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La paciente se había casado hacía cinco años y finalmente pudo tener un muy
deseado hijo. El embarazo y el parto habían sido sin complicaciones. El hijo, era
un bebé hermoso y saludable y durante los primeros días después del
alumbramiento todo era normal. Cuatro días después del parto, la paciente fue
dada de alta de la maternidad. Al llegar a su casa, se la notó excitada e
irascible. Acusó a su marido de mantener la casa a temperatura demasiado
baja, aunque la casa estaba, en realidad, bastante templada. Tenía discusiones
con su madre sobre cómo usar los pañales, y por último perdió el control y echó
a su madre porque ella pretendió tomar al bebé en brazos. La paciente comenzó
a hablar y a regañar a todos incesantemente y, como resultado se puso casi
afónica. Continuó refiriendo detalles sin importancia sobre el parto, y habló de
mal trato. Llamó a amigos y parientes, así como también a la clínica donde llevó
su prenatal, quejándose por el trato que había recibido. Estaba continuamente
activa y no dejaba al bebé quieto, cambiándolo o lavándolo frecuentemente. Sin
embargo, en medio de una actividad se distraía fácilmente y lo dejaba sin
atención, aparentemente olvidando qué estaba haciendo, porque otra cosa
había llamado su atención.
Por momentos trataba mal al bebé, regañándolo y aún pegándole cuando
lloraba. Dormía irregularmente y sólo algunas horas por vez. Comía muy poco
porque estaba muy ocupada para sentarse y terminar su comida.
Eventualmente se mostró muy perturbada, trataba de leer la hora en el
termómetro, quemó el cubre-pachas sin razón alguna, y le gritó a un conductor
de televisión. No quería ni oir de enfermedad mental y se negó a ver al médico
general que había sido llamado por su esposo. El médico debió internarla en el
hospital psiquiátrico contra su voluntad.
Su salud física siempre había sido buena. No fumaba, bebía sólo raramente en
compromisos sociales y no había evidencia de uso de drogas. El padre de la
paciente murió de enfermedad cardíaca cuando la paciente tenía 27 años. Su
madre estaba viva y bien, pero había sido tratada por recurrentes episodios de
depresión. El paciente tenía un hermano mellizo que era discapacitado mental.
Motivo de consulta: Fue llevada al hospital por su marido porque estaba muy
excitada y verborréica. Después de discutir con su esposo cuatro días antes, se
fue de su casa enojada a la mezquita donde permaneció rezando toda la noche.
Cuando regresó a la mañana siguiente su esposo estaba enojado con ella y le
dijo que si quería pasar toda la noche en la mezquita podía irse a vivir allí. Se
fue a la casa de su mamá donde se perturbó más y más. Estaba muy excitaba,
no podía dormir, hablaba casi incesantemente y se negaba a comer. Rezaba
fervientemente pero mezclaba palabras, aparentemente sin darse cuenta. Su
interminable conversación era especialmente sobre religión y la interrumpía sólo
para cantar plegarias en las que acusaba a numerosas personas de pecar y
les ordenaba rezar. Su madre llamó al marido y le dijo que él era responsable de
ella. Como la paciente se negó a ser tratada, su esposo la trajo al hospital por
la fuerza.