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4.- EL ESTUDIO TEOLÓGICO SOBRE DIOS 4.1 Tratado teológico sobre Dios y su relación con la teología natural.
El caminar filosófico del hombre hacia Dios encuentra su luz y su fundamento en la huella que Dios ha dejado de Sí
mismo en la creación y especialmente en el mismo hombre.
El caminar teológico hacia Dios (es el propio del tratado sobre Dios uno y trino)
- Caminar que tiene como punto de partida: La revelación que Dios ha hecho de Sí mismo, de su intimidad y
de su naturaleza.
- Es un conocimiento cierto y oscuro.
- La fe sin desvelar del todo el misterio de Dios nos lleva a un conocimiento nuevo y muy superior que el que
se puede alcanzar con la simple razón.
- Por revelación conocemos que Dios = Padre, Hijo y Espíritu Santo.
- Dios filosófico: aquel Dios que constituya tema fundamental de la filosofía en cuanto que busca la causa
suprema de todo cuanto existe.
- Otras cuestiones son estrictamente teológicas en su origen. No sabemos de ellas por razón, sino
únicamente porque nos han sido reveladas.
- El Dios de los filósofos y el Dios de la fe = compatibles y necesario entre si para perfeccionarse.
- EL conocimiento natural de Dios no solo no contradice el conocimiento de la fe, sino que es presupuesto
necesario de la fe. El rechazo de la teología natural volvería imposible el conocimiento de Dios por la fe.
- La acción divina de la revelación viene precedida con la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios.
El Dios viviente es la meta del caminar del hombre y es también la meta del quehacer teológico. El misterio de Dios
es el centro de la teología. Dios es el principio y fin de esta.
- Dios no es concepto de este mundo por eso no puede entrar en ninguno de nuestros conceptos.
- La consideración cristiana sobre Dios se trata no solo de lo que Dios es en sí mismo, sino también de lo que
Dios es para nosotros.
Según el AT, el pueblo de Israel debe su existencia a la elección divina. Es Dios quien ha decidido establecer su alianza con él y
la ha llevado a cabo. Así, el hecho de que Dios tome la iniciativa, le hace un ser cercano e íntimo al hombre. Sin embargo,
también es soberanamente libre, ya que nunca puede ser manipulado por el hombre, ni siquiera por el pueblo elegido.
La Alianza constituye el horizonte en que se desarrolla toda la doctrina veterotestamentaria sobre Dios y es la clave para
entenderla en sus justas proporciones. Desde las primeras páginas del Génesis, el principal dilema de la historia es la aceptación
o el rechazo de Dios por parte del hombre, es decir, que el centro de la historia es la relación del hombre con Dios.
La enseñanza bíblica en torno a Dios excluye la idea, ampliamente extendida entre los pueblos vecinos de Israel, de que existe
una relación natural entre el dios nacional y sus adoradores. El hecho de que Dios se manifieste como Aquel que ha tomado la
iniciativa de la Alianza, hace que la religión de Israel lleve el sello distintivo de “la elección”. Esto distingue la religión de Israel
de las demás religiones naturales.
Dios trasciende todo conocimiento, por tanto, está por encima de todo nombre. Sin embargo, Dios es un ser personal a quien nos
dirigimos como a Alguien, como a un Tú. Si no se le pudiese atribuir ningún nombre, Dios se nos presentaría como una fuerza
anónima e impersonal. Así, la cuestión del nombre de Dios es inseparable de la consideración de Dios como un ser personal.
El nombre propio del Dios de Israel es el de Yahvé, aunque hay otras formas de designarle: El Sadday, El Elyon, Adonai y
Elohim. En el Éxodo se dice que Yahvé es el nombre que Dios revela a Moisés en la teofanía de la zarza ardiendo. Se trata de un
nombre relacionado con el concepto de existencia, y que se suele traducir por “Yo soy el que es”, o “Yo soy el que soy”, o
también “Yo soy el que Yo soy”, o “Yo seré el que Yo seré”. Los israelitas lo utilizan en tercera persona: “El que es”.
a. “Soy el que soy” equivaldría a “Soy el que no podéis conocer”, “El innombrable”. Subraya la transcendencia de Dios.
b. “Soy el que soy” significa “el que es por sí mismo”, “el ser absoluto”. Explicación frecuente en la interpretación
cristiana.
c. Si Yahvé es la forma causativa del verbo ser (hwh). “Soy el que soy” significa “el que da el ser al pueblo y está siempre
con él”.
El monoteísmo aparece clara y explícitamente afirmado en la Biblia. Al mismo tiempo, el politeísmo es rechazado
vigorosamente. Al mismo tiempo, como es lógico, el monoteísmo, tan claramente expresado en la Biblia,
encontró grandes dificultades para penetrar en el pueblo de Israel, dada su tendencia a la idolatría. Es, pues,
necesario distinguir entre la religiosidad popular de los antiguos israelitas y la doctrina sobre Dios que
profesan los libros sagrados. La pureza del concepto de Dios en la enseñanza de la Biblia es sorprendente.
Se plantea la pregunta de cómo un pueblo surgido de un clan nómada, sin relieve cultural especial, en un ambiente
claramente politeísta, pudo llegar a la idea del Dios único, Señor del universo, Soberano de la historia de la
humanidad. La respuesta es que este Dios único no es hallazgo de ese pueblo, ni de sus sabios, sino que es
Alguien que ha salido al encuentro del pueblo. El monoteísmo en Israel y su contexto es revolucionario. El
monoteísmo que se aprecia en los relatos patriarcales es una monolatría, sin que se haya explicitado aun la
afirmación teológica de la unicidad de Dios.
Dios es un Dios celoso. Conviene tener en cuenta que este exclusivismo de Yahvé ES ÚNICO EN LA
HISTORIA DE LAS RELIGIONES.
La exigencia moral que comporta el monoteísmo israelita se fundamenta en el hecho de que Él es el Señor
Supremo y absoluto, el único.
Las afirmaciones sobre la unicidad de Dios su actividad creadora han de ser contempladas en el horizonte
de la teología de la Alianza. Si la teología de la creación tiene cabida en el Antiguo Testamento es precisamente
porque ella forma parte de la Alianza en cuanto que es su preámbulo; es justo afirmar que la creación del mundo es
ya una prefiguración de esta Alianza y que la Alianza es fin de la creación del mundo y tiene lugar como un
acontecimiento previo e imprescindible para la Alianza.
Jesús introduce así un rasgo totalmente nuevo en la imagen divina del Antiguo Testamento: llama a Dios su Padre y nos invita
a nosotros a que –unidos a Él– le llamemos también Padre en una forma radicalmente nueva. El mismo Jesús, al final de su vida
terrena, promete el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, y a quien Él enviará desde el Padre. Más aún, Jesús manda a
sus apóstoles que hagan discípulos y los bauticen en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28, 19).
La nueva existencia del cristiano descansa, pues, sobre un acontecimiento misterioso que, en la fe de la primitiva Iglesia, se
articula ya en una fórmula tríadica: la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, Dios uno y único.
La predicación de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como queda reflejada en los evangelios sinópticos, tiene por objeto hacer surgir
la fe y el amor en el Padre celestial.
«Para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo
Señor, Jesús Mesías, por quien existe el universo y por quien existimos nosotros» (1Cor 8, 6)
La encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno (cf., CEC, n. 262). Es en esta filiación natural del Hijo al
Padre donde se manifiesta el misterio de la intimidad de Dios, que es, en primer lugar, el misterio del Padre, el cual es fons et
origo totius Trinitatis, fuente y origen de toda la Trinidad.
Jesucristo es Dios, porque es el Hijo natural del Padre, es decir, Jesucristo es Dios, porque es Hijo del Padre en sentido pleno y
absoluto. Y, al mismo tiempo, es en esta filiación eterna donde se nos revela la paternidad del Padre, el cual es Padre
precisamente en el hecho de engendrar al Hijo. Esto da prioridad al Padre, no de tiempo –Dios es eterno–, ni de causalidad –en
Dios no hay nada causado–, sino de puro origen «El Padre es por excelencia el principio, el origen de ese dinamismo interior,
infinito, que es la esencia misma de la divinidad.
Tema 3
La divinidad de Jesús en el Nuevo Testamento
Jesús manifestó su divinidad poco a poco, de forma gradual y progresiva, mediante una pedagogía adecuada,
Esta manifestación de su divinidad está indisolublemente ligada a la conciencia que Jesús tiene de su filiación al
Padre.
Jesús nunca se atribuyó a sí mismo el título de Dios y, sin embargo, sí dijo con absoluta claridad que era Dios. Y
así fue entendido. Le bastó hablar con absoluta radicalidad de su filiación al Padre.
A este respecto, son notables por su claridad y por su fuerza aquellos textos en los que Cristo se dirige a Dios en
su oración llamándole Padre o Padre mío. Mt 6, 9-11) Mt 25, 26) Lc 11, 2; 22, 42; 23, 34.46).
Lc 10, 21).
La manifestación de Dios Espíritu Santo las palabras sobre el Espíritu Santo que pronuncia el Señor en la Última
Cena son una fuente de primordial importancia para la pneumatología. Jesús habla de la venida del Espíritu en
conexión con su propia partida de este mundo:
El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo Como se dice en el Catecismo de la Iglesia católica: el origen
eterno de Espíritu Santo se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia
tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14, 26;
15, 26; 16, 14).n estos pasajes, unas veces se atribuye este envió al Padre y otras al Hijo.
El envío del Espíritu Santo revela en plenitud el misterio de la Trinidad, porque revela que son tres.
El Espíritu es enviado por el Padre y el Hijo, manifestando así que es Persona distinta de ellos, dejando claro
que el Espíritu es enviado para santificar.
El envío del Espíritu por parte del Padre y por parte del Hijo apunta hacia la verdad de que el Espíritu Santo
no procede solo del Padre, sino del Padre y del Hijo.
El Padre es, sin duda, el origen de esta misión: por ello el Hijo enviará el Espíritu Santo por el Padre (cf. Jn 15, 26).
Pero el Hijo es también principio de este envío: por eso el Padre lo enviará en nombre del Hijo.
La misión conjunta del Hijo y del Espíritu La salvación consiste en que somos hechos hijos de Dios en Cristo por el
Espíritu Santo. Esta es la finalidad del envío del Espíritu Santo al alma del cristiano.
el Catecismo de la Iglesia católica: cuando el Padre envía su verbo, envía también su aliento: misión
conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables.
Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo
quien lo revela.
Expresiones trinitarias del Nuevo Testamento Los primeros textos del Nuevo Testamento que nombran explícita y
simultáneamente a las tres Personas divinas se encuentran en la narración del El Bautismo de Jesús
Es este un episodio que encontramos en todos los evangelios: Mateo 3, 13-17; Marcos 1, 9-11; Lucas 3, 21; Juan 1,
32-34. Al subir Jesús del agua, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios.
En estos pasajes, se atestigua de Jesús que es Hijo de Dios en sentido real y pleno; se menciona al Padre,
cuya voz resuena desde el cielo; y aparece el Espíritu Santo que desciende sobre Cristo.
Aquí las tres personas se manifiestan como distintas. No hay duda de que Aquel que habla y Aquel a quien se dirige
la voz venida del cielo están en la relación de Padre e Hijo, LC 3, 22 el Espíritu Santo está al servicio de la
prolongación del Masías.