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*10635506*
En la ciudad de Mendoza, a los dieciocho días del mes de febrero de dos mil
veintiuno, reunidos en la Sala de Acuerdos de esta Excma. Cuarta Cámara de
Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas, de Paz y Tributario, los señores
Jueces, trajeron a deliberación para resolver en definitiva los autos N°
135.339/54.112, caratulados “GONZALEZ, MARIA ELENA C/GOBIERNO
DE LA PROVINCIA DE MENDOZA S/DAÑOS Y PERJUICIOS” y sus
acumulados autos N° 257.056/54.115, caratulados “ORELLANA, DANA
VALENTINA C/GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE MENDOZA
S/DAÑOS Y PERJUICIOS” y autos N° 257.057/54.117,
caratulados “BUSTOS, DEBORA FERNANDA C/GOBIERNO DE LA
PROVINCIA DE MENDOZA S/DAÑOS Y PERJUCIOS”, originarios del
Segundo Tribunal de Gestión Judicial Asociada en lo Civil, Comercial y Minas
de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia, venidos al Tribunal en
virtud de los recursos de apelación planteados por los actores, en contra de las
sentencias de fs. 250/260; 228/240 y 254/264, respectivamente.
Segunda cuestión:
¿Costas?
I-PLATAFORMA FÁCTICA:
A fs. 3/9 se presenta el Dr. Alfredo Guevara Escayola, por la Sra. María Elena
González, promueve acción por daños y perjuicios en contra de la Provincia de
Mendoza y solicita se la condene al pago de la suma de $275.000 o lo que en más
o en menos resulte de la prueba a rendirse, intereses legales, actualización por
depreciación monetaria y costas.
Relata que el día 24 de abril de 2010, siendo aproximadamente las 11:00 hs., su
mandante recibió una llamada telefónica a través de la cual le informaron que
habían matado a su hijo Ricardo Darío Vega, quien se encontraba preso en la
Cárcel Almafuerte, Cacheuta, Provincia de Mendoza.
Ofrece pruebas.
A fs. 42/43 se presenta el Dr. Pedro García Espetxe, por Fiscalía de Estado,
asumiendo la intervención que por ley le corresponde.
A fs. 3/12 se presenta el Dr. Alfredo Guevara Escayola, por la Sra. Rosa Amelia
Orellana, quien lo hace por su hija menor de edad Dana Valentina Orellana,
promueve acción por daños y perjuicios en contra de la Provincia de Mendoza y
solicita se la condene al pago de la suma de $415.000 o lo que en más o en
menos resulte de la prueba a rendirse, intereses legales, actualización por
depreciación monetaria y costas.
Relata que el día 24 de abril de 2010, siendo aproximadamente las 11:00 hs.,
falleció el padre de Dana Valentina Orellana, el Sr. Ricardo Darío Vega, quien se
encontraba preso en la Cárcel Almafuerte, de Cacheuta, Provincia de Mendoza.
Ofrece pruebas.
A fs. 6/15 se presenta el Dr. Alfredo Guevara Escayola, por la Sra. Cintia
Mercedes Bustos, quien lo hace por su hija menor de edad Débora Fernanda
Bustos, promueve acción por daños y perjuicios en contra de la Provincia de
Mendoza y solicita se la condene al pago de la suma de $415.000 o lo que en más
o en menos resulte de la prueba a rendirse, intereses legales, actualización por
depreciación monetaria y costas.
Relata que el día 24 de abril de 2010, siendo aproximadamente las 11:00 hs.,
falleció el padre de Débora Fernanda Bustos, el Sr. Ricardo Darío Vega, quien se
encontraba preso en la Cárcel Almafuerte, de Cacheuta, Provincia de Mendoza.
Ofrece pruebas.
Aclara que no se ha aportado ninguna prueba que permita concluir que la actora
era destinataria de parte de los bienes que su hijo fallecido producía.
Continúa por el análisis de los daños reclamados por las hijas Dana Valentina
Orellana y Débora Fernanda Bustos.
Menciona que las mismas tenían derecho a que su padre les proporcionara
alimentos hasta la mayoría de edad, pero que teniendo en cuenta que Dana
Valentina nació el 2/7/2004 y Débora Fernanda el 30/11/1994, a la fecha en la
que el Sr. Vega iba a recuperar su libertad (1/7/2024), ambas demandantes ya
habrían alcanzado la mayoría de edad, por lo que hubiera cesado el deber
alimentario de su progenitor, lo cual determina el rechazo del daño en cuestión.
Sostiene que se trata de un daño cierto y futuro que la sentencia desconoce y que
el hecho de que el Sr. Vega estuviera privado de la libertad al momento de su
fallecimiento, aun cuando recién pudiera recuperar su libertad en el año 2024, no
implica que no tuviera derecho a trabajar, ni que le impidiera, en el futuro, poder
ayudar a su madre a partir de lo obtenido en una actividad lícita.
Aduce que las conclusiones a las que arriba la perito psicóloga permiten
corroborar la angustia que debió atravesar la actora como consecuencia de la
muerte de su hijo y las secuelas de daño psicológico, definido como un trastorno
depresivo mayor, con necesidad de tratamiento psicoterapéutico que la misma
presentaba.
Teniendo en cuenta esas secuelas y la incapacidad del 40% que señala la perito,
peticiona que por aplicación de la fórmula conocida como “Méndez”, el daño sea
indemnizado en la suma de $1.367.843,10 y, además, que debe reconocerse el
costo del tratamiento psicológico y el daño moral por la de $1.145.700,
equivalente al costo de un automóvil 0km (VW Gol).
A fs. 252/259 y 278/285, el Dr. Alfredo Guevara Escayola, por las actoras Dana
Valentina Orellana y Débora Fernanda Bustos, respectivamente, sostiene que la
sentencia causa agravio a sus representadas, en primer lugar, por el rechazo del
daño material.
Indica que el fallo apelado resulta violatorio del principio de igualdad ante la ley
cuando margina a los hijos de personas privadas de la libertad, excluyendo a
niños, niñas y adolescentes, de cualquier derecho alimentario.
También considera aberrante que se exija que las hijas hayan concurrido a visitar
a su padre mientras estaba privado de la libertad o que resulte una circunstancia
desfavorable para su pretensión que hubieran iniciado el proceso de filiación
luego de su muerte.
A fs. 263/266 y fs. 289/292, el Dr. Martín Quiroga Nanclares, por el Poder
Ejecutivo de la Provincia de Mendoza y a fs. 271 y fs. 295, el Dr. Fabián Bustos
Lagos, por Fiscalía de Estado, respectivamente, contestan el traslado de las
expresiones de agravios y solicitan que los recursos de apelación interpuestos por
las actoras sean declarados desiertos o, en subsidio, se los rechace, con costas,
todo conforme a las razones que allí se indican.
Cabe aclarar, ante todo, que razones de orden metodológico imponen abordar el
análisis de los recursos en conjunto, aun cuando se realicen las discriminaciones
que correspondan respecto de cada uno de los agravios y de las diferencias que
los mismos presentan en cada caso.
Dicho con otras palabras, la expresión de agravios debe constituir una exposición
jurídica completa y autosuficiente que contenga el análisis razonado y crítico de
la resolución impugnada, caso contrario con sujeción al art. 137 del C.P.C., debe
declararse desierto el recurso de apelación.
El análisis de los agravios formulados por las apelantes, a los que ingresaré
seguidamente, implican una crítica de la sentencia apelada que cumple, en
general, de manera suficiente con esos recaudos, por lo que no corresponde hacer
lugar al pedido de deserción de los recursos en cuestión.
Previo al análisis de cada uno de los agravios debo aclarar que, por tratarse de
una consecuencia del hecho dañoso, la cuestión debe ser resuelta de acuerdo a
las pautas que fija el art. 1745 del CCCN (esta Cámara, autos Nº 253.362/51.911,
caratulados “SENATORE, ROMAN GABRIEL C/CALIRE, JUAN ALBERTO
Y OTS. P/D. Y P. (accidente de tránsito)”, sentencia del 15/9/2016).
Así, se ha expresado que: "La pérdida de una chance puede definirse como la
desaparición de la probabilidad de un evento favorable, cuando esa chance
aparece suficientemente seria. La expresión "pérdida de chance" comprende
todos aquellos casos en los cuales el sujeto afectado podría haber realizado un
provecho, obtenido una ganancia o beneficio o evitar una pérdida, resultados que
fueron impedidos por el hecho antijurídico de un tercero, generando de tal modo
la incertidumbre de saber si el efecto beneficioso se habría producido o no,
creando una expectativa, una probabilidad de ventaja patrimonial" (Trigo
Represas, Félix A. - López Mesa, Marcelo J., "Tratado de la responsabilidad
civil", 1° edición, T° I, pág. 465, Buenos Aires, Editorial La Ley, 2004),
debiendo tenerse presente que tratándose de una chance lo reparable no es el
beneficio esperado sino la probabilidad perdida, probabilidad que es tal en cuanto
se basa en otro conocimiento cierto. Por consiguiente, si lo que se indemniza es
la pérdida de una chance, en cuanto daño actual resarcible, su valoración debe
hacerse en sí misma y no en relación al eventual beneficio frustrado, variando el
quantum de la indemnización según que la probabilidad haya sido más o menos
grande (Mayo, Jorge A., "La pérdida de la "chance" como daño resarcible", LA
LEY 1989-B, 102 - Responsabilidad Civil Doctrinas Esenciales Tomo II, 1411 -
Obligaciones y Contratos Doctrinas Esenciales Tomo II, 271; Bustamante Alsina,
Jorge, "La indemnización por pérdida de "chance" y el resarcimiento del daño
moral por incumplimiento contractual", LA LEY 1989-D, 288 - Responsabilidad
Civil Doctrinas Esenciales Tomo I, 1427 - Obligaciones y Contratos Doctrinas
Esenciales Tomo II, 295; Chabas, François, "La pérdida de una chance en el
derecho francés", RCyS 2014-IX, 255; Giles, Marcos Ernesto, "Acerca del
resarcimiento por pérdida de chance de ayuda económica futura por la muerte de
un hijo", LLBA 2012 (mayo), 400; Orgaz, Alfredo, "El daño resarcible", pág. 67,
Córdoba, Marcos Lerner Editora Córdoba, 1992; Zannoni, Eduardo A., "El daño
en la responsabilidad civil", "El daño en la responsabilidad civil", 2° edición
actualizada y ampliada 1° reimpresión, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1993.,
pág. 78.; cfr. Rugna, Agustín; Pérdida de chance de ayuda futura como
consecuencia de la muerte de los hijos; LLGran Cuyo 2015 (octubre) , 957).
Reitero que no desconozco, ni dejo de ponderar, que los antecedentes penales del
Sr. Vega González pueden tornar dudoso el reconocimiento de la posibilidad de
atender regularmente a esa asistencia en el futuro, pero entiendo que negarlo de
manera absoluta, implica rechazar de plano cualquier posibilidad de readaptación
social que es justamente la finalidad de la pena.
Por lo tanto, más allá de que la Sra. González tenía 54 años al momento del
fallecimiento de su hijo Darío Ricardo Vega González y que a este aún le
restaran 14 años para recuperar la libertad, ello no implica que no deba
indemnizarse la chance de una ayuda futura a su progenitora, chance que
igualmente, como consecuencia de sus antecedentes penales y situación de
privación de la libertad, debe ser valorada como una probabilidad reducida que
necesariamente repercute en el monto de la reparación que debe ser calculado en
proporción a ella (cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, Badín, Rubén y
otros v. Provincia de Buenos Aires s/ daños y perjuicios - 19/10/1995, disidencia
parcial Dr. Gustavo Bossert, Fallos: 318:2002, LL Online: 954063).
Siendo ello así, considerando que los hijos no son eventuales sino concretos
sostenes en el orden económico, personal, asistencial, de cuidados y consejos, en
el futuro de los padres, aun cuando la víctima no tuviera ingresos por actividades
laborales remuneradas dentro de la cárcel al momento de su muerte, teniendo en
cuenta como pauta orientadora el salario mínimo, vital y móvil vigente al dictado
de la sentencia de primera instancia ($16.875); que de la totalidad de los ingresos
que pudiere llegar a percibir por trabajos lícitos cuando recuperara su libertad,
solo una parte podría estar destinada a la ayuda económica de su madre; que esas
expectativas de ayuda se prolongaran durante los últimos 10 años de vida de la
Sra. González y, fundamentalmente, que lo que se tiene que resarcir es la chance
que, por su propia naturaleza, es sólo una posibilidad, atenuada en este caso
conforme a la consideraciones que ya han sido vertidas, entiendo que resulta
razonable y equitativo que el rubro prospere por la suma de $80.000, valorado al
momento del dictado de la sentencia de grado y con más los intereses que allí se
ordenan adicionar a las consecuencias no patrimoniales.
La situación que se presenta respecto del reclamo de las hijas corresponde que
sea resuelta dentro de un marco jurídico distinto.
Por su parte, Jorge Bustamante Alsina ("El daño que causa la muerte de una
persona; Responsabilidad Civil y otros estudios", Abeledo-Perrot, Bs. As., 1984,
p. 275, y Zeus, págs. D-35/D-37; "El valor económico de la vida humana y la
reparación del daño patrimonial causado por el homicidio", ED y diario del 7 de
julio de 1987, cits. por IRIBARNE, Pedro Héctor, "De los daños a la persona",
Ed. Ediar (1993), págs. 223/224.; cit. por Bianchi, Silvia Noemí y Taraborrelli,
José N.; Cuantificación de la indemnización por la pérdida de la vida humana;
LA LEY 04/01/2008, 1 - LA LEY 07/01/2008, 1 - LA LEY 2008-A, 882;
AR/DOC/3556/ 2007) ha puntualizado en torno al valor económico de la vida
humana y la reparación del daño patrimonial causado por el delito de homicidio,
las siguientes enunciaciones: 1°) "Que la vida humana no tiene un valor
económico por sí misma sino por los beneficios potenciales y reales de carácter
pecuniario que comporta la actividad del hombre a sí mismo mientras existe". 2°)
"Que la muerte de una persona además de causar daño moral, perjuicio material o
daño en el patrimonio de otros por la repercusión que en sus bienes tiene la
desaparición de un ser humano, la acción de ejercer "jure propio" y no "jure
hereditatis". 3°) "Que el damnificado que pretende reparación debe invocar la
existencia de un daño cierto a un interés legítimo y, excepcionalmente como
solución de equidad, a un interés no amparado por la ley siempre que no sea
ilícito ni inmoral". 4°) "Que el daño sea consecuencia inmediata o mediata
previsible por su relación causal adecuada con la muerte producida por el acto
ilícito de un tercero". 5°) "Que el daño puede consistir solamente en el lucro
cesante o en la pérdida de chance que sufra el damnificado al verse privado de
beneficios que percibía del muerto o al verse privado de obtenerlos en el futuro".
6°) "Que el damnificado que pretende un resarcimiento debe probar el perjuicio
que sufre en el patrimonio, salvo excepcionalmente en los casos de presunción
legal "juris tantum". 7°) "Que la reparación debe ser integral habida cuenta de las
circunstancias que determinan las necesidades que quedarán insatisfechas
respecto de la subsistencia futura del damnificado, debiendo el juez estimar y
cuantificar prudentemente la reparación". 8°) "Que el lucro cesante a indemnizar
se mide por los beneficios que el tercero hubiera recibido de la víctima si viviera,
pero no se computa el lucro cesante que hubiera beneficiado a ésta en el futuro y
que la muerte frustra". 9°) "Que la pérdida de una chance es un daño cierto y
actual que debe estimarse según el grado de posible certeza de realizarse la
legítima esperanza de un tercero de recibir beneficios de la víctima de no haberse
producido el fallecimiento". 10°) "Finalmente debe sentarse la premisa de que la
cesación de la vida, por sí sola, no es fuente de resarcimiento para nadie, ni para
el que se va de este mundo ni para los que se quedan en él.
En definitiva, podemos concluir en que los arts. 1084 y 1085 del C. Civ.,
establecían en el supuesto de muerte de la víctima, el derecho de exigir la viuda o
el viudo, hijos del muerto y herederos necesarios, al responsable del hecho,
aquello que fuere necesario para su subsistencia, principio que ha sido refrendado
por el art. 1745 del CCCN, ampliando los sujetos legitimados.
Tomando esos parámetros, utilizando solo como criterio orientador una ecuación
matemática que permita calcular el valor presente de una renta constante no
perpetua a la que se le aplica una tasa de descuento por ser percibida de una sola
vez y no a lo largo del tiempo, es decir, calculando la indemnización sobre bases
precisas que permitan el análisis de la predicción, se llega a un capital
indemnizatorio de $106.728,66, en el caso de Débora Fernanda Bustos y de
$506.388,14, en el de Dana Valentina Orellana.
Comenzaré por mencionar que la actora María Elena González, al formular sus
agravios, de manera extemporánea, solicita que teniendo en cuenta las
conclusiones a las que arriba la pericia psicológica (fs. 106/107, autos n°
135.339/54.112) respecto a la incapacidad que la misma presenta como
consecuencia de la muerte de su hijo (40%), su edad a ese momento (54 años), el
SMVM vigente al dictado de la sentencia ($18.675), con necesidad de
tratamiento psicoterapéutico y aplicación de la fórmula matemática “Méndez”, se
haga lugar al daño por la suma de $1.367.843,10.
No se encuentra aquí discutido, menos aun a partir del texto del art. 1738 del
CCCN, que el daño psíquico o psicológico no es un daño autónomo, sino que
debe ser valorado, según sea el caso, dentro del daño patrimonial o de las
consecuencias no patrimoniales (daño moral).
Siguiendo con esta línea de pensamiento se ha resuelto que: “El daño psíquico se
configura mediante una alteración patológica de la personalidad, una
perturbación del equilibrio emocional que afecta toda el área del
comportamiento, traduciéndose en una disminución de las aptitudes para el
trabajo y la vida de relación y, como toda incapacidad, debe ser probada en
cuanto a su existencia y magnitud.” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil, sala J, 30/04/2007, Larrarte, Juan Ignacio c. Ruiz, Jorge Julio y otros, La
Ley Online, AR/JUR/12606/2007); “El daño psíquico se configura cuando la
persona muestre una modificación definitiva en la personalidad que la
diferenciaba de las demás personas antes del hecho, una patología psíquica
originada en éste que permita que se lo reconozca como un efectivo daño a la
integridad personal y no simplemente una sintomatología que sólo aparezca
como una modificación disvaliosa del espíritu, de los sentimientos, que lo haría
encuadrable tan sólo en el concepto de daño moral” (Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, sala L, 04/06/2007, Graf, Víctor H. c. Parini, Alejandro,
DJ 19/03/2008, 712, AR/JUR/2569/2007); “El trastorno psíquico carece de
autonomía indemnizatoria, pues en tanto daño patrimonial indirecto, integra el de
incapacidad y en cuanto al aspecto extrapatrimonial, el daño moral, sin que quepa
confundir el bien jurídico afectado —esto es, la integridad física y psíquica—
con los perjuicios que de ella derivan, que sólo pueden comportar daños
patrimoniales indirectos o daño extrapatrimonial” (Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, sala G, 04/06/2010, Roldán, Javier Guillermo c.
Cermelli, Dante Carlos y otros, La Ley Online, AR/JUR/28820/ 2010.); “Si el
daño psíquico conlleva una incapacidad real de la conciencia del sujeto, esto es,
lo disminuye efectivamente en su nivel intelectual, importa un daño material y, si
en cambio, solo se trasunta en las afecciones a la psiquis desde el plano
puramente existencial, cae en la órbita del daño extrapatrimonial o moral, pues ha
recaído sobre las emociones de la vitalidad, o las vivencias emocionales de la
conservación del individuo, o de la necesidad de estimación” (Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Civil, sala H, 23/08/2007, Vizcarra, Hugo Rosario y otro c.
Pomerantz, Eduardo Daniel, La Ley Online, AR/JUR/7684/2007).
Tal como emerge del texto de la demanda, la Sra. González reclamó, en concepto
de daño material (patrimonial), solo la pérdida de chance por ayuda futura de su
hijo, lo cual ya ha sido tratado y, además, el daño moral y psicólogico que ese
hecho le provocó, haciendo solo alusión al dolor que implica la pérdida de un
hijo, con la consiguiente lesión a afecciones legítimas, la tranquilidad, la
integridad física y el equilibrio psíquico, como bienes connaturales de la dignidad
espiritual del ser humano (fs. 4vta., último párrafo), en otras palabras, sin
efectuar ninguna mención relacionada a una alteración patológica de la psiquis
traducida en una enfermedad mental que requiera de tratamiento y/o medicación
(daño patrimonial), ni mucho menos que le implicara algún tipo de incapacidad
laboral o para su vida cotidiana, con repercusión patrimonial, sino a lesiones a
sus sentimientos, facultades, posibilidades y características de su vida de relación
(consecuencia no patrimonial -daño moral-).
Como es sabido, por imperio del principio dispositivo son las partes las que
tienen la disponibilidad sobre el interés privado y la conveniencia o no de acudir
al órgano jurisdiccional pretendiendo su satisfacción, lo cual obliga al juez a
resolver de acuerdo con lo pedido y con los hechos principales que sirven como
causa de la pretensión o defensa.
Así ha sido destacado por Couture al afirmar que este principio se apoya sobre la
suposición, absolutamente natural, de que en aquellos asuntos en los cuales sólo
se dilucida un interés privado, los órganos del poder público no deben ir más allá
de lo que desean los propios particulares (Couture, E. J., "Fundamentos del
Derecho Procesal Civil" cit., p. 186).
Del principio dispositivo se deriva el deber de congruencia, es decir, la
conformidad que debe existir entre la sentencia y la pretensión o pretensiones que
constituyen el objeto del proceso, más la oposición u oposiciones, en cuanto
delimitan este objeto (Guasp, Jaime, "Derecho Procesal Civil", Madrid, 1956, T.
I, pág. 974), o como lo señala Peyrano, la exigencia de que medie identidad entre
la materia, partes y hechos de una litis incidental o sustantiva y lo resuelto por la
decisión jurisdiccional que la dirima (Peyrano, Jorge W, El proceso civil, Astrea,
1978, pag.64), regla que deben observar los jueces para el dictado de sus
sentencias y que se encuentra plasmada en el art. 90, inc. 4° del CPC.
Esa es la posición sostenida por esta Cámara desde hace largo tiempo al resolver
que: “Por amplias que sean las facultades de los jueces en virtud del principio
"iura cura novit", ellas no lo son tanto como para alterar los términos de la litis,
acordando al actor lo que no pidió en su demanda o reconociendo defensas que el
demandado no hizo valer en su responde, pues de proceder así caería en lo
arbitrario y excedería los límites de la actividad jurisdiccional.” (Fallo del 26-08-
1996; autos n° 22294- Castro Zaragosa Susana c/ Hugo F. Bizzotto Scatalar y
Ots. p/Daños y Perjuicios; Libro de Sentencias: 139:112; otras referencias LS
109:240; LS 121:240; LS 121:257; LA 132:228; LA 140:248; LS139:112; LA
180:185; LA 180:233).
De lo expuesto surge sin hesitación una cuestión gravitante, esto es, que no
resulta posible, como lo pretende la apelante en sus agravios, acceder a la
indemnización de un daño que no fue efectivamente reclamado en la demanda,
ya que, de así procederse, se estaría violando el mencionado principio de
congruencia al resolver sobre alegaciones, fundamentos y defensas, no
explicitadas al inicio del proceso, que conforman lo que procesalmente se
denomina "traba de la litis".
Así se ha sostenido que la muerte de un hijo es el mayor daño moral que pueda
sufrir una persona o, dicho con otras palabras, la muerte de un hijo importa el
mayor sufrimiento que pueda infligirse a un ser humano, porque el hecho en sí
mismo implica un quiebre en el acontecer del curso de la vida (cfr. Tanzi, Silvia
Y./ Papillú, Juan M., La reparación de las consecuencias no patrimoniales por
fallecimiento y por la lesión o incapacidad física o psíquica, SJA 11/03/2015, 3 -
JA 2015-I , 880, LL Online: AR/DOC/5822/2014) y también que resulta
transparente el menoscabo en sus legítimas afecciones sufrido por el niño en un
caso de muerte del progenitor como el que aquí se juzga, el daño moral no
requiere prueba de su existencia y se acredita por el sólo hecho de la acción
antijurídica y la titularidad del derecho de la accionante (CÁMARA NACIONAL
DE APELACIONES EN LO CIVIL (sala F, 5/9/2002 B., N. G. v. B., G. C. y
otros) DAÑOS Y PERJUICIOS, JURISPRUDENCIA ANOTADA, cfr. Bíscaro,
Beatriz R., Acción de daños y perjuicios promovida por el hijo cuando la
paternidad fue declarada luego de la muerte del trabajador, LL Online:
AR/DOC/7175/2012).
También cabe mencionar, que en un caso como el que nos ocupa, la lesión en los
sentimientos afectivos se intensifica como consecuencia de las trágicas
condiciones en la que se produjo la muerte del Sr. Vega González, con la
dolorosa repercusión espiritual que ello sin dudas debió suscitar, sobre todo en su
madre, circunstancias que no se ven alteradas por el solo hecho de que no lo
hubiera visitado con asiduidad en la penitenciaria, al menos desde que estuvo
detenido en el Complejo Almafuerte (2008/2010).
Siendo ello así, recordaré que el art. 1741 del CCCN, en su párrafo tercero,
dispone que: “...El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las
satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden provocar las sumas
reconocidas...”, lo cual implica que el dinero que se otorga por haberlo sufrido,
debe permitir al dañado la adquisición de sensaciones placenteras tendientes a
eliminar o atenuar aquellas dolorosas que el ilícito le ha causado y que son las
que hacen nacer el derecho al cobro del daño en mora (Busto Lago) (Cfr. CCCN
Comentado, Julio C. Rivera y Graciela Medina; La Ley, T. IV, pág. 1075/76).
Ahora bien, este método, que tiene como base la aptitud satisfactiva del dinero
para reparar el padecimiento en la esfera espiritual mediante cosas, bienes o
distracciones, actividades, etc. (Lorenzetti, Ricardo l., Código Civil y Comercial
de la Nación comentado, Rubinzal – Culzoni, Santa Fe, p. 197), se vincula a la
máxima que sostiene que lo resarcible ya no es “el precio del dolor”, sino “el
precio del consuelo”, por lo que se pretende la mitigación del dolor de la víctima
a través de bienes deleitables que conjuran la tristeza, la desazón o las penurias,
se trata de permitirle a la víctima acceder a gratificaciones viables, confrontando
el padecimiento con bienes que resultan idóneos para consolarlo, o sea para
proporcionarle alegría, alivio, descaso de la pena (Iribarne, Hëctor, De los daños
a las personas, Ediar, Buenos Aires, 1993, ps. 143, 153, 401 y 599; “La
cuantificación del daño moral”, en Revista de Derecho de daños, n° 6, Daño
Moral, Rubinzal – Culzoni, Santa Fe, p. 197).
La CSJN ha sostenido en este sentido que “la dificultad en calcular los dolores no
impide apreciarlos en su intensidad y grado, por lo que cabe sostener que es
posible justipreciar la satisfacción que procede para resarcir dentro de lo
humanamente posible, las angustias, inquietudes, miedos, padecimientos y
tristeza propios de la situación vivida” (CS, 4/12/2011, “Baeza, Silvia Ofelia c.
Provincia de Buenos Aires y otros”, RCyS 2011-VIII-176, con apostilla de
Galdós, Jorge M., en Lorenzetti, Ricardo L., cit. p. 503; cfr. Martín Juárez Ferrer,
Cuantificación del Daño, Parte General, La Ley, p. 252).
Lo que debe quedar claro, como lo indica Juárez Ferrer, es que el sistema no
pretende asignarle un valor económico a la vida de un padre, de un hijo, de un
hermano o a la pérdida de una capacidad psicofísica, no se trata de “cosificar” a
las personas, ni simular un mercado de aflicciones reduciendo todo al dinero,
sino que la cuantificación debe realizarse en consideración a satisfacciones que
tienen un valor en dinero, de modo tal que lo que pretende encontrarse es algo
que represente una unidad de satisfacción.
Es que, como correctamente lo señala Ossola (ob. cit.), el juez debe establecer en
concreto cuál será la satisfacción sustitutiva y compensatoria, para lo cual
necesita hacer un análisis primero "objetivo" y luego "circunstanciado", ya que si
bien se trata de brindar satisfacciones sustitutivas y compensatorias, un criterio
extremo (que desechamos de manera terminante) podría postular que en el caso
de personas de fortuna una suma equivalente —por ejemplo— al valor de un
inmueble podría resultarle poca indemnización; en tanto que para una persona
humilde podría significarle el acceso a la vivienda propia, siendo una satisfacción
suficiente, ante situaciones dañosas análogas (por ej., la muerte de un hijo). Cabe
descartar de plano formulaciones como la indicada. Entendemos que como
"parámetros objetivos" cabe computar, entre otros, la situación dañosa (las
circunstancias contextuales en las que el daño se ocasionó) y las "consecuencias
disvaliosas de tipo espiritual general" que suelen producir ciertos hechos; o sea,
lo que, según las reglas de la sana crítica, es lo "común" que suceda. Es que si
bien no hay dos daños morales idénticos, también es verdad que los hay
parecidos.
Acuerdo con las actoras apelantes, que las sumas condenadas indemnizar
($70.000 para la madre y $50.000 para cada una de las hijas), resultan
irrazonables e injustas.
Si bien es cierto que la situación de privación de la libertad por parte del hijo de
la Sra. María Elena González y del padre de Dana Valentina Orellana y Débora
Fernanda Bustos, sumado en el caso de estas últimas, que sus representantes
legales iniciaron la acción de filiación luego de la muerte del Sr. Vega González,
puede haber dificultado y hasta impedido un trato cotidiano o, al menos, regular
y afectivo, situación concreta y objetiva que debe ser ponderada, no lo es menos
que, por sí solo, esa circunstancias no implican que el daño deba indemnizarse a
través de una suma meramente simbólica.
Si bien reitero que no existe una suma de dinero que pueda compensar la pérdida
de un hijo o la de un padre, como lo vengo sosteniendo, los jueces debamos fijar,
ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias (art. 1741 CCyC),
una indemnización a modo de paliativo al sufrimiento padecido, por lo que,
atendiendo a todas las circunstancias, particulares y generales, antes explicitadas,
considero razonable, justo y equitativo, elevar los montos de condena a la suma
de $500.000 para la Sra. María Elena González, y a la de $300.000 para cada una
de las hijas, Dana Valentina Orellana y Débora Fernanda Bustos, con más los
intereses establecidos en la sentencia de grado que no ha sido materia de agravio
en este aspecto, suma que en el caso de la Sra. González resultaba suficiente al
momento del dictado de la sentencia de grado para la adquisición de un vehículo
0km económico (www.carsmagazine.com.ar/los-diez-0-km-mas-baratos-en-
argentina-y-cuarentena/), como lo peticionan la apelante en sus agravios citando
el criterio sostenido anteriormente por este Tribunal en un caso que guarda
alguna similitud con el presente (autos Nº 51.995/250.743 caratulados
“MONTIVERO, MIGUEL ÁNGEL C/PROVINCIA DE MENDOZA P/DAÑOS
Y PERJUICIOS”, 12/12/2016, voto del Dr. Claudio F. Leiva) y en el de las hijas,
para colaborar con una parte de los costos de su educación y capacitación.
SENTENCIA:
Y VISTOS:
RESUELVE:
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