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ENTREVISTA A MARIE-LOUISE VON FRANZ

La figura de Merlín

El hombre del bosque


pintado por Marie-Louise von Franz, en Bollingen.

Claude Mettra
France Culture
Este escrito es la trascripción de una parte del diálogo mantenido entre Marie-Louise
von Franz y Claude Mettra, en el programa de radio « El grito de Merlín », que tuvo
lugar en France Culture, el 18 de febrero de 1978. Traducción de Iván Martínez.

Claude Mettra: -La leyenda cuenta que esta criatura, Merlín, hijo de una
virgen y del diablo, después de haber estado largo tiempo errando por el
mundo sucumbe finalmente a los encantos de Niniane-Viviane, cae enfermo
por ella y después desaparece de nuestro mundo, para perderse en un
mundo del más allá, donde no nos puede alcanzar más que bajo la forma de
un grito. Ahora bien, yo creo, MlvF, que ese grito de Merlín ha sido muy
significativo para usted, así como el personaje de Merlín.

Marie-Louise von Franz: –Sí, porque para la psicología de Jung, el gran


problema moderno es el problema del mal. El problema del mal en la
persona, es el problema de la sombra: todos tenemos tendencia a no ver
nuestra sombra, o a emplear eufemismos en vez de verla. (...) Merlín –que es
el hijo del diablo y su madre es una cristiana muy piadosa– une en él mismo
estos problemas. Nuestro gran problema, es que hay una tendencia a
dejarnos caer completamente en el mal. En nuestra opinión, ahí hay una gran
unilateralidad: al principio todo es blanco y después todo es negro. Mientras
que con nuestros pacientes y con nosotros mismos, si observamos nuestros
sueños y el hecho de que intentamos encontrar un balance interior, vemos
que el inconsciente trata de unir los opuestos; y también de relativizarlos,
porque después de todo, el mal para mí puede ser el bien para el otro. (…)
tenemos que aguzar mucho más nuestro consciente para encontrar realmente
dónde está el mal en nosotros y en los demás, y el juicio justo en todo esto:
aún somos completamente primitivos. Merlín es el símbolo de aquel que une
en sí mismo el bien y el mal. Él nunca ha hecho daño, pero ha jugado muchos
«tricks» (astucias, trucos, bromas) que se han interpretado como malvados
tricks: ésa es su tragedia, él ve más allá, él es un profeta cuya mirada llega
mucho más lejos que la de sus contemporáneos. (…) Y Jung ha dicho a
menudo en conversaciones privadas : «Merlín es mi segunda personalidad,
en un sentido soy yo.» Por eso me interesé en Merlín y lo he visto también en
la vida de Jung, que ha querido participar en ciertos movimientos,
idealismos, y ha sido incomprendido, como Merlín. Por otro lado, Merlín
desapareció de la vida en los brazos de una mujer. Esa es una leyenda que
Jung ha citado a menudo junto con la leyenda que dice que Lao Tsé –el gran
sabio chino– partiría al final de su vida con una bailarina y desaparecería.
Esta leyenda viene a decir que él se ocupaba del problema del ánima, de lo
femenino, y ése es el otro problema de nuestro tiempo, el del arquetipo de lo
femenino. Hemos ignorado demasiado el elemento femenino. Merlín en un
sentido apenas ha llegado muy lejos del otro lado, pero él ha mostrado el
camino del desarrollo del sentimiento. Para un hombre ocuparse de su ánima
quiere decir diferenciarse de su sentimiento y también de su consciente.

CM: -Retomemos dos puntos importantes que Jung nos propone de la vida.
El primero es que Merlín reconoce por nacimiento que el mal no está fuera de
él, sino en él, como lo está en cada ser humano. En consecuencia esa zona de
sombra, que usted acaba de nombrar, se revuelve por su reconocimiento
como de nuestra propiedad y además, a continuación, procura que se integre
en nuestra personalidad y que no sea excluida, porque si se excluye, se está
expuesto a grandes trastornos y desgarros psicológicos.

MlvF: -Exactamente. Hay igualmente un texto francés de la leyenda artúrica


donde Merlín se aparece a un héroe como su sombra. Él había integrado la
sombra; se había proyectado la sombra sobre él. El gran peligro cuando se
ignora el mal, es que lo vemos en el otro: es lo que nosotros llamamos una
proyección. Se hacen las acciones, involuntarias y destructivas, con la mano
izquierda y las buenas con la mano derecha. Y la mano izquierda lo deshace
todo.

CM:- Quisiera que retornáramos a ese problema de la proyección, puesto que


es de capital importancia y generalmente está mal comprendido.

MlvF: –Es una palabra que los freudianos también utilizan. Para ellos la
proyección, es que yo veo en el otro alguna cosa mía que yo he reprimido a
causa de un conflicto neurótico. Mientras que para Jung todo está proyectado
de nuestra alma, normalmente, incluso si no hay represión. Todo lo que
aparece en nuestra psique, y que nosotros no reconocemos, o no reconocemos
aún, nos aparece afuera. Él dice que sólo podemos hablar de proyección
cuando ha llegado el momento de retirarla. Hay ciertos síntomas. Las gentes
se vuelven inestables, fanáticas, exageran, tienen afectos y emociones
exageradas. Entonces hay que preguntarse: ¿por qué el señor tal o cual me
irrita más que de costumbre? No me cae bien, pero yo no tengo necesidad de
alterarme de esa manera. Si yo me altero demasiado, y no hay ninguna razón
para estar tan furioso, entonces es una proyección; eso que me exaspera de él,
está en mí, es algo mío que yo veo en él. Se intenta retirarla tras una reflexión
(…) que es una cualidad que tengo en mí mismo, entonces el señor tal,
objetivamente, se vuelve bastante normal..

CM: –Es decir, que los problemas del mundo están en nosotros.

MlvF: –¡Están en nosotros! ¡Todo está en nosotros! Nosotros somos los


responsables de la guerra; somos los responsables de todo aquello que nos
llega del mal. La tendencia del hombre es pensar: «¡Son los otros! Yo tengo
buenas intenciones; yo no hago nada, no hago política, hago mi trabajo, soy
un hombre valiente, una mujer valiente y están los otros -no sé quienes- los
comunistas, los capitalistas; todos los otros “istas” que son la causa del mal».
Eso es una pura proyección. Si uno se irrita demasiado, eso quiere decir
proyección. Yo eso lo siento en mi voz: si mi voz se levanta y si tengo una voz
irritada cuando hablo de cualquier cosa, entonces me digo: «¡Cuidado,
cuidado! ¡Proyección!».

CM: -¿Cómo reconocer en el mundo que nos rodea y donde nosotros tenemos
nuestras obligaciones, lo que es bueno para nosotros, para nuestra
personalidad, para nuestra integridad y aquello que debemos evitar?

MlvF: –Si usted aún no está muy neurótico, usted tiene aquello que se llama
instinto, un sentimiento semi-inconsciente. No comemos las cosas que no nos
gustan. Si uno está neurótico se vuelve inseguro. Decimos: «¿Por qué pienso
así?». La gente se fuerza a hacer cosas contra su instinto y se deben corregir
por los sueños, porque los sueños expresan los instintos. Si yo estoy inseguro, si
me encuentro en una situación en la cual me pregunto: «Esta situación es fea,
eso no me gusta, pero no puedo poner el dedo encima, no sé que es lo que
hay. ¿Debo retirarme o debo soportar esa situación?» Entonces observo mis
sueños y los sueños generalmente dan una indicación clara: «Retirarte» o bien
«Debes tener el coraje de soportar esas dificultades». Todo es posible. (…)

CM: -¿Y cuál es dentro de la perspectiva junguiana la función de la pesadilla?

MlvF: –Una pesadilla es un electroshock de la naturaleza. Es cuando se está


en una situación muy peligrosa y uno no se da cuenta. Entonces el
inconsciente nos llama para decirnos a la oreja: “¡despiértate, estás en
peligro!” (…)

CM: –En esta perspectiva, Jung ensanchó considerablemente el campo de


prospección de las pesadillas o de los sueños, puesto que rebasa largamente
el punto de vista sexual para abordar la totalidad de la existencia; en Jung, el
sexo no tiene el lugar predominante que tiene en Freud.

MlvF: –Sí, se ha querido hacer del instinto la base de las reacciones psíquicas
-pero hay también impulsos espirituales en el inconsciente. Si usted toma
solamente el rango de los instintos, según Jung, el hambre, la necesidad de
nutrición son aún más primarios que la sexualidad. También está el instinto
de dominación que Adler reveló. Ya hay tres. Pero para nosotros también está
el impulso de individuación, de llegar a ser uno mismo, que es aún más
fuerte que los otros. Este impulso es el más fuerte, es la necesidad de ser uno
mismo. (…) El hombre está pervertido por su curiosidad, que ha heredado de
sus ancestros primates. La deriva de sus instintos está ahí, la noche enmienda
eso por el sueño. Por eso le damos tanta importancia al sueño. (…) Vemos
muy a menudo que las gentes sueñan motivos arquetípicos; cuando les
preguntamos: «¿qué relación tiene usted con esta figura?», se quedan
asombrados. Le puedo contar un ejemplo: yo analicé a un Mexicano, católico,
médico. (…) Un hombre simpático había llegado. Me sonreía y decía todos
los días: «sí, sí». Entonces yo decía: «¿Eso tiene sentido?, ¿usted no
reacciona ?, ¿usted comprende esta reacción ?». «Oh, sí, señorita, sí». Y no me
miraba a los ojos. Yo me preguntaba: «¡O bien es él quien está loco o lo estoy
yo!». Él tenía muchos sueños personales. Como ya había tenido un análisis, lo
hacía muy bien: traía los sueños, interpretábamos los sueños, y yo me sentía
muy mal. Yo tenía el sentimiento de que no nos comprendíamos. Y he aquí
que un día trae un sueño: «Él ve una piedra de obsidiana en un árbol, una piedra
enorme. La piedra de obsidiana salta del árbol y comienza a perseguirlo. Él corre y
corre y la piedra lo persigue y de repente ve a unos obreros que han hecho una fosa
cuadrada en la tierra y le dicen, «Ven aquí, rápido, metete en medio, quédate
tranquilo.» Él lo hace y la piedra de obsidiana se hace pequeña y se pone en sus pies.»
Eso se me había escapado y dije: «¡Pero en el nombre de Dios! ¿qué relación
tiene usted con el dios Tezcatlipoca?». Pues como usted sabe, la obsidiana es
el símbolo de ese dios. Entonces él me miró completamente asombrado y dijo
«No lo sé». Pero entonces surgió una historia: él era tres cuartas partes azteca,
y también hablaba nahuatl en su juventud. Pero como en México aún hay
racismo, había reprimido completamente ese tema. El hecho de que él fuese
indio se había convertido en una cuestión personal; era un problema
reprimido que había surgido en ese momento. Pero de Tezcatlipoca no sabía
nada de nada, no tenía asociaciones. Pero todo llegó por ese sueño,
puramente arquetípico, por esa piedra de obsidiana que se le apareció. Y el
sueño le decía: los dioses de tus ancestros te acechan. (...)

CM: –Usted ha hablado del principio de individuación y el curso de ese


principio es el de restablecer la comunicación entre el consciente y el
inconsciente. Si usted lee la historia de Merlín de este modo, se dará cuenta,
sin duda, de que Merlín constantemente integra en su vida consciente los
elementos de una vida que es a la vez su vida antigua y la vida de su tribu.

MlvF: –Sí, absolutamente. Y ésa es una especialidad cultural del hombre de


occidente. Desde los tiempos de Descartes más o menos, tenemos este
racionalismo que nos ha aislado del inconsciente. Y Merlín es el profeta que
intenta siempre volver permeable al instinto, al inconsciente, a las imágenes,
a los sueños.

CM: –Merlín ilustra muy bien aquello que Jung retomó más tarde bajo el
nombre de imaginación activa, es decir, que en una situación difícil,
complicada, Merlín no cesa de inventarse caminos que le permiten rodear las
dificultades, y de crear así los universos en los cuales va a estar a sus anchas,
y en consecuencia derivarse constantemente a algún tipo de retorno.

MlvF: –Sí. En uno de los textos medievales, aparece con dos serpientes
alrededor del cuello; eso en el fondo muestra que, como en el caduceo de
Hermes, une los opuestos. (…)

CM: –El desarrollo de esta imaginación activa, que es la llave del desarrollo
de la personalidad, como el de quien practica, un hombre o una mujer en
estado de padecimiento, ¿se puede hacer en movimiento?

MlvF: –Para volver al caso de mi Mexicano, le dije en seguida: «Háblele a


Tezcatlipoca». Y Tezcatlipoca se le apareció en la meditación. Es él quien
tomó el papel de Merlín: era su Merlín. Desde entonces, yo no tenía nada que
hacer. Él me visita porque tiene apego a mí y yo a él también. (…), pero ya no
me necesita más como analista y si él tiene un problema, yo le digo:
«Pregúnteselo a Tezcatlipoca». Es la voz de la individuación. Se pone en una
posición de meditación. Le ha construido un pequeño templo y a menudo me
cuenta lo que Tezcatlipoca dice y es absolutamente increíble. Naturalmente,
para nosotros ése no es Tezcatlipoca, es su símbolo del Selbst, eso que Jung
llamó el Selbst, que es la personalidad total, súper-ordenada, superpuesta
sobre el Yo. Para nosotros el Yo es solamente una pequeña parte de la
personalidad. Merlín es una personificación del símbolo del Selbst. Une los
opuestos, conoce el futuro, encuentra las vueltas, una salida cuando la
situación está bloqueada; él actúa en lo inesperado, en lo irracional. Y sobre
todo, es el gran liberador. Vemos cómo los caballeros de la Edad Media, con
su idealismo y sus principios, se metían en situaciones sin salida; entonces
Merlín aparecía a la vuelta de la esquina y les mostraba un camino en el que
ellos no habían pensado. (...)

CM: -Merlín, que es un personaje apasionante, usted ha dicho que encontró


su realización en su vínculo con Niniane-Viviane, porque se encarnó en lo
femenino: su ánima encontró al fin su forma. ¿Cómo ha tomado conciencia de
esta ánima?

MlvF: –Ustedes tienen muchos poetas que han hablado de la mujer interior.
Piense en Baudelaire en «Las flores del mal», en ese poema: «A un transeúnte»,
donde él ve a una mujer de luto que pasa y le dice: «Un relámpago… después
la noche!». Él está embargado por una emoción enorme, ella se esconde y el
dice: «Oh, tú, a quien yo he amado. Oh, tú que lo sabías!» Es una magnífica
descripción del reencuentro con el ánima. Jung me dijo una vez que él se dio
cuenta de su ánima por primera vez cuando su amiga la Señora Wolff le
mintió. Estaba tan furioso que quiso dejar la relación. Entonces regresó a su
casa y en seguida se preguntó: «¿Por qué tengo esta necesidad imperiosa de
que ella no debe mentir nunca? Ella es otra persona que tiene el derecho de
hacer lo que quiera». Entonces se dio cuenta de que era su propio
sentimiento, que no soportaba las mentiras en el amor. Se dio cuenta de que
tenía la imagen, en sí mismo, de una mujer que no mentía jamás y que él la
ponía sobre su amiga, que la tiranizaba pidiéndole jugar a ella ese papel. Eso
es lo que los hombres hacen hasta hoy: intentan forzar a sus mujeres a
comportarse según la imagen que ellos tienen de ella, que es por decirlo así,
el símbolo de su style amoroso.

CM: –Esta cara del amor donde el ánima es el reflejo, el espejo, es difícil de
desvelar.

MlvF: –Sí, es muy difícil, porque es muy evasiva.

CM: –Es por eso que hay tantos amores frustrados.

MlvF: –Exactamente. Y es tan evasiva porque hay muchos aspectos y los


sentimientos cambian. Pero si usted piensa en la Beatriz de Dante, eso es
también una realización del ánima. Como la Laura de Petrarca. Hay hombres
que han conocido su ánima. Es cierto que proyectada sobre una mujer
objetiva, pero en los poemas se observa que ellos sabían que era algo que
estaba en el interior de ellos mismos. Ellos la realizaron, más o menos. Jung
puso los puntos sobre las íes: el ánima es un factor femenino que está en el
interior del hombre y que representa su feminidad y que él proyecta sobre las
mujeres. Si el hombre asimila el ánima, entonces, con el tiempo, sobre todo en
la segunda mitad de la vida, ella se convierte en una función de relación con
lo inconsciente, desaparece; se convierte en una parte de él mismo, su «style»
de amor. Entonces es el Selbst, como el viejo sabio, quien guía. Y el ánima no
aparece tanto en los sueños de un hombre que la asimila. Pero la ve en su ser,
hay una cierta feminidad, es un style de amor…

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