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Mínima Intervención o Última Ratio: Este principio expresa que sólo cuando sea
absolutamente necesaria el establecimiento de una norma de carácter penal debe
producirse la intervención estatal. Lo que no le haga daño a nadie, no puede ser
castigado por la ley. En todo delito debe haber un bien jurídico lesionado, exige
que las consecuencias y repercusiones del hecho sean socialmente relevantes,
para que sea necesario el establecimiento de la regulación penal que justifica la
protección social. El Derecho Penal debe cumplir el fin de reducción de la violencia
social, ha de asumir también, en su configuración moderna, el fin de reducir la
propia violencia punitiva del Estado. Esta reducción tiene lugar por dos maneras:
sobre la base del principio utilitarista de la intervención mínima y sobre la base de
los principios constitucionales que establecen las garantías individuales y
colectivas.
La legitimidad ad processum
La Venganza Divina;
La Venganza Pública;
El Período Humanitario y
La norma jurídica en esta etapa adquiere una forma dicotómica o simple, en donde
se distingue un precepto jurídico y una consecuencia de hecho.
En el más antiguo Derecho del Oriente (Persia, Israel, Grecia Antigua y Roma) el
delito fue considerado originariamente como factor de responsabilidad por el
resultado antijurídico. Es de conocimiento que en la Antigua Grecia, se juzgaba de
igual forma a animales, árboles y piedras. De allí que un filósofo y jurista de esa
época, Esquines decía: “Arrojamos lejos de nosotros los objetos sin voz y sin
mente...” Platón en su obra Las Leyes, contiene frases similares, exceptuando el
rayo y los meteoros lanzados por la mano de los dioses.
De hecho, reseña las imágenes talladas en piedra, que antes de entrar en vigencia
el Código de Hammurabi, la administración de justicia recaía en los sacerdotes y
que a partir de su vigencia pierden este poder.
Así hasta finales del siglo XVIII y tocando las puertas del siglo XIX, se quemaban
en las hogueras “a las brujas de Europa”, porque para entonces la hechicería
(como conducta) era el delito más grave cometido en contra de la sociedad; la
valoración jurídica de aquel período así lo consideró; y en consecuencia infelices
mujeres (algunas afectadas por la demencia), fueron quemadas vivas.
El rasgo subjetivo (la intención) aparece en los albores de la Roma culta, donde
también se consideraba la posibilidad de castigar el homicidio culpable, figura
heredada que hoy reposa en todos los códigos de nuestro tiempo.
Cesar Beccaria, con su libro de los Delitos y de las penas (DEL DELETTE E
DELLLE PANE) se une a la crítica demoledora de los sistemas penales y
empleados hasta entonces a la proposición creadora de nuevos conceptos y
nuevas prácticas; se pugna por la exclusión de suplicios y crueldades
innecesarias; se propone la certeza contra las autoridades de las penas,
suprimiendo los indultos y las gracias que hacen posponer el castigo y constituye
formas de impunidad para los delincuentes; se orienta la represión hacia el
porvenir, subrayando la utilidad de las penas sin desconocer su necesaria
justificación; se preconiza la peligrosidad del delincuente como punto de mira para
la determinación de las sanciones aplicables y se urge por una legalidad de los
delitos y de las penas, hasta el extremo de prescribir la interpretación de la ley, por
el peligro de que pudiera servir de pretexto para desviar su verdadera intención.
De todos los capítulos que integran el libro de Beccaria, son más importantes los
que hacen referencia al origen de la pena y del derecho de castigar, el de la
interpretación de las leyes; el que se ocupa de la obscuridad de las mismas; las
relativas a la pena de muerte, la templanza en las penas, la relación entre delito y
la pena y las medidas de seguridad.
Las penas únicamente pueden ser establecidas por las leyes: estas han de
ser generales y sólo los jueces pueden declarar que han sido violadas.
Las penas deben ser públicas, prontas y necesarias, proporcionadas al
delito y las mínimas posibles, nunca deben ser atroces.
El fin de la pena es evitar que el autor cometa nuevos delitos, así como la
ejemplaridad respecto a los demás hombres.
Etapa Científica: Podría decirse que esta etapa científica, se inicia con la obra de
Cesar Beccaria, y culmina con la de Francisco Carrara, que es considerado el
principal exponente de la Escuela Clásica del Derecho Penal.
El inexorable paso del tiempo allana el camino para que aparezca en el derecho,
junto al elemento antijurídico, el más añejo, la culpabilidad como característica
intrínseca de la conducta delictuosa. Ya para 1840 Pufendorf y Luden enseñan en
su obra la teoría de la imputación influenciada por el pasado del delito, y
clasificaron en forma tripartita los caracteres de acción, antijuricidad y culpabilidad.
Sin embargo, la construcción del concepto ente jurídico que denota expresión
teórica de contenido, aparece propiamente en la doctrina liberal del derecho, que
la somete a la autoridad del Estado, vale decir a los preceptos de la ley. Es a
Beccaria a quien corresponde la primera elaboración moderna de la teoría del
delito (1764), producto de la filosofía política del Iluminismo Europeo, en el marco
conceptual del Estado Liberal y del Derecho, consecuencia de las ideas del
Contrato social y la División de Poderes.
Según Jiménez de Asúa, la doctrina de Carrara, perfeccionada por Carmignani y
la que antes fue formulada por Feuerbach y Romagnosi, asume la concepción
técnica del delito como “ente jurídico”. A partir de entonces Carrara define delito
como: “La infracción de la ley del Estado, promulgada para proteger la seguridad
de los ciudadanos, resultante de un acto externo del hombre, positivo o negativo,
moralmente imputable y políticamente dañoso”.
Por ello a Carrara se le vincula como el iniciador técnico de la doctrina del delito
ente jurídico, quien puso la base lógica para una construcción jurídica coherente
del sistema penal. Con Carrara nace, en Pisa, la moderna ciencia del Derecho
Penal Italiano, desde allí sostiene: “El delito no es ente de hecho, sino un ente
jurídico, porque su esencia debe consistirse en la violación de un derecho”.
Posterior a Carrara, los cimientos del positivismo arrastraron parte del material del
antiguo maestro italiano, de tal manera que Garófalo representa la síntesis del
delito natural, la que después recogerá Mayer, en Alemania, conocidas como las
normas de cultura.
Ernesto Beling (1906) visualiza el delito desde una óptica finalista y nos dice que
“delito es la acción típica, antijurídica, culpable, sometida a una adecuada sanción
penal y que llena las condiciones objetivas de penalidad”. Jiménez de Asúa,
comenta esta obra y afirma, que estaría claro las condiciones de existencia del
delito para este autor alemán, al establecer que para que un acto sea delito
requiere: una acción descrita objetivamente en la ley (tipicidad), que sea contraria
al derecho (antijurídica) que sea culposa o dolosa (culpabilidad); y también que
sea sancionado con una pena (punibilidad).
El delito, se describe en consonancia con las ciencias naturales (debido al apogeo
de estas en el siglo XX, especialmente la botánica, la zoología, o la física); el delito
se contempla fundamentalmente como “acción”, como fenómeno “natural”, o sea
exteriorización de la voluntad que guía la conducta humana.
Algunos autores señalan, como principio del período científico, las doctrinas de los
positivistas de fines del siglo pasado, pero se considera que hasta que
aparecieron las teorías de hombres como, Manuel Kant, Federico Hegel y otros,
surgieron diversos criterios que fueron dando luminosidad a esta etapa y se
clasificaron de la siguiente manera:
Por último, se debe destacar que una vez que aparece la etapa científica, al
mismo tiempo van surgiendo diversas escuelas con un claro movimiento jurídico
filosófico que van dejando precedente, de estas escuelas deben destacar a la
Clásica, a la Positiva, la Tercera Escuela y la Escuela Técnico–Jurídica.
En cuanto a la característica fundamental de esta etapa del derecho penal, se
caracteriza por su carácter finalista que describe el delito como un hecho típico,
anti jurídico y culpable
Las Escuelas del Derecho Penal son un conjunto de doctrinas y principios que a
través de un método específico y diferenciado, tienen por objeto investigar la
filosofía del Derecho Penal, con la finalidad de establecer la legitimidad del Jus
Puniendi la naturaleza del delito y los fines de la pena.
"Ya tenemos el derecho penal liberal construido por unos hombres que lo creen
definitivo. Conviene recordar que Carrara le confía a sus discípulos el encargo de
dedicarse más bien al derecho adjetivo, al derecho formal y rituario, que al
derecho material, el cual creía asentado para siempre." (Jiménez de Asúa).
César Bonesana (Cesare Beccaria) fue el autor de ‘De los delitos y las penas’
(1764) al cual se considera como la obra más importante del Iluminismo en el
campo del Derecho Penal.
Su idea es que la lucha contra la criminalidad debe hacerse de una forma integral
permitiendo la intervención directa del Estado.
Las mayores críticas contra los autores positivistas radican en el olvido de las
garantías individuales, ya que su foco es la peligrosidad social del delincuente.
Lombroso no era un jurista, por lo que Enrico Ferri será quien le de trascendencia
jurídica a las teorías de Lombroso. Ferri rotula como “delincuente nato” al “uomo
delinquente” de Lombroso. El punto central de Ferri es que para su positivismo el
delito no es la conducta de un hombre, sino el síntoma de un mecanismo
descompuesto. El delito es síntoma de peligrosidad, por ello la medida de la pena
está dada por la medida de la peligrosidad y no del acto ilícito.
La Crisis Del Positivismo Jurídico; el Positivismo entra en crisis desde finales del
siglo XIX, surgiendo nuevos movimientos doctrinales. Entre ellos el Neokantismo y
el Finalismo.
En el año de 1931 Hans Welzel estableció que el delito parte de una acción pero
tiene una finalidad, alcance y un fin, es decir, el delito basa su creación en una
relación ético-social en donde en primer plano se encuentra la culpabilidad como
elemento del delito, debiéndose medir y tomar en cuenta la peligrosidad del
individuo en relación a su culpabilidad de ahí que la teoría finalista hace un
análisis de la culpabilidad del delincuente tomando en cuenta el fin o fines de la
acción delictiva; esta corriente ideológica recibe el nombre de finalista por que
atiende principalmente al estudio técnico-jurídico sobre la finalidad o intención que
tuvo el delincuente para cometer el delito.
Esta teoría, en cuya ideología intervinieron juristas como Hellmuth Von Weber,
Alexander Graf Zu Dohna Hellmut Mayer, revolucionó el pensamiento penal de la
época siguiendo la idea varios juristas como Nicolai Hartmann y Richard
Konnigsberg. Hans Welzel en base a ésta teoría se saca de la culpabilidad el
elemento de la forma (2° elemento) que representa al dolo y la culpa,
trasladándolo a la acción como consecuencia natural y, toda vez que en ésta
teoría la acción pertenece al tipo, tanto el dolo y la culpa se deberán tomar en
cuenta al estudiar la conducta y el tipo, no obstante que el causalismo consideraba
al dolo como elemento de la culpabilidad. Esta escuela basó su ideología
principalmente en la psicología y la fenomenología como elementos
preponderantes en el actuar humano.
Esta escuela, que para los doctrinarios y estudiosos de la Teoría del Delito se ha
dividido en finalismo ortodoxo, finalismo radical, finalismo formal, finalismo material
y finalismo valorativo, tuvo su total desarrollo en Alemania desde el año 1930
hasta el año 1970, habiendo sido interrumpido su camino entre los años 1933 y
1945 aproximadamente por haber imperado en esos años en Alemania otra
escuela llamada del “Irracionalismo Jurídico” o de la “Escuela de Kiel” sustentada
por juristas como Georg Dahm, Friedrich Schaffstein y Edmundo Mezger. La teoría
finalista expone dos diferentes fases en su estudio aduciendo que para que un
individuo pueda ser castigado en base a su demostrada culpabilidad deben
tomarse en cuenta diversos aspectos tanto internos como externos de la conducta
del individuo. Para la teoría finalista es esencial el estudio minucioso de cada uno
de los elementos integrantes del tipo como lo son:
Así, los doctrinarios del Derecho Penal y de la Teoría del Delito han dividido a la
escuela funcionalista en dos:
La única fuente del Derecho penal en los sistemas en los que impera el principio
de legalidad penal es la Ley, de la cual emana el poder que determina el alcance
de su conocimiento y aplicación, por lo tanto, sólo la ley penal puede ser la
creadora del conocimiento y alcance social de su contención, por eso se dice que
es fuente directa del Derecho penal.
Este principio exige que la punibilidad de un hecho, sólo pueda ser establecida por
una ley anterior a la comisión del delito, e implica el desarrollo programático de las
ideas y principios que traza los derechos, deberes, garantías individuales,
colectivas y difusas establecidas en la Constitución de la República.
Tratándose de una garantía individual, las disposiciones del Derecho Penal, debe
estar claramente trazada mediante la enumeración taxativa que fija la ley, en
cuanto a los hechos punibles y las penas, de manera que aquellos y éstas
representen un númerus clausus o relación cerrada en recíproca e inalterable
correspondencia unos de otros.
Al llenar esta finalidad es necesario conocer, que las reglas en la conformación del
Derecho Penal contemporáneo están regidas por una serie de principios en donde
principalmente se encuentran: el principio de legalidad penal, "nullum crimen nulla
poena sine praevia lege poenali"; el principio de irretroactividad de la ley penal; el
principio de mínima regulación penal; la prohibición de la aplicación de la ley penal
por analogía; el principio “In dubio pro reo”; entre otros, que constituyen el eje
motor de la formación del derecho penal.
La ley como fuente directa del derecho penal, constituye la base de estudio para
determinar que el órgano legislativo establezca las condiciones de variabilidad de
una situación que está o no penalizada y en consecuencia puede ser cambiada en
algún sentido, es así como pudiera incrementarse las penas, establecer
modalidades distintas, despenalizar o penalizar circunstancias, aumentar o
disminuir los beneficios procesales, sin afectar su agresividad o variar los
mecanismos de resarcimiento a la sociedad, derogar la ley o crear nuevas leyes
especiales. En todo caso, siempre será el conjunto de las circunstancias sociales
las que determinan la aparición, derogación o cambio de una ley.
1. Fuente de Producción, y
2. Fuente de Conocimiento
La Fuente de Producción: la encontraríamos en el órgano del Poder Público o la
autoridad competente habilitada que en representación del Estado, dicta las
normas jurídicas de carácter y naturaleza penal.
En la corriente que dirige el derecho penal formal o escrito (civil law), se excluye la
costumbre y la analogía como fuente de derecho penal.
En el derecho consuetudinario, (common law), el precedente judicial, adquiere
forma de costumbre y analogía por lo cual es considerado fuente de Derecho
Penal.
Por otra parte, la doctrina constituye una fuerza de convicción para el juez, el
legislador y la sociedad en general que entiende el alcance del derecho en base a
las opiniones de los jurisconsultos, profesores de derecho y científicos jurídicos
que mediante libros, revistas u opiniones en los medios de comunicación y, hoy
mediante el empleo de las Tecnologías de Información y Comunicación, exponen
su interpretación y crean una conciencia consuetudinaria colectiva del Derecho
Penal, dado que la opinión y la crítica de los teóricos del Derecho influye en la
formación de conocimiento de los que, posteriormente, tienen la tarea de juzgar o
de crean nuevas o modificar las normas.
Son los enunciados normativos más generales que, a pesar de no haber sido
integrados formalmente en los ordenamientos jurídicos particulares, recogen de
manera abstracta el contenido de un grupo de ellos. Son conceptos o
proposiciones de naturaleza axiológica o técnica que informan la estructura, la
forma de operación y el contenido mismo de las normas, grupos normativos,
conjuntos normativos y del propio Derecho Penal.
Los principios Generales del Derecho tienen tres funciones que inciden de forma
importante en la aplicación de las normas del ordenamiento penal, estas son: la
función creativa, la función interpretativa, y la función integradora.
La función integradora significa que quien va a colmar un vacío legal, debe
inspirarse en los principios para que el Derecho se convierta en un sistema
hermético.