infundadas, por tanto, la inquietud y el desagrado de las ame-
nazadas colonias, pues veían que en la balanza de la política
española, pesaban más las rivalidades y venganzas del antiguo
Rey de Nápoles que la tranquilidad y el bienestar de los
pueblos.
Se ha dicho ya, que el Intendente de la Habana había en-
viado al Capitán General de Guatemala una parte de los efec-
tos pedidos para el Castillo y el torreón de Omoa. Muy in-
significante debe de haber sido el número de armas con que
esa fortaleza contaba, puesto que Salazar envió al Ministro
de la Guerra, en mayo de 1769, una relación circunstanciada
de los pocos elementos que tenía �l Reino y de los muchos que
faltaban en los almacenes, pidi ... .,,do la parte de que se care-
cía ó la que fuese posible proporcionar, según el estado ad-
junto á la solicitud. No se recibió cosa alguna y ni aun se
obtuvo contestación. De los documentos que tenemos á la
vista aparece solamente, que en enero y mayo de 1769 fueron
enviados al Presidente del Reino, y recibidos en agosto si-
guiente, tres· mil fusiles, tomándose en cuenta seiscientos pe-
didos en 1765. Ese número de armas y tres mil llegadas úl-
timamente formaban el total de seis mil seiscientas, las cuales
debían repartirse proporcionalmente entre los puertos y ciu-
dades principales de toda la Capitanía General.
El Golfo Dulce era otro punto por donde los ingleses po-
dían efectuar una invasión. Se encuentra al este del lago de
Nicaragua, tiene poco más ó menos seis leguas de ancho y
seis también de largo y desagua en el Golfo de Honduras por
el río del mismo nombre, el cual es navegable en pequeños
barcos. A la entrada del Golfo Dulce había un reducto con
el nombre de Castillo del Golfo, cuyo objeto era impedir la
introducción de los enemigos. Las tropas que ocupaban el
Castillo sólo bastaban para contener á los indios, pero de nin-
gún modo para resistir los intentos de potencias marítimas.
Tenía treinta y siete cañones de bronce, veintisiete inútiles y
los diez restantes de todos calibres, con doscientas balas. No
había ni pólvora ni fusiles.
LIB. VIII.-CAP. II.-CONSECUENCIAS, ETC. 61

En 1767 hallábase el Castillo que cubría el paso del río


de San Juan, en el más deplorable estado, con sus almacenes,
cuarteles y viviendas casi abandonados y expuesto á ser to-
mado por los ingleses establecidos en aquellos lugares y alia-
dos con los zambos y mosquitos. Para nada podía contarse
con aquella fortaleza en caso de una invasión ejecutada por
cualquiera potencia. El Gobernador de Nicaragua se había
dirigido repetidas veces al Capitán General, haciéndole cono-
cer lo fácil que sería al enemigo meterse en la Provincia por
el río, si no se dictaban oportunas y eficaces medidas para evi-
tar ese conflicto; y logró al fin atraer la atewcíón del gobierno
superior, aunque de un modo vago y sin resultados, sobre las
desgracias y calamidades que todo el Reino de Guatemala po-
día experimentar por la falta de actividad y previsión.
Las razones que el Gobernador expuso fueron claras; pero
el Capitán General, considerándose quizás sin facultades ni
medios para enviar los elementos de guerra y materiales de
construcción necesarios á la reedificación y defensa de la for-
taleza, se limitó á facultar al Gobernador, en septiembre
de 1769, para que, teniendo en cuenta la importancia de ase-
gurar el río de San Juan contra las tentativas de los ingleses,
proporcionase los recursos de toda especie, que requería se-
mejante objeto.
Nada hizo el Gobernador, no obstante su anterior empeño.
Examinando la autorización expedida por el Capitán General,
puede juzgarse que la vaguedad de los términos en que estaba
redactada y la falta de libramientos para que los oficiales de
la Real Hacienda suministrasen el dinero indispensable á los
reparos del Castillo, fueron causa de la inacción en que per-
maneció el Jefe de esta Provincia.
El Oidor Díaz, de Granada, que lo había sido de Guatema-
la, demostró al gobierno del Rey, en octubre de 1768, la nece-
sidad de atender al reparo del Castillo. Recordó lo que otros
á

monarcas había servido de fundamento para mandar que se


levantase aquella fortaleza, á saber: que ese punto ofrecía al
enemigo grandes facilidades para invadir muchas provincias
de este Reino, por su inmediación al puerto del Realejo y la
igualdad y extensión del terreno y los caminos; y que sería
62 HISTORIA DE NICARAGUA

difícil, sin el sacrificio de millares de hombres y de todo el


oro de América, desalojarlo de ellas si lograse ocuparlas. A
esa exposición se contestó, que con vista del informe pedido
al Presidente de Guatemala, se dictarían las órdenes corres-
pondientes para la defensa de esta Provincia en el evento de
una invasión.
La artillería de que se hallaba provisto el Castillo, se com-
ponía de las piezas siguientes: veintitrés cañones de bronce
y de hierro, todos pequeños, mil cuatrocientas balas y cien
fusiles; pero no había cureñas ni pólvora, bien que fabricán-
dose esta última en el Reino, esperaba el gobierno que sabrían
proveerse de ella las autoridades cuando la necesidad lo exi-
giera. También se manifestó al Presidente, por el Secretario
de la Guerra, que ya se habían dictado las disposiciones con-
venientes para la composición de las cureñas: que procurase
el reemplazo de lo inútil, para que las dotaciones de las forta-
lezas quedaran en su antiguo pie; y que siempre diese prefe-
rencia, si hubieran de cambiarse muebles ó instrumentos inúti-
les por buenos, á Omoa, río de San Juan y Golfo Dulce, como
puntos más importantes y expuestos á insultos de las poten-
cias enemigas.
El gobierno del Rey se había descuidado tanto del ejército
como de los almacenes de esta Capitanía General, aunque co-
nociera muy bien el propósito manifestado por los ingleses,
de conquistar en legítima guerra las colonias que España po-
seía en este continente. En la capital del Reino sólo existían
dos compañías sueltas de dragones montados, con la dotación
de treinta hombres cada una y sin más oficialidad que el te-
niente y el alférez. El Presidente Salazar propuso el aumento
de esa tropa hasta el número de doscientos, pagados con el
antiguo prest, por ser mayor que el suministrado á la sazón;
y recordaba que había suficientes fondos para hacer ese gas-
to. El Monarca acogió la solicitud y mandó que por las Se-
cretarías respectivas se librasen las órdenes necesarias al cum-
plimiento de lo que en ella se proponía.
Pero el Presidente Salazar quería dar mayores segurida-
des, siquiera á la capital del Reino. En 31 de junio manifestó
al Monarca, que en estas provincias era muy reducido el nú-
LIB. VIII.-CAP. II.-CONSECUENCIAS, ETC. 63

mero de españoles europeos, y crecido el de criollos, mestizos,


pardos indios, con los cuales no podría cumplir exactamente
é

las órdenes relativas á la defensa, por estar acostumbrados á

vivir en total libertad. Y para el solo caso de recelarse rom-


pimiento con alguna potencia enemiga, pedía se le concediese
un batallón de tropa reglada, con el sueldo regular de España,
por el término de un mes, tiempo en que podrían llegar <le
cuarenta á cincuenta milicianos al paraje que se les des-
á

tinase.
Era manifiesta la conveniencia de las medidas de seguri-
dad general propuestas la Corte por el Presidente del Reino
á

de Guatemala. No podían los empleados tener plena confian-


za en la tropa organizada con nativos del país. Ya conocían
éstos que no se disputaban en la guerra intereses puramente
americanos, y no podían resignarse á sobrellevar la estrechez
á que se les tenía condenados, ni á tolerar la interminable
inquietud en que se hallaban, por las enfadosas contiendas de
los monarcas sobre preponderancias transitorias, sobre límites
de los reinos adquiridos y vueltos á perder en sangrientas lu-
chas, sobre el ejercicio de la autoridad en las turbulentas mi-
norías de los reyes, sobre matrimonios disputados para con-
traer amistosas alianzas y conquistar con mayores fuerzas el
territorio del vecino. Aunque los monarcas de Castilla se ha-
llaban, por la elevada dignidad de su alcurnia, á inmensa dis-
tancia del pueblo español, éste admiraba los grandes hechos
con que se distinguían algunos en los campos de batalla, donde
se familiarizaban con su presencia. Pero el americano jamás
conoció los reyes y sólo le llegaban noticias de su existencia:
á

no podían, pues, los peninsulares residentes en estos países


esperar del criollo decisión en los combates, ni lealtad en la
defensa de intereses que no eran suyos; y como carecía de
disciplina, más importante que el número en un ejército, tam-
poco podían esperar destreza en el manejo de las armas, para
entrar en lid con tropas aguerridas.
A las proposiciones de Salazar contestó el Rey en lQ de abril
de 1770, previo informe del Inspector General don Alejandro
de 0-Reylli, que se pagase el prest al soldado del modo esta-
blecido en la Habana: que al teniente, tanto en aquella plaza
64 HISTORlA DE NICARAGUA

como en la de Guatemala, se diesen cuarenta y ocho pesos


mensuales, al alférez treinta y ocho y al porta-estandarte
treinta y cuatro, en lugar de cuarenta pesos, treinta y veinti-
cuatro que tenían antes asignados los oficiales de esas clases;
y que se enviasen Guatemala cuarenta dragones, cuatro ca-
á

bos para sargentos y un sargento para alférez. En los regis-


tros del Honduras, San Nicolás de Barí y El Pájaro vinieron
destinados para capitanes de aquellos dragones, don Felipe
de Sesma y don José Pinillos, y para coronel, don Francisco
Panigo, á quien dió el Rey la comandancia del cuerpo con la
obligación de ocupar una de sus compañías. Con cuarenta y
cinco hombres que llegaron de España Guatemala, los se-
á

senta y cuatro que ya existían allí y las reclutas que con la


autorización debida mandó hacer el Presidente, quedaron com-
pletas las doscientas plazas de que debía componerse el escua-
drón de dragones, según lo anunciaba aquel empleado en su
informe. En cuanto al envío del batallón de· tropa reglada
que pidió Salazar, dijo la Corte que se tendría presente la in-
dicación en caso de guerra.
El Presidente de Guatemala trató también de organizar
la artillería de algunos puestos militares, pidiendo de España
dos oficiales, uno de ellos con grado de capitán, dos sargentos,
cuatro cabos y veinte artilleros, para distribuirlos en Omoa,
el Petén y el Castillo de San Juan. El 31 de octubre de 1766,
se embarcaron en Cádiz el Capitán y el Teniente de Artillería
don José Manes y don Manuel de Acuña, destinados á Gua-
temala. El primero pasó á México y no fué reemplazado: el
segundo fué enviado á Omoa, con veinte pesos mensuales de
gratificación para ayudar al ingeniero, lo que fué aprobado á
Salazar en orden de 2 de julio de 1769. Pero en 30 de abril
de 1770, dió aviso el Presidente al gobierno de Madrid, de
haber destinado á Acuña al Castillo de San Juan, con encargo
de componer el cureñaje y demás objetos del servicio.
No faltaban hombres para organizar en este Rein� un ejér-
cito capaz de resistir al que hubiera enviado la Gran Bretaña
ú otra potencia marítima. Necesidad ingente había de armas
y pertrechos, sin los cuales es claro que el ejército sólo habría
servido para figurar en el papel. En 12 de diciembre de 1767
LIB. VIII.---CAP. 11.---CONSECUENCIAS, ETC. 65

envió á la Corte, el Presidente de Guatemala, un estado de las


fuerzas que constituían las milicias de la Capitanía General, á
saber: ciento nueve compañías de infantería de españoles y
setenta y cinco de caballería, doscientas treinta y seis de in-
fantería de mulatos y ochenta y ocho de caballería, veintiocho
de infantería de mestizos y veintiuna de caballería. Reunidas
todas las tropas, habría ascendido su número á veintiún mil
ochocientos catorce soldados de infantería y ocho mil nove-
cientos de caballería: total, treinta mil setecientos catorce
hombres.
El Inspector General conoció, desde luego, la inutilidad de
ese numeroso ejército, é informó al Rey sobre la conveniencia
de organizar sólo tres batallones de buena milicia, que, colo-
cados á inmediaciones de la capital del Reino, fuesen constan-
temente disciplinados; y en vista de las razones expuestas por
0-Reylli, á quien se suponía con mayor conocimiento de las
necesidades del país en general, se ordenó al Presidente, en
21 de junio de 1768, que redujese la milicia á cuatro batallo-
nes de buena calidad y diese aviso del número de oficiales y
ayudante subalternos que necesitase para enviárselos de la
Habana.
No podía Salazar conformarse con esa disposición. Parece
que al dictarla sólo se tuvo en mira la seguridad de Guatemala,
punto el menos expuesto á invasiones de enemigos, por su si-
tuación central y porque, distante de los puertos y con malos
caminos que á ellos condujeran, ningún interés presentaba á
Inglaterra, que pretendía el dominio de ambos mares y la fácil
posesión de esa conquista, mediante expeditas comunicaciones
por tierra de uno á otro océano. La porfía en ocupar á Ni-
caragua, que en abundancia tenía las condiciones apetecibles
para satisfacer los propósitos de la nación invasora, ponía á
la vista aquel pensamiento.
Contestó, pues, el Presidente, en 1º de diciembre del propio
año de 1768, que había muchos pueblos tan leales como el de
la capital; y que en el supuesto de que el Reino se extendía
á setecientas leguas, habrían de inutilizarse los cuatro bata-
llones, por la división á grandes distancias, ó quedar sin res-
guardo muchos lugares importantes; por lo que esperaba no
III.­5
66 HISTORIA DE NICARAGUA

se alterase el arreglo establecido hasta entonces en aquellos


cuerpos, puesto que él se adaptaba á las necesidades del país
y al carácter de sus habitantes. Y agregaba, que para la dis-
ciplina de las milicias, conservándose la organización que te-
nían, le bastaban cinco oficiales de infantería, en reposición
de los que habían fallecido, y cuatro de dragones para las tro-
pas de caballería. Estas observaciones quedaron sin contes-
tación.
Dos ingenieros solamente había en todo el Reino: el Di·
rector, Teniente Coronel don Luis Díez Navarro y don Anto-
nio de Murga. El Presidente Salazat no considerando sufi-
ciente ese número para el servicio, pidió otros más con el fin
de ocuparlos en atender al Castillo de Omoa y dirigir los tra-
bajos que debían emprenderse en las reparaciones de los del
Golfo Dulce, Petén y San Juan de Nicaragua, y además un in-
geniero en jefe, un ordinario, un extraordinario y dos deli-
neantes. El Gobierno atendió á la solicitud, enviando de Es-
paña al Capitán don Lorenzo Alvarado, ingeniero ordinario,
á don José González Termidor, don Juan Dastier y don José
Alexandre, Tenientes é Ingenieros extraordinarios. Embar-
cáronse en Cádiz y salieron de allí los tres primeros, en el
registro El Pájaro, el día 25 de octubre de 1770; y el último,
en el de San Nicolás, el 26 de septiembre anterior. En 28 de
noviembre de aquel afio se destinaron cien hombres de infan-
tería para custodiar el Castillo de Nicaragua, al mando del
Capitán don Manuel de Quiroga, quien debería ejercer también
la alcaidía de la fortaleza.
Por el año de 1765 los zambos y mosquitos, auxiliados de
los ingleses, habían renovado sus hostilidades por todo el li-
toral de Nicaragua y Costa-Rica, colocando á las autoridades
del Reino y á las de esta Provincia en la necesidad de dictar
medidas preventivas para el evento de una invasión formal.
El Gobernador don Melchor Vidal de Larca propuso la cons-
trucción de cuatro balandras que fuesen tripuladas con vein-
ticinco hombres cada una y armadas con diez pedreros. Don
Manuel Soler, Gobernador de Costa-Rica, opinó que serían
suficientes tres, y así lo informó el Ingeniero Diez Navarro,
agregando que esas embarcaciones debieran ser construídas
LIB. Vlll.-CAP. 11.-CONSECUENCIAS, ETC. 67

en Omoa, por las facilidades que allí se presentaban. El Pre-


sidente Arcos mandó destinar dos piraguas con subordinación
al Gobernador de Costa-Rica, debiendo pagarse el salario de
la tripulación con dinero de las reales cajas; y aunque el Go-
bernador de Nicaragua manifestó al Gobierno General, la in-
suficiencia de dos embarcaciones para dar seguridad á la di-
latada costa de las dos Provincias, se le contestó que estu-
viese á lo mandado, porque eran grandes los gastos que se ha-
cían en la defensa del Reino.
El Capitán General, tratando de llevar á cabo sus dispo-
siciones, dictó las órdenes correspondientes para la construc-
ción de las piraguas en Omoa. Pensó después que podían per-
derse en el viaje á estas costas, y dispuso se fabricasen en
Costa-Rica ó Nicaragua, puntos destinados al servicio que de-
bían prestar. Pero ni aun ese proyecto fué realizado, y antes
bien quedaron aplazadas todas las medidas de defensa, aunque
las actuales circunstancias eran graves. En 1767 el Presi-
dente Salazar transmitió á la Corte de España las noticias
comunicadas por las autoridades de Nicaragua, acerca del au-
mento escandaloso que había recibido el comercio ilícito de los
ingleses. Para evitarlo, no encontraba otro recurso que el de
proponer los zambos y mosquitos el medio suave de trasla-
á

darse al centro de la Provincia, y si no consintiesen en él, el


de exterminarlos á sangre y fuego. Insistía en el proyecto de
que se construyesen tres piraguas, para que auxiliadas por la
escolta de las balandras vigilasen la costa é impidiesen á los
ingleses desembarcar sus mercancías. Tampoco esta indica-
ción fué aceptada por el Rey.
Ni las inquietudes causadas por las frecuentes invasiones
de los enemigos; ni la pobreza en que se haUaba la Provincia,
por no tener industria, ni agricultura, ni comercio, fuentes
naturales del bienestar general; ni la falta de la protección
que ella debía esperar del Gobierno, siquiera por la importan-
cia que su topografía le daba en los planes del Gabinete in-
glés; ni las constantes rencillas de los empleados locales, que
á cada paso la colocaban en los escollos de un pésimo gobier-
no: ninguno de esos males, en fin, capaces de producir la rui-
na de un pueblo, impedía el aparecimiento, aunque raro, como
68 HISTORIA DE NICARAGUA

sucede en toda sociedad política, de hombres benéficos pareci-


dos á González Calderón y á Rodríguez Méndez, que dieran
pruebas inequívocas de su amor á la justicia, al progreso y á
la integridad de estos pueblos. Tal fué el de don Juan Vilches
y Cabrera, natural de Pueblo Nuevo (jurisdicción de Segovia
en esta Provincia) y que ejercía por aquel tiempo las funciones
de Deán en el Cabildo Eclesiástico de León.
Se ha dicho en los capítulos anteriores, que el Obispo don
Isidro Marín Bullón y Figueroa inició, en 1747, los trabajos
de la actual Catedral de la Diócesis. Los continuó durante su
gobierno y no se suspendieron ni aun después de su muerte,
sino hasta el año de 1751 en que tomó posesión del Obispado
don Agustín Morel de Santa Cruz. Suspensos permanecieron
también durante la administración eclesiástica del Obispo don
Juan Antonio Flores y Rivero; pero en la vacante inmediata
los prosiguió el Deán y Vicario Capitular don Juan Vilches y
Cabrera, quien los hizo progresar bastante hasta noviembre
de 1760, época en que se vió obligado á detenerlos, por hallar-
se escaso de recursos.
En el mismo año ocurrió al Capitán General, manifestán-
dole el estado en que se encontraba la fábrica del edificio y
pidiéndole que destinase á la obra los dos novenos pertene-
cientes al Rey en la gruesa de los diezmos de todo el Obispado.
La solicitud fué bien acogida; y con esos fondos y los extraor-
dinarios adquiridos por el arbitrio é inteligencia del Deán,
continuó éste en su laudable tarea.
Habiendo ocupado la Silla Episcopal don Mateo José de
Navia y Bolaños, interrumpióse nuevamente la construcción
del templo. Por el mes de diciembre de 1761 la prosiguió el
Deán Vilches, con beneplácito del Prelado; y para facilitarla
estableció fábricas de cal y ladrillo por cuenta de la empresa
y acopió suficientes materiales de esa clase.
La sujeción al Obispo era una rémora á los trabajos del
Deán; que rara vez van de acuerdo las opiniones cuando se
desconocen las reglas del arte y se da al gusto ó al capricho
el lugar que á ellas corresponde. Don Juan Vilches y Cabre-
ra dirigió con fecha 21 de marzo de 1762 una nota al Capitán
General, pidiéndole facultad exclusiva para entender por sí
LIB. VIII.-CAP. II.-CONSECUENCIAS, ETC. 69

solo en la fábrica de la iglesia. Persona muy respetable era


el Deán, por sus virtudes, su recto juicio y dedicación al mi-
nisterio eclesiástico en la elevada posición que dignamente ocu-
paba. Fué, pues, satisfecho su deseo, como debía esperarse,
con las condiciones de seguridad que él mismo propuso, para
la conservación y conveniente aplicación del dinero que se le
confiara. El Capitán General dictó la resolución siguiente:
«Guatemala y mayo 17 de 1762-En consecuencia de lo
representado por esta consulta y de que don Juan Vilches y
Cabrera, Deán de la S. l. C. de León, llevado de su celo, efica-
cia y inclinación apetece perfeccionar la fábrica con el ahorro
que ha acreditado en el tiempo anterior que ha corrido con
ella; como Vice-Patrón real de dicha Iglesia, le instituyo y
nombro para que continúe en la expresada fábrica, hasta su
conclusión, dándole como le doy facultad para que pueda po-
ner el sobrestante que propone, procurando sea de las calida-
dades necesarias y que el salario se le regale solamente por
los días que asista, ajustado con la mayor equidad, sin permi-
tirle ningún manejo de caudal perteneciente á esta obra, por-
que en ello sólo han de intervenir el propio Deán, un preben-
dado y cualquiera de los oficiales, para lo que se pondrá en la
Contaduría el arca con tres llaves. Y el Gobernador de la
Provincia y el Alcalde Mayor de Subtiava, subministrarán los
peones y carretas que fueren necesarios; pagándose los jorna-
les y alquileres en tabla, reales y mano propia, sin permitir
ningún mal tratamiento; lo que con distinción se expresará en
el título que para todo mando se despache al expresado Deán
con inserción de este decreto--Herodia-Por mandado de S. S.
Agustín· de Guirola y Castro» (1).
El señor Vilches fué electo Obispo de esta Diócesis, en re-
posición del señor Navia y Bolaños, muerto en Granada el año
de 1762. Comenzó á ejercer el gobierno eclesiástico en 1764,
habiéndose consagrado en la ciudad de Comayagua. Durante
su administración continuó los trabajos de fábrica de la Igle-
sia Catedral, en los que gastó más de diez mil pesos de sus
propias rentas. Con ocasión de esa importante empresa expe-

(1) Solicitud y Resolución á este respecto-A. N.


70 HISTORIA DE NICARAGUA

rimentó profundos desagrados, sin que por ellos se amenguase


en nada el ardiente celo con que se consagraba á ella, hacién-
dola objeto principal de sus nobles y desinteresados esfuerzos.
No menos difíciles fueron, para este digno Prelado, las
circunstancias en que le colocó una ruidosa disputa suscitada
en la época de su gobierno entre algunas autoridades y veci-
nos del Corregimiento de Matagalpa.
El invierno de 1762 había sido tan copioso que alcanzó el
renombre de diluvio. En muchos puntos se hundió la tierra,
los sembrados se perdieron, por la excesiva abundancia de las
aguas, y los ríos, saliendo de sus lechos, destruyeron los cor-
tijos inmediatos y arrojaron los ganados del lodo á los arro-
yos, donde perecieron en número crecido. Ese extraordinario
suceso, como todos los que producen el temor de algún peli-
gro llevan al ánimo la consternación y el terror, causó deses-
ó

peración y congoja á los que habitaban en pueblos cercanos


á los ríos. Temían que se repitiese el fenómeno y que ha-
ciendo nuevos daños en la propiedad rural los dejase en la
miseria.
Para los vecinos de Sébaco fué además causa de enojosa
cuestión entre particulares y empleados. El río denominado
Toma de Agua, que da un valor incalculable á las tierras ad-
yacentes, pasa á inmediaciones del pueblo y se encamina á las
montañas del norte, hasta desembocar en el mar. Temiendo
los moradores de Sébaco, que desbordara en otro invierno como
el anterior, ocurrieron (1765) al Capitán General y á la Au-
diencia en solicitud de permiso para trasladar la población al
paraje denominado Tecuanapa. Carecían de fundamento esos
temores, porque la elevación de las orillas del cauce daba toda
seguridad por aquel punto contra la recelada inundación.
El Capitán General concedió la licencia pedida por los mo-
radores de Sébaco; pero aun con eso, el proyecto de traslación
á Tecuanapa encontró serias resistencias por parte del Alcal-
de José Vargas y de los Regidores Martín Huertas y Bernabé
Díaz. Poseían estos individuos fincas rurales en el paraje
denominado Los Congos; y queriendo darles mayor valor y
proporcionarse facilidades para sus labores, fabricaron una er-
mita en ese punto. trasladaron á ella los retablos é imágenes
LIB. VIII.--CAP. 11.--CONSECUENCIAS, ETC. 71

de la parroquia é indujeron á algunos indígenas á levantar allí


sus casas, para formar el pueblo, aunque semejante cambio de
localidad fuera opuesto á lo resuelto por el Capitán General y
la Real Audiencia. Creyendo tres ó cuatro familias que sería
estable lo determinado por las autoridades locales, retiráronse
á otros pueblos del Corregimiento, con el fin de establecer en
ellos su residencia, convencidas de que consumirían estérilmen-
te sus escasos recursos pecuniarios en el cultivo del árido te-
rreno de Los Congos.
Érales difícil, en aquellas circunstancias, la formación de
un nuevo pueblo, y aun solamente la fábrica del templo; y ale-
jándoseles el temor á las inundaciones, por la consideración
de que nunca había causado el río daño alguno, pensaron con
calma, que lo menos costoso para ellos y que mejor correspon-
día á sus intereses era volver á sus antiguos hogares y apro-
vecharse de sus huertas y casas, situadas ventajosamente en
un terreno fértil, abundante de agua y que por largo tiempo
habíales dado ópimas cosechas en recompensa de sus trabajos.
Firmes en esa resolución se presentaron (1769) ante el
Obispo, quejándose de la arbitrariedad cometida por el Alcal-
de, al llevar las imágenes, sin acuerdo superior, á la ermita de
Los Congos, en contravención á lo dispuesto por la Real Au-
diencia; y pidiéndole permiso para colocarlas en el antiguo
templo. El Prelado, tomando en consideración que la iglesia
de Sébaco se hallaba en buen pie y con la decencia conveniente
al ejercicio del culto, concedió, en 13 de noviembre de aquel
año, la licencia y mandó que se diese cuenta al Capitán Gene-
ral con el expediente formado, para que en su vista resolviese
si debía llevarse á cabo la traslación del pueblo á Tecuanapa ó
restablecerse el antiguo Sébaco, puesto que los temores á des-
bordes del río carecían de fundamento.
Con esa resolución del Obispo, el amor propio del Alcalde
José Vargas quedaba comprometido y burlados sus ambiciosos
deseos de formar el pueblo á inmediaciones de su finca; pero
este contratiempo no le detuvo en el camino que seguía. Pen-
só que su· protector don Juan de la Rosa, Corregidor, Teniente
Capitán General del partido y Capitán á guerra, lo favorece-
ría con sus influencias en tan grande apuro; y no se equivocó,
72 HISTORIA DE NICARAGUA

porque habiéndole dirigido una carta y manifestádole en ella


que el permiso del Obispo había descansado en falsos infor-
mes, proporcionados, no por todo el pueblo ni por la mayor
parte de los vecinos, sino por unos pocos, consiguió con esa
superchería, que el Corregidor escribiese al Prelado asegurán-
dole lo mismo que Vargas le informaba, aunque sin otro com-
probante que su palabra.
Por esa oposición de la autoridad del Corregidor, por la
del Alcalde principal del pueblo, por la seguridad con que ma-
nifestaban que la iglesia de Sébaco se encontraba en es-
tado de ruina y por las otras causas que ya quedan expuestas,
se vió el Obispo don Juan Vilches y Cabrera obligado á sus-
pender los efectos de su anterior providencia; y para dictar
la que fuera más fundada en el interés de aquel lugar, comi-
sionó, en 9 de enero de 1770, á don Francisco Carmenate, Te-
niente Cura de la parroquia de San Pedro de Metapa, á fin de
que pasase al pueblo de Sábaco é instruyese una información
de testigos fidedignos sobre ciertos puntos en la comisión se-
ñalados, y principalmente le encargaba averiguar si la iglesia
de Sébaco se hallaba en buenas condiciones de seguridad y de-
cencia para los oficios del culto, y si el paraje conocido con el
nombre de Los Congos, era superior al del antiguo pueblo,
por la extensión y fertilidad de los campos que deberían desti-
narse á la agricultura, por la bondad de las aguas y salubri-
dad del clima.
De la información que se hizo resultó comprobado, por el
testimonio uniforme de gran número de testigos, que la ermita
construída en Los Congos, era insuficiente aun para contener
los retablos y condecoraciones que en ella debieran colocarse,
y que carecía de toda decencia para las funciones del culto di-
vino: que el terreno destinado al huevo pueblo era inútil para
la agricultura, por ser de rocalla en la superficie y de piedra
sólida en el fondo; y finalmente, que la iglesia de Sébaco era
muy capaz, sólida y decente, cualidades de que carecería un
nuevo templo, cualquiera que fuese el punto en que preten-
dieran levantarlo, por la falta de fondos y aun de objetos so-
bre que pudiera recaer un plan de arbitrios.
El Padre Carmenate envió al Obispo la averiguación ju-
LIB. VIII.-CAP. II.--CONSECUENCIAS, ETC. 73

rídica de los hechos á que se refería la comisión, acompanan-


dola de un informe sobre lo que él mismo había presenciado
ó sabido durante su estadía en el pueblo. Confirmaba ser
ventajosas las condiciones del antiguo Sébaco y desfavorables
las del paraje Los Congos; y agregaba que el Corregidor había
dado orden á su protegido el Alcalde indio, de que incendiase
las casas y siembras que existían en el pueblo viejo y á ori-
llas del río, para obligar los dueños de esas propiedades
á á

edificar sus habitaciones al rededor de la ermita.


Por las causas que en seguida se verán, el Padre Carme-
nate hizo lo contrario de lo que se le había ordenado. Se pre-
sentaron ante él casi todos los moradores del pueblo, suplicán-
dole, con lágrimas, que no cumpliese el último acuerdo del Obis-
po, porque serían muy graves los males que de llevarlo á efec-
to recibirían en sus intereses, y que antes bien, tomando en
consideración la voluntad de todo el vecindario, diera sus ór-
denes para que se llevasen la iglesia de Sébaco todos los ob-
á

jetos pertenecientes al ejercicio del culto, que existían en la


ermita fabricada por el Alcalde Vargas.
Los ruegos de aquella pobre gente y el conocimiento ad-
quirido en el examen de los dos puntos en que se pretendía
formar la población, saber Tecuanapa y Los Congos, influ-
á

yeron en las resoluciones del Padre Carmenate, quien, dando


sobre ellos la preferencia al antiguo pueblo, habilitó su iglesia
y dispuso que inmediatamente se trasladasen á ella, las imá-
genes, retablos y ornamentos sagrados.
Pidió el cura al Obispo la aprobación de su procedimiento,
haciéndole la justa observación de que la violencia del Co-
rregidor, al dar orden de destruir las casas y siembras de los
vecinos del pueblo, fin de obligarlos á efectuar su mudanza
á

á Los Congos, probaba la resistencia que oponía la genera-


lidad, y que el resultado de ese conflicto en el grado de exal-
tación y enojo á que habían llegado los ánimos, causarían la
completa extinción de Sébaco, porque las familias, unas por
despecho y otras por pobreza, se irían otros pueblos, en don-
á

de encontrarían buenas tierras y recursos pecuniarios para sus


labores é industrias, y protección á sus intereses por parte
de las autoridades locales.
74 HISTORIA DE NICARAGUA

Enfadosas y alarmantes deben de haber sido para el señor


Vilches las delicadas circunstancias formadas por aquella con-
troversia. Si revocando su postrer resolución acordaba la re-
habilitación de la iglesia de Sébaco y el abandono de la ermi-
ta, podía entrar en peligrosas cuestiones con el Corregidor
Rosa y dañar los intereses del Alcalde y sus parciales; y si
persistía en mantener suspenso su primer acuerdo, hasta no
recibir la final resolución del Capitán General, que probable-
mente daría, después de mucho tiempo, se exponía á consumar
la ruina del mayor número de vecinos, obligándolos, sin justa
causa, á abandonar sus casas y sementeras, supuesto que sin
iglesia no habrían de permanecer en el pueblo y que carecían
de dinero para comprar otras imágenes : esto, no contando con
que continuara la fuerza empleada ya por el Corregidor para
obligarlos á una traslación que detestaban y en la cual sólo
veían el capricho de tres ó cuatro interesados, sordos al cla-
mor general é insensibles á la total pérdida de la escasa for-
tuna de sus paisanos.
Según se presentaban las cosas en el Corregimiento de Ma-
tagalpa, y temiendo tal vez que se propagase el desorden en
toda la Comarca, pensó el Prelado que el medio más cómodo
y seguro de aplacar la efervesc=ncia en que se hallaban las pa-
siones, era el de aplazar su resolución. Guardó silencio sobre
la disposición dictada por el cura de Metapa y envió al Ca-
pitán General la información de testigos y la relación de aquel
párroco, para que, con perfecto conocimiento de los sucesos,
terminara la contienda con un acuerdo justo al par que pru-
dente.
Pero el Capitán General no fué más explícito que el Obis-
po. Secundando el pedimento del Fiscal, pasó los documentos
á la Real Audiencia, para que agregándolos á los antecedentes
formados en la solicitud sobre traslación del pueblo de Tecua-
napa, sentenciase lo que le pareciese más conveniente. Ni aun
eso tuvo efecto: el Escribano de Cámara informó, en junio
de 1771, que el expediente no se encontraba en el archivo por
haberse perdido; y ésa fué la-causa de que la cuestión quedase
sin resolución ninguna y de que el pueblo de Sébaco, merced
LIB. VUI.-CAP. 11.----CONSECUENCIAS, ETC. 75

á la disposición arbitraria del padre Carmenate, conservara


su existencia.
No concluiremos el presente capítulo sin hacer mención de
las enojosas disputas que ocurrieron entre las autoridades prin-
cipales de la Provincia, en algunos de los años á que él se
refiere.
En 1766, don Jerónimo de la Vega y Lacayo, Alcalde Ma-
yor del real de minas de Tegucigalpa y á la sazón vecino de
Granada, recibió encargo de la Audieneia para residenciar á
don Melchor Vidal de Lorca y Villena, ex-Gobernador de esta
Provincia. El residenciado se quejó ante aquel Tribunal de
ciertos abusos cometidos por el juez; y éste fué condenado, por
auto de 14 de junio del propio año, á pagar al quejoso la can-
tidad de mil doscientos pesos. Se le impuso además la obli-
gación de acompañarse del nuevo Gobernador don Domingo
Cabello para continuar el juicio de residencia.
La Real Audiencia comisionó á Cabello para que exigiese
de Lacayo los mil doscientos pesos en que había sido conde-
nado y los expedientes del juicio. De éstos entregó solamente
los que contenían escritos que Vidal de Lorca había presentado
en su defensa; pero no el proceso principal, por creer que debía
retenerlo, puesto que aun conservaba el carácter de juez y el
Gobernador sólo tenía el de acompañado. También se negó
á entregar los mil doscientos pesos alegando varias excep-
ciones á las que no atendió Cabello, por considerarse sin fa­
cultades para suspender la ejecución, y antes bien dispuso que
se embargasen á Vega bienes realizables para el pago de la
multa. Ocurrió el ejecutado á la Audiencia quejándose del Go-
bernador; pero el Tribunal mandó archivar la solicitud, de
acuerdo con el pedimento del Fiscal Doctor Saavedra; y de ese
modo terminó el proceso, con mal resultado para don J eró-
nimo de la Vega.
Otra controversia de distinta índole y causa de la relacio-
nada anteriormente; pero no de escasa significación en el mo-
vimiento administrativo de estos pueblos y en las cualidades
pacíficas que debían caracterizar las relaciones de los princi-
pales empleados, para el· fomento de los intereses del gobierno,
se suscitó por don Jerónimo de la Vega y Lacayo contra el
76 HISTORIA DE NICARAGUA

Gobernador don Domingo Cabello. La residencia del Gober-


nador en el pueblo de Masaya dió origen y vida á esa cues-
tión, al parecer poco importante, pero que podía producir gra-
ves desavenencias entre los vecinos de Granada y Masaya, en
aquellos tiempos en que acerbas rivalidades emponzoñaban los
ánimos, las cuales son casi siempre resultado funesto de la
falta de trabajos útiles en que emplear el tiempo.
Masaya, como se ha dicho en otros capítulos de esta histo-
ria, siempre fué, desde la conquista, un pueblo importante por
su numeroso vecindario, bella localidad y agradable clima.
Esas cualidades ventajosas eran grande atractivo para la gen-
te de afuera; pero la escasez del agua, elemento principal en
toda población, sin el cual pierden su importancia las otras co-
modidades de que se puede disfrutar, repelía á las personas
acaudaladas que deseaban lugares convenientes y con ríos, para
formar haciendas de caña, de añil ó de cacao. Había en la
plaza principal, cerca de la iglesia, un hoyo de gran profun-
didad en que recogían, para el uso de las bestias, el agua llo-
vediza que por calles corría en el invierno, pues era cosa di-
fícil llevar los animales al Lago, por los escabrosos bajaderos
que á él conducían.
El Gobernador don Domingo Cabello fijó en Masaya su
residencia, como lo habían hecho otros gobernadores; y se pro-
puso efectuar algunas mejoras materiales, para favorecer al
vecindario y también para su propia utilidad. Hizo levantar,
al sur de la plaza principal, una casa de teja que ocupaba toda
la cuadra, para morada suya y de los que le sucediesen en el
destino. A ese edificio dieron el nombre de Casa Real.
Con el plausible propósito de evitar álas indias el peli-
groso viaje al Lago y facilitarles la adquisición del agua, hizo
abrir un pozo en el patio de su misma casa, y como éste se
extendía á toda la manzana, siempre hacia el sur, mandó tam-
bién construir, en la parte interior, algunas casas de paja para
guardar maíz y otros frutos farináceos.
Un acontecimiento desagradable consternó á todo el vecin-
dario y dió asidero á la maliciosa censura de algunos malque-
rientes de Cabello. El indio que abría el pozo, montó en el
travesaño destinado á su descenso, y ya á poca distancia de
LIB. VIII.-CAP. JJ.-CONSECUENCIAS, ETC. 77

la orilla, cayó hasta el fondo, á una distancia de cincuenta ó


sesenta varas, haciéndose pedazos.
El sacerdote franciscano Fray Ambrosio Bello, aunque de
extraordinaria corpulencia, se hizo bajar para dar al caído la
santa unción; pero volvió diciendo que no había podido ejer-
cer su ministerio porque el indio estaba muerto. Los que pre-
senciaron el acto aseguraban que el religioso no había visto
al pocero, por haber pedido que lo sacaran antes de llegar al
fondo.
Sin duda temiendo nuevas desgracias, ordenó Cabello sus-
pender la excavación.
En 1766 sostuvieron, como ya hemos dicho, agrias cues-
tiones don Jerónimo de la Vega y don Domingo Cabello, re-
cientemente nombrado Gobernador. El mal resultado que ellas
tuvieron para Vega hizo, sin duda, que éste reservase para más
tarde el vengarse de su enemigo. Al año siguiente, parecién-
dole que era llegada la ocasión, envió al Rey, en 12 de julio,
un extenso memorial en que acusaba al Gobernador y Coman-
dante General Cabello, de injusticias y excesos cometidos en
el ejercicio de su empleo contra los indios de Masaya y otros
de su jurisdicción. Los capítulos de la acusación fueron los
siguientes:
Que el Gobernador no pagaba los géneros de los indios á
precios corrientes, sino por menor cantidad de la que justa-
mente valían, y obligaba á los operarios á trabajar, castigán-
dolos por sí ó por sus tenientes.
Que las casas pajizas construidas en la parte interior de la
del Gobernador y destinadas á guardar sus efectos, se reedi-
ficaban y reparaban anualmente á costa de los naturales.
Que sin salario mantenía á su servicio dos indígenas de la
parcialidad de Masaya, otros dos de Nindirí, cuatro mujeres
para la cocina, varios leñadores, aguadores y zacateros, y les
exigía maíz y otros artículos, para el consumo ordinario de
la casa, sin pagarles su valor:
Que la casa llamada real, fabricada por orden del Gober-
nador, había sido construí da á expensas de los indios: Que el
tesoro de éstos era administrado por aquel funcionario, quien,
78 HISTORIA DE NICARAGUA

según la ley, sólo tenía facultad de recibir cuentas á las jus-


ticias; y
El haber mandado abrir, á costa de los naturales, el pozo
de que se habló anteriormente; empresa funesta, á juicio del
acusador, por haber dado ocigen á la trágica muerte de uno
de los mozos encargados de llevarla á cabo:
Que obligaba á los indígenas á suministrar, para el consu-
mo de la fortaleza del San Juan, mil quinientas fanegas de
maíz de primera y segunda cosecha, abonándoselas á tres y á
seis reales respectivamente, y ordenando que ellos mismos las
condujesen á su destino, no obstante que sólo seiscientas fa­
negas se consumían en el Castillo y que por la ley estaba dis-
puesto se pagasen á los indios, las de primera cosecha, á
cuatro reales y las de segunda, á peso. El acusador llamaba,,
de un modo especial, la atención del Monarca hacia la cir-
cunstancia de imponer el Gobernador á los proveedores, el
gravamen de llevar el maíz á la Fortaleza, cuando, por una dis-
posición real, estaba mandado que cada indio pagase el tribu-
to en el lugar de su residencia:
Que por morar los gobernadores en Masaya, lugar en don-
de no había Escribano, actuaban aquéllos sm la asistencia de
dicho funcionario; y que cuando cesaba un gobernador y en-
traba otro, el primero entregaba al segundo solamente los pro-
cesos que le convenían, ocultando los que podían serle adver-
sos, en vez de enviarlos íntegramente á los archivos de los
escribanos de León y Granada. En la acusación se agregaba,
que por la falta de algunos de esos expedientes, no podría ha-
cerse efectiva la responsabilidad de Cabello en varios asuntos:
Que en el pueblo de Managua, en donde el Gobernador man-
tenía un teniente, se cometían graves abusos obligando á los
indios á servir sin remunerarles su trabajo, y repartiéndoles,
por cuenta del Gobernador, géneros á crecidos precios.
Don Jerónimo de la Vega concluía su voluminoso memorial
pidiendo al Monarca, que ordenara á Cabello su traslación á
Granada; pues aun estaba informado de que existía una real
cédula en que se había dispuesto que residiesen los goberna-
dores en esa ciudad para que cuidasen más inmediatamente
del Castillo de la Concepción. Pedía también que mandase de-
LIB. VIII.-CAP. 11.-CONSECUENCIAS, ETC. 79

moler la casa real de Masaya, ó enajenarla á cualquier particu-


lar ó cederla á los curas para su habitación, ó á los indios para
que en ella hiciesen sus reuniones -munícípales.
Tal era 21 objeto ostensible de la solicitud de Vega. La
demolición de la casa real de Masaya y la consiguiente tras-
lación de los gobernadores á Granada: eso era cuanto de un
modo expreso podía pedir al Monarca; y á ese resultado, que
habría sido vergonzoso para Cabello, limitó su pretensión.
Pero de los calurosos términos en que está redactado el me-
morial, se deduce muy bien, que la segunda mira del acusador
era hacer uso de los mismos cargos en el juicio de residencia
contra Cabello. Y en efecto, si el Rey, aceptando como cier-
tos los puntos en que la acusación se fundaba, hubiera acce-
dido la traslación solicitada y á la venta ó demolición de la
á

casa real, el Gobernador habría quedado perdido y expuesto


á sufrir las penas personales que por sus excesos mereciera;
puesto que ningún juez se habría atrevido á atenuar la res-
ponsabilídad que le resultara de aquellos cargos, una vez que
estuviesen calificados por el Monarca de contrarios á su real
servicio.
No pudiendo el Rey dictar resolución ninguna en ese de-
licado asunto sin conocer la calidad de las faltas atribuidas á
Cabello; y no queriendo desprenderse en absoluto del conoci-
miento transmitiéndolo desde luego la Audiencia, dispuso, en
á

cédula de 28 de abril de 1768, que se enviase á ese tribunal


una copia autorizada del escrito de Vega, para que informase
con justificación, devolviéndole el expediente.
Tocó á don Pedro de Salazar Herrera Natera y Mendoza
poner en ejecución el mandato, por hallarse ejerciendo la Pre-
sidencia y Capitanía General de Guatemala.
En cumplimiento de esa disposición debía instruirse infor-
mación secreta sobre los hechos denunciados, procedimiento
que no podría practicar con libertad quien de algún modo es-
tuviese sujeto á la autoridad é influencia del Gobernador Ca-
bello. Don Manuel José de Montenegro y Ulloa, vecino de Gra-
nada, poseía las cualidades necesarias para el desempeño de
ese delicado encargo, y en 5 de abril de 1769 libróle el Presí-
dente comisión formal, recomendándole la mayor reserva, para
80 HISTORIA DE NICARAGUA

evitar indebidas influencias con que pudiera darse falso y


siniestro sentido á los méritos de la información. El Comísio-
nado estableció su oficina ·en Granada y citó para que como
testigos declarasen, á los capitanes don Luis Osorno y don
Juan Antonio de Bendaña y á don Luis de Valencia y Cavie-
des, Teniente de Oficial de las Reales Cajas, quien por razón
de su empleo podía dar conocimiento cierto del maíz que de
tributo pagaban los pueblos de la comarca de Masaya, sus pre-
cios y tasas y la inversión que se daba al dinero que su venta
producía. Dispuso también tomar declaración á los alcaldes
indígenas de Masaya y demás pueblos de su jurisdicción, como
también á cuantas personas pudieran conocer los hechos que
se investigaban, entre las cuales se encontraba don Luis Blan-
co y Sací, notable vecino y administrador de rentas de Masaya.
De la información resultó claramente comprobada, la ino-
cencia del Gobernador Cabello. A vista de ese documento no
puede desconocerse la precipitación con que don Jerónimo de
la Vega se dirigió al Monarca, denunciándole graves faltas co-
metidas por la primera autoridad de esta Provincia, sin agre-
gar á la denuncia pruebas que alejaran del denunciante, la
nota de temerario é imprudente. Ni por sí, ni por medio de
otro intervino Cabello en el expediente secreto de pesquisa; y
queriendo evitar toda sospecha de ocultas influencias ó abu-
sos de autoridad, para infundir temor ó irresolución en los
declarantes, se retiró á la ciudad de León, en donde permaneció
durante el procedimiento, sin corresponderse con personas de
Granada ó de Masaya, ni manifestar inquietud por el resulta-
do de la inquisición.
La casa real que, según aseguraba Vega, era obra de los
indios, impulsados por la fuerza del Gobernador, había sido
edificada por este empleado con dinero de su peculio. Los na-
turales contribuyeron con su trabajo á la ejecución de la obra;
pero sus brazos se emplearon en levantar un cuarto en aquel
edificio, para custodiar los archivos de sus juzgados, quitán-
dolos definitivamente de las casas pajizas, en donde los tenían
expuestos á los incendios, que en el pueblo eran frecuentes Y
abrasaban muchas veces toda una parcialidad.
Era falso que el Gobernador compeliese á los indios á ven·
LIB. VIIl.-cAP. 11.--CONSECUENCIAS, ETC. 81

derle los géneros que fabricaban, por el precio que arbitra-


riamente les impusiera: cierto era que se los compraba, pero
dándoles en moneda de plata más crecido valor del corriente
y aun mayor del que antes habían recibido de los otros gober-
nadores. Las ventas eran voluntarias, y los indios se mostra-
ban satisfechos porque obtenían pronto el producto de sus la-
bores y se consideraban libres del peligro de quedarse con las
mercaderías por falta de razonable comprador, ó de someter-
se á cambios onerosos, para gastar su dinero en las cosas más
necesarias á, la conservación de la vida.
Las trojes pajizas, construidas en el patio de la casa real,
servían para guardar el maíz, arroz, fríjoles y otros frutos
que los indígenas del partido pagaban al real tesoro por el
tributo á que estaban obligados. A la reconstrucción de aque-
llas casas contribuían los naturales con su trabajo personal,
servicio que voluntariamente y por inmemorial costumbre da-
ban al Monarca, no al Gobernador, sin que por eso dejase Ca-
bello de pagarles el jornal, mostrándose más generoso y com-
pasivo que sus antecesores.
Acostumbraban los indios de todos los pueblos de esta Pro-
vincia servir voluntariamente de alguaciles en los juzgados, y
ejercer las funciones de ministros inferiores de justicia, sin re-
cibir estipendio por el trabajo que se tomaban. Los alcaldes
en persona ejecutaban los autos de prisión ó arresto, manda-
mientos de ejecución, embargos y demás actos judiciales que
en sus despachos ocurrían. Los oficios de los naturales, que
llevaban el nombre de alguaciles, eran los de hacer mandados
como portadores de órdenes, transportar ó conducir de un lu-
gar á otro muebles del juzgado, hacer llamamientos, pedir au-
xilio verbalmente, encabezar rondas, y otras ocupaciones se-
mejantes á ésas.
En Masaya se extendía la costumbre de los indígenas, á
enviar á la casa real ayudantes de servicio} hombres y muje-
res: los primeros, que no pasaban de cuatro, dos vecinos de
Nindirí y dos de Masaya, se dividían las ocupaciones, llevan-
do para el consumo diario, el maíz, el agua, la leña y el pasto
para las bestias; y las segundas, que también eran cuatro,
servían en la cocina ó se dedicaban á otros oficios domésti-
m.- ­6
82 HISTORIA DE NICARAGUA

cos; aquéllos y éstas sin estipendio, de su propia voluntad y


alternándose cada semana en el mismo orden, con otros del
común que llegaban á reemplazarlos. Todos los gobernadores,
y Cabello . con más largueza que otros, habían pagado á los
ayudantes de servicio el valor de los artículos de consumo que
á la casa llevaban, y aun consentíanles que trabajasen en sus
propias industrias y tomasen la comida sobrante de la mesa
para alimentos de sus familias.
Mil quinientas fanegas de maíz, poco más ó menos, produ-
cía el tributo de Masaya y los pueblos inmediatos, de las cua-
les se enviaban al Castillo seiscientas cada año, para el con-
sumo de la tropa, y el resto se vendía, según tasación, por
cuenta del real tesoro, á cuatro reales la fanega, del de pri-
mera cosecha, y á ocho la del de segunda; mas como ese fruto
se apolilla á los tres meses de recogido, después de ese tiempo
se vendía sin distinción á dos reales la fanega.
La Audiencia había dictado sobre la venta del maíz, una
disposición digna de ser conocida, porque ella da muestra in-
equívoca del excesivo celo que empleaban los funcionarios en
la conservación y aumento del real tesoro.
En esta Provincia, los gobernadores estaban encargados de
la recaudación y venta del maíz por la tasación que hacían
los oficiales reales; y si en algunos años bajaba el precio y
aun se dificultaba la realización del fruto, á causa de su abun-
dancia, en otros subía hasta venderse á tres pesos la fanega.
Y sucedía que los gobernadores hacían entrar en las cajas
sólo el dinero de la tasación y se apropiaban el exceso del
valor por que lo habían vendido.
Llegó ese abuso al conocimiento del Superior Gobierno,
quien se propuso evitarlo disponiendo, en 18 de noviembre
de 1734, que los gobernadores de Nicaragua recaudasen y ven-
diesen todas las especies que los indios pagaran de tributo,
con facultad de beneficiarse de ellas, afianzando el precio de
la tasación. De ese modo quedaba asegurado para el real te-
soro el justo valor del maíz, sin riesgo de pérdidas eventuales,
y los gobernadores podían aprovecharse de las mayores utili-
dades que reportarían en tiempo de carestía y hacer toda clase
de negocios antes que la polilla destruyese el fruto.
LIB. Vlll.--CAP. II.--CONSECUENCIAS, ETC. 83

En 1761 se dificultó al Gobernador de la Provincia la ven-


ta de trescientas fanegas de maíz y ocurrió al Capitán Gene-
ral solicitando la facultad de realizarlo cualquier precio por
á

cuenta del real tesoro, ó de entregar el fruto en especie los


á

oficiales reales para que dispusiesen de él como pareciese más


conveniente la autoridad del Reino. La petición fué desecha-
á

da en 14 de diciembre de aquel año.


Esto fué, con relación al tributo, lo que resultó de la in-
formación seguida contra Cabello por el cargo que le hacía
don Jerónimo de la Vega, atribuyéndole vejaciones cometidas
en los tributarios y abusos en la recaudación y expendio de
los frutos.
En Masaya existía un archivo de expedientes concluídos
por los gobernadores que allí habían residido hasta don Do-
mingo Cabello, quienes respectivamente lo entregaban y reci-
bían, según formal inventario, en el acto de retirarse los unos
y posesionarse los otros del empleo. Como Vega acusara á
Cabello por sustracciones indebidas de papeles que en el juicio
de residencia pudieran perjudicarle, se practicó un registro
con vista del inventario y de los libros de sacas y conocimien-
tos; y se observó que no faltaba uno solo de los expedientes
formados por el Gobernador ni de los archivados por sus an-
tecesores. Los testigos examinados declararon, que el Jefe de
la Provincia era persona muy honorable, escrupulosa en el ejer-
cicio de sus funciones y que nadie hasta entonces le atribuía
hecho ninguno censurable y del cual nacieran acciones para
procedimientos criminales ó indemnizaciones de perjuicios; y
concluían diciendo, que no era presumible, por cualquier as-
pecto que se considerase el cargo, que hubiera extraído del
archivo papeles, legajos ó expedientes, para eximirse de algu-
na pena que por su conducta mereciera, «puesto que siempre
había sido fiel cumplidor de la ley y de las prescripciones del
honor é hidalguía que le eran como ingénitas».
La pesquisa no produjo otros méritos que los que acaban
de relacionarse. No era Cabello el empleado público que con
perfiles tan repugnantes presentó ante el Rey don Jerónimo
de la Vega y Lacayo: antes bien debe creerse, que por aquella
información en que declararon casi todas las personas princi-
84 HISTORIA DE NICARAGUA

pales del distrito, haya merecido del Capitán General, de la


Real Audiencia y aun del Monarca mismo, la más justa y hon-
rosa distinción.
Al propio tiempo que sostenía tan desagradables cuestiones,
no descuidaba el Gobernador la conservación del orden públi-
co, amenazado en algunos pueblos de la Provincia, á causa
del general disgusto con que fué recibida la orden de expul-
sión de los J esuítas de todas las posesiones españolas. Las
acertadas medidas preventivas tomadas por la autoridad, evi-
taron que estallase una sedición y restablecieron la quietud
de los ánimos.
CAPíTULO III

Incorporación de caribes en poblaciones centrales de esta Pro­


vincia: Traslación de algunos pueblos indígenas.

1771 á 1777

Continúan los ingleses. el tráfico ilícito en esta Provincia.-Peligros para


la seguridad é independencia del territorio.-Lo que acerca de estos
puntos manifestaron á la Corte algunos empleados del Reino.-El Pre-
sidente Salazar indica la conveniencia de mejorar el Castillo de San
Juan.-Disposiciones del Monarca á este respecto.-Esfuérzanse las au-
toridades de Nicaragua en conquistar, por medios pacíficos, á los sal-
vajes de la costa del Norte.-Pide el Capitán Antonio de Vargas Iicen-,
cia para establecer una población de caribes en el paraje del Agua-
caliente.-Curso que se dió á esta solicitud.-Informe que acerca de
ella dirigió el Gobernador Cabello.-Resolución del Presidente.-El Ca-
pitán Antonio de Ugarte pide facultad de establecer en su hacienda
Quimichapa una población de caribes.-Origen de los derechos que
alegaba.-Informe del Gobernador de esta Provincia en contra de la
solicitud de Ugarte.-Pormenores relativos al mismo asunto.-Deter-
minación que en él dictó el Gobierno Superior.-Traslación del pueblo
de Tiustepet á Camoapilla.-Causas que la originaron.-Algunos es-
clavos fugitivos de la ensenada de La Perla, piden ser establecidos
en esta Provincia.-Amenazas que con tal motivo dirigió el inglés
Patricio Harg á las autoridades de Chontales.-Noticias que acerca
del estado de la Mosquitía dió el negro Juan Lorenzo García.-Difi-
cultades que impedían un ataque á los establecimientos británicos.-
Incorporación de algunas familias de caribes al pueblo de la Trinidad.
Don Manuel de Quiroga se encarga de la gobernación de Nicaragua.-
Informe que dirigió al Gobierno del Reino sobre el desamparo en
que se hallaba la Provincia.-Medidas de seguridad que indicaba.-In-
corporación de veinticuatro caribes al pueblo de Lóvago.-Fallecimien-
to del Obispo Vilches y Cabrera.-Suspéndese la fábrica de la Cate-
dral.-El Superintendente de los trabajos de edificación, pide se dicten
providencias encaminadas á facilitar la conclusión del edificio.-Reso-
lución del Monarca.-Prosíguese la fábrica del templo.-Disputas entre
el Gobernador Quiroga y .el Oficial de la Real Hacienda, don Francisco
de Ugalde.-Lo que disponían las leyes acerca de la jurisdicción de
ambos empleados.-Término que á esa controversia puso el Capitán
General del Reino.

PoR los años de 1770 á 1772 los ingleses continuaban sos­


teniendo el comercio ilícito en esta Provincia valiéndose, por
86 HISTORIA DE NICARAGUA

una parte, de la cooperación que les prestaban los salvajes de


Matagalpa, y por otra, de la facilidad que les presentaba el
río de San Juan, para introducirse hasta la laguna de Grana-
da; con lo cual, no sólo defraudaban los derechos del Real Te­
soro, sino que también comprometían la seguridad de todo
el Reino. El estado de inquietud y zozobra en que se mante-
nían los empleados y principales vecinos de Nicaragua, se deja
conocer por la comunicación que, con fecha 23 de octubre del
primero de dichos años, dirigió de Granada (España) á la
Corte de Madrid, don Manuel Díaz, ex-Oidor de la Audiencia
de Guatemala. En ella decía lo siguiente:
«No sé si excederá mi lealtad y amor al real servicio, el de
VE. y la Nación, en dejar correr el deseo (que muchos días hace
tengo y nuevamente me estimula el rumor de la guerra), de
hacer presente á VE., que en las inmediaciones de Matagalpa,
partido de Nicaragua, hay varios establecimientos de ingle-
ses, el uno llamado Monte-Azul, desde donde hacen su comer-
cio ilícito por los ríos de aquella Provincia con los vecinos de
ella, conducidos y ayudados de los indios bravos de aquellas
montañas, por donde pueden también penetrar hasta la misma
Laguna de Nicaragua, que uno y otro es de mucha considera-
ción. Pero aun es de mayor riesgo á la seguridad de los do-
minios de Su Magestad, el que por el caudaloso río de San
Juan, que se forma de las aguas de la misma laguna y desagua
á corto trecho en la mar del Norte, se puedan introducir á na-
vegar balandras, goletas ú otras embarcaciones de semejante
clase hasta la misma laguna, que tiene mucho fondo, y en
medio de ella un pequeño, viejo y derrotado Castillo, por su
antigua construcción y falta de reparos, tan débil, que con dos
cañones de pedrero se puede echar abajo (1). A distancia de
diez y seis ó diez y ocho leguas, se halla la mar del Sur y su
puerto el Realejo, que es el único formal que tiene aquella
mar, desde el de Acapulco hasta el Callao. La tierra de istmo
que media entre la laguna y mar del Sur es llana, y suave el
tránsito, tanto que pueden traginar carretas. Con estas pro-
porciones y lo nada defendida que se hallan aquella laguna y

(1) Se refiere probablemente al antiguo Castillo de Santa Cruz.


LIB. VIII.-CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 87

Provincia, ya se deja conocer lo fácil de invadir por la Nación


inglesa, y más en el sistema presente que tanto apetece sus
establecimientos en el sur, donde no se le puede presentar me-
jor sitio para sus ideas que el puerto del Realejo, por su buena
disposición para el resguardo y aun para fábrica de muchas
y grandes embarcaciones, por lo que abunda aquella costa é in-
mediaciones, de gruesos cedros, pinos y árboles de maría para
quillas.»
«De cuya general descripción y noticias hará VE. el uso
que le parezca. Y por si fuesen conducentes al servicio del
Rey, y el tiempo lo permitiere, pongo también en la de VE.,
cómo el Gobernador antecesor de don Domingo Cabello ha de
tener un mapa hecho en el tiempo de su gobierno por un prác-
tico de aquella Provincia, con bastante individualidad de su
situación, ríos y demás que llevo comunicado.»
«Asimismo hago presente á VE., que por los años de 51 á 52
hubo en dicha laguna unos bergantines, chatas y otras seme-
jantes embarcaciones, que se fabricaron allí para el uso del
Castillo y defensa de la laguna. Y en el de 54 se fabricaron
tres como las dichas, por unos particulares para comerciar con
sebos, carne salada y otros frutos de la dicha tierra, desde
la laguna y río á la Provincia de Panamá, que con efecto fue-
ron con licencia del Gobierno, en que intervino el pedimento
fiscal, siéndolo yo de aquella Audiencia, por cuya causa he
afirmado que es navegable dicho río, y por otra tal los esta-
blecimientos de los ingleses en las inmediaciones de Mata-
galpa.»
A esta comunicación contestó la Corte de Madrid, en 6 de
noviembre del propio año, ofreciendo que haría el uso conve-
niente de las noticias que se ponían en su conocimiento.
Iguales temores había manifestado el Presidente Salazar,
en nota. dirigida de Guatemala con fecha 1º de septiembre del
mismo año de 1770. En ella hacía notar el peligro de que los
ingleses pudieran introducirse por el río de San Juan al Lago
de Nicaragua, y desembarcando en los muchos surgideros que
proporciona, se hiciesen dueños de las haciendas y semente-
ras situadas á sus orillas, y aun también del puerto del Rea-
lejo y otras poblaciones inmediatas. Las ventajas que ese
88 HISTORIA DE NICARAGUA

puerto presentaba, por su abundancia de maderas, breas, al-


quitrán, lona y jarcia eran, en concepto del Capitán General,
motivos de mayor temor, pues hacían que el enemigo fijase en
él con más tenacidad é interés sus ávidas miradas.
Decía que con el propósito de dar á la Corte un informe
minucioso y exacto acerca de las difíciles circunstancias en
que se hallaba esta Provincia, había tomado sus datos de per-
sonas que, por haber desempeñado en ella destinos importan-
tes, eran conocedoras de sus necesidades y del grave riesgo
que corría de caer en poder de una nación extraña; y citaba
entre los que le habían suministrado las noticias que al Mo-
narca transmitía, á los ex-Gobernadores don Alonso Fernán-
dez de Heredia y don Melchor Vidal de Lorca y Villena, al In-
geniero don Luis Diez Navarro y al Ayudante don Francisco
Valiente, que había desempeñado pocos años antes el destino
de Castellano de la fortaleza del San Juan.
La conservación y mejora del Castillo debían considerarse,
según la expresión del Presidente, no sólo como útiles, sino
como importantísimas para la seguridad y defensa de este te-
rritorio, puesto que él presentaba á los ingleses un obstáculo
poderoso en sus invasiones por el lado del Norte, y caso que
se posesionasen del Realejo en el mar del Sur, impediría los
auxilios y comercio que pudieran esperar por el Atlántico, en
donde mantenían sus más pujantes fuerzas navales y en cu-
yas costas se encontraban sus principales establecimientos y
colonias y sus temibles aliados, los zambos y mosquitos, que
moraban en la márgenes del río Tinto y en las vecinas mon-
tañas.
En efecto, la necesidad del servicio que prestaba á los pue-
blos de esta Provincia el Castillo del río de San Juan, se había
reconocido desde su establecimiento, como lo demuestra la
obligación impuesta á los indios, de tributar quinientas ó seis-
cientas fanegas de maíz para la manutención de la fuerza que
lo custodiaba; y su importancia aun para todas las colonias
españolas de este continente fué tan manifiesta, que el go-
bierno peninsular dispuso se cobrasen en ambas Américas de·
rechos de anclaje destinados á aumentar los fondos con que
debía sostenerse y mejorarse.
LIB. VIII.--CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 89

El Presidente juzgaba que no era necesario en aquella sa-


zón el aumento del resguardo, y sí el reparo de algunas obras
y del cureñaje, para lo cual estaban preparadas las maderas
necesarias, según el presupuesto formado por el Teniente de
Artillería don Manuel Acuña, bajo cuya dirección se fabricaba
en Guatemala el herraje correspondiente. El mismo artillero
estaba encargado de trasladarlo al Castillo luego que hubiese
pasado la estación de lluvias, y de dirigir la construcción de
cureñas y otros trabajos indispensables para mejorar el es-
tado de la fortaleza.
Concluía Salazar su informe, en la parte referente á Ni-
caragua, reiterando la petición que había dirigido con fecha
12 de diciembre de 1768, relativa al envío de algunos ingenieros
á este Reino; pues habiendo sólo dos, que no podían separarse
de sus destinos, necesitaba de otros á quienes poder mandar
de tiempo en tiempo ó cuando el caso lo exigiese, á visitar el
Castillo de esta Provincia y aun los demás fabricados en otros
puntos del Reino.
En 28 de enero de 1771, la Corte de Madrid se dió por en-
terada de las noticias transmitidas por el Presidente y Capi-
tán General de Guatemala, según despacho del Ministro res-
pectivo, quien manifestaba á Salazar, que no obstante consi-
derarse suficiente la antigua dotación de cien plazas para la
guarnición del Castillo, había resuelto se enviase la compañía
de cien hombres con sus oficiales, fusiles, pólvora, balas y pie-
dras, de que se Je había hablado en orden de 28 de diciembre
del año próximo anterior.
Entretanto, las autoridades de esta Provincia no desma-
yaban en el laudable propósito de civilizar á los caribes y re-
ducirlos á poblaciones formales, convencidas de que el sistema
de conquista pacífica era el único capaz de producir resultados
felices y de utilidad permanente y el que más se adaptaba al
espíritu que caracterizaba las costumbres de la época. Inte-
resábanse, pues, no solamente en reducir á la obediencia del
Gobierno español las tribus salvajes que hasta entonces habían
servido de auxiliares á los ingleses; sino igualmente en pro-
porcionarles las comodidades necesarias y los medios de mejo-
rar su condición, para que de ese modo se afianzasen cada día
.90 HISTORIA DE NICARAGUA

más en el deseo de permanecer bajo la dependencia de auto-


ridades que ejercían sobre ellos un poder protector y benéfico.
Ya hemos hablado en otra parte de esta obra, acerca de
las compañías de conquista, de su origen y objeto y de las di-
ficultades con que en distintas ocasiones habían tropezado los
gobernadores, para organizarlas y hacerlas corresponder á los
fines de su establecimiento. Introducidos los ingleses en el
territorio é iniciado por ellos el nuevo plan de colonización por
medio del comercio con los naturales, las compañías españolas
de conquista, destinadas en su principio á hacerles una guerra
sin tregua para capturarlos y aun exterminarlos como fieras
en las. montañas del Norte, cayeron en desuso; porque desde
luego se comprendió que los salvajes preferirían el halago con
que les brindaban los extranjeros, á la dureza que empleaban
con ellos las fuerzas expedicionarias del Gobernador de la Pro-
vincia, y que por consiguiente se dificultaría en vez de faci-
litarse, su completa sujeción á las autoridades coloniales de
España. Pero efectuada ya la conquista de varias tribus y
establecidas en lugares más próximos al centro del territorio,
bajo la inmediata dirección y gobierno de los capitanes que
las habían sacado de la costa, fueron tratadas con mayor con-
sideración y cuidado y se puso especial empeño en civilizar-
las y en atraerlas por medios suaves y pacíficos al comercio
con nuestros pueblos.
En 15 de febrero de 1772 el Capitán de conquista, don José
Antonio de Vargas, se presentó ante el Presidente y la Real
Audiencia del Reino, manifestando, que entre los ríos deno-
minados de Juigalpa y Quixalá, en el partido de Chontales,
tenía establecida con licencia del Superior Gobierno, una po-
blación de cuarenta caribes, conquistados por él mismo en las
montañas de la costa de Granada; pero que considerando per-
judicial aquel punto á la salud y comodidad de los nuevos mo-
radores, por los pantanos que lo rodeaban y por la abundancia
de zancudos de que estaba infestado, solicitaba permiso de
trasladarlos á la rinconada de Subaza, cuyo terreno y clima
eran preferibles y en donde además había montes más exten-
sos para que estableciesen sus labranzas.
Dióse vista al Fiscal, quien pidió que informase el Gober-
LIB. Vlll.�AP. 111.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 91

nador de Nicaragua sobre los puntos á que se refería Vargas.


En ese estado permaneció el asunto por espacio de tres años.
Con fecha 22 de septiembre de 1775 instó nuevamente don
José Antonio de Vargas, por medio de su apoderado don Fran-
cisco Ortiz, extendiendo la solicitud á otro punto importante,
á saber: que permitida la traslación de los caribes al paraje
del Aguacaliente, se excitase al Obispo de esta Diócesis ó al
Deán y Cabildo Eclesiástico en su caso, «á que les nombrase
cura doctrinero, de buena conducta, con señalamiento de sí-
nodo para su manutención; quien debería doctrinarlos con sua-
vidad y amor, sin gravarlos en lo más mínimo con tequios y
trabajos inútiles é infructuosos, y que en el caso de que fuesen
merecedores de algún castigo, se lo participasen á él (Vargas)
para que por sí lo ordenase convenientemente»'.
De este nuevo escrito dióse traslado al Fiscal Doctor Cis-
túe. En el pedimento que con fecha 25 del propio mes dirigió
al Capitán General, manifestó: que antes de resolver, se tu-
viese á la vista el informe del Gobernador de Nicaragua, quien
debía enviarlo á la mayor brevedad posible, después de haber
recogido suficientes datos sobre si Vargas se proponía en rea-
lidad mejorar la situación de los caribes, ó si. la traslación era
sólo un pretexto para colocarlos más cerca de sus haciendas
y gravarlos con servicios excesivos é ilegales. También insi-
nuó que el castigo de los que delinquiesen no correspondía, se-
gún la ley, al Capitán de conquista, sino al Corregidor del par-
tido. El Fiscal veía sin duda en las pretensiones de Vargas,
ciertas tendencias á establecer en Nicaragua un régimen se-
mejante al del antiguo feudalismo; y por eso pedía que se
tomasen las precauciones necesarias á fin de evitar un orden
de cosas que habría sido tan contrario á la buena adminis-
tración de justicia corno perjudicial á la unidad del gobierno
monárquico en estos reinos, cuando más se necesitaba vigori-
zarlo y concentrar sus fuerzas para hacer frente á los ambi-
ciosos proyectos de Inglaterra.
Don Domingo Cabello, envió su informe en 27 de enero
de 1776. Hacía saber al Capitán General, cómo los mismos
caribes conquistados por Vargas, habían solicitado se trasla-
dase la población al paraje del Aguacaliente, llamado también
92 HISTORIA DE NICARAGUA

rinconada de Subaza ó Sobasco; porque el lugar en que mora-


ban era malsano y abundaba en mosquitos: que no hallaba in-
conveniente alguno en el cambio de residencia, pero que res-
pecto al nombramiento de cura doctrinero, que el Capitán Var-
gas pedía, para la instrucción de dichos caribes, no le parecía
asequible, por no contar la población con el número de habi-
tantes que para ello requerían las leyes 26, título XIII y XLVI,
titulo VI del Libro VI de las municipales de estos reinos; por
lo que opinaba ser bastante al objeto deseado, agregarla al
curato de la villa de Acoyapa y que en lo espiritual la admi-
nistrase el coadjutor residente en Juigalpa.
Con presencia del anterior informe, el Fiscal pidió que se
permitiese la mudanza de paraje solicitada por Vargas; que
se hiciese saber al Corregidor de Matagalpa, que la nueva po-
blación de caribes quedaba agregada á su jurisdicción, y se
le previniese, que tuviera especial cuidado en que se les diese
el trato á que por las leyes eran acreedores, para que más fá-
cilmente se consiguiera la reducción de otras tribus.
La resolución final del Presidente, dictada en 27 de enero
de 1776, fué en todo conforme con el pedimento del Fiscal; y
la puso en ejecución el Teniente Coronel don Manuel de Qui-
roga, nombrado Gobernador y Comandante de armas de esta
Provincia en reposición de don Domingo Cabello. En 29 de
agosto leyó el Gobernador los pliegos del Capitán General, á
presencia del Cabildo Eclesiástico, compuesto de los señores,
Deán don Pedro José Chamorro, Maestrescuela don José An-
tonio de la Huerta y Canónigo don Antonio José de Carmena-
te, quienes prometieron dar cumplimiento á lo acordado, en
la parte que les correspondía.
No careció de razón el Fiscal de la Audiencia al pedir que
se tomasen las debidas precauciones antes de resolver sobre
la solicitud de don Antonio de Vargas. Nuevas peticiones di-
rigidas poco después al Capitán General, referentes al mismo
objeto de reducción y traslación de caribes, confirmaron el
peligro que había de que bajo pretexto de mejorar la suerte
de los salvajes y de servir los intereses de la religión y de la
corona, se tratase solamente de satisfacer miras de ambición
personal y aun de hacer traición al gobierno, facilitando á sus
LIE. VIII.--CAP. 111.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 93

enemigos los medios de extender y ensanchar el comercio ílí-


cito y de asegurar su futura posesión del territorio.
Don Francisco Antonio U garte, vecino de Granada, solici-
tó por medio de su apoderado en Guatemala Francisco Calixto
Valdés (octubre 6 de 1775), permiso del Capitán General para
establecer cerca de su hacienda Quimichapa, una población de
caribes, á quienes, según decía, había él reducido al cristia-
nismo. Se obligaba á darles tierras, edificarles iglesia, sumi-
nistrarles ornamentos y campanas; costear la manutención
á

de un misionero que los catequizase y les administrase los


sacramentos, y velar por su protección y defensa.
á

El Capitán don Antonio de Vargas, en la solicitud que ha-


bía dirigido al Superior Gobierno relativa á un objeto se-
mejante, de la cual hemos tratado poco ha, se atrevió sola-
mente á insinuar la conveniencia que encontraba en usar por
sí solo, de la facultad de regir á los salvajes convertidos por
él al cristianismo, luego que fuesen establecidos en la rinco-
nada de Subaza.
Don Antonio Ugarte, en la petición que ahora relaciona-
mos, dió áconocer con entera claridad, hasta dónde llegaban
sus pretensiones, pues directamente solicitaba se le librase tí-
tulo de Gobernador de la reducción que se proponía formar,
con inhibición del de la Provincia y demás jueces reales, así
en lo militar como en lo político.
Para dar exacta noticia de los incidentes ocurridos en este
asunto y de las circunstancias que tuvo en cuenta el Capitán
General del Reino al dictar su resolución definitiva, se hace
preciso dirigir una ojeada hacia algunos sucesos anteriores, en
los cuales señalaba U garle el origen de sus derechos.
Por el año de 1739, don Narciso Argüello, padre político
de Ugarte y dueño de haciendas situadas en la costa del lago
de Granada, comenzó á acariciar algunos caribes de las tri-
á

bus que moraban en los parajes denominados Orozí, Morillo,


Pedernal y Solentiname. Aprovechóse para ese objeto, del tra-
to á que los obligaba el comercio de frutos que con los hacen-
dados sostenían, comunicación que habían ensanchado hasta
el punto de introducirse á la ciudad, confiando en la benigni-
dad de los empleados. Logró Argüello captarse la voluntad
94 HISTORIA DE NICARAGUA

de uno de los caciques principales llamado Antonio, quien le


ofreció convertirse al cristianismo· con sus súbditos y some-
terse á la autoridad del gobierno colonial. Confiando en estas
promesas, dirigióse aquél á Guatemala, en donde solicitó y ob-
tuvo la facultad de establecer á los caribes en su hacienda la
Jaen y de ejercer el gobierno privativo de ellos, con indepen-
dencia del Jefe de la Provincia.
El proyecto de don Narciso se frustró por la muerte del
cacique. Los demás salvajes, libres de la influencia de éste,
retiráronse á las montañas, diciendo que lo hacían por temor
á los tributos y servicios á que estaban sujetos los indios con-
vertidos.
Veinte años más tarde, esto es en 1759, algunos de ellos y
otras familias que se les habían agregado, restablecieron su
comunicación y tráfico con los hacendados de las riberas del
lago, manifestaron el deseo de abrazar la fe cristiana y se
establecieron en la isla de Madera, escogiendo para formar
su población un paraje contiguo á cierto pueblo de indios· ya
convertidos. Pronto entraron en disensiones con éstos, á causa
de los linderos de sus respectivas tierras y también por la es-
casez de víveres, los que entre sí se disputaban. Semejantes
cuestiones motivaron la traslación de los caribes al lugar que
primitivamente les había designado para su población don
Narciso Argüello.
Por esa época era ya dueño de las haciendas de Argüello,
don Antonio Ugarte, quien proponiéndose llevar adelante los
proyectos de su suegro, se empeñó en atraerse á los salvajes,
prometiéndoles que en la Jaen disfrutarían de todo género de
comodidades y que les concedería el derecho de cazar y pescar
dentro de aquella hacienda, mientras no estableciesen defini-
tivamente sus labores.
No tardaron en volver á la montaña (1770), sin duda por-
que su conversión era aparente y debida más bien al interés
que tenían en sostener su pequeño comercio con los hacenda-
dos y aprovecharse de las ventajas ofrecidas por Ugarte, que
no á la persuasión y al deseo sincero de aceptar las creencias
cristianas y las costumbres de la vida civilizada. Sin embar-
go, en el memorial presentado al gobierno del Reino, atribuía
LIB. Vlll.---CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 95

Ugarte la nueva dispersión del pueblo, al hecho de haber exi-


gido á los moradores la autoridad superior de esta Provincia
el pago de tributos que debían desde años anteriores, intímán-
dolos con severos castigos si no lo satisficiesen.
En el propio año de 1770, se presentó á Ugarte un caribe
llamado Ambrosio, acompañado de otros cincuenta ó sesenta á
quienes capitaneaba, y le manifestó la buena disposición que
tenían de establecerse á inmediaciones de la hacienda Qui-
michapa; pero que los retraía de llevar á efecto su propósito
el temor de verse tratados con dureza por las autoridades y
sujetos á contribuciones y servicios indebidos.
Por estas razones (decía Ugarte en su representación al
Presidente), y considerando que no debían desaprovecharse
tan favorables disposiciones, solicitaba licencia de fundar la
población en el lugar que ellos habían escogido, y facultad para
gobernarlos, sin intervención de los empleados ordinarios.
El Capitán General pidió informe al Gobernador de esta
Provincia don Domingo Cabello, quien lo envió con fecha 2 de
mayo de 1776. En él se oponía abiertamente á que fuesen
admitidas las proposiciones de Ugarte, porque siendo el cari-
be Ambrosio apóstata de la religión católica y el mayor ene-
migo de los españoles, era de suponerse que los otros de su
parcialidad fuesen como él, y en tal caso la reducción proyec-
tada, lejos de producir utilidad al gobierno, le sería perjudi-
cial, así por las noticias que podrían los caribes proporcionar
á los ingleses sobre el estado de la Provincia, como por la
desmoralización que introducirían en los indios ya convertidos
y establecidos en poblaciones formales.
Refería algunos delitos cometidos en el partido de Chon-
tales por Ambrosio y algunos de sus compañeros. En marzo
de 1776, un cuñado de él, llamado Luis, á la cabeza de varios
caribes, había atacado á una cuadrilla de indios mansos que
venían de los establecimientos ingleses con objeto de conver-
tirse á la fe católica. Dió muerte al jefe de ellos, nombrado
Gaspar y á los demás los hizo prisioneros.
En 1770 Ambrosio había cometido varios robos y asesinatos
y capturado á muchos cristianos, los que vendió como escla-
vos en los establecimientos británicos. Estos delitos y el an-
96 .HISTORIA DE NICARAGUA

terror estaban comprobados por diligencias judiciales, que se


hallaban ya en conocimiento de la Audiencia. Por otros he-
chos criminales se le instruía causa á la sazón; y el Goberna-
dor ofrecía enviar los procesos al Capitán General, tan luego
como estuviesen concluidos.
Como Ugarte aseguraba en su memorial, que los caribes
asilados en la Jaen se habían vuelto á las montañas por ha-
berles exigido el Gobernador el pago de tributos atrasados,
Cabello se defendía de ese cargo, manifestando que desde que
se establecieron en aquella hacienda habían satisfecho volun-
tariamente la contribución anual de un peso en favor de las
reales cajas, como podía informarlo la Contaduría del Reino;
pero que habiendo suspendido durante tres años el pago, lo
había exigido en cumplimiento de órdenes generales dictadas
por la autoridad superior, las que no habría podido dejar de
ejecutar sin hacerse responsable con su propio peculio á la
satisfacción del impuesto. Observaba, que esa responsabilidad
se le estaba haciendo efectiva en aquellas circunstancias, á
causa de que los empleados de hacienda le cargaban en cuenta
el tributo que los caribes habían dejado de pagar desde su
última dispersión; circunstancia sobre la cual llamaba espe-
cialmente la atención del Superior Gobierno.
Pedía por último, que se desechasen las pretensiones de
don Antonio de Ugarte y que se impusiese á éste algún cas-
tigo por haber introducido desautorizadamente á la ciudad de
Granada al caribe Ambrosio, apóstata de la religión cristiana,
traidor al Rey y autor de otros gravísimos delitos.
El Capitán General del Reino, conformándose con el pe-
dimento Fiscal y con el dictamen del Real Acuerdo, desaprobó
la conducta de don Antonio de U garle, declarando que había
hecho mal en introducir al caribe Ambrosio á la ciudad de
Granada, porque la amistad y trato que con los ingleses tenía,
hacía presumir que hubiese instruído á éstos acerca de la si-
tuación del territorio y el estado de las fortificaciones reales:
que siendo el caribe reo de lesa majestad divina y humana y
de otros delitos cometidos en vasallos del Rey, debía preve-
nirse á todos los capitanes de frontera, q� procurasen por los
medios más eficaces su captura, y luego que ésta se hubiese
LIB. VIII.-CAP. IU.-INCORPORACION na CARIBES, ETC. 97

verificado, lo mantuviesen en la más segura custodia mientras


no resolviese el Gobierno lo más conveniente al real servicio:
que respecto de los otros caribes que solicitasen su reducción,
debía admitírseles, siempre que, se reconociese la buena fe de
su determinación y su voluntad decidida en someterse á los
empleados legítimos de la Provincia; dándose cuenta á la au-
toridad del Reino, para que ella designase el paraje en donde
debiesen ser establecidos y las reglas y método que habrían
de observarse en su administración y gobierno; pero que en
ningún caso, ni por ningún pretexto, se consintiese en que la
población fuese fundada cerca de las haciendas de U garte, por
hallarse éstas próximas á la montaña, á donde con facilidad
podrían volverse, como había sucedido en otras ocasiones, y
por el perjuicio que se seguiría de su comunicación con los
ingleses, á quienes podían servir de intermediarios en sus ne-
gocios, con daño de los derechos del Soberano.
De ese modo se puso término á las pretensiones de don
Antonio de U garte, conciliándose en lo posible la conveniencia
que había en promover y facilitar la conversión de los salva-
jes, con el deber en que se hallaban constituidas las autorida-
des, de vigilar por la seguridad de estos dominios y por la
conservación de los intereses reales.
No sólo en las poblaciones de caribes se efectuaban cam-
bios de localidad: en algunas formadas con indios pacíficos,
nativos del centro de la Provincia, observábase igual movi-
miento, aunque producido por distintas causas. El pueblo de
Tiustepet, perteneciente al partido de Matagalpa y situado á
orillas del río Malacatoya, llegó á adquirir alguna importancia
por el número de sus habitantes; pero en 1775 se hallaba re-
ducido á tan miserable condición, que sólo contaba treinta y
tres tributarios, albergados en trece casas deterioradas. Las
que ocupaban los pocos ladinos en él residentes, eran dieci-
siete, formándose con ellas un total de treinta habitaciones.
Atribuíase la disminución de moradores al mal clima y á
la abundancia de insectos, calamidades causadas por la proxi-
midad del río, cuyas corrientes caudalosas, aumentadas con
las avenidas en el invierno, producían permanentes humedades
y pantanos.
m.�7
98 HISTORIA DE NICARAGUA

A otra desgracia había dado origen la peligrosa vecindad


del Malacatoya: á la ruina del templo. Era éste el único que
existía en el lugar; sus paredes se hallaban desniveladas y pró-
ximas á caer, porque siendo de adobes no resistían á la hu-
medad del terreno. La corriente misma del río había soca-
vado los paredones que rodeaban la iglesia, y con tal rapidez
aumentaba la anchura de su cauce, que por momentos se es-
peraba la inundación de todo el pueblo.
Todas esas circunstancias hicieron pensar á las autorida-
des y vecinos, en la conveniencia de trasladarlo al sitio de
Camoapilla, distante un cuarto de legua del lugar que ocupaba.
El cura de Tiustepet, don Manuel Pérez Fiarlo, se comprome-
tió formalmente, ante el Corregidor del Partido, á edificar en
el nuevo paraje la iglesia parroquial, aprovechándose de las
tejas y maderas servibles que se quitasen de la arruinada y
suministrando á su costa los materiales que faltasen. Tam-
bién proveería á la manutención de los indios que contribuye-
sen á la obra con su trabajo personal y pagaría los cuarenta y
seis pesos, seis reales, que importaba el total de tributos al
año, durante el tiempo que estuviesen aquéllos dedicados á la
construcción del edificio. Los vecinos españoles, mulatos y
mestizos ofrecían trescientos pesos de contribución para la
empresa.
El Capitán General y Presidente del Reino, previo informe
del Gobernador Cabello y con dictamen del Fiscal, Doctor Saa-
vedra, expidió en 16 de septiembre de 1776, las licencias ne-
cesarias para que se trasladase el pueblo de Tiustepet á Ca-
moapilla, con tal que el párroco don Manuel Pérez, cumpliese
su ofrecimiento en orden á la fábrica del templo. Esa reso-
lución fué dictada por solicitud que, en 4 de marzo de 1775,
había dirigido don Alberto Ruiz de Avilés, Capitán de Infan-
tería del batallón de Milicias de Granada y Corregidor inte-
rino del Partido de Sébaco y Chontales.
El empeño con que las autoridades procuraban la reduc-
ción de los caribes, facilitándoles los medios de establecerse
con comodidad en poblaciones formales, y cuidando de que
no fuesen objeto de abusos y hostilidades que los retrajesen
de la amistad con los españoles, comenzó á producir los ape-
LIB. VIII.-CAP. 111.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 99

tecidos resultados. A fines de 1775 ó principios de 76, una


partida compuesta de más de sesenta y cinco personas aban-
donó el establecimiento británico perteneciente Mr. Hen-
á

rique Corrin y se trasladó áJo interior de la Provincia. Los


jefes ingleses solicitaron su restitución, á la que el Gobernador
se negó. Para obtenerla determinaron valerse de otros medios
más eficaces. Con fecha 5 de marzo de 1776, Patricio W. Harg
dirigió desde la ensenada de la Perla en el gran lago, una carta
á Juan Bautista Ballandoe, residente en Acoyapa, en la cual
le manifestaba, que esperaban los ingleses del establecimiento
á que aquél pertenecía, una remesa de géneros para comerciar
con los españoles, y que se alegrarían de que Ballandoe pudiera
proponerles algún plan aparente de trato, ofreciéndoles en cam-
bio de aquellos géneros, cuero, sebo, añil, dinero ú otros ar-
tículos; y si prefería evitarles algunas partidas de ganado ó
de mulas, se comprometían á abrir caminos á su costa, para
llevarlas por Ulúa hasta los bajos y conducirlas desde allí
por agua.
Cayó esta carta en poder del Comandante de la frontera
de Chontales, Capitán don Teodoro Sánchez Gatica, quien tra-
tó de averiguar de qué medios se había valido el inglés para
introducirla hasta el pueblo. Severino Barrera, Capitán de
Lóvago, y otro indio, teniente de Lovigüisca, manifestaron ha-
berla recibido de manos de un caribe (cuyo nombre ignoraban)
quien había dicho además que traía orden de Patricio Harg
para hacer saber de palabra á todos los capitanes, que era
ésa la última vez que escribía, y que tenían los ingleses con-
vocada toda la gente de la montaña y listos los elementos de
guerra necesarios para efectuar invasiones simultáneas en va-
rios pueblos del partido de Chontales. También había entre-
gado el caribe al Capitán Barrera, una cuerdecilla llena de
nudos que traía para Ballandoe y cuya significación nadie
comprendía.
El Gobernador, á quien se envió la carta de Harg, dió orden
para que de los almacenes de Granada se mandase un quintal
de pólvora al Comandante de la frontera de Chontales y pre-
vino este empleado doblase las guardias y vigías, capturase
á

á cualquier caribe que condujese correspondencia de los ingle-


100 HISTORIA DE NICARAGUA

ses y lo enviase á la capital de la Provincia, para recibirle


declaración sobre los planes del enemigo.
En 3 de abril de 1776 dió cuenta de esos sucesos el Go-
bernador Cabello al Capitán General del Reino, quien aprobó
las providencias dictadas y ordenó se procurase con empeño
averiguar si existía algún establecimiento y tropa en Ulúa á
cargo del inglés Harrison, como lo dejaba entender un párrafo
de cierta carta dirigida posteriormente por Harg á Ballandoe,
en el que aseguraba estar informado de que «los esclavos fu-
gitivos habían sido conducidos las tierras de los españoles
á

por algunos soldados traidores de la tropa do H arrison situada


en Ulúa».
Los esclavos fugitivos de la ensenada de La Perla, fueron
trasladados á León, en donde el Gobernador los repartió losá

conventos y personas particulares, para que los instruyesen


á

en la doctrina cristiana y en las reglas elementales de la vida


social. Después pasaron á establecerse en diversas poblacio-
nes, según la raza á que pertenecían, pues entre ellos había
dieciocho negros, hombres y mujeres, veintidós jóvenes, unos
también negros y otros zambos, nueve caribes y seis indias.
Entre los esclavos se contaba Juan Lorenzo García, cris-
tiano ya, natural de Panamá y de setenta y nueve años de edad,
quien hallándose trabajando en las minas de Veragua, había
sido aprisionado con otros por los zambos y vendido después
á los ingleses (1769). Este negro aparecía como jefe de la
partida y á su astucia y constancia se debía la resolución to-
mada por los esclavos, de someterse á las autoridades de la
Provincia.
El Gobernador creyó que por medio de García era fácil
obtener informes ciertos y circunstanciados acerca del estado
en que se hallaban los establecimientos británicos y de los pro-
yectos que el enemigo acariciara en orden á la invasión con que
amenazaba Harg á los pueblos de Chontales. Le interrogó
formalmente, en 18 de junio del propio año de 1776, y por las
contestaciones que recibió, vino en conocimiento de algunos
pormenores que no carecían de importancia. Según el negro
aseguraba, una de las principales causas que impedían el que
muchos cristianos cautivos y negros de los establecimientos
LIB. VIII.-CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 101

británicos llegasen á estos dominios, cuando lograban huir del


poder de los ingleses, era la permanencia de los caribes en
las orillas de los ríos de Carca y Mico. Ellos estorbaban el
paso á los fugitivos, los capturaban y los restituían á los in-
gleses ó los mataban. Esto había sucedido recientemente á
una partida de esclavos que salió de los establecimientos poco
antes de la que encabezaba Juan Lorenzo García.
Los ingleses Quiam, Juan y Patricio Harg ó Makarg y
otros establecidos en la costa del mar del Norte, poseían mu-
chos esclavos, particularmente en la isla de San Andrés, en
Sandeve y en las inmediaciones de río Tinto, lugares en donde
Samuel Pich sostenía grandes negocios de comercio, exportan-
do á Jamaica las maderas que cortaban y aserraban los es-
clavos, y recibiendo en cambio ropas, pólvora, balas, fusiles
y aguardiente. Este último artículo le servía especialmente
para comprar cristianos á los mosquitos y zambos que se de-
dicaban ese horroroso tráfico.
á

Los establecimientos británicos de la costa eran numerosos,


según decía el negro Juan Lorenzo, pues los había desde Punta
Blanca, corriendo toda la costa, hasta el Cabo de Gracias á
Dios al Norte, y siguiendo después al Noroeste, hasta cabo
Román, frente á la isla de Roatán. No se encontraba una
sola boca de río, ni una islita en donde no hubiera ingleses en
constante trato con los zambos y mosquitos, que tenían sus
residencias en toda la extensión de la costa. Pero los lugares
en donde se hallaban los establecimientos principales, eran río
Tinto, las islas de San Andrés y Providencia y Bluefields ó

Laguna de Perlas. Carecían los ingleses moradores de la cos-


ta, de un gobierno formal, particularmente desde la muerte
de Roberto Pich, á quien habían respetado y obedecido como
á jefe.
Las poblaciones más formales que tenían los zambos y mos-
quitos eran Bracman, residencia del gobernador de estos úl­
timos al que daban el título de Almiral, y Sandeve, asiento
del rey de todos ellos, el cual era conocido con el nombre de
Quim-Sang. El número de habitantes de ambas ciudades, lle-
gaba apenas á dos ó tres mil hombres de armas. Esta escasez
de poblaciones se debía al mal clima y á la corrupción de las
102 HISTORIA DE NICARAGUA

costumbres. Los mosquitos y zambos constituían toda la tro-


pa de los ingleses: éstos conservaban, cada uno en su casa,
las armas y municiones y las daban á los naturales, en cambio
de prisioneros cristianos. De ese modo los armaban, y cuando
llegaba el caso de una invasión formal, los reunían y lanzaban
sobre las poblaciones de españoles después de haberlos estimu-
lado á los desórdenes por medio del aguardiente.
Pensaba Juan Lorenzo García, que por la escasez de ele-
mentos no se hallaban actualmente en aptitud de emprender
correrías hacia el interior de la Provincia; y que mientras no
les llegasen recursos suficientes de Jamaica, se limitarían á
robar en pequeñas partidas, valiéndose más de la astucia que
de la fuerza; y creía también que no era difícil aniquilar,
tanto á los mosquitos y zambos como á los ingleses, poniendo
en la costa en que estaban establecidos cuatro chaveques con
su correspondiente tropa de desembarco y atacándolos simul-
táneamente por tierra, con fuerzas que saliesen de Nicaragua,
Comayagua y Costa-Rica. De este modo, decía, no podría es-
caparse uno solo, porque si intentasen huir á las islas, serían
detenidos por los chaveques, y si al monte, por las tropas de
las provincias.
De la villa de Acoyapa á Laguna de Perlas, había un mes
de camino de ida, y de vuelta tres meses, por venir contra la
corriente y tener los ríos de Punta-Gorda y Mico como veintiún
saltos, algunos de ellos muy difíciles de subir. Menos tequioso
era el viaje verificándolo por el río de Matina, que va á dar á
Costa-Rica ó por los de San Juan y Segovia de esta Provincia,
ó por el río Tinto, que sale á la de Comayagua, pues aunque
abundaban los caribes en sus inmediaciones, fácilmente se' les
podría ahuyentar disparando algunos tiros de fusil, que les
infundirían terror.
Como el Gobernador se proponía conocer todas las dificul-
tades que podían presentarse en caso de que el Gobierno Su-
perior resolviese enviar fuerzas para atacar los establecimien-
tos ingleses, interrogó á García sobre si existían en la costa
de Mosquitos, otros puertos, además de Quiep y Sandeve, en
donde pudiesen entrar embarcaciones de diversas clases. El
negro contestó que aunque en Bracman había agua suficiente
LIB. VIII.-CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 103

para cualesquiera balandras, bergantines ó paquebotes, se tro-


pezaría con la grave dificultad de los arrecifes que abundaban
en el fondo, los cuales romperían los cables y harían perder
las anclas. Consideraba, pues, que en toda la extensión de
la costa, desde Veraguas hasta el Cabo de Gracias á Dios, no
podían entrar en los puertos otras embarcaciones sino chave-
ques; sin embargo, se aseguraba que cinco años antes (por 1771)
había dado fondo, en un puerto perteneciente á una de las bo-
cas del San Juan, cierta fragata procedente de España, que
llegó con tropas á esta Provincia. En la boca del río de Ma-
tina solían también dar fondo algunas balandras, pero lo ha-
cían de la parte de fuera de la barra. En cuanto á la costa
que se extiende desde el Cabo de Gracias á Dios hacia el nor-
oeste, hasta el Cabo Román, se encontraba la isla de Roatán,
en donde podían dar fondo balandras, paquebotes y bergan-
tines; y frente de río Tinto, podían hacerlo embarcaciones de
esa misma clase, en la canal que forman las islas de Utila
(grande y chica) , como lo practicaban los ingleses cuando in-
troducían sus cargamentos á río Tinto.
Tales fueron los informes que acerca del estado de la costa
del Norte recogió don Domingo Cabello, quien los transmitió
inmediatamente al Capitán General del Reino para que los tu-
viera presentes cuando dictase las medidas que juzgase opor-
tunas, en orden á la expulsión de los ingleses y la más breve
á

y fácil reducción de los zambos y mosquitos.


Contribuían á hacer menos difícil esta última empresa, las
desavenencias y aun formales guerras que entre sí mantenían
los salvajes. Algunas tribus, ora por el despecho que la de-
rrota les causaba cuando tenían la peor parte en aquellas con-
tiendas, ó bien para librarse de las hostilidades con que los
amenazaban las parcialidades contrarias, superiores en número,
solicitaban la protección y autoridad de los empleados colo-
niales.
El 24 de mayo de 1777, varias familias caribes, en núme-
ro de veintiuna personas entre hombres, mujeres y niños, se
presentaron voluntariamente al Capitán de conquista y de
frontera, don Antonio Vargas, manifestándole que hacía ya al-
gunos meses vagaban por las orillas de la montaña, huyendo
104 HISTORIA DE NICARAGUA

de las persecuciones con que los acosaban otras de su propia


raza, y que informadas del buen trato que daban los españo-
les á los indios convertidos, habían resuelto abrazar la fe
católica y someterse al dominio del Soberano español. Fueron
agregadas al pueblo de la Santísima Trinidad, en donde mo-
raban otros de la misma raza. Allí se comenzó á instruirles
en la doctrina cristiana y se les proveyó de los útiles nece-
sarios para formar sus sementeras.
El Corregidor de Matagalpa y Chcntales, don Joaquín Folch
de Cardona, abrigaba sus temores sobre el propósito que tu-
vieran los caribes presentados á Vargas, como lo deja conocer
en la comunicación que, con fecha 20 de junio, dirigió al Ca-
pitán General del Reino, dándole cuenta de la llegada de aque-
llos naturales. En ella le manifestaba haber advertido al Ca-
pitán Vargas de que «las cosas de los caribes las había de
tomar al revés de lo que parecían, pues en el corto tiempo que
los trataba y con los casos que habían sucedido en los pueblos
de su jurisdicción (de lo que estaba bien informado Vargas)
tenía bien sondeado lo que eran los caribes; y así que los fuese
observando, pues en el tiempo en que se hallaban tal vez podía
tener malas consecuencias la admisión de los salvajes en el
pueblo, y que siempre era bueno medir las circunstancias del
tiempo por lo pasado, para precaver lo futuro, y que retuviese
en su memoria este dicho: un buen moro nunca puede ser
un buen cristiano».
También ofrecía al Capitán General hacer en el mes de
agosto del propio año, la visita de todos los pueblos del partido;
lo que hasta entonces no había practicado, por estorbárselo
las muchas ocupaciones en asuntos de justicia, arreglo del pue-
blo y numeración de los indios para el pago de tributos.
El Gobierno Superior del Reino aprobó la admisión que de
los caribes hizo el Capitán don Antonio de Vargas y la incor-
poración de ellos al pueblo de la Trinidad de Chontales.
En 1776 dejó de regir la Provincia don Domingo Cabello,
á quien sustituyó don Manuel de Quiroga, según lo hemos in-
dicado ya en este mismo capítulo. El nuevo Gobernador, al
examinar el estado general en que estos pueblos se hallaban
y los medios de resistencia con que contaban para hacer fren-
LIB. VIll.-CAP. 111.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 105

te á las invasiones de sus enemigos, se llenó de inquietud y


consideró comprometido su propio honor, por el riesgo en que
estaba la Provincia de caer en poder de los ingleses, y la nu-
lidad de los elementos que, como jefe militar, podía él oponer
á sus tenaces y bien dirigidos esfuerzos.
A la escasez de recursos pecuniarios para la guerra, agre-
gábase la limitación que las leyes habían puesto á la autori-
dad de los empleados provinciales; limitación que impedía ob-
tenerlos con prontitud, y que desde el siglo anterior causaba
continuos enmbarazos y graves inconvenientes en el gobierno
militar y económico del Reino.
Con fecha 26 de mayo de 1777, dirigió Quiroga un informe
al Capitán General, en el que le manifestaba ser muchas y
muy distantes unas de otras, las entradas que tenían los ene-
migos por la costa del Norte y fácil para ellos sorprender las
pequeñas poblaciones, saquearlas, destruir las haciendas, ani-
quilar los ganados, capturar los mozos y privar de manteni-
mientos á la ciudad de Granada. Aunque con algunas difi-
cultades, podían igualmente colocarse en la boca del río de
San Juan, y escondidos en los montes de sus orillas, acechar
el barco del Rey, apoderarse de él y de algunas piraguas, pri-
vando de ese modo al Gobierno del único medio de que se ser-
vía para transportar víveres al Castillo y dejando á éste en
imposibilidad de recibir auxilios para hacer resistencia á sus
acometedores. No podían reunirse fuerzas en el lago, por ca-
recerse de embarcaciones capaces al efecto: se contaba sólo
con cinco piraguas de hacendados, que servían para enviar cor-
tos mantenimientos á los mozos de sus trabajos, y aun ésas,
iban sujetas á dilatarse mucho en sus viajes, esperando buen
tiempo, y expuestas á desgracias, como la que había experi-
mentado una embarcación del ingeniero don Juan Dastier, la
que se perdió yendo al Castillo con destino á ciertas obras per-
tenecientes al real servicio.
Quejábase el Gobernador de la inacción en que se mante-
nían los empleados, por consecuencia de la estrechez de sus
atribuciones legales. «Esos ministros de la Real Hacienda,
decía, tienen orden de no hacer el menor gasto, sólo sí en el
caso de hallarse el enemigo á la vista. Y ¿ qué espera graciosa
106 HISTORIA DE NICARAGUA

se pudiera esperar del enemigo, que nos asegure tiempo para


nuestras prevenciones? Y si se ofrecieren trescientos á cuatro-
cientos milicianos para que marchen á algún contrarresto ó á

guarnecer alguna amenazada entrada á esta Provincia ¿ con


qué caudales se abastecerán y qué socorros se les designarán
á estas tropas, en caso necesario, cuando aquí no existe nin-
guno? Por lo que suplico á US. providencie sobre ese particu-
lar, lo que fuere de su superior agrado, para mi Gobierno.»
Pedía mil rifles, para reponer los que por superior dispo-
sición había enviado al Gobernador de Costa-Rica y al Corre-
gidor de Nicoya, y que se autorizase al Teniente de Oficiales
reales, para mandar poner cureñas nuevas á los cañones que
estaban inservibles y proveer de todos los pertrechos necesa-
rios, prometiendo observar la más estricta economía en los
gastos y asegurar por los medios más eficaces, la legal inver-
sión de los fondos en los objetos á que fuesen destinados. Y
concluía así:
«En fin, señor, todavía me quedo corto, si acabo aquí de
expresar á US. cuanto pulso y reparo; pero para no amonto-
nar dificultades y facilitar á US. el medio para tan necesarias
prevenciones, y precaver lo adverso que pudiera sobrevenimos
(deseando tanto esta Provincia muchos años há la Inglaterra),
se ha de servir US. conceder facultades y algún ensanche al
limitado rigoroso ahorro de la Real Hacienda, por el cual quizá
puede perder mucho S. M. en el descrédito de sus fortalezas,
defensa de esta Provincia, si faltasen auxilios á sus milicias
y vasallos; con cuyos reflexionados motivos, que con el mayor
celo al servicio y sumisa subordinación, lo represento todo á
la alta consideración de V. S., digo: que de no proveérseme
de lo expresado, no es fácil hacerme cargo de las resultas, y
con el mayor respeto que debo á V. S. le suplico mire por mi
honor, salvo derecho y mi ninguna responsabilidad, ya que
confieso US., como á mi superior y protector, todos los es-
á

fuerzos de mis juradas obligaciones en servicio de Dios y de


nuestro Soberano.»
El Gobernador proponía la construcción de dos grandes pi-
raguas, para armarlas en guerra con veinte ó veinticinco hom-
bres, su correspondiente artillería y tripulación; las que po-
LIB. VIII.-CAP. lll.-lNCORPORACION DE CARIBES, ETC. 107

dían emplearse en escoltar el barco del Rey, asegurar los so-


corros que se enviasen al Oastillo, recorrer la costa del lago de
Granada, sus ensenadas, esteros, bocanas y ríos, y transportar
materiales de construcción para los reparos que debían ha-
cerse á la fortaleza.
No aparece entre los documentos que á la vista tenemos,
la resolución dictada por el Gobierno Superior del Reino, para
satisfacer las justas peticiones del Gobernador de esta Pro-
vincia. Es de suponer, y así lo indica un informe de don Je-
rónimo López de Peñalver al Capitán General sobre las leyes
que se habían expedido en materia de administración de ren-
tas reales, que las autoridades de Guatemala hayan tropezado
con el mismo inconveniente de la falta de facultades para ha-
cer gastos fuera de los perentoriamente necesarios en la de-
fensa del Reino. Sólo se conservaban en las oficinas de la
Audiencia, disposiciones reales en que de un modo general
se recomendaba á los gobernadores el mayor cuidado para que
todos los puertos estuvieran en estado de defensa; pero en
ninguna se les autorizaba expresamente á hacer gastos creci-
dos en los preparativos indispensables para ese objeto. La
real cédula, expedida en Madrid á 10 de mayo de 1667, se li-
mitaba á aprobar los desembolsos hechos por el Presidente en
un caso particular que se consultó á la Corte, y á dirigir pre-
venciones generales en orden á los medios de resistencia que
debían emplearse, en caso de invasión formal del enemigo.
Otra, dictada en 24 de mayo de 1686, ordenaba á los gober-
nadores, corregidores y alcaldes mayores, se hiciesen cargo
de las armas (lanzas, puntas, arcabuces, pólvora y balas) de
que les proveyesen los presidentes, debiendo aquéllos rendir
cuenta de esos objetos al tiempo de tomarles residencia: for-
masen listas de las personas en quienes fuesen distribuídas,
para que los sucesores supiesen qué gente estaba armada, y
con cargo de reponer las que faltasen; y que los alcaldes ma-
yores, tan luego como tuvieran noticia de que hubiese desem-
barcado el enemigo en cualquier punto de la costa, acudiesen
con la mayor prontitud al socorro de la parte amenazada.
Como se ve, esas disposiciones excitaban el celo de los go-
bernadores, presuponiéndolos en posesión de todos los ele-
108 HISTORIA DE NICARAGUA

mentas necesarios para la defensa de sus respectivas provin-


cias; pero no les otorgaban facultad de proveerse de ellos gas-
tando dineros de la Real Hacienda.
El 12 de julio del propio año de 1777, se presentaron al Ca-
pitán Vargas veinticuatro caribes, solicitando su incorporación
al pueblo de Lóvago. Con autorización del Corregidor fueron
admitidos, y poco después el Capitán General del Reino ordenó
se les proveyese de alimentos, vestidos, y herramientas, por
cuenta del común de aquel pueblo, mientras no encontrasen
trabajos que dedicarse y de los cuales pudiesen sacar la sub-
á

sistencia.
Dirijamos la vista á otros objetos importantes que llama-
ban por esta época la atención de las autoridades y de los ha-
bitantes todos de la Provincia, por referirse al adelanto mate-
rial de ésta y al modo como administraban sus intereses gene-
rales aquellos á quienes los había encomendado el Monarca.
Por muerte del Obispo don Juan Vilches y Cabrera, acae-
cida el 14 de abril de 1774, suspendióse la fábrica de la iglesia
catedral, que con laudable y decidido empeño había tomado á
su cargo el benéfico Prelado. De ambas cosas dió cuenta al
Rey el Cabildo Eclesiástico de la Diócesis, en carta de 29 del
propio mes y año, haciéndole el más particular elogio del Obis-
po, principalmente por la atención y vigilancia con que se había
dedicado aquella obra, y asegurando haberse interrumpido,
á

así porque las rentas de la mitra no correspondían á las ex-


pensas necesarias, como por haber cesado, hacía más de siete
años, la consignación hecha á este fin en los reales novenos,
cesación dimanada quizás de algunas objeciones que se hicieron
á la cuenta de su inversión.
No pudiendo ya el Obispo en sus últimos años, inspeccionar
personalmente los trabajos de la fábrica, había nombrado Su-
perintendente de ésta al Arcediano don Cristóbal Díaz Cabeza
de Vaca, nombramiento aprobado por el Presidente de la Au-
diencia de Guatemala, en consideración al celo de aquel ecle-
siástico. El Superintendente, deseando proseguir la obra, ha-
bía pedido varias veces al Gobernador y los Oficiales reales
á

de la Provincia, el auxilio de los novenos devengados en cajas


reales, que ascendían entonces á veinticuatro mil pesos; y se
LIB. VIII.-CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 109

lo habían negado, sin manifestarle las causas por que estaba


suspenso el pago, en contravención á reales disposicíones y en
perjuicio del culto divino.
El Cabildo Eclesiástico, al dar noticia de la muerte del
Prelado, suplicaba al Rey que expidiese las órdenes más efi-
caces para procurar la conclusión del templo, facilitando á ese
intento, los caudales necesarios del expresado fondo de nove-
nos. Con audiencia del Consejo de Indias, resolvió el Monar-
ca, en Real cédula de 13 de septiembre de 1775, que don Sal-
vador Domínguez, Contador principal de este Reino, tomase,
concluyese y enviase al Tribunal de la Contaduría General las
cuentas de inversión de los fondos destinados á la fábrica de
esta catedral, oyendo al apoderado del Obispo difunto: que
el Presidente de la Audiencia de Guatemala dispusiese la con-
tinuación de la expresada obra, librando para ello los caudales
necesarios de los depositados en las cajas reales de León; y
que siguiese con la Superintendencia de la fábrica el Arce-
diano don Cristóbal Díaz Cabeza de Vaca, mientras no llegara
á esta Provincia don Esteban Lorenzo de Tristán, electo Obis-
po de la Diócesis en 10 de febrero del propio año de 1775, y
en quien debía refundirse aquel cargo.
En comunicación de 29 de septiembre de 1776 dió aviso el
Arcediano al Presidente y Capitán General del Reino, de estar
nombrado Superintendente de los trabajos de construcción del
templo; y le manifestaba haber constituido apoderado suyo en
Guatemala á don Manuel Galisteo, para que diese los informes
que se le pidiesen y recibiese las instrucciones necesarias, re-
lativamente á las providencias que dictase la autoridad supe-
rior en este asunto.
Los inconvenientes que, á juicio del Arcediano, se presen-
taban para la prosecución de la obra, eran la falta de cal, la-
drillo, piedra, arena y madera de cimbra, la de jornaleros vo-
luntarios _para la maniobra y la de un director ó maestro ma-
yor, pues el que la había delineado y seguido hasta el estado
en que se encontraban, acababa de fallecer. Indicaba, pues, al
Capitán General, la conveniencia de dar órdenes al Goberna-
dor de la Provincia y á los Corregidores del Realejo y Sub-
tiava, de que proporcionasen y alistasen los peones necesa-
110 HISTORIA DE NICARAGUA

ríos para el trabajo, y la de enviar de Guatemala un arqui-


tecto, escogido por el apoderado Galisteo, de acuerdo con el
Presidente y Capitán General.
Pero la más grave dificultad que se oponía á los buenos
deseos del Superintendente, era la falta de los caudales que
el Rey, suponiéndolos depositados en estas cajas, había des-
tinado para la obra. Esos fondos, según los informes de los
Oficiales reales, estaban consumidos en su totalidad en objeto
distinto, aunque también importante, cual era la reparación
del presidio del San Juan; por lo que proponía como único
remedio, que el Presidente expidiese sus libramientos contra
el ramo de novenos y vacantes que estaba vencido, y aun en
los arrendatarios de diezmos por ser cumplido su plazo desde
octubre de 1774. Con lo que produjesen esos arbitrios, que
sería más de seis mil pesos, se harían los gastos más urgen-
tes, aprovechándose de la estación del verano, favorable á la
adquisición de materiales.
ºPor último, ponía en conocimiento de la autoridad Supe-
rior del Reino, que había expedido titulo de Ecónomo á don
Manuel Molina, persona en quien concurrían las cualidades de
honradez, actividad y competente práctica, para que vigilase
inmediata.mente los trabajos y entendiese en la compra de
materiales, concierto de operarios, abasto de mantenimientos
que se acostumbraba darles, y pago de salarios.
El Presidente y Capitán General del Reino, de conformi-
dad con el pedimento fiscal, accedió á las indicaciones del
Arcediano Díaz Cabeza de Vaca, menos á la relativa al envío
de un arquitecto de Guatemala, «porque para la urgente, im-
portante y precisa traslación de la capital (que á la sazón se
efectuaba), aun no había en ella carpinteros y albañiles dies-
tros para las muchas obras que estaban construyéndose». En
consecuencia le previno que acudiese por su parte con los ar-
bitrios más convenientes á suplir la falta del maestro mayor
de fábrica.
Con la autorización superior para proveerse de los fondos
necesarios, que era lo más importante, se dió por satisfecho
el Superintendente Díaz. Los demás obstáculos no fueron de
difícil remedio: así que, apoyado por las autaridades de la Pro-
LlB. VIIl.-CAP. lll.-lNCORPORAClON DE CARIBES, ETC. 111

vincia, se dedicó á proseguir la construcción de esta catedral,


obra importantísima, iniciada hacía más de treinta años y
que, no obstante su utilidad y el decidido empeño que en ella
pusieran los prelados de la Diócesis, aun no había podido ter-
minarse, por la escasez de recursos á que se hallaba reducido
el Gobierno.
Como se habrá observado en el curso de esta historia, era
achaque común de todos los gobernadores el verse envueltos
en odiosas y á veces escandalosas disputas con otros em-
pleados principales: fatal resultado del desorden en la admi-
nistración pública, de la oscuridad de las leyes existentes y
de la falta de otras en que se hiciese una distribución precisa
y acertada de las varias funciones del gobierno.
Don Manuel de Quiroga no fué una excepción á esa regla.
De las cuestiones que tuvo con el Ministro Oficial Real don
José Francisco de Ugalde, trataremos ahora para cerrar el
presente capítulo.
El 11 de enero de 1777 llegó el Gobernador á León, con el
único objeto de practicar varias diligencias que se le habían
prevenido así por el Tribunal de la Audiencia como por el Pre-
sidente y Capitán General del Reino, diligencias que en su ma-
yor parte debían ejecutarse con el Ministro Oficial Ugal de.
Habiendo tenido noticia de que éste se proponía ausentarse de
la ciudad, dejando de ese modo ilusorias las determinaciones
del Gobierno Superior, proveyó un auto en la misma fecha,
prohibiéndole salir de su residencia hasta que no se hubiese
llevado á efecto la comisión que con él debía cumplir; y para
hacer la notificación de este auto, designó al Alcalde ordina-
rio de primer voto, don Antonio de Malzarraga, con asistencia
del Escribano público y de Cabildo, don Silvestre Prado.
Inmediatamente intimaron éstos á Ugalde la orden del Go-
bernador. Contestó el Tesorero, que no tenía pensado ausen-
tarse de esta ciudad, y antes bien había comisionado á otra
persona para que pasase al Realejo á despachar un barco;
pero considerando que el Gobernador carecía de facultades para
detener á los empleados de la Real Hacienda, cuando por asun-
tos de su destino tuviesen que ausentarse, le suplicaba diese
desde luego cumplimiento á la comisión que le habían confiado
112 HISTORIA DE NICARAGUA

el Presidente y la Audiencia, porque si por algún motivo lo


retardase, y en ese entretanto le fuese preciso salir de esta
ciudad, lo haría en ejercicio de su derecho.
Ya en octubre del año anterior, había Quiroga intentado
hacer pública demostración de superioridad sobre el Tesorero,
presentándose con una patrulla en la oficina de este último,
con objeto de exigirle la entrega de cierto expediente .y que
hiciese corte de caja; y como U galde desconociese el derecho
que pretendía ejercer, él contestó hallarse revestido de facul-
tades especiales delegadas por el Gobierno del Reino.
Con este antecedente fácil es comprender por qué don
Francisco de Ugalde dió tan altiva respuesta á la. notificación
que el Gobernador mandó hacerle con el Alcalde Ordinario y
el Escribano de Cabildo.
El día siguiente, al presentarse el Tesorero en el despacho
de Quiroga, con el fin de presenciar la apertura de ciertos plie-
gos que de Guatemala habían llegado, fué recibido con dureza,
por parte del Gobernador, quien con voz alterada expresóle,
que era su superior y que cada vez que quisiera le obligaría
á practicar corte de caja.
Era director y secretario de la Gobernación, don Francisco
Arce, hombre astuto y expedito en el manejo de todos los ne-
gocios, fuesen militares, judiciales ó políticos, y que por la
grande influencia que ejercía en el ánimo de Quiroga, se con-
sideraba como el factótum del gobierno. Don Francisco de
Ugalde atribuía á sugestiones del Secretario todos los proce-
dimientos de que se ha hecho relación, por ser enemigo suyo
personal.
Las cuestiones fueron llevadas al conocimiento del Capitán
General y Presidente, á quien Ugalde presentó 'una certifica-
ción de los Escribanos, don José Benito Abaunza y don Sil-
vestre Prado, en que hacían constar ser ciertos los hechos que
motivaban la queja. Pretendía el Tesorero su completa exen-
ción de la jurisdicción ordinaria, ó que, por lo menos, se de-
terminase claramente en qué casos se hallaba obligado á obe-
decer las órdenes del Gobernador.
Famosas se habían hecho en Guatemala las disputas que
constantemente se suscitaban entre los empleados de la Real
LIB. VIII.-CAP. III.-INCORPORACION DE CARIBES, ETC. 113

Hacienda y los gobernadores de Nicaragua, por motivos de


suspicacia ó por ignorancia de la extensión que á sus respec-
tivas funciones atribuían las leyes. El pedimento que en 27 de
febrero de 1777 presentó el doctor Saavedra, comenzaba con
estas palabras: «El Fiscal de Su Magestad dice, que está har-
to de exponer su dictamen sobre las competencias de jurisdic-
ción y diferencias entre el Gobernador y el Tesorero Oficial
Real de las Cajas de León.»
La jurisdicción de los oficiales reales estaba señalada en
la ley 2, título III, libro VIII de las municipales del Reino, se-
gún la cual, en lo que tocaba á la administración y cobro de
la Real Hacienda, tenían la autoridad de jueces y dependían
sólo del Presidente de la Audiencia, quien, como Superinten-
dente de todos los ramos, podía darles las órdenes que le pa-
reciesen convenientes á la mejor administración, en lo relati-
vo á la distribución de las rentas, esperas á deudores ó cua-
lesquiera otros puntos. En esa materia, el gobernador de pro-
vincia sólo ejercía funciones de conjuez en ciertos casos, según
disposición de real cédula expedida en 19 de junio de 1714.
Pero no carecía de facultades para estar á la mira de los pro-
cedimientos del Tesorero y dar cuenta al Gobierno cuando es-
timase necesaria alguna providencia superior; y aun podía
en casos extraordinarios, cuando de la tardanza pudiera se-
guirse perjuicio á los intereses reales, dictar por si las medi-
das que fuesen de justicia, con la obligación de dar cuenta in-
mediatamente al Gobierno del Reino. Así lo había declarado
el Presidente y Capitán General, con voto consultivo del Real
Acuerdo.
La amplia autoridad de que gozaban los Oficiales del Te-
soro en la administración de las rentas reales, traía consigo
la necesaria jurisdicción para obligar á los subalternos de los
tribunales á cumplir los mandamientos que despachasen, como
lo prevenían las leyes 2, 16, 19 y 20, título III libro VIII de
las municipales; y las justicias estaban obligadas á obedecer,
cumplir y ejecutar los despachos y requisitorias que les diri-
giesen, conforme á lo dispuesto por la ley 18 del propio titulo
y libro. Pero esto sólo en el ramo de su empleo: en los demás
asuntos de jurisdicción ordinaria, ni podían proveer autos, ni
III.­8
114 HISTORIA DE NICARAGUA

librar exhortos, como abusivamente lo practicaban; sino que,


en lo contencioso, debían presentarse por libelo á la justicia
real, y en lo demás por medio de billete, según lo había decla-
rado varias veces el Presidente del Reino, fundándose en lo
que disponían las leyes.
Fuera de los negocios relativos á sus oficios, los funciona-
rios de Hacienda estaban subordinados al Gobernador, como
juez real del territorio: él podía, por tanto, proveer autos con-
tra ellos, compelerlos, apremiarlos y aun castigarlos, si como
particulares delinquiesen, bien que debía proceder en esos ca-
sos con la mayor circunspección y procurando conciliar el ri-
gor de sus providencias con el respeto y la consíderacíón á
que eran acreedores los Oficiales del Tesoro como ministros
del Rey, y necesarios para el buen ejercicio y autoridad de
sus empleos. Así lo prescribía la ley 26, título m del citado
libro octavo.
Cuanto á la facultad de exigir corte de caja, que el Go-
bernador Quiroga pretendía ejercer contra Ugalde, era indu-
dable que gozaba de ella, de conformidad con la ley 28, títu-
lo I libro VID, que confería semejante atribución, no sólo á
los gobernadores, sino también á los corregidores. De igual
modo opinaba Escalona en su Gasofilaso (Lib. 11 p. 72 cap. 111
número 5), donde decía: «Este género de cuenta ó balance su-
perficial, tienen obligación de remitirlo cada año los oficiales
de la Contaduría; y el Corregidor del partido debe tomárse-
les, por ordenanzas y cédulas que así lo disponen.»
El Presidente y Capitán General del Reino, previo pedimen-
to del Fiscal, puso término á la disputa del Gobernador Qui-
roga con el Tesorero don Francisco de Ugalde, recordando á
uno y otro, en resolución de 27 de febrero de 1777, hasta dón-
de se extendían, según derecho, sus respectivas jurisdicciones
y recomendándoles la buena armonía que debía reinar entre
los empleados, para el mejor gobierno de la Provincia; pero
se abstuvo de resolver directamente quién de ellos había obra-
do mal en el caso consultado, sin duda con el fin de no exaltar
más los ánimos, ni dar al vencedor alientos para promover
nuevas contiendas.
CAPITULO IV

Formación de un mapa del Reino de Guatemala: Proyectos


británicos relativos la ocupación de esta Provincia: Estado
á

,de la Mosquitia: Toma del Castillo de la Concepción por los


ingleses y su recuperación por el Comandante don Juan de
Ayssa.

1777 á 1781

Interés de la Corte de España por adquirir un mapa del Reino de Gua-


temala.-Comisiónase para su formación á don Ignacio Maestre.-Difi·
cultades que se presentaron en la ejecución de la obra.-Proyecto de
don Simón Desnaux, referente al propio objeto.-Planos enviados á
la Corte.-Consecuencias que tuvo en América la insurrección de las
colonias británicas.-Comunicaciones dirigidas por don Francisco Fran-
quis al Ministro de España, sobre los planes de Inglaterra.-Proyecto
del Capitán Smith relativo á la ocupación del río de San Juan y costa
de Mosquitos.-Favorable acogida que obtuvo en el gabinete de Lon-
dres.-Nuevas noticias transmitidas por Franquis acerca de ese pro-
yecto.-España toma parte en la guerra contra la Gran Bretaña.-
Expediciones enviadas de Bacalar, para destruir los establecimientos
ingleses de Río-Hondo y Río-Nuevo.-El Gobernador de Luísíana, don
Bernardo Gálvez, invade la Florida Occidental.-Resultado de sus ope-
raciones.-Acontecimientos que ocurrían en Guatemala por consecuen-
cia de la guerra.-Toma del Castillo de Omoa por los ingleses.-Viaje
del Capitán General á la Provincia de Honduras.-Recuperación del
Castillo de Omoa por los españoles.-Propónese el Presidente, don Ma-
tías de Gálvez, destruir las posesiones británicas de la costa del Nor-
te.-Pide auxilios á los Gobernadores de la Habana y Campeche.-
Estado en que se hallaba la costa de Mosquitos.-Guillermo Pitt y Ro·
berto Hodgson secundan los proyectos del Gobierno inglés.-Nombra
éste á Hodgson Superintendente de la costa.-Reemplázalo Otuay.-
El Coronel Díez Navarro exige la entrega de los establecimientos br í-

tánícos, en nombre del Gobierno español.-Mal éxito de su comisión.-


El Gobierno inglés nombra á Roberto Hodgson hijo, Superintendente
de la Mosquitia.-Noticias que comunicó Hodgson al gabinete de Lon-
dres.-Intenta trasladar á Bluef íelds la capital de la costa.-Subleva-
ción de los ingleses contra el Superintendente.-Nombramientos de
Fearbuson y de Laurie para ese destino.-Dirígese Hodgson á Ingla-
terra.-Informes que de sus trabajos dió al Gobierno británico.-Pla·
nes que presentó relativos á la ocupación de esta Provincia.-;-El Virrey
de Nueva Granada comisiona á don Francisco Vargas, para practicar
116 HISTORIA DE NICARAGUA

un reconocimiento de la costa y de los establecimientos ir.gleses.-


Pormenores de esta expedición.-El Presidente Gálvez pasa á Granada.
para continuar las operaciones indispensables á la desocupación de la
costa.-Comunicaciones que, acerca de este asunto, dirigió á ia Corte
de España.-Cooperación que el Obispo y clero de esta Diócesis pres-
taron á Gálvez en su ernpresa.-Una expedición organizada por el Pre·
sidente, arroja á los ingleses del valle de l\Iatina.-Regresa el Capitan
General á la capital del R'eino.-El Gobierno británico pone en ejecu-
ción los proyectos de Hodgson para apoderarse de esta Provincia.-
El Brigadier Kernpbell con fuerzas de Jamaica torna el Castillo de la
Inmaculada Concepción.-Recóbralo con tropas de Masaya y Granada
el Comandante don Juan de Aysa.-,-Inquietud que en Guatemala pro-
dujo la toma de aquella fortaleza.-Comunicaciones que acerca de este
suceso dirigió el Capitán General á la Audiencia.-Opinión del Pre-
sidente Gálvez con relación á la apertura de un canal ínter-oceánico
por el istmo de Nicaragua.c-Desavonencías entre Hodgson y el Go-
bernador de Jamaica.-Nuevos proyectos formados por el primero para
tomar por sorpresa esta Provincia.-Causas que impidieron su ejecu-
ción.-Dispone el Gobierno británico que vuelva Hodgson á la costa
de Mosquitos,

GRANDE anhelo había manifestado la Corte de Madrid, por


adquirir un mapa general del Reino de Guatemala, conside-
rando, sin duda, de cuánta utilidad le sería la descripción par-
ticular y minuciosa de sus provincias, ya con el fin de conocer
las ventajas que ofreciera el terreno para el aumento de la
población, fomento de la agricultura y extensión del comer-
cio; ya para formar proyectos de mejora pública, como cana-
les de navegación y riego; ya, en fin, con objeto de trazar
acertadamente los planes de defensa de este territorio, de modo
que las operaciones correspondiesen los designios del go-
á

bierno.
En comunicación fechada 6 de mayo de 1779, manifesta-
á

ba el Presidente don Matías de Gálvez la Corte de España,


á

que había hecho los mayores esfuerzos para conseguir la for-


mación del mapa general que por real disposición se le tenía
pedido; pero que aun no estaban realizados sus deseos, por
las graves dificultades que en la ejecución se presentaban.
Daba también noticia de haber comisionado á don Ignacio
Maestre para que, asociado de dos ingenieros, estudiase los
medios más convenientes y eficaces de llevar á efecto las ór-
denes del gobierno, por lo que hacía la Provincia de Nica-
á

ragua, y de que, según la opinión de los comisionados, era


necesario situar aquí una brigada compuesta de dos ingenieros
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 117

ordinarios, cuatro extraordinarios y seis ayudantes, para fa-


cilitar el examen del territorio y extender con mayor exacti-
tud y abundancia de datos la carta geográfica que debía en-
viarse la Corte.
á

Los ingenieros don José María Alexandre y don Joaquín


Isasi, en un viaje que hicieron desde Guatemala hasta la ciu-
dad de Granada, y en reconocimiento posterior que practica-
ron desde el puerto de Brito hasta el de Alvarado, pasando de
ida por la costa y de vuelta por los montes, observaron las
dificultades que se presentaban para hacer la exploración de
los terrenos, prevía al levantamiento del plano general de esta
Provincia. Los caminos eran intransitables aun en la estación
más favorable del año: en muchas partes se necesitaba abrir
veredas, con bastante trabajo; y aun tuvieron que suspender
el reconocimiento, al llegar á la montaña denominada el Ti-
gre, de donde no pudieron pasar causa de la espesura y de
á

otros inconvenientes difíciles de vencer. El lago de Nicaragua


y el país todo está rodeado de volcanes, á los que es imposible
subir, por la aspereza de sus laderas que están cubiertas de
espesos montes y barrancos. En la parte baja del territorio,
se encuentran las mismas espesuras y muchos ríos caudalo-
sos y quebradas que dificultan el tránsito, y más aún el exa-
men minucioso que se deseaba hacer en cada comarca. En
otros parajes se presentaba el obstáculo de los zambos y mos-
quitos, además de las incomodidades de que se acaba de hacer
mención; y por último, la escasez de indios que auxiliasen á

los exploradores.
Era, pues, necesario hacer crecidos gastos en desmontes y
otros objetos, para llevar á cabo el propósito de formar un
mapa exacto de estos lugares; y así lo manifestaron los inge-
nieros Alexandre é Isasí en el informe que, con fecha 6 de
junio, dirigieron al Capitán General del Reino.
No era, á la verdad, fácil empresa la que había encomen-
dado la qorte al Presidente de Guatemala. No consta que an-
tes de esa época se hubiese levantado un mapa formal de estos
dominios: carecíase, pues, de una base para emprender con
menos dificultad el trabajo, y se hacía preciso traerlo desde
118 HISTORIA DE NICARAGUA

sus principios, adquiriendo los datos necesarios, por medio de


la observación personal de los lugares.
El método que para su formación debía seguirse, en con·
cepto del ingeniero don Simón Desnaux, hacía disminuir algún
tanto los inconvenientes; pues no consideraba necesarias una
minuciosidad escrupulosa, ui la más precisa exactitud en los
pormenores, para dar una idea general de la extensión y con-
figuración geográfica del Reino. Pensaba, por el contrario, que
á fin de consultar la mayor brevedad, economía y facilidad
en la ejecución de la obra, se adoptase un plan sencillo, cuya
utilidad llenaría suficientemente los deseos de la Corte de
España.
l!:ste consistía en formar la carta valiéndose de las obser-
vaciones que se hubiesen reunido y haciéndolas alternar con
operaciones geométricas, de suerte que cada posición repre-
sentase siquiera el orden de longitud y latitud del globo terres-
tre. Entre los puntos principales que debían figurar en el
mapa, estaban la naturaleza y variedad del terreno, con ex-
presión en cada territorio, de las plazas, ciudades, villas, lu-
gares, aldeas, obispados, capitales de Provincia y de partido,
separando aquellos distritos pertenecientes á realengo, seño­
río ó á particulares. Con igual cuidado debían describirse las
costas, cordilleras y llanuras, indicarse los minerales y f'ígu­
rarse los ríos y caminos, señalando los terrenos que habita·
han los idólatras y los que ocupaban los ingleses, por medio de
líneas punteadas ó divisorias, las que también debían em-
plearse en la demarcación de los gobiernos, corregimientos y
alcaldías, de modo que se diese un conocimiento general y en
lo posible exacto de todo cuanto contenía el Reino.
Debía acompañar al mapa una explicación circunstanciada
de ciertas peculiaridades, cuyo conocimiento en la Corte, inte-
resaba al servicio del Rey. Así, al mismo tiempo que en la
carta se describiesen las costas, con todos sus puertos, bahías,
ensenadas y playas, en la explicación ó noticia política, se ma-
nifestaría el uso que de ellas podía hacerse en beneficio de la
Real Hacienda, por medio del establecimiento de salinas y cor-
tes de madera; del comercio que proporcionasen las cosechas
de lo interior del territorio, haciendo notar igualmente los si·
LIB. vm.---c�. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 119

tíos en que, por la abundancia de materiales, fuese convenien-


te establecer un astillero. En el mapa debían señalarse los
sitios ocupados por los ingleses, y en la descripción darse no-
ticia de las fortificaciones con que contasen, del número y ca-
lidad de sus tropas y armas, del tren de artillería y almacenes
de guerra y boca de que pudiesen disponer; sobre si sus esta-
blecimientos se comunicaban con facilidad unos con otros, y
qué medios podían emplearse para dificultar la comunicación;
del número de indios que los auxiliaban en sus expediciones, y
por último, del plan de conquista de esos territorios y tribus,
sin omitir circunstancia alguna de cuantas pudiesen contri-
buir al feliz éxito de la empresa. Tampoco debía prescindirse
del examen de los caminos, ríos y sendas que conducían á di-
chos establecimientos, conductos por los cuales se hacía el co-
mercio ilícito, y de indicar las precauciones oportunas para
exterminarlo.
Las entradas que ofrecían las costas del Reino á las inva-
siones de extranjeros, no sólo de mosquitos é ingleses sino
también de cualquiera otra nación, constituían otro de los
puntos más interesantes y dignos de tratarse en la relación
política destinada á completar la utilidad del mapa. Impor-
taba conocer las dificultades que presentaban los caminos al
tránsito de fuerzas militares; los medios de defensa que pro-
porcionaban los desfiladeros y las alturas, desde donde pu-
diera batirse y detenerse á cualquier número de tropas que in-
tentara internarse; el uso provechoso que pudiera hacerse de
los ríos y bosques y de todos los elementos naturales de de-
fensa que contuviese el Reino. El ingeniero Desnaux indica-
ba la conveniencia de que cada uno de los gobernadores de
provincia poseyese un mapa de su costa y frontera, con el co-
rrespondiente plan de defensa, pues en los casos de invasión
repentina, no habría tiempo de meditar y formar uno que diese
resultados felices.
Debiendo demarcarse en el mapa, la extensión del terreno
habitado por los indios salvajes, correspondía suministrar en
la explicación, las noticias más circunstanciadas acerca del
número de ellos, de su carácter y pasiones dominantes, de 'los
medios de ataque y de defensa que empleaban en sus guerras
120 HISTORIA DE NICARAGUA

con los españoles, de la clase de armas que manejaban, del


modo como se conducían en sus empresas, de las irrupciones
efectuadas en diversas épocas y de los medios más eficaces
para evitarlas en lo sucesivo, valiéndose de la fuerza ó del
halago.
En la descripción del territorio por el orden relacionado, se
consideraba indispensable hacer distinción de las tierras de
labor, expresando los frutos que producían, las clases de ga-
nado que en ellas se criaban, los arbitrios que podían ponerse
en práctica para aumentar las cosechas y promover otros cul-
tivos útiles, como el del trigo, arroz, cáñamo, algodón y lino,
y para la fundación de poblaciones y aldeas próximas á los lu-
gares en donde pudiesen establecerse esas labores.
Al tratarse de los ríos, debía indicarse la cantidad de sus
aguas, la altura en que se hallaban con relación á los terrenos
inmediatos y el modo de aplicarlas con utilidad á los usos del
comercio y agricultura; tomándose en cuenta la observación
de que con el pequeño auxilio de una presa, podían elevarse las
aguas y derramarse por las llanuras vecinas, pues aunque és-
tas no se destinasen á la producción de frutos, servirían de
pasto en tiempos de sequía. También se facilitaba el riego
de las tierras cercanas á los ríos, por medio de ruedas per-
pendiculares á la corriente, las que recibiendo las aguas á im-
pulso de su natural movimiento, hacíanlas tomar la altura
conveniente para distribuirlas por atarjeas á su destino.
Relacionado todo lo respectivo á la agricultura, habría de
continuarse la materia de comercio, según el orden de pro-
vincias y ciudades, considerándose con la mayor atención, las
causas que debilitaban el movimiento mercantil en lo interior
de cada Provincia, los abusos onerosos introducidos por la co-
di;ia con perjaicio de los intereses generales, y las medidas
más oportunas y eficaces que podían dictarse para promover
el adelanto de la industria en el Reino.
Por último, debía tratarse del importante ramo de minas.
La escasez de productos minerales que se observaba, á pesar
de no haberse suspendido ni disminuído los trabajos de ex·
plotación, hacía presumir que la mayor parte de los metales
que se extraían pasaban por ocultos medios á reinos extraños.
LIB. Vlll.---CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 121

Era, pues, necesario proponer en la explicación, la manera


de descubrir y atajar ese abuso. Debían también indicarse
los auxilios de que muchos carecían en esta clase de empresas,
las máquinas simples de que se necesitaba, los medios más
fáciles y menos costosos para hacer los desagües y para la ex-
tracción de los efectos y, en fin, cuanto pudiera contribuir al
aumento de ese precioso ramo de la industria.
Tales fueron las bases propuestas por don Simón Desnaux
al Presidente de Guatemala, para la formación de un mapa
general del Reino. El ingeniero concluía su proyecto hacien-
do juiciosas reflexiones sobre la benéfica influencia que en el
progreso de estos pueblos ejercerían el comercio floreciente y
la agricultura bien ordenada, elementos que consideraba como
los polos fundamentales que constituyen la fuerza de un es-
tado y la felicidad de sus moradores. Bien comprendía el Ca-
pitán General las dificultades que presentaría en la práctica
ese método, y así Jo manifestó ála Corte en la nota con que
acompañó el informe de Desnaux. Considerando que pasarían
algunos años antes de ponerlo en ejecución, y que los datos
geográficos, estadísticos y militares pedidos por el Gobierno
español eran de ingente necesidad, envió varios croquis par-
ticulares, hechos en diversos tiempos y que aunque carecían
de la exactitud y perfección deseadas, alguna utilidad podían
prestar al objeto que SP, tuviese en mira. Entre esos planos,
merecían particular atención uno formado en punto menor
por don Joaquín del Castillo, que comprendía una parte de la
costa del Norte, desde el río Túpiles en el Golfo de México,
hasta Portobelo; otro más pequeño de la misma costa y dis-
tancia, extendido por don Juan de Torres, en el que se halla-
ban demarcados los establecimientos británicos; un plano en
punto grande que abrazaba desde Omoa hasta el cabo Catoche y
parte de la costa de Campeche, con su navegación para navíos
por dentro de los cayos y para balandras por dentro de los arre-
cifes, hasta introducirse en cayo Cocina y salir de allí por el
cayo de Terranova: navegación casi desconocida de los españo-
les y muy frecuentada por los ingleses, á causa de las ventajas
que ofrecía y de haber á cada paso fondeaderos para casos de
mal tiempo. También acompañaba en cajón separado un plano
122 HISTORIA DE NICARAGUA

geográfico del Reino, trazado por el Director de ingenieros don


Luis Diez Navarro. Ese mapa contenía muchos errores y va-
cíos, por la inexactitud y escasez de las noticias que á su au-
tor habían suministrado y por otras dificultades que en su
formación se presentaron.
El método propuesto por Desnaux pareció acertado á la
Corte de Madrid, pero no de fácil ejecución, particularmente
durante la guerra que á la sazón sostenía España. Así lo hizo
constar el Ministro, en 7 de septiembre de 1779, al margen
del propio documento.
Por los años á que hemos llegado en esta narración, veri-
ficábanse en Europa y América acontecimientos extraordina-
rios, destinados cambiar la faz de los pueblos de ambos con-
á

tinentes. Las colonias británicas de la América del Norte, ri-


cas y prósperas por su industria y trabajo, con la conciencia
de su propia fuerza y animadas por el espíritu de indepen-
dencia y libertad que á ellas habían traído los que huyendo
de la persecución por cuestiones religiosas habían abandonado
la Inglaterra y establecídose en aquel territorio, se agitaban
por sacudir el yugo de la Metrópoli. A las causas de desagra-
do que ya existían, vinieron á agregarse otras, tales como el
empeño que el Gobierno puso en destruir el comercio que ha-
cían con las colonias españolas, y el establecimiento de un
impuesto para contribuir á los gastos del Estado y especial-
mente á los de la guerra misma que se sostenía.
Rechazaron los americanos el impuesto por no haberse ob-
tenido su consentimiento conforme á los principios de la Cons-
titución británica. La debilidad del Gabinete inglés que con-
descendió con los descontentos hasta el punto de reducir el
tributo á términos nada gravosos y convertirlo sólo en un
signo de soberanía, no fué bastante á aniquilar los gérmenes
de la rebelión. En su empresa alentaban á los sublevados al-
gunos famosos y elocuentes oradores ingleses que en las cá-
maras abogaban en favor de su causa; y Francia, compren-
diendo cuánto le convenía debilitar el poder de su antigua ri-
val, les enviaba socorros con que podían mantener la guerra.
Después de experimentar algunos reveses, lograron los nor-
teamericanos organizar la insurrección, y en diciembre de 1774
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 123

tuvieron un Congreso en Filadelfia, compuesto de diputados de


las provincias levantadas. Esta asamblea, constituyéndose en
Gobierno, dictó leyes en materia de hacienda pública y confió
el mando en jefe de las armas á Jorge Washington que, como
Mayor General de las milicias, se había comportado satisfac-
toriamente en la campaña.
No corresponde á nuestro objeto relacionar los pormenores
de aquella lucha extraordinaria en que la noble y gloriosa fi-
gura de Washington, aparece como un astro que atrae hacia
sí la admiración de los tiempos modernos. Nos limitamos á
fijar ciertos puntos que se conexionan con acontecimientos de
que debemos tratar en este capítulo, por referirse á la polí-
tica española.
En 14 de octubre de 1776, se proclamó la independencia
de los Estados-Unidos de la América del Norte, suceso tras-
cendental por haber dado origen á la nación más poderosa y
feliz de nuestros días; por su influjo en los destinos de Fran-
cia, y porque preparó é impulsó decisivamente la independen-
cia de las colonias españolas del Nuevo Mundo.
Uno de los primeros actos del nuevo gobierno, fué el en-
vío de agentes diplomáticos á las cortes europeas. A Francia
fueron destinados Deane y Lee y poco después el célebre Fran-
klin. El Gobierno francés apoyó abiertamente el movimiento
de los americanos, reconoció la independencia de los Estados-
Unidos y obtuvo en cambio, de parte de éstos, el compromiso
formal de no volver á someterse á la Gran Bretaña. Una es-
cuadra francesa, comandada por el Almirante Orvilliers y com-
puesta de treinta y dos buques, sostuvo en 17 de septiembre de
1778 sangriento combate en el canal de la Mancha con la escua-
dra inglesa que mandaba Keppel. El resultado de la acción fué
dudoso, pues cada uno de los beligerantes se atribuyó á sí pro-
pio el triunfo, aunque ambas escuadras se retiraron con pér-
didas casi iguales, la primera al puerto de Brest y la segunda
á Portmouth.
La alianza con España fué solicitada por los dos gobiernos
europeos contendientes, quienes acreditaron en Madrid sus
respectivas embajadas, para obtener, cada uno para sí, el apo-
yo decidido de aquella nación. Pero el Conde de Florídablan-
124 HISTORIA DE NICARAGUA

ca, primer Ministro de Carlos III, al propio tiempo que toma-


ba medidas preventivas, sostenía la neutralidad, no obstante
que el impetuoso Conde de Aranda, Embajador de España en
Francia, opinaba por que se hiciese á los ingleses franca y
abierta guerra (1) .
La prudente política de neutralidad no evitó que las colo-
nias españolas de América fuesen objeto de bélicos proyectos
por parte de los ingleses, proyectos apoyados más ó menos di-
rectamente por el Gobierno británico.
Según carta que en 9 de junio de 1779, dirigió de Londres
don Francisco Franquis al Conde de Floridablanca, las órde-
nes para la toma de las islas Filipinas, se habían ya comuni-
cado en aquella fecha á Roberto Hughes, quien las recibió en
la Goree por un expreso que en seguimiento suyo se había
despachado. La parte principal del proyecto consistía en ase-
gurar la rendición de Manila, para lo cual la expedición debía
ser fuerte y numerosa. En concepto del autor de la carta,
aun era tiempo de enviar de Cádiz á Manila un correo el cual
sin detenerse en el Cabo, llegaría antes que los enemigos, par-
ticularmente si éstos, como era probable, sufrían en el estre-
cho de Malaca los retardos que casi siempre se experimenta-
ban en ese paraje.
Hablaba también Franquis de cierto proyecto presentado
en años anteriores al Ministerio británico, por un capitán
Smith, relativo á la deseada ocupación del río de San Juan y
costa de Mosquitos en la Provincia de Nicaragua. Ese pro-
yecto, olvidado quizá por el Gobierno, acababa de ser adop-
tado por una compañía particular de armadores ingleses; y
como el Gobierno acostumbraba apoyar semejantes empre-
sas, mucho temía Franquis que pronto se dejasen ver en el
río 6 á sus inmediaciones.
El plan del oficial Smith había sido ya comunicado al Con-
de de Floridablanca por don Francisco Franquis, en carta fe-
chada en la Haya á 23 de octubre de 1777. En él se demos-
traba que la Inglaterra podía en dos meses comunicarse des-
de Londres con el mar del Sur, y aun proveer, por la misma

(1) Lafuente, Hist. de Esp. Parte 3.', libro vm cap. xm.


LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 125

vía, de todo lo necesario á una escuadra que en tiempo de


guerra con España mantuviese el Gobierno británico en dicho
mar ó en sus costas, según le pareciese conveniente. La base
de este plan consistía, según Smith, en hacerse dueños los in-
gleses de la bahía de Papagayos, entre los 11 y 12 grados de
latitud septentrional, por donde podía comunicarse el mar con
el lago de Nicaragua; y tomando la ciudad de este nombre (1),
fortificarse y establecerse en ella, bien entendido que lo mis-
mo podía hacerse, con más facilidad y menos riesgo, enviando
fuerzas directamente desde Europa á la costa de Mosquitos,
tan frecuentada por los ingleses, y tomar aquella ciudad antes
que la escuadra penetrase por el mar del Sur hacia el mismo
paraje. Hacía ver la facilidad con que los ingleses podían
introducirse hasta el lago de Nicaragua, sin que los españo-
les pudiesen percibirlo, supuesta la situación de aquella costa
y mediante las noticias que él daba acerca del curso de los
ríos que corren por la misma tierra y tienen su origen en el
lago. Proponía fabricar á las orillas de éste, y al abrigo de
los silenciosos bosques que se extienden hacia la parte de
Oriente, embarcaciones de fuerzas y de transporte, y con ellas
hacerse dueños del mismo lago y de su navegación; y luego,
combinando estas operaciones con la de tomar el fuerte de San
Juan, posesionarse del río de este nombre, por cuyo medio que
daría abierta la comunicación de que hablaba en su proposí-
ción primera y asegurados de una vez para siempre en poder
de Inglaterra, el río de San Juan, el lago de Nicaragua y su
paso para el mar del Sur.
Tal era, transcrito casi textualmente, el proyecto del Ca-
pitán Smith. El Ministerio británico lo había recibido con se-
ñales de la mayor satisfacción: gratificó inmediatamente á su
autor con quinientas libras esterlinas y ordenó se le reembol-
sasen por el erario público los gastos que hubiese hecho en el
examen de este territorio, en donde había residido por espacio
de dieciocho años. También una junta ó sociedad particular,
obsequió á Smith con una medalla de oro de valor de doce

(1) Suponemos que se refería á. Granada 6 Rivas.


126 HISTORIA DE NICARAGUA

pesos, en agradecimiento del servicio que se suponía había


prestado á su patria.
El Capitán Smith se había presentado en la Corte de In-
glaterra provisto de recomendaciones que le dieran muchos de
los gobernadores de las posesiones británicas de estas regio-
nes. Extendió informes minuciosos y planos particulares de
todos los puertos, bahías, ensenadas, cursos de ríos y fon-
deaderos que hay desde el cabo Catoche, bahía de Honduras
y tierra de -Mosquitos, hasta el río de Carpinteros, que queda
al Sur del de San Juan; dando al mismo tiempo una carta
general de toda esta costa, mar y caminos y extendiéndose en
la descripción del terreno, montes, producciones y habitantes,
así indios como españoles y mestizos: de manera que parecía
haber conocido todo á fondo y héchose familiar con las pecu-
liaridades de estas tierras, en el tiempo de su residencia
en ellas.
El Ministro español encargó de un modo especial á don
Francisco Franquis hiciese investigaciones más circunstancia-
das sobre los proyectos del Capitán Smith y sobre la acogida
que se les .hubiese dado en el Gabinete de Londres. Situado
en esa ciudad, Franquis se puso en relaciones con Smith y de
él mismo obtuvo informes y explicaciones que le suministra-
ron más exacto conocimiento de los planes que abrigaba con
relación á la ocupación definitiva de la costa de Mosquitos,
río de San Juan y lago de Nicaragua. Además, en su calidad
de miembro de la Real Sociedad de Artes de Londres, tuvo
ocasión y no la desperdició, de estudiar él mismo los proyec-
tos de Smith, recomendados á la asociación como útiles al ade-
lanto de las artes marítimas. Para introducirse en todas par-
tes y ganarse la confianza de los ingleses, Franquis no se daba
por español, y á ese intento le servía la circunstancia de ha-
ber nacido en las Canarias, islas muy frecuentadas por los
súbditos de la Gran Bretaña y á cuyos habitantes considera-
ban éstos como amigos y partidarios suyos.
Mediante ese engaii.o se hizo amigo de Smith, quien tuvo
con él secretas conversaciones sobre sus proyectos; y llegaron
á tal grado el ardor del Capitán inglés y su confianza en la
amistad de Franquis, que le comunicó haber propuesto al Go-
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 127

bierno británico, como uno de los medios más eficaces para


alcanzar la posesión de estos territorios, el de promover en
ellos una revolución contra el Soberano español.
Ignoraba Franquis cómo había recibido. este pensamiento
el Ministerio inglés; pero suponía que favorablemente, puesto
que poco antes había conferido la condecoración de la Orden
de San Luis y retribuído con dádivas muy generosas y con
una pensión de tres mil pesos anuales á un caballero francés,
sólo porque le había indicado un plan análogo de revolución
en el Reino de México.
Provisto de más minuciosas noticias sobre estos asuntos,
don Francisco Franquis las transmitió al primer Ministro de
Carlos Ill, en carta que le dirigió con fecha 19 de diciembre
de 1777. Confirmaba en ella todo lo dicho en la anterior, in-
sistiendo en la idea de que, no siendo de difícil ejecución el
proyecto de comunicar los dos mares, navegando el río de San
Juan hasta el lago, en seguida éste hacia el pasaje y luego
introduciéndose por esa vía á la bahía de Papagayos en el Pa-
cífico, era muy probable su adopción por el Gobierno inglés.
El Capitán Smith no daba importancia á los obstáculos que
se presentaban en la navegación del San Juan, pues aseguraba
que él mismo los había vencido todas las veces que navegó por
él. Afirmaba también que por lo que hacía al pasaje del lago
á la bahía de Papagayos, no le quedaba duda de su existen-
cia, porque lo había visto, burlando el cuidado con que los es-
pañoles lo ocultaban desde muchos años antes.
El proyecto que más llamaba la atención del Capitán Smith,
y aun del Gabinete de Londres, era según decía Franquía en
su carta, el de tomar la ciudad de Granada y el fuerte del San
Juan, y construyendo embarcaciones á propósito, hacerse de-
finitivamente dueños del lago, del río de San Juan y del Pa-
saje; asegurándose al propio tiempo en la bahía de Papaga-
yos un punto de reunión á una escuadra que debiera expedi-
cionar en el mar del Sur, la que de ese modo podría recibir
las órdenes que se le comunicaran de la otra escuadra que
debía surcar las aguas del mar del Norte. Consideraban que
con sólo sesenta hombres podía tomarse el Castillo del San
Juan, supuesto que los españoles contaban con escasas fuer-
128 HISTORfA DE NICARAGUA

zas para defenderlo. Sobre el estado de la fortaleza, y aun de


la Provincia toda, se tenían en el Ministerio inglés abundan-
tes y exactas noticias.
Con relación á la costa de Mosquitos, Franquis daba al Mi-
nistro español, los siguientes curiosos informes:
«Advertiré á V. E., que en caso de verificarse aquella pér-
dida inglesa (la de las colonias de la América del Norte), hay
quien piense que aplicando el Ministerio sus miras á las tierras
de Mosquitos, éstas darán más utilidades con el tiempo que
las que pierde la Inglaterra, declarada la independencia de sus
colonias en América. Para esto no ha faltado quien de nuevo
haya lisongeado con esta idea al Ministerio, haciéndole ver
que en el caso actual la tierra de Mosquitos es muy importante
á la Nación; de cuyas producciones se importan en el Reino
anualmente, entre las cantidades de maderas exquisitas, de
sólo caoba casi un millón de piés cúbicos: doscientas mil li-
bras de zarzaparrilla, una gran cantidad de palos tinte ó mo-
rado y diez mil toneladas de lo que los ingleses llaman tor-
toiseruell. Además lo que el contrabando les produce en es-
pecias, de que está muy informado el Ministerio; como tam-
bién de que aquel suelo produce el mejor algodón, el cacao,
la vainilla, el añil, puesto á la prueba con el mejor de Gua-
temala: además, el azúcar, que se suele hacer en abundancia,
cuyo examen han hecho por sí mismos los ingleses aplicados
al conocimiento de este terreno. Yo sé también que hay quien
considere esta parte de la América, como la llave de cuanto
poseen en ella los españoles; y que en posesión de ella los in-
gleses, se harían dueños del comercio que entretiene la Eu-
ropa con las regiones aquellas, de la navegación como la de
la mar del Sur, etc.»
A esta importante carta acompañaba Franquis un plano
pequeño, formado por él, de la garganta de tierra ó istmo que
une las dos Américas. Comprendía el río de San Juan, el Cas-
tillo de la· Inmaculada Concepción, el lago de Nicaragua y su
pasaje á la bahía de Papagayos, lt costa de Mosquitos y sus
islas, marcado con tinta encarnada todo aquello que los ingle-
ses codiciaban; la isla de Roatán, gran depósito de mercade-
rías británicas, la isla de Jamaica, centro de su navegación y
LIB. Vlll.----CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 129

comercio, al Norte el Cabo Catoche, á continuación la costa,


la que no se alcanzaba á ver, por las cortas dimensiones
del mapa.
Casi al mismo tiempo que don Francisco Franquis ponía en
conocimento de la Corte de Madrid los planes que meditaba
Inglaterra para apoderarse de la Provincia de Nicaragua, don
Carlos de Malatesta, súbdito español, comunicaba también á
su Gobierno, el Ánglico proyecto sobre tomar á Panamá por
el paso de la Caledonia al Sur, é insinuaba asimismo el peli-
gro en que se hallaban el puerto de Guayaquil y el territorio
de Nicaragua, de ser ocupados por fuerzas de la Gran Bretaña.
El Monarca español, aun con el convencimiento de que el
Gobierno inglés le era hostil, quiso dar la última muestra de
su neutralidad; y ofreció sus oficios como mediador para ob-
tener la paz entre los gobiernos beligerantes. Por medio del
Conde de Almodóvar presentó en enero de 1779 al Gabinete
de Londres, ciertas bases de arreglo, las que fueron desecha-
das por éste, porque en todas ellas se veía envuelto el pro-
pósito de que las colonias de Norte-América gozasen, siquiera
fuese provisionalmente, de su anhelada independencia.
Frustrados estos esfuerzos, resolvió Carlos III romper por
segunda vez, la neutralidad de España en los conflictos eu-
ropeos. Ordenó el retiro de su Embajador en Londres y se
declaró por la guerra, haciendo causa común con Francia. A
tomar esta determinación quizá lo indujo la influencia del Con-
de de Aranda, quien, ardoroso partidario de la guerra, envió
en mayo del propio año á su Gobierno, un atrevido plan de
campaña contra la Nación inglesa.
No nos detendremos en narrar por menor los acontecimien-
tos efectuados en Europa durante esta guerra. Concretán-
donos á nuestro propósito, nos limitaremos á relacionar los
que, por causa de ella, se verificaron en América y especial-
mente en el Reino de Guatemala y Provincia de Nicaragua.
El Gobernador de Campeche, don Roberto de Rivas Betan-
court, tan luego como tuvo noticia de estar rotas las hostili-
dades, envió desde Bacalar (1779) dos expediciones destinadas
á destruir los establecimientos británicos de Río-Hondo y Río-
Nuevo. Lograron este objeto las fuerzas españolas. Derri-
Ill.­9
130 HISTORIA DE NICARAGUA

baron las casas y ranchos y pusieron á las familias inglesas,


que residían en aquellos lugares, en la necesidad de refugiarse
á Jamaica.
En septiembre del mismo año, don Bernardo de Gálvez, Go-
bernador de Luisiana, invadió con menos de dos mil hombres,
la Florida Occidental : reconoció la independencia de los Es-
tados-Unidos, y subiendo por el Mississipí tomó una fortaleza
situada á orillas del lberbille. Se apoderó en seguida de los
fuertes y guarniciones de Batan-Rouge y Paumure: atrajo á
la amistad de los españoles diecisiete caciques y cerca de qui-
nientos guerreros chactas, que antes, habían servido de auxi-
liares á los ingleses; y en enero de 1780, contando con refuer-
zos llegados de la Habana, acometió la empresa de tomar á

Mobile. Después de experimentar muchas averías y contra-


tiempos, á causa de las tormentas, puso sitio á
aquella forta-
leza, sirviéndose de nuevos auxilios que le enviaron de Cuba.
Mobile se rindió por capitulación, y la guarnición inglesa que-
dó prisionera.
El Gobernador Gálvez consideraba que su empresa no se-
ría completa si no lograba tomar á Penzacola, capital de aquel
territorio, con lo cual quedaría sometida toda la Florida. En
ejecución de este propósito, dirigióse al puerto con cinco na-
víos de línea, quince buques que le seguían á alguna distancia
y mil trescientos quince soldados. Con estas fuerzas empren-
dió el ataque á la plaza, por mar y por tierra. No fué al
principio favorable el combate para las armas españolas: las
baterías enemigas causaban grande estrago, y no fué el menor
el de haber recibido dos heridas don Bernardo de Gálvez, con
lo que se consternaron, pero no desmayaron ni un momento
los valientes acometedores. En los momentos de mayor apu-
ro apareció don Francisco Solano con un refuerzo de once na-
víos y sus correspondientes tropas. Con este auxilio impulsó
Gálvez el ataque. Más de cien soldados de los que defen-
dían la ciudad perecieron á un tiempo, á causa de haber esta-
llado un obús en los almacenes de pólvora de los ingleses. És-
tos al fin capitularon, quedando prisioneros el General Camp-
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 131

bel! y el Almirante Chester. De tan gloriosa manera tomó


Gálvez posesión de la ciudad de Penzacola (1).
Acontecimientos no menos graves se efectuaban en el Rei-
no de Guatemala, por consecuencia de la guerra entre Ingla-
terra y España. Gobernábalo á la sazón don Matías de Gál-
vez, padre del Gobernador de Luisiana y hermano del Minis-
tro de Indias. Cuando se hallaba dedicado á tomar las me-
didas preventivas necesarias para evitar que estas provincias
fuesen ocupadas por fuerzas enemigas, le llegó la noticia de
haber sido atacado por los ingleses el Castillo de San Fer-
nando de Omoa el día 25 de septiembre de 1779. El Coman-
dante de esta fortaleza, don Simón Desnaux, los demás ofi-
ciales y tropa de la guarnición, hicieron la más bizarra defen-
sa, obligando al enemigo á retirarse. Pero en 20 de octubre
fué nuevamente acometido con doce navíos de línea, nume-
rosas fuerzas inglesas y auxiliares mosquitos, que tomaron
la fortaleza. La guarnición no impidió semejante desastre:
capituló, quedando en rehenes el Comandante segundo y dos
capellanes. Los soldados y aun algunos vecinos fueron arro-
jados del puerto. Un Oidor de la Real Audiencia, en concepto
de Auditor de guerra, procesó al Comandante Desnaux (2).
El Capitán General Gálvez, alarmado con la noticia de ese
suceso, resolvió pasar á las provincias de Honduras y Nica-
ragua, para dirigir en persona las operaciones de la guerra.
Con el batallón fijo de infantería y escuadra de dragones, al-
gunos esclavos y presidiarios salió de la capital del Reino, y á
su paso por Chiquimula reunió otros cuerpos de milicias, con
los que engrosó la expedición. Llegado que hubo al puerto
de Omoa, comenzó á hacer sus preparativos de ataque á la
fortaleza, que se hallaba ventajosamente defendida por los in-
gleses. El 26 de noviembre tenía construídas ya sus líneas de
atrincheramientos enfrente del Castillo; y en los cuatro días
restantes del propio mes, verificó su completa y gloriosa re-
.
conquista, valiéndose de todos los medios que le sugirieron su
.
(1) Lafuente, His. de Esp., lib. y cap. citados.
(2) No habla García Peláez del primero de estos ataques, pero sí
Bancroft, quien supone ocurrido el segundo en 16 de octubre (Obras de
H. H. Bancroft, tomo vn, que comprende parte de la Historia de la
América Central, cap. xxxiv.)
132 HISTORIA DE NICARAGUA

pericia militar, su valor extraordinario y el ardoroso patrio·


tismo de que se hallaba poseído.
Distinguiéronse, en esta célebre función de armas, don
Francisco de Aybar, Sargento Mayor de las milicias de Coma-
yagua, quien hizo la defensa del río de Omoa, distante como
seiscientas varas de la fortaleza, manteniéndose en ese punto,
donde impidió á los ingleses proveerse de agua y víveres, mien-
tras duraron las operaciones del ataque; don Felipe Gallegos,
don Antonio Escuarzi, don Ventura Galván, don Félix Domín-
guez, don Miguel Hermosilla, don Francisco Troncoso, don
Fernando Porras y don Luis Méndez de Sotomayor.
Terminada con tanta felicidad esta empresa, el Capitán
General se propuso llevar á cabo otra no menos importante, á
saber: la de destruir los establecimientos británicos de la cos-
ta del Norte de Honduras y Nicaragua y las rancherías de
mosquitos y zambos que auxiliaban á los ingleses. Con tal
objeto se trasladó á San Pedro Zula, de donde escribió á los
gobernadores de la Habana y Campeche, pidiéndoles auxilios
marítimos de que absolutamente carecía el Reino. El prime-
ro envió diez mil fusiles, cien quintales de pólvora, trescien-
tos sables, doscientas hachas, cien azadones, trescientas pie-
dras de chispa, doscientos machetes y doscientos cincuenta
tercios de harina. El segundo ofreció mandar un socorro de
piraguas de la costa de Bacalar. El 13 de enero de 1780, con-
tinuó Gálvez su marcha para Comayagua, de donde se pro-
ponía pasar á Nicaragua (1).
Antes de proseguir la relación de las operaciones del Ca·
pitán General de Guatemala, en orden á la proyectada expul-
sión de los ingleses del territorio de Mosquitos, veamos cuál
era el estado de dicha costa en la época de que tratamos.
En el capítulo X del libro VI dejamos á Roberto Hodgson
ejerciendo las funciones de Superintendente de la Mosquitia.
por nombramiento que en él hizo el Gobierno británico (1744).
Es de advertir que aunque Hodgson tenía aquel título, no era
él quien principalmente manejaba los negocios de la Colonia,
sino su padre político Guillermo Pitt, antiguo poblador y di-

(1) Garcfa Peláez. Memorias. cap. crx,


LIB. Vlll.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 133

rector del establecimiento de la Criba ó río Tinto. Pitt, re-


conociendo la utilidad que recibiría Inglaterra, de perfeccio-
nar y asegurar las posesiones que había usurpado en nuestras
costas del Norte, propuso á su Soberano el establecimiento en
ellas de un gobierno formal y aun indicó cuál era el más con-
veniente. Fué aprobado su proyecto y, en consecuencia, se
ordenó al Gobernador de Jamaica le librase nombramiento de
Superintendente, colocándole bajo la jurisdicción de aquella au-
toridad. Pitt renunció el destino é hizo que se le sustituyese
con su yerno Roberto Hodgson, á quien se le confirió, como se
ha dicho, dándole entre otras instrucciones, la de que se atra-
jese el cariño de los habitantes de la costa é infundiese en
ellos el odio más profundo contra los españoles.
Hodgson dió nombres de poblaciones á algunos distritos,
estableció jueces y agentes de policía, fomentó la agricultura
y el comercio, ensanchó el contrabando, y consiguió, por úl-
timo, que las tribus incultas le obedeciesen, hasta el grado de
permitirle ejercer justicia en ellas por medio de mandarines
ó jefes nativos de la propia costa.
Muerto este Superintendente el año de 1759, fué sustituído
con el capitán José Otuay, quien como aquél, continuó gober-
nando bajo el consejo y dirección de Pitt. Terminada en 1763
la guerra entre Inglaterra y España, comisionó el Capitán Ge-
neral de Guatemala al Coronel don Luis Díez Navarro, para
que con un corto número de tropa se dirigiese á la costa á re-
cibir, en nombre del Gobierno español, los establecimientos
ingleses, que por las estipulaciones del tratado de París esta-
ba Inglaterra obligada á devolver. El Superintendente Otuay
tenía instrucciones del Gobernador de Jamaica, en que le or-
denaba hiciese los mayores esfuerzos para no entregar el es-
tablecimiento de la Criba, sino en último caso, es decir, cuan-
do los españoles intentasen hacer uso de la fuerza para apo-
derarse de él. Díez Navarro dirigió á los ingleses un reque-
rimiento en términos arrogantes, al que contestó Otuay ma-
nifestando no hallarse dispuesto á entregar su establecimiento,
y colocándose á la cabeza de su tropa se puso á la vista de los
españoles, como en disposición de sostener un ataque. Poco
después dió aviso al comisionado Díez, de que los naturales
134 HISTORIA DE NICARAGUA

estaban .aublevándoee y se disponían á acometer á la tropa es-


pañola; y protestaba no responder por los atropellamientos y
bárbaros ultrajes que ejecutaran, ni impedirles el que le cor-
tasen la retirada. Con estas razones Diez Navarro determinó
retirarse, considerando, sin duda, que su escasa fuerza no era
suficiente para sostener un combate, y se dirigió á Comaya-
gua, no sin haber amenazado á los ingleses diciéndoles que
pronto volvería con tropas numerosas, lo que nunca ejecutó.
Poco después de estos sucesos, el Gobierno español comi-
sionó á Roberto Hodgson (hijo del primer Superintendente),
que se hallaba al servicio de España, para que pasase á la
costa á destruir las fortificaciones que en ellas tenían los in-
gleses. Hízolo así, y habiendo regresado á Jamaica y pasado
después á Irlanda (1766), fué llamado á Londres por el Go-
bierno británico, para conferirle el grado de capitán de inge-
nieros. Diósele también secretamente el nombramiento de Ca-
pitán Superintendente y Comandante general de la costa de
Mosquitos, á donde se dirigió en 1767. Para mejor ocultar al
Gabinete español el verdadero objeto de la venida de Hodgson,
que era el de asegurar á Inglaterra el dominio de aquel te-
rritorio y comunicar noticias exactas y circunstancias sobre
su situación, se le dieron ciertas instrucciones en que apare-
cía ser su única comisión, la de arreglar los derechos reales
que debían pagar los súbditos ingleses, derechos que se re-
dujeron á un dos por ciento en dinero, de todos los efectos que
importaban á la costa, y expedir certificaciones á los que adeu-
daban al erario algunas cantidades por razón del impuesto
señalado á las extracciones que hacían del país y á lo que ad-
quirían en el comercio ilícito.
Además de los sueldos de Capitán y Superintendente, se le
asignaron en secreto, tres mil pesos anuales, para que formase
planos de toda la costa, describiese sus productos, adquiriese
los más minuciosos informes de la Provincia en general y los
transmitiese á la Corte de Londres. Hodgson desempeñó ta-
les encargos á satisfacción de su Gobierno, valiéndose de la
cooperación que le prestaron Pedro Grandier, antiguo pobla-
dor de las márgenes del río de Segovia, Maester Cristofer, co-
nocedor de toda la Provincia de Honduras y de la ciudad de
LIB. Vlll.--CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 135

Granada, y Diego Chambers, comerciante, que había recorri-


do todo el partido de Chontales y otros territorios del Reino.
Este último fué asesinado algunos años más tarde por los
ulúas, quienes le robaron los artículos con que traficaba.
Uno de los proyectos principales á que dedicó Hodgson su
atención, fué el de trasladar á Bluefields la capital de la costa
ó establecimiento de la Criba; pero no pudo llevarlo á efecto
por la tenaz oposición que le hicieron los ingleses.
La costa se hallaba poblada por esta época, según aparece
de un estado dirigido á Londres en 1768, por ciento cincuenta
blancos y como trescientos más que vivían en otras poblacio-
nes inmediatas al territorio denominado la Criba; cuatro mil
quinientos esclavos negros, aunque entre ellos se contaban
como cien indios, y cerca de diez mil mosquitos y zambos de
todas castas y edades. Sólo se comprendían en esta enume ..
ración, los habitantes que ocupaban el terreno que media en-
tre el mar y la orilla de la montaña: no las numerosas tribus
de indios caribes que moraban en lo interior de los bosques, las
que no estaban sujetas á los zambos y mosquitos, sino que se
gobernaban por sus jefes propios y vivían en parcialidades ó
palenques, que con frecuencia trasladaban de un punto á otro.
La exportación anual que de productos de la costa hacían
por aquel tiempo los ingleses, estaba calculada del modo si-
guiente: ochenta mil libras de cacao de Matina, trescientas
mil de zarzaparrilla, doce mil de carey, cien barriles de azú-
car, por lo menos; tres mil libras de jengibre, dos mil libras
de café, grandes cantidades de madera de caoba, añil, plata,
copella y oro en número no fijo por ser accidental su adqui-
sición, y numerosas partidas de mulas y caballos que salían,
tanto por Bluef'íelds, como por el río de Segovia, y aun más
por el río Tinto. Puesto todo en Inglaterra, se calculaba el
valor total de la exportación al año, en ciento treinta mil li-
bras esterlinas, de las que correspondían cinco mil á la Co-
rona. Pero se suponía que era aún mayor la exportación, to-
mando en cuenta la que se hacía clandestinamente, pues á pe-
sar del cuidado que manifestaba Hodgson en la percepción
de los derechos reales, como los empleados encargados de ha-
136 HISTORIA DE NICARAGUA

cerlos efectivos eran comerciantes, quedaban muchas veces;


burlados su solicitud y celo.
Así continuaron las cosas hasta 1776, en que los ingleses.
mismos se sublevaron contra el Superintendente y eligieron
entre ellos un Tribunal Supremo de Justicia; pero habiéndose
extendido el rumor de que se embarcaban fuerzas que venían
á sujetarlos nuevamente la autoridad de Hodgson, disol-
á

vieron el Tribunal después de haber publicado varios bandos


en nombre del Monarca de Inglaterra.
Atemorizado por la sublevación de sus compatriotas,
Hodgson se dirigió á Londres, con el pretexto de dar cuenta
de su comisión al Gobierno. En su lugar fué nombrado Su-
perintendente interino Juan Fearbuson, quien tres meses des-
pués, fué sustituído por Laurie.
Llegado Hodgson á Inglaterra en principios de 1777, ob-
tuvo al día siguiente de su arribo el nombramiento de Te-
niente Coronel. Dió cuenta de sus trabajos, presentando al
Gobierno varios documentos importantes, entre los cuales me-
rece citarse un proyecto formado por él mismo, relativo al
modo cómo podía Inglaterra apoderarse de la Provincia de
Nicaragua, por el Norte. El ataque debía ejecutarse por el
río de San Juan, dejando un corto destacamento para obtener
la rendición del Castillo; y haciendo pasar por tierra un gran
número de pipantes ligeros, apoderarse del punto en que se
halla el antiguo fuerte de San Carlos. Vencido el Castillo y
reunidas las fuerzas inglesas, dirigirían sus operaciones con-
tra toda la Provincia, y si la suerte les fuese favorable, ex-
tenderían sus conquistas Costa-Rica y San Salvador. Hodg-
á

son opinaba, que no sería de difícil ejecución esta vasta em-


presa, si el Gobierno inglés proporcionaba elementos de gue-
rra para armar, no sólo á los indios de la costa, sino también
á los pardos, que formaban una gran mayoría en la población
de toda esta Provincia, y á los que generalmente se conside-
raba como los mejores agentes en cualquier trastorno que tu-
viese por objeto quitar á los españoles el dominio de las Amé-
ricas.
Bien conocía Hodgson el carácter de nuestros pueblos y
cuán peligroso habría sido herir ciertos intereses, creados des-
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 137

de la conquista y arraigados por la acción del tiempo y por


las tendencias constantes de la educación colonial. Por eso
hacía entrar como condición indispensable al logro de sus pla-
nes, la de no poner estorbo alguno al ejercicio de la religión
católica, luego que Inglaterra estuviese en posesión de este
territorio; y aun indicaba la conveniencia de continuar sumi-
nistrando su renta al obispo y al clero de la Diócesis.
Tales proyectos no fueron inmediatamente admitidos por
el Gobierno británico, quien, á fines de 1778 nombró á Hodg-
son Gobernador de la Barbada; mas como por aquel tiempo
comenzaba la guerra entre Inglaterra y España, le ordenó poco
después suspender su viaje y permanecer en Londres hasta
nueva orden. Pronto veremos qué resultado tuvieron los atre-
vidos planes del ex-Superintendente de la Mosquitia.
No sólo las autoridades de la Capitanía General de Gua-
temala ponían decidido empeño en desalojar á los ingleses de
nuestro litoral del Atlántico; también el Virrey de Nueva Gra-
nada fijaba su atención en ese asunto, considerando cuánto
convenía á los intereses de la Corona de España mantener la
integridad de sus colonias americanas, y recelando quizá que
los súbditos de la Gran Bretaña, teniendo aquí un punto de
apoyo, intentasen extender sus adquisiciones á las costas de
otras provincias y reinos.
En 1777 comisionó á don Francisco X. Vargas, Comandan-
te de las balandras del Rey denominadas Pacífica y Pastora,
para que practicase un reconocimiento de la costa de Mosqui-
tos y de los establecimientos que en ella tenían los ingleses.
Por el mes de enero de aquel año, salió Vargas con dirección
á estas regiones, y después de haber experimentado algunos
contratiempos en la navegación, dió fondo en Bocas del Toro,
el 13 del propio mes. Allí se puso en relaciones con el inglés
Colwill Cairns, que vivía por aquellos lugares. Con la inter-
vención de éste logró agregar á la expedición dos indios prác-
ticos de estas costas, y que otros se adelantasen en piraguas
trayendo bandera de paz, para explorar la ruta y para entre-
gar al pniner español que encontrasen en la costa ciertas co-
municaciones de Cairns para el Gobernador de Panamá.
Reconoció Vargas la isla de Crininquí, en donde Colwill
138 J llSTORIA DE NICARAGUA

Cairns poseía un establecimiento para el comercio de carey;


cierto territorio habitado por los indios terebas, á quienes los
mosquitos capturaban para esclavos, y la isla grande de Man-
gles, cuyos pobladores eran dependientes y corresponsales de
los establecimientos ingleses de río Tinto, á los que enviaban
sus cosechas de granos: también se dedicaban al comercio de
tortugas con Jamaica.
El día 24 dió fondo en Tupuppi : mandó disparar tres ca-
ñonazos, que era la señal convenida para hacer conocer su lle-
gada al rey de los naturales de la costa y al gobernador in-
glés; y envió á tierra á los indios que le acompañaban en la
expedición. Volvieron éstos diciendo que el gobernador que-
daba esperando al comandante Vargas, y que el rey llegaría
el día siguiente. Luego que desembarcaron, los expediciona-
rios fueron cordialmente recibidos, ásí por los ingleses como
por el jefe indígena. Comisionó Vargas al oficial don Fran-
cisco de Navas para que comunicase á este último ciertas ba-
ses de paz; pero era tal el miedo que los indios tenían al in-
glés y tan ciega la subordinación en que se hallaban, que no
se atrevían á resolver nada por sí solos. Por indicación de
Colwill se convino en darles dos horas para que meditasen so-
bre los términos en que debía quedar concluido el tratado.
Es indudable que los ingleses, y quizá Colwill mismo, se
aprovecharon de aquel tiempo para sugerir á los naturales la
resolución que debían tomar; puesto que llegada la hora de
dar su contestación, manifestaron terminantemente «que el
Rey de la Gran Bretaña los había conquistado: que eran sus
vasallos, y que así no había de prohibirse á las embarcaciones
inglesas el que vin1esen á cualquier parte de sus costas, con
los efectos que gustasen, ni menos á las familias de aquella
nación establecerse en cualquier territorio de sus dominios, sin
que pudiera ejecutarlo español ninguno; conviniendo únicamen-
te en la mutua franquicia de la pesca del carey y buena aco-
gida y trato en los parajes en que á unos y otros conviniese
hacerla.s
Don Francisco de Navas, comprendiendo que sería inútil
toda insistencia en modificar esa base dió por terminada la
conferencia y distribuyó entre los indios algunos obsequios,
LIB. Vlll.-CAP. IV.-FORMACJON DE UN MAPA, ETC. 139

en nombre del Monarca español y como prueba de la amistad


que quedaba pactada.
El inglés Colwill Cairns poseía muchos establecimientos en
diversos puntos de la costa, lejanos unos de otros, y aun en
las islas. Tenía, pues, grandes influencias en los jefes, y á
él atribuía Vargas el mal éxito de la negociación. Llegó has-
ta sospechar que Colwill obraba de acuerdo con el Goberna-
dor de Jamaica, y aun quizá por orden de la Corte británica;
y que el objeto con que habían introducido aquella estipula-
ción era, en primer lugar, proporcionar los indios, mediante
á

la paz, la facilidad de proveerse de carnes frescas, que abun-


daban en las haciendas de los españoles situadas á inmedia-
ciones de la costa; y en segundo lugar, garantizar las em-
á

barcaciones inglesas la entrada en cualquier puerto del lito-


ral, sin peligro de ser sorprendidas por los españoles.
Los ingleses habían de antemano prevenido el ánimo de los
mosquitos contra las autoridades de Nueva Granada, divul-
gando entre ellos la noticia de que en aquel Reino se prepa-
raba una expedición bélica que tendría por objeto sujetarlos
definitivamente al dominio de España.
Colwill Cairns era, sin disputa, el inglés más poderoso que
á la sazón residía en la costa. Obligaba á los naturales á que
le sirviesen, sin darles retribución alguna y los halagaba in-
fluyendo en el Gobernador británico para que les expidiese
títulos de almirante, general, capitán y otros puramente hono-
ríficos.
Continuando su viaje, don Francisco Vargas reconoció la
laguna de Bluefields, aunque no con el detenimiento que de-
seara, por habérselo impedido los ingleses y negros que po-
blaban sus márgenes, los que luego que vieron las embarca;
ciones les dirigieron descargas de fusilería. Don Francisco de
Navas, á cuyo mando iban las lanchas en que se practicaba
el reconocimiento, determinó retirarse, y para protegerle en
este movimiento Vargas cañoneó la pequeña parte de la costa
que se alcanzaba á descúbrír, dirigiendo la puntería hacia los
montes que se extienden al Norte.
El 11 de abril llegaron los expedicionarios al puerto de
San Juan de Nicaragua, en donde permanecieron hasta el 14,
140 HISTORIA DE NICARAGUA

reconociéndolo y tratando de relacionarse con los mosquitos,


á quienes hicieron saber la paz que se había pactado con el
Rey mosco y con el Gobernador inglés. Hablando de este puer-
to, el Comandante Vargas decía lo siguiente, en el informe
que presentó á su Gobierno:
«Éste es excelente puerto por su mucho fondo y calidad
de él, buen abrigo y abundancia de agua, tanto por el río de
Nicaragua como por tres casimbas abundantes que hay en la
playa, y es el más apto para impedir á los indios (caso que
conviniese) la pesca del carey; pero como el principal ren-
glón que sostiene á los ingleses establecidos en esta parte de
sus costas, es el mucho comercio que tienen con los españo-
les de Costa-Rica y laguna de Granada, así como los de la
parte del río Tinto con los de Guatemala, y las maderas que
sacan de las lagunas de Perlas y Bluefields, no faltándoles ésto
les será de muy poco momento dicha pesca; pero no si llega
a remediarse, pues no teniendo, como arriba he dicho, otro
producto que sacar de los indios, ya no los quedaba arbitrio
de que utilizarse y se verían, cuando no todos, los más, obli-
gados á abandonar estos establecimientos y retirarse á sus co-
lonias.»
De regreso á Cartagena reconoció Vargas otros lugares; y
terminada la expedición, dió cuenta de su resultado al Virrey,
en informe que con fecha 6 de junio de 1777 le presentó, acom-
pañado de algunos planos que él mismo formó de las Bocas
del Toro, isla grande de Mangle, laguna de Bluefields y río y
puerto de San Juan de Nicaragua (1).
Tiempo es ya de reanudar nuestra narración acerca de los
pasos que, con el fin de desalojar á los ingleses de la costa de
Mosquitos daba el Capitán General don Matías de Gálvez, á
quien dejamos en Comayagua, próximo á pasar á esta Pro-
vincia.
En 22 de febrero de 1780 hallábase este activo funciona-
rio en Granada, atendiendo á las operaciones que por mar y
tierra había emprendido, con la esperanza de que las autori-

(1) Diario de don Francisco X. Vargas, Comandante ele las balandra,


Pacífica y Pastora, sobre el reconocimiento que hizo de la costa de:' Mos-
quitos. M. S.
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 141

dades de Campeche, la Habana y Cartagena le proporcionasen


.algunos auxilios marítimos. Había colocado siete divisiones
en distintos puntos de la costa de Mosquitos, medida con la
cual logró que los naturales se retirasen hasta la orilla del
mar y que otros se alojasen en algunos islotes. Pero como
carecía de los elementos necesarios para una guerra formal,
ninguna ventaja positiva había alcanzado. En 15 de marzo
dirigió una comunicación al Gobierno de España, en la que
le daba cuenta de sus actos, llamándole particularmente la
atención hacia la falta de fortificaciones que se notaba en la
isla de Roatán y sobre la circunstancia de estar perdiendo,
por carecer de socorros, la ocasión más favorable y oportuna
para arrojar de la costa á los ingleses.
También hablaba acerca de la conveniencia de obligarlos
á desocupar la isla de Jamaica, centro de sus operaciones y de
donde les venían continuos auxilios para hostilizar á los es-
pañoles. En comunicación de fecha 16 de marzo decía á la
Corte: «Cada día se verifica más la necesidad en que se ha-
llan estos parajes de Honduras, de arrojar á los ingleses de la
isla de Jamaica, para libertarse de sus piraterías y del desme-
dido auxilio que dan á los indios bárbaros contra nosotros.»
Y en otra consulta de la misma fecha daba cuenta de las ex-
pediciones que á la sazón se hallaban en territorios de los in-
dios caribes, payas, zambos y moscos, procurando su. reduc-
ción al dominio de España.
La actividad de Gálvez era infatigable: al propio tiempo
que se ocupaba en estos negocios, satisfacía un requerimiento
del Virrey del Perú, en que le pedía surtiese de brea, alqui-
trán y maderas, á la escuadra de aquel Reino. Luego que la
hubo provisto de esos objetos, por medio de don Agustín Pé-
rez Quijano, Corregidor del Realejo, escribió al Virrey del
Perú, solicitando algunos auxilios pecuniarios. Nada obtuvo
de él, ni de las autoridades de Nueva Granada; pero en 22 de
agosto recibió de España dos mil setecientos cuarenta fusiles
y la promesa de que se le enviarían cuatro corsarios, por cuen-
ta del comercio de Cádiz, para resguardar las costas de Hon-
duras. Hasta el 25 de octubre no habían llegado á nuestros
puertos esas embarcaciones.
142 HISTORIA DE NICARAGUA

Hablase propuesto el Capitán General reducir por medio


de negociaciones pacíficas, ya que la escasez de elementos bé-
licos no le permitía continuar activamente las operaciones de
la guerra, á los mosquitos que habitaban 'Ia margen oriental
del río de Segovia, confinantes con el territorio de Chontales.
Pero no por eso daba de mano al vasto plan de arrojar de la
costa á los ingleses, plan que ejecutaban las siete divisiones
que expedicíonaban en el Pich, ó río Tinto.
El clero de la Provincia contribuía eficazmente con su pa-
triótico apoyo á la reducción de las tribus salvajes de la costa.
El Ilustrísimo señor don Esteban Lorenzo de Tristán, electo
Obispo de esta Diócesis en 10 de febrero de 1775 y posesio-
nado de ella desde el 23 d� marzo de 77, dirigía personalmente
una misión en aquellos territorios, y por medio de su predica-
ción logró convertir á muchos caribes y moscos. En comuni-
cación fechada á 22 de febrero manifestaba á la Corte haber
dado orden á dos religiosos del colegio de la Propaganda, de
que viniesen á acompañar al Prelado en sus apostólicos traba-
jos. El Obispo mandó construir á su costa dos piraguas y las
puso á disposición del Capitán General. Igual servicio pres-
taron el Cabildo Eclesiástico y el Provisor y Vicario General
del Obispado.
Cuatro meses permaneció Gálvez en Granada y tres en Ma-
saya, arreglando las milicias y esperando los auxilios maríti-
mos que á diversos puntos había pedido para dar impulso á
las operaciones de la guerra. Hallándose en la segunda de
aquellas poblaciones organizó en el mes de diciembre una ex-
pedición, que al mando de don Felipe Gallegos y Tomás Ló­
pez del Corral pasase al valle de Matina á arrojar á los ene-
migos que allí se habían establecido aprovechándose, sin duda,
de las dificultades que se presentaban al Gobierno para soco-
rrer tan remotos lugares. Gallegos y López cumplieron satis-
factoriamente su comisión. En las márgenes del río Colorado
cayeron por sorpresa sobre la guarnición que mantenían los
ingleses; la apresaron toda, como también á varios mosquitos
y zambos, les tomaron más de quince canoas; y pasando en
seguida al río Tortuguero dieron fuego á dieciséis casas en
que moraban los ingleses.
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 143

Poco después de este suceso, el Presidente Gálvez empren-


dió su regreso á la capital del Reino, persuadido quizá de que
nunca vendrían los auxilios y considerando que su presencia
era ya necesaria en el centro del Gobierno. Graves aconte-
cimientos se siguieron la salida del Capitán General. Los in-
á

gleses no habían perdido el tiempo.


Ya hemos dicho que el Gobierno británico pareció no dar
importancia al proyecto que le había presentado Roberto
Hodgson para asegurar la toma de esta Provincia. Esa frial-
dad era, sin embargo, aparente, puesto que á principios de 1779
dirigió el Ministerio una comunicación á
Dalings, Goberna-
dor de Jamaica, manifestándole estar aprobado el proyecto de
Hodgson y enviándole copia de él para que por su parte le
diese ejecución luego que se le .ordenase de Londres. El Go-
bierno había hecho al proyecto una modificación importante,
que consistía en atacar simultáneamente y con fuerzas nume-
rosas los puertos de San Juan del Norte y el Realejo. Se pre-
venía, pues, á Dalings aprontase los auxilios necesarios para
cuando llegase á la isla el jefe que debía encabezar la empre-
sa y obrase en todo con la más prudente reserva.
En diciembre del mismo año salió Hodgson de Londres,
distinguido con el título de Comandante general en jefe para
poner en práctica la expedición contra Nicaragua. Traía un
navío de guerra y varios transportes, que conducían tres re-
gimientos. Pero cuando arribó á Jamaica supo con profundo
disgusto que Dalings, anticipándose en la ejecución de la em-
presa, había despachado la expedición al mando del Brigadier
Kempbell, quien debía efectuar la toma del Castillo de la In-
maculada Concepción del río de San Juan.
Emprendido el ataque contra dicha fortaleza, los españoles
la defendieron con heroico esfuerzo. Distinguióse por su valor
doña Rafaela de Herrera, «quien saliendo de los límites de
su sexo (dice una consulta de 12 de abril subsiguiente) y em-
peñándose extraordinariamente en la defensa, su primer acier-
to en la adquirida pericia en el manejo de la artillería fué la
repulsa del enemigo, matando al que dirigía la empresa».
Al cabo de veinte días de sitio quedó el Castillo en poder
144 HISTORIA DE NICARAGUA

de los ingleses, cuyas fuerzas eran más numerosas y se ha-


llaban provistas de abundantes elementos de guerra (1).
Muy poco tiempo disfrutaron los ingleses del resultado de
su triunfo. El Comandante de la fortaleza, don Juan de Ays-
sá, reunió fuerzas en Masaya y Granada: con ellas acometió
á los invasores, y en 4 de enero de 1781 los arrojó del Castillo,
haciéndoles siete prisioneros. Se encontró en la fortaleza un
ejemplar impreso de cierta proclama que los ingleses habían
hecho circular, en la que hacían saber á los habitantes de esta
Provincia, que venían con designios benéficos hacia aquellos
que los recibiesen de paz.
Parece extraño que el Comandante Ayssa, con las escasas
fuerzas que precipitadamente logró reunir, haya obtenido un
triunfo tan brillante sobre los enemigos, mayores, en número
y poder: hay que tomar en cuenta que los ingleses, á los po-
cos días de estar en posesión del Castillo, se desalentaron y
aun comenzaron tener reyertas entre sí, á causa de la mala
á

impresión que en ellos produjo el no haber aparecido en el


Realejo una armada que al mando del Almirante Johnson de-
bía haber obrado en combinación con el movimiento de los in-
vasores del San Juan. Por otra parte, los mosquitos y zam-
bos no les prestaron el apoyo que esperaban, y más bien les
dejaron conocer que no era remoto auxiliasen á los españoles
en la empresa de desalojar á los extranjeros de la costa y des-
truir sus establecimientos comerciales. Así se explica la pron-
titud con que procuraron alejarse de aquellos lugares, á diferen-
cia de la antigua táctica que habían observado en todas sus
expediciones, de quedarse en la boca del río- atisbando la opor-
tunidad de sorprender á los españoles con nuevas invasiones.
Túvose pronto noticia en Guatemala de la toma del Cas-
tillo. El Capitán General del Reino, antes de saber su recu-

(1) En los documentos inéditos que se han consultado para relacionar


la toma del Castillo, no se encuentra dato ninguno sobre la intervención
que en aquel suceso haya tenido doña Rafaela de Herrera, ni menos aparece
que ella haya dado muerte al Brigadier Kempbell, jefe de la expedición
británica. García Peláez · únicamente dice acerca de estos puntos lo que
dejamos transcrito en el texto. Para todo lo referente á los acontecímíen-
tos que precedieron y siguieron la toma del Castillo, y respecto al tiempo
á

que dilató el sitio, han servido de base documentos que. unos originales Y
-otros en copia, se hal1an en poder del autor de esta obra.
LIB. VIII.-CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 145

peracíóñ, dirigió una nota á los miembros del Real Acuerdo, la


que transcribimos íntegra en seguida, porque en ella se pone
de manifiesto el estado de los ánimos y se da clara idea del
patriótico interés que inspiraban al Presidente los asuntos de
esta Provincia. Dice así:
«Con fecha 10 del mes próximo pasado informé á UU. SS.
de mi situación y del estado en que se hallaba el Castillo de
la Concepción en el río de San Juan, y que esperaba poderle
socorrer y rechazar los enemigos, siempre que se concluyese
en tiempo el camino interceptado por el monte; y habiéndose
concluído el día 21 del mismo por el Coronel don José Joaquín
de Nava, me escribió al siguiente, diciéndome que al divisarlo
por la parte opuesta 'del río halló haberse apoderado los ene-
migos de él y que según sus maniobras de composición de pi·
raguas, se podía presumir intentaban subirse á la laguna para
el completo de sus ideas; pero como esta noticia faltaba la
á

de saber el día en que se perdió y la suerte (que hasta ahora


se ignora) me tiene con el mayor desasosiego. últimamente
mandé que se apostasen los mil y .más hombres de tropa que
iban de socorro, en la boca que forma el río en la laguna, con
los dos barcos construídos que allí estaban y algunas pira,
guas medianamente armadas, por no haber más posibles; y
aun no tengo razón si se colocó ya la tropa, porque la distan-
cia, lluvias y ríos, todo lo impide.»
«Como tengo ordenado de pedir cuantos auxilios necesite,
á los gobernadores inmediatos á este Reino, al instante despa-
ché correo de tierra por Costa-Rica, Panamá y Portobelo, al
señor Virrey de Santa Fe, y por Omoa hice lo mismo á los
señores Gobernadores de la Habana, Mérida, Yucatán, al pri-
mero en la goleta de don Antonio Bosque, que acababa de
llegar de aquel puerto, y al segundo por el Teniente don Bal-
tasar Rodríguez Trujillo, segundo Ayudante de la expedición
de Bacalar, en una de las piraguas; dando cuenta á todos de
hallarse el Castillo ya en poder de los enemigos, las fuerzas
con que se halla, no haber aparecido la escuadra, y la impo-
sibilidad de echarlos de lo que tienen tomado y costas del N or-
te, sin fuerzas de mar. El repetir á Mérida ha sido por ha-
berme informado dicho oficial Trujillo que en el puerto de
III.­10
146 HISTORIA DE NICARAGUA

Campeche, á su salida, quedaron veinticinco embarcaciones


de todas partes armadas en guerra, y que el Gobernador es-
tuvo determinado á mandarlas, lo que yo ahora le suplico, y
que todas se dirijan á la boca del río San Juan.»
«Desde antes de llegar á esta ciudad venía con el proyecto
de abrir camino por tierra para socorrer por él en todo evento
el Castillo; y al tratarlo aquí fueron tantos los imposibles
que me figuraron, que aun llegó á término de alguna desazón
por cerrarse los más principales en que era imposible, sin ha-
berlos tocado, y últimamente han visto se hizo el camino con
la mayor facilidad y han conocido que no haberlo emprendido
con tiempo ha sido la causa de perder aquella alhaja y su
pobre guarnición, la que es probable haya sido pasada á cu-
chillo por la grande resistencia que hacía, pues se oía el fuego
desde los contornos el día de la Ascensión. Aseguran todos
que fué más continuado que nunca y aun es de temer que se
abatiese el Castillo porque estaban sus terraplenes sobre ma-
dera vieja y está apuntada. Consideren UU. SS., con su gran
talento el estado en que me hallo, sin tener en la hora más
remedio que el de ver si se puede evitar que los ingleses en-
tren en el lago. Conforme sean los sucesos los iré refiriendo
á UU. SS. para su inteligencia, y aun ahora añado, que se-
gún las noticias que ha dado últimamente un desertor de los
enemigos, parece que vió bajaban hasta la guarnición del Cas-
tillo prisionera en seis piraguas hacia los buques ingleses» (1).
Los oidores transmitieron las anteriores noticias á la Cor-
te de Madrid.
En otra consulta manifestaba el Capitán General al Real
Acuerdo la conveniencia de demoler el Castillo de la Inmacu-
lada Concepción, por las facilidades que ofrecía para ser to-
mado; y en comunicación dirigida al Ministerio con fecha 21 de
noviembre de 1781 expresó sus ideas relativamente al asunto
de canal ínter-oceánico. Bueno es conocer las opiniones que

(1) Documentos citados. La guarnición fué en efecto conducida á los


buques en pequeñas y _débiles embarcaciones; pero habiendo éstas nauíra-
gado, lograron los prisioneros salvarse, internándose en los bosques Y
riberas.
LIB. Vlll.�AP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 147

á este respecto se había formado el Presidente del Reino de


Guatemala.
«Desde que supe que uno de los adelantamientos más in-
teresantes en su proyecto, con que contaban los ingleses en
las empresas de adquisición de la Provincia de Granada, su
gran lago y adyacentes, giraba sobre el designio de franquear
la navegación y comercio desde la mar del Norte á la del Sur,
abriendo el istmo que la separa del lago, no han tenido inter-
misión mis desvelos, hasta ver demostrada esta imposibilidad,
que siempre fundé en lo mismo que ahora ha resultado.»
«La nivelación que por menor manifiesta el plano que acom-
paño á VE. concluye sin duda de inasequible semejante idea,
pues la altura excedente de la superficie de la laguna, respecto
de la del mar del Sur es 134 pies castellanos, 7 pulgadas y una
línea: hecho canal de comunicación en menos de cuatro leguas
que median, habría por necesidad de secarse el río de San
Juan, que se forma de sus aguas; respecto que éstas se diri-
girían entonces por el nuevo canal, que les daba mayor de-
clivio, y lo que es más, extinguirse también el mismo lago,
según lo persuade la notable circunstancia de que su fondo ó
asiento consiste en la parte profunda en 88 pies y 6 pulgadas;
pues los 46 pies y una pulgada que todavía restan y tiene de
más altura el asiento que la superficie de la mar, dan sufi-
ciente declinación al curso de las aguas en la distancia que
abrazaría el canal.»
«Esta operación, como el plano explica, se ha ejecutado en
el modo más sencillo, natural y probable, cual es el nivel de
agua, y con muy poco gasto, por don Manuel Galisteo, agri-
mensor aprobado y sujeto de pericia no sólo en el uso de este
instrumento, sino en el de los demás de su naturaleza, me-
diante que no ha podido practicarse por ninguno de los tres
ingenieros que tiene este Reino. . . para inferir la imposibili-
dad de los proyectos enemigos y error con que ellos y los geó-
grafos que describen aquella Provincia han procedido, allanan-
do siniestramente esta inaccesible empresa.»
En otra comunicación dirigida al Ministerio, con fecha
17 de abril de 1782 decía el Capitán General: « Vuelvo á ase-
gurar á VE. que el río de San Juan no ha sido navegab!e, ni
148 HISTORIA DE NICARAGUA

lo puede ser, y de presente tengo la evidencia de que una go-


letilla y una balandra que bajaban del gran lago con la expe-
dición que mandé venir por el río, estando éste en lo más lleno
de las aguas, por falta de fondo encallaron por el raudal lla-
mado de Machuca y la Bartola, y no se han podido sacar.»
La recuperación que Ios españoles habían hecho del Casti-
llo de la Concepción y el no haber esperanzas de que llegase
al Realejo la escuadra del Almirante Johnson, trastornaron
los planes de conquista que había comenzado á poner en prác-
tica el Gobernador de Jamaica. Quiso éste obligar á Hodgson
á que en su calidad de primer jefe pasase á tomar el mando
de las fuerzas que expedicionaban contra Nicaragua, en el
estado en que se hallaban, queriendo, sin duda, hacerle cargar
con la _responsabilidad del mal éxito. Hodgson, resentido de
que Dalings se le hubiese anticipado en la ejecución del pro-
yecto que él había presentado á la Corte de la Gran Bretaña,
é instruído por otra parte de que ya les era adversa la opinión
de los mosquitos, se negó á ello; y aun pidió al Gobernador
licencia de regresar Londres, con ánimo de deducir sus que-
á

jas contra él, licencia que no le fué concedida. Poco después


habiendo venido á menos la autoridad de Dalings en la isla,
por cierta hostilidad que le habían declarado los vecinos, lo-
gró Hodgson verificar su viaje, y en efecto se embarcó para
la capital del Reino en un bergantín correo.
Llegado á Londres, presentó sus quejas, las que le fueron
oídas, y aun obtuvo el grado de Coronel. Sometió á la con-
sideración de aquella Corte un nuevo proyecto para tomar por
sorpresa esta Provincia por el río Escondido, que desagua en
la laguna de Bluefields, al cual debía destinarse la mayor par-
te de las fuerzas, si bien se asignaría una división al río de
Segovia. La expedición se compondría de cinco mil hombres
de tropa veterana, á los que se agregarían algunos zambos,
moscos y caribes que tenía contratados su hijo Guillermo
Hodgson, quien había ejercido durante mucho tiempo la co-
mandancia en Bluefields. Para la realización de este proyecto,
siempre consideraba Hodgson necesaria la llegada del Almi-
rante Johnson con fuerzas al Realejo.
Aceptados por el Gabinete británico los nuevos planes de
LIB. VIII.--CAP. IV.-FORMACION DE UN MAPA, ETC. 149

conquista, regresó Hodgson á Jamaica con objeto de ponerlos


en ejecución. Por ese tiempo llegaron noticias de que fuerzas
marítimas españolas y francesas unidas, se preparaban á ata-
car aquella isla; y como ésta habría quedado indefensa si se
hubiesen distraído tropas en la expedición á Nicaragua, quedó
frustrado el proyecto de tomar esta Provincia. Tuvieron poco
después seguras noticias las autoridades británicas, de que los
habitantes de la Mosquitia repugnaban la conquista por parte
de Inglaterra; y resolvieron que volviese Hodgson á la costa
con el fin de procurar de nuevo la amistad y alianza con los
naturales. Aceptó Hodgson el encargo, pero no vino inme-
diatamente á desempeñarlo en persona sino por medio de un
comisionado.
CAPíTULO V

Resultados que la guerra entre Inglaterra y España produjo


en orden al dominio sobre la costa de Mosquit.os: Estableci­
mientos de beneficencia y utilidad pública en esta Provincia:
Disputas entre algunos empleados importantes.

1782 á 1786

Nuevos esfuerzos del Gobierno inglés por posesionarse del territorio ni-
caragüense.-Coloca á Hodgson en la costa con encargo de halagar á
los naturales.-Toma de la fragata Soledad por los mosquitos.-Estado
de la guerra europea.-Tratado de paz celebrado en Versalles.-Bases
de esa convención, relativas al territorio de Mosquitos.-Mala inter-
pretación que á ellas dió el Gabinete de Londres.-Reclamación del
Gobierno español.-Pacto complementario de 1786.-Lo que en él se
dispuso con relación á nuestras costas del Atlántico.-Nombramiento
de don José Estachería para Gobernador de Nicaragua.-Su elevación
á la Presidencia del Reino.-Desígnase en su lugar á don Juan de Ayssa
para Jefe de esta Provincia.-Traslación del Obispo Tristán á la Dió-
cesis de Durango.-Elección de don Juan Félix de Víllegas para la
Silla Episcopal de Nicaragua.-Fundación de establecimientos de be-
neficencia en la Provincia.-El Cabildo de León solicita que S'! erija
en esta ciudad un hospital.-Arbitrios que con este objeto propuso.-
Disposiciones reales relativas á la fabricación y venta de lirores.-
Resolución del Rey acerca de la erección del hospital.-Nuevas ges-
tiones del Ayuntamiento en orden á este objeto.-Queda el proyecto
sin resultado alguno.-Hospital de Granada.-Cuestiones ocurridas en-
tre el Prior de ese establecimiento, Fray Juan Gómez y el Cabildo de
la ciudad.-Cargos que éste hacía al primero.-Acuerdo del Ayunta-
miento.-Contestación del Prior.-Dirige el Cabildo una exposición al
Presidente del Reino quejándose de la conducta del Padre Gómez.-
Informe que acerca de esta materia dió el Gobernador Ayssa al Go-
bierno Superior.-Carta del Obispo, relativa al propio asunto.-Origen
del hospital de Granada.-El Presidente del Reino resuelve las cues-
tiones.-::-El Cura de Managua solicita del Gobierno dicte algunas pro-
videncias para facilitar la reedificación de la parroquia de aquel pue-
olo.-lnforme del Gobernador de la Provincia con respecto á esta pe-
tición.-Designa el Presidente los fondos que debían emplearse en la
obra.-Inconvenientes que encontró el Cabildo Eclesiástico para la
-eiecucíón de esa providencia.-Resuelve el Gobierno Superior las difi-
-cultades ocurridas.-Ruina total del templo.-El Cura don Juan An-
tonio Chamorro inicia su reconstrucción.-Nuevas solicitudes dirigidas
152 HISTORIA DE NICARAGUA

al Gobierno sobre este particular.-Ineficacia de las providencias que


dictó.-Prosigue el Cura Chamorro la edificación de la parroquia.-
Cuestiones entre el Gobernador de la Provincia y el Comandante del
batallón de infantería de Granada á causa de un robo hecho á don
.Juan de Orea.-Curso que se díó á este asunto.-Complicidad atr íbuida
á personas de alta posición.-Terminación de estas cuestiones.-Dis-
cordias entre el Ayuntamiento de Granada y el Jefe de la Provínt-ia
por la elección de Alcalde de primer voto.-Pone término á ellas el
Capitán General del Reino.

PARA posesionarse del territorio de Nicaragua no omitía


Inglaterra medio alguno. El Gobierno daba casi siempre fa­
vorable acogida á los proyectos de conquista que sus súbditos
le presentaban; y cuando el uso de la fuerza era ineficaz para
obtener buen éxito, acudía á la astucia, procurando mediante
negociaciones diplomáticas conservar lo que había usurpado.
Ayudaba poderosamente la política de aquel Gabinete el in-
á

terés que los ingleses mismos residentes en nuestras costas


atlánticas tenían en seguir poseyendo y aun ensanchando los
establecimientos que habían formado, de los cuales reportaban
segura y abundante riqueza.
Recobrado por los españoles el Castillo del río de San
Juan; desalojados por Gálvez los ingleses de las islas de la
bahía de Honduras, y convertidos en enemigos suyos los zam-
bos y moscos, que antes fueran sus aliados, pocas esperanzas
Jes quedaban de realizar en tales circunstancias sus planes de
conquista. Pero tampoco les convenía desistir en absoluto de
una empresa tantas veces iniciada y en la cual habían inver-
tido cuantiosos caudales. Por eso resolvió el Gobierno, según
hemos dicho, colocar de nuevo Hodgson en la costa, con el
á

encargo de hacer tornar á los indios á la amistad con los in-


gleses.
No se crea, sin embargo, que los naturales de la Mosqui-
tia habían aceptado el señorío de las autoridades coloniales
de España. En 1782 una partida de ellos tomó en la boca del
río San Juan la fragata Soledad y dió muerte á la mayor par-
te de sus tripulantes. En el mismo año fué invadido el pue-
blo de Juigalpa por mosquitos y zambos, quienes se llevaron
muchos prisioneros, entre ellos á María Manuela Rodríguez,
niña de diez años, á Erigida, Manuela, Antonia y Ana Sana-
bria, Juana Bello, Ana Valdés y María Centeno.
LIB. VUI.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 153·.

Al propio tiempo la guerra europea había tomado un as-


pecto nada satisfactorio para el Gobierno británico.
Frustradas ciertas negociaciones de paz que se habían ini-
ciado en octubre de 1779 entre los Gabinetes de Madrid y Lon-
dres, por medio del Comodoro J ohnstone y del clérigo irlan-
dés Hussey, y proseguido en la capital de España (1780) entre
Cumberland y el Conde de Floridablanca, las principales na-
ciones europeas tomaron una actitud política excepcional en
la historia del viejo continente y la que se dió el nombre de
á

Neutralidad Armada. Al frente de esta poderosa liga hallá-


base la Emperatriz de Rusia. Inglaterra no contaba, pues, con
recursos de ninguna clase por parte de las potencias maríti-
mas, ni aun de Holanda, las cuales, al propio tiempo que pro-
clamaban su neutralidad en la guerra, uníanse para sostener
los derechos de sus respectivos pabellones.
El Gobierno ruso ordenó el armamento de su escuadra,
después de haber publicado un manifiesto en que establecía
las tres siguientes reglas de derecho internacional marítimo:
«1� Los buques neutrales podrán navegar libremente por las
costas de las naciones beligerantes y arrimar á sus puertos:
2� Les será lícito transportar toda clase de artículos, excep-
ción hecha de los que se señalan como de contrabando en los
artículos 10 y 11 del tratado de comercio con la Gran Bre-
taña; y 3� Se exceptúa de las reglas anteriores el caso en que
un puerto esté de tal manera bloqueado, que no sea posible
acercarse á él sin peligro.»
Adhirieron á esta declaración España, Francia, Dinamar-
ca, Suecia, Holanda, Nápoles y Portugal. Poco después Pru-
sia y Austria entraron á formar parte del pacto de Neutra-
lidad Armada.
Ni la confederación de las naciones europeas, ni la pérdi-
da, casi segura ya, de las colonias norte-americanas, ni las
sublevaciones interiores que se experimentaban en el Reino,
hicieron desmayar al Gobierno inglés en la lucha que contra
Francia y España sostenía; antes bien, dando una muestra de
su impavidez y arrogancia y de la confianza que tenía en el
poder de sus armas, declaró la guerra á Holanda, fundándo-
se en que esta nación había faltado al cumplimiento de los
154 HISTORIA DE NICARAGUA

tratados de 1678 y 1716; en que demostraba amistad á los


Estados-Unidos, concediendo asilo en sus puertos á corsarios
de esas colonias y celebrando con ellas un tratado de comer-
cio, y en que había adherido al pacto de Neutralidad.
En tales circunstancias, el Conde de Floridablanca deter-
minó llevar á cabo un proyecto gigantesco, que de tiempo atrás
venía preocupando la atención de su Gobierno. Nos referimos
á la reconquista de Menorca, isla importantísima que había
sido arrebatada á España por la codicia de Inglaterra, hacía
más de setenta años. Pensaba el célebre Ministro de Car-
los III que la cesión de la isla de Menorca era un peligroso
halago con que el Gabinete de Londres podría separar á Rusia
de la amistad y alianza con España. Y en efecto, no había
disimulado la Emperatriz sus deseos de poseer aquel territo-
rio, el cual servía además de asilo á los corsarios y de refugio
á los navíos ingleses.
Preparó, pues, Floridablanca la empresa, demostrando la
más recomendable actividad; y considerando que del secreto
durante los preparativos dependía el buen éxito, ocultó su de-
signio aun al Gabinete francés. Para no despertar sospechas,
dispuso que la reunión de buques y fuerzas se verificase en
Cádiz y no en Barcelona, Alicante y Cartagena; con lo que
logró hacer creer á la generalidad, que el objeto de los pre-
parativos era poner sitio formal á Gibraltar.
Organizada la expedición á Menorca, se confió el mando de
ella al general francés Duque de Crillon. El 23 de julio de 1781
salió éste de Cádiz con las escuadras francesa y española, com-
puestas de cincuenta y dos navíos y escoltadas por dos de lí-
nea, dos fragatas y otros buques de guerra. Constaba la ex-
pedición de ocho mil hombres de tropa.
Desembarcó Crillon en la isla y se dirigió con tres mil hom-
bres sobre Mahón. Los ingleses viéronse en la necesidad de
encerrarse en el castillo de San Felipe. Poco después per-
dieron la fortaleza de Fornen y la ciudadela, que fueron to-
madas por los militares españoles Marqués de Peñafiel y don
Ventura Caro.
Los habitantes de la isla, que tanto tiempo habían anhela-
do por sacudir la dominación inglesa, recibieron con muestras
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 155

de verdadero júbilo á los expedicionarios españoles y france-


ses y prestaron con el mayor entusiasmo juramento de fide-
lidad al Monarca de España.
La escasez de algunos de los objetos más necesarios obli-
gó á Crillon á proceder lentamente en las operaciones empren-
didas para tomar la ciudad; pero con los refuerzos que de To-
lón le envió el Rey de Francia y con la artillería llegada de
Cartagena y Barcelona, le puso formal sitio y al cabo de al-
gunos días obligó á Murray, Gobernador del Castillo, á pedir
capitulación (15 de febrero de 1782). Ésta se ajustó en tér-
minos honrosos para las fuerzas inglesas, las que salieron de
la fortaleza con los honores militares. Murray y sus tropas
quedaron prisioneros, bajo condición de ser conducidos á In-
glaterra y comprometiéndose á no volver á tomar las armas
contra los aliados hasta el restablecimiento de la paz, mien-
ó

tras no se hiciese el canje de ellos por prisioneros españoles ó


franceses.
Las fuerzas vencedoras entraron en la plaza de Mahón, en
medio de la alegría de sus habitantes; y el jefe de las escua-
dras victoriosas, que con tan feliz suceso había coronado la
empresa que le fuera confiada, fué objeto de la gratitud de
los españoles y obtuvo del Gobierno altas y merecidas distin-
ciones.
Restablecido el dominio de España en la isla de Menorca,
pensó el Gobierno de Carlos 111 en acometer otra empresa de
no menor magnitud, cual era la toma de Gibraltar, cuya plaza
tenían bloqueada fuerzas españolas hacía .como tres años. Nu-
merosos proyectos fueron presentados desde luego al Monar-
ca, para la ejecución de este propósito; pero ninguno obtuvo
la real aprobación. Aceptóse, por fin, uno propuesto por el
ingeniero francés D'Arzon, que consistía en emplear para el
ataque diez buques de gran tamaño, que por su estructura y
solidez fuesen invulnerables á las bombas y á las balas y no
estuviesen sujetos al peligro de irse á fondo. A este sistema
que tanta curiosidad despertó en toda Europa, se dió el nom-
bre de baterías flotantes. Organizóse la armada con cinco
mil hombres de combate y doscientas veinte piezas de arti-
llería.
156 HISTORIA DE NICARAGUA

Las baterías flotantes dieron el más funesto resultado para


las armas españolas y francesas. A los cuatro días de haber-
se roto los fuegos entre las fuerzas sitiadoras y los defenso-
res del peñón, se incendió uno de los gigantescos buques, á
causa de haberse prescindido del preservativo que su inven-
tor había ideado para hacerlos incombustibles, saber, la cir-
á

culación constante del agua por medio de tubos. Con el au-


xilio de las bombas se logró extinguir el fuego; pero pocas
horas después, siendo ya avanzada la noche, se incendió la ba-
tería que comandaba el Príncipe de Nassau y en seguida la
de don Buenaventura Moreno. En la imposibilidad de con-
tener las llamas, los jefes franceses y españoles se limitaron
á procurar poner en salvo las tropas de las baterías, confor-
mándose con ver que éstas desaparecían devoradas por el des-
tructor elemerlto.
No se suspendieron por este desastre las operaciones del
sitio. A mediados de octubre de 1782 túvose noticia de que
la escuadra inglesa compuesta de treinta navíos de línea, se
aproximaba á Gibraltar con el objeto de socorrer al goberna-
dor de la fortaleza. Para impedir la entrada colocóse la es-
cuadra de los aliados en la boca del puerto; pero las averías
que experimentó á causa de un huracán, especialmente la pér-
dida del navío San Miguel, que arrojado la costa enemiga
á

fué apresado por la guarnición inglesa, favorecieron á


la es-
cuadra británica, permitiéndole pasar el estrecho con direc-
ción á las costas de África é introducir cuatro buques de car-
ga en el puerto.
La armada española y francesa, al mando de don Luis de
Córdoba persiguió á la inglesa en aguas del Mediterráneo, á
donde había sido ésta arrojada por la fuerza del viento; pero
los esfuerzos del marino español fueron inútiles, pues los ene-
migos lograron pasar nuevamente el estrecho y salir al océano,
no sin dejar suficientemente provista la plaza de Gibraltar y
reforzada su guarnición con mil cuatrocientos hombres.
Todavía insistió Córdoba en la persecución de la escuadra
británica, la que fué avistada por aquél, en 20 de octubre.
Empeñada la lucha en condiciones ventajosas para los ingle-
ses, retiráronse éstos después de algunas horas de combate
LIB. Vlll.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 157

en que no se obtuvo resultado definitivo. Desistiendo del pro-


pósito de seguirlos, el jefe de la armada española y francesa
emprendió su regreso á Cádiz.
Mas no por esto se suspendió el sitio de Gibraltar: antes
por el contrario, sostúvole con empeño el Duque de Crillon,
haciendo construir nuevas obras de defensa para las fuerzas
sitiadoras y adoptando para la toma de la plaza un proyecto
que consistía en abrir debajo de la roca una gran mina, de
más de doscientos pies de profundidad, con la cual se propo-
nía causar grandes estragos á la guarnición enemiga.
Al ordenar que se prosiguiesen las operaciones del sitio,
no creyó en verdad Floridablanca que ellas diesen por resul-
tado la toma de Gibraltar: su determinación obedecía á un fin
político, á saber, el de obtener las mayores ventajas en loe
arreglos que por ese tiempo habían reanudado las potencias
beligerantes. El Gobierno inglés, con noticia de los triunfos
obtenidos por los españoles en la Florida y en el Golfo de
Honduras (de que dimos cuenta en el capítulo anterior), y del
que los franceses y americanos habían alcanzado sobre Lord
Cornwalis; y reconociéndose impotente para continuar la lu-
cha contra sus antiguas colonias y contra Francia, España y
Holanda unidas, inició las negociaciones de paz, enviando se-
cretamente á París, con el carácter de agente, primero á Sir
Tomás Greenville y en seguida á Alejandro Fitzherberg.
El Gabinete español proponía las siguientes condiciones :
Inglaterra debía comprometerse á la cesión de Gibraltar, á la
conservación en poder de España, de Menorca, la Florida, y
las islas de Bahama, al retiro de los establecimientos britá-
nicos del golfo de México y á conceder á los españoles una
parte en la pesca de Terranova. Se le ofrecía en cambio la
plaza de Orán, con el puerto de Mazalquivir, y favorecer el
comercio de los ingleses en España, conforme á las estipula-
ciones de un tratado especial que debía ajustarse. Más tarde
fué modificada la proposición ofreciendo el Gobierno francés
al británico, sus posesiones de la Martinica y Guadalupe, como
parte de la indemnización que á éste se debiera por la cesión
de Gibraltar á España, y comprometiéndose esta última á dar
158 HISTORIA DE NICARAGUA

á Francia la isla de Santo Domingo en compensación de aque-


llas posesiones.
La Corte de Londres no aceptó las bases propuestas; por
lo que los aliados se prepararon para continuar con mayor em-
peño la lucha. El nuevo plan de campaña, presentado Flo- á

ridablacanca por el Conde de Estraing, consistía en invadir


la Jamaica, para lo cual debía organizarse una poderosa ex-
pedición compuesta de setenta navíos de línea, con cuarenta
mil hombres de desembarco, y bien provistos de armas y bas-
timentos. La invasión no se efectuó, porque cuando el Go-
bierno español tenía ya listas sus tropas y naves, le llegó la
noticia de haberse firmado los prelímíns · -:; de paz, en 30 de
enero de 1783.
En ellos se cedía España la isla de Menorca y la Florida
á

Oriental, no obstante que el Gobierno de Carlos III sólo había


exigido la Occidental; se relevaba á Francia de la promesa
de dar sus posesiones en la Martinica y Guadalupe, y á Es-
paña de la cesión de Santo Domingo, que á cambio de dichas
posesiones había ofrecido hacer á Francia: á esta última Na-
ción se le concedía el derecho de pesca en el banco de Te-
rranova; y respecto de Gibraltar se convino en que sería ob-
jeto de ulteriores negociaciones.
No fueron recibidos con agrado estos arreglos por parte
de la generalidad de los ingleses. El Parlamento les negó su
aprobación: fué derribado el Ministerio; y colocado en él Jox,
declaró terminantemente que la cesión de Gibraltar no sería
en lo sucesivo ni aun materia de discusión. Pero las nego-
ciaciones continuaron, y en 3 de septiembre se ajustó en Ver-
salles un tratado definitivo de paz, en el cual se confirma-
ron casi todas las bases de los preliminares.
Esta convención, si bien ponía término á la sangrienta gue-
rra sostenida por tres de las principales potencias europeas,
contenía el germen de ulteriores disputas. En uno de sus ar-
tículos se expresó que los ingleses abandonarían todos los es-
tablecimientos que tuviesen en el continente español. Estas
últimas palabras dieron pretexto al Gobierno británico para
evadir el cumplimiento de la estipulación en lo relativo á la
costa de Mosquitos, alegando que ese territorio no estaba si-
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 159

tuado en el continente español, sino en el continente americano.


El Gabinete de Madrid reclamó contra la interpretación
que se pretendía dar á un artículo, en el cual consideraba
clara la intención de comprender los establecimientos funda-
dos en nuestras costas atlánticas. De la discusión sobre este
punto resultó que ambos gobiernos conviniesen en celebrar el
tratado complementario de 1786, en el que, reconociéndose la
soberanía de España sobre el territorio de Mosquitos, se esti-
puló la completa desocupación de los establecimientos ingleses.
He aquí las cláusulas del tratado, referentes á esta ma-
teria:
«Los súbditos de Su Magestad Británica y los demás po-
bladores que han gozado de la protección de Inglaterra, eva-
cuarán el territorio de Mosquitos, así como el continente en
general y las islas adyacentes, sin excepción.»
«Si quedaren en dicho territorio personas que se atrevieren
á introducirse en el interior é impedir la evacuación conveni-
da, Su Magestad Británica, lejos de prestarles protección, pro-
cederá contra ellos.»
«Su Magestad Católica, animado de motivos de humanidad
solamente, promete al Rey de Inglaterra, que no uaará de se-
veridad contra los moscos que habiten en parte los territorios
que en virtud de esta convención hayan de evacuarse, causa
á

de cualesquiera relaciones que hayan existido entre ellos y los


ingleses; y Su Magestad Británica, por su parte, prohibe es-
trictamente á sus súbditos, que den armas y municiones á los
indios.»
El general descontento con que fué rceibida en Londres
la convención complementaria de 1786 se hizo notar aun en
el seno del Parlamento. Llevóse, sin embargo, á efecto; y en
enero del año siguiente desocuparon los ingleses la costa de
Mosquitos, abandonando al parecer sus plantaciones é intere-
ses. Los naturales del país no disimularon la sorpresa que
les causó ese acontecimiento, y suponiendo extraordinario el
poder del Monarca de España, dieron á conocer su propósito
de guardarle obediencia, temerosos de que á ellos también
los expulsase del territorio y los hiciese trasladar á la Penín-
sula ó á otros lugares lejanos de sus antiguas habitaciones.
160 HISTORIA DE NICARAGUA

En el lugar conveniente trataremos de los sucesos que si-


guieron á la desocupación del litoral atlántico: ahora nos ve-
mos obligados á suspender esta materia, para dar noticia de
lo que ocurría en el interior de la Provincia durante los años
que comprende este capítulo.
A don Manuel de Quiroga había sucedido en la goberna-
ción de Nicaragua el Brigadier don José Estachería, quien
dejó ese destino en 1783 para tomar posesión de la Presiden-
cia y Capitanía General del Reino. En su lugar fué nombrado
Gobernador el Coronel don Juan de Ayssa, á quien el Monarca
hizo merced del empleo por el término de cinco años, según
real cédula de 28 de agosto de 1783.
El Obispo don Esteban Lorenzo de Tristán, después de
haber concluído y estrenado la catedral de León (1780) fué
trasladado á la Diócesis de Durango en 1783. El Gobierno
eclesiástico de Nicaragua estuvo á cargo del Vicario Capitu-
lar don José Antonio de la Huerta, hasta el año de 1786, en
que tomó posesión de la Silla Episcopal don Juan Félix de
Villegas, antiguo Provisor y Vicario General de la ciudad de
Santa Fe de Bogotá.
Por esta época, despertábase en las poblaciones principa-
les de Nicaragua el deseo de fundar algunos institutos de pú-
blica utilidad y de mejorar los que ya se hallaban estable-
cidos.
En marzo de 1779 el Cabildo de la ciudad de León dirigió
por medio de su apoderado en Madrid don Luis Melchor Co-
lomo, una solicitud al Monarca, en la que le exponía la nece-
sidad que se experimentaba de un hospital para la asistencia
y curación de enfermos, pues aunque existían algunas casas
privadas, destinadas al propio objeto, ellas, por la deficiencia
de sus recursos, no satisfacían cumplidamente el fin para que
habían sido establecidas. Llamaba también la atención del
Soberano acerca del daño que causaba al vecindario de León,
la falta de un médico y de una botica que debían considerarse
como complemento necesario á la fundación del hospital.
Para realizar tan benéfico proyecto, indicaba el Cabildo
dos arbitrios: primero, el de imponer á todo vecino, de cual-
quier clase que fuese, una contribución anual en efectos, esto
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 161

es, en maíz, algodón, cera, achiote, añil, brea, alquitrán, pes-


cado, maderas y otros, á fin de que el Ayuntamiento, redu-
ciéndolos á dinero se proporcionase fondos para el estableci-
miento del hospital; segundo, una franquicia concedida á la
ciudad por el término de diez años para poder establecer en
toda la Provincia fábricas de aguardiente de caña y benefi-
ciarlas por arrendamiento y subasta en el mejor postor, obli-
gándose á dar á las reales cajas, por razón de dichas fábricas,
la cantidad de trescientos pesos anuales. Hacía notar que el
primero de esos arbitrios sería poco gravoso á los vecinos,
por cuanto los artículos sobre que debía recaer, excepto el
maíz, algodón y añil, se crían naturalmente, y á los contri-
buyentes sólo les tocaría la recolección y transporte; y res-
pecto del segundo, lo consideraba como el más oportuno, por-
que con él, lejos de imponerse gravamen á ningún particular
ni vecindario, se generalizaría la industria en provecho de los
demás pueblos de la Provincia; y añadía que no se explicaba
por qué la fabricación de aguardiente se hallaba suprimida en
Nicaragua, cuando en otras provincias y reinos estaba permi-
tida, aunque de cuenta de la Real Hacienda.
El Consejo de Indias opinó que era impracticable el se-
gundo de los recursos propuestos, por estar prohibida en todo
el Reino de Guatemala la fabricación de aguardiente de caña
en virtud de real cédula de 23 de agosto de 1766.
La fábrica y expendio de aguardiente de diversas clases,
había pasado por muchas y muy frecuentes mudanzas des-
de 1585, año en el cual se dispuso, por auto acordado de 20 de
mayo, que ningún propietario de trapiche de azúcar suminis-
trase por sí ni por persona que lo tuviese á su cargo, cierta
bebida que se llamaba guarapo, con la que los indios acostum-
braban embriagarse. Esta disposición, sancionada con una
multa de diez pesos contra el que la desobedeciese, tenía por
objeto evitar el daño que semejante licor causaba á los con-
sumidores. En 11 de octubre de 1663, el Presidente Osorio,
observando que no se daba cumplimiento á lo dispuesto, re-
novó la prohibición y mandó que se pregonase en la capital
del Reino y en las cabeceras de partido de todas las provin-
cias, un auto acordado en que penaba con cien ducados de
lll.­11
162 HISTORIA DE NICARAGUA

multa, al español que hiciese el brebaje y lo vendiese ó con-


sintiese en la venta pública ó secreta; y si el contraventor
fuese indio, mestizo, mulato ó negro con caudal, además de
pagar la multa, recibiría cien azotes, que se le debían aplicar
en las calles públicas. Caso de no enterar la cantidad seña-
lada, la pena sería de doscientos azotes.
Varias condenaciones se hicieron, aun sin forma de juicio;
por lo que la Audiencia, tomando en consideración ciertas que-
jas que se le habían dirigido, ordenó en 11 de enero de 1664,
que en lo sucesivo no pudiese imponerse pena aflictiva, sin
previo juicio y sin noticia del Tribunal. En 4 de febrero si-
guiente reformó esta resolución, excepcionando de aquellos trá-
mites los casos de castigos leves que no excediesen de cincuen-
ta azotes en personas viles.
No obstante las prohibiciones y penas establecidas, la fa-
bricación y venta de licores continuaron haciéndose clandes-
tinamente. Los ingleses adquirían esclavos en la Mosquitia
comprándolos por algunas botijas de ron, del que se hacía en
las colonias británicas de América, y de ese modo lo introdu-
cían al interior de la Provincia. La extensión que había re-
cibido el contrabando dió origen á una real cédula, expedida
en 30 de septiembre de 1714 y comunicada al Presidente del
Reino de Guatemala, en la que se prohibía bajo severas penas
la fábrica, venta y consumo del aguardiente de caña. Sin
duda fué ineficaz esta resolución, puesto que en 13 de diciem-
bre de 1744 hubo de ser renovada. Algunos vecinos de Guate-
mala, viendo cuán difícil se hacía la fabricación de licores
fuertes, porque las autoridades sorprendían casi siempre el
secreto de sus fábricas, solicitaron permiso de confeccionar
cerveza y otros licorcillos; pero les fué denegada semejante
autorización.
El rigor de la ley se limitaba á los licores hechos en el
país: los vinos y aguardientes que venían de. España, el Perú
y las Antill� se expendían en tabernas, que producían cre-
cidos derechos al Real Tesoro y cuyo número ascendía á die-
ciséis en la capital del Reino, por el año de 1747. En cédula
de 6 de agosto de ese año, se reprodujo la prohibición de ha-
cer aguardientes y comerciar con ellos en el Reino, sin duda á
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 163

causa de la tenacidad con que los contrabandistas desobede-


cían la ley, principalmente en la villa de Sonsonate, de donde
se extraía para venderlo en otras poblaciones del Reino.
Convencido el Gobierno Superior, de que eran inútiles to.,.
das las providencias reales dictadas con objeto de extinguir
el uso de los licores fuertes, tanto por la habilidad con que
los fabricantes y expendedores de ellos lograban burlar la vi-
gilancia de los empleados, como por la decidida afición á
la
embriaguez que manifestaba el pueblo; pensó en que sería
conveniente establecer el monopolio del aguardiente de caña,
en favor del Real Tesoro, y así lo propuso al Monarca el Pre-
sidente Vásquez Prego, en consulta de 15 de julio de 1752.
Aceptado el proyecto, se libró real cédula en 22 de octubre
de 1753, en la que se decretó el estanco de aquella clase de
licor en todo el Reino de Guatemala.
Los ayuntamientos fueron los primeros en hacer postura
en la subasta de las tabernas. El de Guatemala estableció
cuatro en la ciudad, por acuerdo de 18 de febrero de 1755, y al
propio tiempo formó varias ordenanzas para reglamentar su
expendio; prohibió que fuera de los estancos se vendiese el
licor, y nombró un comisario y celador que vigilase por el
cumplimiento de sus disposiciones. En las provincias, las ta-
bernas se subarrendaron, y algunos de los cabildos hicieron
postura en el remate que de ellas se practicó. El de la villa
de Rivas ofreció por el estanco establecido en ese lugar la
cantidad de doscientos pesos, en 1º de julio de 1755. En el
propio año el Cabildo de la ciudad de León, hizo postura al
suyo por- mil quinientos cinco pesos, y logró que el remate se
hiciese en su favor; y el estanco de Granada fué rematado
en el Ayuntamiento por la cantidad de cuatrocientos pesos.
Un año después de establecido el monopolio, fué supri-
mido por real cédula de 23 de agosto de 1766, en la que el
Monarca decía: que habiéndosele informado por los ministros
y prelados, que no sólo no habían disminuído los excesos á
que daba origen el uso del arguardiente, sino que con el esta-
blecimiento de las tabernas se había introducido y propagado
entre los indios, de lo que se originaban frecuentes homici-
dios, mutilaciones de miembros y otros abominables delitos,
164 HISTORIA DE NICARAGUA

resolvía suprimir el estanco de la capital, que se derramase el


licor que en él se encontrase, así como en todas las ciudades,
villas y lugares del Reino; y últimamente, que en ningún tiem-
po, ni bajo pretexto alguno se permitiese la fábrica de aguar-
diente de caña, puesto que para usos medicinales y demás ne-
cesarios en estas provincias, eran muy suficientes los vinos
que se introducían de España por el puerto de Honduras y los
que se transportaban de México por Oaxaca y Tehuantepeque
y del Perú por los puertos del mar del Sur. Esta prohibición
fué confirmada en cédulas de 1768 y 1770.
Tales eran las disposiciones que con respecto á la fabri-
cación y venta de aguardientes regían en todo el Reino á la
época en que el Cabildo de León solicitó la facultad de fabri-
carlos y expenderlos en la Provincia por el término de diez
años, para ayudarse en los costos del establecimiento de un
hospital. En ellas se apoyó el Consejo de Indias, al indicar
al Monarca que desechase la solicitud, y ellas sirvieron de base
á la real cédula de 11 de diciembre de 1779, en que se denegó
al Ayuntamiento el recurso (1).
Pero no podía el Monarca rechazar en absoluto la justa
solicitud de los leoneses. Por eso, en la misma real cédula
en que desaprobaba el arbitrio relativo al aguardiente de caña,
decía al Capitán General del Reino: que se enterase muy par-
ticularmente de los hospitales existentes en León, de sus fon-
(1) Para terminar esta materia agregaremos, que por real orden
de 10 de enero de 1777 se concedió á los vecinos de Cuba el privilegio
de traer al Reino de Guatemala y de vender libremente en todas sus pro·
víncías, el aguardiente que no pudiesen consumir en aquella isla, pa-
gando los derechos de entrada. Esta concesión despertó en los habitantes
ele Guatemala el deseo de que se restableciesen los estancos: así lo solí·
citaron por medio del Fiscal Saavedra; y llevado el asunto al conocí·
miento de la Junta de Hacienda, ésta determinó consultar al Monarca.
Por real orden de 14 de diciembre de 1783, se mandó restablecer el
estanco de aguardiente según el método anteriormente observado, pero
incorporándose este ramo á la Real Hacienda, de cuenta de la cual debía
administrarse. Origináronse graves cuestiones en la ejecución de esta
ley, por cuanto el Ayuntamiento de Guatemala, disgustado de que no
se hubiese establecido el estanco en beneficio de sus fondos. empeñábasc
en que la real orden no fuese cumplida; y el Ministerio fiscal sostenía
que el Gobierno del Reino carecía de facultades para suspender la eje-
cución de una disposición del Monarca. Estas disputas dieron origen á
una nueva real cédula, expedida en 18 de abril de 1796, en la que, dero-
gando sus anteriores prohibiciones, mandó el Rey mantener el monopo-
lio en beneficio del Real Tesoro.
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 165

dos y rentas y del modo como se manejaban, y sobre si era


verdadera la necesidad que se suponía y la falta de medios
para remediarla: que recogiese cuantas noticias fueran nece-
sarias, y apareciendo ser cierto lo que había representado el
Cabildo, sin hacer mérito del establecimiento de fábricas de
aguardiente por estar prohibidas, buscase y discutiese otros
cómodos arbitrios, no perjudiciales á la Real Hacienda, tales
como el de imponer á cada cabeza de ganado vacuno y mular
que se extrajese de la Provincia alguna cuota, con la cual se
formase el fondo para la fundación del hospital y el soste-
nimiento de médico y botica. El Presidente, después de reco-
gidos todos los informes necesarios, debía dar cuenta de ellos
al Real Consejo por medio del Secretario de Estado respec-
tivo, sin tomar antes resolución alguna sobre el objeto á que
la real disposición se refería.
Un año transcurrió sin que la autoridad superior del Reino
diese un solo paso en cumplimiento de la cédula anterior.
Con fecha lQ de febrero de 1781, don Tomás Fernández
Novoa de ·silva, Regidor perpetuo de la ciudad de León y re-
sidente en Guatemala, presentó al Capitán General don Ma-
tías de Gálvez, un escrito en que le recordaba el cumplimiento
de la real cédula, haciéndole notar la ingente necesidad que,
no sólo en León sino en las inmediatas poblaciones, y aun
quizá en toda la Provincia, se sentía, de un hospital en donde
se proporcionase asilo y socorro á los enfermos indigentes, que
vagaban por calles y caminos en solicitud de la caridad pú-
blica. Dióse traslado de esta petición al Fiscal Doctor Saa-
vedra, quien pidió se ordenase al Gobernador de Nicaragua,
que por sí y sin valerse de ninguno de los alcaldes á quienes
debía considerarse como partes en el asunto, hiciese las in-
vestigaciones de que hablaba la real cédula de 11 de diciem-
bre de 1779: que oyese el parecer del Prelado diocesano y de
otras personas imparciales, y del resultado diese cuenta al
Gobierno Superior, para que éste lo transmitiese á la Corte.
No consta en ninguno de los documentos consultados para
escribir este capítulo, que el Gobernador de la Provincia haya
dado cumplimiento á la orden expedida por el Presidente. El
proyecto del Ayuntamiento de León para la fundación de un
166 HISTORIA DE NICARAGUA

hospital quedó por entonces sin resultado alguno, y durante


largo tiempo no volvió á llamar la atención de las autoridades
locales, ni de las superiores del Reino.
El vecindario de Granada empeñábase por su parte en me-
jorar las condiciones de su hospital, establecido hacía algu-
nos años, corrigiendo los defectos y abusos que en él se no-
taban.
En 4 de enero de 1784, el Capitán don Alberto Ruiz de
Avilés, Regidor menos antiguo del Noble Ayuntamiento, Jus-
ticia y Regimiento de aquella ciudad, dirigió por encargo de
esta corporación, una carta á Fray Juan Gómez de la orden
de San Juan de Dios, Hermano Mayor del Hospital Real y á
cuyo cargo corría la dirección del establecimiento. Daba no-
ticia al eclesiástico de ciertas quejas que contra su adminis-
tración se tenían, y eran las siguientes: que los enfermos pa-
decían grave perjuicio, tanto por la escasez con que se les su-
ministraban los alimentos de primera necesidad, cuanto por
la falta de medicinas para aliviar sus dolencias: que igual-
mente se advertía un general clamor público contra los exce-
sivos precios á que se vendían en la botica los medicamentos
simples y confeccionados, de tal suerte que la ipecacuana, no
obstante la facilidad y baratura con que se conseguía en pas-
ta, por ser una sustancia regional, era vendida á doce reales
de plata la media cuarta, correspondiendo por tanto, á doce
pesos la onza, á ciento noventa y dos la libra, y la arroba á
cuatro mil ochocientos pesos: que aun expendiéndose á pre-
cios tan caros los medicamentos del hospital, casi nunca pro-
ducían los apetecidos efectos, quizá por su mala calidad; por
lo que el cirujano don Cayetano Blandino, se excusaba de dar
recetas para los enfermos ó procuraba que en casas particu-
lares se preparasen los medicamentos, cuando éstos eran de
fácil composición. Concluía el comisionado del Cabildo, su-
plicando á Fray Juan Gómez, que á la mayor brevedad posible
restituyese su residencia al hospital, para que personalmente
corrigiese los defectos indicados. En 12 del propio mes, di·
rigió de León su respuesta el Hermano Mayor del hospital, en
la que se manifestaba sorprendido de que el Ayuntamiento de
Granada «no le hubiese dirigido un aviso amoroso propio de
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 167

su benevolencia y del amor que le había profesado, sino una


carta que sonrojaba desde sus primeras cláusulas á un reli-
gioso que tenía prelados que corrigiesen y castigasen sus fal-
tas». Hacía notar que tenía seis años de servir al hospital
de día y de noche, sin otro interés que el de hacerse digno
del aprecio y protección de los vecinos de Granada; y cuanto
al cargo que se le hacía por la mala calidad de los medica-
mentos, contestaba que éstos eran traídos de Guatemala y es-
cogidos siempre entre los mejores que allá se expendían. Dis-
culpaba su ausencia del hospital, con la necesidad que había
tenido de pasar á la capital de la Provincia, en cumplimiento
de órdenes del Superior y para curarse de cierta grave enfer-
medad que a la sazón aun le aquejaba. Y sin entrar á res-
ponder los demás cargos que contenía la ºcomunicación de Avi-
lés, concluía el Padre Gómez la suya, asegurando haber tra-
tado el asunto con el Obispo de la Diócesis, cuyas providencias
evitarían las quejas y reprensiones del Cabildo y el que en
lo sucesivo le enviase éste cartas como la que contestaba.
Este asunto, que pareció insignificante y de fácil resolu-
ción en sus principios, tomó luego un carácter más serio y dió
origen á ulteriores disputas, en que los ánimos se agriaron
por la contradicción y por el sentimiento que el amor propio
inspira, cuando invadiendo la esfera de la política, no se con-
tiene dentro de los límites que la prudencia le señala.
El Ayuntamiento de Granada, en sesión de 21 de enero
de 1784, aprobó la conducta de su comisionado: acordó que el
Alcalde don José de .Argüello siguiese información, en la que
debían declarar los enfermos del hospital y otras personas,
sobre los capítulos que comprendía la queja contra los admi-
nistradores de aquel establecimiento: que el Cirujano exten-
diese informe sobre el particular: que el Comandante del ba-
tallón, don Nicolás Urrutia, certificase si se habían quejado
á él los soldados enfermos, por la mala asistencia que reci-
bían; y que, por cuanto el Hermano Mayor Fray Juan Gómez
se negaba á suministrar los medicamentos de su botica al ve-
cindario de la ciudad, alegando hallarse ésta excomulgada por
el Obispo de la Diócesis, y amparándose en la ley 5!!-, libro V,
título VI, ccmstituyéndose, por este hecho y el de querer sos-
168 HISTORIA DE NICARAGUA

tener iniquidades que se le insinuaron para que las corrigiese,


delincuente de los repugnantes hechos considerados hasta en-
toncos por de sus sustitutos y acreedor á las conminaciones y
prevenciones que imponían las leyes de Indias y de Castilla;
por tanto, disponía el Cabildo, que el mismo Alcalde reconvi-
niese verbalmente al Padre Gómez, asentando por diligencia
la contestación que diese; y por último, acordó dar cuenta de
lo que pasaba, al Gobernador y Capitán General del Reino,
para que dispusiese lo que fuera de justicia.
El Hermano Mayor, que ya había regresado á Granada y
habitaba en una celda del hospital, fué requerido en la misma
fecha por el Alcalde Argüello; y en su contestación aseguró,
que su negativa á vender los medicamentos de la botica que
tenía á su cargo y visitar y curar
á los enfermos de la ciu-
á

dad, como antes lo había acostumbrado, procedía de prohibi-


ción expresa impuesta por el Prelado de la Diócesis.
La intervención que en esa respuesta se atribuía á la pri-
mera autoridad eclesiástica de la Provincia, en la cuestión
sostenida por el Cabildo de Granada y el Director del hospital
de la misma ciudad, quitaba los acontecimientos su carác-
á

ter de puramente locales dándoles general importancia, y ha-


cía augurar para lo futuro, graves y trascendentales resulta-
dos. Es de suponer que el Padre Gómez, autorizado por el
Obispo, hacía sonar el nombre éste en la enfadosa disputa
que preocupaba la atención de los vecinos de aquella ciudad.
Con las informaciones seguidas por el Alcalde Argüello, de
las que aparecían fundadas en la verdad de los hechos las que-
jas dirigidas contra los administradores del hospital, según
testimonio del Comandante Urrutia, del Cirujano Blandino y
de otros testigos, envió el Ayuntamiento su informe al Capi-
tán General del Reino (24 de enero de 1784). En él le decía
lo siguiente :
«El Ayuntamiento, Justicia y Regimiento de la ciudad de
Granada, con el respeto y veneración que debe, pasa manos
á

de V. S. M. l. un cuaderno de diligencias originales practi-


cadas acerca de las quejas que escuchó de los enfermos del
batallón de veteranos y de otros pobres miserables de solem-
nidad, existentes en el Hospital Real que está al cargo de
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 169

los religiosos del Señor San Juan de Dios y visita anualmen-


te el Cuerpo, conforme á las disposiciones y costumbres legal-
mente introducidas desde su erección; por la falta de asis-
tencia que experimentaban en la cura de sus accidentes y man-
tenimientos de primera necesidad, á causa de haberse ausen-
tado y demorado en la ciudad de León el Hermano Mayor Fray
Juan Gómez, y sus substitutos no cumplir con las obligaciones
que requiere la hospitalidad.»
«Para consuelo de los enunciados enfermos y los demás
que les sucedan y del público, en la venta de los medicamen-
tos á precios supercrecidos, y de inútil consistencia, procuró
el Ayuntamiento se restituyese el Hermano Mayor á esta ciu-
dad y habitación de su cargo; lo que verificó, pero con el re-
sentimiento que demuestra su carta respuesta, incorporada,
constituyéndose garante de los procedimientos anotados, cuan-
do se esperaba diese muestras de reconocido y propicio á co-
rregirlos y á enmendarlos, como que no se le atribuían á su
dirección, sino á la de los que suplían provisionalmente su
ausencia.»
«Incrementó más el antedicho sistema, la constante reso-
lución en que permanece de no auxiliar al público con los me-
dicamentos de su única botica, ni aplicar remedio alguno, corno
lo hacía antes, por la falta de botánicos y facultativos; fun-
dado en que le ha prohibido uno y otro, el Ilustrísimo señor
Obispo Diocesano, y olvidado de que todo el vecindario, á
proporción de las facultades que goza, ha contribuído siempre
á la permanencia de dicha botica; pues el Regidor don Ma-
nuel A. Arana la obsequió con cerca de doscientos pesos en
medicamentos de esa capital, y el Teniente Coronel don Fer-
nando Chamorro, con todos los instrumentos de cirugía, que
necesita un profesor de ella para ejercitar su arte; y al res-
pecto de los demás, con gratificaciones útiles y adaptables á
los significados piadosos fines. De forma que el Ayunta-
miento, equivocado en el concepto que deseaba y lisonjeaba lo-
grar, se mira en el día en la grave consternación que el caso
patentiza y la más juiciosa reflexión pondera.»
«Pues no siendo su ánimo lastimar la religiosidad del ex-
presado Hermano Mayor, ni tocar los respetos de la Dignidad
170 HISTORIA DE NICARAGUA

Episcopal, apetece el socorro de los ciudadanos pobres y ricos,


como característica y peculiar obligación del Ayuntamiento; y
para obtener las dos satisfacciones, suplica á V. S. M. l. como
en quien resplandece la regia autoridad, se digne mandar lo
que fuere de su superior agrado.»
«Con este motivo expone á V. S. M. l. el Ayuntamiento,
que por antigua costumbre revisa las cuentas de hospitalidad
cada trienio, en que se releva ó satisface el Hermano Mayor
á sus prelados, sin intervención de los oficiales reales pro-
pietarios, porque siempre han residido en la ciudad de León,
y en ésta sólo un Teniente de los dos para proveer el arrui-
nado Castillo de San Juan y en su lugar el fuerte de San
Carlos, Y. demás providencias exclusivas del Real servicio,
hasta quJ por disposición del Excelentísimo Señor antecesor
de V. S. M. l., actual Virrey de Nueva España, se varió aquel
método y estableció el de que alternasen los referidos Minis-
tros, lo cual no obstante, ha seguido sin interrumpirse la ci­
tada posesión; y para desempeñar esta confianza con acierto
en lo sucesivo, vuelve á suplicar á V. S. M. l. este Concejo,
le dispense el honor de autorizarlo con superior orden, para
que la real Junta de diezmos le comunique la cantidad que de
la masa general pertenece á este hospital, pues sin este do-
cumento y debida noticia, no se puede formar cabal idea en
la versación de intereses, sino es por cálculos prudenciales y
fe que se da al carácter religioso del Hermano Administra-
dor, y por este defecto omitió el Cabildo aprobar las última-
mente dadas el año próximo pasado.»
La anterior exposición estaba suscrita por los capitulares
don Alberto Ruiz de Avilés, don José de Argüello, don Fran-
cisco Antonio U garte, don Bernabé Marenco, don Romualdo
Guerrero y don Ramón de Argüello.
El Presidente de la Audiencia, de acuerdo con el Fiscal
Doctor Saavedra, pidió sendos informes sobre el asunto de
que se trataba, al Obispo de esta Diócesis y al Jefe de la Pro-
vincia, por auto que proveyó en Escuintla á 20 de febrero
de 1784.
El Gobernador don Juan de Ayssa contestó en 23 de abril,
y sus conceptos fueron en todo favorables á la conducta del
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 171

Prior y Administrador del hospital, cuya caridad calificaba


de sin igual, su celo de infatigable, y de inmenso su trabajo,
no sólo en beneficio de los pobres, sino de todo el público.
Jamás, decía, se ha visto tan adelantado el convento en su
obra material, ni los enfermos tan bien asistidos; siendo así
que en ningún tiempo han ocurrido tantos como en el pre-
sente, en que se advierten eclesiásticos, militares y paisanos;
y para todo ha sido bastante el nominado religioso, haciendo
los oficios de administrador ecónomo, médico, cirujano y en-
fermero, cuando en otros hospitales, para cada cargo de és-
tos, se destina un individuo aparte.
EJ viaje que había hecho á León el Padre Gómez y por el
cual le formulaba un cargo el Ayuntamiento de Granada, era
considerado por el Gobernador, como necesario á los negocios
del instituto que estaba á cargo de aquel religioso; y asegu-
raba que éste había dejado en su lugar á Fray José Gómez,
quien, á excepción de la experiencia, poseía todas las cualida-
des necesarias para dirigir y administrar, por corto tiempo
y con mediano acierto, un establecimiento de la naturaleza
del que era objeto de aquella controversia.
Desconocía el Gobernador la facultad con que el Ayunta-
miento había acostumbrado visitar y vigilar el hospital y exa-
minar cada tres años las cuentas de su administración; puesto
que el establecimiento pertenecía al patronato real y no reci-
bía renta alguna del Cabildo de Granada. Suponía, aunque
no lo aseguraba, que la causa de haber suspendido el Prior
de San Juan de Dios, su antigua y caritativa costumbre de
curar de balde á los enfermos de la ciudad y administrarles
medicinas del hospital, era la de habérsela prohibido el Pre-
lado de la Diócesis, á fin de que se dedicase con mayor em-
peño al servicio de su ministerio, y de que no escaseasen en
el hospital los medicamentos destinados por su reglamento al
uso exclusivo de los enfermos que en él se asilaran.
Eran, sin duda, dignas del mayor aplauso la caridad del
Padre Gómez y su piadosa dedicación al servicio de la huma-
nidad desvalida. El Gobernador encomiaba en su informe esas
virtudes, al tratar sobre las dádivas que, según el Ayunta-
miento, habían hecho al hospital los señores Manuel Antonio
172 HISTORIA DE NICARAGUA

Arana y Fernando Chamorro. Respecto del primero, asegu-


raba aquel funcionario, que los doscientos pesos en medicinas
á que el Cabildo daba el carácter de un obsequio, habían sido
traídos de Guatemala por encargo del Prior Gómez, siendo el
único favor que Arana hiciera al hospital, el de no cobrar el
valor de los fletes, en remuneración quizá á los muchos ser-
vicios que el mismo religioso había prestado á Arana y su
familia. Y por lo que respectaba á los instrumentos de ciru-
gía, afirmaba que habían sido regalados por don Fernando
Chamorro, no al hospital, sino al Prior mismo, quien lejos de
apropiárselos como habría podido hacerlo, por ser un obsequio
hecho á su persona, los inscribió en el registro de los útiles
pertenecientes al hospital, para que fuesen entregados al si-
guiente Director cuando el caso llegase. Esta misma gene-
rosa conducta ebservaba respecto de todas las gratificaciones
que se le hacían en consideración á' servicios personales y á
la asistencia que prestaba á los vecinos, aplicándolas siempre
á beneficio del hospital; «de suerte, decía el Gobernador, que
ha enriquecido á este instituto en unos tres mil ó cuatro mil
pesos, quedándose él sólo con el hábito que tiene encima».
Y concluía su informe manifestando, que en su concepto las
quejas del Ayuntamiento provenían de miras interesadas, y
que el Padre Prior respondería cumplidamente á cualesquiera
cargos que se le hiciesen.
El Obispo de la Diócesis, don Esteban Lorenzo de Tristán,
en carta que con fecha 24 de mayo dirigió al Gobierno Su-
perior del Reino, expuso casi las mismas razones con que el
Gobernador de la Provincia había procurado desvanecer las
acusaciones producidas contra el Prior del hospital de Gra-
nada. Confirmaba el buen concepto que de éste se tenía en
aquella ciudad y aun en la Provincia toda, por su ejemplar
conducta é indisputables virtudes, y atribuía la animosidad
del Ayuntamiento contra el buen religioso, á influencias del
Regidor don Alberto Ruiz de Avilés, quien conservaba anti-
guos resentimientos contra el Prior, por haberse éste negado
á expedir una certificación en causa criminal, en los términos
que á Avilés convenían para defender á su sobrina doña Nar-
cisa Barrios, complicada en el asesinato de don Isidro Ruiz.
LIB. VJII.--CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 173

Confesaba el Prelado ser él mismo quien había prohibido


la venta de medicinas en la botica del hospital, y la asistencia
que el Prior había acostumbrado dar á los enfermos de la
ciudad; y que esta prohibición se fundaba en ciertos capítulos
de Reforma hecha por el Virrey de México, en virtud de fa-
cultades concedidas por el Rey.
El hospital de San Juan de Dios de Granada, había sido
fundado por el virtuoso Obispo de esta Diócesis, don Fray Be-
nito de Baltodano (1620-1629), quien señaló para sus sosteni-
miento, la parte de las rentas decimales que el Papa había
consignado para esa clase de establecimientos en la erección
de este Obispado. Con ella se sostuvo largo tiempo, sin dis-
frutar de encomiendas, repartimientos ni rentas reales, como
otros fundados en diversas provincias y reinos de América.
En 1680 el Presidente del Reino de Guatemala, visitando el
río de San Juan, observó que por haber de hallarse más in-
mediato á Granada que á León el castillo que iba á fabri-
carse, era conveniente que los enfermos de la guarnición fue-
sen asistidos y curados en el hospital de la primera de aque-
llas ciudades. Así lo dispuso, y en consideración á ese ser-
vicio consiguió que el Rey señalase la cantidad de trescien-
tos pesos anuales de las reales cajas, á beneficio del hospi-
tal. Siguióse la misma costumbre en los posteriores años,
respecto de las guarniciones de los otros castillos que se le-
vantaron en el río; por lo que el hospital continuó gozando
de la renta asignada. Por último, el Obispo don Esteban Lo­
renzo de Tristán, desde su llegada, lo dotó con la cantidad de
cien pesos anuales de su propio peculio, para alimentos. Ja-
más el Cabildo de la ciudad había contribuido con la más pe-
queña suma de dinero al sostenimiento del hospital, y aun las
limosnas de los particulares eran tan escasas, que apenas si
merecían ser tomadas en cuenta. De todo esto deducía el
Prelado en su informe, que el Cabildo no- tenía facultades para
intervenir directa ni indirectamente en la administración y
vigilancia del hospital, ni exigir de sus empleados concesiones
especiales (1).
(1) El hospital de Santa Catarina de León, fundado por el mismo
Obispo Baltodano, nunca había contado con otros fondos que con la parte
174 HISTORIA DE NICARAGUA

Las enojosas cuestiones entre el Ayuntamiento de Grana-


da por una parte, y el Director del hospital y el Prelado de:
la Diócesis por otra, cuestiones que en el día quizá carecían.
de interés, pero que en su época lo tuvieron, tanto á causa de
la alta importancia de los personajes que intervinieron en
ellas, como de la falta de otros asuntos que llamasen la aten-
ción del público; encontraron por fin su término natural en
la resolución dictada por el Presidente y Capitán General del
Reino, en 22 de junio de 1784, por la que previno al Ayun-
tamiento de Granada se abstuviese en lo sucesivo de mezclar-
se en los asuntos del hospital de San Juan de Dios, y de tratar
negocio alguno directamente con los religiosos que lo servían,
en lo referente á su administración; y que cuando observara
algunas faltas en la curación ó socorro de los enfermos, las
pusiese en conocimiento del Obispo de la Diócesis ó del Go­
bernador de la Provincia, para que cualquiera de ellos las re-
mediase convenientemente.
Los vecinos del pueblo de Managua procuraban también la
mejora de aquella importante población, considerando, sin
duda, que por su posición geográfica estaba destinada á ser
una de la-s principales de toda la Provincia. Por la época á
que hemos llegado en nuestro relato, terminaba con éxito
poco satisfactorio para ellos, un asunto llevado desde· algunos
años antes al conocimiento de las autoridades superiores del
Reino.
Habíales preocupado la necesidad de reparar la iglesia pa-
rroquial del pueblo, que por su antigüedad amenazaba ruina.
El cura párroco por el Real Patronato, don Juan Antonio Cha-

de la renta decimal asignada por el Papa y con las limosnas de los veci·
nos de la ciudad: no tenía asignación real ninguna, por lo que no se
le consideraba como un establecimiento público, sino solamente como
una institución particular sostenido por la piedad de los religiosos de
la orden de San Juan de Dios, Ya se ha visto cuál fué el resultado de
las gestiones hechas por el apoderado del Cabildo de León para obtener
que se fundase en esta ciudad un hospital semejante al de Granada.
Durante los años transcurridos de 1803 á 1807, el Hospital de San Juan
de Dios de Granada tuvo por médico y cirujano al ilustre Doctor don
Pedro Molina, uno de los próceres de la independencia de Guatemala Y
una de las figuras más salientes del partido liberal de Centro-América ..
El Doctor Molina desempeñó por esa misma época, el destino de círu­
jano del batallón de infantería del Reino, residente en esta Provincia ..
LIB. VIII.--CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 175

morro Soto-Mayor, secundando los deseos del vecindario, di-


rigió en 1776 (28 de febrero), una exposición al Presidente y
Capitán General don Martín de Mayorga, en la que le mani-
festaba el mal estado de la iglesia, cuyas paredes en la ma-
yor parte habían caído, por lo cual los divinos oficios se ce-
lebraban en una ermita consagrada al Señor de los Milagros.
También ésta se encontraba bastante arruinada y tenía ade-
más el defecto de ser muy estrecha. Pedía, pues, el señor
Chamorro autorización para hacer derribar la parroquia, y
que se dictasen las providencias conducentes á facilitar su
reedificación.
Requirióse informe del Gobernador de la Provincia sobre
los fundamentos de esta solicitud, y aquel funcionario lo dió
en 24 de mayo, muy favorable á los deseos del vecindario, des-
pués de haber mandado seguir información de peritos acerca
del estado en que se hallaba .la parroquia y de la necesidad
que había de derribarla, para que no se perdiesen los mate-
riales que pudieran ser útiles en la construcción de la nueva.
El Presidente del Reino dictó su resolución sobre este asun-
to (22 de junio), autorizando al cura don Juan Antonio Cha-
morro, para mandar derribar la iglesia parroquial de Managua
y reedificarla conforme á la ley, y señalando á este efecto los
fondos siguientes : para las dos terceras partes del costo de-
bían contribuir los indios y otras castas de la feligresía, y la
otra tercera debía formarse con la parte. que correspondiese
á aquella iglesia, en caso de percibir los cuatro novenos des-
tinados á la fábrica de templos en el Obispado, según la ley 16,
título II, libro I de las Municipales del Reino.
El Deán y el Cabildo Eclesiástico de la Diócesis sede va-
cante, proveyeron un auto en 30 de diciembre, en el que con-
cedían licencia al Padre Chamorro, para derribar la iglesia y
construirla de nuevo; previniéndole hiciese la equitativa ta-
sación de lo que habría de importar la obra por terceras par-
tes, como lo disponían las leyes 2 y 3, título II libro I de las
Municipales: autorizándole para completar con los derechos
de fábrica, las dos terceras partes que debían formarse con
la contribución que diesen los españoles, mestizos, mulatos,
zambos é indios, según la tasación que se hiciera; nombrando
176 HISTORIA DE NICARAGUA

á don Miguel Payán para que recibiese los fondos y llevara


cuenta y razón individual de lo que se gastase, y disponiendo
que el mismo Cura ocurriese al Vice-patronato, para que éste
determinase lo conveniente respecto á las dificultades que se
presentaban en la formación de la otra tercera parte, á causa
de no entrar en la masa capitular los cuatro novenos de los
diezmos del Obispado, sino que haciéndose la distribución en
cinco partidos, se aplicaban tres novenos y medio á los curas
rectores de las cabeceras de dichos partidos y el medio res-
tante al sacristán mayor, y por estar concedidos los dos no-
venos reales y mitad de vacantes para la fábrica de la iglesia
Catedral. El Deán y el Cabildo Eclesiástico deseaban que el
Presidente del Reino dispusiese si de la otra mitad de vacan-
tes ó de la cuarta parte de tributos, podía sacarse la tercera
parte que faltase para completar el costo de la parroquia de
Managua.
El Gobierno Superior, á instancia del párraco señor Cha-
morro y de acuerdo con el parecer del Fiscal, resolvió las di-
ficultades disponiendo lo siguiente: que aunque por la ley 5�
título TI, libro I de las Municipales, se prevenía que la ter-
cera parte con que la Real Hacienda debía concurrir á la fá-
brica de iglesias, se entendiese por una sola vez y por tanto
no podía reclamarse en casos de reedificación, el Presidente,
usando de facultades que á ese respecto tenía, acordaba seña-
lar, para la nueva fábrica de la parroquia la cuarta parte de
los tributos del pueblo de Managua por el término de tres años,
debiendo librarse el correspondiente despacho al Gobernador
de la Provincia para su inteligencia y cumplimiento; y que asi-
mismo se dirigiese rµego y encargo al Cabildo de esta Dióce-
sis, á fin de que aplicase por el mismo tiempo, á la construc-
ción de aquel templo, todos los diezmos que se percibiesen eu
la parroquia del pueblo de Managua, é hiciese separar, con
igual objeto, un diez por ciento del caudal de las Cofradías de
la misma parroquia. Ordenaba, por último, se diese cuenta al
Gobierno, del valor total á que ascendiesen todas esas canti-
dades y de la que se formase con la contribución de los veci-
nos, como también de la regulación del costo de la obra.
Transcurrieron cinco años sin que la resolución del Go-
LIB. Vlll.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 177

bierno Superior tuviese su debido cumplimiento. Durante ese


tiempo, la parroquia arruinada vino á tierra á causa de su
antigüedad; y el Cura señor Chamorro, de su propio peculio
y con el trabajo personal de los indios, había echado los ci-
mientos del nuevo templo. En 24 de febrero de 1781 elevó
una exposición al Presidente don Matías de Gálvez, solicitan-
do la ayuda del Gobierno para la terminación de la obra. A
fin de resolver lo conveniente, se pidió informe al Tribunal de
Cuentas sobre la cantidad á que ascendía anualmente el im­
porte de los tributos del pueblo de Managua. Del informe re-
sultó, que desde el 18 de abril de 1776 hasta el 29 de marzo
de 1781, los cuatrocientos cincuenta y tres tributarios en que
estaba tasado aquel pueblo, pagaban cada año, mil quinientos
ochenta y cinco tostones, dos reales, incluyendo en ellos ciento
setenta y seis tostones, tres reales, del diezmo y quebrado de
comunidad. El Fiscal Costa, á quien se dió vista de la nueva
solicitud, hizo notar cuán extraño era que el Padre Chamorro
no se hubiese valido de los arbitrios que se le habían propor-
cionado en el provisional de 19 de marzo de 1777; y en con-
secuencia, pidió se requiriese informe del Gobernador de Ni-
caragua, sobre el estado en que se hallaba la construcción de
la parroquia y sobre si era cierto que el Padre Chamorro, á
sus propias expensas y mediante el trabajo de los indios, ha-
bía emprendido y proseguido la obra.
Son dignos de notar los conceptos que el Fiscal expresaba
con relación al auto proveído por el Cabildo Eclesiástico de
esta Diócesis, en 30 de diciembre de 1776. Consideraba esa
providencia como una desatinada usurpación de la jurisdicción
del Vice-patronato, al cual privativamente correspondía todo
lo relativo á Za reedificación de las iglesias, con todas sus in-
cidencias, y como un paso poco meditado y muy /alto <U> aten-
ción al respeto que se merecía el Superior Gobierno, porque
dicha contestación más parecía una providencia judicial dada
á un humilde pedimento presentado por un desdichado litigan-
te, que no un obedecimiento á una providencia superior.
Del informe dado por el Gobernador de la Provincia, apa-
reció ser cierto lo que el Cura Chamorro exponía en su última
solicitud, y que el costo de lo fabricado hasta entonces, era.
lll.­12
178 HISTORIA DE NICARAGUA

de mil ciento sesenta y ocho pesos, seis reales. El avalúo


fué practicado por el Ingeniero don José María Alexandre y
otros peritos, quienes calcularon el importe de lo restante del
edificio en nueve mil quinientos noventa y tres pesos.
En vista de este informe, y de conformidad con el pedi-
mento fiscal, dispuso el Presidente, en 7 de marzo de 1783: que
el Gobernador ordenase la continuación de la fábrica del nuevo
templo parroquial, según el plano formado por Alexandre, dan-
do licencia para que desde luego se sacase del arca de la co-
munidad el caudal existente en ella, y ordenando que los Ofi-
ciales Reales entregasen la cuarta parte de tributos corres-
pondientes á los tres años vencidos, y que si estas cantidades
no bastasen para la conclusión del trabajo, se completasen con
el importe de una contribución que debía imponerse á todos
los hacendados de Managua (cuyo número ascendía á 363), se-
gún las facultades de cada uno, y observando en la distribu-
ción la mayor equidad, de modo que á unos se les exigiese
dinero, á otros maderas, y otros, en fin, satisficiesen la con-
tribución facilitando los medios de transportar materiales.
En 1783 no se habían hecho aún efectivos los arbitrios
señalados por la anterior resolución para la fábrica de la pa-
rroquia de Managua. El Cura don Juan Antonio Chamorro,
se dirigió, con fecha 1º de diciembre de aquel año al Gober-
nador y Comandante General de la Provincia, renunciando á
toda ayuda de parte del Gobierno, en consideración á los cre-
cidos gastos que á la sazón hacía el Monarca en la guerra con
la Gran Bretaña, y ofreciendo continuar á su costa la cons-
trucción de la parroquia. El Gobierno Superior del Reino, con
noticia de esa generosa determinación, acordó, en 12 de enero
de 1784, aceptarla interinamente, ordenando · se devolviesen á
la caía de comunidad, á las reales arcas y á los hacendados
contribuyentes, las cantidades que respectivamente se hubiesen
extraído hasta aquella fecha. El señor Chamorro prosiguió
el trabajo á expensas propias, hasta dejar el templo en esta-
do de servir al culto divino; y de ese modo los vecinos de la
que hoy es capital de la República, debieron esa importante
mejora, á la piedad y religioso celo de su Cura párroco, y no
al apoyo de las autoridades civiles y eclesiásticas.
LIB. VlJI.­CAP. V.­RESULTADOS, ETC. 179

Por este tiempo habíanse suscitado en Granada enojosas


cuestiones entre algunos de los principales empleados, a causa
de un hecho insignificante en sus principios, pero que por la
categoría de las personas que en él figuraron, tuvo trascen-
dentales consecuencias y atrajo á sí la atención del Jefe de
esta Provincia y aun la del Gobierno Superior del Reino.
El 11 de diciembre de 1783, le fué robada don Juan de
á

Orea, Teniente Coronel del batallón fijo de infantería resi-


dente en Granada, la cantidad de mil doscientos pesos. Se
atribuyó el delito un crecido número de personas, entre ellas
á

algunas pertenecientes á familias distinguidas. El Teniente


Coronel Orea, que gozaba de influencias por su posición en el
ejército, hizo dar al asunto extraordinaria importancia y llegó
hasta el extremo de arrestar por su propia mano dos jóve-
á

nes á quienes consideró sospechosos, constituyéndose de ese


modo en juez y parte á la vez.
Comenzó á instruir la causa don Tadeo Munieza: prosi-
guióla el Comandante del batallón don Nicolás de Urrutia:
pero á poco tiempo la avocó el Gobernador de la Provincia.
quien por ejercer jurisdicción en juicios pertenecientes á cual-
quier fuero, se consideró competente para juzgar los milita-
á

res y paisanos complicados en el robo.


Con fecha 17 de enero de 1784, dirigió Urrutia al Gober-
nador don Juan de Ayssa, un despacho en términos desaten-
tos, en que le disputaba la jurisdicción, sosteniendo que él á

correspondía ejercerla mientras el Superior Gobierno, quiená

se había consultado sobre el particular, no diese su resolu-


ción definitiva.
«Desde el principio hasta el fin, decía, me es extraño el
párrafo en que U. duda de si tengo ó no facultades para en-
tender en dicha causa, habiéndole yo informado U. de que
á

de todo tengo dada cuenta al M. I. señor Presidente, buscan-


do su decisión; é ínterin dicho señor no la dé, subsistiré en
posesión de la enunciada, arreglado á la inteligencia que doy
al artículo. 4º, Tratado VIII, título III, tomo III de las Reales
Ordenanzas. Notando también, como impropio de la pericia
militar de U., que enterado de que tengo interpuesta la su-
perior decisión, me la pida U. con la absoluta de que por to-
·180 HISTORIA DE NICARAGUA

das razones le compete su conocimiento, sacando por texto las


leyes que gobiernan la Monarquía (á que no puedo responder
por no ser letrado), y lo que se previene en las Reales Orde-
nanzas, en las que estoy tan impuesto que jamás he juzgado
necesite de nadie para el conocimiento de ellas, y en el día
mucho menos, pues yo nunca pediría inteligencia en causa en
que estuviese pendiente de juzgado superior la pertenencia en
su intervención.»
El Comandante cejó por fin en sus pretensiones, y en 26 del
propio mes, pasó la causa al Gobernador para que le diese el
curso correspondiente.
Recibida declaración á cuantas personas podían tener co-
nocimiento de los pormenores del hurto, el Gobernador pro-
veyó auto de prisión contra sujetos importantes de la ciudad
de Granada, mandando secuestrarles los bienes, y contra al-
gunos pardos sindicados del mismo delito.
Los procesados negaron ser autores del hecho que se les
imputaba. En la cárcel fueron tratados con la mayor dure-
za, por parte de los encargados de su custodia. Don Gabriel
Lacayo de Briones, Coronel del batallón de milicias de infan-
tería, presentó al Gobernador Ayssa, en nombre de los espa-
ñoles presos, una exposición en que se quejaba de los arbi-
trarios procedimientos de que eran objeto; y posteriormente
dirigió otra representación, solicitando la libertad de los su-
puestos reos, por haberse averiguado recientemente que Pedro
Alcántara Lara, vecino de León, y un mulato esclavo llamado
Jacinto Bazán, habían sido los autores del hurto, según apa-
recía de ciertas informaciones seguidas por separado, ante el
Alcalde 1º don Alberto Ruiz de Avilés. Lara y el esclavo fue-
ron reducidos á prisión, pero no se dió libertad á los prime-
ros sindicados.
En 18 de marzo fueron trasladados todos los presos, por
solicitud de Lacayo, á una casa que éste facilitó, para su más
cómoda y decente habitación, en donde se colocó una fuerza
competente que los custodiase.
La notoria honradez de algunos de los encausados y la alts
posición social que ocupaban, hacían inverosímil que hubiesen
tenido parte en el robo. Se suponía generalmente, que la acu-
LIB. VIII.--CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 181

sación era motivada por miras políticas, y que los testigos


llamados á declarar, y aun los reos que aparecían confesos y
atribuían complicidad á los primeros, estaban sobornados ó
amedrentados por don Juan de Orea y sus directores. Como
el Gobernador Ayssa procedía en el asunto con la más estric-
ta imparcialidad, Orea le recusó por no ser letrado. Pasó el
expediente al Tribunal Superior del Reino, el cual lo devolvió
al Gobernador, para que siguiese conociendo en la causa, aso-
ciado al Licenciado don Juan Lorenzo de la Rosa, persona al-
tamente apreciada por su ilustración y rectitud. Mas como
en el mes de julio debiese don Juan de Ayssa visitar los pue-
blos de la Provincia, fué comisionado el Coronel don Pedro
César para continuar el proceso. Por su primera providencia
ordenó que los testigos y los cómplices ratificasen sus decla-
raciones. Casi todos dijeron que el primér juez de la causa,
don Tadeo Munieza, se había valido del tormento fin de obli-
á

garlos á declarar contra determinadas personas: que él mismo


les indicaba los nombres de aquellos á quienes quería incluir
en la acusación; y que cuando se negaban á seguir sus insi-
nuaciones, mandaba á azotarlos y no suspendía la flagelación
sino cuando les había arrancado una declaración conforme con
sus miras.
Ante el Teniente Coronel don Cayetano de Ansoátegui man-
dó Urrutia seguir una información, en la que declararon como
testigos sus propios subalternos, relativamente al buen trato
que él, los oficiales y soldados del batallón de infantería, ha-
bían dado á los presos, durante el tiempo que estuvieron en el
cuartel de su mando. Envió al Gobierno del Reino esa averi-
guación jurídica, acompañada de un informe en que se que-
jaba de la acritud que, con referencia á su persona, había em-
pleado el Coronel don Gabriel Lacayo de Briones, en los di-
versos pedimentos presentados al Gobernador de la Provincia,
á favor de sus deudos y amigos encausados.
El Capitán General y Presidente don José de Estachería,
siguiendo el dictamen del Auditor de guerra, y sin tener pleno
conocimiento de las circunstancias que habían producido en
el ánimo de Lacayo el enojo que manifestaba en sus escritos,
le dirigió una severa reprensión, expresándole el disgusto que
182 HISTORIA DE NICARAGUA

le había causado su conducta, y haciéndole notar, que no es-


taba reñida la prosecución de la justicia que le asistiera, con
la moderación y decoro de que debia usar para deducirla. Es
de advertir que Lacayo, si bien había calificado con dureza
en sus representaciones los procedimientos de Urrutia y sus
subordinados en la custodia de los presos, y los móviles, en
su concepto innobles, que guiaban al Teniente Coronel Orea,
no había usado de expresiones injuriosas contra persona algu-
na, y sí ofrecido la prueba de sus afirmaciones.
Las ruidosas disputas á que había dado origen el robo
hecho al Teniente Coronel Orea, tuvieron trascendental in-
fluencia, en perjuicio de la tranquilidad general del vecindario
de Granada. Empeñados ardorosamente en defender su pro-
pio honor y el de sus familias, los parientes de los españoles
presos, no omitían esfuerzo alguno por obtener una resolución
favorable en la causa criminal que se seguía, ni desperdicia-
ban ocasión de atribuir á don Juan de Orea y á sus compa-
ñeros de milicia, la responsabilidad de lo acaecido. El Co-
mandante don Nicolás de Urrutia, los oficiales y soldados del
regimiento fijo de infantería, mostraban igual exaltación y
enojo por las injurias que creían recibir á cada paso, de parte
de sus adversarios. La agitación constante de los ánimos, la
vehemencia de las acusaciones dirigidas por don Gabriel La-
cayo contra Urrutia y aun contra el batallón todo, por el apo-
yo que prestaban á las pretensiones de Orea y por la dureza
con que habían tratado á los presos, sin fijarse en la calidad
de sus personas; por último, la natural suspicacia de los mi-
litares cuyos jefes principales eran mirados generalmente con
desconfianza, por no ser vecinos de la Provincia, mantenían á
la población en la mayor inquietud, haciendo temer una alte-
ración del orden público.
Entre los reos confesos, contábase el indio Matías José
Ugarte, quien había afirmado ser cómplice de los otros en el
hurto del dinero. En 12 de mayo dieron parte al Sargento ve-
terano y de milicias, de haberse confesado y comulgado todos
los presos y de que U garte, tan luego hubo recibido la comu-
nión, rogó públicamente sus compañeros, que le perdonasen
á

por el falso testimonio que les había levantado. El Goberna-


LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 183

dor mismo puso razón en el expediente, de que por el Padre


Fray José Antonio de la Huerta, religioso franciscano, se le
había llevado recado de parte de Matías José Ugarte, supli-
cándole pasase á la prisión con objeto de hacerle ciertas re-
velaciones importantes en descargo de su conciencia; y de que
habiendo acudido á ese llamamiento, asociado del Escribano
Andrés Bendaña y de cuatro testigos, le manifestó Ugarte, que
no eran los españoles á quienes había nombrado en su decla-
ración y que se hallaban á la sazón presos con él, los autores
del robo hecho á don Juan de Orea, como tampoco lo eran los
pardos incluídos en la misma declaración: que él nada sabía
acerca del expresado delito, porque ni lo había presenciado ni
cooperado á su ejecución; y que deseaba dar un testimonio pú-
blico de su arrepentimiento, ya que públicamente había difa-
mado á personas inocentes. El Gobernador hizo comparecer
á los sargentos y soldados de la guardia, delante de los cua-
les repitió Ugarte su espontánea retractación.
· En 10 de mayo de 1784, con ocasión de haberse escapado
de la cárcel Matías José Ugarte, los jueces que conocían de
la causa, dictaron providencias enérgicas para averiguar los
pormenores de la fuga y capturar nuevamente al reo. Los pa-
rientes y amigos de las personas notables encausadas, atribu-
yeron la evasión á Orea mismo, y no disimularon su convic-
ción de que en casa de éste se hallaba el prófugo oculto. Su-
ponían que Ugarte era el principal instrumento de que se ha-
bían valido sus enemigos, para calumniar y perder á sujetos
inocentes, y que persuadidos de que en el curso de la causa
debía aparecer la inculpabilidad de los acusados, se proponían
librar á U garte, por medio de la fuga, de las consecuencias
que habría de atraerle su calumnia.
El Gobernador Ayssa, con noticia de estos rumores, hizo
registrar la casa en que vivía Orea y los patios inmediatos,
poniendo guardias al rededor de la primera; diligencia, que
según se dijo, no practicó con otras hanítacíones y solares
próximos á la cárcel. Este procedimiento del Gobernador au-
mentó el desagrado del batallón de infantería y el de su jefe
don Nicolás de Urrutia, quien se quejó al Capitán Genera] del
Reino, asegurándole de que el Coronel Lacayo y el Capitán
184 HISTORIA DE NICARAGUA

don Ignacio Robleto, armados y seguidos de muchos españo-


les y mulatos, habían intentado atacar á Orea en su propia
casa, alentados por la conducta del Gobernador. En el acta
de la inspección practicada el siguiente día, se hizo constar
que la evasión del reo se había verificado por un agujero he-
cho en la pared, y con auxilio de fuera: que esa abertura caía
al solar de la misma casa de prisión : que al salir hacia la
mano izquierda, había un gran portillo que comunicaba con
la habitación de don Juan de Orea; y que en el patio de esta
última existía una puerta que facilitaba la comunicación de
las dos calles que componían la manzana ó cuadra. El Go-
bernador puso también razón en el expediente relativo á la
fuga, de haber dictado las providencias conducentes á la apre-
hensión del reo, registrado toda la vecindad y despachado mo-
zos de á pie y montados, que recorrieran todas las calles y
caminos; y en auto que proveyó en 11 de mayo, expresó no
haber presenciado motín alguno la noche en que huyó Ugarte,
ni oído que se dirigiesen insultos al Teniente Coronel Orea.
Esto mismo apareció de las declaraciones recibidas á nume-
rosos testigos, quienes aseguraron que la vocería que se había
oído dentro de la casa de los presos, fué producida por un al-
tercado de los soldados de la guardia, que recíprocamente se
inculpaban por la fuga de Ugarte.
En 10 de mayo, tuvo noticia el Comandante Urrutia, de
que para la noche de ese día, se preparaba un tumulto del
pueblo, encabezado por caballeros principales contra el regi-
miento de infantería. 'Como medidas de precaución, ordenó el
aumento de centinelas en las guardias, y que los capitanes
permaneciesen de noche en sus respectivas compañías. Los
oficiales don Juan Valero, Ayudante de milicias, don Fernan-
do Basurto y don Rafael López,. Subtenientes del batallón, que
fueron quienes dieron aviso á su jefe del proyectado asalto.
declararon después, que éste no se había llevado á efecto, por
haberse opuesto á ello el Coronel don Gabriel Lacayo de Brío-
nes. El Gobernador don Juan de Ayssa, en informe dirigido
con fecha 24 del propio mes al Presidente del Reino, negó la
existencia del plan de asalto, imputado á los españoles y al
paisanaje. Decía así:
LIB. VIII.-CAP. V.-RESULTADOS, .1!.'TC. 185

«En lo que en algún modo funda el referido jefe Urrutia


la certeza del aviso que se le dió, es en lo acaecido la noche
del 10 del que rige á las ocho y cuarto de ella, de resultas de
la fuga que en aquella hora hizo uno de los reos presos, por
el robo ejecutado al Teniente Coronel don Juan de Orea, que
era el que había permanecido en sus deposiciones contra los
presos españoles y se retractó, como consta de otro cuaderno
que por separado remite el Gobernador á VS. en testimonio. Y
es el caso: que en el instante que los sargentos de la guardia
advirtieron la fuga, dieron la voz de «á las armas» y otras
directas á su solicitud, atribuyéndose respectivamente la cul-
pa de ella: á éstas siguieron las de los presos españoles, que
en aquella hora estaban con las puertas de las prisiones abier-
tas, por estar cenando á la vista de los sargentos, y que se
quejaban de que el reo de mayor consecuencia para ellos, era
el que se había escapado. A cuya novedad acudió toda aquella
vecindad de gentes de todas clases y sexos; y como había sido
pública la referida retractación de este reo, y son los más
deudos de los presos, se lastimaban del caso, profiriendo que
el dicho Teniente Coronel don Juan de Orea era sabedor de
la fuga. Estas voces las oyó el Gobernador desde la esquina
de la plaza, cuando acudía á la novedad, y á su llegada, con
sola una voz que dió, se suspendieron y procedió al necesario
reconocimiento, y seguidamente á practicar las diligencias con-
cernientes al caso, las que por no estar hasta hoy en estado
no las pasa el Gobernador á manos de US. ; y únicamente no
quiere omitir, que según concibe y ha pulsado, á virtud de
las exquisitas diligencias que ha practicado y largo conoci-
miento que tiene de esta República, está muy distante de pen-
sar en tumultuarse, y antes bien, se halla sumamente cons-
ternada, admirada y avergonzada, de verse sindicada de tan
feo delito, como lo manifiesta el Ayuntamiento en su repre-
sentación.»
Este notable proceso tuvo el más satisfactorio resultado
para los españoles y mulatos presos. En agosto de 1784, es-
taba plenamente comprobado que Pedro Alcántara Lara, Ja-
cinto Bazán y un indio, eran los autores del hurto hecho á

Orea. En casa del primero, halló la autoridad algunos de los


186 HISTORIA DE NICARAGUA

objetos sustraídos y las cajas en que había estado depositado


el dinero. Lara y sus cómplices confesaron el delito, y los
inocentes fueron puestos en libertad. De ese modo se resta-
bleció la quietud general en Granada, aunque no la buena ar-
monía entre las autoridades y las familias principales.
Digna de todo encomio fué la conducta de don Juan de
Ayssa en el escabroso asunto de que tuvo que conocer como
juez civil y militar. Sin la esmerada diligencia que empleó
en la investigación de los hechos; sin la imparcialidad obser-
vada en todo el curso del procedimiento; sin la prudente to-
lerancia con que supo disimular los mal encubiertos ataques
dirigidos injustamente á su persona en el calor de las pasio-
nes, imposible habría sido llegar al conocimiento de la verdad
y evitar los fatales excesos á que habría dado origen la más
leve indiscreción, el más pequeño descuido de parte de la au-
toridad encargada de dar el triunfo á la justicia.
De la mala disposición en que los ánimos quedaron, sur-
gieron pronto nuevas y desagradables discordias; que es acha-
que inherente á la imperfección humana buscar salida al to-
rrente de las malas pasiones, cuando se le ha puesto dique
para impedir su desborde.
El Ayuntamiento de Granada practicó, en lQ de enero
de 1785, la elección de Ministros de Justicia y otros empleados
locales que debían funcionar durante ese año. La mayoría
de aquel cuerpo, favoreció con sus votos para Alcalde ordina-
rio de primer nominación, á don José Telésforo Argüello, y
por unanimidad fueron elegidos Alcalde 2Q, don Manuel Ber-
múdez, Procurador Síndico, don Juan Ignacio Barrios, Alcal-
des de la Santa Hermandad, don Ciriaco Saldaña y don Lean-
dro Gatica, Balanzario don Florencia Castillo y Contraste don
Jerónimo Brizuela.
El Gobernador de la Provincia, usando de facultades le-
gales, aprobó esos nombramientos, excepto el de Alcalde 12,
que declaró nulo, tanto porque el agraciado había ejercido el
año anterior la Alcaldía 2ª, y estaba prohibido por las leyes
la reelección, cuanto porque don José Telésforo Argüello no
tenía la edad de veintiséis años, necesaria para el desempeño
de aquel cargo público. Pero don Juan de Ayssa no se limitó
LIB. VIII.---CAP. V.-RESULTADOS, ETC. 187

a declarar la nulidad, sino que entrando en apreciaciones per-


sonales, expresó en su resolución los siguientes conceptos: que
sin duda por el defecto de edad y la precipitación de mozo,
había cometido Argüello los excesos y atentados que eran no-
torios, abusando de la autoridad del empleo, sobre lo cual había
causa pendiente en la Gobernación. Y terminaba apercibiendo á
los regidores que habían votado por Argüello, por la poca re-
flexión con que presentaban como meritorio en este individuo
el hecho de haber aceptado y ejercido un empleo contra ley
expresa; y previniéndoles que en lo sucesivo sujetasen sus ac-
tos á las disposiciones vigentes sobre la materia.
Habiendo el Cabildo instado por que la elección de Argüello
fuese aprobada, el Gobernador le dió la siguiente contestación,
cuyos conceptos desabridos y aun injuriosos parecen más ex-
traños todavía, si se considera que procedían de un empleado
que había dado repetidas muestras de ilustración y prudencia
durante su gobierno.
«Incluyo, decía, el correspondiente despacho, para que im-
puesto de su contenido le dé US. su debido cumplimiento, po-
niendo en posesión de sus respectivos empleos á los nuevos
electos en la acta capitular que US. me remite con carta de
1º del corriente, para su confirmación; á excepción de don José
Telésforo Argüello, cuya elección, por más que la estime ese
Ayuntamiento por completa y acertada, la resisten enteramen-
te las leyes patrias; siendo muy de extrañarse su transgresión
en un cuerpo que en todas ocasiones ha blasonado de erudito
é instruído, y lo acredita en la presente, apoyando sus ideas
con las leyes del Código, que acaso habrá visto citadas en al-
gunos de los prácticos romancistas que suelen andar en las
cocinas; y aun con todo no acertó á copiarlas, olvidándose en-
teramente del derecho nacional, que debía merecerle mayor
atención y al que espero se arregle en lo sucesivo.»
El Cabildo de Granada,. por medio de su procurador el Li-
cenciado don Marcelo de Rivera y Córdoba, recurrió en apela-
ción al Presidente y Capitán General. Alegaba que la elección
de Alcalde de primer voto hecha en don Telésforo Argüello,
era válida, porque las leyes de la monarquía permitían la re-
elección para oficios concejiles, y que así se había practicado
188 HISTORIA DE NICARAGUA

muchas veces, aun en la capital del Reino. Y en cuanto á la


falta de edad en el electo, pedía se aplicase el principio de de-
recho de que el año comenzado debe tenerse por completo y
fenecido; á que se agregaba que la elección de Alcalde 2Q he-
cha en Argüello el año anterior, era bastante para deponer
todo escrúpulo y asegurar por todos títulos el nombramiento
que el Gobernador pretendía anular.
La elección de don. José Telésforo Argüello era indudable-
mente nula, porque si bien las leyes permitían que los miem-
bros de los ayuntamientos fuesen reelegidos, exigía para esto
la unanimidad de los votos, circunstancia que no se verificó en
el caso de Argüello. La falta de la edad que la ley requería
para el desempeño del oficio de Alcalde, constituía otra causa
de nulidad contra la cual no podía alegarse el antecedente de
que Argüello había servido la alcaldía 2e durante el año de 1784.
porque un abuso no puede justificar otro abuso. La ley 2",
título IX, libro III de la Recopilación de Castilla, exigía la
edad de veintiséis años por lo menos para obtener empleos de
justicia; de donde deducían los autores que en casos de esa
naturaleza no tenía aplicación el principio de derecho invocado
por el procurador del Cabildo.
El Fiscal de la Audiencia pidió que se aprobase en todas
sus partes el acuerdo del Gobernador, y aun confirmó los con-
ceptos duros expresados por éste, diciendo, que el Cabildo de
Granada había cometido un error crasísimo y un atentado pu-
nible al elegir a don Telésforo Argüello Alcalde 2Q en 1784
y 1º en 1785, á sabiendas de que era inhábil por carecer de
la edad que la ley señalaba, y que en efecto la primera de esas
elecciones había sido desacertada, como lo demostraba el hecho
de haber calificado la Audiencia y el juzgado de tierras, los
excesos cometidos por Argüello é impuéstole la multa de qui-
nientos pesos.
El Capitán General del Reino, adoptando un término me-
dio confirmó el auto declaratorio de nulidad proveído por el
Gobernador; pero hizo notar á este funcionario que había ex-
cedido sus facultades al apercibir al Cabildo, y le previno que
en los casos que en adelante ocurriesen, tratase á los ayun-
tamientos con la atención y urbanidad que merecían.
CAPITULO VI

Reformas políticas introducidas por la Real Ordenanza de


Intendentes: Viaje del Gobernador de la Mosquitia a esta pro-
vincia y su matrimonio con doña Manuela Rodríguez

1786 á
1789

Promulgación de la Real Ordenanza para la instrucción de intendentes.


Nombramiento de Gobernador, hecho en el Coronel don Juan de
Ayssa.-División territorial de esta Provincia para su gobierno polí-
tico.-Proyecto que con relación á este punto presentó el Gobernador
al Presidente del Reino.-Resolución de la Junta Superior.-Acuér-
dase l? incorporación del Partido de Subtiaba al Gobierno de la ca·
pital.-Dudas que ocurrieron al Jefe de esta Provincia en la ejecu-
ción de la Real Ordenanza.-Disputas entre ese funcionario v el Co-
rregidor de Subtiaba, originadas por el cumplimiento de algunos ar-
tículos de aquella ley.-La Junta Suneríor del Reino declara que los
corregimientos deben ser suprimidos.-Nueva exposición de don Juan
de Ayssa, referente á esas cuestiones.-Acuerdo definitivo del Go-
bierno.-Propone el Gobernador que se establezcan cuatro oficios de
procuradores en esta Intendencia.-Reflexiones que acerca de Este par-
ticular hizo en el informe dirigido al Presidente del Reino.-Aprueba
este Magistrado la indicación de don Juan de Ayssa.-Establécese el
empleo de Fiscal Defensor de Real Hacienda, y nombrase Para su
desempeño á don Juan Lorenzo de la Rosa.-Nuevas dificultades pre-
sentadas al Gobernador en la observancia de la Ordenanza de inten-
dentes.-Consulta con el Presidente sobre si en falta del Gobernador
debía recaer la jurisdicción política en los ministros de Real Hacien-
da ó en el Alcalde primer voto.-Lo que acerca de este punto resol-
vió la Junta Superior de Hacienda.-Aclaraciones que á este Tribunal
nidió el Intendente de Nicaragua sobre la responsabilidad de los al-
caldes en la recaudación del real tributo.-Acuerdo expedido por la
Junta con respecto á esas dudas.-Solicita el Gobernador se declare á

quién corresponde conocer en apelación de las causas de Policía y


gobierno.-Reitérase el acuerdo anterior.-Disposiciones de la Real Or-
denanza, relativas á la materia de tributos.-Propone el Gobernador
que sean eximidos de ese - impuesto los mulatos.-Indica la convenien-
cia de que subsistan los repartimientos.-Consideraciones acerca de
estas materias.-Desecha la Corte de Madrid las proposiciones del Jefe
de esta Provincia.-Dirige este empleado una exposición al Presiden-
te sobre la necesidad de uniformar los pesos y medidas extendiendo
á las ventas del cacao el sistema del peso,-Opinión del Fiscal de la
Audiencia acerca de esta reforma.-Resolución del Gobierno Superior.
190 HISTORIA DE NICARAGUA

Don Diego Piloña es nombrado Teniente Asesor del gobierno é in-


tendencia de Nicaragua.-Sucesos. ocurridos en la costa de Mosquitos.
Invaden estos naturales el pueblo de Juigalpa.-Requiere el Jefe de
esta Provincia al Gobernador mosco, á

fin de que devuelva las prí-


sioneras.-Expediciones pacíficas de varias tribus de la costa llegadas
á lo interior de esta Provincia.-Envío que de las prisioneras nica-
ragüenses hizo el Gobernador de la l\Iosquitia.-Providencias dictadas
por don Juan de Ayssn para el buen recibimiento de aquéllas.-Lle-
gada de un Almiral mosco y de otros naturales de la costa úla capital
de la Provincia.-Conferencias que con ese jefe tuvo el Gobernador
Ayssa acerca de los negocios de la costa l\Iosquitia.-Bautismo de una
hija del Gobernador mosco.-Festejos que con este motivo se hicieron
en León.-Anuncia el Almiral á la Autoridad Superior de esta Pro-
vincia el propósito que tenía el Gobernador mosco, de contraer ma-
trimonio con doña Manuela Rodríguez.-Regreso de los mosquitos á
la costa.-El jefe de los mosquitos pasa á Cartagena.-Es bautizado
solemnemente por el Arzobispo de Nueva Granada.-Actitml del rey
de los zambos.-Sospechas del Gobernador Ayssa contra don Roberto
Hodgson.-Expedición del Padre Barrueta y del Capitán Tife á Blue-
fields.---Cómo fueron recibidos por el Gobernador mosco.-Relación que
el Padre Barrueta hizo de su viaje.-Expedición de aquel jefe á J[I
Provincia de Nicaragua.-Su llegada a la Capital.-Celebración de su
matrimonio con doña Manuela Rodríguez.-Conversaciones entre el In-
tendente y el Gobernador de la costa.-Descripción que de la persona
de este último hizo don Juan de Ayssa, en comunicación dirigida al
.Ministro de Estado.-Fiestas habidas en León con motivo de las vela·
ciones del mosquito con doña Manuela Rodríguez.-Convenciones ajus-
tadas entre el jefe mosco y el Gobernador de esta Provincia.-Cómo ex-
plicaba este empleado á la Corte, la naturaleza de aquellos tratados.-
Propónese don Juan de Ayssa acompañar al jefe mosco en su vuelt«
á la costa.-Disuádele este último de tales propósttos.c=Regrcsa el mos-
co á su Gobernación.-Novedades que le ocurrieron en el viaje.-Los
jicaques atacan á la escolta que de León salió en compañía del Go-
bernador mosco.-Don Juan de Ayssa da cuenta de todos estos su-
cesos al Gobierno de España.-Emprende la reconstrucción dPI fuerte-
ciJJo de Guadalupe, situado en la playa de Granada.

EL espíritu de reforma que se había despertado en España


desde los comienzos del reinado de Carlos III, se hizo tras-
cendental á las colonias americanas. En 1786 expidió aquel
Monarca sus célebres Ordenanzas para el establecimiento é :ins-
trucción de intendentes, en las que introdujo sustanciales mo-
dificaciones en el orden político y económico de estos reinos.
El Gobernador de Nicaragua tomó el título de Gobernador In-
tendente y se le designó la ciudad de León como lugar de su
residencia; pero su jurisdicción en el.ramo de hacienda se hizo
extensiva á Costa-Rica.
Por real cédula de 23 de diciembre de 1786, fué nombrado
Gobernador Intendente de esta Provincia el Coronel don Juan
de Ayssa.
LIB. Vlll.-CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 191

Nicaragua quedó dividida en cinco partidos, á saber: León,


Matagalpa, el Realejo, Subtiaba y Nicoya. El Intendente de-
bía nombrar un Subdelegado en cada una de las poblaciones
cabeceras de dichos partidos; sólo en el de Matagalpa, á causa
de su vasta extensión territorial, habría dos, uno con residen-
cia en el pueblo del propio nombre, y otro en el de Segovia.
La división que se hizo del territorio para formar las nuevas
subdelegaciones, fué del modo siguiente:
PARTIDO DE LEÓN.-Cabecera, la capital de la Provincia. Po-
blaciones anexas: Somotillo, Metapa, Villa-Nueva, el Sauce, Na-
garote, Pueblo-Nuevo, Matiare, Managua, Masaya, Tipitapa,
Granada, Jalteba, Nindirí, Diriá, Diriomo, San Juan Namotiva,
Santa Catarina, Nandasmo, Diriamba, Nandaime, Niquinoho-
mo, Masatepe, Jínotepe, Isla de Ometepe, Rivas, San Jorge, Aco-
yapa, Juigalpa, Lóvago y Loviguisca.
PARTIDO DE MATAGALPA.-Cabecera, el pueblo de ese nom-
bre. Anexos: Sébaco, Muymuy, San Ramón, Jinotega, Teus-
tepet, Boaco, Camoapa, Comalapa, Palacagüina, Condega, Tel-
paneca, Segovia, Ocotal, Mozonte, Estelí, Jícaro, Jalapa,
Pueblo-Nuevo, Totogalpa, Tepesomoto y Yalagüina.
PARTIDO DEL REALEJo.-Cabecera, la villa y puerto del pro-
pio nombre. Pueblos de su jurisdicción: El Viejo, Chinande-
ga y Chichigalpa.
PARTIDO DE SUBTIABA.-Cabecera, el pueblo de esa misma
denominación. Poblaciones anexas: Telica. Quezalguaque, Po-
soltega y Posolteguilla.
PARTIDO DE NICOYA.-Cabecera, el pueblo de ese nombre.
Anexo : Guanacaste.
El partido de León siguió conociéndose con el título de
«Gobierno».
Usando de la facultad que el artículo 12 de la Ordenanza
concedía á los intendentes para proponer al Gobierno Superior
la distribución de partidos en que debían nombrarse subdele-
gados, conforme las circunstancias de cada provincia y á la
á

distancia de sus pueblos entre sí, el Gobernador don Juan de


Ayssa dirigió al Presidente de Guatemala, con fecha 14 de ene-
ro de 1788, un plan de división territorial para el régimen ad-
ministrativo de Nicaragua, plan formado mediante los cono-
192 HISTORIA DE NICARAGUA

cimientos prácticos que su autor había adquirido en la visita


hecha á todos los pueblos de la Intendencia y en el cual se mo-
dificaba esencialmente la organización dada á esta Provincia.
En ese proyecto se indicaba la conveniencia de colocar sub-
delegados aun en poblaciones que no fuesen cabeceras de par-
tido, prefiriendo ese método al de nombrar alcaldes ordina-
rios, por la escasez de españoles entre quienes pudiesen alter-
nar las varas. Y consultándose el espíritu del citado artícu-
lo 12, se suprimían las subdelegaciones en algunos pueblos que
habían sido cabecera de corregimiento, para establecerlas en
otros que ofrecían mejor proporción para ese objefo. El de
Subtiaba, en opinión del Gobernador, debía agregarse á León,
porque no siendo más que un barrio de esta ciudad, parecía
superfluo y aun perjudicial poner en él subdelegado.
Observábase en el proyecto que algunos pueblos formaban,
cada uno por sí solo, una subdelegación ó partido. Sobre este
punto el Gobernador advertía que esas poblacíones tenían en
sus contornos muchas haciendas y moradores dispersos; pero
que cuando éstos se agregaban á alguna, podrían hacerse en el
gobierno las alteraciones convenientes.
He aquí el plan de división propuesto por don Juan de
Ayssa:

«PARTIDO DE LEÓN:

La ciudad de este nombre con sus arrabales en que se com-


prenden los pueblos de San Juan, Laboríos y Subtiaba, antes
cabecera del corregimiento de su nombre, tan próximo á la ca-
pital que se une con la extremidad de una de sus calles.
Telica, que era del dicho corregimiento, á dos leguas cor-
tas. Quezalguaque, ídem.
Posolteguilla y Posoltega, unidos á la distancia de tres le-
guas cortas.

PARTIDO DE GRANADA:

La ciudad de este nombre, Pueblo de Salteba, como arrabal


de dicha ciudad, hasta paso del Rey ó desagüe de la laguna
de Managua, el pueblo de Diriomo y el de Diriá.
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 193

PARTIDO DEL VIEJO:

Realejo . 4 leguas
Chinandega . 1 » cortas
Chichigalpa . 5 »

PARTIDO DE SAN PEDRO DE METAPA:

Pueblo de Laboríos, como arrabal de dicho pueblo, hasta la


orilla de Río Grande y hasta la cuesta del Sagino. A los rema-
tes cerrando en Santo Domingo sin introducirse en las tierras
del pueblo de Boaco.

PARTIDO DEL SAUCE:

Este pueblo y sus haciendas inmediatas.

PARTIDO DE LA VILLA-NUEVA DE NAVIA:

El pueblo de ese nombre y su distrito de haciendas.

PARTIDO DE SOMOTILLO :

Este pueblo y su distrito de haciendas.

PARTIDO DE NAGAROTE:

Esta población y Pueblo-Nuevo de San Nicolás, á tres le-


guas y media.
PARTIDO DE MASAYA:

Este pueblo, Nindirí que dista de él una legua corta.


Santa Catarina ... ... .... ....... .. 1 y 1/2 leguas
San Juan . . . . . . . . .. . . .. . . . .. . . . . . . . . . 1 y 1/2 »
Niquinohomo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 y 1/2 »
Nandasmo »
Jalata . .. . . . . . . . . . . . . . »
Masatepe . 3 leguas
Jinotepe . 5 »
Diriamba . 6 »

PARTIDO DE MANAGÚA:

Managua y Matiare, á 4 leguas del expresado pueblo.


IlT.­13
194 HISTORIA DE NICARAGUA

PARTIDO DE NANDAIME:

Con inclusión de sus valles.

PARTIDO DE CHONTALES:

Villa de Acoyapa.
Lovaga á 3 y 1/4 de legua
Loviguisca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . »
Juigalpa »

PARTIDO DE TIPITAPA:

Hasta el pie de la cuesta del Sagino: orilla de la laguna


de Managua, ídem del río de Malacatoya y egidos de los pue-
blos de Masaya y Nindirí.

PARTIDO DE NICARAGUA:

Pueblo de San Jorge á media legua corta de la villa de di-


cho nombre: las cuatro parcialidades de Tola, Zerros, Popo-
yoapa y Puebla y el distrito que media hacia Granada hasta
la hacíenda de Ochomogo, y hacia Nicoya hasta la hacienda
del Potrero, perteneciente á don Manuel Antonio Bustos, línea
recta á Puntamala, por el camino de la costa ú orilla del Sur;
y fuera muy conveniente que las cuatro dichas parcialidades
se reunieran y señalaran egidos para hacer pueblo formal,
pues en el día habitan en tierras que corresponden á los veci-
nos de dicha villa.

ISLA DE ÜMETEPE:

Sus dos pueblos, el primero nombrado Nuestra Señora de la.


Concepción y el segundo que dista 2 leguas y media, nombra-
do Moyogalpa, de ladinos.

PARTIDO DE NICOYA:

Guanacaste, á
8 leguas de dístancía,
LIB. Vlll.--CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 195

PARTIDO DE }.íA.TAGALPA:
Matagalpa.
Jinotega . 4 leguas
Sébaco . »
San Ramón . 3 »
Muymuy . 6 »
Teustepet . 10 »
Camoapa . 12 »
Comalapa . 14 »
Con todo el distrito que le pertenece á la circunferencia de
dichos pueblos.

PARTIDO DE LA CIUDAD NUEVA QUE FUÉ DE SEGOVIA:

Mosonte . á 3 leguas
Jalapa . 7 y 1/2 »
Jícaro . 5 »
Litelpaneca . 4 »

PARTIDO DE PALACAGUINA:

Condega . 1 y 1/2 legua


Pueblo Nuevo . 2 »

PARTIDO DE TEPESOMOTO:

Este pueblo y los de


Totogalpa á 3 leguas
Yalagüina 1 y 1/2 »

PARTIDO DE ESTELI:

Con su distrito de haciendas.»


La Junta Superior del Reino, acordó en 12 de marzo, que
el Intendente de Nicaragua consultase de nuevo, después de
haber adquirido mayor instrucción en los puntos á que el pro-
yecto se refería y practicado las diligencias que demostrasen
en qué partidos se había acostumbrado poner tenientes y en
196 HISTORIA DE NICARAGUA

cuáles no: qué número de pueblos y vecinos contenía cada una


de las divisiones que indicaba, y las calidades ó clases de los
habitantes; las respectivas distancias de unas poblaciones á
otras, y todo lo demás que condujera á poner de manifiesto la
conveniencia de adoptar el nuevo plan de división territorial;
teniendo presente cuán necesario era que los vasallos del Rey
tuviesen á la mano quien los gobernase en paz y justicia, y
recaudase los reales haberes.
Mas por lo relativo al partido de Subtiaba, aprobó desde
. luego su incorporación al gobierno de la capital, no obstante
haber sido cabecera del corregimiento.
Varias dudas ocurrieron al· Gobernador en la ejecución de
las Reales Ordenanzas de Carlos 111. Estas no habían sido
formadas expresamente para las provincias del Reino de Gua-
temala, con conocimiento de su estado económico, social y po-
lítico, de sus necesidades y circunstancias especiales. Ha-
bíalas expedido el Monarca para la administración colonial de
otros reinos de América, y ordenado que se observasen en el
de Guatemala mientras no dictara las que de un modo par-
ticular le correspondían.
En Nicaragua debía el Gobernador Intendente ajustar las
funciones de su empleo á lo establecido por la Real Ordenan-
za é Instrucción decretada para el Virreinato de Buenos-Ai-
res, según se le previno por acuerdo de 11 de abril de 1787,
enviándosele un ejemplar impreso de aquellas leyes.
Don Juan de Ayssa, dirigió algunas consultas sobre el
modo de adaptarlas en ciertos puntos al régimen de esta Pro-
vincia, proponiendo modificar algunas de sus disposiciones, se-
gún lo exigían las peculiares necesidades del país, ó llenar
los vacíos que en ellas se notaban.
En virtud de los artículos 6Q, 7Q y 272 de la Instrucción,
los gobiernos políticos y militares que se habían establecido
por las antiguas leyes en cada uno de los corregimientos, de-
bían quedar anexos á la Intendencia de la Provincia, supri-
miéndose por tanto los sueldos que les estaban asignados. Los
corregidores continuarían ejerciendo su empleo durante el
tiempo que les faltase para cumplir los cinco años desde la
fecha de su nombramiento, estando subordinados inmediata-
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 197

mente y con el carácter de subdelegados al Intendente de la


Provincia; pero vencido aquel término, quedarían definitiva-
mente extinguidos y pasaría toda su jurisdicción al Goberna-
dor Intendente.
Con el fin de dar cumplimiento á esas disposiciones, el Jefe
de esta Provincia las puso en conocimiento del Corregidor de
Subtiaba don Agustín Pérez Quijano, ordenándole al propio
tiempo en oficio de 20 de junio de 1787, que las hiciese publi-
car en los pueblos del corregimiento.
Dudando Quijano si era el Gobernador la autoridad á quien
correspondía notificarle esas leyes, y cuál fuese el modo en
que debía ejecutarlas, consultó con el Gobierno Superior del
Reino, en 25 del mes e�resado.
El Presidente ordenó que se llevasen á su conocimiento los
documentos necesarios para fijar los límites de la jurisdic-
ción del Intendente de Nicaragua, á saber: el duplicado del. tí-
tulo expedido á favor de don Juan de Ayssa y sendas copias
de los que se hubiesen librado á los alcaldes mayores de la
Provincia, inclusive el del Gobierno de Costa-Rica.
La Junta Superior de Hacienda, con vista de todos esos
documentos, acordó en 24 de julio: que se suprimiesen desde
luego los corregimientos de Subtiaba, Matagalpa y Nicoya,
agregándose todos sus territorios á la Intendencia de Nicara-
gua: que el Intendente nombrase los subdelegados que fuesen
de su satisfacción en dichos partidos en aquellos en que cre-
ó

yese necesario ponerlos, sin excluir á los actuales corregidores


si los consideraba dotados de las cualidades legales; y que in-
terinamente permaneciese el Gobierno de Costa-Rica en la for-
ma que tenían el de Montevideo y otros del Virreinato de Bue-
nos-Aires, y con la jurisdicción y facultades que á éstos se
había concedido en la Ordenanza. En lo tocante á Real Ha-
cienda y policía, se dispuso que el Intendente delegase su ju-
risdicción. al Gobernador de aquella Provincia, y que los mi-
nistros de la Real Hacienda de la Intendencia de Nicaragua,
nombrasen persona que se encargase de la recaudación y de-
más funciones fiscales en Costa-Rica.
El Gobernador Intendente don Juan de Ayssa, sin conocí-
198 HISTORIA DE NICARAGUA

miento de la anterior resolución, dirigió con fecha 23 de julio


un informe al Presidente y Capitán General del Reino.
En él le decía, que con el propósito de uniformar el Go-
bierno según el nuevo plan establecido en la Real Ordenanza
y en las declaraciones expedidas en 5 de agosto de 1783, había
notificado á los corregidores de Subtiaba, Matagalpa y Nico-
ya, los artículos de aquellas leyes, en virtud de los cuales que-
daban suprimidos sus respectivos gobiernos: que el segundo
de esos empleados se había mostrado dispuesto á obedecer;
pero que don Agustín Pérez Quijano, Corregidor de Subtiaba,
no reconociendo subordinación alguna á esta Intendencia, exi-
gía que se le comunicasen directamente por el Gobierno del
Reino. Concluía solicitando una resolución definitiva sobre
este punto.
La Junta General de Hacienda, dispuso transcribir al Go-
bernador de Nicaragua el acuerdo dictado en 24 de julio, con
la única modificación de que correspondiese al Gobernador de
Costa-Rica la policía en todo el territorio de su mando, sin ne-
cesidad de que se la delegase el Intendente.
En 24 de diciembre del propio año, tomando en considera-
ción el cúmulo de negocios forenses, gubernativos y de hacien-
da que eran objeto del Gobierno de la Provincia, aumentados
considerablemente por la creación de la Intendencia, propuso
don Juan de Ayssa el establecimiento de cuatro oficios de pro-
curadores, vendibles y renunciables, que se subastasen ó die-
sen en arrendamiento, conforme á la práctica y circunstancias
que ocurriesen. Llamaba la atención del Presidente sobre la
utilidad de esta reforma, tanto porque con ella se excusaría
á los magistrados y demás oficiales de justicia, de muchas di-
ligencias y contestaciones, perjudiciales por el tiempo que ha-
cían perder, cuanto porque facilitaría la sustanciación y breve
despacho de los juicios y negocios que se ventilaran en la ca-
pital, fijando de un modo cierto el paradero de las causas y
de las personas con quienes debieran practicarse las diligen-
cias judiciales, y librando á los litigantes de los gastos inne-
cesarios y de las demoras que por lo regular les traía la elección
de los diferentes recursos.
«La libre facultad, decía, que se tolera á las partes en el
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 199

fuero contencioso para hacer por sí mismas y multiplicar ale-


gaciones, demandas y otros escritos, sobre estar reprobada
por las leyes, ordenanzas y acuerdos de los tribunales supe-
riores, es también muy perjudicial ála pronta y recta admi-
nistración de justicia, dilata y confunde los juicios, altera su
respetable forma y estilo, al paso que aumenta con sus difu-
sas cabilosidades el costo de los procesos, que por falta de
dirección se sustancian muchas veces con riesgo de nulidad;
por lo que en el supuesto de establecerse los cuatro procura-
dores de que habla esta consulta, parece se debería mandar
que sólo por mano de éstos y bajo la firma de letrado se pu-
diesen admitir los recursos que conforme á las leyes y prác-
tica de los tribunales exigiesen esta formalidad, lo que se
puede ejecutar no sólo sin perjuicio, mas también con utilidad
de las partes en esta capital, por residir en ella dos juriscon-
sultos de conocida literatura, práctica y conducta.»
Para mientras el Gobierno Superior no diese su resolución
sobre este punto, y en la seguridad de que ella sería favora-
ble á lo propuesto, el Gobernador nombró interinamente pro-
curadores judiciales á don José Asenjo, don Carlos Portoca-
rrero, don Francisco Delgado y don Mariano Iglesias, para que
en calidad de · apoderados pudiesen solicitar el curso de los ne-
gocios, á lo menos en representación de las partes ausentes
que ese fin les confiriesen sus facultades.
á

Por acuerdo de 5 de enero de 1788, fué resuelta la consul-


ta del Gobernador de Nicaragua, ordenándose la creación de
cuatro procuradores en la capital de la Provincia y aprobán-
dose los nombramientos interinos que aquél había hecho.
Poco después fué establecido en Nicaragua el empleo de
fiscal defensor de Real Hacienda y nombrado para desempe-
ñarío el Licenciado don Manuel Lorenzo de la Rosa, con el
sueldo de doscientos pesos anuales.
Como por el artículo 16Q de la nueva Ordenanza, se dis-
ponía que faltando los intendentes y sus tenientes asesores,
por ausencia, enfermedad ó muerte, debiese ejercer interina-
mente la Intendencia el ministro más antiguo de los dos prin-
cipales de la Real Hacienda, dudó don Juan de Ayssa si esta
interinidad habría de extenderse á las facultades privativas
200 HISTORIA DE NICAR<\GUA

de gobernador en asuntos de justicia y policía, ó si ciñéndose


sólo á suplir la falta de Intendente, debería recaer la juris-
dicción de gobierno en el alcalde ordinario de primer voto.
según se había acostumbrado siempre y estaba dispuesto por
la ley 12, libro V, título III de la Recopilación de Indias.
En comunicación de 9 de enero de 1788, expuso esta duda
á la consideración de la Junta Superior del Reino, la cual re-
solvió, que era el ministro pripcípal más antiguo de la Real
Hacienda el funcionario en quien debían recaer, con plena ju-
risdicción, las facultades del Gobernador Intendente de la Pro-
vincia, cuando éste por cualquiera causa faltase.
El artículo 129 daba el carácter de solidaria á la responsa-
bilidad que contrajeran los alcaldes ordinarios en la recauda-
ción, seguridad y entrega de los reales tributos. Con el fin
de evitar las dificultades que podían ocurrir al hacer efectiva
esa disposición, el Jefe de la Provincia consultó con el Go-
bierno Superior sobre los puntos siguientes: 1 Q Si en el caso
de justa desconfianza ó falta notoria de abono en uno de los
alcaldes, podría el otro, sin perjuicio de la mancomunidad es-
tablecida, y para prevenir sus consecuencias, obligar á su com-
pañero á que afianzase por su parte ó le otorgase alguna otra
seguridad. 2Q Si puesta en interinidad ó depósito una de las
alcaldías, por ausencia, enfermedad ó suspensión del propie-
tario, debería subsistir en éste la responsabilidad por lo admi-
nistrado durante todo el año, ó pasar exclusivamente á su co-
lega, ó dividirse entre éste y el interino que se nombrase, y
cuáles serían en este último caso las facultades que al su-
plente correspondiesen para hacerse instruir sobre el estado
de los caudales y su cobranza y graduar de ese modo la exten-
sión de su responsabilidad; y 3Q Si en caso de insolvencia de
los alcaldes ordinarios habría acción subsidiaria contra el ca-
bildo elector para exigirle la indemnización de los daños que
aquéllos hubiesen causado durante su administración á la
Real Hacienda.
De conformidad con el pedimento fiscal se ordenó en con-
testación á don Juan de Ayssa: que en lo sucesivo se abstu-
viese de ocupar la atención de la superioridad con consultas
abstractas como la que á la sazón dirigía, y que si en algún
LIB. VIII.-CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 201

caso práctico le ocurriesen dudas, procurase vencerlas con dic-


tamen de su asesor letrado. Antes de recibir esta prevención,
dirigió el Gobernador, con fecha 22 de enero de 1788, otra
consulta al Presidente del Reino sobre si el recurso de apela-
ción en las causas que trajeran su origen de la jurisdicción
ordinaria, en las de policía y gobierno, debería interponerse
para ante la Audiencia territorial ó para ante el Presidente.
Esta consulta obtuvo la misma resolución que la anterior.
Los dictámenes del asesor serían en verdad muy útiles al
Intendente de la Provincia en cada negocio particular que se
le ofreciese, relativamente la administración de justicia;
á

pero ellos no podrían extenderse á asuntos pertenecientes al


gobierno político y económico, en casos de oscuridad ó defi-
ciencia de las Ordenanzas, ni menos servir de apoyo para sus-
pender el cumplimiento de éstas cuando la conveniencia ge-
neral lo exigiese ó para darles una aplicación conforme con
las peculiares circunstancias de Nicaragua, siempre que sus
disposiciones no fuesen provechosamente adaptables á las ne-
cesidades de nuestros pueblos. Por otra parte, el parecer del
asesor sólo comprendería el juicio ó negocio particular para
que fuese dado, pero no serviría de regla, en casos análogos,
á los gobernadores de otras provincias; lo que sólo podría con-
seguirse por medio de las explicaciones que con el carácter
de generalmente obligatorias diese el Gobierno Superior lasá

dificultades que su consideración se propusieran, uniformán-


á

dose así el régimen administrativo de las provincias del Reino


de Guatemala, por la común inteligencia y aplicación de las
leyes.
Hasta aquí hemos relacionado algunas de las principales
consultas dirigidas por don Juan de Ayssa al Presidente y Ca-
pitán General con respecto la división política del territorio
á

de esta Provincia, á la nueva forma dada su gobierno por


á

las Reales Ordenanzas, á la extensión de las facultades que


éstas conferían á los empleados y á la expedición y buen or-
den en la· administración de justicia. Ahora trataremos de
otras no menos importantes, que se relacionaban directamen-
te con el estado social del país y tendían ámodificar ó con-
servar hábitos é intereses creados casi desde la conquista y
202 HISTORIA DE NICARAGUA

arraigados en el curso de tres siglos de dominación colonial.


En el artículo 137 de la Ordenanza, se disponía lo siguiente:
«Se reducirá en todas las provincias (sin alterar el justo
privilegio que tienen los tlaxaltecas), á la cuota igual de diez
y seis reales de aquella moneda, el tributo y servicio real que
deben pagar los indios desde la edad de diez y ocho años, en
que empiezan á tributar, hasta los cincuenta, como ordena la
ley 70, título V, libro VI de la Recopilación, sin incluir en la
dicha cantidad el otro real que pagaban de ministros y hospi-
tales, y debe recaudarse en los mismos términos que- van dis-
puestos para el tributo, sin hacer diferencia de que sean solte-
ros ó casados, aunque estén bajo la potestad paterna, una vez
que éstos cumplan los diez y ocho años, para que no se re-
traigan los primeros del matrimonio, en grave perjuicio suyo,
de la población y del buen orden, como ahora lo hacen con el
abusivo aliciente de ser medios tributarios ínterin no se casan,
exceptuando de ambas contribuciones sólo á los legítimos ca-
ciques y sus primogénitos, á las mujeres de cualquier estado
y á los gobernadores y alcaldes indios, mientras lo sean, como
ya lo están por las leyes 18, 19 y 20 del propio título y libro.
Y asimismo se ha de exéquar con igualdad el tributo de los
negros y mulatos libres y de las demás castas de su clase, fi-
jándolo para todos ellos, ya solteros, ya casados, desde que
cumplan los diez y ocho años, á la moderada cantidad de vein-
ticuatro reales.»
Ya se ha hecho notar en otros capítulos de esta obra la im-
portancia social y política que habían alcanzado los mulatos
en casi todas las provincias y reinos de este continente. Los
pardos se hallaban siempre dispuestos á provocar ó secundar
desórdenes, ya con el fin de vengar agravios inferidos á su
clase, ya con el de procurar su independencia de los peninsu-
lares. Nicaragua había sido víctima en más de una ocasión
de los resentimientos á que dieran rienda suelta los mulatos.
No debe, pues, extrañarse que el Gobernador de esta Provin-
cia temiera por la conservación del orden público si se diese
cumplimiento á la parte final del artículo 137 de la Orde-
nanza.
LIB. Vlll.-CAP. VI.-REFORM�S, ETC. 203

Con fecha 20 de enero de 1788, dirigió al Monarca una re-


presentación, cuyos pasajes más importantes decían así:
«Don Juan de Ayssa, Gobernador Intendente, Vice-patrono
y Comandante de la Provincia de León de Nicaragua en vues-
tro Reino de Guatemala, con el más profundo respeto, dice:
que después de haber meditado con reflexión muy detenida
la materia del artículo 137 de la sabia novísima Ordenanza de
intendentes, y haber practicado con la mayor prudencia algu-
nas disimuladas tentativas á efecto de explorar el ánimo de
los mulatos y negros en cuanto al asunto que comprende, in-
firió por sus resultas las disposiciones poco favorables en que
se hallaban para recibir con docilidad la imposición del tribu-
to anual de que trata dicho artículo.»
«El Gobernador que representa, no sólo se halla íntima-
mente convencido de que esta cuota tributaria es en sí jus-
tísima y en extremo moderada, respecto de la industria, pro-
tección y auxilios de que gozan los contribuyentes, sino que
igualmente se evidencia de que lejos de poder graduarse por
nuevo aquel impuesto, es tan antiguo en mayor y aun doble
cantidad, como el establecimiento de sus causantes en la Amé-
rica, quienes fueron sin duda recibidos bajo esta· precisa y jus-
ta obligación, dictada desde su origen por las primeras leyes.
Y si bien la falta de observancia no debilita en manera algu-
na su derecho y fuerza, cuando se intenta ejecutar produce á
veces en el consejo del vulgo efectos de novedad.»
«Estas consideraciones, apoyadas por otra parte en los co-
nocimientos prácticos de vuestro Gobernador, le conducen á
manifestar su dictamen de que por ahora tal vez sería muy
conveniente no estrecharlos demasiado sobre este punto, puesto
que el exorbitante número de mulatos en su Provincia, con
proporción á las demás clases, su particular carácter, relacio-
nes é ideas, la poca fuerza y auxilios para sostener el gobier-
no y hacer respetables eus providencias, junto con la inme-
diación á los caribes y conterranía del suelo á los desiertos
espaciosos que guían por Panamá á la carrera del Perú, faci-
litan de algún modo en cualesquiera acontecimientos la impu-
nidad de sus resistencias ó favorecen cuando menos el aban-
204 HISTORIA DE NICARAGUA

dono del país, cuyas ventajas son una precisa consecuencia de


la industria y aplicación de aquellos pobladores.»
«Sin embargo, confía justamente vuestro Gobernador en
llenar sin riesgo aquel objeto, variando tan solamente el nom-
bre de la exacción, sin alterar la sustancia de ella, siendo cier-
to que la opinión vulgar, ignorancia y preocupaciones antiguas
dificultan no pocas veces algunas cosas, que se logran sin re-
pugnancia por otros medios conducentes al propio fin, sin to-
car en los insinuados escollos.»
«Así que, señor, en el presente caso, más que la contribu-
ción misma, es odioso los mulatos el nombre de tributo, por-
á

que persuadidos, aunque falsamente, de la superioridad de su


clase sobre los indios, á quienes juzgan, sin razón, envilecidos
por la calidad de tributarios, les ofende vivamente cuanto ten-
ga apariencia de igualdad con ellos, por su inexorable oposi-
ción; y he aquí cómo la mudanza de nombre sólo, influiría en
su dócil aceptación, y más dignándose Vuestra Magestad de
manifestar, como acostumbra por un efecto de su beneficen-
cia, el aprecio que ciertamente le merecen sus amados vasa-
llos cuando se distinguen por su industria, pronta obediencia
y eficaces servicios.»
«A este fin trabaja sin cesar el Gobernador Intendente,
para reunir en forma de pueblos y situación proporcionada los
muchos individuos de esta clase que viven dispersos y casi
vagando en las vastas campiñas de su Provincia, bien per-
suadido á que esta providencia sería capaz de preparar los
ánimos por un natural convencimiento de las ventajas socia-
les, recomendando al mismo tiempo el espíritu de patriotis-
mo, que se disipa en la soledad, y acostumbrándolos á
cierto
orden, policía, gobierno y subordinación.»
«Entre tanto se abstiene vuestro Gobernador de intentar
por medio de la fuerza alguna novedad en este punto, ciñén-
dose por ahora á indicar los inconvenientes expresados laá

Junta Superior del Reino, para que adopte las medidas que
graduare oportunas y está pronto áejecutar, mientras que
no se digne Vuestra Magestad de resolver otra cosa, cuya
á

soberana atención, se ha creído obligado en las actuales cir-


cunstancias, á dirigir esta humilde representación, nacida del
LIB. VIII.---CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 205

justo celo que asiste al Gobernador por la tranquilidad pública


y mejor servicio de Vuestra Magestad.»
Se ha copiado casi íntegramente la anterior exposición, por-
que ella pone de manifiesto la prudencia y el buen juicio del
Gobernador, á quien no se ocultaban los peligros que traería
al orden público la ejecución del artículo 137 de la Ordenanza.
Es de sentir que la inteligencia del Gobernador se hallara un
tanto oscurecida por errores en materias económicas, no bien
conocidas por la generalidad en aquella época.
El artículo 12 fué también objeto de una representación
dirigida al Monarca por el mismo Gobernador don Juan de
Ayssa. Con relación á los repartimientos había el Rey dis-
puesto lo siguiente :
«Pero ni los subdelegados, ni los alcaldes ordinarios, ni los
gobernadores que quedan existentes, ni otra persona alguna,
sin excepción, han de poder repartir á los indios, españoles,
mestizos y demás castas, efectos, frutos ni ganados algunos,
bajo la pena irremisible de perder su valor en beneficio de los
naturales perjudicados y de pagar otro tanto, que se aplicará
por terceras partes á mi Real Cámara, juez y denunciador, y
en casos de reincidencia, formada sumaria por el Intendente
y dando cuenta con ella á la Junta Superior de Hacienda, oídas
las partes y justificado el delito, se aumentará el castigo hasta
la confiscación de bienes y destierro perpetuo de los delin-
cuentes, cuya ejecución suspenderá para que con sólo los go-
bernadores referidos mientras me consulta la sentencia, y no
para con los demás si no hubiere lugar al recurso de apela-
ción á mi real persona: entendiéndose que los indios y demás
vasallos míos de aquellos dominios quedan, por consecuencia,
en libertad de comerciar donde y con quien les acomode, para
surtirse de todo lo que necesiten.»
Refiriéndose á esta disposición, decía don Juan de Ayssa,
en representación de la misma fecha que la anterior, que ella
era dictada sin duda por un espíritu justificado de equidad,
clemencia y amor hacia estos vasallos, á quienes su gran dis-
tancia del trono no impedía que participasen de los benéficos
influjos que sin cesar les comunicaba un Monarca animado de
los sentimientos más puros de humanidad y religión. Reco-
20G HISTORIA DE NICARAGUA

nocía ser un hecho incontestable el de que á la sombra de los


antiguos repartimientos se habían irrogado en todos tiempos
á los indios considerables vejaciones, tanto por razón de los
efectos inservibles á su uso que se les forzaba á recibir, cuan-
to por los exorbitantes precios y su rigurosa exacción; per-
juicios que con la reforma contenida en el artículo 12 se tra-
taba de evitar, restituyendo en esa parte á los indios su natu-
ral libertad. Pero aseguraba que no obstante esa verdad,
una continuada serie de tristes experiencias le había hecho
convencerse de que sólo la necesidad podía excitar la aplica-
ción de los indios al trabajo y á la industria, pues su carác-
ter flojo é indolente nunca se ponderaba demasiado; y agre-
gaba:
«Con efecto, ellos desconocen enteramente el lujo y efica-
ces resortes de la opinión, el lucimiento y las distinciones ci-
viles. Estando exentos de ambición, se miran entre ellos con
indiferencia; y como por otra parte satisfacen á tan poca costa
sus primeras necesidades, prefieren la desnudez, sustentándose
de frutas, á las ventajas de una vida sociable, y se abisman
en un profundo abandono é inacción, á menos que una fuerza
moderada no les obligue á trabajar. Y he aquí como por una
consecuencia necesaria de obligarlos á recibir algunas ropas
propias á su uso, efectos manufacturables é instrumentos de
artes y agricultura, se les pondría en precisión de ejercitar su
industria.»
Pata conciliar la conveniencia de estimular á los naturales
al trabajo, con el deber en que el Gobierno se hallaba cons-
tituido de protegerlos contra los abusos de los empleados su-
balternos, proponía don Juan de Ayssa que expidiese la Corte
un reglamento, en el que señalara con atención á las circuns-
tancias de cada país, los efectos que se deberían distribuir,
sus precios, plazas y cobranzas, procediéndose en todo con su-
bordinación á los inmediatos superiores y á la Junta de Ha-
cienda.
«De esta suerte, decía, se hallará un medio justo, sin tocar
con los extremos; y en vez de que en el día no se encuentra
quien desempeñe las subdelegaciones, porque, á más de no
producir algún interés, privan de la facultad· de comerciar,
LIB. Vlll.-CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 207

tendrían los subalternos y demás jueces, á proporción, un nue-


vo estímulo para velar incesantemente sobre la industria labo-
riosa de sus súbditos. A estas conocidas ventajas se añade
la de facilitar por el mayor consumo los progresos de las ar-
tes, comercio y agricultura, seguro manantial de sólidas ri-
quezas cuando se mantiene entre estos ramos importantes una
circulación continua que evita la ociosidad, mejorando las cos-
tumbres, con aumento de la población.»
El Gobernador, no obstante su ilustración y talento, in-
curría en un gravísimo error al suponer innecesaria la supre-
sión de los repartimientos, y que podrían éstos reformarse
en beneficio de los naturales, mediante una ley en que se de-
terminaran los objetos que debían distribuírseles, su valor y
los medios de hacer la cobranza. En el transcurso de cerca
de tres siglos habían los monarcas de Castilla expedido fre-
cuentes reales cédulas y otras providencias encaminadas á me-
jorar la condición de los indígenas; y todas habían sido inefi-
caces para contener los abusos que con ellos cometían los due-
ños de repartimientos impelidos por el orgullo y la más des-
enfrenada avaricia. La opinión de don Juan de Ayssa parece-
rá más extraña, si se considera que dos años antes de que él
dirigiese al Rey el informe de que se trata, habían ocurrido
en Masaya escandalosos procedimientos por parte de los pro-
pietarios entre quienes se hallaban distribuidos los indios, y
que por haberse quejado ante el Presidente del Reino los al-
caldes de las cuatro parcialidades de aquel pueblo, exponiendo
el mal trato y duros trabajos á que se sujetaba á los naturales
y la miserable retribución que se les daba por sus servicios,
se ordenó al Gobernador, en auto de 2 de junio de 1785, que
desplegase la más activa vigilancia y el celo más escrupuloso
en orden al buen régimen de los repartimientos.
La Corte de Madrid no acogió en esta vez las indicaciones
del Jefe de esta Provincia con el favor que por lo común les
dispensaba.
Desde épocas remotas acostumbrábase en Nicaragua contar
el cacao para su expendio, en vez de valerse del peso como se
hacia con otros objetos comerciales. Esa práctica, cuyo ori-
gen se pierde en la oscuridad de los tiempos anteriores á la
208 HISTORIA DE NICARAGUA

conquista, fué después admitida y aun observada por los es-


pañoles, quienes para suplir la escasez de moneda que en esta
Provincia se experimentaba, continuaron empleando aquel fru-
to como signo representativo del precio de las cosas en la ce-
lebración de los contratos. De ahí provino el que con respecto
al cacao se prescindiese por completo del uso del peso, aun
en los casos en que dicho artículo era el objeto principal sobre
que recaían las operaciones del comercio.
Considerando que sería provechoso á estos pueblos el arre-
glar uniforme y exactamente los pesos y medidas de todas las
cosas comerciables, y que el método de contar el cacao era
ocasionado á fraudes y equivocaciones á causa de su prolijidad,
el Gobernador Intendente dirigió (enero 20 de 1788), una re-
presentación al Presidente y Capitán General del Reino, en
la que le indicaba la conveniencia de extender á las ventas
del cacao el sistema del peso, pidiendo para este fin un acuerdo
de general y obligatoria observancia. «Este prudente siste-
ma, decía, influye en derechura sobre la igualdad y buena fe
de los contratos, facilita la más cómoda circulación del co-
mercio, abrevia con sencilla economía sus operaciones mecá-
nicas, evita los fraudes, auxilía con su facilidad el cálculo,
preserva de errores, y en una palabra, completa los oficios de
la justicia conmutativa.»
El Fiscal, á cuyo conocimiento pasó la consulta del Go-
bernador de Nicaragua, opinó, que aunque la costumbre de
contar el cacao para su expendio era una operación compli-
cada, fastidiosa y de graves embarazos en el comercio, no se
oponía á ninguna ley ni á principio alguno de poiítica, razón
por la cual sería injusta cualquier providencia coactiva que la
autoridad expidiese con el fin de abolirla. Pedía, por tanto,
que sin ocupar la atención de la Junta Superior con este ne-
gocio, mandase el Presidente librar orden provisional á,efec-
to de que el Gobernador de Nicaragua, por sí y por medio de
sus subalternos, procurase extender entre los vecinos de la
Provincia el uso del peso ó medida para el expendio del cacao,
haciéndoles comprender la ventajosa simplicidad de ese siste-
ma; pero esto debía entenderse sólo respecto de las ventas por
mayor, dejando intacta la costumbre de contar el cacao en las
LIB. Vlll.-CAP. VI.-R'EFORMAS. ETC. 209

permutas y ventas menores, pues era indispensable para su-


plir la falta de monedas de á cuartillo y de otros ínfimos va-
lores, que se notaba aun en las más opulentas provincias de
América. El Presidente acordó de conformidad con lo pedi-
do por el Fiscal.
Por real cédula expedida en 1787, fué nombrado don Diego
Piloña y Ayala, Teniente letrado, Asesor ordinario del Go-
bierno é Intendencia de la Provincia de Nicaragua y de la Su-
perintendencia de su Real Hacienda, con el sueldo de mil qui-
nientos pesos anuales. Era Piloña un abogado notable, como
lo demuestran los numerosos escritos judiciales que de él se
conservan y algunos importantes informes dirigidos al Rey, en
los cuales aparecen de manifiesto su profunda erudición y rec-
to criterio. Poco tiempo desempeñó el destino de Asesor, por
haber sido nombrado Fiscal de la Audiencia del Reino.
Volvamos á la narración de los sucesos que se verificaban
en el territorio de Mosquitos. Hemos dicho en el capítulo an-
terior, que los naturales de aquella costa, en la invasión al
pueblo de Juigalpa que efectuaron el año de 1782, tornaron
prisioneras á varias jóvenes de aq�ella población, las cuales
fueron entregadas al Gobernador mosco, residente á la sazón
en Tubapi (1). Éste trató al principio con alguna dureza á
las cautivas; pero en 1787 había cambiado de conducta, com-
portándose generosamente con ellas, y en especial con María
Manuela Rodríguez, á quien daba muestras de particular esti-
mación. A poco tiempo manifestó el Gobernador su deseo de
convertirse al cristianismo y procuró hacerse instruir en los
rudimentos de la religión, dejando conocer que se hallaba ani-
mado del más sincero fervor. Pidió el sacramento del bautis-
mo, el cual le fué conferido por la prisionera Ana Sanabria.
Con el jefe recibiéronlo también cuatro de sus concubinas, lla-
madas Quili, Larinda, Miliori y Bisibil, su hermano Rabili, su
hijo Caluil y poco después su hija Mirimal, á quien lo admi-
nistró el prisionero costarricense Pablo Cubero.
Por este tiempo Bretón ó Bretot, que así se llamaba el
Goberr.ador de los mosquitos, recibió una comunicación del In-

(1) El lugar en que de ordinario tenía su asiento era Alabara.


III.­14
210 HISTORIA DE NICARAGUA

tendente de Nicaragua, en la que le requería para que pusiese


en libertad á todos los prisioneros que en su poder conservaba,
puesto que la guerra entre Inglaterra y España había termi-
nado. Bretón contestó que estaba dispuesto á enviar los pri-
sioneros á la capital de esta Provincia.
Los naturales de nuestra costa atlántica no ocultaban sus
designios de establecerse en el interior del territorio de Ni-
caragua: antes bien, hacían pública manifestación de este de-
seo, solicitando,el apoyo de las autoridades reales y procuran-
do agradarlas con demostraciones de amistad y simpatía. En
18 de diciembre de 1787 llegaron á León, habiendo subido el
río de San Juan, cuatro indios moscos y un prisionero de Chi-
riquí que les servia de intérprete, enviados por el Almiral con
objeto de visitar al Gobernador de esta Provincia y de obse-
quiarle con una cotona de algodón que había tejido la mujer
de aquel jefe. Esos indios eran vecinos de una parcialidad ó
ranchería denominada los Ramas, entre la boca del río San
Juan y Bluefields, en donde se habían establecido desde 1780.
fugitivos de un lugar llamado el Tortuguero y situado entre
Matina y el río Colorado, á causa de una sorpresa ejecutada
aquel año en dicho establecimiento, por don Tomás Corrales,
en virtud de órdenes del Superior Gobierno de este Reino.
El Gobernador los recibió con señaladas muestras de amis-
tad y aprecio; mandó suministrar á cada uno de ellos un ves-
tido de bramante, y procuró persuadirles, por medio del in-
térprete, de la estimación que los españoles profesaban á los
habitantes de la costa. Los indios regresaron poco después
á su país, conduciendo algunas bujerías de mucha apariencia
y poco costo, con que el Gobernador correspondía al obsequio
que había recibido de parte de la mujer del Almiral.
Del 30 de abril al 14 de mayo de 1788 llegaron á Grana-
da, en dos divisiones, doce individuos de la misma parcialidad
de las Ramas. Manifestaron que venían á establecerse en esta
Provincia, por haber reñido con un capitán de los suyos llama-
do Carca y tener noticia de que en aquella ciudad se encon-
traban unas indias apresadas en la sorpresa del Tortuguero.
El Gobernador Ayssa dispuso que se suministrase á los recién
llegados lo necesario á su manutención, sin ofrecerles por en-
LIB. VIII.--<::AP. VI.-REFORMAS, ETC. 211

tonces auxilio alguno para su establecimiento, por carecer de


instrucciones á ese respecto. Al dar cuenta de estos sucesos
á la Corte de España, quejábase el Jefe de la Provincia, de no
haber recibido facultades especiales relativas la conducta
á

que debía observar con los mosquitos que intentasen fundar po-
blaciones dependientes de las autoridades españolas.
«No se me ha comunicado, decía, la menor tintura del sis-
tema y máximas de nuestro Ministerio con las naciones de la
costa Mosquita, sin embargo de que esta Provincia de mi man-
do confina con ellas desde el Norte al Sursueste, comunicán-
dose por diferentes ríos, y que repetidas veces solicité estas
importantes ideas de mi jefe inmediato presintiendo por
las que yo adquirí particularmente y otros antecedentes, que
en varios casos ejecutivos necesitaría de aquellas instruccio-
nes y facultades para dirigir con seguridad mis operaciones
al servicio de Dios, del Rey y de la Patria, únicos objetos que
animan mis eficaces deseos y son la regla ó norma á que pro-
curo ajustar mis procedimientos.»
En 20 del propio mes de mayo, dirigió al Presidente y Ca-
pitán General del Reino una consulta en que le exponía las
razones que le hacían esperar la próxima traslación de muchos
carihas y mosquitos al interior de la Provincia. Le indicaba
la conveniencia de establecerlos en Matiare, pueblo compuesto
de sólo nueve tributarios y el cual, por la índole, costumbres
y ocupaciones de sus moradores, por la fertilidad y buen tem-
ple de que gozaba, por la abundancia de caza y pesca, montes
y llanos que en él había y por su proximidad la laguna de
á

Managua, era preferible otros muchos para el objeto que se


á

tenía en mira: llamaba la atención del Gobierno Superior ha-


cia los malos resultados que había producido en otras épocas
la costumbre de incorporar tribus recién civilizadas en pobla-
clones ya formales y sujetas de antiguo al dominio español; y
por último manifestaba que sería conveniente y de poco costo
para el Gobierno proporcionar durante un año los nuevos á

pobladores los auxilios precisos para su alimentación y ves-


tuario, lo mismo que instrumentos de agricultura, semillas, al-
godón y ganado en cantidad moderada, fin de que se dedi-
á
212 HISTORIA DE NICARAGUA

casen desde luego al trabajo y adquiriesen los medios nece-


sarios para subsistir por sí mismos.
Esta exposición pasó al conocimiento de la Junta de Ha-
cienda, la que, previa vista fiscal, acordó en 4 de junio siguien-
te, que se concediese á los mosquitos el pueblo de Matiare para
su establecimiento, dispensándoles por diez años del pago de
tributos y debiendo construir ellos mismos sus habitaciones.
con el auxilío de los moradores del pueblo: que se asistiese á
cada uno por espacio de seis meses con dos reales diarios para
su manutención, los que debían tomarse del producto anual
que rindiese el dos por ciento del aumento de las comunida-
des de indios, introducidas en cajas reales según la Ordenan-
za, y que cuando hubiesen edificado sus casas, se diese á cada
poblador mosquito una fanega de maíz, algunos animales do-
mésticos y los instrumentos necesarios para sus labranzas.
Con fecha 18 del mismo mes el Subdelegado de Matagalpa
dió aviso al Gobernador don Juan de Ayssa, de que por el río
del Agua-caliente se dirigían al interior de esta Provincia,
cuatro negros ingleses y un mestizo prisionero de Costa-Rica,
quienes aseguraban ser enviados por el Gobernador mosco para
servir á doña Manuela Rodríguez, que en unión con otras pri-
sioneras se encaminaba también á Granada para pasar en se-
guida á León. El Subdelegado acompañaba á su carta ciertos
pliegos que conducían los mosquitos, y que abiertos por el Go-
bernador de la Provincia resultaron ser una carta ó pasaporte
en inglés firmado por el Arzobispo Virrey de Santafé y otro
del Coronel don Roberto Hodgson, Comandante de Bluefields.
En virtud de este aviso el Gobernador expidió al Coman-
dante del fuerte de San Carlos las órdenes convenientes á efec-
to de que proporcionase á las prisioneras y personas que las
acompañaban, los auxilios necesarios para subir el río y con-
tinuar su viaje por la laguna hasta Granada. Igual preven-
ción hizo al 'I'eniente de los Ministros de Real Hacienda en
esa ciudad, en orden al hospedaje y asistencia que debía dar-
les. Auxiliados oportunamente por el Comandante con víve-
res, gente y una piragua, arribaron á la fortaleza el 29 del
propio mes de mayo: de allí salieron el 2 de junio en la em-
barcación auxiliar y en un bote que ellos mismos habían traído;
LIB. VIII.--CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 213

Y después de cinco días de navegación llegaron á la ciudad de


Granada.
Por disposición del Gobernador fueron trasladados á León,
á donde llegaron el 25 de junio. La comitiva se componía de
las prisioneras Manuela Rodríguez y Ana Sanabria y el mes-
tizo costarricense Cubero, á quienes acompañaban por encar-
go del Gobernador mosquito una hija de éste, indita pura de
cuatro años de edad, encomendada al cuidado de la Rodríguez,
un Almiral con su mujer y un hijo de catorce años, un Coro-
nel, otro oficial y dos sirvientes, todos naturales de la costa.
El día 26 recibió don Juan de Ayssa á los jefes mosquitos,
rodeando este acto de la mayor solemnidad, persuadido de
que produciría en ellos favorable impresión la exterioridad del
aparato. El Almiral saludó al Gobernador de la Provincia,
dándole repetidos ósculos y abrazos y haciéndole expresivas
demostraciones de estimación; el Coronel se limitó abrazarlo
á

y hacerle una seria cortesía, y el oficial sólo le estrechó la


á

mano. Terminados estos cumplimientos, el Gobernador despi-


dió á todos los concurrentes al acto, y por indicación del Al-
miral se quedó sólo con éste.
En la conversación que tuvieron manifestó el mosquito
que el Gobernador de su nación se hallaba animado del más
vehemente deseo de establecerse en lo interior de esta Provin-
cia y abrazar definitivamente el cristianismo: que hasta la lle-
gada de doña Manuela Rodríguez ála costa, no había profe-
sado Bretot religión alguna, visto lo cual por aquella señora
dedicóse con empeño, luego que hubo aprendido la lengua mos-
quita, comunicarle algunos conocimientos relativos la exis-
á
á

tencia del Ser Supremo y á la inmortalidad del alma, ideas que


produjeron en el ánimo de aquel jefe el anhelo por recibir el
bautismo: que una de las cautivas le había administrado este
sacramento, poniendo á Bretot el nombre de Bernabé, al cual
él agregó el apellido de Sanabria, por consideración á la bau-
tizante. En seguida ambas prisioneras habíanse dedicado á
enseñarle algunas oraciones y prácticas devotas.
Comunicó el Almiral á don Juan de Ayssa el proyecto que
tanto el Gobernador de la costa como el Rey de los zambos,
llamado Jorge, tenían de pasar Cartagena, con objeto de ha-
á
214 HISTORIA DE NICARAGUA

cer una visita al Arzobispo Virrey de Nueva Granada, asegu-


rarle de la obediencia de su nación al dominio español y reci-
bir el bautismo con todas las solemnidades prescritas por la
iglesia.
Expresó la solicitud del Gobernador mosco (á quien llama-
remos por ahora Bernabé) relativa á que se le concediesen
tierras donde poblar, algunos auxilios para su establecimiento
en esta Provincia, una casa como las que le servían de habi-
tación en Alabara y Tubapi, y principalmente que se le con-
cediese permiso de contraer matrimonio con doña Manuela Ro-
dríguez, ó en defecto de esta señora, con otra de su agrado.
Ofreció el comisionado enviar un hijo suyo á León para que
se educase bajo la dirección del Gobernador de Nicaragua, y
pidió que se le administrase á él mismo el bautismo, como
también á los individuos de su comitiva, en especial á la hija
de su jefe, la cual había sido entregada por éste á doña Ma-
nuela, en garantía de su palabra de matrimonio.
El Gobernador don Juan de Ayssa, contestó al comisiona-
do mosquito, que aceptaba con agrado las proposiciones de
que era mensajero y se empeñó en persuadirle de las ventajas
que podrían prometerse de la sujeción al Rey de España, pon-
derándole las benéficas intenciones y los generosos procedi-
mientos de los españoles, la justicia, orden y equidad del go-
bierno colonial, las comodidades, honras, diversiones y justos
placeres de que disfrutarían, la tranquilidad y seguridad en
que habían de vivir, los grandes conocimientos científicos y
artísticos, noticias, secretos y habilidades que llegarían á po-
seer, y sobre todo, procuró convencerle de la necesidad que te-
nían de abrazar sinceramente la religión católica, para alcan-
zar la eterna felicidad. A todo lo cual manifestó el mosquito
el más completo asentimiento y dió á conocer su vivísimo an-
helo por la consecución de esos objetos, quejándose de que los
ingleses los hubiesen mantenido en la ignorancia hasta el gra-
do de no enseñarles á componer sus propias herramientas ni
suministrarles las más superficiales noticias sobre algunas ar-
tes desconocidas entre ellos.
Prometió el Gobernador Ayssa al Comisario mosco que
concedería en esta Provincia á los naturales de la costa, tie-
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 215

rras fértiles, sanas y abundantes de caza y pesca, en una ex-


tensión proporcionada al número de colonos que las poblasen,
y que facilitaría á éstos los víveres y auxilios necesarios mien-
tras no pudiesen subsistir por sí mismos; pero se abstuvo de
determinar la calidad y cantidad de esos socorros, por temor
de ofrecer más de los que pudiera darles, supuesta la escasez
de los señalados por la Junta de Hacienda para casos seme-
jantes. Tampoco quiso comprometerse, como lo deseaba el
Almiral, á que establecidos los mosquitos en un paraje central
del territorio de la Provincia, continuasen bajo el gobierno y
dependencia de sus antiguos jefes, si bien les dejó entrever la
esperanza que abrigaba de que el Monarca les otorgase tal
privilegio, puesto que desde el momento en que los mosquitos
se estableciesen en sus dominios, serían reputados fieles vasa-
llos de la Corona de España. Don Juan de Ayssa, como pru-
dente y sagaz que era, hizo comprender al comisionado del
Gobernador mosco, que esa subordinación política lejos de ser-
les gravosa les traería grandes ventajas, especialmente al Go-
bernador, Almiral, oficiales y otros sujetos distinguidos por
sus méritos, quienes llegarían á ocupar puestos importantes
en la administración pública. Pero no habló cosa alguna re-
lativamente á tributos ni á otro género de contribuciones, tan-
to por no ser aquélla la ocasión oportuna para tratar sobre
estas materias, como porque sabía que la obligación de pagar
el tributo era el argumento más fuerte con que en todos tiem-
pos habían intentado los ingleses hacer odiosa en América
la dominación española y retraer á las tribus no civilizadas de
la obediencia y sujeción que las autoridades reales habían pre-
tendido imponerles.
Manifestó asimismo el Jefe de esta Provincia, que no ha-
llaba inconveniente en que se efectuase el matrimonio del Go-
bernador mosquito con doña Manuela Rodríguez ó con otra se-
ñora de igual condición; y accedió gustoso á que bajo su pro-
pia vigilancia se educase el hijo de Bretot. Ofreció que se ad-
ministrarí.a el bautismo á los individuos de la comitiva del
Almiral y á este mismo, cuando estuviesen instruidos en la
doctrina cristiana; pero que á la hija del Gobernador mosco
le sería conferido inmediatamente, en consideración á su corta
216 HISTORIA DE NICARAUUA

edad. Indicó, por último, las precauciones y avisos que de-


bían preceder á la traslación de los mosquitos á esta Provincia.
Así terminó la primera conferencia entre el Almiral y don Juan
de Ayssa. Este obsequió en seguida al primero y á sus acom-
pañantes con un almuerzo, en que se sirvieron abundantes po-
tajes y bebidas, las que los mosquitos tomaron con moderación
y aseo.
El Gobernador Ayssa, en informe dirigido al Rey, habla
del Almiral en los términos siguientes:
«Es de color azambado oscuro: tendrá cinco pies y otras
tantas pulgadas de estatura: representa como cuarenta años
de edad: expresó ser nieto de un negro de Panamá é hijo de
mosquita, y descubre un mediano fondo de razón y moral na-
tural. No acertando á expresarse bien acerca de los ventajo-
sos conocimientos adquiridos con su venida, lo manifestaba
cerrando y abriendo de repente las puertas y ventanas de la
pieza en que se hallaba, y quitando y restituyendo al mismo
tiempo la vista de sus ojos con la mano, indicaba por estas
comparaciones que había pasado de las tinieblas á la luz. Se
presentó con un vestido militar, ajado, con bordadura de seda,
espada y bastón, insinuando que no vestía uno de los que trajo
decentes y galoneados (en que contesta don Luis Tife que los
acompañó desde Granada), porque estaban hechos á la ingle-
sa, y juzgaba debía renunciar hasta la forma de aquel traje.»
El Intendente mandó proveer á los mosquitos de vestidos
según su clase, supliendo los gastos que en ellos se hicieron,
como también los causados en la manutención de doña Ma-
nuela Rodríguez y en los obsequios hechos á los visitantes.
Procuró asimismo que viesen con prolija atención la ciudad,
sus casas y templos. Al contemplar la catedral manifestáron-
se los mosquitos admirados, y más aún cuando asistieron á una
función que en ella se celebraba. Luego que hubo termina-
do el sermón, algunos de los mosquitos, aludiendo al predi-
cador, preguntaron por qué se irritaba aquel hombre; y ha-
biéndoseles explicado lo que significaba el acto, dieron á en-
tender el pesar que les causaba su pronta terminación. «En
fin, decía el Gobernador en su informe, no omití medio algu-
no de cuantos pudieran hacerles concebir una ventajosa idea
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 217

de nuestras comodidades, riquezas, costumbres, esplendor y


diversiones, para que formando una comparación natural con
las rústicas ó ningunas que ellos disfrutan, se excitase por
consecuencia necesaria un eficaz deseo de mejorar de situa-
ción.»
El domingo 6 de julio de 1788, se administró el sacramen-
to del bautismo y el de la confirmación á la hija del Gober-
nador mosco, por mano del Obispo don Juan Félix de Ville-
gas, quien la puso los nombres de Carlota Luisa Jacinta. Fue-
ron padrinos el Gobernador Ayssa y su esposa. Se dió al acto
la mayor solemnidad, habiendo asistido toda la comitiva del
Almiral, las personas más distinguidas de la ciudad y mucha
gente del pueblo. Por la noche se obsequió á los mosquitos
con un baile y cena en casa del Intendente, quien se empeñó
en que fuesen tratados con cariño y familiaridad, para desva-
necer el exagerado concepto que tenían acerca de la gravedad
de los españoles.
En otra conferencia habida entre el Almiral y don Juan
de Ayssa, indicó el primero al segundo la conveniencia de en-
viar un sujeto de su cofianza en una balandra ó goleta para
que acompañase al Gobernador mosco en su próximo viaje á
la capital de esta Provincia. Aceptada la indicación, fueron
comisionados con ese objeto don Luis Tife, Capitán de una lan-
cha cañonera en el lago de Granada, y el Padre Fray Manuel
Barrueta, misionero del Colegio de la Propaganda en Guate-
mala y persona muy práctica en esa clase de encargos por ha-
ber tomado parte activa en las reducciones de Talamanca.
Para hacer estos nombramientos, el Gobernador de Nicara-
gua se puso de acuerdo con el Obispo Villegas, quien había
manifestado el más decidido empeño por extender la religión
católica entre las tribus salvajes de la costa del Norte, como
lo demuestra el hecho, entonces reciente, de haber visitado en
persona las fronteras de Matagalpa y hecho fructuosas tenta-
tivas en orden á la conversión de los f aribes.
Doña Manuela Rodríguez no manifestaba grande aversión
á su proyectado matrimonio con el Gobernador mosco, no
obstante que la edad de éste era de más de cincuenta años y
que por ser tan reciente su conversión al cristianismo hacía
218 HISTORIA DE NICARAGUA

temer que no abandonaría fácilmente sus antiguas costumbres.


Hallábase doña Manuela depositada en casa de una viuda dis-
tinguida, en donde se le suministraba, por cuenta de la Real
Hacienda, cuanto la era necesario para su comodidad y decen-
cia. Había rehusado la .compañía de los negros enviados al
servicio suyo por el Gobernador Bernabé, á quien dirigió una
carta en términos cordiales pero decorosos.
Como el Gobernador Ayssa tenía proyectado establecer en
Matiare á los mosquitos que viniesen de la costa, hizo que el
Almiral y sus compañeros conociesen aquel pueblo, y aun man-
dó construir algunas casas pajizas para los que quisiesen que-
darse allí desde luego. El Almiral se manifestó muy satis-
fecho del paraje escogido para el establecimiento de los de
su nación é instó vivamente á don Juan de Ayssa á fin de
que mandase fabricar inmediatamente la casa que debía des-
tinarse al Gobernador mosco; pero aquél, careciendo de órde-
nes expresas del Gobierno Superior á ese respecto, eludió la
pretensión, bajo el pretexto de no ser la estación aparente para
dar principio á la fábrica, tanto por estar descompuestos los
caminos, como porque las maderas se hallaban húmedas.
El 10 de julio emprendió su regreso á la costa la comitiva
de mosquitos, acompañada del Padre Barrueta y del Capitán
Tife, después de haberse despedido de todas las personas im-
portantes de León.
A fines de 1787, habían llegado á Cartagena siete oficiales.
indios, zambos y mulatos de la Mosquitia, comisionados por
sus jefes para anunciar al Virrey de Nueva Granada la próxi-
ma visita que éstos le harían y el propósito en que se halla-
ban de sujetarse al dominio del Monarca español. Los comi-
sionados fueron recibidos por las autoridades de aquel puerto
con la misma generosidad y cortesía con que el Gobernador
de Nicaragua trató á los que por la misma época visitaron
la ciudad de León.
Poco después efectuaron su viaje á aquel Reino el Gober-
nador mosco y el Rey de los zambos, llamado Jorge. El pri-
mero manifestó al Virrey, que aunque había sido ya bautiza-
do, tenía algunas dudas sobre la validez del bautismo que se
le había conferido, y que por tanto deseaba reiterarlo.
LIB. Vlll.----CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 219

Luego que fué instruído en la doctrina cristiana, dispuso el


Arzobispo que fuese bautizado solemnemente, lo que se veri-
ficó el 6 de julio de 1788, es decir, el propio día en que la hija
del jefe mosquito recibía en León el mismo sacramento. El
bautizante del Gobernador fué el Arzobispo Virrey, quien le
agregó al nombre de Bernabé los de Carlos Antonio, con los
cuales fué conocido en adelante. Adoptó el apellido de Cas-
tilla, en lugar del de Sanabria que antes había recibido, y tuvo
por padrino al Gobernador y Comandante General de la plaza
de Cartagena. En seguida se le administró por mano del mis-
mo Arzobispo la confirmación, siendo padrino el Mariscal de
Campo don Antonio de Arévalo, en nombre del Monarca de Es-
paña. Ambos actos se verificaron con gran pompa. García
Peláez describe la fiesta, diciendo que «el Gobernador de la
plaza condujo desde su palacio al Arzobispo Virrey, el Ayun-
tamiento de la ciudad y todos los ministros y distinguido ve-
cindario, formándose la tropa desde el palacio hasta la ca-
tedral, haciendo salva la fusilería al tránsito por las esquinas:
en dicha catedral esperaba al prelado el Cabildo eclesiástico
con la clerecía y comunidades religiosas que asistieron al acto,
que se practicó con las ceremonias eclesiásticas y la mayor
devoción. . . y al acto de echar el agua se hizo una salva con
toda la fusilería y la artillería del baluarte más inmediato».
Terminada la solemnidad religiosa volvió el Arzobispo con
el mismo acompañamiento á su palacio, en donde recibió pú-
blicos besamanos. Don Carlos Antonio de Castilla, fué obse-
quiado con un almuerzo en casa del Comandante, y una co-
mida en la mansión arzobispal, y por la noche hubo baile en
casa del Gobernador.
El jefe mosquito manifestó al Virrey, que si necesitase tro-
pa en cualquier emergencia, le enviaría tres ó cuatro mil hom-
bres de guerra, que estarían dispuestos á prestar sus servicios
con sólo la pensión de ración : pidió misioneros que pasasen á
la costa á bautizar en los pueblos de su mando, y aseguró que
tan luego como llegaran haría construir una iglesia en para-
je próximo á su casa.
En cuanto á Jorge, rey de los zambos, nada habló acerca
de religión durante su estadía en Cartagena: no asistió al bau-
220 HISTORIA DE NICARAGUA

tismo del Gobernador, y dejó conocer que el mayor inconve-


niente que encontraba para su conversión al cristianismo, era
su repugnancia á separarse de las mujeres que poseía.
Pocos días después el rey Jorge y el Gobernador don Car-
los Antonio de Castilla, con sus respectivos acompañamientos
emprendieron el regreso á la costa de mosquitos.
En comunicación dirigida al Ministro español, con fecha
23 de julio, daba cuenta el Jefe de esta Provincia, de haber
salido de Cartagena con dirección á nuestras costas del Nor-
te, dos correos armados en corso, y agregaba: que «supuesto
era una quimera el intento impracticable de unir los dos mares
por medio del Gran Lago, creía llegado el caso de facilitar á

poca costa la importantísima y fácil navegación del río de


San Juan, y más estando ya removido el obstáculo de las na-
ciones moscas, zambas y caribes, bien que ese proyecto sería
siempre combatido por el comercio y magnates de Guatemala,
que fundaban sus intereses en la funesta navegación 'Y giro
por el golfo de Honduras: oposición que podría evitarse si el
Ministerio extendía hacia ese objeto su atención».
El inglés Roberto Hodgson, enviado á. la Mosquitia por el
Gobierno británico, después de la recuperación del castillo por
parte de los españoles en 1781, con objeto de trabajar en pro
de los intereses de aquella nación, según lo indicamos en el ca-
pítulo anterior, habíase pasado al servicio de España en la úl-
tima guerra, y logró captarse en tal alto grado la confianza
del gobierno peninsular, que obtuvo de éste el nombramiento
de Comandante en Bluefields. Hodgson atribuía á sus propios
esfuerzos y á su sola influencia la buena disposición en que
los mosquitos se hallaban de someterse al dominio de Car-
los III y las expresivas muestras de amistad y respeto que
daban á las autoridades españolas. Pero el Gobernador Ayssa
desconfiaba de la sinceridad del inglés, y aun llegó á persua-
dirse de que el único móvil de su conducta era el interés que
tenía en ejercer con seguridad el contrabando. Así lo mani-
festó á la Corte en la misma comunicación de 23 de julio,
asegurándole que el Comandante, al propio tiempo que cobraba
del tesoro español el sueldo de su grado, acopiaba grandes
cantidades de zarza, gomas, maderas y carey, y que era punto
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 221

dudoso el de si exportaba esos objetos áInglaterra o a Ja-


maica y si los artículos que le venían en retorno procedían ó
no de aquella nación.
El Gobernador había encontrado un documento que en su
concepto demostraba irrefragablemente la dedicación de Hodg-
son al comercio ilícito: ese documento era una carta firmada
por Alfonso Guzmán, pero escrita de letra de Hodgson, en la
cual proponía á don Francisco Guindos una negociación tan se-
creta como interesante á entrambos y le indicaba los medios
ocultos de que podía valerse para contestarle. Don Juan de
Ayssa envió esa carta al Presidente del Reino, á quien con-
sultó si convendría instruir á Guindos sobre la respuesta que
debía dar, á fin de descubrir la certeza y los pormenores del
negocio; pero aquel funcionario, juzgando impolítico ese pen-
samiento, previno al Gobernador se abstuviese de llevarlo á

efecto, y que en consecuencia, Guindos se limitase á rehusar


el negocio que se le proponía.
Casi al mismo tiempo que el Gobernador de los mosquitos
regresaba de Cartagena, llegaban á Bluefields el Padre Ba-
rrueta y el Capitán Tife. Juntáronse allí éstos con aquél y
con el Comandante Hodgson. En la laguna de Bluefields, como
á nueve leguas de la ciudad de ese nombre, reconocieron los
comisionados una población de zambos que constaba de vein-
tiséis casas y ciento sesenta personas, gobernada por un an-
ciano llamado Sixcar. Supieron también que arriba del río
Grande existía otra de negros azambados y aindiados y un ca-
caotal compuesto de cuarenta mil árboles, plantados por los
ingleses.
A instancias de Hodgson, el Padre Barrueta bautizó en
Bluefields cuarenta negros esclavos, pertenecientes á aquél. An-
tes de administrarles el sacramento se aseguró el Padre de
que estaban instruidos en la doctrina cristiana, y exigió ade-
más su dueño garantía de que no serían transportados á los
á

dominios de la Gran Bretaña.


Don Carlos Antonio de Castilla, continuó su viaje hacia
Tubapi, con objeto de prevenir á los pueblos del tránsito, de
la llegada del religioso. Éste determinó quedarse por algunos
días en Bluefields, en donde habló con Hodgson acerca del rna­
222 HISTORIA DE NICARAGUA

trímonío que deseaba contraer el Gobernador mosco con doña


Manuela Rodríguez. Antes de salir para la Mosquitia había
el misionero hablado con doña Manuela sobre los propósitos
del Gobernador, y conoció que alguna repugnancia tenía al
proyectado enlace. Lo que más la retraía de contraerlo, era
el terror que le causaba la idea de volver á la costa; pero te-
miendo que su negativa desanimase al Gobernador en su con-
versión al cristianismo y aun que fuese causa de una guerra
entre españoles y mosquitos, estaba resuelta casarse con tal
á

que don Carlos Antonio se trasladase á esta Provincia, como


se lo había prometido. Hodgson tenía noticia de los temores
que á doña Manuela Rodríguez causaba su futuro matrimo-
nio, pero se había abstenido de hacerlos notar á don Carlos
Antonio de Castilla.
A principios de agosto prosiguió el misionero su viaje á

Tubapi, á donde llegó el 25 de septiembre siguiente. Es digna


de conocerse la relación que él mismo hizo de lo que observó
en su tránsito de Bluefields á la población más importante
del gobierno mosquito.
«Después de la laguna de Bluefields, decía, se sigue la de
Perlas, en que hay varias poblaciones: la principal se llama
Agualatara, en que se encuentran quinientos hombres de ar-
mas y es mansión de los Yarinces y de un inglés de mala ca-
beza, casado con mosquita. De aquí hay camino para Muy-
muy y Boaco. Más adelante, siguiendo la costa, está un pue-
blo pequeño de diez casas y luego los pueblos de Principala
y Gualpasija, en que está otro inglés con hijos, casado con
mosquita, llamado Diego, de buenos procederes. A las seis
leguas comienzan otros pueblos, el de Alabara, más adelante
el de Cuculaya, luego Layasija, y más adelante otros de cuyos
nombres no recuerdo. En seguida está Tubapi, mansión del
Gobernador, con 26 casas, y luego un valle de varios pueblitos
en que hay quinientos hombres de armas. A éstos siguen el
pueblo de Quili y otros tres cuyos nombres no recuerdo, Y
luego el de Aquiguita, de mulatos y mestizos, donde empiezan
los pueblos de zambos, distinguiéndose el de Sandival por ser
residencia y mansión del rey, cuyas poblaciones se dilatan con
intervalo del río de Segovia y Cabo de Gracias, y continúan
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 22?.

hasta la laguna Azul, contigua á río Tinto. Las gerarquías de


estas dos naciones (la del rey Jorge y la del Gobernador don
Carlos Antonio de Castilla), es toda militar, de coroneles, que
son los almirales y oficiales generales, que siguen los capi-
á

tanes, sargentos, cabos y soldados. Estos últimos sólo pueden


tener una mujer, la que les cabe en el repartimiento: los otros
pueden tener más, en proporción, y los dos jefes (Rey y Go-
bernador), cuantas quieran. De estos jefes, el zambo tiene
medalla por el Rey de Inglaterra, y el mosco por el de Espa-
ña: lo mismo los almirales de más autoridad, y de ellas se sir-
ven para autorizar sus mensajes. Las poblaciones que van re-
feridas y otras varias, ocupan la ribera hasta ocho y diez
leguas á dentro, donde comienzan los tumbas, tuacas, ulúas,
jicaques del Jícaro y otras tribus de naciones diferentes que
les son aliadas y les están subordinadas por el temor de las
irrupciones con que las amenazan, y sufren la vez la supe-
á

rioridad que la navegación y las armas de fuego dan á las dos


naciones litorales.»
El misionero fué recibido en la playa por los parientes
del Gobernador y por veinte oficiales, quienes le ofrecieron
cabalgadura para entrar en Tubapi; pero él la rehusó, prefi-
riendo verificar pie su ingreso. Fué alojado en casa del Go-
á

bernador y allí no cesó de trabajar por la conversión de los


oficiales y otras personas del servicio de aquel empleado.
Bautizó á muchas de ellas, siendo las principales dos hijas y
tres concubinas de don Carlos Antonio de Castilla.
En una conversación secreta indicó el religioso al jefe de
los mosquitos, la obligación en que éste se hallaba de contraer
matrimonio con una de las mujeres en quienes hubiese tenido
hijos, lo que hizo nacer en el ánimo del Gobernador la sospecha
de que el misionero se oponía á su enlace con doña Manuela
Rodríguez. Manifestóle sus temores áeste respecto, hacién-
dole notar la extrañeza que le causaba semejante oposición,
cuando el Arzobispo Virrey de Nueva Granada y otros suje-
tos distinguidos de aquel Reino habíanle aprobado su proyecto
y expresado la facilidad de llevarlo á cabo. El Padre Barrueta
procuró disipar los temores del mosquito, haciéndole compren-
der que el Gobernador de Nicaragua se hallaba en la mejor
224 HISTORIA DE NICARAGUA

disposición para apoyar sus pretensiones, y aconsejándole que


antes de emprender viaje á León enviase recado á doña Ma-
nuela, á fin de saber si persistía ó no en la promesa que le
había hecho. Don Carlos Antonio de Castilla, dirigió el 12 de
octubre á su pretendida una carta en que le decía lo siguiente:
«Desde que fuí. al río de San Juan á dejar á U. para que
usase de su libertad y gozase de sus amados parientes, estoy
pensando en U. día y noche, y por más que le pido á Dios,
no se me quita de la cabeza el pensar que es de su divino
agrado el que nos casemos. Si U. no está en ello, esté enten-
dida por ésta de que está enteramente libre de su cautividad.
Al señor Teniente le dí una criada para U. y un presente. Yo
sólo me acordaba y tenía mucho pesar porque la piragua no
sabía como había llegado; pero así que vino don Luis Tife y
el reverendo Padre y me dijeron como U. quedó buena, me ale-
gré mucho. En Cartagena fueron muchos los favores que re-
cibí del señor Obispo, del señor Gobernador, de los señores
principales, pero sobre todo de S. E. Con todos estos señores
comuniqué mi casamiento con U. como me tiene dada palabra
aquí repetidas veces, y en el río de San Juan, palabra y mano;
y todos á una estos señores y S. E. me dijeron que era muy
bueno y me daban las gracias de haber escogido para esposa
á una señora tan virtuosa. Es cierto que el señor Obispo y
S. E. me dijeron que si quería ser cristiano había de dejar
todas las mujeres. Yo les respondí que á todas las dejaba
desde luego, menos á una señora de que estaba prendado, que
es U. Cuando venga no hallará en mi casa mujer ninguna.
A U. la quiero por verdadera mujer legítima y esposa, para
mientras durare la vida, y porque las otras razones que tengo
para quererla á U., y U. para ser agradecida las diré en lle-
gando, salgo de aquí para esa á los cinco días. B. S. M. su
esposo que la estima--CARLOS ANTONIO DE CA�TILLA, Gober-
nador Mosquito.»
Las antiguas mujeres del Gobernador escribieron también
á la Rodríguez, manifestándole su complacencia en los proyec-
tos matrimoniales de aquél é instándola á fin de que no opu-
siese á su realización estorbo alguno; y aun el misionero mis-
mo se dirigió á ella en carta de 18 del propio mes, con objeto
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 225

de hacerle comprender el peligro que había en que con su ne-


gativa desistiese el Gobernador de sus buenos propósitos con
respecto á la difusión del cristianismo en la Mosquitia.
Para tasar los alimentos que don Carlos Antonio debía su-
ministrar á sus antiguas concubinas y para otros fines canó-
nicos, el Padre Barrueta, en calidad de Misionero Párroco y
Juez eclesiástico de la feligresia de Tubapi, mandó seguir cier-
tas diligencias, en las que fueron interrogados algunos testi-
gos; y habiendo resultado de ellas que en varios casos había
faltado el consentimiento de las mujeres, en otros la fidelidad
de parte de éstas y en todos la intención de la perpetuidad,
declaró nulos por derecho natural aquellos contratos, y al Go-
bernador en libertad de contraer matrimonio legítimo con la
persona que fuese de su agrado.
Resuelto á emprender su viaje á León, don Carlos Antonio
de Castilla, reunió á todos sus oficiales, y en presencia de ellos
depositó el gobierno de los mosquitos en su hermano el Almí­
ral Rabinly. Desatendió las observaciones que se le hicieron
para disuadirlo del propósito de emprender la expedición, res-
pondiendo á todos que el objeto del viaje era proveer de ves-
tidos á sus hijos, y señaló como fecha de la partida el 21 del
propio mes de octubre.
El Gobernador don Juan de Ayssa tuvo anticipadamente
noticia del día en que don Carlos Antonio debía salir de Tu-
bapi con dirección á la capital de esta Provincia. Ese aviso
le fué comunicado- por el Comandante del fuerte provisional
de San Carlos, Coronel don Francisco Salablanca, quien con
fecha 9 le dirigió una carta en que le anunciaba la próxima
llegada del jefe mosco á aquella fortaleza, y le incluía una
carta y un retrato de éste que él mismo había enviado á San
Carlos para que los hiciesen llegar á manos del Intendente.
En la carta manifestaba el mosquito, que los objetos que
tenía en mira al efectuar el viaje, eran, por una parte, visitar
al Gobernador de Nicaragua y rendirse á su autoridad, pues
con motivo de la paz celebrada entre España é Inglaterra, y de
haber los mosquitos agraviado á los habitantes de esta tierra,
de lo cual se hallaba el jefe pesaroso, quería venir á que lo
conociesen y á ofrecerse al servicio de todos; y por otra, solí-
III.­15
226 HÍSTORIA DE NICARAGUA

citar de doña Manuela Rodríguez el cumplimiento de la palabra


de matrimonio, que, estando cautiva, habíale dado en Tubapi.
Don Juan de Avssa le contestó dándole el tratamiento de
amigo y compañero y felicitándole en términos expresivos por
su conversión al cristianismo y por su próxima llegada á

León: también le aseguraba de la sincera amistad que existía


entre sus respectivos gobiernos y de que los españoles no con-
servaban rencor contra los mosquitos por su antigua alianza
con los ingleses. El Gobernador insistía sobre este punto con
objeto de disipar todo sentimiento de venganza ó de temor que
pudiese abrigar el jefe mosco, particularmente por haber sido
Ayssa mismo quien gobernaba el castillo del San Juan en la
época en que ingleses y mosquitos unidos pusieron sitio á di-
cha fortaleza.
Doña Manuela Rodríguez escribió también al Gobernador
don Carlos Antonio de Castilla, reiterándole las protestas de
su constancia y de la buena voluntad en que se hallaba de
contraer con él matrimonio: «de cuyo cumplimiento y palabra
no debía dudar, sabiendo que era española y noble, porque es
carácter de la nación cumplir inviolablemente sus pactos».
Con el aviso del Comandante de San Carlos, expidió don
Juan de Ayssa las órdenes necesarias á efecto de que el Go-
bernador de la Mosquitia fuese recibido, conducido y alojado
en las poblaciones del tránsito, con toda comodidad y con los
honores correspondientes á su importancia.
En 23 de noviembre de 1788, dió cuenta al Gobierno del
Reino, de las noticias que había recibido y de los preparativos
que hacía para sacar de la visita del mosco todas las ventajas
posibles en favor de la Religión y del Monarca. Su informe
terminaba con las siguientes indicaciones:
«Con este motivo creo más importante, asequible y fácil
el que pueda franquearse la navegación del río de San Juan,
en cuya margen y sus inmediaciones se halla situada la na-
ción de los mosquitos; y ahora con la venida de su jefe le
sondearé sobre el particular explorando sus intenciones, con
los auxilios y seguridades que nos podemos prometer para con-
seguir aquel objeto, procurando convencerlo de las utilidades
que respectivamente se les puedan seguir y con vista de todo
LIB. VIII.-CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 227

representaré á V. E. con extensión más fundamental en el


próximo correo, y entre tanto, puedo asegurar que no sería
imposible hacer demostrable que, fortificada la boca del río
y el establecimiento de Bluefields, ocurrían estos dos puntos
á una seguridad absoluta de la costa, siendo en tal caso del
todo inútiles o supérfluos los demás establecimientos que con
tanto costo y poco fruto, se quieren fundar y sostener.'>
El lQ de diciembre á las once de la mañana, arribó á Gra-
nada el Gobernador mosquito don Carlos Antonio de Castilla,
acompañado de cuatro marineros, otros tantos oficiales, un
intérprete y cinco prisioneros. Las autoridades y sujetos dis-
tinguidos de aquella ciudad le recibieron y trataron con la ma-
yor atención, y no omitieron medio alguno de hacerle conocer
las ventajas de que se disfruta en una sociedad civilizada.
Continuó su viaje hacia la capital, á donde llegó á mediados
del propio mes. En ella fué objeto de iguales atenciones y re-
cibió señaladas muestras de aprecio de parte del Gobernador
Ayssa y de otras persoñas principales.
El día 21 se celebró el matrimonio de don Carlos Antonio
de Castilla con doña Manuela Rodríguez, en presencia del
Obispo de la Diócesis y de un numeroso concurso de sujetos
notables, siendo padrinos don Juan de Ayssa y su esposa doña
Agustina Larraz.
Los dos Gobernadores tuvieron entre sí importantes conver-
saciones, en las que el mosquito manifestó su satisfacción por
haber abrazado la religión cristiana, y el vivísimo anhelo que
experimentaba por conocer al Rey don Carlos III, de cuyo be-
néfico y liberal gobierno tenía ya noticias. Comunicó al Jefe
de esta Provincia satisfactorios informes acerca del éxito con
que el Padre Barrueta había comenzado y á la sazón proseguía
sus trabajos evangélicos, y le persuadió de la necesidad de
constituir una misión compuesta de varios religiosos que co-
operasen á la laudable empresa acometida por aquel sacerdote.
Como en una de las conversaciones se hablase acerca de
Jorge, rey ó Quin de los zambos, manifestó el mosquito que
no le temía y que si insultase á la España, tomaría él las ar-
mas para sujetarlo, puesto que contaba con más partido que
aquel bárbaro en toda la costa, aun entre los zambos mismos,
228 HISTORIA DE NICARAGUA

particularmente entre los que poblaban á inmediaciones de


Laguna de Perlas. Refirió que cuando estuvieron en Cartage-
na había él hecho notar á Jorge las fuerzas de que disponían
los españoles y mostrádole sus bien construidas fortalezas; y
que habiéndole preguntado' si estaba resuelto á acatar el do-
minio de España ó el de Inglaterra, respondió el zambo: «yo
procuraré estar con unos y con otros».
Don Juan de Ayssa, deseando asegurarse más y más de
la obediencia y vasallaje que el Gobernador don Carlos An-
tonio de Castilla demostraba reconocer, le insinuó la conve-
niencia de prestar juramento de fidelidad al soberano, á lo que
el mosquito respondió, que lo había hecho ya ante el Coman-
dante del Cabo de Gracias, don Pedro Brizzio, cuando éste en
nombre del Rey le había regalado con un vestido, un bastóri y
un pequeño busto de oro; pero que lo prestaría de nuevo si
fuese necesario. El Gobernador Ayssa dió por suficiente aquel
acto y se conformó con explicar á su huésped la obligación
que había contraido.
Bueno es conocer la descripción que de la persona del Go-
bernador mosco 'hizo don Juan de Ayssa en comunicación di-
rigida al Ministerio de Estado con fecha 23 de diciembre
de 1789, como también las indicaciones que hacía con respecto
á la política que debía observarse en los asuntos de la costa.
Decía así:
«EÍ carácter, modales y expresiones del dicho Gobernador,
me han agradado mucho: reconozco en él un gran fondo de
talento, aunque nada cultivado, y posee, sin duda, en un grado
apreciable aquellas virtudes morales de que es capaz por sí
sola la razón y la naturaleza. Desea con eficacia instruirse,
y se trabaja en este objeto, asistiendo diariamente un ecle-
siástico á su lado, que le impone en la doctrina cristiana, igual-
mente que á sus oficiales, á quienes dijo no se sentasen más
á su mesa hasta que la hubiesen aprendido. Se le va ense-
ñando el conocimiento de las letras y lengua castellana, de
que ya entendía y pronunciaba algunas voces. Es de edad de
más de cincuenta años, de un aire despejado, buena estatura,
semblante agradable y se maneja con libertad, sin que le em-
baracen el vestido, bastón y espada: come con aseo, es muy
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 229

parco y apenas prueba licor alguno. Se manifiesta sumamente


agradecido á los beneficios que recibe de nosotros y al parecer
está entregado ciegamente á la España, tanto que me asegu-
ró repetidas veces que haría cuanto yo dispusiese, aunque yo
me persuado que no sería fácil por ahora hacer una absoluta
transmigración de sus súbditos á esta ú otra Provincia, lo
que se conseguirá con el tiempo. Por de pronto me ofrece que
queda á mi cargo guardar aquella costa y fijar poblaciones á
mi arbitrio en la boca y otros puertos del río de San Juan.»
«Esto sería un grande auxilio para facilitar su navegación,
y en prueba de que no es impracticable ni muy costosa, acaba
de llegar por él á Granada en el mayor rigor de las aguas una
piragua grande cargada de géneros; pero sobre este punto re-
presentaré más largamente á V. E.: lo que no podré desem-
peñar en el presente correo, tanto por las muchas ocupaciones
que con este motivo me cercan, cuanto por hacerlo con mayor
fundamento después que haya sondeado más á dicho Gober-
nador.»
............................ , .
«En una palabra, la empresa es grande ·para el católico
cristianísimo corazón de S. M. Hasta ahora creo no hemos
tenido cosa cierta, ni de las seguridades que ahora me prome-
to con conocimiento de los sujetos, y así yo vivo persuadido,
que si la Junta Superior del Reino dispone corno se lo pido,
pase yo á aquellos establecimientos con algún corto número
de operarios y herramientas, en una de las cuatro lanchas que
navegan en el lago de Granada, se verían en breve no sólo
poblaciones en sus establecimientos, sino en la boca y río de
San Juan, cuyos auxilios facilitarían ampliamente la navega-
ción y comercio de dicho río.»
«Bajo el aspecto que representan las cosas, y el nuevo es-
tado de instrucción que acaba de tornar el Gobernador don
Carlos Antonio, me parece sería muy conveniente que V. E.
inclinase �l real ánimo de S. M., para que se le despachase su
título de Gobernador de la nación mosquita y zambos que se
le sujeten, porque esta nación está disgustada con el que lla-
man Quin ó rey zambo; pero siempre con la dependencia de
este gobierno, á quien oorresponde desde el Cabo de Gracias
230 HISTORIA DE NICARAGUA

hasta Matina, pero con asignación de algún sueldo que habrá


de percibir en estas cajas, pues con este estímulo, aunque va-
ríe el mando en otro, siempre reconocerán la dependencia de
ésta y harán guardar la debida subordinación á su gente, míen-
tras que el tiempo, la religión y conocimientos prácticos, nos
abren el paso para adelantar y radicar más el dominio espa-
ñol, tan preciso en esta costa, apetecida de los extranjeros, es-
pecialmente por aquellos sitios, sin perjuicio de variar el sis-
tema, según convenga, fortificarnos y hacer cuanto las cir-
cunstancias sucesivas exijan.»
Con ocasión de haberse celebrado las velaciones de don
Carlos Antonio de Castilla y su esposa, el 11 de enero de 1789,
se hicieron en la capital nuevos festejos. en los que tomaron
parte el Intendente, el Obispo y lo más selecto del vecindario:
banquetes, bailes, paseos y hasta carreras de caballos, nada
se omitió de cuanto pudiese llamar la atención del Goberna-
dor mosquito y afianzar su amistad con los españoles.
Habiéndole indicado el Gobernador don Juan de Ayssa, que
era conveniente ajustar un pacto por escrito, en que con las
formalidades acostumbradas se comprometiesen á mantener
estrecho vínculo de amistad y alianza, áproteger recíproca-
mente el comercio y dar seguridad á la costa, convino gus-
á

toso con ello don Carlos Antonio de Castilla. Ayssa se dedicó


á meditar con profunda atención sobre los términos en que el
pacto debía celebrarse, no dándosele el carácter de un tratado
entre dos potencias iguales, sino más bien el de una repre-
sentación en estilo suplicatorio, sujeta á la aprobación del Mo-
narca de España.
Ajustada la convención entre ambos Gobernadores, el de
Nicaragua dió cuenta de ella al Presidente de Guatemala, quien
le ordenó se abstuviese de ponerla en conocimiento del sobe-
rano mientras no se le hubiesen hecho por el Gobierno Supe-
rior del Reino las rectificaciones que fuesen necesarias. Te-
mía el Presidente que en ella se hubiese puesto en duda, aun-
que tal vez de un modo indirecto, el dominio que los reyes de
Castilla habían tenido siempre sobre la costa de mosquitos; ó

que por lo menos se indicase que los jefes de dicho territorio


habían sido alguna vez independientes de la monarquía espa-
LIB. Vlll.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 231

ñola; lo cual podría prestar apoyo al gabinete de Londres


para evadir la observancia del artículo VI del tratado defi-
nitivo de paz.
Al dar cuenta de este incidente, en comunicación dirfgida
al Ministro de Estado con fecha 23 de febrero, quejábase el
Gobernador Ayssa de la conducta observada con él por el Pre-
sidente y Capitán General, quien no sólo no le había dado ins-
trucciones sobre los principios que debía tener presentes en
el manejo de los asuntos relativos al territorio de mosquitos,
sino que sus repetidas instancias para obtenerlas, «le había
á

correspondido con una reserva tan profunda como la que pu-


diera haber observado con un gobernador inglés».
Pero agregaba, que en la convención ajustada con el jefe
de la costa, no se había estipulado cosa alguna de donde pu-
diera deducirse el desconocimiento de la soberanía de España
en aquella región: que lejos de eso, en el artículo 9n se reco-
nocía explícitamente, calificándolo de antiguo, el dominio del
rey sobre la costa, y que aunque en algunas partes se usaba
de la expresión de nuevo con relación al vasallaje que los mos-
quitos se comprometían á reconocer, esto en nada hería la pro-
piedad que España había siempre tenido en el terreno, puesto
que eran cosas distintas el derecho á gobernar á los mosqui-
tos por hallarse establecidos en un paraje de la monarquía, y
el hecho actual de ese gobierno, el cual no siempre había co-
rrespondido á España, por no haber ejercido constantemente
actos de soberanía sobre los habitantes de aquel territorio.
Por otra parte, decía, que no habiendo sido formada la con-
vención con autorización previa ó facultades conferidas al in-
tento por el Soberano, no podía perjudicar éste en sus dere-
á

chos y quedaba por tanto reducida á la condición de una esti-


pulación privada, particularmente cuando en ella se expresaba
que sólo se observaría ó tendría fuerza en cuanto la aprobase
el Monarca, haciéndole las adiciones ó restricciones que fue-
sen conformes con su voluntad, según se lo suplicaban respe-
tuosamente los contratantes, quienes hacían la manifiesta de-
claración de que se tuviese el pacto como una humilde súplica
dirigida por ambos gobernadores á su común señor y soberano,
232 HISTORIA DE NICARAGUA

pon Juan de Ayssa terminaba su informe la Corte, con


á

las siguientes juiciosas observaciones:


«Es verdad, decía, y debe suponerse, que respecto de los
indios y más siendo salvajes, no son los tratados el vínculo
más fuerte, ni muy segura su observancia; pero también me
persuado que removidos de la costa los ingleses, principal re-
sorte de sus atentados, é introducida la religión católica entre
los mosquitos, con la civilidad, instrucción é ideales morales
ó de probidad que son consiguientes, podrán conocer mejor y
guardar en lo sucesivo los convenios y obligaciones en que se
hallen constituidos; y en todo acontecimiento juzgo oportuno
remitir V. E. las enunciadas convenciones para su gobierno
á

y el uso conveniente; pues que esto no se opone á la orden


que me dió mi inmediato jefe, de que omitiese dar cuenta al
Rey» (1).
Insistiendo el Gobernador de Nicaragua en el deseo de
acompañar al jefe mosquito en su regreso la costa, con ob-
á

jeto de visitar sus establecimientos, formar por sí mismo el


juicio necesario sobre el estado en que se hallaba aquel terri-
torio y consolidar en él el dominio de España, solicitó y obtu-
vo del Gobierno del Reino facultad de hacer el viaje acompa-
ñado de un ingeniero y de varios artesanos, á quienes podía
dejar allá para que enseñaran á los naturales á ejercer algu-
nos oficios. Principiados los preparativos de la partida, co-
municó don Juan de Ayssa su proyecto don Carlos Antonio
á

de Castilla, quien aunque al principio demostró el extraordi-


nario placer que le causaba, cambió luego de actitud, procu-
rando disuadir á aquél de llevarlo á efecto, si bien protestán-
dole que recibiría con ello gran . satisfacción, á no impedirlo
las circunstancias que le expresó en seguida. Las razones
priñcípales en que fundaba su oposición, eran, por una parte
la necesidad de adelantarse, á fin de preparar el recibimiento
y hospedaje de don Juan de Ayssa con la magnificencia y co-
modidades correspondientes su alta categoría, ya que á él
á

se le habían prestado en esta Provincia las mayores atenciones,


no excusándose medio alguno de proporcionarle comodidad y
(1) Entre los documentos oue existen en el Archivo nacional, no se
encuentra la convención á
que - se refiere el Gobernador Ayssa.
LIB. VIII.-CAP. Vl.-REFORMAS, ETC. 233

regalo, y por otra la conveniencia de anunciar antes á sus


gobernados la llegada del Intendente de Nicaragua, señalando
sus motivos, pues temía que presentándose repentinamente no
causase la agradable impresión que se deseaba. Consideraba
también que aunque eran sinceras la obediencia y sumisión
de los mosquitos á las autoridades españolas, se hacía nece-
sario preparar los ánimos con algunas advertencias, para que
durante la visita del Gobernador se portasen como convenía,
instruídos ya de los benéficos fines á que se enderezaba, y
que, supuesto el carácter de aquellos habitantes, los festejos
con que se obsequiase al Gobernador contriburían en gran ma-
nera á afianzar el respeto que le profesaban y la dependencia
que por su medio habían protestado al Gobierno de España.
En consecuencia, rogó á don Juan de Ayssa, demorase su
viaje hasta no recibir aviso de estar compuestos los caminos
y de hallarse todo dispuesto para recibirlo. El jefe de los
mosquitos vendría á encontrarle la boca del río de San Juan,
á

con las piraguas y bastimentas necesarios para conducirle á


Tubapi. Aceptó don Juan de Ayssa esa indicación, parecién-
dole poco prudente contrariar la voluntad de su huésped, cuya
amistad y buenas disposiciones podrían flaquear si se le estre-
chase á aceptar por fuerza lo que debía presentársele como
una muestra de atención y simpatía.
A fines de 1789, resolvió don Carlos Antonio de Castilla,
volver á su gobernación. Envió su comitiva por el lado de Ni-
caragua y río de San Juan por ser el viaje más cómodo, y él
acompañado de su mujer, una cuñada, su hija, el intérprete,
el Capitán Tife y dos misioneros, determinó irse por la vía
de Matagalpa, no obstante que el tránsito por tierra y ríos,
era más penoso, con objeto de reconocer á su paso el terreno
y ver si era fácil abrir un camino para la comunicación con
esta Provincia y al mismo tiempo dictar las providencias con-
venientes á efecto de que se redujesen á la fe católica y á la
obediencia del Rey de España los caribes situados en aquellas
inmediaciones, á los que se proponía establecer en los pueblos
interiores de su país ó en los de esta Provincia, según su ma-
yor cercanía al uno ó al otro de los respectivos territorios.
Hallándose ya en los confines de Nicaragua, suspendió su
234 HISTORIA DE NICARAGUA

viaje, por haberle llegado el rumor, esparcido quizá por los


caribes, de que á causa de su conversión al cristianismo y de
su obediencia al Monarca de España, hallábanse los mosquitos
descontentos y casi sublevados, á instigación de algunos ingle-
ses que habían llegado recientemente á la costa. Comunicó es-
tas noticias al Gobernador de Nicaragua, manifestándole que
si bien no era remoto se hubiese efectuado semejante suble-
vación, promovida tal vez por el Coronel Hodgson, de quien
desconfiaba, tenía la íntima convicción de que con su sola
presencia restablecería la paz en sus dominios.
Aunque don Juan de Ayssa participaba de esas mismas es-
peranzas y aun suponía falsas las noticias de revolución en
la Mosquitia, consideró conveniente auxiliar al Gobernador don
Carlos Antonio, tanto porque no le parecía prudente exponer
por una ciega confianza las ventajas adquiridas con la amis-
tad y alianza de aquel jefe, cuya tranquila conservación en el
gobierno era la más eficaz garantía para los intereses de Es-
paña en nuestras costas atlánticas, cuanto porque temía que
mostrándose indiferente á la suerte del Gobernador se en-
friasen las relaciones, no muy bien cimentadas todavía, que
con él le ligaban.
Dirigióse, pues, al lugar en que don Carlos Antonio se ha-
bía detenido, distante cerca de setenta leguas de la capital de
la Provincia. Situado allí, hizo construir con admirable bre-
vedad las embarcaciones necesarias para el transporte de los
viajeros, y en seguida regresó á León, dejando al Goberna-
dor mosco una escolta de veinticuatro hombres, bien armados
y municionados y abastecidos de provisiones de boca, para que
le acompañasen hasta la mitad del camino.
Pocos días después recibió aviso de haber llegado su go-
á

bernación don Carlos Antonio de Castilla y de ser exageradas


las noticias relativas la revolución de los mosquitos, aunque
á

á la verdad notábase entre ellos algún descontento. Supo al


propio tiempo que los soldados de la escolta enviada para cus-
todiar al Gobernador, habían sido dos veces atacados en su
regreso por los caribes jícaques, habiendo resultado seis muer-
tos y dos heridos entre los primeros y muchos heridos y muer-
tos, cuyo número no podía fijarse, entre los segundos. Los
LIB. VIII.-CAP. VI.-REFORMAS, ETC. 235

jicaques pelearon ocultos y resguardados detrás de unos para-


petos naturales de arena, y eran mayores en número; pero ata-
cados vigorosamente por sus contrarios, huyeron á la montaña
dejando en el campo algunas municiones, flechas, lanzas, cu-
chillos y vestidos.
Don Juan de Ayssa dió cuenta de este suceso al Ministro
de España, á quien manifestó que se hallaba dedicado á esco-
ger los medíos más oportunos para tranquilizar la costa y ase-
gurar en el mando de la Mosquitía al Gobernador de Castilla,
de cuya conversión al cristianismo y vasallaje al Rey de Es-
paña esperaba los más favorables resultados. Manifestaba en
la misma nota, que con el fin de contener los movimientos de
los zambos y evitar en cuanto posible fuera la llegada de na-
víos ingleses á la costa, se proponía dar principio al estable-
cimiento de un pueblo, con algunas sementeras, en la boca del
río de San Juan, y que á ese efecto enviaría próximamente
una lancha cañonera y trescientos milicianos á aquel punto,
armados y provistos de víveres para cuatro meses y con or-
den de dedicarse únicamente á establecer la población con arre-
glo á las instrucciones que se comunicasen al oficial comisio-
nado, y de dar noticia de su arribo á don Luis Tife y al Go-
bernador mosquito, para que éste hiciese notorias á su des-
confiada nación la protección y auxilio que recibía de las au-
toridades españolas, medio por el cual esperaba Ayssa aquietar
á los revoltosos súbditos de aquel jefe, infundir temor á los
zambos y evitar que los ingleses á su vuelta de la pesquería,
intentasen acercarse ásugerir á estos últimos algún proyecto
contra el Gobierno de la Provincia.
A orillas del lago de Granada hallábase establecida, hacía
algunos años, una batería, á la que se dió el nombre de Gua-
dalupe. En el rigor de las lluvias se formaba un arroyo, que
pasando junto al fuertecillo socavaba sus cimientos, preparan-
do lentamente la destrucción del edificio.
Por la época á que hemos llegado en este relato la batería
de Guadalupe se encontraba ya en estado de ruina. El inge-
niero don José María Alexandre, Teniente de Oficiales Reales,
dirigió al Gobernador de la Provincia una comunicación en que
le hacía notar la conveniencia de derribar por completo aquella
236 HISTORIA DE NICARAGUA

obra y fabricarla de nuevo; pero que á fin de prevenir nuevos


daños era preciso emprender antes los trabajos necesarios para
dar otra dirección á las aguas del arroyo, ó por lo menos, co-
locar una estacada al rededor del fuerte, para impedir que
aquéllas tocasen los cimientos.
El Gobernador, aceptando en parte las indicaciones del in-
geniero, pidió al Capitán General autorización expresa para
proceder á las reparaciones del fuertecillo, la que le fué con-
cedida, facultándosele también para emplear en ese trabajo y
en los que se emprendieran con objeto de procurar el desagüe,
á los reos de delitos menores, existentes en las cárceles de
León, Rivas y Granada.
CAPíTULO VII

Expedición del Gobernador Ayssa á la costa atlántida: Ase­


sinato del jefe mosco, don Carlos Antonio de Castilla: Entra­
da de los mosquitos y zambos á Bluefields: Situación gene­
ral de la Mosquitia.

1789 á 1791

Estado en que don Carlos Antonio de Castilla encontró los nueblos de


su gobernación.-Revolución de los mosquitos, encabezada por Alpa·
ris.-Procura aquél sujetar á los sublevados.-Mala conducta que ob-
servaba el Gobernador de la costa con el Padre Barrueta.-Pide éste
socorro al Intendente Ayssa, y al Obispo de la Diócesis.-Opinión del
Prelado sobre los procedimientos de Castilla.-Envía el Jefe de. la Pro-
vincia auxilios al Gobernador mosco.-Mal comportamiento de éste
con su esposa doña Manuela Rodríguez.-Las autoridades de Guate-
mala se proponen aumentar la misión en la Mosquitia.-Llegada de
Barrueta á aquella capital.-Sospechas del Intendente .de esta Pro-
vincia contra el Coronel don Roberto Hodgson.-Informes que acerca
de la conducta de este inglés dirigió don Juan de Ayssa á la Corte de
España.-Ordena el Rey que se procure el establecimiento de fami-
lias españolas en Bluefields.-Consulta del Virrey de Nueva España, re-
lativaá los socorros que debía enviar á la Mosquitia.-Resolución del
Monarca.-Previene el Ministerio de Estado al Presidente de Cuate-
mala, que dirija al Gobierno de México el presupuesto de gastos para
la costa Norte de esta Provincia.-Le pide informes sobre algunos
otros asuntos.-El Gobernador de esta Provincia solicita permiso del
Gobierno del Reino, para emprender una expedición á 'la Mosquitia.
Pide autorización, á fin de hacer los costos necesarios á ese objeto.-
La Junta Superior de Hacienda ordena que el Gobernador informe
con más detenimiento sobre el fin de la expedición.-El Capitán Ge-
neral del Reino, pide noticias al Coronel don Pedro Brizzio, sobre
algunos puntos relativos al estado de la l\losquitia.-Emprende don
Juan de Ayssa su expedición á aquella costa.-Dificultades que para
proseguirla se le presentaron causa de la falta de embarcaciones.-
á

El Gobernador compra un navío perteneciente á don Pedro Torres.-


Relación que de su viaje hizo el Intendente Ayssa.-Noticias relativas
al establecimiento español formado en la boca del río de San Juan.
Intenta el Gobernador continuar su viaje hasta Bluefields.-Obstáculos
que le impidieron realizar este propósito.-Da cuenta al Gobierno del
Reino del resultado de la expedición.-Los mosquitos y zambos, pro-
yectan dar muerte á don Carlos Antonio de Castilla.-Esfuerzos del Co-
mandante Hodgson, por evitar ose crimen.-Asesinato cometíoo en
238 HISTORIA DE NICARAGUA

aquel Gobernador.-Atacan los sublevados el puerto de Biuefields.-


Padecimientos que experimentó Hodgson.-Huye éste con su familia.
Relación de las propiedades que poseía en la costa.-Viene Hodgson
á esta Provincia con objeto de recobrar sus intereses.-Muerte del
Comandante y llegada de su familia á

León.-Conferencias que tuvo


el Gobernador Ayssa con don Guillermo Hodgson, sobre sucesos de
la costa.-Proyecto que para pacificarla elevó á la consideración del
Monarca.-Ruptura entre Alparis y el rey de los zambos.-Asesinatos
ejecutados por este último.-Los mosquitos solicitan el amparo de las
autoridades españolas.-Llegada de algunos de ellos al fuerte de San
Carlos.-Informe que acerca de estos hechos· dirigió el Intendente
Ayssa á la Corte.-lndicaciones que hacía, relativasá los medíos más
eficaces de sujetar á aquellos naturales.-Propone un plan de for-
tificación y población de B!uefields.-El Presidente del Reino y la Jun-
ta Superior de Hacienda aceptan en parte las indicaciones del Go-
bernador y aprueban las medidas dictadas por este empleado. en
orden á los sucesos de la costa.

No fué satisfactorio para don Carlos Antonio de Castilla, el


estado en que encontró los pueblos de su gobernación. Apro-
vechándose de su ausencia y del disgusto con que una gran
parte de los mosquitos había visto la conversión del Gober-
nador al cristianismo y su matrimonio con española; Alparis,
sobrino de don Carlos Antonio, se había hecho proclamar Go-
bernador, después de haber divulgado la falsa noticia de que
Castilla había muerto en León. Esas novedades fueron comu-
nicadas á don Carlos Antonio por sus antiguas mujeres, que
habían pasado á esperarlo á Tubapi.
El Gobernador envió á su sobrino el bastón, símbolo de la
autoridad: era costumbre entre los mosquitos hacerlo así cuan-
do estallaba alguna rebelión, y con ello daban á entender que
el_ jefe requería de sus súbditos rebeldes la debida obediencia.
Pero Alparis no sólo se negó á presentarse ante el Goberna-
dor, sino que ni aun le devolvió el bastón.
Don Carlos Antonio dió aviso de estos sucesos al Inten-
dente don Juan de Ayssa, manifestándose profundamente des-
agradado por la rebelión de Alparis. Mas al propio tiempo los
Padres misioneros escribieron al Jefe de esta Provincia, con
objeto de hacerle conocer la sospecha que abrigaban de que
la revolución de la Mosquitia era sólo una farsa inventada
por Castilla para eludir el cumplimiento de sus promesas al
Gobierno español y volver á su antigua religión y costumbres.
Estas suposiciones no carecían de fundamento. El Gober-
LIB. VIU.-CAP. VIl,-EXPEDlCION, ETC. 239

nador mosquito se había opuesto desde su llegada, á que el


Padre Barrueta formase una población é hiciese levantar igle-
sias en las comarcas de Alabara y Culacaya: impedía á los
religiosos el ejercicio de la predicación, y les prohibió que re-
uniesen á los niños para enseñarles la doctrina cristiana. La
rebelión de Alparis podría ser un pretexto con que el Gober-
nador tratase de justificar semejantes providencias.
Don Carlos Antonio agasajaba á sus antiguas concubinas
y trataba á su legítima esposa, doña María Manuela Rodríguez,
con desabrimiento y á veces aun con dureza. Pidió doña Ma-
nuela á su esposo que le cumpliese el ofrecimiento que en León
le había hecho, en orden á favorecer la difusión del cristia-
nismo, y sólo consiguió que la autorizase para hacer construir
un rancho de catorce varas de largo, con tres divisiones: una
que sirviese de iglesia, otra para habitación del Padre Ba-
rrueta, y otra, en fin, para cocina.
Los misioneros que acompañaron en su viaje al Goberna-
dor fueron tratados con desatención y menosprecio; mante-
níanse con las provisiones que habían llevado del Cabo de Gra-
cias á Dios, y no debían cosa alguna á la generosidad del jefe
de los mosquitos. Interrogado éste por uno de los Padres so-
bre la época en que habría de darse principio á la construcción
de un templo en Alabara, respondió que nunca.
Considerando los religiosos que su presencia en el país era
poco menos que inútil, por la resistencia que á sus trabajos
evangélicos oponía el Gobernador Castilla, determinaron regre-
sar á esta Provincia. Hicieron saber su resolución á don Car-
los Antonio, quien autorizó á los Padres Navarro y Solís para
que se viniesen, como en seguida lo efectuaron ; pero prohibió
al Padre Barrueta salir de la costa, por el temor de que des-
cubriese á los españoles todo lo que había visto y sabido du-
rante su larga permanencia entre los mosquitos.
Luego que el Padre Barrueta se vió solo, comenzó á rece-
larse por la seguridad de su persona. Bien lo deja compren-
der la carta que con fecha 15 de mayo dirigió al Obispo, en
la que le hablaba sobre la conveniencia de enviar cuatrocien-
tos hombres á la costa, para amedrentar al Gobernador y obli-
garlo al cumplimiento de sus promesas, y agregaba, que no
240 HISTORIA DE NICARAGUA

siendo asequible el envío de tropas, se interesase por lo menos


en que le mandasen una piragua para hacer su viaje á esta
Provincia.
No participó el Prelado de los temores que experimentaba
el Padre misionero: atribuyó la conducta del Gobernador mos-
quito á las vacilaciones y debilidades propias de una persona
entrada recientemente en el gremio de la religión cristiana:
excusábale también con la necesidad de contemporizar con sus
gobernados, mientras no tuviese fuerzas suficientes para ha-
cerse obedecer; y opinaba que mediante el auxilio que él mis-
mo pedía, podría no sólo sujetar á sus propios súbditos, sino
también al rey de los zambos. Pensaba el Prelado que la cir-
cunstancia de haber don Carlos Antonio dejado en poder de
los españoles á su hijo primogénito, era la más eficaz garan-
tía de su lealtad y constancia. Se tenía formado el más alto
concepto del talento, valor y honradez del jefe mosco Y
creía imposible que éste tratase mal á su esposa, supuesto el
acendrado afecto que por ella había manifestado. El Obispo
mismo aseguró en carta dirigida al guardián del Colegio de
Guatemala, fecha 23 de junio, hallarse poseído de tales convic-
ciones.
En ese documento expresaba también su opinión favorable
al envío de los auxilios que pedía el misionero, y se quejaba
de que las autoridades del Reino invirtiesen crecidos caudales
en otras empresas, al propio tiempo que excusaban con la es-
casez del erario la lentitud con que dirigían las operaciones
necesarias para la conquista del mosquito. Creía por último,
que el Gobernador de Nicaragua nada podría hacer en ese sen-
tido sin que de la Habana y Cartagena le ayudasen con gente,
dinero y bastimentos.
Habiéndose dificultado el envío de una piragua armada,
conformóse el Gobernador Ayssa con dar al Padre Barrueta
el título de Capellán de un destacamento, para que con el pe-
queño sueldo de ese empleo proveyese á su manutención mien-
tras no pudiera salir del territorio mosquito. Mandó también
algunas tropas con el fin de que auxiliasen al jefe mosco con-
tra su sobrino Alparis; pero esas fuerzas regresaron á León
sin haber llegado al territorio á donde iban destinadas.
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 241

Continuaba mientras tanto el Padre Barrueta en la mayor


ansiedad, á causa de la mala disposición que observaba de
parte de don Carlos Antonio de Castilla, aumentada por la
desaprobación que de algunos de sus abusos, y en especial del
mal trato que daba á su esposa, había manifestado el sacerdo-
te. Bien comprendía el Gobernador, que una vez salido el Pa-
dre de la Mosquitia, se· conocerían en esta Provincia todos los
pormenores de su conducta, y por eso negábase tenazmente á
consentir en el regreso del Padre.
Las autoridades superiores del Reino se lisonjeaban con la
esperanza en el más feliz éxito de la conquista. El Gobernador
de esta Provincia, al darles cuenta . de haber enviado fuerzas
á la Mosquitia les había indicado cuánto importaba mandar
algunos misioneros que acompañasen á Barrueta. Ignoraban
que las fuerzas expedicionarias habían vuelto sin hacer cosa
alguna de provecho, y participando de la confianza que ma-
nifestaban el Gobernador y el Obispo de Nicaragua en la amis-
tad y apoyo del jefe mosquito, se propusieron dar los pasos
necesarios á fin de aumentar la misión.
Hallábanse en estos preparativos cuando apareció en Gua-
temala el Padre Barrueta, quien á costa de dificultades y pe-
ligros, había logrado salir de la mal disimulada cautividad en
que le mantuviera el jefe de los mosquitos. Refirió el misio-
nero sus padecimientos, pintó con feos colores la conducta de
don Carlos Antonio de Castilla, y se empeñó en demostrar que
eran quiméricos los proyectos de conquista de que hablaban el
Gobernador Ayssa y el Obispo. Los informes de Barrueta fue-
ron confirmados por el Padre Solís y el Capitán Tife, y dieron
por resultado que en Guatemala se desisti'ese por entonces de
llevar adelante la misión en la Mosquitia.
Cada día aparecían más fundadas las denuncias que contra
el Coronel don Roberto Hodgson, habían hecho las autoridades
de esta Provincia, por considerarle cómplice en el contrabando
de los ingleses en la costa. En comunicación que con fecha
23 de julio de 1788, dirigió el Gobernador Ayssa al Ministerio
de Estado, dió á conocer la poca confianza que el Comandante
de Bluefields le inspiraba.
«Yo, decía, le he tratado mucho en Jamaica: conozco el
Ill.­16
242 HISTORIA DE NICARAGUA

juicio que de él tenían formado sus compatriotas y la calidad


de negociaciones que le confiaban, por lo cual deseo eficaz-
mente que no salgan vanas las esperanzas que de sus servicios
se tienen concebidas.»
En otra nota, de 23 de diciembre del propio año, decía á
la Corte: que ciertos informes dirigidos por el Capitán don
Luis Tife, le infundían nuevas sospechas contra el Coronel
Hodgson, el cual lejos de haberse interesado en establecer la
amistad y alianza del Gobernador mosco con las autoridades
españolas, había procurado disuadir á aquel jefe de su viaje
á la capital de esta Provincia. Mantenía, por otra parte, re-
laciones con los zambos y ocupaba en sus negocios de comer-
cio un bergantín guarda-costas, por el cual le pagaba el Rey
de España ochocientos pesos mensuales.
Por el mes de enero de 1789, ya el Jefe de esta Provincia
había hecho investigaciones tan minuciosas acerca de la con-
ducta de Hodgson, que no le quedaba duda alguna de su mal
comportamiento en la Comandancia de Bluefields. Al enviar
al Ministerio de España el expediente que sobre esas investi-
gaciones había formado, le decía en comunicación fecha 23 de
enero de 1789, lo siguiente:
«Sin embargo de que conozco por los efectos el concepto
que la sagacidad de este sujeto (Hodgson), habrá hecho se
forme de su mérito y utilidad en ese respetable Ministerio,
especialmente en virtud de los ventajosos informes que sin
duda se habrán dado en su favor desde Santa Fe y Cartagena,
debidos también á su arte y manejo, he graduado de sospe-
chosa su conducta y poco correspondiente á las gracias que le
dispensa el Soberano, por los motivos que tengo expresados
á V. E.· en mis anteriores oficios y en fuerza de mis conoci-
mientos prácticos.»
El comercio ilícito que ejercía Hodgson en la costa, su co-
rrespondencia constante con el Ministerio británico y las pe-
ligrosas relaciones que con los zambos mantenía, eran hechos
indudables en concepto del Gobernador, sobre los cuales lla-
maba la atención del Soberano.
«Si me es lícito, añadía, hablar con absoluta franqueza,
juzgo que convendría dar en este negocio un golpe de estado,
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 243

sacándolo prontamente de aquel puerto con algún motivo ó


destino honroso, y que sin la menor tardanza se fortificase en
el mismo sitio la España con dos baterías rasantes, cuyos fue-
gos se cruzasen, estableciendo al propio tiempo dos lanchas de
corso, como las de la Compañía de Caracas, aprovechando la
coyuntura favorable que ofrecen las presentes circunstancias,
mientras se realizan los demás proyectos relativos á nuestra
seguridad, comercio y navegación en aquella costa y río de San
Juan, y sin duda será más ventajosa y de menos costo, aho-
rrándose por este medio de mantener algunos establecimientos
de la de Trujillo y río Tinto, tan funestos, como lo manifiesta
la experiencia, por su mortal temperamento y acaso no muy
útiles al citado objeto.»
Con vista de este informe y de otro que en 25 de junio
de 1788, había dirigido al Rey la Junta de Hacienda, el Mi-
nistro de Estado contestó al Gobernador de Nicaragua (agos-
to 26 de 1789), ordenándole, que de acuerdo con el Virrey de
Nueva Granada, expidiese las providencias convenientes para
facilitar el establecimiento de familias españolas en Bluefields
y determinase la manera de que Hodgson observara una con-
ducta regular, sin quitarlo de aquel puerto, bien entendido,
que si bajo cualquier pretexto de supuesta autoridad (que no
se le había conferido), se resistiese á ello, le amonestase en
término enérgicos, amenazándole por escrito con que no se le
permitiría continuar residiendo en los dominios del Rey do Es-
paña. De ese modo se proponía el Gobierno hacer constar
que ni por un momento había dejado de sostener su propiedad
en aquel punto de la costa atlántica.
El Virrey de Nueva España representó á la Corte, con fe-
cha 27 de octubre, que las cantidades suministradas para so-
corros de la Mosquitia, ascendían ya á un considerable im­
porte de pesos, y que se pedían indistintamente por la Presi-
dencia de Guatemala y por la Intendencia de la Habana y se
daban también al Gobernador de Yucatán; por lo que solici-
taba que el Monarca resolviese si debían suministrarse por
aquella Superintendencia subdelegada los auxilios, sin limita-
ción alguna. En consecuencia, se expidió la real orden de
25 de febrero de 1790, en la que se previno al Virrey que re-
244 HISTORIA. DE NICARAGUA

cabase del Presidente de Guatemala un presupuesto del gasto


que anualmente exigían los socorros á la costa, debiendo en-
tre tanto continuar suministrando con la prontitud debida los
que fuesen más urgentes.
En la misma fecha dirigió el Ministerio una comunicación
al Presidente de Guatemala, en la cual le encarecía la nece-
sidad de enviar con prontitud el presupuesto al Virrey de Nue-
va España, y le recomendaba que en él puntualizase muy por
menor el número de los destacamentos de tropa, pobladores y
todo lo que fuese necesario para cada uno de los estableci-
mientos.
Le prevenía igualmente que informase á la Corte del es-
tado de decadencia ó progreso de las familias pobladoras que
de Canarias y Galicia, habían pasado á la costa, y sobre si el
temperamento y la calidad de los terrenos proporcionarían á
los colonos facilidad para subsistir en adelante por sí mismos:
que reiterase sus órdenes al Gobernador de Comayagua y á los
comandantes de la costa á fin de que diesen los informes que
se les habían pedido, y que él mismo enviase el que por repe-
tidas reales órdenes se le tenía encargado, sobre el arreglo y
método en la suministración de artículos para hacer regalos á
los indios y fomentar el comercio con ellos, y sobre la inver-
sión de los que en distintas ocasiones se habían enviado para
ese objeto. La falta de estas noticias había impedido á la Cor-
te resolver sobre un reclamo, promovido por Federico Kairns,
albacea de Colwill Kairns, referente á la entrega de veinte
mil quinientos cincuenta pesos que á la muerte de éste habían
quedado depositados en la real caja de Trujillo.
Insistía el Ministro en que el Presidente del Reino, expre-
sase su opinión acerca de lo que debiera hacerse con el Co-
ronel Hodgson, según se le había prevenido en real orden de
25 de enero, y le comunicaba haber dirigido otra al Virrey
de Nueva Granada, en la que le hacía saber que el Rey quería
absolutamente que el Comandante de Bluefields, dan Roberto
Hodgson, dependiese de la Presidencia de Guatemala, y que
por ella, y no por el Virreinato de Santa Fe, se le comunicasen
las órdenes correspondientes y se procediese á cualquier provi-
dencia ejecutiva que hubiera de tomarse. Pero en orden á la
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 245

determinación de la autoridad y facultades que á Hodgson ha-


brían de dejarse, debía el Presidente ponerse de acuerdo con
el Virrey, como también en cuanto á la conveniencia de man-
tenerlo en el grado de coronel con el sueldo correspondiente.
Le ordenaba que para la conservación de los establecimien-
tos españoles y demás servicios necesarios en la costa, em-
please las milicias del país, como más acostumbradas al tem-
peramento de aquellos lugares, y que hecha la distribución de
tropas según el presupuesto que el Gobernador formase, diri-
giese al Ministerio una relación circunstanciada del estado y
número de dichas milicias, para providenciar lo conveniente.
Y por último, le recomendaba el mayor celo y la más dili-
gente actividad en el puntual cumplimiento de lo que se le
mandaba, y que en todo procediese con el debido arreglo y
una prudente economía.
El Gobernador Ayssa consideraba indispensable para ase-
gurar el dominio de España en la costa de mosquitos, fundar
establecimientos españoles en ella, por Bluefields, boca del San
Juan ú otro paraje más á propósito y ventajoso, precediendo
los informes y acuerdos convenientes; pero no confiaba en el
buen éxito de este proyecto, si él hubiera de dejarse al cuidado
y dirección de un comisionado. En oficio fecha 5 de febrero
de 1790, pidió al Presidente y Capitán General del Reino, au-
torización para pasar á la costa, examinar personalmente las
cosas, procurar la fundación de aquellos establecimientos é
investigar con mejor acierto cuál era la conducta que obser-
vaba Hodgson. En la misma fecha en que enviaba esa comu-
nicación, se le dirigía de Guatemala otra, ordenándole que in-
mediatamente se constituyera en Bluefields y facultándole para
llevar consigo todos los auxilios necesarios. .
Dedicóse el Gobernador con la mayor actividad hacer los
á

preparativos de su viaje; pero no obstante su decidido empe-


ño en allanar prontamente las dificultades que se le presenta-
ban para el acopio de los objetos precisos, se pasó todo el mes
de febrero y parte del de marzo sin que pudiera realizarlo.
Conociendo el carácter de los mosquitos y la costumbre
que tenían de pedir mucho, se proponía llevar de cuenta de
la Real Hacienda algunos objetos de los más apetecidos por
246 HISTORIA DE NICARAGUA

ellos y propios para el uso de aquella gente; pero teniendo


siempre en mira observar la mayor economía, hallábase dis-
puesto á no ser pródigo, y antes bien pensaba cambiar con
los naturales de la costa algunos de los artículos que llevara,
por otros que pudieran serle útiles.
En 23 de febrero, dirigió al Gobierno Superior, una comu-
nicación en que le daba cuenta de las prevenciones que hacía,
y solicitaba autorización para la compra de los artículos que
habría de llevar y para tomar de las reales cajas cuatro mil
pesos, cantidad que juzgaba se invertiría en los gastos de viaje
y en las operaciones que debía emprender en la costa. Pedía
también instrucciones sobre la actitud que había de asumir re-
lativamente á la revolución de Alparis contra el Gobernador
don Carlos Antonio de Castilla, é indicaba la conveniencia de
que le enviase el Presidente sendas cartas para Hodgson y
para el Gobernador mosquito y expidiese órdenes á fin de que
el Comandante de Trujillo le proporcionase los auxilios que
necesitara.
Por último, manifestaba que con objeto de apresurar el
envío de los socorros que de Cartagena debían suministrársele
y de conferenciar con el Virrey de Nueva Granada, que se ha-
llaba á la sazón en aquel puerto, se proponía pasar á él, ya
fuese en algún barco que regresase de estas costas, ya en uno
de los que en ellas hacían el servicio del Rey.
Habiendo pasado al conocimiento de la Junta Superior de
Real Hacienda la carta del Gobernador de Nicaragua, y díscu-
tídose particularmente los puntos relativos á los cuatro mil
pesos que este empleado se proponía llevar para sus gastos
de viaje á Tubapi, Bluefields y otros lugares de la costa, y á
la compra de artículos para regalos á los indios y cambio de
productos, aquel Tribunal declaró en decreto de 6 de marzo:
«que para disponer lo conveniente sobre ellos necesitaba el
expediente de una mayor instrucción sobre el estado que se
pudiera inquirir había tenido recientemente y tenía en el día
la obediencia por parte de los súbditos de Bretot á este jefe,
y la mayor ó menor dificultad con que pudieran vencerse los
obstáculos que el asunto hubiese, y de consiguiente allanarse
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 247

los fines de la religión, del estado y de la obediencia á que


se dirigía el viaje indicado».
En consecuencia, el Presidente y Capitán General del Reino
ordenó al Gobernador de Nicaragua, que á vuelta de correo
informase clara y distintamente sobre los objetos á

que se
refería el acuerdo de la Junta, agregando todas las noticias
que hubiese adquirido, la opinión que formase acerca de cada
uno de los puntos que comprendía aquella providencia y los
medios de que pensaba valerse para vencer las dificultades
que se presentaran en la ejecución de su empresa.
Necesitando conocer el estado en que se hallaba la con-
tienda entre el Gobernador mosco, don Carlos Antonio de Cas-
tilla, y su sobrino Alparis, y considerando que el Coronel don
Pedro Brizzio, por haber ejercido recientemente la comandan-
cia del Cabo de Gracias á Dios, podría dar noticias ciertas y
circunstanciadas sobre ese particular, dirigióle el Presidente
del Reino una comunicación, fecha 8 de marzo, en que le pre-
venía que informase acerca de los puntos siguientes:
Si el citado Gobernador había sofocado ó estaba próximo
á sofocar el alzamiento de su sobrino, y con qué auxilios y
medios podría verificarlo;
Si Jorge, rey de los zambos, favorecía á los rebeldes ó si
se había declarado en favor del Gobernador Bretot, como lo
hacía sospechar el hecho de haber acompañado ambos jefes al
sucesor de Brizzio en cierto viaje que había hecho poco antes
de tomar posesión de la comandancia del Cabo;
Si enviándose á Bretot socorros del establecimiento espa-
ñol formado en la boca del río de San Juan, le sería fácil so-
meter á su sobrino, y si se le harían más superables los obs-
táculos que á este fin se le presentaban, con la llegada del Go-
bernador Intendente de León á Bluefields;
Si vencidos los enemigos del Jefe mosco, contribuiría la
presencia del Gobernador Intendente á asegurar la obediencia
general de los súbditos de aquél al Monarca de España y la
adopción definitiva de la fe católica en toda la comarca;
Si mediante la formación de un regular establecimiento en
Bluefields se facilitaría aun más el logro de esos objetos, como
y también la vigilancia que sobre la conducta de don Roberto
248 HISTORIA DE NICARAGUA

Hodgson debían ejercer los empleados españoles, á fin de evi-


tar las negociaciones clandestinas que se le atribuían.
No se encuentra entre los documentos que se han consul-
tado para escribir este capítulo, la contestación que el Coro-
nel don Pedro Brizzio haya dado al Gobierno Superior; pero
sí aparece, que en 23 del propio mes de marzo, dirigió el Go-
bernador don Juan de Ayssa, el informe que se le había pe-
dido, en el cual especificó con toda individualidad los objetos
que se proponía llevar y explicó muy por menor las razones
que le asistían para tomar de las reales cajas los cuatro mil
pesos que debía invertir en los gastos de la expedición. Ma-
nifestaba también, que siendo peligroso retardar el viaje, ha-
llábase dispuesto á emprenderlo antes de recibir la resolución
superior, y que al efecto supliría de su propio caudal la can-
tidad de dinero que fuese necesaria, en la seguridad de que
le sería reembolsada.
En oficio de 7 de abril siguiente le aprobó la Junta que
hubiese dado principio á la expedición sin aguardar las últi-
mas determinaciones superiores, manifestándole además la
confianza que abrigaba en que por lo relativo á gastos proce-
dería con economía y prudencia.
Había entre tanto don Juan de Ayssa, salido del asiento de
su gobierno y dirigídose á la ciudad de Granada. De allí pasó
al fuerte de San Carlos, con objeto de bajar por el río de San
Juan al puerto de este mismo nombre y visitar el estableci-
miento español que allí se había formado. Desde luego pre-
sentóse al Gobernador la grave dificultad de encontrar em-
barcaciones aparentes en que continuar su viaje hacia el puer-
to de San Juan. Habíase perdido la lancha cañonera que hacía
el servicio entre este punto y el fuerte de San Carlos. Podía
echar mano de una canoa grande perteneciente al Coronel don
Roberto Hodgson; pero ésta, como que tenía muchos finos para
poder barloventar algo en la costa sin bastante dificultad y á
plan barrido, no podría bajar por la poca agua de los encuen-
tros á la boca. Considerábase ya el Gobernador totalmente
impedido de dar cumplimiento á su importante encargo, cuan-
do la llegada de unos barcos procedentes de Cartagena ofreció
nuevo estímulo á su esperanza con la facilidad de ocupar uno
LIB. VIII.--CAP. Vll.-'-EXPEDICION, ETC. 249

de ellos en el viaje. Teniendo siempre en mira la mayor eco-


nomía para el Real Tesoro, no quiso desde luego proponer la
compra de ninguno, y se limitó á averiguar por medio de don
Melchor Villar qué cantidad querría el dueño de uno de los
barcos por conducir á Bluefields cuatro personas y sus respec-
tivos equipajes; pero habiéndosele pedido trescientos pesos,
suma que le pareció excesiva, se decidió por la compra de una
de esas embarcaciones con todos los objetos de su carga, con-
siderando que vendidos éstos en Granada podría sacarse gran
parte del costo de la nave, y que además se obtendría la ven-
taja, no despreciable por cierto, de poseer una embarcación
cuyo servicio sería muy útil para la- guarnición del fuerte.
Compró, pues, por mano del oficial don Melchor Villar, uno
. de los barcos más pequeños, perteneciente á don Pedro Torres,
por la cantidad de mil setecientos veinte pesos, incluyéndose en
la compra los objetos de que estaba cargado, que consistían en
diez barriles de aguardiente, dos botijas de vino, una castaña
de aguardiente de Islas, un barril de vinagre y dos arrobas
de jabón de Castilla. El Gobernador dió cuenta á la Junta
de Real Hacienda, por medio del Presidente del Reino, de la
compra que había hecho, á fin de que siendo aprobada, se le
reconociese el precio del barco, que él había suplido de su pro-
pio caudal. ·
En esa pequeña embarcación emprendió don Juan de Ayssa
su viaje al puerto de San Juan. No carecen de importancia
los pormenores que acerca de esta parte de su expedición co-
municó á la autoridad superior del Reino.
«En mi bajada por el río de San Juan, decía, desde el fuer-
te de San Carlos á ese puerto, en una lanchita de siete y cuarta
varas de largo y dos y una tercia en su mayor ancho, que ca-
laba con poca carga una vara y media cuarta, dilaté seis días
navegando sólo por la mañana, á excepción del primero, ha-
biendo ocupado en todo el tránsito treinta y dos horas y vein-
ticinco minutos de trabajo de remo, y gradué de distancia de
uno á otro puerto cincuenta y cuatro leguas.»
«En la primera jornada, del fuerte de San Carlos á los Sá-
balos, que gradué doce leguas, dilatamos nueve horas, por ser
poca la corriente según infiero, porque como á ésta se subsi-
250 HISTORIA DE NICARAGUA

guen los raudales que adelante se dirán, forman éstos entre


sí alguna altura que impide y detiene las aguas de la anterior
distancia hasta su nivel.»
«En la segunda, de los Sábalos al arruinado castillo de San
Juan, en que se pasan cuatro raudales de los arriba citados,
que se reducen á unas cuantas piedras que forman un chiflón
que teniendo como ahora bastante agua no se notan en otra
circunstancia que en la de la violencia de la corriente y se ha-
llan á muy corta distancia unos de otros, dilatamos en llegar
á dicho castillo tres y un cuarto de horas: ácuyo frente se
halla el raudal llamado antiguamente de Santa Cruz (y por los
ingleses, del Diablo) ; y su longitud es la misma que tiene al
lado del Sur la loma sobre que estaba fundado el citado cas-
tillo: es muy rápido, de mucha piedra, dilatándose sólo cinco
minutos en bajarle en canoa, y aunque el día en que lo pasé
tenía bastante agua, á precaución en su subida ó principio,
que es la rampa que formaba la subida del castillo, desem-
barqué y desalijaron las dos canoas que ámás venían en mi
compañía y pasaron á media carga, y después por la orilla,
de como doce varas de ancho, se condujo la carga al otro lado,
y yo lo pasé á pie, que habrá la distancia por lo menos de
doscientas varas, bien fácil de hacer canal en esta orilla, por
ser todo piedra movediza que en tiempo seco se descubre; y
gradué de distancia en esta jornada, seis leguas.»
«En la tercera, del castillo á Diamante, dilatamos tres ho-
ras, y á la hora y diez minutos encontramos una isla llamada
de Bartola, donde yo tuve hecho y guarnecido un reducto cuan-
do comandé el castillo antiguo de San Juan, que detuvo á los
enemigos en la última guerra con más de tres horas de com-
bate; y á la vista de ella se nota una reventazón de unas pie-
dras; pero es por ellas la canal, y en tiempo seco se divisan
casi todas, y como á un cuarto de legua de éste, se mira un
riachuelo, y al frente reconocí un bajo de cascajo oculto que
raspó el buque en el movimiento de los pilares, y gradué la
distancia de cinco leguas hasta dicho Diamante. De éste pa-
samos en el mismo día á Machuca, cuyo nombre ha tomado
por un raudal compuesto de infinidad de piedras, que unos
días forma canal por unos puestos y otros por otro, tan su-
LIB. Vlll.-CAP. Vll.-EXPEDICION, ETC. 251

mamente rápido que habiéndole graduado la distancia de dos


leguas caminando por tierra de uno á otro sitio por el camino
que está abierto, lo bajé embarcado en veinte minutos.»
«En la cuarta pasamos á San Carlos, en cuyo tránsito di-
latamos cuatro y un cuarto de horas, que le gradué siete le-
guas de distancia.»
«En la quinta, de San Carlos á San Francisco, dilatamos
tres horas y en el mismo día pasamos á San Juanito, cuyo
nombre ha tomado por un brazo de agua que sale de San Juan
y vuelve después á reunirse á él cerca del establecimiento de
que se tratará después, habiendo dilatado tres y tres cuartos
de hora, y siguiendo hasta Concepción, alias Colorado, que es
otro brazo que sale de San Juan llevándose la mayor parte del
agua, de que igualmente hablaré después, y de donde empieza
á recorrerse el declive del terreno hasta la mar, llegamos á
la hora y veinte minutos, cuya distancia gradué en el todo
de catorce leguas.»
El Gobernador acompañó á este informe un plano de los
Jugares recorridos, y advirtió que para la graduación de las
distancias se había seguido prudencialmente por las horas de
navegación y por la mayor ó menor fuerza de las corrientes.
En cuanto al citado brazo del San Juanito, hacía notar que
en tiempo seco era escasa la cantidad de sus aguas, pero que
se ahorraba algún tiempo en la navegación haciéndola por ca-
yucos, sin encontrar otro impedimento que el de los grandes
árboles atravesados en distintas partes, por debajo de los cua-
les tenía que pasar la embarcación. Y continuando su descrip-
ción de aquellos lugares, decía el Gobernador que á corta dis-
tancia se divide del río San Juan el Colorado y tiene su salida
al mar como á doce ó catorce leguas de aquél, y que aunque
su barra es algo peligrosa ya había habido canoa que entran-
do por él y cruzando por un estero que forma con Taure, sa-
liera al San Juan por uno de los caños del Colorado.
El establecimiento español fundado á inmediaciones de la
boca del río de San Juan, consistía en un grupo de casas cu-
biertas con palma de buena calidad: las varas de los techos
eran de mangle blanco; pero los horcones no ofrecían seguri-
dad de duración, por la mala clase de la madera. Carecíase
252 HISTORIA DE NICARAGUA

de otras más sólidas, ó por lo menos hasta entonces no se ha-


bían encontrado ni á mucha distancia, y se pensaba que no
las había, á causa de lo bajo del terreno, el cual era un banco
de arena, que media vara de profundidad brotaba agua, y su
á

fondo era también de arena, con la particularidad de que en


tiempos de lluvias continuas tres esteros inmediatos al esta-
blecimiento derramaban por entre algunas de las casas. Esto
no sucedía con todas, por la corta diferencia de nivel de los
sitios en que estaban construídas; pero era de temer que en
épocas de lluvias muy copiosas invadiese el río todo el esta-
blecimiento.
La temperatura del paraje en que éste se hallaba funda-
do era benigna, sin la humedad que parecía debiera tener por
lo bajo, y aun se advertía ser menos húmedo que el del fuerte
de San Carlos, no obstante la mayor altura en que éste se
encontraba. La bondad del clima no impedía que reinasen al-
gunas enfermedades en el establecimiento, en especial las fie-
bres intermitentes y el gálico, por lo que insinuaba el Gober-
nador en su informe la conveniencia de fundar un hospital en
donde se proporcionase á los enfermos la necesaria asistencia
y los medios de recobrar la salud.
Era apta aquella tierra para la producción del maíz, frí-
joles, sandías, icacos, marañones y otros frutos; pero no había
terrenos preparados en que sembrarlos, siendo el único des-
monte que se había hecho el que ocupaban las casas. Con-
sideraba el Gobernador que era imposible conservar con pro-
vecho el establecimiento si no se ejecutaban tantas obras como
las que en Cartagena se habían emprendido con igual objeto,
y hacía observar que no se encontraba piedra de que hacer
cal, ni para mampostería sino hasta un poco más arriba de
San Francisco, y con abundancia en San Carlos. Proponía,
pues, que se formasen poblaciones á distancias competentes
en todo el distrito del río, cuyas tierras, aunque con varios ba-
jos en los desagües de los ríos, son fértiles y producen toda
clase de árboles. También creía indispensable que de Carta-
gena se enviasen víveres al establecimiento, tanto por la mejor
calidad de ellos y por el mucho ahorro que resultaría á la Real
Hacienda, cuanto por la mayor facilidad en su transporte, pues
LIB. VIIl,-CAP. VII.---'EXPEDICION, ETC. 253

muchas ocasiones había ocurrido que se inutilizasen los que por


el río se conducían en piraguas, á causa de la abundancia de
aguas y de lo poco á propósito que eran para el objeto esa cla-
se de embarcaciones.
Además de las casas de que se ha hecho mención había,
al lado opuesto otras tres para habitación de indios mosqui-
tos. Se habían construído á considerable distancia de las pri-
meras, con dos fines: el de proporcionarles entera libertad y
evitar que fuesen incomodados por los pobladores del estable-
cimiento, y el de precaver todo insulto ó sorpresa que intenta-
sen ejecutar contra éstos, cuando se viesen en número creci-
do, bien que hasta la fecha en que el Gobernador extendía su
informe, sólo una vez habían pasado por allí cuatro piraguas.
El terreno que ocupaban esas casas tenía las mismas condi-
ciones que el en que estaban construídas las del establecimiento
de españoles.
El puerto es resguardado: de las dos barras que se miran
á uno y otro lado de la isla por donde se sale á él, la de la
derecha no ofrecía el menor riesgo, á juicio del Gobernador;
pero sí la de la izquierda.
Siendo uno de los objetos principales de la expedición ver
si era fácil proporcionar auxilios al jefe de la Mosquitia en
la rebelión encabezada por Alparis, procuró don Juan de Ayssa
adquirir los más seguros informes acerca de las circunstan-
cias de la navegación desde el puerto hasta la costa. De ellos
resultó que ninguna protección podía darse al Gobernador don
Carlos Antonio, por la falta de buques á propósito y defendi-
dos, pues aunque la distancia hasta Bluefields se calculaba en
18 á 20 leguas, debiendo montarse una punta llamada Gorda,
aun embarcaciones aparentes solían dilatar en el viaje quince,
veinte y aun más días, á menos que un viento muy favorable
y la especial construcción de los barcos evitasen que las mu-
chas corrientes los abatiesen hacia la costa de Portobelo. Do-
blada punta Gorda, toda la costa intermedia hasta Bluefields
se encuentra llena de arrecifes y bajos, por lo que nadie se
atrevía á aproximarse á ella sino en embarcaciones de la ca-
lidad expresada y cuando había buen tiempo. En canoas era
peligroso, á juicio del Gobernador, el envío de socorros, por-
254 HISTORIA DE NICARAGUA

que hallándose indefensas y teniendo que arrimar á tierra en


caso de mal tiempo, se verían expuestas á ser sorprendidas por
Alparis ú otros parciales suyos.
No obstante lo peligroso y difícil de la navegación, deter-
minó don Juan de Ayssa proseguir su expedición á Bluefields
y otros lugares de la costa, luego que hubo terminado el reco-
nocimiento del puerto de San Juan y extendido su informe
acerca de las particularidades que en él había observado. A
principios de octubre partió para Bluefields, llevando un inge-
niero, varios dependientes, oficiales veteranos y de milicias;
pero los grandes trabajos y peligros que experimentó en la
navegación, y la pérdida de efectos y víveres le obligaron á
regresar y á desistir de llevar adelante la empresa.
Con fecha 22 del propio mes de octubre, dió cuenta al Go-
bierno Superior, de los contratiempos que le habían impedido
continuar el reconocimiento y de los graves obstáculos que se
presentaban para intentarlo de nuevo. El Presidente del Reino
le contestó, manifestándose satisfecho del resultado de la ex-
pedición y persuadido de las justas causas que habían estor-
bado su mejor suceso, y encargándole que ampliase el informe
que de sus operaciones había dirigido. En 20 de noviembre
envió el Gobernador Ayssa, una prolija relación del estado en
que se hallaba la Mosquitia, apoyándose en sus propias obser-
vaciones, y donde éstas faltaban, en las noticias que le sumi-
nistraron otras personas conocedoras de aquel territorio.
Habían ocurrido entre tanto graves acontecimientos en la
costa de mosquitos. Alparis, ayudado por otro mosco llama-
do Solera, hermano suyo, y aliado con Jorge, rey de los zam-
bos, continuaba en armas contra su tío el Gobernador don Car-
los Antonio de Castilla; y considerando que el medio más se-
guro de satisfacer sus ambiciosas miras, era la muerte de este
jefe, concibió el criminal proyecto de asesinarlo y proclamarse
en seguida sucesor suyo en el gobierno. Mas no le era fácil
realizar sus propósitos por medios alevosos, porque el Gober-
nador estaba siempre sobre aviso y resguardado por las tro-
pas que habían permanecido fieles á su persona. Determinó,
pues, reunir un considerable número de revoltosos, llamar en
su auxilio á los zambos, atacar todos en masa el pueblo de Tu­
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 255

bapi, y en medio de la confusión y del desorden ejecutar el


crimen.
No fueron tan cuidadosos en guardar el secreto los par-
ciales de Alparis, que impidiesen se esparciera el rumor de su
futuro atentado, en algunos lugares de la costa. El Coman-
dante de Bluefields, don Roberto Hodgson, con noticia del plan
que se proponía Alparis llevar á cabo, y deseando evitar su
ejecución, alistó una pequeña balandra, puso en ella cuatro mil
pesos en dinero y como cinco mil en artículos de comercio, y
determinó embarcarse en ella, dirigirse á
reconocer la costa
y entrar en el paraje en donde se hallaban Alparis y Solera.
Era su propósito obsequiar á estos caudillos con algunas ro-
pas y dinero, pasar en seguida á hacer igual cosa con el rey
de los zambos, y mientras se hallasen todos distraídos con esas
dádivas, ir él á Tubapi, en donde tomaría al Gobernador don
Carlos y su familia, para sacarlos del riesgo en que se encon-
traban, trasladándolos al Cabo de Gracias, áSan Juan ó á
otro punto que la suerte les proporcionase.
No pudo el Comandante de Bluefields realizar sus genero-
sas intenciones. Los revolucionarios de la Mosquitia, apre-
surándose á poner por obra sus infames proyectos, habían aco-
metido al Gobernador don Carlos y dádole muerte en Tuba-
pi, y deseando coronar su obra con el pillaje, se dirigieron á
Bluefields, atraídos por el conocimiento que tenían de las ri-
quezas que poseían algunos de sus moradores. En los mo-
mentos en que Hodgson se embarcaba, fué atacado por tres-
cientos zambos y un crecido número de mosquitos, encabeza-
dos todos por Solera, quienes arrojándose sobre el Comandante
y su hijo don Guillermo, les ataron las manos. Dirigiéronse
inmediatamente á la casa de Hodgson, en donde robaron cuan-
to quisieron. Mediante la intercesión de un coronel mosco
llamado César, soltaron á los dos Hodgson, quienes observan-
do alguna confusión en la balandra, interrogaron si ella había
sido también acometida. Respondíéronles que no; pero á poco
rato aparecieron algunos zambos trayendo amarrado al capi-
tán de la embarcación, el cual hizo saber á sus patrones que
todo el cargamento de dinero y objetos de comercio, había sido
robado por los bárbaros. Algunos de éstos habían roto la han-
256 HISTORIA DE NICARAGUA

<lera española que en la balandra flameaba, y cubierto con los


jirones la desnudez de sus cuerpos. Don Guillermo ocurríé
prontamente á recoger y ocultar el pabellón español que cu-
bría su casa, temiendo que fuese objeto de un insulto.
Tres días estuvieron los zambos y mosquitos en Bluefields:
á la esposa y á la hija del Comandante tratáronlas con respe-
to, no así á don Roberto y don Guillermo, contra los cuales
manifestaron el más profundo encono, por haberse negado á
suministrarles pólvora para la revolución contra el Goberna-
dor Bretot. Durante esos tres días se alimentaron con las
provisiones que Hodgson tenía en su despensa, usando para
la comida el servicio de la casa y obligando al Comandante y
á su hijo á que comieran con ellos, para mortificarlos con in-
jurias y desprecios.
Retiráronse por fin los invasores y se internaron en la
montaña, dejando al parecer en libertad á Hodgson; pero en
la noche se presentó sigilosamente en casa de éste un mosco
y le reveló que Solera, hallándose temeroso de los resultados
que contra él y los suyos habrían de tener los atentados co-
metidos, había reunido en consejo á los principales jefes de los
salvajes y resuelto de acuerdo con ellos volver al puerto y
asesinar al Comandante y á su hijo, para evitar que éstos se
dirigiesen á algún puerto español en solicitud de auxilios con
que vengarse de los ultrajes que habían recibido.
Prevenido por ese aviso, determinó Hodgson huir con su
familia en la misma noche, y en efecto, después de haber em-
barcado con ayuda de sus negros esclavos los objetos más ne-
cesarios, salió ocultamente de Bluefields con su mujer é hijos.
Proponíase dirigirse á los puertos de San Juan ó Matina, por
lo que dejó encargado á los negros que á uno de esos puntos
le llevasen en canoas los intereses que pudiesen sacar de su
establecimiento antes de que los zambos volviesen; pero los
vientos contrarios impidiéronle arribar á aquellos puertos y
lo arrojaron á Chagres, en donde desembarcó, sin haber en-
centrado ninguna de las canoas que esperaba.
Cuantiosos eran los bienes que el Coronel Hodgson poseía
en la costa de mosquitos. A su salida de ella dejó como cien-
to cincuenta mil pesos en mercancías y frutos del país, tales
LIB. VIII.--CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 257

como losa, ropa, jarcia, algunos anclotillos, canoas y pipan-


tes, lonas y velas hechas, anclas de fragata, anclotes, herra-
mientas de carpintería, ladrillos, brea y carretas, cacao, zar-
zas, trozas y tablas de caoba, cedro y níspero, goma, copal, ca-
rey y pieles de venado. Además, ciento cincuenta esclavos de
ambos sexos, á quienes el rey zambo quiso sacar del estable-
cimiento, pero no lo consiguió.
En la isla de Mangles, distante diecisiete leguas de Bluefields,
y en la de Mangles Chica, poseía tres mil cabezas de ganado
vacuno y diez mil de cerda, y en cuanto á buques, le pertene-
cían varios, entre ellos una balandra denominada Nuestra Se-
ñora de Concepción, y una fragata. La primera había sido
enviada á Jamaica poco antes de la sorpresa de Bluefields, al
mando del capitán Pedro José Lavoytance, pero ya en mo-
mentos de hacerse á la vela, recibió éste orden de Hodgson
de dirigirse á Cartagena, lo que no quiso ejecutar. En Cha-
gres tuvo noticia Hodgson de que esa embarcación había en-
trado á la Habana, haciendo mucha agua y desarbolada, por
lo que escribió al administrador de correos de aquel puerto,
suplicándole que recogiese el cargamento que llevaba, cuyo
valor era de cuatro mi! pesos poco más ó menos.
La otra fragata había sido cargada con artículos del país
y despachada á Cádiz cargo de Guillermo Roce, quien ya á
á

bordo habíase negado dirigirse á aquel puerto y tomado dis-


á

tinto rumbo: á la fecha del desastre de Bluefields se ignoraba


su paradero.
Otros bienes tenía Hodgson, que consistían en créditos con-
tra algunas personas de esta Provincia, tales como el Capitán
don Luis Tife, que le debía dieciséis mil pesos, con obligación
de pagar veinte mil si no satisfacía la deuda en el plazo de
tres meses. También conservaba un crédito de varias sumas
de dinero contra la Real Hacienda, por razón de lo que había
gastado en el desempeño de varias comísiones que le confiara
don Antonio Caballero y Góngora, Virrey de Santa Fe, quien
también le había ofrecido hacerlo brigadier de los ejércitos
españoles con el sueldo correspondiente á ese grado, á los cinco
años de su residencia en la costa, promesa que nunca se había
cumplido.
IIT.­lí
258 HISTORIA DE NICARAGUA

Con objeto de procurar recobrar algunos de sus intereses,


vino el Coronel Hodgson á esta Provincia, dejando su fami-
á

lia en Chagres. No quiso el Gobernador Ayssa perder la opor-


tunidad de hablar con él para informarse circunstanciadamen-
te de la sorpresa de Bluefields. Vísitóle en el pueblo del Viejo,
en donde el Coronel estuvo algunos días; pero la reserva y
taciturnidad de éste y la mucha dificultad de comprenderse
por la ignorancia de los respectivos idiomas, impidieron al Go-
bernador adquirir las noticias que deseaba.
Dirigióse el inglés ála capital del Reino, acompañado de
un negro esclavo suyo y llevando algunas exposiciones y docu-
mentos que debía presentar al Capitán General. Pero antes
de llegar al término de su viaje, falleció (ignórase en qué pue-
blo), de un modo algún tanto misterioso, según lo comprendió
el Gobernador de esta Provincia.
Poco tiempo después llegaron á León la esposa y los hijos
del difunto Coronel, á quienes visitó don Juan de Ayssa, pro-
curando adquirir algunas noticias sobre los sucesos de la costa.
La viuda de Hodgson <lió á entender, que en cuanto al des-
tino que debía tomar y á los medios de que habría de valerse
para recobrar los intereses de su esposo, pensaba sujetarse á
los consejos que la diesen el Gobernador y el Obispo. Ayssa
rehusó con delicadeza esa muestra de confianza, manifestando
á la señora, que lo más acertado sería seguir el camino que su
propio juicio le indicase ó ajustarse en cuanto posible fuera
á las instrucciones que el Coronel Hodgson le hubiese dejado
á su salida de Chagres.
Por varias conversaciones que con don Guillermo tuvo, supo
el Gobernador los pormenores de la sorpresa de Bluefields, que
hemos apuntado anteriormente. El hijo del desgrac' ado Co-
mandante manifestábase muy preocupado por las dificultades
que encontraba para establecerse con su familia de un modo
ventajoso. Consideraba que los españoles estarían prevenidos
contra su padre, porque no obstante hallarse éste al servicio
de España, había mantenido dos hijos en Inglaterra, y excu-
saba este hecho con la necesidad que había tenido de propor-
cionarles las más conveniente educación. Tampoco esperaba
protección por parte del gobierno británico, por haber des-
LIB. VIII.--CAP. VII.-EXPEDICION, l<:TC. 259

atendido el llamamiento que dos veces le había hecho para


alistarse en los ejércitos de aquella corona, y agregaba que le
era imposible servir en Inglaterra, porque como esa nación
meditaba constantemente sobre los medios de poseer ria sólo
la costa de mosquitos, sino también todo el territorio de esta
Provincia, conocía que sirviendo allá querría el gobierno em-
plearlo en la primera expedición que intentase, y que en tal
caso, ó habría de obrar mal con los ingleses, no sirviéndoles
con lealtad, ó infamemente contra los españoles, haciendo uso
en favor de Inglaterra de las noticias que aquí había adqui-
rido, lo cual sería la más ingrata recompensa que pudiera dar
á la humanidad y protección que en beneficio suyo y de su
familia, habíanle dispensado las autoridades de esta Provincia.
Por esas consideraciones solicitaba ser admitido al real ser-
vicio en la marina española, no pudiendo ingresar en las fuer-
zas de tierra por ser demasiado cojo, y que se asignase á la
viuda de Hodgson alguna pensión de que subsistir, en consi-
deración á las muchas pérdidas que había experimentado en
sus intereses y á los dilatados servicios prestados por don Ro-
berto al Gobierno de España.
Tratando acerca de los medios de que pudiera valerse para
recoger en Bluefields é islas de Mangle los bienes que había
dejado su padre, manifestó que no encontraba otro que el de
pasar él mismo á aquellos lugares con fuerzas competentes,
por hallarse el país en revolución. Creía que mediante el au-
xilio de esas tropas, le sería fácil tomar todos sus negros es-
clavos, ya para llevarlos á Cartagena á la Habana, ya para
ó

traerlos al interior de esta Provincia, en donde podrían ser


comprados por el gobierno para dedicarlos á trabajos agríco-
las ó á obras de fortificación que hubiesen de emprenderse:
pero confesaba que los negros se hallaban preocupados con la
idea de que los españoles eran la peor gente del mundo. Refi-
rió don Guillermo, que en la época en que se trató de la des-
ocupación de la costa de mosquitos, no faltó en Londres quien
pensase que era lo más acertado consentir en ella, y que el
medio más eficaz para obtener la posesión de aquel territorio,
consistía en hacer venir de la América del Norte algunas fa­
milias para que radicasen en el establecimiento. Por un mi-
260 HISTORIA DE füCARAGUA

llón de libras esterlinas se había comprometido don Roberto


Hodgson á realizar ese proyecto; pero no pudo al fin ilevarlo
á cabo por haberse negado el Gabinete de Londres á admitir
ciertas condiciones necesarias para su feliz ejecución.
Entre varias importantes noticias que el Gobernador ad-
quirió en sus conversaciones con don Guillermo Hodgson, fué
una de ellas la de que los habitantes de la isla de San Andrés.
eran muy perjudiciales á la tranquilidad de la costa. Uno de
ellos había estado en Bluefields el año de 1790, conduciendo gran
cantidad de piedras, las que arrojó en el puerto con objeto de
inutilizarlo. Habiéndosele reprendido por semejante acción,
contestó, que ya que los ingleses no podían poseer aquel lu-
gar, era conveniente inutilizarlo para los españoles. En cuan-
to á los zambos y mosquitos en general, los consideraba don
Guillermo refractarios á la dominación española, y pensaba
que sólo por medio de la fuerza podría sujetárseles definitiva-
mente.
El Gobernador de Nicaragua transmitió todas esas noti-
cias al Presidente y Capitán General del Reino.
Enterado el Monarca de algunos de los sucesos acaecidos
en la costa de mosquitos, comunicó al Presidente de Guate-
mala las siguientes instrucciones, acordadas con uniforme dic-
tamen de la Suprema Junta de Estado:
1� Que don Roberto Hodgson, fuese admitido en Guate-
mala, continuando con el sueldo y grado de coronel que se le
había concedido (ignorábase en la Corte de Madrid el falleci-
miento del Comandante de Bluefields). Que se le pagase por
las Reales Cajas de Cartagena, lo -que se le adeudase, con des-
cuento de las cantidades que hubiese recibido para su viaje y
otros gastos: que eligiese paraje en donde hubiera de residir,
pues no convenía su vuelta á la Mosquitia, y que trasladase á

su nueva residencia los intereses que pudiera sacar de Blue-


fields, para lo cual debían las autoridades de esta Provincia
prestarle los auxilios necesarios. El Superior Gobierno de este
Reino habría de dar cuenta la Corte, del sitio que Hodgson
á

escogiese para establecerse.


2! Que se continuasen con prudencia y sin estrépito las
averiguaciones relativas al asesinato del Gobernador mosco
LIB. VIII.-CAP. VU.-EXPEDICION, ETC. 261

don Carlos Antonio de Castilla Bretot y á las causas que pro-


dujeron semejante atentado, castigándose á los autores de
éste, si de ello no se siguiesen mayores inconvenientes.
3� Que se asignase á doña María Manuela Rodríguez, una
pensión de cuatrocientos pesos anuales, de la que gozaría mien-
tras guardase viudedad; y á su muerte, ó antes si pasase á se­
gundas nupcias, debería distribuirse entre íos hijos que hu-
biera tenido del Gobernador don Carlos, quienes disfrutarían
de ella en tanto que no tuviesen otra asignación de la Real
Hacienda.
4� Que se concediese permiso á don Francisco Meany y
Compañía, para introducir durante tres años géneros de In.
glaterra, destinados al comercio con los naturales de la costa
de mosquitos.
5� Que en el tráfico con éstos quedase abolido todo mo-
nopolio, debiéndose poner precio fijo á los géneros que hu-
biesen de comprar y vender, al cual efecto el Presidente del
Reino estipularía lo conveniente con Meany, á fin de que por
este medio se evitasen cualesquiera quejas y dificultades que
pudieran seguirse.
6i! Que se expidieran las providencias convenientes para
que los regalos á los naturales se hiciesen con toda equidad,
por cuotas fijas y á días señalados, entregándolos sin desfal-
co á quienes correspondiese, y que para el surtido de los gé-
neros que hubiesen de dárseles, comprendidos en un estado
que se había dirigido al Presidente, y cuyo importe estaba
regulado en cuatro mil trescientos diez pesos, se formase un
contrato con Meany, en cuya buena fe confiaba el Gobierno.
7i! Que se llevase á efecto, sin tardanza y en la forma con-
veniente, el establecimiento que se había mandado fundar en
la laguna de Bluefields.
8i! Que cuando fuese necesario que algunos buques de gue-
rra recorriesen la costa de mosquitos, los pidiese el Presi-
dente al Gobernador de la Habana, de donde se le enviarían,
conforme á las órdenes comunicadas al departamento de
Marina.
Esperaba el Gobierno que con estas providencias, y procu-
rándose que tuviesen puntual cumplimiento las demás que se
262 HISTORIA DE NICARAGUA

habían comunicado al Capitán General en reál orden de 26 de


octubre de 1790, se lograría establecer el mejor arreglo en los
asuntos de la Mosquitia, y á este fin recomendaba al Presi-
dente del Reino que aplicase su acreditado celo, procurando
que los comandantes de aquellos establecimientos y demás au-
toridades á quienes correspondiesen la ejecución de las provi-
dencias dictadas, ajustasen estrictamente á ellas su conducta.
El Gobernador de esta Provincia consideró deficientes y
no en todo acertadas las instrucciones que la Corte de España
comunicó al Presidente y Capitán General del Reino. Había
aquel empleado obtenido nuevos y más circunstanciados in-
formes relativos al estado de la costa. Gobernaba en ella con
excesiva crueldad y tiranía Alparis, hombre de cuarenta años
de edad, valiente, inteligente y ambicioso. En cuanto al rey
de los zambos, el Gobernador Ayssa le llamaba «una bestia
de treinta años, con todos los vicios del mundo y sin ninguna
virtud». Ambos jefes y sus respectivos súbditos, después del
asesinato de don Carlos Antonio de Castilla, habían declara-
do terminantemente que no admitían la sujeción á las autori-
dades españolas. Tanto los zambos como los mosquitos eran
pérfidos, crueles, ingratos, interesados, arrogantes y holga-
zanes. Según aseguraba el Jefe de esta Provincia, todos los
trabajos del campo estaban encargados á las mujeres: los
hombres sólo salían de sus hamacas cuando á ello los obliga-
ba el hambre el deseo de cometer algún robo de importancia.
ó

Los mosquitos y zambos no mantenían entre sí la mejor ar-


monía, pero aliábanse fácilmente cuando trataban de hosti-
lizar á los españoles.
El conocimiento que de la costa de mosquitos y del carác-
ter y gobierno de sus habitantes había adquirido don Juan de
Ayssa, ya por su propia observación, ya por noticias que re-
cibiera de personas conocedoras de aquel territorio, le sugirió
un plan de pacificación y conquista, que en su concepto debía
producir los más felices resultados, y del cual haremos una
detenida relación.
Ese proyecto, dirigido á la Corte de España, contenía pru-
dentes observaciones, y si no era en todo admisible, presen-
taba á lo menos datos importantísimos que podían servir de
LIB. Vlll.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 263

base á ulteriores y bien meditadas providencias. Pensaba el


Gobernador que convenía á los intereses del Reino fundar un
establecimiento en Bluefields, el cual sería muy útil siempre
que el Monarca quisiese ejercer actos de soberanía en aquellos
territorios é intentase asegurar y defender esta Provincia,
llave do los tres reinos, tenazmente codiciada por los ingleses
y que tal vez más tarde lo sería también por los americanos
se-parados. Ese establecimiento debía llevarse efecto aun
á

en el supuesto de que el Rey dispusiese habilitar y fortificar


el puerto de San Juan, porque aunque en este caso quedaría
defendida la Provincia contra los insultos y ataques que pu-
dieran hacerse por el río de aquel nombre, no lo estaría por
la parte de la costa, ni podrían evitarse las hostilidades que
los mosquitos y zambos ejecutarían por el río Mico ó Escon-
dido, por el río Grande y por el del Cabo de Gracias, de los
cuales el primero sale por distintas ramas al distrito de Chon-
tales, el segundo al de Matagalpa y el tercero al de Segovia.
Las tribus bárbaras que habitaban el territorio de esas comar-
cas, no hallándose sujetas á los españoles lo estarían siempre
á los ingleses, y éstos una vez que resolviesen atacar con el
auxilio de ellas esta Provincia, lo harían por sorpresa, puesto
que se carecía de una escuadrilla en el San Juan: continuarían
fortificándose en Bluefields, así para asegurar su retirada, como
para recibir constantemente socorros, que tendrían prevenidos
en la isla de San Andrés, y de ese modo se posesionarían de
las más importantes poblaciones de esta Provincia, sin que las
autoridades españolas pudieran evitarlo. El conocimiento que
los ingleses tenían de la costa y la multitud de embarcaciones
menores, construídas á propósito para navegar en aquellos lu-
gares, les facilitarían el buen éxito de sus empresas. Por es-
tas consideraciones, juzgaba el Gobernador como muy preciso
un establecimiento español en Bluefields, mediante el cual creía
casi segura la sujeción de los mosquitos y zambos, ya por me-
dios suaves, ya también por la fuerza, puesto que con la se-
guridad de que la costa se hallaba poseída y resguardada por
fuerzas del Gobierno, podría emprenderse el atacarlos y per-
seguirlos hasta salir á ella, por la parte de esta Provincia y
todos sus ríos, si fuese necesario.
264 HISTORIA DE NICARAGUA

La facilidad de fortificar á Bluefields, era, en concepto del


Gobernador, indiscutible: había en el puerto piedra suficiente
y la cal podía fabricarse de ostiones, que abundaban en la
laguna y en la inmediata á Perlas. Se contaba con excelentes
maderas de todas clases, con un sitio propósito para la for-
á

tificación y con un extenso terreno hacia el Oeste, en donde


podían formarse las poblaciones que conviniesen.
Sin la población y fortificación de Bluefields, no esperaba
el Gobernador que pudiese obtenerse la sujeción de los bárba-
ros, pues si hubiera de pensarse en fortificar y poblar el puer-
to de San Juan, para establecer desde allí un corso continuo
con embarcaciones aparentes para dominarlos por mar, sería
esta empresa de tardíos resultados, que ocasionaría un gasto
de inmensos caudales y que quizá tendría que abandonarse
más tarde, cuando el Gobierno se hubiese convencido de su
ineficacia. Por otra parte, esa campaña floja y permanente
que desde el puerto de San Juan hubiera de sostenerse contra
los mosquitos y zambos, no impediría el que éstos hiciesen
constantes incursiones en los pueblos confinantes con la mon-
taña de Segovia, los cuales, junto con los caribes que la habi-
taban, contenían una población como de veinte mil personas.
Para fortificar el puerto de San Juan, se tropezaría además
con las dificultades que había hecho notar á la Corte el Go-
bernador de esta Provincia, en comunicación dirigida de aquel
puerto, con fecha 18 de julio de 1790.
Otra de las ventajas que el Gobernador encontraba en la
fortificación de Bluefields, era la de proteger el comercio que
pudiera establecerse con esta Provincia por medio de aquella
laguna y del río Escondido. No se había hecho hasta enton-
ces experiencia alguna á este respecto; pero consideraba fácil
la comunicación por aquellas vías, tomando en cuenta la cir-
cunstancia de que unos esclavos pertenecientes al Coronel
Hodgson, habían hecho en nueve días el viaje desde el puerto
de Bluefields hasta esta Provincia, viniéndose por el río. Se-
gún informes que el Gobernador había recibido, era éste na-
vegable por embarcaciones de cien toneladas, en un espacio de
treinta á cuarenta leguas.
Algunas de estas noticias habían sido comunicadas á don
LIB. YIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 265

Juan de Ayssa por don Guillermo Hodgson, quien le facilitó


varios libros de copias y oficios originales cruzados entre el
difunto Coronel su padre y el Gabinete de Londres. Muchas
de esas comunicaciones se habían publicado en un libro que
el Parlamento inglés mandó imprimir para el conocimiento y
uso de ciertas personas que tenían comisiones relativas al pro-
yecto de ocupación de nuestras costas atlánticas.
Después de haber demostrado el Gobernador de Nicaragua
la conveniencia y facilidad de fortificar el puerto de Bluefields,
pasó tratar en su informe, acerca de otro punto no menos
á

importante, saber: quién sería la persona más aparente para


á

gobernar el establecimiento que allí se fundara y llevar á la


práctica los proyectos de pacificación y conquista de la costa
del Norte. Proponía desde luego como el más llamado á ese
fin, á don Guillermo Hodgson, por quien habían manifestado
en otras épocas algún cariño los mosquitos y zambos. Aunque
el don Guillermo había antes solicitado del Gobernador el au-
xilio de la fuerza para recobrar los bienes que su padre deja-
ra en la Mosquitia, reflexionando con más calma en el asunto.
pensaba ya que mediante el establecimiento de Bluefields y
con la autoridad que el Gobierno español le confiara, podría
por medios suaves lograr aquel objeto y hacer que sus ser-
vicios al mismo tiempo que fueran útiles sus propios inte-
á

reses, lo fuesen también los del Monarca de España. Hallá-


á

base, pues, anuente prestar juramento de fidelidad al go-


á

bierno peninsular, abjurar él y su familia de los errores del


á

protestantismo y ádarse por domiciliado en cualquier ciudad


europea, perteneciente á los dominios del Rey Católico.
Establecido Hodgson en Bluefields, fácil sería en su con-
cepto la reducción de los mosquitos y zambos á la obediencia
de las autoridades españolas, para lo cual se observaría un
plan formado por el Gobernador y que Hodgson consideraba
conveniente. Según ese plan, lo primero que debería hacerse
sería proceder al castigo de los asesinos de don Carlos An-
tonio de Castilla, contra quienes se instruiría causa por ese
delito, por el robo de ciertos barcos en Matina, por el ataque
á Bluefields y por los insultos inferidos don Roberto Hodg-
á

son. Serían condenados á la horca Alparis, Solera, el rey Jor-


266 HISTORIA DE NICARAGUA

ge y otros rebeldes de quienes no podía esperarse jamás fi-


delidad y vasallaje al Monarca de España. A los demás se les
haría presentarse al Comandante, quien los recibiría mostrán-
dose indiferente con ellos y mandaría darles sendas copas de
aguardiente, mas no habría de obsequiarlos con otra cosa por
entonces, para que no creyesen que se les tenía miedo, como
lo habían dicho siempre de los ingleses y españoles cuando
les repartían algunas dádivas. Caso que propusieran la paz,
habría de contestárseles que á los españoles érales indiferente
la paz ó la guerra; pero que si de buena fe deseaban los mos-
quitos la primera, se imploraría la clemencia del Soberano.
Entretanto el Comandante se dedicaría á ganarse la vo-
luntad de los principales, halagando su ambición y haciéndo-
les esperar que dos de ellos serían los sucesores de Alparis y
de Jorge en el gobierno de los mosquitos y zambos.
Tanto el Gobernador como don Guillermo Hodgson, juzga-
ban conveniente que continuase la costa dividida en dos juris-
dicciones, cada una con su respectivo jefe, debiendo residir el
de los zambos en Sandibay y el de los mosquitos en río Grande
ó laguna de Perlas. A uno y otro debería asignárseles sueldo
y dárseles algunos vestidos en nombre del Comandante. De
este modo se lograría que fuesen fieles y sumisos al Gobierno,
«pues se hace creíble, decía el Gobernador, que quien se acos-
tumbre á vivir con sueldo no se ha de acomodar á vivir
sin él».
Uno de los puntos que aparecían como más importantes
en el proyecto presentado á la Corte por el Gobernador de Ni-
caragua, era la indicación que hacía relativa á la abolición del
sistema de regalos que con los habitantes de la costa se había
observado desde muchos años antes. Pensaba aquel prudente
funcionario que era más conveniente venderles los artículos de
que tuviesen necesidad: de ese modo se les acostumbraría al
comercio y se les estimularía á trabajar para conseguir lo que
les hiciese falta. Cuando hubiese de dárseles algunas cosas,
sería solamente á los jefes, quienes se haría comprender que
á

los obsequios se originaban de la sola liberalidad del Monarca,


que éste mandaba dárselos para que se condujesen bien en el
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 267

gobierno y que continuarían recibiéndoles mientras su con-


ducta fuese buena.
Deberían cancelarse los títulos de almirante, coronel y otros
que con demasiada prodigalidad se habían expedido á favor
de los mosquitos, y entregar uno solamente á cada uno de los
jefes, á quienes se denominaría comandantes de zambos y mos-
quitos, respectivamente, Estos nombramientos serían hechos
por el Gobernador de la Provincia. El Comandante de Blue-
fieJds expediría los de alcaldes en favor de aquellos sujetos que
hubiesen de ejercer la autoridad local en cada uno Je las po-
blaciones que se formasen.
Se procuraría con el mayor cuidado posible evitar la co-
municación de los ingleses, no sólo con los habitantes de esta
parte de la costa atlántica, sino también y principalmente con
los de Bocas del Toro, que era el lugar á donde con más fre-
cuencia acudían las naves británicas á proveerse de carey.
En cuanto al número de tropas que debía colocarse en el
establecimiento de Bluefields, pensaba el Gobernador que bas-
taba una compañía de ciento cincuenta á doscientos milicianos,
á quienes debería proveerse de uniformes, de abundante ar-
mamento y municiones, de algunos cañones de corto calibre y
de un morterete ó pedrero, destinado sólo á la defensa del es-
tablecimiento contra los indios. Luego que la guarnición hu-
biese llegado al puerto, se daría principio á las obras necesa-
rias para su seguridad y defensa, haciéndose previamente una
estacada al rededor de las principales casas que estuviesen
unidas. Con esto y mediante la vigilancia por la noche se evi-
taría todo ataque así por parte de los mosquitos como de los
zambos. Los trabajos de fortificación deberían emprenderse
durante el mes de septiembre y parte del de octubre, á fin
de utilizar la abundancia de aguas del río San Juan. Para
los viajes que habrían de hacerse en el curso de los trabajos,
no había en la laguna de Granada otras embarcaciones que
una piragua de Hodgson, embargada pocos años antes á don
Manuel Arroyo, y una lancha corsaria: de las cañoneras no po-
dría hacerse uso ni aun con viento favorable, por su mala
construcción y falta de anclas. Para completar el número de
embarcaciones necesarias al servicio, proponía el Gobernador
268 HISTORIA DE NICARAGUA

que se hiciese venir de Trujillo al puerto de San Juan alguna


balandra ó bergantín que no calase más agua que la que se
demarcaba en el plano de la laguna de Bluefields, en su entrada
y puerto. Esas embarcaciones debían traer provisiones sufi-
cientes para cuatro meses.
A fin de evitar pérdidas de víveres en el transporte que
de ellos se hiciera, indicaba don Juan de Ayssa la convenien-
cia de comprar á don Guillermo Hodgson, los ganados que po-
seía en la isla de Mangle y en el puerto de Bluefields, debiendo
costear el vendedor la conducción, para lo cual se haría un
contrato que fuese ventajoso al Gobierno.
Formado el establecimiento continuaría suministrándosele
de tiempo en tiempo los artículos de alimentación, instrumen-
tos para el trabajo, embarcaciones y artillería gruesa que fue-
sen necesarios, y se enviarían á él algunos misioneros, que
esparcidos en los diversos pueblos contriburían grandemente á
la civilización general de aquellas comarcas.
Más tarde, cuando se hubiese radicado en el puerto un nú-
mero crecido de colonos, y entablado de un modo regular el
comercio de los particulares con Granada y otros puntos, se
haría necesario el envío de provisiones por cuenta del gobier-
no al establecimiento de Bluefields.
Las veinte ó veinticinco casas pajizas que poseía Hodgson
en ese puerto, sin contar con la de su habitación, que era de
tablas y espaciosa, formaban ya un principio de población.
que facilitaría mucho los progresos anteriores. Tenía tam-
bién don Guillermo doce ó quince mil ladrillos excelentes traí-
dos de Londres, y aseguraba que había en el lugar tierra apa-
rente para hacerlos, y por consiguiente, para fabricar tejas.
material este último indispensable en lo sucesivo á fin de evi-
tar incendios.
Tales eran en lo sustancial el proyecto que para la pacifi-
cación de la Mosquitia propuso á la Corte el Gobernador don
Juan de Ayssa y las noticias con que lo acompañó. Es in-
disputable la importancia de semejante documento, porque en
él se presentaban las bases que debían servir al Gobierno es-
pañol para dictar sus providencias en orden al mismo asunto.
Con el proyecto de que acabamos de tratar, envió también
LIB. Vlll.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 269

el Jefe de esta Provincia una descripción minuciosa de la la-


guna de Bluefields, conforme el plano que de ella había hecho
don Guillermo Hodgson, y con explicaciones de algunas par-
ticularidades conducentes á su mejor conocimiento y á demos-
trar las proporciones que ofrecía para formar á sus orillas el
establecimiento propuesto y la fortificación necesaria á la· de-
fensa y seguridad de aquella costa. Después de la descripción
geográfica de ésta, de las islas y ríos, expresaba las siguien-
tes importantes observaciones:
«Según parece, admite cuanta proporción se requiere para
defender el dominio de esta laguna y establecimiento, activa
y obstinadamente, haciendo en la cumbre del Morro una forti-
ficación que seguramente dominará todo lo conveniente, y aun
cuando no se resolviese hacerla en dicho puesto, por evitar el
mucho· costo que tendría rebajarlo á la altura necesaria para
disminuir su magnitud y dar el alcance conveniente á los fue-
gos, puede hacerse un fortín encima de la ensenada, donde ya
se le dió principio por los ingleses, que sin duda domina el
puerto y entrada, bien que en este caso se hace precisa una
pequeña batería en la punta del Norte de la isla de San Jorge,
cuyos alcances y defensa está bien visible, y para tiempo de
guerra deben tenerse construídas dos explanadas de cal y can-
to en la angostura que representa el plano, desde el fondeadero
á la mar, con la que bien servida, tal vez se lograría impedir
el progreso de cualquier ataque.»
«Asimismo será muy conveniente hacer otra pequeña ba-
tería en el cayo ó isla de medio camino, pues á más de que
podría batir el puerto, es muy conducente se hiciera de pri-
mera para que también sirviese de terror ó escarmiento según
convenga á aquellas naciones incultas, porque sus fuegos al-
canzan al canal por donde ellos siempre vienen al estableci-
miento, y aun éste con ella podría ser defendido, pues aunque
debemos suponer como necesario que todos los cañones deben
ser de 24 no sólo alcanzan por alguna distancia los del Morro
al establecimiento.»
Habíanse equivocado las autoridades de esta Provincia al
suponer que Alparis, apoyado por el rey de los zambos, podría
sostenerse en el gobierno de la Mosquitia. Elevado al poder
270 HISTORIA DE NICARAGUA

por la escala del crimen, fué á su vez víctima de aquellos mis-


mos á quienes debía la posición que ocupaba. Por los meses
de octubre y noviembre de 1791, el rey Jorge había roto su
amistad con Alparis y declarádose con toda su nación enemigo
de los mosquitos. Valiéndose de la ventaja que le proporcio-
naba el crecido número de sus súbditos, logró imponerse al
Gobernador de la costa y dominar en ésta con poder absoluto.
Ejercía el zambo las más crueles violencias en los mosquitos y
los perseguía constantemente, con el fin de aniquilarlos; y
queriendo remover hasta el menor estorbo que pudiera opo-
nerse á su voluntad despótica, dió muerte á doce personas im-
portantes, hizo ahorcar al Gobernador Alparis, mandó incen-
diar la casa de éste y mató á tres de sus concubinas.
'I_'an escandalosos acontecimientos llenaron de terror á los
mosquitos y les hicieron pensar en la necesidad de buscar el
amparo de las autoridades españolas, para sacudir el yugo
con que los oprimía el rey de los zambos. El día 11 de no-
viembre del citado año, presentáronse ante el Capitán don
Francisco Muñiz, Comandante del fuerte de San Carlos, dos
mosquitos, llamados el uno Suinta y el otro Llimst y conduci-
dos á aquel punto por el soldado veterano que hacía de cabo
en el destacamento que custodiaba la boca del río de San Juan.
Los mosquitos dieron noticia al Comandante, de los sucesos
ocurridos en la costa y le dijeron que iban enviados por el
Almiral Solera y el Coronel Sutuilem, con objeto de suplicarle
que admitiese á éstos y otros muchos fugitivos bajo la pro-
tección de la real bandera y les permitiese vivir entre los es-
pañoles, señalándoles tierras en que establecerse. Solera y Su-
tuilem esperaban la resolución del Comandante, en la boca del
río de San Juan, á donde habían llegado con ochenta y seis
mosquitos más, entre hombres, mujeres y niños, sirviéndose
para la navegación de cuatro piraguas, un pipante y un bote.
Muñiz envió inmediatamente al puerto de San Juan un ofi-
cial, con encargo de dar á Solera algunos víveres y de hacerle
saber que él y sus compañeros serían bien recibidos en el
fuerte. También dictó las órdenes necesarias, á fin de que
no fuesen molestados en el tránsito, y antes bien se les faci­
litara cuanto les hiciese falta.
LIB. VIII.--CAP. VII.-EXPEI.:.ClON, ETC. 271

Proponíase el Comandante no detenerlos en San Carlos, te-


meroso de que se arrepintiesen del paso que habían dado y
regresasen á la montaña: así que tenía resuelto hacerlos pasar
á Granada, en donde permanecerían hasta que el Gobernador
no les señalase el terreno en que debían poblar. Así lo ma-
nifestó al Jefe de la Provincia en el informe en que le dió
cuenta de la llegada de los mosquitos al puerto de San Juan,
é iguales noticias comunicó al Capitán General del Reino.
El Almiral Solera, según opinión general en aquella época,
era uno de los jefes más perniciosos que tenía la costa. Atri-
buíasele complicidad en el asesinato, de don Carlos Antonio
de Castilla, en cierto robo hecho á un paquebote catalán y en
los ultrajes de que había sido objeto el Comandante de Blue-
fields, Coronel don Roberto Hodgson.
Con fecha 21 de noviembre, contestó el Gobernador don
Juan de Ayssa al Comandante de San Carlos, aprobándole la
admisión de los mosquitos en el fuerte, pero no la resolución
de enviarlos Granada, porque siendo muchos sería demasiado
á

costosa para la Real Hacienda su manutención, la provisión


de herramientas para sus labores y de maderas para construir
sus habitaciones, todo lo cual no podía hacerse sin previo
acuerdo de la Junta Superior del Reino. Preveníale, pues, que
los mantuviese en el castillo, les asegurase de que tendrían la
protección del Soberano y que sólo se esperaban las órdenes
superiores para dictar las providencias conducentes á estable-
cerlos en un paraje ventajoso por su proximidad á una laguna
en donde pudiesen pescar, por su abundancia de maderas para
fabricar casas, por la fertilidad de los montes, que les ofre-
ciesen abundantes cosechas de toda clase de frutos, y su in-
mediación las poblaciones centrales, en donde pudieran ejer-
á

cer el comercio.
Mas como no era remoto que cuando la carta del Gober-
nador llegase á manos del Comandante ya hubiese enviado
éste á
Granada las familias mosquitas, expidió don Juan de
Ayssa las órdenes convenientes para que las autoridades de
aquella ciudad les facilitasen los auxilios necesarios, y dispuso
también que se enviasen al puerto de San Juan algunas ca-
noas con objeto de conducir otras familias que por falta de
272 HISTORIA DE NICARAGUA

medios de transporte se habían quedado en las inmediaciones


de aquel lugar.
Por último, desaprobaba don Juan de Ayssa que hubiese
el Comandante comunicado directamente al Capitán General la
llegada de los mosquitos á San Carlos, puesto que correspon-
día al Jefe de la Provincia la atribución de dar cuenta al Go-
bierno Superior del Reino, de todos los sucesos que en ella
ocurriesen.
Con fecha 20 del propio mes de noviembre, dirigió un ofi-
cio al Teniente de Ministros de Real Hacienda en Granada,
Coronel don Roberto Sacasa, en el que le ordenaba que si lle-
gasen á dicha ciudad los mosquitos, dispusiese su alojamiento
en el cuartel y que con la posible economía se les suminis-
trasen alimentos, mientras la Junta Provincial de Real Hacien-
da no dispusiese otra cosa.
Esta corporación en acta del mismo día, acordó aprobar las
providencias dictadas hasta esa fecha por el Gobernador: que
se suspendiese toda otra determinación y que se diese cuenta
á la Junta Superior del Reino, por conducto del Presidente y
Capitán General, á fin de que expidiese la resolución definitiva
que le pareciera más conveniente.
Elevó don Juan de Ayssa al Gobierno Superior un informe
en que le transmitía las noticias que había recibido del Co-
mandante de San Carlos. Indicaba en aquel importante do-
cumento la conveniencia de establecer á los mosquitos en el
pueblo de Matiare, destinando al Padre Francisco Bello para
que los instruyese en la doctrina cristiana, y que se procediese
á hacer el desmonte y delineación del pueblo para que se cons-
truyesen las casas en el orden observa.do en otros. En con-
cepto del Gobernador sería provechoso que las canoas en que
habían venido los mosquitos se dirigiesen también á Matiare
por el río de Tipitapa que nace de la laguna del propio pueblo
y desagua en la de Granada, pues en ellas podrían conducirse
de la costa y de varias islas inmediatas las maderas necesa-
rias para los ranchos.
Con relación á Solera y Sutuilem, comunicaba el Goberna-
dor los siguientes informes:
«El nombrado Almiral Solera es título que le dió Alparis
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 273

cuando don Carlos de Castilla estuvo en ésta. con la idea d�


que sublevase á los súbditos del don Carlos, como lo hizo, y
podrá asegurarlo el Padre Barrueta, según consta en este go-
bierno de sus oficios: es conocido en la costa con los tres
nombres de Solera, Heullet-Dilson y Grey.»
«Estando cierta ocasión en Boca ó Bahía del Almirante,
dejó en ella cierto número de mosquitos y regresó á
la costa
diciendo, para fomentar la rebelión, que se los había preso el
Teniente de Matina, lo que salió incierto, y así consta en esa
superioridad, pues pasando el Coronel Hodgson para Carta-
gena, los encontró, puso á su bordo y volvió á la costa. Es
asimismo el que dirigió y ejecutó el robo en Matina el año
pasado, y que también intentó hacer lo mismo con otro en
dicho puerto en este año, de cuyo atrevimiento fueron bien
castigados. También es el que apresó al Padre Barrueta y á
la mujer de don Carlos, cuando por librarles sus vidas los
despachó éste á que vinieran á Chontales por uno de los ríos
que en ellos nacen: el que mató y robó al Capitán mosco Net,
que conducía algunas armas, municiones y víveres que le dió
el Capitán don Manuel Dambrine en el puerto de San Juan,
para el Gobernador don Carlos, y el que en el insulto cometi-
do contra el Coronel Hodgson, con el engaño de pedirle la
mano é írsela á dar aquel, lo cogió improvisamente de los pies
y lo arrojó al suelo, para obligar álos demás á que lo asieran,
y como en la noche que antecedió al insulto había ya robado
la balandra del citado Coronel y cogido la bandera de ella, que
·era la de nuestra real armada, en presencia del citado don
'Guillermo (Hodgson) la rompió é hizo que los mosquitos Ia
rompieran y usaran los pedazos para tasnes ó cubrir sus ver-
güenzas, y preguntó al mismo don Guillermo si había otro
modo de hacerla más ultraje, que se lo dijera y lo haría. El
que en cierta ocasión que el Coronel Hodgson dispuso coger
un barquito inglés en Laguna de Perlas con sus negros, estan-
­do próximo á sorprenderlo, se lo estorbó con su aviso, po-
niéndose de parte de ellos el mismo Solera.»
«De los más de estos procedimientos tiene dada cuenta el
'Coronel Hodgson á esa superioridad, y en una palabra, sería
Iargo referir los daños y maldades que había ejecutado tam-
III.­18
274 HISTORIA DE NICARAGUA

bién con los ingleses. Su aspecto (el de Solera) es muy pare-


cido al del Gobernador don Carlos: es muy propenso á llorar
después de haber cometido insultos semejantes, cuando se le
reconviene, y ofrece con juramentos los más solemnes y con
demostraciones las más reverentes, no volver á cometer aten-
tado alguno; pero no se lo permite su malvada inclinación.»
«El Coronel Sutuilem, se conoce en la costa por Suit-Gui-
Ilem, que quiere decir ó equivale á Guillermo Dulce, cuyo nom-
bre le pusieron los ingleses por serlo de trato, dócil genio,
naturalmente humilde, como debe inferirse de que siendo her-
mano mayor del difunto Alparis, éste con su mayor penetra-
ción, ambición y picardía, lo persuadió á que no era para el
mando, sino para vivir como un caballero, con sus criados, y
así que, él iba pedirlo, á lo que condescendió, y pasando Al
á

paris á la Criba, juró ante el Superintendente Laury, que ha-


bían muerto su padre y hermano, y entonces le dieron los des-
pachos de Almiral y Conde de París, con los que se mantuvo
fraudulentamente hasta su muerte.»
Comprendía el Gobernador Ayssa que no era prudente pro-
ceder en aquellas circunstancias al castigo de Solera, hacien-
do traición á la confianza con que él libraba su suerte en ma-
nos de las autoridades españolas; pero indicaba la necesidad
de que el Gobierno Superior del Reino dirigiese un oficio al
Jefe de esta Provincia, en el que le expresase que por la co-
rrespondencia de los ingleses con la Capitanía General, hallá-
base impuesto de la usurpación que del gobierno de la Mos-
quitia había hecho Alparis á su hermano mayor el Coronel
Sutuilem, y que debiendo residir los mosquitos que se tras-
ladasen al centro del territorio de Nicaragua, bajo las leyes
de la monarquía española, correspondía al Coronel, y no So-
á

lera, el mando de aquella tribu, no con la denominación que


le habían dado los ingleses, sino con la de alcalde, capitán ú
otra de las establecidas por la legislación de Indias. El Go-
bernador no creía difícil que Solera se resolviese á abando-
nar la autoridad que sobre aquellos súbditos ejercía: tal era
el terror que le causaban las hostilidades del rey zambo, y
tanta la necesidad que tenía de colocarse bajo el amparo de
l� bandera española. Y consideraba además, que si desde el
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPED!CION, ETC. 275

principio no se procurase hacer prescindir á los mosquitos de


los títulos fantásticos con que los ingleses los habían engreído,
y de las costumbres adquiridas en su vida de salvajes, más
tarde sería imposible conseguirlo, y sucedería lo que con los
indios pobladores, en quienes los antiguos hábitos tolerados
por las autoridades coloniales se habían arraigado de tal modo,
que no se hallaba medio de hacerles aceptar las leyes dirigi-
das á su propio beneficio.
Reflexionando sobre los gastos que ocasionaría á la Real.
Hacienda el establecimiento de las familias mosquitas, indi-
caba don Juan de Ayssa, que si se les hubiese de proveer de
ganado de asta podría éste exigirse de las haciendas de Co-
fradías que no tenían la aprobación de tales y que por estar
sujetas á la celebración de alguna fiesta en honor del res-
pectivo santo de su advocación, se hallaban á cargo de la au-
toridad eclesiástica. Estas propiedades eran numerosas y de
bastante consideración, pues había algunas que constaban de
más de cuatro mil reses, y debiendo distribuirse entre todas
la contribución de ganados, sería de poca significación el gra-
vamen que á cada una de ellas correspondería. Pensaba igual-
mente que tratándose de una obra tan piadosa como la de
reducir á la fe cristiana las tribus salvajes de la costa, debía
disponerse que de la parte de novenos beneficiales que había
depositados, correspondíentes á esta Provincia, se exigiese al-
guna cantidad, así para la satisfacción del sínodo que debía
darse al misionero destinado á aquellas comarcas, como para
los demás gastos que hubieran· de hacerse; pero sin perder de
vista el cumplimiento de las leyes que disponían que de dicho
fondo se satisficiesen los demás sínodos con que estaba gra-
vada la Real Hacienda.
Era de suponer que los mosquitos residentes aún en la
costa y oprimidos bajo el poder brutal del rey Jorge, resol-
viesen pasar á esta Provincia, especialmente cuando tuviesen
noticia de la buena acogida dispensada á sus compañeros, de
los socorros que éstos habían recibido y de las comodidades
y garantías con que les brindaban las autoridades del Gobierno
español. En este caso sería peligrosa la permanencia de So-
lera en las nuevas colonias, porque su natural inquieto y am-
276 HISTORIA DE NICARAGUA

bicioso hallaría más ancho campo en que desplegar perniciosos


planes de rebelión y desconcierto. El Gobernador proponía,
pues, el pensamiento de que el Presidente y Capitán General
del Reino hiciese trasladar á aquel jefe á Guatemala, en donde
debería asignársele una pequeña renta para su subsistencia.
De ese modo juzgaba que se evitaría toda alteración en las
nuevas reducciones y aun se alejaría el peligro de que volvien-
do Solera á la costa, dificultara la completa sujeción de ella
al Gobierno español, ya aliándose nuevamente con el zambo,
ya trabajando por cuenta propia cuando la dominación de este
último hubiese terminado. Y opinaba que ésa era la ocasión
más oportuna para establecer la fortificación y población de
los españoles en Bluefields y aun para expeler, quizá con el
auxilio de los zambos mismos, á los ingleses aventureros y
casi piratas que existían en la costa. Crecido era á la sazón
el número de éstos: en río Grande había tres, con sus escla-
vos: en río Nalpasisá, cinco con veintiún esclavos: en Brak-
man, siete súbditos británicos, con dos mujeres, cuatro niños
y diecisiete esclavos: en Tubapi, un inglés: otros dos con dos
esclavos en Sandibay ó Bahía arenosa: en Punta Gorda, dos
ingleses: en Laguna de Perlas, diez con seis mujeres, siete
niños y doce esclavos: en río Juanes, un inglés. En resumen,
treinta y un ingleses, ocho mujeres, en su mayor parte mula-
tas, once niños y cincuenta y ocho esclavos, poco más ó me-
nos, sin contar con que en la isla de San Andrés existían se-
senta y siete ingleses con ciento cuarenta y ocho esclavos,
y en la de Santa Catalina dieciséis de los primeros y veinte
de los segundos, siendo de advertir que algunos de ellos eran
procedentes de Belice y se habían avecindado recientemente
en aquellas islas.
Con fecha 6 de diciembre, contestó el Capitán General, don
Bernardo Troncoso á don Juan de Ayssa, aprobando las pro-
'\Q,dencias :lictadas por el Gobernador y aceptando las indica-
ciones que en el informe hacía, menos la relativa á traer por
el río de Tipitapa al pueblo de Matiare las embarcaciones en
que habían llegado los mosquitos, porque era de temer que se
valiesen de esos mismos medios de transporte, para una fuga,
LIB. VIII.-CAP. VII.-EXPEDICION, ETC. 277

particularmente si el pueblo estaba inmediato á alguna mon-


taña comunicada con el territorio de donde procedían.
También la Junta Superior del Reino aprobó en acuerdo
expedido el día 7, las medidas que el Intendente de Nicaragua
había tomado con ocasión de la llegada de las familias fugi-
tivas de la costa de mosquitos, y le previno que procurase re-
partirlas y situarlas en poblaciones grandes, en donde se les
proporcionase mejor subsistencia y pudiesen los jueces prote-
gerlas más eficazmente; pero que si ellas no se conformasen
con ese pensamiento, las estableciera juntas en Matiare, co-
locando allí el religioso doctrinero con el estipendio de ley.
En cuanto á los auxilios que habían de suministrárseles, dis-
puso la Junta, que el Gobernador se sujetase á lo resuelto
por ella misma en 20 de septiembre de 1787, debiendo sacar
de la Real Hacienda los gastos necesarios por hallarse dificul-
tades en adoptar el arbitrio referente á los ganados de Cofra-
días y al ramo de novenos. Al hacer cualquiera erogación
debía el Gobernador proceder con la mayor economía y con
anuencia de la Junta Provincial, y quedaba autorizado para
entender por sí solo, con inhibición de cualesquiera jueces or-
dinarios, en lo relativo al nuevo establecimiento, sujetándose
únicamente á las órdenes del Superior Gobierno y dictando las
que á bien tuviese acerca de la separación de Solera y del tí-
tulo con que debía Sutuilem ejercer el gobierno particular de
los nuevos pobladores de Matiare.
CAPíTULO VIII

Primeros actos del Gobernador Intendente don José Salvador:


Defectos en la organización política dada á las diversas sec­
ciones territoriales de esta Provincia: Disputas que por con­
secuencia de ella se suscitaron entre sus principales empleados

1792 á 1796

órdenes del Monarca para la composicion del castillo de San Carlos.-


Nombra Comandante de esa fortaleza á don Juan de Ayssa.-Confiere
á don José Salvador la Gobernación é Intendencia de Nicaragua.-
Reitera sus disposiciones referentes á la fundación de escuelas de in-
dígenas.-Providencias dictadas con motivo de la revolución francesa.
Nombra el Rey á don Manuel Godoy Superintendente General de co-
rreos.-Facultades que le otorgó.-Organización dada á ese ramo de
la administración pública.-Atribuciones del Superintendente con res-
pecto á la apertura y conservación de caminos.-Primeros actos del
Intendente Salvador.-Indica este empleado la conveniencia de des-
tinar los derechos de anclaje á la limpia del estero del Realejo.-Dis·
posiciones vigentes con respecto á ese ímpucsto.c-Resolucíón superior
favorable á aquella solicitud.-Pide el Gobernador autorización para
hacer construir un edificio destinado al despacho· de la Intendencia.-
Oposición que á esa solicitud hicieron la Contaduría Mayor y el Mi-
nistro Fiscal.-El Presidente aplaza para otro tiempo la resolución
de este asunto.-Petición que con el propio objeto hizo el Ayuntamien-
to de la capital.-Pide facultad para tomar del fondo de comunidades
el dinero necesario á la realización de la obra.-Otros arbitrios que
propuso.-La Junta de Hacienda y el Presidente del Reino, aceptan
la proposición del Cabildo.-El Intendente Salvador manda rectificar
las calles de Chinandega y el Viejo.-Resistencias que esta disposición
encontró.-El Gobierno Superior le da su aprobación.-Empéñase el
Gobernador en promover el establecimiento de Subdelegaciones.-Ad-
ministración política del partido de Segovia.-Propone el Gobernador
que en él se establezca un Subdelegado.-Resolución de la Junta de
Hacienda en favor de esa indicación.-Dispmas entre los Alcaldes y
el Juez prevencional de l\lasaya.-Quejas de los primeros contra el
último.-Resolución superior.-Cuestiones entre el Coronel del bata-
Uón de milicias de Granada y el Juez prevencional de Managua.-
Intervención que en ellas tomó el Jefe de la Provincia.-Determina-
ción expedida á

este respecto por el Capitán General.----{;ontiendas ocu-


rridas en Rivas entre el Ayuntamiento Y el Teniente Coronl Díaz Gallo.
Antecedentes que dieron origen á esas disputas.-El Alcalde Lo or-
280 HISTORIA DE NICARAGUA

dena la captura de Gallo.-Exaltación que por este motivo se expe-


rimentó en todo el vecindario.-Precipitada resolución que en este
asunto tomó el Gobierno del Reino.-Interviene en estos sucesos el
Intendente don José Salvador.-Providencias que dictó.-Las pruden-
tes disposiciones de este funcionario son aprobadas por el Superior
Gobierno.-Los Alcaldes de León intentan extender su jurisdicción
al pueblo de Subtiaba.-Ojeada retrospectiva sobre la organización del
partido de ese nombre.--Quejas contra el Comisionado económico don
Juan Sánchez.-Lo que acerca de ellas expuso el Gobernador de la
Provincia.-Acusan los vecinos de Subtiaba al Subdelegado don Fran-
cisco Gallegos.-So!icitan la agregación de aquel pueblo á la juris-
dicción de los Alcaldes de la capital.-Informe que acerca de esta
pretensión dirigió el Gobernador Intendente al Gobierno Superior.-
Desecha éste la petición de los moradores de SUbtiaba.-Reconocimiento-
de los ríos Coco y de Matagalpa.-Habilitación del puerto de San Juan.
Expedición de don Juan Zavala á dicho puerto.-El Obispo Villegas
es promovido á la dignidad arzobispal.-Nómbrase en su lugar Obis-
po de Nicaragua á don Juan de Cabañas y Crespo.-Promoción de este
Prelado á la Iglesia de Guadalajara.-Don Juan,de la Huerta Casso es
electo Obispo de Nicaragua.-Benéficas disposiciones que dictó.-Muer·
te del ex-Gobernador don Juan de Ayssa.-Méritos y servicios de este
funcionario.-Nombramiento de don Manuel Dambrlne para Coman-
dante del castillo de San Carlos.

LA Corte de Madrid, atendiendo á los informes que las au-


toridades del Reino y las de esta Provincia en particular, ha-
bíanle dirigido sobre la necesidad de mantener y mejorar el
fuerte de San Carlos, acordó que se procediese á ejecutar las
obras necesarias á su conveniente defensa; y considerando sin
duda, que la persona más aparente para dar lleno á ese im-
portante objeto, era el actual Gobernador de la Provincia, don
Juan de Ayssa, quien como se ha visto había hecho profundos
estudios sobre los asuntos de la Mosquitia y aun conocido per-
sonalmente la situación y necesidades de aquellos lugares, en
las expediciones que á ellos hiciera, le nombró Comandante
de la fortaleza de San Carlos, recomendándole especialmente
la dirección de los trabajos que en ella habían de empren-
derse.
Difícil era sustituir á don Juan de Ayssa en el Gobierno é
Intendencia de Nicaragua, con persona que poseyere iguales
méritos, que tuviese la misma acreditada experiencia en el ma-
nejo de los negocios públicos y hubiese dado tan señaladas
muestras de patriotismo, actividad é inteligencia, como las que
formaban la hoja de servicios de aquel digno funcionario.
El Monarca de España encontró en el Coronel don José
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 281

Salvador las cualidades necesarias para el desempeño de la


Gobernación é Intendencia de Nicaragua, las que le confirió
en real cédula de 13 de abril de 1793. El Marqués de Aycine-
na, como apoderado del nuevo Gobernador, se presentó ante
el Capitán General y Presidente, en 20 de diciembre del propio
año, pidiéndole que concediese al Coronel Salvador el necesa-
rio permiso para posesionarse de sus destinos. Por .auto de
23 del mes e?Cpresado le fué otorgada esa licencia, previa la
fianza que á favor del agraciado rindieron los señores don
Juan Antonio de la Peña, don Tadeo Piñal, don Pedro, don Vi-
cente y don José Aycinena, todos vecinos de la capital del
Reino y poseedores de conocidos caudales.
En virtud de este acuerdo, el Coronel Salvador entró á ejer-
cer la gobernación de esta Provincia. Mas habiéndose pre-
sentado algunas dudas en cuanto á la inteligencia de ciertos
puntos contenidos en la real cédula de su nombramiento, el
Gobierno Superior los aclaró en auto de 7 de febrero de 1794,
disponiendo que el sueldo de que debía gozar Salvador como
Gobernador Intendente, era el de tres mil quinientos pesos,
con cargo de media annata y dejándole á salvo su derecho para
lo que hubiese pagado como Gobernador que había sido de
Valparaíso en el Reino de Chile. Declaró asimismo que del ex-
presado sueldo no debía retenérsele la quinta parte, para el
juicio de residencia, supuesto estaban afianzadas sus resultas
con la cantidad de diez mil pesos, según lo dispuesto por el
articulo 304 de la Real Ordenanza de Intendentes de Nueva
España, que regía en este Reino. Dispuso por último, que
para que pudiese ejercer su empleo en la parte militar, pre-
cediese la solemnidad del pleito-homenaje, cuya recepción ha-
ría el ex-Gobernador don Juan de Ayssa, por comisión y á
nombre del Capitán General (1).
En el acuerdo de 23 de abril de 1793, por el cual se con-
cedió permiso á don José Salvador para posesionarse de sus
destinos, se mandó dar cumplimiento á otra real cédula, en
la que ordenaba el Monarca que se estableciesen escuelas en

(1) Dice Lévy que en 1798 comenzó áregir esta Provincia don José-
Salvador. De numerosos documentos originales consta que fué nombrado-
Gobernador Intendente en 1793, según afirmamos en el texto.
282 HISTORIA DE NICARAGUA

todos los pueblos de indios de esta Provincia, á fin de que


fuesen instruidos en el idioma castellano, prohibiéndoseles el
uso de su lengua nativa, con cargo de residencia.
Otras disposiciones reales se expidieron por esta época, re-
lativas á materias que no carecen de importancia.
Preocupaba la atención de los gobiernos y pueblos europeos
el grave suceso de la revolución francesa, que habiendo esta-
llado con formidable estrépito en 1789 ensangrentó en breve
el suelo de la Francia, y después de una serie de horribles ca-
tástrofes y de crímenes sin ejemplo en la historia de la especie
humana, legó al mundo un conjunto de principios filosóficos que
pasaron á formar más ó menos pronto la organización y la
vida política de los pueblos modernos.
En 1792 era exonerado del Ministerio de Estado de Espa-
ña el Conde de Floridablanca, cuya recelosa prevención contra
las ideas de reforma que agitaban los espíritus en Francia, ha-
bía dado ocasión á desconfianzas entre el Gobierno de Car-
los IV y la Asamblea Nacional francesa. A Floridablanca su-
cedió en el Ministerio el anciano Conde de Aranda, quien por
su adhesión á los principios de libertad proclamados en el ve-
cino reino hacía esperar el restablecimiento de la buena armo-
nía entre ambos gobiernos, mediante la observancia de una
política conciliadora y prudente.
Sucediéronse entretanto con vertiginosa rapidez terribles
acontecimientos en la capital de Francia: la jornada del 20 de
junio, en que el palacio de las Tullerías fué invadido por el
pueblo frenético, que obligó al Rey á ponerse el gorro encar-
nado y á la Reina á colocarlo en la cabeza del príncipe here-
dero de la corona: la llegada de los marselleses á París, que
contaban en sus filas á los hombres más exaltados de todo el
Mediodía de Francia: las sangrientas escenas de los Campos
Elíseos, que comenzaron por un festín y terminaron en una
sublevación, exacerbando más los ánimos y dando nuevo in-
centivo á los rencores: la insurrección del 10 de agosto: el
asalto que los barrios de París hicieron al palacio de las Tu-
llerías, después de un sangriento combate y en medio de ho-
rribles matanzas: el retiro del Rey á la Asamblea: la suspen-
sión del poder real: el decreto en que se convocó á una asam-
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS., ETC. 283

blea nacional: el establecimiento de un tribunal extraordina-


rio para juzgar á los que habían defendido la persona del Mo-
narca, á quienes se calificaba de traidores: las medidas revo-
lucionarias tomadas por el Ayuntamiento de París contra los
sospechosos: los repugnantes asesinatos ejecutados dentro de
las prisiones durante los días 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre: en
fin, el incendio, el saqueo, las satisfacciones de monstruosas
venganzas, el desenfreno audaz del populacho, todos !os crí-
menes convertidos en elementos de gobierno y en medios de
difusión de principios que se ofrecían al mundo como la úl-
tima expresión de la filosofía, de la libertad y del progreso.
Estos y otros graves acontecimientos influyeron, como era na-
tural, en la política del Conde de Aranda, quien temeroso por
la suerte del Rey de Francia y horrorizado por los excesos de
la revolución, reunió el Consejo de Estado y sometió á su con-
sideración una serie de preguntas relativas todas á la actitud
que debiera tomar España en la guerra que los monarcas de
Austria, Rusia y Cerdeña hacían al gobierno revolucionario
de Francia.
Las observaciones que expuso el Ministro dé Estado y el
conocimiento que en Madrid se tenía de los escandalosos pro-
cedimientos ejecutados contra la persona de Luis XVI, dieron
por resultado que en el Consejo se resolviese la participación
de España en la colisión de las potencias europeas contra la
República francesa. Poco después, reconociendo el Conde de
Aranda que la intervención de España en la guerra compro-
metería más la difícil situación en que se hallaba el Monarca
de Francia, y con noticia de los triunfos obtenidos por los
ejércitos republicanos, retrocedió en la determinación que por
su empeño había tomado el Consejo y procuró restablecer la
neutralidad entre ambas naciones.
En noviembre de 1792 fué separado el Conde de Aranda
del Ministerio de Estado y sustituido con don Manuel Godoy,
Duque de la Alcudia, nombramiento que causó general dis-
gusto, así por carecer Godoy de la experiencia necesaria en
el ejercicio del gobierno, más indispensable aún en las difí-
ciles circunstancias en que se hallaba Europa, como por con-
siderársele favorito de la Reina.
284 HISTORIA DE NICARAGUA

Trágicos sucesos que produjeron universal asombro .y cons-


ternación ocurrieron en la capital de Francia. El Rey
Luis XVI perece en el patíbulo: establécese el reinado del te-
rror, y de entre el vapor de la sangre nace primero el Tri-
bunal Criminal extraordinario, y después la Junta de Salud
Pública, que hizo morir centenares de hombres en los cadalsos.
El nuevo Secretario de Estado, don Manuel Godoy, tuvo
una conferencia con el Ministro de la República Francesa en
Madrid, á efecto de sostener la neutralidad, mediante un tra-
tado en que por parte del primero se propusieron condiciones,
que en la• situación á que las cosas habían llegado, eran in-
aceptables para el gobierno revolucionario. Terminada la con-
ferencia sin éxito satisfactorio, el Plenipotenciario francés pi-
dió sus pasaportes, y poco después la Convención declaró la
guerra á España en 7 de marzo de 1793.
A partir de esa fecha, el Gobierno español entró definiti-
vamente en la campaña y puso particular cuidado en que las
colonias que poseía en América no experimentasen el conta-
gio de las ideas que predominaban en Francia. Varias fueron
las providencias que con este fin expidió. En 28 de abril
de 1794, el Gobernador Intendente de Nicaragua, don José
Salvador, hizo publicar por bando en la capital de esta Pro-
vincia una real cédula expedida en Madrid á 20 de junio del
año anterior, en la que el Rey, con noticia de que en el puerto
de Guayaquil habían introducido un reloj que contenía cier-
tas inscripciones y pinturas alusivas á la depravada libertad
de la Francia, prevenía á los gobernadores y demás autorida-
des pusieran especial atención en evitar la introducción en los
territorios de su mando, de toda alhaja, ropa ó estampa que
contuviese semejantes pinturas ó inscripciones. Con fecha
23 de noviembre del propio año, se le comunicó el convenio
provisional de alianza ofensiva y defensiva, celebrado entre
el Rey Católico y el de la Gran Bretaña.
Entre los muchos títulos y empleos con que el Monarca
de España había favorecido á su primer Secretario de Esta-
do, el Duque de la Alcudia, se contaba el cargo de Superin-
tendente general de correos y caminos. Con oficio de 13 de
diciembre de 1793, transmitió el Presidente de Guatemala al
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 285

Gobernador de esta Provincia, la real cédula expedida en San


Lorenzo á 16 de noviembre de 1792, en la que el Rey, aten-
diendo al decoro con que correspondía servir el encargo de
Superintendente General de correos terrestres y marítimos,
de las postas y rentas de estafetas en todos sus dominios y
de los caminos reales y transversales, resolvía que Godoy lo
ejerciese con las facultades, prerrogativas y jurisdicción de
que habían usado los ministros á cuyo cargo corriera antes la
dirección y gobierno de aquellos ramos. , Conferíale el priva-
tivo y universal manejo de todo el producto de la renta de
estafetas, con absoluta subordinación de los directores gene-
rales y demás empleados á la autoridad del Superintendente, y
con inhibición de todos los tribunales, jueces y ministros or-
dinarios. A ese efecto le confirmaba en la posesión de las fa-
cultades concedidas á sus predecesores en aquel empleo, des-
de su establecimiento hasta la fecha en que era conferido á
Godoy, y le concedía todas las preeminencias, exenciones, li-
bertades, privilegios y jurisdicción civil y criminal, conten-
ciosa y gubernativa, anexas al ejercicio de aquel cargo, dán-
dole facultad para que en la parte correspondiente pudiese de-
legarlas á todos y á cada uno de los empleados que en virtud
de su nombramiento sirviesen destinos pertenecientes á-los
ramos de correos y caminos, así en España como en las Indias.
Es importante conocer lo que acerca de esta materia de-
terminaba la real disposición citada, por cuanto en ella se se-
ñalaban las atribuciones correspondientes á los empleados su-
periores é inferiores, se prevenía cuál debía ser el modo de
proceder en los asuntos relativos al servicio de correos y ca-
minos y se organizaban, en fin, esos ramos, aunque de un modo
embrionario y harto defectuoso. Se concedía, pues, á don Ma-
nuel Godoy la facultad de proponer al Monarca, siempre que
1o estimase conveniente, la persona ó personas que fuesen de
su agrado para los empleos de directores generales, quienes
debían usar de la jurisdicción que les delegase el Superinten-
dente. Éste nombraría los demás jueces subdelegados que le
pareciesen necesarios, en cualquier paraje de los dominios del
Rey de España, y quedaba autorizado para resolver las dudas
que ocurriesen á los ministros, consejeros y tribunales, sobre
286 HISTORIA DE NICARAGUA

la mayor ó menor extensión de la jurisdicción y autoridad que


hubiese depositado en aquellos jueces. Nombraría asimismo,
sin previa explicación de causa, los administradores, contado-
res, tesoreros, oficiales-correos de gabinete, maestros de pos-
tas y otros empleados pertenecientes á aquella dependencia y
á sus oficinas de mar y tierra, les señalaría los sueldos, si-
tuados, gratificaciones ó ayudas de costas, que tuviese á bien,
por una sola vez ó por muchas, y les daría el goce de las fran-
quicias y exenciones otorgadas hasta entonces ó que en ade-
lante les otorgase Bl Soberano, . quedando al prudente y libre
arbitrio del Superintendente General el concederlas todas á

cada uno de dichos empleados ó limitarlas á algunos, según


conviniera al encargo de que se tratase y fuera menos gravoso
al pueblo en que el empleado hubiese de residir.
Se le confería facultad de formar y hacer cumplir las ins-
trucciones, ordenanzas y disposiciones que acerca de la mate-
ria dictase, y para reformar las existentes, á fin de establecer
la más acertada administración en las oficinas de la Superin-
tendencia y Dirección General: para arrendar ó administrar
libremente cualesquiera estafetas, postas y portasgos que se
hallasen establecidos ó se estableciesen, con las condiciones,
plazos y tiempos que considerase oportunos: para mandar re-
cibir y liquidar las cuentas de administración ó arrendamien-
tos, proceder al cumplimiento de lo estipulado y á la paga de
toda deuda ó alcance líquido, usando de la jurisdicción de Su-
perintendente, sin necesidad de otra, hasta el efectivo ingreso
de la renta en las arcas reales ó en el paraje que determinase
en la sentencia: para conocer en las menoraciones y remisiones
de débitos á la renta, cuando le pareciesen justas ó de cono-
cida equidad: para mandar pagar puntualmente, en los plazos
y forma que prefijase, los salarios, gratificaciones y ayudas
de costas á los dependientes y empleados, y los gastos de ad-
ministración ordinarios y extraordinarios, cargas y débitos de
justicia, y suspender la paga de aquellas que fuesen deudoras
por serlo el perceptor, ó porque al Superintendente pareciese
justo examinar los títulos primitivos de pertenencia ó exen-
ción, para hacer que los sobrantes ingresasen á las arcas y se
conservasen en ellas, manteniéndolos íntegros hasta no dar
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 287

cuenta de su importe al Rey, quien le comunicaría verbalmen-


te sus órdenes para que pudiese emplearlos y distribuirlos con-
venientemente.
Debiendo ser uno de los principales objetos y cuidados de
la Superintendencia General de correos la seguridad y como-
didad de los caminos, para facilitar el tránsito y comercio de
los vasallos del Rey de España, ordenábase que estuviesen á
disposición del Superintendente los arbitrios destinados á la
apertura de vías de comunicación, sin limitación alguna, con-
cediéndole superior autoridad para el arreglo de posadas den-
tro y fuera de los pueblos, y la facultad de nombrar subdele-
gados que estuviesen sujetos á su jurisdicción, con inhibición
de cualesquiera jueces y tribunales. Se le encargaba especial-
mente que aplicase á tan importante objeto los sobrantes de
la renta de correos, satisfechas que fuesen sus cargas y obli-
gaciones, y que propusiese al Monarca los arbitrios y medios
que considerase oportunos y suficientes para costear los gas-
tos que se ocasionaran. En su calidad de Secretario de Esta-
do, podría Godoy, formar las instrucciones que debían comu-
nicarse á los empleados inferiores, á quienes señalaría sus
atribuciones, pudiendo nombrarlos, suspenderlos ó remover-
los, según le pareciese conveniente, bien entendido que, sin
embargo de las extensas facultades que se le conferían, de-
bían subsistir las providencias reales expedidas por consulta
del Consejo y los encargos particulares que por el Monarca
se hubiesen hecho ó se hiciesen relativamente al ramo de
correos.
El Superintendente General de estafetas y caminos, ejer-
cería la presidencia de la Real Junta de Correos y Postas de
España é Indias, establecida por decreto fecha 20 de diciem-
bre de 1776.
Desde que tomó posesión de la Gobernación é Intenden-
cia de esta Provincia, dió á conocer don José Salvador el in-
terés que le inspiraban la mejora de los pueblos que venía á
regir y la bienandanza de los negocios administrativos que po-
nía el Rey á su cargo. Al entrar por el puerto del Realejo
observó cuán precisa era la limpia del estero, para evitar que
en breve se inutilizase. Así lo representó al Capitán General
288 HISTORIA DE NICARAGUA

y Presidente, don Bernardo Troncoso, en comunicación de 22 de


enero de 1794, haciéndole ver que era urgente emprender los
trabajos necesarios, y que la morosidad á este respecto cau-
saría graves perjuicios tanto al real erario por los crecidos
gastos que más tarde habrían de hacerse, como al público por
la pérdida del fondeadero. No recibió contestación del Supe-
rior Gobierno, por lo que en 23 de julio del propio año reiteró
sus instancias, proponiendo que se destinasen á la limpia del
estero los derechos de anclaje que se pagaban por el arribo
de buques aquel puerto.
á

Conforme al artículo 42 del Arancel 32 del Reglamento de


comercio libre, por toda embarcación que entrase á cualquiera
de los puertos del Norte debían pagarse dos pesos, y aunque
esa disposición no comprendía al Realejo, se acostumbraba
exigir allí la satisfacción de tal impuesto, por hallarse espe-
cialmente establecido en virtud de un acuerdo anterior á la
fecha en que había sido expedido el reglamento. El producto
del derecho de anclaje no sería suficiente para todo el gasto
que habría de hacerse en la limpia; pero á lo menos ayudaría
á él en parte considerable. La solicitud del Gobernador fué
favorablemente acogida por el nuevo Capitán General don José
Tomás y Valle, quien conformándose con el pedimento fiscal
y con lo que expuso el real tribunal de la Contaduría Mayor,
ordenó en 6 de febrero del año siguiente, que se aplicase el
derecho de anclaje al importante objeto que el Gobernador
proponia.
Con fecha 23 de julio de 1794, dirigió don José Salvador
otra exposición al Gobierno del Reino. En ella le manifestaba
que la Intendencia de Nicaragua carecía de una casa propia
en que con comodidad y decencia se estableciesen sus despa-
chos y oficinas: que en uno de los frentes de la plaza mayor
de León é inmediato al Cabildo, existía un solar vacío de cua-
renta y seis varas de frente y cincuenta de fondo, cuya pro-
piedad pertenecía al Rey: que ese solar no era de utilidad nin-
guna y antes bien perjudicial por la deformidad que causaba
al aspecto de la plaza pública, porque servía de asilo durante
las noches á vagos y malhechores y porque á causa de no estar
cerrado facilitaba el escalamiento de las cárceles, como se ha-
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 289

bía verificado varias veces. Pedía, pues, el Gobernador auto-


rización para construir en ese sitio un edificio destinado la á

Intendencia. Su costo, según el presupuesto formado por los


peritos Bernardo Méndez y Juan Manuel Rojas, sería el de
5,326 pesos, y su forma la que aparecía en un plano con que
acompañaba la solicitud (1). El Gobernador demostraba la
conveniencia de la obra; y que lejos de perder la Real Hacien-
da con el costo de su ejecución, realizaría un ahorro ventajoso
y adquiriría la propiedad de un edificio cómodo y elegante.
Para reintegrar al real tesoro del suplemento que habría de
hacer, proponía se rebajase á los gobernadores la cantiélad de
cien pesos anuales de su sueldo y se les obligase á costear las
reparaciones necesarias á la conservación del edificio.
La Contaduría Mayor del Reino se opuso á la aceptacion
del proyecto, exponiendo que la solicitud del Intendente de
León, relativa á que por cuenta de la Real Hacienda se cons-
truyese una casa para su habitación y la de sus sucesores,
debiendo dar cada uno cien pesos de alquiler al año y compro-
meterse á hacer las refacciones que ocurriesen, carecía de
ejemplar hasta entonces: que ni los antecesores de don José
Salvador en el gobierno de esta Provincia, ni los demás inten-
dentes del Reino habían habitado ni habitaban casas reales, ni
por la Instrucción se les concedía ese derecho, sino que cada
uno debía buscarla entre las del vecindario: que por otra par-
te los 5,326 pesos que según el presupuesto habría de costar
el edificio, harían á la sazón mucha falta para otras atenciones
del real erario, mayormente cuando el Rey tenía prevenido
que se buscasen arbitrios para que las cajas del Reino de Gua-
temala cubriesen por sí solas sus cargas, sin necesidad de
echar mano de los ramos remisibles á España, que tan nece-
sarios eran en la Metrópoli para los gastos de la guerra: por
todo lo cual pedía que sin consulta del Rey, no se admitiese
el proyecto. Razones semejantes expuso el Fiscal de la Real
Audiencia, agregando que sería importuna toda consulta al
Monarca, referente al objeto de que se trataba.
(1) En el paraje de que el Gobernador hablaba estuvo fundada anti-
guamente la casa de la Contaduría de esta Provincia, la cual hacía muchos
años se había arruinado.
III.­19
290 HISTORIA DE NICARAGUA

El Capitán General acordó en 8 de junio de 1795, que se


reservase para otro tiempo la representación del Intendente
de Nicaragua.
El mal éxito de la petición anterior no hizo desistir á los
leoneses del deseo que tenían de ver establecido en una casa
cómoda y decente el despacho del Jefe de la Provincia. Se
propusieron llevar adelante el proyecto, aunque valiéndose de
otros medios que les parecieron más eficaces y oportunos. En
agosto del propio año dirigió el. Ayuntamiento de León, por
medio del Gobernador Intendente, una exposición á la Real
Audiencia, solicitando cuatro mil pesos de las cajas de comu-
nidad, para construir el edificio y acompañando un nuevo pla-
no y el presupuesto de su costo, que ascendería 5,325 pesos.
á

Con la renta anual de alquileres se proponía el Ayuntamiento


aumentar el fondo de propios, y se comprometía á devolver
dentro de seis años la cantidad de dinero que se tomase de
las cajas de comunidades, asegurando el pago con suficiente
garantía. El Cabildo hacía saber al Gobierno, que aunque en
aquella fecha sólo diez mil pesos existían en las cajas de co-
munidad, estaban dados á usura pupilar dieciocho mil qui-
nientos y que el plazo de su devolución hallábase ya vencido:
por lo que ofrecía procurar breve y activamente su cobro.
En la misma exposición pedía la continuación del arbitrio
de un real por cada carreta que entrase en la ciudad, aproba-
do con calidad de por ahora, en real provisión de 19 de sep-
tiembre de 1792: ese impuesto se había destinado al sueldo
del Alcaide de las cárceles y á la fábrica de éstas; y aunque
la de hombres estaba ya concluída con toda solidez y seguri-
dad y contenía las prisiones oficinas y separaciones necesa-
rias, faltaba aún construir la de mujeres y otras obras meno-
res adyacentes, al cual objeto se proponía el Ayuntamiento
aplicar ese arbitrio, como también á la composición de calles.
fábrica de pretiles para precaver su ruina y construcción de
una casa de carnicerías.
El plano y el avalúo de la obra fueron examinados en Gua-
temala por el Ingeniero ordinario don Antonio Porta y Costas.
quien los encontró dignos de la aprobación superior. En vista
del dictamen expedido por el Ingeniero y previo pedimento fis-
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS_. ETC. 291

cal, la Junta Superior de Real Hacienda aprobó el plano, en


acuerdo de 27 de enero de 1796; y en 2 de junio inmediato el
Presidente y Capitán General dió su aprobación al proyecto
del Ayuntamiento.
Entre las benéficas disposiciones dictadas por el Intenden-
te de Nicaragua, don José Salvador, merece citarse la recti-
ficación y arreglo de calles de los pueblos de Chinandega y
el Viejo, que mandó practicar en 1795. Algunas personas ca-
vilosas de la primera de esas poblaciones, se quejaron de aque-
lla providencia ante el Gobierno Superior del Reino é influye-
ron en que los indios se mostrasen disgustados porque el Go-
bernador había dispuesto que al hacerse el nuevo arreglo se
les separase de los ladinos. El Presidente pidió informe acer-
ca de este punto al Gobernador de la Provincia, quien al darlo
demostró con abundantes justificaciones la importancia de la
medida que había dictado, y la satisfacción con que la gene-
ralidad de aquellos vecinos había visto su ejecución. Uno de
los comprobantes que presentó al Superior Gobierno, fué una
nota dirigida al mismo Intendente, en la que el Presbítero don
José Antonio Bonilla, Cura del Viejo, decía lo que sigue:
«Este pueblo de la milagrosa imagen de Nuestra Señora
de la Concepción del Viejo, era antes de que el señor don José
Salvador lo perfeccionase, un enjambre de casas, sin orden, sin
figura, sin adorno: estaba por muchas partes casi selva, por
lo montuoso y lleno de arboledas; la mayor parte de las calles.
intransitables, por los barrancos; de las casas, muchísimas no
se divisaban aun pasando cerca de ellas. Empero el día de
hoy, á diligencias de US. se ha procurado en cuanto ofrece,
posible el terreno, figurar un tablero, en lo derecho de sus
calles y cuadrado de los solares con la cerca de cada uno á la
calle, de modo que unas con otras forman simetría, y cada casa
guarnecida de su estacamento de dos varas de alto, de fuerte
madera, que cerca el solar, con cuya disposición, igual á todos
los solares, lucen las cuadras y calles, y éstas como despeja-
das descubren cuantos caminan por ellas; y no hay duda que
el estar tan de manifiesto el trascurso de las gentes remo-
verá muchas operaciones fatales por de día, y de noche pue-
den atalayar los jueces con más acierto los desvíos ocurrentes.s
292 HISTORIA DE NICARAGUA

El Gobierno Superior desechó las quejas presentadas y


aprobó las órdenes que para el conveniente arreglo de las ca-
lles de Chinandega y el Viejo había expedido el Intendente.
Otro de los objetos á que dirigió su atención el Gobernador
Salvador, fué el establecimiento de subdelegaciones en algu-
nos distritos de la Provincia. El artículo 12Q de la Novísima
Ordenanza de Intendentes facultaba á estos magistrados para
proponer al Superior Gobierno la fundación de nuevas subde-
legaciones, además de las que debían existir en los territorios
conocidos antes con el nombre de corregimientos y en las ca-
beceras de partidos donde hubiese habido tenientes de Gober-
nador ó alcaldes mayores.
El antiguo partido de Segovia, por su especial situación.
por la larga distancia á que se hallaba del centro del gobierno
provincial y por el régimen anómalo que se observaba en su
administración política y económica, formaba una especie de
provincia separada, extraña al movimiento progresivo que se
advertía en otras secciones del país, y falta de la protección
de las autoridades generales, á que su importante posición
geográfica, sus abundantes riquezas naturales y su numerosa
población le hacían acreedor. Hallábase dividido en varios
juzgados prevencionales, cuyos jueces no tenían jurisdicción
ordinaria civil ni criminal y eran independientes unos de otros
en sus respectivos distritos, sin que se reconociese en todo el
partido una cabeza, en quien se juntasen la autoridad, mando
y dirección de todo él, como habría sido necesario para el go-
bierno uniforme de todos sus pueblos. Dichos jueces, además
de carecer del poder indispensable para hacerse obedecer y
respetar, estaban revestidos de tan estrechas facultades en
materia de justicia, que no podían dar curso ni resolución por
sí solos á ningún asunto judicial, de cualquiera clase que fuese.
Los litigantes tenían que acudir en primera instancia al Go-
bierno de León, y sacar allí despacho de comisión para que
aquellos jueces sustanciasen sus causas. Después debían de-
volverse los autos al Gobierno, no sólo para dictar sentencia
definitiva, sino también para determinar interlocutoriamente
todo artículo de entidad que ocurriese; y distando 50 y aun
60 leguas de León los pueblos de Segovia en que se hallaban
LIB. VIII.-Ó\P. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 293

establecidos aquellos juzgados prevencionales, eran enormes


los gastos que se ocasionaban en los asuntos, y de la mayor
gravedad los embarazos que se presentaban á la administra-
ción de justicia en aquellos remotos lugares.
Fundado en estas consideraciones el Gobernador Intenden-
te don José Salvador propuso con fecha 23 de mayo de 1794,
al Capitán General y á la Real Audiencia, el establecimiento
de una subdelegación en el partido de Segovia, debiendo exten-
derse su jurisdicción á las poblaciones de Ciudad Vieja, Mo-
sonte, Pueblo Nuevo, Sitelpaneca, Tepesomoto, Yalagüina, Con-
dega, Palacagüina, Estelí, Jícaro y Jalapa. El subdelegado
debía residir en un pueblo que á la sazón se formaba, y á él
estarían subordinados los jueces prevencionales que existiesen
y los más que en lo sucesivo fuesen establecidos, para capturar
reos, formar sumarias, oír demandas de menor cuantía y prac-
ticar por comisión del subdelegado cualesquiera diligencias en
los parajes remotos, procurando la mayor brevedad en su des-
pacho y el ahorro de costas á los interesados. El estableci-
miento de la subdelegación sería en concepto del Gobernador,
muy benéfico para los pueblos de Segovia, facilitaría la admi-
nistración de justicia y la reducción de gentes dispersas, á
poblado, y contribuiría poderosamente al fomento de la indus-
tria y agricultura y al exterminio y castigo del contrabando
de tabacos y aguardientes, que abundaba en los pueblos de
aquel distrito.
La Junta Superior expidió en 14 de agosto su resolución,
autorizando el nombramiento de un subdelegado en el partido
de Segovia, acuerdo que fué aprobado por el Rey, en 5 de mar-
zo de 1795.
Los moradores de Masaya no se hallaban satisfechos de
la conducta que su juez prevencional y receptor de tributos,
don Manuel Bermúdez, observaba en el desempeño de esos car-
gos. En 23 de noviembre de 1793, los alcaldes, regidores y
personas principales de las cuatro parcialidades en que se ha-
llaba dividido aquel pueblo, dirigieron una exposición al Pre-
sidente del Reino, representándole los gravísimos perjuicios
que experimentaba el vecindario desde que Bermúdez se había
hecho cargo de la autoridad superior del distrito. Acusábanle
294 HISTORIA DE NICARAGUA

de ambición y codicia, atribuyéndole entre otros excesos el de


aprovecharse del servicio de los naturales sin darles la remu-
neración debida. Según se decía en el memorial, ocupaba en
el acarreo de agua para el consumo de su familia, cinco indios
quienes había dado el título de alguaciles, y obligaba igual
á

servicio á las hijas del pueblo, no obstante el peligro á que se


exponían en la bajada á la laguna: embargaba á los naturales
de Mas aya, Nindirí, Diriomo y Diriá, las petacas, canastas, ba-
teas, hamacas, petates y sombreros que fabricaban, bajo pre-
texto de ser necesarios esos objetos en el fuerte de San Car-
los, y luego que estaban en su poder los vendía en Granada.
y aun en Masa ya mismo, apropiándose sus valores: ejercía
actos de refinada crueldad no sólo en los indios, sino también
en los empleados municipales, como lo demostraban los techos
recientes de haber mandado amarrar y azotar en público á
Mariano Téllez y Bernardino Requena, Alcaldes de Monimbó y
Diriega y á los Regidores Miguel Carvallo y Francisco Her-
nández, después de haberle roto al primero el bastón, insignia
de la autoridad. Numerosos y frecuentes eran los manda-
mientos de peones é indios que hacía salir para varios lugares.
y en especial destinados á servir en la hacienda de algún ami-
go del juez. Tales eran las quejas que el vecindario de M�-
saya, representado por sus autoridades, dirigió al Gobierno del
Reino, contra el juez prevencional y receptor de tributos. En
la exposición se decía, que Bermúdez se hallaba apoyado por
el Gobernador Intendente don Juan de Ayssa, quien por ven-
gar antiguos agravios que le habían inferido los vecinos de
Masaya, autorizaba los procedimientos arbitrarios de aquel
empleado, y se complacía en los padecimientos que hacía ex-
perimentar á los habitantes del pueblo.
El Presidente del Reino resolvió (14 de febrero de 1794).
que el nuevo Gobernador de la Provincia oyese en justicia á
los quejosos y procediese contra el juez prevencional en lo que
fuera de derecho.
Las dificultades á que daba origen la existencia de los jue-
ces prevencionales, así por la ineficacia de su autoridad, como
por las frecuentes disputas que con otros empleados sostenían.
se hacían sentir en las poblaciones principales de la Provin-
LIB, VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 295

cia. Por el mes de septiembre de 1793, se suscitó una grave


cuestión entre don Francisco Antonio de Ugarte, Teniente Co-
ronel del batallón de milicias de Granada, y el juez preven-
cional de Managua, por haber este último impedido que Pau-
lina Vega pasase destacado al fuerte de San Carlos, en calidad
de soldado miliciano. Habiendo demostrado el juez que al
proceder de este modo obraba en virtud de órdenes del Gober-
nador de la Provincia, se hizo extensiva á este alto funcionario
la disputa suscitada. El Intendente, quizá por indicación del
juez prevencional de Managua, había proveído un auto en que
prevenía al Comandante de Granada, don José María Alexan-
dre, retuviese á Paulina Vega, destinado por Ugarte á formar
en el destacamento que estaba próximo á partir para el fuer-
te, y lo despachase á su domicilio. En la misma providencia
expresaba conceptos poco favorables á la disciplina de las fuer-
zas que comandaba Ugarte. Decía el Gobernador: «Y por lo
que hace al indebido modo con que se conducen los sargentos,
así contra la tranquilidad pública, como con desprecio y ul-
traje de la jurisdicción que ejerce el juez prevencional, remí-
tase todo al Teniente Coronel del batallón de milicias de la
ciudad de Granada, para que adapte sus providencias á que se
conduzcan como corresponde y se le tiene prevenido, haciendo
que guarden la mejor armonía y circunspección hacía dicho
Juez, como á su mismo Comandante.»
Ordenó también que el Juez prevencional de Managua in-
formase sobre si los alistamientos hechos en aquel pueblo se
habían practicado con su intervención ó conocimiento, como
era necesario para estar á la mira de que se atendiese á las
exenciones acordadas por la ley, y sobre si en las fatigas del
destacamento y otras del servicio militar se procedía por la
correspondiente escala, á fin de que todos las soportasen con
la igualdad y justicia que eran debidas.
La providencia dictada por el Gobernador Intendente deja
conocer con toda claridad, que eran de antigua data los abu-
sos que se. cometían en los reclutamientos militares y el me-
nosprecio con que el Teniente Coronel del batallón de Granada
miraba la autoridad de los jueces prevencionales.
Agriáronse pronto las cuestiones, hasta el grado de que
296 HISTORIA DE NICARAGUA

Ugarte dirigiese cartas irrespetuosas al Gobernador de la Pro-


vincia, y no terminaron sino cuando el Presidente y Capitán
General del Reino, con conocimiento de los antecedentes, se-
ñaló á cada uno de los empleados el límite que la ley había
puesto á sus atribuciones.
En la villa de Rivas ocurrían también enojosas contiendas
entre las autoridades locales y uno de los jefes del batallón de
milicias. De largo tiempo venía agitando los ánimos en el
vecindario la tenaz insistencia con que el Ayuntamiento había
solicitado del Superior Gobierno la facultad de obligar á los
vecinos que vivían en sus haciendas, á trasladarse definitiva-
mente á la población y edificar en ella sus casas. En 17 4 7 ha-
bía obtenido una resolución favorable á sus pretensiones, ex-
pedida por el Brigadier don Alonso Fernández de Heredia.
en la que se ordenó á los vecinos dispersos su reducción á po-
blado, conminándolos con una crecida multa en caso de des-
obediencia. Ellos respondieron estar dispuestos á cumplir lo
mandado, y aun algunos prepararon los materiales necesarios
á la construcción de sus habitaciones en la villa; con todo, pa-
saron tres años sin que diesen cumplimiento á la resolución
superior, por lo que en 1750 reiteró el Cabildo sus instancias
por medio de su apoderado en Guatemala, don Bartolomé de
Capir. El Presidente del Reino, don José de Araujo y Río.
acordó, en auto fecha 3 de diciembre de aquel año, que el Ca-
bildo, Justicia y Regimiento de la villa de Nicaragua, hiciese
que dentro de dos meses, todos los vecinos que se hallasen dis-
persos volviesen á la población y fabricasen allí sus casas, pu-
diendo ser multado hasta en doscientos pesos el que sin justa
causa contraviniera á lo dispuesto.
En 18 de diciembre de 1793, don José Antonio Bustos y
Santiago, apoderado del Ayuntamiento de Rivas, se presentó
ante el Presidente del Reino, exponiendo: «que no había sido
posible conseguir la traslación de los vecinos á la villa: que
muchos de ellos residían en sus haciendas y labores, y otros
en los mesones y casas que habían fabricado fuera, lo que im-
pedía que la villa llegase á poblarse enteramente y adquiriese
aquel adorno y hermosura á que tanto aspiran las leyes, ca-
reciendo por este motivo la juventud de la instrucción en la
LIB. Vlll.-CAP. Vlll.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 297

piedad y en las letras, y el comercio, de aquel vigor y fuerza


que le da la sociedad, y de aquí resultan también los robos,
muertes y otros excesos que se experimentan, haciéndose tra-
bajosa por esa dispersión la administración de sacramentos y
la de justicia».
Esta solicitud no fué bien acogida por el Presidente, quien
de conformidad con el pedimento fiscal y el dictamen del Ase-
sor ordinario, acordó que el Cabildo de Rivas ocurriese en pri-
mera instancia al Gobernador Intendente de la Provincia, por
hallarse á cargo de este empleado los ramos de justicia, poli-
cía, hacienda y guerra con toda la jurisdicción y facultades ne-
cesarlas. según el artículo 7Y de la Real Instrucción de Inten-
dentes.
Abstúvose el Gobernador de dictar desde luego resolución
alguna sobre este asunto, considerando que no era prudente
irritar más los ánimos, harto exaltados ya por la porfiada exi-
gencia de los capitulares y la firme negativa de los hacenda-
dos, empeñados en cuidar personalmente los intereses que po-
seían fuera de la villa.
En tales circunstancias ocurrieron en Rivas graves desór-
denes con ocasión de los reclutamientos que se hacían para el
reemplazo del batallón de milicias. El jefe de este cuerpo, Te-
· niente Coronel don Manuel Díaz Gallo y sus subordinados, ma-
nifestaban sumo encono contra los alcaldes ordinarios de la
villa, quienes á su vez les correspondían con iguales sentimien-
tos. El 18 de abril de 1795, hallándose reunido el Ayunta-
miento, presentóse en el local de las sesiones el Teniente Co-
ronel Díaz Gallo, y trabó en acaloradas voces una reñida dispu-
ta con el Alcalde ordinario de primer voto don Félix Antonio
Saborío, sobre la dilación é informalidad con que el Ayunta-
miento había practicado la separación de paisanos para el
reemplazo del batallón. Mandó el Alcalde arrestar al Teniente
Coronel, ordenando que se le pusiese un par de grillos, y Díaz
Gallo amenazó también al Alcalde con prisión, la que no tuvo
efecto. Inmediatamente pasó el Ayuntamiento un oficio á don
Romualdo Aguilar, Capitán de la tercera compañía del bata-
llón, previniéndole que sin pérdida de tiempo se presentase en
la sala capitular, por convenir así á la real jurisdicción. Lle-
298 HISTORIA DE NICARAGUA

.gado que hubo Aguilar al despacho, los alcaldes le extgieron


que bajo juramento se comprometiese á darles auxilio en cual-
quier conflicto que por efecto de sus providencias ocurriese,
á lo que accedió el Capitán, atemorizado por la prisión ae
Gallo y creyendo que cumplía con un deber.
Puede considerarse la exaltaéión que tan extraordinarios
sucesos produjeron en el vecindario, y cuán honda enemistad
dejaron sembrada entre las autoridades militares y los miem-
bros del Ayuntamiento. Divulgóse el rumor de que los aical-
des se proponían dar garrote al Teniente Coronel, y aun se de-
cía generalmente, que si el batallón de milicias ejecutaba algún
movimiento en favor de su jefe, no amanecería vivo Díaz Gallo
. y serían apaleados tres ó cuatro oficiales del cuerpo de mi-
licias.
El asunto fué llevado al conocimiento del Capitán General,
á fin de que éste resolviese sobre la legalidad del arresto de-
cretado por el Alcalde ordinario. Refiriéndose á estas con-
tiendas, el Asesor don Pantaleón del Águila, decía lo siguiente:
«Si el Teniente Coronel en vez de haber hecho presente al
Alcalde, de viva voz, la dilación y desorden de la separación
de paisanos, le hubiera pasado el conveniente aviso, habría
evitado sin duda un lance tan escandaloso y horrendo que pudo
haber traído muy fatales consecuencias. Esta omisión del Te-
niente Coronel, aunque no hubiese sido de hecho pensada, sino
provenida de imprudencia, bien merecía que se escarmentase
suspendiéndole por algún tiempo del ejercicio de su empleo.
Pero atendiendo el Asesor al arresto en que lo pusieron los
alcaldes ordinarios y á otras justas consideraciones, sólo es
de dictamen que por V. S. se le haga entender la imprudencia
con que se acercó personalmente al Cabildo, previniéndole que
para lo de adelante use con los alcaldes de oficios por escrito
en cualquier asunto que con ellos se le ofrezca, como debió
haberlo hecho en el de que se trata, guardando siempre la mo-
deración debida á la jurisdicción ordinaria que ejercen, y al
honor del mismo Teniente Coronel y el de todo su batallón, cu-
yos individuos deben estar entendidos de que el espíritu mi-
litar lo han de emplear contra los enemigos del Estado en las
ocasiones de guerra. que se les presenten, y no contra los pai-
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 299

sanos, con quienes deben usar de toda buena crianza, como ca-
racterística de todos los cuerpos militares, con apercibimiento
de que no observando el Teniente Coronel esta conducta, se le
suspenderá del ejercicio de su empleo por el tiempo que esti-
mare conveniente el superior arbitrio de V. S., y que pague las
costas causadas etc.»
La resolución del Capitán General fué en todo conforme
con el anterior dictamen, y es indudable que al expedirla no
tuvo completo conocimiento de los sucesos que acaecían en Rí-
vas. En efecto, mientras en Guatemala se fallaba precipita-
damente, dándose en cierto modo la razón al Cabildo, el Go-
bernador Intendente de la Provincia, don José Salvador, con
dítígente actividad y loable prudencia, hacía las investigacio-
nes judiciales necesarias para esclarecer los hechos y dictar
una resolución acertada.
El Ayuntamiento, con noticia de la intervención que el
Jefe de la Provincia tomaba en el asunto, eligió por Alcalde
á un señor Cerda, á quien consideraba con energía y audacia
suficientes para hacer resistencia á cualesquiera determina-
ciones que aquel alto funcionario tomase. El Gobernador, ce-
loso por el respeto su autoridad y por la conservación del
á

orden público en la villa, ordenó al Coronel don Francisco Ja-


vier Navarro, que en caso de recelar una sublevación ó un
atropellamiento á su persona ó á la de cualquiera de los ofi-
ciales, acuartelase alguna tropa de la que á la sazón recibía
instrucción militar; pero encargábale observase la mayor mo-
deración en todos sus actos.
Tuvo noticia el Gobernador, de que los señores Luis y Ro-
mualdo Aguilar, Diego Osorno, José Manuel Bonilla, el escri-
bano Jacobo Córdoba y el mulato Pedro Dávila, director de
los alcaldes, eran quienes fomentaban el desconcierto, valién-
dose de las influencias que ejercían en los miembros del Ayun-
tamiento; y considerando que la presencia de aquellas perso-
nas en la villa sería un obstáculo para toda conciliación y arre-
glo, dispuso que don Luis Aguilar y Pedro Dávila, pasasen á
León, en donde debían estar algunos días, aunque no en ca-
lidad de arrestados: que se previniese á Osorno, Córdoba y
Bonilla, no se mezclasen directa ni indirectamente en las cues-
300 HISTORIA DE NICARAGUA

tiones, bajo pena de hacerlos pasar también á León, si lo con-


trario hiciesen, y por último, que don Romualdo Aguilar fuese
reducido á prisión por haber ofrecido apoyo al Ayuntamiento,
en su carácter de capitán de la tercera compañía de milicias.
y porque no había dado oportuno aviso al Gobierno, de los dis-
turbios ocurridos en Rivas.
Estas providencias calmaron algún tanto el ardor de la con-
tienda; pero como la continuación de los alcaldes en el desem-
peño de sus funciones concejiles mantenía la desavenencia con
los empleados militares y aun amenazaba para lo futuro con
nuevas y más peligrosas discordias, pensó don José Salvador
que la medida más acertada y de más segura eficacia, sería la
de suspender á los alcaldes ordinarios en el ejercicio de la ju-
risdicción, y depositar provisionalmente la autoridad en suje-
tos imparciales, que por ser extraños á las disputas pendien-
tes, mereciesen la confianza de todo el vecindario. Abstúvose.
sin embargo, de dictar por sí solo semejante providencia, por-
que consideró que en el grado de exaltación á que habían lle-
gado los individuos del Ayuntamiento, se vería expuesto á una
desobediencia manifiesta, y que entonces tendría que usar de
la fuerza para hacerse respetar, de lo que se seguirían proba-
blemente muy funestas consecuencias.
Solicitó, pues, del Presidente, autorización expresa para se-
parar durante algún tiempo del ejercicio de sus cargos á los
alcaldes don Félix Antonio Saborío y don Melchor de la Cer-
da, y luego que la obtuvo, puso en ejecución esa medida, or-
denando el depósito de la autoridad en otras personas.
Esta prudente determinación cortó de raíz las cuestiones.
haciendo que en los ulteriores acuerdos del Ayuntamiento se
sustituyesen la moderación y cordura, á las prevenciones, im-
prudencias y personales odiosidades que habían dado origen á
los pasados desaciertos.
La juiciosa conducta que en este delicado asunto observó
el Gobernador Intendente, don José Salvador, fué objeto de me-
recidos elogios por parte de los empleados principales del Rei-
no. El Asesor Licenciado González, calificó de muy acertadas
y oportunas las providencias dictadas para restablecer en Ri-
vas la tranquilidad pública, y consideró la orden de suspensión
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 301

y depósito «como un gran golpe de gobierno, dado con muy


fino pulso».
Tres meses después de lo relacionado, y estando en com-
pleta calma el vecindario, fueron repuestos los alcaldes en el
ejercicio de sus empleos.
No dejan de llamar la atención los siguientes conceptos ex-
presados por el Intendente en el informe dirigido al Gobierno
del Reino, porque ellos ponen de manifiesto el desconcierto en
que ordinariamente se mantenían los habitantes de Rivas y las
dificultades que se presentaban á las autoridades provinciales,
para conservar el buen orden y la armonía general en aquel
vecindario. Decía así:
«últimamente puedo y debo asegurar á US., que tanto en
el tiempo de mi mando, como en los once años de mi antecesor,
según tengo entendido, ha dado más que hacer al Gobierno
sola la villa de Nicaragua, con sus cavilosidades, inquietudes
y odios, que todo el resto de la Provincia, y jamás se atajará
este cáncer tan inveterado, sino se aplican unos remedios fuer-
tes, porque en habiendo de seguir esta especie de causas todo
su curso ordinario, lo confunden y embrollan de tal modo, que
si me es lícito hablar, así vuelven siempre el juego tablas.s
Acontecimientos semejantes á los que se acaban de rela-
cionar aunque producidos por distintas causas, habían ocurri-
do recientemente en el pueblo de Subtiaba y dado ocasión á
que despertasen los ambiciosos deseos que de muchos años en-
señoreaban el ánimo de los leoneses, de sujetar inmediatamen-
te á su dominio y jurisdicción los pueblos comprendidos en
aquel corregimiento. Para dar á conocer con alguna exacti-
tud todo lo que á este asunto se refiere, se hace preciso dirigir
una mirada retrospectiva hacia la organización política que
desde los primeros años del régimen colonial se había dado al
territorio de Subtiaba, y recordar las· diversas modificaciones
que en ella habían introducido la acción del tiempo, las nece-
sidades sociales y aun los intereses personales, que con no poca
frecuencia son el móvil de la política, influyendo desventajo-
samente en el destino de los pueblos.
En el capítulo 42, libro VI de esta obra, al tratar de la di-
visión territorial que para el ejercicio del Gobierno de esta
302 HISTORIA DE NICARAGUA

Provincia había decretado la Corte de España, á mediados del


siglo xvrr, se dijo, que el distrito de Quezalguaque era uno de
los diecinueve corregimientos establecidos en todo el Reino de
Guatemala. Subtiaba carecía entonces de la importancia que
más tarde adquirió, por manera que fué incluído, junto con
Posoltega, Posolteguilla y Telica, en los pueblos que formaban
el corregimiento de que era Quezalguaque población principal.
En el mismo siglo fueron agregados los cinco pueblos al Go-
bierno de León, al cual permanecieron anexos hasta 1694. Los
repugnantes abusos y crueldades que tanto los gobernadores
como los alcaldes de León, cometían en los indios de Subtiaba,
y de que se habló con detenimiento en el capítulo II del li-
bro VII, dieron por resultado que en ese año se restableciese
el corregimiento, designándose á Subtiaba por cabecera, y á

Telica, Quezalguaque, Posoltega y Posolteguilla, como anexos,


y nombrándose Corregidor á don Diego Rodríguez Méndez. La
muerte de este benéfico empleado, hizo que se renovasen los
padecimientos de los moradores de Subtiaba, y que éstos, te-
miendo se les sujetase de nuevo á la jurisdicción de los alcal-
des de la capital, pidiesen á la Real Audiencia la conservación
del corregimiento.
En 24 de octubre de 1725, las personas principales de León.
aprovechándose del desconcierto que en la Provincia produjo
el levantamiento de las milicias contra el Gobernador Duque
de Estrada, pidieron al juez pesquisidor don José Antonio La-
cayo, que se agregasen los pueblos del corregimiento de Sub-
tiaba al Gobierno de la capital: esta solicitud no obtuvo reso-
lución alguna, según se indicó en el capítulo IV del libro VII.
A mediados del siglo xvrn todavía subsistía el corregimiento
en la misma forma establecida el año de 1694.
El Corregidor don Alonso Manuel Peón y Valdés, dirigió
al Monarca una exposición con fecha 31 de agosto de 1772, en
la que pedía que se anexasen al partido del Realejo los pue-
blos del corregimiento de Subtíaba,
Por real cédula de 18 de septiembre de 1773, se dispuso
que el Gobernador de la Provincia y el ex-Corregidor don Fran-
cisco de la Rocha, informasen acerca de la utilidad ó incon-
veniencia de la reforma que se solicitaba, tomando en consi-
LIB. VIII.---CAP. VIII,-PRIMEROS ACTOS, ETC. 303

deración la extensión de aquellos territorios, las distancias que


mediaban entre los pueblos que componían cada uno de dichos
corregimientos, y las ventajas ó perjuicios que pudiera recibir
en ambos la administración de justicia, si se pusiera ácargo
de un solo Corregidor. Aunque los informes que dieron el Go-
bernador don Domingo Cabello y el ex-Corregidor Rocha, fue-
ron favorables á la petición de Valdés, no se determinó cosa
alguna sobre este particular, y los pueblos del partido de Sub-
tiaba continuaron sujetos á la autoridad de su particular Co-
rregidor, hasta el año de 1786, en que por las Reales Orde-
nanzas de Carlos III, fueron suprimidos todos los corregi-
mientos.
Pronto se hicieron sentir en Subtiaba las malas consecuen-
cias de esta disposición. En 1788 tuvo noticia el Ayuntamien-
to de León; de que don Juan Sánchez, Ayudante mayor de mi-
licias de la ciudad, gobernaba sin título ni facultad alguna,
los pueblos de Subtiaba, Telica, Quezalguaque, Posoltega y Po-
solteguilla, y de que en el ejercicio de ese mando cometía re-
prensibles abusos, tales como el de prohibir las indias el co-
á

mercio de hilos, que hacían con los habitantes de León, el de


impedirlas que pasasen á la ciudad tejer colchas y vender
á

pescados, el de monopolizar todo el maíz que cosechaban los


naturales, é imponer á éstos crueles castigos cuando se nega-
ban á vendérselo. Además, trataba con insolente imperio á
personas caracterizadas de la ciudad y se daba aires de juez
real, usando de los privilegios que á estos empleados concedían
las leyes. El Ayuntamiento, en acta de 31 de octubre, ordenó
que se diese cuenta de estos hechos al Gobernador de la Pro-
vincia, á fin de que expidiese las providencias necesarias á
evitar en lo sucesivo semejantes abusos.
Hallábase todavía la Intendencia á cargo de don Juan de
Ayssa, quien en su contestación al Cabildo, manifestó que por
auto de 14 de julio había acordado agregar el partido de Sub-
tiaba al Gobierno de León y comisionar á don Juan Sánchez
para que ejerciese en él primero el mando y dirección en lo
económico, por no poder atender el Gobernador á estos obje-
tos con la puntualidad necesaria, ácausa de otras muchas y
graves ocupaciones; pero que con el fin de cortar toda dispu-
304 HISTORIA DE NICARAGUA

ta, acababa de expedir una orden en que le suspendía del uso


y ejercicio de aquel encargo económico, no obstante que las
quejas dirigidas contra Sánchez se fundaban solamente en las
declaraciones de algunos regidores que con él tenían persona-
les resentimientos. Dispuso, por último, que se extendiese tes-
timonio del acta capitular de 31 de octubre, para proceder in-
mediatamente á la averiguación judicial de los crímenes y ex-
cesos que se imputaban Sánchez, é imponerle, si fuesen cier-
á

tos, el merecido castigo.


No satisficieron ávarios miembros del Ayuntamiento las
providencias dictadas por el Gobernador. El Alcalde provin-
cial y Regidor don Manuel Taboada, dirigió con fecha 23 de
diciembre una exposición al Presidente y Capitán General del
Reino, en la que le relacionaba los procedimientos ilegales que
se atribuían á Sánchez en el gobierno de los pueblos de Sub-
tiaba. Refiriéndose al monopolio de granos de que se acusaba
á ese empleado, expresaba los siguientes conceptos: «El oficio
de regatón es el más sórdido y vil, impropio, no sólo de un
militar en quien debe resplandecer el honor, sino de cualquier
persona que haya nacido con honra.» En la exposición ma-
nifestaba Taboada cuánto extrañaba el Cabildo la omisión del
Gobernador en darle aviso oportuno del nombramiento confe-
rido Sánchez, para el gobierno económico de los pueblos de
á

Subtiaba.
En ese estado quedó el asunto durante algunos años. El
tenaz empeño con que las autoridades locales de León, habían
pretendido desde remotas épocas sujetar á su jurisdicción el
pueblo de Subtiaba, hace sospechar que haya habido alguna
exageración en las acusaciones fulminadas por el Cabildo con-
tra el Ayudante don Juan Sánchez, y que la protección con que
el Ayuntamiento brindaba á los vecinos de aquella población.
constituyéndose en defensor de sus derechos contra los abusos
que á Sánchez se atribuían, haya tenido por móvil principal el
interés en dominarlos y ejercer granjerías semejantes á las
que dieron origen la fundación del corregimiento en 1694.
á

Desempeñaba en 1792 las funciones de Subdelegado de Sub-


tiaba, don Francisco Gallegos, por nombramiento que en él
había hecho el Gobernador de la Provincia. Los indios, que
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 305

desde mucho tiempo atrás andaban á vueltas con todos los


empleados que el Intendente colocaba en el pueblo, no se lle-
vaban bien con Gallegos, á quien atribuían graves faltas en
el ejercicio de su empleo. En 7 de agosto de aquel año, José
Apolinario Hernández, natural y escribano del pueblo de San
Juan de Subtiaba, se presentó ante el Presidente y Capitán
General del Reino, exponiéndole los muchos perjuicios que de
los subdelegados recibía aquella pobfación, y en especial los
que á la sazón le causaba don Francisco Gallegos, contra el
cual se tenían muchas quejas. Decía Hernández, que el Sub-
delegado, no sólo mantenía en su hacienda de traniche grandes
cuadrillas de indios trabajadores, pagándoles un miserable jor-
nal, sino que de igual modo los repartía en crecido número
entre otras haciendas' inmediatas, con daño de sus particulares
labranzas: que prohibía á los naturales trabajar voluntaria-
mente, y que por haberlo permitido en cierta ocasión el prin-
cipal Juan Amaya, cobrador de tributos y antiguo alcalde del
pueblo, había el Subdelegado insultádole en público, de lo que
resultó al primero una grave enfermedad. Manifestaba tam-
bién que había amenazado varias veces á los alcaldes con qui-
tarles sus cargos, y los obligaba á que fuesen á mañana y tarde
á recibir sus órdenes: que trataba con extrema crueldad á los
naturales, castigándolos con azotes aun por las más leves fal-
tas, y que semejantes agravios mantenían al pueblo en gran
atraso y en miserable estado de pobreza. Por tales razones
pedía Hernández al Gobierno Superior, que se suprimiesen los
subdelegados y se agregase el gobierno del pueblo á la auto-
ridad del primer Alcalde ordinario de León.
No es aventurado suponer que el Ayuntamiento de esta
ciudad, insistiendo en su antiguo empeño de extender su do-
minación hasta Subtiaba, haya influído en que los naturales
de dicho pueblo hiciesen la anterior solicitud, á la que darían
visos de justicia y conveniencia las faltas que al actual Sub-
delegado se atribuían.
Para dictar su resolución con el acierto que el caso mere-
cía, el Capitán General del Reino, acordó que informase el Go-
bernador Intendente de esta Provincia, sobre el objeto á que
se refería la representación de Apolinario Hernández.
III.­20
306 HISTORIA DE NICARAGUA

Con fecha 22 de octubre del propio año, envió el Goberna-


dor Intendente el informe que se le pedía, el cual daremos á
conocer aunque sea en extracto, porque suministra datos muy
importantes acerca de los pueblos comprendidos antiguamente
en la jurisdicción de Subtiaba, sobre el carácter y costumbres
de sus habitantes, sobre las providencias dictadas por la auto-
ridad para gobernarlos convenientemente, y por último, sobre
las verdaderas causas que habían dado asidero á las acusa-
ciones de Hernández contra el Subdelegado.
Decía el Gobernador, que mediante el conocimiento que de
los pueblos indígenas de esta Provincia había adquirido en
diecinueve años de permanencia en ella, y atendiendo á la in-
mediación del pueblo de Subtiaba á esta ciudad, había resuelto
desde la fecha en que fueron suprimidos los corregimientos,
nombrar un comisionado económico y un gobernador indio,
para ver si con el auxilio de ellos podía atender á la adminis-
tración de aquel pueblo· y su jurisdicción, la cual se reducía
á una población de mulatos é indios comprensiva de 1,144 ha-
bitantes, llamada Telica y distante dos leguas de Subtiaba:
otra, á la misma distancia, denominada Quezalguaque, que con-
tenía 159 moradores: otra, conocida con el nombre de Posol-
teguilla, poblada por 235 indios y situada á tres leguas: otra,
como á tres leguas y media, compuesta de 529 vecinos, entre
mulatos é indios; y por último, el pueblo de Subtiaba, habi-
tado por 3,612 indios que con los anteriores formaba un total
de 5,678 habitantes en toda la comarca.
Las funciones del comisionado económico, habían sido limi-
tadas á vigilar los actos del gobernador y de los alcaldes in-
dios, á la recaudación de tributos y su entrega en Cajas Rea-
les, á resolver en juicio verbal las demandas que no pasasen
de veinte pesos, así entre indios como ladinos, á cuidar no se
destruyesen las cofradías y comunidades, principalmente de
Subtiaba, y finalmente, siendo aquellos pueblos los lugares de
donde tomaban los vecinos de León el número de peones ne-
cesarios para sus labores de azúcar y otras, debía el comisio-
nado intervenir en todos los mandamientos, á fin de que pre-
á

sencia suya se les diese en tabla y mano propia á los jorna-


leros el llamado socorro ó jornal, evitando así los abusos y
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 307

trampas que tanto el gobernador indio, como los alcaldes, co-


bradores y mandones cometían. Pensaba el Jefe de la Pro-
vincia, que de esta última facultad provenía principalmente
el desagrado que contra el comisionado económico manifesta-
ban los empleados indígenas, y creía también que aun los ve-
cinos de la ciudad miraban con repugnancia la intervención
de aquel funcionario en la contratación y pago de jornaleros,
pues algunos habían acostumbrado explotar en provecho pro-
pio la sencillez del gobernador indio, á quien halagaban ha-
ciéndole creer que era un gran personaje y obsequiándole con
licores, con algunas libras de azúcar· y aun con dinero.
El desagrado que tanto los indios como los vecinos de la
ciudad experimentaban por el obstáculo que la presencia del
comisionado oponía á sus abusos y granjerías, era, según pen-
saba el Gobernador, la causa de que se hubiese extendido entre
los moradores de toda la comarca la creencia de que aquel em-
pleado los tiranizaba.
Juzgando el Intendente que quizá podría remediarse el mal
cambiando al gobernador indio por otro en quien se reuniesen
mejores cualidades para ese empleo, determinó hacerlo así, y
al efecto, escogió entre ellos para el ejercicio de aquella auto-
ridad Crisóstomo Roque, hombre de setenta ó más años, que
á

se mantenía con alguna distinción entre los de su clase, poseía


algunos bienes que le facilitaban su manutención, sin necesidad
de ir al campo, y disfrutaba, por la misma razón, de algún
respeto por parte de los demás indios. Nada bueno se consi-
guió con el cambio, «sino introducir (son palabras del Inten-
dente) en el pueblo un fantasmón que sólo aspiraba á tener el
holocausto, si pudiese ser, de Motezuma».
Al mal comportamiento de Roque en el gobierno particular
del pueblo de Subtiaba, había contribuído principalmente Apo-
linario Hernández, yerno de aquél y nombrado escribano del
lugar. Ambos siguieron el mal sistema empleado por sus an-
tecesores, así en lo referente los castigos que imponían á los
á

indios en casa del Gobernador, como en otros abusos, aprove-


chándose del más pequeño descuido en que incurría el comi-
sionado. Por fin quejáronse los vecinos ante el Intendente
de la Provincia, por la aspereza con que los trataba Roque.
308 HISTORIA DE NICARAGUA

Le acusó un indio, á quien había dado fuertes golpes sólo por-


que éste le pidiera ciertos jornales que había ganado. El In-
tendente reprendió al gobernador indio, con lo cual mejoró
éste de conducta, no dando ocasión a nuevas quejas.
Pero el auxilio que prestaba al Jefe de la Provincia en el
gobierno de los pueblos de Subtiaba, era insuficiente, aun con-
tando con la cooperación del comisionado económico, á quien
mostraba la más enconada ojeriza. Aun las autoridades de
León se declararon contra este último, según lo referimos poco
ha, y pusieron en dificultades al Intendente, por lo que éste
resolvió colocar un Subdelegado, usando de la facultad que le
concedían las Reales Instrucciones de Intendentes. Para la
elección del Subdelegado trató de conocer cuál era la opinión
de los vecinos, y viendo que no se manifestaban adversos á
don Francisco Gallegos, le confirió aquel cargo.
Ninguna oposición encontró al principio Gallegos por parte
de sus gobernados, en el ejercicio de la autoridad. Pero pronto
comenzaron á despertar las pasiones contra él, y principal-
mente se le mostraron hostiles Crisóstomo Roque y Apolinario
Hernández, quienes le acusaban con frecuencia ante el Gober-
nador Intendente. Mas como éste desechaba siempre las acu-
saciones, porque seguida la información respectiva, aparecían
infundadas, determinaron dirigirse al Gobierno Superior del
Reino, y con tal fin había pasado á Guatemala Hernández y
presentado la queja que motivaba el informe del Gobernador
Intendente.
De ese modo explicó este funcionario las causas que habían
dado origen. á las acusaciones de Hernández contra el Subde-
legado Gallegos. En cuanto á la pretensión de que fuese go-
bernado el pueblo por los alcaldes de la capital, el Intendente
hacía las siguientes observaciones:
«Solicitan el escribano y el gobernador indio de Subtiaba,
por consecuencia, se encargue el gobierno de su pueblo á los
alcaldes ordinarios de esta ciudad (que en tal caso debería ser
todo el partido, pues con él se sigue el mismo sistema que en
el de Subtiaba). Seguramente piden conforme á sus deseos y
modo de pensar, pues no les falta malicia y conocimiento para
comprender que esta determinación sería lo mismo que conce-
LIB. VIII.--CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 309

derles se manejasen, con sola la obligación del pago de tribu-


tos, como unos independientes de la corona, y al arbitrio y au-
toridad del gobernador y el escribano, para que principalmente
el pueblo de Subtiaba volviese á ponerse en el mismo estado
que cuando se conquistó, y ser así uno como otro unos caci-
ques autorizados para ejercer el dominio en sus naturales, como
lo hacían en aqueUos tiempos, porque á los alcaldes de León,
ni de otra ninguna ciudad del Reino, asegura el Gobernador
Intendente, que no sólo en el día, sino aun ocupando parte de
la noche, no les sobraría nunca tiempo para atender á la más
mínima ocurrencia de fuera de la ciudad.»
El Gobernador se aprovechó de la ocasión que se le pre-
sentaba, para hacer conocer a1 Gobierno del Reino la poca de-
dicación de los alcaldes á las obligaciones de su cargo. «Oja-
lá, decía, que cumplieran con e1las en la mitad de lo que les
corresponde, y si no, díganlo las causas atrasadas, la ninguna
mortual que se concluye, el arreglo de archivos, las causas cri-
minales que se evacúan, los reos que se aprenden en las ron-
das ó por requisitorias, los progresos que han tenido los pro-
pios y otros muchos puntos que pudieran referirse, y si éstos
son los adelantamientos que se miran en la ciudad de León,
que se compone de diez mil trescientas almas, ¿ qué podríamos
esperar de lo que hicieran en dicho partido de Subtiaba, que
tiene cinco mil seiscientas setenta y ocho esparcidas en distin-
tos pueblos'?»
Con presencia del anterior informe y de -acuerdo con el pe-
dimento fiscal, el Presidente y Capitán General del Reino,
desechó la solicitud de Apolinario Hernández, relativa á que
se agregase el pueblo de Subtiaba á la jurisdicción del Alcalde
de primer voto de la ciudad de León, y recomendó al Inten-
dente de la Provincia estuviese á la mira de que el Subdelegado
no maltratara á los indios, ni los obligara á trabajar en nego-
cios de su propio interés, sin pagarles sus jornales, según los
precios acostumbrados, ni los castigase con azotes por motivo
alguno, y que hiciese saber la resolución del Gobierno á los in-
dios, paraque entendiesen que podían reclamar contra los pro-
cedimientos del Subdelegado cuando fuese necesario.
Esta providencia fué expedida en 24 de marzo de 1795,
310 HISTORIA DE NICARAGUA

cuando ya se hallaba encargado del Gobierno de la Provincia


el Coronel don José Salvador. A la prudencia y habilidad de
este empleado se debió el que se restableciese la calma entre
los moradores de Subtiaba, mediante el respeto de éstos á la
autoridad del Subdelegado y la moderación é imparcialidad de
este funcionario en la administración de justicia y en todos
los demás negocios de su competencia.
Apartando algún tanto la consideración de los asuntos re-
lativos al gobierno interior de estos pueblos, fijóla el Gober-
nador en importantes empresas que podían influir favorable-
mente en el progreso de la Provincia, incrementando su co-
mercio y abriendo campo á la realización de benéficos pro-
yectos de utilidad general. En 1795 mandó practicar un reco-
nocimiento de los ríos Coco y de Matagalpa. Por desgracia,
no se encuentran documentos que den noticia de los resultados
de esta expedición.
Con fecha 26 de febrero de 1796, expidió el Monarca una
real cédula en que habilitaba el puerto de San Juan, haciendo
extensiva esta concesión, á la ciudad de Granada. He aquí
los términos de aquel interesante documento:
«Teniendo el Rey en consideración el dictamen del Virrey
de Nueva España, Marqués de Branchifort, y con el digno
objeto de fomentar la población y comercio de la isla del Car-
men, se ha servido Su Majestad habilitar el puerto de su pre-
sidio en la clase de menor, dispensándole todas las gracias y
franquicias que á los de igual calidad están concedidas por de-
creto de 1789, y posteriores reales órdenes. Asimismo, y con
la benéfica idea de que la Provincia de Nicaragua y otras del
Reino de Guatemala, puedan hacer un comercio directo con
la Metrópoli, venciendo los impedimentos que las presentan sus
distancias á ellas y los puertos de Omoa y Santo Tomás de
Castilla, que excede de trescientas leguas, ha tenido á bien
Su Majestad habilitar del mismo modo al de San Juan de Ni-
caragua, situado á orillas del río de este nombre, en la propia
clase de menor y ampliando por ahora esta habilitación á la
ciudad de Granada en el lago de Nicaragua, hasta donde es
navegable este río, con declaración expresa de que todas las
libertades y excepciones que correspondan al puerto de San
LIB. VIII.--CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 311

Juan por esta concesión, debe gozarlas la referida ciudad de


Granada.»
En el propio año de 1796, emprendió don Juan Zavala, una
expedición desde Cádiz al puerto de San Juan. Por real cé-
dula de 28 de marzo, previno el Rey al Gobernador de Nicara-
gua promoviese las siembras de algodón, las que probable-
mente se fomentarían con la habilitación del puerto, y propor-
cionase Zavala operarios para las cortas de maderas exqui-
á

sitas, palos de tinta y otros artículos de comercio, como tam-


bién los carruajes y embarcaciones que necesitara, todo sin
perjuicio de la ley 3ª, título XXIV, libro VI y otras en que
se prohibía el servicio personal.
En la misma disposición exhortaba el Rey al Intendente,
alcaldes mayores y vecinos de la Provincia, á que se ocupa-
sen en aquellos trabajos, y ordenaba al Gobernador, que pro-
curase por todos los medios posibles se facilitaran á Zavala
los víveres indispensables para la marina y para los operarios
de las faenas, á los mismos precios que los suministraba el
pueblo de Masaya para el consumo de la guarnición del fuerte
de San Carlos: que se le franquease la maestranza de Ribera
de Granada, para la construcción de embarcaciones chatas en
que habría de subir la carga por medio río, todo bajo las mis-
mas condiciones y por los mismos jornales, que pagaba la Real
Hacienda: que el derecho de consulado y donativo único que
debía pagar la expedición, en virtud de la libertad concedida
á los puertos menores, se depositara para hacer barracones de
firme en los parajes que al Consulado pareciesen convenien-
tes: que para dictar cualesquiera providencias económicas, res-
pectivas á este asunto, pidiese informes el Gobernador á don
Juan Zavala, siempre que éste se hallase cerca y pudiese dar-
los, pues como autor del proyecto y por sus conocimientos
prácticos podía influir con su dictamen en el acierto de las
disposiciones; finalmente, que de todo lo que ocurriera diese
cuenta al Capitán General del Reino, don José Domás y Valle,
á quien por real orden de la misma fecha se le encargaba pro-
tegiese la empresa.
Tratemos de los cambios ocurridos en el gobierno eclesiás-
tico de esta Provincia durante el período á que se refiere el
312 HISTORIA DE NICARAGUA

presente capítulo. Por el ascenso del Doctor don Juan Félix


de Villegas á la Silla Metropolitana de Guatemala, fué nom-
brado Obispo de Nicaragua el señor Doctor don Juan Cruz
Ruiz de Cabañas y Crespo, magistral de la iglesia de Burgos.
Consagrado en Madrid el 19 de abril de 1795, fué promovido
á la iglesia de Guadalajara antes de salir de aquella Corte con
destino á Nicaragua.
En su lugar fué elevado á la dignidad episcopal de esta
Diócesis, don José Antonio de la Huerta Casso, franciscano,
natural de León, que había ocupado los puestos de Maestres-
cuela, Arcediano y Deán de esta Iglesia Catedral, y desempe-
ñado sin interrupción, en sedes plenas y vacantes, la Vicaría
general, desde el año de 1782 hasta el de 1795 en que fué
nombrado Obispo. Le consagró en Guatemala en la iglesia
del convento de Concepción (27 de mayo de 1798) el Arzobis-
po Villegas. Por diciembre del propio año regresó el señor
Huerta á su Diócesis, la que rigió con prudencia hasta su
muerte.
Este Prelado se distinguió por el empeño que puso en pro-
mover los estudios en la ciudad de León. Aumentó á su costa
las cátedras de Sagrada Escritura, Liturgia, Historia Ecle-
siástica, Derecho, Medicina y Filosofía, en el Colegio de San
Ramón, y realizó otras obras benéficas, que le granjearon el
aprecio y respeto de sus gobernados.
No terminaremos este capítulo sin dar cuenta de un acon-
tecimiento que causó general consternación en esta Provincia
y fué lamentado también en la capital del Reino, y aun en la
Corte de España. Nos referimos al fallecimiento del Coronel
don Juan de Ayssa, acaecido el 28 de julio de 1797, á conse-
cuencia de una grave enfermedad que este ilustrado español
contrajo por el trabajo excesivo á que se dedicaba en el ejer-
cicio de la Comandancia del fuerte de San Carlos. Fué don
Juan de Ayssa uno de los empleados más notables que tuvo
Nicaragua durante el régimen colonial. Arrojó del Castillo de
la Concepción á los ingleses en 1781: gobernó la Provincia con
gran tino y moderación por espacio de once años: acometió
útiles empresas y expediciones provechosas á la seguridad y
defensa de este territorio, y desempeñó, por último, la Coman-
LIB. VIII.-CAP. VIII.-PRIMEROS ACTOS, ETC. 313

dancia de San Carlos, destino á que fué llamado por conside-


rársele el más aparente para llevar á cabo los proyectos de
fortificación que él mismo había propuesto y que fueron acep-
tados por la Corte.
En 20 de agosto de 1798, la Junta Superior del Reino, acor-
dó que se pagase á doña Agustina Larraz, viuda del Coronel
Ayssa, la cantidad de mil novecientos seis pesos que éste ha-
bía gastado de su propio caudal en la expedición que hizo á
la costa del mar del Norte el año de 1790 con objeto de fundar
establecimientos en Bluefields y en la boca del río San Juan.
Para sustituir á don Juan de Ayssa en la Comandancia
del fuerte de San Carlos, fué designado don Manuel Fernan-
do Dambrine.
CAPITULO IX

Providencias dictadas para la defensa de Nicaragua con oca ..


sión de la guerra 'europea: Competencias entre el Comandan­
te General y el Ayuntamiento de Granada.

1796 á 1800

Efectos que la guerra entre España y la República Francesa produjo en


el Reino de Guatemala.-Situación política de la Península.-Opera-
ciones del ejército español.-Triunfos obtenidos por el General don
Antonio Ricardos en el Rosellón.-Movimientos de las tropas france-
sas.-Batalla de Truillas.-Nuevas victorias alcanzadas por Ricardos.-
Resultados de la expedición mar!tima enviada al mando de don Juan
de Lángara al puerto de Tolón.-Operaciones del ejército que á las
órdenes de don Ventura Caro expedicionaba por el lado de los Pi·
rineos Occidentales.-El Consejo de Estado de España resuelve que
continúe la guerra.-Muerte del General Ricardos.-Su reemplazo con
los condes O'Reylly y de la Unión.-Descalabros del ejército español
en el Pirineo Oriental.-Los franceses ocupan varias plazas ímpor-
tantes.-El General republicano Moncey se apodera de algunos pun-
tos en el Pirineo Occidental.-Derrotas que sufrieron las fuerzas fran-
cesas al mando de Perignon.-Batalla de Pontos.-Tratado de paz
ajustado por los Plenipotenciarios Iriarte y Barthélemy.-Desagrado
que esta convención causó en el Gabinete de Londres.-Decláranse
la guerra los gobiernos de Inglaterra y España.-Expediciones britá-
nicas dirigidas contra varios puntos de América.-Ordena la Corte de
Madrid el aumento de las guarniciones en algunas plazas y puertos
df Nicaragua.-Don Cayetano de Anzoátegui es nombrado Comandan-
te General para la defensa de esta Provincia.-Medidas de seguridad
que dictó.-Propone don Felipe Garrís al Gobernador Intendente de
esta Provincia hacerse cargo de la provisión de objetos necesarios á
la marina real y á los establecimientos del río de San Juan.-Bases
de este c,;mtrato.-La Junta Provincial de Hacienda rechaza las pro-
posiciones de Garris.-Resolución del Gobierno Superior sobre este
punto.-Obligación impuesta á los indios de Masaya de proveer de ví-
veres y otros artículos á los barcos del Rey y á las guarniciones que
custodiaban el río de San Juan.-Dificultades que para hacer efectiva
esa obligación se presentaban á los empleados fiscales.-Indican
éstos la conveniencia de dictar ciertas disposiciones para allanar aque-
llos inconvenientes.-Acuerdo que acerca de este punto expidió la
Junta Provincial de Hacienda.-Los indios ponen embarazos á su
ejecución.-Ineficacia de las medidas dictadas por el Gobierno Pro-
vincial y el del Reino para conseguir que los naturales se encargasen
316 HISTORIA DE NICARAGUA

del abastecimiento de los navíos y establecimientos reales.-Solícita


Garrís la protección del Gobierno para hacer el comercio de impor-
tación.-Acuérdasela la Junta Superior del Reino.-Contrato celebra-
do entre la Junta de Guerra de Granada y don Felipe de Garrís, para
el flete de un bergantín.-Modificaciones que á ese convenio hizo el
Gobierno del Reino.-Dificultades á que ellas dieron origen.-Nuevo
arreglo ajustado entre Garrís y la Junta de Guerra.-Tendencias sub-
versivas que se observaban en los cuerpos de ejército destinados á
la defensa de este territorio.-Proyecto de sublevación en el fuerte
de San Carlos.-Disputas entre el Comandante Anzoátegui y el Ayun-
tamiento de Granada.-Opónese esta Corporación á que aquel jefe mi-
litar ejerza funciones de policía en la ciudad.-Conmoción del vecin-
dario á causa de estas cuestiones.-Quéjase el Cabildo de la conducta
observada por Anzoátegui.-Informe dirigido por este funcionario al
Gobierno del Reino.-El Capitán General pone término á la compe-
tencia suscitada entre aquellas autoridades.-Nombramientos de sub-
delegados para varios partidos de esta Provincia.-Exposición presen-
tada por los principales de Masaya contra el Intendente don José Sal-
vador.-Lo que acerca de ella resolvió el Presidente del Re ino.c=Mn-
trículas de tributarios, formadas en los pueblos de Nicaragua.

LA guerra que sostenía España con el Gobierno de la Re-


pública Francesa, hacía sentir sus funestos efectos en las co-
lonias que aquella Nación poseía en el continente americano.
Las provincias del Reino de Guatemala no eran indiferentes á
los sucesos, prósperos ó adversos, que en la Madre Patria ocu-
rrían, y las autoridades empeñábanse con laudable actividad
en proveer á los medios de seguridad y defensa de estos te-
rritorios.
Declaradas las hostilidades contra Francia en marzo
de 1793, los españoles acogieron la lucha con indecible entu-
siasmo, ofreciendo á su Monarca donativos en dinero, armas,
caballos, y provisiones de todo género para sostenerla, y orga-
nizando un ejército de voluntarios, ansiosos de salvar, aunque
fuese á costa de la vida, la honra y dignidad de la patria.
Dividiéronse las fuerzas en tres grandes cuerpos: dos que
debían mantenerse á la defensiva en las fronteras de Aragón,
de Guipúzcoa y Navarra, al mando del Príncipe de Castelfran-
co y de don Ventura Caro, y otro que á las órdenes del Gene-
ral don Antonio Ricardos debía invadir la Francia por el Ro-
sellón. La campaña de 1793 fué en extremo gloriosa para las
armas españolas. El General Ricardos con poco más de tres
mil hombres, se apoderó de las primeras líneas de defensa que
los franceses tenían en los Pirineos Orientales: tomó á Ceret
LIB. VIII.--CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 317

y á San Lorenzo de Cerdá: mandó abrir un camino en el Coll


de Pertell para transportar la artillería: desalojó de Arlés al
enemigo; y habiendo ameritado con 15,000 hombres sus fuer-
zas, dió en Mas d'Eu (19 de mayo), con éxito brillante la pri-
mera batalla campal contra el General Deflers, cuyas tropas
eran superiores en número. Este triunfo ocasionó el mayor
desorden en el ejército francés que ocupaba á Perpiñan é hizo
que las autoridades se refugiasen á Narbona.
A principios de junio el General Ricardos pone sitio á Bel-
legarde, se apodera del fuerte de los baños y del de la Guar-
dia, y logra por último la rendición de aquella plaza. Avanza
sobre el Thuir, dividiendo su ejército en dos campos é impide
que los franceses den una batalla con que se proponían cele-
brar el 14 de julio. Por medio de otros triunfos parciales se
posesiona de los llanos del Rosellón hasta el Tet, dejando al
enemigo reducido á los campos próximos á Perpiñan, y prosi-
guiendo victoriosamente la campaña, arroja de Urles y Cabes-
tany á las fuerzas del General Fregeville, haciendo á éste pri-
sionero y ocupa en 8 de septiembre á Peyrestortes, que es re-
cobrado el siguiente día por los franceses.
Los sangrientos reveses que sucesivamente había experi-
mentado el ejército republicano, produjeron en la Convención
la más viva inquietud y el más profundo desagrado contra los
generales encargados de sostener la campaña en el Rosellón.
Despertóse la desconfianza en el ánimo de los convencionales,
quienes comisionaron á los representantes Cassagne y Fabre
para que pasasen al teatro de la guerra y presenciasen las ope-
raciones militares. Situados los comisionados en Salces, de-
terminaron llamar á Dagobert, que á la sazón alcanzaba algu-
nos triunfos en la Cerdania, y colocarlo al frente de las fuer-
zas que defendían á Perpiñan, de las cuales una parte se ha-
llaba encerrada en ese lugar, y otra arrinconada hacia Salces,
en la situación más peligrosa.
Mientras Dagobert no llegaba, proyectaron un movimien-
to combinado entre Salces y Perpiñan, en virtud del cual de-
bía avanzar una columna sobre esta última plaza y acometer
á los españoles por la espalda, en tanto que ellos, dejando sus
posiciones, los atacaban de frente. El 15 de septiembre salió
318 HISTORIA DE NICARAGUA

de Perpiñan el General Davourt al mando de seis mil hombres,


mientras Perignon se dirigía desde Salces contra el ejército
español. A una señal se arrojaron ambos costados sobre el
campo enemigo. Los españoles, viéndose estrechados por to-
das partes, huyeron detrás de Tet y fueron á situarse nueva-
mente en Mas d'Eu, de donde habían salido para acometer
aquella atrevida empresa. Dejaron en el campo veintiséis pie-
zas de artillería.
Llegado que hubo Dagobert al campamento, se propuso dar
á conocer su presencia por medio de una peligrosa tentativa,
que fuese al propio tiempo un golpe decisivo del éxito de la
campaña. Con objeto de envolver al ejército español y cor-
tarle la retirada hacia la frontera, dividió el ataque en tres
columnas: la primera, que marchando por Thuir sobre Santa
Colomba rodease á los españoles: la segunda que maniobrando
en el centro los atacase de frente hasta arrollarlos; y la ter-
cera, que operando hacia la izquierda se situase en un bosque
para cortarles la retirada. Esta última, al mando de Davonst,
huyó desordenadamente al empezar el combate, lo que dió oca-
sión á que los españoles concentrasen sus fuerzas contra las
otras dos columnas del medio y de la derecha. Considerando
el General Ricardos que de ésta debía esperarse el mayor daño,
dirigió contra ella la mayor parte del ejército, hasta que con-
siguió rechazar á los franceses. Quedaba solamente la co-
lumna del centro, en la que Dagobert ejecutaba prodigios de
valor y animaba á los soldados con su presencia infundiendo
en ellos entusiasmo y decisión. Los españoles por su parte
luchaban con fiereza, distinguiéndose entre los jefes el Conde
de la Unión, el Duque de Osuna, Courten, Crespo, Kesel y el
Brigadier Godoy, hermano del Ministro de Estado. Había Da-
gobert tomado las trincheras y ya se creía dueño de la victo-
ria cuando el General Ricardos, empeñando nuevamente en la
lucha las tropas que habían vencido á las columnas de la de-
recha y de la izquierda, le atacó con todas sus fuerzas reunidas.
Al propio tiempo un batallón francés rinde las armas, al grito
de Viva el Rey. Enfurecido Dagobert dirige dos piezas de
artillería contra los traidores, y reuniendo un corto número
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 319

de valientes, se retira del campo, dejando al General Ricardos


la gloria de un espléndido triunfo.
Tal fué la célebre batalla de Truillas, ganada por los es-
pañoles el 22 de septiembre de 1793, y ála que se dió ese
nombre por llamarse así el lugar en que Ricardos mantuvo el
centro de su ejército. Graves fueron las pérdidas que expe-
rimentaron los republicanos en este hecho de armas: los an-
tiguos regimientos franceses y los guardias nacionales de dos
departamentos perecieron en su mayor parte, habiendo ascen-
dido á más de seis mil el número de muertos y heridos que
tuvieron.
Por haber llegado á los franceses un refuerzo de quince
mil hombres, trasladó Ricardos su campamento á Boulou, en
donde estuvo veinticuatro días sosteniendo constantes ataques,
ya generales, ya parciales, en los que dió repetidas pruebas de
su indisputable valor y de sus grandes talentos militares.
En 7 de noviembre deshizo una columna francesa com-
puesta de diez mil hombres, que estaba en Villalonga á la orilla
derecha del Tech, entre el río, el mar y los Pirineos, y poco
después se apoderó de las plazas de Collioure, Portvendres y
San Telmo, arrojando de ese modo á los franceses al otro lado
del Tech. Terminada así la campaña de 1793, estableció á
orilla de este río sus cuarteles de invierno el jefe de las fuer-
zas españolas.
No fué tan satisfactoria para el Gobierno español el éxito
de la expedición marítima enviada al mando del General don
Juan de Lángara, primero á las costas del Rosellón con objeto
de auxiliar las operaciones de Ricardos, y después al puerto
de Tolón. Hallábase éste bloqueado por el Almirante inglés
Hood. A la escuadra británica se agregaron la flota española
de Lángara, otra que de Cartagena había llevado don Francis-
co Gravina, cuatro batallones del ejército del Rosellón, envia-
dos por Ricardos, y fuerzas de Nápoles y Cerdeña, que concu-
rrieron también al ataque, componiendo por todo una guarni-
ción de dieciséis mil hombres. Los habitantes de Tolón, que
se habían declarado contra la República aterrorizados por los
sangrientos excesos con que los montañeses y jacobinos des-
acreditaban la revolución, entregaron el puerto y ciudad á los
320 HISTORIA DE NICARAGUA

ejércitos aliados, antes que someterse á los comisarios conven-


cionales, que al frente de un cuerpo de tropas y llevando con-
sigo el aterrador instrumento de la guillotina, exigían de los
toloneses la sumisión al Gobierno de París. Los navíos fran-
ceses fueron desarmados, y el puerto de Tolón quedó en po-
der de los enemigos de Francia.
En cuanto al ejército que á las órdenes de don Ventura
Caro expedicionaba por el lado de los Pirineos Occidentales,
manteníase por lo regular á la defensiva, rechazando con buen
éxito las agresiones que los franceses intentaban ejecutar en
territorio español. Mas no dejó de sostener algunos combates
y aun ocupó puestos importantes más allá del Bidasoa. Entre
las acciones que ejecutó don Ventura Caro, merece citarse la
toma de Castillo-Piñón, empresa difícil que conquistó al in-
trépito jefe español elogios aun de parte de sus adversarios.
La campaña de 1794 se inauguró bajo malos auspicios para
España. En febrero de aquel año formó el Rey una Junta
para tratar acerca de la continuación de la guerra y del plan
que debería seguirse para asegurar el buen éxito. Los mili-
tares asistieron á las sesiones que con igual objeto celebraba
el Consejo de Estado, y en la de 14 de marzo se suscitó un
violento altercado entre el Conde de Aranda, decano del Con-
sejo, y el Duque de la Alcudia, Ministro de Estado y Capitán
General de los ejércitos españoles. Sostenía el primero la con-
veniencia de poner fin á la guerra; y abogaba el segundo por
su prosecución mientras no se presentase ocasión oportuna
de celebrar una paz honrosa para España. De la ruidosa dispu-
ta entre ambos personajes se originó la desgracia del de Aran-
da, quien poco después fué desterrado á Jaén y procesado
criminalmente y más tarde recluído en la Alhambra de Gra-
nada. El Consejo resolvió la continuación de la guerra.
La muerte del valiente General don Antonio Ricardos, acae-
cida el 13 de marzo, fué otro acontecimiento que auguró fa-
tales resultados para las armas españolas. A los diez días de
haber ocurrido este infausto suceso falleció el Conde O'Reilly,
cuando se dirigía á tomar el mando del ejército, en reemplazo
de Ricardos. Para sustituir á O'Reilly fué desivnado el Conde
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 321

de la Unión, militar famoso por su valor; pero que carecía


de las condiciones necesarias para General en Jefe.
Pronto comenzó á experimentar algunos descalabros el ejér-
cito español que ocupaba el Pirineo Oriental. En el mes de
abril ocupó el General francés Dugommier las alturas del Tech
obligando al Conde de la Unión á retirarse con sus fuerzas
por la calzada de Bellegarde, mas hallándose ésta en poder de
Dugommier, tuvo que retirarse el ejército español por úna es-
trecha garganta, en donde perdió la artillería y muchos otros
elementos de guerra, dejando mil prisioneros en poder del ene-
migo. Las tropas del Conde de la Unión se situaron en Fi-
gueras. Sucesivamente se apoderó Dugommier de las plazas
de San Telmo, Portvendres y Collioure, y en los meses de ju-
nio y julio, sostuvo ataques parciales con los españoles, en
que tomó algunos puestos militares y perdió otros.
En agosto emprendió el Conde de la Unión un ataque ge-
neral á todas las líneas enemigas en el espacio comprendido
desde Camprodón hasta el mar. El éxito de esta operación
fué desfavorable á los españoles, quienes atemorizados por la
llegada de un buen refuerzo al ejército francés tuvieron que
emprender la retirada.
La fortaleza de Bellegarde, bloqueada por tropas de Du-
gommier y defendida por el Marqués de Valdesantoro, capi-
tuló en 18 de septiembre después de tres meses de sitio. Ésta
era la única plaza que había quedado á los españoles en terri-
torio francés.
En 17 de noviembre el General en Jefe de las fuerzas re-
publicanas atacó la extensa línea de fortificaciones que el Con-
de de la Unión había hecho construir desde San Lorenzo de
Muga hasta el mar. El combate fué dilatado y sangriento y
en él murieron Dugommier y el Conde de la Unión. Derrota-
das completamente las tropas españolas, retiráronse á Básca-
ra, lugar situado entre Figueras y Gerona.
Casi al mismo tiempo que se verificaba el desastre ante-
rior, la plaza fuerte de Figueras, principal apoyo del ejército
español, defendida por diez mil hombres y doscientas piezas
de artillería de grueso calibre, se entregaba sin combate al
General Perignon. La criminal conducta de los jefes encar-
m.­21
322 HISTORIA DE NICARAGUA

gados de su defensa, sólo puede atribuirse á una traición in­


fame, indigna del heroico pueblo español, y que recibió, por
tanto, el merecido castigo.
Por el lado del Pirineo Occidental habían perdido las fuer-
zas de don Ventura Caro, plazas y territorios importantes.
Retirado ese jefe del mando del ejército, fué sustituído por el
Conde de Colomera. En los meses de junio, julio y agosto,
el General francés Moncey se apoderó de los Alduides, de la
entrada del Bastán, de Vera, Irún, San Marcial, Fuenterrabía
y Pasajes, y poco después la plaza de San Sebastián fué en-
tregada por su jefe á las fuerzas francesas. Tolosa y Gui-
púzcoa cayeron también en poder del ejército republicano. Pro-
púsose Moncey ocupar la Navarra, tomar á Pamplona y
acampar sobre el Ebro. Con este objeto emprendió el ataque
contra los españoles, que ocupaban una línea desde el valle del
Bastán hasta el Deva (16 y 17 de octubre), para arrojarse en
seguida sobre Pamplona. Esta ciudad se salvó debido al valor
y habilidad del Teniente General, Duque de Osuna. Termi-
nada así la éampaña de 1794, las tropas españolas ocuparon
sus antiguas posiciones, y las francesas establecieron sus cuar-
teles de invierno en la parte que habían ocupado de Guipúzcoa,
en el Bastán y en San Juan de Pie de Puerto.
Durante los primeros meses de 1795, los franceses experi-
mentaron varias derrotas, así en el Pirineo Oriental como en
el Occidental, viéndose obligado Perignon á prescindir del pro-
yecto de ocupar las márgenes del Ebro, y contentándose Mon-
cey con mantener libre el camino del Bidasoa, sin adelantar
ni el uno ni el otro en sus conquistas.
Los españoles sólo perdieron la plaza de Rosas, después
de un sitio que dilató dos meses, y en el cual la guarnición,
comandada por el General Izquierdo, hizo la más heroica de-
fensa.
En 24 de junio, el General don José Urrutia, que había
reemplazado al Conde de la Unión en el mando del ejército
español, ganó la famosa batalla de Pontós, derrotando una
fuerza de veinticinco mil franceses, y en ataques parciales que
siguieron, las tropas españolas obtuvieron repetidos triunfos
. y ganaron siempre terreno. Puigcerdá fué tomado por el Ma-
LIB. Vlll.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 323

riscal de Campo don Gregorio de la Cuesta: Belver capituló,


y los enemigos fueron desalojados de ambas Cerdañas.
Por la parte de Guipúzcoa, la división del General Crespo,
auxiliada por el Príncipe de Castelfranco impidió la toma de
Pamplona. Los franceses se apoderaron de Bilbao y de Vi-
toria y llegaron por esta parte hasta Miranda de Ebro; pero
á pocas horas fueron arrojados de esta última posición por
las fuerzas españolas.
Ésa era la situación en que se hallaban los ejércitos de am-
bos países contendientes cuando les llegó la noticia de haberse
firmado en Basilea, el día 22 de julio de 1795, las bases para
un tratado definitivo de paz entre Francia y España, por me-
dio de don Domingo Iriarte, Ministro Plenipotenciario y En-
viado Extraordinario en Polonia, y M. Francisco Barthélemy,
Embajador de la República Francesa en Suiza. Las condicio-
nes principales de ese arreglo fueron la restitución que el Go-
bierno de Francia se obligó á hacer al Rey de España, de todas
las conquistas alcanzadas en territorio de esta última nación
durante la guerra, debiendo las tropas republicanas evacuar
las plazas y países que ocupaban, en los primeros quince días
subsiguientes al cambio de ratificaciones del tratado, y la ce-
sión que de la parte española de la isla de Santo Domingo hizo
el Rey de España en favor de la República Francesa.
Gran desagrado causó al Gabinete de Londres el restable-
cimiento de la paz entre España y Francia, y fué mayor aquél
cuando tuvo noticia del tratado de alianza ofensiva y defen-
siva, celebrado por el Gobierno de Carlos IV con el de la Re-
pública, en 27 de junio de 1796 y ratificado definitivamente
en San Ildefonso el 18 de agosto del mismo año.
Por real cédula de 7 de octubre publicó el Monarca espa-
ñol su manifiesto contra Inglaterra, en el que expresaba el
cúmulo de quejas que de esta potencia tenía por la conducta
que antes y después de la paz de Basilea había observado con
España. Pero antes previno á los virreyes y gobernadores de
Indias y á los comandantes de los buques de la marina real,
que tomasen las precauciones necesarias áfin de evitar cual-
quier ataque con que los quisiesen sorprender los jefes de la
armada británica.
324 HISTORIA DE NICARAGUA

La Nación española había, pues, salido de una guerra para


entrar en otra. Las consecuencias de ésta pronto se hicieron
sentir en América. El 16 de febrero de 1797, una flota ingle-
sa, al mando del Almirante Harvey, se apoderó de la isla de
Trinidad, debido principalmente á que los colonos fueron se-
ducidos ó intimidados poi- los ingleses residentes en ella y no
prestaron al Gobernador don José María Chacón la coopera-
ción necesaria para hacer una eficaz defensa. El mismo Al-
mirante Harvey atacó á Puerto Rico, el día 17 de abril; pero
el éxito no correspondió á su empeño: después de quince días
de constantes combates por mar y tierra, en los que el Go-
bernador don Ramón de Castro demostró grande habilidad y
decisión, el inglés se retiró, dejando su artillería y habiendo
perdido cerca de dos mil hombres entre muertos y prisioneros.
Dos meses después fué atacado Santa Cruz de Tenerife por el
Contra-almirante Nelson, quien tuvo que capitular y empren-
der el regreso con su escuadra, convencido de que era imposi-
ble la toma de aquella ciudad, que fué gloriosamente defen-
dida por el valiente General español don Antonio Gutiérrez.
Con el propósito de dar seguridad al territorio de Nicara-
gua, poniéndolo á cubierto de los ataques que contra él pu-
dieran intentar los buques enemigos, se ordenó el aumento de
las guarniciones en nuestros puertos y en algunas plazas im-
portantes; y considerando el Rey de España que era muy con-
veniente establecer en Granada un empleado que entendiese
en los asuntos relativos á la guerra, con separación de las fun-
ciones del gobierno político, confirió el mando y dirección de
las milicias á don Cayetano de Anzoátegui, dándole el título
de Comandante General de la defensa de Nicaragua y sujetán-
dolo directamente á la autoridad del Capitán General del Reino.
El Comandante se dedicó con laudable empeño al cumpli-
miento de los deberes de su cargo. Mantuvo bien provistos
E\,1 castillo de San Carlos y los almacenes de Granada: procuró
disciplinar las tropas y distribuirlas convenientemente, y
en 1797 se esforzaba por asentar un campamento en el pueblo
de Acoyapa.
A principios de 1796, don Felipe de Garris presentó una
solicitud al Gobernador Intendente don José Salvador, en la
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 325

que le exponía que siendo excesivo el gasto que hacía la Real


Hacienda en la provisión de útiles así para los barcos del Rey
que navegaban en el Gran Lago, como para el fuerte de San
Carlos y el astillero de Granada, se obligaba á traer de Car-
tagena ó la Habana hierro, acero, estopa, jarcia, lona, fondos
de cobre, ollas de hierro, planchas de cobre y plomo para la
artillería, anclas y resanes para la seguriflad de los barcos,
todo según la nota que debía pasársele, de los artículos que
fuesen necesarios. El contrato duraría tres años y sus prin-
cipales condiciones seran las siguientes: la Real Hacienda de-
bía dar adelantados á Garris, á buena cuenta del valor de los
fletes, diez mil pesos para la compra de aquellos objetos y
avío del buque en que debía traerlos, comprometiéndose Ga-
rris á dar fianza suficiente á satisfacción del Gobernador, para
responder por aquella cantidad: la estopa, lona y jarcia debe-
rían ser de calidad igual á la que usaba la marina española:
por la conducción de los artículos expresados se le pagaría el
flete del buque, conforme al arancel que regía en las plazas
de Cartagena y la Habana y en Trujillo: la entrega de los ob-
jetos se haría en el puerto de San Juan, á la persona que el
Gobernador designase para recibirlos, con la precisa condición
de que si á los quince días de haber dado fondo el barco en
aquel punto, y precediendo el aviso que Garris debía dar de
su llegada al Comandante del fuerte de San Carlos, no se pre-
sentase el encargado de recibir los artículos pedidos, serían
éstos entregados al oficial del destacamento que resguardaba
la boca del río, sin que fuese obligado Garris á esperar más
tiempo, por los graves perjuicios que podrían originársele de
la demora; mas en caso de que conviniese á la Real Hacienda
hacerle aguardar en el paraje donde hubiese fondeado el bar-
co, se le pagarían veintiocho pesos por cada día de retardo.
Por último, era condición necesaria al contrato que proponía,
la de que no debía obligársele á detenerse en la Habana ó
Cartagena, bajo pretexto de que no se encontraran en aquellas
plazas todos los artículos necesarios para completar la carga
del buque, pues su obligación debía limitarse á conducir los
que de pronto consiguiese en cada viaje.
Para la defensa de esta Provincia durante la guerra en que
326 HISTORIA DE NICARAGUA

se hallaba empeñada la Metrópoli, había dispuesto el Superior


Gobierno del Reino que se aumentase el armamento del fuerte
de San Carlos y se estableciesen nuevas baterías en el río de
San Juan. Con noticia de estas disposiciones, don Felipe de
Garris propuso al Gobernador traer en diversos viajes y me-
diante el pago de los fletes según arancel, veinte ó veinticuatro
piezas de artillería, la tercera parte de calibre de 24 y las dos
restantes de menor pujanza, y doscientas balas por cada uno
de los cañones que trajese.
El Gobernador Intendente puso ambas propuestas en co-
nocimiento de la Real Junta Provincial de Hacienda, la que
reunida en León el 17 de febrero, acordó desechar las solici-
tudes de don Felipe Garrís, por no convenir á la Real Hacienda
sujetarse las onerosas condiciones de aquel contrato, y pre-
á

vino á Garris que siempre que hubiese de emprender viaje de


Granada á Cartagena ó á la Habana, diese aviso con quince
días de anticipación al Gobernador Intendente, para que éste
pidiese por cuenta y riesgo de la Real Hacienda los artículos
necesarios al servicio del Rey, pagando á Garris el flete de
la embarcación, caso que por su medio los enviasen de aque-
llas plazas.
La Junta Superior del Reino, en 12 de junio del propio año
de 1796, aprobó lo resuelto por la Provincial de Nicaragua, en
atención á que estaban ya expedidas las providencias que se
habían considerado más útiles al Erario, tanto para que los
indios de Masaya suministrasen jarcia y totoposte á las em-
barcaciones reales, cuanto por lo referente á las carnes y me-
nestras que se consumían en la fortaleza de San Carlos.
Para el cumplimiento de la obligación impuesta á los na-
turales de Masaya, á que hacía referencia el anterior acuerdo
de la Junta Superior, habíanse presentado desde algunos años
antes graves dificultades á los empleados de Hacienda. Por
real cédula de 1788, se permitió á los indios de esta Provincia
que hiciesen el pago de sus tributos en dinero ó en frutos de
equivalente importe, sin obligarlos á que fuese en determina-
das especies. . Esta providencia tuvo por objeto evitar las ve-
jaciones que á los naturales inferían los gobernadores y corre-
gidores, quienes frecuentemente tasaban á muy ínfimos precios
LIB. Vlll.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 327

los artículos en que consistía el tributo, en especial el maíz,


y después los vendían realizando un crecido lucro. En la real
cédula se decía que no pocas veces se había visto los indios
á

salir en tiempos de escasez, fuera de sus partidos á comprar


los frutos á precios muy subidos para entregarlos después
como tributos según el bajo avalúo que de ellos hacían los
empleados, y que á este agravio se añadía otro no menos grave
que se les irrogaba con los repartimientos y habilitaciones que
les hacía el Receptor de tributos y Factor de la casa, llamada
real, de Masaya, en donde se fabricaba toda clase de manu-
facturas y se acopiaban en trojes y almacenes los frutos y
géneros, comprados los indios por insignificantes precios, los
á

que después se vendían con la exorbitante ganancia de un dos-


cientos y hasta cuatrocientos por ciento. Tan reprensible abu-
so sólo podía cortarse mediante la facultad que en la real cé-
dula se concedió á los naturales, para satisfacer el tributo en
dinero ó en las especies que ellos eligiesen y conservar sus fru-
tos para venderlos á quien mejor se los pagase.
Apoyados en esa prerrogativa, los indios de Masaya se re-
sistían á suministrar, aun á precios corrientes, la cabuya y
otros artículos indispensables para surtir los barcos del lago
de Granada, el fuerte provisional de San Carlos y el nuevo es-
tablecimiento de la boca del río de San Juan, con sus respec-
tivos destacamentos, lo que causaba perjudiciales retrasos en
el real servicio. Don Roberto Sacasa, Teniente de Ministros
de Real Hacienda en Granada, y don José Gregario Bolaños,
Juez prevencional y Receptor de triLutos de Masaya, dirigieron
en mayo y junio de 1790, diversas representaciones acerca de
este punto al Licenciado don Diego Piloña, Asesor Ordinario,
encargado interinamente del Gobierno de la Provincia por au-
sencia de don José Salvador. Proponía el primero de aquellos
empleados, que se hiciese repartimiento á los pueblos de su
jurisdicción, así de algodones para hilos y lonas, como de di-
nero para maíz, cabuya y demás objetos, abonándoles dichos
artículos y pagándoles su beneficio, por los precios corrien-
tes: que se tomase en arriendo una casa de competente ex-
tensión para almacenar en Granada aquellas provisiones; y
que se confiriese facultad al exponente para designar una per-
328 HISTORIA DE NICARAGUA

sona de buena conducta y de reconocida pericia que llevase


los libros del repartimiento con la debida exactitud, señalán-
dole un sueldo por esa ocupación. El Receptor indicaba la
conveniencia de obligar á los indios á que entregasen seis li-
bras de cabuya á cuenta de tributos, pagándoseles á razón de
dos reales cada libra.
Para resolver acerca de estas representaciones, se reunió
la Junta Provincial de Real Hacienda, con asistencia del Ase-
sor don Diego Piloña, del Tesorero don Agustín Alfaro y del
Contador don Juan José Rodríguez Raquejo, y en acta de 21 de
junio acordó, que mientras la Junta Superior del Reino no es-
tableciese el método fijo que debía observarse en la provisión
de los objetos necesarios á las embarcaciones reales, al castillo
de San Carlos y al establecimiento de la boca del río de San
Juan, y con objeto de conciliar en lo posible la ingente nece-
sidad que de suministrar aquellos artículos había, con la im-
posibilidad en que el Gobierno de la Provincia se hallaba, de
introducir ó autorizar repartimientos de objetos manufactura-
bles, contra la expresa prohibición de las leyes, se hiciese el
acopio y surtimiento del modo que sigue: se obligaría á los
indios y ladinos que supiesen beneficiar los materiales para
jarcias y lonas, á fabricar uno y otro artículo y venderlos al
Gobierno por el precio á que los pagaban los particulares; pero
si no pudiesen aquéllos, á causa de su pobreza comprar cabu-
ya, algodón ó hilo, ó necesitasen indispensable y notoriamente
algún socorro para mantenerse durante sus labores, debería
proporcionárselo el Teniente de Granada, á buena cuenta del
valor que hubiesen de importar las manufacturas. Para evi-
tar toda colusión, alteración de precios ó encargos de mayor
cantidad de provisiones que la absolutamente necesaria, el Te-
niente de los Ministros de Real Hacienda, con intervención
del juez territorial si lo hubiese, del Alcalde indio asistido de
su escribano y de un regidor ó principal, debía hacer la de-
signación de la cuota de artículos que se encargase de cada
especie, la provisión de socorros á los indios que los pidiesen
y el pago total de los objetos, y con la misma formalidad per-
cibiría los recibos, de modo que siempre constase la cantidad
de cada especie y su precio, para los cotejos convenientes. El
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ET.C •. 329

mismo empleado debía acopiar en Granada y sus inmediaciones


el maíz necesario para todo el año poco más ó menos, según
cálculo prudencial, comprándolo á tiempo, de las cosechas en
dinero efectivo y á precio corriente: en caso de no haber co-
modidad para almacenarlo en el edificio donde existían las
reales cajas, se les facultaba para alquilar en Granada una
pieza de la extensión que fuese necesaria para ese objeto
puesto que las jarcias y lonas deberían depositarse, como se
había acostumbrado siempre, en la casa de la Real Hacienda.
Por último, se autorizó al Teniente para nombrar una persona
que le ayudase en el desempeño de las nuevas funciones que
se agregaban á su empleo, pudiendo señalarle un moderado
salario con proporción á su trabajo y al tiempo que en él hu-
biese de invertir ..
El Teniente de Ministros de Real Hacienda, don Roberto
Sacasa, en cumplimiento de lo mandado por la Junta Provin-
cial, comisionó á don Matías Dumás para que pasase á Masaya
y acompañándose del Juez prevencional y Receptor de tribu-
tos, congregase á todos los alcaldes, regidores y escribanos de
las parcialidades en que estaba dividido aquel pueblo y á los
de las poblaciones inmediatas, y les hiciese saber el contenido
de aquella determinación. También debía prevenirles que fa-
bricasen á la mayor brevedad posible doce piezas de jarcia
para proveer los barcos reales, que por falta de ella. se hallaban
detenidos, y que condujesen al fuerte de San Carlos y al es-
tablecimiento del San Juan los víveres y otros auxilios nece-
sarios, los que se les pagarían á precios corrientes, y que ha-
llándose acopiado el maíz necesario para la próxima remesa y
faltando solamente treinta quintales de totoposte, debía el
comisionado intimarles que para el 15 de agosto los tuviesen
listos. Finalmente debía notificarles que en todo el mes de
novie'mbre entregasen quinientas fanegas de maíz en las rea-
les cajas de Granada..
El día 30 de julio convocó el comisionado Dumás á todos
los alcaldes y regidores de las cuatro parcialidades de Masaya,
con objeto de notificarles el acta de la Junta Provincial y la
diligencia del Teniente de Ministros de Real Hacienda. Los
indios que ya tenían noticias de esas disposiciones, recelában
330 HISTORIA DE NICARAGUA

se de que á pretexto del surtimiento que se les obligaba á ha-


cer á las embarcaciones y establecimientos reales, se quisiese
introducir de nuevo el sistema de los repartimientos, aunque
modificándolos algún tanto para conciliarlos con las leyes que
los habían suprimido. Temían que no obstante aparecer como
prestados en beneficio del Rey los servicios á que se les obli-
gaba, fuese encubierto el interés personal de los empleados,
ya en el exceso en la cantidad de los objetos que encargasen,
ya en la rebaja de los precios á que pretendían comprarlos.
Reunidos en el portal de la Sala Capitular los alcaldes y re-
gidores de Monimbó, Diriega, Guillén y don Sebastián y el Es-
cribano del pueblo, Pedro Flores, oyeron con atención la lec-
tura del acta de la Junta y del acuerdo en que se les prevenía
la provisión de jarcia, totoposte y maíz. Tomó la palabra el
Escribano Flores en nombre de todos, y dijo al comisionado
que aunque no quedaban bien entendidos de aquellos docu-
mentos, estaban dispuestos á cumplir con lo que en ellos se les
ordenaba; pero que para quedar mejor enterados de su obli-
gación, pedían se les facilitase el acta y diligencia para darles
nueva lectura. Habiendo Dumás accedido á esta pretensión,
los indios entraron en la sala de cabildo, cuyas puertas cerra-
ron y atrancaron, dejando fuera al comisionado. Cuando hu-
bieron terminado la lectura de las disposiciones superiores, de-
volvió el Escribano los papeles á don Matías Dumás, manifes-
tándole que los alcaldes se hallaban anuentes á ejecutar lo
que se les mandaba; pero que pedían se les suministrase algún
dinero para comprar cabuya, y se les extendiese certificación
de toda la providencia, para gobierno del pueblo, á todo lo cual
accedió el comisionado.
Al fin de la providencia dictada por don Roberto Sacasa,
habían los indios puesto lo siguiente: que estaban dispuestos
á suministrar todos los objetos que se hubiesen menester para
el servicio del Rey, con tal que fuesen los prooisamente nece-
sarios para ese objeto: que se obligaban á entregar al señor
Oficial Real las doce piezas de calabrote, las que fabricarían
los indios sin admitir la intervención de ninguna otra persona:
que cuando estuviesen concluidas, ellos mismos las conducirían
á Granada, para que se les pagase su trabajo á los mismos
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 331

precios que si á otro particular se lo hubiesen prestado, y que


suministrarían también los treinta quintales de totoposte que
se les pedían, advirtiendo que para hacerlo tomarían el maíz
que fuese necesario del que tenían acopiado los empleados de
hacienda.
Los indios continuaron siendo morosos en el cumplimiento
de las órdenes que se les comunicaban para el abastecimiento
de los navíos reales, del fuerte de San Carlos y de los desta-
camentos de la boca del río de San Juan. La Junta Provincial,
con noticia de los inconvenientes que para llenar tan impor-
tante objeto se presentaban, acordó en acta de 26 de agosto,
que en la casa real de Masaya y al cuidado del nuevo Juez
prevencional don Manuel Berrnúdez, se acopiase en tiempos de
abundancia maíz, arroz y fríjoles, en la cantidad que se juz-
gase suficiente para todo el año, lo mismo que los materiales
necesarios para fabricar lonas y jarcias, debiéndose pagar los
frutos, manufacturas y fletes á precios justos y corrientes y
observándose las reglas prescritas en el acuerdo de 21 de
junio, para evitar toda colusión, engaño, perjuicio y monopolio.
Pero ni esta disposición, ni otras semejantes que dictó la
Junta Superior, produjeron el resultado que se apetecía, por-
que los naturales, escudados en las leyes que prohibían los
repartimientos, mostrábanse rehacios en vender sus frutos y
manufacturas al gobierno, temiendo que los empleados convir-
tiesen en provecho propio la obligación que á aquéllos impo-
nían los acuerdos de las Juntas, y éstas se abstenían de dictar
otras más apremiantes, por el temor de contrariar la volun-
tad del Monarca.
A estas dificultades quiso poner término don Felipe de Ga-
rris con la propuesta que hizo al Gobernador Intendente, rela-
tiva á traer de la Habana ó Cartagena los artículos necesarios
al abastecimiento de los barcos reales y de los establecimien-
tos del río de San Juan; pero el proyecto fué desechado por
la Junta Provincial de Real Hacienda, y las dificultades conti-
nuaron, con grave perjuicio de los intereses generales.
Siguiendo instrucciones comunicadas por el Superior Go-
. bierno del Reino, habíase empeñado el Intendente don José
Salvador en facilitar la navegación por el río de San Juan, con
332 HISTORIA DE NICARAGUA

objeto de fomentar el comercio en esta Provincia, franqueando


á sus abundantes productos naturales y artificiales la salida
al mar del Norte. Pero las constantes amenazas con que los
zambos y mosquitos de la costa intimidaban á los comercian-
tes, hacían estériles los benéficos esfuerzos de aquel empleado
en favor de los pueblos encomendados á su gobierno. Hallá-
banse provistos los bárbaros de fusiles de clase igual á la de
los que usaba la marina mercante, y manejaban esas armas
con sorprendente habilidad, de tal suerte que los capitanes de
navío sólo valiéndose de la artillería podían repelerlos y evitar
el abordaje con que frecuentemente intentaban sorprenderá
las embarcaciones españolas.
Don Felipe de Garris, viendo frustrado el negocio que ha-
bía propuesto al Gobierno, con relación al surtimiento de las
naves reales que surcaban las aguas del Gran Lago, se pro-
puso emprender el comercio de exportación de frutos; mas
como carecía de los elementos necesarios para garantizar su
persona é intereses contra los ataques de que podían ser ob-
jeto por parte de los zambos y mosquitos, solicitó en julio
de 1796, que se le proveyese de cuatro cañoncitos del calibre
de á cuatro que se hallaban sin uso en el fuerte de San Car-
los, de diez fusiles, seis pares de pistolas y cuatro esmeriles
de los que había en el almacén de Granada, todo con la pól-
vora y balas suficientes, ya fuese pagando al contado el im-
porte de esos objetos, á justa tasación de peritos, ya con ca-
lidad de reintegro y bajo fianza á satisfacción del Comandan-
te de aquella plaza.
Existían disposiciones del Monarca en que se ordenaba á

las autoridades de esta Provincia que proporcionasen á los


comerciantes esa clase de auxilios, siempre que las necesida-
des del servicio público permitiesen sacarlos de los almacenes
reales, sin que por ello peligrase la seguridad del territorio.
El estado de guerra en que se hallaba España con el Gobierno
británico, hizo temer al Gobernador Intendente que no fuese
oportuno en tales circunstancias disminuir el armamento con
que contaba para defender en caso necesario esta Provincia.
Dirigió, pues, la solicitud de Garris al Presidente y Capitán
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 33'3

General, á fin de que él expidiese la resolución que pareciese


más acertada.
La Junta Superior del Reino, con presencia de los informes
que dieron el Comandante de la plaza de Granada, don José
María Alexandre, y el de artillería, don Manuel de Nova, acor-
dó en 2 de septiembre que se facilitasen don Felipe de Garris
á

tres cañoncítos del calibre de á uno y las demás armas que so-
licitaba, debiendo afianzar su reintegro á satisfacción de los
Ministros principales de Real Hacienda de esta Provincia, y
comprometerse á pagar el valor de las que perdiese é indem-
nizar los deterioros que se advirtiesen en las que devolviera.
En junio de 1797 el Comandante General de la defensa de
esta Provincia, don Cayetano de Anzoátegui, consideró nece-
sario echar mano del bergantín perteneciente á don Felipe de
Garris, para fletarlo y armarlo en guerra con seis cañones de
los calibres de á 5, 6, 7 y 8, los que debían tomarse del fuerte
de San Carlos, y tripularlo con la guarnición que fuese sufi-
ciente á sostener cualquier ataque que se intentase hacer por
el lago de Granada. Pensaba también, que si este caso no lle-
gara, podría ser útil el navío para transportar víveres, tropas
y elementos de guerra al fuerte de San Carlos y las inme- á

diaciones del campamento que se proyectaba establecer en


Acoyapa.
Con objeto de resolver lo más acertado en tan importante
negocio, congregó en Junta de Guerra, el día 19 de aquel mes,
á los oficiales don José María Alexandre, don Manuel de Nova,
don Roberto Sacasa y don Manuel Cotón. Reunidos éstos bajo
la presidencia del Comandante, y hallándose presente Garris,
convinieron en celebrar el contrato en los términos siguientes:
12 El dueño del bergantín se comprometía entregarlo
á

para el real servicio, en el estado en que se hallaba, fletándolo


por el tiempo que durara la guerra, ó hasta que el Gobierno
Superior no mandase devolvérselo por no ser ya necesario.
El flete consistiría en la cantidad que el Capitán General seña-
lase, y se advertía, que aunque los peritos habían valorado el
barco en una suma mayor de diez mil pesos, Garrís lo esti-
maba en esta cantidad.
22 Serían de cuenta de la Real Hacienda los reparos que
334 HISTORIA DE NICARAGUA

se hiciesen al barco, tales como el de levantar sus costados á


efecto de parapetar la tripulación, el de asegurar la cubierta
con puntales, de modo que resistiese el peso de la artillería, y
en fin, todas aquellas obras que sin perjudicar al buque, fue-
sen convenientes á juicio de los jefes militares de Granada.
32 Si al tiempo de la restitución del navío á su dueño, éste
se conrormase con recibirlo en el estado que tuvieran los cos-
tados, así habría de entregársele, sin quitar de él cosa algu-
na; pero si no le pareciese útil en esa forma para los usos del
comercio, se le devolvería en el estado en que se hallaba al
tiempo de recibirlo el Gobierno.
42 Caso que el barco experimentase incendio, naufragio
ó cualquiera otra pérdida, estando en servicio del Rey, se abo-
narían al propietario los diez mil pesos en que lo estimaba se-
gún lo estipulado en el artículo 12
52 Si la fecha de la devolución se observara algún dete-
á

rioro notable en el casco del buque, debía componerse costa


á

de la Real Hacienda.
62 Los gastos que se hiciesen para completar la arbola-
dura del bergantín, cerrar su cámara y ejecutar algunas otras
obras que necesitaba, se rebajarían del flete á
Garris.
7 El velamen y jarcia debían hallarse al tiempo de la
2

devolución en estado de dos tercios de servicio, y cualquier


pieza que no llegase á esa calidad sería repuesta por cuenta
del Gobierno.
Con oficio fecha 22 de junio, envió Anzoátegui al Capitán
General del Reino el anterior contrato para su aprobación. Le,
Junta Superior, en acuerdo dictado el 5 de julio, dispuso que
la autoridad militar de Granada ajustase con don Felipe de
Garrís el flete de la embarcación, teniendo presente el uso del
país y la circunstancia de que durante el tiempo que dilatase
la guerra, sería aquélla inútil para negocios de comercio. Re-
formó también el artículo IV, limitando los casos de incen-
á

dio ó naufragio en actual hecho de armas, la obligación que


se imponía al Gobierno, de pagar el valor de la nave, lo cual
no tendría efecto si ésta se destruyese por caso fortuito or-
dinario.
El Comandante General y la Junta de oficiales de Grana-
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 335

da, en acta de 9 de septiembre, introdujeron esa modificación


en el contrato y fijaron el flete en un seis por ciento sobre el
principal de los diez mil pesos en que estaba valuada la em-
barcación por su dueño. Pero éste no concurrió á la sesión
en que se hicieron esas reformas, y por consiguiente no las
autorizó con su firma, por lo que considerándose perjudicado
en sus derechos, elevó una exposición al Capitán General, en
la cual se quejaba de que se hubiese tasado en un seis por
ciento el flete de la embarcación, contra la costumbre obser-
vada en los puertos de Cádiz, el Ferro!, Cartagena de Levan-
te, la Habana, Vera-cruz, Cartagena de Indias, Buenos-Aires
y el Callao, en los cuales siempre que el Soberano necesitaba
de buques pertenecientes á particulares, para emplearlos en
el real servicio, señalaba el flete mensual según el número de
toneladas que cada uno de ellos cargase. En cuanto á la exen-
ción de responsabilidad por parte del Gobierno, si el buque se
destruyese por efecto de un caso fortuito ordinario, hacía ob-
servar que eran éstos muy frecuentes en la laguna de Gra-
nada, á causa de las muchas islas y arrecifes que en ella ha-
lDía y de su poca extensión para correr un tiempo de borrasca.
Pedía, por tanto, que el Gobierno comprase el barco por la
cantidad de diez mil pesos, ó que se fijase el flete según la
costumbre que se observaba ordinariamente en los puertoz óe
España y de América.
La necesidad que se experimentaba de mantener en las
aguas del Gran Lago una embarcación que resguardase la ciu-
dad de Granada contra toda asechanza por parte de los ene-
migos exteriores, había obligado al Comandante Anzoátegui á
disponer, antes de recibir la resolución definitiva del Supe-
rior Gobierno, que se armase en guerra el bergantín de don
Felipe de Garris. Estaban ya ejecutadas las reparaciones y
etras obras indispensables al nuevo uso á que debía destinar-
se, en las cuales se tenían gastados tres mil pesos. Habíasele
tripulado con oficiales de plana mayor y marineros en compe-
tente número y nombrado Comandante de la nave al Teniente
de fragata de la Real Armada, don Manuel Cotón. No podía,
pues, el Comandante prescindir de celebrar el contrato con
Garris, porque, ni convenía la Real Hacienda perder los gas-
á
336 HISTORIA IJE N1CARAUUA

tos invertidos en las reformas hechas á la embarcación, ni era


justo obligar al dueño de ésta á recibirla en un estado que no
correspondiese al uso en que debía emplearla.
Para cortar toda dificultad y disputa, la Junta de oficiales,
reunida en Granada el 20 de diciembre, extendió las siguien-
tes bases de avenimiento:
1'-' El Gobierno, así que terminase la guerra, devolvería á
Garrís el barco en estado de mediano servicio y con todas las
cosas necesarias á la navegación.
2" No terminando la guerra en todo el año de 1798, se le
pagaría el flete conforme al uso seguido en los puertos de la
Habana y Cartagena; pero en este caso serían de cuenta de
Garrís los gastos necesarios á la manutención de marineros,
sus sueldos y los riesgos que corriera la nave.
3'-' Terminada la guerra el Gobierno proporcionaría á Ga-
rrís todos los auxilios que necesitase para bajar el río y na-
vegar á donde lo tuviese por conveniente.
4� El velamen y jarcia de que fuese provista la nave, por
cuenta del real Erario, durante el tiempo que estuviera al ser-
vicio del Gobierno, se entregarían á Garris, en atención queá

éste no habría de percibir flete alguno, sino desde el 1º de


enero de 1799 en adelante.
5; Si durante el año de 1798 el buque se perdiese por in-
cendio ó naufragio, el Gobierno pagaría íntegramente la can-
tidad de diez mil pesos en que estaba valuado.
Don Felipe de Garris aceptó estas condiciones, y como prue-
'ba de su asentimiento firmó el acta con el Comandante Gene-
ral y los miembros de la Junta de Guerra. Algunos meses
después el Gobierno del Reino compró por la cantidad de ocho
mil quinientos pesos la embarcación de Garris, con objeto de
destinarla permanentemente á la defensa de esta Provincia.
La escasez de naves á propósito para las necesidades de la
guerra, los graves inconvenientes que á cada paso se presen-
taban en la provisión de los víveres y pertrechos indispensa-
bles al sostenimiento de los puestos y expediciones militares,
y la pobreza del Erario, nacida del pésimo sistema fiscal que
regía en casi todos los reinos de América, no eran por cierto
las mayores dificultades con que tropezaban los empleados de
LIB. Vlll.-CAP. IX.-PROVlDENCIAS, ETC. 337

esta Provincia para dar á las milicias reales una organización


adecuada á las críticas circunstancias en que por efecto de la
lucha europea se hallaban colocados nuestros pueblos. Preocu-
pábales con tenaz insistencia el cambio que se verificaba en
los espíritus de los colonos y la posibilidad de una transfor-
mación política que habría de verificarse en época quizá no
muy lejana. Los esfuerzos del Comandante General don Ca-
yetano de Anzoátegui por disciplinar las tropas de su mando
no obtenían el éxito deseado. Parecía que los tiempos de la
obediencia pasiva absoluta tocaban á su término, y las ten-
dencias revolucionarias que se observaban aun en los cuerpos
de ejército destinados á la defensa del territorio, eran una pe-
ligrosa amenaza á la existencia del gobierno colonial en estas
regiones.
Numerosas y en alto grado alarmantes para las autoridades
españolas fueron las insubordinaciones de oficiales y solda-
dos, ocurridas tanto en los cuarteles de Granada como en el
fuerte de San Carlos, durante los años transcurridos desde
1797 hasta 1801. Por delitos de esa clase fueron procesados
José Larrea, Marcelo Tudela, Juan Hurtado, Miguel Almenda-
res, José Antonio Torres, Francisco Aristondo, Miguel Brise-
ño, don Francisco Antonio Ugarte y don José Gabriel O'Horán.
Los consejos de guerra quisieron contener por medio del rigor
aquellos movimientos subversivos, imponiendo durísimas penas
á los culpables; pero el Capitán General del Reino, conside-
rando sin duda, que en la delicada situación en que se hallaban
estos pueblos, no era prudente emplear la tradicional seve-
ridad española, suavizaba casi siempre esos castigos, haciendo
patente á los ojos de los colonos mismos la debilidad del go-
bierno.
Entre esos proyectos revolucionarios, el que más llamó la
atención de las autoridades en la época á que hemos llegado
en esta historia, fué uno que se intentó llevar á cabo en la
plaza misma de San Carlos. Habíanse agregado al cuerpo de
artillería de esta fortaleza ciertas tropas enviadas de la isla
de Santo Domingo en auxilio de Nicaragua. Don José Fan-
tacía, capitán de las fuerzas auxiliares, comunicó en 19 de
enero de 1799, al sargento José Mauricio, un plan de sedición
III.­23
338 HISTORIA DE NICARAGUA

que había formado con objeto de apoderarse del mando de la


fortaleza. El proyecto debía llevarse á cabo de este modo:
Mauricio aprovechándose del silencio de la noche, tomaría los
sables que se hallaban depositados en la posada de aquel Ca-
pitán: los distribuiría entre los morenos, y cuando estuviese
dormida la tropa del cuartel, caerían todos sobre los artilleros
pasándolos á 'cuchillo. En seguida, entrando por el baluarte
da San Fernando, degollarían también á los soldados que for-
maban la guardia del castillo, y posesionados de las armas
quedarían dueños del fuerte. El sargento rechazó las propo-
siciones del Capitán, lo que dió ocasión á que éste se enemis-
tara con aquél y le tratase en adelante con dureza.
Resentido Mauricio por haber sido en cierta ocasión injus-
tamente arrestado de orden del Capitán de las fuerzas auxi-
liares, delató ante el Teniente del real cuerpo de artilleros,
don José Rajo, los planes sediciosos de Fantacía. Esto suce-
dió al propio tiempo en que los morenos cometieron un acto
de pública desobediencia contra el Comandante de Artillería,
don Manuel de Nova. Alarmadas las autoridades del castillo
por la insubordinación que se notaba en las tropas de la for-
taleza, redujeron á prisión al Capitán y al sargento, y manda-
ron instruir causa criminal contra uno y otro; pero no obstan-
te que de las declaraciones de los testigos nacían fuertes pre-
sunciones contra Fantacía, el Comandante General Anzoáte-
gui le absolvió de toda culpa, considerando quizá que de ese
modo se pondría término á las peligrosas novedades que en
el castillo ocurrían.
El Ayuntami.ento de Granada, que desde tiempos antiguos
se habia mostrado celoso por conservar íntegras sus faculta-
des y prerrogativas, no veía con agrado la extraordinaria ex-
tensión que á las atribuciones del Comandante General de la
defensa había concedido el Monarca. Debe suponerse que el
Brigadier Anzoátegui, obligado quizá por la situación anormal
en que se hallaba la Provincia, no siempre se mantenía dentro
de la esfera de sus atribuciones legales; pues no parece na-
tural que los, alcaldes estuviesen prevenidos contra él si se
hubiera limitado á ejercer los actos correspondientes á su em-
pleo, según la real cédula de su nombramiento. El cabildo
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 33'9

esperaba una ocasión oportuna para moderar la autoridad del


Comandante y hacer comprender á éste que el mando militar
de que se hallaba investido no anulaba la jurisdicción y fa­
cultades que la Corporación correspondían según las leyes
á

expedidas en diversas épocas para el gobierno de las colonias


españolas en este continente.
De tiempo inmemorial existía en Granada la fea costum-
bre de reunirse en las noches del 24 y 29 de junio algunas
personas de buen humor y pasear por las calles de la ciudad,
deteniéndose enfrente de ciertas casas para poner con voz fingi-
da ridículos apodos sus moradores, sin respetar á las señoras
á

ni á sujetos distinguidos por su alta posición social. De esa


costumbre resultaban con frecuencia escandalosas discordias
entre los vecinos, y no pocas veces los paseos nocturnos se con-
vertían en asonadas que ocasionaban lamentables desgracias
y ponían en peligro el orden público.
Las autoridades del lugar habían prohibido semejantes re-
uniones y dictado providencias enérgicas para hacer eficaz la
prohibición ; pero ni esas disposiciones, ni la distribución de
numerosas rondas por toda la ciudad, ni aun las excomunio-
nes que algunos obispos habían fulminado contra todo el que
perturbase la quietud del vecindario con aquellas reuniones,
habían bastado contener tan repugnantes abusos.
á

Al entrar el mes de junio de 1800 se dejaron oír por di-


versos barrios de la ciudad, los escandalosos bullicios á que
se entregaban durante las noches los vecinos desocupados, para
diversión propia y molestia de las personas pacíficas. El Vi-
cario de Granada, el Comandante Anzoátegui y algunos ofi-
ciales del regimiento, fueron objeto de groseras burlas, con
aigunas de las cuales se hería profundamente el honor de los
atendidos.
Con ocasión de festejarse una misa nueva, se dieron en la
ciudad dos bailes, á los que concurrieron sujetos distinguidos.
En el patio de la casa donde se verificaba la fiesta y al lado
de la calle, inmediaciones de las ventanas, se observó grande
á

algazara á causa de los apodos, lo que llenó de disgusto las


á

senoras y á caballeros respetables que tomaban parte en el


baile.
340 HISTORIA DE NICARAGUA

El Comandante General de la defensa de esta Provincia,


Brigadier don Cayetano de Anzoátegui, dispuso que todas las
noches saliesen partidas de tropas á recorrer las calles, con
orden de disolver los grupos de paseadores y de capturar á las
personas que los encabezasen. Al tenerse noticia de esta dis-
posición se conmovió gran parte del vecindario: los jóvenes,
propensos á toda novedad, formaron corrillos en que pública-
mente se quejaban de que Anzoátegui intentase someter á los
granadinos á un régimen esencialmente militar, y resolvieron
efectuar sus paseos como de costumbre, llevando armas con
que resistir á las escoltas enviadas por el Comandante.
Una noche al salir de cierta reunión, el Alcalde de primer
voto don Antonio Echeverría, acompañado de muchas otras
personas, se encontró con una de las rondas que por orden
de Anzoátegui recorrían las calles de la ciudad. El Alcalde
tuvo un violento altercado con el cabo de la patrulla, al que
reprendió en alteradas voces por ejercer funciones de policía
correspondientes á la justicia ordinaria. Por intervención del
Ayudante don Antonio Marín se calmó la disputa; pero el Al-
calde, enfurecido y profiriendo amenazas, se dirigió á esas ho-
ras al cabildo.
Para evitar los funestos resultados que podía tener un cho-
que entre militares y paisanos, el Ayuntamiento dirigió un
oficio al Comandante don Cayetano Anzoátegui, en el que le
manifestaba, que aunque era muy laudable el objeto que tenía
en mira al despachar patrullas del regimiento, que mantu-
viesen el orden en la ciudad durante las noches del mes de
junio, como carecía la autoridad militar de la jurisdicción in-
dispensable para proceder, contra el paisanaje, el Cabildo creía
conveniente que cada vez que hubiese de despachar escoltas
con el fin expresado, lo pusiese previamente en noticia de la
corporación por medio de una nota ó

de un recado político,
á fin de que los alcaldes como jueces ordinarios ó cualesquiera
otros ministros de la Real Justicia, á quienes el pueblo reco-
nociese por tales, se pusieran á la cabeza de aquellas rondas
y autorizasen de ese modo con su presencia los procedimientos
que fuese necesario ejercer contra los vecinos no sujetos á la
autoridad militar. Los alcaldes terminaban su oficio protes-
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 341

tanda que el único objeto que se proponían era el de evitar


las fatales consecuencias que podrían originarse de un encuen-
tro entre las escoltas y los paisanos, y procurar la más per-
fecta concordia entre la jurisdicción militar y la ordinaria.
Don Cayetano de Anzoátegui, contestó la nota de los al-
caldes, en términos poco prudentes: «No teniendo por conve-
niente, decía, pedir á UU. por ahora el auxilio que me propo-
nen en su carta de fecha de este día (18 de junio), para las
patrullas que con arreglo á la autoridad que el Rey me con-
cede en sus reales órdenes, he despachado las noches ante-
riores y despacharé las subsecuentes, según me parece y hallo ·
justo hacerla para autorizar la quietud del pueblo y que mis
oficiales y demás individuos del regimiento, que porque con-
viene viven fuera del cuartel no sean insultados como lo han
sido las noches anteriores con los epítetos y escandalosos apo-
dos que UU. me manifiestan en su citado oficio; les amonesto
que de su parte pongan aquellas providencias á que la cons-
titución de su encargo los tiene obligados para atajar excesos
de semejante naturaleza; que á mis patrullas, en cumplimiento
de mi obligación les impondré las órdenes convenientes, siendo
la principal de ellas, para su gobierno de UU., el que respeten
como es debido sus rondas y las de sus ministros cuando las
encuentren, y las auxilíen en el concepto de la recíproca que
con la obligación la más estrecha tenemos las dos jurisdic-
ciones; disimulando mi prudencia otros escándalos que no de-
bieron haberse ejecutado.»
Bien comprendieron los alcaldes que ningún buen resul-
tado obtendrían de entablar una disputa con el Comandante
General de la defensa. El tono destemplado con que había
éste respondido á la comunicación que aquéllos le dirigieran,
dejaba conocer claramente que era imposible dar á la difi-
cultad una terminación armoniosa y pacífica, por lo que de-
terminaron solicitar del Superior Gobierno un acuerdo en que
señalase hasta qué punto podía extenderse la autoridad de}
Comandante en materia de policía.
Con fecha 22 de junio, dirigió el Ayuntamiento, por medio
de sus alcaldes ordinarios don José Antonio de Echeverría y
don Eduardo Arana, una exposición á la Audiencia del Reino,
342 HISTORIA DE NICARAGUA

-en la que le daba cuenta de los sucesos ocurridos y le supli-


caba dictase las providencias necesarias á fin de que la ju-
risdicción ordinaria y la militar tuviesen una regla fija á que
atenerse en el caso actual y en otros de igual naturaleza que
en lo sucesivo se presentasen. Quejábase especialmente de
que Anzoátegui hubiese hecho uso de la expresión les arrw-
nesio, con la cual indicaba superioridad sobre la justicia real
que los alcaldes ejercían.
La exposición pasó á
conocimiento del Fiscal de la Au-
diencia, Licenciado don Diego Piloña, quien opinó que el Co-
mandante Anzoátegui no debió haber empleado la expresión
imperativa amonestar, dirigiéndose á jueces que de ningún
modo le estaban subordinados, y que tampoco había tenido
facultades para despachar de propia autoridad y sin noticia
de los alcaldes, patrullas que rondasen la población, con orden
de arrestar á personas sujetas á la jurisdicción ordinaria, en
vez de pasar oficio á los alcaldes ofreciéndoles los auxilios que
necesitasen para conservar la quietud del vecindario.
Pensaba también el Fiscal, que era absolutamente indispen-
sable extinguir en Granada la costumbre de dirigir pública-
mente apodos ofensivos, y proponía la conveniencia de expedir
un acuerdo en que se prohibiesen, bajo las penas siguientes:
los españoles que incurriesen en aquella falta deberían ser cas-
tigados con multa de veinticinco pesos, la que se duplicaría y
triplicaría en caso de reincidencia, y el insolvente sufriría un
mes de prisión. La misma pena pecunaria proponía para los
mestizos y mulatos, quienes deberían ser condenados á dos me-
ses de obras públicas cuando no pudiesen pagar la multa.
La Real Audiencia, en acuerdo de 15 de septiembre, dispuso
que el Intendente de Nicaragua informase sobre los medios
que fueran oportunos para extirpar los abusos á que se refe-
ría el Ayuntamiento de Granada, y en cuanto á la queja de
éste contra el Comandante Anzoátegui, que se pasase testimo-
nio del expediente al Capitán General del Reino, para que re-
sol viese la competencia.
Este funcionario pidió informe al Comandante, quien lo
dió en términos que demostraban su profundo enojo. Refi-
riéndose al dictamen del Fiscal, decía lo que sigue:
LIB. VIII.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 343

«Y si la pretensión de los alcaldes es extraña y nunca


oída ¿ qué podré yo decir de lo que en su dictamen expone el
Fiscal don Diego Piloña, en la cláusula que pone diciendo:
«que el Coronel don Cayetano Anzoátegui, Comandante de la
defensa de la Provincia etc.»; desaprobando mi conducta, di-
ciendo que yo despaché patrullas de mi propia autoridad, cuan-
do el Rey en sus Reales Ordenanzas, en todas ellas, autoriza á

los jefes militares para usar en todos casos de sus tropas?


En verdad que no tuvo presente ni el cúmulo entero de las
Reales Ordenanzas del ejército, ni los artículos citados. Acri-
mina también el Fiscal don Diego Piloña la palabra amonesto
á UU. Yo lo convidaría á que le hubiesen pasado unos lan-
ces semejantes á los míos, y hubiéramos visto si en circuns-
tancias equivalentes hubiera usado de tanta prudencia como
yo usé. La palabra amonesto la he visto tener su fuerza en
algunos asuntos particulares de amigo áamigo, y cuando ten-
ga algún poco de imperante (que siempre será muy poco) ¿qué
término podrá haber en una distancia tan grande como la que
hay de carácter á carácter?
»Toda justicia (volviendo al asunto de las patrullas) está
obligada á celar su jurisdicción y en ella prender á
los con-
traventores de la quietud pública y entregárselos á su corres-
pondiente juez, con conocimiento de su delito. Si los alcaldes
me prendiesen un delincuente y al día siguiente me lo entre-
gasen con -Ia acusación de su delito, ¿me quejaría yo de ello?
No por cierto: antes rendiría las gracias aquel juez y en los
á

casos de deserción (como lo previene el Rey) le daría la gra-


tificación correspondiente. ¿Pues qué otra cosa he ejecutado
yo en el lance de que se trata, que mandar rondar con mi tropa
la jurisdicción de mi distrito y prendiendo quien lo insultaba
á

con malas proposiciones entregárselo al Alcalde en el día si-


guiente, de lo que se me deberían muchas gracias, pues logré
con mis providencias apagar un fuego tal que no puede ningún
buen juicio dejar de confesarlo? ¿ Y por eso he de merecer
baldones y capitulaciones? Pues ha llegado á tanto el rencor
é ira con que el Fiscal don Diego Piloña me tira, que hasta
en su dictamen me degrada, pues no ignorando la graduación
con que el Rey se ha servido honrarme, me trata con un grado
344 HISTORIA DE NICARAGUA

menos, con el título sólo de Coronel don Cayetano de Ansoá-


tegui; pero aunque en esta ocasión no lo hago, en otra que
por cualquier sujeto se me degrade de uno ú otro de los que
he debido á la piedad del Rey, con la recíproca me desquitaré,
pues yo no tengo porque usar de otros tratamientos que los
recíprocos, sino con mis jefes militares.»
En 27 de noviembre dictó el Capitán General su resolución
definitiva sobre este asunto, declarando que el Brigadier don
Cayetano de Anzoátegui no había excedido sus facultades en
el despacho de patrullas que recorriesen las calles de Granada:
que antes bien debía despacharlas para evitar los desórdenes
que causaba el intolerable abuso de los apodos, y que los al-
caldes y el vecindario en general debían estar agradecidos al
Comandante por el importante servicio que les prestaba.
El Gobernador Intendente de la Provincia, Brigadier don
José Salvador, casi extraño á los asuntos de la guerra, hallá-
base dedicado con asidua actividad al desempeño de las fun-
ciones del gobierno político, ya proveyendo las subdelegaciones
de diversos partidos en personas dignas de la confianza pú-
blica, ya procurando que se practicasen las tasaciones de tri-
butarios en todos los pueblos de la Provincia.
Por real orden expedida á 19 de enero de 1792, había dis-
puesto el Monarca, que en atención á los inconvenientes ori-
ginados de la facultad que el artículo XII de la ordenanza
concedía á los intendentes para nombrar subdelegados por el
tiempo de su voluntad y removerlos á su arbitrio, se les re-
tirase en lo sucesivo semejante atribución, dejándoseles so-
lamente la de proponer ternas á los virreyes ó presidentes para
la elección de subdelegados en personas idoneas y merecedo-
ras de tal destino, el cual lo ejercerían por el tiempo preciso
de cinco años, no pudiendo ser removidos sino por justas cau-
sas comprobadas en juicio competente con audiencia del inte-
resado; pero que los virreyes y presidentes pudiesen suspen-
derlos temporalmente por vía de providencia, nombrándoles
sustitutos, siempre que por informes reservados de personas
imparciales ó informaciones sumarias y secretas se compro-
basen los excesos de que fuesen acusados ó denunciados.
En marzo de 1799, debiendo nombrarse Subdelegado en el
LIB. vm'.-CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 345

partido de Masaya, por haber concluído su período legal la


persona que ejercía ese empleo, envió el Intendente Salvador
al Presidente del Reino una terna compuesta de los señores
don Felipe Oconor, ex-Receptor de alcabalas de Granada y de
Rivas, don Fernando Guerrero, sujeto de esclarecido nacimien-
to y antiguo Juez prevencional del Sauce, y don José Alvarez.
Síndico procurador del Ayuntamiento de León. Obtuvo el
nombramiento el primero de los propuestos.
En abril del propio año, dirigió al Gobierno Superior otra
terna para la provisión de Subdelegado del partido de Mata-
galpa, designando en primer lugar á don Narciso Argüello.
persona de muy buena reputación por haber desempeñado con
notable acierto la alcaldía de primer voto en las ciudades de
León y Granada, y en segundo y tercer lugar respectivamen-
te, á don Diego Arauz y don Joaquín Garmendía, vecinos di'
Matagalpa, en donde habían cumplido con actividad impor-
tantes comisiones del Gobierno de la Provincia. El Presidente
del Reino hizo la elección de Subdelegado en don Narciso Ar-
güello.
Con fecha 23 de agosto, presentó el Gobernador, para la
subdelegación del partido del Realejo, una terna compuesta
del Capitán de caballería don Miguel Baca, del Teniente don
Tomás Aparicio y del Capitán don Miguel Pérez, para reponer
á don Pastor Guerrero y Arcos, que había renunciado aquel
destino. El título de Subdelegado se libró á favor de don Mi-
guel Baca.
No fué bien recibida por el Ayuntamiento de Masaya la
elección de Subdelegado del partido, hecha en don Felipe Oco-
nor; pero como la conducta de este empleado no ofrecía mo-
tivos para formularle una acusación, se conformaron los al-
caldes con presentarle dificultades en el desempeño de su car-
go. El año de 1800 dirigieron por medio de Manuel Ignacio
Hernández y José Anselmo López, una exposición al Gobierno
del Reino en la que á nombre de los principales vecinos, le
pedían aboliese por medio de una disposición expresa la cos-
tumbre que habían introducido los subdelegados, de interve-
nir en la elección de alcaldes y de obligar á los electores á

pedir la venia del Gobernador para proceder ella.


á
346 HISTORIA DE NICARAGUA

La Real Ordenanza de intendentes no establecía como ne-


cesaria la autorización del Jefe de la Provincia para practicar
las elecciones de alcaldes, pero sí su aprobación para que és-
tas se tuviesen por válidas. En el artículo XIII se conservaba
á los indios el derecho y antigua costumbre de elegir entre
ellos mismos los alcaldes y demás oficios de república, debiendo
ser presididas las juntas que para ese efecto formasen, por
el juez español ó por un comisionado que éste en caso de au-
sencia ó impedimento nombrase, con tal que fuese también
español, y en el artículo XIV se disponía, que hecha la elec-
ción en el tiempo acostumbrado y en la forma prescrita por
la ley, diese cuenta de ella con informe el Subdelegado ó el
Alcalde ordinario al Intendente de la Provincia, para que la
aprobase ó reformase.
El Presidente y Capitán General del Reino, con vista de es-
tas disposiciones, mandó librar las órdenes correspondientes
á efecto de que el Gobernador de esta Provincia y sus subal-
ternos, permitiesen á los naturales de Masaya practicar sus
elecciones con la libertad que las leyes otorgaban.
La solicitud del Ayuntamiento y vecindario de aquel pue-
blo, no había sido fundada en la verdad. El Gobernador In-
tendente, luego que hubo recibido los pliegos del Gobierno Su-
perior, mandó instruir información para comprobar que jamás
los subdelegados del partido de Masaya, habían ejercido en la
elección de alcaldes ·otra intervención que la permitida por las
Reales Ordenanzas. El resultado de las informaciones fué en
todo favorable á la conducta del Intendente y de sus empleados
inferiores. El Jefe de la Provincia 1as envió al Presidente del
Reino, acompañándolas de un informe en que pedía se repren-
diese y castigase severamente á los reclamantes por la false-
dad de su representación y por no haber usado en ella del res-
peto debido al referirse á la primera autoridad de esta Pro-
vincia. Pero la queja de don José Salvador no fué atendida
por el Superior Gobierno, acaso porque en el estado de in-
quietud que se notaba en estos pueblos no pareciera prudente
desagradar á los ayuntamientos y á
los indígenas, á quienes
se consideraba prevenidos contra los españoles y dispuestos á
LIB. VIII.---CAP. IX.-PROVIDENCIAS, ETC. 347

promover ó secundar cualquier trastorno qµe tuviese por ob-


jeto sacudir la dominación de los empleados coloniales.
De 1795 á 1798, se dedicó el Intendente á formar por me-
dio de comisionados la matrícula ó tasación de tributarios de
casi todos los pueblos de Nicaragua y Costa-Rica. El partido
del Realejo resultó tasado en 418 tributarios, comprendiéndose
en este número los de todos los pueblos de aquella jurisdicción.
El partido de Subtiaba, con todas sus poblaciones y parciali-
dades, fué tasado en 1138 tributarios: el Gobierno de León,
en 789: el partido de Segovia, en 913: el de Granada, en 4476,
incluyéndose en esa tasación los tributarios correspondientes
á las subdelegaciones de Masaya y Managua; y por último, el
partido de Nicoya, perteneciente á la Provincia de Nicaragua,
fué tasado en 94 tributarios. El número total de éstos, según
la matrícula formada en los años expresados, ascendió, pues,
á 7818. En esta tasación se nota un aumento de 692 tributa-
rios, con respecto á la practicada por los años de 1785 á 1788,
y aun es de advertir que en la nueva matrícula no fueron com-
prendidos el- pueblo de Jalteba y los partidos de Rivas y Ma-
tagalpa. La de este último se formó en 1809 por el Subdele-
gado don Manuel Antonio de la Cerda, que fué más tarde per-
sonaje importantísimo en los sucesos que siguieron á la índe-
pendencia. Según el empadronamiento practicado por Cerda,
los diecisiete pueblos de que se componía aquel partido fue-
ron tasados en 3920 tributarios, resultando un aumento de 417
sobre el número á que había ascendido el padrón formado veín-
dún años antes.
CAPiTULO X

Dificultades á que daba origen el impuesto del tributo: Ame­


nazas de los mosquitos y zambos: Estado del Seminario Con­
ciliar y de la enseñanza pública en León y Granada.

1801 á 1806

Desagrado general que producía en los pueblos el sostenimiento de los


reales tributos.-Otros gravámenes, impuestos á los naturales.-Los
mulatos solicitan se reduzca aquel gravamen á proporciones menos
onerosas.-El defensor de Real Hacienda apoya esta petición.-Se da
conocimiento de ella á la Junta Superior del Reino.-Resolución de
este Tribunal, contraría á lo pedido por los mulatos.-Acuerda la Jun-
ta aumentar la cuota del tributo.-Díficu:tades que encontraron los
empleados fiscales en el cumplimiento de esa disposíción.-Aclaración
que de los puntos dudosos hizo el Gobierno Superíor.-Defectuoso mé-
todo observado en la recaudación del tributo.-Inconvenientes que
producía en la práctíca.-El pueblo de Carnoapa reclama contra el
aumento del impuesto.-Resuelve la Junta Superior, que no se haga
extensiva á esa población la elevación del tríbuto.-Concesión seme-
jante, hecha ú los vecinos de Boaco.-El Gobernador de Nicaragua re·
presenta las dificultades que ocasionaba á los recaudadores del tributo
la permanencia de los indios en algunas haciendas.-Ooinión del Ase·
sor y del Fiscal sobre este ounto.-Provídencia dictada nor la Au-
diencia Real.-Inconvenientes - ocasionados por la traslación de los
tributarios á poblaciones distantes de su domícilio.-Propone el Go-
bernador que se prohiba á los !)árrocos celebrar matrimonios entre
indígenas, cuando éstos no perteneciesen á una misma feligresia.-El
Superior Gobierno del Reino desecha esa Indfcaclón.c--Bxposíción dlri-
gida por los vecinos de Managua al Intendente de esta Provincia, con-
tra el recargo en el pago de tributos.-La Real Junta Superior re-
chaza esta solicitud.-Extorsiones que en los naturales ejecutaban los
empleados de Hacienda.-Los vecinos de Masaya piden ser goberna-
dos por un Alcalde ordinarío.-Informe del Gobernador contra esa
representación.-Pedimento fiscal.-Lo (!Ue acerca de este punto dis-
ponía la Real Ordenanza.-El Gobierno Superior pide informe al Co-
mandante Ansoátegui, sobre la solicitud del vecindario de Masaya.-
Opíníón de aquel funcíonarío.-Decisión del Gobierno, contraria á esa
peticíón.-Quejas de los vecinos de Chlnandogu contra el Intendente
de esta Provincia, porque obligaba á los alcaldes, á solicitar personal-
mente la confirmación de sus elecciones.-El Presidente del Reino pre-
viene al Gobernador, se abstenga en lo sucesivo de practicar esa cos-
tumbre.-Dísputa entre el Intendente de la Provincia y el Ayunta.
350 HISTORIA DE NICARAGUA

miento de Rivas.-Nombramien_to de don Justo Abaunza para Sub­


delegado de Subtiaba.-Competencia suscitada entre el Capitán Gene-
ral del Reino y el Intendente de Nicaragua, con ocasión del descubri-
miento de un contrabando.-Real Cédula. en que el Monarca puso ter-
mino á esas cuestiones.-Llegada del bergantín El Activo al puerto
del Realejo.-El Gobernador manda proveerle de los socorros que
necesitaba.-Una embarcación inglesa sorprende en aguas de aquel
puerto á dos piraguas tripuladas por mcaragüenses.-Inquie4-J-d que
este suceso produjo á los comefcíantes de León.-Inseguridad en que
se hallaba la costa del Pacífico.-La Junta Superior, ordena QUe se
construya una embarcación para resguardar el puerto del Realejo.-
El Comandante Ansoátegui procura proveer de embarcaciones ei iago
de Granada.-Fuerte huracán -en el castillo de San Carlos.-Daños que
causó á la fortaleza y á la población.-Providencias que para reme-
diarlos dictó la Junta Províncíal.c-Amenazas de los mosquitos contra
el establecimiento español de la boca del San Juan.-El Capitán Ge·
neral, del Reino, ordena el refuerzo de la vigía de aquel puerto.-
Inscruccíones que comunicó al Comandante de Granada para la de
fensa del punto amenazado.-Desisten los mosquitos de sus proyectos
hostiles.-Préviene el Gobierno del Reino el retiro del refuerzo en-
viado al puerto de San Juan.-Nuevas amenazas de los mosquitos Y
zambos.-El Gobrnador de Costa-Rica da noticia de ellas al Jefe de
esta Provincia.-Algunos comerciantes de Granada solicitan que el
Gobierno proteja sus embarcaciones contra los ataques de aquellos
enemigos.-El Gobernador pide informe á don Pedro Brizzio sobre el
estado de la costa.--Opinión de ese funcionario.--Ordena el Gober-
nador el envío de auxilios á la tiaca del San Juan.-Acuerdo de la
Junta Provincial en que aprueba los gastos que debían hacerse.e-El
Capitán General desaprueba esas providencias y ordena el retiro de
la fuerza auxiliar.-Alarmantes noticias relativas á una alianza entre
el jefe mosquito y el Gobernador de Jama�a.-Establecimiento de un
guarda de la renta de alcabalas.-Estado del Seminario Conciliar de
la Diócesis.-Solicita el Rector Ayesta que se permita la concesión
de grados á los alumnos de aquel Colegio.-Informe que sobre este
punto dirigió al Monarca el Claustro de la Universidad de Guatemala.
Dispone el Rey. que puedan conferirse grados en el Seminario.-Otras
solicitudes del Rector, para mejorar aquel establecimiento.-Funda-
ción de una casa de enseñanza en Granada.-Pide el Ayuntamiento de
esa ciudad, que el Gobierno del Reino otorgue á don José María Ro-
dríguez, el título formal de Catedrático.-El Presidente desecha esa
sollcítud.c=Establecímiento de un Hospital de mujeres en Granada."

EL impuesto fiscal que con el nombre de tributo gravaba


desde los primeros tiempos del gobierno colonial á la raza
indígena, se había hecho tan odioso para los contribuyentes,
que aun los empleados mismos lo consideraban como una de
las causas que influían más poderosamente en la antipatía
de los americanos contra los españoles. El tributo era una
carga inicua, porque los· pueblos no recibían en compensación,
por parte del gobierno, las ventajas de una administración di­
recta. Los tributarios pagaban anualmente al Erario la cuota
LIB. VIII.--CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 351

que se les asignaba en cada tasación y estaban además obli-


gados á contribuir con su trabajo personal á la ejecución de
obras de utilidad pública, tales como la apertura y composi-
ción de caminos, la construcción de puentes y templos, la re-
paración de fortalezas y otras muchas cuyo establecimiento y
conservación deberían haber correspondido al Estado.
Satisfechos los salarios de los empleados, el dinero sobran-
te no se invertía en mejorar las condícíones de vida de esta
sociedad, procurando su adelanto intelectual y material, sino
que se enviaba á la Península para ayudar al sostenimiento de
guerras ú otras cargas que pesaban sobre el Gobierno de la
Metrópoli.
Además de tan considerables gravámenes, tenían los natu-
rales de esta Provincia la obligación de proveer de bastimen-
tos, <le artículos manufacturables y aun de las manufacturas
mismas á los presidios destinados á la defensa del territorio,
la de pagar cierto impuesto á los subdelegados y otros jueces
inferiores, y la de contribuir también á los gastos de la admi-
nistración eclesiástica. Puede considerarse, pues, cuán perju-
dicial era el tributo al progreso de la agricultura y de la in­
dustria, elementos de riqueza que sólo los españoles explota-
ban con provecho; cuánta resistencia, más ó menos directa,
opondrían los indígenas al pago de esas contribuciones, que no
veían retribuidas con la fundación de instituciones benéficas,
ni aun con la utilidad de que el Estado costease por sí solo
los gastos de su régimen administrativo; y cuántas dificulta-
des encontrarían los empleados fiscales para hacer efectivos
esos impuestos, sin disgustar á los pueblos y sin despertar en
ellos el deseo de sacudir la opresiva dominación que hacía es-
téril su trabajo, y los mantenía extraños al goce de la civili-
zación y al movimiento activo y fecundo de la vida social.
Los mulatos, por natural propensión de su raza á la in-
dependencia y á la libertad, eran quienes más enérgicamente
reclamaban contra la exacción del tributo, y no desperdiciaban
ocasión propicia para procurar su abolición completa, ó por lo
menos su reducción á proporciones menos gravosas para los
contribuyentes. Por los años de 1800 á 1801, se esforzaron
en conseguir que fuesen excluidos del pago de tributos los hí-
352 HISTORIA DE NICARAGUA

jos que naciesen de matrimonio de mulato con india. Varias


representaciones hicieron con este objeto, en las que pedían,
no sólo la exención de tributos, sino también la del servicio
personal y la de otras contribuciones á que estaban sujetos
los mozos naturales.
El defensor de Real Hacienda, Licenciado don Nicolás Bui-
trago, al poner en conocimiento del Gobernador de la Provin-
cia las reclamaciones de los mulatos, las apoyó decididamente,
manifestando que siempre había considerado que los hijos le-
gítimos que tuviesen aquéllos en mujeres de la raza indígena,
no debían ser puestos en el patrón de tributarios, porque era
conforme con los principios generales del derecho, que los hi-
jos legítimos siguiesen la condición del padre, así como los na-
turales seguían la de la madre, y aun pensaba que esta regla
debía aplicarse á los hijos ilegítimos cuando fuesen recono-
cidos por sus padres como naturales. El defensor de Real
Hacienda hacía juiciosas observaciones sobre las fatales con-
secuencias que ocasionaba el hecho de obligar al pago de tri-
butos y demás cargas fiscales á los hijos que procedían de ma-
trimonio entre mulato é india. «Los perjuicios, decía, que se
siguen á los interesados y aun al bien común son bien de ma-
nifiesto. El mirarse los tales perturbados por la dependencia
de las madres, en el goce del origen, casta, honores y exen-
ciones de los padres, es una idea y concepto que les influye
odio y aborrecimiento á la labor, á los oficios y á las demás
funciones, ejercicio é instrucción que aquéllos les inspiran en
su clase, manifestándose en todo con un espíritu lánguido y
abandonando absolutamente los que son propios de los mula-
tos, porque reputándose de parte de los padres como natura-
les, hacen el más activo esfuerzo por desprenderse de aquello
que tenga semblante de naturales, que á la verdad, entre ellos
es un lunar de bajeza y desprecio, en tanto grado que llegan
á punto de dejar sus casas y familia, en llegando el caso de
precisarlos, suscitándose disgustos y contiendas incesantes en-
tre los maridos mulatos y mujeres indias, por ese respecto>
Concluía el defensor su exposición, solicitando que el Go-
bernador Intendente pidiese parecer sobre este punto á la Jun-
ta Superior de Real Hacienda. El Gobernador dió cuenta á
LIB. VIII.--CAP. x.--,DIFICULTADES, ETC. 353

dicho tribunal de lo que pretendían los mulatos y de la opinión


que en favor de esa solicitud habíale expresado el defensor
don Nicolás Buitrago.
No fué bien acogida esta representación por parte del Su-
perior Gobierno del Reino. En enero de 1801 declaró la Junta
de Hacienda, que según la ley 8ª, título V, libro VI, debían
tributar los hijos legítimos de mulatos é indias, por ser para
el caso lo mismo que los negros, á los cuales se refería aquella
disposición. El acuerdo de la Junta iué conforme con el pe-
dimento del Fiscal Piloña, quien manifestó que la ley tenía en
el caso propuesto la más precisa é indubitable aplicación, por-
que en el tiempo de su promulgación eran negros casi todos
los ascendientes de los que se hicieron después mulatos por las
mezclas; y agregaba que sería muy útil semejante declarato-
ria, por cuanto ella habría de retraer á las indias de contraer
matrimonio fuera de su propia casta.
Poca importancia daba el Gobierno Superior al general cla-
mor de los pueblos contra las exacciones fiscales. Con fecha
6 de noviembre de 1801, acordó la Junta de Hacienda subir á

la cuota de dos pesos el tributo que debía pagar anualmente


cada indio, y un real más ae ministros y hospitales. Los ofi-
ciales de Real Hacienda de esta Provincia encontraron algunas
dudas en la ejecución de este acuerdo, por lo que pidieron á
aquel Tribunal que aclarase los puntos siguientes: qué canti-
dad debían aplicar á la comunidad de cada pueblo para saber
de ese modo á cuánto ascendería el sobrante líquido que que-
dase á favor del fisco: si la cantidad que resultara del medio
real de ministros habrían de librarla al fin de cada año contra
la Tesorería General de Guatemala para que en ella se reuniese
este fondo: si el otro medio real de hospitales correspondía á
los de San Juan de Dios de León y Granada, que eran los úni-
cos existentes á la sazón en esta Intendencia; y finalmente, si
á los subdelegados y alcaldes indios habría de abonárseles el
seis por ciento de lo que cobraran correspondiente á los dos
últimos objetos de ministros y hospitales, según se ejecutaba
respecto de los tributos, de conformidad con el artículo 132 de
la Ordenanza.
En acuerdo de 28 de septiembre de 1803, la Real Junta Su-
III.­23
354 HlSTORIA DE �lCARAGtJA

perior declaró, que los dieciséis reales de tributos que debían


cobrarse de cada contribuyente, según auto de 6 de noviembre
de 1801, pertenecían íntegros al Rey, sin deducción alguna en
favor de los fondos de comunidad: que el medio real de mi-
nistros que se mandó cobrar en la misma disposición, debía
permanecer depositado en las reales cajas de la capital de esta
Provincia hasta que no se le diese el destino correspondiente:
que el otro medio real para hospitales se aplicara á los de León
y Granada, tomando en cuenta para hacer la distribución el
· número de pueblos que á cada uno de dichos distritos perte-
neciese: que el abono del seis por ciento á los justicias y sub-
delegados comprendiese lo cobrado por estos dos últimos ra-
mos; y por último, que los cobros se efectuaran sin perjuicio
de lo que tocase á las comunidades y del real asignado por la
Audiencia para el sustento de los alcaldes y subdelegados.
Por manera que cada tributario pagaría anualmente en lo
sucesivo veinte reales, dos maravedises y cinco sextos de ma-
ravedí, en la forma siguiente:

Para el Rey . 00 16 reales


» Ministros y hospitales . 00 1 »
» Sustento de alcaldes mayo-
res y Subdelegados . 00 1 »
Acrecido de comunidad . 00 2 »

20.2 5/6

El método que para la recaudación de tales impuestos se


observaba, era por extremo defectuoso y ocasionado á difi-
cultades no menos perjudiciales á los contribuyentes que al
fisco. El Intendente de la Provincia mandaba practíear cada
cinco años la matrícula de tributarios en todos los pueblos á
que se extendía su jurisdicción económica. Tales matrículas
eran enviadas al Tribunal de cuentas del Reino, para que for-
mase los rateos; mas como semejante operación requería al-
gún tiempo para haber de practicarse con exactitud y acierto,
según las leyes vigentes, y los empleados fiscales de la Pro-
vincia no podían suspender entretanto el cobro de los ím-
L1B. VIII.-CAP. X.-DIFICULTAiiES, ETC. 355

puestos, se veían en el caso de hacerlo conforme á la matrícu-


la y rateo del quinquenio anterior. De ahí provenía frecuen-
temente, ó que el Erario quedaba debiendo á los pueblos algu-
nas cantidades, por ser el producto de la tasación que la Con-
taduría formaba inferior al de la que había servido de base
para el cobro, ó que los pueblos quedasen adeudados al Real
Tesoro en gruesas sumas por tributos rezagados, cuyo ingreso
en las arcas fiscales era difícil de efectuar.
Por rezagos de esa especie, habidos en los años de 1788
á 1801, debían al fisco los pueblos de Diriomo, San Juan Na·
motiva, Santa Catarina, Niquinohomo, Nandasmo, Jalata, Ma-
satepe, Diriamba, Managua, Chinandega, Sébaco y San Pedro
Metapa, la cantidad de 1849 pesos, 3 reales y medio, los que
fueron reintegrados tomándolos del rédito de los fondos de
comunidades, en virtud de acuerdo dictado por la Real Au-
diencia en 10 de marzo de 1807.
El aumento del tributo, decretado por la Junta de Hacien-
da en 6 de noviembre de 1801, produjo sus naturales efectos
en el ánimo de los habitantes indígenas de esta Provincia. Los
vecinos del pueblo de San Francisco de Camoapa fueron los
primeros en quejarse de semejante providencia. Esa pobla-
ción, situada á inmediaciones de los terrenos que ocupaban los
salvajes, había sido en diversos tiempos atacada por éstos.
Pará repelerlos en sus invasiones y prevenirse contra el pe-
ligro de otras, tenían los camoapenses organizada desde épo-
ca muy antigua una compañía, compuesta de sesenta y seis
hombres, siempre dispuestos á entrar en combate, y se habían
impuesto la obligación de mantener á su costa aquella fuerza
y de sufragar los gastos necesarios á las expediciones milita-
res que emprendía con objeto de rechazar á los zambos. En
consideración al importante servicio que á la Provincia toda
prestaban, el Gobierno los había declarado libres del tributo,
y de esa exención gozaron durante largos años. En 1778, á
instancias del Juez prevencional don Joaquín de Cardona, co-
menzaron á pagar real y medio para formar el fondo de co-
munidades, suponiendo que éste se destinaría á remediar las
necesidades del pueblo cuando fuese menester. Siendo conta-
dor don Alberto Ruiz de Avilés, persuadió á los vecinos de Ca-
356 HISTORIA DE NICARAGUA

moapa de la obligación que como fieles vasallos del Rey te-


nían, de pagar tributo, siquiera fuese en muy pequeña canti-
dad. Entonces ellos se sujetaron voluntariamente á satísfa-
cer una contribución anual de dos reales por cabeza, exeusán-
dose de pagar mayor cosa por la escasez de sus propiedades.
Los empleados de Real Hacienda hicieron extensivo á Ca-
moapa el acuerdo de 6 de noviembre de 1801, considerando que
por no contener éste excepción á favor de ningún pueblo, de-
bía entenderse abolido el privilegio de que aquél gozaba. Con
tal motivo, los alcaldes, justicias y vecinos principales diri-
gieron, á principios de febrero de 1804, una exposición al Pre-
sidente del Reino, en la cual, quejándose del crecido tributo
con que se les gravaba, le suplicaban que les conservase en la
posesión del privilegio que se les había concedido casi desde
el tiempo de la conquista, puesto que subsistían aún las causas
que habían movido á otorgarles tal gracia. Manifestaban asi-
mismo, que durante trece años habían pagado con toda exac-
titud la contribución que para el fondo de comunidad se ha-
bían impuesto voluntariamente; y que no obstante haberles
ofrecido don Joaquín de Cardona que el producto de ese im-
puesto estaba destinado á invertirse en beneficio de ellos mis-
mos, jamás habían conseguido que se les favoreciese en sus
necesidades; por lo que pedían al Presidente acordase la en-
trega de 902 pesos dos reales para edificar su iglesia parro-
quial, pues la que poseían había sido recientemente incendiada
por un rayo.
La Junta Superior de Hacienda acordó en 18 de julio del
propio año, que los vecinos de Camoapa sólo pagasen los dos
reales de tributo á que se habían sujetado por su propia vo-
luntad, no debiendo por tanto ser comprendidos en la disposi-
ción de la Audiencia, que elevaba á dos pesos la cuota que de-
bían pagar los tributarios de esta Provincia.
Igual concesión y por idénticas causas hizo á los vecinos
de Boaco, quienes dirigieron una solicitud semejante á la que
habían presentado los de Camoapa.
Para proveerse de los medios necesarios á su propia sub-
sistencia y á la de su familia, tenían necesidad de servir en
las haciendas de personas acomodadas, trasladándose á ellas
LIB. Vlll.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 357

con sus mujeres é hijos. Esta costumbre ocasionaba á los em-


pleados fiscales graves dificultades en la recaudación de los
tributos; y con frecuencia sucedía, que para no verse obliga-
dos á responder con sus bienes por el importe íntegro de és-
tos, recargaban á los tributarios que residían constantemente
en los pueblos con las cuotas que no podían cobrar de los au-
sentes. Esto dió ocasión á que los vecinos de Juigalpa se
quejasen ante el Gobernador Intendente de la Provincia por
el exceso de tributos que se hacía recaer sobre ellos.
En 23 de junio de 1801, solicitó don José Salvador una re-
solución de la Real Audiencia, que pusiese término á esas di-
ficultades, y hacía observar, además, que la residencia de los
indios en las haciendas de las personas á quienes servían,
impedían que sus hijos fuesen instruídos en la doctrina cris-
tiana.
El Asesor Ordinario Jáuregui y el Fiscal Piloña, á cuyo
conocimiento pasó la representación del Intendente de Nica-
ragua, opinaron que era difícil remediar el inconveniente que
manifestaba, por medio de una disposición en que se prohibiese
á los naturales residir fuera de las poblaciones en que estu-
viesen matriculados, pues semejante prohibición sería contra.
ria á las leyes municipales que les concedían entera libertad
para trabajar en las haciendas. Por tanto, indicaron que la
única providencia que podía dictarse para evitar todo perjuicio
al Real Erario, era la de ordenar que los dueños de haciendas
pagaran los tributos correspondientes los indios que tuviesen
á

á su servicio. Así se acordó por auto de 4 de septiembre


de 1801.
En 7 del mismo mes dirigió el Gobernador Intendente de
esta Provincia otra exposición al Presidente del Reino, en la
que representaba el grave daño que ála Real Hacienda oca-
sionaban los tributarios cada vez que con objeto de contraer
matrimonio se trasladaban á los pueblos distantes del de su
residencia. En estos casos los alcaldes recaudadores del tri-
buto ocurrían al Gobernador, solicitando las órdenes necesarias
para que los jueces del territorio á donde los indios se habían
trasladado, los capturasen y los hiciesen volver al de su do-
micilio; y cuando ni aun de este modo podían cobrar el tributo,
358 HISTORIA DE NICARAGUA

se veían los alcaldes en la dura necesidad de reponer de su


propio peculio las cuotas de los ausentes, lo cual no era justo
ni equitativo. No siempre poseían los recaudadores bienes su-
ficientes con que completar el total de los tributos en que es-
taban tasados sus respectivos pueblos, de lo que se seguía
la pérdida del déficit para el Real Tesoro. Con el fin de re-
mediar estas dificultades, pedía el Gobernador Intendente al
Superior Gobierno del Reino, que ordenase á los párrocos de
esta Provincia y de la de Costa-Rica, no procediesen á cele-
brar matrimonio alguno de indios cuando ambos contrayentes
no perteneciesen á su propia 'felígresía: y que declarase si los
alcaldes estaban obligados á pagar el tributo de los que no en-
contrasen en su jurisdicción al tiempo de hacer el cobro.
Ni por las leyes civiles, ni por el derecho canónico les era
prohibido á los indios contraer matrimonio fuera de sus res-
pectivas parroquias, con tal que se observasen las prescrip-
ciones eclesiásticas relativas á
proclamas; antes bien, existía
una real disposición, en que expresamente se les permitía ca-
sarse y domiciliarse en el lugar que quisieran. La represen-
tación del Intendente de Nicaragua, relativa á este punto, fué,
pues, desechada por el Tribunal Superior del Reino; y en cuan-
to á la declaratoria de si los alcaldes tenían ó no obligación
de reponer los tributos que no pudiesen recaudar, se previno
al Gobernador tuviese presente el artículo 140 de la Ordenan-
za en que se disponía lo que sigue:
«Tanto á los alcaldes ordinarios, como subdelegados que
hayan de cobrar de primeros y segundos contribuyentes y en-
terar en mis reales tesorerías los tributos conforme al artícu-
lo 129, se les formará el cargo, durante los cinco años que han
de mediar de una á otra visita y matrícula, por el preciso nú-
mero de tributarios que constare de ella, ya antes, ya después
de aprobada por la Junta Superior, según lo prevenido en el
artículo 135, y por las respectivas cuotas de su tasa, siendo
de la obligación de unos y otros enterar las cantidades que
así les resulten del debido cobrar; pues siendo mi real ánimo
que se corten los gravísímos inconvenientes tocados con la ex-
periencia en la práctica de las diligencias judiciales, relaciones
juradas y demás procedimientos que estuviesen dispuestos para
LIB. VIII.--CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 359

justificar los tributarios que hayan muerto, ausentádose, lle-


gado á la clase de reservados, etc. quiero y mando: que en-
tendiéndose derogadas y sin ejercicio alguno las indicadas dis-
posiciones, se estime prudencialmente computado aquel núme-
ro de contribuyentes con el de los que en el mismo tiempo hu-
biesen entrado á tributar, ó por cumplir la edad de diez y ocho
años (pues aunque se casen antes les concedo la libertad del
tributo hasta entonces, extendiendo la disposición de la ley 9,
título XVII, libro VI, á todo el distrito del Reino de la Nueva
España, en obsequio del matrimonio), ó porque se avecindaron
en la Provincia, partido ó pueblo después de la matrícula que
rigiese. Pero si el aumento de éstos ó la disminución de aqué-
llos fuese tan visible que en justicia deba ser oída la parte del
fiscal ó la de los cobradores, entonces, aunque no esté cum-
plido el quinquenio de la dicha matrícula, podrán los intenden-
tes proceder judicialmente á la averiguación por medio de re-
visitas y retasas, como disponen las leyes 54, 56, 57 y 58, tí-
tulo V, libro VI.»
Los alcaldes, regidores y principales de Managua reclama-
ron también ante el Gobernador de la Provincia contra el au-
mento del tributo, haciendo presente la pobreza á que se ha-
llaban reducidos los vecinos de aquel pueblo, á causa de las
malas cosechas que en los últimos años les habían rendido sus
pequeñas labores. En 1802 la escasez del maíz había obliga-
do á los indígenas á vender cuantos objetos de valor poseían,
para mantener á sus familias. En el mismo año murieron
veinticinco tributarios antes de pagar el tributo que les co-
rrespondía, y como no dejaron bienes de dqnde cobrarlo, fué
preciso al alcalde completarlo con sus propios bienes, para lo
cual tuvo que vender su casa y otros cortos intereses que po-
seía, quedando reducido á la miseria. Los indios manifestá-
banse anuentes á satisfacer la antigua cuota, pero no el au-
mento establecido recientemente por la Audiencia; y cuando se
les exigía por la fuerza el pago del impuesto, huían á las mon.
tañas y pzotestaban abandonar el pueblo y trasladarse á algún
punto á donde 110 les alcanzase el rigor de los empleados fis-
cales.
El Gobernador dió cuenta de la solicitud de los alcaldes á
360 HISTORIA DE NICARAGUA

la Real Junta Superior, la que en 5 de octubre de 1803, expi-


dió su resolución, declarando sin lugar la petición de los ve-
cinos de Managua.
Las extorsiones que en los naturales de esta Provincia eje-
cutaban los empleados del gobierno, particularmente cuando
trataban de hacer efectivo el cobro de tributos y otros im-
puestos, hizo nacer en algunos pueblos el deseo de que los
jueces y subdelegados fuesen escogidos entre los vecinos es-
pañoles de la población en que debieran ejercer sus cargos.
Los que llegaban de otras partes sólo llevaban en mira enri-
quecerse y no se interesaban por la mejora del lugar cuyo
gobierno se les encomendaba, puesto que en él no tenían inte-
reses ni estímulo alguno que les inclinase á hacer el bien. En
febrero de 1802 los indios del pueblo de Masaya solicitaron del
Superior Gobierno del Reino, por medio del escribano público
José Muñoz, una resolución en que se estableciera que el Juez
que hubiese de gobernar el pueblo fuese un Alcalde ordina-
rio, vecino del lugar, y amovible cada año.
El Intendente de la Provincia á quien se pidió informe so-
bre el objeto de esa representación, atribuyó la solicitud de
los vecinos de Masaya al carácter inquieto y turbulento de és-
tos y á sugestiones de personas influyentes, que por miras
de interés particular pretendían introducir semejante reforma
en la administración de aquel pueblo. Hacía notar que no
pasaba de veintiuno el número de españoles residentes en Ma-
saya y que todos ellos se hallaban ligados entre sí por víncu-
los de parentesco, lo cual era un gravísimo inconveniente para
elegirlos alcaldes, porque en ese caso la vara no saldría de una
misma familia. Observaba, por último, que se seguirían gra-
ves perjuicios á la Real Hacienda si se hubiese de conferir
la facultad de recaudar los impuestos fiscales á los alcaldes
ordinarios, porque estando éstos, según la ordenanza, exentos
de afianzar el ramo de tributos, sería difícil hacer efectiva en
caso necesario la responsabilidad en que incurriesen.
El Fiscal de la Audiencia, Licenciado don Diego Piloña,
en su pedimento fecha 23 de abril, apoyó las observaciones
hechas por el Jefe de esta Provincia. Dijo que la pretensión
de los vecinos de Masaya no demostraba otra cosa sino que á
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 361

la sazón eran más insubordinados y díscolos que en otros tiem-


pos: que no sería conveniente convertir la subdelegación de
aquel partido en alcaldía ordinaria, amovible cada año, tanto
por las razones que el Intendente de Nicaragua había expues-
to en su informe, cuanto porque haciéndose tal innovación en
un distrito compuesto de numerosos pueblos, la jurisdicción
de los alcaldes de Masaya llegaría á ser mucho más extensa
que la de los de León, Granada, Rivas y aun Guatemala.
Con objeto de demostrar que había en Masaya suficiente
número de personas aptas para ejercer empleos políticos y mi-
litares, el Escribano Muñoz presentó al Gobierno Superior una
certificación expedida por don Marcelo de los Santos Porras,
Cura de aquel pueblo, en la que hacía constar, que según los
libros de bautismos y el último padrón practicado en su felí-
gresla, se contaban en ésta los siguientes vecinos españoles,
todos de edad de veinticinco hasta sesenta años: el Teniente
Coronel don Luis Blanco, el Capitán don Juan Ignacio Ba-
rrios, el Teniente don Máximo Avilés, el Administrador de Co-
rreos don José Gregorio Bolaños, don Manuel Esteban Avilés
(que había ejercido interinamente la subdelegación del Parti-
do), el Teniente don Justo Abaunza (que era á la sazón Sub-
delegado de Nicoya), don José Beibedea, don Leopoldo Ruiz
de Avilés, don Leoncio Echeverría, don Francisco Barrios, don
Valerio Barrios, don Cayetano Noguera, don Luis y don Fer-
mín Osorno, don Pablo Avilés, don José Antonio Urtecho, don
Manuel Avilés, don Gregorio Marenco, don Francisco Esteban
Matus, don Andrés Tomé y don Diego Pons, y más de tres-
cientos pardos que poseían algunos bienes y en quienes podía
recaer la elección de alcaldes ordinarios.
Por el artículo 11 de la Real Ordenanza de Intendentes es-
taba dispuesto, que en las ciudades, villas y lugares de espa-
ñoles, en que hubiese competente vecindario, se estableciesen
alcaldes para la buena administración de justicia, y la segu-
ridad de los intereses fiscales que debiesen entrar en su po-
der, conforme á lo que en la misma Instrucción se disponía.
No obstante esa disposición, el Asesor ordinario Jáuregui, opí-
nó por que se desechase la solicitud de los vecinos de Masaya,
por inoportuna, aunque reconoció que según la ley debía pro-
362 HISTORIA DE NICARAGUA

cederse al establecimiento de alcaldes ordinarios en aquel pue-


blo, aunque el Subdelegado continuase gobernando todo el
Partido.
Para dictar con mejor acierto su resolución definitiva so·
bre este punto, el Presidente del Reino pidió informe al Bri-
gadier don Cayetano de Ansoátegui, quien lo expidió en 7 de
septiembre del propio año de 1802. La opinión de este funcio-
nario, fué también adversa á la solicitud de los vecinos ,de
Masaya, la que fué por fin desechada en acuerdo fecha 23 del
mismo mes.
El Intendente don José Salvador, había establecido desd€
los primeros affos de su gobierno la costumbre de que ocu-
rriesen personalmente á la capital de la Provincia, los alcal ·
des indios, á pedir la confirmación de sus nombramientos.
Esta obligación era común á los alcaldes salientes y á los elec-
tos para el desempeño de ese cargo, y se había impuesto con
el objeto de que los que dejaban el destino diesen cuenta de
sus actos, y los que entraban á desempeñarlo fuesen instruidos
convenientemente en las obligaciones que iban á contraer.
Además de ese viaje que los alcaldes indios debían efectuar
cada año, estaban obligados á concurrir personalmente en el
mes de mayo, ó en el de junio, al paseo del real pendón, que
se hacía con la mayor solemnidad en la capital de la Pr.'J-
vincía.
El 23 de noviembre de 1802, los vecinos de Chinandega,
se quejaron ante el Gobierno Superior de las molestias que
con esos viajes se ocasionaba á todos los pueblos de la In·
tendencia, particularmente á los que como Nicoya, estaban si·
tuados á gran distancia de León. Fuera de los crecidos gastos
que para tan larga caminata tenían que hacer los alcaldes,
estaban gravados con la obligación de satisfacer al Inten-
dente doce reales que por la confirmación de las elecciones
les pedía.
Sin atender á las razones que el Gobernador adujo en apo-
yo de las providencias que habían motivado la representación
de los vecinos de Chinandega, el Presidente del Reino acordó
en 15 de marzo de 1803, que no se obligase á los alcaldes in-
dios á pasar á la capital en solicitud de la confirmación de
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 363

sus nombramientos, y que el Intendente, conformándose con


lo dispuesto en el artículo 14 de la Ordenanza, comunicase por
medio del respectivo Subdelegado, la aprobación ó reforma
que de ellos hiciese.
En 1803 y 1806, el Gobernador de esta Provincia sostuvo
graves disputas con el Ayuntamiento de Rivas, por haber el
primero anulado las elecciones de alcaldes y otros empleos
concejiles, practicadas en personas que carecían de capacidad
legal para ejercerlos. El Gobierno del Reino resolvió esas
cuestiones, declarando que el Gobernador Intendente bahía
procedido con arreglo á la ley.
En 13 de julio de.1804, fué nombrado don Justo Abaunza,
Subdelegado del Partido de Subtiaba, por renuncia que de ese
destino presentó don José Guerrero y Arcos. Varias quejas
habían dirigido los indios contra Guerrero, atribuyéndole abu-
sos en el ejercicio de su empleo; pero él se defendió victorio-
samente de los cargos que se le hicieron y acreditó con infor-
maciones de testigos imparciales y con documentos incontes-
tables, la buena conducta que en su desempeño había obser-
vado. El nombramiento de Abaunza fué hecho contra la opinión
del Gobernador de la Provincia, quien había presentado para
la provisión del destino una terna compuesta de los señores
Juan Parajón, Carmen Salazar y Cornelio Ramírez.
Al propio tiempo que proveía á las necesidades del gobier-
no interior de estos pueblos, no desatendía don José Salvador,
el cuidado y conservación de los intereses del fisco, el progre-
so de la navegación y comercio y la seguridad del territorio
contra los ataques con que lo amenazaban ingleses y mosqui-
tos. No se libró, con todo, de las acusaciones del Presidente
y Capitán General, con quien sostuvo en 1802, una ruidosa po-
lémica relativa al descubrimiento de un valioso contrabando.
Con fecha 17 de octubre de 1803, el Rey puso término á esas
cuestiones, por medio de una real cédula dirigida al Presidente
de Guatemala, en la qué le decía lo siguiente:
«De resultas de las ocurrencias y disputas suscitadas en-
tre vuestro antecesor y el Intendente de León de Nicaragua,
sobre el conocimiento de la causa para averiguar la legitimi-
dad de los registros con que arribaron á la boca del río de
364 HISTORIA DE NICARAGUA

San Juan, dos goletas con rico cargamento, procedentes de


Santiago de Cuba y río de Acha, y ocurrencias con la Junta
Superior, disteis cuenta en carta de 3 de octubre de 1802, que
sería muy indecoroso quitar al Tribunal Superior el conoci-
miento de un asunto que llegó á él porque el inferior que lo
reclamaba no tuvo toda la vigilancia necesaria para averi-
guarlo en sus principios: que si el referido Intendente de León,
hubiese sido el primero en promover la investigación del con-
trabando, estaría bien adaptado el artículo 240 de la Instruc-
ción de Intendentes en que se apoya; pero que no habiéndolo
verificado así y dejado pasar cuatro meses las actuaciones, juz-
gábais sus recursos fuera de tiempo, importunos, y á él por
tíigno de que se le reprendiese, pues como Intendente debió
hacer sus pesquisas sobre la naturaleza y clase de él, arbitrio
de los barcos y sus efectos, aun cuando no hubiesen llegado á
sus oídos rumores de ser cargamento de contrabando, cuyo
decuido había sido causa para las activas providencias del ci­
tado vuestro antecesor con el fin de cortar y castigar los ex-
cesos que se iban á cometer; y que habiéndolo logrado efec-
tivamente, nadie dudaría que sería un notable desaire privar
á vuestras facultades del conocimiento de este asunto para
dárselo á otro inferior, cuya falta de celo motivó se ejecutase
un contrabando que se había verificado.
»Visto este asunto en mi Consejo de las Indias, con lo re-
presentado acerca de él por la Junta Superior, y el referido
Intendente, con lo que en inteligencia de todo, informó la Con-
taduría General, y me expuso mi Fiscal, he resuelto, á virtud
de consulta de 12 de junio de este año, declarar, como por
esta mi real cédula declaro: que corresponde el conocimiento
de este asunto en 1ª instancia, al insinuado Intendente, con
las apelaciones la Junta Superior, y de ésta, al insinuado mi
á

Consejo en Sala de Justicia; y en consecuencia os ordeno y


mando, remitais dicha causa á la misma Junta de que sois
Presidente en el estado que tuviere, dando cuenta con testi-
monio de lo actuado, como debisteis haberlo hecho; en cuyo
caso se habría podido calificar la omisión de dicho Intendente
y tomarse desde luego acerca de ella y de lo principal de las
expediciones la providencia correspondiente: en la inteligencia
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 365
de que con esta fecha se previene lo conveniente la insinuada
á

Junta y también á los gobernadores de Comayagua, San Sal-


vador, Nicaragua y Ciudad Real, en cuanto á la cédula de 2 de
febrero de 1800, que les circuló el insinuado vuestro antecesor,
por ser así mi voluntad, y que de la presente se tome razón
por la Contaduría General y el citado mi Consejo.»
Por esta época arribó al puerto del Realejo un buque es-
pañol armado en guerra, denominado El Activo y al mando
del Capitán don Salvador Menéndez Bruna. Esta embarcación
estaba destinada por orden del' Virrey de Nueva España, á ex-
plorar la costa desde Acapulco hasta Sonsonate, el Golfo de
Conchagua y otros puntos del Pacífico, y á investigar si los
ingleses, abusando de la convención celebrada entre los gabine-
tes de Madrid y de Londres relativa á la navegación en el mar
del Sur, habían formado algunos establecimientos en la costa.
El bergantín fondeó en el Realejo, porque habiendo esca-
seado los víveres, su Comandante se vió en la necesidad de
proveerse de ellos. El Gobernador Intendente, de acuerdo con
la Junta Provincial de Hacienda, ordenó que se surtiese el na-
vío de Menéndez de abundantes provisiones y de todos los so-
corros que necesitaba para continuar la navegación, y los gas-
tos que con este objeto se hicieron fueron aprobados por la Jun-
ta Superior del Reino.
Debiendo establecerse en León un destacamento de treinta
hombres del regimiento fijo, según órdenes del Capitán Gene-
ral, el Gobernador de la Provincia acudió con diligente pres-
teza á proporcionarles alojamiento y ordenó se les suministra-
sen las camas necesarias, otros objetos precisos para el ser-
vicio de la tropa y real y medio diario para luces.
El 13 de octubre de 1801 á las cinco de la tarde llegó a viso
al Subdelegado del Partido del Realejo, de que el día anterior,
al pasar por la travesía dos piraguas cargadas con artículos
mercantiles, habían sido sorprendidas por una embarcación in-
glesa tripulada por tres individuos de esa nación. Estos obli-
garon á los patrones de las piraguas ir á bordo de un buque
á

británico que se hallaba fondeado en el puerto. Llegados á


él, les mandó el Capitán que descargasen sus mercancías, cuyo
valor pasaba de ochocientos pesos de principal, y habiéndolo
366 HISTORlA DE NICARAGUA

verificado prontamente, los despachó á sus destinos, quedán-


dose el inglés con el rico cargamento y con algunos mozos á

quienes hizo prisioneros por considerarlos conocedores de la


costa.
La inquietud que este suceso produjo en León fué extra-
ordinaria, particularmente en las personas dedicadas al co-
mercio por el mar del Sur. Considerábanse amenazadas para
lo futuro y preocupábales la consideración del completo aban-
dono en que el Gobierno mantenía al Realejo y la ninguna
garantía que prestaba al comercio, no ya para robustecerlo y
ensancharlo, pero ni aun para mantenerlo en la corta esfera á
que se hallaba reducido.
El Guarda mayor de aquel puerto sólo contaba con un pe-
queño barco para las atenciones del real servicio. Esa embar-
cación había sido tomada á los ingleses, pocos años antes, en
las costas de Sapasmapa; pero por su débil construcción y
mal estado era inútil para cualquiera expedición que se inten-
tase ejecutar mar á fuera, y se empleaba únicamente en las
visitas que el Guarda hacía á los buques que llegaban al puer-
to. En 1802 acordó el Gobierno Superior que se refaccionase
esa lancha, á efecto de ver si podía dedicarse á otros usos más
importantes. Sin embargo, nada se logró con esas reparacio-
nes, por lo que los empleados de hacienda determinaron ven-
derla.
La Real Junta Superior autorizó en 1804 al Intendente de
esta Provincia para gastar cuatrocientos dieciocho pesos en
la construcción de una lancha destinada á resguardar el puer-
to del Realejo.
El Comandante General de la defensa, Brigadier don Ca-
yetano de Ansoátegui, no descuidaba un instante el cumpli-
miento de las delicadas funciones de su cargo y procuraba
mantener con toda regularidad el servicio militar, así en la
plaza de Granada, como en el puerto de San Juan y castillo
de San Carlos. Habiendo tenido noticia de que la embarcación
grande que se empleaba para conducir víveres á la fortaleza
había sido arrojada por un viento tempestuoso contra unas
peñas y héchose pedazos, y considerando que no era prudente
exponer al mismo peligro la goleta Beqoña, que era la mejor
LlB. vnt.-cAP. x.-DIFICULTADES, ETC. 367

de todas las embarcaciones que tenía el Gobierno en el lago


de Granada, pidió autorización al Capitán General del Reino
para hacer construir otro barco que repusiese al perdido. En
2 de enero de 1801 se le facultó para proceder á la fábrica de
la nueva embarcación, sin necesidad de obtener previamente
la aprobación de su avalúo, pero recomendándole observase en
el gasto la mayor economía.
En el mes de septiembre del propio año, ordenó la Junta
Provincial de Hacienda, por indicación del Teniente de ofi-
ciales Reales, don Roberto Sacasa, que se comprase á don Juan
Zavala el buque denominado San Hipólito, que desde algunos
años antes había tomado el Gobierno para la defensa del Des-
aguadero de la laguna de Granada. Esa embarcación fué des-
tinada al transporte de ganados y víveres á la fortaleza de San
Carlos.
A principios de 1801 se mandó abrir un foso en el casti-
llo, y por solicitud de Sacasa se ordenó que en San Salvador
fuesen fabricadas las herramientas necesarias para ese objeto.
El día 11 de octubre de 1802 un fuerte huracán causó gran-
des estragos en la fortaleza y puso en peligro de ser comple-
tamente arruinada la población formada en San Carlos. El
viento derribó la mayor parte de las casas de palma, los tres·
cuarteles de milicias, la galera de la marina, la pequeña habi-
tación de la guardia del muelle, y sólo dejó en pie las de dos
oficiales veteranos, la del capellán y la del cirujano de la
tropa. Experimentaron también graves daños las casas de
teja, que eran la de la Comandancia, la capilla, el Morro, la
Avanzada y otras tres pertenecientes á la fortaleza.
La fuerza del huracán fué tan grande, que los barcos de
transporte que se hallaban fondeados á dos anclas no pudieron
soportar las corrientes, marejadas y viento, y fueron todos
arrastrados á largas distancias: la balandra Mercedes, por más
diligencias que se hicieron para detenerla no halló auxilio has-
ta la isla de Aguacate: la goleta Santa Ana, por ser algo más
fuerte, resistió hasta un poco más abajo de la loma del Morro:
El Champán del Rey y otras embarcaciones menores se va-
raron cerca del Hospital.
Las aguas del lago de Granada, extraordinariamente au-
368 HISTORIA DE NICARAGUA

mentadas por la lluvia se comunicaron con el río de San Juan


por la parte de atrás del Castillo: los plátanos y muchos otros
árboles de la montaña fueron derribados por la fuerza del
viento y los gamalotes que arrastraban las aguas en su im-
petuosa corriente se juntaron en la boca del río Frío, de suerte
que la cubrieron. La continua marejada que daba en la falda
de la loma del Morro derrumbó una parte de ella.
El Comandante de la fortaleza, al dar noticia de este su-
ceso al Gobernador de la Provincia, le aseguraba que en todo
el tiempo de su mando no se había experimentado en San
Carlos un estrago semejante, y le pedía dictase las providen-
cias necesarias para remediar en lo posible los daños recibidos.
El Gobernador hizo reunir el día 21 de octubre, á los em-
pleados que componían la Junta Provincial, y eran: el Ase-
sor ordinario don Miguel de Bustamante, el Contador don Juan
Raquejo, el Tesorero don Antonio Aguado, el Fiscal y defen-
sor de Real Hacienda don Nicolás Buitrago, quienes teniendo
á la vista los informes dirigidos al Gobernador, por el Co-
mandante de San Carlos, resolvieron que se procediese inme-
diatamente á levantar de nuevo la cocina del fuerte, las habi-
taciones de las criadas, la galera de la marina, la casa de la
guardia del muelle y uno de los tres cuarteles de milicias que
habían sido destruidos. Todas estas obras debían techarse con
palma como lo estaban anteriormente, y para su construcción
habrían de aprovecharse todos los materiales útiles de las arrui-
nadas. En cuanto á las casas de teja que servían de habita-
ción á los oficiales veteranos, al capellán y al médico de la
guarnición, ordenó la Junta que se hiciesen en ellas las repa-
raciones necesarias para ponerlas en estado de ser habitadas.
Acordó, por último, que el Comandante .don Francisco Muñíz,
enviase al arsenal de Granada las embarcaciones que hubiesen
experimentado deterioro, á consecuencia del huracán; y que el
Teniente de la Real Caja de Granada, mandase las que fuesen
necesarias para las atenciones del servicio en el fuerte. En
todos los gastos indispensables á la construcción de los edi-
ficios de San Carlos y á la reparación de los barcos, debían
proceder, tanto el Comandante como el Teniente de oficiales
con la mayor economía, sin hacer otros que los muy precisos,
LIB. VIII.-CAP. x.-DIFICULTADES, ETC. 369

y debiendo llevar cuenta exacta de la inversión de los fondos


que para ese objeto les fuesen suministrados.
Muy oportunas fueron las providencias dictadas por Ias
autoridades de esta Provincia para mejorar el fuerte de San
Carlos y hacer en él las reparaciones necesarias á los dete-
rioros causados por el huracán del 11 de octubre de 1802; pues
apenas habían transcurrido siete meses desde ese lamentable
acontecimiento, cuando ya los salvajes de la costa de mosqui-
tos amenazaban con sus devastadoras invasiones el territorio
de esta Provincia.
El 25 de mayo de 1803, ochenta mosquitos, al mando de
un general y dos capitanes se presentaron en la boca del río
de San Juan y pidieron al jefe del establecimiento español que
allí existía, quince fusiles, pólvora, balas, tres casacas galo-
neadas, tres platos con sus cubiertos y un jarro, todos de pla-
ta; tabaco, jabón, dulce y aguardiente; y aseguraron que si
dentro de tres meses no se les tenían prevenidos esos objetos,
darían fuego á la casa y matarían á los soldados de la guardia.
El Comandante del fuerte de San Carlos, tan luego como
tuvo noticia de lo que ocurría en la boca del San Juan, dirigió
con exprofreso un parte al Jefe de la plaza de Granada. Este
funcionario, considerándose sin medios suficientes para pre-
venir el conflicto con que los mosquitos amenazaban, comuni-
có al Capitán General del Reino las noticias recibidas y le pi-
dió instrucciones sobre el particular.
Con fecha 22 de julio contestó el Capitán General don An-
tonio González al Comandante de Granada, ordenándole que
reforzase la vigía de la boca del río de San Juan, con un ofi-
cial, dos sargentos, cuatro cabos y veinte granaderos, bien
equipados de armas y municiones, para defender el puerto á
toda costa. Las instrucciones que para la defensa de aquel
punto militar comunicó el Capitán General al Comandante de
Armas de Granada, fueron las siguientes:
«1ª Se han de hacer aspilleras en las paredes de la casa,
y de la parte de afuera se formarán apostaderos, situados de
manera que se defiendan unos de otros, para lo cual se baja-
rán por el río el ramaje ó faginas necesarias, si hubiese quien
supiese hacerlas.»
III.-24
370 HISTORIA DE NICARAGUA

«2� Luego que lleguen á avistarse las embarcaciones de


los mosquitos, se ocultarán las tropas, menos aquel pequeño
número de destacamentos; si hiciesen mensaje ó parlamenta-
rio los indios, no se les permitirá que bajen tierra más que
á

uno ó dos, á quienes se les manifestará que si quieren la amis-


tad sin regalos, la tendrán de los españoles; pero que si in-
sistiesen en la atrevida solicitud de que se les han de dar,
experimentarán el valor de las tropas del Rey de España; y
continuando en su demanda los moscos, se les mandará alejar.
Pero si no obstante, emprendiesen su desembarco, se dejará
lo ejecuten; y cuando estén á medio tiro, se levantarán las tro-
pas detrás de los apostaderos y les harán fuego graneado vivo,
defendiéndose hasta con el arma blanca, si la acción llegare
á ese caso, pues conviene conozcan los moscos que no se les
teme y castigar al mismo tiempo su atrevida petición é inti-
mación de quemar la casa y pasar á cuchillo la vigía si no se
les concede lo que solicitan.»
El Comandante de Granada transmitió inmediatamente es-
tas instrucciones al del fuerte de San Carlos, enviándole el re-
fuerzo de tropas y los elementos necesarios para que con la de-
bida oportunidad se diese cumplimiento á
lo que en la orden
superior se prevenía.
Los mosquitos tuvieron, sin duda, conocimiento de las pre-
vencíones que en el puerto de San Juan se hacían para repe-
lerlos; por lo que desistieron de su atrevida empresa, ó por
lo menos dejaron su ejecución para ocasión más propicia.
Transcurridos algunos meses, sin que la invasión de los
mosquitos se efectuase, creyó el Gobierno Superior del Reino
que ya había pasado todo peligro, y ordenó en 7 de octubre.
el retiro del destacamento y artillería enviados al puerto de
San Juan: los que debían quedar en el fuerte de San Carlos
mientras no se expidiesen nuevas órdenes. El Gobernador
Intendente, dando cumplimiento á
esta disposición, previno al
Comandante de la fortaleza, que sin tardanza alguna dispu-
siese la traslación de las tropas y pertrechos al castillo, y á
fin de que la falta de dinero no fuese inconveniente para lle-
varla á efecto, ordené al Teniente de la Caja subalterna de
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 371

Granada que facilitara todos los auxilios que el Comandante


le pidiese.
Pero contra lo dispuesto por el Intendente de la Provincia,
mandó el Comandante General de la defensa, Brigadier An-
soátegui, que permaneciese en el puerto un oficial con treinta
y seis soldados de infantería y cinco artilleros, hasta no reci-
bir nuevas instrucciones del Gobierno.
Por un oficio del Comandante interino del fuerte, Teniente
don Jacinto Calomer, supo el Presidente del Reino que aun
no se habían cumplido sus órdenes relativas al retiro del des-
tacamento enviado al puerto de San. Juan. Reiterólas en co-
municación fecha 7 de marzo de 1804, dirigida al Intendente
de Nicaragua, y entonces fueron puntualmente ejecutadas.
Acababan de regresar á San Carlos los granaderos que para
defensa del puerto de San Juan había mandado colocar en
este punto el Capitán General del Reino, cuando nuevas ocu-
rrencias en que se descubría la actitud hostil de los zambos,
hicieron comprender cuán precipitadas é inoportunas habían
sido las órdenes que para su retiro se habían expedido en Gua-
temala.
Con fecha 24 del propio mes de marzo el Comandante de
Matina comunicó al Gobernador de Costa-Rica, don Tomás
Acosta, que el día anterior había recibido aviso de la vigía de la
boca de este río, de haberse presentado en ese punto tres zam-
bos, llegados á tierra por la raya de Muin, los que solicitaron
hablar con el Comandante don Eugenio Guzmán. Trasladóse
éste al paraje denominado «Bonilla» y allí encontró á los zam-
bos, á quienes interrogó por medio del intérprete Manuel Ha-
negas sobre el objeto de su viaje. Uno de ellos respondió
que era General de la marina mosquita y gobernador en La-
guna de Perlas, y que en aquellos días manteníase en la ense-
nada de Blanco haciendo pesca de carey, como con cuarenta
canoas y los correspondientes soldados, álos que se agrega-
rían dentro de una semana muchos zambos más que debían
llegar con igual objeto en quince embarcaciones. Manifestó
que el fin para que había solicitado aquella entrevista con el
Comandante Guzmán era el de que éste le hiciese saber qué
motivo existía para que en la boca del río de San Juan, cada
372 HISTORIA DE NICARAGUA

vez que pasaban los zambos se les hiciese fuego, tanto por los
soldados de la guarnición española, como por los tripulantes
de unos barcos que bogaban á inmediaciones del puerto. Este
proceder era para el General mosquito tanto más extraño cuan-
to que los zambos no ocasionaban daño alguno á los españoles
que moraban en aquel punto. También suplicó á Guzmán que
hiciese conocer al Intendente de Nicaragua la inhumana con-
ducta de la guardia del San Juan, la que con esas frecuentes
é injustas provocaciones causaba desgracias á los indefensos
pescadores de carey, y que le notificara asimismo, que para
- el mes de mayo, en que volverían al puerto, tuviese prepara-
dos unos zurrones de cacao, un poco de dulce, tabaco, aguar-
diente, jabón, una banda y una pieza de cinta, que por medio
de ellos pedía el rey de los zambos.
Muy pocos días después llegaron al mismo lugar en que se
hallaba el Comandante, tres negros curazaos, que repitieron
las exigencias de los zambos, agregando que un número cre-
cido de éstos se preparaba á entrar por el río Colorado y ba-
jar á acometer á la guarnición del puerto de San Juan.
El Gobernador Acosta comunicó todas estas importantes
novedades al Intendente don José Salvador, en carta fecha
30 de marzo.
Al divulgarse en Granada y León tales noticias, los comer-
ciantes de ambas ciudades se llenaron de inquietud, especial-
mente aquellos que poseían embarcaciones en el lago y en
el río.
El Coronel de milicias don Joaquín Arechavala, como apo-
derado de don Francisco Crespo, don Mariano Murillo y don
Roberto Sacasa, se presentaron ante el Gobernador Intenden-
te de la Provincia, manifestándole que se tenían noticias cier-
tas de que los zambos intentaban asaltar nuestras costas por
el puerto y río de San Juan, y que según acreditaba la expe-
riencia, de esos ataques resultaban graves perjuicios á la ma-
rina real y mercante, y los bárbaros acostumbraban robar los
intereses que esas embarcaciones contenían, incendiar algunas
de ellas, hacer prisioneras sus tripulaciones, matar ó herir á
los soldados del destacamento que resguardaba la boca del
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC.

río y ejecutar otras hostilidades perjudiciales al público, al co-


mercio y al gobierno.
Tenían á la sazón los señores Crespo, Murillo y Sacaca, dos
buques anclados en el puerto de San Juan, y esperaban otros
que debían llegar pronto de Cartagena y la Habana, cargados
con crecidos intereses de su respectivo comercio. Preocupá-
bales, pues, el justo temor de que unos y otros fuesen ataca-
dos por los zambos, si éstos llegasen á poner en ejecución sus
recientes amenazas; y este recelo subía de punto al considerar,
que por el retiro del corto destacamento destinado el año an-
terior á reforzar la guarnición del puerto, se hallaba éste casi
abandonado é indefenso.
Era natural suponer que los zambos, sabedores de esta
circunstancia, se aprovechasen de tan favorable ocasión para
ejecutar sin mucho peligro de su parte la invasión proyecta-
da, contando acaso con el auxilio de los ingleses, que por esa
época se habían aliado nuevamente con las tribus salvajes de
nuestras costas del Norte, á causa de la guerra entre la na-
ción británica y la francesa.
El Coronel Arechavala pedía al jefe de esta Provincia que
dictase las providencias más oportunas á fin de evitar el pe-
ligro que amenazaba los comerciantes; y proponía como una
á

de las más eficaces medidas de seguridad, la de poner en la


isla del Muerto, situada dentro del mismo puerto de San Juan,
una fuerza numerosa y bien equipada, capaz de contener á los
enemigos en caso de un ataque.
Para expedir con mejor acuerdo su resolución, quiso el
Intendente Salvador oír el dictamen de alguna persona cono-
cedora del paraje en donde se proponía por parte de los co-
merciantes la colocación del resguardo. Y considerando que
don Pedro Brizzio, Arcediano de la Catedral de León, poseía
los conocimientos militares y prácticos necesarios á ese obje-
to, por haber sido en años anteriores Teniente Coronel del Re-
gimiento fijo y Comandante en diversos puntos de la costa
atlántica, le pidió informe sobre la situación de aquellos lu-
gares y sobre las determinaciones que convendría dictar para
proteger el comercio contra las hostilidades de los zambos.
Con fecha 28 de abril dió el Arcediano su informe, en el
374 HISTORIA DE NICARAGUA

cual, apoyando la solicitud de los comerciantes, hizo observar


que los mosquitos y zambos podían con facilidad organizar una
expedición de seiscientos sesenta hombres en cincuenta y cin-
co canoas y acometer de ese modo los buques mercantes que
á

se hallaban fondeados en la boca del río de San Juan y á la


corta guarnición del puerto. En concepto de Brizzio podían
muy bien los zambos unidos en muchas piraguas desde las cos-
tas de Matina subir por río Colorado, derrame del de San
Juan, y bajando por éste á la boca, sorprender de noche al
destacamento y buques en el puerto, sin ser vistos más que en
el instante mismo del acometimiento; y como vendrían en gran
número y en muchas embarcaciones, sería imposible á los es-
pañoles defenderse con probabilidades de buen éxito.
Para dar seguridad al comercio, consideraba necesario si-
tuar en la boca del río de San Juan, sesenta hombres de ar-
mas, con sus oficiales, cuatro cañones de campaña y sus res-
pectivos artilleros, y que esta guarnición fuese provista de
buenas municiones de guerra y boca, porque hallándose el puer-
to á cincuenta leguas de distancia del fuerte de San Carlos,
los víveres que de este último se enviasen allá se corromperían
en la navegación y causarían grave daño á la salud de los sol-
dados. Hacía observar, que ningún puerto habilitado se ha-
llaba en tan completo abandono y tan desprovisto de auxilios
como el de San Juan, debido sin duda á la lejanía á que se
hallaba de las poblaciones principales, y que pocos se encon-
traban tan expuestos como él á ser atacados por enemigos
exteriores, á causa de su inmediación á los territorios que ocu-
paban los zambos y mosquitos, quienes aunque no siempre
fuesen adversarios declarados de los españoles, mantenianse
en actitud hostil, estimulados por sus instintos salvajes, por
su falta de religión y de leyes, por la miseria en que vivían y
por el resentimiento que contra las autoridades del Reino con-
servaban, porque, habiendo éstas ofrecídoles su amistad y
protección en nombre del Soberano, para retraerlos de su alian-
za con los ingleses, no les habían cumplido aquellas promesas
y los mantenían en completo olvido.
El Arcediano comparaba esta culpable indiferencia de los
empleados españoles, con la astucia y habilidad de los ingle-
LIB. VIII.-CAP. x.-DIFICULTADES, ETC. 37:í

ses, quienes halagando á los mosquitos y regalándoles con ro-


pas ordinarias, vestidos viejos de los baratillos de Londres,
anzuelos, harpones, lanzas, escopetas, pólvora y plomo para
sus pesquerías y cazas, habían logrado, no sólo mantenerlos
contentos y agradecidos, sino también dispuestos á entregar-
les sus mujeres é hijos, á servirles en sus empresas y aun á
sacrificar sus propias vidas en las constantes expediciones pi-
ráticas que contra esta Provincia dirigían.
Insistiendo en condenar el descuido con que las autorida-
des habían visto los asuntos de la Mosquitia, decía Brizzio:
«Han ocurrido en persona dos de los jefes moscos al señor
Capitán General del Reino, pocos años ha, á suplicarle de su
mediación para implorar la piedad de nuestro Soberano en su
amparo y para el cumplimiento de las promesas que se les hi-
cieron: este ocurso personal no se puede juzgar como de na-
ción indiferente y enemiga; y hallo que tiene visos de humil-
de súplica. Y parece que no han logrado nada más que pro-
mesas, pues se mantienen en el más deplorable abandono; y
la desconfianza produce desesperación, y ha causado atroci-
dades, y podrían muy bien suceder otras si no se ocurre al
remedio con toda prontitud.s
Recordaba en seguida el terrible estrago, causado poco
tiempo antes por los zambos en el establecimiento de río Tin-
to, en donde habían pasado á cuchillo toda la guarnición espa-
ñola, robado las municiones de guerra y boca y demás reales
intereses y dejado la población abandonada y desierta; y ha-
cía notar, que si en aquel punto, guarnecido por un presidio
considerable, habitado por numerosos pobladores y asegurado
con un buen reducto y suficiente artillería, había sido imposi-
ble resistir el ataque de las hordas salvajes, con mayor razón
debía temerse á éstos en la boca del río de San Juan, en donde
no existía más que un pequeño resguardo, compuesto de pocos
soldados, mal provistos de armas, municiones y víveres y ex-
puestos en todo momento á ser víctimas de los bárbaros mo-
radores de la costa. Y consideraba que aun en el caso de que
éstos no intentaran por entonces ningún ataque á la guarnición
del puerto, era de temer, por lo menos, que se hallasen dis-
puestos á continuar ejerciendo la piratería, para lo cual podían
376 HISTORIA DE NICARAC.UA

con facilidad subirse por uno de los brazos del San Juan, sin
ser vistos por el destacamento de la Boca, y emboscados en
las angostas espesuras de sus orillas, sorprender y atacar á
cuantas piraguas subiesen ó bajasen por el río.
Concluía el Arcediano su informe con estos notables pá-
rrafos:
«Hay, decía, en este Reino órdenes de su Magestad para
poblar la bahía de Bluefields, paraje muy adecuado para hacer
allí una ciudad marítima, por haber en sus inmediaciones de
todos materiales, fondeaderos para fragatas, una entrada sola
en la bahía que se extiende en más de seis leguas de circun-
ferencia, facilísimo y poco costoso para fortificar, con una co-
municación por tierra á las sabanas de Chontales de cuatrc
días cortos de camino, y éste abierto, juzgo poder andarse
ruedas: este paraje, que dista diez y seis leguas al Norte de
la boca de San Juan, debería ser el punto céntrico del comer-
cio de esta Provincia, donde debiera haber fortificación res-
petable, su regular guarnición, sus ministros de Real Hacien-
da, almacenes, etc. En ésta todos los zambos ofrecerían sus
brazos para el real y particular servicio, en pocos años SE: ha-
rían almas de Jesucristo y de la Santa Iglesia y esclavos del
Soberano. Se mantienen en olvido aquellas reales órdenes:
hasta ahora no habrá llegado aún su tiempo.»
«El práctico conocimiento que tengo de las naciones zam-
bas y mosquitas, entre las cuales he vívido dos años en el Cabo
de Gracias, donde me ocurrían de tuda la costa y todas sus
habitaciones, me persuade que por las razones expuestas son
capaces de acometer á cualesquiera buques y á la guarnición
en el Puerto boca de San Juan; y en este concepto no debe
ser morosa la precaución de asegurarlo, porque si sucediera
lo que se supone sucederá, seguramente sería una ruina irre-
parable y lamentable para siempre, para el comercio de los in-
teresados y de toda esta Provincia.»
«El apasionado amor que siempre he profesado á nuestro
amantísimo Soberano y á la Nación, en treinta y dos años de
servicios en sus ejércitos, me estimula á explicarme en estos
términos, como agradecido á las mercedes y favores que les
he merecido. Podría extenderme más, como igualmente apa-
LIB. VlII.--CAP. X.-DlFICULTADES, ETC. 377

sionado de esta pobre Provincia, que veo miserable, pudiendo


por sus proporciones ser la más fecunda, feliz y rica de todas
las de estas Américas.»
Grave impresión causó al Gobernador y la Junta de Gue-
á

rra de esta Provincia, el expresivo informe dirigido por el Ar-


cediano don Pedro Brizzio, á quien consideraban como la per-
sona más apta para juzgar en todo lo que tuviese relación
con la costa de mosquitos. Reuniéronse, pues, aquéllos en
León el 28 de abril del propio año de 1804, y acordaron que para
el resguardo y defensa de los tres buques mercantes que es-
taban próximos á llegar á la boca del río de San Juan y de
los que en aquella sazón encontrábanse allí, se despachasen
de Granada con la mayor prontitud posible setenta y cinco
hombres con tres oficiales, todos del regimiento fijo de infan-
tería de este Reino : que si �o pudiese completarse ese núme-
ro con individuos del citado cuerpo, se le llenase con los que
fuesen necesarios del batallón de milicias de aquella ciudad;
y que además se enviasen dieciséis artilleros con cuatro caño-
nes de los existentes en el tuerte de San Carlos. Toda esta
tropa debería, según el acuerdo de la Junta, acampar en la
isla del Muerto, donde se formarían las barracas necesarias
para habitación de los soldados. El Comandante de esa fuer-
za auxiliar, tan luego como hubiese llegado á la boca del San
Juan, mandaría colocar en los barcos mercantes que allí hu-
biese el número de soldados suficientes para su resguardo, é
igual cosa haría respecto de las embarcaciones que se espe-
raban, en cuanto se le diera aviso de haber llegado éstas al
puerto. Todas las demás providencias conducentes al mejor
éxito de la expedición las dejó la Junta al cuidado y prudencia
del Gobernador Intendente y Comandante General de la Pro-
vincia.
El mismo día 28 se reunió la Junta Provincial de Hacien-
da, con objeto de autorizar los gastos que ocasionara el cum-
plimiento de las disposiciones dictadas por la de Guerra. Aquel
Tribunal consideró urgente, necesario y fundado en las leyes
citadas por el artículo 105 de la Real Instrucción de Intenden-
tes el costo que habría de hacerse en los auxilios al destaca-
mento de San Juan y los buques mercantes, por lo que re-
á
378 HISTORIA DE NICARAGUA

solvió que se ejecutase aquél, procurándose en todo la justa


y debida economía. Mas teniendo en consideración la escasez
de caudales que experimentaba la Real Hacienda en este Reino
y la liberalidad con que el Monarca se había dignado de
hacer puerto menor el de San Juan, libertando por ese medio
al comercio, de todos los impuestos que antes satisfacía, hizo
llamar á los tres comerciantes que habían solicitado para sus
buques la protección del Gobierno, á efecto de que manifes-
tasen si por su parte querían contribuir á los gastos necesarios
para hacer efectivas las providencias dictadas por la Junta de
Guerra. Los tres interesados contestaron que no podían con-
tribuir con cosa alguna, por no hallarse actualmente en acti-
tud de hacerlo, como lo habían verificado en otras ocasiones.
En conclusión acordó la Junta que se consultase lo dispuesto,
con la Superior del Reino, por medio del Presidente y Capitán
General; pero que el Gobernador Intendente no esperase la
resolución de aquel alto Tribunal para poner en práctica las
medidas de seguridad y defensa decretada por la Junta de Gue-
rra, sino que de conformidad con lo prevenido en el artícu-
lo 297 de la Real Ordenanza, anticipase la ejecución de aqué-
llas, por ceder todas en honor de las armas del Rey, en cré-
dito de esta Provincia, y en beneficio de su naciente comercio.
El Comandante de Armas de la plaza de Granada, Briga-
dier don José María Alexandre, el Subdelegado de Real Ha-
cienda don Mateo Espinosa y el Teniente de oficiales Reales,
don Felipe Oconor, demostraron el más laudable empeño en el
cumplimiento de las disposiciones que para el envío de los au-
xilios al puerto de San Juan les comunicó el Gobernador In-
tendente. A principios de mayo ya habían despachado en cua-
tro buques menores la tropa de refuerzo, las piezas de arti-
llería, municiones y víveres suficientes, habiendo gastado en
el envío de esta expedición la suma de 2,353 pesos.
El Capitán General del Reino, don Antonio González, reci-
bió con profundo desagrado la noticia que por el Gobierno de
esta Provincia se le comunicó de haberse prestado á los co-
merciantes don Francisco Crespo, don Mariano Murillo y don
Roberto Sacasa la protección que pidieran para la seguridad
de los intereses que en sus embarcaciones tenían, socorriéndo-
LIB. VIII.---CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 379

se al propio tiempo á la débil y escasa guarnición del puerto


de San Juan. Hallándose aquel alto funcionario próximo á
ausentarse de la capital del Reino cuando recibió el informe
del Jefe de esta Provincia, dejó encargo á don Roque Abarca
de contestarle manifestándole, que era muy extraño el que
por sólo vagas noticias, aceptadas por algunos comerciantes,
sobre ataques de los zambos, hubiesen las Juntas de Hacienda
y Guerra de esta Provincia ordenado el envío de auxilios al
destacamento de la boca del río y á las embarcaciones de par-
ticulares que se suponían amenazadas por aquellos enemigos:
que al dictar semejante providencia habían las Juntas desaten-
dido la orden superior de 22 de julio del año próximo anterior;
y que, por tanto, el Gobierno del Reino desaprobaba lo dis-
puesto y mandaba que inmediatamente se hiciesen retirar á
Granada las tropas de refuerzo enviadas al puerto; previnién-
dose asimismo al Gobernador, que por regla general, cuando
hubiese muy fundadas razones para temer alguna sorpresa por
parte de los mosquitos ó zambos contra las embarcaciones fon-
deadas en el puerto de San Juan, mandase reforzar su vigía
con un oficial, dos sargentos, cuatro cabos y veinte granaderos,
y que este refuerzo sólo debía dilatar mientras durase el pe-
ligro. Así lo comunicó don Roque Abarca al Gobernador In-
tendente de esta Provincia, en comunicación fecha 22 de mayo
de 1804.
No eran tan destituídas de fundamento como el Capitán
General suponía las noticias que acerca de una próxima inva-
sión de los moaquitos y zambos al puerto de San Juan, habían
recibido algunos comerciantes de Granada. En 27 de abril y
7 de mayo del año expresado recibió el Sargento Comandante
de Matina, don Juan Eugenio Guzmán, aviso que le comunicó
José Cortrell, residente en la isla de San Andrés, de haber pa-
sado á Honduras el Rey mosco, acompañado de tres de sus
hijos, con objeto de dirigirse á Jamaica; y que habiendo lle-
gado á esta isla, había hecho una contrata con el Gobernador
británico en virtud de la cual el jefe mosquito se comprometía
á entregar á los ingleses los puertos de San Juan y Trujillo,
recibiendo en cambio tres mil fusiles, Cortrell aseguraba que
la mayor parte de estas armas se hallaban ya en poder de los
380 HISTORIA DE NICARAGUA

mosquitos, y también que el rey de éstos había dirigido órde-


nes á sus tenientes, de que hiciesen reunir á todos los súbdi-
tos dispersos, con objeto sin duda de organizar una expedi-
cion numerosa. Afirmábale más en esta creencia el hecho
de que al divulgarse la noticia de haber vuelto á sus dominios
el Rey mosco, todos los zambos, que en grandes partidas se
ocupaban en la pesca de carey, habían regresado á sus aldeas,
sin esperar que llegara el tiempo en que acostumbraban reti-
rarse de ese trabajo.
El Comandante de Matina dió parte de estas novedades al
Gobernador de Costa-Rica, y éste las transmitió en el acto al
Intendente de Nicaragua, en oficio fecha 12 de mayo. Las
autoridades de esta Provincia no pudieron, sin embargo, hacer
otra cosa que dictar las insignificantes medidas de seguridad,
que por acuerdo del Gobierno Superior, debían tomarse en se-
mejantes casos.
El Gobierno del Reino, si bien se mostraba parco en las
providencias conducentes á dar garantías al puerto de San
Juan contra los ataques que por los mosquitos y zambos po-
dían dirigírsele, manifestaba grande interés y cuidado en la
conservación de las rentas reales, procurando evitar el comer-
cio ilícito que por aquel puerto podía introducirse. Con tal
objeto, estableció por acuerdo de 22 de febrero de 1804, un
guarda de la renta de alcabalas, con la dotación de doscien-
tos pesos al año.
Para determinar con la debida individualidad y el mejor
acierto las funciones que habían de corresponder á este em-
pleado, pidió informe acerca de este punto al Subdelegado de
Granada don Mateo Espinosa, quien lo dió con toda exten-
sión el 9 de marzo siguiente. En él manifestaba que le pa-
r6CÍa muy conveniente el establecimiento del guarda en aquel
puerto, y mucho más si hubiera de conferírsele comisión de
visitar todos los buques que allí fondeasen, tomando razón de
sus cargamentos, sin tocar en el registro y antes de comenzar
el alijo, debiendo extender el guarda las papeletas, que hasta
entonces se dejaban á la confianza de los interesados y po-
niendo á todas las piezas de que se compusiese la carga, la
marca ó marchamo que según las leyes anteriores acostum-
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 381

braba estampar en ellas el Comandante de la fortaleza. Debía


también ser obligación del guarda reconocer por el rol y pa-
saportes toda la tripulación y pasajeros de los buques, y si en-
contrase alguna innovación que indicara sospechas de haber
tocado en otros puertos, y faltas de conducta en la navegación,
debía enviar al Comandante de San Carlos, con el primer ali-
jo, los individuos que resultasen fuera de la nómina ó sin
pasaporte, dirigiendo el correspondiente oficio en el que par-
ticularizaría las circunstancias de su examen verbal y cuales-
quiera otras sospechas que pudiesen dar mérito al Comandante
para dictar disposiciones oportunas, ínterin daba cuenta á la
Subdelegación de Granada. Debería también mandar con el
primer alijo la nota general de las piezas, que hubiese forma-
do en la visita, acompañada del pliego cerrado en que se con-
tuviese el registro, á fin de practicar en la aduana de aquella
ciudad una confrontación general, á más de la particular de pa-
peletas, con lo que se haría el guarda responsable, caso de
no resultar el total número de las que apareciesen en la nota
general de la visita.
En concepto del Subdelegado Espinosa, si el guarda hubiera
de situarse en la misma boca del San Juan úotros puertos
inmediatos, debería tener un buque pequeño, á propósito para
subir y bajar el río, y tripulado con un patrón y dos marine-
ros, ó á falta de esa embarcación, debía facultársele para ocu-
par la que tenía el destacamento del puerto, á fin de que en
ella subiesen los interesados en los cargamentos de buques, al
fuerte de San Carlos: de allí pasarían en otros barcos á la
ciudad de Granada, como lo tenían de costumbre, á buscar
buques de alijo ó á dejar cartas. A todos los interesados de-
bía el guarda proveerles de la correspondiente papeleta, en
que se expresasen circunstanciadamente todas las piezas que
contuviesen la carga y el equipaje, el cual, por el mismo or-
den de alijos, debía ser presentado en el fuerte y en la aduana
de Granada.
Teniendo el guarda esa embarcación, ó por lo menos facul-
tad de usar de la perteneciente al resguardo, se lograrían dos
cosas: l.a primera facilitar á los interesados el medio de pro-
veerse de buques de alijo, en lo que solían experimentar per-
382 HISTORIA DE NICARAGUA

judiciales demoras; y la segunda, precaver al Erario de in-


troducciones fraudulentas, como una que por esa época había
hecho el Capitán de la goleta Santamarteña. Los interesados
deberían pagar el flete del buque menor hasta el fuerte; y de
esos pagos llevaría cuenta el guarda, quien estaría obligado á

practicar las correspondientes diligencias, que eran de costum-


bre en otros puertos para evitar fraudes. Mientras los bu-
ques se hallasen fondeados en San Juan, no permitiría que
las embarcaciones menores se aproximasen á ellos, sin llevar
la necesaria licencia, expedida por la Subdelegación de Gra-
nada ó Comandancia de San Carlos; todo esto á fin de evitar
que con algún pretexto, como el de llevar víveres los buques
á

mayores, se hiciesen introducciones ó extracciones ilícitas ó se


comunicasen noticias que pudieran embarazar la administra-
ción de justicia.
Para que las operaciones del guarda en su destino tuviesen
el más cumplido efecto, sin que experimentara oposiciones, pa-
recía conveniente al Subdelegado que se mandase franquear á

aquel empleado fiscal el auxilio de la guardia del puerto ó el


de la guarnición de San Carlos en casos de mucha entidad; y
que por tanto, la persona en quien hubiese de recaer aquel
destino poseyese las condiciones de probidad, instrucción y ac-
tividad, indispensables para su recto y benéfico ejercicio.
Tales fueron las indicaciones que el Subdelegado de Gra-
nada, don Mateo Espinosa, dirigió al Superior Gobierno del
Reino, en orden á las funciones que debían encomendarse al
guarda de alcabalas del puerto de San Juan. Ellas sirvieron
de base para la formación del reglamento que poco después
se expidió sobre este particular. Por la misma época se mandó
poner en ejecución una instrucción ú ordenanza para el co-
mercio de aquel puerto y río, en la que se establecieron las
formalidades que debían observarse en las visitas los buques,
á

en la carga y descarga de mercancías y en el modo de cerrar


los registros. Contenía la ordenanza once artículos, dirigidos
todos á garantizar al fisco de todo fraude que pudiera co-
meterse por los comerciantes importadores y exportadores, y
á evitar las extorsiones y dificultades que ocasionaban al co-
LIB. VIII.-CAP. x.-DIFICULTADES, ETC. 382

mercio las leyes que sobre esta materia se habían expedido


en épocas anteriores.
En el mes de junio de 1804 el Gobierno del Reino, por in-
dicación del Sub-inspector de ingenieros, Brigadier don José
María Alexandre, mandó construir y armar en guerra dos lan-
chas cañoneras que debían destinarse ála defensa del fuerte
de San Carlos.
Suspendamos la relación de los sucesos referentes la si-
á

tuación política de esta Provincia, y tratemos ya del estado


en que se hallaba con respecto á su naciente progreso inte-
lectual.
El Seminario Conciliar de León era el único establecimien-
to de enseñanza que había tenido Nicaragua en el espacio de
cerca de tres siglos de dominación colonial. Fundado en 1680
por el Obispo don Andrés de las Navas y Quevedo, había pa-
sado por graves dificultades; pero se sostuvo, merced los ge-
á

nerosos esfuerzos de otros ilustres prelados, quienes lograban


que el Monarca le dirigiese de vez en cuando una mirada pro-
tectora. Por espacio de un siglo sólo hubo en el Seminario
dos cátedras: la una de gramática latina, y la otra de Teolo-
gía Moral. De esta limitación en la enseñanza pública provino
el atraso y general ignorancia que se observó en Nicaragua
durante todo el período de la dominación española, mientras
en otras provincias y reinos de América se notaban señales
de un adelanto que habría de ser base de su futuro perfec-
cionamiento intelectual. El clero mismo recibía en el Semi-
nario de León una enseñanza tan incompleta y defectuosa, que
apenas si era apto para el desempeño del ministerio eclesiás-
tico, por lo que las dignidades y otros destinos importantes
sólo se conferían á clérigos españoles europeos.
En vista de la deplorable situación á que se hallaba re-
ducido el estado eclesiástico en Nicaragua, y de que ella era
trascendental á Costa-Rica, por formar ambas provincias una
sola Diócesis, se pensó con seriedad en el remedio de tan gra-
ve mal; y para proporcionarlo en lo posible, se establecieron
progresivamente, desde 1783, otras clases servidas por maes-
tros inteligentes, instruidos y de buenas costumbres.
En 1803 había en el Seminario las cátedras de Gramática,
384 HISTORIA DE NICARAGUA

Filosofía, Teología Escolástica y Moral, Derecho Civil y Ca-


nónico, á las que concurría gran parte de la juventud de esta
Provincia; experimentándose algún aprovechamiento, así por
la aplicación de los alumnos, como por el esmero é infatigable
celo de los maestros, quienes no omitían trabajo alguno que
contribuyese á un objeto tan interesante como la sólida ins-
trucción de sus discípulos.
La clase de latinidad, dotada con doscientos pesos anuales
de las Reales Cajas, era servida por el Presbítero don Fran-
cisco Chavarría; y asistían á ella setenta y tres alumnos: la
de Teología Moral estaba á cargo del Rector don Agustín Ayes-
tas, quien disfrutaba de igual pensión, y tenía quince oyen-
tes: las de Filosofía, Aritmética, Álgebra, Geometría y Fí-
sica, establecidas desde 1789, hallábanse desempeñadas por el
Presbítero Licenciado don Tomás Ruiz, á quien retribuía el
Real Tesoro con una subvención igual á las anteriores: asis-
tían á esas clases treinta y ocho jóvenes. La de Sagrados
Cánones, creada en 1791, regentábala el Doctor don Fran-
cisco Ayerdi, con una dotación de trescientos pesos anuales,
que se tomaban de las rentas del Colegio: concurrían á ella
diecinueve estudiantes. La de Teología Escolástica tenía la
misma asignación y en los propios términos que la de Filo-
sofía, y leíala el Doctor Fray Buenaventura García. Las de
Derecho Civil, fundadas en 1799, eran dirigidas por el Licen-
ciado don Nicolás Buitrago y el Bachiller don Manuel López:
el primero ganaba el sueldo anual de doscientos pesos, que se
sacaba de los fondos del Seminario; y el segundo, también
doscientos que se tomaban del rédito de cuatro mil pesos ce-
didos para ese fin por el Arcediano don Albino López de la
Plata: una y otra clase contaban once cursantes.
Las cátedras de Liturgia, disciplina eclesiástica, Medicina
y Cirugía habíanse suspendido desde la fecha en que murió
el Obispo don Antonio de la Huerta Casso, quien las sostenía
con una pensión que de sus propias rentas les había asignado.
A las cátedras asistían jóvenes pertenecientes á diversas
clases sociales; pero solamente los hijos de personas ricas se
hallaban en posibilidad de emprender un viaje de doscientas
leguas, los de Nicaragua, y de cuatrocientas los de Costa-
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 385

Rica, para presentarse en la Universidad de Guatemala á re-


cibir los grados de Bachiller, Licenciado ó Doctor en las cien-
cias que aquí habían cursado. Sucedía muchas veces que en
esa larga jornada ó durante el tiempo que se detenían en Gua-
temala antes de obtener el grado que solicitaban, experimen-
taban los jóvenes lamentables desgracias y extravíos, á los
que sus familias no podían poner oportuno remedio, por la
gran distancia á que se encontraban.
En cuanto á los estudiantes pobres, fácil es comprender
que no pudiendo adquírtr en el Colegio títulos universitarios,
ni pasar Guatemala en solicitud de ellos, luego que concluían
á

su aprendizaje, ningún provecho positivo reportaban; pues


quedaban inhábiles para el ejercicio de aquellos destinos en
que se requería la cualidad del doctorado, la licenciatura ó el
bachillerato, y en la provisión de ellos eran pospuestos á otras
personas menos instruídas ó forasteras, que estaban condeco-
rados con semejantes títulos.
Para poner término á estos inconvenientes, el Presbítero
don Rafael Agustín Ayestas, Rector del Seminario Conciliar
de esta Diócesis, dirigió una exposición al Monarca, en la que
le pedía se dignase de otorgar facultades al Obispo, á fin de
que precediendo los exámenes y ejercicios necesarios, confi-
riese grados, así mayores como menores, á los jóvenes que los
solicitasen y fuesen dignos de obtenerlos.
«Con sólo este medio, decía el Rector, se vería brillar so-
bre manera aquella juventud, apta para las ciencias: tendría
un estímulo grande para cursarlas y perfeccionarse en ellas,
como que en los actos había de acrisolarse su instrucción; y
por último, tendría el premio la vista, que es lo que más
á

inflama, pues de esta forma estaría en aptitud para la obten-


ción de aquellos empleos y dignidades, á que no pueden en
el día aspirar por la accidental falta de las cualidades reque-
ridas.»
No faltaban en América ejemplares de la gracia que el
Rector del Seminario de León solicitaba. En el Colegio de San
Antonio de la ciudad del Cuzco y en los seminarios de Santa
Fe y Quito, se confería á los cursantes toda clase de grados,
por sus respectivos diocesanos y por los vicarios capitulares
III.­25
3'86 HISTORIA DE NICARAGUA

sede vacante, sin embargo de que algunas de esas ciudades


no se hallaban, con relación las universidades centrales, tan
á á

gran distancia como León respecto de Guatemala.


Por real cédula expedida en Aranjuez 20 de mayo de 1803,.
á

dispuso el Monarca que el Presidente y Capitán General del


Reino de Guatemala, con audiencia de la Universidad de la
capital y voto consultivo del Real Acuerdo, informase lo que
le pareciese oportuno relativamente á la solicitud del Presbí-
tero don Agustín Ayestas.
El Rector de la Universidad de Guatemala, Doctor don José
Simeón Cañas, y el real Claustro de la misma, presentaron al
Presidente su dictamen, con fecha 9 de noviembre del propio
año. En ese interesante documento se reconocía la necesidad
de tomar una providencia que asegurando la más perfecta en-
señanza de la juventud de Nicaragua, proporcionase á los pre-
lados y al gobierno sujetos capaces de instruir y mantener á
los vasallos en quietud y prosperidad. Atendiendo á las ac-
tuales circunstancias del Seminario de León, juzgaba el claus-
tro que no se podía dictar otra medida más conforme con lo
dispuesto por las leyes, ni más benéfica á la Provincia, que
la de erigir en el mismo colegio una Universidad menor, cuyo
objeto fuese velar sobre la conducta y el adelantamiento de
los jóvenes, ofrecer á éstos el más eficaz estímulo á fin de
que se dedicaran con provechoso empeño al estudio y propor-
cionarles el medio de adquirir aquellos títulos y distinciones,
necesarios para poder desempeñar empleos importantes en el
orden eclesiástico y en el civil.
«El actual estado en que se hallan los estudios de aquel
Colegio, decía el Claustro, lo hace digno de este honor, y la
suma vigilancia que merece la instrucción pública así lo de-
manda. Erigiéndose esta Universidad con su rector, consi-
liarios, diputados y demás oficios de semejantes establecimien-
tos, será desde luego uniforme y exacta la enseñanza; los ca-
tedráticos se eligirán en concurso, después de examinados y
aprobados según la ley: los grados se conferirán con conoci-
miento de la aplicación y aptitudes de los aspirantes; y los
alumnos tendrán un cuerpo que continuamente cuide de sus
adelantamientos. De manera que será difícil que decaigan los
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 387

estudios: antes por el contrario, dentro de poco tiempo conse-


guirán el estado de perfección que desea el justificado ánimo
de S. M. y que el público necesita.»
Proponía el Claustro la creación de una¡ Junta compuesta
de los doctores de la Universidad de Guatemala, residentes en
León y de los maestros que servían las cátedras del Semina-
rio, para que con presencia de las circunstancias de este Obis-
pado, y teniendo á la vista las disposiciones reales referentes
á universidades y estudios en la Península, formase un pro-
yecto de constituciones, que correspondiese al mejor arreglo
del establecimiento de enseñanza que se intentaba fundar. Los
comisionados deberían indicar en el proyecto todos los porme-
nores relativos á cursos y pasantías, las calidades de sus ejer-
cicios, los medios de comprobarlos, el método de los exámenes,
los derechos que debían satisfacer, los gastos que podían per-
mitirse en los actos literarios y concesiones de grados y todo
lo demás que juzgasen conveniente al buen régimen de la nueva
Universidad.
No consideraban superfluo los informantes el que .se pre-
viniese á la Junta, que en orden á los ejercicios literarios y
exámenes previos la provisión de cátedras y colación de gra-
á

dos, se estableciesen reglas tan estrictas, que aquéllas no pu-


dieran encomendarse ni éstos conferirse sino á personas ver-
daderamente instruidas, según lo prevenían las leyes; y que
se tomasen precauciones capaces de impedir perniciosos abu-
sos en la concesión de títulos universitarios, para lo cual creía
conveniente fijar las siguientes reglas: 1ª que no se expidiese
certificación de curso para la matrícula, sin que precediese
examen sobre las materias que se hubiesen explicado en la
clase: 2ª Que no le valiese el año de pasantía al que no hu-
biera concurrido á los ejercicios señalados por los estatutos á

los pasantes: 3ª Que no se dejaran al arbitrio de los aspiran-


tes grados la elección de las materias, ni la de examinadores
á

para los ejercicios previos á la obtención del título ó á la pro-


visión de cátedras; 4ª Que unos y otras se diesen con califi-
cación y votación secreta de los vocales que los reglamentos
universitarios designasen.
Nombrados por el Rey el rector y diputados que habrían
388 HISTORIA DE NICARAGUA

de entender en la formación del plan de estudios y constitu-


ciones de la Universidad, podrían también, á juicio del Claus-
tro, ser autorizados para examinar y dar grados menores y
mayores á los jóvenes que se presentaran en solicitud de ellos
y que poseyeran las cualidades de ley; y podría asimismo el
Monarca otorgará la Junta la facultad de conferir desde luego
doce grados mayores á aquellas personas que considerase dig-
nas del título de doctor, sin otros ejercicios que un examen
secreto y riguroso, hecho por los mismos diputados sobre una
materia que la suerte indicase. Para la concesión de esta
gracia deberían ser preferidos los catedráticos del Semina-
rio que la solicitasen, y después de ellos los graduados de ba-
chiller.
Por esta época habíase trasladado á Guatemala el antiguo
catedrático de Filosofía del Colegio Tridentino de León, Licen-
ciado don Tomás Ruiz, quien se incorporó inmediatamente en
la Universidad de aquella capital. A los esfuerzos de este ilus-
trado sacerdote nicaragüense se debió en gran parte la buena
acogida que dió el Real Claustro al feliz pensamiento del Rec-
tor Ayestas, y el dictamen favorable que dirigió al Presidente
del Reino acerca del establecimiento de la Universidad de León.
Las personas que componían el Claustro y suscribieron el in-
forme, fueron las siguientes: Doctor José Simeón Cañas, rec-
tor, doctores Fray Juan Infante, Fray Mariano José López
Rayón, don José Ignacio de Irungaray, Fray Fermín Aleas,
Fray José Joaquín Figueroa, don Mariano García, Fray Luis
García, don Crisanto Sáenz de Tejada, Fray Luis Escoto, don
José Antonio de Córdoba, el Doctor y Maestro don Manuel
José de Lara y Arrece, y los licenciados don José Antonio Al-
cayaga, don Tomás Ruiz, Fray Rafael de Aguirre, Fray José
Antonio Orellana, don José Tomás de Celaya y don Esteban
José Pérez.
Importa conocer el juicio que en Guatemala se formó del
benéfico Presbítero don Rafael Agustín Ayestas, Rector del
Seminario de León, y á quien debe justamente atribuirse la
honra de haber iniciado el establecimiento de la Universidad,
centro de ilustración que brilló con esplendente luz en los co-
LIB. VIII.--CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 389

mienzos de este siglo y en el cual se formaron los hombres más


ilustres que ha tenido Nicaragua.
El Fiscal de la Audiencia, Doctor Cifuentes, en su pedi-
mento fecha 7 de septiembre de 1804, se expresaba así:
«Mientras más desinteresadas son las acciones del hombre,
mayor es el aplauso que merecen á sus semejantes y el agrado
con que deben recibirse por los magistrados encargados de
procurar la pública utilidad. La que resulta á la Provincia
de Nicaragua y á sus circunvecinas con el proyecto de esta-
blecer Universidad en el Colegio Tridentino de León, como so-
licita su Rector el Presbítero don Rafael Agustín Ayestas, no
puede reducirse á disputa. Este buen eclesiástico, conducido
de los sentimientos que inspira el patriotismo, ha promovido
á su costa el indicado proyecto, que por todas sus circunstancias
es .recomendable; pues la Iglesia y el Estado afianzan su feli-
cidad mientras más se destierre la ignorancia y se cultiven
los talentos.»
«Todos los principios son dificultosos, y nadie es más apa-
rente para llevar á cabo las ideas útiles, que el mismo que las
inventa. De consiguiente, nombrándose al expresado Presbí-
tero don Rafael Agustín Ayestas, de Rector por S. M. en los
seis primeros años del establecimiento de la Universidad, lo-
grará el fruto de sus afanes, y el público las ventajas que és-
tos le proporcionen; para lo cual, el mismo Soberano, en uno
de los rasgos de su munificencia, puede mandar que se le con-
fiera el grado de doctor como á los demás en los términos
que propone el Claustro de esta Universidad, concurriendo en
el citado eclesiástico su notoria suficiencia y el estar leyendo
la cátedra de Teología Moral.s
«De este modo el Padre Ayestas promoverá entre sus com-
patriotas las suscripciones y otros medios de realizar las cá-
tedras que faltan por establecer; y se valdrá de otros muchos
arbitrios, que auxiliados de la autoridad superior puedan ren-
dir sin gravamen del Erario, para los gastos indispensables de
un establecimiento tan útil.»
En cuanto la forma en que debían conferirse los grados
á

y cátedras, á la lectura, constituciones y plan de estudios, el


390 HISTORIA DE NICARAGUA

Fiscal adhirió al informe del Rector y Claustro de la Univer-


sidad de Guatemala.
Con vista del dictamen expedido por este Cuerpo, del pe­
dimento fiscal y de un informe que acerca de la misma mate-
ria había dirigido al Presidente el Gobernador de esta Pro-
vincia, resolvió la Audiencia del Reino, en acuerdo fecha 22 de
octubre, informar al Monarca que aquel Tribunal consideraba
útil la facultad que el Rector Ayestas pedía para que en el
Seminario de San Ramón pudiesen conferirse grados mayores
y menores: que asimismo parecíale conveniente se erigiese una
universidad en el Colegio, tan luego como hubiese suficiente
número de graduados; y que además de las cátedras que en
aquella sazón existían, se estableciese una de medicina, solici-
tando arbitrios para su competente y perpetua dotación.
En 18 de agosto de 1806, dispuso el Rey que no se hiciese
novedad por entonces en cuanto al establecimiento de univer-
sidad en el Seminario Conciliar de esta Diócesis, ni se susti-
tuyesen las cátedras de Liturgia y Disciplina Eclesiástica á
las de Derecho Civil y Canónico, como había propuesto el Fis-
cal, ni se estableciesen las de Medicina y Cirugía, en atención
á la falta de medios y fondos. Pero que bien podrían confe-
rirse en el Seminario grados mayores y menores, observán-
dose lo dispuesto sobre esta materia en las constituciones uni-
versitarias de Guatemala. Para dar cabal cumplimiento á lo
determinado por el Monarca, dispuso el Gobierno Superior de
este Reino, en virtud de pedimento fiscal, que el Rector del
Seminario de León, á cuyo cargo y cuidado se hallaban los
estudiantes de dicho establecimiento, no sólo en lo relativo
al celo durante las horas de enseñanza, sino también á la per-
fección de ella y á la asidua asistencia de los cursantes, ad-
mitiese y proveyese las presentaciones que se hicieran por par-
te de los aspirantes á grados, arreglándose á las constitu-
ciones de la Universidad de Guatemala en los puntos respec-
tivos á calificación de matrículas y forma de los exámenes,
los que debía presidir el Rector y conferir después el grado,
previo el juramento de ley. Le facultó además para que nom-
brase Secretario que entendiese en las actuaciones de los mis-
mos grados, asistiese á ellos y llevase las matrículas con las
LIB. VIII.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 391

formalidades correspondientes; y dispuso por último, que se


exigiesen derechos á todos los cursantes que solicitaran gra-
dos, debiendo el Rector llevar cuenta exacta de ellos, para ren-
dirla en su oportunidad ante el Vice-Patronato, en donde se
acordaría su inversión, siempre en beneficio del estableci-
miento.
Con fecha 7 de julio de 1808 dirigió el Rector Ayestas una
representación al Presidente del Reino, en la que le manifesta-
ba, que haciendo uso de la gracia concedida por el Rey, había
comenzado ya á conferir grados menores á varios sujetos, li-
brándoles sus títulos con la sola autorización del Secretario y
sin uso de sello, por no haberse declarado hasta entonces la
facultad ó gracia de armas propias; pero que como en la real
cédula se prevenía la observancia de las constituciones uni-
versitarias de Guatemala, y éstas en su artículo 307, títu-
lo XXIV, prescribían que se usase de las armas reales mien-
tras el Monarca no las señalase propias, pedía declarase el Go­
bierno, si en el Seminario podría emplearse sello con las ar-
mas reales, para el despacho de títulos, cartas y otros docu-
mentos, mientras el Rey no las concediese especiales.
También solicitaba permiso para hacer fabricar una cáte-
dra de madera de caoba, por ser necesaria en los actos públi-
cos que se verificaban en el Colegio.
Por acuerdo de 12 de agosto resolvió el Gobierno que en
el Seminario de San Ramón se usase de las armas reales para
autorizar los títulos de bachiller que confiriese el Rector á los
cursantes, según lo dispuesto en la constitución 307, de la
Universidad de Guatemala y en la ley 2, título XXIII, libro I
de la Recopilación de Indias, y aprobó el gasto que se hiciese
en la fábrica de una cátedra para el que presidiese los actos
y de un pequeño archivo en que debían custodiarse los docu-
mentos pertenecientes al Colegio (1) .
La ciudad de Granada no permanecía extraña al feliz mo-
vimiento intelectual que se verificaba en la capital de la Pro-

(1) La concesión de grados universitarios en el Colegio Tridentino de


León. dió origen á ulteriores cuestiones, por el empeño que algunas per-
sonas pusieron. en limitarlos á determinada clase social. En octubre de
1808, el Bachiller don Pedro Agüero, por medio de su apoderado don Pedro
392 HISTORIA DE NICARAGUA

vincia. Habíanse fundado á principios de este siglo las cá-


tedras de Derecho Civil y Canónico, bajo la dirección del Doc-
tor don José María Rodríguez, abogado de los Reales Conse-
jos y de la Audiencia del Reino. Estas clases se hallaban es-
tablecidas por iniciativa y á costa de los señores don Roberto
Sacasa, don José Antonio Echevarría, don Diego Montiel, Ade-
lantado de Costa-Rica, don José Telésforo Argüello, don Juan
Marcos Imeri, don Pedro Arostegui, el Presbítero don Joaquín
González, don José Antonio Enríquez, don Diego Argüello, don
José Coronado Alemán, don Pedro de Quadra, don Pedro Ur-
bina, don Marcelino Castrillo y doña Francisca de Sandoval;
quienes se habían comprometido por escritura pública pagar á

al Doctor Rodríguez la cantidad de mil pesos anuales, en re-


muneración de la enseñanza que debía dar á los jóvenes de
aquella ciudad.
En acta fecha 16 de abril de 1804, acordó el Ayuntamien-
to de Granada, por solicitud del catedrático don José María
Rodríguez, que para asegurar la existencia de aquellas clases
y procurar el mayor adelanto en la instrucción de la juventud,
se pidiese al Presidente del Reino que se dignase librar á fa­
vor de Rodríguez el título formal de catedrático de Jurispru-
dencia Civil y Canónica, señalándole las obligaciones á que
debía estar sujeto para el más exacto cumplimiento de las fun-
ciones de su cargo.
Rodríguez dirigió también al Gobierno Superior una re-

Miguel López, se quejó ante el Presidente del Reino, de que el Rector


de aquel establecimiento de enseñanza había conferido el título de Bachi-
Iler en Filosofía á Florencia Fonseca, no obstante que según la constitu-
ción 138, de la Universidad de Lima (puesta en observancia en Guatemala,
por real cédula de 10 de diciembre de 1778), y la 196, del reglamento de
la Universidad de Guatemala, estaba prohibido conceder grados, y aun
admitir á matrícula, á los mestizos, zambos. mulatos y cuarterones; y
pidió que se declarase nulo el conferido á Fonseca. El nuevo Rector don
Pedro Esteban Mayorga se negó á extender una certificación que para
disponer legalmente la queja, le pidió don Pedro Agüero, por resistirse
éste á satisfacer los derechos que correspondían al Colegio en la expedición
de esa clase de documentos. Esto dió ocasión á que Agüero retirase su
solicitud, no sin haber protestado que al presentarla había tenido en mira
conservar el lustre y honor del cuerpo de bachilleres de que era miembro,
evitando que éste se llenara de gente de toda clase, y guardar las consti-
tuciones de! Sr-minar ío. que había jurado cumplir.
LIB. Vlll.-CAP. X.-DIFICULTADES, ETC. 393

presentación en que reiteraba la solicitud que el Cabildo ha-


bía presentado.
El Ministerio Fiscal y el Asesor ordinario, á cuyo estudio
pasó la petición del Ayuntamiento de Granada, opinaron que
no debía deferirse á ella, tanto porque el Presidente carecía
de facultades para hacer nombramientos de la clase del que
se solicitaba, cuanto porque hallándose establecidas en el Se-
minario de León, las cátedras de Derecho y otras más, podían
los jóvenes granadinos hacer en él sus estudios, con la ventaja
de poder obtener grados mayores y menores, lo que no logra-
rían en el establecimiento del Doctor Rodríguez, porque aun-
que se expidiese éste el nombramiento de catedrático, siem-
á

pre tendrían sus clases la calidad de privadas.


También pensaban que según las constituciones de la Real
Universidad de Guatemala, no podía hacerse innovación algu-
na en cuanto á la fundación y conservación de otras cátedras
regentadas por particulares; y que se causaría grave perjuicio
al Colegio Tridentino de León, s1. se concediese á don José
María Rodríguez la facultad de poner en Granada clases de
Derecho Civil y eclesiástico.
Conformándose con ese dictamen, el Presidente del Reino
desechó por auto de 5 de enero de 1805, las solicitudes del
Cabildo de Granada, y de don José María Rodríguez. De ese
modo quedaron frustradas las aspiraciones de los granadinos,
en orden á impulsar el progreso intelectual de la juventud.
Tales son siempre los funestos resultados que trae consigo todo
sistema que tiende centralizar las diversas funciones del Go-
á

bierno.
Existían también en Granada las clases de Gramática lati-
na y Filosofía, que sin sueldo alguno y movido sólo por un es-
píritu de generoso patriotismo, desempeñaba el Presbítero don
José Antonio Velasco. En 1804 este virtuoso sacerdote esta-
bleció á su costa y con aprobación del Superior Gobierno, un
hospital de mujeres en el arruinado convento de Guadalupe.
La historia no debe pasar en silencio tan benéficas y piadosas
acciones, y antes bien debe recomendarlas al aplauso y reco
nocimiento de la posteridad.
CAPíTULO XI

Organización de las oficinas de hacienda en esta Provincia.


Desprestigio del Gobernador Intendente don José Salvador.·

1806 á 1811

Funciones del oficial Tesorero de Granada.-Dotación oue se le había


asignado.-Comparación con otras oficinas del Reino.=-Méritos y ser-
vicios del Teniente don Felipe Oconor.-Solicita este empleado que se
le aumente el sueldo.-Los Ministros principales de Real Hacienda
apoyan esta petición.-Reforma que propusieron relativa al sistema
observado en el manejo de las rentas reales.-Opinión del Gobernador
de esta Provincia acerca de la reforma.-Dictamen de la Contaduría
del Reino.-Resolución expedida por la Junta Superior.-Inconvenien-
tes de ese acuerdo.--Cómo se hacía el pago de los cuerpos militares
en la Caja subalterna de Granada.-Los empleados principales de esta
Provincia representan contra la resolución de la Junta.-Propone ésta
al Monarca que se traslade la Intendencia á Masaya.-Competencia en-
tre el Gobernador Intendente y los Ministros principales de Real Ha-
cienda.-Quéjanse estos últimos de haberles el primero estorbado el
ejercicio de ciertas atribuciones.-Antecedentes relativos á esta dispu-
ta.-Facultades que confería la ley á aquellos funcionarios.-Auto pro-
veído por el Gobernador en que desconocía el derecho que alegaban
tener para practicar remates de ciertos artículos.-Resolución de la
Junta Superior de Hacrenda sobre esa cuestión.-Observaciones acer-
ca de las tendencias que manifestaban los empleados superiores, á

centraüzar las funciones de la administración pública.-Disputas entre


el Gobernador Intendente de la Provincia y el Subdelegado del Par-
tido de Masaya.-Ordena el primero que los alcaldes soliciten perso-
nalmente la confirmación de sus nombramientos.-Oposición del Sub-
delegado al cumplimiento de esa disposición.-Actitud de los alcaldes
del pueblo de Masaya.-Exposición del Subdelegado Salas al Presi-
dente del Reino.-Informe que sobre este particular dirigió el Gober-
nador.-Determinación del Superior Gobierno.-El Intendente de la
Provincia instruye una información contra Salas.-Abusos que á éste
se atribuían en el ejercicio de su cargo.-Ineficacia de los esfuerzos
ele! Gobernador por que el Subdelegado fuese destituído.-Influencia
de esas disputas en la situación política del país.-Agitaciones popu-
lares en algunas poblaciones del Partido del Healejo.-Condurta que
observaba el Subdelegado don Calixto Robledo.-Enemistad de los ve-
cinos contra este funcionario.-Resistencia que los moradores del
Viejo opusieron al cumplimiento de ciertas órdenes del Gobernador
Intendente.-Quejas de los indios contra el Subdelegado Robledo.-Co-
3'96 HISTORIA DE NICARAGUA

misión conferida oor el Gobernador á

don Juan Sánchez.c=Proceüi-


miento irregular del enmisionado.-Resultados de estas cuestione�.-
Decadencia del comercio en toda la Provincia y particularmente en
Granada.-Exposición que acerca de este punto dirigió la Diputación
consular de aquella ciudad al Presidente del Reino.-Solicitud del
Ayuntamiento en orden al propio objeto.-Dictamen del Fiscal de la
Audiencia.-Representación del Diputado consular de León, referente
á la ruina del comercio.-Lo que acerca de esa petición opinó el Tri-
bunal del Consulado de Guatemala.-Xuevo pedimento del Ministerio
PúlJlico.-Resolución del Superior Gobierno.

IMPERFECTA y por extremo perjudicial á los reales intere-


ses y á la buena administración económica de nuestros pue-
blos, era la organización que casi desde el establecimiento del
gobierno colonial se había dado á las oficinas de hacienda en
esta Provincia. A principios del siglo xvrn, se dispuso que en
León residiesen dos Ministros principales de Real Hacienda,
y en Granada un Teniente de Caja subalterna, dependiente
de aquéllos. Éstos se hallaban directamente sujetos al Tribu-
nal de la Contaduría de Guatemala, ante la cual rendían sus
cuentas, incluyendo las que les presentaba el Teniente de
Granada.
Por el artículo 76 de las Reales Ordenanzas expedidas
en 1786, la dirección de las rentas fiscales en cada provincia,
quedó á cargo del Intendente, á quien debía corresponder en
lo sucesivo, la privativa inspección y conocimiento de ellas, sin
distinción de los ramos que se administrasen por cuenta del
fisco ó de aquellos que estuviesen arrendados ó puestos en en-
cabezamiento ; y en virtud del artículo 96 de la misma ley, las
cajas propietarias actualmente establecidas, debían permane-
cer en calidad de otras tantas tesorerías y contadurías de Real
Hacienda. No se hizo, pues, en la organización de las ofici-
nas de esta Provincia otra reforma sustancial que la de atri-
buir al Intendente la dirección general de las rentas. Los Mi-
nistros principales continuaron residiendo en León y adminis-
trando por medio de un Teniente la Real Caja subalterna de
Granada. El sueldo de que disfrutaba ese Teniente era el de
ciento veinte pesos anuales. Semejante sistema y tan exigua
remuneración pudieron ser convenientes á principios del si-
glo xvnr, cuando el ingreso total que había cada año en la Te-
sorería de Granada, no pasaba de 16,300 pesos y el gasto ape-
LIB. VIII.-CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 397

nas ascendía á 7,400, constando el gasto de veintiséis parti-


das, y la data de veinticuatro.
Progresivamente fué complicándose el movimiento econó-
mico en aquella oficina y se aumentaron las atenciones corres-
pondientes al Tesorero; en especial desde el año de 1796, en
que por superior disposición se trasladó á Granada la plana
mayor del batallón de infantería fijo de este Reino; debiendo
hacerse allí, por consiguiente, sus ajustes cada cuatro meses,
lo mismo que se ejucutaba con el real cuerpo de artillería, con
las milicias de aquella ciudad y posteriormente con la compa-
ñía fija del fuerte de San Carlos.
Al Teniente correspondía enviar dinero para el
pago de la
tropa que existía en aquella fortaleza, para los presidios, gas-
tos de hospital y sueldos de empleados; y á su cargo corría
también la construcción y reparación de los buques necesarios
al servicio del fuerte y á la navegación del lago de Granada.
Todo esto además de la cobranza de los reales tributos.
Tan crecidos y continuos gastos, repartidos en objetos de
la mayor importancia, exigían suma atención y perseverante
cuidado por parte del administrador de la Caja subalterna y
hacían más laborioso el manejo de las rentas y más frecuente
el peligro de incurrir en responsabilidad, ya por la facilidad
con que podía cometerse un error en la cuenta y razón de los
gastos, ya por la dificultad de reunir tantos comprobantes
como eran necesarios para no quedar el administrador en des-
cubierto. A principios del siglo presente ascendía el cargo
anual en aquella oficina á 342, 725 pesos, y la data á 226,994;
y las partidas de ambas clases se aproximaban al número
de 300.
Fácil es comprender que en el grado de progreso á que
habían llegado las rentas que se administraban en la Caja de
Granada, y siendo mayores que en otros tiempos las obliga-
ciones y responsabilidades del Tesorero, no convenía que con-
tinuase en la misma forma la organización de las dos oficinas
de hacienda que había en la Provincia, ni era justa la dotación
de ciento veinte pesos, asignada al Teniente por un acuerdo
superior dictado en 17 42.
Otras oficinas del Reino, cuyas operaciones eran menos
3'98 HISTORIA DE NICARAGUA

complicadas que las de la Caja subalterna de Granada, goza-


ban de más liberal retribución. El Oficial Tesorero de Tegu-
cigalpa, sujeto álos Ministros principales de Comayagua, se
hallaba dotado con ochocientos pesos al año. A la Tesorería
de Sonsonate se habían asignado mil doscientos; y en Ja Real
Caja de Trujillo había un Ministro principal pagado con mil
quinientos pesos; un interventor, con ochocientos; un oficial lº,
con quinientos; un segundo con cuatrocientos; un guarda-al-
macén, con setecientos veinte, y otros empleados inferiores,
cuyos servicios estaban suficientemente remunerados. Las te-
sorerías de San Salvador y Ciudad Real se hallaban dotadas
con mil quinientos pesos cada una.
En cuanto los Ministros principales de Real Hacienda en
á

esta Provincia, tenía cada uno la asignación de mil seiscientos


pesos anuales, no obstante que la importancia y laboriosidad
de sus cargos los hacían acreedores á mejores sueldos.
El Oficial de la Caja de Granada, no sólo tenía las pesadas
cargas y responsabilidades de que se ha hablado, sino que
también estaba sujeto á la obligación de afianzar su admi-
nistración con ochenta pesos, á satisfacción de los Ministros
principales, mientras que éstos y todos los demás del Reino
sólo afianzaban la suya con la cantidad de cincuenta pesos.
Por manera que el Tesorero de Granada era el que tenía ma-
yores obligaciones y responsabilidades, el que estaba peor do-
tado, el que debía rendir mayor fianza y el que carecía de
los subalternos necesarios que le ayudasen á desempeñar sus
graves y delicadas funciones, pues sólo se había colocado en
su despacho un escribiente perpetuo y otro temporal estable-
cido por la Junta Superior, con motivo de las atenciones de
la guerra.
En 1806 ejercía las funciones de Teniente Oficial de la Caja
de Granada el ex-Subdelegado don Felipe Oconor, por nombra-
miento que en su persona habían hecho para ese destino los
Ministros principales de Real Hacienda, en 19 de enero de 1802.
Era Oconor un empleado probo y diligente, que gozaba de me-
recidas consideraciones por parte de sus superiores. Había
tenidoá su cargo empleos y comisiones importantes y gran-
jeadóse en el ejercicio de unos y otras indisputables méritos
LIB. VIII.-CAP. XI.--ORGANIZACION, ETC. 393'·

que le hacían acreedor al respeto y aprecio de la generalidad


en esta Provincia. Por el mes de enero de 1784, obtuvo co-
misión para medir y remedir las tierras del Partido de Gra-
nada, la que le fué conferida por don Juan José Zubiría, del
Consejo del Rey, Oidor y Alcalde de Corte de la Audiencia de
Guatemala y Juez privativo del real derecho de tierras en este
Reino. En el año siguiente recibió el nombramiento de Ad-
ministrador de la estafeta de Granada, hecho en acuerdo que
á 14 de abril expidió el Administrador principal de la renta.
de Correos, don Francisco Pérez Lebrón. Con fecha 6 de julio
de 1789, fué nombrado Receptor de Alcabalas de la villa de
Rivas, por el Brigadier don José Estachería, Gobernador y Ca-
pitán General del Reino, Superintendente General del cobro y
distribución de la Real Hacienda, Juez Conservador de la ren-
ta de tabaco y Subdelegado de la de correos. En 5 de abril
de 1799, le fué expedido el título de Subdelegado del Partido
de Masaya, confiriéndosele las correspondientes facultades· en
los ramos de justicia, policía, hacienda y guerra.
Don Felipe Oconor dirigió en 9 de junio de 1806, una re-
presentación á los Ministros principales de Real Hacienda de
esta Provincia, en la que solicitaba se le aumentase el sueldo
de ciento veinte pesos anuales que le estaba asignado como
Teniente de la Real Caja de Granada. La petición fué favo-
rablemente acogida por aquellos funcionarios, quienes la trans-
mitieron con eficaces recomendaciones al Gobernador Inten-
dente de la Provincia.
En el informe que con relación á esta materia dirigieron,
proponían que se hiciese una reforma importante en la orga-
nización de la Caja subalterna de Granada, dándola él carác-
ter de Tesorería foranea propietaria, menor y sufraganea de
la principal, á la que debía continuar directamente sujeta.
Sometido este asunto á la consideración de la Junta Pro-
vincial de Real Hacienda, este Tribunal acordó en auto de 5 de
agosto, que se diese cuenta de la representación de Oconor al
Presidente y Capitán General, á quien correspondía dictar la
resolución oportuna, en su calidad de Superintendente general
Subdelegado de Real Hacienda en este Reino.
El Intendente don José Salvador en la comunicación con
-400 HISTORIA DE NICARAGUA

que acompañó la solicitud de Oconor, el informe de los Minis-


tros principales y el acuerdo de la Junta Provincial, manifes-
taba al Presidente del Reino lo siguiente :
«Prescindiendo de los méritos contraídos por don Felipe
Oconor en el desempeño de los diversos destinos que ha ejer-
cido, dignos en mi concepto. de ser premiados, así para que le
sean remunerados como para que sirvan de estímulo otros y á

se logre por este justo medio que todos los empleados en el


real servicio se alienten llenar sus deberes; he creído propio
á

de mi obligación, y con presencia de los artículos 98 y 99 de


la Real Instrucción del mío, hacer presente á VS. la necesidad
de que aquella Caja subalterna se ponga para lo sucesivo en
el estado que los Ministros quieren. Por este medio se conse-
guirá que una administración de caudal tan crecido se orga-
nice en todas sus partes y sea mirada por un individuo con
la atención y esmero que la corresponden, como que dotado
con un sueldo regular, pondrá su atención á sólo aquel objeto,
sin distraerse en otros.»
«El sueldo anual de mil doscientos pesos le considero muy
proporcionado á las tareas de aquella Caja, en el sistema que
hoy se halla, y nada excesivo si se reflexiona que acaso sea
la de mayores atenciones en todo el Reino: así me lo han he-
cho conocer los años que llevo en el mando de esta Provincia.
No se me oculta la situación del real Erario en el día; pero
sé también que los gastos de precisa necesidad como éste, en
que considero el mejor real servicio, no perjudican á aquel:
antes por el contrario le son útiles y ventajosos: inclinándo-
me al sueldo citado, más que á
la asignación de un tanto por
ciento, el cual, aunque sólo fuera el uno excedería en mucho
á aquel, por las crecidas sumas de dinero que allí se distri-
buyen.»
Para resolver lo más oportuno y provechoso á los reales
intereses, ordenó el Presidente que informase la Contaduría
del Reino. El dictamen presentado por este tribunal es un im-
portante documento, en el que se estudió la materia por todas
sus fases y se hicieron juiciosas indicaciones, basadas en la ex-
periencia, inspiradas por un elevado espíritu de justicia y con-
LIB. VIII.-CAP. XI.--ORGANIZACION, ETC. 401

formes con lo que disponían las leyes, en orden las oficinas


á

de Hacienda.
Con respecto al aumento de sueldo que don Felipe Oconor
pedía, los Contadores apoyaron la indicación hecha por el
Gobernador Intendente, de que aquél se elevase á la cantidad
de mil doscientos pesos, asignación que aun consideraban cor-
ta, comparada con otras de su clase, pero que era conforme
con las difíciles circunstancias en que se hallaba el Real
Tesoro.
«Este tribunal, decían, bien persuadido está de la econo-
mía que debe observarse en los gastos de Real Hacienda, es-
pecialmente en la actual situación de guerra tan dilatada y
dispendiosa. Pero ¡, será la voluntad del Rey que la Caja de
Granada se sirva de balde, cuando para tantas atenciones es
indispensable mantenerla en aquel punto? Desengañémonos:
S. M. quiere que se le pague al que le sirva, y que si es preciso
mantener la fuerza de armas que hay en Granada y sus inme-
diaciones, lo es también la cuenta y razón que exigen sus pa-
gas, revistas y demás funciones anexas.»
Tratando de desvanecer la observación que pudiera ha-
cerse de por qué los Tenientes anteriores de la Caja de Grana-
da no habían solicitado aumento de dotación, no obstante que
de largo tiempo se notaba el incremento que habían tomado
las operaciones de aquella oficina, los Ministros de la Conta-
duría se expresaban así:
«A primera vista resalta de todo lo expuesto esta obje-
ción: ¿ cómo á proporción que se han aumentado los cargos y
responsabilidades de la Caja de Granada, no se ha dotado de
empleados y sueldos? Fácil es de comprender la causa. Mien-
tras el fuerte de San Carlos se abasteció de víveres y efectos
por cuenta de la Real Hacienda, en esto tenían utilidades los
Ministros anteriores de ella en la Caja de Granada, y por eso
no cuidarían de instar por señalamientos de dotaciones. Pero
conociendo que podía haber abuso, lo reformó la Junta Supe-
rior, por providencia de 27 de marzo de 1805, que comuni-
có US. á los respectivos mandos en 7 de abril del mismo año;
y desde aquella fecha quedaron extinguidas las raciones y todo
lo que podía complicar la buena administración de los cauda-
III.­26
402 HISTORIA DE NICARAGUA

les del Reino, reduciendo las pagas á dinero efectivo. De for-


ma que al Ministro no le ha quedado el menor recurso, y es
imposible que sin dotación competente pueda ninguno subsis-
tir, porque ni tiempo le queda para agenciar por otros medios
y atender á intereses propios.»
En cuanto al plan de reforma que para la mejor admi-
nistración de la Caja subalterna de Granada, habían propuesto
los Ministros principales de Real Hacienda de esta Provincia,
el Tribunal de la Contaduría lo consideró provechoso al ser-
vicio del Rey y digno, por tanto, de la superior aprobación.
Juzgaba, pues, conveniente que se diese á la Caja de Granada
el carácter de propietaria menor y sufragánea; pero no
opinaba con aquéllos por que hubiese de quedar sujeta á la
principal de León, sino que se estableciese desde luego como
propietaria, con sola dependencia al Gobernador Intendente.
La experiencia había demostrado que la presentación y con-
clusión de las cuentas del Teniente Oficial Real de Granada se
atrasaban siempre por consecuencia de la sujeción de aquel
empleado á los Ministros principales, puesto que por medio
de ellos tenía que ocurrir á la Intendencia en cualquiera duda
que se le presentaba, y con semejantes rodeos se ocasionaban
perjudiciales dilaciones.
También las cuentas de la oficina central de León, se ren-
dían siempre con retardo, porque debiendo esperarse la re-
unión y examen de los documentos correspondientes á la su-
balterna de Granada, los empleados de una y otra hallaban
excusa con que disculpar su tardanza, cada vez que el Tribu-
nal Superior los reconvenía por no presentarlas en el término
que la ley señalaba.
Para remover tales obstáculos y dar al manejo de las ren-
tas la expedición y arreglo necesarios, no encontraban los Mi-
nistros de la Contaduría General, otro recurso que el de es-
tablecer la independencia de la oficina de Granada respecto
de la de León, y subordinarla directamente á la Intendencia,
debiendo el jefe de la primera rendir á satisfacción del Go-
bernador una fianza de cincuenta pesos, y no de ochenta como
se acostumbraba, pues no había razón para gravar ese destino
LIB. VIII.-CAP. XI.-ORGANIZAClON, ETC. 403

con mayores cauciones que las señaladas otros de su misma


á

clase.
«Si el real Erario se hallara en situación más ventajosa,
decían los Contadores, propondría este Tribunal para aquella
Caja (la de Granada) el plan de empleados que considera 'pre-
cisos, como los hay en otras de menor consideración; pero ya
que esto no puede verificarse por ahora, es indispensable se
ejecute desde luego la independencia de la de León, para lo
que también autoriza el mismo artículo á la Junta Superior,
por ser la dependencia perjudicial al servicio del Rey y ex-
pedición de los asuntos y no contribuir á ningún benefício.»
En efecto, por el artículo 96 de la Real Ordenanza para el
establecimiento é instrucción de Intendentes, se había dis-
puesto que continuasen subsistiendo con el nombre de tesore-
rías menores las Cajas subalternas que se hallasen estableci-
das y servidas por tenientes en la comprensión de algunas In-
tendencias, respecto de que eran sufragáneas de las propie-
tarias de sus mismos distritos; pero que como por consecuen-
cia de la nueva organización que en virtud de aquella ley se
daba á los diversos ramos de la administración pública, podía
tal vez ser útil y aun necesario erigir otras tesorerías, ya fo-
ráneas propietarias, ya menores y sufragáneas ó trasladar al-
gunas de las ya establecidas á parajes distintos de aquellos
en que estaban situadas, ó finalmente variar la actual inme-
diata dependencia de todas ó parte de las menores dándoselas
á alguna foránea ó

á las principales de Provincia; quedase


al especial cuidado de los intendentes' observar con detenida
reflexión lo que para mayor beneficio del Real Erario con-
viniera practicar en sus respectivos distritos acerca de aque-
llos puntos, y proponer sus indicaciones al Superintendente
Subdelegado en los términos que juzgasen más oportunos, á
fin de que tratadas en Junta Superior de Hacienda, se expi-
diese sobre ellas la resolución más conveniente, dándose cuenta
al Soberano para obtener su final aprobación.
El pedimento del Fiscal Ibáñez fué en todo conforme con
la opinión de los Ministros de la Contaduría.
Sometió el Presidente este asunto á la decisión de la Junta
Superior de Real Hacienda, la cual acordó, en 9 de marzo
404 HISTORIA DE NICARAGUA

de 1808, que los Ministros principales de esta Provincia hi-


ciesen los ajustes de las tropas y demás dependientes y em-
pleados en la laguna de Nicaragua y el fuerte de San Carlos,
por ser atribución privativa de aquellos funcionarios, según la
Real Ordenanza de Intendentes; y que el Teniente Oficial de
Granada tuviese el carácter de mero pagador dependiente de
los Ministros, con el sueldo de seiscientos pesos, en atención
á las crecidas cantidades de dinero que administraba.
Semejante resolución, en la que sólo se tuvo por objeto
disminuir algún tanto las obligaciones del Tesorero de Grana-
da, para no hacer necesario un aumento considerable en el
sueldo de que disfrutaba, con justa proporción á su crecido
trabajo, debía producir en la práctica dos graves inconvenien-
tes: el primero, recargar con nuevas y complicadas atenciones
á la Tesorería principal de León, puesto que debiendo hacerse
en ella los ajustes de los cuerpos militares pertenecientes á la
guarnición del lago de Granada y á la del castillo de San Car-
los, correspondería á los Ministros el minucioso examen de
gran porción de documentos, revistas, extractos, certificaciones
de todos los parajes en donde hubiese tropas, cargos de otras
tesorerías, estados de los hospitales y en fin, una multitud de
cuentas y operaciones que habrían de formar y practicar, se-
gún particulares reglamentos, y para las cuales se necesitaba
de mucha escrupulosidad y detenimiento y de la personal de-
dicación de los Ministros, sin perjuicio de sus ordinarias aten-
ciones.
El segundo inconveniente á que debía dar origen la eje-
cución del acuerdo de la Junta Superior, sería el de gravar á
los habilitados del batallón de Granada, al Comandante del
fuerte de San Carlos y á otros empleados militares, con la obli-
gación de hacer constantes viajes á la capital de la Provincia,
para haber de intervenir en los ajustamientos de las tropas.
Desde que se estableció en Granada la Real Caja subalter-
na se habían hecho en ella los pagos á las milicias que res-
guardaban el fuerte y á otros empleados pertenecientes al fue-
ro de guerra. La inmediación de uno á otro paraje y la fre-
cuencia de comunicación que ofrecían los buques del Rey y de
particulares, que recorrían el Gran Lago, facilitaban entre el
LIB. Vlll.-CAP. Xl.-ORGANIZACION, ETC. 405

Comandante del castillo y el Tesorero de Granada una corres-


pondencia continua, por medio de la cual rendía el primero al
segundo las cuentas cada cuatro meses, y aclaraban y fene-
cían ambos con prontitud las dudas y los reparos que aquéllos
presentaban. Sólo cuando la necesidad lo exigía enviaba el
Comandante á Granada un comisionado de su confianza, que
lo representara en las operaciones relativas á la rendición y
examen de cuentas.
Por real orden de 28 de febrero de 1797, se había dispues-
to que también el Real Cuerpo de artillería fuese pagado en
la Caja subalterna; disposición incluida en el reglamento de •
milicias que formó el Presidente don Martín de Mayorga, en
15 de octubre de 1777 y que se puso en observancia, por acuer-
do de 24 de octubre de 1803.
El batallón fijo del Reino, desde la época en que de Co-
mayagua pasó á Granada, hacía más de veintisiete años, había
sido asimismo ajustado y pagado constantemente en esa últi-
ma ciudad, en virtud de superior disposición dictada por el
Capitán General don Mariano Gálvez, en 20 de febrero de 1781:
esta orden se hallaba recientemente reiterada en el reglamen-
to sobre revistas, ajustamientos y utensilios de tropas, expe-
dido por el Presidente don Antonio González, con fecha 26 de
octubre de 1806.
Las milicias de infantería y dragones, según su reglamento
particular aprobado por el Rey en 25 de noviembre de 1799,
debían ser pagadas en las Cajas Reales más inmediatas al lu-
gar en donde estuviesen establecidas; por lo que, en Granada
se habían hecho siempre los ajustamientos de las que residían
en esa ciudad, y en la oficina principal de León se practicaban
los de las milicias organizadas en la capital, los de los cuerpos
militares del Viejo, Realejo, Matagalpa y Segovia: á estos úl-
timos se les hacía sus ajustes cada cuatro meses; pero reci-
bían mensualmente cantidades á buena cuenta.
Tal era el sistema que para el pago de los cuerpos milita-
res se había observado desde muchos años antes de 1808, y el
que se consideraba menos perjudicial al real servicio y más
conforme con la situación del país, atendiendo á las largas
distancias que mediaban entre algunos de sus numerosos pue-
406' HISTORIA DE NICARAGUA

blos y á la imperfección de los caminos, que en la estación


lluviosa del año hacíanse intransitables.
El acuerdo en que la Junta Superior del Reino ordenó que
el ajustamiento de las tropas de Granada y del fuerte de San
Carlos, se hiciese por los Ministros principales de Real Hacien-
da residentes en León, alteraba sustancialmente aquel sencillo
método y presentaba ocasión á los graves inconvenientes que
se han expresado. En mayo de 1808, el Coronel del batallón
de milicias disciplinadas de la ciudad de Granada, don Luis
Blanco de Sasido, el Capitán de las compañías veteranas del
Real Cuerpo de artillería del Reino y Comandante de la de
esta Provincia, don Juan Vidarrós, el Gobernador Intendente,
Brigadier don José Salvador y los Ministros principales de
Real Hacienda, don Juan José Raquejo y don Antonio Aguado,
dirigieron sendas representaciones al Capitán General del Rei-
no, con objeto de que se revocase aquel acuerdo y continuase
el antiguo sistema de pagos, por ser el menos gravoso al Real
Tesoro y á los empleados militares y de hacienda.
Apoyaron esas representaciones el Tribunal de la Conta-
duría del Reíno y el Ministerio Fiscal, y repitieron la opinión
que antes habían manifestado, relativa al establecimiento de
la Caja de Granada con la calidad de foránea, independiente
de la de León, y al aumento del sueldo que debía asignarse
al Teniente Tesorero, hasta la cantidad de mil doscientos pe-
sos anuales. Pero la Junta Superior, desatendiendo los pode-
rosos argumentos que en pro de esa reforma adujeron, juzgó
que el medio más eficaz de remover las dificultades era el de
trasladar Masaya la Intendencia de León y las oficinas prin-
á

cipales de Hacienda.
No quiso, sin embargo, asumir la responsabilidad de tan
trascendental providencia; por lo que, en acuerdo fecha 5 de
octubre, dispuso que se atuviese á lo mandado en auto de
9 de marzo, y se diese cuenta al Rey del expediente instruído
con motivo de la solicitud de don Felipe Oconor, haciéndole
conocer que la Junta tenía por útil y conveniente la traslación
de la Intendencia de León con todos sus Ministros y oficinas
al pueblo de Masaya, así por lo saludable del temperamento,
como por su cercanía á Granada y al puerto de San Juan y por
LIB. Vlll.-CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 407

otras ventajosas cualidades que presentaba su localidad para


el mejor servicio público.
No se llevó á efecto la mudanza de capital que proponía la
Junta en su anterior acuerdo, ni aun existe documento en que
conste la resolución que dió el Monarca á este asunto. Es
de suponer que hayan apartado de él su atención la Corte y
las autoridades de este Reino, á causa de los graves aconteci-
mientos políticos que poco después del año de. 1808 ocurrieron
en. esta Provincia.
Nuevas dificultades, originadas d.e causas distintas de las
anteriores, se presentaron á los empleados de Nicaragua en la
aplicación y manejo de las rentas fiscales. Por reales cédulas
de 13 de junio de 1753 y 9 de enero de 1762, había dispuesto
el Monarca que se aplicasen los dos novenos reales y la mitad
de las vacantes mayores y menores de este Obispado, á las
fábricas formal y material de la Catedral de esta Diócesis, y
que al fin de cada año se reuniesen el Obispo, el Gobernador
Intendente y los Ministros principales de Hacienda, con objeto
de hacer la aplicación del modo que les pareciese más conve-
niente. Así se practicó por espacio de más de cincuenta años.
La superintendencia de la .obra material estuvo primera-
mente á cargo del señor don Juan garlas de ynchezy_C�bre-
ra, según se dijo en el capítulo II de .este Íibro; .y sucesiva-
mente la ejercieron los demás preládósqúe góbernaron la Dió-
cesis, los deanes . y cabildos eclesiásticos _ s�rJ.e. vaca'!l,te. En la
Tesorería principal se cubrían todos los libramientos que para
la prosecución de la fábrica de aquel templo se giraban con-
tra las existencias de los dos ramos aplicados á ese objeto.
Las cantidades de dinero eran siempre entregadas al ecónomo
nombrado por el Superintendente de la obra.
De conformidad con aquellas disposiciones reales y con las
expedidas por el Presidente de Guatemala en 12 de abril, 17 de
junio y 2 de julio de 1776, celebraban los Ministros principa-
les, con intervención del ecónomo, los contratos para la com-
pra de cal, ladrillos y otros materiales indispensables á la cons-
trucción del edificio.
Este sistema se observó sin interrupción hasta el mes de
mayo de 18Ó4, época en que aquellos empleados, viendo que
408 HISTORIA DE NICARAGUA

había subido el precio de la cal, dispusieron comprarla en li-


citación, y con este fin, mandaron fijar carteles en que hacían
saber al público la cantidad de cal que se necesitaba. Pronto
se hicieron sentir los benéficos efectos de esta innovación: ella
evitó que subiese más el precio de la cal; y el primer remate
que para la provisión de este artículo se hizo en los señores
don José Guerrero y Arcos y don Simón Terán, al precio de
catorce reales fanega, fué considerado muy útil y ventajoso
á los fondos de la fábrica, en comparación con las contratas
particulares que antes se había acostumbrado celebrar.
Suspendióse por algunos años la construcción del templo.
Tratando de continuarla, se reunió la Junta de aplicaciones en
4 de junio de 1808, y entre otras cosas acordó que se invir-
tiesen en ella todos los fondos existentes en aquella época y
pertenecientes á los ramos que la estaban destinados: dispuso
también que se cubriesen por los Ministros los libramientos
del Superintendente de fábrica, y que las colee se sacasen al
público en la forma acostumbrada.
En virtud de esa disposición, los Ministros principales y
el ecónomo mandaron fijar carteles y señalaron día para el
remate; y no habiéndose presentado persona alguna que qui-
siese abastecer la obra de aquel material, reiteraron su pro-
videncia. Presentóse don Pastor Guerrero, ofreciendo hacerlo
de una mina que tenían abandonada los naturales de Chinan-
dega, á quienes había hecho algunas ofertas por la cal que
hubiese de sacar. Los Ministros pasaron e! oficio de Guerre-
ro al Gobernador Intendente á fin de que oyese á los índíge-
nas. Seguidas algunas diligencias, y habiéndose negado los
indios á conceder la calera, el Gobernador devolvió el expe-
cliente al Ministerio principal de Real Hacienda para que pro-
cediese conforme á derecho.
Este Tribunal, considerándose con las facultades necesarias
para ejecutar el remate, proveyó algunos escritos presentados
por sujetos que hacían postura al abastecimiento de cal; pero
en 15 de octubre, recibió, con gran sorpresa de sus Ministros,
un oficio en que el Gobernador de la Provincia le prevenía
manifestase inmediatamente qué leyes ó antecedentes le au-
torizaban para practicar aquella operación. Cruzáronse con
LIB. VIII.-CAP. XI.--ORGANIZACION, ETC. 409

este motivo comunicaciones poco armoniosas entre los Minis-


tros principales y el Intendente, en las que éstos sostenían su
competencia para entender, asociados del ecónomo, en la. com-
pra de cualesquiera materiales necesarios á la fábrica de la
iglesia Catedral, y el Gobernador les negaba semejante atri-
bución; alegando que toda ley ó costumbre en que preten-
dieran fundarla sería contraria al artículo 78 de la novísima
Ordenanza de Intendentes.
Por esa disposición se había prevenido que en lo relativo
al ejercicio de la jurisdicción contenciosa en los expedientes
y negocios de las rentas reales, debían los intendentes cono-
cer privativamente y con absoluta inhibición de los demás Ma-
gistrados, Tribunales y Audiencias, áexcepción de las Juntas
Superiores de Hacienda; y que también actuaran en todas las
causas en que tuviese algún interés perjuicio el Real Erario,
ó

ó que tocasen á cualesquiera ramos y derechos suyos, ya es-


tuviesen en administración, ya en arrendamiento, así en lo
respectivo á las cobranzas, como en todas sus incidencias. Y
en el artículo 79 se disponía que aunque las rentas de- alca-
balas, tabacos, pulques, pólvora y naipes debían continuar á
cargo del Superintendente Subdelegado de Real Hacienda y de
los Ministros establecidos para su mejor dirección y manejo,
correspondiese á los intendentes en sus respectivas provincias,
conocer en 1� instancia, por sí ó por sus subdelegados, de to-
das las causas y negocios contenciosos que ocurriesen en dichos
ramos, con apelación á las Juntas Superiores de Hacienda,
como quedaba prescrito para los demás del Real Erario, de-
biendo entenderse, por consiguiente, derogado lo dispuesto en
esa parte por las particulares Ordenanzas de las expresadas
rentas; y que en cuanto á lo gubernativo y económico auxi-
liaran los intendentes las providencias que dictasen el Superin-
tendente Subdelegado y las direcciones centrales, llevando con
éstas y con aquél la debida correspondencia sobre lo que e-n
su razón se ofreciera.
Los Ministros principales de Real Hacienda de León, si
bien habían tenido facultad para hacer contratos particulares
con los abastecedores de cal y de otros materiales destinados
á la fábrica del templo, dejaron de poseerla desde que se es-
410 rn:;TORIA !)E NICARAGUA

tableció el remate como único medio de comprarlos, acto para


el cual se requería el ejercicio de una jurisdicción de que aqué-
llos carecían. Y aunque habían practicado en años anteriores
algunas operaciones judiciales de esa clase, esto sólo consti-
tuía una costumbre tolerada por el Gobernador, pero no au-
torizada por las leyes.
Con fecha 27 de octubre de 1808, proveyó el Intendente
Salvador un auto, en que, atendiendo á que los Ministros de
Real Hacienda no tenían jurisdicción para autorizar posturas
ni remates, por haberse refundido en la Intendencia la que an-
tes habían ejercido; y á que debían rematarse en Junta de
Almonedas, todos aquellos ramos que tuviesen relación con el
Real Tesoro, acordó que en dicha Junta se hiciese el remate
de la cal, y señaló, para practicarlo, el día 3 de noviembre del
propio año. Y dando cumplimiento á esa disposición, hizo
que en la fecha prefijada para el efecto se ejecutase en la for-
ma debida el remate de cales, el cual recayó en don Pedro Diaz
Cabeza de Baca, prescindiéndose del que en otra persona ha-
bían hecho los Ministros.
Quejáronse éstos ante el Superior Gobierno del Reino, de
las providencias dictadas por el Intendente y pidieron que
este empleado «les diese satisfacción por el ultraje y despre-
cio con que los había tratado, bien distantes del modo con que
el Soberano quería se mirasen unos destinos que eran suyos y
á las personas á quienes se dignaba de conferirlos, depositan-
do en ellas sus tesoros.» Pero la Junta Superior desechó la
queja y declaró que no les había causado agravio el Gober-
nador al usar de sus facultades; que á este Magistrado corres-
pondía hacer los remates de las cosas y contratos pertene-
cientes á la Real Hacienda; y que las fianzas debían otorgarse
con parecer y á satisfacción de los Ministros. De ese modo
quedaron estos funcionarios despojados de toda autoridad ju-
dicial en asuntos relativos al fisco, aun en aquellos encargos
y negocios encomendados á su particular administración por
disposiciones especiales del Monarca.
Nótase desde los últimos años del siglo xvrn, hasta 1811,
y particularmente durante la administración de don José Sal-
vador, la tendencia de los gobernadores á centralizar en su
LIB. VIII.-CAP. Xl,--ORGANIZACION, ETC. 411

persona toda la autoridad de la Provincia, absorbiendo aun


aquellas funciones que por las leyes ó la costumbre habían
ejercido con alguna independencia otros empleados. Conside-
rando que éstos, por hallarse en más inmediato contacto con
los indígenas y criollos podían participar de las ideas de au-
tonomía y libertad que comenzaban á despertar entre esas
razas, y adquirir influencias y prestigios que los hiciesen más
tarde el centro de un movimiento político, se empeñaron los
gobernadores en despojarlos de todo poder y limitar sus fa-
cultades á aquellos puntos ó negocios que no ofreciesen el
menor peligro para la conservación del dominio de España en
estas regiones.
Esa conducta de los gobernadores intendentes para con los
empleados inferiores de sus respectivas provincias, no era sino
un remedo de la que con aquellos Magistrados había observado
la Corte de Castilla desde el establecimiento del régimen co-
lonial. Los virreyes, audiencias, capitanes generales y gober-
nadores de provincia tenían atribuciones casi absolutas en lo
relativo á la administración militar y económica, y las provi-
dencias que en estos ramos dictaban se hacían siempre efec-
tivas, aunque fuesen injustas, por la dificultad con que los
agraviados tropezaban para ocurrir en queja al Soberano. Pero
en los negocios políticos y judiciales, que son los que más ín-
timamente se relacionan con la organización de la sociedad,
las leyes españolas habían restríngído la acción de los em-
pleados coloniales, reservando la resolución final en la mayor
parte de los casos, al conocimiento de tribunales superiores que
residían en la Península. Es decir, que el Gobierno había des-
centralizado el poder de oprimir, porque su ejercicio jamás
podría reportar á los funcionarios la adhesión y simpatía de
los americanos; pero había centralizado la autoridad en todo
lo que pudiera ser benéfica, en todo lo que se dirigiera al pro-
greso de las colonias y al desenvolvimiento gradual y prudente
de su educación política y social.
Así también los gobernadores de provincia sólo dejaban á

las autoridades de cada partido ó localidad aquellas facultades


indispensables para hacer efectivo el pago de impuestos fis-
cales, el abastecimiento de víveres y de otros objetos precisos
412 HISTORIA . DE NICARAGUA

para el sostenimiento de· los presidios y de la marina real y


un cúmulo de obligaciones con que se hallaban gravados los
pueblos indígenas; pero ponían el mayor cuidado en conser-
var para sí mismos todas las atribuciones correspondientes al
orden político, y en especial las que les confería la ley en ma-
teria de elecciones y administración de justicia.
Semejante sistema produjo. en Nicaragua el descontento de
los subdelegados y cabildos y un antagonismo, algunas veces
latente y otras manifiesto, entre esos empleados y corporacio-
nes y el Jefe de la Provincia. Varias disputas sostuvo el In-
tendente. don José Salvador con los subdelegados y ayunta-
mientos, por el empeño que ponía en reservarse la mayor suma
posible de facultades administrativas. Ruidosas fueron las que
en 1809, se suscitaron entre aquel Magistrado y el Subdele-
gado de Masaya, · don José Santiago García de. Salas.
En el mes de enero de ese año practicáronse en dicho pue-
blo las elecciones de alcaldes naturales y pedáneos, en confor-
midad: con las disposiciones vigentes sobre la materia. Con-
cluído el· acto, el Subdelegado envió el libro de elecciones al
Gobernador Intendente, á fin de que éste diese su aprobación
á la que acababa de verüicarse.
Don José .Salvador, desobedeciendo órdenes expresas del
Superior Gobierno, había restablecido en esta Provincia la des-
autorizada costumbre de que al principio de cada año acudie-
sen á la capital los alcaldes salientes y los entrantes soli-
á

citar la confirmación de las elecciones. Enojóse, pues, sobre-


manera al recibir el oficio con que el Subdelegado de Masaya
acompañaba los documentos relativos á la elección de las au-
toridades que debían funcionar .en 1809, y extrañando que no
hubiese aquel funcionario dado cumplimiento á las órdenes
dictadas por la Intendencia. para obligar á · los alcaldes pedir
á

personalmente la aprobación de sus nombramientos, dirigió al


Subdelegado, con fecha 3 de febrero una nota, en la que le
mandaba que inmediatamente enviase los alcaldes, y le pre-
á

venía que por ningún motivo entorpeciese el cumplimiento de


esa disposición. El Gobernador agregaba los siguientes con-
ceptos, que envolvían una amenaza contra Salas: «De no ve-
rüicarlo así adoptaré contra U. la providencia que correspon-
LIB. VIII.--CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 413

de, pues el muy ilustre . señor Presidente no le concedió esa


Subdelegación para que la disloque, trastorne y fomente en
ella disturbios y cavilosidades; sino para la mejor distribución
de justicia, fomento de ella, paz y tranquilidad de esos pueblos.»
Al recibir ese ofcio, .· el Subdelegado reunió á los · alcaldes
y sus escribanos, á fin de comunicarles .la orden del Goberna-
dor, é hizo que á continuación de ella escribiesen. la siguiente
respuesta: que en obsequio á la subordinación debida al señor
Intendente de la Provincia, obedecían por entonces el mandato
que se les notificaba, aunque para verificarlo tuviesen que ha-
cer gastos para los cuales no alcanzaban sus cortas facultades
y que. abandonar por seis días cuando menos el cuidado de sus
intereses y respectivas familias; todo lo cual, suplicaban al
Juez Subdelegado lo representase en la debida forma al Pre-
sidente y Capitán General del Reino á efecto de que se desig-
nase de relevarlos en lo sucesivo del gravamen que les había
impuesto el Gobernador, mandando á este empleado no los mo-
lestase ni vejase sobre el particular.
En esta contestación se descubre ya el espíritu subversivo
que animaba á nuestros pueblos contra los altos funcionarios
de la Colonia y la tendencia que manifestaban hacia un ré-
gimen político en que se diese más ensanche á la· autoridad
municipal. Don José Salvador fué el empleado contra quien
directamente desataron sus iras, más ó menos violentamente,
el pueblo de Masaya y otros de la Provincia, como luego ve-
remos; y no porque ese Magistrado fuese cruel y despótico,
pues antes bien se distinguió por su blandura y prudencia, sino
porque ya estaban preparados los elementos que debían pro-
ducir en Nicaragua la emancipación política y sólo se espe-
raba una ocasión oportuna para la realización de ese hecho ex-
traordinario, decretado por. la Providencia . á todos los pueblos
del Nuevo Mundo.
El Subdelegado don Santiago García de Salas, llevando ade-
lante su oposición á la autoridad del Jefe de la Provincia, di-
rigió, con fecha 7 de febrero de 1809, una exposición al Pre-
sidente del Reino en la que le daba cuenta de las cuestiones
suscitadas con motivo de la elección de concejales de Masaya.
Apoyaba en ese documento las razones que los alcaldes del pue-
414 HISTORIA DE NICARAGUA

blo habían expuesto para negarse á solicitar personalmente la


confirmación de sus nombramientos, y pedía que el Gobierno
Superior les libertase de tan dura obligación y previniese al
Gobernador Intendente que para cuantas órdenes y providen-
cias hubiese de comunicar á la Subdelegación de Masaya, se
asesorase antes con su teniente letrado, según estaba dispues-
to por la Real Ordenanza y por otras cédulas y resoluciones
posteriores.
El Gobernador de la Provincia, en informe dirigido al Pre-
sidente del Reino, con fecha 4 de abril del propio año, procuró
defenderse del cargo· que el Subdelegado le hacía, y atribuyó
las gestiones de este funcionario en favor de los naturales de
Masaya á una escandalosa y declarada oposición á las órde-
nes del Gobierno. Se esforzó en demostrar la conveniencia
de que los alcaldes pasasen á la capitál á pedir la confirma-
ción de sus elecciones, tanto porque de ese modo los salientes
podían rendir cuenta circunstanciada de sus actos, como por-
que los entrantes recibían con más seguridad las órdenes ne.
cesarías al progreso y buen régimen de sus pueblos. En con-
cepto del Gobernador, .ese método había producido satisfacto-
rios resultados Y. á él se debían principalmente los adelantos
que en lo material y político habían alcanzado las poblaciones
del Partido. A la eficacia de las instrucciones verbales comu-
nicadas por el Jefe de la Provincia á los alcaldes, en el viaje
que anualmente hacían á la capital, atribuía don José Salva-
dor la facilidad con que en el tiempo de su gobierno se habían
formado los pueblos de Santa Rosa y Santa Teresa, hasta el
grado de tener cada uno sus iglesias y habitaciones y nume-
roso vecindario. Habíase conseguido, decía, que las casas, me-
tidas antes en lo interior de los solares, se hallasen á la sazón
en casi todos los pueblos, colocadas á la orilla de las calles:
que éstas se hubiesen ensanchado y arreglado en forma de
cuadras: que la gente antes dispersa por los montes y alojada
en miserables ranchos para cometer robos de ganados en las
haciendas inmediatas, estuviera ya reducida á poblado y vi-
viese en sociedad, á vista y presencia de los jueces: que tu-
viesen casi todos los pueblos del Partido de Masaya sus ca-
bildos más ó menos formales: que se hubiese puesto término
LIB. VIII.-CAP. Xl.-ORGANIZACióN, ETC. 415

á las antiguas y no pocas veces sangrientas contiendas que


ocurrían entre los índíos y ladinos por la confusión de sus ha-
bitaciones y labranzas, habiéndose conseguido ya que median-
te el traspaso recíproco de algunas casas y tierras de labor,
quedasen completamente separados unos de otros; y por últi-
mo, que los caminos, en su mayor parte estrechos y peligro-
sos, se encontrasen ya notablemente mejorados, haciéndose
más cómodo y breve el tránsito de pueblo á pueblo. Todos es-
tos progresos no habrían podido realizarse, decía el Gober-
nador, si él no hubiese puesto particular empeño en obligar á
los alcaldes á. recibir directamente las instrucciones necesarias
para el gobierno que iban á ejercer; puesto que la experiencia
de larguísimo tiempo había demostrado que eran por lo regu-
lar ineficaces las órdenes que por escrito comunicaban los go-
bernadores, primero á los corregidores y después á los Jueces
prevencionales y subdelegados, para el adelanto y buena ad-
ministración de los pueblos sujetos á su autoridad y cuidado.
No se conformó el Intendente don José Salvador con tra-
zar el cuadro halagüeño de los progresos obtenidos durante el
tiempo de su mando, en . el Partido cíe Masaya, ni con demos-
trar las ventajas que, á su juicio, producía la providencia de
que se habían quejado el Subdelegado y los alcaldes de aque-
lla comarca; sino que quiso también hacer recaer sobre Gar-
cía de Salas, toda la responsabilidad de las cuestiones pendien-
tes. No se ocultaba á la perspicacia y al excelente criterio
del Gobernador el peligro que para la dominación de España
en esta Provincia, traerían las complacencias dispensadas por
los subdelegados á las autoridades indígenas. Bien lo dejan
comprender los siguientes conceptos del informe:
«Todos estos progresos son efectivos como notorios y no.
será dable que el informe de un subdelegado que quiere con-
temporizar con unos individuos dispuestos á su humor, los
puedan oscurecer; y no será difícil que la causa de estos mo-
vimientos se vea realizada completamente. Mas por ahora no
es dudable que la intención de aquél es sostener los choques
con el gobierno que le es superior.s
E insistiendo sobre este punto agregaba:
«Para manifestar este concepto, quiero suponer como cier-
416 HISTORIA DE NICARAGUA

to que su intención (la del Subdelegado García de Salas) es


recta, en beneficio de aquel pueblo; pero ¿ á qué fin manifes-
tarse con tanto ardor y escándalo, para menguar en todo caso
la autoridad del primer Jefe de la Provincia? ¿No le bas-
taba para serenidad de su conciencia el consultarme los incon-
venientes que le ocurrieran; y si yo no atendiese sus reclamos
dirigirse á V. S. M. I. como á primer Jefe del Reino, para que
inteligenciado proveyese? Y no que de luego á luego se pasa
á instruir información en el concepto preciso de sumariarme,
pues les inculca las exhortaciones y advertencias que yo les
hice para notarme de inverídico y falso en mis asertos en cuan-
to al objeto de su comparecencia, con otras cosas que omito
por causa de la brevedad, que no conducen más que al desdoro
de mi persona y carácter que la distingue.»
Aseguraba el Gobernador que don Santiago García de Sa-
las, era de natural arrebatado y altanero, y en comprobación
de este aserto citaba dos casos recientes en que había demos-
trado hasta qué punto llegaba su inconsiderada y audaz exal-
tación. Era el primero el hecho de haber injuriado en pre-
sencia de muchos militares y paisanos al Capitán don Juan
Ignacio Bermúdez y amenazado á todos los oficiales del bata-
llón de Granada, sólo porque aquel militar le había notificado
ciertas órdenes de la Intendencia; y el segundo, el de haber
desobedecido á la Diputación consular de Granada y dirigido
á sus jueces un oficio desatento, con ocasión de cierta disputa
suscitada por haber pretendido el Subdelegado de Masaya ex-
tender su jurisdicción hasta la Villa de Tipitapa.
Poco le valieron á don José Salvador sus esfuerzos por ob-
tener el triunfo sobre su adversario, ni el empeño que puso en
demostrar cuán perjudicial sería á la autoridad del Jefe Su-
perior de la Provincia una resolución en que, aunque fuese in-
directamente, se hiciese inclinar la razón á favor del Subde-
legado y de los alcaldes de Masaya. El Presidente del Reino,
sin atender á esas observaciones y siguiendo la opinión del
Fiscal y Asesor general, reiteró con fecha 29 de abril de 1809,
la resolución expedida por él mismo en años anteriores, en
virtud de la cual había declarado que los justicias naturales
y pedáneos mulatos no podían Ser obligados en ningún caso
LIB. VIII.-CAP. XI.--ORGANIZACION, ETC. 417

ni por ningún pretexto á ocurrir personalmente á la Intenden-


cia en solicitud de la confirmación de sus nombramientos.
En los últimos meses de 1809, el Gobernador Intendente
instruyó una información, de la que resultaron contra el Sub-
delegado García de Salas varios cargos por delitos que se le
imputaban en el ejercicio de su empleo. De· la información
apareció que ejecutaba exacciones indebidas de derechos ó ga-
belas: que hacía repartimientos entre indios, españoles y· la-
dinos, para mascabados, azúcares, arroz y cebadilla; que per-
mitía el establemiento de tabernas en pueblos puramente in-
dígenas, y que toleraba amancebamientos públicos por fines
de interés personal. Envió el Gobernador estas informaeiones
al Gobierno Superior del Reino, á fin de que se hiciese efectíva
la responsabilidad del empleado quien se atribuían semejan-
á

tes abusos. Pero no obstante sus reiteradas instancias por


que se diese al asunto el curso correspondiente, no· pudo con-
seguir que en Guatemala se concediese importancia alguna á

las acusaciones contra el Subdelegado. Así que, la autoridad


del Intendente de la Provincia disminuía visiblemente causa
á

de los desaires de que era objeto por parte de los altos funcio-
narios del Reino.
El resultado de las cuestiones sostenidas entre don José
Salvador y el Subdelegado de Masaya, y el de otras de menor
trascendencia suscitadas entre · aquel Magistrado y algunos
ayuntamientos y jueces · de partido, de las que no salió mejor
librada la importancia política del Jefe de fa Provincia, son
de grande interés en este período de nuestra historia colonial.
Los empleados inferiores, los cabildos de diversos pueblos y
aun la generalidad de los habitantes del país cobraron alientos
en su oposición la legal potestad del Intendente: la autoridad
á

de este funcionario vino á menos, y no puede dudarse que


aquellos hechos, al parecer insignificantes, prepararon los tras-
cendentales acontecimientos efectuados dos años después, los
cuales serán materia del capítulo siguiente.
En los pueblos del Partido del Realejo ocurrían aconteci-
mientos tan graves como los verífícados en Masaya. Desde
el 3 de marzo de 1805, desempeñaba don Calixto Robledo las
funciones de Subdelegado de aquella sección de la Provincia,
III.­27
418 HISTORIA DE NICARAGUA

y su comportamiento había sido tan satisfactorio para sus in-


mediatos superiores que le mereció la honra de ser encargado
de la administración de las rentas de tabaco y alcabalas, de
la exacción de tributos y de otras importantes comisiones per-
tenecientes á la Real Hacienaa, en cuyo desempeño obtuvo la
más completa aprobación y aun especiales recomendaciones
del Administrador principal de alcabalas de esta Provincia,
don Francisco Barberena, del Factor de la real renta de taba-
co y Administrador de la de pólvora y papel sellado, don José
María Falla y de los Ministros principales de Real Hacienda,
don An'tonio Aguado y don Juan José Raquejo.
Había puesto el Subdelegado la mayor atención en perse-
guir en los pueblos de su mando á los ebrios, tahures, ladro-
nes, vagos y contrabandistas; y procurado que los indios se
dedicasen al trabajo y cuidasen del aseo en sus respectivas
poblaciones. Semejante conducta le había enajenado las sim-
patías del populacho, el cual siempre corresponde cou el odio
á los empleados que se interesan en la reforma de las cos-
tumbres.
El Subdelegado residía en el Viejo, en donde además de la
ojeriza del pueblo por la represión de los excesos, tenía en
contra suya un partido numeroso y compacto, compuesto en
general de los mulatos y de otros sujetos importantes por su
posición social, quienes miraban con desagrado la permanen-
cia de un español en la subdelegación del Partido y se agita-
ban contra las autoridades coloniales, inspirados por ideas de
libertad é independencia.
La insubordinación y el desasosiego de los pueblos de Chi-
nandega y el Viejo aumentaba de día en día y amenazaba con
tomar más serias proporciones, á causa del desprecio con que
era vista la autoridad del Subdelegado. Principales instiga-
dores del desorden y propagandistas de doctrinas revoluciona-
rias, eran el Doctor Tomás Ruiz, sacerdote de raza indígena
pura, y el Padre Fray José Antonio Moñino, quien habiendo
sido expulsado del convento de Franciscanos, por su carácter
inquieto y turbulento y por sus opiniones contrarias al domi-
nio de España en América, se había trasladado al Viejo y no
cesaba de trabajar allí, infundiendo en los indios y mulatos el
LIB. VIII.-CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 419

espíritu de desobediencia contra los empleados coloniales. De


manera que por una extraña combinación de elementos, las
diversas clases sociales que constituían la población del Viejo,
preparaban los ánimos para la proclamación de la independen-
cia y estimulaban á otros pueblos, que con ardoroso entusias-
mo tomaron parte en los primeros movimientos subversivos que
por aquella época se efectuaron, como oportunamente se verá.
En tales circunstancias ocurrió un hecho notable por sus
consecuencias, que pusieron de manifiesto hasta qué punto ha-
bía llegado el atrevimiento del pueblo y su menosprecio hacia
la autoridad de los empleados. El Subdelegado Robledo, en
su carácter de Administrador de alcabalas del Partido del Rea-
lejo, dió aviso al Gobernador de que la india Antonia Floren-
cia, natural del Viejo, tenía una fábrica clandestina de aguar-
diente y expendía este licor en el pueblo. Libró orden el Go-
bernador á los alcaldes indígenas para que como agentes de la
justicia ordinaria hiciesen presentarse en León á la citada Flo-
rencia; pero aquéllos, despreciando la autoridad del primer
Magistrado de la Provincia, lejos de ejecutar la providencia
que se les había comunicado, pusiéronse de acuerdo con el
pueblo para evitar su cumplimiento. Reiteró el Intendente sus
órdenes, cometiendo la ejecución de ellas al Subdelegado Ro-
bledo. Al divulgarse la noticia de esta disposición, la agita-
ción del pueblo no tuvo límites. Formóse un tumulto para im-
pedir la salida de la india: los revoltosos vociferaban contra el
Gobernador y contra el Subdelegado, diciendo que el primero
no tenía derecho para hacer llegar á su presencia á la acusada;
y los alcaldes dirigieron á Robledo la siguiente nota:
«El señor Intendente ha pasado oficio á U., que nos comu-
nicó, para que envíe á León á Antonia Florencia, india de este
pueblo, sin manifestar la causa civil ó criminal por que debe
ser llamada. Tome U. las providencias que sean conformes á
las leyes é intenciones del Soberano, para enviar á León á la
indicada Antonia Florencia, en inteligencia de que en manera
alguna seremos responsables á los daños y perjuicios de que
hiciese cargo la referida Florencia y de que hemos de dar
cuenta á la Real Audiencia de este Reino, con el oficio del se-
420 HISTORIA DE NICARAGUA.

ñor Intendente de 26 de septiembre-Por mi Ayuntamiento-


José María Pérez, Escribano del pueblo.»
La actitud amenazante de los indios y el decidido apoyo
que el Cabildo les prestaba, hicieron que el Subdelegado no in-
sistiese en la ejecución de la orden del Gobernador. La con-
trabandista quedó tranquila en el Viejo, y el pueblo obtuvo un
gran triunfo sobre la autoridad de los empleados reales.
No pensaban los habitantes del Viejo en otra cosa sino en
separar de la Subdelegación del Partido á don Calixto Roble-
do. Animados de este propósito, dirigieron al Intendente una
exposición, en la que acusaban al Subdelegado de haber prac-
ticado ciertos repartimientos de hilos en algunos pueblos de
su mando. El hecho era efectivo; pero el Subdelegado Roble-
do no había procedido de mala fe, ni reportado utilidad perso-
nal ninguna, sino que tuvo por objeto proveer de velamen un
buque del Gobierno, que se hallaba en el puerto de Trujillo.
Comisionó el Gobernador al Sargento Mayor don Juan Sán-
chez, para que pasase al Viejo y siguiese una información ju-
dicial sobre el abuso de que se quejaban los naturales de aque-
lla población. El Comisionado procedió precipitadamente en
el desempeño de su encargo: despojó á Robledo de la Subde-
legación del Partido y le intimó orden de salir del pueblo den-
tro de tercero día, lo que verificó el Subdelegado, con grave
desdoro de su autoridad y con no poca satisfacción de sus ene-
migos, que encontraron más ancho campo para proseguir en
sus planes sediciosos.
Algunos meses después de estos sucesos, don Calixto Roble-
do se empeñaba en que el Gobierno Superior le restableciese
en el ejercicio de su mando; pero las gestiones que en tal sen-
tido ejecutó no tuvieron buen éxito. Quedó, pues, definitiva-
mente separado de la Subdelegación del Partido, habiendo sido
Robledo el primer empleado colonial que cayó de su alto pues-
to á impulso de las agitaciones populares que comenzaron á
modificar la opinión pública en esta Provincia á principios del
presente siglo.
A · través de las dificultades que ofrecía el gobierno polí-
tico del país, no descuidaba don José Salvador otras atenciones
del real servicio. En 30 de mayo de 1808, acordó que se hí-
LIB. vm . ....:.cAP. XI.-ORGANIZÁCION, ETC. 421

ciesen al cuartel de Granada algunas reparaciones indispensa-


bles, á fin de evitar su completa ruina.
Por indicación del Subdelegado don Mateo Espinosa, y de
acuerdo con la Junta Provincial de Hacienda, dispuso, en 16 de
marzo de 1809, que se comprase una embarcación de suficien-
te capacidad para el relevo de la guardia que había en el ba-
luarte de San Pablo, construído en la playa del lago de Granada.
La conservación y mejora del fuerte provisional de San
Carlos fué también objeto de la diligente atención del Gober-
nador. Con fecha & de abril del propio año, ordenó se hicies.en
á aquel establecimiento algunas refacciones. _ que necesitaba:
en 27 de mayo mandó proveer de muebles al hospital de aque-
lla fortaleza; y en la propia fecha resolvió en Junta de Hacien-
da, que se procediese á componer los cuarteles y almacenes
del Castillo, como también el departamento destinado á la Co-
mandancia del mismo.
Por disposición expedida á 12 de junio, previno al oficial
don Francisco Cortés que diese principio á la reconstrucción
de la casa cuartel del destacamento del Realejo, que se hallaba
en estado ruinoso; y por otra, de . 23 de noviembre de 1810,
acordó la reedificación de los cuarteles y de la Sala de Armas
de Granada.
Todas esas providencias merecieron la aprobación del Ca-
pitán General y de la Junta Superior del Reino.
Con fechas 3 de enero y 18 de junio de 1806, había dirigi-
do el Intendente de Nicaragua dos representaciones al Rey de
España, en las que le proponía la conveniencia de que subsis-.
tiese la habilitación del puerto de San Juan, y que para faci-
litar el desmonte y cultivo de los terrenos inmediatos, se con-
cediesen á sus habitantes ciertas kracias que por real orden
de 20 de noviembre de 1803 se habían dispensado á los nuevos
pobladores de la costa de mosquitos; eximiéndoles también,
durante diez años, del pago de derechos y diezmos sobre los
frutos que cosecharan en distancia de diez leguas del río, por
cualquiera de sus márgenes. En real orden de 31 de marzo
de 1808, aceptó . el Monarca las indicaciones del Gobernador
de esta Provincia, y acordó, además, que se procurase estable-
422 HISTORIA DE NICARAGUA

cer á inmediaciones del río de San Juan una población que no


excediese de trescientos vecinos.
La observación del lastimoso estado de decadencia á que
habían llegado el comercio y la agricultura en Granada, y aun
en la Provincia toda, y el justo deseo que manifestaban mu-
chos comerciantes y hacendados, de que se pusiese á tan grave
mal oportuno y eficaz remedio, movieron la Diputación con-
á

sular de aquella ciudad á reunir una Junta de comercio, de la


que formaron parte personas de competente autoridad, con ob-
jeto de examinar atentamente las causas del daño que experi-
mentaba el comercio y discutir acerca de las providencias que
serían más convenientes para restablecerlo y fomentarlo, ó por
lo menos, para sostenerlo en cuanto lo permitiesen las cir-
cunstancias del país.
En la Junta se trató de la materia con el detenimiento y
reflexión que exigía su importancia. Y se acordó que el Cuer-
po consular, por medio de uno de sus Diputados, el señor don
Pedro Chamorro, elevase al Capitán General del Reino, una
representación destinada á exponerle el atraso en que se ha-
llaba el comercio de la Provincia, las causas que lo habían
traído á tan miserable estado y las medidas que, en concepto
de la Junta, debían dictarse para mejorarlo y precaver su ruina.
En la representación de don Pedro Chamorro (fecha 7 de
abril de 1811), se señalaba como causa principal del daño que
se experimentaba, las frecuentes introducciones que por el
puerto de San Juan se hacían, de géneros de ilícito comercio,
traídos desde puertos que por pena correccional estaban priva-
dos de comunicación con los de esta Provincia.
El Reino de Guatemala había cortado sus relaciones mer-
cantiles con Cartagena de Indias y con todo el Virreinato de
Santa Fe, á causa de las ocurrencias políticas que agitaban los
pueblos de aquella colonia. Semejante disposición era constan-
temente eludida por los comerciantes importadores; pues con
frecuencia sucedía que de Cartagena se dirigían á Portobelo,
en donde cambiaban sus papeles, y en seguida arribaban con
sus mercaderías al puerto de San Juan de Nicaragua.
La Diputación consular refería dos casos recientes en que
por medio del fraude se habían introducido áesta Provincia
LIB. VIII.-CAP. XI.-ORGANIZAClóN, ETC. 423

artículos de ilícito comercio. Era el primero el de las goletas


Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de los Dolores,
cuyos capitanes don José Gallardo y don Valentín de la Llosa,
habían salido de Cartagena el 28 de enero con dirección de
Portobelo, á donde no hicieron más que llegar. Tomaron allí
nuevos registros, y con ellos emprendieron viaje esta Pro-
á

vincia. El segundo era el del buque María Luisa, en el que


con registro de Trinidad de Cuba, había introducido el Ca-
pitán don José Illas, géneros de algodón, contra la prohibición
contenida en reales órdenes de 17 de marzo de 1809 y 4 de
julio de 1810. En la aduana matriz de la Habana no se expe-
dían registros para la salida de esa clase de 'mercancíaa: no
era, pues, de suponerse que en la subalterna de Trinidad se
diesen, en contravención á las reales disposiciones comunica-
das á aquellas islas.
Temía el comercio, y no sin fundamento, que el Intendente
de la Provincia calificase de legítimos los papeles de las na-
ves expresadas y admitiese la introducción de sus cargamen-
tos, con grave perjuicio del vecindario de Granada y en opo-
sición á las citadas leyes; pues en esos mismos días había
mandado dar registro de dinero para el puerto de Santa Mar-
ta, que se hallaba en igual situación que el de Cartagena, á

sujetos que indefectiblemente enviarían sus caudales aquella


á

plaza. Otros buques, salidos del puerto de San Juan con re-
gistros para Trinidad y la Habana, habían introducido cuan-
tiosos intereses en Cartagena, eludiendo de ese modo la pena
correccional y las disposiciones de la Capitanía General del
Reino.
El Receptor de alcabalas de Granada incurría también fre-
cuentemente en omisiones y descuidos perjudiciales al fisco,
por lo que don Pedro Chamorro pedía al Presidente y Capitán
General, se sirviese ordenar la Subdelegación de Real Hacien-
á

da, que en los expedientes de registros se diese vista y cono-


cimiento á
la Diputación consular, á efecto de que expusiese
cuanto le pareciera conveniente al Real Erario y al comercio;
pues aunque cualquier vasallo tenía libertad de hacerlo siem-
pre que se interesasen la causa pública y del Rey, todas las
424 HISTORIA DE NICARAGUA

exposiciones de la Diputación, mediante el expreso mandato


del Gobierno llevarían el sello.. de la superior autoridad.
Don . Pedro Chamorro concluía su representación manifes-
tando que para cortar el tráfico ilícito que había constituído
á los comerciantes de Granada en colonos de Cartagena y otras
islas, era necesario cerrar enteramente el puerto de San Juan
á semejantes introducciones, á reserva de hacerse por este. co-
mercio las que fuesen - convenientes, bajo condiciones y. reglas
más acertadas, ó de abrirlo y franquearlo á los ingleses con
las restricciones que pareciesen oportunas.
El Ayuntamiento de Granada, fundado en las propias ob-
servaciones y- atendiendo al estado de insurrección en que se
hallaban Cartagena, Santa Marta y Portobelo, solicitó que . no
se diese entrada á los cargamentos venidos de aquellos puer-
tos en las goletas Dolores y Carmen, ni al de la barca María
_Luisa, procedente de Trinidad de Cuba, por presumirse ser fal-
sos sus registros. . . . '
.; - lpn auto de 6 de abril, había dispuesto el Presidente det
Reino, de conformidad con el voto consultivo del Real Acuer-
do, que no _se expidiesen registros para Santa Marta, Porto-
belo y cualquier otro lugar que se hallase en armas contra el
Gobierno· de la Metrópoli: - que arites de salir los buques de
nuestros puertos afianzasen sus armadores el punto de su des-
tino, y que se hiciese con todo escrúpulo el reconocimiento de
personas, mercancías y papeles que viniesen de aquellos luga-
res. Habíase también prohibido á las autoridades del Reino
el admitir registros de naves procedentes de los puertos expre-
sados, y en general estaba mandado por las leyes que se man-
tuviese cerrada toda comunicación comercial entre los países
fieles al Rey de España y aquellos que se hubiesen rebelado
contra· su dominio, bajo la pena de confiscación de bienes con-
tra el que faltase á semejante prohibición, aunque se hiciesen
pasar á manos de tercero ó á otros países no sujetos al go-
bierno · colonial.
· Con presencia de esas disposiciones, el Oidor Fiscal, á quien
se dió conocimiento de · las exposiciones presentadas por la
Diputación Consular y el Ayuntamiento de Granada, opinó que
el Superior Gobierno acordase lo siguiente: que el Comandan-
LIB. VIII..........CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 425

te de armas y Subdelegado de Real Hacienda de aquella ciudad


procediese inmediatamente á embargar y depositar en la Adua-
na ó en otro paraje· seguro· los· artículos. que habían traído ·• las
dos goletas procedentes de Portobelo: que formase inventario
y avalúo de todos los géneros comprendidos en el cargamento
de aquellas naves: que también embargase los buques con todo
lo que hubiese dentro de ellos, aunque se alegase. que algunos
objetos pertenecían á los oficiales ú otros individuos de la tri-
pulación, á quienes dejaría solamente la ropa de uso: que á
todos los hiciese venir á tierra y les intimase orden de arres-
to, debiendo proceder sin demora el Comandante Subdelegado
á recibirles declaración sobre los puntos que contra ellos su-
ministrase el expediente : que estas diligencias se cumpliesen
de modo que no pudieran comunicarse · los unos con los otros
y ponerse de acuerdo en lo que debían declarar: que se hiciese
reconocimiento de papeles, agregándose el diario de la nave-
gación de Cartagena á Portobelo, que citaban en sus repre-
sentaciones la Diputación y el Ayuntamiento: que se recibiese
declaración á don Juan Bengoechea sobre las citas que en. ellas
se le hacían y sobre lo demás que en fuerza de su fidelidad
debiese expresar relativamente á lo que había visto y oído en
Cartagena en cuanto al sistema de gobierno adoptado en el
Virreinato de Santa Fe y á las medidas políticas que allá pen-
saban tomar los revolucionarios: que esta actuación criminal
se siguiese en cuaderno separado de la del embargo, recono-
cimiento, avalúo y depósito de los géneros de ilícito comercio,
á fin de que no se entorpeciera el esclarecimiento de unos he-
chos mientras se tratase de investigar otros: que á los capi-
tanes, pilotos y demás oficiales de las embarcaciones se les se-
cuestrase el dinero, papeles y documentos que en su poder se
encontraran: que concluído todo, diese cuenta el Subdelegado
al Gobierno Superior; y que el Intendente de la Provincia en-
viase á Guatemala los registros de ambas goletas, suspendien-
do entretanto cualquiera determinación no conforme con las
que el Fiscal proponía.
En cuanto á la barca María Luisa, procedente de Trinidad,
siendo fundados los reparos y vicios que se oponían á . su re.
gistro, el Ministerio público pidió que se aplicasen á ella las
426 HISTORIA DE NICARAGUA

mismas providencias de que acaba de hacerse relación; y por


lo que hacía á los demás puntos comprendidos en la represen-
tación del cuerpo consular, pensó que no debía resolverse pre-
cipitadamente, por exigir instrucción separada, para no com-
plicar los expedientes. Pero que en atención á las circunstan-
cias especiales de este comercio, y sin que la providencia que
se dictara constituyese ejemplar, podía acordar el Gobierno
que el Comandante Subdelegado, siempre que entrase algún
buque en el puerto de San Juan, llamase al Diputado consular
para que ambos reconociesen sus registros prontamente, á
fin de no causar perjuicios ni dilaciones al comercio, debiendo
concurrir también á aquel acto el Administrador de alcabalas
ú Oficial real, con lo que se consultaría al mejor servicio del
Rey, y si se encontrasen sospechas contra el buque sería ma-
yor la seguridad con que el Subdelegado procedería, en virtud
de aquella calificación, á la detención y embargo. Estas di-
ligencias deberían, en opinión del Fiscal, ejecutarse desde lue-
go con cualquier nave procedente de lugares que se hallasen
en insurrección contra España.
Indicaba por último, que el Gobierno Superior manifestase
al Cabildo y á la Diputación consular de Granada la satisfac-
ción que experimentaba por el patriótico celo con que aten-
dían á la conservación de los reales intereses en esta Pro-
vincia.
En 8 de mayo del propio año de 1811, dirigió la Diputación
consular de León al Real Tribunal del Consulado de Guatema-
la, una exposición en que le hacía presente el estado del co-
mercio en esta Provincia, atribuyendo su decadencia á las
· mismas causas que habían expresado en sus respectivas repre-
sentaciones el Ayuntamiento y la Diputación de Granada.
«Nadie ignora, decía, que el comercio totalmente pasivo
es destruído así que no puede igualar el alcance que le hace
el extranjero, y ésta es la razón por que nuestro comercio na-
cional nunca ha progresado. ¿Pero qué diremos si este co-
mercio se hace sólo con numerario, sin cálculo ni reglas, su-
jeto al capricho y á la arbitrariedad? Precisamente será luego
destruído, aunque tuviere en su beneficio todas las minas jun-
tas; y nosotros no teniendo minas en nuestro socorro ¿ cómo
LIB. Vlll.-CAP. Xl.-ORGANIZACION, ETC. 427

podremos mantener el nuestro sin evitar su ruina? Sin duda


debe perecer y precipitar consigo los demás ramos que lo fo-
mentan. Si no se solicitan y extraen nuestros frutos, nadie
los cultivará, y nuestras tierras, sobradamente fértiles, que-
darán incultas é inútiles, escondiendo en su seno las apeteci-
bles preciosidades que por una fatal desgracia despreciamos;
y el comerciante, el hacendado, el artista, el labrador y el ar-
tesano, quedarán convertidos en unos entes vegetables.»
«Éste es puntualmente el aspecto que tiene nuestro comer-
cio y las resultas que empiezan ya á sentirse. Las pequeñas,
pero reiteradas introducciones por el río de San Juan y otros
puntos, nos desengañan y nos hacen ver nuestro error, pal-
pando la falta de dinero y el ningún recurso que nos queda en
nuestras producciones. ¿ Qué debemos, pues, esperar en lo su-
cesivo con los nuevos cargamentos que tenemos á la vista!
En el Realejo está un buque con doscientos mil pesos de efec-
tos: en el río de San Juan se encuentra otro con igual canti-
dad, procedentes de Panamá. Estas expediciones es regular
continúen, así porque nuestros puertos son casi los únicos que
están en perfecto sosiego, como porque el real permiso que
tienen aquéllos para tratar directamente en los puertos ingle-
ses les proporciona las mayores expediciones, que debemos mi-
rar como escollos que anuncian la ruina de todos si no se ponen
los remedios oportunos.»
Entre otros, parecía á la Diputación que el más adaptable
al estado actual del comercio, sería el de obligar por una ley
general á los cargadores á que precisamente extrajesen en pro-
ductos del Reino las tres cuartas partes del valor legítimo de
sus registros, y negándose á admitir esta condición, no per-
mitir les la venta de sus mercancías, dejándolos en libertad de
llevarlas á otros puntos que más les acomodasen.
Transmitió el Real Tribunal del Consulado de Guatemala
al Presidente del Reino la representación dirigida por la Di-
putación consular de la capital de esta Provincia; y la acom-
pañó de un informe en que apoyando la queja del comercio de
Nicaragua, hacía reflexiones no conformes con los principios
de bien entendida economía, sobre los medios que podrían po-
428 HISTORIA DE NICARAGUA

nerse en práctica para extinguir el tráfico ilícito que constan-


temente se hacía por nuestros puertos.
Manifestaba el Tribunal que desde que había observado la
gran cantidad de géneros de algodón, de lino y de todas clases,
que inundaba esta Provincia, había previsto destruiría su poca
industria, arrebataría su numerario, y fomentando en sus ha-
bitantes un lujo que no podrían sostener y un comercio con-
trario á sus verdaderos y sólidos intereses, la reduciría á la
miseria: que con el fin de precaver esos males había el Con-
sulado dirigido varias indicaciones al Superior Gobierno del
Reino y á las Diputaciones de León y Granada; pero que sus
reflexiones habían sido recibidas con escándalo y considera-
das como ideas rancias, opuestas á la libertad y nacidas de un
espíritu de monopolio que intentaba refundir en Guatemala
todo el comercio del Reino. « Una triste experiencia, decía,
ha justificado nuestros vaticinios; y León y Granada confiesan
en el día á una voz su desengaño, y que no son las expediciones
que llegan a sus puertos atestadas de mercaderías de puro lujo
las que han de mejorar la educación, infundir amor al trabajo
y establecer las buenas costumbres, que son la base de la fe-
licidad pública.»
Ofrecía el Consulado dedicarse á meditar con detenimiento
sobre los remedios radicales que se deberían aplicar á la de-
cadencia que agobiaba al comercio; pero mientras no se dic-
tasen las medidas convenientes á tan importante objeto, hacía
notar que tanto la expedición que acababa de llegar al Reale-
jo, como las que continuamente entraban por el río de San
Juan, procedentes de Cartagena, Santa Marta, la Habana y
otros puertos de América, eran ilícitas, por ser falsos los re-
gistros con que navegaban los buques: que aunque fuesen és-
tos verdaderos, no debía permitirse la descarga, porque si eran
de algodón los géneros que las embarcaciones conducían, su
comercio estaba prohibido, no siendo rematados por la Real
Hacienda, cualidad que se debía examinar escrupulosamente á
causa de la constante experiencia que se tenía, de que en los
puertos de donde salían aquellas expediciones era fácil á los
comerciantes importadores cargar géneros en la cantidad que
quisieran. Y si las telas eran de lino ó de otras materias per-
LIB. VIII.-CAP. XI.--ORGANIZACION, ETC. 429

mitidas al tráfico, tampoco debían tener entrada en este Reino,


porque no habiendo pasado directamente de la Península á los
puertos de donde las traían, resultaba que habían sido introdu-
cidas en éstos por buques extranjeros, ó compradas en pose-
siones de ellos; y aun cuando se supiese que la Habana, Pana-
má y otros puertos tuvieran libertad para recibir del exterior
aquellos géneros, no la tenían para transportarlos á otros para-
jes de América. En consecuencia, pensaba el Consulado que
en esos casos debía negarse absolutamente la descarga, y sólo
permitirla para aquellos artículos que fuesen producción ó ma-
nufactura de la Metrópoli ó de sus dominios en este Conti-
nente. Y recomendaba como condición indispensable para lo-
grar los buenos efectos que se apetecían, la de que al mismo
tiempo que se prohibiese echar en tierra y vender públicamen-
te las mercancáas de ilícito comercio, se vigilase con todo ri-
gor, á fin de que sus introductores no las expendiesen clandes-
tinamente; pues en tal caso el remedio sería peor que el mal,
tanto porque se privaría á la Real Hacienda de los derechos
que percibiría si las introducciones fuesen públicas, como por-
que quitaría á los vasallos honrados la facultad de comprar
esos géneros, dejando el campo abierto para que lo hiciesen
exclusivamente los mercaderes contrabandistas, de que abun-
daban las principales poblaciones de esta Provincia.
El Fiscal González contradijo en su dictamen fecha 6 de
junio de 1811, los razonamientos contenidos en el informe del
Real Consulado de Guatemala. Es aquel documento uno de los
más importantes que se conservan entre los pertenecientes á
la época del gobierno español, porque en él se manifiesta el
grado de adelantamiento á que habían llegado las ideas econó-
micas en Centro-América. Por esa circunstancia y por la de
hallarse redactado en estilo elegante y correcto, cualidades no
muy comunes en aquella época á los documentos que emana-
ban del Superior Gobierno de este Reino, creemos convenien-
te insertarlo íntegro en el cuerpo de este capítulo. Helo aquí:
«El Oidor Fiscal dice: Que este Consulado, con relación
á los informes de su Diputado en León, de cuyo oficio acom-
paña copia certificada, manifiesta el deplorable estado á que
se va reduciendo el comercio de aquella Provincia por conse-
430 HISTORIA DE NICARAGUA

cuencia de las cuantiosas introducciones de efectos, que se han


hecho y continúan haciéndose por el río de San Juan y el Rea-
lejo, procedentes de Cartagena, Santa Marta, Panamá, Cuba,
Habana y otros puntos de América, y pide que cesen para pre-
caver su total ruina.»
«Tres son los vicios que aparecen de esta clase de comer-
cio, y que en concepto del Consulado perjudican al de este
Reino, á su agricultura y á su industria. Primero : la proce-
dencia de los buques de países sospechosos, cuya comunica-
ción está justamente interrumpida hasta que no se reconcilíen,
sin reserva ni condición alguna, con el Gobierno de la Metró-
poli; y debe continuar suspensa, prescindiéndose de las ven-
tajas ó perjuicios puramente mercantiles que de ella resulten.»
«Segundo: la falsedad ó ilegitimidad de los registros, por
no observarse en los puertos no sospechosos las reglas esta-
blecidas por las leyes, lo cual favoreciendo los fraudes, deja
en manos de los contraventores toda la parte del producto per-
teneciente la Real Hacienda por derechos de extracción, fue-
á

ra del que les resulta ejerciendo un monopolio sobre los co-


merciantes que sólo conociendo los caminos legítimos no po-
drían sacar ventajas de sus especulaciones en concurrencia
con aquéllos.»
«Tercero: la naturaleza de las importaciones y exporta-
ciones, que aunque referentes á puertos no sospechosos y á
registros legítimos, consistiendo aquéllas en géneros de algo-
dón y de lino y otros objetos de puro lujo que se introducen,
no en cambio de productos del país, sino principalmente de
numerario; nos reducen un comercio puramente pasivo, rui-
á

noso la agricultura y
á á la industria, y destruyen la educa-
ción, las costumbres públicas y el amor al trabajo.»
«En cuanto los dos primeros capítulos, están sobradamen-
á

te prevenidos sus malos efectos por las anteriores repetidas


providencias de VE., de que aun no pudo tener noticia el Di-
putado consular de León, y no es posible aumentar ya las pre-
cauciones y escrupulosidad acordadas, que sin duda calmarán
las inquietudes del Consulado sobre este punto.»
«El acertar sobre el tercero le parece al Oidor Fiscal más
difícil. Desde luego se presentan su consideración el estado
á
LIB. VIII.--CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 431

miserable de nuestro comercio con la Metrópoli, sin buques


suficientes para transportar los frutos de nuestro suelo y de
nuestra industria, prohibida la extracción de ciertos considera-
bles artículos de que se surtían las Américas; las reclama-
ciones de los americanos españoles, apoyados por los discur-
sos vehementes de los extranjeros nuestros aliados; la conduc-
ta de la Habana y de otros puertos que están por la justa cau-
sa, á quienes aprovecha, y según dicen, con utilidad de la Me-
trópoli, esta clase de comercio que aquí se anuncia como
ruinosa; la de los países menos fieles que han abierto su co-
municación con los extranjeros, mirándola como un manantial
de riquezas para su respectivo suelo, consistiendo precisamen-
te en los mismos artículos de exportación y de importación;
los principios de economía política que se han dífundído en
estos últimos tiempos en los libros que nuestro Gobierno mis-
mo ha puesto en las manos de los jóvenes que cursan las uni-
versidades: todo esto presenta un caos de ideas y tal contraste
con las máximas plausibles y patrióticas que inculca este Con-
sulado, conforme con otros muchos de ambos mundos, que no
es posible atinar con las medidas propias á tales extraordi-
narias circunstancias, debiendo confesar que, ó los negociantes
y hacendados de la Habana y de los demás puntos que hoy dis-
frutan de hecho del comercio extranjero, no entienden su pro-
pio negocio, ó que el Reino de Guatemala se halla en distinta
situación.»
«El Oidor Fiscal no ve ciertamente la diferencia entre los
buques venidos de España y los procedentes de la Habana, una
vez que sean de la misma clase sus cargamentos y sus retor-
nos: igualmente deben influir en la agricultura, la industria y
las costumbres de este Reino. El Consulado dice: que en cum-
plimiento de su instituto y de los oficios que VE. le ha pasado,
está entendiendo seriamente en los remedios radicales de los
atrasos y males que nos agobian; pero entre tanto que nos ilus-
tra en una materia tan escabrosa y tan digna de la atención
de nuestros comerciantes, legisladores y economistas, parece
necesario tentar otros puntos y ejecutivos, para no empeorar
al menos una situación, que tan lamentable se nos pinta.»
«Dejemos á un lado la famosa cuestión, de si la plata en
432 HISTORIA DE NICARAGUA

moneda, ó en pasta, es un fruto de América, como el añil, ó


la grana, ó es otra cosa más noble, digna de que nos la reser-
vemos perpetuamente, aunque nos den en cambio otras, que
nos bagan más falta; y la otra, de si el comercio, la industria
y el fomento de las artes de lujo, corrompen las costumbres
puras y severas, ó suaviza las groseras y bárbaras. En los li-
bros se trata de ello abundantemente, y para desvanecer los
errores que baya en cualquiera de los dos extremos, es nece-
sario recurrir á los primeros elementos de la Filosofía y de
la Ciencia Económica y formar un tratado que no correspon-
de á este lugar.»
«El comercio sólo existe por el interés: éste es el blanco de
tódos los que trafican y no puede ser otro. El comercio ama
la libertad y huye de todo país donde se le ponen trabas. Sen-
tadas estas proposiciones, de una eterna verdad, parecerá ex-
traño que el Consulado de Guatemala solicite restricciones para
el suyo. No hablemos de contrabandistas, ni de países que
se han separado de la unión con la Madre Patria, porque el
rigor solicitado con respecto al exterminio de los unos, y á
la incomunicación con los otros, no se apoya en miras intere-
sadas de comercio, sino en otras más nobles y mil veces de
más utilidad: contraígámosnos á la Habana y demás países
fieles, donde están bien hallados con la admisión de esos gé-
neros, cuyo uso se quiere proscribir en este Reino.»
«Allí se comunican directamente con los extranjeros, y re-
ciben en cambio de sus frutos, artículos de subsistencia y de
puro lujo, principalmente de géneros de algodón: lo hacen bajo
ciertas reglas con anuencia del Gobierno Superior, á quien
representaron, que no podían existir de otro modo. Guatema-
la, que ha resistido prestarse igual medida y negádose esta
á á

ventaja en obsequio de la Metrópoli, ha dado un testimonio de


su adhesión á ella, resignándose en las privaciones que ha
traído el presente estado de cosas; pero ha padecido y padece
más en su comercio, porque siendo el país de América que pre-
senta menos libertad y menos conveniencias á los buques que
han de frecuentar sus puertos, se verán éstos indefectiblemen-
te desamparados; faltará el aliciente la agricultura, y no se
á

extraerán sus frutos, sino basta que amontonadas las cose-


LIB. VIII.-CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 433

chas, los ofrezcan sus dueños á vil precio. No ganarán tam-


poco las fábricas, porque se aumentará el contrabando, que
en los países donde presenta crecido interés, no lo han podido
-extínguir, ni la más activa vigilancia, ni las leyes más severas;
y véase, que el Consulado parece que obra contra su intención,
pretendiendo restricciones: debíamos esperar, por el contrario,
que vista la insalubridad de nuestras costas, la incomodidad
-de sus puertos y la dificultad del transporte por unos cami-
nos tan fragosos, solicitase para este Reino mayores gracias,
más libertad de la que se goza en otros puntos, equilibrando
por este orden las ventajas que la naturaleza les ha concedido
sobre los nuestros.»
«Todas estas observaciones se han presentado ya á nues-
tro Gobierno Supremo por los Consulados de América, que es-
tán por la libertad del comercio, en concepto de útil á toda la
nación en general, al menos en estas tristes circunstancias de
no bastar nuestra marina, ni nuestra agricultura, ni nuestra
industria, á abastecer estos dominios. Se sabe que hicieron
grande impresión; pero la materia es ardua, peligrosa por nue-
va, trascendental y de inciertos resultados, y el Supremo Con-
sejo de Regencia la reservó, sin duda por esta razón, para ofre-
cerla al examen y discusión de las Cortes.»
«El Oidor Fiscal comprende todas sus dificultades, y fal-
taría al respeto que debe y profesa á tantos grandes hombres,
á quienes ha pasado este grave negocio, si aventurase decidida
y magistralmente una opinión, no habiendo acertado á formar-
la, en medio de tantas contradicciones de conveniencias, per-
juicios, peligros, que en globo se presentan á su espíritu, cuan-
-do se esfuerza á querer examinar la cuestión en grande, de
que es una rama la solicitud de este Consulado.»
«Bien quisiera que no nos condujésemos con la Habana y
demás puertos que se hallan en su caso, como si fueran países
extranjeros: una vez admitidos allí los géneros de algodón y
de lujo, bajo la inspección y con anuencia del Gobierno legí-
timo, que sirve de lazo á todos los dominios españoles, parece
consiguiente el mirarlos ya como españolizados y venidos por
la Península, por que ellos, según entiende el Fiscal, han sa-
tisfecho á su entrada algún derecho de extranjería, con res-
rrr.­2s
434 HISTORIA DE NICARAGUA

pecto á la circunstancia de no haber pasado antes por las adua-


nas de España. Esto aniquila el contrabando, produciendo di-
recta é indirectamente considerables sumas al Erario. Y pa-
rece también regular y propio de la obligación de los gobier-
nos subalternos, el darles todos los ensanches posibles, admi-
tiéndolos sin escrúpulo en sus respectivos puertos: son de una
misma nación, y transportados en sus mismos buques, alimen-
tan y conservan nuestra marina mercante, aumentando tam-
bién los ingresos de las aduanas por donde pasan.»
«Por otra parte ¿ qué contradicción de ideas viene á ser
ésta, de mirar todavía los géneros ingleses por de ilícito co-
mercio, que no pueden circular libremente, sino apresados ó

comisados, al paso que los lienzos de fábrica francesa, conser-


van el privilegio de naturalizarse al entrar por nuestras adua-
nas? No parece sino que estamos todavía bajo la férula de
Napoleón. Cuando se dieron las reglas de comisos y de pre-
sas, eran éstos solamente los títulos legítimos con que podían
circular los géneros de algodón: hoy ya tienen otros: y parece
que, introducidos una vez en territorio español, debían consi-
derarse como pertenecientes á españoles y dignos de todas las
ventajas de nuestro comercio.»
«¿ Ni qué perjuicio han de traer á unas fábricas que no
tenemos? Todos los particulares sí, tienen interés en com-
prar lo más barato y superior en calidad. ¿ Y será posible,
que una cosa conveniente á cada uno de por sí, no convenga á
todos juntos? El fomento de las fábricas es mirado hoy ya
como un privilegio, un monopolio concedido á un corto núme-
ro de personas, y que pesa aobre las demás clases del Estado.
Yo que pudiera vestirme con dos pesos, comprando las ropas
donde fuesen más baratas y durables, me veo obligado á acu-
dirá determinado lugar, á comprarlas por cuatro y de no muy
buena calidad y duración: esto es lo que puede decir cual-
quiera, al considerar los impuestos exorbitantes sobre las mer-
caderías extranjeras, con el objeto de fomentar nuestra in-
dustria.»
«Sin embargo de tamaño privilegio y de la antigua y sos-
tenida protección del Gobierno, solícito de tenerlo todo, no han
sido bastantes todos los esfuerzos para que prospere. Una
LIB. VIII.-CAP. XI.---ORGANIZACION, ETC. 435

época de descuido en los contrabandos; el interés de todo el


mundo de surtirse con preferencia de los contrabandistas: una
alianza con una potencia industriosa; una ligera revolución,
acaban en un mes con todo lo adelantado en muchos siglos:
se arruinan las fábricas y comienzan .de nuevo, para venir á
caer más adelante.»
«Ésta es la historia de nuestra industria, y ésta será la
de la industria de Guatemala: mañana se establece un siste-
ma de comercio favorable á nuestros dignos aliados, y una
sola nao acaba con nuestros telares, para no levantarse jarnás.»
«Por eso convendría dedicarse desde luego con preferencia
á fomentar la explotación de las minas, el corte y beneficio
de las exquisitas maderas y drogas medicinales de que el país
abunda, la propagación de la grana, el mejor cultivo del añil,
por cuyos ramos ha manifestado V. E. justamente su predi-
lección, y que vengan luego á hacernos mal tercio las demás
naciones. . Productos es lo que necesitamos, valores, efectos
de estimación para nosotros y para los extranjeros, y con ellos
nos sobrará todo. Si España hubiera tenido más cuenta con
el beneficio de las lanas, la cría de caballos, el cultivo de las
viñas y olivares y demás excelentes productos, aplicándoles
los esfuerzos y los brazos que ha hecho y empleado en man-
tener y crear fábricas, otra hubiera sido su prosperidad y su
riqueza, y hubiera hecho á las demás naciones más dependien-
tes de la nuestra, más solícitas de su amistad. ¿ Qué digo?
Si todos los pueblos se conviniesen en tener sólo una parte de
las cosas que se usan, se perfeccionaría más cada una de ellas,
estarían enlazados unos con otros, harto más eficazmente que
con los tratados de alianza y con los matrimonios, que á su
tiempo han producido guerras interminables, y casi no se co-
nocería este azote de la humanidad, sino cuando pluguiese á
Dios lanzar al mundo un Bonaparte.»
«El interés y la amenidad del asunto, han llevado al Fiscal
más allá de sus propósitos; pero todo lo expuesto contribuye
á probar lo escabroso y complicado de la materia, y con cuán-
ta circunspección debemos caminar, en prescribir reglas al co-
mercio en un momento en que se están tomando medidas ge-
nerales y tal vez opuestas á las ideas que reinan en cada pro-
HISTORIA DE NICARAGCA

vincia de las que componen esta vasta Monarquía. Entre tanto


parece que exige la prudencia, que al menos, ya que no demos
á nuestro comercio todos los ensanches que necesita, para po-
nernos al igual de los otros puertos de América, nos manten-
gamos en el misnio sistema, sin restringirlo, arreglándonos en
cada caso á las leyes que hoy nos gobiernan, las cuales no
están muy desviadas de las intenciones patrióticas de este Con-
sulado.»
«A su ilustración y conocimientos se ofrecen de buena fe
las expuestas observaciones para que las tenga presentes en
la memoria que trabaja, sobre el remedio radical de nuestros
males. Y podrá prevenírsele que se esfuerce á concluirla, para
que llegue á tiempo de obrar sus efectos en el Congreso Na-
cional, cuando se arreglo el sistema general de comercio. V. E.
resolverá sobre todo lo que juzgue más conveniente.»
En la resolución con que el Presidente y Capitán General
del Reino, de conformidad con el parecer del Real Acuerdo,
puso término á la importante discusión promovida por las di-
putaciones consulares de León y Granada, se dispuso que, es-
tando ya expedidas las órdenes oportunas, á
fin de que no se
permitiesen registros directos ni indirectos con los puertos de
Santa Marta, Portobelo y los demás que se hallasen en igual
caso que Cartagena, mientras no constase su absoluta adhe-
sión al Supremo Gobierno de la Península, sólo restaba esperar
que los resultados de aquellas órdenes generales satisficiesen
á las reclamaciones de los Cuerpos Consulares de León y Gra-
nada, pudiendo añadirse que, si de la indagación escrupulosa
que hiciera el Comandante Subdelegado de esta última ciudad
constase que realmente procedían los buques de país sospe-
choso, procediese al embargo y seguridad de ellos y de sus
cargamentos en los términos legales, oyendo el informe del
Diputado Consular, en los casos que lo tuviese por conveniente
para el mejor acierto y debiendo dar cuenta al Superior Go-
bierno, conforme la Real Cédula de 17 de octubre de 1803:
á

todo sin perjuicio de las facultades que el artículo 240 de la


Ordenanza confería álos gobernadores intendentes en los ca-
sos ordinarios de contrabando.
Refiriéndonos al Gobierno eclesiástico de Nicaragua, co-
LIB. VIII.--CAP. XI.-ORGANIZACION, ETC. 437

rresponde decir en este lugar, que en 1810 se hizo cargo del


obispado el Dr. don Fr. Nicolás García Jerez (natural de Mur-
cia) en reposición de don Antonio de la Huerta Casso. El
señor García era Dominico y en el convento de esta orden
había hecho sus estudios y recibido el grado de Maestro. En
los capítulos siguientes se verá cuán importante papel hizo
este Prelado en los acontecimientos políticos que conmovieron
la Provincia durante los años de 1811 á 1821.
CAPITULO XII

Primeros movimientos de insurrección contra España.

1811 á 1813

Estado en que se hallaba la Metrópoli á principtos del siglo.-Causas que


influyeron en las primeras conmociones de América contra el Go-
bierno de la Península.-Sublevación de algunos reinos y provincias
hispano-americanos.-Causas especiales que contribuyeron á producir
el levantamiento en los pueblos de Nicaragua.-lnsurrección de San
Salvador.e=El Ayuntamiento de León ofrece auxilios al de San Mi-
guel.-Contestación de este último y del Regidor don Basilio Carrillo.
Los barrios de León desconocen la autoridad del Intendente don José
Salvador.-Deponen á otros empleados principales.-Desórdenes come-
tidos en esta manifestación popular.-Medidas preventivas que dicta-
ron los alcaldes de la ciudad.-El Obispo García Jerez organiza una
Junta gubernativa y recibe el nombramiento de Gobernador de la Pro-
vincia.-Acta de instalación de la Junta.-Ésta nombra á varios su-
jetos Diputados de los barrios.-Otras disoosiciones de la Junta.-
Nuevo tumulto ocurrido en la cludad.c=-Agttaclones políticas de Mása-
ya.-Captura de don José Manuel O'Horán.-Conmociones populares
en Granada.-Desacuerdo entre el Comandante y el Ayuntamiento
de esa ciudad.-Algunos indios de Masaya se presentan en tumulto
ante el Cabildo de Granada.-Reúnese esta Corporación: protesta su
obediencia al Monarca y elige Diputados, para uniformar la opinión
en otras poblaciones.-Esfuerzos del Ayuntamiento por extender los
límites de su jurisdicción.-Niégase aquel Cuerpo á secundar el mo-
vimiento revolucionario de la capítal.-Nombra otros Diputados para
que pasen á los principales pueblos de Chontalcs.c-Reñexiones acerca
de la actitud que tomó el Cabildo de Granada.-El pueblo granadino
pide la deposición de los empleados españoles.-Alteraciones del orden
público. acaecidas en Rivas.-Los barrios de esa Villa se amotinan
contra los funcionarios reales.-Organizan una Junta gubernativa.-
Eligen otras autoridades.-Proclaman Presidente al Cura y Vicario.-
Peticiones que hicieron á este sacerdote.-Los vecinos de Potosí,
Obraje y San .Jorge toman parte en la sublevación.-Gran manífesta-
cíón patriótica de todos los sublevados del Partido de Rivas.-Estable-
cen una .Junta de Gobierno.-Dispqsiciones que este Cueroo dictó.-
Despachos dirigidos por el Presidente del Reino al Obispo de esta
Provincia.-Los insurrectos intentan tomar el fuerte de San Carlos.-
El Comandante Barrios les hace resistencia y restablece el orden en
la fortaleza.-Indulto general otorgado por el Obispo Gobernador en
favor de todos los pueblos sublevados.-Instrucciones QUe para la pa-
440 HISTORIA DE NICARAGUA

cificación de éstos comunicó el Capitán General del Reino al Jefe de


esta Provincia.-Renovación de los miembros del Ayuntamiento de
Granada.-Don Roberto y don Crisanto Sacasa renuncian el cargo de
Diputados populares.-El Cabildo de aquella ciudad solicita que se-
anexen á su jurisdicción los partidos de Acoyapa y Masaya.-Resolu-
ción que acerca de este punto dictó la Junta Provincial gubernativa.
El Ayuntamiento de Granada decreta la abolición de la esclavitud y
de algunos impuestos fiscales.-Traslación de don Manuel de O'Horán
al fuerte de San Carlos.-El Presbítero don Benito Soto es nombrado
Comandante y Juez Pacificador del Partido de Masaya.-Proclama del
Cura y Vicario de Granada contra los insurrectos.-El Cabildo prohibe
la. circulación de ese documento.-Envía de comisionados á León, á
don Juan Argüello y don José Antonio Velásquez.-Cuestiones entre
el Comandante Soto y el Ayuntamiento de Granada.-Escisiones entre·
los ladinos y los indígenas de Masaya.-Reyerta ocurrida en esa po-
blación entre los indios y los individuos de una escolta.-El Coman-
dante Soto pide- auxil ios á Granada.-Niégalos el Ayuntamiento de esa
ciudad.-Decreto expedido por el Gobernador para contener la suble-
vación de esta Provincia.-El Comandante General don Pedro Gu-
tiérrez hace salir fuerzas para acometer la plaza de Granada.-Esfor·
zada resistencia que los granadinos opusieron á las tropas invasoras.-
Éstas se retiran á Masaya.-El Comandante Gutiérrez entra en pláti-
cas de arreglo con los jefes de la insurrección de- Granada.-Convenio
de paz celebrado entre Gutiérrez y el Presbítero don Joaquín Gonzá-
lez.-Acuerdo dictado por el Intendente de la Provincia, antes de co-
nocer las bases de esa negociación.-Desavenencias suscitadas entre
los principales militares de Chontales.-El Capitán don José Argüelio
pacifica los pueblos de aquel Partido.-Los granadinos dan cumplí-
miento al convenio ajustado con Gutiérrez.-Desaprobación que de él
hizo el Capitán General del Reino.-Comisiona el Obispo Gobernador
á don Alejandro Carrascosa, para que instruya causa á los conspira-
dores granadinos.-Penas á que fueron condenados los reos de menor
gravedad.-Castigos impuestos á los cabecillas de la sublevación.-
Procedimientos contra el padre Benito l\Iiguelena.-Causa seguida con-
tra doña Josefa Chamorro y penas á que fué condenada.-Proceso íns-
truído contra el Presbítero don Benito Soto.-Es concentrado á Gua-
temala de orden del Presidente del Reino.-Proyectan los granadinos
una nueva insurrección.-Descúbrela Carrascosa y somete á juzga-
miento á los conspiradores.-Penas á que- fueron condenados.-Consi-
deraciones finales acerca de los sucesos que comprende este capítulo.

DESDE los primeros años del presente siglo hallábase la Pe-


nínsula española en el más deplorable estado de agitación y
desconcierto. Acosada del doble movimiento de la invasión
francesa y la revolución interior, consintió en hacer las co- á

lonias que poseía en este Continente una concesión ya inopor-


tuna: la de admitir en las Cortes un reducido número de Dipu-
tados americanos. Esta concesión, aunque más tarde se hizo
casi ilusoria, sirvió para que se manifestasen nuevos síntomas
de aspiraciones la independencia en los pueblos de América,
á
LIB. VIII.-CAP. Xll.-PRIMEROS MOVI...MIENTOS, ETC. 441

puesto que del oscuro y miserable estado de colonias, los elevó


á la categoría de provincias de la monarquía.
La invasión de Bonaparte y sus tenientes tomó luego pro-
porciones decisivas, suspendiendo de hecho la autoridad del
Monarca español y arrebatando á España su personalidad de
nacron. En presencia de un hecho tan extraordinario y de
tan profundas trascendencias, gran número de hispano-ame-
ricanos, ilustrados y patriotas, comprendieron que era preci-
so aprovecharse de aquella oportunidad para proclamar la in-
dependencia, procurándose así dos objetos de altísimo interés:
el de que gozasen nuestros pueblos de los beneficios de la li-
bertad, rompiendo el duro yugo que por tres siglos los había
oprimido, y el de evitar que el conquistador de la Europa ex-
tendiese hasta América su ambiciosa dominición, sin que Es-
paña fuese parte á impedirlo, puesto que ni aun a sí misma
podía defenderse.
Las ideas de la revolución francesa habíanse, por otra
parte, infiltrado en los pueblos de Hispano-América, despertan-
do en ellos aspiraciones á una libertad que jamás podían es-
perar de la monarquía absoluta, y deslumbrándolos con un
sistema de gobierno que parecía el más adecuado á la natu-
raleza de la sociedad humana. Por último, el hecho palpable
de la independencia y constitución de los Estados-Unidos del
Norte servíales de ejemplo para acometer la grandiosa empre-
sa que preocupaba sus ánimos y ofrecíales fundadas esperan-
zas en un feliz resultado.
Ya en algunas provincias y Reino de América se habían
hecho sentir en el siglo anterior movimientos políticos, que
tendían al desconocimiento del dominio de España. Fué la
primera de esas conmociones la tentativa que en noviembre
de 1780 hizo Tupac-Amaru en la Provincia de Tinta (Virreina-
to del Perú) por recobrar el poder de los antiguos caciques,
de quienes se decía descendiente; y la segunda, la rebelión
de la Villa del Socorro (Virreinato de Nueva-Granada) en don-
de el pueblo, bajo la influencia de don Juan Francisco Berbeo,
desconoció la autoridad de los empleados españoles y nombró
en su lugar una Junta, con el título de «Supremo Consejo de
Guerra». Ambos movimientos fueron sofocados; pero el ger-
442 HISTORIA DE NICARAGUA

men de la independencia quedó sembrado en tierra fértil, que


debía hacerlo crecer y desarrollarse en breve tiempo.
La revolución hispano-americana estalló: Buenos-Aires dió
el primer grito en 1809: pocos meses después le secundó la
ciudad de Quito: en julio de 1810 se sublevó el interior de la
Nueva-Granada: en el mismo año inició su levantamiento Ve-
nezuela; y el 5 de noviembre de 1811 la Provincia de San Sal-
vador, en donde los curas don Matías Delgado y don Nicolás
Aguilar y los señores don Juan Manuel Rodríguez y don Ma-
nuel José de Arce, promovieron una sublevación contra el In-
tendente don Antonio Gutiérrez Ulloa.
En Nicaragua, además de las causas generales que hicieron
estallar la .ínsurrección contra España en las demás colonias
de Hispano-América, existían otras particulares y en especial
la general antipatía que inspiraba á todos los pueblos de la
Provincia, quizá sin justas razones, el Gobernador Intendente
Brigadier don José Salvador: no debe, pues, extrañarse, que.
siguiese el ejemplo de las otras colonias y en particular el que
más inmediatamente le presentaba la Provincia de San Sal-
vador.
Con fecha 5 de noviembre de 1811, el Ayuntamiento de
León acordó que se dirigiese con exprofeso una carta al Re-
gidor del mismo Cuerpo, don Basilio Carrillo, que se hallaba á
la sazón en la ciudad de San Miguel, á fin de que informase
sobre el estado en que se encontraba la Provincia de San Sal-
vador y ofreciese al Cabildo de San Miguel, en nombre del de
esta capital, los auxilios necesarios para sostener el orden pú-
blico.
En 23 del mes expresado, contestó el Ayuntamiento de San
Miguel al de León, dándole las gracias por los socorros con
que le brindaba, los que aceptaría cuando la necesidad lo exi-
giese; y manifestándole que en San Salvador se había orga-
nizado un nuevo gobierno, despojándose de su autoridad á los
empleados legítimos y estableciéndose la exclusión de todo eu-
ropeo para los oficios de justicia y de honor: informaba tam-
'bíén que los salvadoreños provocaban á la insurrección á otras
ciudades y pueblos de aquella Provincia; pero que el Ayunta-
'miento de San Miguel, constante en su lealtad al gobierno es-
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMER.OS MOVIMIENTOS, ETC. 443

pañol, no sólo había quemado por mano del verdugo el infame


papel en que se le había excitado á la rebelión, sino que tam-
bién había levantado tropas y despachádolas á unirse con las
de San Vicente, para hacer que volviesen á la obediencia los
salvadoreños sublevados.
También el Regidor don Basilio Carrillo contestó al Cabil-
do de León. La carta de aquel empleado datada á 26 de no-
viembre, contenía los siguientes informes:
«San Salvador se sublevó el 5 del corriente, quitando á
aquel Corregidor Intendente y á todos los empleados que ha-
bía europeos, poniendo en su lugar criollos que eligieron en
el mismo acto. Inmediatamente convidaron á este noble Ayun-
tamiento y á los demás de la Provincia, mandando proclamas,
á fin de convencer á los pueblos á que los siguiesen. Este
Ayuntamiento quemó luego que la recibió la proclama en la
plaza, por medio de un verdugo, dando cuenta de todo á la
Capitanía General, procediendo de oficio á alistar las tropas
de este Escuadrón, las que verificaron su salida para San Vi-
cente á aguardar allí las órdenes del señor Presidente: mar-
charon también todos los europeos de este lugar. Sucesiva-
mente se dice que se sublevó Cojutepeque, haciendo los indios
robos á todos los españoles de aquel lugar, los que salieron
huyendo; y lo mismo Usulatán y los demás pueblos de esta
Provincia de San Salvador. Hasta ahora se ignora el plan
de gobierno que están siguiendo los san salvadoreños, pero sí
se dice, que están gobernándose con mucho arreglo, sin que
haya habido robos, ni efusión de sangre, como los ha habido
en los demás pueblos que lo ha hecho �lyopulacho sin orden ..
Aun no se han recibido en este Ayuntamíeritó las órdenes del
señor Presidente, pues no ha regresado el correo en que se dió
parte de todo.»
Es de extrañar que las autoridades de León ofreciesen au-
xilio á los españoles empleados de San Miguel, cuando aquí
mismo apenas si podían aquéllas contener el desborde de las
multitudes, que se agitaban á impulso del generoso anhelo por
alcanzar la independencia política del país.
El 13 de diciembre de 1811, los barrios de fa ciudad de
León amotinados y conducidos por jefes' popularmente . electos,
444 HISTORIA DE NICARAGUA

desconocieron la autoridad del Intendente don José Salvador,


quien renunció el mando con la esperanza de que de este modo
se pacificarían los ánimos. Los sublevados recorrieron las ca-
lles de la ciudad, pidiendo el nombramiento de nuevos jueces,
el establecimiento de un nuevo gobierno, la abolición del mo-
nopolio de aguar�ien_t�_,___g_ll_���- reJ:>ªj_as_e Cdos _!"ealE!f:I . el val o!"
de_Ia_J}�i:a -de- tabaco, _(J!l_e_se_vendiese-_más_harªtº-__eL:pªpel
se!!_ag_Q._f!�__s_!!p_!'j.miesen las -ªlca,_ba!as__y_eLimpµesto sobre _cª-
rretas y ganados de matanza y_ se diese libertad á_los presos:
tocio lo cual les fué concedido en la misma noche. No con-
tentos con la separación del Gobernador Intendente, depu-
sieron del destino de Coronel de las Milicias de León á don
Joaquín Arechavala, del de Administrador de las rentas de
Tabaco á don José María Falla y del de Sargento Mayor á don
Juan Sánchez, proclamando en reposición de este último á don
Rafael Montúfar.
Digno es de lamentarse que este movimiento patriótico se
haya oscurecido por el pillaje á que se entregaron algunos
malhechores. De documentos auténticos consta, que en la no-
che del 13 de diciembre fueron robadas las tiendas de don
José Prial y don Antonio Cucalón, y que el Tesorero don An-
tonio de Aguado se vió en la necesidad de repartir por una de
las ventanas de su casa una talega de pesos, para evitar que
la Tesorería fuese asaltada.
Con el fin de contener un desborde, los alcaldes de la ciu-
dad pusieron doscientos hombres sobre las armas, colocaron
guardias en las esquinas de las calles y mandaron custodiar·
algunas casas pertenecientes á vecinos ricos. Como á las ocho
de la noche el tumulto se había apaciguado y las mujeres can-
taban Avemarías, en acción de gracias á la Santísima Virgen,.
por haber librado á la ciudad de los sangrientos excesos con
que la había amenazado el populacho.
El Obispo don Nicolás García Jerez, que desde su llegada á
esta Provincia había recibido instrucciones del Gobierno de
la Capitanía General, para hacerse cargo de la Gobernación é
Intendencia en caso de un trastorno político, que ya se rece-
laba, organizó el 14 del propio mes una Junta gubernativa,
compuesta de los señores don Domingo Galarza, don José Va-
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 445

lentín Fernández Gallegos, don José Carmen Salazar y don


Francisco Quiñones, con el carácter de vocales; don Nicolás
Buitrago, con el de Asesor General y Auditor de Guerra, y
don José Santiago García de Sala, con el de Asesor específico.
La Junta reconoció al Obispo como Presidente de ella y como
Gobernador Intendente de la Provincia.
En el acta de su instalación expresó que el objeto princi-
pal con que se establecía era el de defender la Sagrada Reli-
gión Católica, reconocer la subordinación, obediencia y home-
naje debidos al Rey don Fernando VII y demás potestades su-
periores, conforme al espíritu del Apóstol: juzgar y sentenciar
los pleitos y negocios y castigar los delitos, según las leyes
fundamentales de la Nación, sin hacer novedad en ellas ni en
lo referente á la administración de justicia, ni en lo militar,
político y económico: mirar por el bien público, felicidad de la
patria y utilidad de los particulares; pudiendo cada uno de
los vocales, para simplificar las diligencias y abreviar el curso
y expedición de los asuntos, sustanciar las causas, según sus
circunstancias, calidad y naturaleza y conforme á derecho,
hasta ponerlas en estado de definitiva ó

de pronunciar algún
auto interlocutorio con fuerza de tal, dando cuenta al Gobier-
no para que dictase la resolución conveniente. La Junta se
puso bajo el patrocinio de la Santísima Virgen, invocándola
con el título de Nuestra Señora de Concepción y nombró Se-
cretario á don Pastor Guerrero y Arcos.
Acordó en la misma sesión, que el Obispo García recibiese
de los vocales el juramento debido, y lo pidiese también al
pueblo de obediencia y subordinación á la Junta, haciéndole
entender que estaba otorgado cuanto había pedido, y designó
los Diputados de los barrios del modo siguiente: del de San
Felipe, al Presbítero don Pedro Caballero y al minorista don
José María Guerrero; del de San Juan de Dios, al Licenciado
don Manuel López de la Plata; del de Jesús, al Presbítero don
Pedro Solís; del de San Sebastián, al Presbítero don Francisco
Chavarría; del de San Francisco, al Presbítero don José Gre-
gorio de la Cuadra; del pueblo de San Juan, al Presbítero don
Juan Delgado, y por su ausencia, al padre Fray Benito Migue-
lena, y del de Laborío, al Bachiller don Pascual López.
446 HISTORIA DE. NICARAGUA

Finalmente, dispuso que se agregase al acta de la Junta.


la elección que el pueblo había hecho, tanto de los individuos
que la componían, como de los demás empleados políticos, mi-
litares y de hacienda, haciéndose constar las adiciones verba-
les que en el acto de su proclamación había pedido, y que el
Gobernador Intendente de la Provincia recibiese á esos em-
pleados el juramento correspondiente, como en efecto lo ve-
rificó, habiendo ofrecido los vocales de la Junta, los Diputados
de los barrios, los nuevos empleados y el pueblo en común,
cumplir fielmente los puntos constitucionales contenidos en
el acta.
Volvió á reunirse el día 15 y acordó se pasase oficio al
Presidente y Capitán General del Reino, comunicándole la
instalación del nuevo Gobierno Provincial, y se circulasen otros
á todos los cabildos y empleados de Nicaragua, previniédoles,
que en sus ocursos, gestiones y negocios, se entendiesen con
la misma Junta en los mismos términos y circunstancias que
según las leyes y ordenanzas lo hacían con respecto á los go-
bernadores intendentes, ofreciéndoles guardar en todo caso la
más perfecta unión y armonía, y expresándoles la confianza
que aquella Corporación tenía en que los ayuntamientos, jue-
ces y demás autoridades así militares como políticas, recono-
cerían su autoridad mientras el Rey no resolviese lo conve-
niente. Dispuso también que se comunicase á los gobernado-
res de las otras provincias de este Reino la instalación de la.
Junta, sin perder de vista el encarecer á todos la quietud que
tanto convenía á estos pueblos y la subordinación que debían
á su legítimo gobierno. Acordó, por último, que los jefes mi·
litares electos por el pueblo en la noche del 13, reconociesen
la autoridad de la Junta en lo relativo á la Comandancia Ge­
neral de las armas, que en ella. residía, así como los oficiales,
sargentos, cabos y soldados, debían hacerlo con respecto á los
expresados jefes.
Un nuevo tumulto popular se formó el día 26, con objeto
principalmente de acometer la casa de don Mariano Murillo.
Los militares del cuartel tuvieron el propósito de disolver á

cañonazos el numeroso grupo de gente que se había agolpado


en la plaza principal, lo que se evitó mediante la oportuna in-
LIB. VIII.-CAP. XII.-PR1:>1EROS MOVU.JIENTOS, ETC. 44T

tervención del padre Fray Benito Miguelena, que logró conte-


ner á los revoltosos y persuadirlos á. que se retirasen tran-
quilamente á sus casas. Ese mismo religioso tomó en hom-
bros á Murillo para salvarlo del peligro con que la plebe ame-
nazaba su persona.
El pueblo de Masaya era también teatro de grandes nove-
dades. El ex-Subdelegado don José Santiago García de Salas,
con poderosa y decisiva influencia había infundido en la ge-
neralidad del vecindario la más profunda enemistad contra
el Brigadier don José Salvador. Retirado Salas de la Subde-
legación del Partido, se trasladó á León, en donde llegó á
ocupar una posición tan distinguida, que mereció, como se ha
visto, formar parte de la Junta Superior de Gobierno. Pero
quedó en Masaya don José Gabriel O'Horán, partidario fogoso
de la revolución y no se dió punto de reposo en la tarea de
conmover al pueblo contra las autoridades españolas. Su ca-
rácter franco é impetuoso no le permitía obrar con prudencia,
por lo que, descubiertas sus maquinaciones, fué reducido á pri-
sión por disposición de los empleados reales. Grande fué la
exaltación y enojo que causó en el pueblo la captura de O'Ho-
rán; pero nada pudo continuar haciendo en orden al plan re-
volucionario, porque carecía de una cabeza que dirigiese sus
operaciones, y porque además el Ayuntamiento de la Villa era
resueltamente adverso á la insurrección contra el gobierno·
monárquico.
En Granada las agitaciones populares habían comenzado en
el mes de octubre. El Comandante de Armas don José Sierra,
con ocasión de haberse esparcido ciertos rumores sobre per-
turbación del orden público y desconocimiento de los empleados
españoles, convocó á una junta de oficiales, en la que se acor-
dó alistar la tropa con bala en boca y munición de reserva,
tanto la -que existía en el cuartel, como la de los demás pun-
tos en que había guardias, las cuales fueron reforzadas. Dis-
puso también que el cuartel de prevención estuviese abierto
durante la noche y que los centinelas dirigiesen el ¿ quién
vive? á todos los que pasaran cerca de aquel puesto militar.
De tiempo atrás notábase cierto desacuerdo entre la auto-
ridad militar y el Ayuntamiento de Granada; así que, esta
448 HISTORIA DE NICARAGUA

Corporación no quiso perder la oportunidad que se le presen-


taba de emprender una polémica con el Comandante. Reunióse
el Cabildo el día 8 y acordó comisionar á su Alcalde 1º don
Roberto Sacasa y á don Pedro Chamorro, Alférez Real, á fin
de que abocándose con aquel funcionario, le hiciesen presente
que el Cabildo se hallaba dispuesto á concurrir con cuantos
auxilios fuesen necesarios á la seguridad y defensa de los de-
rechos del Soberano; pero que era indispensable suspender
toda providencia ruidosa, aun de precaución, que pudiese de-
mostrar desconfianza en la constante lealtad y subordinación
del pueblo granadino á sus autoridades.
Los comisionados desempeñaron satisfactoriamente su en-
cargo, haciendo que el Comandante Sierra dirigiese al Ayun-
tamiento un oficio en que le explicaba los móviles que le ha-
bían impelido á dictar las medidas preventivas á que se refe-
ría el Concejo de la ciudad, y le aseguraba de la buena dis-
posición que tenía de proceder en todo caso de acuerdo con las
autoridades civiles. El Cabildo se dió por satisfecho con esa
respuesta.
Acontecimientos de extraordinaria gravedad vinieron pron-
to á justificar los temores del Comandante de Granada. El
6 de diciembre hallándose reunido el Ayuntamiento, se presen-
tó en la sala capitular un pelotón de cincuenta ó sesenta in-
dios de Masaya, quejándose de malos tratamientos y vejáme-
nes que inferían al pueblo los alcaldes por instigaciones del
Subdelegado y exigiendo se les dijese cuál· era el motivo de
la prisión de don José Gabriel O'Horán. El Alcalde 2º don
Eduardo Arana les contestó en nombre de la Corporación, di-
ciéndoles que ésta no tenía noticia alguna de las extorsiones
de que se quejaban, y antes por el contrario, sabía que eran
gobernados con moderación y conforme á las disposiciones de
las leyes: que el Cabildo de Granada carecía de facultades
'para entender en ese asunto; y que, por tanto, les rogaba se
'retirasen en orden, aconsejándoles no volvieran á juntarse en
'pelotones para presentar sus quejas, puesto que tenían expe-
ditos los recursos legales cuando hubiesen de pedir que se les
.admíniatraae justicia. Con esto se disolvió el grupo; pero los
·concejales quedaron asustados y perplejos al ver cuán repen-
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 44!)

tino ensanche tomaban en Granada y Masaya los movimien-


tos sediciosos del pueblo. Pocos días después se tuvo noticia
cierta de que el 29 de noviembre por la noche, algunos indí-
genas descontentos habían intentado sorprender al Subdelega-
do de Masaya y entregar el mando á don José Gabriel O'Ho-
rán, lo que se evitó mediante las activas providencias dictadas
por aquel funcionario.
Tal era el estado de las cosas, cuando recibió el Ayunta-
miento una comunicación del Capitán General del Reino, en
la que le refería los sucesos ocurridos en la Provincia de San
Salvador y excitaba su patriótico celo, á efecto de que procu-
rase que el pueblo granadino permaneciese fiel al Monarca de
España. Con este motivo reunióse la Corporación el 16 de
diciembre, con asistencia de los vecinos principales, del Cura
y Vicario de la ciudad y otros eclesiásticos, de los jefes mi-
litares y empleados de hacienda. El Alcalde 12 don Roberto
Sacasa tomó la palabra para expresar el objeto de la reunión,
que era el de oír la opinión de los concurrentes acerca de los
graves acontecimientos que preocupaban los ánimos en todo
el Reino de Guatemala, y advirtió que si algunos vecinos de.
la ciudad no hubiesen sido citados para la junta, no atribu-
yeran desprecio tal omisión, sino á un olvido, muy justifica-
á

ble en aquellas circunstancias. En seguida prestaron todos en


manos del Cura y Vicario don Camilo Solórzano, juramento de
fidelidad al Monarca de España, protestando mantener la re-
ligión católica y los derechos de la patria y no reconocer nin-
guna autoridad extranjera é intrusa, sino sólo la �oberanía
de don Fernando VII y sus legítimos sucesores é igualmente
á los empleados legalmente Instituidos, con leal sujeción al
Gobierno del Reino.
Hecho esto y habiéndose discutido sobre las ocurrencias
del día, se acordó nombrar dos Diputados que por el vecin-
dario asistiesen á las sesiones y determinaciones del Ayunta-
miento. Se practicó la elección, y recibidos en secreto los vo-
tos de los concurrentes, resultaron electos Diputados, don Die-
go Montiel, Adelantado de Costa-Rica, y don Crisanto Sacasa,
quienes impuestos de sus obligaciones juraron cumplirlas fiel
y legalmente. Después se dispuso designar otros que pasasen
m.-29
450 HISTORIA DE NICARAGUA

á algunas de las demás poblaciones de la Provincia, con en-


cargo de uniformar las operaciones que debían practicarse
para conservar el orden público, y fueron electos Diputados,
para la Villa de Rivas, el Presbítero don José Antonio Velasco
y don Crisanto Sacasa, en el concepto de que este último no
dejaría de ejercer su comisión en el seno del Ayuntamiento,
pues para el caso de su ausencia se designó al Licenciado don
Manuel de la Cerda; para el pueblo de Managua, don José Luis
Espinosa y don Anselmo Jiménez; y para el de Masaya, el Al-
calde 12 don Roberto Sacasa y el padre Fray Salvador Barrios,
á todos los cuales se les hizo conocer el objeto de su nombra-
miento, recomendándoseles no permitiesen que en los destinos
de su comisión se introdujeran __pernicJº_§!!!:!ide.ªs, y que antes
bien procurasen sostener la p�z y quietud ·ptíblicas, con suje-
ción á las leyes y á las legítimas autoridades, obrando con la
mayor prudencia, para que el encargo que se les confiaba pro-
dujese los más provechosos resultados.
El Ayuntamiento, al dictar las providencias de que acaba-
mos de hablar, tuvo presente la consideración de que el Parti-
do de Masaya podía mirarse como el lugar en que estaba si-
tuada la defensa de la ciudad de Granada, por residir en sus
pueblos las compañías del batallón de milicias y artilleros, y
porque de ellos se tomaba toda clase de víveres y utensilios
para mantener y equipar las tropas. El Subdelegado de Ma-
saya era á la sazón miembro del Ayuntamiento de Granada, y
esa circunstancia ofrecía la oportunidad de que se uniesen de
hecho las dos subdelegaciones, formando una sola, como lo ha-
bían estado en épocas anteriores.
En el título que el Cabildo libró á favor de los comisiona-
dos don Roberto Sacasa y Fray Salvador Barrios, para que
acreditasen sus nombramientos, insinuaba esos propósitos, y
en el mismo documento disponía que el Subdelegado de Masa-
ya regresase á Granada, á ocupar el puesto que le correspon-
día en el Ayuntamiento, encargando el mando de los ladinos
á la persona que de acuerdo con los Diputados le pareciese
más aparente y dejando el de los naturales á cargo de sus jus-
ticias, á quienes haría entender que siempre quedaban suje-
tos á la autoridad del Subdelegado, el cual los gobernaría des-
LIB. Vlll.-CAP. Xll.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 451

de Granada de acuerdo con el Ayuntamiento de la ciudad y


continuaría dictando las providencias conducentes á conservar
el orden y subordinación, sin que se interrumpiese la admi-
nistración de justicia.
Se ve, pues, que el Cabildo de Granada, no obstante sus
protestas de sujeción al Monarca y de respeto á las autori-
dades reales, procedía por cuenta propia, sin acordarse del In-
tendente de la Provincia, cuya deposición ignoraba, é influyen-
do de ese modo indirectamente en favor del progreso de la re-
volución. Se proponía (y así lo manifestó en una comunica-
ción dirigida al Capitán General), reasumir en sí por la juris-
dwción de sus alcaldes ordinarios el mando del Partido, en la
esperanza de que mediante esa innovación se aquietarían los
descontentos y se restablecería la pública tranquilidad. Em-
peño inútil: la revolución había dado el primer paso y no se
detendría sino cuando se hubiesen desahogado algún tanto las
pasiones populares, mal reprimidas desde los últimos años del
siglo xvm.
El 18 de diciembre recibió el Cabildo de Granada el oficio
en que se le comunicaba la instalación de la Junta gubernativa
de León. Reunióse aquella Corporación el día siguiente, con
objeto de tratar acerca de la respuesta que debía darse al
Obispo Intendente y demás miembros del nuevo Gobierno.
Asistieron á esa sesión, además de los alcaldes, regidores y
Alférez Real, el Adelantado de Costa-Rica, el Cura y Vicario
de la ciudad, los superiores de los conventos de San Francisco
y San Juan de Dios, el Comandante de la plaza, otros jefes
militares y los Diputados del pueblo; y oída la opinión par-
ticular de cada uno de los concurrentes, se resolvió contes-
tar, «que la ciudad de Granada fiel, constante é invariable
como debía, á los juramentos que tenía prestados y ratifica-
dos con general y particular conferencia de todo el vecinda-
rio en masa y por partes, con sujeción y suma obediencia al
católico Monarca don Fernando VII, reconociendo la sobera-
nía de la Nación, representada en las Cortes y á las demás
autoridades instituidas por las leyes y constitución, bajo san-
tos fines; conservando la independencia é integridad de la Na-
ción con la estabilidad del sabio y religioso Gobierno monár-
452 HISTORIA DE NICARAGUA

quico del Reino, no debía ni podía admitir variación: que sien-


do la que aparecía en la capital de la Provincia impulsada por
la efervescencia de un pueblo conmovido, desquiciada de aquel
orden, sujetándose aun así á la decisión de la legítima auto-
ridad, la ciudad de Granada también la esperaría y en el en-
tretanto, conservando su tranquilidad y el orden de las leyes,
con su autoridad en aquel lugar y su distrito, se gobernaba y
continuaría gobernándose con el recurso en sus apelaciones á

los tribunales superiores del Reino».


También se dispuso en la misma reunión, que sin pérdida
de tiempo saliesen otros Diputados á la Villa de Acoyapa y
al pueblo de Juigalpa, con encargo de difundir las ideas de que
el Cabildo se hallaba poseído; y fueron designados, para la
primera de aquellas poblaciones, el Alcalde de la Santa Her-
mandad, don Venancio Fernández, y para la segunda, don
Eduardo Carcache; quienes poniéndose de acuerdo con los cu-
ras don Rafael Enríquez y don Manuel Núñez, con los coman-
dantes militares y de conquista y con los demás vecinos y jue-
ces de Partido, debían procurar que aquellos pueblos presta-
sen la sujeción y obediencia que antiguamente reconocían res-
pecto de las autoridades de Granada, las que les proporciona-
rían todos los auxilios que necesitasen.
El Ayuntamiento de Granada era, por las opiniones polí-
ticas de la mayor parte de los miembros, manifiestamente adic-
to á la independencia, y así lo había dejado conocer en algu-
nas de sus anteriores determinaciones. No se comprende, pues,
cuál haya sido la causa que le movió á rechazar la invitación
que la Junta gubernativa le hizo para entrar en el movimien-
to iniciado en la capital de la Provincia. ¿ Sería porque con-
sideró que las influencias del Obispo enervarían la acción
revolucionaria de la Junta? ¿Juzgaría precipitados é impru-
dentes los pasos dados en León para obtener un cambio de
gobierno, y que era necesario organizar y regularizar mejor
el movimiento, á fin de asegurar el triunfo? ¿ Procedería
acaso animado por un innoble sentimiento de rivalidad y loca-
lismo que le retrajo de sujetarse á la superioridad y predo-
minio de las autoridades establecidas en León? Problema es
éste difícil de resolver después de haber transcurrido tantos
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 453

años desde que se verificaron los trascendentales aconteci-


mientos de que se trata, y no encontrándose para formar un
juicio imparcial y acertado ningún escrito perteneciente á
aquellos tiempos ni los que próximamente los siguieron.
á

El pueblo, sin embargo, trazaba á los que se decían sus con-


ductores el camino que debían seguir en las difíciles circuns-
tancias por que pasaba la Provincia. Aspiraba á una trans-
formación profunda y radical que pusiese término á la domi-
nación exclusiva de los españoles europeos, á la rigurosa cen-
tralización administrativa, á las severas y pertinaces restric-
ciones impuestas á la libertad individual, á los odiosos
privilegios establecidos en favor de unos pocos y en perjuicio
de la generalidad, á la absoluta incomunicación de ideas y de
comercio en que se le mantenía con respecto á los demás pue-
blos de Europa y América, á los funestos monopolios y exce-
sivas contribuciones que gravaban y destruían sus industrias,
reprimiendo la actividad de las fuerzas humanas y cegando
las fuentes más abundantes y seguras de la riqueza pública.
¿ Cómo habrían podido, pues, sujetar sus actos á los cálculos
políticos de los que pretendían dirigir un movimiento espon
táneo por su origen é inevitable por el ardor patriótico que
conmovía las multitudes?
No pudo el Ayuntamiento de Granada impedir que los acon-
tecimientos siguiesen su curso natural: el 22 de diciembre re-
unióse el pueblo granadino en la sala capitular y pidió la de-
posición de todos los empleados españoles.
En la Villa de Rivas ocurrían alborotos semejantes á.
los
de León y Granada. El 23 de diciembre á las once y media
de la noche, todos los barrios, pueblos y parcialidades, en nú-
mero de cinco mil hombres armados, recorrían las calles de
aquella población, pidiendo á grandes voces el establecimiento
de un nuevo Gobierno y el cambio de todos los funcionarios
reales. Una inmensa porción de pueblo se dirigió á la casa
del Teniente retirado don Félix Hurtado, suplicándole que en-
cabezase el levantamiento, á lo que accedió, obligado por las
circunstancias. Reuniéronse en la plaza iodos los amotina-
dos, y de allí se encaminaron á la casa capitular, en donde
encontraron al Alcalde 1º don Agustín Gutiérrez y Lizarzabal,
454 HISTORIA DE NICARAGUA

que había ocurrido ese lugar, con el fin de procurar contener


á

el desorden. Sin embargo de hallarse acuartelados y muni-


cionados en el Cabildo más de cuarenta hombres de las mili-
cias, al mando del Comandante don José Aranda y del Capi-
tán don Juan Antonio Puente, las turbas no se contuvieron;
antes bien, acometiendo álos soldados, intimáronles que sa-
liesen del cuartel, lo que ejecutaron en el acto, desfilando fren-
te al pueblo, sin hacer resistencia. En seguida despojaron los
sublevados al Alcalde 1º del bastón que simbolizaba su auto-
ridad, proclamaron con entusiasmo á don Félix Hurtado por
su defensor y Comandante, y rompieron las puertas de las cár-
celes, dando libertad á todos los reos.
Practicadas estas operaciones, se dirigieron á casa del Cura
y Vicario don Rafael de la Fuente, á quien nombraron á gritos
y con repetidos vivas, Presidente del pueblo, y le suplicaron
los acompañase á la plaza, para dictar allí sus determinaciones.
Desde luego pidieron al Cura, que despojase á don Manuel An­
tonio de la Peña González, de los destinos de Diputado con-
sular, Administrador de correos y Tercenista de tabaco, pól-
vora, papel sellado y naipes, prometiendo no agraviar, ni in-
juriar su persona, ni de palabras, ni por obras. Pasaron á
casa de Peña: éste les abrió la puerta y se les presentó de-
mostrando la mayor serenidad. El Cura lo despojó de sus
empleos y el pueblo eligió en su lugar, para Tercenista al Ca-
pitán don Juan Antonio Puente, y para Administrador de co-
rreos á don Francisco Bolaños, sin hacer mención de la Dipu-
tación consular: allí mismo depuso al Alcalde pedáneo de San
Jorge don José Altarnirano, y designó en su lugar á don Fran-
cisco Acosta. El Cura hizo todos estos nombramientos en re-
presentación del Rey, y el pueblo manifestó su regocijo por
medio de aplausos y vivas, dirigidos á sus cabecillas.
Agrupados los revolucionarios en la plaza, dirigieron al
Cura sus demás peticiones, en el orden siguiente:
1� Que se estableciese en la Villa una Junta gubernativa
para variar enteramente de Gobierno y eligieron en el acto
primer vocal de ella al Teniente Cura don Isidoro Padilla, se-
gundo, á don Agustín Gutiérrez, tercero, á don Benito Lizar-
zabal, cuarto, á don Manuel Marenco, quinto, á don Carlos
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 455

Machado; Secretario, al Teniente Cura don Nicolás Silva, en


lugar de Escribano, el cual destino pidieron se aboliese para
siempre, y pro-Secretario, á don Manuel Muñoz. El Cura con-
cedió en nombre del Rey y del Consejo, que en ausencia de
éste gobernaba la Monarquía, todos los nombramientos solici-
tados, .y recibió el título de Presidente de la Junta guber-
nativa.
2ª Que los indios no pagaran más que cuatro reales de
tributo los solteros y dos los casados, y que se les restituye-
sen los rezagos y aumentos que habían satisfecho durante los
últimos siete años, á causa de haberse elevado la contribución
á catorce, dieciocho y veintiún reales, sucesivamente.
3ª Que se rebajase la alcabala al dos por ciento.
4ª La abolición de los impuestos de sisa, propios y dere-
chos de salida, y que el tabaco se vendiese durante un día á
dos reales la libra, y de aquella fecha en adelante cinco
á

reales.
5ª Que el papel sellado se pusiese, á dos reales el sello ter-
cero, á seis el segundo y el de oficio, como siempre.
6ª Que la pólvora se expendiese á cuatro reales la libra.
71}, La supresión de los estancos y fábricas de aguardiente,
con el objeto, decían, de procurar la honra y gloria de Dios
y la tranquilidad de las familias, evitando los escándalos y
pecados á que daba origen el uso inmoderado que de aquel li-
cor se hacía, y para demostrar el pueblo la sinceridad de su
deseo sobre este particular, pidió que se derramasen pública-
mente todos los licores que en el lugar hubiese. El Cura Y/
Vicario acogió con indecible júbilo esta petición, y ordenó que
inmediatamente fueran satisfechos los deseos de la multitud.
8ª La extinción del estanco de naipes, de los mandamien-
tos y repartimientos de indios.
9e Que los empleados de las rentas de correos, pólvora,
tabaco, papel sellado, naipes, propios y sisa rindiesen cuenta
de la administración de los caudales que habían tenido á su
cargo.
101}, Que se despojase á todos los europeos de los destinos
que ejercían, y eligieron desde luego: Capitán, á don José
Villa, en lugar de don Manuel Gómez de Lara; Teniente. á don
456 HISTORIA DE NICARAGUA

Francisco Bustos, en reposición de don Ramón Cid y Capitán


Comandante, á don Félix Hurtado, en reemplazo de don José
Ar anda.
11ª La abolición completa de la esclavitud.
12ª Que cuando falleciese alguno de los miembros de la
Junta gubernativa, pudiera ésta reponerlo con persona de su
confianza y aprecio, con tal que fuese criollo.
13ª Que se obligase á los hacendados á vender sus gana-
dos y quesos, por sí ó por medio de sus sirvientes, y que á
falta de éstos la Junta diputase sujetos de su confianza que
lo verificaran.
14ª Que todos los vecinos tuviesen facultad de destazar
ganados, en los lugares que la Junta señalase.
15ª Que no se permitiese vender la carne á mayor precio
que tres libras por medio real.
á

16ª Que los deudores que se hallasen en estado de mise-


á

ria se les concedieran cinco años de plazo para pagar, aun


siendo los acreedores de dentro y fuera.
17ª Que se prohibiese álos europeos el ser pulperos.
18ª Que se despojase perpetuamente de su empleo á don
Antonio Bustos. Fueron también depuestos los sargentos pri-
meros, Manuel Br iones y José Joaquín Jarquín, y los segun-
dos, Joaquín Salazar y Ramón Cubero, nombrándose en lugar
de aquéllos, á Manuel García y Felipe Gutiérrez, y en reposi-
ción de los últimos, á Venancio García y Norberto Obando.
El Cura Presidente admitió las anteriores peticiones, y con-
cluido el acto pasó con el pueblo al templo parroquial, en don-
de todos con la mayor devoción y puestos de rodillas, dieron
gracias Dios, sin que faltase tan solemne ceremonia el re-
á
á

pique de las campanas que fué recibido con aclamaciones y


aplausos por los amotinados que habían quedado en la plaza.
En tal estado oyóse un gran tumulto de gente de los ba-
rrios de Potosí y Obraje y de la parcialidad de San José, que
pedía á gritos la formación de un nuevo gobierno; y habién-
dose confundido en la plaza ese grupo con el de los revolu-
cionarios de la Villa, el primer vocal de la Junta gubernativa
leyó en alta voz el pliego en que se contenían las reformas
que acababa de otorgar á los rivenses el Cura y. Vicario don
LIB. Vlll.-CAP. Xll.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. ·157

Rafael de la Fuente, en nombre del Rey de España. Termi-


nada la lectura los recién llegados aplaudieron con muestras
de la más entusiasta satisfacción y se encaminaron todos al
templo á dar gracias á Dios por la benéfica transformación
que en el orden político habían alcanzado.
Después se verificó un paseo general por las calles, acom-
pañado de la música y encabezado por los Presbíteros la Fuen-
te y Padilla y por el Comandante Hurtado. El pueblo se di-
rigió á las casas de los empleados nuevamente electos, con el
fin de darles posesión de sus destinos. Notificaba el Cura
á cada uno de ellos el nombramiento, y cuando el agraciado
manifestaba su ace_ptación, la multitud prorrumpía en vivas y
exclamaciones de íntimo regocijo. Al pasar por la Ermita del
señor de la Encarnación, el pueblo pidió que se cantase una
salve y el Te Dewm lo que se verificó á presencia de todos los
insurrectos y de los nuevos empleados á quienes aquéllos ha-
bían obligado á salir de sus casas y formar parte del paseo.
A las tres de la mañana concluyó la gran manifestación po-
pular del vecindario de Rivas, sin que hubiese habido robos,
pleitos ni efusión de sangre.
El día siguiente, á las siete de la mañana, volvió á reunir-
se en la plaza el pueblo, ya desarmado, y hallándose presentes
los miembros de la Junta gubernativa, excepción de don Car-
á

los Machado, el vocal segundo, Licenciado don Agustín Gu-


tiérrez, propuso que la divisa que de esa fecha en adelante
debían usar los empleados y el pueblo, fuesen tres letras en-
carnadas, dos RR y una P, iniciales significativas de las pala-
bras Religión, Rey y Patria. Adoptado el pensamiento por
las turbas, todos colocaron la divisa en los sombreros, dando
el ejemplo los individuos de la Junta gubernativa y demás
empleados, en medio de la más ruidosa algazara.
Luego se pasó á tratar del juramento que debían prestar
!os funcionarios nuevamente electos, el cual fué recibido en
la plaza, á
presencia de todo el vecindario y en la forma que
el derecho prescribía, por el Cura y Vicario Presidente, quien
.omando en las manos una imagen de Jesucristo, preguntó á
os empleados, si ofrecían defender al Monarca, 1a Religión y
a Patria; y al Pueblo si prometía obedecer ciegamente las
458 HISTORIA DE NICARAGUA

órdenes, providencias y determinaciones de la Junta. Todos


respondieron que juraban cumplir lealmente sus deberes has-
ta derramar, si fuese necesario, la última gota de sangre.
Los revolucionarios de San Jorge, que habían sido los que
en la noche anterior pidieran el despojo del Alcalde 1�·. su-
plicaron al Real Consejo de Gobierno, que restituyese la vara
al Licenciado don Agustín Gutiérrez. Este juró á gritos ante
el numeroso tumulto no conservar rencor por el agravio que
le habían inferido; y que lo perdonaba, por lo que se refería
á su persona. Entonces pidió todo el pueblo reunido, que se
concluyese la manifestación patriótica con un solemne Te Deum
y repique de campanas en la Iglesia Parroquial de la Villa, lo
que se ejecutó con la mayor devoción, poniendo patente la Ma-
jestad del Sacramento, y dando, por último, el Cura la ben-
dición á todos los concurrentes.
Del templo pasaron los miembros de la Junta al convento
de San Francisco, con objeto de pedir á los monjes una cam-
pana que reclamaban por suya los indios de San Jorge. El
ex-Provincial Fray Juan Francisco López y el Guardián Fray
Simón Osorno, la entregaron sin hacer oposición al deseo del
pueblo, y sólo pidieron que los indios justificaran su dominio
sobre aquel instrumento, como lo verificaron, á presencia de
las autoridades.
El Real Consejo gubernativo de Rivas acordó: que el Se-
cretario extendiese una acta en que constara la instalación
de aquel Cuerpo y los sucesos ocurridos en la Villa la noche
del 23 y la mañana del 24 de diciembre, y que de ese docu-
mento se transmitieran sendas copias al Presidente del Reino,
á los cabildos de Guatemala, León y Granada y al Soberano
Congreso Nacional de la Monarquía española.
A Guatemala habían llegado vagas y confusas noticias del
estado de agitación en que se encontraba esta Provincia, y
aun del movimiento popular efectuado en León el 13 de diciem-
bre; pero se le suponía acaecido el 12, y se ignoraban sus por-
menores, como también la insurrección de la ciudad de Gra-
nada y de la Villa de Nicaragua.
Con fecha 30 de aquel mes dirigía el Presidente y Capitán
General del Reino, don José Bustamante, una comunicación
LIB. VJII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 459

al Obispo de esta Diócesis, en la que le manifestaba la in-


quietud que habían producido en su ánimo los rumores rela-
tivos á las alteraciones políticas ocurridas en la cabecera de
esta Intendencia.
«Muy repetidas son ya, decía aquel Magistrado, las noti-
cias que me llegan, de que el día 12 de este mes se conmovió
la plebe de esa ciudad, cometiendo graves atentados y des-
órdenes, cosa que se me hacía increíble, por el honor y buen
nombre de esa Provincia, tan acreditada de religiosa, leal y
pacífica. . . ¿ Con qué podían contar los deslumbrados que aho-
ra promueven sediciones en esa, que era morada de la más
feliz concordia? Por todas partes las armas reales triunfan
y triunfarán, porque su causa es la más santa: impiedad sería
en ánimos cristianos dudar de su final éxito en ambos mun-
dos. Si algo faltare para afirmar la tranquilidad de la Amé-
rica, tropas numerosas de España están para llegar á Vera-
Cruz, y se distribuirán en todos los parajes que convengan de
este Continente, como han ido otras al de la América Meri-
dional. No pueden esperar relaciones ni socorros exteriores,
porque la Inglaterra, nuestra aliada, ha manifestado con toda
solemnidad, y sus obras lo acreditan, que no quiere la des-
unión ni la desmembración, sino la unión más perfecta entre
la España europea y americana, sobre bases de justicia y de
utilidad recíproca. Otras naciones son insignificantes en el
mapa del mundo con respecto ánuestra situación y al estado
de las cosas políticas. ¿ Por desventura intentarían los fac-
ciosos invocar en su ayuda el nombre y el poder del infernal
Napoleón? Horror causa imaginarlo. Lo que no tiene ni ad-
mite duda es que hacen su causa y trabajan por él todos los
que siembran la zizaña en estos países, gobernándose por sus
máximas y por las instigaciones de sus emisarios directos é
indirectos.»
«No creo que sea de este funesto origen la conmoción de
esa ciudad. Tengo la mayor confianza en que la mediación
de V. S. I., su sabiduría, su saludable influencia en todos los
espíritus, pronto habrán silenciado á los inquietos y altane-
ros, cuyo corto número no ha de poder prevalecer contra los
esfuerzos unidos de la honradez y la virtud. Consta en este
460 HISTORIA DE NICARAGUA

Superior Gobierno que V. S. l. se hallaba autorizado, con mu-


cha anticipación, para este caso; y yo, si fuere necesario, le
confiero y delego todas mis facultades, á fin de que reasu-
miendo el gobierno político de esa Provincia, lo ejerza en toda
su plenitud, y que los militares le respeten � cumplan sus ór-
denes, como si fuesen las mías, hasta que V. S. l. lo estime con-
veniente.»
«Así se gobernará por ahora esa Provincia en todos los
ramos: no puede desear ni pedir una autoridad más paternal.
Por su muy respetable conducto me llegarán sus exposiciones,
para atenderlas, siendo razonables, con la misma benignidad
que he tratado á otros pueblos conmovidos.»
Terminaba el Capitán General su comunicación, indicando
al Prelado, que si el pueblo leonés llevase su ceguedad al in-
creíble extremo, no ya de poner impías y sacrílegas manos
sobre la persona de su digno pastor y jefe, sino de vulnerar
su decoro, desoír sus llamamientos al orden, embarazar la li-
bertad de sus acciones y discursos, desobedecerle y faltarle
al debido respeto, saliese de la ciudad y diese aviso al Supe-
rior Gobierno, desde cualquier otro paraje á donde se trasla-
dase, ó bien que se encaminase directamente á la capital del
Reino, y que allí tendría su disposición el Palacio de la Ca-
á

pitanía General y los recursos todos del Presidente, quedando


al cuidado de éste dictar las medidas que las circunstancias
exigiesen, para lo cual contaba con el decidido apoyo de todos
los fieles y honrados habitantes de la mayor y más poblada
parte del Reino, la que se mantenía subordinada y dócil á la
voz de sus legítimas autoridades.
En otro oficio de fecha posterior á la del que antecede con-
firmó y reiteró el Capitán .General Bustamante la delegación
que de sus facultades extraordinarias había hecho en el Obispo
García Jerez, autorizándole á efecto de que, sin esperar con-
sulta, proveyese lo conveniente en todos los casos que ocu-
rriesen, y en especial para remover á los subdelegados que
tuviesen cumplido su tiempo ó á los que no fueran aptos para
mantener la tranquilidad de sus territorios, pudiendo poner
éstos por vía de comisión ó en la forma que mejor le pareciera,
á cargo de sujetos de su confianza.
LIB. VIII.�AP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 461

Comunicó el Presidente sus disposiciones á todos los ayun-


tamientos de esta Provincia, ordenándoles reconocieran al Obis-
po en su carácter de Gobernador Intendente y ejecutaran to-
das las órdenes que en virtud de sus amplias facultades ex-
pidiese.
La llama revolucionaria se extendía con alarmante rapi-
dez por todos los pueblos de esta Gobernación. El 8 de enero
de 1812, se apoderaron los insurrectos por sorpresa del fuerte
de San Carlos. La misma fuerza que lo custodiaba, en nú-
mero de cincuenta y nueve hombres, se sublevó contra sus
jefes, fraternizando con los acometedores y amenazando á
aquéllos con quitarles la vida é incendiar la fortaleza. El Co-
mandante don josé Anselmo Barrios, reuniendo un corto nú-
mero de paisanos y algunos presidiarios de Cuba, que desde
el año de 1803 cumplían en San Carlos sus condenas, y agre-
gándolos al cuerpo de artillería, hizo resistencia á los rebeldes,
y habiendo hecho llegar á la mayor brevedad á los morenos
que residían en el viejo castillo de San Juan, recuperó la for-
taleza y estableció definitivamente el orden.
A fines de diciembre de 1811, el Obispo Intendente hizo
publicar un indulto general en favor de todos los que habían
pedido tumultuariamente la deposición de los empleados espa-
ñoles. Esa disposición fué ratificada por el Capitán General
Bustamante, quien al darle su aprobación, manifestó termi-
nantemente, que lo hacía en fuerza de la paternal interposición
del Prelado, bajo la condición de que no se repitiese acto al­
guno sedicioso, ni se diesen nuevas muestras de punible insu-
bordinación, que en lo sucesivo no encontrarían indulgencia, y
agregó: que en ese supuesto, convendría en que se corriese un
espeso velo sobre los sucesos ocurridos en León y en que el
pueblo no fuese castigado por sus desórdenes, sepultando éstos
en el olvido, como efectos lastimosos, no de una voluntad de-
pravada, sino de la desgracia de los tiempos en que Dios que-
ría probar y purificar á las naciones.
También se publicó por bando un acuerdo en que el Inten-
dente de la Provincia daba conocimiento á los pueblos del nom-
bramiento que había recibido para el ejercicio de ese destino,
de los oficios dirigidos por el Capitán General y de las instruc-
462 HISTORIA DE NICARAGUA

ciones que éste le había comunicado, relativas á la conducta


que debía observar con las poblaciones insurrectas. Esas ins-
trucciones eran las siguientes:
1ª Debían los pueblos reconocer al Obispo don Nicolás
García Jerez, como Gobernador de la Provincia, en los tér-
minos que expresaban la comunicación dirigida al Prelado por
el Superior Gobierno con fecha 2 de enero de 1802 y la Real
Provisión expedida el día tres del mes expresado.
2ª De no reconocerlo lisa y llanamente, quedarían sin va-
lor ni efecto el indulto recientemente acordado y las gracias
posteriores dispensadas á indios y ladinos, de las que sólo go-
zarían los pueblos que en sus cabildos y del modo correspon-
diente, reconociesen y obedeciesen al Prelado como tal Gober-
nador, según lo habían hecho las poblaciones del Partido de
Segovia.
3ª En todo caso debía el señor García Jerez separarse de
la Presidencia de esta Junta gubernativa, y de toda interven-
ción en hechos que no llevaran el sello de la obediencia á la
Superior Autoridad del Reino y á las disposiciones que el Obis-
po expidiese como su legítimo delegado y representante, incu-
rriendo en personal responsabilidad todos los que obraran en
sentido contrario.
4! Mientras en esta Provincia no hubiese un gobierno le-
gal, libre, respetado y obedecido, no podría tratarse de nom-
brar juez para la residencia del Brigadier don José Salvador,
ni de otros puntos consultados al Gobierno; debiendo tenerse
por insubsistente y nulo cuanto aquí se practicara, que no tu-
viese por objeto la restauración del orden público y la subor-
dinación debida al Gobierno del Reino, según las leyes de la
Monarquía.
En León habíanse aquietado completamente los ánimos: el
pueblo todo reconocía la autoridad del nuevo Intendente y go-
zaba del indulto otorgado por éste. No así los granadinos,
quienes quizá por hallarse lejos de las influencias del Obispo,
permanecían en constante efervescencia, aunque el Ayunta-
miento de la ciudad demostrase reconocer y acatar la potes-
tad civil del Prelado.
El 1º de enero de 1812 reunióse el Cabildo de Granada, con
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 463

objeto de practicar la elección de los concejales que debían


funcionar en el nuevo año. Resultaron designados por unani-
midad de votos, Alcalde 1º, el Regidor bienal don Juan Ar.
güello, 2º, don Juan Espinosa, Síndico, don Juan Ignacio Ma-
renco, Alcalde 12 de la Santa Hermandad, don Máximo Guin-
dos, vecino de Acoyapa, 22 don Zenón Vega, de Managua, Ma-
yordomo de la ciudad, el Teniente don Andrés de Villanueva,
Contraste don José Varela, Balanzario, don José Briseño y
Regidor bienal, don Domingo Alfara, en reposición de don Fran-
cisco Chamorro, que hizo dimisión de ese destino.
Los señores don Roberto y don Crisanto Sacasa se presen-
taron ante el Ayuntamiento y manifestaron de palabras y por
escrito, que renunciaban el cargo de Diputados populares, pi-
diendo que desde aquel momento mismo se les tuviese por
separados; y aunque los miembros del Cabildo les rogaron con
instancia que continuasen desempeñando su importante comí-
sión, ellos insistieron en que les fuera admitida la renuncia
y salieron de la sala capitular, asegurando que no volverían
á tomar parte en las deliberaciones del Ayuntamiento, cual-
quiera que fuese el acuerdo que acerca de su separación dic-
tara ese Cuerpo. El Cabildo dejó para otro día la resolución
de este punto.
Reunido nuevamente el día 3, acordó admitir las renun-
cias presentadas por don Roberto y don Crisanto Sacasa y
nombrar alguacil mayor don Pío Antonio Argüello; y permi-
á

tió que no obstante hallarse suprimidos desde el 24 del mes


anterior los estancos de aguardiente, se abriesen por el pe-
rentorio término de quince días, en consideración al grave per-
juicio que experimentaban muchas personas poseedoras de
grandes depósitos de aquel licor y de materiales para su fá-
brica.
Las tendencias del Ayuntamiento de Granada á extender
los límites de la jurisdicción del Partido, eran cada día más
claras y demostraban cuánto había influído ese propósito en
sus anteriores determinaciones. A fines de diciembre de 1811
había pedido á la Junta gubernativa de León, que declarase
anexos al Partido de Granada los de Acoyapa y Masaya. La
Junta resolvió que siendo la materia de jurisdicción territorial
HISTORIA DE NICARAGUA

un punto precisamente sujeto á las regalías del Soberano, se


consultara con éste la solicitud, previa audiencia de los pue-
blos comprendidos en aquellos distritos, y que entretanto no
se hiciese novedad alguna en lo relativo á su administración
judicial. política y económica.
En acuerdo fecha 10 de enero de 1812, declaró el Cabildo.
á petición del Diputado del pueblo, Presbítero don Benito Soto,
la abolición de la esclavitud, la libertad para el abasto de car-
nes, la rebaja de un real en cada libra de tabaco y la extin-
ción de la doble alcabala en la reventa de ganados. Estas dis-
posiciones fueron sometidas á la aprobación de la Junta Pro-
vincial gubernativa.
También el Intendente García Jerez dictaba providencias
importantes, en su carácter de Jefe Político de la Provincia:
tales fueron la orden de trasladar á don José Gabriel O'Horán
al fuerte de San Carlos, y el nombramiento del Presbítero
don Benito Soto de Comandante de armas y Pacificador del
Partido de Masaya.
La actitud del Obispo, abiertamente contraria á la revolu-
ción y los despachos en que el Presidente del Reino amenazaba
con la severidad de su justicia á todos los insurrectos, pro-
dujeron en Nicaragua una reacción favorable al régimen anti-
guo, especialmente en el clero, antes adicto al cambio político
iniciado en las principales poblaciones de la Provincia, y par-
tidario luego del riguroso sistema de represión que implanta-
ron los empleados españoles. Así se explica cómo el Presbí-
tero don Benito Soto, Diputado del pueblo en los días de la
sublevación, resolvió después ponerse al servicio del Gober-
nador García Jerez y cómo el nuevo Cura y Vicario de Gra-
nada, don José Antonio Chamorro, hizo circular muchos ejem-
plares manuscritos de una proclama en que se manifestaba
adversario decidido de los independientes. Ese documento, cu-
rioso por el estilo en que está redactado, dice así:
«Proclama del Cura y Vicario de Granada á los vasallos
fieles de Fernando Vll
«El pueblo insurrecto ha desobedecido á todos los enr-
pleados europeos por ser chapetones: es así que los reyes ue
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 465

España son chapetones; luego el pueblo ha desobedecido á los


reyes de España.»
«Cada despacho ó título de los despojados es una ley del
Rey de España, que ha sido publicada y recibida por el pueblo.
Dios, en la Epístola canónica de Santiago, capítulo II, asegu-
ra que el que desprecia una ley se hace reo de todas: luego
el pueblo, despreciando los despachos de los empleados, se ha
hecho transgresor y reo de todas las leyes de los reyes de Es-
paña.»
«El · pueblo no sólo ha menospreciado la Legislación espa-
ñola, sino que ha quitado empleados sin procesarlos, ha dado
empleos con sola su voz y ha promulgado leyes con título ab-
soluto. Luego el pueblo concibe que tiene más poder que Dios,
que la Iglesia y que el Rey; pues ni Dios, ni la Iglesia, ni el
Rey castigaban ninguno sin escucharlo ni oírlo.»
á

«De estas tres conclusiones se deduce con evidencia que


el pueblo insurrecto ha sido y es un traidor Dios, á la Re-,
á

ligión, al Rey y á la Patria. Es traidor á Dios, porque ha me-


nospreciado la multitud de textos de la Divina Escritura, que
nos manda obedecer sin réplica á los reyes nuestros señores.»
«Es traidor á la Religión, porque con escándalo y menos-
precio, se tragó la excomunión mayor fulminada por el Edicto
de la Santa Inquisición, del 13 de octubre del año de 10 con-
tra los insurgentes. Es traidor al Rey, porque no sólo ha
menospreciado sus leyes y despojádolo de su señorío, que por
tantos títulos le viene, sino vilipendiado hasta su suelo, te-
niendo por la mayor infamia el renombre de chapetón. Fi-
nalmente, el pueblo insurgente es un traidor á la Patria, por-
que el despojo formidable que ha hecho ha sido no sólo sin
escuchar y procesar á los despojados, sino conociendo y con-
fesando el mérito y santidad de muchos de ellos.»
«Dios, la Religión, el Rey y la Patria concluirán con este
monstruo infernal del pueblo insurgente.»
Considerando el Cabildo que esa proclama era nociva y
contraria á la tranquilidad pública, mandó recoger todos los
ejemplares que se habían distribuído y dispuso que fuese cas-
tigada toda persona que teniendo alguno de los manuscritos
no lo entregase á la autoridad.
IIl.-30
466 HISTORIA DE NICARAGUA

Reunida aquella Corporación el 20 de febrero, acordó, que


supuesto se hallaba reconocido el Obispo como Gobernador In-
tendente de la Provincia, y habiéndose publicado por bando ese
mismo día el acta del reconocimiento, con las solemnes demos-
traciones de repiques generales y salvas. de artillería, pasasen
á la ciudad de León el Alcalde lQ don Juan Argüello y el Dipu-
tado del pueblo, Presbítero don José Antonio Velasco, con ob-
jeto de dar al Prelado la enhorabuena en nombre del Ayunta-
miento, con las expresiones más significativas de júbilo, y de
asegurarle de la rectitud y buena fe con que había procedido
aquella Corporación en todos sus actos, y que si esto no fuese
bastante para satisfacerle y despreocuparle de los siniestros
informes que contra el Cabildo se le habían comunicado, le ma-
nifestasen que los concejales se sujetarían á los cargos que se
les formasen, y aun dejarían los puestos que ocupaban si el
Gobernador lo creyese conveniente para el restablecimiento
del orden público.
Pronto se suscitaron graves cuestiones entre las autorida-
des de Granada y el Comandante de Masaya, Presbítero don
Benito Soto. Por solicitud que éste hizo, cuando desempeñaba
las funciones de Diputado del pueblo, había el Cabildo manda-
do reducir á prisión á varios europeos sospechosos, entre ellos
á los señores don Pedro y don Francisco Chamorro, don Este-
ban Cordeviola, don Domingo Alfara, don Agapito de Fran-
cisco Martín, don Ricardo Masido, don Antonio Fernández y
doña Basilia Cortés. Al pedir estas capturas había Soto ame-
nazado al Ayuntamiento con que el pueblo las ejecutaría de
propia autoridad, si aquella Corporación no las decretase en
las veinticuatro horas subsiguientes á la presentación del es-
crito en que se solicitaban. Encargado de la Comandancia de
armas de Masaya y convertido á los principios monárquicos, el
padre Soto ya no consideró peligrosa para el orden público la
libertad de aquellas personas, por lo que, haciendo uso de las
omnímodas facultades de que se hallaba investido, ordenó
en auto proveído á 21 de febrero, que los Diputados de la no-
bleza y el pueblo, Presbítero don José Antonio Velasco, Sa-
cristán Mayor de la Parroquia de Granada y Comisario del
Santo Oficio de la Inquisición, y don Diego Montiel, Adelanta-
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 467

do de Costa-Rica, pusiesen en completa libertad á los presos,


previa noticia del Ayuntamiento y del Comandante de armas
de aquella ciudad, á los cuales se les dejaba su derecho á salvo
para que hiciesen uso de él ante el juzgado de Comisión ó en
el lugar que les pareciese conveniente. Y previno Soto, que
sin su conocimiento y autorización, no procediesen las auto-
ridades de Granada á ejecutar en lo sucesivo captura de sujeto
alguno.
No podía el Ayuntamiento hacer resistencia á las disposi-
ciones del Comandante y Pacificador, que se hallaba sostenido
por la autoridad del Intendente de la Provincia y apoyado por
fuerzas competentes. Así que, en acta de 28 del propio mes,
resolvió poner á disposición de los comisionados Velasco y
Montiel, las personas de los detenidos; pero certificó en el mis-
mo documento, que las prisiones habían sido ejecutadas por so-
licitud de Soto: que la comisión conferida por éste al Sacris-
tán Mayor de la Parroquia y al Adelantado de Costa-Rica, era
ilegal, porque sin especial facultad, no debía un Comisionado
delegar sus facultades en otro, y porque habiendo en Granada
jueces ordinarios, no podían funcionar jueces de comisión, se-
gún estaba dispuesto por las leyes de Castilla: que el Cabildo,
al decretar las capturas, había procedido como autoridad y no
como parte, por lo que era inconducente la cláusula en que
se le dejaban á salvo sus derechos; y por último dispuso, que
se diese cuenta al Obispo Gobernador, de la providencia dic-
tada por el Comandante y Juez Pacificador del Partido de
Masa ya.
Con fecha 22 de febrero, dirigió Soto. una comunicación al
Ayuntamiento de Granada, en que le ordenaba capturase los á

Justicias y principales de Masaya, que habían abandonado ese


lugar y trasladádose á aquella ciudad por fines políticos, opues-
tos á la obediencia debida al Comandante del Partido. Dene-
góse el Cabildo cumplir semejante orden, y respondió al Pa-
á

cificador, que no alcanzaba, á comprender el motivo que le


había impelido á dictarla. Enojado Soto por estos conceptos,
y creyendo que se ponía en duda la rectitud de sus procedi-
mientos, dirigió al Cabildo otra carta, en la que le decía, entre
otras cosas, lo siguiente:
468 HISTORIA DE NICARAGUA

«He dicho y repito que en esta comisión hay probidad, pul-


so y política para manejar asuntos de consideración é igual-
mente una regular ilustración para desempeñar con acierto por
sí sola sus encargos, sin necesidad de valerse de los sujetos
que U. S. S. imaginan, como efectivamente ha sucedido ...
Rindo á U. S. S. las gracias por la cordialidad que me han ma-
nifestado en llamarme para que esté á su lado y lograr de
esta suerte la libertad de los yerros que U. S. S. suponen que
se han cometido por mis operaciones, las cuales, ni en un pun-
to han dejado de ser justas y sólo se han dirigido y dirigen
al objeto esencial de una tranquilidad duradera... Hónrense
U. S. S. más, denegándose á rumores populares y hagan algún
favor á esta comisión que tiene un poco de frente y es ex-
tensiva sin limitación á objetos de pública tranquilidad.»
Y como el Cabildo había en su contestación manifestado,
que abrigaba serios temores por la reunión de fuerzas que ha-
cía el Comandante en Masa ya, decía éste: «no han engañado
· á U. S. S. y es cierto que se han congregado aquí tropas de
varios puntos para proceder á las capturas que sean conve-
nientes, con el tino propio de personas cristianas y de honor,
que se hallen poseídas de lealtad y valor, para tomar venganza
de semejantes desvergüenzas contra las legítimas autoridades.»
Terminaba el padre Soto su oficio, dando aviso al Ayunta-
miento de haber detenido en Masaya á los señores don Ro-
berto Sacasa y don Adrián Zavala que, con el carácter de co-
misionados de aquella Corporación, pasaban á la capital de
la Provincia, y de que no les permitiría continuar su camino,
mientras los naturales de Masaya no rindiesen el debido aca-
tamiento á las órdenes del Comandante y Pacificador de aquel
Partido.
Las agitaciones populares continuaban entretanto en el Par-
tido de Masaya, conmoviendo fuertemente sus pueblos y lle-
nando de temor á los representantes de la Autoridad Real.
Existía una profunda división entre ladinos é indígenas, di-
visión que había producido ya serios desórdenes y que ame-
nazaba ó con la completa destrucción de los primeros, si los
indios, valiéndose de su superioridad numérica, los acome-
tiesen, ó con la dispersión de éstos, si las autoridades los in-
LIB. VIII.-CAP. Xll.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 469

timidasen y acosasen con el uso de la fuerza. El propio día


22 de febrero, hubo en Masaya una sangrienta reyerta entre
los naturales y algunas escoltas que, por disposición del Co-
mandante, recorrían las calles: los soldados dieron muerte á
nueve indios é hirieron otros tantos. La causa de este suceso
fué el desagrado que los naturales experimentaban por el em-
peño con que el Presbítero don Benito Soto pretendía obli-
garlos á reconocerle por Subdelegado del Partido, mientras
ellos se negaban á aceptar otra autoridad que no fuese la de
don José Gabriel O'Horán. En este movimiento sedicioso y en
otros de menor gravedad que por los mismos días se verifi-
caron, los naturales de Masatepe hicieron causa común con los
de Masaya, y no ocultaban el propósito que tenían de invadir
en crecido número este pueblo, para acabar con los ladinos y
efectuar un cambio en las autoridades del Partido.
Preocupado el Pacificador Soto con tan alarmantes acon-
tecimientos, dió comisión al Presbítero Velasco y al Capitán
don Andrés de Villanueva, para que pasasen á Granada y pi-
diesen verbalmente auxilios al Ayuntamiento de esa ciudad,
haciéndole entender que de no prestarlos, se seguiría una de
dos cosas: ó que el Comandante suspendiese el ejercicio de
su misión con manifiesto peligro para los ladinos á quienes
dejaría desamparados y expuestos á toda clase de insultos, ó
que continuando en su desempeño se viese en el caso de em-
prender contra los indios una lucha desventajosa para las ar-
mas reales, por no ser éstas suficientes á contener el poderoso
empuje de todos los naturales reunidos.
El Ayuntamiento, en sesión del día 23, acordó, previo dic-
tamen de su Asesor Licenciado don José Manuel de la Cerda,
no facilitar el auxilio que se pedía, tanto porque según las le-
yes 8ª, 9� y 10ª, título IV, libro III de la Recopilación de In-
dias, estaba prohibido enviar armas contra los naturales bajo
ningún pretexto, cuanto porque si se prestase el auxilio que
se solicitaba, quedaría desamparada la plaza de la ciudad,
pues la fuerza del cuartel no llegaba á ciento cincuenta hom-
bres que se mantenían en fatigas de patrullas, centinelas y
guardias.
En 16 de abril expidió el señor García Jerez, en su calidad
470 HISTORIA DE NICARAGUA

de Obispo de Costa-Rica y Nicaragua, Gobernador Intendente


de esta Provincia y Delegado en ella de la Capitanía General,
un decreto, extraño por la confusión que en él se hacía, de
preceptos religiosos y morales con disposiciones pertenecientes
al Gobierno Político.
Aseguraba el Obispo que al dictarlo procedía movido del
deseo de poner algún dique á la corrupción y libertinaje, que
como un torrente impetuoso amenazaba arrasar, destruir y
aniquilar las buenas costumbres que siempre habían distingui-
do estos felices y afortunados pueblos. En su parte dispo-
á

sitiva, el decreto contenía las siguientes disposiciones:


«1ª Ninguna persona blasfeme ni jure por el Nombre au-
gusto y Sagrado de Dios ni de su Santísima Madre María
Nuestra Señora ni de los demás Santos que reinan con Cristo
en el Cielo; so pena de ser castigada con todo rigor de de-
recho. Y exhortamos á todos, por las entrañas de la Miseri-
cordia de Nuestro Dios, á que en sus casas restablezcan la an-
tigua, saludable y santa costumbre de rezar diariamente con
su familia el Santo Rosario de María Santísima.
2ª Dentro del término de veinticuatro horas salga de esta
ciudad toda persona forastera, que se entiende aquella que no
fuese natural de este pueblo ó esté avecindada en él ó tenga
algún destino ú oficio por que deba subsistir, y por sólo aquel
tiempo que sea necesario para evacuar su negocio; pasando
desde luego á reconocer los domicilios Benito Salafranca, á
quien se da comisión particular, amplia y bastante, para que
cumpla y ejecute lo mandado en este artículo, procediendo á
conducir á las reales cárceles á los que á él contravinieren
para que por la justicia se les impongan las penas que seña-
len las leyes para los vagos, abonándole á dicho Alcaide Benito
Salafranca, como por nos se le abonarán, dos reales por cada
uno de los forasteros que aprehendiese.
3ª Se recuerda la prohibición de cargar cuchillo ó usar de
arma corta, bajo la pena de seis años de presidio ó de Reales
Arsenales en la Habana, según lo permita la clase ó distinción
de la persona. Asimismo se prohibe que persona alguna de
cualquier estado, calidad ó condición que sea, pueda usar ni
cargar de día ni de noche, clavos, piedras, huesos, estacas, ma-
LIB. VIU.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 471

lacatesú otros instrumentos aptos para herir, bajo la pena


que con arreglo á las leyes le impondrán las justicias.
4ª A los que incurrieren en el delito de embriaguez y se
encontraren en la calle otro paraje público, se les castigará
ú

con un mes de prisión, por la primera vez, con dos, por la se-
gunda y con cuatro, por la tercera. Además se procederá á
averiguar inmediatamente quién les vendió el licor con que se
embriagaron, y á éste se le exigirán irremisiblemente diez pe-
.sos de multa, por la primera vez, veinte por la segunda y cin-
cuenta por la tercera, con dos meses de cárcel.
5ª Los fabricantes y vendedores de aguardiante clandes-
tino de cualquier clase que sean, además del pedimento ins- •
tantáneo del licor y de las vasijas en que se aprehenda, su-
frirán las multas y penas que impone el artículo anterior.
fri El que á la voz del Rey ó de la justicia, no se detuviese
inmediatamente en cualquiera hora del día ó de la noche, su-
frirá la multa de veinticinco pesos por la primera vez ó dos
meses de cárcel. La reincidencia en este delito, se castigará
con duplicada multa ó prisión y con la pena de destierro por
dos años.
7ª Los que se encontrasen jugando ó en concurrencia de
juego prohibido, además de perder el dinero que les pertenezca
en lo que se aprehendiese sobre la mesa, serán multados en
cincuenta pesos, por la primera vez, en ciento por la segunda,
y en ciento cincuenta, por la tercera, y si fuesen personas que
no tuviesen de donde pagar dichas multas, serán castigados
por la primera vez, con dos meses de cárcel ó aplicación á obras
públicas, por la segunda, con cuatro y por la tercera, con seis.
Al dueño de la casa donde se hiciere la aprehensión del juego
prohibido, se le exigirá las mismas multas ó se les aplicará la
misma prisión ó aplicación á obras públicas que á los juga-
dores.
8ª A los juegos de truco ó de billar, no podrán ser admi-
tidos en ningún día ni á ninguna hora, bajo ningún título ó
prexteto, Jos hijos de familia ó los comprendidos en la clase
· de vagos ú ociosos. No podrán jugar en dichas casas en los
días y horas de trabajo, los jornaleros, menestrales ó arte-
sanos; y en caso de contravenir á este auto y prohibición, el
472 HISTORIA DE NICARAGUA

encargado del truco ó billar, sufrirá un mes de cárcel y la casa


quedará cerrada por el mismo tiempo. Si se reincidiese será
doble la pena, y si por tercera vez se contraviniere, el encar-
gado será castigado con arreglo á las leyes y la casa ó juego
perpetuamente cerrada.
9ª Todos los habitantes de esta ciudad se aplicarán á sus
respectivos oficios ó al trabajo personal en ella ó en las ha-
ciendas, permaneciendo en sus talleres ó trabajos ó en sus ca-
sas durante los días y horas de él, de modo que eviten andar
por las calles vagando y ociosos, pues de lo contrario se pro-
cederá contra ellos á cuanto en derecho haya lugar.
10ª Los padres y madres de familia cuiden de tener re-
cogidos en sus casas á sus hijos é hijas, procurando ense-
ñarles á ser buenos cristianos y útiles á su patria. Y se pre-
viene que los justicias recojan todos los niños y niñas que se
encuentren en cuadrillas jugando en las calles y plazas ó aban-
donados de aquellos que por tantos títulos están obligados á
mirar por ellos para darles el destino correspondiente, á fin
de evitar que vengan á ser la polilla del Estado por su falta
de educación y buena crianza.
11ª Todo el que oculte ú hospede en su casa algún mal-
hechor ó enemigo conocido de la quietud pública, será casti-
gado irremisiblemente con arreglo á las leyes y según la ma-
yor ó menor malicia que resulte de la ocultación ú
hospedaje.
12ª Nadie puede beneficiar las reses en casas particula-
res sino en los rastros públicos de San Juan y San Nicolás
Laborío, debiendo ser contraherradas con legítima venta ó pa-
pel firmado por el hacendado vendedor, bajo la multa de vein-
ticinco pesos. Y nadie puede introducir en la ciudad carnes
saladas sin acreditar su buena y legítima introducción, pues
de lo contrario se dará por decomiso y procederán los jueces
á la sustanciación de la causa, según su mérito.
13ª Todo cabecilla de motín será arcabuceado : todo el que
insulte de hecho á las justicias ó á cualquier individuo de las
autoridades constituídas, será arcabuceado. Si el insulto fuere
de palabra, sufrirá doscientos azotes y diez años de presidio
en los de África ó en los de la Habana ó Puerto-Rico. El des-
obediente á la justicia en acto de motín, será destinado á las
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 473

armas en los ejércitos de la Península. La misma pena se


impondrá á los que extendieren voces sediciosas contra las jus-
ticias y autoridades, y á los que propaguen noticias falsas
para excitar á la sedición, á más del embargo y perdimiento
de bienes que producen esos delitos.»
Masaya era el lugar en donde se habían reunido los em-
pleados españoles: en ese pueblo establecieron el centro de sus
operaciones reaccionarias, y desde allí pidieron auxilios al Ca-
pitán General, con objeto de acometer á los revolucionarios
granadinos. Más de mil hombres se reunieron á las órdenes
del Sargento Mayor don Pedro Gutiérrez y se aprestaron al
combate.
El 14 de abril de 1812, con ocasión de la alarmante noticia.
de haberse movido esas tropas, se conmovió el vecindario de
Granada, habiendo sido raíz de tan ruidosa novedad, la cir-
cunstancia de haberse congregado el Cabildo y extendido una
acta en que, pretexto de aquietar las convulsiones populares,
á

resolvió se emprendiese la formación de trincheras, se pusieran


en batería los dos cañones de la plaza, se comunicase al Jefe
de las fuerzas invasoras orden de contener su marcha y se
pasase oficio al Obispo Gobernador á fin de que prestase su
anuencia al mismo objeto. Los jefes militares de la plaza ac-
tivaban por su parte la ejecución de esas providencias en lo
que á ellos correspondía: con la mayor rapidez formaron cinco
compañías, ascendiendo á los oficiales legítimos al grado de
capitanes, nombrando de entre el paisanaje los tenientes y ele-
vando á los sargentos al grado de subtenientes.
Los sujetos despoja:dos de sus empleos y otros que se con-
sideraban mal opinados con el pueblo y sus cabecillas, habíanse
trasladado Masaya con el fin de ponerse á cubierto de cua-
á

lesquiera vejámenes á que se habrían hallado expuestos en


Granada, en donde predominaba el partido revolucionario. Esa
circunstancia prestó ocasión á los sublevados para persuadir
al vulgo de que las tropas que se acercaban no eran enviadas
por el Presidente del Reino, sino pagadas por los granadinos
asilados en Masaya y que llevaban orden de entrar degüello
á

y de esclavizar á los que escaparan de la muerte.


El pueblo se hizo fiel ejecutor de las disposiciones dicta-
474 HISTORIA DE NICARAGUA

das por el Ayuntamiento: cubrió toda la plaza con seis bate-


rías, las tres principales con sus trincheras, redobló las guar-
dias á fin de impedir la salida de los vecinos que intentasen
huir; colocó una pieza de artillería á distancia de un cuarto
de legua, en una loma que dominaba el camino de Masaya,
con objeto de evitar la introducción de tropas por ese punto, y
pidió auxilio al vecindario rle la Villa de Rivas, por medio de
un papel en que le manifestaba la decidida resolución de hacer
resistencia á las tropas reales, fuesen de paz ó de guerra, y de
sostenerse á toda costa. Igual diligencia practicó el Coman-
dante de armas don Miguel Lacayo, valiéndose de su autoridad
para estrechar al Jefe de la compañía de artilleros de Nan-
daime á que ocurriese con auxilios de ese pueblo en defensa
de Granada.
Avanzaban entretanto las tropas reales: su Comandante
determinó hacer una descubierta para observar posiciones, con
un piquete de soldados veteranos, las tropas de negros cari-
bes y cien hombres del Batallón de Olancho con sus respec-
tivos oficiales á las órdenes del Teniente don José María Pa-
lomar, operación que se ejecutó al romper el día, habiendo
salido ocultamente de Masaya á las once de la noche ante-
rior. Esta cautelosa diligencia contribuyó á que las citadas
tropas no experimentasen daño en la emboscada que estaba
preparada en la loma la que, además del cañón allí colocado,
tenía un buen piquete de fusileros. No encontraron, pues, otro
estorbo que el de la guardia de la casa de pólvora, situada en
la entrada de la ciudad. Había esa guardia recibido órdenes
de hacer seña á la plaza por medio de un fusilazo cada vez
que descubriese algún pelotón de gente armada que se apro-
ximase por el camino de Masaya; pero sorprendidos sus indi-
viduos por la fuerza de Palomar, se echaron desordenadamen-
te sobre las armas y sin atender á las reconvenciones de aquel
jefe, hicieron la señal. A esta novedad las tropas reales diri-
gieron sus tiros hacia el punto en donde encontraban re.
sistencia. Dieron muerte al centinela é hirieron á otros sol-
dados, con lo que la guardia se puso en fuga, dejando allanado
·el paso al ejército invasor, el cual habiéndose reunido en aquel
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 475

paraje, hizo su entrada ordenadamente hasta la plaza de


Jalteba.
Desde allí envió el Teniente Palomar á la ciudad, un sar-
gento con un tambor batiente, á fin de que pidiese audiencia
al Comandante de la plaza y al padre Cura. Los mensajeros
fueron tratados vilipendiosamente por el pueblo é introducidos
en medio de grandes peligros en la casa donde se hallaban
reunidos el Ayuntamiento, el Cuerpo militar de la plaza y gran
parte del vecindario. Habiéndose éstos negado á aceptar la
proposición de Palomar, dejaron presos en el Cabildo á los
enviados de aquel jefe el cual, con noticia de este suceso, en-
vió una nueva embajada á cargo del Capitán don José Argüe-
lles. Recibido este oficial como enemigo, atravesó vendado la
plaza, corriendo grave riesgo y tuvo la misma suerte y para-
dero que el sargento y el tambor. A instantes crecía el ardor
bélico de los insurrectos, hasta llegar al grado de ser impo-
tentes las autoridades para contenerlos y dirigir sus opera-
ciones.
Comisionó el Ayuntamiento al oficial don Juan José Ma-
renco á efecto de que llevase á Palomar un oficio en que le
pedía aquella Corporación el retiro de las fuerzas, único medio
que consideraba eficaz para restablecer la tranquilidad en el
vecindario. Desechada semejante proposición por el jefe de
las tropas del Rey, se rompió en la calle real el fuego de ca-
ñón y fusilería contra las compañías de caribes que, formadas
en, J alteba, esperaban ser recibidas de paz en atención á los
oficios que en ese sentido practicaba el Comandante Palomar
y cuyo mal éxito ignoraban aún. Pareció inútil á este jefe
insistir en que los defensores de la ciudad admitiesen otro
partido que no fuese el de la fuerza. Dispuso, pues, que los
negros avanzasen hasta la plaza, empresa que con notable in-
trepidez procuraron, pero en vano, llevar á feliz término. Du-
rante la acción los jefes y oficiales de la ciudad alentaron con
su presencia y ejemplo á las multitudes populares, y los Ma-
gistrados civiles permanecieron inactivos sin procurar conte-
nerlas ni abocarse con el Comandante de la división real, au-
torizando con su silencio la resistencia armada que hacían los
granadinos.
476 HISTORIA DE NICARAGUA

Después del fuego que se sostuvo en la calle real, lo con-


tinuaron una culebrina de á doce, colocada en la esquina de
San Juan de Dios con dirección de Jalteba, otro cañón que es-
taba en batería en el ángulo exterior formado por las dos pa-
redes de la sala de armas, un violento que salió con el fin de
cortar la retirada á las fuerzas invasoras, y por diferentes par-
tes la fusilería á más de que el cañón de la loma, al tiempo
de retirarse las compañías de Olancho, dirigió dos ó tres tiros
sobre el camino por donde iban, bien que todo esto se verificó
sin que aquéllas experimentasen más desgracias que un muerto
y algunos heridos.
Duró el ataque desde el amanecer hasta las cuatro de la
tarde del día 21, con cortos intervalos de suspensión, y cuando
los defensores de la ciudad comprendieron que las tropas de
Palomar se ponían en retirada, hicieron fuerte empeño por
cortársela, saliendo armados en persecución de ellas hasta que
las vieron fuera.
Fué crecido el número de personas que tomaron parte en
la resistencia contra el ejército del Rey. Desde el 16 de abril
se habían alistado como voluntarios más de cuatrocientos hom-
bres, la mayor parte paisanos, muchos milicianos del Batallón
de la ciudad, inclusive una compañía que de orden superior
estaba al prest, haciendo el servicio de plaza y que también
se confundió y obró de acuerdo con el pueblo: igual conducta
observaron las compañías del Real Cuerpo de artillería y fija
de San Juan que se hallaban presentes.
El retiro de las tropas reales fué casi una derrota y pro-
dujo en ellas el mayor desaliento. No se resolvían por tanto,
ni Gutiérrez, ni el padre Soto, ni los demás españoles asilados
en Masaya á emprender un nuevo ataque contra la ciudad de
Granada, temerosos de que el descaecimiento de ánimo que se
notaba en los soldados, fuese raíz de una infidelidad á las ban-
deras del Rey, y considerando que un segundo fracaso asegu-
raría por algún tiempo á los granadinos el poder que ambi-
cionaban y aun reanimaría á los descontentos de otras pobla-
ciones, mientras de Guatemala no viniesen fuerzas numerosas
para debelar la revolución y sujetar á los insurrectos á la au-
toridad del Gobierno Superior de este Reino.
LIB. VIII.-CAP. Xll.-PRIMEROS l\lOVIMÍENTOS, ETC. 477

El Ayuntamiento y demás empleados de Granada, hallá-


banse por su parte, sobresaltados y medrosos por el repentino
vuelo que había tomado la insurrección. Nada avezados á di-
rigir movimientos políticos de la naturaleza del que á la sazón
se operaba en esta Provincia, aquellos ilustres patriotas se con-
sideraban sin las fuerzas necesarias para dominar la delicada
situación en que se habían colocado nuestros pueblos.
Ambos partidos contendientes encontrábanse, pues, en ac-
titud propicia para llegar á un avenimiento que pusiese tér-
mino á las conmociones populares de Granada. El 22 del pro-
pio mes de abril, entraron en pláticas de arreglo los miembros
del Cabildo y el Jefe de la expedición real, y el 25 se ajustó
un convenio entre el Sargento Mayor don Pedro Gutiérrez y
el Presbítero don José Joaquín González, comisionado de aque-
1la Corporación y revestido de las facultades necesarias para
celebrar la negociación de paz, conforme á las instrucciones
que se le comunicaron.
El convenio constaba de trece artículos, en los cuales se
estipuló lo siguiente:
lQ El Ayuntamiento y los demás vecinos de Granada, se
obligaban á contribuir con sus personas y bienes á la defensa
y conservación de la Religión Católica, Apostólica, Romana, y
las tropas del Rey, debían practicar lo mismo, respetando unos
y otros el Santuario y el Divino Culto, conforme lo prevenían
las Reales Ordenanzas.
2Q El Cabildo y vecindario reconocían y se comprometían
á obedecer la legítima Autoridad real del Monarca don Fer-
nando VII, y por su ausencia y cautividad, la del Congreso Na-
cional de Cortes del Consejo interino de la Regencia y demás
empleados eclesiásticos, civiles y militares que legítimamente
administrasen justicia conforme á las leyes. En este artículo
se certificaba, que los habitantes de Granada no habían in-
fringido los principios de Gobierno que regían en la Monar-
quía española.
3Q El Ayuntamiento y demás moradores de la ciudad con-
venían en que se descargase y desmontase la artillería, que á
precaución de impedir cualquier atentado se hallaba monta-
da, á recoger todas las armas extraídas de los reales alma-
478 HI&TORIA DE NICARAGUA.

cenes y á depositarlas con los demás pertrechos de guerra en


el lugar que más conviniera, para que se hiciese cargo de su
custodia el Capitán del Batallón de Olancho don José María
Celaya, sujeto imparcial y honrado.
4Q Obligábanse también los vecinos á retirarse á sus ca-
sas y á ocuparse tranquila y pacíficamente en sus quehaceres,
lo que igualmente practicarían los individuos del Batallón de
Milicias regladas y los de las compañías de voluntarios hon-
rados de la patria.
5Q Las tropas de artillería y veteranas que se hallaban ac-
tualmente en la ciudad, se retirarían á sus correspondientes
cuarteles, en donde permanecerían en estado pasivo y subordi-
nados al Capitán Celaya.
6Q En ese estado ocuparían la ciudad ese Jefe, el Teniente
don Antonio Lazo y el Subteniente don Mateo Soto, con cien
granaderos de su respectiva compañía del Batallón de Olan-
cho, la cual fuerza cuidaría de la policía, quietud pública y
seguridad de las personas y sus propiedades.
7Q Celaya sería el Comandante legítimo de las armas y
responsable de cualquier desorden ó falta que contra las leyes
y Reales Ordenanzas cometiesen sus tropas ó las demás que
permanecieran en la plaza ó algún otro individuo de la ciudad.
SQ El nuevo Comandante dependería absolutamente del
Sargento Mayor don Pedro Gutiérrez, quien avisaría diaria-
á

mente de todas las novedades que en Granada ocurrieran: cum-


pliría sin interpretación alguna las órdenes que por Gutiérrez
se le comunicasen; y para el envío de los partes que debía
dar á este Jefe, se valdría precisa é indispensablemente de don
Antonio Lazo.
9Q Se comprometían el Ayuntamiento y vecindario á su-
ministrar todos los días á los cien hombres de la tropa del
Rey, una res y otros alimentos necesarios, debiendo el Coman-
dante dar recibo de su importe al interesado, á fin de que éste
lo cobrase de Cajas Reales, conforme á las superiores órdenes
del Capitán General.
lOQ Don Pedro Gutiérrez, Comandante principal de todas
las tropas auxiliares acantonadas en Masaya, se obligaba á
que quedasen existentes y en actual ejercicio de sus funciones,
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVl�IENTOS, ETC. 479

el muy noble y leal Cabildo de Granada, su justicia y regimien-


to, cuya municipal y civil autoridad sería obedecida y respe-
tada en todo cuanto ordenase, debiendo los Comandantes Gu­
tiérrez y Celaya, auxiliar todas las providencias que aquel
Cuerpo dictase conforme á derecho.
llQ Ambas partes contratantes, como interesadas en el
bien general, 13e comprometían á que ningún vecino de Granada.
ó forastero que directa ó indirectamente se hubiese mezclado
en las conmociones políticas, fuese molestado bajo ningún pre-
texto en su persona ó bienes, y entregaban al olvido cuales-
quiera agravios que recíprocamente se hubiesen causado, pues
todos debían quedar generalmente indultados, á excepción de
los que reincidiesen después de publicado por bando el Con-
venio.
12º Verificado todo lo que en los anteriores artículos se
expresaba, pasaría á la ciudad de Granada el Comandante
principal don Pedro Gutiérrez y por su medio deberían todos
los vecinos dirigir sus ocursos á la Capitanía General, para con-
solidar mejor la tranquilidad pública y restablecer la buena
administración de justicia.
13Q Los miembros del Ayuntamiento, los eclesiásticos,
otros vecinos distinguidos de la ciudad y tres ó cuatro indi-
viduos honrados de la clase de pardos, firmarían la ratifica-
ción del Convenio en el preciso y perentorio término de tres
días, pasados los cuales, lo devolverían original á la Coman-
dancia para que ésta lo dirigiese con la brevedad posible al
Presidente y Capitán General del Reino, solicitando su aproba-
ción ó que resolviera lo que fuese de su agrado. También se
pasaría testimonio de aquel documento al Obispo y Goberna-
dor de Nicaragua don Fray Nicolás García.
En el preámbulo de este Convenio se decía, que para ce-
lebrarlo, habían los contratantes tenido á la vista las supe-
riores órdenes é instrucciones del Presidente del Reino: que
informados de su contenido y deseando cumplir lo que en ellas
se mandaba, procedían á extender la negociación: que .ésta te.
nía por objeto hacer que cesasen las conmociones políticas y
los males consiguientes á ese fatal estado, en perjuicio de la
soberanía y unidad nacionales, procurar que la noble y leal
480 HISTORIA DE NICARAGUA

ciudad de Granada fuese considerada como parte legítima é in-


tegrante de la Monarquía, y sus habitantes disfrutasen, sin
excepción de clases, del natural y civil derecho de indulto, de-
clarado por las Cortes de España; y por último, que los fir-
mantes del Tratado se comprometían, bajo de juramento en
nombre del Rey y del Capitán General don José de Bustaman-
te, que aquel arreglo fuese recíproca é inviolablemente ob-
á

servado por las dos partes contratantes.


Con motivo de la esforzada resistencia que los vecinos de
Granada habían hecho á las tropas del Rey, y antes de tener
conocimiento del Tratado de paz, dirigió el Obispo un oficio al
Cabildo de aquella ciudad (su fecha el 26 de abril), en el que
le daba á conocer las últimas y perentorias resoluciones que
dictaba, «para hacer entrar en sus deberes á un pueblo que
tantas y tan repetidas veces se burlara de los medios de paci-
ficación con que la tutela paternal había querido reducirlo al
orden y librarlo de los horrores y desgracias á que infalible-
mente le conducía su decidida obstinación».
Las resoluciones definitivas del Prelado consistían en pre-
venir á los granadinos que depusiesen las armas, permitiendo
que las fuerzas reales ocuparan de paz aquella ciudad en don-
de debían ser tratadas con el amor y confraternidad que por
muchos títulos les eran debidos. Se restituirían las cosas al
orden legal en que se hallaban antes de la revolución, y los
empleados legítimos serían restablecidos en sus destinos, sin
excusa ni restricción alguna.
Verificado todo esto satisfacción del Comandante don Pe-
á

dro Gutiérrez, prometía el Obispo Intendente publicar un in-


dulto general sobre todos los actos ilegales ocurridos en Gra-
nada desde el 20 de diciembre de 1811. Este indulto conten-
dría las mismas condiciones que el otorgado algunos meses
antes á los sediciosos de León.
«Si se cumple y obedece esta mi resolución, decía el Obis-
po en su nota dirigida al Cabildo de Granada, ese desgraciado
pueblo no será afligido por persona alguna, ni en común, ni en
particular: gozará de los inestimables beneficios que traen con-
sigo la paz y subordinación, y tendrá el gusto de ver que se
corra un espeso velo sobre los excesos de los días infelices
LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 481

en que ha vivido alucinado. Mas, si lo que no espero, despre-


cia esta mi última demostración de mi ardiente deseo que
abraza mi corazón por su salud y felicidad, el muy digno Jefe
de las tropas del Rey, obrará militarmente contra él, y la
á

fuerza lo reducirá al orden. Suplico á US. lo haga entender


así todos y á cada uno de los habitantes de esa ciudad, y que
á

haga el último esfuerzo de su celo, patriotismo y lealtad para


impedir las muy funestas consecuencias que trae consigo la
guerra desoladora.»
En el Partido de Chontales habían ocurrido algunas in-
quietudes, pero ellas se redujeron á una escandalosa desave-
nencia entre don Romualdo Masís, Subteniente de la primera
compañía de milicias, y los oficiales don Vicente Ortega, Te-
niente del mismo Cuerpo y don José Acasuso, Comandante de
la compañía de Juigalpa. Este último instruyó una sumaria
contra Masís por el delito de insubordinación y por haber jun-
tado milicias en Teustepe con objeto de resistir las fuerzas
á

del Rey, comandadas por don Vicente Ortega, y le intimó orden


de arresto, mandando embargarle sus haciendas. Con motivo
de tales procedimientos, los pueblos de Acoyapa, Juigalpa y
Teustepe, se dividieron en dos bandos políticos: uno compuesto
en su mayor parte de criollos, que a:poyaba don Romualdo
á

Masis, y otro de españoles, que seguía á Ortega y Acasuso.


Para poner término á esas cuestiones que amenazaban con pro-
ducir alguna alteración del orden público, comisionó el Gober-
nador Intendente al Capitán don José Argüelles, quien con el
carácter de Juez Pacificador, debía pasar al Partido de Chon-
tales y previas las informaciones correspondientes, restablecer
la armonía entre los empleados, removiendo los que conside-
rara perjudiciales á la quietud de aquellos pueblos y sustitu-
yéndolos con otras personas que fuesen de su confianza. No
pudo el comisionado cumplir inmediatamente su encargo, por-
que en los días de su ingreso á Teustepe hallábase el Subte-
niente Acasuso en Granada, á donde había llegado conduciendo
presos, por disposición del Comandante don Pedro Gutiérrez,
á los señores don Manuel Antonio de la Cerda y don Joaquín
Chamorro. En el mes de septiembre de 1812, el Juez Pacifi-
cador don José Argüelles había aquietado completamente las
JII.­31
482 HISTORIA DE NICARAGUA

poblaciones del Partido de Chontales, haciendo salir para León


á don Romualdo Masís que permaneció detenido en esta ciudad
por disposición del Obispo.
Los granadinos, fieles á la palabra empeñada por su comi-
sionado el Presbítero don José Joaquín González, dieron cum-
plimiento en la parte que les correspondía al convenio ajus-
tado con el Sargento Mayor don Pedro Gutiérrez; pero el Pre-
sidente y Capitán General don José Bustamante le negó su
aprobación, haciendo uso de la facultad que en el artículo 13
se le había concedido para ratificarlo ó resolver lo que fuese
de su superior agrado. Ordenó, pues, al Gobernador Intenden-
te de esta Provincia que hiciese instruir información judicial
contra los que directa ó indirectamente habían cooperado á la
resistencia que el 21 de abril hizo la ciudad de Granada á las
tropas del Rey.
En cumplimiento de esa orden comisionó el señor García
Jerez al Sargento Mayor don Alejandro Carrascosa, para que
con el carácter de Juez Fiscal formara causa á los conspira-
dores, procurando investigar escrupulosamente quiénes habían
sido los cabecillas de la facción, los autores de las convocato-
rias sediciosas y los que habían dirigido las · operaciones de la
resistencia y del fuego.
Con fecha 25 de noviembre del mismo año de 1812, pre-
sentó Carrascosa su dictamen fiscal, el que aprobado en 4 de
diciembre por el Intendente y Comandante General de la Pro-
vincia, y ratificado el 27 de febrero de 1813 por el Capitán
General del Reino, recibió la fuerza de sentencia definitiva.
Según ese documento ascendía á doscientos el número de los
reos á quienes el Juez dividió en dos clases: una compuesta de
los principales ó cabecillas en la que se comprendían los jefes
militares y miembros del Ayuntamiento y otra de reos de me-
nor gravedad, tales como los paisanos, los individuos de la
compañía de artilleráa y de la fija de San Juan.
En virtud de aquel fallo, relativo únicamente á los reos de
esta segunda clase, fué condenado á cuatro años de expatriación
y perdimiento de bienes, el señor don Silvestre Selva, por haber
sido uno de los autores de las conmociones ocurridas el 22 de
diciembre y por haberse agregado á la batería del cuartel el dia
LIB. VIII.-CAP. XJI.-PRIMEROS MOVIMIEN'fOS, E'l'C. 483

del fuego: á cuatro años de presidio y confiscación de sus pro-


piedades, el señor don Eduardo Carcache, porque suministró
carnes y dinero al pueblo en los días de la revolución y porque
había sido tan adicto á ésta que con demasiado acaloramiento
decía, que aunque llegasen diez mil hombres á atacar la ciu-
dad de Granada, debían los insurrectos sostenerse y rechazar
á los invasores.
Fueron también sentenciados á presidio por más menos
ó

tiempo, según la mayor ó menor gravedad de su delito, los


siguientes individuos pertenecientes al paisanaje: Ignacio Ro-
bleto, Juan Benedí, Timoteo Ayala, don Juan Antonio Córdoba
(anciano cuyo crimen fué haber delineado las trincheras y ejer-
cido otras comisiones de los rebeldes), Hipólito Guerrero, Fran-
cisco Siria Mena, Gregorio Marenco, Hipólito Bravo, Pedro
Cuaresma, Cristóbal Sandino, don Francisco Alvarado, Mateo
Marenco, Luis Robleto, don Bias Mora, don Pedro Guerrero ..
don José Souza, José Santos Guevara (que fué quien disparó
un tiro de fusil para avisar á los de la plaza que había llegado
la descubierta enemiga á la casa de pólvora), los negros Va-
lentín Cárdenas, José María Ceballos y Justo Eligío, cincuenta
y un soldados de la compañía veterana de artillería y cincuenta
y nueve de la fija de San Juan.
El Juez Fiscal mandó poner en libertad por no resultar cul-
pables, á don Cornelio Guerrero, oficial de milicias, don José
Estanislao Argüello, don Pío Argüello (el chico), don Diego
Parodi, don Bernardo Martínez, don Félix Marenco, Francisco
Flores, Nicolás Montiel y José Sandino.
Poco después se terminó el proceso instruído contra los
reos de primera clase. De la conclusión fiscal resultó, que
debían ser pasados por las armas los señores don Miguel La-
cayo, don Telésforo y don Juan Argüello, don Manuel Anto-
nio de la Cerda, don Joaquín Chamorro, don Juan Cerda, don
Francisco Cordero, don José Dolores Espinosa, don León Ma-
lina, don Cleto Bendaña, don Vicente Castillo, Gregorio Roble-
do, Gregorio Bracamonte, Juan Dámaso Robledo, Francisco
Gómez y Manuel Parrilla, á todos los cuales se les confiscaron
sus bienes.
A destierro perpetuo fueron condenados, don Juan Espi-
484 HIHTORIA DE NICARAGUA

nosa, don Diego Montiel, Adelantado de Costa-Rica,, don Pío


Antonio Argüello y algunos otros más.
Los condenados á muerte fueron conducidos á Guatemala
y de allí á los puertos de Ultramar dependientes de España.
Algunos murieron en el destierro y á los que sobrevivieron se
les puso en libertad por real orden de 25 de junio de 1817.
No estaba satisfecha con tan duros castigos la severidad
de los empleados provinciales y del Reino. Además del pro-
ceso general formado contra los conspiradores de Granada, se
instruyó causa separadamente á varias otras personas consi-
deradas envueltas en los primeros movimientos del año de 11 y
en la resistencia que aquella ciudad presentó á las tropas del
Comandante Gutiérrez. Aun en León, cuyos moradores todos
habían permanecido quietos desde que el Obispo don Nicolás
se hiciera cargo del Gobierno de la Provincia, formábase causa
contra algunos revolucionarios, quizá no tanto con el fin de
penar su delito, cuanto por buscar un medio de alejarlos del
país para evitar nuevos trastornos.
··-El padre Fray Benito Miguelena, mercedario, natural de
Guatemala, había sido promotor y principal agente de la in-
surrección en la capital y en otras poblaciones de la Provincia.
Tenía en su celda armas blancas y de fuego, y allí se forma-
ron las primeras reuniones sediciosas: él fué quien combinó el
plan del levantamiento popular que se verificó en León el 13 de
diciembre de 1811: él quien redactó las peticiones hechas por
el pueblo á la Junta gubernativa: á su extraordinaria activi-
dad se debió el que se pusiesen en relaciones los revoluciona-
rios de esta ciudad con los de Granada, Chontales y Segovia,
aunque en este último partido no se llevó á efecto la subleva-
ción proyectada; y por último, en la noche del 13 de diciem-
bre y en las de los dos días subsiguientes, Fray Benito, llevan-
do su sable y un bastón, encabezó rondas armadas é hizo
derramar todo el aguardiente que había en los estanquillos y
en los puestos clandestinos.
- Apaciguadas las agitaciones políticas de León, el padre
Miguelena permaneció en esta ciudad, disfrutando del indulto
concedido por el Obispo Gobernador á todos los que habían
tomado parte en la insurrección. Algunos meses después se
LIB. vm.-cAp. Xll.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 485

trasladó á San Vicente (Provincia de San Salvador), en donde


su presencia produjo la más viva inquietud á los empleados
coloniales, así por las noticias que habían recibido de la par-
ticipación tomada por aquel religioso en los motines de León,
cuanto porque tenían conocimiento de su carácter atrevido y
fogoso y de los extravíos de su borrascosa juventud. Fray
Benito se había huído más de siete veces de su convento y re-
corrido el Reino de México y las Provincias de San Salvador,
Honduras y Nicaragua, impelido por su vehemente anhelo de
instruirse en los viajes, y por su natural inquieto y aventurero.
A fines del año de 1812 el Intendente de esta Provincia
comisionó al Capitán don Domingo Galarza, para que instru-
yese causa contra el padre Miguelena. Concluida la informa-
ción, fué enviada al Superior Gobierno y al mismo tiempo en-
cargó el Obispo á las autoridades de San Vicente que captu-
rasen al religioso y lo despachasen á Guatemala. Los em-
pleados de esa Villa se aprovecharon de la oportunidad que
se les presentaba para vejar y deprimir á aquel desgraciado
sacerdote. Mandaron ponerle grillos y en seguida lo hicieron
conducir públicamente escoltado á la capital del Reino.
El religioso demostró con suficientes pruebas, que aunque
había tomado parte en los sucesos de León, á su intervención
se debía el que no hubiese habido efusión de sangre ni otros
desórdenes á que se inclinaba el populacho. Desde la prisión
dirigió varias cartas al Obispo de Nicaragua en las que le
recordaba el indulto que había otorgado á los insurrectos y
las especiales promesas que le había hecho de darle su protec-
ción y ponerlo bien con el Gobierno del Reino. Estas recon-
venciones, dirigidas en términos humildes, tocaron el corazón
del Prelado y le movieron á escribir al Presidente, recomen-
dándole usase de su clemencia para con el padre Miguelena.
Por auto fecha 2 de diciembre del propio año, ordenó el
Presidente que el reo fuese sometido al juzgamiento del Go-
bernador de esta Provincia. Conducido á León el padre Mí-
guelena, "fué puesto en libertad después de haber cumplido
ciertas penas eclesiásticas á que se le condenó por su conducta.
En Granada se instruyó causa contra doña Josefa Chamo-
rro, por haber cooperado á la resistencia que la ciudad hizo
486 HISTORIA DE NICARAGUA

á las tropas del Rey. Se atribuían á


aquella señora, entre
otros delitos contra el orden público, el de haber facilitado su
casa para que sirviese de cuartel á una compañía de plebeyos
y para que se asilasen en ella algunos sujetos importantes que
figuraron en la insurrección, tales como el Comandante don
Miguel Lacayo, don José Telésforo Argüello, don Juan y don
José Manuel Cerda, don Joaquín Chamorro y otros jefes mi-
litares, el de haber proveído de alimentos á varios de los cau-
dillos revolucionarios y permitídoles que en la misma casa tu-
viesen sus reuniones políticas, y el de haber ocultado pólvora
y sacos de metralla que sirvieron para el fuego en la mañana
del 21 de abril.
Doña Josefa Chamorro fué puesta en detención por orden
del comisionado Carrascosa, quien, además, mandó confiscar·
1e sus bienes.
Otra de las personas contra quienes ejerció su severa jus-
ticia el Sargento Mayor Carrascosa, fué el Presbítero don Be-
nito Soto. Cuando las fuerzas de Gutiérrez llegaron á Masaya
en abril de 1812, Soto se hallaba desempeñando las funciones
de Pacificador y Comandante del Partido. La actitud hostil
de aquel .Jefe contra la ciudad de Granada, desagradó al Pres-
bítero Soto, que era granadino y no quería que su ciudad na-
tiva fuese teatro de una sangrienta contienda. Inclinóse, pues,
algún tanto á favor del Ayuntamiento y del partido revolu-
cionario; pero el día del ataque se hallaba en la capital de la
Provincia, y no tomó por consiguiente participación alguna en
las operaciones de la resistencia que se hizo al ejército coman-
dado por don José María Palomar.
Pasadas las conmociones revolucionarias, el comisionado
Carrascosa instruyó causa al padre Soto, por haber interve-
nido en ellas como Diputado del pueblo y porque en el ejer-
. cicio de la comisión que le confió el Obispo, no había mani-
festado la energía que las circunstancias reclamaban; pero la
razón principal que se tuvo para molestar á Soto, fué la de
que este sacerdote gozaba aún de mucha popularidad y se te-
mía que usase de ella en contra del régimen monárquico, al
cual ::ie había mostrado contrario.
En su confesión, desentendiéndose de contestar categóri-
LIB. VIII.--CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 4e7

camente los cargos que se le hacían, se esforzó el Padre Soto


en disculpar al pueblo de los procedimientos ejecutados desde
el 22 de diciembre de 1811 hasta el 21 de abril de 1812, y en
demostrar que el responsable de todo lo acaecido eran el Co-
mandante Gutiérrez, por haber atacado á Granada contra ór-
denes expresas del Obispo, los españoles asilados en Masaya,
por las imprudentes provocaciones que dirigían al pueblo y el
Cura de Granada por su terquedad é intransigencia, que impi-
dieron llegar oportunamente á la reconciliación de los ánimos.
En auto de 29 de enero de 1813, dispuso el Capitán Ge-
neral, 'por indicación de García Jerez, que fuese expulsado de
esta Provincia y concentrado á Guatemala el Presbítero don
Benito Soto, por ser nociva á la tranquilidad pública su per-
manencia en Granada y en cualquiera otra población de esta
Provincia. Poco después fué trasladado á la Península.
Una nueva insurrección prepararon los granadinos en el
mes de mayo de 1813. Habíanse fugado de las cárceles algu-
nos de los sujetos contra quienes instruía causa el Sargento
Mayor don Alejandro Carrascosa. Los prófugos se ocultaban
durante el día en las inmediaciones de la ciudad y por la noche
se introducían atrevidamente en ésta, y formaban juntas con
otros patriotas para combinar el plan de conspiración. Como
el pueblo les era en general adicto y veía con profundo dis-
gusto los procedimientos del Juez Fiscal, se hacía á éste di-
fícil el sorprender á los revolucionarios por el cuidado que
aquél tenía de encubrirlos.
Era uno de los jefes principales de la sublevación proyec-
tada el señor don Nicolás de la Rocha, antiguo partidario del
pueblo y en cuya casa hacían los sediciosos sus reuniones noc-
turnas. El plan de la nueva conjuración consistía en apode-
rarse repentinamente de las armas, valiéndose de la oscuridad
de una noche lóbrega y lluviosa; poner en libertad á los demás
presos; despojar de sus destinos á los empleados y sustituirlos
con otras personas que profesaran los principios de la revo-
lución de diciembre; tomar los puntos militares más importan-
tes; fortificarse en términos que asegurasen el triunfo, y apo-
488 HISTORIA DE NICARAGUA

derarse del fuerte de San Carlos, fin de evitar que por el


á

puerto y el río de San Juan. llegasen auxilios las autorida-


á

des reales.
Para ejecutar sus intentos contaban los conjurados con el
auxilio de una parte de las tropas que guarnecían la plaza y
con la favorable circunstancia de hallarse los soldados des-
avenidos entre sí, especialmente los de la compañía de leone-
ses con los caribes.
No se llevó cabo la insurrección proyectada, porque uno
á

de los comprometidos la denunció ante la autoridad militar.


Carrascosa formó un voluminoso proceso contra los conspira-
dores, y en 12 de diciembre extendió su dictamen relativo á
las penas que debían imponérseles. Conformóse con la opinión
del Juez Fiscal el Presidente del Reino; y en tal concepto fué
condenado don Nicolás de la Rocha confinamiento por un
á

año en el castillo de San Carlos: don Melchor Bermúdez y Ga-


briel Herrera quedaron sujetos á la vigilancia de la autoridad:
don Cornelio Guerrero fué destinado al servicio económico de
la enfermería del hospital de aquella fortaleza por el término
de un año: don Manuel Castrillo á reclusión en el hospital de
Granada: Feliciano Borge fué también confinado en el casti-
llo: María Gregaria Robleto y María Ulloa, fueron condenadas
á un año de reclusión en la casa nueva de la capital de esta
Provincia, y respecto de don Pedro Guerrero y don Bias Mora,
reos de la primera insurrección y complicados en la segunda,
se dispuso que fuesen reagravadas las penas que por su pri-
mer delito se les impusieran.
Así terminó en Nicaragua la primera insurrección contra
el Gobierno colonial. El mal éxito que tuvo aquella evolución
política, debe atribuirse al pésimo sistema que tanto en esta
Provincia, como en los demás reinos de América y aun en la
Península, se observó en los primeros años del presente siglo,
de colocar al frente de los movimientos populares juntas re-
volucionarias, que si bien obraban con sinceridad, eran ineptas
para llevarlos término feliz, por carecer sus miembros de la
á

necesaria unüormidad de opiniones y hallarse aun sujetos á la


LIB. VIII.-CAP. XII.-PRIMEROS MOVIMIENTOS, ETC. 489

influencia de principios religiosos y políticos, que no les per-


mitían entrar resueltamente en la vía de la reforma.
Al decidido esfuerzo de otros hombres ilustres y al filo
de sus gloriosas espadas, estaba reservada la magna empresa
de la emancipación americana.
CAPíTULO XIII

Proyectos sobre reformas en la organización política y judi­


cial de Nicaragua: Proclamación de la independencia.

1814 á 1821

",;oml,ramiento <le don Juan Bautista Gua! para Gobernador Intendente.


Establecimiento de la Diputación Provincial.-Representación de don
.Iosé Antonio López de la Plata relativa á la erección de una Capita-
nía General en Nicaragua.-Razones en que apoyaba la conveníencia
<le ese proyecto.-Solicitud de la Diputación Provincial de León con
respecto al propio objeto.-Informe del Gobernador Intendente en
favor de esa reforma.-Los pueblos de Segovia y Subtiaba dirigen á
la Corte una serie de peticiones encaminadas á mejorar su gobierno.
Reitera la Junta Provincial su anterior solicitud.-Relación que hacía
del estado en eme se hallaba esta Provincia.-Dictamen del Consejo
<le Estado acerca de estos asuntos.-Don Antonio López de la Plata
presenta ii la Regencia de España una exposición referente á la aper-
tura de un canal ínter-oceánico por el istmo de Nlcaragua.e=Refle-
xiones que hacía acerca de esta materia.-Informe de la Contaduría
Cenera! sobre el proyecto de López de la Plata.-Acuerda la Regcn-
da del Reino erigir Universidad en el Seminario Conciliar de esta Dló-
cesis.-Estmlo de los fondos de ese establecimiento.-Instruccione�
dictadas por las Cortes generales para abreviar la instalación de In
Univcrstdad.v--Dtñcultndcs que se oponían á la realización de tal pro-
pósito.-Inauguración de la Universidad.-Estahlécese en León un Co-
legio de religiosos de propaganda fide.-Los naturales de Boaco so
quejan ante el Gobierno Superior de las extorsiones que experimen-
taban en el pago de trilmto.-Resolución dictada en este asunto p01·
el Presidente del Reino.-Los vecinos de Jinotega representan los abu-
sos cometidos por los españoles, con respecto al servicio personal que
exigían de los indígenas.-Leyes que favorecían á estos últimos.-
Opinión del Fiscal.-Acuer<Ío del Presidente.-Consternación que causó
en esta Provincia una real orden en que se mandó extinguir el con-
vento de Franciscanos.-Servicios prestados al país por (Sta comu-
nidad rcligiosa.-Solicitudes en que se pidió su conscrvacíón.c-Revo.
catoria de la real orden de extinción.-Fallecimiento del Intendente'
don Juan Bautista Gual.-Se hace cargo del Gobierno el Licenciado
don Manuel Beltranena.-Ei padre Fray Ramón Rojas dirige á la Cor-
te una solicitud relativa á facilitar la reducción de las tribus incultas
de l\!atagalpa.-Trámites dados á este asunto.-Don Miguel González
Saraviu toma posesión del mando de esta Provincia.-Forma, de acuer-
do con la Diputación Províncial, un plan sobre división ele! territorio
492 HISTORIA DE NICARAGUA

para Jueces de Letras.-Aprueba la Audiencia ese proyecto y aplaza


su ejecución.--Otro plan presentado por la Diputación Provincial para
la creación de jefes políticos y señalamiento de sus dotaciones.-Don
Carlos de Urrutia es nombrado Capitán General del Reino.-Estado
de los partidos políticos en Guatemala con relación al asunto de in-
dependencia.-La Junta Provincial de aquella ciudad obliga á Urrutia
delegar el Gobierno en don Gabino Gainza.-Revolución de México.
á

Cambios de Virrey verificados en aquel Virreinato.-Campaña del Cura


don Miguel Hidalgo.c-Fusilacíón de este caudillo.-Don Ignacio Rayón
y el Cura don José Maria Morelos prosiguen la ínsurreoción.c-Vícto-
rias alcanzadas por los ejércitos revolucionarios.-El General Venegas
es nombrado Virrey de Nueva España.-Reunión del Congreso General
mexicano en Chilpancingo.-Derrotas que sufrieron las fuerzas de Mo-
relos.-Fusilación de este jefe.-Llegada del nuevo Virrey don Juan
Ruiz de Apodaca.-Don Francisco Javier Mina y don Vicente Guerre-
ro prosiguen la campaña contra las fuerzas reales.-Proclamación de
la independencia por don Agustín lturbide.-Plan de Iguala.-Convc-
nios ajustados en Córdoba entre Iturbicle y el nuevo Virrey O'Donojú.
'Consecuencias que en Guatemala produjo la insurrección de México.
Conducta de don Gabino Gaínza.-Proclamación de la índependencín
de Guatemala.-Acuerdos subsiguientes dictados por el jefe político y
la Junta consultiva de Gobierno.-El Gobernador de Nicaragua inten-
ta sustraerse á la obediencia de Gaínza.-Acta de los nublados forma-
da por la Diputación de esta Provincia.-El Ayuntamiento de León
se adhiere al acuerdo de la Diputación Provincial.-Oficio dirigido ú
Gaínza.-División de los partidos en Guatemala en imperialistas y
republicanos.-El Gobernador y la Diputación Provincial de Nícara-
gua declaran la incorporación de esta Provincia al Imperio mexicano.
Comunicación de Saravía al jefe político de Guatemala relativa á esu-
punto.-Granada y otras poblaciones rechazan· el acuerdo sobre anr-
xión á México.-Estado de las otras provincias del Reino.-Se recibe
en Guatemala una comunicación de Iturbide en nue invitaba á estas
provincias á formar parte del Imperio.-El Gobiez=-no del Reino acuer-
da oír el voto de los pueblos.-Anexión de Centro-América á México
decretada por la .Junta consultiva.-Funestas consecuencias que pro-
dujo este acuerdo.

EN 1814 fué nombrado Gobernador Intendente de esta Pro-


vincia el Coronel don Juan Bautista Gual con quien tuvieron
serias disputas los Ministros principales de Real Hacienda, por
negarse aquél á rendir la fianza que para ejercer su destino
requerían las leyes. Hacia la misma época se instaló en León
la Diputación Provincial, cuerpo administrativo establecido por
las Cortes Constituyentes de España, para desempeñar ciertas
funciones de Gobierno. Esta Junta de que era Presidente el
Gobernador, se organizó con los señores don Joaquín Arecha-
vala, don Domingo Galarza, don Pedro Chamorro, don Vicente
Agüero, don José Carmen Salazar y el Licenciado don Juan
Francisco Aguílar, Secretario. Una de las primeras providen-
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 493

cias que expidió la Diputación, fué el decreto en que ordenó la


observancia de la Constitución española de 1812.
Restablecida la tranquilidad pública en Nicaragua y some-
tidos sus pueblos á la autoridad del Gobierno peninsular, se
dedicaron los empleados y otras personas interesadas en el
adelanto moral y material del país á estudiar y combinar pro-
yectos sobre reformas en el orden político, judicial y económi-
co, y sobre la realización de empresas importantes que impul-
sasen el comercio y facilitasen los medios de explotar con po-
sitivo provecho, las riquezas naturales de nuestro suelo.
En virtud de real orden expedida á 30 de octubre de 1814,
pasó á consulta del Supremo Consejo de Estado, una repre-
sentación que dirigió al Gobierno de la Monarquía el Licen-
ciado don José Antonio López de la Plata, ex-Diputado á Cor-
tes por las provincias de Nicaragua y Costa-Rica. En ella pi-
dió que se separasen ambos territorios de la Capitanía General
de Guatemala, estableciéndose en León un Capitán General y
una Audiencia de quienes dependiese el Gobernador de Costa-
Rica, al cual podría agregársele la calidad de Intendente.
Los graves inconvenientes que resultaban de que un país
de setecientas leguas de longitud y quinientas de latitud, fuese
gobernado por un solo hombre, residente en un extremo del
territorio, cargado de graves y continuas atenciones en los com-
plicados ramos de política, guerra, hacienda y justicia: las di-
ficultades can que tropezaba la administración pública á causa
de la aspereza de los caminos que pasaban por montañas en
donde ningún auxilio podían proporcionarse los viajeros y que
en el invierno se ponían intransitables á consecuencia de las
lluvias y del crecimiento de los ríos, retardando así el paso
de los correos, entorpeciendo la administración de justicia,
debilitando la acción y energía del Gobierno para la defensa
interior y exterior del Reino, impidiendo el cuidado en la con-
servación de los puentes y otras obras públicas y paralizando
el comercio y la agricultura: tales eran las razones que en
concepto de don Antonio López de la Plata, hacían necesaria
la creación de una Capitanía General, comprensiva de las
provincias de Nicaragua y Costa-Rica.
Solicitó también que para el mejor conocimiento de la ma-
494 HISTORIA DE NICARAGUA

teria, -se mandase grabar un mapa del Reino de Guatemala


que existía en el Ministerio de la Guerra, á donde había sido
enviado en 18 de abril de 1809.
La Diputación Provincial de León dirigió á la Corte una
solicitud semejante á la presentada por López de la Plata.
Haciéndose cargo de la objeción que podía oponerse al proyec-
to, relativa la dificultad de encontrar fondos para pagar los
á

sueldos de los empleados de la nueva Capitanía General, aque-


lla Corporación proponía el arbitrio de imponer un cuatro por
ciento sobre el medio de avería todos los artículos naciona-
á

les que se introdujesen en estos territorios, y un siete sobre


los extranjeros, aboliéndose los establecidos con otros nom-
bres; y que cuando se hiciese el comercio directo con las co-
lonias, se impusiera un diez por ciento al dinero que se ex-
portase y un quince al que se introdujese. Atendiendo á la
extraordinaria abundancia de minas del Partido de Nueva-Se-
govia, consideraba absolutamente preciso el establecimiento de
una casa de rescate en la ciudad cabecera de aquella Comarca
y de un cuño que tendría constantemente materiales en que
emplearse y produciría á los habitantes un fondo de riquezas
inagotables. Indicaba asimismo la necesidad de permitir á
los moradores de Segovia el cultivo del tabaco, á que convidaba
la naturaleza de aquellos lugares.
El Intendente de la Provincia apoyó esas solicitudes, pero
no opinó por que se estableciese Intendencia en Costa-Rica, por
ser corto el número de sus habitantes, y juzgó suficiente que
se nombrase en aquella Gobernación, un Tesorero dotado con
cuatrocientos pesos y un escribiente con doscientos cincuenta,
siguiendo de esa manera el sistema observado en Granada, en
donde sin nombramiento real había dos empleados de igual na-
turaleza, electos por los Ministros principales, sin intervención
del Jefe Superior de Real Hacienda.
Los pueblos del Partido de Segovia dirigieron por medio
del mismo Diputado López de la Plata, una petición á la Corte
con objeto de que se hiciesen algunas reformas importantes en
la administración de aquel distrito. Pidieron que su Gobierno
fuese municipal, sometido directamente á los primeros Magis-
trados del Reino en grado de apelación, y sujeto á la obligación
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 495

estrecha de dar anualmente informe á la Superioridad de todo


lo que se adelantase, tanto en el comercio interior, cuanto en
caminos, poblaciones, iglesias y demás obras públicas. El
Ayuntamiento debería ser residenciado de tiempo en tiempo.
Pretendían también los moradores de Segovía que se les
permitiese sembrar tabaco en la jurisdicción de aquel Partido
y se trasladase él la Factoría de León: que se disminuyesen
á

los excesivos sueldos de que disfrutaban los empleados de Ha-


cienda y se removiesen algunos de éstos por inútiles y perju-
diciales. En lo respectivo al régimen militar, querían que se
suprimiese el Escuadrón de dragones, por ser muy costoso su
sostenimiento y que en su lugar se formasen dos compañías
de milicias disciplinadas, y por lo que tocaba á la Adminis-
tración Eclesiástica del Partido, pidieron que al Cura Rector
se le pusiese en posesión de los cuatro novenos y medio de
que debía gozar conforme las leyes, y se conservase á la Igle-
sia Parroquial el medio noveno que le estaba asignado: que
se arreglasen por un sistema fijo las cóngruas de los curatos
y se estableciese un método invariable en la provisión de be-
neficios eclesiásticos.
Solicitaron, por último, que se prohibiese á los ladinos vi-
vir en pueblos de indígenas y que no se permitiese á los in-
dividuos de una de esas castas, contraer matrimonio con per-
sonas pertenecientes a la otra. Y haciendo extensivo el me-
morial á negocios que interesaban á la Provincia toda, indi-
caron la conveniencia de que los Obispos de la Diócesis fuesen
electos de entre los habitantes criollos de Nicaragua.
Los naturales de Subtiaba dirigieron también á la Corte
una serie de peticiones relativas á que se les diese veinte pe-
sos para la provisión de ornamentos sagrados de que carecían
sus iglesias, y la necesidad de que en caso de continuar su-
á

jetos al pago de tributos, se libertase á los alcaldes y cobra-


dores de la obligación de completar á su costa el valor de las
tasaciones, en los casos de muerte ó fuga de algunos tributa-
rios. Suplicaban igualmente que se les suministrasen seis mil
pesos del fondo de Comunidad, para emplearlos en la compra
de ganado mayor con objeto de mejorar sus haciendas que se
hallaban en muy mal estado; y que se prohibiese á
la Auto-
496 HISTORIA DE NICARAGUA

ridad Eclesiástica el dar en locación los terrenos de Cofradías


que había en el pueblo, por los graves perjuicios que los arren-
datarios ladinos causaban á los indios cada vez que entraban
en sus tierras.
Con fecha 23 de marzo de 1814, reiteró la Diputación Pro-
vincial la solicitud á la Regencia de España, sobre el esta.
blecimíento de una Audiencia y Capitanía General en Nicara-
gua, única medida, decía, capaz de hacer prosperar al país, y
absolutamente necesaria, atendiendo á la extensión del terri-
torio y al crecido número de pobladores de esta Gobernación
y de la de Costa-Rica.
Refiriéndose á la situación en que se hallaban estas pro-
vincias, la Diputación decía lo siguiente:
«La Diputación de León y Costa-Rica, deseosa de promo-
ver la prosperidad de las provincias de su distrito para des-
empeñar los deberes de sus atributos y satisfacer la esperan-
za de los pueblos, eleva á la alta penetración de V. A. este
papel en que se propone manifestar la riqueza, abundancia y
prosperidad de que son capaces estas provincias, el estado de
decadencia, miseria y abatimiento en que se hallaban reduci-
das, y el medio fácil, sencillo y justo de conducirlas á la gran-
deza y opulencia en beneficio de ellas mismas y del Estado.»
«Fecunda la naturaleza en sus dones, parece que se ha es-
merado en enriquecerlas con mano pródiga, dándoles la si-
tuación más ventajosa que ofrece acaso el mapa del mundo,
colocándolas á doce grados de latitud en las orillas del mar
Pacífico y en las del Norte, del célebre Lago Dulce de Nica-
ragua y Laguna de Perlas; concediéndoles ríos, ensenadas y
hermosos, seguros y saludables puertos en ambos mares, sem-
brándolas de las más preciosas y ricas producciones que po-
drían hacer el alma de su industria y comercio.»
En seguida, haciendo una comparación entre las ventajas
naturales de estos territorios y el estado de atraso en que se
hallaban sus pueblos, la Diputación Provincial trazaba este
cuadro desconsolador: «La juventud, decía, se halla sin escue-
las de primeras letras en muchos lugares; el Colegio Semina-
rio sin cátedras; lo que es más que todo, el Santuario del Se-
ñor, la administración del Pan de vida, en un estado lastimoso;
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 497

los párrocos por la mayor parte incóngruos y las iglesias, pe-


queñas chozas; de suerte que casi no basta el celo y caridad
verdaderamente apostólicos del actual Prelado Doctor don Fray
Nicolás García Jerez, para hacer se supla lo más necesario á
la salvación de las almas. ¡ Qué contraste el que forman la
fertilidad, riqueza y abundancia natural de estas provincias,
con la pobreza, miseria y abatimiento en que actualmente se
hallan sumergidas!»
Luego, se extendía en consideraciones conducentes á de-
mostrar cuántas ventajas resultarían á estos países si resi-
diese en ellos un Jefe Superior en todos conceptos que resol-
viese con prontitud y oportunidad todos los asuntos que eran
objeto del Gobierno. En los ramos de hacienda, guerra, pa-
tronato y justicia, era tan dilatada y dispendiosa la adminis-
tración bajo el régimen que á la sazón imperaba, que los in-
teresados se desalentaban en el curso de sus gestiones, así por
la pérdida de tiempo á que se veían sujetos, como porque la
larga distancia que se hallaban estos pueblos respecto de la
á

Capitanía General y Real Audiencia de Guatemala, era no


pocas veces causa de que esas autoridades, por falta de los
datos y documentos necesarios, tratasen los asuntos sin el de-
bido acierto y expidiesen sus resoluciones sin la brevedad ape-
tecible. La administración de justicia en lo civil y criminal,
padecía grave daño por la dilación en los recursos, por los
excesivos gastos que se ocasionaba á los particulares, por la
impunidad de los delitos en unos casos y por la dilación del cas-
tigo de los culpables ó de la absolución de los inocentes en otros.
El comercio, la agricultura, la navegación, encontraban á cada
paso bajo el sistema establecido, poderosos obstáculos que se
oponían á su mejora y eran origen del atraso y pobreza á que
estaban reducidos nuestros pueblos. La Junta consideraba,
pues, evidente la necesidad de separar estas provincias de la
Capitanía General de Guatemala, y de no decretarse esa me-
dida, reputaba ineficaz cualesquiera otras que para mejorar
su situación se dictasen.
En esa exposición apoyaba la Diputación Provincial las re-
presentaciones enviadas á la Corte por los vecinos de Nueva-
Segovia y de Subtiaba.
III.-32
498 HISTORIA DE NICARAGUA

El Supremo Consejo no expidió su dictamen acerca de esas


solicitudes sino hasta el 14 de junio de 1817, fecha en la cual
propuso al Gobierno que se pidiese informe al Presidente de
Guatemala sobre el proyecto de establecer una Capitanía Ge-
neral y Real Audiencia-en Nicaragua y que se enviasen aquel á

Magistrado los memoriales dirigidos ála Corte por la ciudad


de Nueva-Segovia y el pueblo de Subtiaba, á fin de que re-
solviese lo que le pareciera más oportuno en aquellos puntos
á que alcanzaran sus facultades; y respecto de los demás, diese
informe de lo que fuese más conveniente para que el Gobierno
dictara su resolución definitiva.
En cuanto á la petición de López de la Plata, referente á
que se mandase grabar el mapa del Reino de Guatemala, hizo
presente el Consejo que convenía ejecutarlo así, no sólo res-
pecto de aquel plano, sino también de cualesquiera otros de
América, pasándose, para ese fin, todos los que se encontra-
sen en los diversos archivos de los Ministerios la dirección
á

de trabajos hidrográficos, establecida en la Corte.


Don José Antonio López de la Plata elevó ála considera-
ción de la Regencia de España una exposición en que pedía
se procurase llevar á la práctica el antiguo proyecto de abrir
un canal en el istmo de Nicaragua, por el que se comunicase
el mar Atlántico ó del Norte con el Pacífico ó del Sur. De-
mostraba las ventajas de esa importante empresa, la que por
desgracia se había conceptuado impracticable ó de difícil eje-
cución, por no haberse conocido con exactitud cuál era el Ist-
mo que podía unir menos distancia los dos océanos Hacia el
á

de Panamá había el Gobierno dirigido siempre sus miras, ol-


vidándose de las mayores facilidades que presentaba el de Ni-
carazua.
Hacía notar el ex-Diputado López de la Plata la circuns-
tancia de estar ya el canal casi abierto mediante la gran la-
guna de Nicaragua que se comunica con el mar del Norte por
el río de San Juan, y que podía también comunicarse fácil-
mente con el del Sur, por ser corto el terreno que debía abrir-
se, lo cual podría ejecutarse por el río llamado del Realejo.
«Naturalmente, decía, nos encontramos por la localidad de
la laguna y desembocadura de ésta en el río de San Juan, con
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 499

un eanal formado y casi navegable, de sesenta leguas de lon-


gitud, faltando sólo el pequeño terreno suave y accesible de
tres ó cuatro leguas para que se verifique la completa comu-
nicación con los mares.»
Por acuerdo del Consejo de Estado, fecha 29 de abril
de 1815, se pasó la exposición de López á la Contaduría Ge-
neral, á fin de que informase lo que le pareciese oportuno, con
relación al proyecto. Este Tribunal presentó su dictamen en
11 de junio del propio año. En él reconocía que la riqueza y
el progreso de toda nación se fundaban en el comercio, y que
en proporción del fomento que éste recibe se aumenta la pro-
piedad; por lo que consideraba que debía el Gobierno examinar
con la mayor atención el proyecto de canal interoceánico. Ma-
nifestaba que el comercio de las Españas se hallaba en la ma-
yor decadencia: que esa deplorable situación producía la es-
casez que experimentaba el Real Erario y la pobreza general
de la· Nación y que el plan presentado ofrecía á primera vista
grandes ventajas, y llevado á la práctica produciría incuestio-
nablemente positivas utilidades á esta Provincia, por el ím-
pulso que daría al comercio con las Indias Orientales é Islas
del Mar del Sur, porque facilitaría el transporte de maderas
de construcción para lós reales astilleros por el aumento que
rendirían al Real Erario los impuestos que se fijaran á todo
navío que transitase por el canal, y en fin, porque proporciona-
ría el establecimiento de un astillero en el puerto del Realejo
que por sus cualidades daría á la marina española buques de
guerra sin mucho costo.
La Contaduría General, sin embargo de reconocer las utí­
lidades que resultarían al Reino de llevar á efecto el plan de
canalización, opinó, que tratándose de un negocio de tanta gra-
vedad y no considerándose aquel Tribunal con la instrucción
que exigía la naturaleza del proyecto, era indispensable que
fuese éste examinado por personas inteligentes y prácticas de
este país, de quienes debería informarse el Capitán General,
instruyendo expediente la mayor brevedad y exponiendo por
á

su parte las ventajas que deberían seguirse de la realización


de aquella obra, cuál sería el costo de su ejecución y cuáles
los arbitrios de que podía echarse mano para llevarla á cabo
'
500 HISTORIA DE NICARAGUA

á fin de que pudiese pasarse todo al examen del de la Penín-


sula, juntamente con el plano que debería formarse si no es-
tuviese ya hecho, después de sondearse todo el Golfo, mar-
cando sus diversas profundidades.
El proyecto de que acaba de hablarse, los demás que acerca
de la organización política de Nicaragua y Costa-Rica y de
reformas en la administración de los pueblos de Segovia y Sub-
tiaba habían presentado la Junta Provincial de León y el ex-
Diputado don José Antonio López de la Plata, y otros de que
se tratará adelante, quedaron sin resultado: quizá la lentitud
con que procedía la Corte en el examen de estas materias, dió
ocasión á que antes de dictar sus finales resoluciones, ocu-
rriesen en este Reino los graves acontecimientos que pusieron
término á la dominación colonial.
Por los primeros años á que se refiere este capítulo tuvieron
los habitantes de Nicaragua la satisfacción de ver aceptada una
importante mejora que en lo relativo á la instrucción pública
había sido propuesta al Supremo Gobierno de la Monarquía,
desde en noviembre de 1803: nos referimos á la erección de la
Universidad en el Seminario conciliar de esta Diócesis, acor-
dada por la Regencia del Reino, en decreto fecha 10 de enero
de 1812.
En 29 de enero del año siguiente, el Rector del Colegio Tri-
dentino, Dr. Francisco Esteban Mayorga, dirigió al Obispo Go-
bernador de esta Provincia, una exposición en que le daba
cuenta del estado de decadencia en que se hallaban los fondos
de aquel establecimiento, cuyo importe anual no llegaba á la
cantidad de dos mil pesos. Del tres por ciento, que según lo
dispuesto por el Concilio de Trento y por las leyes del Reino,
correspondía los seminarios en la masa decimal, sólo habían
á

tocado al de León, durante el trienio de 1810 á 1812, ochocien-


tos veinticinco pesos, cuando en épocas anteriores había pasa-
do de mil este ramo. El noveno de consolidación que en vir-
tud de leyes recientes se deducía de toda la masa, sin hacer
antes la rebaja de la asignación correspondiente al Colegio, y
la general pobreza á que por diversas causas había llegado el
país, ocasionaban aquella baja, que en concepto del Rector no
podría remediarse en mucho tiempo.
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 501

De las contribuciones de parroquias, que llaman cuarta de


Colegio, apenas entraban en el fondo del establecimiento tres-
cientos cincuenta pesos; y aun era menor el ingreso cuando se
dificultaba el cobro á causa de la miseria en que estaban al-
gunos curatos. En el sínodo que se pagaba de las reales cajas
á los párrocos, tocaban al Seminario cien pesos, por razón de
tres por ciento que Je estaba destinado según derecho, y esa
cantidad no era fija todos los años. En capellanías ó memo-
rias de misas, agregadas al Colegio, percibía éste de réditos
ciento cincuenta y nueve pesos dos reales; pero cada año se
dificultaba más la recaudación de esa cantidad, por la pobreza
de los inquilinos: este ramo no era de segura utilidad, por el
peligro de ruina á -que se hallaban expuestas las casas en que
se fincaban aquellos gravámenes y porque muchos de éstos
recaían en haciendas de ganado ó de caña que con el menor
descuido desaparecían, quedando sólo en tierras que nadie ape-
tecía. Además, había que rebajar de los ciento cincuenta y.
nueve pesos dos reales de réditos, el importe de cincuenta y
siete misas que sufragaba el Seminario.
Del tres por ciento de excusado, percibía anualmente el Co-
legio cuarenta y cinco pesos, poco más ó menos, y solía á las
veces recibir cincuenta más, por razón de tres por ciento que
le tocaba en la fábrica de algunas iglesias.
Tales eran los fondos con que contaba el Seminario para
su sostenimiento: de ellos se sacaban los gastos necesarios para
alimentos de los alumnos, salarios de sirvientes, refacciones
del edificio, honorario del Rector y renta de los catedráticos
de Cánones, Teología Escolástica, Filosofía, Instituta Civil y
Canto Gregoriano; por lo que el Rector Mayorga consideraba
imposible la fundación de dos clases de latinidad, que por de-
creto de las Cortes Soberanas se habían mandado establecer
en el Tridentino.
Con el fin de obviar estos inconvenientes y facilitar el cum-
plimiento de la superior disposición citada, los señores don
Francisco Ayerdi, don Nicolás Buitrago, don Francisco Quiño-
nes, don José María Guerrero y Presbítero don Francisco Cha-
varría, se ofrecieron á desempeñar gratuitamente las cátedras
cuya dotación gravaba los fondos del Colegio: por ese acto de
502 HISTORIA DE 1'\'ICARAGUA

generoso patriotismo se logró sostener el Seminario en condi-


ciones favorables la pública enseñanza, y el Gobernador pudo
á

pensar con algún desahogo en los medios adecuados para lle-


var á efecto la instalación de la Universidad.
Presentáronse algunas dificultades á la ejecución de tan
benéfico propósito, y para remediarlas acordaron las Cortes
Generales y Extraordinarias, en decreto fecha 19 de agosto
de 1813, que se tuviesen presentes las instrucciones que siguen:
1� Con el fin de que se inaugurase desde luego la Uni-
versidad de León, debían observarse las Constituciones de la
de Guatemala, mientras las Cortes no sancionasen el plan ge-
neral de estudios, para todas las del Reino.
2� El Obispo de la Diócesis y el Gobernador de la Pro-
vincia procederían al nombramiento del Rector, eligiéndole de
entre los Doctores residentes en esta ciudad, y para Cancela-
rio nombrarían al Maestrescuela de la Catedral.
3,, Para el efecto de facilitar la concesión de grados ma-
yores en las Facultades de que había Cátedras erigidas, el
Rector y el Cancelario habilitarían, para examinadores en los
grados de Licenciados ó Doctores, á falta de éstos, á los. Ca-
tedráticos del mismo establecimiento, mientras no se comple-
tase el número de ocho Doctores, llenado el cual, se enten-
dería terminada la habilitación.
4'- Los Catedráticos que quisiesen ascender á los grados
de Maestro, Licenciado ó Doctor, deberían sufrir los exá-
menes prevenidos por las Constituciones de la Universidad de
Guatemala, además de exigírseles el grado de Bachiller, pe-
ríodo de pasantía y demás requisitos establecidos sin que pu-
diese dispensarse ninguno.
5� Cuando se hubiese reunido el expresado número de
ocho Doctores, se congregarían éstos con el Rector y el Can-
celario, declararían instalada la Uníversidad de León y proce-
derían á hacer los nombramientos de Secretario Conciliario,
Bedel y demás oficios, los que debían recaer, así en los indi-
viduos del Claustro, como en los. Bachilleres de las respectivas
facultades.
6ª Se erigiría en la Universidad de León una Cátedra en
LIB. VIII.--CAP. XlII.-PROYECTOS,. ETC. 503

que se enseñase y explicase la Constitución de la Monarquía


española.»
Estas disposiciones referentes á la organización que pro-
visionalmente debía darse á la Universidad, no removían el
principal obstáculo que para su instalación se presentaba, á
saber: el de la escasez de fondos necesarios á su sostenimien-
to. Deseando cooperar de algún modo al remedio de tan grave
inconveniente, el Ayuntamiento de León acordó proponer á la
Diputación Provincial el arbitrio de suministrar de los rédi-
tos que se pagaban á los fondos de comunidades indígenas,
por cantidades dadas á usura pupilar, mil pesos anuales al Se-
minario de la Diócesis, con la condición de que en él se instru-
yesen seis jóvenes del pueblo. Esta indicación fué acogida
por la Diputación Provincial, la que con oficio fecha 4 de ju-
nio, envió á la Secretaría de Gobernación de Ultramar, testi-
monio del acta en que había adoptado aquel arbitrio.
No se sabe á punto fijo la fecha en que se inauguró la
Universidad de León; pero es fuera de duda que tan feliz acon-
tecimiento se verificó el año de 1814.
En julio de 1818 se estableció en León un Colegio de Re-
ligiosos Franciscanos, Misioneros de Propaganda Fide, con-
forme á la real cédula que para su erección expidió el Sobe-
rano solicitud del Obispo don Fray Nicolás García Jerez.
á

La abolición del tributo declarada por Real Decreto, causó


general satisfacción en los pueblos de la Provincia. Pero al-
gunos empleados fiscales, tratando de hacer efectivos los pa-
gos de años anteriores, ejecutaban desautorizadas extorsiones
en los naturales, hasta obligarlos á recurrir al amparo del Su-
perior Gobierno del Reino; así sucedió en el pueblo de Boaco,
en donde el Subdelegado don Patricio de la Cerda, infirió gra-
ves ultrajes á los indios, poniéndoles en el caso de huir á las
montañas. En abril de 1815, ocurrieron en queja al Presi-
dente y Capitán General, quien con dictamen del Ministerio
público y del Asesor Doctor Ibáñez, acordó enviar carta de
oficina al Subdelegado Cerda, previniéndole se abstuviese de
molestar á. los naturales de Boaco por motivo de los recursos
que sobre diversos puntos habían promovido ante la Superio-
ridad, y que á los demás naturales que adeudasen contribu-
504 HISTORIA DE NICARAGUA

ciones rezagadas de tributos, los tratara con suavidad, sin dar


ocasión á que por sus providencias estrepitosas abandonasen
el pueblo y sus hogares. Finalmente prevenía, que en el caso
de que no fuesen bastantes para hacer efectiva la recaudación
las órdenes que expidiese el Subdelegado, consultara éste al
Gobernador Intendente de la Provincia á fin de que dictase las
más conducentes al objeto propuesto.
No habían sido suficientes á contener los abusos que los
españoles cometían en sus relaciones con la raza indígena, ni
las repetidas disposiciones reales dirigidas á cortarlos, ni el
justo clamor de los pueblos manifestado, primero por medio
de humildes representaciones al Gobierno, y últimamente por
la formidable voz de una revolución que acababa de poner en
peligro el dominio de España en estas regiones, y entre cuyos
principios radicales se contaba el de mejorar la condición so-
cial y política de los nativos del país. Los europeos, fuesen
ó no empleados, continuaron el funesto sistema de hostilizar
á los naturales, sacando de sus duras fatigas todas las utili-
dades que deseaban, sin remunerarles competentemente su tra-
bajo. Numerosas fueron las exposiciones que para remediar
su infeliz situación dirigieron al Gobierno del Reino algunos
pueblos de esta Provincia durante los años de 1815 á 1820. Los
de Boaco y Jinotega solicitaron, pero sin éxito satisfactorio.
que se les eximiese del pago de tributos atrasados en atención
á la pobreza de sus habitantes y á la necesidad de estimular-
los á dedicarse con empeño á sus labores.
En el mes de enero de 1817, presentáronse ante el Presi-
dente de Guatemala los indios Gregario Hernández, Pedro No-
voa, Apolinario Villegas, Manuel Antonio Gutiérrez, Juan de
la Rosa López, Nicolás González y Manuel Hernández, pidien-
do á aquel alto Magistrado que dictase las providencias ne-
cesarias, para poner término á los padecimientos que experi-
mentaban los naturales de Jinotega, con ocasión del riguroso
servicio personal á que los obligaban los españoles.
Quejábanse de que se les forzaba á vender á precios bají-
simos los granos, aves, huevos y caballerías: á emprender lar-
gas jornadas de cincuenta ó sesenta leguas con cargas excesi-
vas aun para las bestias: á recibir jornales tasados injusta-
LIB. VIII.--CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 505

mente: á trabajar tareas duplicadas, por un solo real y


sin darles alimentos, aunque tuviesen que emplear dos días
para concluirlas; y por último manifestaban, que en el pueblo
mismo mantenían los españoles y ladinos, un crecido número
de ganado mayor, y destinaban por mandamientos á los veci-
nos indígenas á trabajar en los trapiches, haciéndoles sufrir
inconsideradas vejaciones.
«El fin de haber bajado á esta capital, decían, que dista
trescientas leguas de nuestro pueblo, venciendo las fatigas de
tan larga distancia y manteniéndonos en tan penoso camino
con las escaseces que son evidentes, es el de manifestaros las
calamidades, extorsiones y miserias que sufrimos, las cuales
tienen á nuestro pueblo en tal decadencia, que á pasos acele-
rados camina á su total ruina y exterminio ... á lo que se di-
rige nuestra solicitud y que humildemente pedimos se nos con-
ceda, es á que se moderen los arbitrarios precios que á nuestro
trabajo, á nuestras demás cosas ha puesto el abuso; pues si
sobre las cargas indicadas, la reedificación de nuestra iglesia,
la manutención y servicio de nuestro cura, la comunidad, las
cofradías y otras atenciones, se nos mantuviese en la dura es-
clavitud de los españoles y ladinos particulares, podríamos ase-
gurar, que llegaría el caso, de que no tuviésemos una sola se-
mana para dedicarnos á nuestros trabajos propios, á aquellos
de que depende nuestra subsistencia y la de nuestros hijos:
en tales casos, exasperados y vejados los hijos del pueblo, to-
marían el partido de emigrar.»
El pueblo de Jinotega era fronterizo de las montañas en
que habitaban los indios salvajes que en diversas épocas ha-
bían ejecutado devastadoras invasiones. Por esta causa, los
habitantes de aquella población, sin dejar de ser tributarios,
estaban filiados y ejercían funciones de soldados, acaso con
riesgos más próximos y fatigas mayores que las que padecían
los que gozaban de prest y fuero. A su constante vigilancia,
á sus generosos esfuerzos, al cuidado con que mantenían en
diversos puntos vigías y gente dispuesta á entrar en combate,
á la oportunidad de los avisos que daban á las demás pobla-
ciones del Partido, cuando los enemigos intentaban ejecutar
algún movimiento contra ellas, se había debido en repetidas
506 HISTORIA DE NICARAGUA

ocasiones, el prevenir los ataques con que los temibles hijos


de la montaña aterrorizaban nuestros pueblos, ó el triunfo
sobre ellos en algunas de sus sangrientas correrías.
Por disposiciones reales las tropas de milicias estaban exen-
tas del tributo y otras cargas: con mayor razón debían estarlo
aquellas poblaciones que por su proximidad á los territorios
ocupados por los mosquitos y zambos se mantenían en ince-
santes riesgos y fatigas, y resguardaban eficazmente el resto
de la Provincia contra los insultos de aquellos enemigos. Ji-
notega no gozaba de exención ni privilegio alguno, ni sus mo-
radores los pedían: lo que únicamente solicitaban del Gobierno
era, que expidiese una providencia en virtud de la cual cesa-
ran los excesos que ejecutaban en ellos los españoles y ladi-
nos; pero querían que no se dejara su cumplimiento al cuidado
del Juez prevencional, ni del Subdelegado de Real Hacienda;
porque estos empleados hallarían arbitrios para eludirlo como
contrario á sus particulares intereses.
No era ésa la primera vez que se recibían en la Capitanía
General quejas de tal naturaleza: en los siglos xvr y xvrr, se
expidieron las reales cédulas de que fueron formadas las leyes
de Indias, y en algunas de ellas se manifestaban los extremos
á que había llegado el abuso. En el siglo XVITI el Obispo de
Nicaragua don Pedro Agustín Morel, representó al Rey en car-
ta fecha 15 de mayo de 1753, los agravios y vejaciones que
sufrían los indios en esta Provincia. Exposiciones de fecha
posterior ponían de manifiesto las extorsiones que habían con-
tinuado experimentando en su servicio personal, en sus labo-
res, cofradías, etc., etc. Origen de estos males, no era la fal-
ta de protección por parte del Gobierno de España, pues no
existía en estas colonias otra clase social que hubiese mere-
cido más que los indios la benéfica atención de los monarcas,
ni otra á quien hubiesen otorgado éstos mayores gracias y
privilegios, ni que reuniese en su favor más crecido número
de leyes protectoras: la causa de las vejaciones con que los
españoles y ladinos exasperaban á la raza indígena, consistía
en el olvido de las leyes que la favorecían y en el disimulo con
que las autoridades coloniales miraban su inobservancia.
La ley 2!!, título XIT, libro VI, mandaba que los indios no
LIB. Vlll.-CAP. Xlll.-PROYECTOS, ETC. 507

fuesen obligados á alquilarse: que aun á los ociosos no se


les forzase á salir de sus lugares, sino sólo á pueblos de es-
pañoles en donde se careciera de indios para los trabajos, y
que en estos casos debía pagárseles su justo jornal á vista
de las justicias. La ley 3J del mismo título y libro ordenaba,
que á los indios que se alquilaran para labores del campo y
otras cosas necesarias, se les satisficiese su justo jornal, no
sólo por el tiempo que trabajaran, sino también por la ida y
vuelta; y que no fuesen compelidos á separarse de sus pueblos
á distancia mayor que de diez leguas. En la 4� se prevenía,
que cuando trabajaran en edificios se les pagase lo que justa-
mente mereciesen, sin que en ningún caso pudieran ser apre-
miados para esa clase de obras. En la 10, que cuando no pu-
diera excusarse el cargar á los indios, los gobernadores y jus-
ticias, señalaran el peso de las cargas, los caminos y distan-
cias que aquéllos debían recorrer y el pago que habían de per-
cibir por su servicio. En la 15 se disponía, que las cargas
que los indios llevaran no pasasen de dos arrobas, á menos
que, tomando en consideración la calidad del camino ú otras
circunstancias, creyeran justo las autoridades moderar ó au-
mentar aquel peso. La 29 establecía, que en los repartimientos
de indígenas se tuviese especial cuidado de no enviarlos á pro-
vincias distantes, ni á lugares de temperamento contrario al
de los pueblos en que residían.
Por la ley 25, título I, libro VI, se había dispuesto que los
indios vendiesen libremente sin impedimento sus bienes y fru-
tos, no permitiéndose las vejaciones que les inferían las justi-
cias, corregidores y encomenderos. Todas las del título X,
libro VI, encabezadas con el testamento de la Reina Católica
doña Isabel, en que esta piadosa Señora recomienda la ins-
trucción y buen tratamiento de los naturales, tendían á que
los Virreyes, Audiencias y Prelados, celasen por el bien de
aquellos vasallos, informasen al Rey de los abusos que contra
ellos se cometieran y castigasen las usurpaciones de que fue-
sen víctimas.
En real orden, fecha 13 de septiembre de 1754, se mandó
á los fiscales de la Audiencia de Guatemala, que estuviesen
muy á la mira de los desórdenes que se cometiesen en per-
508 HISTORIA DE NICARAGUA

JUICIO de los indios, á fin de solicitar las providencias nece-


sarias para hacer que fuesen cumplidas las leyes que ]os fa­
vorecían. Por otra, expedida á 23 de septiembre de 1779, se
prohibió estrechamente el abuso con que se les obligaba á todo
género de trabajo, sin recompensar justamente sus tareas; y
finalmente en la que con fecha 29 de abril de 1792, dictó el
Monarca de España, se dispuso que aun empleados en la con-
ducción de caudales del Rey ó públicos, no fuesen los indios
defraudados de sus jornales.
Estas benéficas disposiciones tuvo á la vista el Fiscal in-
terino Licenciado don José Cecilio del Valle, al extender su
pedimento en la solicitud que los vecinos de Jinotega dirigieron
al Presidente del Reino. Consideraba aquel ilustre Magistra-
do, que era preciso recordar á las autoridades de Nicaragua
el cumplimiento de las leyes; ofrecer ejemplos serios de jus-
ticia, castigando á los que osaran deprimir al indio ó abusar
de su trabajo; acreditar que el Gobierno miraba como una
de sus más preciosas atribuciones, el cuidado de esos infeli-
ces, y que el Ministerio Fiscal en cosa alguna trabajaría con
mayor gusto que en la defensa de aquellos á quienes la ley le
recomendaba en términos tan expresivos; pero que también
era necesario indagar escrupulosamente la verdad, antes de
dictar providencias decisivas, indagación que parecía propia
del Gobierno de esta Provincia, en donde residían los quejosos
y sufrían las vejaciones que expresaban.
Pidió, pues, se previniese al Intendente de León, que re-
cibiendo las justificaciones ó informes convenientes, atendien-
do al local de la Provincia y conciliando los intereses genera-
les de la agricultura y el comercio con los particulares de los
indios, dispusiera el cumplimiento de las leyes municipales y
disposiciones posteriores, aplicables á los puntos á que se re-
ferían las quejas del común de Jinotega: que hiciese respetar
la libertad de que debían gozar los naturales en la venta de
sus granos, aves, frutos, caballerías y toda clase de bienes,
prohibiendo las vejaciones que en cuanto á esta materia se
intentasen ejecutar, y no permitiendo que se les compeliese á
venderlos á precios injustos: que arreglase el peso de las car-
gas que pudieran conducir y las distancias y jornales: que
LIB. VIII.-CAP. XUI.-PROYECTOS, ETC. 509

en el caso de ser absolutamente necesarios los mandamientos


de indígenas para labores del campo, los sujetara á las cali-
dades y reglas prescritas por la ley: que no permitiese las ta-
reas duplicadas y jornales injustos de que se quejaban los na-
turales de aquella población, sino que fijase unas y otros según
lo exigía la justicia: que cuidase de que las autoridades de Ji-
notega no molestaran á sus gobernados por el recurso que ha-
bían hecho ante el Presidente; y por último, que diese cuenta
á la Superioridad del Reino, para los efectos convenientes, de
las disposiciones que dictase sobre todo lo expuesto. El Ca-
pitán General se conformó con el pedimento del Ministerio
Público, y en 13 de febrero de 1817, libró los correspondientes
oficios á la Intendencia de Nicaragua.
Por la época á que hemos llegado en este relato, notábase
en las principales poblaciones de la Provincia, general in-
quietud y consternación, á causa de haber comunicado el Go-
bierno Superior al Intendente y Jefe Político, una real orden
en que se acordaba la extinción del convento de Franciscanos
de esta Provincia y su agregación al de la capital del Reino.
Esta providencia fué motivada por ciertos pleitos y disturbios,
que desde el año de 1802, mantenían entre sí aquellos reli-
giosos, originados por el quebrantamiento de algunas de sus
reglas, relativas á la legitimidad ó ilegitimidad de sus capí-
tulos.
La Provincia de padres Franciscanos de San Jorge de Ni-
caragua, contaba cerca de tres siglos de existencia, y en todo
ese tiempo los religiosos se habían dedicado á la conquista de
indios infieles y á la conservación de los pueblos conquista-
dos, manteniendo la Religión y ejerciendo el Ministerio Apos-
tólico en toda la vasta extensión del obispado. Conservaban á
la sazón las conquistas de Bonica y Atirros, en las montañas
de Talamanca (ochenta leguas distantes de la ciudad de Car-
tago), cuyos intransitables caminos recorrían á pie aquellos
misioneros, sin otro socorro que la mitad del sínodo asignado
por el Rey, pues la otra mitad la cedían á sus Prelados para
los indispensables gastos de iglesias y conventos. Ellos ad-
ministraban once pueblos de indios en la Provincia de Costa-
Rica y el de San Jorge de Nicaragua. En ésta tenían estable-
510 HISTORIA DE NICARAGUA

cidos cuatro conventos en las principales ciudades de esta In-


tendencia; ayudaban los párrocos seculares en el desempeño
á

de su ministerio, llevaban casi por sí solos todo el peso de la


predicación, aun en los últimos tiempos en que se había difun-
dido la ilustración en el Clero secular; alimentaban en sus
conventos muchos niños pobres que se dedicaban al estudio,
y servían varias cátedras en el Seminario y en la casa de en-
señanza de Granada.
Durante las agitaciones políticas ocurridas en los años
de 1811 y 1812, los Franciscanos no se mezclaron en los tu-
multos y manifestaciones populares; antes bien contribuyeron,
por medio de la predicación, al restablecimiento del orden pú-
blico y de la obediencia del pueblo á las autoridades reales, y
aun expusieron algunos la vida en la protección y amparo
que dieron á varios europeos, ya ocultándolos en los conven-
tos, ya proporcionándoles hábitos para que disfrazados huye-
ran sin peligro.
Los dilatados servicios que· los religiosos de la orden de
San Francisco habían prestado á los pueblos de esta Provin-
cia, les atrajeron el aprecio de todos los habitantes del país:
no es, pues, de extrañar la desagradable impresión que en éstos
produjo el Real Decreto de concentración de aquellos padres
al convento de Guatemala.
El Obispo de esta Diócesis, el Cabildo Eclesiástico de la Ca-
tedral y los Ayuntamientos de León, Granada y Rivas, diri-
gieron al Gobierno de España, por conducto del Presidente don
José de Bustamante, expresivas representaciones en que pe-
dían la revocación de aquella orden y que, en consecuencia,
continuase residiendo en Nicaragua la Provincia de Francisca-
nos de San Jorge.
Tales solicitudes merecieron favorable acogida en la Corte
de Madrid: por real cédula expedida á 13 de agosto de 1819
se dispuso, que subsistieran y se conservasen como antes, los
conventos de Franciscanos establecidos en esta Intendencia,
en atención á las ventajas que resultaban de su mantenimien-
to, á la circunstancia de haber fallecido ya los religiosos que
hibian promovido y sostenido la discordia y á los méritos que
había contraído aquella orden monástica con sus servicios á
LIB. vm.e­csr­, Xlll.-PROYECTOS, ETC. 511

la causa del Gobierno monárquico, oponiéndose resueltamente


á los enemigos de la Religión y del Trono.
El 17 de septiembre de 1816, á las cuatro de la tarde, fa­
lleció en León el Gobernador Intendente de la Provincia, Co-
ronel don Juan Bautista Gual.
El Alcalde Ordinario don Pedro César, dió cuenta de este
suceso al Superior Gobierno del Reino. Recayó accidentalmen-
te el mando político, militar y económico, en el Licenciado don
Manuel Beltranena, que desde el mes de mayo del propio año,
ejercía las funciones de Asesor Ordinario y Teniente Letrado
del Gobierno é Intendencia de León, en virtud de real nom-
bramiento hecho en su persona, para el desempeño de esos
destinos.
La reducción de las tribus incultas de Matagalpa á la Re-
ligión Cristiana, ocupaba seriamente la atención de los padres
Franciscanos. Fray Ramón Rojas había establecido un pue-
blo denominado Guadalupe, situado en una hermosa llanura
que se extendía hasta la ciudad de León por el sudeste y pa-
saba por el mismo rumbo hasta Nicaragua, distante cincuenta
y cinco leguas, todas, especialmente hasta León, de caminos
carreteros; y por el noroeste, hasta el pueblo de Palominos,
con planicie aun mejor que la otra: tenía á corta distancia her-
mosos y dilatados bosques, abundantes de las mejores made-
ras y de toda especie de animales de caza, y por todas partes
corrían riachuelos de saludables aguas. Esta población hallá-
base colocada á cinco leguas del Pacífico, uno de cuyos este-
ros distaba de aquélla dos solamente. Había Iglesia formal
de veinte varas de longitud, provista de todos los utensilios
y ornamentos sagrados necesarios al culto y á la adminis-
tración de los Sacramentos, con la abundancia, aseo y decen-
cia que quizá muchas iglesias antiguas no habían llegado á
tener. Existían dos casas de teja de suficiente capacidad y
sólida construcción: una servía para habitación de los misio-
neros; y la otra, para una especie de colegio de niñas en donde
se educaban y enseñaban las jóvenes, desde la edad de diez
años hasta que tomaban estado. Se habían construído otras
casas pajizas para habitación de las familias y no faltaban en
el pueblo carpinteros, herreros y maestros de otros oficios.
512 HISTORIA DE NICARAGUA

Los caribes ejecutaban frecuentes invasiones, asesinatos y


robos en aquella reducción de indios cristianos y pacíficos, y
aun éstos, no olvidando las costumbres selváticas, solían huir
á sus antiguos palenques, prefiriendo andar prófugos y erran-
tes en las montañas, á vivir bajo el gobierno y cuidado de los,
misioneros.
Para asegurar la conservación de ese pueblo y procurar la
conversión de los salvajes de Matagalpa, indicó el padre Ro-
jas al Monarca de España, la conveniencia de que entrasen
algunos milicianos á las montañas al mando del Comandante
de Juigalpa, y obligasen á los indios á trasladarse al centro
de la Provincia en donde el Gobierno los establecería en po-
blaciones formales, haciéndoles construir iglesia, casas y un
cuartel para mantener un destacamento fijo, que los amedren-
tase y los contuviese en caso necesario.
Por real cédula, fecha 30 de noviembre de 1816, se dis-
puso que el Presidente y Capitán General del Reino, con voto
consultivo del Real Acuerdo y oyendo la opinión del Obispo
y del Intendente de Nicaragua, acerca de la utilidad ó incon-
venientes que pudiese producir el plan propuesto por el Padre
Rojas, informase á la Corte de lo que le pareciese conveniente.
El Gobernador accidental, Licenciado don Manuel Beltra-
nena, apoyó las indicaciones del misionero; pero el Obispo don
Fray Nicolás García tardó mucho tiempo en presentar su in-
forme, quizá porque consideró que el proyecto de trasladar
casi por fuerza á los caribes de Matagalpa al centro de la Pro-
vincia, debía ser objeto de muy detenida reflexión y maduro
examen, á causa del grave peligro que su ejecución podía traer
á la tranquilidad de estos pueblos. El Prelado no tuvo tiem-
po de formular su dictamen sobre este asunto, porque muy
poco después de haber llegado á su conocimiento, sobrevinieron
sucesos políticos de mucha gravedad, que atrajeron su aten-
ción á objetos de más perentoria necesidad.
En 1818 fué nombrado Gobernador Intendente de Nicara-
gua el General don Miguel González Saravia. Desde que se
hizo cargo de ese destino, observó las graves dificultades que
presentaba la administración pública por la defectuosa orga-
nización dada sus diversos ramos, especialmente al judicial
á
LIB. VIII.--CAP. XIII.-PROYEGTOS. ETC. 513

y económico. Con el propósito de mejorar y expeditar la ad-


ministración de justicia, formó, de acuerdo con la Diputación
Provincial, un plan de división territorial para el estableci-
miento de Jueces de Letras, el cual fué comunicado á la Au-
diencia del Reino, en 13 de octubre de 1820. Según ese pro-
yecto, las Provincias de Nicaragua y Costa-Rica, debían divi-
dirse en seis partidos, para los efectos del nuevo sistema ju-
dicial. La ciudad de León comprendería dos secciones: una
compuesta de la propia ciudad y de los pueblos de Nagarote,
Pueblo-Nuevo y Villa del Sauce, Santa Rosa, Somotillo, Villa
Nueva, Mateare, Managua y San Pedro de Metapa, con un to-
tal de treinta mil quinientos diecisiete habitantes; y otro for-
mado de los pueblos de Subtiaba, Telica, Quezalguaque, Posol-
tega, Posolteguilla, Chichigalpa, Chinandega, El Viejo y el
Realejo, con veintinueve mil ochocientas cuarenta y una per-
sonas. La ciudad de Granada, las Villas de Masaya, Tipitapa
y Acoyapa y los pueblos de Diriá, Diriomo, Niquinohomo, San
.Juan, Santa Catarina, Nandaime, Valle de San Marcos, Jino-
tepe, Diriamba, Santa Teresa, Nindirí, Teustepe, Juigalpa, Ló­
vago, Loviguisca y Fuerte de San Pablo, constituirían el ter-
cer partido, con una población de cuarenta mil trescientos
ochenta y seis habitantes. El cuarto se organizaría con las
Villas de Nicaragua, Guanacaste, Santa Cruz, Isla de Ometepe
y pueblos de Nicoya y San Jorge, que contaban por todo vein-
tiún mil ochocientas treinta y siete almas. Tepesomoto, Oco-
tal, Ciudad Vieja, Mosonte, Jalapa, Jícaro, Totogalpa, Palaca-
güina, Telpaneca, Condega, Pueblo-Nuevo, Estelí, Aldea de la
Trinidad, Matagalpa, Sébaco, Muymuy, San Ramón, Camoapa,
Comalapa, Boaco, y Jinotega formarían el quinto partido, en
el que se comprenderían veintisiete mil doscientos habitantes;
y el sexto y último se compondría de la ciudad de Cartago,
Villa Vieja, Valle-Hermoso ó San José, Alajuela, Tres Ríos,
Escasú, Villa de las Cañas, Bagaces, Barba, Curridabal, Pue-
blo-Nuevo, Boruca, Asserí, Ujarras, Orosí, Col, Quircot, Tobo-
sí, Esparsa, Atirro, Tucurríque y Matina, con el número de
treinta y ocho mil seiscientas setenta y cuatro personas.
En la cabecera de cada uno de esos partidos residiría un
Juez de Letras, cuyo sueldo de mil pesos anuales, debía to-
III.-33
514 HISTORIA DE NICARAGUA

marse de las Reales Cajas, mientras no se decretasen los aran-


celes para el cobro de derechos que debían pagar los litigan-
tes. Estaba mandado, por ley de 9 de octubre de 1812, la.
creación de estos funcionarios, pero según esa disposición, su
renta debía sacarse de ciertos arbitrios municipales. La Dipu-
tación Provincial opinaba, que se procediese desde luego al
nombramiento de los jueces y que no era conveniente esperar
la fijación de esos arbitrios, para que comenzaran á ejercer-
sus funciones. Bien comprendía que la dotación de esos em-
pleados constituiría un gravamen más para el Erario, pero
consideraba tan urgente su establecimiento y de tan difícil
ejecución el proyecto de que fuesen pagados por los fondos.
municipales, que no vacilaba en indicar que de la Real Ha-
cienda se satisficiesen sus dotaciones.
En acuerdo fecha 17 de noviembre de 1820, aprobó la Real
Audiencia el proyecto que para la distribución de partidos ha-
bía presentado la Diputación Provincial de León : consideró
también conveniente el número de Jueces de Letras que pro-
ponía, por ser conforme con la situación del país y proporcio-
nado la población ó vecindario en donde habrían de residir:
á

declaró que debía entenderse acumulativa y á prevención la


jurisdicción ordinaria y contenciosa entre los dos jueces del
Partido de la capital de esta Provincia, por estar así dispuesto
en la Constitución española; y que existiendo en León un Juez
de Letras de real nombramiento, cual era el Teniente Letrado
de la Intendencia y dos alcaldes constitucionales con jurisdic-
ción ordinaria y á prevención con la de aquél, se siguiesen
todas las causas civiles y criminales en 1° Instancia, mientras
no hiciese el Gobierno los nombramientos de Jueces de Letras
ante el Teniente Letrado, los Alcaldes y los Subdelegados, cuya
jurisdicción no debía entenderse limitada al pueblo de su re-
sidencia, sino extensiva á todos los de sus respectivos distritos;
debiendo los alcaldes asociarse de dos hombres buenos en ejer-
cicio de las atribuciones que le señalaban los artículos 8º y 9�
de su Reglamento. El Teniente Letrado debía, por tanto, se-
pararse de los negocios del Gobierno, evitar las consultas que
se le hacían según el sistema anterior y dedicarse exclusiva-
mente a; conocimiento y despacho de los asuntos contenciosos.
LIB. VIII.-cAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 515

Finalmente, dispuso la Real Audiencia, que no debiendo tomar-


se resolución alguna acerca del sueldo de los Jueces de Letras,
hasta que instruido el expediente necesario sobre la materia,
adoptase el Gobierno la más conveniente, no se hiciesen nom-
bramientos interinos, sino que se esperase la final decisión del
Monarca.
No satisfechos el Gobernador y la Diputación Provincial,
con el anterior acuerdo de la Audiencia, se dirigieron con fe-
cha 13 y 19 de diciembre al Gobierno de la Monarquía, á
efecto de que adoptase en todas sus partes el plan de división
territorial, para el establecimiento de Jueces de Letras en las
provincias de Nicaragua y Costa-Rica. El Intendente reco-
mendaba la pronta resolución de este asunto, en consideración
al lamentable estado en que se hallaba la administración de
justicia, y hacía observar la necesidad de que el nombramiento
de Juez de Letras para el partido de Granada, recayese en per-
sona muy escogida, atento á las difíciles circunstancias polí-
ticas en que se hallaban los pueblos de aquel distrito. Nada
resolvió sobre este particular la Corte de Madrid, quedando por
lo mismo, sin ejecución la ley de 9 de octubre de 1812, en
que se había ordenado el establecimiento de aquellos funciona-
rios judiciales.
Otro proyecto de incuestionable importancia presentó la
Diputación Provincial al Ministerio de la Gobernación de Ul-
tramar, con fecha 19 de diciembre de 1820, relativo á la divi-
sión del territorio de esta Intendencia para la creación de Jefes
políticos, según se le había prevenido en reales órdenes de
4 de agosto de 1813, 2 de febrero y '19 de abril de 1814. Con-
tenía ese proyecto indicaciones relativas á la clase de emplea-
dos que debían nombrarse en esta Provincia, á sus atribu-
ciones y á los sueldos que habrían de asignárseles. Proponía
la Diputación que se estableciesen Jefes políticos en varias
secciones de este territorio, sujetos al Jefe Superior, que sería
siempre el Gobernador Intendente: que se designase un Cuer-
po de empleados subalternos á cada una de las Jefaturas Po-
líticas y se ordenase la elección de Diputados á Cortes, según
estaba prevenido en las citadas reales órdenes. He aquí el
516 HISTORIA DE NICARAGUA

cuadro de empleados principales y sus dotaciones, que some-


tió á la decisión de la Corte:

Un Jefe Político Superior con el sueldo de 4,000 pesos anuales.


Un Secretario . . . . . . . . . . . . . » » 600 » »
Un oficial . . . . . . . . . . . . . . . . . . » » 360 » »
Un Escribiente . . . . . . . . . . . . » » 200 » »
Un Jefe Político Subal-
terno para la Provin-
cia de Costa-Rica ..... » » 1,200 » »
Un Jefe Político para el
Partido de Granada . . . » » 1,200 » »
Un Jefe Político para el
Partido del Realejo . . . » » 200 » »
Un Jefe Político para el
de Segovia . . . . . . . . . . . . . . . » » 200 » »
Y otro para el de Nicoya con el sueldo de 200 :;, »
Un Diputado á Cortes por
la Provincia de Nicara-
gua, con la asignación de . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,500 » »
Un Diputado á Cortes por
la Provincia de Costa-
Rica, con la asignación
de 1,500 » »
Estas dos últimas asignaciones debían entenderse por ra-
zón de dietas y viaje.
La oficina de la Diputación Provincial se organizaría del
modo siguiente:
Un Secretario con la dotación anual de 800 pesos
Un Oficial 1 Q » » » » 400 »
Un escribiente » » » » 200 »

En virtud de este proyecto cesarían los subdelegados, y


en cuanto á otros empleados de ínfima clase, debía señalár-
seles sus dotaciones por el Jefe Político Superior, tomando en
cuenta la naturaleza de sus funciones y la exhaustez del Real
Erario.
La Diputación Provincial llamaba la atención del Secreta-
LIB. VIII.-CAP. Xlll.-PROYECTOS, ETC. 517

rio de Estado, hacia la necesidad de avanzar en el estableci-


miento del régimen constitucional, á fin de evitar los emba-
razos que por la falta de autoridades y funcionarios, experi-
mentaba el orden administrativo en esta Provincia; y supli-
caba al mismo tiempo, que dirigiese la Corte sus miradas hacia
el sistema económico, que se hallaba en la más lamentable
confusión, á causa de haberse extinguido recientemente las
antiguas Juntas Superiores de Real Hacienda y no estar reem-
plazadas por otro Tribunal, ni señaladas las nuevas atribu-
ciones que debían corresponder á los intendentes.
Este proyecto no tuvo mejor suerte que el relativo á la
división del territorio para el nombramiento de Jueces de Le-
tras, quedando por consecuencia, la administración política de
estos pueblos en el mismo imperfecto estado en que, desde
muchos años atrás, se hallaba.
Mientras los empleados de Nicaragua tenían ocupada su
atención en el planteamiento de reformas encaminadas á me-
jorar el régimen de su Gobierno y basadas en las leyes cons-
titucionales de la Monarquía, recientemente expedidas, se pre-
paraban en Guatemala acontecimientos de extraordinario in-
terés, cuyas necesarias consecuencias debían hacerse sentir
en las demás provincias del Reino é influir decisivamente en
sus futuros destinos.
En 1820 desempeñaba don Carlos de Urrutia las funciones
de Presidente y Capitán General. Al recibirse en Guatemala
la noticia de haberse restablecido la Constitución española
de 1812, se formaron dos partidos políticos con objeto de tra-
bajar cada uno según sus intereses y tendencias, por obtener
el triunfo en las elecciones de diputados y municipales. El
uno de esos partidos profesaba principios liberales, y haciendo
uso de la imprenta, daba á conocer su patriótico interés por-
que se efectuase la independencia de estas provincias respecto
del Gobierno peninsular. El otro se componía de españoles
europeos y de todas las demás personas que combatían el
proyecto de emancipación. Al frente de este bando político
se hallaba el célebre escritor y publicista hondureño don José
Cecilia del Valle, quien, por medio del periódico titulado «El
Amigo de la Patria», atacaba las doctrinas liberales sostenidas
518 HISTORIA DE NICARAGUA

en «El Editor Constitucional», que por la misma época re-


dactaba don Pedro Malina. A los partidarios del dominio es-
pañol se les conocía con la denominación de «Gazistas», y á los
defensores del derecho que los americanos tenían para hacerse
independientes, se les designó con el ridículo nombre de los
«Cacos».
Don Carlos de Urrutia no poseía la fuerza de voluntad que
había caracterizado á su antecesor don José de Bustamante
en el ejercicio de la Presidencia y Capitanía General del Reino:
era por el contrario, de carácter débil é irresoluto, y esos de-
fectos, á que se agregaban su avanzada edad y continuos acha-
ques, le hacían incapaz de dirigir los negocios políticos en las
críticas circunstancias por que pasaban estos pueblos.
La Junta Provincial de Guatemala, reinstalada el 13 de
julio de 1820 á moción del Vocal Doctor don Simeón Cañas,
obligó á Urrutia á delegar el mando político y militar en el
Sub-inspector General del Ejército, Brigadier don Gabino Gaín-
za, que en 1814 había mandado el ejército español en Chile.
No dictó el nuevo Presidente de Guatemala providencia al·
guna que tuviese por objeto reprimir los esfuerzos del partido
liberal en favor de la independencia, y en breve tomaron éstos
más amplio y feliz vuelo á causa del nuevo aspecto que pre-
sentaban las alteraciones políticas de México. Habíase ini-
ciado la revolución en ese Virreinato desde el 15 de septiem-
bre de 1808, con la deposición del Virrey don José de Iturri-
garay, que cayó prisionero y fué conducido al Palacio de la
Inquisición. La Audiencia confió el Gobierno al Mariscal de
Campo don Pedro Garibay, quien poco después fué reempla-
zado por el Arzobispo don Francisco Lezana y Beaumont, en
virtud de decreto que expidió la Junta Central de España.
Este Prelado ejerció el mando Superior del Virreinato por es-
pacio de diez meses (julio de 1809 á mayo de 1810) al cabo
de los cuales, lo entregó á la Audiencia de México, obedecien-
do á órdenes de la Regencia recién organizada en la Metró-
poli. Poco después la misma Regencia confirió el nombra-
miento de Virrey al General don Francisco Venegas, que tomó
posesión de su destino el 13 de septiembre de 1810.
El Cura don Miguel Hidalgo, el Corregidor don Miguel Do-
LIB. Vlll.--CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 519

mínguez, y los oficiales don Ignacio Allende y don Juan Al-


dama, tenían el proyecto de proclamar en Querétaro el 12 de
octubre del propio año la independencia de la Nueva España;
pero descubiertos sus trabajos revolucionarios y reducidos á
prisión algunos de los conspiradores, se vió precisado Hidalgo
á anticipar el movimiento, y en la noche del 15 de septiembre,
reunió en el pueblo de Dolores ochenta hombres mal armados,
puso en libertad á los presos, capturó al Subdelegado del
pueblo y á otros españoles que en él residían y declaró que
quitaba el mando á las autoridades reales porque intentaban
someter el país á los franceses.
La revolución de Hidalgo contra las fuerzas del Virrey, di-
lató desde el 20 de septiembre de 1810 hasta el 21 de marzo
de 1811, habiendo sido favorable á los insurrectos el resultado
de las primeras batallas. La mala organización del ejército
insurgente, algunos errores en que incurrió su jefe y ciertas
rivalidades suscitadas entre éste y Allende, contribuyeron á
que se decidiese en contra de los rebeldes el éxito final de la
campaña, la que terminó con la fusilación de Hidalgo, verifi-
cada el 1º de agosto de 1811. El abogado don Ignacio Rayón
logró reunir cuarenta mil hombres y con ese ejército continuó
la revolución, con resultados ventajosos á las armas reales
unas veces y otras á la insurrección.
Entretanto aparecía en el Sur un nuevo movimiento revo-
lucionario encabezado por el Cura don José María Morelos,
con quien Rayón intentó ponerse de acuerdo, después de haber
establecido en Zitácuaro una Junta de Gobierno de la que se
hizo elegir Presidente. Las tropas del Virrey, al mando del
Brigadier don Félix María Calleja, cayeron sobre aquella ciu-
dad y obligaron á los rebeldes á abandonarla; pero los miem-
bros de la Junta lograron salvarse y reorganizarse en Sultepec
el 2 de enero de 1812. Calleja hizo fusilar diecinueve prisio-
neros é incendiar la ciudad de Zitácuaro y otros pueblos in-
mediatos.
Morelos, después de muchas victorias, ocupó el pueblo de
Cuautla en donde fué sitiado por las fuerzas de Calleja. Sos-
tuvo el sitio sesenta y cinco días; pero acosado por el hambre
y las enfermedades, evacuó aquella población llevando consigo
520 HISTORIA DE NICARAGUA

la mayor parte de sus moradores. Retiróse hacia el Sur y


en el tránsito derrotó varias partidas de realistas y ocupó
muchas plazas. Más tarde tomó el puerto de Acapulco, y
como al mismo tiempo otros caudillos insurrectos habíanse po-
sesionado de diversas partes del terreno mexicano, el Virrey
Venegas estaba reducido á las ciudades de México, Vera-Cruz
y Puebla, en las que mantenía un ejército de ochenta y cuatro
mil hombres.
La industria y el comercio experimentaban graves daños
á causa de la prolongación de la guerra, y los negocios públi-
cos en general, hallábanse en el mayor desconcierto. Los es-
pañoles atribuyeron esos males á Venegas, de quien se queja-
ron á las Cortes de la Monarquía. Estas lo llamaron á España
con el pretexto de necesitar sus servicios, y nombraron Vi-
rrey de México al General Calleja, quien tomó posesión del
mando en 1813.
Con el propósito de dar unidad á las operaciones de la re-
volución, convocó Morelos un Congreso General, el que reunido
en Chilpancingo, declaró en 6 de noviembre .de aquel año «que
recobraba el ejercicio de la soberanía usurpada, y que en tal
concepto quedaba rota para siempre jamás y disuelta la de:'.
pendencia del trono español : que el Congreso era árbitro para
establecer las leyes que conviniesen al mejor arreglo y feli-
cidad interior, para hacer la guerra y la paz y establecer alian-
zas con los Monarcas y Repúblicas del antiguo continente, no
menos que para celebrar Concordatos».
Pocos días después, Morelos sufrió dos derrotas: una en
Valladolid y otra en Pumarán, y perdió en esta última toda
su artillería, mil fusiles y novecientos prisioneros, de los cua-
les los más notables fueron fusilados en el mismo campo de
batalla. El Cura don Mariano Matamoros, segundo jefe del
ejército revolucionario, fué ejecutado en Valladolid.
Esos desastres no impidieron el curso de la revolución. El
Congreso reunido en Apazingan, decretó con fecha 22 de oc-
tubre de 1814, el primer Código Constitucional de la República
mexicana y organizó el nuevo Gobierno que debía regir el país;
pero los rebeldes continuaron experimentando descalabros, que
dieron al fin por resultado la prisión de Morelos y su fusi-
LIB. VIU.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 521

lación verificada en. el pueblo de San Cristóbal el 22 de di-


ciembre de 1815, sin que para evitarlo fueran bastantes las
reclamaciones del Congreso mexicano, reunido en Tehuacán,
que pidió en vano el indulto del prisionero, amenazando al
Virrey con tomar represalias.
La ejecución de Morelos produjo la decadencia de la re-
volución en México: al desaliento que causó á los rebeldes la
pérdida de aquel célebre caudillo, se agregó la llegada del
nuevo Virrey don Juan Ruiz de Apodaca (septiembre de 1816),
quien más sagaz que Calleja logró circunscribir la insurrección
á muy estrechos límites, por medio de indultos y capitulaciones
propuestas á los jefes rebeldes.
Tal era el estado de las cosas políticas en Nueva-España,
cuando desembarcó en la Boca del Río de Santander el joven
militar español don Francisco Javier Mina quien, á la cabeza.
de doscientos cincuenta aventureros, llegaba de Santo Domingo
con objeto de proseguir la revolución. Después de haber ocu-
pado la ciudad de Soto la Marina y aumentado sus tropas con
numerosos reclutas, se estableció en el Fuerte de Sombrero,
en donde fué atacado por una división que comandaba el Ma-
riscal de Campo don Pascual Liñán. La heroica resistencia
que hizo Mina, no impidió que fuese obligado á evacuar el
Fuerte después de haber perdido en aquel desastroso sitio no
menos de novecientos cincuenta hombres. Emprendió otras
operaciones, pero tuvieron fatal éxito. Rechazado de Guana-
juato por las tropas realistas, se retiró con una pequeña guar-
dia al lugar denominado «El Venadito», en donde le dió al-
cance el Coronel Orrantia. Capturado Mina el 27 de octubre
de 1817, fué fusilado el 11 del mes siguiente, cuando sólo tenía
veintinueve años de edad.
En los meses de enero de 1818 á Agosto de 1819, las fuer-
zas del Virrey debelaron una facción que encabezaba el padre
Fray José Antonio Torres; y fines del último de dichos años
á

la revolución parecía terminada, quedando sólo en el Sur una


guerrilla respetable, de que era jefe don Vicente Guerrero.
La circunstancia de estar ya declarada en esa época la in-
dependencia de las colonias de la América Meridional, y la
de haberse decretado en la Península el restablecimiento de
522 HISTORIA DE NICARAGUA

la Constitución del año de 1812, sirvieron de nuevo estímulo


á. la insurrección de México. Los partidarios del Virrey se
dividieron: unos apoyaban el movimiento revolucionario ope-
rado en España: otros desaprobaban ese hecho, suponiendo
que el Monarca había aceptado el nuevo régimen obligado por
la coacción, y daban á conocer su propósito de rechazar el
cambio verificado por la revolución de 1820. Ruiz de Apodaca,
sostenido por la aristocracia y el clero, combinaba planes sub-
versivos del orden constitucional, aunque había jurado res-
petar la Constitución. Confió el mando militar al General
Liñán y encomendó al Coronel don Agustín Iturbide la paci-
ficación de las provincias del Sur, poniendo bajo sus órdenes
un cuerpo de más de dos mil hombres.
Desde mucho tiempo atrás acariciaba Iturbide el plan de
unir á todos los mexicanos y proclamar la independencia. Cre-
yendo que ya era tiempo de realizar ese proyecto, entró en
comunicación con don Vicente Guerrero á fin de atraerlo á su
causa; y habiendo logrado este objeto, declaró en el pueblo
de Iguala, el 24 de febrero de 1821, la independencia de Mé-
xico. Iturbide consideraba este hecho como un resultado in-
evitable del curso ordinario de los sucesos humanos; así que,
al' anunciarlo á los pueblos no hizo recriminaciones odiosas
contra la antigua Metrópoli.
El plan de Iguala contenía tres ideas principales ó tres ga-
rantías, como se las llamaba en aquel documento: l'! la con-
servación de la Religión Católica, sin tolerancia de otra algu-
na; 2ª la independencia de México respecto de España y de
cualquiera otra nación bajo la forma de una Monarquía Cons-
titucional, debiendo ofrecerse el trono á Fernando VII y por
negativa de éste á sus hermanos don Carlos y don Francisco
de Paula; y caso que ninguno de ellos aceptase, la nación
llamaría á un príncipe de una de las familias reinantes de Eu-
ropa: 31! la unión entre americanos y españoles, sin distinción
de castas y privilegios. Se establecía en otros artículos la
formación de un gobierno provisional compuesto de una junta
presidida por el Virrey, y la organización de un ejército de-
nominado de las tres garantías.
Don Juan Ruiz de Apodaca desaprobó el plan de Iguala y
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTOS, ETC. 523

se propuso rechazar el nuevo movimiento de insurrección. Pero


la revolución triunfaba en todas partes. El General don Ce-
lestino Negrete, el Coronel don Anastasia Bustamante, el Te-
niente Coronel don Miguel Barragán y el Capitán don Vicente
Filísola, hacían jurar la independencia en varias provincias:
el General don Nicolás Bravo levantaba fuerzas para sitiar la
.rica ciudad de Puebla; y Valladolid abrió sus puertas al ejér-
cito de las tres garantías.
En la noche del 5 de julio las tropas de la plaza de México
se sublevaron contra el Virrey: los jefes de la asonada pene-
traron hasta la sala del palacio y pidieron á aquel funcionario
su renuncia. Ruiz de Apodaca entregó el mando al General
don Francisco Novena, reservando una escolta para el resguar-
do de su persona. Ningún resultado favorable produjo á la
causa de España la deposición del Virrey; antes bien ella alen-
tó á los independientes para proseguir la lucha, dándoles á
conocer la falta de unión entre sus enemigos. Las ciudades
de Oajaca y Puebla fueron ocupadas por fuerzas de Iturbide.
A fines del propio mes desembarcó en Vera-Cruz el Te-
niente General don Juan O'Donojú, que había sido nombrado
Virrey de México y traía encargo especial de plantear el nuevo
régimen establecido por la Constitución española. En Córdoba
conferenció amistosamente con Iturbide, y con fecha 24 de
agosto firmaron ambos jefes un Convenio en que confirmaban
el plan de Iguala con la sola modificación de dejar á las Cor-
tes, que debían congregarse en México, la facultad de elegir
un Emperador, aunque éste no perteneciese á ninguna de las
dinastías reinantes en el viejo Continente. El General Novena
y los demás empleados y tropas del Rey que no aceptaran este
Convenio, quedaban en libertad de evacuar el territorio me-
xicano.
Después de algunas escaramuzas y pláticas de arreglo en-
tre los independientes y los realistas, manifestaron los jefes
de estos últimos su resolución de no impedir la marcha de
aquéllos, y el 27 de septiembre entró Iturbide en México al
frente de su ejército y en medio de las más vivas dernostra-
clones de entusiasmo, admiración y simpatía.
En Guatemala se recibían noticias del curso que llevaban
524 HISTORIA DE NICARAGUA

los sucesos políticos de Nueva España. Las personas más no-


tables de la capital y el pueblo mismo, reconocían la necesidad
de proclamar la independencia del Reino, y sólo se observaba
diferencia de opiniones con respecto los medios de ejecución
á

y al sistema de gobierno que debiera adoptarse.


Gaínza se empeñó en desfigurar á los ojos de los guatemal-
tecos, la naturaleza del plan de Iguala: publicó una proclama
en que manifestaba conceptos nada favorables á Iturbide y
mandó· instruir causa contra los que habían suscrito una re-
presentación en favor de la ·independencia. Con estos proce-
dimientos se proponía cubrir su responsabilidad; pero cuando
tuvo conocimiento de quiénes eran las personas que habían fir-
mado aquella exposición, mandó suspender los procesos y re-
coger los manifiestos. No tomó providencia alguna para evi-
tar una insurrección, no obstante que contaba con el apoyo de
los españolistas, al frente de los cuales se encontraba don José
del Valle. Comprendía, sin duda, que siendo México indepen-
diente, sería imposible conservar en Guatemala el dominio de
España, y esa convicción hacía que se abstuviese de combatir
contra el partido contrario, con cuyos miembros principales le
ligaban relaciones de particular amistad.
La conducta de Gaínza, aunque débil y vacilante, no era
del todo satisfactoria para los partidarios de la independen-
cia quienes, con el fin de lisonjear la ambición de aquel jefe,
le dejaron conocer que él sería primer Magistrado de la Na-
ción, si secundaba el pronunciamiento; mas como permanecía
en la misma indecisión, determinaron que don Cayetano Bedo-
ya pasase á Oajaca con el fin de conferenciar con el General
Bravo y solicitar de éste auxilios, caso que fuesen necesarios.
La rapidez con que en México se sucedían los triunfos de la
revolución, dejó sin efecto el plan de combinación de los gua-
temaltecos independientes con el General Bravo.
El 13 de septiembre se recibieron las actas en que Ciudad
Real de Chiapas, se adhería al plan de Iguala y se tuvo noticia
de los progresos que alcanzaba en México el ejército de las
tres garantías. Los partidarios de la independencia se pro-
pusieron formar una junta en Guatemala para resolver cuál
era la conducta que debían seguir en tan favorables eircuns-
LIB. VIII.--CAP. xm.�PROYECTOS, ETC. 525

tancias. Don Mariano Aycinena, Síndico del Ayuntamiento,


pidió se convocase á una sesión extraordinaria á fin de pro-
clamar en ella la independencia del Reino de Guatemala. Gaín-
za se opuso al principio á los deseos del Síndico; pero luego
tuvo que ceder, obligado por la exaltación en que se hallaban
los ánimos, no obstante que dos días antes había exigido que
los militares renovasen su juramento de fidelidad á la Corona
de España.
Reunidos el 15 de septiembre los miembros del Ayunta-
miento y de la Diputación Provincial, el Arzobispo, los prela-
dos de las órdenes religiosas, los jefes militares y de renta,
y dos Diputados por cada una de las Corporaciones de la ciu-
dad, se dió principio á la sesión por la lectura de las actas
de Chiapas. En seguida don José Cecilio del Valle, en un largo
y brillante discurso, demostró la necesidad y justicia de la
independencia; pero concluyó manifestando, que no debía ha-
cerse su proclamación sino cuando se hubiesen recibido los
votos de las otras provincias del Reino. Siguieron esta opinión
el Arzobispo Fray don Ramón Casaús, los Oidores don Miguel
Moreno y don José Valdés, el Capitán de ingenieros don Juan
Bautista Jáuregui, el Comandante del fijo don Félix Lagrava,
don José Villafañe, Fray Luis Escoto, Prelado de Santo Do-
mingo y algunas otras personas más. Defendieron la nece-
sidad de proclamar aquel mismo día la independencia y votar
en ese sentido, el Deán Doctor don Antonio García Redondo,
el Canónigo doctor don José María Castilla, el Regente don
Francisco Vílchez, los Oidores don Miguel Larreinaga y don
Tomás O'Horán, los Doctores don Mariano Gálvez y don Se-
rapio Sánchez, Diputados por el Claustro de la Universidad,
don José Francisco Córdoba y don Santiago Milla, Diputados
por el Colegio de Abogados, don Antonio Rivera Cabezas, don
Mariano Beltranena, don José Mariano Calderón, el Presbítero
Doctor don Matías Delgado y D. M. A. Molina, miembros de
la Diputación Provincial, don Mariano y don José Antonio La-
rrave, don Isidoro Castriciones, don Pedro Arroyave y don
Mariano Aycinena, individuos del Ayuntamiento, don Lorenzo
Romaña, Secretario del Gobierno, don Domingo Diéguez, Se-
cretario de la Junta, Fray Mariano Pérez, Superior de los Re-
526 HISTORIA DE NICARAGUA

coletos, Fray José Antonio Taboada, Prelado de los Francis-


canos y otros de los concurrentes.
El portal, patio, corredor y antesalas del palacio, estaban
ocupados por una inmensa multitud de gente acaudillada por
don José Francisco Barrundia, el Doctor don Pedro Molina y­
don Basilio Porras. Cada voto que se expresaba en favor de
la proclamación inmediata de la independencia, era recibido
por la muchedumbre con ruidosas aclamaciones y vivas; y toda
opinión contraria á ese pensamiento, producía un murmullo de
general desagrado. Los anti-independientes, atemorizados por
esas señales de desaprobación y por el aumento que á cada
instante tomaba el entusiasmo popular, se retiraron de la Jun-
ta, quedando solamente reunidos los comisionados del Ayun-
tamiento, la Diputación Provincial y algunos otros empleados.
El pueblo pidió á gritos que juraran Gaínza y todas las
autoridades, la independencia del Reino. Aquel jefe lo hizo
en manos del Alcalde 1º, arreglándose al plan de Iguala. En-
tonces redoblaron los concurrentes sus gritos exigiendo que·
lo prestase de un modo incondicional, y Gaínza juró la inde-
pendencia absoluta del Reino, respecto de España, de México
y de toda otra nación.
La. Diputación Provincial y el Ayuntamiento, considerán-
dose los órganos más autorizados de la opinión pública, acor-
daron en la célebre acta del 15 de septiembre que el Jefe Po-
lítico hiciese publicar la declaración de independencia: que in-
mediatamente se pasasen oficios á los gobernadores de las otras
provincias á fin de que sin demora mandasen elegir Diputados
ó Representantes, que reunidos en la capital del Reino forma-
sen Congreso, decidiesen el punto de independencia absoluta,
y fijasen, en caso de acordarla, el sistema de gobierno y la Ley
fundamental que debían re&ir: que el nombramiento de Repre-
sentantes se hiciese por las mismas juntas electorales de Pro-
vincia que habían practicado ó hubiesen de practicar las elec-
ciones de Diputados á Cortes, debiendo sujetarse á los últimos
censos, para determinar el número de Representantes en la
proporción de uno por cada quince mil habitantes, sin excluir
de la ciudadanía á los originarios de África: que el Congreso
centro-americano se instalase el 1º de marzo de 1822, no ha-
LIB. VIJJ.--CAP. XIJJ.-PROYECTOS, ETC. 527

ciéndose entretanto novedad en las autoridades establecidas,


las cuales continuarían ejerciendo sus atribuciones respectivas,
conforme á la Constitución, leyes y decretos existentes, mien-
tras el Congreso no determinase lo que le pareciera más justo
y provechoso.
En la misma acta se dispuso que el mando superior político
y militar quedase en manos de Gaínza:, quien debía oír en to-
dos los asuntos gubernativos y económicos el voto de una
Junta Consultiva, compuesta de los actuales miembros de la
Diputación Provincial y de lc:is señores don Miguel Larreinaga,
Ministro de la Audiencia, don José del Valle, Auditor de Gue-
rra, el Marqués de Aycinena, el Doctor don José Valdés, don
Angel María Candina y don Antonio Robles; el primero como
Representante de Nicaragua, el segundo de Honduras, el ter-
cero de Quezaltenango, el cuarto de Chimaltenango y Sololá,
el quinto de Sonsonate y el sexto de Ciudad Real de Chiapas.
La religión católica se conservaría pura é inalterable, man-
teniendo vivo el espíritu de religiosidad que siempre había dis-
tínguído al pueblo guatemalteco, y respetando y protegiendo
las personas y propiedades de los ministros eclesiásticos, secu-
lares y regulares, á cuyos prelados se les recomendaría que
cooperasen á la paz y sosiego y ordenasen á sus inferiores
exhortaran á la fraternidad y concordia á fin de unir á todos
los ciudadanos en el sentimiento general de independencia, so-
focando individuales pasiones que podrían dividir los ánimos
y producir funestos resultados.
Se dispuso también, en el importante documento de que
tratamos, que el Ayuntamiento dictase las medidas más acti-
vas para conservar la tranquilidad pública en la capital y en
los pueblos inmediatos: que fijase, de acuerdo con el Jefe Po-
lítico, el día en que el pueblo debía hacer la proclamación y
juramento de la independencia, debiendo antes prestarlo la
Junta Provisional Consultiva, el Ayuntamiento, el Arzobispo,
los tribunales, los jefes militares y civiles, los prelados regu-
lares y sus comunidades, los empleados fiscales, todas las de-
más corporaciones y autoridades y las tropas de las respectivas
guarniciones: que el Jefe Político publicase un manifiesto en
que hiciese notorios á la faz de todos, los sentimientos del
528 HISTORIA DE NICARAGUA

pueblo, la opinión de las autoridades, las providencias dictadas


por el Gobierno y las causas y circunstancias que lo habían
decidido á prestar en manos del Alcalde 12 el juramento de
independencia y de fidelidad al Gobierno americano que se es-
tableciese: que ese manifiesto y el acta, se imprimiesen y cir-
culasen á las diputaciones provinciales, ayuntamientos y de-
más autoridades eclesiásticas y militares, á fin de que obrasen
de acuerdo con todo lo resuelto; y finalmente, que señalase
el Jefe Político el día en que debía celebrarse una misa de
gracias, con asistencia de la Junta Provisional, de todos los
empleados y corporaciones y solemnizada con salvas de artille-
ría, y acordase el Ayuntamiento la acuñación de una medalla
que perpetuase en los siglos la memoria del día 15 de sep-
tiembre de 1821.
La revolución dejó vigentes todas las leyes españolas y en
ejercicio de sus empleos á todos los funcionarios del régimen
colonial, excepto al Coronel del fijo, don Félix María Lagrava,
que fué sustituído por el Teniente Coronel don Lorenzo Ro-
maña. Los españoles y demás enemigos de la independencia
no sufrieron vejámenes de ninguna clase: fueron tratados con
toda consideración, y se mandó anticipar dos sueldos á los em-
pleados, para que si querían regresasen á España. La Junta
envió una comisión al ex-Capitán General don Carlos Urrutia,
con objeto de ofrecerle que continuaría disfrutando del sueldo
correspondiente á su grado militar si juraba la independencia;
pero Urrutia contestó que su propósito era volverá Cuba, como
lo efectuó poco después.
El Licenciado don José del Valle fué comisionado para for-
mar el plan de la nueva administración, y con el fin de faci-
litar el despacho de los negocios de gobierno, se organizaron
comisiones de instrucción pública, estadística, agricultura, co-
mercio, industria y hacienda, y de seguridad y defensa del
Reino.
Cuando se recibíó en Nicaragua el acta de la Junta de Gua-
temala en que se proclamaba la independencia del Reino, se
establecía un Gobierno provisional y se convocaba á las otras
provincias para la elección de Diputados á un Congreso cen-
tro-americano, pensó el Gobernador don Miguel González Sa-
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTO, ETC. 529

ravia, que era tiempo oportuno de sustraerse á la obediencia


del Capitán General don Gabino Gaínza, con quien aquél tenía
rivalidades y particulares rencillas. De acuerdo con el Obispo
García Jerez y con el Coronel don Joaquín Arechavala, reunió
á los miembros de la Diputación Provincial é hizo que este
Cuerpo en sesión del día 28 de septiembre, formase la célebre
acta conocida en la historia con el nombre de «Acta de los Nu-
blados» (1). He aquí los puntos resolutivos contenidos en ese
documento:
«1º La absoluta y total independencia respecto de Guate-
mala, que parece se ha erigido en soberana.»
«2º La independencia del Gobierno español, hasta tanto-
que se aclaren los nublados del día, y pueda obrar esta Pro-
vincia con arreglo á lo que exigen sus empeños religiosos y
verdaderos intereses.»
«3º Que en consecuencia, continúen todas las autoridades
constituídas en el libre ejercicio de sus funciones, con arreglo
á la Constitución y á las leyes.»
«4º Que se tomen las medidas más eficaces para la con-
servación del orden y sostenimiento de los funcionarios pú-
blicos, prestándoseles el más eficaz auxilio, en la inteligencia
de que el Gobierno castigará severamente á los perturbadores
de la tranquilidad pública .Y desobedientes á las autoridades.»
«5º Que se publique por bando este acuerdo, circulándolo
á toda la Provincia para su inteligencia y observancia, anun-
ciándosele, que sucesivamente se proveerá á los puntos dignos
que oportunamente se tomarán en consideración, sin omitir tra-
bajo ni fatiga por el bien religioso y civil de estos habitantes,
que tantas pruebas de confianza han dado á sus autoridades.»
Este acuerdo está suscrito por los señores Miguel Gonzá-
lez Saravía, Joaquín Arechavala, Domingo Galarza, Pedro Sa-
lís, Agustín Gutiérrez Lizaurzabal, Pedro Portocarrero, José
(1) En el Bosquejo Histórico de las Revoluciones de Centro-América
escrito por don Alejandro Marure, se dice, que la sesión de la Diputació�
Provincial en que se extendió el «Acta de los Nublados», se ver if ir-ó á
principios de octubre de 1821. Según consta de ese documento origina].
la reunión tuvo efecto el 28 de setiembre. como queda asentarlo on ol
texto de esta obra. Probablemente el señor Marure confundió la fí'C'ha rll'l
«Acta de los Nublados» con la adhesión al Imperio mexicano, rlerl.1r�d:,
por la misma Diputación en 11 de octubre del propio año.
III.-34
530 HISTORIA DE NICARAGUA

María Ramírez, Manuel López de la Plata, Vicente Agüero y


Juan Francisco Aguilar.
El mismo día en que la Diputación Provincial se hallaba
reunida con objeto de tratar del importante asunto de inde-
pendencia, se congregaron los individuos del Ayuntamiento de
León para ocuparse en la misma materia. El Cabildo comi-
sionó á cuatro de sus miembros, á fin de que presentándose
ante la Diputación, le manifestasen el deseo que aquel Cuerpo
tenía de proceder con unidad de principios y sentimientos en
el delicado negocio que preocupaba todos los ánimos. Los co-
misionados tomaron parte en la discusión de la Junta, y vol-
vieron en seguida al Cabildo conduciendo un oficio en que el
Jefe Político comunicaba el acuerdo de la Diputación. Los
concejales procedieron á examinarlo con el detenimiento y
atención que su importancia exigía, y habiéndoseles presen-
tado algunas dudas y dificultades sobre su inteligencia y ver-
dadero objeto, determinaron llamar al Gobernador Saravia ha-
ciéndole conocer cuán necesaria y urgente era en aquella sazón
su presencia. Llegado que hubo el Jefe Político, renováronse
las discusiones; pero él mediante los razonamientos que ex-
puso y aprovechándose sobre todo de sus influencias en algu-
nos de los capitulares, consiguió que éstos, por unanimidad de
votos, adhiriesen al acta de la Diputación y dictasen la reso-
lución siguiente: «Accediendo y suscribiendo al acertado acuer-
do de la Excelentísima Diputación Provincial, se le contesta
en inteligencia; estando pronto este Ayuntamiento á prestarse
muy gustoso á cuantas medidas crea convenientes al bien pú-
blico, seguridad del orden y tranquilidad, con el debido respeto
y sostenimiento de las autoridades constituídas, quedando agre-
gado el citado oficio á estas actas, y que se participe así á
Guatemala.»
Con fecha 29 de septiembre dirigió la Diputación en cuerpo
un oficio á don Gabino Gaínza, en el que le comunicaba el
acuerdo expedido el día anterior y le exponía las razones que
había tenido presentes para dictarlo, rehusando la dependen-
cia respecto de las autoridades de Guatemala, á quienes por
las leyes del nuevo sistema constitucional debía quedar subor-
dinada esta Provincia. Son de la mayor importancia los si-
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTO, ETC. 531

guientes párrafos contenidos en la nota de la Diputación Pro-


vincial al Jefe Político del Reino:
«Aunque las dos Américas, decía, hayan levantado el grito
de la independencia de España, por juzgar convenirles así á
sus propios intereses, aun á pesar de los esfuerzos de aquélla
por impedir logren el cumplimiento de sus deseos, se frustra-
rán del todo sus intenciones si se dividen en pequeños gobier-
nos soberanos: siendo éstos débiles para mantener su existen-
cia política, estarían expuestos á las invasiones de las poten-
cias extranjeras y acaso á ser el juguete y ludibrio de piratas
y aventureros, y también á continuos choques y debates en-
tre sí.»
«El Reino todo de Guatemala, por su situación topográfica,
por la inmensidad del terreno que ocupan sus poblaciones, por
la dispersión de éstas, por la falta de seguridad de sus puertos
en ambos mares y la imposibilidad de pronta fortificación y
por su pobreza, no puede emprender el grandioso proyecto de
erigirse en soberanía independiente; porque si se ha de hablar
con sinceridad, á las provincias todas unidas de este Reino,
no les es dado .representar otro papel, en caso de la indepen-
dencia á que aspira la América Setentrional, que el de ser par-
tes integrantes del Imperio mexicano. Este se halla en con-
tacto con el de Guatemala cuyos límites tienen paso franco
para ser invadido de los mexicanos.»
«Estos que en los planes de su independencia intentan ex-
tender su dominación á toda esta América, es indispensable
dejen de adoptar la providencia de sojuzgar este Reino; y que
será indefectible, atendida la superioridad de sus fuerzas: por
lo que consiente esta Diputación que el plan de Guatemala es
impracticable y que aun cuando continuase su obra, sería de
muy costosa duración y no traería otra cosa que irreparables
perjuicios á los pueblos.»
«No serían de poca entidad los que experimentarían ésta
y las demás provincias, sometidas á Guatemala: destinada esa
capital para residencia de la Soberanía, se concentrarían en
ella todos los Tribunales Superiores, para cuya subsistencia
habían de concurrir las provincias con contribuciones mucho
más pesadas que las que hasta aquí han cargado, pues Guate-
532 HISTORIA DE NICARAGUA

mala, aun sin ser independiente y soberana, ha necesitado de


cien mil pesos, que todos los años venían de México, para cubrir
sus atenciones. Pero prescindiendo de estas consideraciones,
el mayor mal que recibiría esta Provincia sometiéndose á ésa,
sería tal vez que la balanza del Gobierno se cargaría siempre
al lado de sus intereses, que en todo tiempo han sido opuestos
á los nuestros; y por todas estas reflexiones, esta Corporación,
que representa las dos provincias de Nicaragua y Costa-Rica,
en desempeño de la confianza que han depositado en sus in-
dividuos, unánímemente se ha negado á seguir los planes de
esa capital y decidido en su consecuencia á formar un Gobier-
no provisional, según se manifiesta del testimonio de sus ac-
tas. Esto lo ha ejecutado bajo el firme concepto de haber
hecho en ello la voluntad general de los pueblos, á que esta
Corporación no puede oponerse sin que el resultado sea una
desastrosa anarquía.»
Apenas se había proclamado la independencia en Guatema-
la, cuando los dos partidos que allá se disputaban la dirección
de los negocios públicos, dejaron conocer los diferentes móvi-
les que los habían guiado al declarar la separación de estos
pueblos de su antigua Metrópoli. Los que durante la domi-
nación española habían compartido con los peninsulares el man-
do de la colonia, no se manifestaban satisfechos con la inter-
vención que los patriotas daban al pueblo en las deliberaciones
de la Junta y empeñábanse en impedir la reforma del artícu-
lo 32 del acta del 15, en que se prevenía que las elecciones
para Diputados al Congreso se hiciesen por las últimas juntas
electorales. Ese artículo había sido introducido por Valle con
objeto de asegurar el triunfo de su partido en las próximas
elecciones. Los liberales pidieron su modificación, porque lo
consideraban como una amenaza contra los principios procla-
mados al jurar la independencia.
La Junta accedió á la reforma; pero determinó que en lo
sucesivo haría en secreto sus sesiones, considerando peligrosa
la concurrencia del pueblo, porque con frecuencia tomaba éste
parte en la discusión de los asuntos políticos, disputando des-
de la galería con Gaínza, con Valle y con otros Diputados, Y
apoyando con voces alteradas las peticiones que dirigía al
LIB. VIII.-CAP. XIII.-PROYECTO, ETC. 533

Gobierno provisional. Los señores Larreinaga, Delgado y Ri-


vera, votaron en contra de este último acuerdo.
Estas discordias acabaron de marcar los caracteres dis-
tintivos de cada uno de los partidos: el uno inspirado por los
principios republicanos, y el otro deseoso de someter el país
á un nuevo yugo, antes que admitir en el Gobierno del Reino
á aquellos que habían estado sujetos á su mando. El clero
regular era el más decidido adversario de la República, por-
que no se resolvía á perder las prerrogativas de que por tan
largos siglos había disfrutado.
Los monarquistas resolvieron incorporar el Reíno de Gua-
temala al imperio de México, y comenzaron á trabajar secre-
tamente por llevar á término la realización de ese proyecto.
El estado de la opinión en algunas de las provincias, les alen-
taba en la ejecución de sus miras.
En Nicaragua, el Jefe Político había dado áconocer á los
diversos partidos en que se hallaba dividida la Provincia, el
acuerdo dictado por la Diputación Provincial el 28 de Sep-
tiembre. Todos los pueblos manifestaron el deseo de que se
proclamase la independencia respecto de España: mas como
quizá les era desconocido el problema que se debatía en Gua-
temala sobre anexión al imperio mexicano, nada dijeron acer-
ca de este particular, limitando su manifestación al punto que
se consideraba esencial en aquellos días, á saber: su separación
de la antigua Metrópoli.
Pero el Gobernador y la Diputación Provincia), que desde
la fecha en que firmaron el «Acta de los Nublados», se ha-
llaban inclinados á declarar la incorporación á México, según
lo dieron á conocer en la nota dirigida al Capitán General don
Gabino Gaínza, resolvieron por fin adherir francamente al plan
de Iguala, considerando que de ese modo satisfarían la general
opinión manifestada en favor de la independencia respecto del
Gobierno peninsular; y que no se les inculparía por su adhe-
sión al imperio, puesto que los pueblos nada habían dicho con
relación á. este punto.
Reunida la Diputación Provincial con asistencia del Obispo,
el 11 de octubre de 1821, acordó lo siguiente:
12 Que se proclamase y jurase pública y solemnemente la
534 HISTORIA DE NICARAGUA

independencia absoluta de Nicaragua del Gobierno español, en


los mismos términos que la había propuesto el General don
Agustín Iturbide y bajo los auspicios del ejército imperial,
protector de las tres garantías, según se expresaba en el ar-
tículo 42 del Convenio ajustado en Córdoba entre lturbide y
el Virrey O'Donojú, en que se modificó parcialmente el plan
de Iguala, estipulándose que fuese Emperador el Rey don Fer-
nando VII, y no presentándose éste personalmente á prestar
el juramento dentro del término que las Cortes le señalaran,
fuesen llamados en su caso el Infante don Carlos, el señor don
Francisco de Paula, el Archiduque don Carlos ú otro individuo
que estimara por conveniente el Congreso.
22 Que si la capital de Guatemala jurase la independencia
del Gobierno de la Península, en el concepto y sentido que la
declaraba la Diputación de Nicaragua, los pueblos de esta Pro-
vincia se apresurarían á darle pruebas nada equívocas de
unión.
32 Que en caso contrario, esta Provincia protestaba del
modo más religioso, conservar con aquella ciudad y demás pue-
blos que fuesen de otra opinión ó dictamen, la buena y cris-
tiana armonía que debe reinar entre hermanos.
42 Que con arreglo al artículo 15 del expresado plan, que-
dasen las autoridades constituídas en el ejercicio de sus fun-
ciones, auxiliando la Diputación Provincial al Jefe Político
superior en todos los negocios gubernativos y económicos dig-
nos de atención.
52 Que á la mayor brevedad posible se publicase este
acuerdo en todos los pueblos de la Provincia, se diese parte de
él al Gobierno de Guatemala y al General más inmediato de
tropas imperiales pertenecientes al ejército mexicano, protec-
tor de las tres garantías.
"Firmado este acuerdo por el Obispo y los demás concurren-
tes á la Junta, prestó Saravia el juramento de independencia
en los términos expresados, y lo recibió en seguida á cada uno
de los miembros de la Diputación Provincial y del Ayuntamien-
to de León. El mismo día se publicó por bando el acuerdo,
y en honor de la verdad debe decirse, que fué recibido por la
generalidad del vecindario, con muestras de satisfacción y en-
LIB. VIII.-CAP. XIII.--PROYECTO, ETC. 535

tusiasmo; lo que hizo comprender á Saravia y sus amigos, que


la adhesión al Imperio de México tenía entre los leoneses con-
siderable número de partidarios.
Con fecha 12 del propio mes de octubre, comunicó el Jefe
Político de esta Provincia al Capitán General de Guatemala
el acuerdo expedido el día anterior por la Diputación Provin-
cial. En aquel oficio manifestaba que todos los pueblos es-
taban acordes en el fundamental principio de independencia,
y que si algunos procedimientos particulares se resentían de
-los defectos inherentes á la precipitación con que habían sido
ejecutados y á la difícil situación en que se hallaba la Provin-
cia, era de esperar que su rectificación fuese obra de la sere-
nidad de los ánimos y de la cordura de las autoridades, que
en tan críticas circunstancias tenían el difícil cargo de estar
al frente de los negocios públicos.
La ciudad de Granada y otras de Nicaragua, no aceptaron
la declaración de la Junta Provincial: de acuerdo con el acta
firmada en Guatemala el 15 de septiembre, juraron la indepen-
dencia absoluta respecto de España, de México y de todo otro
país, con el propósito de que las cinco provincias que antes ha-
bían formado el Reino de Guatemala, constituyeran en ade-
lante una nación soberana, regida por instituciones conformes
con los principios de libertad difundidos por la revolución de
la América Meridional, y gobernada por una autoridad que tu-
viese su origen en la voluntad de los pueblos.
Para evitar que los granadinos se pusiesen de acuerdo en
sus operaciones ulteriores con el partido que en Guatemala
defendía el principio de absoluta independencia, el Gobernador
González Saravia estorbó las comunicaciones entre Granada y
la capital del Reino. No pudo, sin embargo, el Jefe Político
extender sus tendencias imperialistas hasta Costa-Rica, la cual
Provincia declaró que se mantendría neutral, mientras no co-
nociese la dirección que tomaban los sucesos.
La Provincia de San Salvador manifestó su resohición de
sostener la independencia absoluta. Desde el mes de septíem-
bre habíanse hecho sentir algunas alteraciones populares en
aquella sección del Reino. Pero ellas terminaron por la llega-
da del Doctor don Matías Delgado quien, autorizado compe-
536 HISTORIA DE NICARAGUA

tentemente por la Junta provisional de Guatemala para cal-


mar los desórdenes, tomó posesión del mando de la Provincia,
hizo salir de ella al Jefe Político don Pedro Barriere; extin-
guió el Cuerpo de voluntarios, separó de sus destinos á los
empleados sospechosos, dió libertad á algunos patriotas pre-
sos y estableció una Junta Provincial de Gobierno.
En Honduras notábase la misma división de opiniones que
en Nicaragua, con respecto á la independencia. La ciudad de
Comayagua la proclamó, pero de conformidad con el plan -de
Iguala, mientras que Tegucigalpa, los Llanos y otros parti-
dos, declararon su separación absoluta de la Metrópoli y de
cualquiera otra nación, como lo habían hecho San Salvador y
Granada. El Gobernador Tinaco, partidario del Imperio, re-
unió tropas y se dispuso marchar sobre Tegucigalpa, después
de haberse apoderado de Omoa y Trujillo por el pronuncia-
miento que á favor de Comayagua efectuaron en aquellos puer-
tos el Capitán don Bernardo Caballero y el Presbítero don Pe-
dro Brito. Ambos puntos fueron recobrados por los republi-
canos, en virtud de una contra-revolución que hicieron las
guarniciones de las mismas plazas. Tinaco, al recibir noticia
de estos sucesos y de que fuerzas salvadoreñas y chiquimulte-
cas habían penetrado en territorio de Honduras para proteger
á Tegucigalpa, renunció el Gobierno de la Provincia y pasó á
la capital de México, comisionado por la Diputación Provin-
cial de Comayagua, á informar á Iturbide de los acontecimien-
tos que en Honduras ocurrían. El Licenciado don Juan Lindo
y el Canónigo don Nicolás Irías, sucesores de Tinaco en el Go-
bierno, mantuvieron la división entre Tegucigalpa y la anti-
gua capital de la Provincia.
Con objeto de restablecer la unión y tranquilidad en las
diversas secciones del Reino, acordó la Junta Consultiva de
Guatemala, enviar comisiones compuestas de personas apa-
rentes, á fin de que procurasen persuadir á los gobiernos de
las provincias de la necesidad que éstas tenían de mandar sus
Diputados al Congreso General, para cuya instalación se había
señalado recientemente el día lQ de febrero de 1822: creyó
también conveniente colocar comisionados en México, con el
fin de que observasen el aspecto que tomaban los sucesos po-
LIB. VIII.-CAP. Xlll.-PROYECTO, ETC. 537

líticos. Para esta última misión fueron designados el Pres-


bítero don José María Castilla, el Doctor don Pedro Molina
y don José Francisco Barrundia ; para la que debía enviarse á
Comayagua, don Juan de Dios Mayorga y Fray Luis García,
Provincial de la Merced; y para la que había de venir á Ni-
caragua, el Religioso Franciscano Fray José Antonio Taboada.
Estas comisiones no tuvieron efecto, porque la rapidez con
que se sucedían los acontecimientos políticos en Nueva Espa-
ña y las intrigas que ponían en juego los partidarios del Im-
perio en Guatemala, impidieron á los comisionados salir de esa
capital en tiempo oportuno.
En 28 de noviembre dió conocimiento el Capitán General
á la Junta Provisional Consultiva de un oficio que con fecha
19 de octubre le había dirigido don Agustín Iturbide, en el
cual, refiriéndose al artículo 2� del acta de 15 de septiembre,
le decía, que Guatemala no debía quedar independiente de
México, sino formar con aquel Virreinato un grande Imperio
bajo el plan de Iguala y tratado de Córdoba, porque hallándo-
se impotente para gobernarse por sí misma, podía ser objeto
de la ambición extranjera. Iturbide concluía su comunicación
manifestando al Jefe Político de Guatemala, que en esos días
marchaba hacia la frontera de ambos reinos un numeroso ejér-
cito de protección.
La Junta Consultiva acordó precipitadamente, que se im-
primiese el oficio de Iturbide, á fin de circularlo á todos los
ayuntamientos, y que éstos oyendo la opinión de los pueblos,
informasen si se hallaban dispuestos á someterse al Gobier-
no de México, A Iturbide se le contestó, que no creyéndose
la Junta con facultades para resolver por sí sola un negocio
de tanta entidad, como el que era objeto de su comunicación,
esperaba oír el voto general de las provincias para dictar la
decisión que ellas mismas estimaran convenir á sus intereses.
El 5 de enero de 1822, practicó la Junta Consultiva el es-
crutinio y la regulación de los votos expresados por los ayun-
tamientos del Reino en orden al proyecto de incorporación al
Imperio de México: él resultado fué el siguiente: veintitrés
cabildos opinaron porque solamente al Congreso General co-
538 HISTORIA -DE NICARAGUA

rrespondía decidir aquel punto: ciento cuatro votaron por la


anexión incondicional: once por la anexión mediante pactos ó
condiciones; y treinta y dos se sujetaban lo que el Gobierno
á

provisional de Guatemala resolviese.


La Junta acordó incorporar el Reino de Guatemala al Im-
perio de México, no obstante que aun se ignoraba la opinión
de más de sesenta ayuntamientos, y que en el seno mismo de
aquel Cuerpo se observaba gran divergencia de dictámenes en
cuanto á este trascendental asunto. La observancia del plan
de Iguala y de los tratados de Córdoba fué la única base de
la anexión.
Es indudable que Gaínza y sus amigos tenían desde mucho
tiempo atrás, la firme decisión de uncir Centro-América al
á

carro del futuro Emperador de México, y que sólo esperaban


ocasión oportuna para poner por obra ese intento. Así lo deja
comprender el hecho de que la sola llegada de don José Oña­
á

te, conductor de los pliegos de Iturbide, los imperialistas se


llenaron de aliento y comenzaron á
inferir vejámenes á sus
opositores. El 30 de noviembre de 1821 tuvieron un encuen-
tro en las inmediaciones del templo de San José, un grupo de
republicanos que salía del edificio de la Universidad con otro
acaudillado por el Alcalde don Mariano Larrave. Estos úl-
timos hicieron fuego sobre los primeros, de lo que resultaron
algunas desgracias.
De ese modo, una escena sangrienta fué la fatídica precur-
sora de la anexión de Centro-América al imperio mexicano,
hecho histórico de donde parten las horribles calamidades de
la guerra civil que ensangrentó la República y fué para Ni-
caragua origen de la borrascosa anarquía en que se vió en-
vuelta durante los primeros años de su vida independiente.

FIN DEL TOMO TERCERO


APENDIC'E

Creyendo conveniente aclarar algunas Informacionea con-


tenidas en el presente tomo, lo hacemos con las siguientes notas
aclaratorias:

Página 191, línea 8:

Al hacer S. M. Carlos III esta división territorial para el


Gobierno del Gobernador Intendente Don Juan de Ayssa, ya ha-
bía sido anexado el territorio de la Provincia de Cartago al
Obispado de Nicaragua, en virtud de Real Cédula de anexión
de 9 de Mayo de 1545, con lo cual el Obispado de Nicaragua ad-
quirió límites fijos y concretos en el Atlántico hasta la media-
nería de las aguas navegables del Río Grande, Román ó Aguán,
reafirmando esta jurisdicción con expresiones más claras y ter-
minantes por Real Cédula de 6 de Julio de 1565 que permane-
cieron en todo su vigor y fuerza durante todo el régimen colo-
nial hasta el año de 1850, en que fué creado el Obispado de Cos-
ta Rica. La Provincia de Nicaragua, como cesionaria de la ex-
tensión territorial de la de Cartago por Real Cédula expedida
por S. M. Don Felipe II el 1� de Diciembre de 1573, continuó,
junto con su Obispado, de acuerdo con la Ley de Conformidad
de Jurisdicciones, ejerciendo amplia jurisdicción en todo el te-
rritorio altántico comprendido desde las bocas del Desaguadero
hasta la medianería de las aguas navegables del Río Grande,
Román ó Aguán.

Página 229, línea 39:

Esta demarcación revela un desconocimiento del Goberna.


dor Ayssa sobre la jurisdicción de la Provincia de Nicaragua
510 Illf'TORIA DE NICARAGUA

establecida al tenor de las Reales Cédulas de 1545, lfí65 y lfJ73


consignadas e11 anotaciones anteriores, y se justifica su igno-
rancia, como él mismo lo explica al decir que «la nación rnos-
quitia y zambos está disgustada con el que llaman Quin o rey
Zambo», que era un instrumento de los ingleses, que en esa épo-
ca ejercían su dominio en la Costa Atlántica o Mosquitia en
virtud de sus continuas guerras con España. La Real Cédula,
expedida JJOr la Audiencia de Guatemala en nombre del Rey de
España, designando a Don Francisco Fernández de Azagra y
Vargas Gobernador de la Provincia de Nicaragua dice: <,y por-
que atendiendo a las cosas del bien público y defensa de los
puertos do la Provincia de Nicarsutuo del ll111r del Sur y Nor-
t e» ...... «en la dicha provincia y Gobernador della, su distrito
y jurisdicción, puertos del mar del sur y norte della» ...... con lo
que Re comprueba que ya la provincia de Nicaragua tenía ju-
risdicción sobre los puertos señalados, tanto en el Pacífico como
en el Atlántico de su territorio.

Página 51:i, línea se.


En este plan de división territorial de la provincia para ex-
peditar mejor la administracióu de justicia, formulado por <'I
Gobernador Intendente de Nicaragua, don Miguel Gonzálcz Sa-
ravia en 1818, no se incluye la. Costa Atlántica de Nicaragua
en especial, porque no alcanzaba hasta allí su jurisdicción ad·
ministrativa en virtud del protectorado que sobre la costa de
mosquitos ejercía el Imperio Británico, que terminó en 1893
con la reincorporación efectuada por el Gobierno del General
J. Santos Zelaya, quien depuso militarmente al llamado Rey
Mosco, acabando de una vez con el pretexto tras el cual ocul-
taba Inglaterra sus intenciones de dominio sobre nuestro terri-
torio atlántico.
APUNTES
SOBRE ALGUNOS

DE LOS ACONTECIMIENTOS POLITICOS

DE NICARAGUA

EN LOS

AÑOS DE 1811 A 1824


--:-:--

POR EL S. LIC. D. TOMAS A YON

­­:­:­

LEON.­1875

IMPRENTA DEL ISTMO.


E
""'
N la Gaceta del Gobierno se publicaron en el mes de
Junio de este año unos artículos encabezados así: Con-
sideraciones sobre el modo de ser político de Nicaragua. Su au-
tor pretendiendo demostrar el modo de ser político del Estado,
se reduce á relacionar muy superficialmente algunos de los tras-
tornos ocurridos en el país: omite esponer las causas y los fines
de las revoluciones de que habla, de donde pudiera deducirse la
moralidad ó inmoralidad de estas, y tomando hechos aislados, ha
sacado las consecuencias arbitrarias que creyera convenir á sus
miras. Acerca de mi Sr. padre el Coronel don Crisanto Sacasa,
se espresa así:

"A la derrota de Saravia sucedió la anarquía mas completa.


Don Crisanto Sacasa quiso derrocará Ordoñez que mandaba en
Granada. Reunió en tomo suyo á varios amigos. Formó en
Managua y Masaya un pequeño ejército y atacó á Ordoñez. Fué
rechazado. Reorganizó su ejército y marchó sobre Leon. Allí
tuvo la misma suerte que en Granada; pero antes de retirarse
incendió parte de la población. (26 de Agosto de 1824)."

"Como don Crisanto era granadino, los leoneses han tomado


de pretesto esa circunstancia, para hacer recaer sobre Granada
la responsabilidad de aquella mala accion, sin tener presente que
Granada fué tambien víctima de Sacasa."

"Desde entonces data, á nuestro juicio, la rivalidad entre


esos dos pueblos llamados á impulsar el progreso de la República,
pero por una fatalidad destinados á labrar las desgracias de la
Nacion."

Adelante se espresa así:

"Segun acabamos de ver en la relacion histórica que precede


Leon ha sido hostil á Granada desde la época colonial, queriendo
sofocar los sentimientos liberales de que allí se dió muestra un
544 HISTORIA DE NICARAGUA

siglo antes de la independencia y en 1824 y 44, siendo así que la


primera fué por Sacasa y la segunda por Malespin."

No puedo consentir que pasen desapercibidas las falsas é in-


juriosas especies consignadas en el periódico del Gobierno para
infamar la memoria de mi respetado padre, y concitar contra sus
hijos y demás descendientes el ódio de los nicaragüenses, y prin-
cipalmente el de Leon y el de Granada.

En todo Nicaragua no hay una sola persona que haya atri-


buido la rivalidad de esas dos ciudades á los acontecimientos de
1824. Semejante suposicion pertenece esclusivamente á la Ga-
ceta: suposicion echada en mala parte; pues por una contradiccion
manifiesta, á renglon seguido, afirma que Leon es hostil á Grana-
da desde un siglo antes de la independencia.

Todos saben aquí que los granadinos no vinieron aquel año


á atacar la ciudad como en 1844, sino á defenderla; y que el
ejército levantado por los pueblos del Viejo, Chinandega, Chichi-
galpa y el mismo Leon, asedió esta plaza para arrojar de ella á
los que en el mes de Agosto habían autorizado el asesinato y el
saqueo. No hubo, pues, entonces motivos de rivalidad contra
Granada.

La misma Gaceta dice que don Silvestre Selva se puso á la


cabeza del movimiento en 1844, uniéndose al invasor Malespin,
que con fuerzas de otro Estado vino saquear é incendiar á Leon
á

para derribar de la silla al jefe constitucional don Manuel Perez;


Y es muy estraño que mientras la Gaceta elojia al Señor Selva,
atribuyéndole patriotismo en esos hechos, califique de anarquista
á mi padre, porque, asociado de casi todos los hombres de bien y
propietarios de la Provincia, trató· de sofocar la anarquía, repri-
miendo á los que asesinaban y saqueaban en una época, en que
no habian ninguno poder constituido que diera garantías.

Todos saben tambien que las familias principales de Grana-


da. perseguidas por Ordoñez se refujiaron en Managua, donde
organizaron una Junta gubernativa, compuesta del Pro. don
APENDICE 545

Policarpo Irigoyen, Ledo. don Juan José Zavala y don Félix


Alfaro, habiendo sido nombrado jefe político don Pedro Chamo-
rro; y que esas autoridades levantaron un ejército, á cuya cabeza
colocaron á mi padre, para arrojar de la plaza de Granada á
Ordoñez, que babia permitido el saqueo de la ciudad y alzádose
contra las autoridades Iejitimas por medio de un asalto de cuar-
tel.

Todos saben que los de la plaza de Granada y los de la


plaza de Leon hicieron causa comun; y que la generalidad de los
pueblos de la Provincia se levantó contra ellos para impedir los
excesos que estaban cometiendo.

Todos saben que mi padre llegó á Leon con el ejército auxi-


liar de Managua el 11 de Setiembre de 1824 y que el 13 del
mismo mes fué establecido el campamento de San Juan por el
ejército federado de los pueblos, que mandaba don Juan José
Salas; y saben que no se retiró, sino que falleció de una herida
recibida en el pecho á principios del mes de Noviembre, y que el
canton fué leventado por don Juan Manuel Ubieta en Enero de
1825. Es, por consiguiente, una calumnia atroz la que ha infe-
rido la Gaceta á mi padre al asegurar que antes de retirarse in-
cendió parte de la población. Y para colmar su inexactitud se-
ñala como dia en que cometió ese supuesto atentando el 26 de
Agosto de 1824, época en que aun no se babia establecido el
asedio de la ciudad.

Todos saben, en fin, que el Jeneral en Jefe, en el canton, fué


el Coronel don Juan José Salas y que mi padre babia venido la á

cabeza de las fuerzas auxiliares de Managua, por disposición de


aquellas autoridades, á ponerse á las órdenes de Salas, como lo
hizo, habiendo sido subalterno mientras se halló en el sitio.

Atribuirle pues, los incendios de Leon por el laudable par-


ticipio que tomó para sofocar la anarquía que desolaba al país,
es atribuirlos tambien á los Señores don Juan José Zavala, don
Laureano Pineda, don Francisco Solórzano, don Fulgencio Ma-
yorga, don Mariano Montealegre, don Joaquin Cossio, don Ma-
546 HISTOnIA ·DE NICARACUA

riano Ramirez, don Francisco Salinas, los Señores Avendaños y


Me]endez, en fin, es atribuirlos á todos los sujetos mas· notables
de Nicaragua, y principalmente de esta ciudad, que estuvieron
en el campamento bajo las órdenes de Salas.

La Gaceta coloca á mi padre entre los anarquistas porque á


las órdenes de Salas combatió á los de esta plaza en 1824. Si
este fuese un motivo de inculpacion, mayor razon habría para
inferir igual cargo á los Señores don Silvestre Selva, don Fulgen-
cio Vega, don Ponciano Corral, don José Leon Sandoval, don
Francisco del Montenegro, don Seberino Lacayo, por haber coope-
rado en el sitio de esta misma plaza á las órdenes de Malespin en
1844, combatiendo al Gobierno constitucional, como dejo dicho.

No!; mi padre no merece semejante ultraje. Examínense


las causas que lo impulsaron á tomar participio en los sucesos de
1824, para que pueda calificarse la moralidad de su conducta.

En los "Apuntes" formados por el Señor Ledo. don Tomas


Ayon 'aparecen los hechos ocurridos en 1824 y sus causas, rela-
cionados con notables exactitud é imparcialidad. A ellos remito
á mis respetables lectores, para que vean si la Gaceta del Supre-
mo Gobierno ha sido justa al designar tan cruelmente la memoria
de mi padre.

Si solo hubieran de leer aquel periódico los nicaragüenses


existentes, yó habría guardado silencio, porque casi en todos los
pueblos hay personas juiciosas, que habiendo presenciado aque-
llos acontecimientos, pueden comprender que al desfigurarlos y
suponer lo que no hubo, se ha tenido el propósito de difamar á la
familia Sacasa; pero el periódico se lee en otras partes y aun pa-
sará á la posteridad. Por esta razon y en cumplimiento del de-
ber sagrado de vindicar el honor de la persona que ha sido para
mí mas respetada, en alta voz digo: que el periódico del gobierno
es en exceso injusto en sus apreciaciones con relacion á mi padre
don Crisanto Sacasa; que es enteramente contrario á la verdad
que él se haya retirado del sitio que los pueblos pusieron á esta
APENDICE 547

ciudad en 1824, y así mismo lo es que al retirarse haya incen-


diado parte de la poblacion.

Leon, Diciembre 28 de 187 4.

JUAN B. SACASA.
548 HISTORIA DE NICARAGUA

Leon, Diciembre 25 de 1874.

Señor Don Juan B. Sacasa.


Pte.

Muy estimado Señor y amigo mio:

Aunque existen algunas publicaciones en que se da noticia


de los acontecimientos políticos del año de 1824, al tratarse en
ellas de la guerra que entonces desoló á esta rica y hermosa ciu-
dad, se limitan á los puntos en que algun participio tuvieron de
léjos ó de cerca los coriféos de la política en Guatemala, donde
fueron redactadas ó impresas las referidas obras.

Queriendo pues, reunir en un escrito siquiera algunos de


los pormenores de aquella funesta guerra, he formado los "Apun-
tes" que le remito. Van desapareciendo ya las personas que por
haberla presenciado pueden dar informes ciertos; y seria de la-
mentarse que los hechos pasasen á la posteridad desfigurados.

Sabe U. que en nuestros archivos no hay documentos que


consultar: he tenido, por tanto, que recurrir á las publicaciones
de Guatemala en aquello en que están conformes con lo que nos
consta ser la realidad. Tambien me he valido de los informes
comunicados por sujetos de Rivas, Granada, Masaya, Chinan-
dega y esta ciudad que figuraron en uno ú otro partido, pero
solo he acojido los hechos en que dos ó mas están acordes. Los
"Apuntes," pues, son diminutos, pero contienen lo que puede
considerarse como cierto.

El Señor padre de U. Coronel don Crisanto Sacasa fué una


de las personas mas prominentes de aquel tiempo, y en 1824
sacrificó su vida, defendiendo la causa del órden. Por esta razon
deben ser de interés para U. los "Apuntes."-Sírvase aceptarlos
como una débil muestra del afecto que le profesa, su amigo Y
seguro servidor.

TOMAS AYON.
APUNTES
SOBRE ALGUNOS

DE LOS ACONTECIMIENTOS POLITICOS


DE NICARAGUA

EN LOS

AÑOS DE 1811 A 1824

--:-:-

n
ID N las Memorias de los Señores Arce y Montúlar, en el
Bosquejo del Señor Marure, en la Revista del Señor
Barrundia y en otros escritos publicados acerca de la historia
de Centro-América, y que ha tenido á la vista para escribir estos
"Apuntes," se encuentran relaciones mas ó menos circunstan-
ciadas de los hechos que prepararon nuestra independencia, y
550 HISTOr.IA DE NICARAGUA

de los que se efectuaron en los años posteriores. Mucho se dice


en esas obras, ora en favor, ora en contra de los protagonistas
de aquellos sangrientos dramas, en que se destruyeron estos
pueblos llamados por la naturaleza á una prosperidad no comun;
mucho sobre el furor con que los partidos políticos se disputaron
el poder en los primeros dias de nuestra libertad, y sobre las
violencias é intrigas que ponian en juego para conservarlo como
propiedad de un círculo: mucho sobre la rectitud de intenciones
con que procedían unos, y la malicia que caracterizaba las ac-
ciones de otros; sobre la ostentosas promesas de estos, ó sobre
las amargas decepciones de aquellos. Pero nadie se ha propuesto
examinar hasta ahora, la índole de nuestra estéril y prolongada
revolución, ni marcar sus tendencias políticas y sociales, ni se-
ñalar el motivo de la inquietud que constantemente ha reinado
desde el año de 1821 hasta nuestros días, ni juzgar la vida pa-
sada, comparándola con la vida actual, para hacer resaltar el
desarrollo de los elementos sociales y deducir los principios apli-
cables al estado presente.

Es indudable que sin el conocimiento de esos tópicos esen-


ciales de la política, no podrá lograrse la combinacion de los
intereses generales, haciendo que cada particular tenga el suyo
comprometido en el del público, para que todos concurran de
consuno á dar vigor á la autoridad y á proteger la libertad en
las diversas esferas del movimiento moral, hasta acostumbrar á
los pueblos á realizar el progreso por las vías que prescribe el
órden: ni podrá establecerse el equilibrio de los distintos elemen-
tos que entra en la composicion del Estado, para enfrenar el
espíritu decontentadizo y turbulento que tantas veces nos ha
-conmovido; ni fijarse la atencion del pueblo en un sistema de
principios que influya benignamente en el destino de las gene-
raciones.

Por no haberse meditado bastante acerca de aquellos objetos,


que son la base y fundamento de la filosofía de nuestra historia,
se ha extraviado con frecuencia la opinion, visto con indiferencia la
instruccion de la multitud, calumniado á los partidos y á las per-
APENDICE 551

sonas y se han relajado las costumbres cívicas en perjuicio del


sistema político adoptado.

Ese extravío, esa relajacion, esas calumnias han hecho ex-


tremadamente angustiosa la vida de estos pueblos; han ocasio-
nado los grandes trastornos que hemos presenciado y cuya repe-
ticion esperamos cada dia, manteniéndonos en constante alarma;
han impedido el ámplio desarrollo de la industria y del comercio,
fuentes abundantes de toda riqueza; y han sido causa de que
nuestras instituciones no sean lo que han debido ser, esto es,
verdaderas instituciones republicanas, en las cuales, en vez de
haberse organizado la fuerza, como se ha hecho, concentrando
casi ilimitadamente el poder, ya de un modo directo ya indirecto,
para mantenerlo en actitud de -resistencia, se hubiera organizado
el lejítimo ejercicio de las libertades públicas, dando sin temor á
su facultad activa toda la influencia que le corresponde en las
diferentes relaciones del órden social.

Con todo, debemos esperar del tiempo la mejora. Es indis-


putable que no obstante las continuas ajitaciones esperimentadas
durante medio siglo, y los desastres que ellas han ocasionado en
lo moral y material de los pueblos, el país se halla en condiciones
superiores á las de la época de su emancipacion. Marchamos
aunque lentamente, y llegaremos á un punto en que la situacion
misma de la sociedad dará un impulso mas enérjico todo gé-
á

nero de progresos y hará germinar las grandes ideas que de siglo


en siglo vienen elaborando el perfeccionamiento de la humanidad.
Es la naturaleza, injeniosa y grande obrera, quien nos garantiza
ese porvenir. Su marcha reparadora anuncia evidentemente el
gran secreto de establecer la armonía entre los hombres, hacién-
dola salir del seno mismo de sus discordias. Para secundarla
estudiemos nuestra historia con espíritu imparcial, formándonos
de cada cual el concepto que merezca, segun sus obras, y atribu-
yendo á las obras la moralidad de la intencion con que hayan
sido ejecutadas; intencion revelada por la posicion de los hom-
bres y la deshecha anarquía de aquellos pavorosos tiempos.
rrl{j os acontecimientos de 1811 prepararon los posteriores
y han estendido su influencia hasta nuestros dias, Los
empleados del gobierno colonial, tal vez involuntariamente y
animados por el sentimiento del deber, causaron nuestras des.
gracias, poniendo en el corazon de los nicaragüenses el gérmen
de las ciegas rivalidades que han aniquilado al país. Este aserto
no es una exajeracion del entendimiento. El odio como el afecto,
la virtud como el vicio, casi siempre se trasmiten de generacion
en generacion, y mezclándose en la vida de los pueblos hasta pa-
recer sentimientos injénitos, influyen poderosamente en la con-
dicion moral y material de las sociedades, preocupando a los filó-
sofos y á los gobiernos.

El 13 de .Diciembre de 1811 emperazon á sentirse en esta


Provincia los primeros movimientos de insurrección contra Es-
paña, desconociéndose en León la autoridad del Intendente, Bri-
gadier don José Salvador.-El 22 del mismo mes, el pueblo de
Granada se reunió en la casa consistorial, pidiendo la deposición
de todos los empleados españoles, y el 8 de Enero de 1812 se
apoderaron los insurrectos, por sorpresa, del fuerte de San Car-
los. Los empleados huyeron ála villa de Masaya. La villa de
Nicaragua (hoy ciudad de Rivas), y otras poblaciones secundaron
á continuacion al pronunciamiento.

Para darse esos pasos de tan grave trascendencia, servia de


estímulo la sublevación efectuada en San Salvador el 5 de No-
viembre de 1811 contra el Intendente don Antonio Gutierrez
Ulloa, por los Curas Doctor don Matias Delgado y don Nicolas
Aguilar y por don Juan Manuel Rodriguez y don Manuel José
Arce, primeros promotores de la Independencia del reino de
Guatemala.

Aquietados un tanto los ánimos, se organizó en Leon una


Junta gubernativa con los Señores Doctor don Francisco Quiño-
nes, don Domingo Galarza, don Cármen Salazar y don Basilio
APENDICE 553

Carrillo, reconociéndose como Presidente de ella y como gober-


nador Intendente de la Provincia al Ilustrísimo Señor Obispo
don Fr. Nicolas García Jerez: en todo obedecían los pueblos á
este prelado, ménos en las medidas que se dirijian á favorecer á
los empleados depuestos. Los granadinos determinaron enviar
dos Diputados á la Junta.

Las personas mas notables de Leon y de Granada, unidas


como hermanos, promovían é impulsabas el movimiesto en toda
la Provincia sin otra aspiracion que la muy noble de alcanzar la
independencia: el fuego sagrado del patriotismo animaba sus
leales y generosos corazones sin presentir-ellas, que las insensatas
rivalidades de almas degradadas, amargarian un día el dulcísimo
fruto de la libertad que á costa de sus vidas intereses se esfor-
é

zaban en legarnos.

No contentos los empleados residentes en Masaya con los


procedimientos de la revolución, pidieron auxilios al Capitan
Jeneral, y mas de mil hombres se reunieron en aquella villa á las
órdenes del Sarjento Mayor don Pedro Gutierrez. Los leoneses
habían quedado quietos gozando de la amnistía otorgada por el
Señor Garcia Jerez; pero Granada manifestó mas firmeza, sin
duda por hallarse léjns de las influencias del Obispo, y trató de
hacer su defensa: así, antes que las tropas de Gutierrez se mo-
vieran, los granadinos cubrieron con trincheras las avenidas de
la plaza y montaron doce cañones de grueso calibre.

El 21 de Agosto de 1812, don José Maria Palomar, oficial


de las fuerzas invasoras, se acercó á Granada con el objeto de
hacer un reconocimiento, y penetró hasta Jalteva. Allí comenzó,
á la madrugada, un vivo tiroteo que se prolongó por todo el dia.
El 22, los del Ayuntamiento de la ciudad entraron en pláticas de
arreglo con el Jefe de la expedicion y ajustándose un tratado, se
estipuló: que seria ocupada la plaza por una division de las
fuerzas reales, y que los granadinos entregarían todas las armas
y pertrechos de guerra que estuviesen en su poder; ofreciendo
Gutierrez á nombre del Rey y del Capitan Jeneral, y bajo su
palabra de honor, que no se tomaria providencia alguna ofensiva
554 HISTORIA DE NICARAGUA

contra los que habían defendido la plaza, de cualquiera clase que


fuesen. El 28 del mismo mes entraron las tropas reales á Gra-
nada sin ninguna resistencia.

Los granadinos, fieles á su palabra, depusieron las armas.


Pero el Capitan J eneral don José Bustamante y Guerra, se con-
sideró dispensado de la buena fe y desaprobó el tratado despues
de cumplido por aquellos en todo lo que les concernía. Un hecho
de semejante ó mas profunda inmoralidad lué cometido en 1865
por don Francisco Dueñas, gobernante de la República del Sal-
vador, fusilando al -Ieneral don Jerardo Barrios en contravención
á un tratado celebrado con el gobierno de Nicaragua en que se
garantizaba la vida del ilustre salvadoreño. Los tiranos son
crueles porque tiemblan al considerar la posibilidad de las reac-
ciones.

El Señor Garcia Jerez, Gobernador de la Provincia, secun-


dando las miras del Capitan J eneral, comisionó á don Alejandro
Carrascosa para que en concepto de Juez fiscal formase causa
á los conspiradores granadinos. Dos años dilató la instruccion
del proceso, al cabo de los cuales se pronunció militarmente el
fallo, resultando de la conclusion fiscal: que debían ser confis-
cados los bienes de los culpables, y pasados por las armas, como
cabezas de rebelion don Miguel Lacayo, don Telésforo y don
Juan Argüello, don Manuel Antonio de la Cerda, don Joaquín
Chamorro, don Juan Cerda, don Francisco Cordero, don José Do-
lores Espinoza, don Leon Molina, don Cleto Bendaña, don Vicen-
te Castillo, Gregorio Robledo, Gregorio Bracamonte, Juan Dá-
maso Robledo, Francisco Gomez, y Manuel Parrilla.-Fueron
condenados á presidio perpetuo nueve individuos, siendo entre
ellos los mas notables don Juan Espinoza, don Diego Montiel,
Adelantado de Costa-Rica y don Pio Argüello; y ciento treinta y
tres tambien á presidio por tiempo determinado.

Por esa condena pasaron con el carácter de presidarios á los


puertos de Omoa y Trujillo el Licenciado don José Manuel de la
Cerda, don Pedro Guerrero, don Silvestre Selva y otros mas.
APENDICE 555

Los condenados al último suplicio fueron conducidos á Gua-


temala y de allí á los puertos de ultramar, en los dominios de
España. La mayor parte de ellos murieron en el destierro, y
algunos fueron puestos en libertad por real órden de 25 de Junio
de 1817.

Con frecuencia se dice por escritores nicaragüenses, que na-


da nos costó la independencia: tan injusta apreciacion revela un
fondo de ingratitud que desalienta. La historia de nuestra eman-
cipacion no presenta, en verdad, cuadros sorprendentes de gran-
des y sangrientas batallas; pero sí larga lista de ilustres víctimas,
cuya memoria debemos venerar. El sacrificio se mide por la
capacidad del que lo hace; y fueron grandes los que nuestros
antecesores hicieron para darnos libertad, pues ofrecieron en áras
de la patria cuanto tenian: vida é intereses.

La consecuencia mas grave que produjeron aquellos rigoro-


sos procedimientos fué la profunda division entre granadinos y
leoneses. Los primeros atribuyeron complicidad á los últimos,
suponiéndolos seducidos por los prestijios del Obispo.

Desfigura la historia quien atribuya esa funesta animad-


version de dos pueblos, que para su recíproca felicidad debieran
siempre estar unidos, á otras personas y á otras causas. Don
Manuel Montúfar, sujeto bien informado, en las "Memorias" que
para la historia de Centro-América publicó anónimas en 1832,
tratando de aquellos acontecimientos, dice: que "desde entonces
data la rivalidad de Leon y Granada, y la de Managua y Masaya
contra la última ciudad; y que esa rivalidad es el origen de la
sangrienta guerra civil que ha destruido la hermosa y rica pro-
vincia de Nicaragua".

Es natural en el hombre la propension á creer lo que desea,


y pensar que los demas creerán aquello de que él está poseido.
Quoe volumus, et credimus libenter, ipse reliquos sen tire speramus,
decía César. Muchas veces se ha lisonjeado el patriotismo de
algunos buenos nicaragüenses en creer que ya desapareció aquella
rivalidad, porque han juzgado el corazon de los otros por el pro-
556 HISTORIA DE NICARAGUA

pio; pero otras tantas ha venido á disipar su ilusion un triste


desengaño. El mas lijero soplo de las pasiones levanta la ceniza
y hace aparecer el fuego. Y seguiremos en esa desesperante si-
tuacion mientras no busquemos el remedio en las instituciones,
ensanchando el poder municipal, y dando tambien á los Depar-
tamentos de la República la autonomía necesaria para que cada
uno, con independencia de los otros y del gobierno jeneral, pueda
impulsar sus mejoras materiales y morales, nombrar sus emplea.
dos y arreglar su réjimen interior. De este modo se disminuirán
los incentivos del poder, y habrá poco ó ningun interes en que el
gobernante supremo sea de este ó de aquel departamento: los
elejidos para cualquier empleo tendran una responsabilidad mas
efectiva, dando cuenta de su conducta inmediatamente sus co-á

mitentes; y en caso de mal manejo no tendrán éstos quien


á

inculpar y así despertará el patriotismo para las buenas eleccio-


nes: los pueblos, trabajando en familia para su propio y exclusivo
provecho, serán compelidos, por la virtud misma de las institu-
ciones, á atenderá la prosperidad de todos como la de cada uno:
á

el gobierno jeneral dejará de ser el blanco de justas ó injustas


inculpaciones: cada departamento obtendrá el bien ó el mal que
él mismo se labre, y todos aprenderán á ser laboriosos y econó-
micos en la escuela de su propia esperiencia. De ese modo, en
fin, el localismo se convertirá en virtud, y las rivalidades en salu-
dables enerjias; y en vez de que un departamento sea responsable
á otro, todos lo serán la comunidad; y en vez de que un depar-
á

tamento se haga odioso por su preponderancia política sobre el


otro, todos serán iguales y se verán sin prevenciones ni recelos,
conservando el gobierno jeneral el poder y medios necesarios para
mantener la armonía y formar así la personalidad colectiva de la
nación como la de un pueblo constituido de familias indepen-
dientes, unidas por el pró comun y bajo la salvaguardia de sus
autoridades.

Una forma parecida á lo que se deja espuesto era la del


célebre sistema municipal de los romanos, y lo es hoy el modo de
ser de la confederacion Suiza, el de la federación de Norte-
América y el de los Estados Unidos de Colombia.
APENDICE 557

Nosotros hemos tomado un camino opuesto. Olvidando que


el gobierno republicano recibe su fuerza propia de la opinion pú-
blica y que esta no puede formarse, sino dándose á los pueblos
el participio que les es debido en la administracion, hemos que-
rido robustecerlo, centralizándolo aun mas que en una monar-
quía, sin tener los contrapesos del poder real para evitar las
arbitrariedades, ni los del pueblos para evitar las sublevaciones.
Por eso hemos tenido pueblos inquietos y gobiernos invasores; y
por eso la tranquilidad ha dependido ó del cansancio de los par-
tidos despues de prolongada lucha, ó de la bondad personal del
gobernante.
AREClASE de recursos para llevar adelante contra
España la guerra de independencia iniciada en 1811
por Guatemala, el Salvador, Nicaragua y Honduras; y en 1821
todos los pueblos estaban pacíficamente sometidos al gobierno
de la metrópoli.

En ese est'ado de cosas llegó á Guatemala el grito de liber-


tad dado en Iguala. Los patriotas celebraron juntas para deli-
berar acerca de lo que debiera hacerse en tan favorables circuns-
tancias; pero no estaban unánimemente conformes con el sistema
de gobierno que don Agustín Iturbide habia proclamado en Mé-
jico.

En 13 de Setiembre se recibieron las actas celebradas en


ciudad Real de Chiapas, adhiriendo al Plan de Iguala, y al mis-
mo tiempo se tuvo conocimiento de los progresos que hacia en
Méjico el ejército trigarante. Don Mariano Aycinena, Síndico
del Ayuntamiento, pidió entonces una sesion extraordinaria para
que en ella se proclamáse la independencia del reino de Guate-
mala. El Inspector Jeneral don Gavino Gainza, que ejercía las
funciones de Capitan Jeneral por delegacion del propietario don
Carlos de Urrutia, aunque al principio se oponía, al fin consintió
en que se diera aquel paso; y reunidos el 15 de Setiembre la
Diputacion provincial y el Ayuntamiento, proclamaron la inde-
pendencia absoluta de España, de Méjico y de toda otra nacion,
quedando el gobierno en manos de Gainza.

El Gobernador Intendente de Nicaragua don Miguel Gon-


zalez Saravia, que rejia la Provincia desde 1818, se hallaba en
completa rivalidad con Gainza, y creyó que era ocasion de sus-
traerse de su autoridad. Caminaba de acuerdo con el Señor
Obispo y con el Coronel de milicias don Joaquín Arechavala: los
tres eran españoles; y unidos influyeron en que el Ayuntamiento
y Diputacion provincial se declararan separados de Guatemala,
espresando: que permanecian independientes del gobierno español,
APENDICE 559

hasta tanto se aclararan los nublados del dia y pudieran obrar con
arreglo á lo que exiiieran sus empeños reliiiosos y verdaderos in-
tereses.

Posteriormente acordaron adherirse al Plan de Iguala, po-


niéndose en oposición abierta á la proclamacion de absoluta li-
bertad, hecha el 15 de Setiembre por las autoridades del reino.
Este paso inauguró la guerra civil, dividiendo la Provincia en dos
partidos políticos, uno imperialista y otro republicano.

En 1822 ejercia el Coronel don Crisanto Sacasa las funcio-


nes de Comandante de Granada y encabezaba el partido repupli-
cano. "Los Granadinos, dice en sus "Memorias" don Manuel
Montúfar, á pesar de la union de Guatemala á Méjico, continua-
ron desconociendo el gobierno de la Provincia y entendiéndose
en todo con Gainza, y esto dió lugar á contestaciones y compe-
tencias nuevas entre Gainza y Saravia. Se previno por último á
Granada que reconociese el gobierno de la Provincia, pero no por
eso cesaron las escisiones sostenidas por Sacasa y despues por
Cleto Ordoñez". El Señor Marure tambien se espresa así: "En-
tre los disidentes llevaba la voz el Coronel don Crisanto Sacasa;
pero muy pronto la tomó su protejido el artillero retirado Cleto
Ordoñez."

He insistido en esos conceptos por que es importante, para


conocer el carácter de la guerra del año de 1824, saber que don
Cleto Ordoñez, aunque patriota, por una exaltacion inconside-
rada dividió el partido republicano.

Lo que con mal éxito babia intentado hacer en Méjico don


J. M. Lobato y despues en Guatemala el Capitán de granaderos
del Fijo don Rafael Ariza y Torrez, eso mismo hizo Ordoñez en
Nicaragua. Quiso ser el primero porque se juzgaba mas liberal
que Sacasa, y abusando de la confianza que este habia deposi-
tado en él, á fines de 1822 tomó el cuartel por sorpresa y se hizo
proclamar Comandante de la guamicion.
560 HISTORIA DE NICARAGUA

La historia acusa á Ordofiez de haberse asociado á las heces


del populacho, á quienes permitió el saqueo de la ciudad de Gra-
nada, y le inculpa tambien por el apresamiento de la Barca Si-
nacam, en que se procedió sin las formalidades de Ordenanza y
sin consideracion á que aquel buque era perteneciente á una
casa inglesa de Gibraltar, que navegaba bajo un pabellon neu-
tral, conduciendo efectos de propiedad guatemalteca.

Para el Coronel Ordoñez, lo mismo que para varios de los


caudillos de nuestras posteriores revoluciones, fué el acierto un
misterio incomprensible; porque proponiéndose un fin, aunque
fuera laudable, no han escuchado la voz de la conciencia huma-
na al adoptar los medios. Ellos han olvidado, en el calor de sus
opiniones, que el hombre, que el ser esencialmente racional, no
puede ser feliz sino por las saludables inspiraciones de la razon;
y han querido que lo fuera por la fuerza: ellos han olvidado que
la razon no produce sus frutos, sino en la paz; y han querido que
los produzca en la eiervecencia de las pasiones.

Separado de la escena el Coronel Sacasa, se retiró, asociado


de su Capellan el Presbítero don Francisco 0-Horan, á su hacien-
da Tolistagua, que dista de Granada cuatro leguas y cuarto.

Saravia emprendió su expedición para someter á Granada,


y atacó la ciudad el 13 de Febrero de 1823. Ordoñez la defendió
con valor é hizo tan buen uso de la artilleria que rechazó á los
invasores y los obligó replegarse Masaya.
á
á

Mientras todo eso ocurria en Nicaragua, las otras provincias


tambien se conmovian. Aun no babia acabado de someter Fili-
sola los pueblos del Salvador y de hacerles jurar el imperio, cuan·
do recibió las escitaciones de los Jenerales mejicanos Echavarri
y Bravo para que se adhiriese al Plan de Casa-Mata contra Itur-
bide; esto le hizo regresar precipitadamente á Guatemala.

Filisola estuvo vacilando, pero los acontecimientos de Méjico


se precipitaban de dia en dia. En la noche del 29 de Marzo se
decidió convocar extraordinariamente la Diputacion provincial.
á
APENDICE 561

Se presentó ante ella y participándole la reinstalacion del Con-


greso jeneral y el acta de Puebla, de 9 del mismo mes, dijo: estoy
viendo con toda claridad la horrorosa anarquía en que se haya
Méjico, y para salvar de ella á Guatemala no encuentro otro ar-
bitrio que el que se contiene en el decreto que tengo el honor de
presentar. Ese decreto era el de convocatoria para la reunion de
un Congreso en Guatemala conforme al plan de 15 de Setiembre
de 1821.

En Masaya se hallaba Saravia, preparándose para un se-


gundo ataque á Granada: con ese objeto babia pedido auxilios á
Filisola, y en tal situacion recibió el decreto de convocatoria.
Esta noticia le produjo un completo trastorno. Se le disolvió el
ejército quedando solo un pequeño resto. Fué llamado á Gua-
temala; y libre Granada de nuevas agresiones, creó una Junta
gubernativa.

Llegadas las cosas á ese estado, terminó en Nicaragua la


guerra de la independencia. Ni el Señor Obispo podia pensar ya
en la reconquista por parte de España. Toda la América se ha-
llaba libre, y los triunfos de Méjico y Colombia demostraban los
inmensos, ó mas bien imposibles sacrificios que tendria que hacer
España para recobrar los reinos perdidos. Por otra parte, la caí-
da de Iturbide, y la proclamacion de la República en Méjico
debian quitar toda esperanza en un nuevo imperio; y aunque en
Guatemala se levantaba una cuestion de principios, la del siste-
ma que conviniera adoptar, si centralista ó federalista, no era
Nicaragua el teatro en que debia resolverse ese problema, incom-
prensible entonces para la multitud, y del que muy pocos habla-
ban. En la ulterior contienda de los partidos políticos de esta
Provincia, pues, no se encuentran mas que pasiones; las califtca.
ciones de realistas, imperialistas ó serviles solo servían para au-
torizar la persecucion y el despojo de las personas que habian
tenido una regular posicion bajo el antiguo régimen.

Así que se disilvió el ejercito de Saravia, fué enviada una


escolta á Tolistagua á capturar al Señor Sacasa. Existen perso-
nas que oyeron el consejo dado á Ordoñez por un sujeto de Gra-
562 HISTORIA DE NICARAGUA

nada, de que hundiese á Sacasa en las aguas del lago; y para


impulsarle á semejante atentado, pretendia hacerle creer que pe-
ligraria su vida si no quitaba la de Sasaca. Alguna relacion debe
haber tenido ese consejero con los que ejecutaron despues el sa,
crificio de los de la Pelona. Ordoñez no era sanguinario; y con
indignacion le contestó: "que estaba cansado de oír sus concita-
ciones al crimen, y que prefería morir antes que cometer cobar-
demente un asesinato."

Reducido á prision el Coronel Sacasa fué remitido con gri-


llos al Fuerte de San Carlos, donde se hallaba de Comandante
el Teniente Coronel don Raymundo Tifer. Era Capellan del
Fuerte el Señor Presbítero don Miguel Gutierrez, quien movido
por su antigua amistad con el preso, trató de preparar su evasion.
Descubierto el plan fué llevado Sacasa á la fortaleza: iban á fu-
silarlo, y llamado el Capellan para que ejerciera su ministerio, el
respetable Sacerdote logró disuadir al Comandante de semejante
propósito, y aun siguió dando pasos mas seguros para la fuga, que
por fin se efectuó con el auxilio de don Juan Dias @ Pelon y de
otro individuo, denominado Nicolas Perez. El fugitivo se dirigió
á la costa del Palmar, departamento de Rivas; y de allí pasó á
Managua, donde estaba asilada su familia y la de los Señores don
Pedro Chamorro, don Adrían Zavala, don Gregorio Bolaños, don
Manuel Coronel, don José Soliz, la del Presbítero don Camilo
Solórzano y otras mas; personas todas que habian trabajado por
la independencia absoluta.-Sacasa fué recibido con demostracio-
nes públicas de júbilo.

En situaciones ordinarias solo el sentimiento interior dirije


nuestro juicio: en las conmociones políticas el sentimiento inte-
rior es frecuentemente modificado por la opinion; pero en los
cataclismos sociales el hombre se mueve irresistiblemente por el
deseo natural de la conservacion. Las familias asiladas en Ma-
nagua veian la tormenta sobre sus cabezas y sus propiedades, y
como era de esperarse, pensaron seriamente en resistir á los mis-
mos con quienes habian formado en las filas de los defensores de
la libertad. Para dar unidad á sus operaciones organizaron una
Junta jeneral gubernativa: la presidia el Presbítero don Pollear-
APENDICE 563

po lrigoyen: era vocal el Licenciado don Juan José Zavala; y


secretario don Félix Alfaro. Desde ese momento se vieron uní-
dos los antiguos realistas é imperialistas, como lo babia sido el
Presbítero lrigoyen, con los republicanos moderados, para de-
fenderse de lo que hoy llamarian la Commune. Fué nombrado
Comandante Jeneral el Coronel Sacasa y Jefe Político don Pedro
Chamorro.-La Junta recaudaba y administraba los fondos.
EN Leon reinaba la misma inquietud que en Granada.
El 4 de Junio de 1822 hubo un movimiento revolucionario
contra el Gobernador Saravia, que este sofocó atacando pronta-
mente á los sublevados, y el 27 de Agosto hicieron una nueva
tentativa que fué del propio modo reprimida. En Noviembre
inmediato reunió el Gobernador su ejército para ir sobre Grana-
da. Ya se ha dicho que de éste solo babia quedado una parte por
consecuencia de los sucesos de Méjico, Guatemala y el Salvador
contra Iturbide. Cuando Saravia se hallaba en Masaya reorga-
nizando su fuerza para un segundo asalto á la plaza de Granada,
hubo en Leon otro pronunciamiento promovido por los jóvenes
estudiantes don Laureano Pineda, don Pedro E. Aleman, don
Sebastian Escobar, don Sebastian Espinoza, don Francisco Qui-
ñonez, nicaragüenses distinguidos que mas tarde prestaron á la
patria servicios importantes en los mas altos empleos del Estado.
Es de suponerse que ellos fueron animados por el conocimiento
del Plan de Casa-Mata y por la consideracion del mal estado en
que Saravia debia encontrarse por el fatal éxito de su empresa.

Los pronunciados enviaron en comision cerca del Goberna-


dor al Presbítero don Dionisio Crespín y á don Pedro Gonzales,
para hacerle saber el desconocimiento que habian hecho de su
autoridad y prevenirle que inmediatamente depusiera el mando
de las armas: así lo hizo, sin duda por no contar ya con el apoyo
de Leon para hacer frente á toda la Provincia sublevada, y puso
á la cabeza del pequeño ejército al Mayor don Ignacio Sediles.
La Junta gubernativa reasumió el mando político de la Provincia
con aprobacion del Poder Ejecutivo nacional recien instalado, y
fué nombrado Comandante el Teniente Coronel don Basilio Ca-
rrillo.

El 13 de Enero de 1824 el pueblo leonés pidió la deposicion


de Carrillo, alegando que sus opiniones no habían sido bastante
liberales en la época del imperio: la Junta nombró para que le
sucediese al Jefe Político don Cármen Salazar. Pero el 18 del
APENDICE 565

mismo mes llegó a Leon el Intendente don Justo Milla, comisio-


nado por el Ejecutivo nacional para pacificar la Provincia. Este
empleado recorrió los principales pueblos, y celebró un convenio
con la Junta de Granada, por el cual se obligaban los granadinos
á reconocer un gobierno central que residiria en Managua: cuan-
do regresaba satisfecho del resultado de sus trabajos, se le tenia
preparada la caida. El 4 de Mayo, las tropas de Leon unidas al
populacho, pidieron tumultuariamente el despojo del Intendente
y del Comandante de armas: ambos quedaron depuestos, y ocu-
paron sus destinos el Alcalde I 9 Pablo Melendez y el Teniente
Coronel don Domingo Galarza.

La actitud hostil de los leoneses, la ocupacion violenta de


Matagalpa efectuada por las tropas granadinas, y los preparati-
vos que hacian las Juntas de Leon y de Granada para someterá
los pueblos desafectos, alarmaron á Managua, Nicaragua y el
Viejo. Las pasiones se exaltaban por todos lados; é imposible
habria sido contener el desborde, sino con elementos extraf'íos,
que no existian.

El 29 de Junio, felicitaban los felipeños á su Cura el Pres-


bítero don Pedro Zapata, con las carreras á caballo que son de
costumbre en ese dia. Las autoridades militares de la ciudad,
que recelaban del barrio por serles jeneralmente desafecto, en-
viaron algunas escoltas para dispersar los grupos á balazos: así
lo hicieron, y hubo un muerto y varios heridos. Este hecho exa-
cerbó mas los ánimos en el pueblo.

El 22 de Julio fué depuesto Melendez y ocupó su lugar


Ignacio Dias, á quien acompañaban los Señores Roman Ballada-
res, José de Jesus Osejo, Ramon Pacheco (el sordo) y otros va-
rios; y en 27 del mismo mes, una division de mas de mil leoneses,
unida á otra de seiscientos granadinos, que por Río-grande babia
enviado Ordoñez al mando de don Francisco Argüello y don
Roque Souza, marcharon á atacará Managua; pero hicieron alto
en Nagarote, donde estacionaron algun tiempo.
566 HISTORIA DE NICARAGUA

El Coronel Sacasa salió de Managua con su fuerza á atacar


los que se hallaban en Nagarote: despues de una escaramusa á
las orillas del pueblo, hizo una retirada falsa, y los granadinos y
leoneses cargaron sobre él persiguiéndolo hasta el Río de San
Ramon. Celebraba su triunfo el ejército aliado; pero Sacasa vol-
vió repentinamente y con poco esfuerzo lo dispersó, trayéndolo en
desórden hasta Pueblo-Nuevo, en donde hicieron alto los derrota.
dos: allí permanecieron por algunos dias reorganizándose.

Circulaba en Pueblo-Nuevo el rumor de que los barrios de


Leon intentaban asaltar los cuarteles de la ciudad, y esta noticia,
acompañada de circunstancias que la hacían verosímil, obligó á
los Jefes del ejército á disponer su contramarcha hácia ella. En
la madrugada del 6 de Agosto levantaron el campo. Osejo se
adelantó con un piquete de cuarenta dragones, llegó a Leon á las
siete de la mañana, sacó de los cuarteles una numerosa escolta de
infantería, y uniéndola á la partida que trajo, marchó á practicar
un reconocimiento al barrio de San Felipe hasta la calle deno-
minada la Palmita. Reunidos con anticipacion los felipeños se
lanzaron sobre él, haciéndole varios muertos, hasta encerrarlo en
el cuartel de artilleria, donde lo sitiaron. En la plaza principal
habia otro cuartel al mando del oficial Pedro Osejo: pero este, en
vez de auxiliar á los sitiados, fraternizó con los sitiadores. Como
á las once de la mañana entró el ejército, y los del pueblo se reti-
raron. Ese dia, 6 de Agosto, es memorable para los leoneses. Mas
de dos mil hombres, número de que constaba el ejército se dis-
persaron con arma en mano autorizados por sus jefes, y llevando
el terror por todas partes, saquearon la ciudad, y destruyeron
cuanto no pudieron llevarse. Este fué el triste anuncio de las
desgracias reservadas por los anarquistas para la opulenta Leon.
11 RROJADO de Nagarote el ejército aliado pensó Sacasa
en dar una sorpresa á Ordoñez y partió á Granada lle-
vando poca fuerza armada de fusiles. Aunque logró forzar va-
rios atrincheramientos y colocarse calle de por medio con los si-
tiados se vió obligado á levantar el asedio por falta de pólvora.
Al salir de Managua habia dejado listas las carretas que debían
llevarle parque; pero circunstancias accidentales impidieron que
llegara á tiempo el Oficial Piza, mejicano, que las conducia con
la custodia necesaria. Muchas horas estuvo la fuerza de Sacasa
con solo el cartucho del fusil, y para que no se notara tan dificil
situacion, dicho jefe colocó á su hijo el Teniente don Francisco
Sacasa en la puerta de un cuarto que servia de almacen, con
órden de no dejar entrar á nadie. En esas circunstancias llegó
al Coronel la noticia de que el ejército leonés, en número de mas
de dos mil hombres amenazaba á Managua, y levantó el sitio
despues de veinte dias de continuos encuentros, regresando pre-
cipitadamente.

Vivia en Managua el español Don Juan Blanco militar espe-


rimentado. La Junta recurrió á él para encargarle la defensa.
El Señor Blanco se informó de que no había armamento, y por
consejo suyo se reunieron como treinta escopetas que agregó á
los pocos fusiles que se hallaban en mano. Nombró tres oficiales
de su confianza, y dividió el ejército en otras tantas guerrillas
que puso á las órdenes de aquellos jefes.-Una colocó en la trin-
chera del camino de Mateare, otras en la playa, y la tercera en
el punto denominado "las Piedritas," acompañándolas de mucho
pueblo con arma blanca.

El ejército aliado al mando de Tifer atacó á Managua el 24


de Agosto, esto es, el mismo dia en que el Coronel Sacasa levan-
taba el sitio de Granada; y con pocas horas de heróica resistencia,
fué aquel derrotado completamente, dejando en poder de los
vencedores la artillería y siete carretadas de parque. Esta es la
célebre acción denominada de San Bartolo, en que el ejército de
568 HISTORIA DE NICARAGUA

Managua luchó desesperadamente casi con solo armas blancas y


con un éxito que no era de esperarse. Había en el pueblo mucha
. decision y fué dirijido con bastante habilidad.
t OS sucesos atentatorios del 6 de Agosto colocaron á la
mayor parte de las familias de los barrios y el centro de la ciudad
de Leon, en la necesidad de emigrar, tomando la direccion del
Viejo y Clúnandega, pueblos amigos, que ofrecían bastantes ga-
rantias.

En Leon, como en Granada, puso las armas en manos de los


perseguidos el impulso natural de la defensa contra la feroz anar-
quia que se desbordaba, amenazando á la sociedad en general. El
Realejo, el Viejo, Chinandega, Chichigalpa, Telica, San Felipe,
San Juan, el Coyolar, se levantaron en masa y trataron de orga-
nizarse para emprender la lucha, tomando la ofensiva contra la
plaza de Leon. En 9 de Agosto se nombró en el Viejo una Junta
gubernativa de la cual era Presidente don Juan B. Salazar, voca-
les el Dr. don Matias Quiñones y don Bernardo Plazaola y Secre-
tario don Tiburcio Emes. Esta Junta, como la de Managua, re-
caudaba y administraba los fondos. He visto órdenes suyas ori-
ginales, para que se entregaran varias sumas por contribución al
Ledo. don Laureano Pineda y á don Fulgencio Mayorga, encar-
gados de recibirlas. Puso á la cabeza del ejército, accidentalmen-
te, al oficial don Joaquin Cossio, á don Manuel Meza, natural de
Chile, y al Sargento don Pedro Oviedo, de Chinandega.

En el mes de Julio de aquel año había llegado al Puerto del


Realejo un buque denominado "Ambos mundos" de propiedad
de don Domingo Matey, italiano de oríjen, con sombreros y cacao
de Guayaquil. En él vino el Coronel don Juan José Salas, na-
tural del Perú, huyendo del Libertador Bolivar que lo perseguia.
Permanecía en Chinandega, y se le consideraba como militar muy
experto. La Junta del Viejo lo proclamó General en Jefe, y ha-
biendo él aceptado, arregló el ejército, con pocos fusiles, unas
piezas de artillería bien equipadas, que estaban en el Realejo y
una gran caballería. Los de Leon no se atrevieron á salir para
impedir el reclutamiento y aprestos de los pueblos vecinos; y
570 HISTORIA DE NICARAGUA

Salas pudo ocupar libremente los pueblos de Chichigalpa y Po-


soltega.

Se hallaban ya casi frente á frente los dos ejércitos belije-


rantes: en tan crítica situacion, salió de la plaza el Sr. Obispo
García, con instrucciones de los jefes, para proponer medios de
arreglos á la Junta del Viejo; pero no volvió. Es de suponerse
que nada pudo hacer en bien de la paz, y que, con justicia, con·
sideró peligrosa su permanencia en la plaza que iba á ser sitiada.

Informado el Coronel Sacasa por la Junta del Viejo del


estado en que se hallaba el ejército de Salas, y de acuerdo con la
Junta de Managua, levantó el campo el 10 de Setiembre, y se
dirijió á Leon, pernoctando en Nagarote. Don Reman Balla-
dares salió de la plaza con una fuerza respetable para impedir la
union de aquellos dos ejércitos. El 11, á las once del dia, se
encontró con Sacasa en las inmediaciones de la huerta de don
Domingo Delgado: la accion fué muy reñida, y despues de algu-
nas horas de vivo tiroteo huyó derrotado el ejército de Balladares.

Una hora despues de ese brillante triunfo, fué el Coronel


Sacasa recibido con grandes aplausos en el campamento de Del-
gado, donde se hallaba Salas. Este le daba el mando en jefe del
ejército; pero Sacasa lo rehusó, quedando de segundo Jefe.

El 13 de Setiembre de 1824, los ejércitos unidos de Managua


y el Viejo, mandados por Salas, atacaron la plaza de Leon, se
posesionaron de todos los arrabales y establecieron su campamen-
to en la de San Juan. Los sitiados quedaron reducidos al recinto
de las manzanas contiguas á aquella plaza. Hubo ese mismo dia
un reñido combate en el Guapinol, en que triunfó Sacasa. Se
creyó entonces, que este jefe habria tomado la plaza en acto
continuo, sino lo hubiera impedido Salas, á quien desde ese mo-
mento se atribuyeron miras personales en la guerra. Ese dia fué
incendiada la manzana siguiente á la del edificio que hoy se llama
mercado viejo.
APENDICE 571

En la confusion de los hechos con que las pasiones iban la-


brando la ruina de la patria, se deja ver el espíritu que animaba
á la revolucion. Nada de principios, nada de ideas que sirviera
de estímulo á la lucha fratricida en que se destruian la vida, los
intereses y las costumbres de estos desgraciados pueblos: no apa-
rece en la contienda otro móvil que el del ódio enjendrado por los
excesos que tanto en Granada, como en Leon cometían los que se
denominaban liberales, y las resistencias que, sin respetar medios,
oponian los que eran llamados serviles, hasta llegar al sorpren-
dente estremo de no faltar, segun se ha dicho, quien incendiara
su propia casa para que no la ocupara el enemigo. Esa exalta-
cion feroz es efecto comun é inevitable de las guerras civiles en
que siempre se desciende á odiosas personalidades; en que no se
trata de mejorar la condicion de la sociedad, sino de remover
obstáculos para la ejecucion de particulares miras, y en que á
de aspirar al esterminio de los enemigos, se provocan y ejecutan
demasías con que se escandaliza al mundo.

Ese triste estado de cosas no ha sido peculiar de Nicaragua:


él ha reinado fatalmente casi en toda la América antes española,
y dado ocasion á que la Europa monárquica, disimulando sus
propios escándalos, juzgue severamente nuestra vida política por
la época inferior de su desarrollo; aparente desconocer la aptitud
de nuestra raza para gobernarse por instituciones libres, y pre-
tenda someternos á su tutela, ejercida por protectorados depre-
sivos á nuestra dignidad ó por emperadores impuestos por sus
bayonetas.

Y ese triste estado de cosas ha sido también causa de �ue


entre nosotros mismos se piense que debemos ser rejidos por un
poder fuerte, y que es peligroso el legal ejercicio de nuestras
libertades. Si es extraviado el juicio de los monarquistas euro-
peos, lo es aun mas el de los políticos americanos que así piensan.
1K\il
lV� !ENTRAS se efectuaban esos luctuosos acontecimien-
tos, ¿qué hacia el Gobierno nacional, residente en Gua-
temala, en favor de la paz de esta Provincia, la primera entonces
por su moralidad y riquezas? ¿qué disposiciones dictaba? ¿qué
lugar ocupaba Nicaragua en su atencion?

Don Manuel Montúfar nos lo dice en sus "Memorias:" Voy


á consignar testualmente los conceptos de aquel escritor ilustra·
do, porque es necesario que nuestros pueblos sepan á quienes de-
ben aplaudir y á quienes vituperar, sin dejarse arrastrar de frases
pomposas en escritos bien redactados, que si dicen mucho en
favor de la intelijencia de algun sabio, nada argullen en favor de
su patriotismo.

"Cuando se dió este decreto ( el del Congreso para las elec-


ciones de Presidente y Vice-Presidente de la República) el poder
ejecutivo provisional era compuesto por don Manuel José Arce,
don José del Valle, que ya habian regresado á la República, y
don Tomás 0-Horan. Arce y Valle se hicieron rivales en el eje-
cutivo desde que éste no pudo dominar á aquel á pesar de que
procuró lisonjear sus intereses. Ambos eran candidatos para la
presidencia. Arce tenia en su favor el prestijio de sus antiguos
padecimientos por la independencia de España y de Méjico; la
opinion de valor militar, unida al de un talento natural, claro y
despejado; el concepto de generosidad con sus enemigos: todo
hablaba en su favor. Valle tenia contra sí, haber combatido la
independencia bajo el gobierno español, y su falta de carácter en
la admision del cargo de representante en el Congreso méjicano,
puesto que quería probar haberse opuesto á la incorporacion; y
ultimamente la admision del ministerio de Iturbide. Pero no
eran estos los defectos que se oponían á Valle para la presidencia,
sino su inconsecuencia á todos los partidos á que perteneció; sus
pasiones y especialmente la de la venganza; la tortuosidad en su
conducta administrativa; el poco valor que parece ser de la esen-
cia de la literatura, menguaban sus incontestables ventajas de
APENDICE 573

talento, erudicion, facundia y conocimiento de todos los negocios


de la República. Sinembargo, como Valle debe á Guatemala su
educacion; corno sus propiedades están en aquel estado, y como
la conducta preponderante de San Salvador era tan odiosa é ins-
piraba tantas desconfianzas á Guatemala, la mayor parte de los
hombres sensatos trabajaban por las elecciones en favor de Valle,
y sus enemigos mismos le solicitaron y le dieron votos, sin tratarlo
particularmente ni buscar su amistad: él se los procuraba de
todos modos y por todos los medios."

"A este interes se deben los progresos de la anarquía en


Nicaragua, porque Valle en el Gobierno calculando siempre por
el partido mas fuerte en aquel Estado, entreteniendo y engañan-
do siempre, abandonó á los buenos, y la única medida que tomó
fué la de enviar al Coronel don Manuel Arzú sin tropas, ni mas
que su persona investido con el mando militar y político y con la
instruccion de protejer y ponerse á la cabeza de aquel partido que
le reconociera por jefe. Entonces los managüeses, unidos á los
de la villa de Rivas de Nicaragua y otros pueblos, teniendo á su
cabeza al Coronel don Crisanto Sacasa, á un Coronel colombiano
nombrado Salas y al Cura de Managua lrigoyen, sitiaban á Leon,
capital del Estado, donde se habia despojado y expulsado por una
revolucion al teniente Coronel don Justo Milla que ejercia ambos
mandos por nombramiento anterior al ingreso de Valle en el eje-
cutivo. En Leon se habian sucedido en el mando todos los anar-
quistas y los hombres mas inmorales: se habían establecido jun-
tas gubernativas y disuéltose luego: los individuos de éstas y los
jefes militares y políticos se renovaban frecuentemente, y siempre
eran peores los últimos que se apoderaban del· mando. En
cuanto á la guerra puede decirse que se hacia de pueblo á pueblo
y de casa á casa. Todos los propietarios habian emigrado: todas
las propiedades fueron aniquiladas: unas veces tomaba Leon la
ofensiva sobre Masaya, otras sobre Granada, donde permanecia
Ordoñez devastando y desmoralizando. Managua tenia la ofen-
siva sobre Leon cuando Arzú llegó á la Provincia: trató con Salas,
y no se convinieron: rompieron al fin abiertamente, y Arzú fué
reconocido por los anarquistas sitiados por los managüeses que
ocupaban casi toda la ciudad. Si no era honroso el partido que
574 HISTORIA DE NICARAGUA

abrazó Arzú, era conforme con las instrucciones del gobierno de


Valle, y es muy honrosa para Arzú la defensa que hizo de la
plaza de Leon sin recursos y casi sin víveres; defensa desespe-
rada que confirmó el justo concepto que se tenia del valor de
Arzú; pero en esta vez, de las pocas en que este fué favorecido
por la victoria, no la obtuvo sinó contra los amigos del órden, y
para completar el descontento y la desolacion del hermoso Es-
tado de Nicaragua. Sacasa perdió la vida en este sitio, y la
guerra continuó."

"En este estado de cosas, Arce, conociendo que su perma-


nencia en el ejecutivo, donde triunfaba el voto de Valle por la
debilidad de 0-Horan, podia perjudicar á su crédito, renunció la
plaza y se fué á San Salvador para organizar una fuerza y paci-
ficar con ella á Nicaragua. Se le sospecha de que la mira de
este plan era conquistar los votos de aquel Estado para la presi-
dencia, y por la misma razon Valle procuró impedir, aunque inú-
tilmente, la marcha de Arce. En San Salvador babia órdenes
anticipadas para enviar tropas Nicaragua, á disposicion del go-
á

bierno federal, pero este debia designar el jefe, el destino y los


objetos: mas á virtud de estas órdenes, Arce sacó las tropas y
marchó con ellas á Nicaragua, y sin sujecion al gobierno general
de que acababa de ser miembro, dirijió la campaña de que Arzú
solo tuvo el nombre de Jefe. A cualquiera partido que hubiese
protejido con su fuerza, habria triunfado, porque los nicara-
güenses estaban agotados y se habian debilitado recíprocamente:
los managüeses se habían retirado á Managua, y Salas dejó la
República, se dice que llevándose algunos caudales: le pintan
unos con todos los caracteres de un aventurero; otros con los de
un militar de honor que por simpatías se prestó al servicio y al
apoyo de los hombres de bien: el gobierno general le reputó y
consideró como un aventurero peligroso y digno de castigo. Los
propietarios de Nicaragua creyeron hallar en él la defensa de sus
vidas y propiedades."

"Arce no disparó un solo tiro de fusil: desarmó los partidos:


sacó del Estado al Obispo don Fr. Nicolás García, haciéndole
conducir á Guatemala, donde murió pobre antes de un año en
APENDICE 575

el Convento de dominicos. Tambien se hizo salir á Ordoñez de


Granada, obligándole á servir la plaza que se le habia dado en
la junta consultiva de guerra en Guatemala. Convocadas las
elecciones, dejó Arce una fuerza en Leon y los poderes del Es-
tado se organizaron con la reunión de la Asamblea Constituyente
y el nombramiento del jefe y vice-jefe hechos en don Manuel
Antonio de la Cerda y don Juan Argüello. Arce regresó á San
Salvador, dejando en Leon una parte de sus tropas."

"Estos sucesos acreditaron tanto á Arce como sirvieron al


descrédito de Valle; y fué desde entonces que el primero se co-
menzó á ver como mas á propósito para la presidencia."
'.

ESPUES del 13 de Setiembre, tal vez por desaliento


de los de la plaza, salió de ella don Diego Vijil al cam-
pamento de los sitiadores, y autorizado competentemente por la
Junta, ajustó con ellos un tratado, obligándose á que seria des-
pedida la division auxiliar de Granada y depositado el mando
político y militar de toda la Provincia en el Coronel Salas, á con-
dicion de que este hiciese retirar las tropas de Managua y Chi-
nandega y suspendiese sus ataques á la plaza. Los leoneses se
manifestaban dispuestos á aceptar este acomodamiento; pero el
Teniente Coronel Tifer, jefe de los granadinos, se opuso vigoro-
samente á su ejecución y las hostilidades continuaron con furor.
Los sitiados al abandonar las casas las incendiaban para evitar
que el enemigo las ocupase, é igual cosa hacian los sitiadores
para desalojar de ellas á los defensores de la plaza.

El 10 de Octubre se presentó en el Viejo Arzú quien, como


se ha visto, venia nombrado por el gobierno provisional residente
en Guatemala, en calidad de Intendente y pacificador de la Pro-
vincia: se dió á reconocer de todas las autoridades, y se consti-
tuyó en el campamento de San Juan. Allí tuvo una entrevista
con los Coroneles Salas y Sacasa, y de las conferencias resultó un
convenio, por el cual, la division auxiliar de Granada debia, den-
tro de tercero dia, regresar á su distrito y las fuerzas del campa·
mento retirarse los lugares de su procedencia. Para gobernar
á

provisionalmente el Estado, se convino en el nombramiento de


una Junta general compuesta de dos vocales por cada una de las
de Granada, Managua, Leon y el Viejo, debiendo disolverse éstas
luego que se verificara el nombramiento de sus diputados.

Las juntas de Leon y Granada aceptaron el convenio, y aun


procedieron á su ejecucion haciendo que la division granadina
evacuara la plaza en el término estipulado; aunque, desconfiando
de los sitiadores, hizo alto en Hato grande y Aranjuez, con objeto
de auxiliar á Leon si era atacado. La Junta del Viejo no con·
APENDICE 577

sintió en el retiro de sus fuerzas y levantó grandes dificultades


para impedir que Salas partiese fuera de la Provincia.

Disgustado Salas por las medidas de conciliacion que Arzú


babia promovido, siguió tratan do á éste sin ninguna considera-
cion hasta amenazarle con la muerte el 24 de Octubre, arrestán-
dole en una celda de la Recoleccion, no obstante el desagrado de
Sacasa por semejante conducta. Aprovechando Salas la salida
de los granadinos y la prision de Arzú, quiso sorprender la guar-
nicion, que hab'a recibido órden de suspender los fuegos. Indig-
nado Arzú entró definitivamente á la plaza para ponerse á la
cabeza de sus defensores como Intendente y Jefe de las armas de
la Provincia. La Junta del Viejo desconoció su autoridad y
acordó no obedecerle mientras no se situase en un lugar libre de
influjos y en que pudiera gobernar, segun los sentimientos de su
conciencia. El Intendente, por bando de 15 de Noviembre de-
claró revolucionaria á la Junta, y ordenó á los pueblos que no
obedeciesen sus determinaciones.

La obcecacion de Salas, quien siendo un aventurero ningun


miramiento podia tener por la suerte del país bastardeó la her-
mosa causa de los pueblos sublevados contra los anarquistas.
Desde el momento en que se desobedeció al Coronel Arzú, dejó
de hacerse la guerra á Diaz, Pacheco y compañeros; y las armas
empuñadas por los hombres de órden contra éstos, refrinjieron
hácia la autoridad lejítima del Intendente de la Provincia y co-
misionado pacificador del gobierno nacional, que tan buenos pa-
sos babia estado dando en favor de la paz. Ya no podia ser du-
doso el resultado de la contienda. Los hombres del 6 de Agosto
debian gobernar definitivamente el país. Arzú era un militar
esperto, tenia los prestijios de la autoridad y á sus espaldas todo
el poder del gobierno nacional. La causa de los buenos perdió
el concepto favorable que de ella se había formado en Guatema,
la, y desde entonces solo pudieron sostenerla por algunos dias los
nombres de personas tan prominentes por sus talentos y posicion
social como don Crisanto Sacasa, don Juan José Zavala, don
Juan Francisco Aguilar, don Lauriano Pineda y otros muchos,
vivos aún, que se hallaban en el campamento y que veían ame-
578 HISTORIA DE NICARAGUA

nazado el porvenir de la patria y la suerte de las principales fa.


milias del país en el triunfo de sus enemigos. La inteligencia,
el juicio y el patriotismo de esos notables ciudadanos, tenian que
someterse á las necesidades que les imponían sus compromisos y
la crítica situacion en que se hallaban. Hay momentos en la
vida de los hombres y de los pueblos, en que parece que una
ciega fatalidad pesa sobre sus destinos. Es, como dice Plutarco,
que aquel que establece y arruina las monarquias y los principa-
dos, segun su sabiduría y justicia, pone tal contrapeso en los
negocios humanos, que los mas poderosos y aun los mas justos
nada adelantan, sino cuando y como á él le agrada, á fin de que
su providencia sea siempre reconocida y mas comprobada la de-
bilidad y flaqueza de los esfuerzos humanos.

El sitio se prolongó por mas de cincuenta dias; en todo este


tiempo los dos bandos se combatían con un ardor que parecia hijo
de la desesperacion. En principios de Noviembre el infatigable
Sacasa, como le llama el Señor Marure, recibió una herida en el
pecho, de que murió á los doce días: fué sepultado en la Iglesia
de la 'Recoleccion.-No babia en el gran partido defensor de los
pueblos, otro hombre con quien pudiera reponerse la pérdida de
este caudillo. A un gran talento y á una actividad sin igual unía
un valor á toda prueba. Había merecido del gobierno peninsular
el nombramiento de Coronel, distincion que aquí solo recibían los
españoles europeos, y que está demostrando las grandes dotes de
que se hallaba adornado el Señor Sacasa, nacido en Nicaragua.
Su muerte produjo un desaliento general. No obstante, la lucha
continuó hasta fines de Diciembre y con ellas los incendios de los
edificios de Leon. En uno de los despachos que el Coronel Arzú
dirijió al Gobierno nacional, decía: La necesidad me obligó á
mandar incendiar treinta y tres casas porque en ellas se ref uiia-
ban los asediadores de esta plaza. En las naciones de Europa
los ejércitos y las murallas sirven para ·defender las casas de las
ciudades; pero en Nicaragua las casas de las ciudades han servido
de parapeto á los ejércitos: por esa táctica inconsiderada, con que
nuestros militares, esquivando defenderse de un enemigo igual y
con quien pudieran medirse cara á cara, manifiestan que no con·
APENDICE 579

fían con exceso en su valor y disciplina, se han arruinado nuestras


principales poblaciones como Leon, Granada, Masaya y Rivas.

Don Juan Manuel Ubieta ocupó el puesto de segundo Jefe


del ejército por la muerte del Coronel Sacasa. Poco despues
Salas, con el pretesto de visitar el buque en que babia venido,
pasó al Realejo, se embarcó y no volvió. En esa situacion, Ubieta
fué nombrado primer jefe del ejército y segundo don Domingo
Acuña, los cuales continuaron el sitio con el mismo calor, aunque
no con las mismas esperanzas en el buen éxcito, porque se habían
perdido desde la muerte del Coronel Sacasa.
ID L 31 de Diciembre del año de 1824, tuvo Ubieta avisos
� positivos de que Arzú iba á atacar el canton, aprove-
chando la desercion que había causado en el ejército sitiador la
muerte de Sacasa y el retiro de Salas. Ubieta se preparó. Sabia
que el ataque tendria lugar por dos puntos, y en consonancia con
esos informes, colocó al Coronel Baltodano con ochocientos hom-
bres y alguna caballería cubriendo el ala derecha. En la plaza
formó un cuadro con doce piezas de artillería y bastante caballe-
ria; y el mismo Ubieta se situó al norte en las cuadras inmediatas
con el resto de su fuerza. A las diez de la mañana apareció Pa-
checo por el ala derecha del canton, como con mil hombres; pero
se limitó á hacer escaramusas para llamar la atencion del enemi-
go. Por la izquierda acometió el mismo Arzú como con quinien-
tos hombres; Ubieta le salió al encuentro inesperadamente, to-
cando á degüello y cargando con la caballeria. Las filas de Arzú
se desconcertaron y en seguida se puso todo el ejército en fuga,
dejando cubierta de cadáveres la calle del Pretil liso, é incendian-
do el barrio denominado antes de "Sequeira."

En esos mismos dias fué derrotado Ordoñez en el Obraje,


distrito de Nicaragua.

El 2 de Enero de 1825, dos dias despues de aquella accion,


llegó al campamento de San Juan un porta pliegos del Jeneral
Arce que venia á pacificar la Provincia á la cabeza de quinientos
Salvadoreños: ordenaba la suspension de hostilidades, y preve-
nia á Ubieta que en el acto levantara el sitio y se dirijiese á Ma-
nagua con el ejército. El dia 3 se puso este último en camino,
cumpliendo las órdenes de Arce, y el 6 entró á Managua con su
fuerza, asociado de todos los comprometidos en la causa de los
pueblos.

Es el mismo Jeneral Arce quien esplica en sus "Memorias"


esos pormenores, del modo que sigue:
APENDICE 581

"Disgustos suscitados entre el Gobierno de San Salvador y


el de la República me obligaron á dimitir el empleo que tenia: lo
puse en manos de la Asamblea Constituyente, y admitida que
fué mi renuncia me retiré de los negocios.-Séame licito aquí
indicar la espedicion que hice á Nicaragua para establecer el ver-
dadero motivo de mi eleccion de Presidente de la República, pues
se ha pretendido deducirla de falsas causas.

No obstante que acababa de estar en el mando supremo no


rehusé servir en el Estado del Salvador como un subalterno, pues
siempre me ha parecido, que una de las ventajas del Gobierno
popular es que los empleos se confieren segun conviene á la Na-
cion y no conforme al provecho de las personas. Fué así que
tomé mi antiguo mando de armas al tiempo que estaba la plaza
de Leon en los mayores apuros: sitiada por las fuerzas de Ma-
nagua y San Felipe, un solo muro dividía las líneas enemigas; los
que atacaban tenian mas gente y mas recursos que los que se
defendian y unos y otros creian que eran apoyados por el Go-
bierno de la República. En tan difíciles circunstancias se me
buscó para que me encargase de marchar con 500 hombres á
hacer que el gobierno fuese obedecido, á recoger las armas de los
partidos y á apaciguar el territorio. Arriesgada era la empresa,
pero era necesaria: me encargué de ella."

"El primer obstáculo que sentí luego que penetré en el teatro


de la guerra, consistió en que algunas personas, que desde Gua-
temala jugaban con los partidos, habian procurado suscitarme
desconfianzas en ambos. En las Cruces recibí enviados de las
tropas que sitiaban, y en San Bernardo abrí mis comunicaciones
con el Gobernador de Leon. Consecuencia de la entrevista que
tuve con aquellos enviados, fué la retirada de los sitiadores, que
se replegaron á Managua.

Pude así llegar sin resistencia á Leon, en donde me puse á


las órdenes del funcionario del gobierno, Coronel don Manuel
Arzú."

Este jefe me dejó la direccion de todo el negocio, y antes


de veinte dias conseguí la paz de Nicaragua y concilié los partidos
582 HISTORIA DE NICARAGUA

sin disparar un fusilazo. Se trató entonces de organizar el Es-


tado, y yo dejé aquel país, quedando en él la tropa de San Sal-
vador, precisa en unos pueblos que acababan de pacificarse.
Satisfechos los nicaragüenses de mi conducta, quisieron darme
sus sufrajios para la presidencia: todas las juntas departamentales
votaron por mí, y no puede darse una uniformidad mas espon-
tanea."

Era de esperarse que los grandes sufrimientos esperimenta-


dos en una guerra tan destructora hubieran inspirado alguna mo-
deracion en los partidos, pero no fué así: nuevas ambiciones so-
plaron el incendio.

El mismo Sr. Arce se espresa á ese respecto de este modo:-


"En Nicaragua permanecían algunos restos de la division que
pacificó aquellos pueblos en principio del año de 1825. El vice-
jefe Ciudadano Juan Argüello que obtenía el poder ejecutivo del
Estado por ausencia del jefe Ciudadano Manuel Antonio Cerda,
instaba vivamente para que se retirara aquella tropa: yo lo re-
sistí con toda firmeza, porque sabia las consecuencias que iba á
traer el abandono de un país enfermo de guerra civil; pero Ar-
güello logró favor en el Congreso y el Gobierno ya no pudo sos-
tener el bien de Nicaragua. Cuando avisé al cuerpo lejislativo
que evacuaría el territorio la pequeña fuerza del Salvador que
mantenía la paz entre los nicaragüenses y que con palpable fal-
sedad se vociferaba que los oprimia, dije: Que muy luego vería
el Congreso arder otra vez la tea de la discordia en aquel Esta-
do.-A poco se incendió la guerra civil, que ha destruido lo que
pudo escapar de las matanzas é incendios del año de 1824: Ni-
caragua ya no existe, sino es para dar lecciones de temor, que
deben estudiar todos los que deseen rejir la República. Era el
Estado mas precioso de Centro-América por todas sus cualida-
des, y hoy es un país destrozado por el encarnecimiento mas
atroz, donde han fijado su trono los asesinatos, los robos y las
violencias de toda especie. El emporio del Centro se ve regado
de escombros y mas que por hombres es habitado por osas que
han amontonado un estupendo desórden. ¡Nicaragüenses! ¿Por
qué no fuisteis socorridos? por qué fuisteis desamparados? ¡Ah!
APENDICE 583

se hizo de moda contradecir, desaprobar todo lo que el Gobierno


hacia, y esta es la causa de vuestra ruina."

Sería bueno que los nicaragüenses de hoy tuvieran siempre


á la vista el cuadro trazado por el primer Presidente de la Repú-
blica de Centro-América.
i['t ON la ocupacion de las plazas de Leon y Managua por
,� Arce terminó la lamosa guerra civil del año de 1824,
que jamas olvidarán los nicaragüenses y menos los vecinos de la
ciudad de Leon. Dilató el asedio de la plaza 114 dias: en ellos
hubo encuentros constantemente, pero fueron vivísimos los del
13 de Setiembre y 24 de Octubre; 18, 25, 26, y 30 de Noviembre;
7, 9, 10, 12, 17, 18, y 29, de Diciembre. Se calcula que murieron
durante el asedio de 900 á 1000 hombres, y no 600, como dice
el Señor Marure. Fueron incendiadas poco mas de 900 casas
buenas, situadas en el centro de la ciudad y concluyeron casi por
completo las propiedades.

Cuando los partidos, en la ceguedad de sus pasiones, se


lanzan por las vias de hecho sin consideracion á los males que
causan á la presente y á las futuras generaciones, cometen un
crimen que la historia jamas puede perdonar.

Para concluir fijemos un momento la atencion en los sucesos


pasados, cuyas consecuencias sentimos aún tan vivamente como
si se hubiesen efectuado en nuestros dias:

La inhumana conducta observada en 1811 por el Capitan


General Bustarnante, con los granadinos pronunciados contra el
gobierno español, produjo la rivalidad entre Leon y Granada,
causa de las mayores desgracias que ha sufrido el país.

La capciosa acta de los nublados y la subsiguiente adhesion


á Méjico, dividiendo la Provincia en imperialistas y republicanos,
motivó la anarquía de 1824.

La exaltacion que movió al Coronel Ordoñez a tomar el cuar-


tel de Granada, dejó marcados los dos partidos que aun se com-
baten, llamados antes el uno servil y el otro liberal, y que sin
perder su naturaleza, han venido cambiando de nombres hasta el
dia, en que se denominan conservador y liberal, sin diferenciarse
APENDICE 585

en el fondo el uno del otro, porque ambos en el poder se han


rejido por las mismas instituciones centralistas, desde la disolu-
cion del Gobierno federal.

La imprudencia de colocar á la cabeza del ejército al aven-


turero Don Juan José Salas, hizo que se prolongara el asedio de
la plaza de Leon; así como fué origen de los inmensos males que
sufrió toda la República en época posterior, el haberse llamado
al aventurero Walker á disponer de los destinos de la patria. Por
consejo del Señor Sacasa se ajustó el arreglo con el Coronel Arzú:
Salas lo rompió por intereses personales; y la Junta del Viejo por
sujestiones de Salas; y por consejo del Señor Sacasa, y mediante
su talento é intrepidez, se hubiera tomado la plaza el 13 de
Setiembre sin grandes sacrificios aprovechándose de la dispersion
de sus defensores en los reñidos encuentros del Guapinol y arra-
bales de la ciudad: pero Salas lo impidió. No sin razon 1a muerte
de Sacasa, ocurrida mucho antes de terminar el asedio, fué la-
mentada aun por sus mismos enemigos.

Son en exceso elocuentes las lecciones que nos da la historia;


pero por una obcecacion inconcebible son enteramente infructuo-
sas; pues lejos de ocuparse los nicaragüenses con asiduidad en re-
poner las pérdidas de los valiosos intereses invertidos en asesi-
narse los unos á los otros, parece que no se piensa en otra cosa
que en repetir aquellas horrorosas escenas. Se miran con despre-
cio las ideas de progreso por haberlas profanado, asociándolas á
los procedimientos del libertinaje.
INDICE
Páginas

HISTORIA DE NICARAGUA

LIBRO VIII

Q1le comprende el periodo transcurrttio desde 1751 tutsta


la proclanwción de In independencia (1821)

CAPÍTULO !.-Traslación del Seminario: Estado de la for-


taleza de Sa11 .Jua11: Fáhrica de iglesias: Fundación
de Tipitapa 7 á 41
CAPÍTULO JI.-Consecuencias que la guerra europea tuvo
en las provincias del Reino de Guatemala: Prosecu-
ción de la fábrica de la catedral de 1 .eón : Disputas
entre algunos empleados principales de Nicaragua ... 43 á 84
C'APfTuLo JII.-Jncorporación de caribes en poblaciones
centrales de esta Provincia: Traslación de algunos
pueblos indígenas 85 á lH
CAPÍTULO lV.-Formación de un mapa del Reino de Gua-
temala: Proyectos brttanícos, relativos á la ocupación
de esta Provincia: Estado de la Mosqultla: Toma del
Castillo de la Concepción por los ingleses y su recu-
peración por el Comandante don Juan de Ayssa 115 á 149
CAPÍTULO V.-Resultados que la guerra entre Inglaterra
y España produjo en orden al dominio sobre la costa
de mosquitos: Estableoírníentos de beneficencia y
utilidad pública en esta Provincia: Disputas entre
algunos empleados importantes ,........ 152 á 188
C'APfTur.o VI.-Reformas políticas y económicas introdu-
cidas por la Real Ordenanza de Intendentes: Viaje
del Gobernador de la Mosquitía á esta Provincia y
su matrimonio con doña Manuela Rodríguez 189 á 236
CAPÍTULO Vll.-Expedición del Gobernador Ayssa á la
588 INDICE

Páginas

costa atlántica: Asesinato del Jefe mosco, don Carlos


Antonio de Castilla: Entrada de los mosquitos y zam-
bos á Bluefields: Situación general de la Mosquita . . . 2:�7 á 277
CAPÍTULO VIII.-Primeros actos del Gobernador Inten-
dente don José Salvador: Defectos en la organización
política dada á las diversas secciones territoriales de
esta Provincia: Disputas que por consecuencia de ella
se suscitaron entre sus principales empleados .. . 279 á 313
CAPÍTULO IX.-Providencias dictadas para la defensa de
Nicaragua con ocasión de la guerra europea: Compe-
tencias entre el Comandante General y el Ayunta-
miento de Granada . .. . .. .. . 315 á 3-tí
CAPÍTULO X.-Dificultades á que daba origen el impuesto
del tributo: Amenazas de los mosquitos y zambos:
Estado del Seminario Conciliar y de la enseñanza
públiea en León y Granada . . ... .. . .. ... . ... . .. ..... .. . . . . . .. . . 349 á 393
f'.wíTuLo XL-Organización de las oficinas de hacienda
en esta Provincia: Desprestigio del Gobernador In-
tendente don .José Salvador 395 á 437
CAPÍTULO XII.-Primeros movimientos de insurrección
contra España .. . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . .. ... . . . . . . . . . . . 439 á 489
CAPÍTULO XIII.-Proyectos sobre reformas en la organiza-
ción política y judicial de Nicaragua: Proclamación
de la independencia .. . .. . .. .. .. .. . . . . .. . .. . . .. .. . . 491 á 538

APENDICE

NOTAS ACLARATORIAS 539 y 540


INDICE ONOMASTICO

Abarca, •Roque, 379


Abaunza, José Benito, 112
Abaunza, Justo, 361, 363
Acapuko, 86, 365, 520
Acasuso, José, 481
Acosta, Froncisco, 481
Acosta, Tomás, 371, 372
Acoyapa, 92, 99, 102, 191, 194, 324, 333, 452, 463, 481, 513
Acto de los Nublados, 529, 533
Acuño, Manuel de, 64, 89
Acho, río de, 364
Africa, 51, 156, 472, 526
Aguado, Antonio, 368, 406, 418, 444
Agualatara; 222
Aguán, río, 539
Agüero, <Pedro, 391, 392
Agüero, Vicente, 492, 530
Aguila, Pantaleón del, 298
Aguilar, Juan Francisco, 492, 530
Aguilar, luis, 299
Aguilar, Nicolás, 142
Aguilar, Rornuotdo, 297, 298, 299, 300
Aguilar y Cepeda, Padre, 55
Aguirre, Fray Rcfnel de, 388
Alabara, 209, 214, 222, 239
Alajuela, 513
Alcántara, Lora, Pedro, 180, 185, 186
Alcayaga, José Antonio, 388
Alcudia, duque de la, 283, 284, 320
Aldama, Juan, 519
Alduides, 322
Aleas, Fray Fermín, 388
Alejandro Farnesio, 44
Alexandre, José María, 66, 117, 178, 235, 295, 333, 378, 383
Alfaro, Agustín, 328
Alfaro, Domingo, 463, 466
A.lhambra de Granada, 320
Alicante, 154
Almendores, Juan Bautista, 30, 31, 32, 33, 34, 37
Almendares, Miguel, 337
Almiral, 101, 210, 213
Almodóvar, conde, de, 129
Altamirano, José, 454
Alvarado, puerto de, 117
Alvarado, Francisco, 483
Alvarado, Lorenzo, 61
Alvarez, José, 345
Allende Ignacio, 519
Allende, Ignacio, 519
Amalia, reina, 45
Amaya, Juan, 305
América, 20, 46, 48, 49, 53, 59, 62, 122, 124, 128, 129, 162, 173,
196, 203, 209, 215, 284, 324, 335, 336, 377, 383, 385, 418,
428. 429, 430, 432, 433, 436, 441, 453, 459, 488, 498, 531
América Central, 131
América del Norte, 122, 128, 259
Anzoátegui, Cayetano de, 181, 324, 333, 335, 337, 338, 339, 340,
Ansoátegui, Cateyano de, 181, 324, 333, 335, 337, 338, 339, 340,
341, 342, 34� 34� 362, 36� 371
Antillas, las, 162
Aparicio, Tomás, 345
Apazingán, 520
Aquiguita, 222
Aquisgrán, 44
Aragón, 316
Arana, Eduardo, 341, 448
Arana, Manuel A., 169, 172
Arando, conde de, 124, 1"29, 282, 283, 320
Arando, José, 454, 456
Aranjuez, 386
Araujo y Río, José, de, 296
Arauz, Diego, 345
Arce, Francisco, 112
Arce, José de, 34, 481
Arce, Manuel José de, 442
Arcos, Presidente, 67
Archivo Nacional, 11, 16, 232
Arechavala, Joaquín, 372, 373, 444, 492, 529
Argüelles, José de, 34, 481
Argüello, Diego, 392
Argüello, José Estanislao, 483
Argüello, José il'elésforo, 186, 187, 188, 392, 483, 486
Argüello, Juan, 463, 466, 475, 483
Argüello, 'Narciso José de, 34, 93, 94, 167, 168, 170, 345
Argüello, Pío Antonio, 463, 483, 484
Argüello, Rornón de, 170
Aristondo, Francisco, 337
Aróstegui, Pedro, 392
Arlés, 317
Arzobispado de Toledo, 11
Arroyave, Pedro, 5:25
Arroyo, Manuel, 267
Asenjo, José, 199
Asserri, 513
Atirro, 513
Austria, 45 , 153, 283
Avilés, Manuel Esteban, 361
Avilés, Máximo, 361
Avilés, Pablo, 361
Ayala, Timoteo, 483
Aybar, Francisco de, 132
Aycinena, Mariano, 525
Aycinena, marqués de, 281, 527
Aycinena, Pedro, Vicente y José, 281
Ayerdi, Francisco, 384, 501
Ayestas, Agustín, 384, 385, 386, 388, 389, 390, 391
Ayón, Tomás, 11
Aysso, Juan de, 144, 160, 170, 179, 180, 181, 183, 184, 186, 190,
191, 192, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 203, 205, :206, 207,
210, 212, 213, 214, 215, 216, '217, 218, 220, 221, 225, 226,
2:27, 228, 230, 231, 232, 233, 234, 235, 238, 240, 241, 245,
248, 249, 253, 254, 258, 262, 265, 268, :271, 272, 274, 275,
27� 28� :281, 294, 303, 312, 313, 539

Baca, Miguel, 345


Bacalor, 129, 132, 145
Sagaces, 513
Bahama, 50, 157
Bahía del Almirante, 273
Baltodano, Fray Benito de, 173
Ballandre, Juan Bautista, 99, 100
Bancroft, H. H., 131
Banegas, Manuel, 371
Barba, 513
Barbada, 137
Barberena, Francisco, 418
Barcelona, 154, 155
Barthélemy, Francisco, 323
Bartola, isla, 250
Barragán, Miguel, 523
Barrantes, Manuel Fernando, 13
Barrera, Severino, 99
Barriere, Pedro, 536
Barrios, Francisco, 361
. Barrios, José Anselmo, 461
Barrios, Juan, Ignacio, 186, 361
Barrios, Narciso, 172
Barrios, Fray Salvador, 450
Barrios, Valerio, 361
Barrueta, Fray Manuel, 217, 218, 221, 223, 225, 227, 239, 240,
241, 273
Barrundia, José Francisco, 526, 537
Bóscaro, 321
Basilea, 323
Bastón, 322
Basurto, Fernando, 184
Boton--Rouge, 130
Bazán, Jacinto, 180, 185
Bozón, José, l O
Bedoya, Cayetano, 524
Beibedea, José, 361
Belice, 276
Beltranero, Mariano, 515
Belver, 323
Bellegarde, 317, 321
Bello, Fray Ambrosio, 77
Bello, Podre Francisco, 272
Bello, Juana, 152
Bendaña, Andrés, 183
Bendaña, Cleto, 483
Bendaña, Juan Antonio, 34, 80
Benedí, Juan, 483
Bengoechea, Juan, 425
Benítez de Salafranca, Francisco, 8, 1 O
Berbeo, Juan Francisco, 441
Bermúdez, Juan Ignacio, 416
Bermúdez, Manuel, 186, 293, 294, 331
Bermúdez, Melchor, 488
Berrío y Arce, Baltasar de, 25
Bidaosa, 320, 322
Bilbao, 323
Blanco, ensenada de, 371
Blanco y Sací, Luis, 80, _361, 406
Blandino, Cayetano, 166, 168
Blueflelds, 17, 18, 19, 20, 101, 135, 139, 140, 148, 210, 212, 220,
221, 222, 227, 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, '249, 253,
254, 255, 257, 258, 259, 260, '261, 264, 265, 267, 268, 269,
271, 276, 313, 376
Boceo, 191, 193, 22, 356, 503, 504, 513
Bocas del Toro, 137, 140, 267
Bogotá, 160
Bolaños, Francisco, 454
Bolaños, José Gregorio, 327, 361
Bonaparte, 435, 441
Bonilla, José Antonio, 291
Bonilla, José Manuel, 299
Borge, Feliciano, 488
Boruca, 513
Boscawen, 44
Bosque, Antonio, 145
Boulu, 319
Bracamonte, Gregorio, 483
Bracman, 101, 102, 276
Bra.nchifort, marqués de, 31 O
Bravo, Hipólito, 483
Bravo, Nicolás, 523, 524
Breton, (Bretot), '209, 21 O, 213, 215, 246, 247, 256
Breton, cabo, 51
Briceño, Miguel, 337
Briceño de Coca, José, 9, 38
Briceño de Coca, Sebastián, 8
Briones, Manuel, 456
Briseño, José, 463
Bristol, conde, de, 47
Brito, 117
Brito, 'Pedro, 536
Brizzio, Pedro, 228, 247, 248, 373, 374, 375, 377
Buen Retiro, 24, 29
Buenos Aires, 51, 335, 442
Buitrago, Crisóstomo, 33
Buitrago, Nicolás, 352, 353, 368, 384, 445, 501
Bustamante, Anestesio, 523
Bustamante, José, 458, 460, 461, 480, 482, 51 O, 518
Bustamante, Miguel de, 368
Bustos, Antonio, 456
Bustos, Francisco, 456
Bustos, Manu,el Antonio, 194
Bustos y Santiago, José, Antonio, 296

Caballero, Bernardo, 536


Caballero, Pedro, 445
Caballero y Góngora, Antonio, 257
Cabello, Domingo, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 87, 91, 92, 95,
96, 98, l 00, l 03, l 04, 303
Cabestany, 317
Cabezas y Urizar, Domingo, 29, 38, 39, 40
Cabo Gracias a Dios, 58, l 01, l 03, 222, 228, 229, 239, 247, 255,
263, 376
Cocos, 518
Cádiz, 66, 124, 141, 154, 157, 257, 311, 335
Cairns, Colwill, 137, 138, 139
Caledonia, 129
Calderón, José Mariano, 525
Callao, 86, 335
Calleja, Féliz María, 519, 520, 521
Camoapa, 191, 195, 356, 513
Camoapilla, 98
Campbell, General, 131
Campeche, 121, 129, 132, 141, 146
Campos Elíseos, 282
Canadá, 44, 47, 51
Canarias, las, 18, 126, 244
Candia, Cornelio, 55
Candina, Angel María, 527
Cañas, José Simeón, 386, 388, 518
Capir, Bartolomé de, 296
Caracas, compañía de, 243
Carca, río, 1 O 1
Carcache, Eduardo, 452, 483
Cárcamo, Marcelo, 12
Cárdenas, Valentín; 483
Cardona, Joaquín de, 355, 356
Carlos IV, 282, 323
Carlos VII, 44
Carmenate, Antonio José de, 92
Carmenate, Francisco, 72, 73, 75
Caro, Ventura, 154, 316, 320, 322
Carpinteros, río de, 126
Cartagena, 20, 140, 141, 154, 155, 213, 218, 219, 220, 221, 224,
228, 240, 242, 246, 248, 252, 257, 259, 260, 273, 319, 325,
32� 331, 335, 33� 373, 422, 423, 424, 425, 428,43� 436
Cartago, '28, 29, 509, 513, 539
Carvallo, Miguel, 294
Carrascoso, Alejandro, 482, 486, 487
Carrillo, Basilio, 442, 443
Casaus, Ramón, 525
Castelfranco, príncipe de, 316, 323
Castilla, 39, 63, 168, 207, 249
Castilla, Carlos Antonio de, 219, 220, 221, '222, 223, 224, 225, 226,
227, '228, 230, 232, 234, 235, 238, 240, 241, 246, 247, 253,
254, 261, 262, 165, 271, 273
Castilla, José, María, 525, 537
Castillo, el, 13, 14, 15, 16, 17, 58, 59, 61, 62, 66, 78, 82, 86, 88,
105, 143, 146, 368, 421
Castillo del Golfo, 60
Castillo, Joaquín del, 121
Castillo, Vicente, 483
Castriciones, •Isidoro, 525
Castrillo, Manuel, 488
Castrillo, Marcelino, 392
Castro, 'Ramón de, 324
Cassagne, 317
Catagua, río, 17
Catoche, cabo, 121, 126, 129
Ceballos, José María, 483
Ceballos, Pedro, 51
Celaya, José María, 483
Celaya, José Tomás de, 388
Celis, Bernardo, 54
Centeno, María, 152
Centro-América, 429, 538
Cerda, José Manuel de la, 469, 486
Cerda, Juan, 483, 486
Cerda, Manuel Antonio de la, 347, 450, 481, 483
Cerda, Melchor de la, 300
Cerda, Patricio de la, 503
Cerdeña, 283, 319
Cerdeña, rey de, 45
Ceret, 317
César, Pedro, 181, 511
Cid, Ramón, 456
Cienfuegos, José de, 9
Cifuentes, doctor, 389
Cistúe, doctor, 91
'Ciudad Real de Chiapas, 5'24, 527
Ciudad Real, 365, 398
Ciudad Vieja, 513
Cocina, cayo, 121
Cojimar, río, 50
Cojutepeque, 443
Col, 513
Colegio de San Antonio, 385
Colegio de San Ramón, 312
Colegio Seminario, 11, 496
Colomer, Jacinto, 371
Colomera, conde de, 322
Colomo, Luis Melchor, 160
Collioure, 319, 321
Comalapa, 191, 195, 513
Comayagua, 26, 69, 102, 132, 134, 140, 244,365,398,405,536,537
Concilio de Trento, 500
Concilio Tridentino, 13
Conchagua, golfo de, 365
Condega, 191, 195, 293, 513
Congos, los, 70, 71, 72, 73
Consejo de Indias, 24, 38, 109, 16 J, 164, 364
Cordero, Francisco, 483
Cordeviola, Esteben, 466
Córdoba, 5'23, 534, 537, 538
Córdoba, Jacobo, 299
Córdoba, José Antonio, 388, 483
Córdoba, José Francisco, 525
Córdoba, Luis de, 156
Cornwalis, Lord, 157
Coronado Alemán, José, 392
Corte de Madrid, 19, 40, 86, 87, 89, 116, 122, 129, 146, 207,
260, 280
Cortés, Basilia, 466
Cortés, Francisco, 421
Cortrell, José, 379
Corrales, Tomás, 210
Corretz, Enrique, 17
Corrin, Mr. Henrique, 99
Costa, Fiscal, 177
Costa Rica, 20, '26, 27, 29, 66, 102, 136, 140, 145, 190, 197, 212,
347, 358, 371, 383, 384, 392, 449, 451, 467, 470, 484, 493,
494, 496, 500, 509, 513, 515, 516, 532, 535, 539
Costa Rica, gobernador de, 67, 106, 380
Cotón, Manuel, 333, 335
Crespo, Francisco, 372, 373, 378
Crespo, General, 323
Crillon, duque de, 154, 155, 157
Crininqui, isla de, 137
Cristofer, Maester, 134
Cuadra, José Gregorio de la, 445
Cuaresma, Pedro, 483
Cuautla, 519
Cuba, 25, 50, 51, 130, 164, 430, 461, 528
Cubero, Pablo, 209, 213
Cubero, 'Ramón, 456
Cucalón, Antonio, 444
Cuculaya, 222
Cuesta, Gregorio de la, 323
Cuistepe, 56
Culacaya, 239
Cumberland, 153
Curridabat, 513
Cuzco, 385

Chacón, José María, 324


Chagres, 256, 257, 258
'Chambers, Diego, 135
Chamorro, Fernando, 168, 172
Chamorro, Francisco, 463, 466
Chamorro, Joaquín, 481, 483, 486
Chamorro, José Antonio, 464
Chamorro, Josefa, 485, 486
Chamorro, 'Pedro José, 92, 422, 43, 424, 448, 466, 492
Chamorro Soto-Mayor, Juan Antonio, 175, 176, 177, 178
Chavarría, Francisco, 384, 445, 501
Chester, Almirante, 131
Chiapas, 26, 525
Chiapas, obispo de, 24
Chichigalpa, 55, 191, 193, 513
Chile, 281, 518
Chilpancingo, 520
Chimaltenango, 527
Chinandega, 54, 191, 193, 291, 292, 355, 312, 408, 418, 513
Chiquimula, 131
Chiriquí, 210
Choiseul, 44, 46
Chontales, 17, 18, 19, 22, 34, 36, 57, 90, 95, 98, 99, 100, 104, 135,
142, 194, 263, 273, 376, 481, 482, 484

Oagobert, 317, 318


Oalings, 143, 148
Dambrine, Manuel, 273, 313
D'Arzon, 155
Dastier, Juan, 66, 105
Dávila, Pedro, 299
Davourt, General, 318
Deane, 123
Deflers, General, 317
Delgado, Francisco, 199
Delgado, José Gaspar, 54
Delgado, Juan, 54, 445
Delgado, Metías, 442, 525, 533, 535
Desnaux, Simón, 118, 119, 121, 122, 131
Deva, 322
Diamante, 250
Díaz, Bernabé, 70
Díaz, Manuel, 86
Díaz, oidor, 61
Díaz Cabeza de Baca, Pedro
Díaz, Cabeza de Vaca, Cristóbal, 108, 109, 11 O
Díaz de Corcuerc, Martín, 11
Díaz Gallo, Manuel, "2.97, 298
Diéguez, Domingo, 525
Díaz Navarro, Luis, 66, 68, 122, 133, 134
Dinamarca, 153
Diriá, 191, 192, 294, 513
Diriega, 294, 330
Diriomo, 191, 192, 294, 355, 513
Dolores, pueblo de, 519
Domínguez, Félix, 132
Domínguez, Miguel, 519
Domínguez, Salvador, 109
Dominica, 51
Dugommier, 321
Dumás, Metías, 329, 330
Dunkerque, 47
Duque de Estrada, 302
Durango, 160

Ebran, maestre, 17
'Ebro, 322
Echeverría, Antonio, 340, 341, 392
Echeverría, Leonclo, 361
Edad Media, 27
El Amigo de la Patria, 517
El Editor Constitucional, 518
Eligio, Justo, 483
'Emperatriz de Rusia, 153
Enríquez José Antonio, 392
Enríquez, Rafael, 452
Enríquez de Guzmán, Enrique, 9
Escasú, 513
Escalona, 114
Escoto, Fray Luis, 388, 525
Escuarzi, Antonio, 132
'Escuintle, 170
Esnao 'Bernardo, 54
España, 11, 19, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 57, 59, 62, 64, 66, 67,
90, 103, 122, 123, 124, 1'25, 129, 131, 133, 134, 137, 139,
141, 152, 153, 125, 155, 157, 158, 159, 162, 164, 190, 210,
220, 223, 225, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 233, 234, 235,
242, 243, 245, 247, 258, 259, 262, 281, 282, 283, 284, 285,
289, 302, 316, 320, 323, 332, 335, 411, 418, 421, 426, 431,
434, 435, 441, 442, 449, 459, 465, 480, 484, 492, 496, 498,
504, 506, 508, 510, 51'2, 520, 522, 523, 524, 525, 526, 528,
531, 533, 535, 540
Esparza, 28, 29, 513
Espino, Domingo, 54
Espinosa, José, Dolores, 483
Espinosa, José Luiz, 450
Espinoso, José Luis, 450
Espinosa, Juan, 463, 484
'Espinosa, Mateo, 378, 380, 381, 382, 421
Estachería, José, 160, 181, 399
'Estados Unidos, 123, 130, 154, 441
·Estelí, 191, 195, 293, 513
Estraing, conde de, 158
Europa, 46, 47, 57, 122, 125, 128, 129, 155, 283, 441, 453, 5'22

Fabre, 317
Falla, José María, 418, 444
Fantacía, José, 337, 338
Fearbuson, Juan, 136
Felipe JI, 539
Fernández, Antonio, 466
Fernández, Venancio, 452
Fernández de Azagra y Vargas, Francisco, 540
Fernández Gallegos, José Valentín, 445
Fernández de Heredia, Alonso, 37, 38, 39, 40, 53, 54, 69, 88, 296
Fernández Novoa de Silva, Tomás, 165
Fernández de Urroz, Pedro, 25
Fernando VI, 44
Fernando VII, 445, 449, 451, 464, 522, 534
Ferro( el, 335
Figueras, 321
Figueroa, Fray José Joaquín, 388
Filadelfia, 123
Filipinas, 124
Filisola, Vicente, 523
Fitzherberg, Alejandro, 157
Florencia, Antonia, 419
Flores, Francisco, 483
Flores, Pedro, 330
Flores y Rivera, José Antonio, 25, 68
Florida, la, 40, 52, 130; 157, 158
Floridablanca, conde de, 123, 124, 153, 154, 157, 158, 282
Fonseca, Florencio, 392
Fregeville, 317
Frío, río, 368
Folch de Cardona, Joaquín, 104
Fornell, fortaleza de, 154
Francia, 44, 45, 46, 47, 48, 51, 52, 122, 123, 124, 129, 153, 158,
282, 283, 284, 316, 320, 323
Franklin (Benjamín), 123
Franquis, Francisco, 124, 126, 1'27, 128, 129
Fuente, Rcfcel de la, 454, 457
Fuenterrabía, 322

Gaceta de Madrid, 48
Gaínza, Gabino, 518, 524, 525, 526, 527, 529, 530, 533, 538
Galarza, Domingo, 444, 485, 492, 529
Galicia, 244
Galisteo, Manuel, l 04, 11 O, 147
Galván, Ventura, 13'2
Gálvez, Bernardo, de, 130, 131, 152
Gálvez, Mariano, 405, 525
Gálvez, Metías de, 116, 131, 132, 140, 141, 142, 143, 165, 177
Gallardo, José, 423
Gallegos, Felipe, 132, 142
Gallegos, Francisco, 304, 305, 308
García Fray Buenaventura, 384
García, Juan Lorenzo, 100, 101, 102
García, Fray Luis, 388, 537
Garda, Manuel, 456
García, Mariano, 388
García, Venoncio, 456
García Jeréz, Fr. Nicolás, 437, 444
García Peláez, 41, 131, 132, 144, 219
García Redondo, Antonio, 525
García de Salas, José Santiago, 412, 413, 416, 417, 445, 447
Garmendia, Joaquín, 345
Garibay, Pedro, 518
Garrís, Felipe de, 3'24, 325, 326, 331, 332, 333, 334, 335,
336
Gazistas, 518
Gerona, 321
Gibrartlar, 154, 155, 156, 157, 158
Girón de Ungría, María, 9
Gobernador Mosco, 209
Gobernador Mosquito, 224
Godoy, 318
Godoy, Manuel, 283, 284, 285, 287
Golfo Dulce, 60, 62, 66
Golfo de México, 121, 157
Gómez, Francisco, 483
Gómez, Fray Juan, 166, 167, 168, 169, 171
Gómez de Loro, Manuel, 455
González, Antonio, 369, 378, 405
González, Joaquín, 392, 477, 482
González, Licenciado, 300
González Calderón, 68
González, Morques, 51
González, Nicolás, 504
González Rancaño, José, 14, 31, 32, 34, 41
González Saravia, Miguel, 512, 528, 529, 530, 534, 535, 540
González Termidor, José, 66
Gorea, 44, 47
Goree, la, 124
Gran Bretaña, 44, 46, 47, 64, 123, 126, 129, 137, 138, 148, 153,
178, 221, 284
Gran Lago 220, 3'25, 332, 335, 404
Granado rEspaña), 86
Granada, 9, 13 16, 17, 29, 30, 32, 34, 36, 38, 61, 69, 75, 78, 79, 80,
90, 93, 97, 98, 99, 105, 107, 117, 125, 127, 135, 140, 142, 144,
147, 163, 166, 167, 168, 171, 174, 179, 180, 182, 186, 191,
192, 192, 194, 212, '216, 217, 227, 229, 236, 248, 249, 268,
271, 272, 294, 395, 310, 311, 324, 325, 326, 327, 328, 329,330,
332, 333, 334, 335, 336, 337, 338, 339, 342, 344, 345, 347,
353, 354, 361, 368, 369, 370, 371, 372, 377, 378, 379, 380,
381, 382, 391, 392, 393, 396, 397, 398, 399, 401, 402, 403,
404, 405, 406, 416, 421, 422, 423, 424, 426, 428, 436, 447,
449, 450, 451, 452, 453, 458, 462, 463, 464, 466, 467, 469,
473, 474, 476, 478, 479, 480, 481, 482, 483, 484, 485, 486,
487, 488, 494, 510, 513, 515, 516, 535, 536
Granada, cabildo de, 33, 37, 187
Granada, hospital de, 172
Granada, laguna (lago) de, 86, 93, 140, '235, 267, 327, 367, 421
Grandier, Pedro, 134
Gravinas, Francisco, 319
Grey, 273
Green ville, Tomás, 157
Grimoldi, 46
Guodalaja, 312
Guadalupe, 44, 157, 158
Guadalupe, convento de, 393
Guadalupe, pueblo de, 511
Gua!, Juan Bautista, 492, 511
Gualpasija, 222
Guanajuato, 521
Guatemala, 26, 28, 40, 52, 54, 55, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 69,
79, 87, 93, 94, 107, 108, 109, 110, 112, 116, 117, 1'21, 128,
129, 131, 132, 133, 140, 144, 161, 162, 163, 164, 165, 167,
173, 191, 196, 201, 203, 217, 220, 230, 240, 241, '243, 244,
260, 284, 290, 296, 3C2, 308, 31 O, 312, 316, 361, 363, 371,
385, 386, 388, 39� 391, 392, 396, 40� 41� 422, 425, 42�
428, 429, 431, 432, 435, 449, 458, 476, 485, 487, 493, 494,
497, 50'2, 504, 510, 517, 518, 523, 524, 525, 528, 529, 530,
531, 532, 533, 534, 536, 537, 538
Guastalla, 45
Guayaquil, 129, 284
Guerrero, Cornelio, 438, 4.88
Guerrero, Fernando, 345
Guerrero, Hipólito, 483
Guerrero, José María, 445, 501
Guerrero, Pedro, 483, 488
Guerrero, 1Romualdo, 170
Guerrero, Vicente, 521, 522
Guerrero, y Arcos, José, 363, 408
Guerrero y Arcos, José, 363, 408
Guerrero y Arcos, Pastor, 345, 408, 445
Guevara, José Santos, 483
Guindos, Francisco, 221
Guindos, Máximo, 463
Guipúzcoa, 316, 322, 323
Guirola y Castro, Agustín de, 54, 69
Gutiérrez, Felipe, 456
Gutiérrez, Manuel Antonio, 504
Gutiérrez, Pedro, 473, 477, 478, 479, 480, 481, 482, 484, 486, 487
Gutiérrez, y Lizarzábal, Agustín, 453, 454, 457, 458, 476, 459
Gutiérrez Ulloa, Antonio, 3'24, 442
Guzmán, Alfonso, 221
Guzmán, Eugenio, 371, 372, 379

Habana, la, 50, 51, 59, 60, 63, 65, 130, 132, 141, 145, 240, 243,
257, 261, 325, 326, 331, 335, 373, 523, 428, 4'29, 430, 431,
432, 433, 470, 472
Harg, Juan, 101
Harg, Patricio W., 99, 100, 101
Harvey, almirante, 324
Harrison, l 00
Haya, la, 124
Hermosilla, Miguel, 132
Hernández, Francisco, 294
Hernández Gregario, 504
Hernández, José Apolinorio, 305, 306, 307, 308, 309
Hernández, Juan José, 54
Hernórrdez, Manuel Ignacio, 345, 504
Herrera, 'Rafaela, 143, 144
Herrera y Sotomayor, José, 14, 15
Herrera, Gabriel, 488
Heullet-Dilson, '273
Hidalgo, Miguel, 518, 519
Hispano-América, 441, 442
Hodgson, Guillermo, 148, 255, 256, 258, 260, 265, 266, 267, 268,
269, 273
Hodgson, Roberto, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 143, 148, 149, 15'2,
212, 220, 221, 222, 234, 241, '242, 243, 244, 245, 246, 248,
255, 256, 257, 258, 259, 260, 264, 265, 271, 273
Holanda, 153, 157
Honduras, 40, 45, 52, 126, 131, 13'2, 134, 141, 152, 164, 379, 485,
527, 536
Honduras, golfo de, 157, 220
Honduras, obispo de, 24
Hood, almirante, 319
Huerta Casso, José Antonio de la, 92, 160, 183, 312, 384, 437
Huerta y Ggala, Jacobo de la, 40
Huertas, Marín, 70
Huete, Francisco, 22
Hughes, Roberto, 124
Hurtado, Félix, 453, 454, 456, 457
Hurtado, Juan, 337
Hussey, 153

lbáñez, Fiscal, 403, 503


lbáñez, Pantaleón, 41
lberbille, 130
Iglesias, Mariano, 199
Iguala, 52'2
Iguala, plan de, 522, 523, 524, 526, 533, 534, 536, 537, 538
Hlcs, José, 423
lmeri, Juan Marcos, 392
India, 44, 48
Indias, 168, 285, 287, 323
Indias Occidentales, 45, 5 J
Indias Orientales, 499
Infante, Fray Juan, 388
Inglaterra, 19, 44, 45, 47, 48, 51, 52, 57, 122, 124, 125, i26, 128,
129, 131, 133, 135, 136, 137, 149, 152, 153, 154, 155, 157,
159, 210, 221, 223, 225, 228, '258, 259, 323, 459, 540
Inmaculada Concepción, Castillo de la, 17, 78, 128, 143, 145, 146
Inmaculada Concepción, Castillo de la, 17, 78, 128, 143, 145, 146,
148, 312
·Inquisición de México, 9
lriarte, Domingo, 323
Irías, Nicolás, 536
Irlanda, 135_
lrún, 322
lrungaray, José Ignacio de, 388
lsasí, Joaquín, 117
lturbide, Agustín, 522, 523, 534, 536, 537
lturrigaray, José de, 518
Izquierdo, General, 322

Jaén, 320
Jalapa, 12, 57, 191, J 95, 293, 513
Jalata, 193, 355
Jalteba, 38, 191, 347, 475, 476
Jamaica, 101, 102, 128, 130, 134, 139, 141, 143, 149, 158, 221,
241, 257, 397
Jamaica, gobernador de, 18, 20, 133, 143, 148
Jarquín, José Joaquín, 456
Jáuregui, 357, 361
Jáuregui, Juan Bautista, 525
Jesuitas, los, 84
Jícaro, 12, 14, 18, 57, 191, 195, 223, 293, 513
Jiménez, Anselmo, 450
Jinotega, 191, 195, 504, 505, 506, 508, 509, 513
Jinotepe, 191, 193, 513
Joas, 26
Jodayo, 26
Johnson, almirante, 144, 148
Johnstone, comodoro, 153
Jox, 158
Juanazón, 18
Juanes, 'Río, 276
Jodó, rey de, '26
Juigalpa, 90, 92, 152, 191, 209, 357, 452, 481, 512, 513
Junta de Guerra, 336, 377, 378, 379
Junta de Hacienda, 212, 215, 243, 353, 377, 378, 379, 421
Junta ·de Salud 'Pública, 284

Kairns, Colwill, '244


Kairns, Federico, 244
Kempbell, 143, 144
Keppel, 123
Kesel, 318

Labayru, Sebastián de, 56


Laborio, 192, 445, 472
Lacayo, Miguel, 474, 483, 486
Lacayo de Briones, Gabriel, 180, 181, 182, 183, 184
Lacayo de Briones, José Antonio, 29, 34, 302
Lafuente, Modesto, 47, 124, 131
Lagos, cabo de, 44
Lagrava, Félix, 525, 528
Laguna de Managua, 192, 194, '211
Laguna de las Perlas, 17, 18, 101, 102, 140, 222, 228, 264, 266,
273, 276, 371, 496
Lángara, Juan de, 319
Lora, Felipe de, l O
Lora y Arce, Manuel José de, 388
Larrave, José Antonio, 525
Larrave, Mariano, 5'25, 538
Larraz, Agustina, 227, 313
Larrea, José, 337
Larreynaga, Miguel, 525, 527, 533
Larreinaga, Miguel, 525, 527, 533
Laurie, 136
Laury, 274
Lavoytance, Pedro José, 257
Lavasija, 222
Lazalde, Manuel Antonio de, 15
lazo, Antonio, 478
Lee, J 23
León 8, 9, JO, J3, J6, J7, 25, 28, 38, 56, 69, 78, 80, JOO, 109, 111,
113, 160, )63, 165, 166, 169, 170, 171, 180, 190, 191, 192, 203,
210, 212, 213, 214, 218, 219, 224, 225, 226, 234, 236, 238,
239, 240, 242, 258, 288, 289, 290, 292, 302, 303, 304, 305,
306, 308, 309, 312, 326, 345, 347, 353, 361, 362, 363, 364,
365, 366, 372, 377, 386, 387, 396, 402, 403, 404, 405, 406,
409, 419, 426, 428, 429, 430, 436, 442, 443, 444, 447, 451,
452, 453, 458, 461, 462, 463, 466, 480, 482, 484, 485, 492,
4.93,494,495,496, 500, 503,508,510, 511,513,514,530,534
león, Cabildo de, 68, 164, 174
León, catedral de, 373
león-Viejo, 34
lévy, (Poblo], 281
lezana, Francisco, 518
Lima, 25, 46
lindo, Juan, 536
Liñán, Pascual, 521, 522
Litelpaneca, 195
Lizarzábal, Benito, 454
Londres, 124, 126, 127, 129, 134, 135, 136, 137, 143, 148, 153,
J 54, )58, 159, 231, 259, 260, 265, 268, 323, 365, 375
López, Albino, 384
lópez, Juan Anselmo, 345
lópez, Fray Juan Francisco, 458
lópez, Juan de la Rosa, 504
López, Manuel, 384, 445
López, Mariano José, 388
López, Pascual, 445
López, Rafael, 184
López, del Corral, Tomás, 142
lópez de Peñolver, Jerónimo, 107
lópez de la Plata, José Antonio, 493, 494, 498, 499, 500, 530
Lorenzo, Juan, 1 O 1
Lovago, río de, 17, 20, '21, 22
lóvago, 99, 108, 191, 194., 513
Lovigüísca, 56, 99, 191, 194, 513
Luis XVI, 283, 284
Luisiana, 52, 130, 131
Luzón, isla de, 51

Llosa, Valentín de la, 423

Machado, Carlos, 454, 455, 457


Machuca, 1Raudal de, 148, 250
Madera, isla de, 94
Madrid, 25, 47, 50, 64, 107, 153, 159, 283, 284, 312, 365, 510, 515
Maestre, ·Ignacio, 116
Mahón, 154, 155
Maloca, 124
Malacatoya, río, 97, 98, 194
Malatesta, Carlos de, 129
Malzarraga, Antonio de, 111
Managua, 34, 36, 38, 78, 174, 176, 178, 191, 193, 295, 347, 355,
359, 360, 463, 513
Mancha, canal de la, 123
Manes, José, 64
Mangles, isla de, 138, 140, 257, 259, 268
Manila, 51, 52, 124
Mar de las antillas, 19
Marenco, Bernabé, 170
Marenco, Félix, 483
Marenco, Gregorio, 361, 483
Marenco, José Francisco, 34
Marenco, Juan Ignacio, 463
Marenco, Juan José, 475
Marenco, Manuel, 454
Marenco, Mateo, 483
Marín, Antonio, 340
Marín Bullón y Figueroa, Isidro, 68
Martín, Agapito de Francisco, 466
Martínez, Bernardo, 483
Martínez, Pedro, SS
Martinica, 157, 158
Marure, Alejandro, 529
Mas d Eu, 317, 318
Masatepe, 191, 193, 355, 469
Masaya, 9, 21, 31, 38, 56, 57, 77, 78, 78, 80, 81, 83, 83, 142, 144,
191, 193, 194, 207, '293, 294, 311, 326, 327, 329, 331, 345,
346, 347, 360, 361, 362, 406, 412, 413, 414, 415, 416, 417,
447, 449, 450, 463, 464, 466, 467, 468, 469, 473, 474, 476,
478, 486, 487, 513
Masido, 'Ricardo, 466
Masís, Rornucldo, 481, 482
Matagalpa, 17, 21, 22, 34, 55, 70, 86, 87, 92, 97, 104, 191, 195,
197, 198, 212, 217, '233, 263, 345, 347, 405, 511, 512, 513
Matamoros, Mariano, 520
Matiare, 191, 193, 211, 212, 218, 272, 276, '277, 513
Matina, 102, 103, 135, 142, 210, 230, '256, 273, 374, 380, 513
Matus, Francisco 'Esteban, 361
Mauricio, José, 337, 338
Mayorga, Feo. Esteban, 500, 501
Mayorga, Juan de Dios, 537
Mayorga, Martín de, 175
Mayorga, Pedro 'Esteban, 392
Mazalquivir, 157
Meany, Francisco, 261
Mediterráneo, mar, 156
Meneos, Melchor, 51
Méndez, Bernardo, 289
Méndez, Pedro de los Santos, 54
Méndez de 'Sotomayor, Luis, 132
Menéndez Bruma, Salvador, 365
Menorca, 154, 155, 157, 158
Mérida, 145
Metopa, 74., 191, 355
México, 25, 40, 64, 127, 164, 173, 485, 518, 520, 5'21, 522, 523,
524,526, 532, 533, 535, 536, 537, 538
Mico, río, 1 O 1, 102, 263
Miguelena, Fray Benito, 445, 447, 484, 485
Milla, Santiago, 525
Mina, Francisco Javier, 521
Miranda de ;Ebro, 323
Mississippi, 51, 5'2, 130
Mobilie, 130
Molina, D. M. A., 525
Molino, León, 483
Molina, Manuel, 11 O
Molina, 'Pedro de, 174, 518, 526, 537
Moncey, General, 322
Monimbó, 294, 330
Monte-Azul, 17, 18, 19, 21, 86
Montenegro, Agustín, 22
Montenegro, y Ulloa, Manuel José de, 79
Montevideo, 197
Montiel, Diego de, 392, 449, 4.66, 467
Montiel, Nicolás, 483
Montreal, 44
Montúfar, 'Rafael, 444
Moñino, Fray José Antonio, 418
Mora, Bias, 483, 488
Morel de Santa Cruz, Pedro 9gustín, 8, 1 O, 11, 14, '25, 57, 68, 506
Morelos, José María, 519, 520, 521
Moreno, Buenaventura, 156
Moreno, Cardenal, 11
Moreno, Miguel, 525
Morro, 51, 269, 367, 368
Morrillo, 93
Mosquitia, la, 149, 152, 162, 211, 218, 220, 22'2, 225, 226, 234,
241, 243, 253, '254, 256, 260, 262, 265, 268, 269, 274, 280,
375, 540
Mosquito, costa de, 20, 55, 102, 124, 125, 126, 128, 132, 134, 137,
141, 158, 159, 209
Moyogalpa, 194
Mozonte, 191, 195, 293, 513
Muerto, isla del, 373, 377
Muin, 371
Munieza, Todeo, 179, 181
Murcia, 437
Murga, Antonio de, 66
Murillo, Mariano, 37'2, 373, 378, 446, 447
Murray, 155
Muñiz, Francisco, 270, 368
Muñoz, José, 360, 361
Muñoz, Manuel, 455
Muymuy, 191, 195, 222, 513

Nagarote, 38, 191, 193, 513


Nalpasisá, río, 276
Nandasmo, 191, 193, 355
Nandaime, 191, 194, 474, 513
Nao, río, 50
Napoleón, 434, 459
Nápoles, 45, 46, 48, 153, 319
Narbona, 317
Nassau, príncipe de, 156
Nava, José Joaquín de, 145
Navarro, 316, 322
Navarro, Francisco Javier, 299
Navarro, Padre, 239
Navas, Francisco de, 138, 139
Navas y Quevedo, Fray Andrés de las, 8, 9, 383
Navia Bolaños Moscoso, Fray Mateo de, 25, 68, 69
Negrete, Celestino, 523
Nelso, 3·24
Net, capitán, 273
Newport, 47
Niágara, 44
Nicaragua, 11, 15, 19, 20, 23, 26, 27, 38, 40, 41, 52, 65, 66, 82, 86,
89, 102, 116, 124, 129, 131, 132, 136, 140, 143, 148, 149, 152,
161, 195, 197, 201, 202, 207, 230, 274, 277, 280, •281, 310,
324, 326, 337, 342, 347, 363, 383, 384, 386, 389, 407, 412,
413, 4·27, 436, 442, 446, 464, 479, 485, 488, 493, 495, 496,
498, 500, 508, 509, 513, 515, 516, 527, 528, 532, 533, 534,
535, 536, 537, 538
Nicaragua, Gobernador (intendente) de, 32, 61, 67, 91, 113, 160,
165, 177, 190, 196, 198, 199, 208, 210, 214, 217, 218, 223,
2'25, 232, 233, 234, 240, 242, 246, 247, 260, 265, 266, 284,
288, 290, 291, 311, 358, 361, 365, 371, 372, 380, 421, 512, 540
Nicaragua, historia de, 7
Nicaragua, lago (laguna) de, 60, 87, 117, 125, 126, 128, 310,
404, 496
Nicaragua, mitra de, '25
Nicaragua, obispo de, 24, 241, 312, 470, 485, 506, 539
Nicaragua, partido de, 194
Nicaragua, villa de, 296, 301, 458, 513
Nicoya, 160, 191, 194, 197, 198, 347, 361, 362, 513, 516
Nindirí, 9, 77, 81, 191, 193, 194, 513
Niquinohomo, 191, 193, 513
Noguera, Cayetano, 361
Norte-América, 129
Nova, Manuel de, 333, 338
Novella, Francisco, 523
Novoa, Pedro, 504
Nuestra Señora ·de la Concepción, pueblo de, 194
Nuestra Señora del Viejo, 54
Nueva Escocia, 51
Nueva España, 170, 281, 359, 519, 521, 523, 537
Nueva Granada, 137, 139, 141, 442
Nueva Segovia, 18, 22, 195, 494, 497, 498
Nuevo Mundo, 60, 123, 413
Núñez, Manuel, 452

Oajaca, 524
Oaxaca, 164
Obando, Norberto, 456
Obraje, 456
Oconor, Felipe, 345, 378, 398, 399, 400, 401, 406
Ocotal, 191, 513
Ochomogo, 194
O Donojú, Juan, 523, 534
O Horán, José Gabriel, 337, 447, 448, 449, 464, 469
O Horón, Tomás, 525
Olancho, 474, 476, 478
Ometepe, isla de, 191, 194, 31 O, 513
Omoa, 58, 60, 62, 64, 66, 67, 121, 131, 132, 145, 536
Oñate, José, 538
Orón, 157
Orden ·de San Francisco, 51 O
Orden de San Luis, 127
Orea, Juan de, 179, 18 J, 182, 183, 184, 185
O Reifly, conde, 320
Orellano, Fray José Antonio, 388
O Reylli, Alejand o, 63, 65
Oropesa, Mat,._ . de, 21, 22, 23, 24
Orosi, 93, 513
Ortega, Vicente, 481
Ortíz, Francisco, 91
Orvilliere, almirante, 123
Orrantía, coronel, 521
Osorio, 161
Osorno, Diego, 299
Osorno, 'Luis, 80, 361
Osorno, Fray Simón, 458
Ostende, 47
Osuna, duque de, 318, 322
Ossun, marqués de, 45, 46
Otuay, José, 133

Padilla, lsi·doro, 454, 457


Palacagüina, 191, 195, 293, 513
Palomar, José María, 474, 475, 476, 486
Pamplona, 322
Panamá, 87, 100, 129, 145, 203, 216, 427, 429, 430, 498
Panamá, gobernador de, 137
Panigo, Francisco, 64
Papagayos, bahía de, 125, 127, 128
Parajón, Juan, 363
Paralipómenos, 26
París, 46, 51, 52, 133, 157, 28'2, 320
París, ayuntamiento de, 283
Parma, ducado ·de, 45, 48
Parodi, Diego, 483
Parrilla, Manuel, 483
Pasajes, 322
Paula, Carlos de, 522, 534
Paula, Francisco de, 522, 534
Paumure, 130
Peyón, Miguel, 17 6
Pedernal, 93
Penzacola, 130, 131
Peña, Juan Antonio de la, 281
Peña González, :Manuel Antonio de la, 454
Peñafel, marqués de, 154
Peón y Valdéz, Alonso Manuel, 302, 303
Pérez, ifsteban José, 388
Pérez, José María, 420
Pérez, Fray Mariano, 525
Pérez, Miguel, 345
Pérez, Fiarlo, Manuel, 98
Pérez Lebrón, Francisco, 399
Pérez Quijano, Agustín, 141, 197, 198
Perignon, General, 318, 321, 322
Perla, ensenada de la, 99, 100
Perpiñán, 317, 318
Perú, 141, 162, 164, 203
Petén, 64, 66
Peyrestortes, 317
Pich, 'Roberto, 101
Pich, Samuel, 101
Piche, pueblo del, 18
Piloña y Ayala, Diego, 209, 327, 328, 342, 343, 353, 357, 360
Pineda y Tabores, José, 40
Pinillos, José, 64
Pirineos, 316, 319, 3'20, 321, 322
Piñal, Tadeo, 281
Pitt, 44, 47, 49
Pitt, Guillermo, 132, 133
Plocencia, 45
Pocock, 50
Polonia, 323
Ponce de León, Manuel, 31
Pons, Diego, 361
Pontóns, batalla de, 322
Popoyuapa, 194
Porta y Costas, Antonio, 290
Portmouth, 123
Portobelo, 121, 145, 253, 422, 424, 4'25, 436
Portocarrero, Carlos, 199
Portocarrero, Pedro, 529
Portugal, 50, 51, 52, 153
Portrendres, 319, 321
Porras, Basilio, 526
Porras, Diego, 9, 10, 11
Porras, Fernando, 1 32
Porras, Marcelo de los Santos, 361
Posoltega, 191, 302, 303, 51 3
Posolteguilla, 191, 302, 303, 306, 513
Potosí, 456
Poussi, marqués de, 49
Poveda, Francisco, 54
Poveda, José Antonio, 54
Prado, Juan de, 50
Prado, Silvestre, 111, 11'2
Prial, José, 444
Principela, 222
Providencia, 101
Prusia, 153
Puebla, 194, 520, 523
Pueblo-Nuevo, 68, 191, 193, 195, 293, 513
Puente, Juan Antonio, 454
Puerto Rico, 324, 472
Puigcerdó, 322
Pumarán, 520
Punta Blanca, 101
Punta Gorda, 18, 102, 253, '276
Puntamala, 194

Quadra, Pedro de, 392


Querétaro, 519
Quezalguaque, 191, 192, 302, 303, 306, 513
Quezaltenango, 527
Quiam, 101
Quiep, 102
Quili, 222
Quim-Sang, 101
Quimichapa, 93, 95
Quiñónes, Francisco, 445, 501
Quirest, 513
Quiroga, Manuel de, 66, 92, 104, 105, 1 J 1, 112, 114, J 60
Quito, 385, 442
Quixalá, 90

1
Rabinly, Almirante, 225
Rajo, José, 338
'Ramas, los, 21 O
1
Ramírez, Cornelio, 363
Rcrnirez, José María, 530
Rcnccño, gobernador, 31
Raquejo. Juan, 368, 406, 418
Rayón, Ignacio, 519
Real Audiencia, 25, 28, 71, 7 4, 84, 90, 131, 293, 302, 342, 355,
419, 515
Real Audiencia de Guatemala, 23, 86, 108, 109, 399, 497, 507
Real Hacienda, 51, 105, 106, 108, 111, 113, 118, 161, 165, 176,
197, 199, 200, 209, 212, 218, 245, 249, '252, 261, 271, 275,
277, 289, 291, 325, 326, 328, 329, 333, 334, 452, 346, 378,
396, 398, 399, 401, 402, 403, 406, 408, 41 O, 418, 423, 425,
428, 429, 430, 492, 506, 514, 517
Realejo, el, 29, 37, 54, 55, 61, 86, 87, 109, 111, 141, 143, 144,
148, 191, 193, '287, 288, 345, 347, 365, 405, 417, 419, 421,
427,428, 430,498, 499, 513, 516
'Recopilación de Indias, 24, 31, 32, 188, 200, 391
·Requena, Bernardino, 294
Rey Alvarez, Clemente, 9, 25
Rey de España, 45, 285, 387, 423, 324, 371, 424, 457, 465
IRey de Francia, 49, 155, 238
Rey Mosco, 379, 380, 540
1

Rey de Nápoles, 48, 49, 60


1
Rey Sambo, 540
Riccrdos, Antonio, 316, 317, 318, 319, 320
'Río Coco, 310
Río 'Colorado, 142, 210, 251, 372, 374
Río 'Escondido, 148, 263, 264
Río-Grande, 17, 18, 221, 263, 266, '27 6, 539
Río-Hondo, 129
Río Matagalpa, 31 O
Río Nuevo, 129
Río Tortuguero, 142, 210
'Rivas, 125, 163, 191, 236, 296, '297, 300, 345, 347, 361, 363, 399,
450, 453, 457, 458, 474, 510
Rivas Betancourt, 'Roberto de, 129
tRivera 'Cabezas, Antonio, 525, 533
Rivera y Córdoba, Marcelo de, 187
1

Roatán, 101, 128, 141


1

'Robledo, Calixto, 417, 419, 420


Robledo, Gregorio, 483
'Robles, Antonio, 522
Robleto, 1gnacio, 184, 482
Robleto, Luis, 483
Robleto, María Gregoria, 488
Roce, Guillermo, 257
'Rodríguez, María Manuela, 15·2, 209, 212, 213, 214, 215, 217, 222,
223, 224, 226, 227, 239, 261
Rodríguez, José María, 392, 393
'Rodríguez, Juan Manuel, 442
Rodríguez Méndez, 68, 302
Rodríguez 'Ranquejo, Juan José, 328
'Rodríguez Trujillo, Baltazar, 145
Rojas, Juan Manuel, 289
Rojas, Fray Ramn, 511, 512
Román, Cabo, 101, 103
Román, Río, 539
Romaña, Lorenzo, 525, 528
Roque, Crisóstomo, 307, 308
Rosa, Juan ·de la, 71, 74, 181
Rosa, Manuel Lorenzo de la, 199
Rosas, 322
Rosellón, 316, 317, 319
Rubí de Celis, Juan Manuel, 54
Ruiz de Apodaca, Juan, 521, 522, 523
Ruiz, Isidro, 172
Ruiz, Tomás, 384, 388, 418
Ruiz ·de Avilés, Alberto, 98, 166, 167, 170, 172, 180, 355
Ruiz de Avilés, Leopoldo, 361
Ruiz de Arañas y 'Crespo, Juan Cruz, 312
Rusia, 154, 283

Saavedra, doctor, 75, 98, 113, 164, 165, 170


Sábalos, los, 249, 250
Saborío, Félix Antonio, 297, 300
Sacasa, Crisanto, 449, 450, 463
Sacasa, Francis·co, 38
Sacasa, 'Roberto, 272, 327, 329, 330, 333, 367, 372, 373, 378, 392,
448, 449, 450, 463, 468
Sacramento, 51, 52
Saénz de Tejada, Crisanto, 388
Salablanca, Francisco, 225
Salafranca, Benito, 470
Salas, Luis, 17
Solazar, Carmen, 363, 445, 492
Solazar, Joaquín, 456
Solazar, Pedro de, 58, 60, 62, 63, 64, 65, 66, 79, 87, 89
Salces, 317, 318
Salteba, 192
Salto, el, 19
Salvador, José, 281, 284, 287, 288, 291, 292, 293, 299, 300, 310,
324, 327, 331, 344, 345, 357, 362, 363, 372, 373, 399, 406,
412, 413, 414, 415, 416, 417, 420, 442, 4.44, 447, 462
San Agustín, orden de, 25
San Andrés ,isla, 101, 260, 263, 276_, 379
San 'Carlos, Fuerte de, 136, 170, 225, 226, 248, 249, 251, 252, 270,
271, 272, 280, 294, 295, 311, 312, 313, 324, 325, 326, 327,
328, 329, 331, 332, 333, 337, 366, 368, 369, 370, 371, 374,
377, 381, 382, 383, 397, 401, 404, 406, 421, 461, 464, 488
San Felipe, Barrio de, 445
San Felipe, Castillo de, 154
San Fernando, 338
San Francisco, 251, 252, 451
San Francisco de Camoapa, 255
San lldefonso, 323
San Jorge, 191, 194, 454, 458, 509, 510, 513
San Jorge, isla de, 269
San José, 456, 513
San Juan, pueblos de, 192
San Juan, Fortaleza de, 7, 16, 66, 78, 88, 11 O, 125, 170, 226, 250,
451, 461
San Juan, río, 17, 18, 19, 20, 61, 62, 64, 86, 87, 102, 103, 124, 126,
127, 128, 136, 139, 140, 143, 144, 145, 146, 152, 173, 210,
220, 224, 229, 233, 235, 243, 245, 247, 248, 249, 251, 267,
268, 270, 313, 326, 327, 328, 329, 331, 364, 368, 369, 371,
372, 374, 375, 376, 377, 378, 381, 382, 422, 427, 428, 430,
489, 498
San Juan de Dios, hospital de, 173, 174, 353, 451
San Juan del Norte, 143
San Juanito, 251
San Lorenzo, 285
San Lorenzo de Cerdá, 317
San Lorenzo de Muga, 321
San Miguel, 442, 443
San Marcos, 513
San Pedro de Metapa, 72, 193, 513
San Pedro Sula, 132
San Pedro Zula, 132
San Ramón, 55, 191, 195, 513
San Salvador, 13, 365, 367, 398, 442, 443, 449, 485, 535, 536
San Sebastián, 322, 445
San Telrno, 319, 321
San Vicente, 51, 443, 485
Sanabria, Ana, 209, 213
Sanabria, Brígida, Manuela, Antonia y Ana, 152
Sánchez, Juan, 303, 304, 420, 444.
Sánchez, Serapio, 525
Sánchez Gatica, Teodor, 99
Sandeve, l 01, 102
Sandibay, 266, 267
Sandino, Cristóbal, 483
Sandino, José, 483
Sandival, 222
Sandoval, Francisco de, 392
Santa Cetarina, 191, 193, 355, 513
Santa Catarina, hospital de, 173
Santa Cruz, castillo de, 86, 250, 513
Santa Cruz de Tenerife, 324
Santa Cruzada, 9
Santa Fe, 145, 242, 385
Santa Marta, 423, 424, 428, 430, 436
Santa Rosa, 414, 513
Santa Teresa, 414, 513
Santander, río, 521
Santiago de Cuba, 364
Santísima Trinidad, pueblo de, l 04
Santo Domingo, 158, 323, 337, 521, 525
Santo Oficio, 9
Sapasmapa, 366
Sarria, Padre Francisco, 56
Sauce, el, 191, 193, 345, 513
Sébaco, 36, 70, 71, 72, 73, 74, 98, 191, 195, 355, 513
Segovia, 12, 34, 68, 191, 263, 292, 293, 347, 405, 484, 495, 500
Segovia, cabildo de, 12
Segovia, río, 102, 134, 135, 142, 222
Selva, Pablo Antonio, 34
Selva, Silvestre, 482
Seminario Conciliar de León, 383, 385, 386, 390, 393, 500
Seminario de San 'Ramón, 390, 391
Senegal, 47, 51
Sesma, Felipe de, 64
Sierra, José, 447, 448
Sierra, María Josefa, 37
Silva, Nicolás, 455
Siria Mena, Feo., 483
Sitelpaneca, 293
Sixcar, 221
Smith, 124, 125, 126, 127
Sobasco, 92
Solano, Francisco, 130
Solentiname, 93
Soler, Manuel, 66
Solera, Almiral, 270, 271, 272, 273, 274, '275, 276, 277
Solís, 'Padre, 239, 241
Solís, Pedro, 445, 529
Sololá, 527
Solórzano, 39
Solórzano, Camilo, 449
Somotillo, 191, 193, 513
Sonsonete, 37, 163, 365, 398, 527
Soto, Benito, 464, 466, 467, 469, 476, 486, 487
Soto, Mateo, 478
Souza, José, 483
Subaza, 90, 92
Subtiava, 69, 109, 191, 192, 196, 197, 198, 301, 302, 304, 305, 306,
307, 308, 309, 310, 347, 495, 497, 498, 500
Suecia, 153
Suit-Guillem, 274
Suiza, 323
Sultepec, 519
Sutuilem, coronel, 270, 272, 274, 277, 513

Tobago, 51
Taboada, Fray José Antonio, 526, 537
Taboada, Manuel, 304
Talomanca, 117, 509
Tanucci, 46, 47
Taure, 18, 251
Tecuanapa, 70, 71, 73
Tegucigalpa, 75, 398, 536
Tehuacan, 521
Tehuantepeque, 164
Tejedor, Carlos, 54
Tejedor, Joaquín, 54
Telica, 191, 302, 303, 306, 513
Telpcneco, 191, 513
Téllez, Mariano, 294
Tepesomoto, 191, 195, 293, 513
Terán, Simón, 408
Terranova, 45, 46, 47, 51, 52, 121, 157, 158
Tet, 317, 318
Teuspete, 481, 513
Teustepet, 191, 195
Thomas, Capitán, 17
Thuir, 317, 318
Tifer, 'luis, 216, ·217, 218, 221, 224, 233, 235, 241, 242, 257
Tingorera, 44
Tinoco, gobernador, 536
Tinta, provincia de, 441
Tinto, río, 57, 88, 101, 102, 103, 133, 135, 138, 140, 142, 223,
243, 375
Tipitapa, 7, 32, 33, 34, 37, 191, 194, 272, 176, 416, 513
Tipitapa, río, 30
Tiustepet, 97, 98
Tobosí, 513
Tola, 194
Tologalpa, 55, 57
Tolón, 155, 319, 320
ífolosa, 322
Toma de Agua, río, 70
Tomé, Andrés, 361
Torres, José Antonio, 337, 521
Torres, Juan de, 121
Torres, Pedro, 249
Torres, Remigio, 55
Totogolpo, 191, 195, 513
Trelles, Miguel Jerónimo, 54
Tres Ríos, 513
Trinidad, aldea de, 513
Trinidad, isla de, 324, 425
Trinidad de Cubo, 423, 4'24
Tristón, Esteban Lorenzo de, 109, 142, 160, 172, 173
Troncoso, Bernardo, 276, 288
Troncos, Francisco, 132
Truillas, 319
Trujillo, 243, 244, 246, 468, 325, 379, 398, 420, 536
Tubopi, '209, 214, 221, 222, 223, 225, 226, 233, 238, 246, 255, 276
Tucurriqui, 513
Tudelo, Marcelo, 337
Tulleríos, 282
Tupoc-Amaru, 441
Túplles, río, 121
Tupuppí, 138

Ugolde, José Francisco de, 111, 112, 114


Ugarte, Francisco Antonio, 93, 94, 95, 97, 170, 295, 296, 337
Ugorte, Metías José, 182, 183, 184
Ugorrio, José Antonio, 54
Ujorrás, 513
Ulúo, 99, 100
Ulloo, María, 488
Ulloo y Larios, Francisco, 11
Unión, conde de la, 318, 321, 322
Universidad de Guatemala, 385, 387, 390, 391, 392, 393
Universidad de León, 388, 502
Universidad de Lima, 392
Urbino, ·Pedro, 392
Urullo, 57
Urles, 317
Urtecho, José Antonio, 361
Urrutia, Carlos de, 517, 518, 528
Urrutia, José, 322
Urrutia, Nicolás, 167, 168, 179, 181, 182, 184, 185
Usulután, 443
Utila, islas de, 103

Valdés, Ana, 152


Valdés, Bernordo, 8
Valdés, Francisco Calixto, 93
Valdés, José, 525, 527
Valdesantoro, marqués de, 321
Valdivia, Bernardo, 11
Valencia y Caviedes, Luis de, 80
Valero, Juan, 184
Valiente, Francisco, 88
Valparaíso, 281
Valladolrd, 520, 5'23
Valle, José Cecilio •del, 508, 517, 524, 525, 527, 528, 532
Valle, José Tomás y, 288, 311
Varela, José, 463
Vargas, Francisco X, 137, 138, 139, 140
Vargas, José, 34, 70, 71, 72, 73
Vargas, José Antonio, '90, 91, 92, 93, 103, 104, 108
Vásquez Preqo, José, 15, 163
Vega, Poulino, 295
Vega, Zenón, 463
Vega y Lacayo, Jerónimo de la, 75, 77, 78, 79, 80, 83
Velasco, José Antonio, 393, 450, 466, 467
Velasco, Luis, de, 51
Venegas, Francisco, 518, 520
Venereo, Juan Enrique, 54
Venezuela, 44'2
Vera, 322
Vera-Cruz, 335, 459, 520, 523
Veragua, 100, 103
Versalles, 47, 158
Vida! de Lorca, Melchor, 18, 20, 21, 41, 56, 66, 75, 88
Vidarrós, 406
Vidaure, Padre, 55, 56
Viejo, el, 191, 193, 291, 292, 405, 418, 419, 420, 513
Vílchez, Francisco, 525
Vílchez, y Cabrera, Juan Carlos, 9, '25, 68, 69, 72, 7 4, 108, 407
Villafañe, José, 525
Villa, José, 525
Villa, José, 455
Villa de las Cañas, 513
Vi'lla-Hermosa, 513
Villa-Nueva, 191, 193, 513
Villa del 'Socorro, 441
Villa-Vieja, 513
Villalonga, 319
Vil'lanueva, Andrés de, 463, 469
Villar, Mekhor, 249
Villegas, Apolinario, 504
Villegas, Juan Félix de, 160, 217, 312
Virreinato de Buenos Aires, 196, 197
Virreinato de Nueva Granada, 441 ·
Virreinato ·del Perú, 441
Virrey de Nueve Espofic, 243, 244, 31 O, 365
Virrey de Santo Fe, 212, 244, 257, 42'2, 425
Victoria, 323

Wcl, Ricordo, 46, 47


Washington, Jorge, 123
Westfalia, 4.8
Wolfe, 44
Yalagüina, 191, 195, 293
Yarinces, 222
Yasica, 22
Yvcatán, 40, 145, 243

Zavala, Adrián, 468


Zavala, Juan, 311, 367
Zelaya, José Sontos, 540
Zerros, 194
Zitácuaro, 519
Zubiría, Juan José, 399
INDICE ONOMASTICO

(APENDICE DEL TOMO 111)

Acuña, Domingo, 577


Aguilar, Juan francisco, 575
Aguilar, Nicolás, 550
Alemán, ·Pedro ·E., 562
Alfaro, Félix, 543, 561
América, 559, 569
Aran juez, 57 4
Arce, Manuel José, 547, 550, 570, 571., 573, 578, 580
Arechavala, Joaquín 556
Arrechavala, Joaquín, 556
Argüello, Francisco, 563
Argüello, Juan, 552, 573, 580
Argüello, Pío, 552
Argüello, 1Telésforo, 552
Ariza y Torres, 1Rafael, 557
Arzú, Manuel, 571, 572, 574, 575, 576, 578, 579, 583
Avendaños, 544
Aycinena, Mariano, 556
Ayón, Tomás, 544, 546

Baltodano, coronel, 578


Bailadores, Román, 563, 568
Barrios, Jerardo, 552
Barrundia, 547
Bendaña, Cleto, 552
Blanco, Juan, 565
Bolaños, Gregorio, 560
Bolívar, 567
Bracamonte, Gregorio, 552
Bravo, general, 558
Bustamante y Guerra, José, 552, 582

Carrascoso, Alejandro, 552


Carrillo, ·Basilio, 551, 562
Casa-Mata plan de, 558, 562
Castillo, Vicente, 552
Centro América, 547, 553, 580, 581
Cerda, José Manuel de la, 552
Cerda, Juan, 552
Cerda, Manuel Antonio de la, 552, 573, 580
César, 553
Colombia, 559
Commune, la, 561
Cordero, Francisco, 552
Coronel, Manuel, 560
Corral, Ponciano, 544
Coste-Rice, 552
Cossio, Joaquín, 543, 567
Coyolar, el, 567
Crespín, Dionisio, 562
Cruces, las, 579

Chamorro, Joaquín, 552


Chamorro, Pedro, 543, 560, 561
Chiapas, 556
Chichigalpa, 542, 567, 568
Chile, 567
Chinandega, 542, 546, 567, 576

Delgado, Domingo, 568


Delgado, Metías, 550
Días, Ignacio, 563, 575
Días, Juan, 560
Dueñas, Francisco, 552

Echaverri, general, 558


Emes, Tiburcio, 567
Escobar, Sebostión, 562
España, 550, 553, 556, 559, 570
Espinazo, José Dolores, 552
Fspinozo, Juan, 55'2
Espinoza, Sebastián, 562
Estados Unidos de Colombia, 554
Europa, 569, 576

Filisolo, 558
Gaceta, la, 541, 542, 543, 544
Gainza, Gabino, 556, 557
Galarza, Domingo, 550, 563
García, Jeréz, Fr. Nicolás, 551, 552, 568, 572
Granada, 541, 542, 543, 546, 550, 551, 553, 557, 558, 559, 560,
562, 563, 565, 567, 569, 571, 573, 574, 577, 582
Granada, junta de, 563
Gibraltar, 558
Gómez, Francisco, 552
González, Pedro, 562
González Saravia, Miguel, 556, 559, 562
Guapinol, 568, 583
Guatemala, 546, 550, 553, 556, 557, 558, 559, 562, 570, 571, 572,
573, 578
Guayaquil, 567
Guerrero, Pedro, 55'2
Gutiérrez, Miguel, 560
Gutiérrez Pedro, 551
Gutiérrez Ulloa, Antonio, 550

Hoto-Grcnde, 57 4
Honduras, 556

Iguala, 556
Iguala, plan de, 556, 557
lrigoyen, Policarpo, 543, 561, 571
lturbide, Agustín, 556, 558, 559, 570

Jalteva, 551

Lacayo, Mig·uel, 552


Lacayo, Seberino, 544
León, 541, 542, 543, 545, 546, 550, 551, 553, 562, 563, 564, 567,
568, 569, 571, 572, 573, 574, 576, 577, 578, 579, 582, 583
Lobato, J. M., 557

Malespín, 542, 544


Managua, 541, 542, 543, 553, 560, 563, 564, 565, 566, 567, 568,
571, 572, 574, 578, 579, 582
Managua, junta de, 568
Mawre, 547, 557, 576, 582
Masaya, 541, 546, 550, 551, 553, 558, 559, 562, 571, 577
Matagalpa, 563
Mateare, 565
Matey, Domingo, 567
Mayorga, Fulgencio, 543, 567
Méjico, 556, 557, 558, 559, 562, 5570, 582
Meléndez, 544
Meléndez, 'Pablo, 563
Meza Manuel, 567
Molino, León, 552
Milla, Justo,· 563, 571
Montealegre, Mariano, 543
Montenegro, Francisco del, 544
Montiel, Diego, 552
Montúfar, Manuel, 547, 553, 557, 570

Nagarote, 563, 564, 565, 568


Nicaragua, 541, 542, 544, 552, 553, 556, 557, 558, 559, 569, 570,
571, 572, 576, 579, 580
Nicaragua, distrito de, 578
Nicaragua, gobernador de, 556
Nicaragua, villa de, 550, 563
Norte-América, 554

Obraje, el, 578


O'Horan, Francisco, 558
O'Horan, Tomás, 570, 572
Omoa, 552
Ordóñez, Cleto, 541, 542, 543, 557, 558, 559, 560, 563, 565, 571,
573, 578, 582
Osejo, Pedro, 564
Oviedo, Pedro, 567

Pacheco, Ramón, 563, 575


Palmar, costa de, 560
Palmita, la, 564
Palomar, José María, 551
Parrilla, Manuel, 552
Pelona, la, 560
Pérez, Manuel, 542
Pérez, Nicolás, 560
Perú, el, 567
Piedritas, las, 565
Pineda, Laureano, 543, 46'.2, 567, 575
Piza, oficial, 565
Plazaola, Bernardo, 567
Plutarco, 576
Posoltega, 568
Puebla, acta de, 559
Pueblo-Nuevo, 564

Quiñ6nez, Francisco, 550, 562


Quiñ6nez, Metías, 567

Ramírez, Mariano, 544


Realejo, el, 567, 577
Recolección, iglesia de la, 576
Río-grande, 563
Rivas, 546, 550, 560, 571, 577
Robledo, Gregorio, 552
Robledo, Juan Dámaso, 552
Rodríguez, Juan Manuel, 550

Sacase, Crisanto, 541, 542, 544, 546, 557, 558, 559, 560, 561, 564,
565, 568, 571, 572, 574, 575, 576, 577, 578, 583
Sacasa, Francisco, 565
Sacase, Juan B., 545, 546, 567
Salas, Juan José, 543, 544, 567, 568, 571, 572, 574, 575, 577,
578, 583
Solazar, Carmen, 550, 562
Solazar, Juan B., 567
Salvador, el, 552, 556, 558, 562, 579
Salvador, José, 550
Salinas, Francisco, 544
San Bartolo, acción de, 565
San Bernardo, 579
San Carlos, fuerte de, 550, 560
San Felipe, barrio de, 564, 567, 579
San Juan, campamento de, 543, 567, 568, 574, 578
San 'Ramón, río de, 564.
San Salvador, 550, 571, 572, 573, 579, 580
Sandoval, José, León, 544
Saravia, 541, 558
Sediles, •Ignacio, 562
Selva, Silvestre, 542, 544, 552
Sequeira, barrio de, 578
Sinacam, barca, 558
Soliz, José, 560
Solórzano, Camilo, 560
Solórzano, Francisco, 543
Souza, Roque, 563
Suiza, 554

Telica, 567
Tifer, Raymundo, 560, 565, 574
Trujillo, 552
Tolistagua, 558, 559

Ubieta, Juan Manuel, 543, 577, 578


Urrutia, Carlos de, 556

Valle, José del, 570, 571, 572, 573


Vega, Fulgencio, 54
Viejo, el, 542, 563, 567, 568, 574
Viejo, junta del, 567, 568, 574, 575, 583
Vijil, 'Diego, 574

Walker, (William), 583

Zapata, Pedro, 563


Zavala, Adrián. 560
Zavala, Juan José, 543, 561, 575
Este libro se terminó de reproducir,

el 30 de Marzo de 1977, en

PAPELERA INDUSTRIAL DE NICARAGUA, S.A.

(PIN S A)

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