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(S2A) Burr, V. (2013) - Una Defensa Del Construccionismo Social
(S2A) Burr, V. (2013) - Una Defensa Del Construccionismo Social
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Capítulo 2
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Muchos estudiantes encuentran que al principio es difícil aceptar los argumentos del
construcionismo social, ya que parecen ir en contra de nuestra comprensión cotidiana de
la experiencia, así como de las explicaciones psicológicas tradicionales. Este capítulo
propone que las ideas del construccionismo social tienen algo que ofrecer. Mis objetivos
son cuestionar las ideas de sentido común sobre la persona, abrir el camino para una
visión alternativa y llamar la atención sobre una serie de características centrales del
enfoque que el construccionismo social tiene sobre la persona. Aunque este libro
criticará a menudo algunos aspectos del construccionismo social, en este momento, es
importante observar la utilidad del enfoque.
En cierta medida, usaré aquí los términos “psicología tradicional” y “sentido común” de
manera intercambiable. Esto no se debe a que yo crea que la psicología es simplemente
sentido común presentado en jerga complicada. Sin embargo, la psicología a menudo ha
basado sus teorías en los presupuestos de la sociedad y la cultura en la que ha surgido, y
estos, traducidos en la psicología popular, a su vez, han permeado nuestro pensamiento
cotidiano. Precisamente, son estas suposiciones las que quiero exponer en este capítulo.
Por tanto, presentaré una defensa del construccionismo social discutiendo las maneras
en que la psicología tradicional y estos presupuestos pueden mostrarse inadecuados y
señalando cómo el construccionismo social puede a veces ofrecer un mejor “ajuste” en
relación con nuestra experiencia y nuestras observaciones del mundo.
Esto significa que el construccionismo social no ofrece solo un nuevo análisis de
asuntos tales como la “personalidad” o las “actitudes”, análisis que puede ser insertado
en nuestro marco de comprensión existente. Es el marco en sí mismo el que tiene que
cambiar y, con este, nuestra comprensión de todos los aspectos de la vida social y
psicológica. El construccionismo social con frecuencia es contraintuitivo; este enfoque
problematiza precisamente aquello que damos por sentado, pero, al mismo tiempo, nos
permite enfatizar y abordar algunas áreas en que los presupuestos del sentido común y
la psicología tradicional no nos brindan explicaciones satisfactorias. Qué significa ser
una persona —y ser una persona en particular— implica un amplio rango de factores
tales como nuestra personalidad y emociones, nuestro género y sexualidad, nuestra
condición de salud, enfermedad o discapacidad. Por lo tanto, al argumentar a favor del
construccionismo social he decidido dividir este capítulo en tres secciones, cada una de
las cuales funciona como una suerte de estudio de caso. Cada uno de ellos ilustra y
*
Traducción del inglés realizada, con fines académicos, por el equipo de profesores y asistentes de
docencia del curso de Lenguaje y Sociedad (LIN 146) de Estudios Generales Letras de la PUCP (marzo
del 2018). El original forma parte del libro Social constructionism, de Vivien Burr. Segunda edición.
Londres / Nueva York: Routledge, 2003.
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apoya el construccionismo social, exponiendo sus diferencias con relación a la
psicología tradicional en términos de los rasgos presentados en el capítulo 1.
Personalidad
La visión de la personalidad desde el sentido común
Pensamos en nuestra personalidad como algo más o menos unificado y estable. Aunque
poseemos una diversidad de características, sentimos que estas se unen de una manera
coherente para formar un conjunto, y que nuestra personalidad es relativamente estable.
Aunque podemos cambiar con el tiempo, por ejemplo, de la niñez a la adultez, o como
resultado de un evento clave en la vida, pensamos en nuestra personalidad como algo
básicamente invariable. Aunque no en su totalidad, la mayor parte de la psicología
hegemónica contemporánea y la comprensión que esta ha promovido en el sentido
común asume la idea de que la gente tiene características de personalidad y que son
estas las que nos hacen sentir y comportarnos de manera diferente de los demás. Por
ejemplo, tendemos a pensar en nuestras emociones como eventos privados que están
conectados con el tipo de personas que somos. Se espera que una persona con una
personalidad “depresiva” sienta casi siempre “tristeza”. Imaginamos que una persona
“comprometida con los demás” tiene sentimientos de amor. Pensamos en el enojo como
algo que sentimos dentro de nosotros y que se manifiesta en las cosas que decimos y
hacemos. Se piensa que estos sentimientos o emociones son parte de la experiencia
interna y privada del individuo, y que están íntimamente conectados con el tipo de
persona que uno es. Se ha hecho referencia a este tipo de pensamiento como
“esencialismo”.
El esencialismo constituye una forma de comprender el mundo que asume que las
cosas, incluidos los seres humanos, tienen una esencia o naturaleza particular, algo que
supuestamente les pertenece y que explica cómo se comportan dichas personas o lo que
podemos hacer con las cosas. Las mesas y los escritorios son duros (una propiedad) y,
por lo tanto, no se curvan cuando se les coloca encima una pila de libros. Del mismo
modo, pensamos en la naturaleza de una persona tímida de forma tal que la creemos
inapropiada para una reunión social ruidosa.
Esta visión esencialista de la personalidad nos invita a pensarnos como poseedores de
una naturaleza particular, como individuos y como especie, una “naturaleza humana”
que determina lo que la gente puede y no puede hacer. Por ejemplo, si creemos que la
naturaleza de la especie humana es esencialmente agresiva y egoísta, lo mejor que
podemos hacer es asegurar que la sociedad disponga de formas de restringir a las
personas y de refrenarlas físicamente en su comportamiento natural. En la actualidad,
muchas personas se conforman con un modelo de la personalidad que sugiere que estos
“hechos” biológicos “dados” son hasta cierto punto modificables por las influencias del
entorno, tales como el tipo de experiencias que uno ha tenido durante la niñez. Pero el
hecho de que encontremos muy difícil cambiar la personalidad cuando lo intentamos
(piénsese en una persona tímida intentando volverse más segura o en una persona
angustiada tratando de ser menos ansiosa) parece dar crédito a la idea de que aun
cuando la personalidad no esté enteramente determinada por la biología, de una u otra
forma, una vez que se moldea, estará fijada para el futuro.
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El argumento del construccionismo social
Antes que nada, ¿cómo podemos estar seguros de que tenemos una personalidad? Si se
preguntara por evidencia de que, digamos, alguien tiene ojos marrones o vive en un
departamento del segundo piso, el asunto se resolvería rápidamente. Bastaría con mirar
a los ojos de la persona en cuestión o en ir a su departamento. ¿Pero acaso puede uno
mostrar su personalidad? ¿Dónde está? Aunque un cirujano abriese un cuerpo para darle
un vistazo, no la encontraría. No hay evidencia objetiva a la que se pueda recurrir para
demostrar la existencia de la personalidad. Lo que esto muestra es que sea lo que sea
aquello que llamamos “personalidad”, su existencia es producto de una inferencia. Ello
significa que la idea de que las personas tienen algo llamado personalidad, responsable
de sus comportamientos, ha surgido a fin de dar cuenta de todo lo que nos vemos hacer
a nosotros mismos y a los demás.
Lo anterior equivale a un tipo de razonamiento circular. Por ejemplo, si vemos que
alguien ataca físicamente a otra persona, a menos que tengamos una buena razón para
pensar lo contrario (quizás actuó en defensa propia o fue un accidente), tendemos a
inferir que el atacante es una persona agresiva. Esta es una descripción de su
personalidad. Sin embargo, si alguien nos preguntara por qué creemos que el atacante lo
hizo, lo más probable es que digamos algo así como “Si eres una persona agresiva, ese
es el tipo de cosas que tiendes a hacer”. Este es un razonamiento circular. Hemos
observado la conducta (el ataque) y hemos inferido de ella que el atacante tiene una
personalidad agresiva. Sin embargo, cuando se nos pide decir qué llevó a la persona a
comportarse de esa manera, damos cuenta de esta conducta en términos de la
“agresividad” que esa misma conducta permitió inferir. Llamamos a alguien agresivo
debido a su conducta y luego decimos que fue su agresividad la que lo hizo comportarse
de esa manera, pero no hay forma de establecer la existencia real de esta “personalidad
agresiva” fuera del círculo personalidad-conducta que hemos creado.
Un presupuesto fundamental de la visión de sentido común sobre la personalidad es que
esta se mantiene estable a través del tiempo y las circunstancias. Sin embargo, esto no
se sostiene si observamos con atención nuestra propia experiencia cotidiana. ¿Hablamos
con nuestros amigos más cercanos de la misma forma en que lo hacemos con el gerente
del banco? ¿Nos sentimos confiados y seguros con gente que conocemos y que nos
resulta agradable? Pero ¿qué ocurre cuando estamos en una entrevista de trabajo? Estos
ejemplos pueden parecer triviales, pero el mensaje general que transmiten es
importante. Nos comportamos, pensamos y sentimos de maneras diferentes
dependiendo de con quién estamos, qué estamos haciendo y por qué. De hecho, existen
numerosas teorías provenientes de la psicología y la psicología social que, aunque no
llegan a asumir el construccionismo social en el sentido en que lo hace este texto,
ofrecen explicaciones de la persona tributarias de la situación social antes que del
interior de la persona. Por ejemplo, los teóricos del aprendizaje social hablan de la
“especificidad situacional” del comportamiento. Ellos sugieren que nuestra conducta no
depende de nuestras características personales sino de la naturaleza de las situaciones en
que nos encontramos. El comportamiento es, entonces, “específico” a una situación
particular y, como dirían los teóricos del aprendizaje social, se adquiere mediante un
conjunto particular de reforzamientos presentes en esas situaciones. De acuerdo con este
enfoque, podríamos esperar que una persona sea distinta en situaciones diferentes,
mientras que, para el enfoque tradicional de la personalidad, estas diferencias son
problemáticas. Si damos por sentada la idea de que nuestra personalidad es estable,
tenderemos a no cuestionar la noción de que cada persona tiene una personalidad
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unificada y coherente, un yo que está hecho sobre la base de elementos consistentes.
Los mismos psicólogos han encontrado necesario elaborar estructuras y procesos
hipotéticos precisamente porque la experiencia de nosotros mismos y de los demás es
cualquier cosa menos coherente. Hablamos de estar “conflictuados”, solemos decir que
nuestros pensamientos nos dirigen en cierta dirección y nuestros sentimientos en otra,
afirmamos que nuestro corazón gobierna nuestro cerebro o que nos hemos salido de
nuestro propio guion.
En segundo lugar, podemos cuestionar la idea de que nuestra personalidad está dentro
de nosotros mismos. Pensemos en las palabras sobre tipos de personalidad que usamos
para describir a las personas. Por ejemplo, amigable, comprometido con los demás,
tímido, cohibido, encantador, malgeniado, desconsiderado. La mayor parte de las
palabras referidas a la personalidad perderían totalmente su significado si la persona
descrita estuviera viviendo sola o en una isla desierta. Sin la presencia de los otros —
esto es, al margen del entorno social—, ¿se podría decir de una persona que es
amigable, tímida o comprometida con los demás? El punto es que usamos estas palabras
como si se refirieran a entidades que existen dentro de las personas descritas, pero una
vez que aislamos a la persona de sus relaciones con los otros, ellas se vacían de
significado, pues se refieren a nuestro comportamiento en relación con esos otros. El
carácter amistoso, la timidez o el compromiso no existen dentro de las personas sino en
las relaciones establecidas entre ellas. Por supuesto, se podría contraargumentar
diciendo que incluso en una isla desierta las personas todavía podemos mantener
nuestra predisposición a ser amigables, tímidas, etcétera. No podemos probar ni refutar
la existencia de rasgos de personalidad y, de la misma manera, no podemos demostrar la
veracidad de un enfoque social-construccionista simplemente por apelación a la
evidencia. A la larga, nuestra tarea consiste en decidir qué visión nos ofrece la mejor
manera de entendernos a nosotros mismos y a los demás, para de este modo guiar
nuestra investigación y nuestras acciones.
En tercer lugar, si las personalidades realmente son rasgos esenciales de todos los seres
humanos, entonces sería esperable que encontremos la personalidad, tal como la
conocemos, en todas las personas, al margen del lugar de la Tierra en que habiten. Sin
embargo, es claro que no todas las personas comparten nuestra visión occidental. En
algunas culturas, las personas explican sus acciones mediante la referencia a espíritus y
demonios invisibles, y encontrarían muy extraña nuestra idea de que el comportamiento
se origina en la personalidad. Muchas personas hoy en día, tal como en el pasado,
entienden sus acciones como resultado de la orientación divina y, en algunas
circunstancias, los individuos que afirman estar dirigidos por espíritus invisibles son
catalogados como “locos”. En la misma línea, el carácter único y la naturaleza privada
de las emociones no constituye un supuesto aceptado por todas las culturas, tal como
señala Lutz (1982, 1990). Para los miembros del pueblo ifaluk (de origen samoano y
Pintupi), las palabras referidas a emociones son atributos que no se aplican a estados
internos de la persona sino a sus relaciones con los eventos y con los demás. Los ifaluk
hablan de song, palabra que se traduce mediante algo parecido a ‘enojo justificado’. El
enojo justificado no es un sentimiento privado, sino una explicación moral y pública de
alguna transgresión de prácticas y valores sociales aceptados.
Por supuesto, podríamos afirmar que estas diferencias culturales se deben a las
diferencias en la educación y en la comprensión. Podríamos sugerir que las culturas no
occidentales y las de períodos históricos anteriores no tienen el beneficio de nuestro
conocimiento. Lo que estaríamos haciendo, entonces, sería afirmar la veracidad de
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nuestra propia visión en oposición a la falsedad de la suya. Estaríamos afirmando algo
como lo siguiente: “Sabemos que, de hecho, las personas tienen personalidades, y que la
forma en que se comporta una persona está fuertemente influenciada por su
personalidad. Los miembros de otras culturas aún no se han dado cuenta de esto y, por
lo tanto, tienen una visión falsa de la realidad”. Esta es una forma fuerte de exponer esta
postura, pero nos sirve para señalar que a menos que tengamos plena confianza en la
“verdad” de nuestra propia visión, tendríamos que aceptar que la personalidad puede ser
una teoría peculiar a ciertas sociedades en cierto punto en el tiempo.
Además de las diferencias culturales sobre cómo piensan las personas sus experiencias y
las describen, nuestro lenguaje cambia constantemente y los significados de las palabras
cambian con el tiempo. Sin embargo, es interesante la forma en que algunos
significados han cambiado, y a menudo muy recientemente. El verbo amar es un buen
ejemplo. Para los niños que aprenden las complejidades de la gramática, los verbos se
describen como “palabras de acción”: son palabras que dicen cosas sobre lo que las
personas hacen, como “trabajar” o “llorar”. Pero la forma en que hoy empleamos el
verbo amar tiene diferentes connotaciones. Cuando decimos que amamos alguien, a
menudo nos estamos refiriendo a nuestros sentimientos, no a nuestras acciones. Sin
embargo, esto no siempre ha sido así. Cuando era niña, mi abuela solía decir: “Ven aquí
y dame un amor” o “Déjame amarte un minuto”. 1 En este caso, “amar” a alguien
significa abrazarlo físicamente o, quizás, confortarlo. Es posible que este significado
aún se use ocasionalmente. Sin embargo, en la gran mayoría de casos, cuando hablamos
acerca de amar a alguien, estamos hablando de eventos privados, de nuestros
sentimientos, de cosas que asumimos que existen dentro de nosotros y que influyen en
la manera en que tratamos a las personas. Por tanto, el amor se ha convertido en algo
que es visto como la motivación de nuestro comportamiento antes que como una
palabra que lo describe. El argumento del construccionismo social es el siguiente: los
sentimientos de amor no originan un lenguaje que los describe, sino que es el uso
lingüístico el que nos impulsa a identificar y experimentar nuestros sentimientos como
amorosos. Irónicamente, cuando el amor se relega a ese dominio interno, se puede
volver tan poco relacionado con la conducta que puede usarse para explicar el
1
En inglés: Come here and give me a love y Let me love you for a minute (nota de los traductores).
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comportamiento más terrible (“La golpeo cuando me molesto, pero en realidad la
amo...”).
Esta tendencia a usar palabras para que describan eventos internos, como los
sentimientos, en lugar de las acciones puede llamarse “psicologización”. En otras
palabras, tendemos cada vez más a describir la vida humana en términos de cualidades
psicológicas como los sentimientos y las características de personalidad antes que en
términos de lo que les hacemos nosotros a las personas y lo que hacemos con ellas. Ser
una persona comprometida es otro buen ejemplo. Comprometerse (con alguien), en el
habla actual, no solo significa encargarse de una persona y atender sus necesidades, sino
también tener sentimientos de afecto hacia ella. Ser una persona comprometida (con los
demás) se entiende hoy en día como la descripción del tipo de persona que uno es y no
de las actividades en las que uno se involucra.2 Este movimiento hacia la comprensión
de nosotros mismos en términos de esencias internas dialoga de manera consistente con
la idea anteriormente presentada de que la forma en que la gente piensa sobre sí misma
y representa su experiencia para sí y para los otros no depende de una naturaleza
humana esencial preexistente, sino de los arreglos económicos y sociales particulares
que prevalecen en su cultura en ese momento.
Resumen
El punto de vista del construccionismo social acerca de la personalidad es que, en
efecto, la personalidad es un concepto que usamos en nuestra vida diaria para tratar de
darle sentido a las cosas que hacemos y que hacen los demás. La personalidad puede ser
vista como una teoría elaborada para explicar el comportamiento humano y para tratar
de anticipar nuestra participación en las interacciones sociales, teoría ampliamente
sostenida en nuestra sociedad. Podríamos decir que en nuestra vida diaria actuamos
como si la personalidad existiese y, a decir verdad, la mayor parte del tiempo nos las
arreglamos razonablemente bien así. Pero hay una gran distancia entre esto y afirmar
que la personalidad realmente existe en el sentido de un conjunto de rasgos que habitan
nuestras estructuras mentales o que se inscriben en nuestro material genético. La postura
del construccionismo social, además de cuestionar el concepto de personalidad en sí
mismo, es que cualesquiera sean las cualidades personales que podamos desarrollar,
estas siempre son producto de las circunstancias culturales, históricas y relacionales en
que nos ubicamos.
Los puntos que he tratado hasta aquí son importantes y regresaremos a ellos en distintas
ocasiones en los siguientes capítulos, especialmente al discutir qué significa ser una
persona y tener un sentido de sí mismo (self). No hay que ser un construccionista social
para abandonar la teoría tradicional sobre la personalidad; los conductistas y los teóricos
del aprendizaje social ya lo hicieron hace mucho tiempo. Pero es un punto de partida
útil para explorar algunas características claves del construccionismo social.
2
En el original inglés, el argumento se desarrolla con el verbo to care (for someone) y el adjetivo caring
(a caring person) (nota de los traductores).
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Salud y enfermedad
3
Se trata de una enfermedad ocupacional que consiste en movimientos involuntarios de los ojos (nota de
los traductores).
4
Antes conocida como síndrome de fatiga crónica (nota de los traductores).
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Las enfermedades no son simplemente entidades patológicas objetivamente definidas
sino entidades sociales.
Resumen
Definir la enfermedad y la salud no consiste solo en identificar la presencia de una
patología. Constituye una cuestión social profunda, que involucra la interpretación de
nuestra experiencia dentro de un particular contexto cultural de supuestos, normas y
valoraciones, así como de la estructura económica de nuestra sociedad. Es, asimismo,
un asunto que involucra relaciones de poder. Las “deficiencias” del cuerpo solo se
manifiestan como tales cuando las personas están restringidas a vivir en ambientes
diseñados según las necesidades y actividades de los otros. La conceptualización
biomédica de la salud y la enfermedad solamente es una perspectiva entre muchas otras,
y su hegemonía en las sociedades occidentales no puede entenderse simplemente como
el resultado del progreso del conocimiento científico. El auge de la biomedicina puede
entenderse, por lo menos en parte, como efecto de los cambios en el ejercicio del
control social en los últimos dos siglos.
Sexualidad
Estas teorías apuntalan nuestras ideas sobre lo que es natural en el deseo masculino y
femenino. Sin embargo, tal como en muchas otras áreas de la vida, lo que parece natural
también se ve como “normal”. En las ciencias sociales, decir que algo es normal
simplemente significa que es típico de las características o comportamientos más
usuales de un grupo de personas en particular. Pero el uso cotidiano de este término, así
como el del término natural, ha desarrollado connotaciones morales. Sentimos que
deberíamos comportarnos de maneras naturales y normales y, en el caso de la
sexualidad, esto quiere decir sexo heterosexual con penetración.
Resumen
Tal como vimos para el caso de la personalidad y la enfermedad, hay una considerable
diversidad, a través del tiempo y de las personas, respecto al deseo y la práctica sexual.
Frente a esto, debemos desconfiar de las posturas esencialistas sobre la sexualidad. El
rol del significado es fundamental en nuestra vida sexual y el significado es construido
por los seres humanos en conjunto; dicho de otra forma, es una construcción social. El
significado, a diferencia del material biológico, es fluido, volátil y siempre abierto al
cambio, por medio de la interacción social. Más aún, la sexualidad es un área de nuestra
vida en la que los significados que hemos creado se cargan de valores y conllevan
prescripciones para la acción. Se trata de significados morales; nos dicen cómo
sentirnos y cómo comportarnos. Finalmente, estos significados morales no son casuales:
cobran sentido dentro de la estructura social y económica de la sociedad en la que
vivimos. Como esta sociedad está fracturada por numerosas desigualdades de poder, los
significados ampliamente respaldados desempeñan un rol en el mantenimiento de
dichas relaciones.
Conclusión
He usado estos tres ejemplos de personalidad, salud y enfermedad, y sexualidad para
ilustrar algunas de las principales características del construccionismo social. En
resumen, los principios teóricos del construccionismo social pueden parecer
contraintuitivos. A simple vista, contradicen lo que parece sentido común en la
comprensión de nosotros mismos. Tomando en cuenta experiencias cotidianas que
resultan problemáticas para esas explicaciones, he tratado de demostrar por qué
deberíamos al menos tomar en serio las ideas del construccionismo social para evaluar
si nos ofrecen una visión más fructífera o amplia de la vida humana. La principal
conclusión a la que esperaría arribar en este capítulo es que si reflexionamos
detenidamente en muchas de las cosas que damos por sentadas y que entendemos como
fijas e inmutables, ya sea en nosotros mismos o en los fenómenos que experimentamos,
nos daremos cuenta de que son derivadas de y son sostenidas por lo social. Son creadas
y perpetuadas por seres humanos que comparten significados en tanto miembros de la
misma sociedad y cultura. Esto es, en pocas palabras, aquello de lo que trata el
construccionismo social. En el próximo capítulo, profundizaré en la idea (presentada en
el capítulo 1) de que el lenguaje, tanto en su forma como en su uso, constituye una
herramienta fundamental en la creación, el mantenimiento y la transformación del
significado, y que es el lenguaje el que nos proporciona el marco para los tipos de
pensamiento que son posibles para nosotros.