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CAMARAS DE APELACIONES EN LO CIVIL, C-CUARTA

PODER JUDICIAL MENDOZA

foja: 729CUIJ: 13-04318050-3( (010304-54732))

LEIVA JORGE AMADEO Y CANTALEJOS MANUEL ROBERTO C/ CLUB


DEPORTIVO GODOY CRUZ ANTONIO TOMBA P/ COBRO DE PESOS

*104392700*

En la ciudad de Mendoza a los ocho días del mes de julio de dos mil veintiuno,
reunidos en la Sala de Acuerdos de esta Excma. Cuarta Cámara de Apelaciones en
lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributario, los señores Jueces, trajeron a
deliberación para resolver en definitiva los autos N° 253.179/54.732,
caratulados “LEIVA JORGE AMADEO Y CANTALEJOS MANUEL
ROBERTO C/CLUB GODOY CRUZ ANTONIO TOMBA P/COBRO DE
PESOS”, originarios del Cuarto Tribunal de Gestión Judicial Asociada en lo Civil,
Comercial y Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia, venido al
Tribunal en virtud del recurso de apelación planteado por la parte actora a fs. 645, en
contra de la sentencia de fs. 634/637.

Practicado a fs. 728 el sorteo establecido por el art. 140 del CPCCyT, se determinó
el siguiente orden de votación: Dres. Ferrer, Leiva y Moureu.

De conformidad con lo ordenado en el art. 160 de la Constitución Provincial, se


plantearon las siguientes cuestiones a resolver:

Primera cuestión:

¿Debe modificarse la sentencia en recurso?

Segunda cuestión:

¿Costas?
Sobre la primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Claudio A.
Ferrer, dijo:

I- PLATAFORMA FÁCTICA:

A fs. 14/21 se presenta el Dr. Jorge Giaquinta, por los Sres. Jorge Amadeo Leiva y
Manuel Roberto Cantalejos, interpone demanda por cobro de pesos en contra del
Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba y solicita que se lo condene al pago de
la suma de $2.633.553,53, más intereses legales, costos y costas.

Expresa que conforme a la documentación que acompaña y de la prueba a rendirse,


en el año 2012, el Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba contrató los
servicios profesionales del Arquitecto Jorge Leiva y del Ingeniero Manuel Roberto
Cantalejos, a los fines de que llevaran a cabo la construcción de oficinas, buffet,
gimnasio y salón (merchandising) del mismo, obra emplazada en calle Balcarce 477
del Departamento Godoy Cruz.

Menciona que la efectiva realización de esas obras se encuentra acreditada con las
constancias obrantes en los expedientes n° 55.874/E/12, el cual se encuentra
extraviado; 60.582/E/2012 y 60.593/E/2012, todos originarios de la Municipalidad
de Godoy Cruz, como así también del Libro de Obra correspondiente, aforos y
fotografías que acompaña con la demanda.

Destaca que todos los trabajos encomendados fueron concluidos en perfecto estado,
sin que existieran reclamos por parte del comitente al respecto.

Expresa que sus representados cumplieron con las obligaciones a su cargo en el


modo pactado, sin que la demandada haya cumplido con el pago de los honorarios,
ya que cada vez que le fueron reclamados solo obtuvieron respuestas evasivas, no
obstante lo cual, debido a la confianza que existía, continuaron con los trabajos

Refiere que, además, de los cuatro certificados de avance de obra que se emitieron,
solo se pagaron los dos primeros, quedando impagos los N° 3 y 4, por un importe de
$23.680 y $19.550, respectivamente, lo que motivó que no siguieran con las obras.

Manifiesta que ante la inexistencia de convenio formalizado entre las partes respecto
al monto de los honorarios, solicitaron al Colegio de Arquitectos de Mendoza y al
Consejo profesional de Ingenieros y Geólogos de Mendoza, la determinación de su
monto, los que luego de establecidos fueron reclamados a la demandada por carta
documento que nunca fue respondida.

Ofrece pruebas y funda en derecho.

A fs. 53 y fs. 60 se amplía la demanda y se ofrecen nuevas pruebas.

A fs. 436/449, comparece el Dr. Mariano R. Godoy Lemos, en representación de


Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba, contesta la demanda interpuesta en su
contra y solicita su rechazo, con costas.

Sostiene que en el año 2012 se les solicitó a los actores, quienes trabajaban en
sociedad, los proyectos con destino a construcción de Planta Alta, oficinas, buffet y
gimnasio, baños, churrasquera y depósito, para el Club Godoy Cruz Antonio Tomba,
obras a realizarse en calle Balcarce 477 de Godoy Cruz.

Expresa que en dicho trabajo profesional se encontraba comprendida la realización


de las tareas de anteproyectos, proyectos, cálculo, cómputos, planos generales,
direcciones técnicas y la concreción de mismos con la realización de la obra.

Aclara que la adjudicación de una obra de semejante envergadura, llevaba consigo


los honorarios que requiriera la labor profesional a los fines de su preparación y
concreción, que son los que aquí reclaman los actores.

Señala que ello quedó instrumentado en junio de 2012, cuando los profesionales
extendieron los presupuestos correspondientes en donde se mencionó que los
mismos incluían proyecto, dirección técnica y detalles de arquitectura; cálculo y
dirección técnica de ingeniería y estructura; proyecto y dirección técnica de
instalaciones eléctricas y proyecto y dirección técnica de instalaciones sanitarias,
aclarándose que los honorarios correspondientes a esas labores estaban bonificados.

Plantea que no existe ninguna prueba en contrario que permita apartarse de esa
situación fáctica y que, de no ser ello así, no se explica la pasividad para el cobro de
los honorarios si su exigencia fuera genuina.

Menciona que su representada abonó a los aquí actores, desde el año 2012 hasta el
abandono de la obra, la suma de $3.346.365,25.
Refiere que aun cuando las facturas fueran emitidas solo a nombre del Ing.
Cantalejos, ambos actores trabajaban en conjunto, presentaban y firmaban los
certificados de obra y comparecían a la Tesorería del Club para cobrar.

Describe los incumplimientos contractuales que atribuye a los actores y efectúa


reserva de reclamar indemnización por los daños y perjuicios que estos le han
ocasionado a su representada.

Solicita se expida compulsa de estas actuaciones a los Colegios y Consejos


Profesionales que regulan la actividad profesional de los actores y a la justicia penal
para que investigue la posible comisión del delito de estafa procesal.

Ofrece pruebas y funda en derecho.

A fs. 474/486, el Dr. Manuel Linares, por los actores, contesta el traslado conferido
respecto del responde de demanda.

A fs. 507 consta la realización de la Audiencia Inicial y la resolución acerca de la


admisión y sustanciación de las pruebas ofrecidas por las partes.

II- LA SENTENCIA RECURRIDA:

Sostiene que los actores tuvieron a su cargo la ejecución material de la obra de


construcción de oficinas, buffet, gimnasio y salón (merchandising) en las
instalaciones del Club demandado, ubicado en calle Balcarce 477 del Departamento
Godoy Cruz, la cual comprendía una superficie de 1515,15m2 y que cuando el
avance de obra oscilaba entre un 85 y un 90%, por diferencias con el comitente,
hacia fines del año 2016, la relación contractual entre las partes se vio resentida,
debiendo concluirse los trabajos restantes con otros profesionales.

Manifiesta que fue recién en ese momento cuando los actores, de forma unilateral,
solicitaron a los colegios respectivos que estimaran sus honorarios por las labores de
proyecto, cálculo y dirección técnica, destacando que durante el desarrollo de la
obra, inicialmente proyectada en 880m2, se pensó en una ampliación de 631m2, por
la que los aquí actores pasaron un presupuesto en el que esos honorarios estaban
bonificados, presupuesto que ha sido reconocido por los actores, aun cuando
pretenden restarle relevancia aduciendo que no fue aceptado y que la ampliación
finalmente ejecutada no se corresponde con el mismo.
Expresa que aun cuando los trabajos detallados en ese presupuesto no coincidan del
todo con lo efectivamente ejecutado con motivo de la ampliación, tanto la superficie,
como su núcleo si son coincidentes, por lo que no puede ser soslayado a la hora de
desentrañar los términos de los acuerdos celebrados entre las partes, siendo que,
además, lo normal es que el profesional pacte todas sus labores al iniciar cada
trabajo o etapa, cuestión que aquí no se daría.

En lo que respecta a la ampliación, indica que tampoco es posible suponer que los
profesionales mudasen la política adoptada cinco meses antes, de bonificar los
honorarios por proyectos, cálculos y direcciones técnicas, ello con el afán de que la
ampliación también les fuera confiada.

En relación a la obra inicial, que les fue encargada en agosto de 2011 y fuera
iniciada en marzo de 2012, sostiene que no resulta factible colegir que la eventual
retribución quedase indefinida, tanto en su cuantía, como en la época de pago, por lo
que resulta lógico que esos honorarios también estuvieran bonificados, ya que, de
otro modo, no se puede entender que acometieran la ejecución de los trabajos sin
recibir ni siquiera una parte de sus honorarios y que luego esperaran más de cinco
años para reclamarlos.

Aduce que los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y


que los instrumentos emanados de los actores y la conducta observada por ellos
durante la ejecución de la obra, permite concluir en que los honorarios en cuestión
estaban bonificados, por lo que la demanda, en ese sentido, es rechazada.

Luego se avoca al análisis del pago de los dos certificados de obra cuya cancelación
se reclama, admitiendo la demanda en ese aspecto por la suma de $43.630, con más
los intereses que allí se indican.

III- LA EXPRESIÓN DE AGRAVIOS Y SU CONTESTACIÓN:

En la expresión de agravios de fs. 681/704, el Dr. Manuel G. Linares, por los


actores, sostiene que la sentencia le causa agravio por la errónea y arbitraria
valoración de las pruebas, lo cual llevó a tener por bonificada la suma que se
reclama en la demanda, todo producto de una deficiente interpretación y aplicación
de las normas que rigen la materia.
Expresa que en marzo de 2012 los actores fueron contratados para ejecutar la obra
completa de Planta Baja, con una superficie de 880 m2 y un monto total de
$1.278.838, con la promesa que durante su desarrollo se acordarían los honorarios.

Indica que en junio de 2012, cuando estaban en plena construcción de la obra de


Planta Baja, se les encomendó un proyecto de ampliación para la Planta Alta, por
una superficie de 631,50m2, un costo de materiales de $559.772 y uno de mano de
obra de $841.160, el cuál incluía los honorarios por proyecto, cálculo, verificación
sísmica, instalación eléctrica y sanitaria, como así también las respectivas
direcciones técnicas, es decir, incluyeron en el mismo sus honorarios a los efectos de
no repetir el inconveniente que tenían respecto de los de Planta Baja.

Refiere que varios meses después, en noviembre de 2012, se les encargó la obra de
la Planta Alta, pero con diversas modificaciones al proyecto original, por lo que
debieron realizar uno nuevo, por una superficie de 631,15m2.

Aclara que el primer presupuesto, en el que se bonificaban los honorarios por la


ampliación de Planta Alta, nunca fue aceptado, por lo que, atendiendo al mecanismo
de oferta y aceptación, no puede considerarse que a través del mismo haya quedado
configurado un contrato en el que los actores renunciaban a esos honorarios.

Reitera que la obra de la Planta Alta, que se inició en noviembre de 2012, es distinta
a la que se presupuestó conforme a la oferta que contiene el presupuesto de fs. 69,
sin que se haya convenido, expresa o tácitamente, la bonificación o renuncia de los
honorarios profesionales, habiendo tolerado que su pago fuera diferido en el tiempo
solo para poder mantener la ejecución de la obra y la fuente de trabajo.

Manifiesta que la sentencia que rechaza el pago de los honorarios en cuestión se


encuentra solo fundada en el relato de la demandada y en la propia convicción del
juez, pero está totalmente apartada de las probanzas de autos que no han sido
ponderadas.

Sostiene, además, que el juez se funda en el informe de la perito arquitecta que no


fue incorporado en autos, lo que habilita a que la sentencia sea declarada nula.

Afirma que tampoco está acreditado, como se señala en la sentencia, que los actores
sean titulares en forma conjunta de una empresa constructora, la cual es solo
propiedad del Ing. Cantalejos, ni que el avance de las obras fuera del 85/90% cuando
se resintió la relación contractual, ya que, tal como surge de la pericia presentada por
el Ing. Civil Marcelo Frugoni, las obras a ellos encomendadas fueron concluidas en
un 100%, sin que existan constancias, como lo afirma tanto esa pericia, como la
contable, que los honorarios correspondientes a las mismas hayan sido abonados.

Concluye en que el rechazo de la demanda solo se fundamenta en suposiciones del


juez de la forma en la que se desenvolvió la relación contractual.

Remarca que no existe ninguna prueba que acredite que la oferta contenida en el
presupuesto adjuntado a fs. 69, más allá de que solo se refiere a las obras de Planta
Alta, haya sido aceptado por la demandada y que la obra que finalmente se ejecutó,
seis meses más tarde, difiere sustancialmente en los rubros, ítems y valores de la allí
presupuestada, por lo que implica la existencia de un nuevo contrato en el cual la
bonificación de los honorarios no se encuentra acreditada.

Destaca a esos efectos las diferencias de valores del presupuesto de fs. 66/69, por un
valor de mano de obra de $841.160 a junio de 2012, con el de la obra finalmente
ejecutada de $654.990, varios meses después, por prácticamente la misma superficie
y lo expresado en ese sentido por el perito ingeniero civil, quien afirma que se trata
de dos obras diferentes.

También refiere que el análisis de los certificados de obra permite determina que en
ninguno de ellos se mencionan los honorarios profesionales, ni como pagados, ni
como bonificados.

A fs. 707/714, el Dr. Mariano R. Godoy Lemos, por el demandado Club Deportivo
Godoy Cruz Antonio Tomba, contesta el traslado conferido respecto de los agravios
formulados por los actores, solicitando que el recurso de apelación por esa parte
interpuesto sea declarado desierto o, en subsidio, que se lo rechace, con costas, todo
conforme a los fundamentos que esboza y a los que me remito en mérito a la
brevedad.

IV- TRATAMIENTO DEL RECURSO.

IV- a) El pedido de deserción.

La parte demandada solicita se declare desierto el recurso de apelación interpuesto


por los actores por considerar que sus agravios no reúnen los requisitos que a esos
efectos establece el art. 137 del CPCCyT.
Una vez más recordaré que los agravios deben constituir una exposición jurídica
completa y autosuficiente que contenga el análisis razonado y crítico de la
resolución impugnada, caso contrario con sujeción a la norma de procedimiento
antes señalada, debe declararse desierto el recurso de apelación y también que la
mera repetición de argumentos invocados al demandar o al contestar la demanda, no
cumple, en absoluto, con los requisitos que impone la norma ritual, para concluir en
que, como dijera Colombo, la valoración de la expresión de agravios "...no es
cuestión de extensión del escrito, ni de manifestaciones sonoras, ni de profusión de
citas, ni tampoco de injurias más o menos veladas al juez, sino de efectividad en la
demostración del eventual error in iudicando: la ilegalidad e injusticia del fallo..."
(COLOMBO, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación", t. II, comentario
arts. 265/266, p. 565; cfr. Bianchiman, Roberto Gabriel, Expresión de agravios: su
valoración, DJ 1996-1 , 979, LL Online: AR/DOC/4348/2006).

Igualmente, considero que los formulados por los actores apelantes cumplen con el
recaudo de plasmar una critica razonada de los fundamentos que avalan la
resolución en crisis, por lo que, participando del criterio amplio que entiende que la
Alzada no debe autolimitarse en sus poderes de revisión al aferrarse a
interpretaciones severas que terminen frustrando el derecho de defensa del
recurrente, no corresponde hacer lugar al planteo de deserción.

IV- b)- La nulidad de la sentencia.

Los actores apelantes solicitan que se declare la nulidad de la sentencia por


considerar que la misma se funda en pruebas que no han sido incorporadas al
proceso.

De acuerdo con lo ordenado por el art. 133, inc. IV, del CPCCyT, el recurso de
apelación “...comprende los agravios ocasionados por defectos de procedimiento, no
convalidados, o en la sentencia...”, disposición que se complementa con el art. 141,
inc. II de ese mismo cuerpo legal, que ordena que: “...Sí en la expresión de agravios
se hubiera tachado de nulo el procedimiento o la sentencia, el Tribunal considerará
en primer lugar esta cuestión...”, habiéndose sostenido, en vigencia del Código
Procesal Civil actualmente derogado, que en esta materia no difiere en lo esencial,
que nuestro ordenamiento adjetivo no regula la nulidad como recurso autónomo,
sino que se limita a aludir a ella como uno de los posibles motivos en que cabe
fundar el recurso de apelación, con la particularidad que su tratamiento por el
Tribunal debe ser prioritario, operando con criterio restrictivo, toda vez que siempre
que el vicio pueda ser subsanado por el tratamiento de la apelación debe evitarse la
anulación ya que razones de economía procesal así lo aconsejan (Código Procesal
Civil de la Provincia de Mendoza -Comentado-; Horacio C. Gianella -Coordinador-;
La Ley, T. I, p. 1007 y sgtes.).

También se ha señalado, siguiendo a Podetti, que son muy escasos los defectos de
contenido de la sentencia que no pueden ser subsanados por la apelación y que
requieren la declaración de nulidad de la misma. Así, sólo permiten tal remedio
extremo, en el caso de las omisiones, las de pronunciamiento cuando son graves y
las de fundamentación sólo cuando son totales. En el caso de las extralimitaciones
del decisorio sólo cuando se trata de cuestiones no planteadas, o de cuestiones
planteadas extemporáneamente. Finalmente puede declararse la nulidad cuando
existe cambio o errónea calificación de las cuestiones litigiosas, pues evidentemente
el pronunciamiento versa sobre una cuestión ajena a la litis y por ende es extra petita
(Tercera Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributario
de Mendoza; autos Nº 5.329/34.698, caratulados “GIL LORENZO ANDREA
FERNANDA Y OT. C/ HIPERMERCADO EASY S.A. p/ D Y P”, sentencia del
4/3/2012).

Por otra parte, debe tenerse presente que la nulidad procesal es la ineficacia del acto
por defecto en sus elementos esenciales, que le impiden cumplir sus fines, siendo su
objeto asegurar la defensa en juicio de la persona y de sus derechos, no existiendo
nulidades procesales absolutas, sino que son todas convalidables.

Al respecto se ha resuelto que “La nulidad procesal, como se ha dicho, es el estado


de anormalidad del acto procesal, originada en la carencia de alguno de sus
elementos constitutivos, o en vicios existentes sobre ellos, que potencialmente, lo
coloca en situación de ser declarado judicialmente inválido (CNCiv., sala A,
setiembre 8-1989, Jabes Samuel c. Ciarlo de Tellez y otra, LA LEY, 1989-E, 550.).

A partir de ello se puede colegir que el acto procesal es anulable cuando carece del
cumplimiento de las formas regladas al efecto, aunque no todo incumplimiento de
las formas procesales acarrea la nulidad del acto, ya que en la materia rige el
principio de instrumentalidad de las formas, que impone juzgar la validez del acto
atendiendo a la finalidad que en el caso concreto está destinado a satisfacer.

Esto se relaciona con el principio que establece que no existen nulidades absolutas
en materia de actos procesales. Todas las irregularidades que se presenten en un
pleito pueden ser consentidas por la parte perjudicada, tanto en forma expresa, como
tácita (FALCÓN, Enrique M., "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación", t.
II, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1983, ps. 184 y sigtes.) o como bien lo destaca
Víctor De Santo (Nulidades Procesales, LA LEY, 1999-D, 1305) "la jurisprudencia
ha precisado claramente el concepto al señalar que no existen nulidades procesales
absolutas, y su consentimiento en la instancia en que se dicen incurridas opera la
preclusión sin remedio", lo cual tiene su razón de ser a partir de que el derecho
procesal está dominado por ciertas exigencias de firmeza y de efectividad en los
actos, superiores a las de las otras ramas del orden jurídico. Frente a la necesidad de
obtener actos procesales válidos y no nulos, se halla la necesidad de obtener actos
procesales firmes, sobre los cuales pueda consolidarse el derecho (COUTURE,
Eduardo J., "Fundamentos del Derecho Procesal Civil", p. 391 y concordantes, 3ª ed.
Ed. Depalma, Buenos Aires).

Efectuadas estas aclaraciones preliminares diré que, en lo que es materia de análisis,


aun cuando, bien o mal, el juez de grado se haya referido en su sentencia a las
constancias que emergen de documentación aportada en una pericia que no fue
efectivamente incorporada al proceso (fs. 594), pero respecto de la cual tampoco se
ordenó su desglose, que ello no tuvo, ni tiene, ninguna relevancia para la solución
del conflicto, ya que la misma solo tuvo por objeto establecer la superficie que fue
construida y tomada como base para la determinación de los honorarios, esto es, la
de 1515,15m2, aspecto que no resulta ser objeto de controversia en ninguna de las
instancias.

En razón de lo hasta aquí expresado, entiendo que no cabe otra solución que no sea
la del rechazo del planteo de nulidad de la sentencia apelada, ya que, claramente, no
resulta posible advertir ninguna afectación al derecho de defensa de los apelantes a
partir de esa valoración.

IV- c)- La solución del caso.

Anticipo mi opinión favorable a la procedencia del recurso de apelación articulado


por los actores Jorge Amadeo Leiva y Manuel Roberto Cantalejos.

Como en parte lo adelanté en el punto anterior, no se encuentra controvertida la


existencia de una relación contractual entre las partes involucradas en este litigio, a
través de la cual el Club Godoy Cruz Antonio Tomba le encomendó a los actores, en
primer lugar, en el mes de marzo de 2012, la ejecución de una obra civil, de una
superficie aproximada a los 880m2, en Planta Baja, dentro del predio de esa
institución, sito en calle Balcarce 477, del Departamento Godoy Cruz, por un monto
total de $1.278.838, ni tampoco lo está que en el mes de junio de ese año, cuando ya
estaba ejecutando esa obra, se les solicitó un proyecto de ampliación para la Planta
Alta, por una superficie de 631,50m2, un costo de materiales de $559.772 y otro de
mano de obra de $841.160, todo conforme al presupuesto que se adjunta a fs. 64/69,
el cuál incluía los honorarios por proyecto, cálculo, verificación sísmica, instalación
eléctrica y sanitaria, como así también las respectivas direcciones técnicas, obra que
recién fue comenzada en noviembre de 2012, con una superficie similar y
diferencias en relación a las labores a desarrollar y costo de la mano de obra
($654.990).

En definitiva, la controversia se limita a establecer las condiciones en las que se


desarrolló esa relación contractual, especialmente, en lo que concierne a si resulta
posible determinar en base al presupuesto en cuestión y restantes pruebas reunidas
en autos, que los honorarios profesionales del arquitecto e ingeniero demandantes,
se encontraban bonificados, como lo sostiene la parte demandada y es aceptado por
el juez de grado, o si, por el contrario, como lo argumentan los actores, la oferta de
bonificar los honorarios, contenida en el presupuesto en cuestión, más allá de que se
refiera exclusivamente a las obras de Planta Alta, nunca fue aceptada y, por lo tanto,
el contrato no puede ser interpretado como constituido en base a esos términos.

Ante todo, corresponde aclarar que resultan aplicables a la resolución del conflicto
sometido a la decisión de este Tribunal la normativa contenida en el Cód. Civil, hoy
derogado, por tratarse de una situación jurídica consolidada durante su vigencia (art.
7, CCyC), como así también que el mismo no se encuentra obligado a analizar cada
una de las cuestiones formuladas por los recurrentes, sino tan solo aquellas que
resultan conducentes para decidir el caso y que bastan para dar sustento a un
pronunciamiento válido (C.S. Fallos: 258:304; 262:222; 272:225; 278:271;
291:390).

Como es sabido, encomendar la realización de un proyecto de una obra edilicia,


tanto en sus aspectos arquitectónicos, como de estructura o instalaciones, implica la
celebración de un contrato de locación de obra intelectual por la cual el proyectista
se compromete a proyectar la obra y a entregar los planos, los que deberán satisfacer
el resultado esperado (Trigo Represas en Bueres-Highton, Código Civil y normas
complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, Tomo 4C, Hammurabi, p.
140.). El proyectista es el profesional que planea la obra prometiendo un resultado
intelectual. Generalmente, está unido al comitente por un contrato de obra
intelectual (Kemelmajer de Carlucci, “Responsabilidad de los profesionales de la
construcción, especialmente por ruina en obras destinadas a larga duración”, en
Revista de derecho de daños. Responsabilidad de los profesionales de la
construcción, 2004-2, Rubinzal Culzoni, p. 7; véase también Spota, Alberto G. (h.),
“La locación de obra y la locación de servicios”, LA LEY 26, 38, LA LEY O y
“Contrato de locación de obra”, Obligaciones y Contratos Doctrinas Esenciales,
Tomo V, p. 883; Belluscio-Zannoni, Código Civil y leyes complementarias.
Comentado, anotado y concordado, T. 8, p. 66; cfr. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, sala D, C., D. J. c. R. W., M. G. s/cobro de honorarios
profesionales 18/04/2018, LALEY AR/JUR/19023/2018).

También se ha expresado que existe un contrato de locación de obra y no de


servicios, si entre el actor, como propietario y el demandado, como director técnico,
se conviene en que éste proyecte y dirija los trabajos para una ampliación en
propiedad del primero, a cuyo efecto debe realizar los planos necesarios para los
contratistas, pliego de condiciones, lista de materiales, redactar los contratos con los
mismos, supervisar los trabajos, hacer las liquidaciones de pagos, asesorar al
propietario, sobre compras de materiales y asistir personalmente en obra la marcha
de los distintos gremios (Cámara 1a de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Mar
del Plata, sala II - 05/08/1980 - Malinarich, Juan A. c. Montes de Oca, Luis A.), pero
cualquiera sea la denominación, habida cuenta de que la relación jurídica que
vincula a quienes ejercen profesiones liberales con sus clientes es multiforme,
variable o proteiforme, por lo que existe, según las circunstancias, una locación de
obra, una locación de servicios, un mandato o incluso una especie contractual atípica
o combinación de figuras (cfr. Cámara Primera de Apelaciones en lo Civil,
Comercial, Minas, de Paz y Tributaria de Mendoza, Keim Ricardo Federico c. Casa
Vinicola Salentino S.A. y ots. - 29/12/2009, LALEY AR/JUR/67012/2009), lo que
no se encuentra aquí controvertido, reitero, es que la relación contractual, cualquiera
sea la denominación que quiera usarse, haya existido y que comenzara en el mes de
agosto de 2011 con la preparación de proyecto original de construcción de un
edificio en Planta Baja, en el inmueble antes descripto y luego continuara con el
desarrollo de esa construcción a partir de marzo de 2012; la elaboración de un
proyecto de ampliación en Planta Alta, en junio de 2012 y el comienzo de las obras
de la ampliación en noviembre de ese año.
Prestigiosa doctrina ha sostenido que la perfección de cualquier contrato requiere de
una serie de etapas cuya delimitación tiene variedad de perspectivas que dependen
de la figura contractual de que se trate, muchas veces condicionado por matices —o
no—, siendo usual aludir a períodos preparatorios que se exteriorizan por
manifestaciones de voluntad —art. 913, Código Civil— y puede ir precedida o
resultar simultánea a la fase interna comentada, en cuanto la misma puede conllevar
para cada contratante una idea, deliberación y decisión para celebrar un contrato
(ALPA, G., Contrato e Common Law, Le dam, Padova, 1987, p. 67).

Dentro de esa fase preparatoria se puede incluir a la oferta contractual, que no es


otra cosa que la propuesta de contrato que una persona efectúa a otra
(ALBALADEJO, Obligaciones, Bosch, Barcelona, Vol. I., 10 ed., 1997, p. 384) o,
dicho con otras palabras, la declaración de voluntad por la cual una parte (el oferente
o proponente) realiza una propuesta de contrato, manifestando su intención de
formarlo, estableciendo los requisitos del mismo, de manera que dicho contrato
quede formado al recaer la aceptación (DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos del
Derecho civil patrimonial, Vol. I, 5ª ed., Ed. Civitas, Madrid, 1996, págs. 283-285).

Se trata de una fase precontractual, siendo uno de los elementos que la configuran el
consentimiento contractual; en tanto el otro factor es la aceptación de la otra parte a
la oferta previamente realizada

Podemos concluir entonces en que oferta y aceptación, desde un punto de vista


autónomo, configuran dos actos desplegados por las partes con carácter previo a la
génesis del contrato (SCOGNAMIGLIO, Renato, Il concetto di negocio nella realta
sociale, Contributo alla teoria del negocio giuridico, Jovene, Napoli, 1956, p. 90 y
ss.) que para que quede definitivamente configurado requiere del consentimiento
contractual, es decir, del acuerdo de voluntades de las dos partes (cfr. cit. Gagliardo,
Mariano, Formación del contrato. Desde la perspectiva del espejo roto, LA LEY
24/05/2011, 1 - LA LEY 2011-C , 932, LA LEY AR/DOC/1295/2011).

Dicho en otros términos, todo contrato constituye un programa prestacional que se


plasma en una declaración de voluntad común, en los términos del art. 1137 del
Cód. Civil, la cual no es más que la coincidencia en la utilidad de las prestaciones
mutuas.

Es que, como acertadamente lo ha destacado Fulvio G. Santarelli (La formación del


consentimiento contractual la oferta y aceptación, RCyS 2010-V , 89, LALEY
AR/DOC/1466/2010) no se constituye un acto jurídico con procesos psicológicos
internos, ni tampoco con meras exteriorizaciones de conducta que se producen
inconsciente o involuntariamente (VON THUR, Andreas, en "Derecho civil" párrafo
104, pág. 117, traducción Tito Ravá, Depalma. Buenos Aires 1947.); sino que se
requiere de una coordinación de ambos elementos, en tanto la consecuencia jurídica
se halla en relación de dependencia esencial con el contenido de la declaración. Por
ello la voluntad —para el ordenamiento— es un hecho que adquiere relevancia al
ser exteriorizada (conf. 913 cód. civil) y tal exteriorización se obtiene por la
conducta desplegada por el sujeto, o bien por la expresión positiva o tácita de la
voluntad (conf. art. 914 cód. civil). En ciertas ocasiones, la manifestación de tal
voluntad debe ceñirse a determinados requerimientos que no constituyen sino
recaudos formales que exigen que la voluntad se exprese de determinada manera
(conforman el conjunto de "manifestaciones formales" a que se refiere el art. 916
cód. civil).

A ello debemos agregar que en la terminología del código la "expresión positiva" se


contrapone a la "expresión tácita" de la voluntad. Siendo la primera aquella que "se
manifieste verbalmente, o por escrito, o por otros signos inequívocos con referencia
a determinados objetos" (conf. art. 917 cód. civil); y la tácita resulta "de aquellos
actos, por los cuales se puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad,
en los casos que no se exija una expresión positiva, o cuando no haya una protesta o
declaración expresa contraria" (conf. 918 cód. Civil) y también que la actitud silente
no debe ser limitada a la idea del mutismo; sino que, cobija también a todo tipo de
inacción, abstención u omisión. Se ha definido que existe silencio cuando una
persona en relación a un acto jurídico, no efectúa ninguna exteriorización de la
voluntad, ya sea mediante la realización de un acto expreso, ni ningún acto del cual
se pueda inferir su voluntad (DEMOGUE, René "Traite des Obligations en general",
T I, nº 185, pág. 299. Paris, 1923.). Y en ello se diferencia precisamente, de la
manifestación tácita, en el cual media una actitud, en tanto en el silencio no hay
ninguna exteriorización (CARBONNIER; Jean "Droit Civil", nº 947, pág. 1975.
Paris, 2004.).

El principio es que el silencio no es válido como manifestación de voluntad, aún


cuando se oponga a un acto o una interrogación. Es decir no vale ni como
asentimiento ni rechazo. Salvo, que "haya obligación de explicarse por la ley, o por
las relaciones de familia, o causa de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes" (art. 919 cód. Civ.).
En definitiva, como lo establecía el art. 1144 del Código Civil: "El consentimiento
debe manifestarse por ofertas o propuestas de una de las partes y aceptación por la
otra", acto que puede ser conceptualizado como la manifestación unilateral de la
voluntad, encaminada a la celebración de un determinado contrato, de modo tal que
la conclusión de éste sólo depende de la aceptación del destinatario (APARICIO,
Juan Manuel, "Contratos", Buenos Aires, 1997, tomo I nº 204, pág. 233),
disponiendo respecto a los rasgos distintivos de la misma el art. 1148, que constituye
una “promesa", lo que atañe a su carácter vinculante; debe dirigirse a personas
determinadas, sobre un contrato especial y debe referirse a "todos los antecedentes
constitutivos de los contratos".

Esa oferta, a su vez, debe ser aceptada por la otra parte, como parte del mencionado
proceso de tratativas previas que comprenden las comunicaciones entre los
interesados, encaminadas a lograr un acuerdo en común y concretar el contrato,
aceptación que puede ser conceptualizada como la manifestación de voluntad que
emite el destinatario de una oferta contractual en sentido aprobatorio de todos sus
términos; lo que conforma el consentimiento contractual en los términos del art.
1144 del C. Civ., presupuesto esencial del contrato (art. 1137 C.C.), por lo que tal
que la aceptación debe ser lisa y llana, además de circunstanciada a la oferta, en
particular a sus condiciones de tiempo y forma ( Alterini, Atilio A. "Contratos
civiles, comerciales, de consumo. Teoría General", Buenos Aires, 1998, pág. 282, nº
32.) impuestos en aquélla.

Pero lo que no puede perderse de vista es que frente a la oferta, cabe la aceptación, o
su rechazo; en el primer caso, se forma el consentimiento; en el segundo, si no
contiene una reformulación —contraoferta— el proceso prenegocial concluye y si
media contraoferta, la dinámica vuelve a recrearse (LOPEZ de ZAVALIA, Fernando
J. "Teoría de los Contratos" pág. 95. Buenos Aires, 1971, p. 103).

En definitiva, solo a partir de que medie acuerdo respecto de los elementos


esenciales contenidos en la oferta, podrá tenerse por configurado el contrato (art.
1152 C.Civ.), pudiendo completarse el mismo recurriendo a las normas supletorias,
los usos y costumbres, o bien recurrir las partes a la acción integradora del juez para
la eventualidad de que sea menester completar el contenido del contrato
(NICOLAU, Noemi, "Una solución adecuada a una complicada cuestión: el
momento perfectivo del contrato en el proceso de su formación progresiva " LA
LEY 2005-A, 479).
Por lo tanto, conforme a lo receptado luego por el CCyC, que debe servir como
pauta interpretativa sobre todo ante aquellos criterios que fueron objeto de debate en
el pasado, no puede entenderse que existe un contrato concluido sino hay recepción
de la aceptación de una oferta, al menos a partir de una conducta de las partes que
sea suficiente para demostrar la existencia de un acuerdo (art. 971 CCyC), acuerdo
que, en el caso de no estar materializado por escrito, como lo que aquí sucede, debe
acreditarse a partir de la conducta de ambas partes.

Esas conductas son las que llevaron al sentenciante a presumir la existencia de una
relación contractual en la cual, los aquí actores, bonficaron sus honorarios por la
realización de los proyectos y dirección técnica de las obras de ambas plantas,
entendiendo para ello que, por una parte resulta lógico que los honorarios se pacten
al iniciar cada trabajo y, por la otra, que no es dable suponer que dejaran indefinida
tanto la cuantía, como la época del pago de los mismos, durante tanto tiempo, ya que
recién fueron reclamados cinco años más tarde, cuando ya estaba rota la relación
contractual.

Me permito discrepar respetuosamente con la solución a la que arriba el juez de


grado, no si antes aclarar que realmente resulta poco usual que la partes no hayan
alcanzado un acuerdo por escrito en el que dejarán estipuladas, de forma clara y
concreta, las distintas obligaciones que ellos asumían.

Es que, cualquiera sea la posición que se adopte, sea la más tradicional, de requerir
para la formación del contrato un encuentro que permita establecer una perfecta
identidad entre "oferta" y la "aceptación", es decir, sin ninguna modificación por
parte del aceptante al momento de efectuar esa manifestación de la voluntad (art.
1152 del C. Civ.); o bien, a partir de una concepción más flexible, que requiriera
solo una conformidad en los elementos esenciales del contrato, en este caso,
conforme surge de los informes periciales que analizaré seguidamente, entre la obra
ejecutada, hablando solo de la Planta Alta, y la descripta en el presupuesto agregado
a fs. 64/69, existen diferencias que alteran sustancialmente los términos de la oferta,
por lo que la misma no puede considerarse aceptada, ni expresa, ni tácitamente, por
parte de la demandada.

Así, el perito contador Estaban Raúl Lisanti (fs. 538/542 y respuestas a las
observaciones a su informe -fs. 564/565-) refiere que existió una relación contractual
entre las partes, aun cuando no existe ningún contrato formal y también, aún
aclarando que no es un experto en la materia “construcciones”, que entre los
certificados de obra acompañados y el presupuesto de fs. 66/69, existen varios ítems
que, aunque con distinta denominación, aparentemente serían lo mismo, pero
difieren desde el punto de vista numérico, existiendo una diferencia en menos, entre
el presupuesto y los certificados por la obra efectivamente ejecutada de $186.170, es
decir, que la misma fue sustancialmente menor en su costo a la presupuestada varios
meses antes.

Concluye el experto que lo que se puede determinar, en base a esas diferencias de


valores, es que se trata de una obra distinta a la presupuesta a fs. 66/69 y que no
existe ninguna constancia que indique que los honorarios profesionales aquí
reclamados hayan sido abonados, ni que hubieran sido bonificados.

Esas conclusiones son compartidas por el perito ingeniero civil Marcelo Frugoni (fs.
552/561 y respuesta a las observaciones -fs. 599/601-) quien indica que de la
documentación compulsada no surge que los honorarios profesionales por la obra en
cuestión hayan sido abonados; que los certificados de obra aportados no se
corresponden precisamente con el presupuesto de fs. 66/69, respecto del cual no hay
constancias de que haya sido aprobado y ejecutado por el monto allí indicado; que la
diferencia entre el valor de la mano de obra presupuestada para la Planta Alta, por
una superficie estimada de 631,50m2 y la ejecutada meses después, como así
también las tareas efectivamente conforme a los distintos certificados, permiten
establecer que se trata de otra obra, distinta a la antes presupuestada.

También aclara el perito que la determinación de honorarios efectuada por el


Consejo de Profesionales de Ingenieros y Geólogos de Mendoza, en fecha 10 de
octubre de 2017, es la que se aplica conforme a las fórmulas establecidas según
Decreto N° 4761/51 y Decreto N° 1052/72 y que los valores determinados por el
mismo para las labores efectivamente desarrolladas por los actores (Leiva -
$2.189.868- y Cantalejos -$1.169.808,17-), fueron fijados al período julio/setiembre
de 2019, es decir, a la fecha de presentación del informe pericial.

Como es sabido, aun cuando las conclusiones de los peritos carezcan de valor


vinculante para el órgano judicial, para apartarse de las mismas deben existir
razones serias, es decir, fundamentos objetivamente demostrativos de que la opinión
del experto se encuentra reñida con principios lógicos o máximas de experiencia, o
de que existen en el proceso elementos probatorios provistos de mayor eficacia para
provocar la convicción acerca de la verdad de los hechos controvertidos (conf.
Palacio, Lino E., “Derecho Procesal Civil”, t. IV, pág. 720), a lo que cabe agregar,
siguiendo el criterio sostenido por la SCJM (autos N° 29.866/77741, caratulados
“Sechter David c/Munic. Ciudad de Mendoza p/ D. y P. s/ Inc.”, 25/10/04) que
cuando “…el debate jurídico versa sobre aspectos técnicos sobre los cuales el juez
no está en condiciones de opinar pues se trata de aplicar conocimientos ajenos a su
saber. En esos casos como regla resulta altamente necesario recurrir a la prueba de
peritos. En estos casos la jurisprudencia considera que “el juez no puede hacer
mérito de conocimientos técnicos sobre la materia del dictamen del perito; ello así,
podrá desecharlo por carencia de fundamentación, por la fuerza de convicción de
otras pruebas que concurran en la especie o por otras causas, pero no oponiendo
consideraciones propias de la ciencia, arte o técnica del perito, pues tal conducta
puede resultar “peligrosa” (voto adherente Dr. Miras, C.N.C. Sala E, 31/5/96,
Doctrina Judicial 1996-2-434). Consecuentemente, cuando el peritaje aparece
fundado en principios técnicos y no existe otra prueba que lo desvirtúe, la sana
crítica aconseja aceptar el dictamen, pues el perito actúa como auxiliar de la justicia
y contribuye con su saber, ciencia y conciencia a esclarecer aquellos puntos que
requieren conocimientos especiales (C.N.C., Sala D, 20/6/90; J.A. 1990-IV-129;
Sala F, 24/8/82, E.D. 102-329).”.

No encuentro en este caso ninguna constancia objetiva que permita apartarse del
criterio fijado por ambos expertos, en especial, en relación a la que la obra
presupuesta a fs. 64/69, reitero que solo referida a la Planta Alta, constituye una
distinta a la que efectivamente se comenzó a ejecutar meses más tarde, por una
superficie cubierta prácticamente idéntica, pero con algunos ítems que permiten
diferenciarlas y, sobre todo, con una sustancial diferencia en menos de los valores
asignados a la mano de obra, lo que impide, a todas luces, tener a aquella oferta que
incluía una bonificación de los honorarios como aceptada, aun de manera tácita,
conforme al comportamiento de las partes durante el desarrollo de la obra.

Claramente, si se tiene en cuenta que, como lo destaca el juez de grado y lo afirman


de manera coincidente ambas partes, los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que verosímilmente las partes
entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión (art. 1198, Cód.
Civil); que cuando el acreedor ha demostrado la existencia de la obligación, el
deudor debe acreditar el hecho del pago que invoca, por aplicación de las reglas
generales en materia de carga de la prueba (conf. Alterini-Ameal-López Cabana,
Derecho de obligaciones, p. 122, N° 281; Cazeaux-Trigo Represas, Derecho de las
obligaciones, Tomo 3, p. 165; Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala H,
“Di Prospero, Gerardo Miguel c. Romiti, Leopoldo Gustavo y otro”, del 29/05/2007,
LA LEY 2007-F, 626); que la labor profesional se presume onerosa,
independientemente del resultado que se obtenga (art. 1627, C. Civ.) y, finalmente,
que no puede entenderse como configurado un acuerdo de voluntades real a partir
del presupuesto de fs. 64/69, en los términos del art. 1137 del Código Civil, como
así también que, a raíz de ello, tampoco puede tenerse por acreditada la intención de
los actores de hacer una liberalidad a favor del club demandado, ya que, conforme a
lo previsto en el art. 874 del Código Civil, la intención de renunciar no se presume y
la interpretación de los actos que induzca a probarla debe ser restrictiva, no cabe otra
solución que no sea el acogimiento de los agravios y de la demanda por el monto
total reclamado en concepto de honorarios, que es el que se compadece con las
determinaciones realizadas por el Consejo de Arquitectura, a favor del Arquitecto
Jorge Leiva, por la suma de $1.815.337,58; y por el Consejo de Ingenieros y
Geólogos de Mendoza, a favor del Ing. Manuel Roberto Cantalejos, por la suma de
$774.586,05, con más los intereses correspondientes desde la fecha de mora (carta
documento -recibida el 21/11/2017-), es decir, con mas los previstos por la tasa para
línea de préstamos personales del Banco de la Nación Argentina, denominados
“Libre Destino”, a 36 meses (plenario de la SCJM en autos n° 13-00845768-3/1,
“Citibank N.A. en J: 28.144 ‘Lencinas, Mariano c/Citibank N.A. p/despido’ p/Rec.
Ext. de Inconst-Casación”), desde esa fecha y hasta la entrada en vigencia de la Ley
N° 9041 (2/1/2018), a partir de la cual y hasta su efectivo, deben regir los que
ordena su art. 1° (interés moratorio equivalente a la evolución de la serie de la
Unidad de Valor Adquisitivo (U.V.A.) que publica el Banco Central de la República
Argentina).

Las consideraciones precedentes me llevan a concluir que el recurso de apelación


interpuesto por los actores Jorge Amadeo Leiva y Manuel Roberto Cantalejos, a fs.
645 debe ser admitido, correspondiendo modificar la sentencia de fs. 634/637, con
los alcances aquí indicados. ASI VOTO.

Sobre la misma y primera cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr.


Claudio F. Leiva y la Sra.,Juez de Cámara, Dra. Beatriz Moureu, dijeron:

Que por lo expuesto precedentemente por el miembro preopinante, adhieren


al voto que antecede.

Sobre la segunda cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr. Claudio A.


Ferrer, dijo:
Atento como se resuelve la primera cuestión, las costas de primera instancia y de la
Alzada deben ser soportadas por el demandado Club Deportivo Godoy Cruz
Antonio Tomba (arts. 35 y 36 del CPCCyT.). ASI VOTO.

Sobre la misma y segunda cuestión propuesta el Sr. Juez de Cámara, Dr.


Claudio F. Leiva y la Sra.,Juez de Cámara, Dra. Beatriz Moureu, dijeron:

Que por las mismas razones adhieren al voto que antecede.

Con lo que se dio por terminado el acuerdo, pasándose a dictar sentencia


definitiva, la que a continuación se inserta.

SENTENCIA:

Mendoza, 8 de julio del 2021.

Y VISTOS:

Por las razones expuestas, el Tribunal

RESUELVE:

1°) Hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por los actores Jorge Amadeo
Leiva y Manuel Roberto Cantalejos a fs. 645, en contra de la sentencia de fs.
634/637, la que se modifica y quedará redactada de la siguiente
manera: “I.- Hacer lugar a la demanda deducida por los Sres. Jorge Amadeo
Leiva y Manuel Roberto Cantalejos contra el Club Deportivo Godoy Cruz
Antonio Tomba, y, en consecuencia, condenar a este último a abonar a los
actores, la suma de PESOS DOS MILLONES SEISCIENTOS TREINTA
Y TRES MIL QUINIENTOS TREINTA Y TRES CON 63/100
($2.633.533,63), con más los intereses señalados en los considerandos de las
resoluciones de primera y segunda instancia. II.- Imponer las costas al Club
Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba (Arts. 35 y 36 del
CPCCyT). III.- Regular los honorarios de los profesionales intervinientes, sin
perjuicio de los complementarios y de la alícuota que por el I.V.A. pudieren
corresponder, de la siguiente forma: Dr. Jorge Giaquinta en la suma de
PESOS CIENTO CINCUENTA Y OCHO MIL DOCE ($158.012) ; Dr.
Manuel G. Linares en la suma de PESOS DOSCIENTOS DIEZ MIL
SEISCIENTOS OCHENTA Y TRES ($210.683); Dres. Federico Hilger y
Gaspar Linares en la suma de PESOS CINCUENTA Y DOS MIL
SEISCIENTOS SETENTA Y UNO ($52.671) a cada uno; Dr. Mariano R.
Godoy Lemos en la suma de PESOS CIENTO DIEZ MIL SEISCIENTOS
OCHO ($110.608) y Dr. Leonardo Gustavo Auad en la suma de PESOS
DOSCIENTOS VEINTIUN MIL DOSCIENTOS DIECISEIS ($221.216)
(Arts. 2, 3, 4, 13, 31 y cc de la Ley Arancelaria). IV.- Regular los honorarios
de los peritos intervinientes, sin perjuicio de los complementarios y de la
alícuota que por el I.V.A. pudieren corresponder, de la siguiente forma: Cr.
Estaban Raúl Lisanti; Ing. Marcelo Grugoni y Arq. María Alejandra Díaz en
la suma de PESOS SETENTA Y NUEVE MIL ($79.000), a cada uno. (Art.
184 del CPCCyT).

2°) Imponer las costas de Alzada a la parte demandada que resulta vencida (arts. 35
y 36 del CPCCyT).

3°) Regular los honorarios de los profesionales intervinientes en esta vía


impugnativa, de la siguiente forma: Dres. Jorge A. Giaquinta, Manuel G.
Linares y Mariano R. Godoy Lemos, en las sumas de PESOS CIENTO
CINCUENTA Y CINCO MIL TRESCIENTOS NOVENTA Y CUATRO
($155.394), CUARENTA Y SEIS MIL SEISCIENTOS DIECIOCHO
($46.618) y CIENTO CUARENTA Y UN MIL CUATROCIENTOS NUEVE
($141.409), respectivamente (Arts. 3, 15 y 31 de la Ley Arancelaria y Art. 33
del CPCCyT).

Cópiese, regístrese, notifíquese y bajen.

Caf/dds/7819

DR. CLAUDIO A. FERRER DR. CLAUDIO F. LEIVA


Camarista Camarista

DRA. BEATRIZ MOUREU


Camarista

DRA. ANDREA LLANOS


Secretaria de Cámara

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