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“El concepto de ficción” es primer ensayo del libro homónimo escrito y publicado por Juan
José Saer (1937-2005) el año 1997. En este texto, el autor nos aproxima al concepto mismo
de ficción a través de su relación con la verdad, afirmando que la ficción no sería la
negación total de la verdad, sino que, dando un salto hacia lo inverificable, crearía un
espacio propio que le proporcionaría infinitas posibilidades de juego. La argumentación se
divide en tres partes: la biografía como género y su pretensión imposible de verdad; las
formas en que se relacionan verdad, ficción y falsedad; por último, Eco y Solienitsin como
dos extremos que excederían lo que el autor propone como ficción
Saer comienza con la oración que sintetizaría la propuesta del texto: “Nunca sabremos cómo
fue James Joyce” (Saer, 1997: 9). Utiliza como ejemplo las biografías de James Joyce para
demostrar cómo el texto biográfico sería un género con pretensión de verdad pero que caería en
la trampa de presentar apreciaciones subjetivas acerca de distintos acontecimientos (la relación
con la hija de Joyce, por ejemplo). Rescata los nombres de los dos biógrafos más importantes
cuya diferencia radicaría en el tono de la escritura, Godman, vehemente, mientras Ellman
“gozaría” de ser objetivo y circunspecto. Esta exigencia de verdad no sería un capricho de los
autores sino un supuesto retórico del género en sí. De esta forma el autor nos introduce al non-
fiction como género que buscaría validarse a través de fuentes, testimonios, tonos de escritura,
entre otros, pese a ello, estos no serían garantías de veracidad. El non-fiction chocaría con las
barreras de la autenticidad de fuentes, los criterios interpretativos y los sentidos propios
implícitos en la construcción verbal.
En la tercera parte Saer presenta a dos autores contemporáneos para ejemplificar los extremos
que se alejarían de lo que él propone como ficción: “La ficción se mantiene a distancia tanto de
los profetas de lo verdadero como de los eufóricos de lo falso” (Saer, 1997: 12). El profeta de
lo verdadero sería Solienitsin, cuya obra cumbre, Archipiélago Gulag retrataría los horrores de
los campos de concentración soviéticos, por impulso de una verdad que requiere ser dicha. De
esta forma, Saer muestra cómo al ser sirvienta de una determinada ideología (o propósito de
verdad) la ficción se convierte en un instrumento más que una obra de arte. Al otro extremo
estarían los eufóricos de lo falso con Humberto Eco presentando una novela policial en la edad
media, aprovechando su derecho al artificio de la falsificación bajo el argumento de que no
existiría nada nuevo bajo el sol.
A modo de cerrar el texto, Saer menciona obras como Madame Bobary o El castillo que no
pretenderían representar la realidad (Solienitsin) pero tampoco se limitarían al artificio (Eco),
buscarían ser afirmadas como ficciones. Y es que, la ficción sería el medio más apropiado para
tratar las complejas relaciones entre lo verdadero y lo falso. Finalmente, el autor nos presenta a
la ficción como una antropología especulativa, donde los lectores podemos advertir una fuerza
creadora capaz de contener aquello que somos y todas las posibilidades de lo que podríamos
ser.