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La ficcion de Saer: [Inverted Question Mark]una äntropologia especulativa"?

(Una
lectura de El entenado)

Gabriel Riera

MLN, Vol. 111, No. 2, Hispanic Issue. (Mar., 1996), pp. 368-390.

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http://www.jstor.org
Thu May 10 18:01:41 2007
La ficción de Saer:
luna "antropología especulativa"?
(Una lectura de El entenado)*

Gabriel Riera

En ese lugar sin nombre al que el nombre de


pasado, de tan fácil pronunciación, parece
cuadrar tan bien, sin que haya, sin embargo
en el reverso de los sonidos que se expelen al
proferirlo o de los rastros de tinta que se de-
jan al escribirlo, ninguna imagen precisa para
representárselo.
Saer, Glosa

La reflexión sobre la literatura llevada a cabo por Juan José Saer


aparece agrupada en una colección de ensayos bajo el sugerente título

* Una versión previa de este artículo fue presentada en el XXX Congreso del Insti-
tuto Internacional de Literatura Iberoamericana, Pittsburgh, 1994. La versión final fue
escrita con la ayuda de un Faculty Mentor Fellowship otorgado por el Programa de Li-
teratura Comparada de la Universidad de California, Irvine. Otras lecturas críticas de
El entenado que he tomado como punto de partida son: Monteleone, J., "Reseña de El
Entenado," Sitio, 4 5 , 1985, 42-44; Bastos, María L., "Eficacias del verosímil no realista:
Dos novelas recientes de Saer," L a T m e , 4:13, 1990, 1-20; Díaz-Quiñones, A,, "El ente-
nado: las palabras de la tribu," Hispamén'ca, 23, 1992, 3 8 ; De Grandis, Rita, "The First
Colonial Encounter in El Entenado by J. J. Saer: Paratextuality and History in Postmod-
ern Fiction," Latin American Literary Reuiew, 41, 1992, 31-38 y "El entenado de J. J. Saer y
la idea de la historia," Reuista Canadiense de Estudios Hispánicos, Vol. XVIII, 3, 1994, 417-
25; Gnutzmann, R., "El entenado o la respuesta de Saer a las Crónicas," Iris, 1992, 23-36.
Y, por supuesto, la "re-escritura" del núcleo de El entenado en Saer, Juan José, El ni sin
orillas. Tratado Imaginario. Buenos Aires, Alianza, 1991.

M L J , 111 (1996): 368-390 O 1996 by The Johns Hopkins University Press


MLN 369

Una literatura sin atributos.' En ella se articulan una serie de núcleos y


problemas tales como la autonomía de la escritura, la crítica al real-
ismo mágico y a la literatura del Boom y el cuestionamiento de los pre-
supuestos culturales esencialistas que subyacen al concepto de "lite-
ratura Latinoamericana," sobre todo, cuando el énfasis de diversos
discursos críticos tiende a substantivizar el adjetivo, subordinando así
la prioridad de lo literario. Dos intervenciones críticas de Saer, "El con-
cepto de ficción" (1991), y "Zama: la obra de Di Benedetto entre la
incomprensión y el olvido" (1986), no incluidos en dicha colección
de ensayos, son reveladores de la teoría de la ficción de Saer. En el
primero, en el cuadro de una polémica contra ciertas posiciones con-
temporáneas que subordinan la escritura de ficción a las demandas de
una verdad doctrinaria o a las del mercado editorial, Saer trata de
definir, aproximativamente, el concepto de ficción. La conclusión de
"El concepto de ficción" propone la siguiente definición:
(...) no podemos ignorar que en las grandes ficciones de nuestro tiempo, y
quizás de todos los tiempos, está presente ese entrecruzamiento crítico en-
tre la verdad y la falsedad, esa tensión íntima y decisiva (...) como el orden
central de todas ellas, a veces en tanto que tema explícito y a veces como
fundamento implícito de su estructura. El fin de la ficción no es expedirse
en ese conflicto sino hacer de él su materia. (...) A causa de su aspecto prin-
cipalísimo del relato ficticio, y a causa también de sus intenciones, de su re-
solución práctica, de la posición singular de su autor entre los imperativos
de un saber objectivo y las turbulencias de la subjetividad, podemos definir de
u n modo global la ficción como u n a antropología especulativa. Quizás-no me
atrevo a afirmarlo-esta manera de concebirla podría neutralizar tantos re-
duccionismos que, a partir del siglo pasado, se obstinan en asediarla. En-
tendida así, la ficción sería capaz no de ignorarlos, sino de asimilarlos, in-
corporándolos a su propia esencia y despojándolos de sus pretensiones de
absoluto. Pero el tema es arduo, y conviene dejarlo para otra vez.*
La complejidad de la problemática, la prudencia o la reticencia de
Saer, el campo de fuerzas condensado en la fórmula "antropología es-
peculativa" con la que se intenta definir a la "ficción" nos fuerza a un
desvío: ¿cómo leerla?, (dónde poner el énfasis?, ¿qué decir del con-
cepto, de la figura del "hombre" de una "antropología," que se dobla
en eljuego "especulativo"?y, sobre todo, ¿cómo dar cuenta de los efec-
tos especulativos de la "especulación"?

' Saer, Juan José. Una literatura sin atributos, Santa Fé, Universidad Nacional del
Litoral, Cuadernos de Extensión Universitaria, no. 7, Serie Ensayo, 1986.
' Saer,Juan José, "El concepto de ficción," Punto de Vista, 40, 1991, 3.
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Me propondré, en lo que sigue, llevar a cabo una elucidación (no


sin problematizar el tenor de la fórmula "antropología especulativa"),
a partir de la lectura de un texto para el cual, o a partir del cual, dicha
fórmula parece estar confeccionada: El entenado. Y, a tal punto, que
podríamos arriesgar una suerte de equivalencia: El entenado = una
"antropología especulativa," es decir, "El entenado o el concepto de fic-
ción como 'antropología especulativa."' No obstante y, al tratarse de
una lectura que comienza sin saber qué entender por "antropología"
y por "especulación," menos aún por "antropología especulativa," la
fórmula no podrá constituir el marco de referencia capaz de contener
y resolver (como si de eso se tratase) todas las aporías y paradojas pues-
tas en juego por El entenado. La pretendida equivalencia entre el texto
en cuestión, el concepto de ficción y la fórmula que pretende definirla
no es una equivalencia plena y, por ende, todo el peso de la lectura no
puede más que caer sobre el como que nos permite poner en serie los
diferentes términos.
La segunda intervención nos ayudará a ampliar el marco de estas
consideraciones. Se trata, como ya se mencionó arriba, de "Zama: la
obra de Di Benedetto entre la incomprensión y el olvido," un ensayo
que, a simple vista, no parecería ser más que una lectura de la novela
homónima de Antonio Di Benedetto. El ensayo es una toma de posi-
ción contra aquellos críticos que han reducido Zama a una novela
histórica. Sin embargo, el movimiento argumentativo va más allá de
la lectura de la novela del escritor mendocino. En un gesto casi bor-
geano, en 1986, esta pieza crítica sobre una novela completamente ex-
temporánea (escrita en 1956) plantea, por un lado, una valorización
hiperbólica de Di Benedetto, escritor del interior, que se mantuvo,
como el mismo Saer, al margen del Boom y que, según el último, en
su obra anticipa el nouveau roman y excede el sociologismo de la no-
vela existencialista. Esta valorización se transforma en el trazado de un
linaje: Di Benedetto forma parta de una serie que incluye a Borges, Fe-
lisberto Hernández yJuan L. Ortíz. Pero, por el otro, e inscribiéndose
en los intersticios de la valoración crítica, Saer propone, a través de
Zama, una lectura en clave de El entenado, con la que éste comparte
ciertas preocupaciones y a la que puede considerarse un ancestro tex-
tual. Lectura, ésta, que anticipa, a su pesar, una serie de reducciones
críticas de El entenado que se han venido concretizando en los últimos
años y a las que haré referencia más abajo. En "Zama, "entre otros, Saer
expresa los siguientes juicios:
Toda narración transcurre en el presente, aunque habla, a su modo, del
pasado. El pasado no es más que el rodeo lógico, e incluso ontológzco, que la
narración debe dar para asir, a través de lo que ya ha perimido, la incer-
tidumbrefrágd de la experiencia narrativa que tiene lugar, del mismo modo que
su lectura, en el presente. El esfuerzo de Di Benedetto tiende, por lo tanto,
a exaltar la validez del presente y a hacerla más comprensible mediante un
alqamiento metafórico hacia el pasad^.^

La operación en juego designada por la expresión "pasado como rodeo"


expone la narración a un espacio intersticial desde el cual el presente
no puede ser ni recuperado nostalgicamente, ni superado por un sim-
ple gesto de optimismo progresista. La narración marca un repliegue
de lo presente para, así, presentar lo que sostiene y altera a la presen-
cia misma: el juego y la diferencia. Por lo tanto, el "rodeo" no produce
un "contenido" que vendría a ser el producto formal de una recon-
strucción o revisión del pasado, sino que apunta más bien a una mo-
dalidad de relación con el pasado que supone un doble gesto narra-
tivo: una escritura que se apropia de los emplazamientos narrativos de
una tradición literaria a la que se percibe, sin sentimiento alguno de
fatalidad, como clausurada; pero de la que se separan (en el sentido
químico del término), arruinados, por el trabajo mismo de la escri-
tura, las presuposiciones esencialistas y mistificadoras sobre los cuales
aquellos reposan. Se impone, entonces, una lectura de las modali-
dades de este "alejamiento metafórico" del cual tenemos una fórmula,
"antropología especulativa," que, podríamos decir, desplaza la cate-
goría de "(nueva) novela histórica" como posible marco de refer-
encia.
En El entenado, el "pasado como rodeo" involucra un evento de la co-
lonización del Río de la Plata altamente disputado por los hisoriadores:
el ataque a la expedición de Juan Díaz de Solis por una tribu presum-
iblemente antropófaga. Saer, en su El rio sin orillas. Tratado imapnario,
se refiere a dicho evento como la "escena primitiva del Río de la Plata."
Mi lectura desplegará todas las implicaciones de este término de
procedencia freudiana (Urszene). Por el momento, en relación a la
Urszene, es importante observar que, en tanto que límite y motor de la
narración, del acceso a una temporalidad diferencial que redefine
la noción de "presente" sobre la cual reposa la noción de evento, este
término indica el estatuo problemático del evento (narrativo) en Saer.
Pero, además, "escena primitiva" es indicativo de la posición peculiar
que El entenadoocupa en el "corpus Saer"; texto que, "aprés coup," pro-

Saer, Juan José, "Zama: entre la incomprensión y el olvido," Claníl, "Cultura y


Nación" (Suplemento Dominical), Buenos Aires, 1986.
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duce su reorganización y cuyos efectos intra-textuales opera en La


ocasión y Glosa.4
El "rodeo" en cuestión, entonces, se produce bajo una doble moda-
lidad: canibalismo e invención del otro.5 Por la primera, El entenado
parasita la heterología clásica, por la segunda la excede. De lo dicho
arriba se desprende que El entenado puede ser situado en relación a
una larga serie de textos sobre el otro que se inaugura con Heródoto
y se rearticula, en la modernidad europea, a partir de Jean de Léry,
(cuyas fuentes son La Brevísima relación de Indias de Bartolomé de las
Casas y la Histon'a de López de Gomara), pasando por Montaigne,
Rousseau y Lévi-Strau~s.~ Del libro de Jean de Léry, Histoire d ú n vo-
yage faict en la terre du Bresil, Frank Lestringant sostiene que el interés
de la obra reside
in the gaze and the conscience that emerge in the face of the other, in the
course of an arduous ocean voyage that takes the narrator into the midst of
a naked and cannibalistic peoples. We could say that Léry's Histoire com-
bines the Bildungsroman tvith the adventure novel, provided we do not for-
get that it is a testimony whose truth is afirmed at each point.'
Tanto la Histoire de Léry, como el ensayo de Montaigne "Du Canni-
bales" emplean el mismo modelo de autorización narrativa: ellos recla-
man ser el testimonio de un testigo fidedigno. Además, ambos textos
comparten la estructura del relato de viaje que, según de Certeau, se
articula en tres etapas: el viaje hacia lo desconocido, la descripción de

De esta manera, una periodización lineal-cronológica de la obra de Caer se muestra


tan impracticable como la que intenta leer "en germen" toda su producción a partir de
una de sus obras tempranas, En la zona. Al mismo tiempo, la ya casi cristalizada noción
del proyecto de Saer como émulo de un balzacianismo a la "Comédie Humaine" basado
en la recurrencia de situaciones, personajes o argumentos pierde toda relevancia ya que
la peculiar temporalidad y atopía de la Urszene afecta los modelos lineales o de con-
tinuidad. Finalmente, en El nó sin orillas, cuando Saer emplea el término "escena pri-
mitiva" para referirse al episodio de Solís, cita los versos de Borges "Donde ayunó Juan
Díaz y los indios comieron" de la "Fundación mítica de Buenos Aires," acompañándo-
los de un comentario en el que se parodia el criterio de proximidad del espacio funda-
cional y de su pertenencia al escritor. Este gesto paródico pone en cuestión la noción
de fundación o, mejor, la lógica de la fundación, al abrirse a la temporalidad diferen-
cial de la Urszenedeviene un proceso interminable que supone un suplemento múltiple,
sin fondo, de ficciones del origen.
"'Invención" e n el sentido de inuenire: "dejar venir a . . .", tal como lo empleaJacques
Derrida en Psychi. Les inuentions de l'autre. París, Galilée, 1986.
Sobre las conecciones entre la heterología clásica y Lévi-Strauss, ver Jacques Der-
rida: "Nature, Culture, Ecriture," en Of Crammatology, Baltimore, Johns Hopkins Uni-
versity Press, 1976.
Lestringant, Frank, "The Philosopher's Breviary: Jean de Léry in the Enlighten-
ment, Representations, 35, 1991.
MLN 373

la sociedad salvaje tal como es vista por un testigo "verdadero," y el re-


torno. La primera de ellas produce una retórica de la distancia, lo que
el siglo XVI llamaba lo insólito; distancia que substantiviza la alteridad
del salvaje y autoriza al texto para hablar desde otro lugar sin sacrificar
su veracidad. La tercera despliega la autoridad necesaria para hablar
en nombre del otro y, finalmente, la segunda etapa, central, contiene
la descripción "etnológica" de la sociedad salvaje tal como es vista por
el testigo "verdadero"; descripción que se organiza alrededor de dos
interrogaciones estratégicas: canibalismo y poligamia. El producto fi-
nal de este viaje es la configuracion (gráfica) del salvaje.
A estas consideraciones sobre un texto clave cuyo objeto es el cani-
balismo, agreguemos que el ensayo de Montaigne es, también, reve-
lador en la medida en que nos permite delinear la topología del texto
sobre el otro. Según de Certeau, la pregunta que subyace a "Du Can-
nibales" es la pregunta por el lugar del otro; dicha interrogación prob-
lematiza "both the text's power of comprising and distributing places,
its ability to be a narrative of space, and the necessity for it to define
its relation to what it treats: to construct a place of its o ~ n .Para
" ~ de
Certeau, un texto como "Du Cannibales" produce dos operaciones de
espacialización: primero, un desplazamiento de los bordes que de-
limitan campos culturales (lo familiar vs. lo extraño); segundo, una
rearticulación de las divisiones "internas" que subyacen y organizan
una cultura. Estas dos operaciones espacializantes son inherentes a los
textos sobre el otro; a la heterología clásica cuya "historia arqueoló-
gica," según de Certeau, debe incluir, las Histom'as de Heródoto, espe-
cialmente, el "Libro V," como a su precondición textual fundamental.
Texto, éste, que "combines a representation of the other and the fabn'cation
and accreditation of the text as witness ofthe othm ""
Es necesario, entonces, evaluar la manera en que El entenado puede
ser situado en relación a la heterología clásica. Se imponen dos series
de consideraciones previas: por un lado, al elegir por título The Wit-
ness,1° no sin justificación, la traducción al inglés privilegia el aspecto
"jurídico" de la narración y recupera la capa "arqueológica" que vin-
cula el texto de Saer con la serie de textos mencionados arriba, vía el
modelo de autorización de la heterología clásica. Sin embargo, es 1í-
cito afirmar que dicha traducción es asimétrica en relación al texto en

De Certeau, Michel, "L'ethno-graphie. L'oralité, ou l'espace de l'autre: Léry," en


L'éoiture de l'histoire, París, Gallimard, 1975, 218-20.
De Certeau, Michel, "Montaigne's 'Of Cannibals': The Savage '1,'" en HeterologzesDis-
course on the Othm Minneapolis, University of Minnesota Press, 1986.
' O The Witness, trans. M. Jull Costa, Londres, Serpent's Tail, 1990.
374 GABRIEL RIERA

español (cuyo título es neutro con respecto a cualquier tipo de modal-


idad narrativa que éste emplea y que, cabe agregar, son múltiples)
dado que tiende a legitimar una forma narrativa para la cual la
cuestión del origen es vital, y vitalmente defendida. De esta manera
The Witness reduce la opacidad de El entenado: ("¿quién?,""<qué?"),tí-
tulo que problematiza toda la cuestión del origen, para el que Laure
Bataillon, la traductora de Saer al francés, propone L'ancitre," man-
teniendo, así, de alguna
- manera, el campo semántico de "entenado"
(ante natus) y permitiendo que el título pueda ponerse en relación con
la serie del origen y de los múltiples nacimientos, o teoría del na-
cimiento que suplementa los valores de orfandad, bastardía y adop-
ción implícitos en "entenado"; vocablo que, cabe agregar, al menos en
el Río de la Plata, tiene casi un sabor de monumento lingüístico. Uno
podría forzar la entrada a dicho monumento, a la cripta, fisurando su
inscripción: ente /nado-a, lo que nos llevará a leer el texto en un regis-
tro que excede lo testimonial. La traducción al inglés, a diferencia del
texto en español, expone al testimonio como motivo organizador de
la lectura. Es lícito, entonces, ya que la cuestión del testimonio es te-
matizada, interrogarnos sobre la problemática del régimen narrativo
testimonial: ¿qué es lo que se da a leer como testimonio-si es que hay
algo como un testimonio-y cómo? Por el otro, la relación de El ente-
nado con la serie de la heterología clásica no es simple: el primero usa
algunos de los loci de la segunda, desplaza otros y, fundamentalmente,
desarticula sus estructuras como para inscribir en sus lagunas la posi-
bilidad de un otro texto ya no sobre el otro; es decir, un texto que ex-
cede toda heterología.
El paradigma de la heterología clásica aparece inscripto en el para-
texto mismo de El entenado, en la forma de un epígrafe tomado, no por
casualidad, de las Historias de Heródoto: "más allá están los Andrófa-
gos, un pueblo aparte, y después, el desierto total." Es decir que la
"precondición arqueológica" del texto sobre el otro, según la expre-
sión de Michel de Certeau, aparece como un ancestro textual. Esta es
la única mención directa de otro texto, las demás serán referencias
más o menos implícitas a narratemas de la heterología clásica. Dise-
minados en el texto, es posible reconocer otros operadores textuales
de la heterología clásica; por ejemplo, el diálogo entre el Padre Que-
sada y el narrador-protagonista en el que se exponen las interroga-
ciones que, desde Jean de Léry, especialmente en los capítulos XV

l' Lancttre, trans. Laure Bataillon, París, Flammarion, 1983.


("Sur le Cannibalisme") y XVIII ("Sur la Hospitalité) de la Histoire d 'un
uoyagefaict en la terre du Bresil, constituyen la estructura narrativa de la
entrevista etnográfica clásica. Sin embargo, lo que parece darse de un
bloque en el plano de la historia, es complicado en el nivel de la na-
rración. Aún más: hay dos importantes estrategias por las cuales Saer
complica la estructura narrativa de la heterología clásica: la primera
afecta la circularidad del relato de viajes, así como también la hipós-
tasis del personaje y del narrador que la sostiene y que, por ende, tam-
bién sostiene la veracidad del testimonio; la segunda, la manera tradi-
cional en la que se autoriza el texto clásico sobre el otro.
La puesta en serie de El entenado con la heterología clásica prescripta
por los efectos del paratexto del primero, a la que añadimos las arriba
mencionadas complicaciones de los mecanismos textuales de la se-
gunda, nos obligan a cuestionar las lecturas que intentan hacer de El
entenadouna simple reescritura paródica de las Crónicas de Indias, una
(nueva) novela histórica, o una simple rememoración del primer en-
cuentro de culturas del Río de la Plata. No es que no haya lugar para
estas lecturas, pero nos parece que éstas pierden de vista todo el tra-
bajo que el texto lleva a cabo para abrir la clausura de la invención del
otro fuera de la economía de lo calculable. 0,en otras palabras, lo que
El entenado propone es una nueva "invención de la invención." Como
en Zama, en El entenado las cosas se juegan en otro plano, a partir de
un "rodeo," cuyas implicaciones deben ser leídas más alla del marco
referencia1 de la historia narrada. Sólo un exámen de las problemáti-
cas del canibalismo y de la invención del otro pueden librarnos una
lectura de El entenado que nos permita precisar las implicaciones que
la operación llamada "rodeo" tiene en la constitución de la poética de
Saer.

Dos secuencias aparecen construidas bajo el signo de la repetición: la


primera es el festín caníbal, la segunda su opuesto simétrico: una es-
cena casi idílica de niños jugando a la orilla del río, fuera del círculo
de los preparativos del festín caníbal. Es esta última, para ser más pre-
cisos, que es construida como una escena recurrente en la forma de
una "memoria recurrent." El horizonte de ambas secuencias es, por
ende, el de la temporalidad; mientras la primera inscribe una recurr-
encia circular, la segunda socava la ilusión de una temporalidad con-
tinua. Esta escena, anticipemos, funciona como un índice de lo que,
376 GABRIEL RIERA

en relación a la temporalidad, está en juego en el acto de comerse al


otro. En relación a ella leemos:
Uno de esos recuerdos es, cosa curiosa, el de los niños que vi al día sigui-
ente de mi llegada, jugando lejos del caserío, en la orilla del agua. En diez
años, los niños cambiaban pero como los grupos se formaban con criaturas
de todas las edades, los más chicos iban creando la continuidad, de modo
tal que parecía siempre el mismo grupo que había visto el primer día. (...)
Debo haber visto jugar a esas criaturas cientos de veces pero, en mi memo-
ria, es siempre el mismo recuerdo, el del primer día, el que vuelve cada vez
mas obstinado y mas nítido.''
Sigue una descripción detallada del juego, que no es más que una des-
cripción de las transformaciones de una ronda en diferentes figuras,
para concluir que:
Tanta terquedad por perdurar en la luz adversa del mundo sugiere, tal vez,
alguna complicidad con su esencia profunda. Ha de ser, sin duda, la cifra
de cosas elementales, como la forma del tiempo o la razón del espacio,
atravesadas por el ir y venir de la misma sangre humana entre sobresaltos,
maravilla y titilaciones. Pero aun cuando ninguna cosa oculta se revele, una
y otra vez, en la imagen de esos juegos, su reaparición constante en mi
memoria, cada vez con mayor simplicidad, va gastando, poco a poco, la
borra de los acontecimientos que contiene, para dejar la limpidez geo-
métrica de esas figuras que las criaturas trazaban, con sus cuerpos. (137-
39)
La crítica ha señalo la importancia de la figura del juego en la ficción
de Saer: en general, se podría decir que dicha figura es una cifra de la
narración misma, de su economía y de sus transformaciones tropoló-
gicas.l3 Por un lado, la figura del juego apunta al movimiento narra-
tivo que se pliega y se repliega sobre sí mismo, transformando sus pro-
pios materiales. Por el otro, el juego (de figuras) desarma la relación
jerárquica entre experiencia vivida y su rememoración que, aparente-
mente, articula la narración. El narrador habla de "la borra de los
acontecimientos" y "de la limpidez geométrica de las figuras que las
criaturas trazaban." Es decir que la recurrencia de un evento, la re-
currencia narrativa de un "evento" recurrente, es presentadas según

l 2 Todas las citas de El entenado provienen de la edición de Folios, Buenos Aires, 1983.
Las páginas se indican parentéticamente.
'"ntre otros, Maria T. Gramuglio, "La filosofia en el relato," e n Punto de Vista, 6,
1979; Mirta Stern, "Saer: construcción y teoría de la ficción narrativa," Hispamérica, 37,
1984, y Jorgelina Corbata, "En la zona: germen de la práxis poética," Revista Iberoameri-
cana, 115-16, 1991.
una economía de la decantación en la que el "evento," a través de la
repetición, es vaciado de sus elementos aleatorios. Lo que queda, en-
tonces, son los trazos de figuras, así como también la traza del trazado
de figuras. El texto, por ende, se construye no como la rememoración
de una "experiencia vivida," sino y, fundamentalmente, como la "ex-
periencia" de una construcción que problematiza precisamente la
posibilidad de rememorar un evento sin residuo alguno.
Cabe agregar que la secuencia arriba citada aparece enmarcada por
consideraciones previas sobre la naturaleza de los recuerdos: éstos se
presentan ya como "formas nítidas," ya como "series caóticas." En el
pasaje en cuestión, se trata de un recuerdo del tipo "forma nítida,"
pero, la "nitidez" de esta forma no es más que el proceso de textuali-
zación de dicha forma. 0, en otras palabras, el devenir-claro del re-
cuerdo es un efecto textual. El entenado, entonces, expone las aporías
de una forma clásica de rememoración al marcar el caracter onto-
lógicamente irresoluto de lo que es narrado:
todo lo que creo saber de ellos [los indios] me viene de signos inciertos, de
recuerdos dudosos, de interpretaciones. Mi relato puede significar muchas
cosas a la vez, sin que ninguna de ellas sea necesariamente cierta (160).

La narración, entonces, cuestiona la procedencia de sus materiales y,


de esta manera, se expone a la incertidumbre; mientras que la me-
moria será caracterizada como atópica y autónoma (ver cita página
21).

El festín caníbal es una recurrencia circular ("en los diez años que
viví entre ellos diez veces les volvió, puntual, la misma locura" [82]).
Para el narrador-protagonista el canibalismo es un objeto de refle-
xión-es decir, de especulación-: él trata de entender sus orígenes y,
en vistas de ésto, construye un relato: una ontología de los indios que
reposa en una comprensión de su lenguaje. Entender el canibalismo
es, para el narrador-protagonista comprender el órden canibal y su lu-
gar propio dentro de éste. Dicho lugar aparece marcado por un indi-
cio lexical, una cadena de significantes que funciona como un desig-
nador, una especie de "nombre," Def-ghi, con que los indios se refieren
y, sobre todo, interpelan al narrador-protagonista. "Interpretación"
del canibalismo, "desciframiento de un nombre" y "comprensión" de
la inserción en un orden extraño, son todas operaciones que el narra-
dor coloca bajo el régimen de la escritura: de una escritura que tiene
378 GABRIEL RIERA

lugar en el margen de la representación o, al menos, como una cierta


manera de cuestionar la representación.
Aunque El entenado pone en escena, en filigrama, secuencias que
parecen tematizar la problemática del "buen salvaje," como por ejem-
plo, cuando el Padre Quesada define a los indios como a "la ascen-
dencia putativa de Adán"; la figura del canibal no es tratada ni bajo un
registro moral, ni bajo un registro antropológico. El narrador se re-
fiere a ellos como a "los únicos hombres verdaderos" y como a "los úni-
cos hombres reales"; es decir que el canibal aparece enmarcado den-
tro de la problemática de lo "real." El estatuto de "realidad" de este
"real" es sometido al juego desnivelador de la especulación: "los úni-
cos hombres reales/verdaderos," se nos dice de ellos y, sin embargo,
el narrador indica que se encuentran en un impasse ontológico:
Que algo les faltaba era seguro, pero yo no alcanzaba, viéndolos desde
afuera, a saber qué. Espiaban el día vacío, el cielo abierto, la costa luminosa,
con la esperanza de recibir, del aire que cabrilleaba, un llamado o una
visión. Como sin centro y sin fuerzas derivaban esperando. La substancia
común que parecía aglutinar a la tribu, dándole la cohesión de un ser
único, se debilitaba amenazándola de errabundeo y dispersión. (75)
El canibalismo se articula a partir de una carencia innombrable; el
problema de la nominabilidad de esta carencia no es aleatorio: para
los indios, la articulación del nombre de la carencia no se lleva a cabo;
sólo puede ser diferida en la forma del retorno cíclico del acto de co-
merse al otro, cuyo efecto más notorio es el olvido absoluto de los ex-
cesos y de las transgresiones. Para el narrador, en cambio, el intento
de articulación genera más ficción o, mejor aún, permite que el relato
se abisme-efecto de especulación-en el "espejo" sin fondo de la fic-
ción. Este abismarse se opera en el marco de una escena de ape-
lacion/demanda en dos tiempos. Recordemos que, según Jacques La-
can, quien ha analizado la estructura de la demanda, ésta siempre
supone un deseo de reconocimiento, pero que, como tal, "la demade
en soi porte sur autre chose que sur la satisfaction qu'elle appelle. Elle
es une demande d'une présence ou d'une absence."14 El primer
tiempo de la escena en cuestión construye la demanda como algo in-
comprensible, no sin exponer la fuerza de su intransitividad e incon-
dicionalidad:

l 4 Lacan, Jacques, Le Séminaire de J. Lacan, Liure N: Ida relation d'objet, París, Eds. du
Seuil, 1994.
MLN 379

Objeto de atenciones o de indiferencia, de obsequiosidad súbita y pasajera,


de demandas incomprensibleso de desdén persistente, yo derivaba entre ellos,
convencido de que lo que parecían esperar de mí, si es que esperaban algo,
no lo obtendrían con mi muerte sino más bien con mi presencia constante
y mi atención paciente a sus peroratas. (70)
El segundo tiempo, el de la comprensión, es el del abismo: un año des-
pués de la llegada del narrador-protagonista al Nuevo Mundo, cuando
el ciclo de cacería humana y canibalismo se repite:
Pero yo n o venía en esas embarcaciones-venía, eso sí, un hombre vivo, que
tendría tal vez, mi edad, y se mantenía rígido e inmóvil entre los remeros.
Def-ghi, Def-ghi, le decían algunos apenas pisó tierra, cuando el desórden
y la multitud les impedían aproximarse a los cadáveres que los miembros de
la expedición desembarcaban (...) El prisionero los ignoraba y si de vez en
cuando se dignaba mirar a alguno, lo hacía con desdén calculado y menos-
precio indiferente. Def-ghi, Def-ghi, insistían los otros, señalándose a sí mis-
mos para atraer la atención del prisionero hacia sus personas. Las mismas
sonrisas acaremaladas que yo conocía tanto le eran dirigidas, las mismas bro-
mas de mal gusto (...) la misma ostentación teatral para conjgurarse u n perso-
najefácilmente reconocible desde el exterior Adrede el prisionero ignoraba esos
actos de seducción, lo cual contribuía a estimularlos, incitándolos a tanta
variedad que en un determinado momento no se sabía si el cambio de acti-
tud era verdadero o fingido y si el paso de la hilaridad a la rabia, del senti-
mentalismo a la violencia, de la altanería a la obscenidad, era causado por el
deseo que tenían de componer una actitud que podía ser aprehendida de immediato,
una modificación deliberada o si, en realidad, movidos por la indiferencia
del prisionero y por la ansiedad que su presencia parecía infundirles, llenos
de incertidumbre y de confusión, eran como u n a substancia blanda e informe
que el vaivén del acontecer moldeaba enjiguras arbitrarias y pasajeras. (79)
La narración se pliega sobre sí misma y repite la llegada del narrador-
protagonista. Este pliegue especular presenta la escena misma de la
configuración: el canibalismo sería la posibilidad misma de la escena
de configuración como reflexión especulativa, como ficción de la re-
presentación especulativa, como ficción. El canibalismo, entonces, es
una metonimia de un deseo de presencia entendido como aprehen-
sión inmediata: un deseo imposible de una ficción de la represen-
tación. Es dentro de este marco de la ficción deseada como repre-
sentación que la carencia producirá sus efectos; dichos efectos son
articulados, por el narrador, como explicación de las raíces del acto
de comerse al otro.
Esta explicación toma la forma de un microrelato que presenta la
historia del canibalismo como el pasaje de la autofagia a la alelofagia.
380 GABRIEL RIERA

Esta historia f u e causada, según el narrador, p o r "algún desastre ar-


caico": "si los [indios] actuaban d e esta manera e r a p o r q u e habían ex-
perimentado el peso d e la nada." L a cuestión q u e subyace al caniba-
lismo es ontológica y se formula c o m o sigue:
Lo exteriorera su principalproblema. No lograban como hubiesen querido, verse desde
afuera (...) En los primeros tiempos me daban la impresión de ser la medida
exacta que definían, entre la tierra y el cielo, el lugar de cada cosa (...) Da-
ban la impresión envidiable de estar en este mundo más que toda otra cosa
(...) Lentamente, sin embargo, fui comprendiendo que se trataba más bien
de lo contrario, que, para ellos, a ese mundo que parecía tan sólido, había
que actualizarlo a cada momento para que no se desvaneciese como un hilo
de humo en el atardecer. Esa comprobación la fui haciendo a medida que
penetraba, como en una ciénaga, en el idioma que hablaban. Era una
lengua imprevisible, contradictoria, sin forma aparente (...) En ese idioma,
no hay ninguna palabra que equivalga a sero estal: La más cercana significa
parecer. . . Como tampoco tienen artículos, si quieren decir hay un árbol, o
que un árbol es un árbol dicen parece árbol. Pero parece tiene m n o s el sentido de
similitud que el de desconfianza. Es más u n vocablo negativo que positivo. Implica
más objeción que comparación. No es que remita a una imagen ya conocida sino que
tiende, más bien, a desgastar la percepción y a restarle contundencia. (...) Para los
indios todo parece y nada es. ( 121-22)

El canibalismo se practica c o m o u n m o d o d e encubrir la fragilidad d e


lo real; d e diferir la pregunta sobre el "aparecer d e l o q u e parece," o
sobre la naturaleza del evento.
Sin embargo, e n la "interpretación" del canibalismo c o m o historia
a dos tiempos e s posible detectar u n a suerte d e paradoja:
De esa carne que devoraban, de esos huesos que roían y que chupaban con
obstinación penosa iban sacando, por un tiempo, hasta que se les gastara
otra vez, su propio ser endeble y pasajero. Si actuaban de esa manera era
porque habían experimentado, en algún momento, antes de sentirse dis-
tintos al mundo, el peso de la nada. Eso debió ocurrir antes de que empeza-
ran a comer a los hombres no verdaderos, a los que venían de lo exterior.
Antes, es decir en los años oscuros en que mezclados a la viscocidad gen-
eral, se comían entre ellos. Eso es lo que recién ahora, tan cerca de mi pro-
pia nada, comienzo a entender: que los indios empezaron a sentirse los hom-
bres verdaderos cuando dejaron de comerse entre ellos. (129)

El narrador distingue e n t r e "hombres verdaderos" y "hombres n o ver-


daderos," pero, la "interpretación" q u e establece esta distinción está
escrita e n el m o d o condicional: el narrador escribe sobre lo "real/ver-
dadero" conjeturalmente, lo cual complica el efecto d e cuadro d e la
ficción e n la ficción; d e la ficción d e la ficción.
¿Qué es "comerse al otro" para los indios? La explicación del na-
rrador sugiere que es un intento de exteriorizarse, de distinguirse del
"afuera." Sin embargo, el impasse en el que se encuentran los indios
no ofrece garantía alguna de que tal proceso de diferenciación se lleve
a cabo. Si los indios se encuentran en un "afuera" incierto; ellos tam-
bién comparten la incertidumbre que atraviesa al "afuera" y al proceso
mismo de diferenciación. En otras palabras, los indios deben volver so-
bre ellos mismos para poder demarcarse y separarse del "exterior."
Pero este retorno-tropo especulativo-tampoco tiene garantía al-
guna. Del cuerpo del otro los indios desean extraer la "certeza de
sern-del ser como presencia. No obstante, el acto de comerse al otro
implica el desplazamiento de la boca al ojo dado que, lo que está en
juego, es una puesta en representación: un pliegue de lo "exterior."
No comerse y no exteriorizarse son actos simultáneos, pero en la
medida en que, para los indios, el "exterior" es "dudoso" éstos no
pueden más que sucumbir a un canibalismo autofágico (desplazado,
en verdad, ya que si bien los indios ya no se comen entre ellos, los efec-
tos del festín canibal son disgregantes: una orgía en la que se trans-
greden todas las prohibiciones y tabúes) : de allí que el acto de comerse
al otro sea tematizado como un diferir: "daban, para reencontrar ese
sabor antiguo un rodeo immenso por lo exterior." Comerse al otro es
comerse a uno mismo porque los indios son los "únicos hombres ver-
daderos/realesn; comer la carne del otro, de un otro cuya realidad es
dudosa, es rumiar el vacío; experimentar otra vez el gusto del "desas-
tre arcaico." El festían canibal, como acto de comerse al otro es un si-
mulacro:
Si, cuando empezaban a masticar, el malestar crecía en ellos, era porque esa
carne debía tener, aunque no pudieran precisarlo, un gusto a sombra ex-
hausta y a error repetido. Sabían, en el fondo, que como lo exterior era
aparente, no masticaban nada. (129)

El festín canibal marca el límite de la representación del otro: el otro


es una imposibilidad y, al mismo tiempo, la imposibilidad del otro es
mi imposibilidad. El festín canibal es, por ende, la conmemoración de
una imposibilidad: la de ya no poder comerse a uno mísmo, la de no
poder comerse al otro, la de no poder comerse con el otro; finalmente,
la imposibilidad de encontrar algún tipo de protección contra una de-
voración que excede al canibalismo mismo: la de la devorante boca del
"exterior." Refiriéndose a un canibal que saciado de carne y alcohol
estaba al borde del colapso, el texto inscribe el canibalismo dentro de
una economía cósmica de la devoración: "en vano ese hombre, en días
GABRIEL RIERA

apacibles, apreciaba ser bueno, la boca abierta sobre la que bailaba,


inocente, en equilibrio, se lo comía igual." (147)
Para los indios, el proceso de "exteriorización" require un suple-
mento; el caníbal no puede fijar una imagen de sí para sí; no puede
informarse como idea o imagen o, finalmente, no puede "ponerse
en escena" y, por ende, no puede presentar la "escena de la repre-
sentación." Por dicha razón se ven forzados a establecer "un pacto se-
creto," a recurrir a otra mirada: la de un "testigo," "narrador" o "Def-
ghi," según la serie que parece establecer el relato; es decir, de alguien
que, no obstante, se encuentra en una situación no menos precaria
que los caníbales. Recordemos que cuando los indios masacran la
expedición, el narrador es el único sobreviviente. Tras la masacre
leemos: "con la muerte de esos hombres que habían participado en la
expedición la certidumbre de u n a experiencia común desaparecía y yo
me quedaba sólo para dirimir todos los problemas arduos que supone
su existencia" (27). La legibilidad del mundo no es, "para el sobre-
viviente," menos opaca que para los caníbales.
La retórica del canibalismo, entonces, nos ha permitido leer las
aporías de la representación del otro dentro de la economía de lo
mismo o, en otras palabras, en el marco de la heterología.

There is, perhaps, no humanity (and, per-


haps, no animality) that does not include rep-
resentation-although representation may
not exhaust what, in man, passes infinitely
beyond man.15

$ómo se articula la escritura en relación al canibalismo? En El ente-


nado, la escritura aparece doblemente marcada: en primer lugar, es
tematizada: se escribe en el momento en que se cuenta la historia; en
segundo lugar, como lo indiqué al comienzo, el texto inscribe una
economía de la escritura contra la cual trabaja.
El narrador-protagonista aprende a escribir y a leer bajo la tutela
del Padre Quesada, "filósofo fino y abierto, razonador paciente y ex-
acto" (100), bajo cuyo cuidado fue puesto tras retornar a su tierra. De
la relación Padre Quesada-narrador-protagonista (padre/hijo; maes-
tro/discípulo), ambos sacan provecho: el primero escribe una obra

l5 Nancy, Jean-Luc. The Birth to Presente, Stanford: Stanford University Press, 1994.
titulada "Relación de abandonado"; el segundo, al aprender a leer y a
escribir, encuentra la justificación de su existencia. Sin embargo, al-
gunas cosas resisten el intercambio pedagógico:
El Padre Quesada me hacía, de tanto en tanto, durante las lecciones, pre-
guntas que a veces me desconcertaban, pero cuyas respuestas él anotaba,
haciéndomelas repetir para obtener detalles suplementarios. ?Tenían go-
bierno? ;Propiedades? ?Cómo defecaban? iTrocaban objetos que fabrica-
ban ellos con otros fabricados por tribus vecinas? ?Eran músicos? ?Tenían
religión? ?Llevaban adornos en los brazos, en la nariz, en el cuello, en las
orejas o en cualquier otra parte del cuerpo? ?Con qué mano comían? Con
los datos que fue recogiendo, el padre escribió un tratado muy breve, al que
llamó Relación de abandonado y en el que contaba nuestros díalogos. Pero
debo decir que, en esa época, yo estaba todavía aturdido por los aconteci-
mientos, y que mi respeto por el padre era tan grande que, intimidado, no
me atrevía a hablarle de tantas cosas esenciales que no evocaban sus preguntas.
(103)
Lo que no se dice es lo que constituye la "experiencia" de la escritura:
lo que resiste la confesión, "las cosas esenciales" que exceden el marco
de la interrogación del Padre Quesada. O, en otros términos, lo que
constituye el texto es lo que no puede colocarse bajo la tutela del
Padre. Además, el Padre Quesada compone la "Relación de abando-
nado" por medio de una dialéctica (en el sentido clásico) que valida
la veracidad de los hechos a través de la presencia del "sobreviviente
legítimo" y, de esta manera, suscribe la heterología clásica. Al des-
plazar las "cosas esenciales" de la esfera de la escritura paternal, dia-
léctica, comunicativa, E l entenado cuestiona los modos de autorización
de la entrevista etnográfica clásica como forma de representación del
otro.
El narrador declara que si para el Padre Quesada "[la escritura] era
como una tenaza destinada a manipular la incandescencia de lo sen-
sible; para mí que estaba fascinado por el poder de la contingencia, era
como salir a cazar una fiera que ya me había devorado" (99).Dos ma-
neras de entender la escritura, una como tekhné, como instrumento de
aprehensión y determinación de lo real; otra como modo de acceso a
lo abierto, de fascinación frente a lo no simbolizable. Este tropo figura
la escritura fuera de la economía de la posibilidad, de la utilidad: nada
puede ser obtenido por ella ya que su poder instrumental es neutra-
lizado por la peculiar temporalidad de la fascinación que marca una
interrupción ya siempre instalada en el deseo de aprehender lo real
y que, por metalepsis, descompone la causalidad de la economía
instrumental. Dicho tropo, entonces, nos permite delimitar la in-
384 GABRIEL RIERA

scripción de una escritura que excede la economía de la adecuación:


cuestionamiento de una escritura instrumental, orientada hacia la de-
limitación cognitiva de lo real.
Esta crítica de la representación y de la subordinación de la escri-
tura a la representación se complementa con la secuencia de la co-
media. El narrador-protagonista, tras la muerte del padre Quesada y
de una temporada de vagabundeo y penurias, se une a una compañía
de teatro y, tras contarle su historia al director, éste decide ponerla en
escena, reservándole a aquél "como atributo natural a una entidad to-
davía vacía, mi propio papel" (108).El encuentro con la compañía de
teatro está construido de la siguiente manera:
Una paz imprevista, sin embargo, en un lugar cualquiera, me esperaba. Una
noche, en un comedero, unas personas que se emborrachaban en la mesa
de al lado, después de la cena, entraron, ya no me acuerdo cómo, en con-
versación conmigo. Eran dos hombres, uno viejo y uno joven, y cuatro mu-
jeres. Al observar que yo había estudiado un poco pensaron que era un
hombre de letras, y supe que ellos, en cambio eran actores. El vino nos
acercó. Iban de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, representando co-
medias para ganarse con ese juego infantil, una vida miserable. Pero el viejo,
que rengueaba un poco y que a pesar de su pobreza poseía cierta dignidad,
era inteligente y no desdeñaba el placer de la conversación. Cuando se per-
cató de que yo conocía, el latín, el griego, que no ignoraba ni a Terencio,
ni a Plauto, me propuso que me uniese a ellos para compartir peligros y
beneficios. Eljoven, que era su sobrino, llamaba primas a todas las mujeres.
Sin dejar translucir que para mí se trataba de elegir entre el teatro y los ba-
surales, y con el coraje que infunde el vino nocturno, acepté la propuesta.
Salimos de ese modo a los caminos. (106-7)

Esta secuencia enmarca el tratamiento de la representación de la co-


media como doble simétrico de la escena de juegos de niños y, al
mismo tiempo, inflige una nueva torsión a la serie de la familia y del
origen. La compañía de teatro es un "negocio de familia," pero la es-
tructura de esta familia es altamente problemática. Sin embargo, esta
escena de "adopción," es el reverso simétrico de la adopción Padre
Quesada/narrador protagonista, en lo que concierne al valor de la es-
critura: si en el convento era el narrador-protagonista quien mantenía
secretas "cosas esenciales" (auto-censura), aquí es el viejo el que im-
pondrá una forma de censura. En ambos casos la censura opera bajo
la ley de lo mismo: estructuración etnocéntrica de la interrogación
etnográfica, por un lado, estructuración del campo fantasmático de
las "expectativas del público," por el otro.
Se tratará, entonces, de la representación del papel del narrador
MLN 385

como "sobreviviente auténtico," sin embargo, bajo la presión del di-


rector "toda verdad queda extirpada de ella." El colapso de la repre-
sentación del otro en la comedia de lo mismo toma la forma de un
reenvió "al cuadrado" de la representación:
Empezamos a representar. Después de las primeras funciones, dondequiera
que íbamos nuestra fama nos precedía. (...) Yo me maravillaba. Viendo el
entusiasmo de nuestro público, me preguntaba sin descanso si mi comedia
transmitía, sin que yo me diese cuenta, algún mensaje secreto del que los
hombres dependían como del aire que respiraban, o si, durante las repre-
sentaciones, los actores representábamos nuestro papel sin darnos cuenta
de que el público representaba también el suyo, y que todos éramos los per-
sonajes de una comedia en la que la mía no era más que un detalle oscuro
y cuya trama se nos escapaba, una trama lo bastante misteriosa como para
que en ella nuestras falsedades vulgares y nuestros actos sin contenido fue-
sen en realidad verdades esenciales. El verdadero sentido de nuestra simu-
lación chabacana debía estar previsto, desde siempre, en algún argumento
que nos abarcara . . . (108-9)

Tanto el testimonio del "testigo directo," como la comedia del "sobre-


viviente auténtico" obliteran diferencias en la medida en que ambos
se articulan a partir de expectativas construidas y construyentes del "et-
nógrafo" y del "gusto del público." Ambas especulan, calculan sus re-
sultados, sus ganacias; para ellas el otro opera dentro del campo de lo
calculable. La "escena de la representación" (de la comedia, de la
"representación de la representación," de su reenvío especular) marca
el pasaje a otra escena en la que la escritura no funciona dentro de la
economía de la representación como adecuación. El doble pliegue de
lo especulativo comienza, entonces, a presentar un perfil extraño.

lo desconocido-lo que mas allá del don


fugaz de lo empírico, es transfondo y
persistencia.
Saer, Glosa

La crítica de la representación nos permitirá indigar la posición del


narrador en el orden canibal, así como también la problemática de la
invención del otro. El vocablo Def-ghi, con el cual los indios designan
al narrador-protagonista está abierto al juego del significante: indica
muchas cosas a la vez, y aún cosas contradictorias, pero, el campo
semántico de dicho vocablo está circunscripto al sema de la dupli-
386 GABRIEL RIERA

cación; un tipo de duplicación en la cual convergen, formando una se-


rie: narrador-testigo-sobreviviente:

Después de largas reflexiones, deduje que si me habían dado ese nombre,


era porque me hacían compartir, con todo lo otro que llamaban de la
misma manera, alguna esencia solidaria. (...) Amenazados por todo eso que
nos rige desde lo oscuro, (...) querían que de su pasaje por ese espejismo
material quedase un testigo y un sobreviviente que fuese, ante el mundo, su
narradur (133-34)

La posición del Def-ghi en el orden canibal y, sobre todo, una vez aban-
donado dicho orden, es la de un sobreviviente-testigo-narrador. Re-
cordemos que, en el momento e n que el narrador escribe lo que se da
a leer como sus "memorias," los indios han sido exterminados por los
españoles y que, en parte, el narrador-protagonista está implicado en
dicha exterminación. Por lo tanto, el testimonio de este suspuesto
testigo es el testimonio de una ausencia. ;Es posible ser el testigo de
una ausencia? ;Es posible dar testimonio años después del evento en
cuestión?
Si, retomando las observaciones de Michel de Certeau, aceptamos
que la heterología clásica es una manera de construir un discurso au-
torizado por el otro, es lícito, entonces, preguntarnos sobre la autori-
zación del supuesto testimonio del narrador-sobreviviente. ?Es El ente-
nado el producto de una circularidad en la que la producción del otro
y la del texto son homólogas? Creo que mi análisis precedente ha
mostrado cuán problemático sería suscribir esta posición. Cabría agre-
gar que, al abandonar la compañía de teatro, el narrador-protagonista
establece un pacto con el director: "[su] sobrino, podía interpretar mi
papel [recordemos, el de "sobreviviente auténtico"] asumiendo in-
cluso mi identidad, y yo me comprometía a cambiar de nombre (...)"
(112), pacto que afecta la veracidad del testimonio. En el marco de la
economía clásica del testimonio, un testigo fidedigno sólo puede ser
tal si puede dar testimonio del otro de una manera coextensiva a la del
testimonio ante sí mismo; es decir que la presencia del testigo al evento
debería ser homóloga a la autopresencia. 0, e n otras palabras auto-
conciencia e identidad articulan la economía del testimonio.
Todo testimonio, entonces, presupone un sujeto determinado por
ciertas figuras de la subjetividad (substrato, substancia, cogito, sujeto
transcendental); es decir alguien que al decir "Yo testifico que . . ."
pueda zanjar la barra que separa el enunciado d e la enunciación, en
todo tiempo, e n todo lugar. Además, como García Düttman lo de-
muestra, la tradición judeo-cristiana del testimonio, que supone una
vivificación del nombre y una regeneración de la presencia, tiene una
estructura narrativa paradojal: es una forma inmediata de la memo-
ria, cuya inmediatez es absoluta, irrecuperable, e inaprehensible.16 La
estructura paradójica del testimonio produce una impugnación de lo
que se ha atestiguado en el acto mismo de dar testimonio.
"La noche de los dones" de Borges es un caso ejemplar de esta
paradoja; relato en el que vienen a converger cuestiones de donación,
memoria y testimonio y en el que se produce un corto-circuito del
pasaje directo del evento al relato que reclama celebrarlo o conmemo-
rarlo.17 Este relato ataca, precisamente, la convergencia del evento y
del recuerdo verbal; lo disuelve en la incertidumbre fundamental de
una memoria incapaz de distinguir entre el recuerdo del evento y el
recuerdo del relato que lo reporta. Recordemos que, en el relato de
Borges, ésto se da en el contexto de una discusión sobre la proble-
mática del conocimiento (Platón y Bacon son invocados), pero en re-
lación a un cierto tipo de objetos: los "dones" (en este caso, el saber
sobre el amor y la muerte, experiencias únicas, irreproducibles, según
uno de los narradores). El relato está estructurado como una serie de
marcos recíprocamente implicados, pero que se anulan en su impli-
cación mutua, y cuyo cierre desmantela todo el sistema del encua-
dramiento múltiple. El narrador que está a cargo de demostrar que
"conocer no es recordar" y defender el caracter único, irrepetible de
la noche de los dones, advierte, al cierre de su relato, que: "Los años
pasan y son tantas las veces que he contado la historia que ya no sé si
la recuerdo de veras o si sólo recuerdo las palabras con que la cuento."
La repetitión de la hisoria, cuya materia es los "dones," es decir lo
irrepetible, lo Único, invalida la premisa del narrador y, fundamental-
mente, abre la brecha entre eventos y palabras: recordar las palabras
con que uno cuenta una historia no es una garantía de su integridad,
sino una declaración de lo que este acto constituye o viene a ser: el
contar una historia de palabras-palabras que hablan de palabras-y,
consecuentemente, de lo que se produce: la desaparición del testigo
narrativo como fundamento del relato.18 Como en el relato de Borges,
en El entenado la "memoria" sobre la que parecería anclarse el "testi-
monio," es "una memoria autónoma"; una memoria de palabras, que

l6 García Düttman, Alexander, La parole donnée. Mémoire et Promesse, París, Galilée,


1989.
l 7 Borges,Jorge Luis, "La noche de los dones," Obras Completas, Buenos Aires, Emecé,
1986.
ls De un trabajo en curso sobre "Los dones de Borges."
388 GABRIEL RIERA

"manda imágenes no se sabe cómo, ni de dónde, ni por qué" (58): la


instancia narrativa es una instancia neutra, de cuyo fundamento, el
narrador dice:
De esa manera, sueño, recuerdo, y experiencia rugosa se deslindan y se en-
trelazan para formar, como un tqido impreciso, lo que llamo sin mucha eu-
foria mi vida. Pero a veces, en la noche silenciosa, la mano que escribe se
detiene, y en el presente nítido y casi increible, me resulta difícil saber si esa
vida ha tenido realmente lugar, llena de continentes, de mares, de planetas
y de hordas humanas o si ha sido, en el instante que acaba de transcurrir,
una visión causada menos por la exaltación que por la somnolencia. Que
para los indios ser se dijese parecerno era, después de todo, una distorsión
descabellada. Y, no pocas veces, algo en mí se plegaba, dócil y bien hondo,
a sus certidumbres. (148)
Si, como se ha indicado arriba, El entenado desplaza y perturba la
economía narrativa de la heterología clásica, la cuestión de la re-in-
vención de la invención del otro debe ser analizada en mayor detalle.
En El entenadose inscribe un aproximarse del otro más "originario" que
el de la heterología; el cual aparece marcado como lo "inenarrable."
Lo "inenarrable" se presenta como el imposible "evento" de la me-
moria: "los ojos de los indios traicionaban esa memoria inenarrable."
Lo que esta memoria traiciona se despliega en una escena cuyo fondo
es el olvido. Olvido, caracter inenarrable de la memoria, caracter
único del evento son todos rasgos que exceden, pero que al mismo
tiempo, sostienen todo testimonio, por ser los signos no-significativos
del "desastre arcaico." Podría decirse, entonces, que esta escena pone
en relieve la naturaleza eminentemente poemática del testimonio,
marcando así el caracter derivativo del tesitmonio como relato.
El caracter inenarrable de esta memoria marca una cesura, una in-
terrupción de la narración y un desplazamiento de la especulación
fuera del juego de la duplicación y de la réplica. Esta interrupción
opera en la secuencia del eclipse, una escena de cierre que, en verdad,
abre el relato a una dimensión del lenguaje a la que podemos referir
como poema si por tal entendemos, siguiendo a Alain Badiou, la ca-
pacidad del lenguaje para presentar la "noción" pura de "il y a" [hay,
es gbt] . l g

l 9 En el sentido que Alain Badiou elabora la "noción" no-conceptual de poesía: "La


poésie fait vérité du multiple comme présence venue aux limites de la langue. Soit le
chant de la langue comme aptitude 5 présentifier la notion pure du il y a, dans l'ef-
facement meme de son objectivité empirique," en "Philosophie et Poésie: au point de
l'innomable," en Poesie, 64, 1994.
MLN 389

Recordemos que, en el lenguaje de los indios, según el narrador,


"eclipse" y "parecer" se dicen con la misma palabra:
En ese idioma [el de los indios], no hay ninguna palabra que equivalga a
ser o estal: Las más cercana significa parecm La misma palabra que designa
la apariencia designa lo exterior, la mentira, los eclipses, el enemigo. Tam-
bién u n a misma palabra con variante de pronunciación, nombra lo presente y lo
ausente. Para los indios todo parece y nada es. (122)

La escena en cuestión, entonces, detalladamente refiere la ocurrencia


de un eclipse lunar, el estado de intensidad máxima (inmovilidad) que
lo acompaña y el juego de (de)velación de la luz: "la claridad que [la
luna] difundía, ni nocturna, ni diurna, parecía tener un tinte de in-
minencia" (197);luz neutra que marca al relato como espacio de "ex-
pectativa" a la que sigue una suerte de "epifanía." La ficción narrativa,
interrumpida e intensificada por el poema, se da a leer como moda-
lidad de acceso al fenómeno del mundo y del aparecer de las cosas
como un "parecer" que no es la expresión de una subjetividad privada
de certidumbre, sino de una incertidumbre como horizonte constitu-
tivo del aparecer; ya que:
parece tiene menos el sentido de similitud que el de desconfianza. Es más un
vocablo negativo que positivo. Implica más objeción que comparación. No
es que remita a una imagen ya conocida sino que tiende más bien a d e s
gastar la percepción y a restarle contundencia. (122)

Aquí, entonces, es posible leer una teoría de la analogía que no


supone la comparación sino la comparecencia-el cómo de la pre-
sentación-; pero dicho cómo no puede ser más que celebrado en la
proferación, en el decir del poema:
A l j n podíamos percibir el colorjusto de nuestra patria, desembarazado de
la variedad engañosa y sin espesor conferida a las cosas por esa fiebre que
nos consume desde que comienza a clarear (...) A l j n palpábamos en lo ex-
terior la pulpa brumosa de lo indistinto (...) A l j n llegábamos, después de
tantos presentimientos, a nuestra cama anónima. Por venir de los puertos,
en los que hay tantos hombres que dependen del cielo, yo sabía lo que era
un eclipse. Pero saber no basta. El único justo, es el saber que reconoce que
sabemos únicamente lo que condesciende a mostrarse. (155)

El poema como lengua de la eventualidad del evento es el dejar apare-


cer de lo que parece; el poema dice mostrando, muestra diciendo,
pero sin representarlo. El es pura proferación, enunciación sin enun-
ciado, exclamación que deja las cosas en su anonimato.
La lengua de la ficción como "antropología especulativa," entonces,
390 GABRIEL RIERA

no asigna a las cosas ni al lenguaje determinación substancial alguna.


Ella, en cambio, configura el espacio que arruina todo saber precons-
tituido sobre el "hombre"; es decir, el espacio "de lo que condesciende
a mostrarse." Esta configuración se produce como "eclipse," como es-
cena de olvido en la que vienen a entrelazarse el nacer-como-siempre-
ya-abandonado (entenado) y el nacer a la presencia. Por dicha razón,
se podría re-leer la fórmula "antropología especulativa" diciendo que
El entenado (y la dimensión propiamente saeriana, "especulativa,"de la
ficción) puede concebirse como una alegoría del nacer a la presencia,
si por presencia entendemos el exceso, en la especulación, que ex-
pone y arruina el deseo que, en la representación, lleva a designar,
dominar y clausurar la presencia (la presencia, entonces, sería la "es-
cena primitiva" de la representación). El "objeto" de la ficción, en
tanto que "antropología," serían las figuras de la aproximación de lo
que, en el hombre, excede la representación, las "formas" del aban-
dono; la invención del otro.20
Brandás University

" Toda la problemática de la presencia y de la inminencia como modalidad positiva


de la "presencia" e n la ficción de Saer, requeriría un extensivo análisis que, en curso,
parte de "La mayor," pasa por Nadie Nada Nunca, Glosa y Lo imborrable, a la luz del análi-
sis que Jean-Luc Nancy lleva a cabo en "Naitre á la présence" y como un comentario de
algunos de sus pasajes: "La naissance est ce dérobement de présence par quoi tout vient
5. la présence," y "La présence est elle-meme la naissance, la venue que s'efface et qui se
reconduit," en Lepoids d'unepensée, Montreal, le Griffon d'Argile, 1991, 129-36.

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