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Si lo incorpóreo es divino está dotado de esencia; si es Dios entonces está más allá de la
esencia, de otra forma sería perceptible. Para nosotros Dios es la percepción más alta,
pero no para Él. Puesto que aquello que es percibido es percibido por los sentidos del
sujeto percipiente, por ello Dios no es percibido por Sí mismo. Sin embargo, en tanto a
que Él es aquello que es percibido, se percibe a a Sí mismo.
Más tarde en el diálogo después de probar que las cosas que en primera instancia son
consideradas como vacías, como el aire o como un cuenco, en realidad no lo están,
Asclepio le pregunta a Hermes
-Y que es lo incorpóreo.
-Nous, la Palabra, surgiendo de aquello que es una totalidad, íntegro y completo; Nous
autocontenido, descorporizado, dinámico, inmaculado, impalpable, mantenido por sí
mismo, conteniendo e interpenetrando a todos los seres, cuyas glorias son el Bien
Supremo, la verdad, el origen del aliento vital, el origen del alma.
Recordamos aquí aquella frase misteriosa del hinduismo que dice que el espacio es el
aliento de Shiva. Y la noción de los ciclos manvantáricos en los que el universo entero
es considerado un sueño en la mente de Vishnu, Brahma o Shiva, según el credo.
Cuando la divinidad inhala, el mundo desaparece; cuando exhala el mundo se
manifiesta. Todo lo cual evoca también el Ruach (aliento) de los espíritus de Dios
(Elohim) que se posan sobre las aguas [el espacio, el caos que se impregna de espíritu]
en el Génesis para ejecutar el acto creativo, que no es más que, según René Schwaller
de Lubicz, el paso del Uno al Dos. “El número es, como pensó Balzac, una entidad, y al
mismo tiempo, un Aliento emanando de lo que llamó Dios y que llamamos aquí el
Todo; el aliento que organizó el cosmos físico”, dice Madam Blavatsky.
La teosofía entiende que “el espacio es una entidad”, la más vasta de las entidades.
Desde una perspectiva no dual, no hay diferencia entre ls fenómenos y el contenedor o
la potencialidad de los fenómenos, esto es algo que también aparece en el budismo
tibetano, particularmente con la idea de la base, el dharmdatu, que es equivalente e la
mente –una unidad que se extiende entre conciencia, luz y espacio. En el hermetismo
esta idea es diferente en tanto a que la mente tiene un origen divino y en algunos
aspectos trascendente, si bien es el espacio mismo, y su difusión, por lo cual también es
inmanente. Pero podemos afirmar que coinciden el budismo y el hermetismo en que la
esencia de todas las cosas, todo lo que vemos, no es más que Mente, un principio de
cognoscitividad universalmente difundido, el cual es no-dual en tanto a que se conoce a
sí mismo, no hay realmente un sujeto y un objeto; en el hermetismo, en el tantrismo
shivaísta y en la teoesofía esto nos lleva a la noción de una subjetividad absoluta: todo
es Dios disfrutando de su infinita diversidad experiencial; en el budismo esto nos lleva a
un vacuidad, a una ausencia de yo donde sin embargo hay experiencia e incluso gozo.
Sugiere Blavatsky en La Doctrina Secreta que esa oscuridad que asociamos con el
espacio es en realidad pura luz de la misma manera que la vacuidad en realidad es una
plenitud, un pleroma. “La esencia de la oscuridad es la luz absoluta. La oscuridad es
tomada alegóricamente como representado la condición del universo dentro del Pralaya
[el estado no-manifiesto], o el término de descanso absoluto, o no-ser, como aparece a
nuestras mentes finitas”.