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El conflicto

Mediación,
Arbitraje y
Negociación

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El conflicto
Concepto. Clasificación

En la presente materia, nos proponemos realizar un enfoque distinto en


resolución de conflictos. Hasta aquí, en la carrera de Abogacía, se ha
desarrollado y estudiado el método tradicional, esto es, el sistema judicial,
y, dentro de él, el proceso judicial en sus variantes por competencia: penal,
civil, comercial, laboral, etcétera.

Aquí el objetivo es pensar y analizar otras formas para poder dar solución a
los problemas o conflictos que a diario se les presentan a las personas en su
interrelación con otras, en su trabajo, en su empresa, o incluso aquellos que
se pueden llegar a plantear entre dos o más Estados. Para ello, se van a
desarrollar diversos métodos o herramientas, como son la negociación, la
mediación y el arbitraje.

Ahora bien, si el eje central de la asignatura es la resolución de alternativas


de conflictos, lo primero y esencial es detenerse a pensar en el conflicto: de
qué hablamos y qué se entiende por “conflicto”, ya que será el motivo que
nos llevará a la utilización de la negociación, de la mediación o del arbitraje.
Y para poder abordar un conflicto y resolverlo, es fundamental conocerlo,
analizarlo, desmenuzarlo, para que dicho acercamiento nos permita definir
la mejor alternativa y estrategia al tratar de solucionarlo.

Cuando se le pregunta a cualquier persona qué es un conflicto (y esto es


algo que puede evidenciarse en la práctica diariamente), la gran mayoría lo
relaciona con la violencia, o con una disputa por un delito que comete una
parte, o bien un enfrentamiento entre dos países. Si se le pregunta por la
forma para resolverlos, lo primero que piensa es en un juicio, salvo en los
casos internacionales, donde se piensa rápidamente en una guerra o en la
intervención de un tercer país que busque una solución, es decir que, en
definitiva, se busca a un tercero distinto de las partes que tome esa decisión
final.

En primer lugar, se debe tener en cuenta que no todo conflicto es una


disputa de poder, además no es necesario asociar a los conflictos a la
violencia y tampoco es indispensable que alguien esté cometiendo una
actividad ilícita o una conducta prohibida para que exista conflicto; es más,
esas serían las situaciones que menos se dan en la actualidad.

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Muchos autores han desarrollado importantes estudios en relación con los
conflictos, pero generalmente lo han hecho desde una posición
determinada, es decir, desde una especie de conflicto, ya sea que se estudie
el conflicto internacional, o religioso o racial, etcétera. Por tal motivo, al
definir y trabajar sobre el concepto y significado de conflicto, se lo hace
desde esa particularidad y su descripción tendrá características muy
específicas y propias de ese tipo de conflicto, pero no necesariamente es
aplicable a otro tipo.

Otros autores, como es el caso de Remo Entelman (2005), a quien


seguiremos en el desarrollo de la presente unidad, se han planteado la
necesidad de pensar una teoría de conflictos. En ese marco, nos
preguntamos: ¿para qué una teoría? Y la respuesta es sencilla, pero muy
difícil de aplicar, ya que lo que se busca es estudiar, analizar y definir
aquellas características que son comunes a todos los conflictos
(internacionales, raciales, religiosos, personales, etc.) y que, por lo mismo,
permiten desarrollar y pensar herramientas y técnicas que serán de utilidad
para identificarlos, comprenderlos y, por último, intentar resolverlos. Esas
herramientas podrán ser aplicadas a distintos tipos de conflictos, más allá
de que cada uno pueda también tener sus particularidades.

En ese sentido, y siguiendo a otro estudioso del tema como es Julien Freund
(1983), se presenta al conflicto como “una relación social”, entendiéndola
como el comportamiento recíproco de dos o más individuos que orientan,
comprenden y resuelven sus conductas, teniendo en cuenta las de los otros,
y con lo que dan sentido a sus actos. Esta concepción de la relación social
es tomada del pensamiento de Max Weber y, con el propósito de poder
entenderla, es necesario analizar las conductas de los actores.

Todas las personas desarrollamos conductas. Estas pueden ser


independientes, es decir, que no tienen en cuenta las conductas de los
demás, o pueden ser recíprocas, las cuales van a definir e integrar una
relación social y son las que nos interesan para el objeto de estudio que se
ha planteado.

Una secuencia de conductas recíprocas que, al momento de adoptarlas,


tiene en cuenta la conducta anterior de otro sujeto define la existencia de
una relación social entre ellos. En nuestra vida cotidiana, vivimos miles de
situaciones como estas en la relación con otras personas. Así, por ejemplo,
cuando salimos a la calle para dirigirnos a nuestro trabajo o a nuestro lugar
de estudio, desarrollamos un sinnúmero de conductas independientes, que
no tienen ni esperan ninguna acción de otra persona. Pero, al momento de
tomar un colectivo o un taxi para dirigirnos a un lugar específico,
empezamos a combinar conductas independientes con

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recíprocas; a modo de ejemplo, cuando le indicamos al chofer del taxi el
lugar al que nos dirigimos y este nos responde consultándonos por cuál calle
preferimos ir. Luego, si se entabla una conversación acerca del clima y le
solicitamos que, por favor, baje un poco la calefacción, el chofer responderá
a ese pedido comentando que aquella está trabada, etcétera. Todas estas
conductas son recíprocas y generan interacción entre partes, es decir,
generan relación social.

Esa relación social es posible de ser clasificada de muy diversas maneras,


según en qué punto de ella se haga hincapié. Si se concentra en los objetivos
que las partes persiguen con esas conductas recíprocas, habrá dos
posibilidades: que los objetivos sean compatibles o incompatibles; en el
primer caso, se habla de “conductas cooperativas o coincidentes”, mientras
que en el segundo serán “conductas conflictivas”.

Teniendo en cuenta lo relatado hasta aquí, se podría tener una aproximación


a una definición general de conflicto, entendiendo que se trata de “una
especie de relación social en que hay objetivos de distintos miembros de la
relación que son incompatibles entre sí” (Entelman, 2005, p. 49).

Como se puede apreciar, esta primera definición cumple el objetivo


trazado, es decir que pueda ser aplicable a cualquier tipo de conflicto, ya
sea internacional, entre amigos, o aquel que tiene una solución jurídica.

De igual modo, aunque se ha hablado de conductas independientes o


recíprocas, cooperativas o conflictivas, existen otras clasificaciones; entre
ellas, se encuentran las conductas permitidas y las conductas prohibidas. En
este tipo de conductas juega un rol clave el sistema jurídico, entendiéndolo
como una técnica de motivación social, que retiene y administra
centralizadamente el monopolio de la fuerza en la sociedad estatal y
excluye a sus miembros del uso privado de la fuerza.

Siguiendo al autor Remo Entelman podemos afirmar que en este sistema


actúa el derecho, esto es, un sistema de normas que cumple una doble
función: por un lado, pretende disuadir conductas que son declaradas
prohibidas y, por otro lado, les brinda apoyo a las partes para resolver
conflictos. En una situación conflictiva, nos presentamos ante un juez, que,
dentro del sistema, es el encargado de administrar justicia. Este valorará las
pruebas presentadas por cada una de las partes intervinientes y, en virtud
de lo que se encuentre previsto en el marco normativo, decidirá quién tiene
razón y cómo se resuelve el conflicto. Esto se denomina “que adjudica el
derecho”.

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Ahora bien, esta forma de resolver los conflictos no se encuentra disponible
para todas las situaciones posibles, ya que el derecho y el sistema jurídico
entran en acción solamente, y excluyentemente, en aquellas situaciones
que el sistema tiene previsto en sus normas. Es decir que el sistema ha
inventariado una serie de conductas, a las que ha establecido como
prohibidas, ilícitas o antijurídicas, y amenaza a todo aquel que las cometa
con una sanción que será aplicada por un tercero imparcial y creado a ese
efecto. Para tales casos, si es necesario, recurrirá al uso de la fuerza. Este
tercero no es otro sino el juez. Es entonces, a partir de la existencia de todo
este sistema, que las conductas pueden ser clasificadas en prohibidas o
permitidas.

En estas situaciones, se genera una lógica de razonamiento, que se aplica


permanentemente, ya que, ante una situación conflictiva entre dos o más
partes, normalmente se pregunta: “quién tiene razón” o “quién tiene el
derecho” y, consecuentemente, “quién está obligado”. En casos donde la
conducta cometida entra en ese inventario normativo, no hay
inconvenientes, ya que, si está prevista, alguien tiene un derecho y otro está
obligado y el sistema pone a disposición de la parte con derecho los
mecanismos para obligar a la otra a cumplir. Si una parte es titular de una
deuda, está obligado a pagar y, consecuentemente, otra parte tiene el
derecho de cobrar. Esta situación la prevé el sistema y quien solicita cobrar
dicha deuda en este caso puede recurrir al poder judicial y pedirle a un juez
que, usando la fuerza si es necesario, obligue al otro a cumplir.

Pero, al decir de Entelman (como se cita en Nallar y Viltes Monier, 2016),


tanto los estudiosos del derecho (los juristas) como los que lo practican
(los abogados) no abordan la temática de los conflictos en general, ya que
siguiendo el principio de norma de clausura “todo lo que no está
prohibido se encuentra permitido” se presume que por fuera de lo
prohibido no se encuentran conflictos, lo que es totalmente erróneo
quedando así una gran cantidad de controversias de permitido contra
permitido.

Este sistema prevé las conductas prohibidas y, como se dijo anteriormente,


establece una sanción para quienes las cometan. Ahora bien, todas aquellas
conductas que no están contempladas como prohibidas son, por la tanto,
permitidas. Por lo mismo, dentro del universo de las conductas que no se
encuentran expresamente prohibidas, se encuentran aquellas conductas
obligatorias, definidas como el opuesto a prohibidas, y las conductas no
obligatorias.

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Si se abandona por un momento la conceptualización jurídica
que divide el universo de las conductas posibles en las
categorías de prohibidas y permitidas, se encuentra uno
frente a la primera perplejidad. Al mirar desde
otro ángulo el área de lo permitido, descubrimos dentro
de ella un número infinito de conflictos que el derecho
desdeña porque se dan entre pretensiones incompatibles,
pero igualmente permitidas o no sancionadas. (Entelman,
2002 p. 109)

Por todo lo dicho, se entiende que los abogados y funcionarios judiciales


solamente se ocupan de aquellas situaciones conflictivas previstas por el
sistema, pero quedan excluidas todas aquellas situaciones que producen
conflictos entre pretensiones incompatibles, pero igualmente permitidas,
porque el sistema no las ha prohibido.

Toda relación social (recuerda que se define al conflicto como una “especie
de relación social”) está llena de enfrentamientos producidos por la
incompatibilidad de pretensiones que el sistema jurídico ha dejado en
libertad de confrontación. Estos conflictos son aquellos que a los
ciudadanos les ocurren a diario, en cada momento y en cada relación social
que entablan, ya sea con sus socios, con sus amigos, con sus esposas o
esposos, con sus hijos, etcétera. Los ejemplos que se podrían enumerar son
infinitos, pero se mencionan algunos para dimensionar estas situaciones:
los socios de una empresa que pretenden efectuar inversiones en distintos
rubros, o bien el esposo que se encuentra en conflicto con su mujer porque
él pretende ir a la cancha a ver fútbol y desea que ella lo acompañe, a lo
cual no está obligada por ninguna norma. Los estudiantes reclaman a las
autoridades de la universidad determinados horarios de clases y los
profesores no están obligados por ninguna norma a aceptarlos, por lo que
entran en conflicto. Un conflicto entre vecinos porque la mascota de uno de
ellos ladra durante toda la noche y no les permite descansar a otros.
Asimismo, se podrían mencionar los inconvenientes que genera la
convivencia en edificios de propiedad horizontal. De esta manera, es posible
llenar miles de páginas con ejemplos, donde existe un conflicto en una
relación social producto de una incompatibilidad de pretensiones, pero
ocasionado por conductas igualmente permitidas por el sistema. En ese
marco, si alguna de las partes de los conflictos mencionados recurriera al
asesoramiento de un abogado, este le diría que no está obligado a aceptar
o a ceder en la pretensión del otro y que aquello que está haciendo está
perfectamente permitido, por lo cual para el sistema jurídico no hay
conflicto, aunque este efectivamente exista. Se trata, en suma, de
situaciones que, al no resolverse, van incrementando la

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conflictividad y producen algo que desarrollaremos más adelante y se
conoce como “escalada del conflicto”, que, en muchas ocasiones, termina
con eventos violentos que podrían hacerse evitado.

Estas situaciones no resueltas por el derecho, que entran dentro del campo
de lo “permitido versus permitido” y que efectivamente son consideradas
“conflictos”, deben obtener una respuesta para su resolución. Es
precisamente en este campo donde tienen un protagonismo fundamental
los medios o herramientas de resolución alternativas de conflictos. Pero
debe destacarse que estos mecanismos también nos permiten resolver
conflictos que se plantean entre conductas prohibidas, en tanto estas no
afecten el orden público. Esto será expuesto con más amplitud en las
unidades siguientes.

Comportamientos frente al conflicto y sus factores


desencadenantes.

Un elemento fundamental al momento de analizar un conflicto a los efectos


de avanzar en su posible resolución tiene que ver con las actitudes y
comportamiento de las personas frente a él.

Es importante detenerse en este aspecto central en este proceso, que tiene


que ver con las actitudes de las personas al momento de resolver un
conflicto. Algunos autores, como Blake y Mouton (1985), sobre la base de
lo planteado por Walton y Mc Kersie (1965), han desarrollado el siguiente
cuadro donde se plasman estas conductas:

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Tabla 1: Actitudes frente al conflicto

Fuente: Blake y Mouton, 1985. Recuperada de https://es.slideshare.net/ajavess/administracin-de-


conflictos-y-negociaciones

Como se puede observar, las actitudes y comportamiento frente al conflicto


son muy variadas y la importancia de identificar a cada una de

ellas en cada parte del problema es un paso esencial para su resolución, ya


que, en virtud de estas, se optará por un mecanismo de resolución o por
otro. Además, una vez seleccionado este, también va a influir la actitud en
la estrategia que se lleve a cabo, por lo cual es importante poder determinar
y visualizar la actitud de las personas frente al conflicto.

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Referencias
Blake y Mouton. (1985). The Managerial Grid III: The Key to Leadership Excellence.
Houston: Gulf Publishing Co

Entelman, R. (2005). Teoría de conflictos. Barcelona, ES: Gedisa.

Freund Julien. (1983). “Sociologie du Conflict”. Presses Universitaires, Paris.

Nallar, D. M., y Viltes Monier, J. O. (2016). Teoría general del acto y el


procedimiento administrativo [Versión en línea]. Salta, AR: Universidad Católica de
Salta. Recuperado de
https://books.google.com.ar/books?id=ETckDwAAQBAJ&pg=PA6&lpg=PA6&dq=T
eor%C3%ADa+general+del+Acto+y+Procedimiento+Administrativo:+An%C3%A1lis
is+doctrinario+...+a%C3%B1o+de+edici%7Bon&source=bl&ots=0wUoKCVoHK&sig
=i5yDeGC-GISRw3PmE5sdRLACT8Y&hl=es-
419&sa=X&ved=0ahUKEwjWseXckY7bAhXCWpAKHXqbD6IQ6AEIMDAB#v=onepag
e&q=Teor%C3%ADa%20general%20del%20Acto%20y%20Procedimiento%20Admi
nistrativo%3A%20An%C3%A1lisis%20doctrinario%20...%20a%C3%B1o%20de%20e
dici%7Bon&f=false

Walton y Mc Kersie. (1965). A Behavioral Theory of Labor Negotiations: An


Analysis of a Social Interaction System. Ithaca New York, Cornell University Press.

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Fases de un
conflicto

Mediación,
Arbitraje y
Negociación

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Fases de un conflicto. Cómo
enfrentar un conflicto
Al momento de hablar de fases de un conflicto, los autores varían según el
enfoque que se utiliza, o, mejor dicho, según el criterio que se utilice para
realizar el análisis.

Una clasificación del conflicto en fases muy común y aceptada


mayoritariamente por la doctrina es la siguiente:

a) fase temprana;
b) fase de escalada;
c) fase de crisis;
d) fase de desescalada;
e) fase de diálogo.

Esta clasificación de fases surge originalmente del análisis de los conflictos


sociales, esto es, una especie en particular dentro del ámbito más amplio
que es el conflicto.

Pero, más allá de su origen, resulta interesante analizarla, ya que es


perfectamente aplicable a todo tipo de conflicto.

Previamente a analizar cada paso, una aclaración indispensable: estas fases


aquí mencionadas resultan de una clasificación en un modelo idealizado, es
decir que el desarrollo del conflicto no es lineal, ya que este, según las
acciones de las partes, tendrá avances y retrocesos, incluso puede no llegar
a cumplir con todas las etapas o fases mencionadas.

A) Fase temprana: es el momento ideal para pensar en la resolución del


conflicto, ya que todavía no ha estallado. Si bien se ha manifestado la
incompatibilidad de objetivo (que es característica del conflicto, como vimos
en la conceptualización), todavía estamos en un momento de muy poco
enfrentamiento, casi nulo, dado que en esta fase cada parte está planteando
su posición. Si en esta instancia se pudiera canalizar por algún mecanismo
de resolución de conflicto, mediante el diálogo respetuoso, la escucha
activa, y evitar que se profundice el desgaste de la relación social,
seguramente las posibilidades de éxito en la resolución positiva de dicho
conflicto sean muy altas.

B) La escalada: esta nueva fasese manifiesta cuando el conflicto se empezó


a vislumbrar y no pudo ser encauzado correctamente para su resolución por
el motivo que fuere, lo que ha llevado a que cada parte comience a ejecutar
acciones que van a ser caracterizadas según su grado de intensidad (aspecto
sobre el cual nos explayaremos más adelante) y que, a mayor grado de
intensidad, más fuerte será la escalada del conflicto. Se caracteriza
fundamentalmente porque la relación entre partes se va desgastando y cada
una va tomando una decisión y actuando como consecuencia de una acción
de la otra, como réplica al actuar de la otra parte. Si bien es un momento
más crítico que el anterior, aún las posibilidades de encaminar el problema
a una resolución pacífica es importante.

C) La crisis: si se avanza en la escalada sin resolución del conflicto,


llegaremos a la etapa o fase más compleja y dura, ya que la crisis se
caracteriza y diferencia de las demás por ser la fase de mayor violencia en el
conflicto. Aquí el diálogo está absolutamente cortado y los actos o conductas
de las partes pretenden plantear el conflicto en términos de poder. La línea
divisoria entre la fase de escalada o escalonamiento y esta es muy delgada,
solo el grado de violencia en las acciones marca la diferencia, ya que en la
fase anterior predomina la amenaza de violencia y en esta se concreta.

D) La desescalada o desescalamiento: generalmente, aunque no


necesariamente indispensable, luego de la etapa de crisis viene un
desescalamiento. Es esta oportunidad cesa la violencia. Aquí pueden ocurrir
dos cuestiones: una, que las partes cesen en las actitudes violentas y el
conflicto entre en una etapa de estancamiento, o bien que las partes realicen
acciones concretas de menor grado de intensidad que produzcan la
desescalada del conflicto. Lo que sí resulta claro es que es imposible sostener
la violencia en forma permanente en un conflicto, con lo que el
estancamiento o desescalada se producen inevitablemente, aunque esta
tampoco es permanente, es decir, o pasamos a una fase de diálogo y de
resolución de conflicto o este vuelve a resurgir y es probable que se vuelva
a llegar a la fase de crisis.

E) Fase de diálogo: en el momento en que las partes entren en un proceso


de negociación, en forma asistida por un tercero o no, es el momento de
diálogo. Se trata del momento de encauzar el conflicto para su resolución.
Sería prudente que, en la mayoría de los conflictos, esta fase se produjera
en la fase temprana para evitar las confrontaciones violentas y, de esa
manera, lograr lo que se conoce como prevención de conflictos, aunque no
es lo más común.
Fase dinámica y fase estática del conflicto

Tomando otra vez al profesor Entelman (2005) como punto de referencia,


se pueden analizar los conflictos desde dos perspectivas muy interesantes,
a saber:

a- Fase estática: se caracteriza por ser el análisis del conflicto en un


momento determinado, a partir de una foto de él, ya que, de lo contrario,
sería contradictorio hablar de estática en el conflicto, que es un fenómeno
que se caracteriza por ser esencialmente dinámico. En esa fase se analizan
los siguientes elementos:

1) Los actores:

1.1) la conciencia del conflicto por sus actores;


1.2) los objetivos de los actores;
1.3) el poder de los actores.

2) Los terceros.

b- Fase dinámica: es el análisis ya no de elementos fijos, sino del


dinamismo de todo conflicto, esto es, las acciones dentro del conflicto. Se
aborda concretamente:

1) intensidad del conflicto;

2) dinámica de interacción conflictual.

Fase dinámica. Los actores


La primera observación que se debe efectuar aquí y de la cual algo se ha
mencionado en los primeros puntos de la unidad está vinculada a que
siempre el actor de un conflicto es el ser humano, la persona, aun cuando el
involucrado en él sea un Estado o una empresa. Esto es así porque el
conflicto como “relación social” -teniendo en cuenta que se caracteriza por
acciones de las partes- sí o sí requiere de personas que lo lleven adelante,
por lo que, como primera definición, siempre el actor de un conflicto es una
persona. De modo que para poder trabajar ese conflicto y encauzar acciones
para resolverlo, es esencial identificarlo correctamente. Surge, así, una
primera clasificación de actores individuales y actores colectivos. Cuando el
actor es individual, no se presentan mayores complicaciones para su
individualización y análisis de comportamiento. Los problemas surgen
cuando el actor es colectivo o plural. Entelman expone que “el mejor
conocimiento del proceso de toma de decisiones de cada uno de ellos, la
mejor percepción y comprensión de sus conductas e intenciones y la mejor
construcción de los escenarios de futuro posibles” (Entelman, 2005, p. 78)
es el objeto principal que se debe tener en cuenta al momento de analizar
las características de estos actores.

En el marco de este análisis, el distinguido profesor desarrolló dos aspectos


que considera importantes en dichos actores: la identidad y la
fragmentación. Cuando los actores o, al menos, uno de ellos son colectivos,
dentro del mismo actor existen relaciones sociales variadas. Allí se
encuentran objetivos incompatibles y relaciones caracterizadas por una
mayor o menor intensidad, lo que, de alguna manera, afecta al actor
colectivo en cuestión, ya que esos componentes tratan, en mayor o menor
medida, de influenciar en la decisión que se tome en las relaciones sociales
con otros actores. Pero, además, toda esta situación torna compleja la
identificación correcta por parte del adversario.

Incluso cuando esas diferencias o incompatibilidades son mayores, no solo


dificultan la identificación del actor, sino que, además, puede acarrear una
fragmentación del actor que lo debilita en el momento de intentar resolver
el conflicto. Es más, si el adversario tiene la posibilidad de advertir estas
situaciones, generalmente va a profundizar esas diferencias para dividir al
actor y sacar ventajas de ello. Imagínate el mismo escenario en los conflictos
entre Estados, o entre un Estado y un gremio determinado, si de repente los
actores representantes del Estado advierten o detectan situaciones de
fragmentación o confrontación interna en el gremio. Desde luego, ese
aspecto será central para la resolución del conflicto, ya que sobre ese punto
se trabajará o se pensarán las propuestas que el Estado le ofrezca al gremio.
Y si estas fueran buenas para algunos, aunque no lo sean para todos,
profundizará una división dentro del actor colectivo, al momento de tener
que tomar la decisión de aceptar o no, que puede llevar a una
fragmentación, lo que le permitirá a la contraparte sacar una importante
ventaja en la resolución de dicho conflicto.

A su vez, dentro de los actores colectivos se encuentra otra clasificación, que


debe ser tenida en cuenta al momento de analizar las partes de un conflicto
para pensar en su resolución, a saber: actores colectivos organizados y
actores colectivos desorganizados. Cuando al adversario se lo puede ubicar
dentro de la primera categoría, no resulta tan compleja su identificación y
su tratamiento, ya que, generalmente, tiene establecidos mecanismos de
toma de decisiones y cada una de las partes, dentro de ese actor, cumple un
rol en dicho proceso y sus representantes son los responsables de ejecutar
las decisiones que se adoptaron.

Pero cuando ese actor colectivo es producto de una casualidad o de una


circunstancia determinada que lleva a que diferentes individuos coincidan
como parte de un conflicto mayor y no cuenten con una organización para
ello, resultará muy difícil su tratamiento como actor del conflicto. Allí juega
un papel muy importante el rol del liderazgo y la necesidad de saber
identificar a quien tiene o representa ese liderazgo dentro del grupo, que
permita tomarlo como un interlocutor válido para llevar adelante un proceso
de resolución de dicho conflicto. Es muy importante tener en cuenta estos
factores, ya que, en muchos casos, los intentos de resolución fracasan por
no realizar una correcta identificación de los actores. Este error lleva a tomar
decisiones o desarrollar estrategias y tácticas equivocadas y,
consecuentemente, a fracasar en la resolución de dicho conflicto, lo que
conduce, a su vez, a su profundización.

Una discusión entre los distintos autores que han trabajado acerca del
conflicto y sus actores tiene que ver con la existencia de conflictos bipolares
o con multiplicidad de actores. En este sentido, existen opiniones divididas
al respecto, ya que, por un lado, se encuentran aquellos que defienden la
postura de que los conflictos son siempre bipolares, es decir, de dos actores
por bando (dentro de esta postura podríamos enrolar al profesor Entelman)
y, por otro lado, nos encontramos con aquellos autores que sostienen que
los conflictos pueden ser tanto bipolares, como con una multiplicidad de
actores integrantes.

Aquellos que sostienen la primera postura manifiestan que cuando un


conflicto tiene múltiples actores con objetivos incompatibles, se perfilan
inicial o progresivamente en dos bandos, dentro de los cuales se agrupan
todos los miembros de la relación. Aun cuando entre los integrantes de uno
de los bandos haya diferencias u objetivos incompatibles en otros aspectos
de la relación, muy probablemente estos queden a un lado hasta tanto se
resuelva este punto que, en definitiva, los encuentra unidos frente a un
adversario. Esta situación es muy común de encontrar en los conflictos
internacionales. Así, por ejemplo, si te pusieras a pensar en el caso de la
Segunda Guerra Mundial, esto se nota claramente al visualizar cómo los
numerosos actores que intervinieron fueron nucleándose dentro de una de
las posturas centrales, que finalmente acabó constituyendo dos bandos, aun
cuando entre los integrantes de cada uno de ellos existían importantes
diferencias.
La conciencia del conflicto por parte de sus actores
En este aspecto se pretende analizar e identificar, siempre con la finalidad
de adoptar una decisión y encontrar estrategias para poder intentar resolver
el conflicto, si los actores tienen conciencia de que son parte de un conflicto
determinado y cuáles son sus percepciones de él.

La conciencia debe ser entendida, recuperando las conceptualizaciones de


Remo Entelman, como “el producto de un acto intelectual en el que un actor
admite encontrarse con respecto a otro actor en una relación en que ambos
tienen, o creen tener, objetivos incompatibles” (Entelman, 2005, p. 89). Es
importante distinguirla de lo que se denomina percepción, ya que esta “es
el contenido con que acceden a nuestro intelecto los datos externos de la
realidad, relativos a fenómenos como conductas, actitudes, pretensiones,
intensiones, etc., pero no son producto de un acto intelectual o racional”
(Entelman, 2005, https://goo.gl/SJ8Gu3).

Muchos de los autores que tratan este tema se han preguntado si es


necesario que para que el conflicto exista las partes deben tener conciencia
de él, o, por el contrario, si el conflicto existe independientemente de lo que
las partes crean.

Algunos consideran que la conciencia que las partes tengan del conflicto es
un elemento esencial y, en consecuencia, el conflicto no existe sin la
conciencia de las partes. Dentro de esta postura se ubican pensadores como
Max Weber. Por otro lado, autores como Marx ven el conflicto como un
fenómeno objetivo que existe, aunque las partes no tengan conciencia de él.

Desde un punto vista más práctico, autores como Louis Kriesberg (1975) han
presentado el tema de una manera más sencilla y útil para el punto que nos
interesa en este análisis y que tiene que ver con la identificación del
problema para su resolución. Este autor ha tomado dos grandes grupos de
situaciones: conflictivas y no conflictivas. Por otro lado, consideró la creencia
que los actores puedan tener del conflicto, a partir de lo cual destacó que
solo existen dos posibilidades:

1. ambos creen que una relación no es conflictiva;


2. uno de ellos cree que la relación es conflictiva y el otro que no.

A partir de estas concepciones, Kriesberg (1975) desarrolló el siguiente


cuadro:
Tabla 1: Creencia de las partes acerca de la situación objetiva

Fuente: Entelman, R. (2005). Teoría de conflictos p.92 Tomado del autor Kriesberg, L. (1975).
Sociología de los conflictos sociales. Madrid, ES: Trillas.

Desde un aspecto práctico, este cuadro de situaciones es muy útil para


definir la estrategia que se deberá llevar adelante para tratar el conflicto y
buscar su resolución, sin tener la dificultad de caer en la discusión acerca de
su existencia o no a partir de la conciencia que las partes tengan de él.

De este modo, en la situación 1, donde ambas partes tienen objetivos


incompatibles y son conscientes de esto, no será necesario desarrollar
trabajos de concientización sobre ninguno y se podrá avanzar en identificar
el problema y seleccionar el método más apropiado para su tratamiento y
resolución.

En la situación 2 y 3, donde, existiendo una situación conflictiva, una parte o


ambas no tengan conciencia de dicha situación, el operador deberá, en
primer lugar, trabajar fuertemente en la concientización de aquel o aquellos
actores que no crean la incompatibilidad de objetivos en la relación, para
que, luego de esto, se pueda trabajar y resolver el conflicto en cuestión. La
primera regla fundamental para resolver un conflicto es asumir que se tiene
uno; caso contrario, es imposible abordarlo. Por ello, en situaciones como
las descriptas en este párrafo, es esencial trabajar en la concientización de
las partes.

Cuando ambas partes crean tener una relación conflictiva, y desde la


realidad no se vea el conflicto (tal es el caso de la situación 4), el operador
tendrá que trabajar sobre los actores, con el fin de que ellos se convenzan
de que los objetivos en la relación no son incompatibles y que existe una
percepción equivocada de los hechos que los lleva a pensar y creer en dicha
incompatibilidad. No es una situación sencilla, porque deberá existir un
cambio de percepción por parte de los actores y aquí el rol que cumplan los
terceros es fundamental.
La situación 5 es similar a la descripta en los escenarios 2 y 3, pero se deberá
trabajar en los términos trazados en el punto anterior, ya que habrá que
colaborar con la parte que percibe una incompatibilidad cuando en realidad
no existe, por lo que es necesario que asuma el error de percepción de los
hechos que lo llevan a percibir un conflicto que no existe.

Y, por último, la 6, que es la situación más sencilla, ya que no genera ningún


inconveniente, debido a que no existe una relación conflictiva y tampoco se
percibe por los actores ninguna incompatibilidad de objetivos en la relación.

En definitiva, este análisis producido por el profesor Kriesberg (1975) nos


permite analizar la conciencia de los actores, tengan una situación conflictiva
o no, y, con ello, determinar cuál es la estrategia que se debe seguir para
poder encauzar el conflicto hacia su correcto tratamiento y posible
resolución.

A su vez, al igual que en el apartado anterior, si el enfoque que se haga sobre


la conciencia que los actores tienen del conflicto no es correcto, el fracaso
en el intento de resolución está asegurado y la profundización del conflicto
será la consecuencia directa de ese error.
Referencias
Entelman, R. (2005). Teoría de conflictos. [Versión en línea]. Barcelona, ES: Gedisa.
Recuperado de https://es.scribd.com/document/50803353/Teoria-del-conflico-
Capitulo-LOS-ACTORES

Kriesberg, L. (1975). Sociología de los conflictos sociales. Madrid, ES: Trillas.


La escalada del conflicto ¿dónde está el limite?
Fundación Gizagune 09/06/2016

En múltiples ocasiones confundimos el conflicto con un estallido puntual. Es decir, lo equivocamos con
un hecho observable, denominado “hecho crítico”, que constituye una manifestación puntual de la
animadversión. Es lo que coloquialmente conocemos como “la gota que colma el vaso”.
El conflicto es un proceso, no un hecho puntual. Para llegar a ese punto, el conflicto ha transitado un
camino que permite a los adversarios y las adversarias, percibirse como “enemigos” y prepararse para el
ataque. Este proceso se conoce como : escalada del conflicto.

Escalada del conflicto: etapas

Un proceso de escalada no sigue una trayectoria caótica sino que se desarrolla gradualmente (Spillmann
1991).
La etapa primera de la escalada forma parte de la vida cotidiana. Incluso cuando las relaciones son
buenas hay momentos en que las expectativas, las necesidades o las ideas opuestas
provocan conflictos. Estos sólo pueden resolverse procediendo con suma cautela, reflexión y empatía
mutua. En esta fase se adquieren conciencia de las tensiones. Se hace un esfuerzo por hallar soluciones
objetivas con la parte contraria y hay una preparación para comportarse de manera cooperativa. Si por
cualquier razón es imposible llegar a un acuerdo, si una de las partes se obstina en su punto de vista, el
conflicto se intensifica hasta llegar a la etapa siguiente.
La escalada hacia un nuevo nivel, sólo se produce cuando unas de las partes interesadas, deliberadamente
o no, da un paso que no es “aceptable”, en el contexto de esa fase específica de la escalada.
En la etapa segunda, las partes fluctúan entre posiciones de cooperación y competición. Se tiene
conciencia de los intereses comunes, pero los propios deseos predominan y aumentan su importancia.
Aumentan los puntos en disputa, se utiliza la lógica y la comprensión para convencer o disuadir al
adversario. Revisten cada vez más importancia los esfuerzos por imponerse y no permitir ningún
debilitamiento de la propia posición, y se empieza a pensar en dejar el campo de la mera discusión. La
acción realizada por una de las partes lleva a la tercera etapa de la escalada.
En la tercera etapa, se pasa a la acción. La interacción entre grupos se hace más irritable. Se comienzan a
perder las esperanzas de llegar a puntos comunes en una discusión y todas las expectativas se centran en
la acción. Este cambio produce un sentimiento de satisfacción y reducción de las tensiones temporal al
menos. En esta etapa se pretende un cambio en la actitud de la otra parte por medio de la presión, aunque
ninguna se mostrará dispuesta a ningún cambio. Se desarrolla así una contradicción que es muy
característica del procedimiento de escalada: las medidas adoptadas por una parte para provocar una
modificación en la otra, son interpretadas por esta como un ataque.
En esta etapa aumenta dentro del grupo, la presión para unificar opiniones. Es una fase donde la tensión
es elevada, y donde dejan de aceptarse opiniones contrarias con respecto a la interpretación del conflicto.
Las verdaderas causas del conflicto pierden importancia, centrándose la hostilidad en el adversario. Se
comienza a clasificar a la otra parte con estereotipos colectivos negativos como elemento identificador
(fascistas etc.).
En la cuarta etapa ya no se está dispuesto a considerar los pensamientos, sentimientos y la situación de
la otra parte. Es muy característica de esta etapa que desaparecen absolutamente las diferencias
individuales. En esta fase predominan los juicios absolutizados todo lo que no seamos nosotros (o yo) es
malo y necesariamente rechazable. Se amplía la distancia entre los grupos o personas.
En la quinta etapa mediante la amenaza y el temor, ambos contendientes se esfuerzan por mantener el
control total de la situación, agravando más el conflicto. Para conservar la credibilidad y disuadir al
enemigo de recurrir a la fuerza, el grupo se ve obligado a utilizar él mismo la fuerza. A su vez esta actitud
demuestra al grupo amenazado la naturaleza agresiva de amenazante y provoca un contraataque y en
consecuencia una escalada mayor que puede llegar a la agresión física. Se deshumaniza absolutamente al
enemigo. Se pierden todo tipo de escrúpulos éticos en el trato con el enemigo. Curiosamente estas mismas
personas, son capaces de comportarse en su propio grupo como unos seres humanos ejemplares.
Esta fase se denomina “estado de guerra”, porque el objetivo es dañar y nuestra mente ha sido capaz de
construir una versión de los hechos que nos permita sentirnos no culpables de la situación. También es
conocida como “zona de dolor”, porque las personas sufren una convulsión interna que es difícilmente
explicable con palabras, por lo que es fácilmente interpretable, que la situación no es demasiado grave.

Para entender y gestionar las situaciones de conflicto, es necesario conocer este proceso, evitando así
pretender mantener un diálogo constructivo en una fase donde esto no puede darse. Pero sobre todo sería
deseable, poder controlar la animadversión, evitando que llegue a escalar hasta este punto, que produce
un sufrimiento elevado e innecesario. En próximos posts os contaremos cuál es el mejor momento para
que se produzca la desescalada del conflicto.
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año 2009
La relación entre conflictos y poder
The relationship between conflicts and power
número 2

José Antonio Esquivel Guerrero, Francisco Jiménez Bautista


y José Antonio Esquivel-Sánchez
Investigadores del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada (España)
Recepción: 15/05/2008

Aceptación: 17/04/2009

Resumen
En este artículo se estudian y analizan las distintas definiciones de conflicto para inten-
tar determinar que rasgos son comunes a todas ellos. La globalización y las sociedades
complejas hacen que existan distintos niveles de intensidad en los conflictos y que el
rango de situaciones que se producen sea muy amplio, por lo que es importante inten-
tar encontrar los elementos comunes y configurar un modelo metodológico que ayude
a establecer una aproximación a una teoría de los conflictos. Además, se propone la
relación conflicto-poder como un elemento clave en el origen de los conflictos, enten-
diendo el poder como un potencial humano para hacer algo, para conseguir objetivos
específicos e intereses personales o para superar resistencias, que determinan tanto el
surgimiento del conflicto como el posterior desarrollo del mismo en base a los distintos
niveles de poder de que puedan disponer las distintas partes que interactúan. Por último,
se exponen los métodos más usuales de gestión de conflictos analizando la dificultad
de poder desarrollar una teoría general de los conflictos que tenga carácter universal y,
por tanto, la dificultad de explicitar un método general de gestionar, transformar y/o
resolver los conflictos.

Palabras clave: conflicto, gestión de conflictos, poder, teoría de conflictos.

Abstract
In this paper the different definitions of conflict are studied and analyzed to obtain its
common features. The globalization and the complex societies have different levels of
intensity in their conflicts, and the range of situations produced is very wide. Therefore
it is important to find the common elements and configure a methodological model
help us to obtain an approach to a theory of conflicts. The relation between the power
of parties and the origins and management of conflicts is proposed as a key, understan-
ding the power as a human potential to make something, to get specific objectives and
personal interests or to overcome resistances that determine the emergence of a conflict.
Finally, the most usual methods to manage the conflicts are showed, and the difficulty
to design a general Theory of Conflicts with universal amplitude for management,
transformation and resolution of conflicts is analyzed.

Keywords: conflicts, conflicts management, power, theory of conflicts.

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La relación entre conflictos y poder

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1. Introducción
El conflicto es consustancial al ser humano, constituyendo un factor importante en la
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evolución de las sociedades. Los restos arqueológicos muestran la evidencia de conflictos


ya desde la Prehistoria, tanto a gran escala (luchas entre distintas partes) como a escala
individual (Guilaine y Zammit, 2002), indicando que los conflictos han constituido
y constituyen un factor muy importante en la evolución de las sociedades humanas, y
han acompañado a la humanidad desde la Prehistoria.
El concepto de conflicto abre grandes posibilidades de estudio, análisis y diagnóstico
por su relación con las necesidades humanas, las percepciones, las emociones, los deseos,
etc. En este sentido, el conflicto puede ser entendido como una regeneración de las
sociedades humanas (Morín, 2005), lo que conduce a que el conflicto no solamente
es un factor de distorsión sino que incluye también el germen de la paz. Por tanto, el
conflicto posee tanto la vertiente de crisis como la de oportunidad de cambio, tanto la
idea de enfrentamiento como la de mejorar situaciones y relaciones, lo que convierte
a los conflictos en procesos que pueden conducir a distintos resultados según sean su
desarrollo y la metodología utilizada para gestionarlos.
Una variable de gran importancia que constituye una constante en la aparición de los
conflictos es el poder, entendido desde una óptica más actual como un potencial humano
para hacer algo, para conseguir objetivos específicos e intereses personales, para superar
resistencias, para intentar conducir una situación conflictiva hacia un resultado favorable
a los intereses propios, etc. La utilización del poder puede determinar entonces tanto el
surgimiento del conflicto como el posterior desarrollo del mismo, aún cuando puedan
existir otras motivaciones en la aparición de los conflictos.
Aunque es bastante común que se utilice el poder en alguna de las fases de casi todos los
conflictos, es en los conflictos de alto nivel, fundamentalmente políticos y geopolíticos,
donde el poder se ha utilizado con mayor profusión. En los últimos tiempos, sobre todo
en las sociedades más desarrolladas, cada vez es más usual la utilización del poder como
elemento clave en conflictos de nivel más cotidiano (por ejemplo, en los conflictos de
divorcio, en los que cada parte utiliza sus opciones de poder, incluso acerca de los hijos,
para conseguir sus fines).
Las relaciones entre conflicto y poder originan debates que son complejos, lo que
implica la utilización de la teoría de la complejidad en el análisis de estas relaciones;
ya desde la Arqueología se ha establecido que el poder, esencialmente entendido como
control de recursos, ha jugado un papel esencial: cuanto más compleja se vuelve una
sociedad, mayor influencia tiene éste, y viceversa (Childe, 1950; Chapman, 1990),
aunque su metodología de actuación puede modificarse a lo largo del tiempo. En pri-
mer lugar, la idea más aceptada concibe el conflicto en un ámbito que incluye tanto
la contraposición de intereses, percepciones y valores, como la necesidad de satisfacer
las necesidades humanas, aspectos que están presentes casi siempre en las sociedades
y relaciones humanas. Por lo tanto, los conflictos están presentes en el tiempo y en el
espacio, ya que nuestra realidad y existencia se inscriben en un tiempo y en un espacio
(Foucault, 1992), llegando incluso a la posición de algunos autores que expresan que
todo lo que no se circunscriba a estas dos condiciones no existe para el conocimiento, como
expresa Kant en su Crítica de la razón pura.

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A veces el conflicto se percibe como algo negativo que hay que eludir. Esta idea puede
estar basada en factores como: a) los conflictos se suelen relacionar con la forma en
que se suele afrontar o ‘resolver’, es decir, la conquista, la violencia, la anulación o la
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destrucción de una de las partes, y no en la consecución de una solución justa y mutua-


mente satisfactoria (Rapoport, 1995), b) todas las formas de enfrentarse a un conflicto
requieren un esfuerzo importante y una inversión de tiempo muy grande, además de
que, a veces, no es excesivamente agradable, y c) la mayoría de las personas, incluidos
los investigadores, perciben que no han sido educadas para afrontar los conflictos de
una manera positiva y, por tanto, no disponen de herramientas y recursos adecuados
(Jiménez, 2004).
El conflicto es consustancial al ser humano como ser social que interacciona con otros
seres humanos con los que discrepa, y que tienen intereses, percepciones, valores y
necesidades contrapuestas. Es además ineludible y tiene una dinámica propia. En este
sentido, la diversidad desde la cooperación y la solidaridad es una fuente de crecimiento
mutuo, pero la diferencia también conlleva contraste y, por tanto, divergencias, disputas,
diferencias de pareceres, y conflictos (Schelling, 1980). Además, uno de los mecanismos
más importantes de avance social son los conflictos frente a estructuras injustas, lo que
indica su importancia como instrumento de transformación social.
En la actualidad, los conflictos tienen un ámbito más global e interdependiente del que
han tenido en épocas históricas anteriores, con influencias a escala planetaria y conse-
cuencias para gran parte de la humanidad, ya sea directa o indirectamente (Higgott y
Reich, 1998). En este sentido, las características básicas de los conflictos actuales pueden
resumirse en las siguientes:
- Los conflictos han aumentado su ubicuidad y surgen en cualquier lugar del mundo.
- Involucran a una amplia variedad de partes, desde personas a título individual, familias,
grupos humanos, instituciones, colectividades, etc., hasta llegar a los macro-conflictos
protagonizados por naciones o estados, e incluso los mega-conflictos entre civilizaciones,
entre religiones, e incluso una mezcla de ambas.
- Aparecen de forma sutil y oculta o son públicamente explicitados. Naturalmente,
entre ambos extremos surge una amplia gama de conflictos que comparten, en mayor
o menor grado, ambas características.
- Pueden incluir o no violencia directa (verbal, psicológica y física). En la actualidad,
la mayor parte de los conflictos se desarrollan sin que intervengan acciones violentas
(directas, estructurales y/o culturales), aún cuando los conflictos de tipo geopolítico,
étnico, etc., suelen tener un gran componente de tipo agresivo.
- La tipología contextual de los conflictos actuales es muy grande: conflictos familiares,
raciales, étnicos, religiosos, jurídicos, sociales, internacionales, geopolíticos, de vecindad,
por motivos de riqueza, de propiedad, etc.
Y, aunque los conflictos son los motores y las expresiones de las relaciones entre los
seres humanos, la resolución, gestión, transformación, etc., de los mismos exige una
interdisciplinareidad que tome sus bases teóricas tanto de disciplinas de tipo social, por
ejemplo: la Historia, la Geografía, la Antropología, la Psicología, la Sociología, etc. como

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de disciplinas más alejadas como: la Economía, las Matemáticas o la Arqueología, en un
intento de comprender al ser humano y sus sociedades a través de los conflictos que se
generan o en los que se han involucrado en el presente y en el pasado (Burton, 1993).
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2. ¿Qué es un conflicto?
Aún cuando está muy extendida la noción de “conflicto asociado a violencia”, esta idea
es bastante anticuada y proviene de los primeros conflictos analizados en los años 60, y
en algunas tradiciones orientales, especialmente la china, el conflicto se presenta siempre
de forma bifurcada (como crisis o alternativa). En la actualidad, la noción de conflicto
abarca aquellas situaciones en la que dos o más partes tienen intereses opuestos acerca
de algo, y cuyo desenlace no suele ser una resolución definitiva sino que constituye una
etapa más o menos duradera en el desarrollo del mismo, que puede resurgir de nuevo en
términos similares o distintos a la vez anterior. Naturalmente, a veces se produce el cierre
de un conflicto, de forma que dicho conflicto desaparece definitivamente, generalmente
al desaparecer las causas que lo originaron o al modificarse los intereses de las partes.
La palabra conflicto puede significar cosas bastante diferentes en distintos contextos.
Por una parte, puede referirse a una incompatibilidad en los objetivos, metas, o inte-
reses de dos o más individuos, grupos, u otras unidades denominadas “actores”, y por
la otra puede referirse a un tipo de conducta, incluyendo una propensión para hacer
daño, perjudicar, hacer fracasar, o destruir a algún otro actor o actores (Ogley, 1999).
Esta distinción fue realizada por Robert Axelrod (Axelrod, 1970) distinguiendo entre
“conflicto de intereses” y “conducta conflictiva”. El conflicto de intereses aparece en
una gran parte de situaciones de la vida humana y no tiene, en sí mismo, un carácter
negativo o destructivo. Muchas veces surge la confusión entre ambos conceptos sin
tener en cuenta que su ocurrencia puede o no ser explicable en términos de incompa-
tibilidad de objetivos, metas, o intereses, y que puede ser incluso totalmente unilateral
(Ogley, 1999).
La Investigación para la Paz (Peace Resarch) y la investigación en la teoría de los conflic-
tos (Conflict Resolution) han proporcionado varias definiciones que intentan ser de tipo
universal y abarcar el máximo posible de conflictos, entre las que pueden destacarse:
- “El conflicto consiste en un enfrentamiento intencionado entre dos seres o grupos de
la misma especie que manifiestan una intención hostil entre ellos, generalmente acerca
de un derecho y que, para mantener, afirmar o restablecer este derecho, intentar eliminar
la resistencia de la otra parte usando eventualmente la violencia, lo que podría llevar al
aniquilamiento físico del otro” (Freund, 1983; cf.: Entelman, 1999).
- “Conflicto es el intercambio intencionado de sanciones negativas o conductas punitivas
entre dos o más partes” (Blalock, 1989).
- “Conflicto es una situación de competición en la que las partes son conscientes del
potencial de futuras posiciones y cada parte desea ocupar una posición incompatible
con los deseos de la otra parte” (Boulding, 1962).
- “Conflicto es una especie o clase de relación social en la que hay objetivos de distintos
miembros de la relación que son incompatibles entre sí” (Entelman, 1999).

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- “Conflicto es la presencia de intereses divergentes o percepciones incompatibles entre
personas o grupos, y el deseo de seguir una conducta proporcionada a estas percepcio-
nes” (Bercovitch, 1999).
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Estas definiciones abarcan distintos aspectos de la conflictividad, pero existen ciertos


rasgos comunes a todas ellas:
- La existencia de un conflicto exige una intencionalidad en cada una de las partes
para actuar de una determinada manera, aún a sabiendas de que será incompatible, en
algún grado, con los deseos de la otra parte. Este hecho elimina que un conflicto surja
de forma espontánea, sin ninguna intencionalidad. Naturalmente, esto no implica que
alguna de las partes tenga la intención de producir un conflicto, aunque la mayoría de
los conflictos se provocan cuando una parte intenta la consecución de algún objetivo
o alguna utilidad personal que se contrapone, en una u otra medida, a los objetivos o
utilidades de la otra.
- La existencia de un conflicto precisa de competición, es decir, de la existencia de algún
recurso, entendido en sentido amplio, que deseen alcanzar ambos oponentes y que
constituye el elemento que ocasiona el enfrentamiento, aún cuando a veces solamente
sea una estrategia de enfrentamiento que enmascara otros objetivos o utilidades no
claramente explicitados a simple vista.
- Las posiciones deben ser opuestas aunque no incompatibles (el que algunos autores
hablen de incompatibilidad quizá provenga de enfrentamientos más belicistas, es decir,
de conflictos estrictamente competitivos). En general, ambas partes desean conseguir
todo o parte de una misma cosa, y de ahí proviene la competición; sin embargo, es
usual que se pueda prescindir de una parte de ese algo deseado a cambio de poder con-
seguir otros objetivos de distinto orden (incluso, en algunas situaciones, el objetivo de
un conflicto es el restablecimiento de relaciones previas sin pedirlo expresamente, o a
veces el conflicto es el método para conseguir reactivar o establecer negociaciones que
desea alguna de las partes).
En la mayoría de los casos se observa cómo no existe un único factor, sino que un
conflicto está determinado por una cantidad importante de factores, por lo que en los
inicios del siglo XXI y en base a los medios de comunicación e información existentes,
se puede disponer de más posibilidades que nunca para conocer y entender las raíces
de los conflictos (Fisas, 1998).
Los modelos de análisis de conflictos comparten un factor común a todos ellos: son
modelos causales, es decir, solamente admiten la influencia del azar como un factor de entre
varios que pueden actuar en el desarrollo del conflicto y en las acciones y estrategias que lo
conforman, pero lo eliminan de la génesis del conflicto. En este sentido las utilidades, rea-
les o percibidas, que inducen a originar o participar en un conflicto, pueden resumirse
según (Brams y Kilgour, 1988; Blalock, 1989):
- La utilidad asociada a la finalidad de alcanzar objetivos específicos relacionados con la
otra parte (por ejemplo, obtener concesiones de la otra parte, conseguir una parte del
territorio del oponente, controlar recursos, aumentar el poder de influencia, etc.).
- La utilidad asociada a las agresiones (físicas, psíquicas o de cualquier otro tipo) del
oponente, que provocan una escalada en el conflicto ya iniciado o producen la inicia-
ción de un conflicto (por ejemplo, en los conflictos asociados a un proceso de divorcio,

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es usual que alguna o ambas partes intenten predisponer a los hijos o a la familia con
respecto a la otra parte).
- La utilidad asociada a conseguir ganar status y reconocimiento como resultado de la
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participación en el conflicto (tiene cierta relevancia en política internacional, sobre todo


por parte de países medianos que se alían con una de las partes en conflicto, usualmente
la de mayor poderío, en un intento de aumentar su status frente a otros países).
Por ello, las soluciones a los conflictos estructurales no son fáciles de plantear y resolver
en el seno de una sociedad dominada por tantos intereses cruzados y por las dificultades
de concertar políticas que, a largo plazo, permitan superar determinadas incompatibili-
dades entre los individuos y los grupos humanos. En este sentido, aún cuando no existe
una teoría que abarque los conflictos en toda su dimensión, si han surgido intentos de
establecer las bases teóricas de determinados tipos de conflictos (fundamentalmente
geopolíticos y de relaciones entre estados) y también en aquellos conflictos de tipo social
o que tienen aspectos sociales.

3. La importancia del poder en el surgimiento y desarrollo de los


conflictos
Las consideraciones previas indican que los conflictos están asociados a situaciones en
las que surge un problema de poder en distinto grado, entendiendo el concepto de poder
no en su aspecto más clásico asociado con la geopolítica, sino como la potencialidad que
tiene una o ambas partes para hacer algo en un sentido que pueda favorecerle, en ese
momento o en un futuro, para conseguir objetivos específicos o para superar las resis-
tencias de la otra parte. Incluso se producen conflictos que tienen entre sus objetivos,
y a veces como objetivo único, el de conseguir poder o aumentar el que ya se tiene, y
de esta forma disponer de mayor potencialidad para utilizarlo, en ese mismo conflicto
o en otros futuros, con lo que puede convertirse en objetivo esencial.
Algunos autores llegan más lejos y expresan que el concepto de poder es indispensable
para analizar los procesos sociales, incluyendo los conflictos, y cuantifican el poder
mediante una función multiplicativa P=k·R·D·E basada en las variables recursos (R),
grado de movilización de dichos recursos (D) y eficiencia en la movilización de los
mismos (E) (Blalock, 1989), entendiendo los recursos en un sentido amplio como
medio de los que puede hacerse uso en un conflicto. Otras definiciones más clásicas se
enfocan al poder como influencia. Así, el poder ha sido definido de forma relacional por
Bertrand Russell (Russell, 1938) como “la producción de efectos intencionales”, lo que lo
convierte en una propiedad que puede pertenecer a cualquier persona o grupo. Otra
forma de definir el poder es de tipo dominante “la capacidad de un individuo o grupo
de individuos para modificar la conducta de otros individuos o grupos en la forma que
desee quién lo ejerce” (Tawney, 1937). Más recientemente, desde las Ciencias Sociales
se considera que el poder juega un papel importante en los conflictos, y se define como
“El poder puede conceptualizarse como una interacción mutua entre las características
de una persona y las características de una situación, en la que la persona tiene acceso
a recursos de gran valor y los usa para alcanzar objetivos de tipo personal, relacional o
del entorno, a menudo utilizando varias estrategias de influencia”. Esto implica que el

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poder se entiende en términos de relación, y el poder mismo se distingue de las fuentes
de poder, de la utilización del poder y de las estrategias para desplegar el poder (Boul-
ding, 1993; Aggarwal y Allan, 1995; Coleman, 2000).
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El ejercicio del poder puede llevarse a cabo utilizando distintas alternativas y en distinto
grado, pero siempre es necesario emplear recursos que disminuirán e incluso se agotarán,
y que pueden ser necesarios para conseguir otros objetivos. Las situaciones en las que
se emplearán los recursos que se poseen y en qué grado dependen de los objetivos que
se intentan conseguir, de las creencias de las partes, del apoyo que se pueda obtener de
otras personas o instituciones, de la consideración que tengan las partes en el contexto,
etc. Por otra parte, los recursos de cada parte deben evaluarse no como elementos aisla-
dos con propiedades estáticas e independientes del contexto, sino que hay que tener en
cuenta los objetivos de la parte contraria puesto que un conflicto no es un proceso de
toma de decisiones de forma individual sino que hay que tener en cuenta la interacción
entre las partes, y que cada acción realizada por una de ellas modifica, actúa, influye,
etc. en las acciones de la otra. Es decir, es necesario realizar la evaluación de los recursos
considerando que éstos son elementos dinámicos y que pueden cambiar, ya sea por las
acciones propias o por las de la otra parte. Hay que tener en cuenta que cada conflicto
tiene intereses muy competitivos y en distinto grado, que varían en el transcurso del
mismo, y que están determinados por la naturaleza del proceso del conflicto y de si
los posibles desenlaces del mismo son constructivos o destructivos, en mayor o menor
medida, para alguna de las partes (Deutsch, 1991).
A partir del surgimiento de un conflicto, cada una de las partes intenta hacer prevale-
cer los derechos que considera tener, ya sean reales o solamente percibidos, y en base
a los cuales ha establecido su posición. Los elementos clave para que un conflicto se
desarrolle y se mantenga en el tiempo pueden sintetizarse y resumirse en los siguientes
pasos (Deutsch, 1983):
- Si el conflicto se origina a partir de una situación social anárquica, dificulta en gran
medida la posibilidad de una conducta racional.
- El conflicto tiene una orientación competitiva de ganar-perder (win-lose) que puede
impedir llegar a acuerdos excepto que se disponga de una posición de ventaja.
- La existencia de conflictos internos dentro de cada una de las partes que se expresen
por medio de conflictos externos.
- La realización de juicios erróneos y tener percepciones no realistas.
- La existencia de compromisos incumplidos, que suele provocar una escalada en espi-
ral.
El conflicto sufre una escalada cuando se movilizan los recursos que constituyen la
fuente del poder que pueda tener cada parte, y cuya efectividad depende del grado de
movilización de los recursos y del grado de efectividad de dicha movilización. Es decir,
cada parte intenta ejercer el poder del que dispone de una u otra forma, ya sea para
conseguir unos objetivos inmediatos, ya sea como base para poder continuar ejerciendo
el poder y conseguir otros objetivos a más largo plazo o, fundamentalmente, para dis-
poner de una situación más favorable a sus intereses en el momento en que el conflicto
derive hacia una situación de negociación. A lo largo del conflicto, este esquema suele
continuar en distinto grado. Así, mientras una negociación se está llevando a cabo,

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normalmente en una posición de cierto status quo, una parte que se siente agraviada y
que desea desestabilizar este status quo siente que está pagando los costes del conflicto
debido a la duración de las negociaciones o que la distribución de costes es asimétrica
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(Nicholson, 1991). Estas situaciones van surgiendo a lo largo del desarrollo del conflicto
de forma sucesiva.
Usualmente, cada parte en conflicto utiliza el poder del que dispone para ir consiguien-
do objetivos, parciales o globales, escalando o desescalando el conflicto en base a las
ventajas que percibe al realizar estas acciones. En este sentido, algunas veces se llega a
un punto de no retorno que conduce a que el conflicto se convierta en exclusivamente
competitivo, y entonces es usual que la situación la parte que dispone de menor poder
sea insostenible y, por tanto, se llegue a una solución que casi siempre favorecerá a la
parte con mayor poder. En general, la fase en que cada parte intenta utilizar su poder
finaliza cuando se alcanza una situación extrema en la que ninguna parte puede aumen-
tar la presión sobre la otra, llegando a un status quo negativo para ambas pero que hay
que superar, aunque solamente sea para relajar las tensiones. Es bastante común que la
parte con menor cantidad de recursos realice acciones de escalada de baja o muy baja
intensidad, evitando una acción contundente de la parte más poderosa pero mante-
niendo el conflicto activo de forma permanente hasta conseguir alguna concesión de
la otra parte.
Naturalmente, como potencialidad que es, es habitual que el uso del poder por cada
parte se lleve a cabo de distinta forma. Si alguna de las partes decide, en algún momento,
mantener el status quo del conflicto y no esta dispuesta a alcanzar acuerdos (por ejemplo,
porque piensa que le va perjudicar), las formas más comunes de hacerlo consisten en:
escalar el conflicto mediante acciones que retrotraigan el conflicto a alguna situación
previa de mayor conflictividad, llevar cabo una rotura de negociaciones, exigir condi-
ciones inaceptables para la otra parte, ofrecer intercambios imposibles, mantener la
negociación pero provocar, a otros niveles, la predisposición del contrario a no negociar,
realizar acciones que permitan la obtención de ganancias con la desaparición del status
quo, desear no ser defraudado, etc.
La existencia de una casuística tan variada y compleja implica que no exista una única
forma de alcanzar un resultado negociado. Una de las más utilizadas se basa en que, a
lo largo del proceso de negociación, una o ambas partes alternan acciones de escalada
y desescalada en el conflicto mediante exigencias maximalistas que, al poco tiempo, se
suavizan. De esta forma, se busca obtener concesiones de la otra parte en los momentos
de desescalada para, acto seguido, plantear nuevas exigencias, generalmente maximalis-
tas, y volver a escalar moderadamente el conflicto para conseguir mediante una nueva
desescalada, una parte de estas nuevas exigencias. En este proceso, bastante utilizado,
una parte lucha enconadamente por conseguir que la otra parte le conceda un pequeño
objetivo y, al poco tiempo de haberlo conseguido, plantea nuevas exigencias para con-
seguir otro objetivo, y así hasta conseguir el máximo de concesiones. Los ejemplos en
la vida política española, no solamente desde la existencia de la democracia sin incluso
en la dictadura, son esclarecedores a este respecto.
Por otra parte, a veces se plantea una negociación en un contexto más igualitario, usual-
mente cuando las dos partes tienen poder y recursos de similar nivel, cuando ambas
actúan de acuerdo a los principios de igualdad y reciprocidad, o cuando la que tienen

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un poder mayor decide actuar, unilateralmente o no, de una forma generosa. Estas
situaciones se caracterizan porque la parte o las partes que actúan de esta forma están
expresando su predisposición a llegar a acuerdos, incluyendo o no ofrecer intercambios
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factibles, plantear concesiones admisibles para la parte opuesta, mantener una política
conciliadora sin realizar actos agresivos que pudieran impedir negociar al adversario,
realizar concesiones con la esperanza de obtener concesiones por parte del oponente,
proponer compromisos, obtener ganancias con el mantenimiento del status quo, actuar
para no ser el primero en romper la negociación, etc. Esta forma de actuar constituye
la base para conseguir resolver, gestionar o transformar los conflictos de forma pacífica.
Aquí debemos plantear alternativas de paz, y utilizar como instrumento en la regulación
de los conflictos unos planteamientos éticos de responsabilidad, predicar con el ejemplo
mediante una agenda concreta de compromisos entre todos los individuos y fuerzas
sociales, desterrar los comportamientos corruptos, resolver los conflictos de intereses
mediante el diálogo y la negociación, y dar prioridad a los problemas sociales. Habría
que acabar con la impunidad de las autoridades públicas y de todos los poderes fácticos,
y propiciar la capacidad humana de los ciudadanos para ejercer el debido control del
poder (Jiménez, 2004, 2007, 2009).

4. Modelos de análisis de conflictos


Los conflictos varían mucho entre sí por el contexto social en que ocurren, por los recur-
sos y medios utilizados durante la escalada y desescalada del mismo, por los problemas
y situaciones que los originan, y por los recursos que utiliza cada parte. Una revisión
básica a los tipos de conflictos más usuales proporciona los indicios que apuntan a la
dificultad de establecer y desarrollar una teoría unificada de conflictos. Aunque existen
diversas clasificaciones de los conflictos basadas en aspectos distintos (recursos utili-
zados, partes que intervienen, nivel de conflictividad, etc.), una de las tipologías más
utilizadas se basa en clasificar a los conflictos en base a las partes que intervienen en el
mismo (Kriesberg, 1999):
- Conflictos entre personas. Los conflictos entre individuos son universales, ya sean inter-
personales, en el seno familiar o dentro de una comunidad, aunque cada parte puede
sentirse a sí misma o ser apreciada por la otra parte como representante de algún grupo
(las personas involucradas en un conflicto interpersonal están insertas en una familia,
una comunidad, etc.).
- Conflictos entre instituciones. En estos conflictos las partes son entidades como partidos
políticos, corporaciones, sindicatos, iglesias o gobiernos, en las que existen unos directi-
vos que representan a todos los miembros en las relaciones externas y tienen autoridad
para alcanzar compromisos en nombre de la institución. Generalmente, las organiza-
ciones que operan dentro de una sociedad civilizada mantienen el respeto a unas reglas
previamente establecidas en sus relaciones. Sin embargo, algunas organizaciones que se
basan en la existencia de una identidad, territorial, étnica, lingüística, o religiosa, pueden
exigir demandas que desafían a las agencias gubernamentales, realizando escaladas en el
conflicto que usan métodos institucionales y no institucionales. Además, muchas orga-
nizaciones sobreviven a los miembros individuales, por lo que tienen la potencialidad
de prolongar un conflicto hasta niveles intergeneracionales.

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- Conflictos entre grupos comunales. Las partes son grupos que interactúan entre sí y
comparten una identidad común, cuyos miembros tienen intereses comunes como
colectividad. A veces sus límites son ambiguos y su estructura es difusa. En general,
número 2

sus intereses son de tipo territorial, étnico, de pertenencia a una clase, de creencias, de
lenguaje, de tipo religioso, de liberación nacional, etc. Suelen ser conflictos duraderos
y muy destructivos (por ejemplo, el conflicto entre blancos y negros en Suráfrica, o
entre serbios y croatas) y, a veces, implican a otras partes, ya sea como intervinientes o
como mediadores.
Prácticamente desde el inicio de las investigaciones acerca de los conflictos han aparecido
modelos teóricos que intentan elaborar una teoría general de los conflictos, basándose
en distintas concepciones del mismo. Diversos autores han propuesto modelos de reso-
lución, de transformación o de regulación de conflictos con pretensiones que abarcan
desde un modelo general causal de los conflictos (Blalock, 1989), hasta una guía para
el trabajador en conflictos (Galtung, 2003).
En general, cada modelo incluye un conjunto de variables que determinan los conflictos,
pero usualmente solamente tienen validez en algunos tipos de conflicto. Algunos autores
han intentado elaborar un modelo de propósito general que abarque todos los conflictos,
desde el nivel micro hasta el nivel macro, pasando por los niveles meso y mega, desde los
conflictos geopolíticos hasta los conflictos familiares e individuales. Sin embargo, estas
propuestas no parecen ser demasiado viables por distintas causas:
- La variedad de tipos de conflictos es tan amplia que cualquier teoría que modelice
todos los conflictos deberá tener, si existe, una complejidad enorme.
- Las teorías existentes se basan en una cantidad muy grande de variables y factores,
que son necesarias para intentar aprehender la realidad y que constituyen la base de la
misma, alcanzando un nivel de complejidad enorme. Además, la aceptación o no de las
variables o factores de cada modelo están lejos de poseer un consenso general, lo que
constituye un inconveniente importante a estos modelos que aspiran a ser algo similar
a una “teoría unificada de conflictos”.
- La variedad en los tipos de conflictos está sufriendo constantes cambios. La transfor-
mación de las sociedades humanas con el transcurso del tiempo modifica los tipos de
conflictos, haciendo que surjan nuevos tipos y que otros desaparezcan o se conviertan
en conflictos de nivel inferior. Este hecho exige que una posible “teoría unificada de
conflictos” deba estar modificándose constantemente y, posiblemente, desechándose y
siendo sustituida por nuevos modelos para adaptarse a los nuevos tipos de conflictos.
- Por último, la amplia variedad de conflictos existente en la sociedad actual exige que
exista una especialización basada en el tipo de conflicto de que se trate. El análisis, la
predicción de posibles desenlaces, la evaluación de las estrategias y acciones de cada
una de las partes, etc. exigen la utilización de modelos muy específicos que se ajusten
lo mejor posible al conflicto de que se trate.
Por estas razones, los autores consideran que es imposible crear un modelo de teoría
de conflictos. Sin embargo, resulta fundamental estimular la creatividad, la empatía y
la noviolencia en un intento de que, al buscar soluciones a los conflictos, prevalezca la
comprensión mutua, la tolerancia y el desbloqueo de posiciones personales e institu-
cionales. En definitiva, es necesario cambiar la percepción de los conflictos y la forma

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de acercarse a ellos. Incluso en un mundo “egoísta” es posible el surgimiento de la
número 2 cooperación como método duradero de convivencia pacífica (Axelrod, 1986).

5. Resolución, regulación, transformación de conflictos


Habitualmente, un conflicto que ya ha surgido continúa hasta que ocurre una de tres
situaciones básicas: 1) una de las partes impone sus tesis sobre las propuestas de la otra
parte, el clásico resultado ganar-o-perder (win-lose), y la otra acepta esta situación aunque
el conflicto permanezca larvado, 2) el conflicto llega a una situación en la que las partes
deciden, por distintos motivos (cansancio, haber gastado una gran cantidad de recursos
y energía, el conflicto no muestra indicios de ser resuelto, se ha alcanzado un impasse,
las partes no quieren aceptar costos posteriores, etc.) romper el punto muerto e intentar
una solución que permita obtener algunos beneficios para ambos, o 3) el conflicto se
desactiva, al completo o momentáneamente (Bercovich, 1999).
La salida no violenta del conflicto puede llevarse a cabo mediante distintas opciones
según el conflicto de que se trate, aunque tenga aspectos constructivos y destructivos
(Deutsch, 1973). De entre las opciones de resolución o transformación de conflictos,
las más deseables son las que propician una resolución o una transformación pacífica
de los conflictos (Galtung, 1997; Vinyamata, 1999, 2003). Estas opciones pueden
resumirse en:
- Negociación. Un proceso de gestión de un conflicto en el que solamente las partes
envueltas en el mismo intentan discutir, directa o indirectamente, los problemas que
los separan, y como alcanzar de la mejor forma posible una decisión conjunta acerca
de estos problemas (Bercovitch, 1999). Habitualmente el conflicto se ha llevado a un
grado importante de escalada y ambas partes desean llegar a un status quo que resuelva
el conflicto, ya sea definitivamente o sólo temporalmente. Por ejemplo, los conflictos
USA-URSS finalizaban en negociaciones que resolvían momentáneamente el enfren-
tamiento, aún cuando al cabo del tiempo volviera a resurgir un nuevo conflicto entra
las partes.
- Tribunales judiciales. Se basa en la intervención de un poder superior con capacidad
ejecutiva reconocida y respetada, es decir, una autoridad. Esta situación se plantea en
aquellos casos en los que hay una institución de orden superior a las partes enfrentadas
en al conflicto, que tiene capacidad de imponer sus decisiones por ser una institución
de autoridad reconocida y cuyas decisiones son respetadas. El conflicto se plantea ante
esta autoridad cuando alguna de las partes considera que es la única forma de conseguir
solucionar el conflicto de una forma estable. Así ocurre en la sociedad civil, en la que
la máxima autoridad en conflictos ciudadanos es la judicial: los conflictos que desem-
bocan en la intervención judicial llegan a esta instancia debido a que las partes no han
conseguido o no han querido alcanzar un acuerdo entre ellas.
A nivel de conflictos internacionales existen instancias no judiciales como la Corte
Europea de Derechos Humanos o la ONU. Sin embargo, estos organismos no tie-
nen capacidad ejecutiva (por ejemplo, los Estados no tienen obligación de cumplir las
directivas de la ONU, y no suelen hacerlo cuando les perjudica a sus intereses), además
de mantener una estructura dominada por las naciones que tiene derecho a veto sobre
cualquier decisión o condena que se plantee. También, puesto que la adscripción es
voluntaria, es usual que una nación se retire del organismo cuando no se cumplen sus

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expectativas y deseos: la retirada de USA de la jurisdicción de la Corte Internacional de
Justicia en 1985 debido a la acción nicaragüense contra este país fue una clara evidencia
(Jeong, 1999).
número 2

- Mediación. Es un tipo de gestión de los conflictos en el que una persona ajena al


mismo, o tercera parte, interviene en el conflicto, de una forma voluntaria y no coer-
citiva, para detener sus tendencias destructivas. Constituye una forma pacífica de reso-
lución, transformación o gestión de los conflictos, mediante la cual las partes deciden
de forma voluntaria recurrir a una persona o institución que ayude a las partes en la
negociación y manejo de su propio conflicto; sin embargo, no existe compromiso de
cumplimiento de los acuerdos que puedan alcanzarse.
El objetivo primario del mediador consiste en facilitar la finalización del conflicto y
ayudar a las partes a alcanzar un acuerdo mutuamente aceptable, aunque existen dis-
tintas estrategias de mediación (Bush y Folger, 1993).
Como características de la mediación pueden citarse su flexibilidad, su voluntarismo
y su carácter ad hoc, además de que se practica en una amplia variedad de escenarios.
El término también se utiliza de forma distinta por diferentes personas, algunas de las
cuales pueden trabajar como “mediadores privados”, mientras que otros pueden operar
dentro de una estructura institucional o estatal.
La elección de una estrategia apropiada y las tácticas relacionadas deben intentar con-
seguir alguno de los objetivos centrales de la mediación, a saber: a) cambiar el entorno
físico del conflicto (por ejemplo, manteniendo el secreto o imponiendo límites de tiem-
po, como hizo el Presidente Carter en Camp David); b) modificar la percepción de lo
que es un riesgo (por ejemplo, estructurando una agenda, identificando y condensando
nuevos problemas), c) cambiar la motivación de las partes para alcanzar un desenlace
pacífico (por ejemplo, utilizando una presión sutil) (Bercovitch, 1999).
- Otras alternativas. Existen otros métodos de gestión de conflictos, utilizados en dis-
tintas épocas y/o por distintas culturas (Jeong, 1999):
- Tribunales no formales. Son similares a los tribunales formales pero intentan solucionar
los conflictos de una forma menos estricta. Las partes no pueden escoger al juez o al
jurado que decide el veredicto. Las decisiones son formales y, generalmente, forzosas,
y los argumentos judiciales se guían por los precedentes y las normas legales en lugar
de un análisis de los valores y necesidades de lo litigantes. Las partes pueden presentar
sus casos a través de declaraciones, de testificaciones, y del testimonio de partidarios.
El consejo no tiene ningún medio de obligar a aceptar su decisión, pero sus decisiones
son usualmente aceptadas porque los litigantes respetan el status quo de los miembros
del consejo y la comunidad apoya el procedimiento del consejo.
Como ejemplos puede exponerse a los denominados “jueces de paz” que hay en los
pueblos pequeños de España, en los que se elige a una persona del pueblo, de reconocido
prestigio y respeto, al que se acude en primera instancia para resolver pacíficamente los
pleitos (por ejemplo, en conflictos de herencias de tierras e inmuebles, en los que se
puede realizar una primera valoración para realizar un reparto justo; también interviene
en discusiones de lindes de fincas, etc.)
Otro antiguo ejemplo de tribunal no formal son los concejos tribales. A nivel interna-
cional, organismos como la Corte Europea de Derechos Humanos puede proteger los

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derechos civiles de los ciudadanos individuales permitiéndoles demandar a su propio
gobierno.
- Arbitraje. Es un sistema judicial en el que las partes eligen una persona de confianza
número 2

que, después de una audiencia en la que cada parte exponen argumentos, contestan a
la otra parte y responden a las preguntas del árbitro. No se requiere buena voluntad,
confianza, ni cooperación entre las partes, y las decisiones del árbitro pueden ser de tipo
asesor o de tipo ejecutor si las partes así lo acuerdan. Los árbitros deben preocuparse de
la limpieza, la imparcialidad, la equidad, la buena conciencia, los méritos de la causa,
y la justicia natural.
Los casos apropiados incluyen tanto cuestiones de interpretación legal como la eva-
luación técnica de problemas en áreas tales como los daños en propiedades, contratos
comerciales, etc. En los conflictos laborales internacionales, la Organización Mundial del
Comercio tiene bastante autoridad y, aunque algunas decisiones sólo tienen un efecto
asesor, las partes pueden firmar un acuerdo formal para aceptar las decisiones.
- Defensores del pueblo. Son organismos de defensa de las personas ante las instituciones
que protegen a los individuos contra el posible abuso de las instituciones. Los principales
objetivos son la protección de los derechos de los clientes de la organización de que se
trate, como los niños, los estudiantes de una universidad, los empleados, los presos, los
pacientes del sistema de salud, etc. La idea básica es la noción de que todo poder debe
ser responsable ante el público.
La independencia política es importante, y el procedimiento es normalmente objeti-
vo, informal, barato, y rápido. Tienen el inconveniente que suelen ser nombrados y
dependen económicamente de la propia institución. Como ejemplos pueden citarse los
defensores de los lectores de periódicos, o los programas de radio y en los que se tratan
quejas individuales. Una figura importante es la del Defensor del Universitario, figura
que existe en el ámbito universitario y que se encarga de solucionar los conflictos entre
las personas individuales y la institución universitaria (usualmente son quejas de la per-
sona que considera que ha sufrido un trato no adecuado por parte de la institución).
- Elaboración negociada de reglas. Suele utilizarse cuando hay múltiples partes que defien-
den problemas complejos, a veces con los mismos objetivos pero con diferentes formas
de conseguirlos. Es necesario un proceso colaborativo de toma de decisiones, y el con-
senso se alcanzará cuando todos sientan que es fundamental apoyar la decisión de forma
activa, lo que permite considerar que la decisión es una victoria para todos.
En la fase inicial se discute la naturaleza de los problemas y se analizan los consejos de
especialistas, lo que ayudará a evaluar el alcance de los problemas y explorar las opciones
disponibles. Tiene el inconveniente que cuando alguna de las partes, sobre todo las que
tienen poder e influencia internacional, no está de acuerdo con las resoluciones de la
mayoría, simplemente abandona el sistema (por ejemplo, así ha ocurrido con las normas
de la Cumbre Medioambiental de Río de Janeiro de 1992).
Un ejemplo clásico es el Acta de Limpieza Aérea propiciado por la Agencia de Protección
Medioambiental del gobierno USA, que determina las multas a los fabricantes de piezas
de camiones que contaminan el aire, violando las normas de la industria. Otro caso es
la Conferencia del Mar, que discutió la localización de recursos minerales en el fondo
del mar. En la Cumbre Medioambiental de Río, en el año 1992, a lo largo del proceso

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se unieron los problemas de libre comercio con aquéllos de protección de especies en
peligro y de la preservación de recursos.
- Taller de resolución de problemas. Se enfoca a capacitar y preparar a las partes para
número 2

identificar y entender las necesidades de los demás, mediante encuentros confidenciales


de representantes de las partes y consultores desinteresados para analizar las causas del
conflicto y examinar las condiciones para su resolución. Los participantes ideales en un
taller son individuos influyentes dentro de sus respectivas comunidades. El análisis de
la situación conlleva una nueva definición de la relaciones, y los participantes pueden
desarrollar papeles alternativos, primero como analistas y después como partes.
Los talleres de resolución de problemas pueden mostrarse eficaces en conflictos enquis-
tados con una larga historia de hostilidades intensas. El éxito del taller depende de
conseguir la transformación de las relaciones entre adversarios que lo son desde hace
mucho tiempo, y de que las informaciones producidas deben ser capaces de mantenerse
en un proceso oficial, lo que supone un inconveniente considerable.

6. Conclusiones
El origen de los conflictos necesita ser abordado, fundamentalmente, a partir de una
adecuada comprensión de la conducta humana, y ya desde la Prehistoria los conflictos
están indisolublemente unidos a la evolución de las sociedades humanas. Aunque existe
una amplia variedad de conflictos que, además, se producen en muy diversas situaciones,
los aspectos comunes pueden establecerse como: intencionalidad de una o de ambas
partes, y la existencia de competición y de posiciones opuestas. Estos rasgos se produ-
cen en distinto grado, lo que permite considerar cada conflicto como algo específico y
difícilmente generalizable.
De aquí que un elemento de gran importancia asociado a los conflictos sea el poder y los
recursos de que dispone cada parte, entendidos como potencialidad para llevar a cabo
acciones que modifiquen el conflicto, y que usualmente son utilizados como estrategia
para conseguir los objetivos que dicha parte considera legítimos. En esta situación es
necesario evaluar el poder y los recursos disponibles para cada parte en el conflicto,
aunque entendiendo el conflictos como un proceso dinámico en el que las acciones que
lleva a cabo una de las partes están determinadas por la percepción que posee la otra
parte, ya sean reales o solamente percibidas, y están condicionadas por las acciones y la
potencialidad de la otra parte (Rapoport, 1974).
La utilización del poder y los recursos de las partes determina la evolución del conflicto
mediante acciones de escalada y desescalada, amenazas, etc., que se llevan a cabo para
conseguir tanto objetivos concretos como mejores posiciones en el momento de alcanzar
un proceso de negociación, mediación, arbitraje, etc., del conflicto. Las acciones que se
llevan a cabo y la intensidad de las mismas permiten predecir en gran medida la actitud
de cada parte en el conflicto. En este sentido, una vez que el conflicto ha llegado a un
impasse por el motivo que sea (voluntad de alcanzar acuerdos, cansancio, extensión en
el tiempo, agotamiento de recursos, creer que se dispone de una buena posición, etc.)
es cuando se puede comenzar un proceso de resolución o transformación pacífica del
conflicto mediante alguno de los métodos negociadores (Galtung, 1997) (negociación
entre partes, mediación de un tercero, recurso a los tribunales judiciales, arbitraje, etc.)
que se establezcan o que ya estén establecidos.

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Estos resultados explican la dificultad de llevar a cabo el diseño y desarrollo de una teoría
que permita explicar todos los conflictos. En los casos en que se ha intentado, la gran
cantidad de factores y variables que intervienen en el modelo no ha suscitado el apoyo
número 2

unánime de los investigadores, y en este trabajo se ha expresado la dificultad de una


Teoría General Unificada de Conflictos que explique todos los conflictos, fundamen-
talmente debido a la amplia variedad de los conflictos, su ámbito de actuación, el nivel
del conflicto, etc. Parece más factible desarrollar modelos teóricos a menor escala que
estén diseñados para modelizar a cada uno de los distintos tipos de conflicto. Esto exige
la realización de tipologías de conflictos perfectamente determinadas, en las que cada
conflicto se clasifique y ajuste o mejor posible a un tipo o subtipo específico, lo que quizá
permita posteriormente unificar algunos modelos simples en otros más sofisticados.
En este sentido, la exposición de una gama amplia de teorías y de aspectos prácticos es
importante para el desarrollo en la regulación de los conflictos y en los mecanismos de
resolución (Jeong, 1999), lo que abre un amplio campo de investigación en el futuro.

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José Antonio Esquivel Guerrero, Doctor en Matemáticas por la Universidad de Granada,


profesor Titular del Dpto. de Prehistoria y Arqueología, Investigador del Instituto Andaluz
de Geofísica y Colaborador del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de
Granada. En el área de los estudios de Paz y Conflictos, las investigaciones han estado diri-
gidas a analizar los conflictos y la cooperación desde el punto de los métodos estadísticos y
matemáticos, fundamentalmente a través de modelos basados en la Teoría de Juegos, tanto
como elemento de análisis de conflictos y como respecto al surgimiento de la cooperación
y los métodos pacíficos de regulación de conflictos. esquivel@ugr.es
Francisco Jiménez Bautista, Diplomado en Ciencias Humanas y Licenciado en Filosofía
y Letras (sección Geografía e Historia) por la Universidad de Granada; Doctor en Huma-
nidades por la Universidad de Almería. Profesor de Antropología social e Investigador del
Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada. Sus líneas de investi-
gación son: Teoría e historia de la paz y los conflictos; Antropología urbana y exclusión
social; y, Conflictos culturales, migraciones y racismo. Entres sus múltiples artículos y
libros destacan: Juventud y Racismo (1997); Las gentes del área metropolitana de Granada.
Relaciones, percepciones y conflictos (2004); Hablemos de paz (2007) y Saber pacífico: la paz
neutra (2009). fjbautis@ugr.es
Francisco Javier Esquivel Sánchez, Licenciado en Ciencias y Técnicas Estadísticas por la
Universidad de Granada, en posesión del Diploma de Estudios Avanzados en estadística y
en proceso de realización de su tesis Doctoral. Investigador en análisis de datos y en apli-
caciones de los métodos estadísticos y matemáticos en distintas disciplinas, entre ellas las
aplicaciones de la Teoría de Juegos a la investigación para la Paz. jesquivel@ugr.es

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Motivos de
conflicto

Mediación,
Arbitraje y
Negociación
1

1
Motivos de conflicto
Todos los conflictos tienen determinadas causas que le dan origen y estas se
encuentran relacionadas con lo que las partes pretenden obtener, o las
cuestiones que están en juego en ese determinado conflicto.

Existen muy variados análisis y clasificaciones en la doctrina acerca de estos


motivos o causas. A continuación, se desarrollan algunos de ellos.

La Sociedad de Altos Estudios Jurídicos Empresariales Euroamericanos


(SAEJEE Business School) considera que los motivos de los conflictos se
pueden clasificar de la siguiente forma:

1) los bienes en juego


2) los principios en juego;
3) el territorio en juego (SAEJEE Business School).

Los bienes en juego: es, probablemente, el elemento de disputa en un


conflicto de más fácil individualización, ya que tiene que ver con un
elemento material, y la posesión de ese bien significa para las partes una
ganancia material y de allí su disputa.

Cuando lo que se encuentra en juego son bienes, se trata de conflictos cuya


resolución, en principio, es más sencilla o posible, porque aquellos pueden
ser traducidos a un valor económico y, además, susceptibles de ser divididos.

Los principios en juego: a diferencia de los bienes, los principios son


elementos no materiales y, por lo tanto, no tangibles y no divisibles, como,
por ejemplo: la religión, las convicciones, los valores morales, categoría
social, etcétera.

Se sostiene a menudo que los principios son innegociables, aunque es cierto


también que, cuando el costo de sostenerlos es muy elevado, suelen ser
modificados, pero va a depender siempre de aspectos subjetivos de las
partes.

El territorio en juego: esta expresión se refiere conceptualmente tanto en


el sentido literal como en el psicológico. Es un elemento que generalmente
no se encuentra del todo visible en las disputas y muchas veces hasta se lo
defiende en forma inconsciente. Por caso, cuando en una oficina de trabajo
una persona quiere desarrollar una tarea que en verdad le corresponde a
otro, este último puede que haga una defensa muy férrea de sus
responsabilidades, porque lo que está defendiendo es su “territorio”, o bien
cuando alguien ataca los modos en que se lleva a cabo una profesión,
seguramente los profesionales afectados le respondan en forma
contundente, ya que ellos efectúan una defensa de su territorio.

Los objetivos de los actores

Continuando con el análisis de lo que se ha denominado como la faz


dinámica del conflicto, y especialmente el estudio de los actores y los
distintos aspectos de éstos que se deben tener en cuenta, nos encontramos
con un punto central también, esto es, los objetivos que persiguen los
actores, y que cuya incompatibilidad es la que nos determina la existencia
de un conflicto, de allí su gran importancia.

Los objetivos son objetos, materiales o espirituales, a los que cada actor les
agrega un valor y, según ese valor, se los clasifica en los siguientes términos:

1) objetivos concretos;
2) objetivos simbólicos;
3) objetivos trascendentes. (Entelman, 2005, p. 101)

Objetivos concretos: se trata de “aquellos objetivos más o menos tangibles


que además de una u otra manera son susceptibles de ser pensados como
divisibles” (Entelman, 2005, p. 101). Cuando los objetivos de un conflicto son
de estas características, la posibilidad de resolución es mayor, ya que
logrando el objetivo se satisfacen las pretensiones.

Objetivos simbólicos:

son aquellos en los que en realidad el objetivo exhibido como


tal no es la última meta deseada por el actor en conflicto, sino
más bien un representante de otra… El objetivo simbólico
escondido detrás de uno concreto, tiene el mismo sustrato,
pero oculta el valor cuya satisfacción busca el actor.
(Entelman, 2005, p. 101).
Este tipo de objetivos plantea una dificultad importante para la resolución
de los conflictos, ya que no permite la posibilidad de buscar una alternativa
ganar-ganar, sino que es muy probable que, para poder satisfacer su
pretensión, la parte requiera de la total ganancia dentro de ese conflicto.

Objetivos trascendentales: “aquel en el que en realidad puede decirse que


el valor mismo está puesto como objetivo porque no se divisa que esté
anexo a un objeto tangible ni divisible” (Entelman, 2005, p. 103).

Los conflictos con estos objetivos son casi de imposible solución por medio
de mecanismos de conciliación de intereses, ya que no se puede negociar o
ceder una parte de algo que es fundamental para el actor.

Como se puede observar, tener la posibilidad de interpretar el tipo de


objetivos que se encuentran en la relación social nos va a inducir a que se
adopte un procedimiento u otro para intentar resolverlo; además, permite
tener más elementos para elegir la estrategia más adecuada.

Continuando con los objetivos de los actores en los conflictos, se ha


elaborado una clasificación muy interesante que toma en cuenta no el tipo
de objetivo, como vimos anteriormente, sino la cantidad de objetivos
incompatibles que las partes tienen en una relación social y en torno de los
cuales se genera el conflicto.

De esa manera, se distingue entre los conflictos de objetivo único y los


conflictos de objetivos múltiples. Previamente se los denominó como
conflictos puros o impuros y justamente la diferencia radica en los
resultados que se pueden obtener al momento de resolverlos. De esta
manera, los conflictos puros, al instante de su resolución, arrojan como
único resultado posible un ganador y un perdedor. Si un actor logra su
objetivo, el otro necesariamente lo pierde. En los conflictos impuros, por el
contrario, podía darse la situación de distribución de ganancia entre los
actores y, por la tanto, la posibilidad de lograr una solución ganar-ganar, es
decir, que ambas partes logren satisfacer sus intereses.

A medida que se avanzaba en los estudios en relación con el conflicto, se


empezó a desechar esa clasificación de puros o impuros, ya que no revestía
una gran utilidad práctica y, por ello, se trabaja sobre la idea de conflictos de
objetivo único (y que puede ser perfectamente asociada a la idea de
conflicto puro, ya que el hecho de tener un solo objetivo único genera que
lo que uno gane el otro necesariamente lo pierda) y objetivos múltiples
(similares a los a los impuros, donde el hecho de existir varios objetivos
posibilita que puedan distribuirse entre los actores y que ambos satisfagan
sus intereses).

Otra línea de autores (Thomas Schelling 1960 y Anatol Rapport 1960) utilizó
la clasificación prevista en la teoría de los juegos a los efectos de poder
clasificar los objetivos. Así, los distribuyó en conflicto de suma cero y
conflictos de suma variable, pero demostró grandes falencias prácticas,
propias de tomar conceptos y lenguajes de otras disciplinas.

En relación con los conflictos de objetivo único, algunos autores sostienen


que en la realidad es muy difícil que se dé una situación de esas
características.

Partiendo de la definición de conflicto que se ha desarrollado al principio, y


entendiendo a este como una relación social, es imposible pensar que exista
solo un objetivo de toda la relación que es incompatible. Además, se deben
tener en cuenta todos los otros intereses en común, que pueden contribuir
a que las partes tomen actitudes positivas al momento de resolver esas
situaciones.

Incluso, autores como Entelman (2005) plantean que, ante la posibilidad de


existir un conflicto de objetivo único (debe destacarse que se encuentra
dentro de los autores que consideran que es una abstracción que eso
ocurra), sugieren tratarlo como conflictos de objetivos múltiples. Para ello,
sugieren dos herramientas fáciles y sencillas: una, extender el conflicto,
proponiéndose con el mismo adversario otras metas distintas; el otro
método sugerido es el de dividir el objetivo, cuando sea posible, de modo
que lo que previamente era un conflicto de objetivo único se transforma en
múltiple.

Los terceros en el conflicto


De igual manera que analizamos a los actores del conflicto, es importante
detectar y analizar a los terceros en el conflicto, ya que muchas veces son
ellos los que incitan a las partes al choque de intereses, como así también,
en otras situaciones, son los que ayudan y aportan para poder resolverlos.

Como en casi todos los aspectos de esta disciplina, también en relación con
los terceros existen algunos debates entre los autores que, al día de hoy, no
han sido superados. Tal es el caso de la respuesta a las preguntas: ¿existen
terceros en los conflictos?, ¿cómo es que siendo un conflicto puedan existir
terceros? Bien, a partir de las respuestas a estas preguntas se han generado
amplios y ricos debates.
Autores como Julien Freund (1983) han planteado que el conflicto es una
relación signada por el principio de tercero excluido y habla de una
“implosión” del conflicto para referirse a un tercero que se aproxima tanto
a una de las partes o campos del conflicto que termina por caer dentro de
él. Por otro lado, están los terceros que no tienen nada que ver con el
conflicto; por ello, estudiosos del tema hablan de la inexistencia de terceros.

Otros, como es el caso del profesor Entelman, desarrollan la idea de un


campo magnético en torno del conflicto y, a partir de la teoría de Freund
(1983), surge su idea de hablar de “magnetismo conflictual”. Esto funciona
como una fuerza de atracción que es ejercida desde el centro de cada una
de las partes o campos y que actúa en una zona que abarca desde el núcleo
mismo del actor involucrado hasta los límites del sistema social del conflicto.
Este magnetismo conflictual es el que produce esa atracción, que termina
provocando que el tercero caiga dentro de uno de los campos enfrentado
en el conflicto. El resto, aquellos que estén fuera de ese campo de atracción
conflictual, es ajeno al conflicto.

George Simmel (1950) desarrolló una clasificación de tres clases de terceros:

Tabla 1: Tipos de terceros

Fuente: Simmel, 1950, pp. 148-149.

Por su parte, Freund (1983), que es crítico de esta clasificación, expone que
el tercero que juega el rol de dividir para gobernar interviene directamente
en el conflicto, esto es, pasa a ser parte de él y, en consecuencia, refuerza su
tesis de que no se puede hablar de terceros y que el conflicto vuelve a la
bipolaridad.

Si tomáramos un ejemplo real, como puede ser el conflicto que se conoció


como “el conflicto entre el campo y el gobierno” de 2008, y sin pretender
defender ni atacar a ninguna de las partes, ya que cada uno ha formado su
opinión al respecto, creemos que es muy oportuno para ejemplificar esta
situación de los terceros. Obsérvese cómo se trataba de un conflicto que era
bien sectorizado, con dos actores muy marcados, a saber, los productores
agropecuarios (representados por la mesa de enlace) y el gobierno nacional
(representado por la presidenta y los ministros que intervinieron en él), y
donde el resto o gran parte de la sociedad era un tercero excluido de dicho
conflicto. Pero, a medida que el conflicto se fue prolongado, con acciones
desarrolladas por cada parte que fueron produciendo una fuerte escalada,
se llegó a un punto de crisis tal que todos o la gran mayoría de los que
éramos originariamente terceros, y a partir de encontrarnos perjudicados o
beneficiados por lo que ocurría, concluimos tomando parte por algunos de
los dos campos en conflicto. Fuimos, al decir de Entelman (2005), atraídos
con ese campo magnético y dejamos de ser terceros para ser parte de las
marchas de apoyos al campo, o bien, por otro lado, de las movilizaciones
masivas de apoyo al gobierno. Como este ejemplo, podríamos enumerar
cientos de acciones que llevaron a que la sociedad, que era un tercero,
terminara involucrada directamente en el conflicto. De igual modo, el
congreso de la nación (sin entrar a analizar si correspondía o no que
interviniera o si el tema en discusión era de su competencia o no) comenzó
como un tercero y terminó teniendo la decisión final en un conflicto que
abarcó a todo el país.

Fase dinámica del conflicto


Al hablar de lo que se denomina la fase dinámica del conflicto, el eje central
de ella es la intensidad del conflicto, entendiéndola en relación con las
conductas conflictivas, es decir, la mayor o menor intensidad de los medios,
recursos o acciones de poder que utilizan las partes en busca de sus
objetivos, en forma concreta o potencial, como puede ser la amenaza. La
decisión de utilizar un recurso determinado u otro en un conflicto es una
decisión racional del sector intelectual de la conciencia.

Siempre, la intensidad de un conflicto se mide a partir de los actos que


desarrolla cada parte dentro de él. Así, por ejemplo, no tiene el mismo grado
de intensidad en el reclamo de una deuda una llamada telefónica
reclamando el pago de lo adeudado que una carta documento o una
demanda judicial. En este ejemplo, observamos tres medios distintos que
utiliza una parte y cuya intensidad no es de igual tenor.

Se sugiere remitirse a la bibliografía citada en el programa, a los efectos de


profundizar las formas y los mecanismos para mediar la intensidad de las
acciones en un conflicto.
Dinámica de la interacción conflictual

Una vez descripto muy sintéticamente qué se entiende por intensidad en los
conflictos y partiendo de que todo conflicto es un proceso dinámico de
interacción entre dos partes, pasaremos a analizar ahora cómo se produce
esa interacción conflictual.

Hasta aquí se ha visto que el conflicto es una especie de relación social donde
existe incompatibilidad de objetivos entre al menos dos de sus miembros.
Por otro lado, también se analizó que siempre los actores de los conflictos
son personas, aunque los actores sean colectivos. La dinámica de la
interacción conflictual se define por las acciones o recursos que los actores
llevan a cabo para lograr satisfacer sus intereses, que pueden ser de mayor
o menor intensidad.

Una definición de interacción es la de J. David Singer (1950) quien expuso


que existe interacción cuando: “dos o más entidades realizan conductas
recíprocas y puede detectarse una secuencia de por lo menos dos actos
discernibles tales que el primer pueda razonablemente ser interpretado
como parcialmente responsable del segundo ”(Singer como se cita en
Entelman 2005 p. 174).
Es decir que la interacción se produce a partir de conductas recíprocas,
donde siempre la acción de una parte es producto y reacción de la conducta
de otra, y así sucesivamente.

Cuando la intensidad de las acciones va creciendo, desde la de menor a la de


mayor intensidad, se percibe una escalada del conflicto. Por el contrario, si
las acciones van de mayor a menor intensidad, se produce una desescalada
del conflicto. Es decir que la escalada o desescalada del conflicto se
determinan por los cambios en los niveles de intensidad en la interacción
entre los actores del conflicto y esta, a su vez, se caracteriza por las acciones
de las partes.

Está demostrado que los conflictos nunca tienen una intensidad estable
durante todo su desarrollo: son variables y aumentan o disminuyen
permanentemente.

Estas variaciones pueden darse de forma abrupta o de forma suave, ya sea


que a un acto de una baja intensidad le prosiga otro de intensidad similar o
levemente más fuerte, por lo que la escalada será suave; en cambio,
estamos frente a una escalada abrupta cuando la diferencia de intensidad
entre una acción y otra es muy grande.
De igual modo ocurre con la desescalada del conflicto, ya que, si esta es
gradual, la diferencia de intensidad es leve; por el contrario, si la diferencia
es muy alta, entonces estamos frente a una desescalada abrupta. Por
ejemplo, si en un conflicto gremial el sindicato decide un paro
indeterminado, detiene totalmente la producción de una industria y, tras esa
acción, la patronal eleva una propuesta que es aceptada por el sindicato y
con eso se resuelve el conflicto, estamos ante una desescalada abrupta, ya
que pasamos de una acción de alta intensidad (el paro) a una solución del
problema y la desaparición del conflicto.

Puede ocurrir también que, en un momento determinado, se produzca un


estancamiento del conflicto. Esta situación se presenta cuando el aumento
o descenso del nivel de intensidad se detiene. Pero es importante aclarar
que siempre el estancamiento será transitorio, no hay un estancamiento
permanente. La salida puede producir una nueva escalada o una
desescalada de intensidad del conflicto.

El estancamiento se produce, generalmente, cuando en un momento


determinado del proceso del conflicto, en el cual se han venido produciendo
acciones y reacciones por parte de los actores, se abre una instancia de
diálogo o de negociación, asistida o no. Esto produce una parálisis de las
acciones y se traduce en un estancamiento del conflicto y que, según el
resultado de esa instancia, seguirá con una escalada o desescalada.

Un ejemplo de estos procesos de estancamiento se produce cuando en un


conflicto bélico se lleva a cabo lo que se conoce como un “alto al fuego”,
cuyo cese permite la apertura de acciones diplomáticas para resolver el
conflicto, las cuales si son positivas se traducen en la finalización del
enfrentamiento.

También la práctica ha demostrado que siempre en un conflicto donde se


produce una escalada, a partir de acciones de niveles de alta intensidad por
una parte, incluso llegando a situaciones de violencia, la otra parte se ve
obligada a responder con una conducta de igual o mayor intensidad, ya que,
si esto no ocurre, puede ser tomado como una muestra de debilidad en esa
confrontación.

Además, esta reacción genera en quien fue el actor, cuya conducta originaria
desató la escalada, la necesidad de implementar una acción de mayor
magnitud que la anterior, lo cual provoca, así, un círculo que lleva el conflicto
a niveles de intensidad muy alto. Esta dinámica, a su vez, genera lo que, en
nuestra primera parte, cuando desarrollamos las fases del conflicto, se
denominó fase de crisis.
Ejemplos que demuestren esto sobran. El profesor Entelman (2005)
establece que el conflicto conocido como la Guerra Fría ofreció un
“dramático” ejemplo de lo que se denominó un juego de escalada,
particularmente con la carrera armamentista, que concluye en el momento
en que la entonces Unión Soviética entendió que no estaba en condiciones
de superar la última acción de los Estados Unidos, cuando el presidente
Ronald Reagan anunció el proyecto de defensa antimisiles conocido como
“Guerra de las galaxias”.

Pero, volviendo a la situación de nuestro país, un ejemplo muy demostrativo


de este juego de escalada se percibió en el ya mencionado conflicto entre el
campo y el gobierno nacional durante el año 2008: cada una de las partes
fue generando acciones de mayo nivel de intensidad a las respuestas que
recibía de su adversario. De ese modo, las posiciones duras de los
productores agropecuarios encontraban discursos agresivos por parte de la
presidenta. Así, ante estos, los productores llevaban a cabo medidas cada
vez más violentas que condujeron a situaciones como los cortes de las rutas
y las consecuencias que ese conflicto presentó a toda la sociedad, hasta que
a partir de la intervención del congreso se tomó una decisión, que no
resolvió el conflicto propiamente dicho, pero generó una clara desescalada
en los niveles de intensidad que presentaban las partes.

Por último, es importante destacar que cuando un conflicto ha alcanzado


determinados niveles de intensidad, mucho más dificultosa va a ser su
resolución. Si el objetivo que se persigue es tratar de resolver el conflicto,
cuanto más a tiempo se lo puede trabajar, mejor será. Si tenemos en cuenta
las fases mencionadas al principio, lo ideal para resolver un conflicto,
reduciendo al máximo sus consecuencias negativas, es tomarlo en la fase
temprana, donde generalmente no se ha producido la escalda o esta es de
muy baja intensidad.

Pero si, por el contrario, no se lo pudo trabajar en esa primera fase y el


conflicto ha tenido una marcada y acentuada escalada, con niveles altos de
intensidad, será muy difícil que las partes puedan producir un
estancamiento o una desescalada de él, ya que la acción, en ese sentido, por
parte de uno de los actores puede ser tomada como una señal de debilidad
por el otro. Esto, como hemos visto, conduce a una acción muy dura para
terminar imponiéndose ante su adversario. Además, si se ha llegado a ese
nivel de enfrentamiento, es muy raro, casi imposible, pensar que entre las
partes pueda existir un canal de comunicación directo que genere el diálogo
necesario para llegar a un pacto, acuerdo o compromiso para resolver los
puntos de conflictos.
Ante esa situación, es indispensable la intervención de terceros. Estos están
llamados a cumplir un rol cada vez más importante en el tratamiento de los
conflictos, sobre todo los de alta intensidad, además de vehiculizar las
condiciones para llevar adelante procesos de diálogos y de comunicación
entre las partes, que permitan generar un estancamiento o parálisis en el
conflicto, sin que esto sea interpretado por las contrapartes como
situaciones de debilidad o estado de vulnerabilidad.

Por ello, se torna indispensable que esos terceros a los que les corresponde
o tengan la posibilidad de intervenir estén capacitados y formados para
interpretar y analizar el conflicto, sus actores, los objetivos, etcétera, y poder
realizar la correcta y más adecuada caracterización para, a partir de allí,
desarrollar la más eficaz estrategia que permita trabajar con los actores en
la resolución del conflicto.

En ese sentido, las herramientas de resolución alternativas de conflictos


están llamadas a cumplir un rol esencial en la búsqueda de soluciones y
acuerdos por vías pacíficas y a través del diálogo entre los actores y con la
colaboración de terceros, como mediadores o árbitros.

Seguidamente se desarrollarán los conceptos generales de estos


mecanismos, su origen, sus ventajas y críticas, como así también los
métodos más utilizados y conocidos.
Referencias
Entelman, R. (2005). Teoría de conflictos. Barcelona, ES: Gedisa.

Freund, J. (1983). Sociología del conflicto. París, FR: Presses Universitaires de


France.

Sociedad de Altos Estudios Jurídicos Empresariales Euroamericanos (SAEJEE


Business School). Lekeito, Bizkaia, España. http://www.youblisher.com/p/123007-
Motivos-y-Causas-del-Conflicto/

Simmel, G. (1950). “The sociology of Georg Simmel”. Glencoe Illinois USA, The Free
Press.

Schelling, T. (1960). "Experimental Games and Bargaining Theory", 1960, USA,


World Politics.
Resolución Alternativa de conflictos -
Estado actual en el panorama
Latinoamericano (*)

(*) Material a utilizarse en la charla de la nueva Ley de Mediación Prejudicial Obligatoria

Por Gladys Stella Alvarez

1. INTRODUCCIÓN

Aun antes de que la Resolución Alternativa de Disputas (R.A.D.) constituyera un movimiento, se


utilizaban métodos distintos al litigio para resolver los problemas por lo que no se trata de la pretensión de
inventar algo totalmente nuevo, sino de buscar entre lo que existe, agregarle una cuota de creatividad y
sistematizarlo. Lo nuevo está dado por el análisis, profundización y utilización preconcebida y dirigida.

La Resolución Alternativa de Disputas (RAD) ocupa un lugar relevante en la reforma y modernización


del sector justicia. Se incluyen bajo este nombre toda forma de prevención y de resolución de conflictos que
no pase por la sentencia judicial, el uso de la fuerza o el abandono del conflicto.

Se ha sostenido que es obligación de un estado democrático y moderno, preocupado por el bienestar


social, proveer a la sociedad de un servicio de justicia heterogéneo. Ello significa que el deber que tiene el
estado de tutelar los derechos amenazados de sus ciudadanos, no se satisface con la organización de un
Poder Judicial eficiente, probo, transparente, sino que exige que se ofrezca y apoyen otras formas de
solución de conflictos que pueden resultar, de acuerdo con la naturaleza del conflicto, más efectivos y menos
costosos en términos económicos, rápidos en relación con el tiempo empleado en su
solución, convenientes en cuanto pueden impedir la recurrencia del conflicto y socialmente más valiosos en
cuanto posibilitan y mejoran la relación futura de las partes.
Se reconoce así que el sistema formal y tradicional de la justicia no siempre es el más adecuado para
resolver los conflictos jurídicos y que los conceptos de justicia y de administración de la justicia deben ser
redefinidos con criterios más amplios y abarcativos. Así por ejemplo cuando se sostiene que sólo a través
del pronunciamiento de los jueces los ciudadanos pueden acceder a la justicia, se está operando sobre el
concepto de justicia legal y dejando de lado la justicia intrínseca del caso que puede ser encontrada y
satisfecha por las partes involucradas, sin intervención del estado, cuando no está de por medio el orden
público u otras razones superiores al interés individual.

Este enfoque de la RAD pone en evidencia que no estamos en presencia de una privatización de la
justiciasino que el apoyo, la institucionalización y el ofrecimiento de estos mecanismos alternativos a la
decisión judicial, forman parte de las obligaciones del estado para con la sociedad y están incluidas dentro
de los servicios de administración de justicia del país.

2. LOS MÉTODOS RAD

En Latinoamérica y también en los Estados Unidos, falta cierta claridad conceptual para distinguir los
diversos procedimientos que se incluyen bajo el nombre de Resolución Alternativa de Disputas (RAD) o
Resolución Alternativa de Conflictos (RAC). No obstante ello existe una tendencia a clarificar conceptualmente
los procedimientos de acuerdo con sus características definitorias, para así evitar que con nombres distintos
estemos refiriéndonos a un mismo procedimiento o viceversa que con el mismo nombre estemos mencionando
técnicas distintas.

2.2.La Mediación

Suele ser definida como una negociación asistida por un tercero neutral. Este tercero, el mediador, no
tiene poder de decisión, no aconseja, no da opinión, sólo conduce el procedimiento y realiza una delicada
tarea con la finalidad de que las partes restablezcan la comunicación y a partir de allí estén en condiciones de
negociar.

Ø El mediador identifica el conflicto y las cuestiones que lo generan, hace que las partes descubran
sus intereses y necesidades, y ayuda a generar opciones para la resolución de la disputa en
forma satisfactoria para las partes.

Ø Es un procedimiento no adversarial, cooperativo, confidencial, de auto-composición del conflicto


ya que las partes conservan el poder de decisión y participan activamente en la búsqueda de
una solución.

Ø Es informal pero tiene una estructura. Constituye un esfuerzo estructurado para facilitar la
comunicación entre los contrarios, con lo que las partes pueden voluntariamente evitar el
sometimiento a un largo proceso judicial -con el desgaste económico y emocional que éste
conlleva pudiendo acordar una solución para su problema en forma rápida, económica y cordial.

Ø El mediador no actúa como juez pues no puede imponer una decisión, sino que ayuda a los
contrarios a identificar los puntos de la controversia, a explorar las posibles bases de un pacto y
las vías de solución, puntualizando las consecuencias de no arribar a un acuerdo. Por esos
medios, facilita la discusión e insta a las partes a conciliar sus intereses.
Ø Plantea la relación en términos de cooperación, con enfoque de futuro y con un resultado en el
cual ambas partes ganan, cambiando la actitud que éstas adoptan en el litigio en que la postura
es antagónica, por lo que una parte gana y otra pierde. En la mediación ambas partes resultan
ganadoras puesto que se arriba a una solución consensuada y no existe el resentimento de
sentirse "perdedor" al tener que cumplir lo decidido por Juez. En definitiva, puede decirse que
realmente "la mejor justicia es aquélla a la que arriban las partes por sí mismas", en tanto el
haber participado en la solución torna más aceptable el cumplimiento.

Ø No hay aquí obligación o constreñimiento sino libre voluntad de concluir una situación conflictiva.
Esa predisposición al cumplimiento que deriva del acuerdo no impuesto y de que las relaciones
con la parte contraria no se han deteriorado -llegando en algunos casos a mejorarse - determina
que los contrayentes encaren el cumplimiento de aquello a que se han obligado sin resistencia y
con buena voluntad, modificando su actitud al respecto.

Ø Es propio de la mediación que por someterse a su procedimiento, las partes nada tengan que
perder, pues un intento frustrado de mediación, es decir si los contendientes inician este
acercamiento y tras la discusión mediada no llegan a un acuerdo, les asisten todos sus
derechos legalmente adquiridos y pueden utilizar otras opciones como el arbitraje o el litigio.

Preciso es aclarar que existen diversos modelos de mediación y tantos estilos como mediadores.
Respetando las características definitorias enunciadas es posible detectar distintos enfoques según sea
concebido el objetivo último del movimiento de mediación. Algunos afirman que elobjetivo fundamental de la
mediación debe ser promover la resolución del conflicto mediante acuerdos que las partes consideren
satisfactorios para ambas. En forma secundaria, está el mejorar la relación entre los involucrados en el
conflicto fortaleciendo la relación. Otros sostienen que la mediación puede hacer mucho más que promover
acuerdos y mejorar las relaciones. Puede transformar la vida de la gente, infundirle tanto un sentido más vívido
de su propia eficacia personal (como revalorización), y una mayor apertura y más aceptación (reconocimiento)
de la otra persona. Para esta postura si no se alcanza un acuerdo, si no hay reconciliación, de todos modos
debe considerarse a la mediación como un éxito si aporta revalorización y reconocimiento. Y si también hay
acuerdo, tanto mejor.

En Argentina, la mediación fue incorporada a la ley de violencia doméstica que rige desde el 4 de enero
de 1995, y en la que se dispone que el juez, dentro de las 48 horas de tomar conocimiento del caso debe
remitir las partes a mediación. Por otra parte el 4 de octubre del mismo año, se dictó la ley 24.573 (B.O. 27-
1095) llamada de Mediación y Conciliación que incorpora la mediación prejudicial obligatoria en un importante
grupo de conflictos jurídicos. Asimismo ha recibido consagración normativa en el Estatuto de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (art.106 ) estableciéndose que al Poder Judicial le corresponde aplicar la
mediación voluntaria conforme a la ley que se establezca. En la mayoría de las provincias del país existe
legislación sobre el tema, ya sea en forma de leyes especiales o incorporadas a los códigos de
procedimientos.

Arbitraje, mediación, conciliación y litigio

Ø En la mediación un tercero neutral actúa para alentar, estimular y facilitar la resolución de un conflicto sin
indicar cuál debe ser su solución. Como se ha indicado, el mediador es un intermediario que no decide
como Juez ni asesora o aconseja a las partes como abogado

Ø El conciliador sí puede proponer fórmulas de acuerdo - y es parte de su entrenamiento el momento y la


oportunidad en que puede hacerlo- o aún dar consejo a las partes sobre cómo pueden llegar a un
arreglo; esta facultad de emitir opinión que las partes le otorgan al tercero conciliador, hace que en este
proceso haya un desplazamiento del poder mayor que en la mediación, aunque preciso es decir que el
mediador por su parte, tiene el poder de conducir el procedimiento.

Ø En ambos procesos se trata de construir el futuro, no hay búsqueda de culpables ni responsables de


hechos del pasado.

Ø En el arbitraje, en cambio, el tercero neutral, sea individual o colegiado, atendiendo los argumentos de
las partes sobre cuestiones del conflicto, llega a una decisión que puede ser vinculante o no, según el
caso. El arbitraje se distingue de la mediación y de la conciliación, en tanto requiere que se entregue el
control del litigio a una tercera persona que toma el lugar y la posición de un juez . La posición de las
partes en el arbitraje y en el litigio es adversarial, El arbitraje no ayuda ni invita a las partes a que
negocien y encuentren una solución justa y factible de implementar. En el arbitraje, como en los
tribunales, debe convencerse al árbitro de que se tiene razón y de que el contrario está equivocado. El
árbitro es libre de conceder a una parte todo y nada a la otra, pudiendo partir diferencias. Si en la
mediación no se logra llegar al acuerdo, las partes quedan libres para recurrir a otra solución.

Respecto del tiempo que insumen, se debe puntualizar que la mediación y la conciliación son formas más
rápidas que el arbitraje que suele demorar unos meses más y en el litigio el tiempo que transcurre hasta la
decisión es -en general - considerable. A este acortamiento de los tiempos ayuda la informalidad del
procedimiento y la falta de constricción de las reglas procesales. Es fácil en ambos métodos descartar lo
irrelevante para simplificar el caso o reducir el conflicto a los puntos centrales, lo que no siempre se logra en el
litigio judicial. El arbitraje es confidencial como la mediación pues las audiencias son generalmente privadas y
no hay registro público; también es informal, pues no se aplican reglas de prueba estrictas; y flexible, en el
sentido que un árbitro no está vinculado por el derecho ni por el precedente jurisprudencial; tiene amplia
autoridad para dictar su decisión o laudo basado en los hechos únicos del caso.

El costo es bajo en la mediación y en la conciliación, moderado en el arbitraje y alto en el litigio; tanto en el


arbitraje como en el litigio la relación entre las partes es antagónica, mientras que en la mediación es de
cooperación; la comunicación en el arbitraje y en el litigio está bloqueada y la tensión en ambos continúa;
muchas veces quien pierde, se resiste o apela para evitar el cumplimiento, el que en consecuencia deberá ser
forzoso.

En la mediación y en la conciliación hay compromiso, se afloja la tensión, hay mejor comunicación y


generalmente se cumple espontáneamente el acuerdo.
El arbitraje usualmente se adecua mejor a algunas clases de disputas que a otras. Tiende a funcionar bien con
casos que tienen una solución en "pesos y centavos". Los casos que involucran disputas interpersonales en
que las partes desean preservar una relación, no son generalmente apropiadas para el arbitraje, sino para la
mediación.

Publicado 2nd December 2010 por G&M


Resolución
alternativa
de disputas

Mediación,
Arbitraje y
Negociación

1
1
La resolución alternativa de
disputas (RAD). La cultura del
litigio y los sistemas
alternativos. Ventajas y
críticas. Gama de opciones de
la RAD
Al hablar de resoluciones alternativas, se debe tener en cuenta que en
verdad la forma de solucionar los problemas de nuestros antepasados, y
previo a la existencia del Estado de derecho, era a través de estos
mecanismos, con otras características y otras herramientas, pero mucho
después se implementó el sistema jurídico como vía para la resolución de
conflictos, por lo que perfectamente se podría afirmar que el sistema
alternativo para la resolución de conflictos fue el derecho y no a la inversa.

Pero ocurre que nuestra cultura, y particularmente nuestra formación como


abogados, nos ha llevado a lo que se conoce como la cultura del litigio,
donde los problemas se resuelven en tribunales por medio de un juicio o no
se resuelven. Esto sucede ya sea porque no son trascendentes para el
sistema, aunque para las partes afectadas sean muy importantes, o porque
no se tiene los recursos necesarios para acceder al servicio de justicia, y esta
es una de las desigualdades más terrible que existe, porque no poder ejercer
un derecho por falta de recursos económicos es una de las más grandes
injusticias.

Aun aquellos que pueden acceder al sistema jurídico, se encuentran con que
el objetivo de este es abstracto, es buscar la verdad, hacer justicia, que no
necesariamente se traduce en solución del problema. El juez utiliza un
sistema de adjudicación, de allí que se hable de adjudicar el derecho. Las
partes presentarán sus pretensiones, acompañarán las pruebas por las que
consideran que les asisten el derecho que reclaman, y será el tercero el que
decida cómo se resuelve la controversia, pero no según su leal saber y
entender, sino ajustándose a lo que determina la norma.

También se observa que el sistema judicial se encuentra absolutamente


desbordado y saturado por la gran cantidad de causas que llegan a los
estrados, donde la estadística demuestra, además, que son más las causas
2
que entran que las que se resuelven. El tiempo de duración de los procesos
judiciales hace que una causa ordinaria lleve años para su resolución, y como
se ha dicho siempre, justicia tardía, no es justicia. Toda esta situación
demuestra que el sistema judicial no es eficaz, pero además de ello y más
grave aún es que el sistema no es creíble ni confiable para los ciudadanos,
para el ciudadano común, y eso afecta mucho más la institucionalidad de la
justicia.

Por ello, es indispensable aplicar otros métodos de resolución de conflictos,


más económicos, eficaces, breves y justos, que procuren efectivamente
resolver el problema planteado entre las partes, que persigan como objetivo
central la paz y la disolución del conflicto, para que muchas de las causas que
hoy terminan en los tribunales puedan ser tramitadas por estos medios,
garantizando a todos aquellos ciudadanos que de otra manera no tienen
acceso a la justicia, ya sea por falta de recursos económicos o porque sus
conflictos no encuadran en las conductas prohibidas (tal como se desarrolló
en la primera unidad) y, en consecuencia, el sistema judicial no les brinda
respuesta a los actores involucrados.

Fue a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y, sobre todo,


en el contexto internacional, que se empezó a plantear la necesidad de
pensar en formas alternativas de resolver conflictos. La humanidad no se
podía permitir que la violencia y la guerra fueran la única forma de
solucionar sus problemas y que eso significara millones de muertos. Por ello,
se empieza a trabajar en los métodos de resolución alternativa de conflictos
o disputas (RAC o RAD), y, entre otros, se comienzan a desarrollar la
negociación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, etcétera.

Surge de esa manera a nivel mundial un fuerte movimiento de resolución


alternativa de conflictos. Así, estos métodos se empiezan a aplicar a todo
nivel, tanto para resolver problemas a nivel internacional como entre dos
empresas o dentro un mismo grupo, incluso entre personas individuales,
que eligen resolver sus conflictos de una forma distinta y pacífica, en lugar
de recurrir a un tercero, el juez, que dirima quién tiene razón y quién no.
También, el procedimiento de negociación particularmente se implementa
para aquellas ocasiones en las que se debe tomar una decisión para evitar
llegar a un conflicto posterior.

3
Figura 1: Objetivos métodos R.A.D.

Fuente: elaboración propia.

Debe tenerse presente que este método no tiene como objetivo el


reemplazo del sistema judicial. Muy por el contrario, debe complementarse
con él, logrando constituir un sistema de resolución de conflictos eficiente,
que se inicie con las instancias a su más bajo nivel y, si es posible, en forma
descentralizada, y luego, a medida que sea necesario, ir avanzando a
métodos de mayor nivel, reservando como última instancia el proceso
judicial. Esto se conoce como principio de subsidiariedad.

Por otro lado, no debe obviarse que existe gran cantidad de conflictos que
no pueden ser resueltos por otra vía que no sea la judicial, ya sea porque son
de orden público o por cuestiones que no son disponibles por los
particulares, como se verá en las próximas lecturas. Ejemplo de estas
situaciones puede ser la discusión de un régimen de visita o una cuota
alimentaria, donde las partes en conflicto podrían discutir y acordar en una
instancia de mediación, con la colaboración de un tercero neutral llamado
mediador, como ya se desarrollará. Pero esas mismas partes no pueden por
intermedio de una instancia de mediación declarar un divorcio, ya que eso
le corresponde a una autoridad en representación del Estado, que fue la
misma autoridad que en nombre del Estado declaró y reconoció
oportunamente ese matrimonio. Lo mismo ocurre con aquellas causas
penales de orden público, y que no son materia disponible de las partes,
aunque estas puedan acordar en mediación los respectivos a
indemnizaciones u otras acciones civiles derivadas de la acción penal.

4
Ventajas de la resolución alternativa de disputas (RAD)

Los métodos RAD presentan determinadas ventajas que hacen aconsejable


su uso, a saber:

Figura 2: Ventajas de los métodos RAD

Justas

Confidenciales Económicas

Ventajas
Resolución
Rápidas
Alternativa Flexibles
de Conflictos

Exitosas Informales

Fuente: elaboración propia.

Rápidas: el problema puede ser resuelto en pocas semanas y no tardar años


como un litigio judicial.

Confidenciales: todo lo que se habla en una mesa de negociación,


mediación, etcétera, queda cubierto por la confidencialidad, que es una
garantía para las partes y para el tercero neutral involucrado, como por caso
es la mediación.

Informales: no poseen una estructura rígida como es el proceso judicial.

Flexibles: las partes tienen la libertad de acordar lo que consideran que es


más conveniente para ambas, sin estar atadas a ningún precepto legal.

Económicas: los costos siempre son inferiores a los que ocasiona el litigio en
los tribunales.

Justas: como se dijo anteriormente, la solución es lo que las partes


consideran más conveniente y justo para ellas.

5
Exitosas: desde las estadísticas, está demostrado que los resultados son más
exitosos que los de los juicios, pero, además, el cumplimiento de los
acuerdos alcanzados es más eficiente, ya que la parte que fue protagonista
para llegar a ese acuerdo siente un compromiso más fuerte con este.

Críticas a la resolución alternativa de disputas (RAD)

Por supuesto que estos métodos no son perfectos ni mucho menos, y


consecuentemente poseen críticas importantes que es necesario conocer:

Figura 3: Críticas a la Resolución Alternativa de Disputas

Fuente: elaboración propia.

El desequilibrio de poder entre las partes: nunca la situación de poder entre


los actores es igual, ya que tienen posiciones económicas, sociales,
culturales, etcétera, distintas y, por ello, una parte puede no estar en
condiciones libres de acordar o no conocerá sus derechos o posibilidades.

Ausencia de representación suficiente para dar consentimiento: esta crítica


está dirigida a aquellos actores que toman decisiones y celebran acuerdos
en representación de personas jurídicas, y en los cuales no siempre se
reconoce el real interés de sus socios o clientes.

Falta de fundamento para la posterior actuación judicial: la crítica se plantea


especialmente en aquellos que sostienen que el acuerdo reemplaza a la
sentencia. Y esto se considera un error, ya que la sentencia puede ser
modificada por otras instancias posteriores, mientras que una vez alcanzado
un acuerdo, el juez queda decididamente atado a lo que las partes
dispusieron.

6
La justicia debe prevalecer antes que la paz: y, por último, nos encontramos
con la diferencia más sustancial entre los métodos alternativos y los juicios,
que es la búsqueda de la paz o la justicia.

En definitiva, como se ha dicho anteriormente, más allá de las ventajas y las


críticas, no deben tomarse estos métodos como una forma de reemplazo o
de privatización de la justicia, ya que la RAD será eficiente si el ciudadano
tiene como reaseguro el sistema judicial detrás. No debemos olvidar que el
hecho de recurrir al uso de la fuerza para ejecutar el cumplimiento de un
acuerdo o de un laudo seguirá estando siempre en manos del Estado y no
de los particulares.

Además, funcionando en un sistema coordinado y de cooperación, los


beneficios que estos métodos, conjuntamente con la instancia judicial,
pueden traer a la implementación del servicio de justicia, como así también
a la búsqueda de paz social, son muy importantes.

Gama de opciones de la RAD


Existen numerosas opciones de resolución alternativa de disputas que se
pueden poner en práctica a los fines de buscar otra forma de resolver
conflictos que no sea el sistema judicial.

Muchas de ellas no son conocidas ni divulgadas, y probablemente ese sea su


mayor déficit, que hace que las resoluciones no sean aplicadas, salvo casos
excepcionales.

A continuación, haremos mención de algunos métodos RAD que se


encuentran descriptos en el libro Mediación para resolver conflictos, de las
autoras Elena Highton y Galdys Álvarez (1995).

En primer lugar, se describen los cuatro métodos más comunes y usados


para luego desarrollar herramientas más desconocidas pero igual de útiles.

La negociación es un procedimiento que “…se hace directamente por las


partes, sin ayuda ni facilitación de terceros. Es un proceso voluntario,
predominantemente informal, no estructurado, que las partes utilizan para
llegar a un acuerdo mutuamente aceptable” (Highton y Álvarez, 1995,
p.119).

La Conciliación “…consiste en un intento de llegar


voluntariamente a un acuerdo mutuo, en que puede ayudar
un tercero quien interviene entre los contendientes en forma
oficiosa y desestructurada, para dirigir la discusión sin un rol
activo”. En América Latina este vocablo se lo utilizar para

7
nombrar la facilitación de un acuerdo presidido por un juez.
En este sentido, en la mayoría de los Código Procesales se
regula la conciliación para permitir que el juez convoque a las
partes en litigio a fin de intentar que lleguen a un acuerdo.
(Highton y Álvarez, 1995, p.119-120).

La Mediación es un procedimiento informal, no estructurado,


no adversarial, en el cual un tercero neutral ayuda a las partes
a negociar para llegar a un resultado mutuamente aceptable.
El mediador no actúa como juez, pues no puede imponer una
decisión, sino que ayuda, colabora, con las partes a identificar
los puntos en controversia, a explorar las posibles bases de
un pacto y las vías de solución. (Highton y Álvarez, 1995,
p.120).

El arbitraje es un procedimiento por el cual se somete una


controversia, por acuerdo de las partes o por imperio de la
ley, a un árbitro o a un tribunal de varios árbitros que dicta
una decisión (LAUDO) sobre dicha controversia que es
obligatoria para las partes. Al escoger el arbitraje, las partes
optan por un procedimiento privado de solución de
controversias en lugar de acudir ante los tribunales. (Highton
y Álvarez, 1995, p.121).

Otros métodos

Mediación/Arbitraje (med/arb): es una combinación de


ambas figuras, por la cual las partes se comprometen a
intentar resolver su contienda a través de un procedimiento
escalonada, en virtud del principio de subsidiariedad,
empezando por un nivel más bajo, esto es la mediación, y
luego, si no se logra un acuerdo, pasar a un nivel más alto de
resolución como es el arbitraje. Este procedimiento
combinado asegura la resolución del conflicto, porque si no
hay acuerdo en la mediación, pasará a decisión de un tercero
neutral en calidad de árbitro, pero el problema al final tendrá
una resolución. Para su aplicación las características de cada
uno de estos dos métodos son las comunes a cada uno de
ellos. (Highton y Álvarez, 1995, p.123).

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Arbitraje/Mediación (arb/med):es la combinación de los dos
procedimientos anteriores, pero en orden invertidos.
Primero se desarrolla el juicio arbitral, en el cual el árbitro
dicta un laudo (decisión final) pero no lo hace público, por el
contrario, lo reserva en un sobre cerrado, lo pone a
disposición de las partes y se retira del lugar. Las partes tienen
la posibilidad de abrir el sobre, conocer la decisión y ha
concluido el procedimiento, o bien, recuperar el proceso de
negociación para ellas, no abrir el sobre y buscar una solución
acordada por ellas. Si al entrar nuevamente el árbitro a la
sala, las partes han decidido no abrir el sobre y tratar de
lograr un acuerdo, pues el tercero neutral se convierte en
mediador. Si se llega a un acuerdo, el sobre se destruye y
nadie sabrá cuál era la decisión del tercero, por el contrario,
si no se logra un acuerdo se abre el sobre y se hace público el
laudo, que será obligatorio para las partes en conflicto.
(Highton y Álvarez, 1995, p.124).

Medaloa: esta herramienta la puede sugerir el mediador


cuando ve que el proceso llega a su fin y las partes no ha
podido lograr un acuerdo. Entonces se ofrece actuar como
árbitro por el sistema de arbitraje de la última oferta. Es decir
que optará como árbitro entre las dos últimas ofertas
sugeridas en la mesa de mediación, pero sin poder partir las
diferencia, es decir, será una opción o la otra. Al decir de las
autoras mencionadas, esto motiva a las partes a hacer nuevas
concesiones, y si no lo logran reducir el conflicto, se aplica el
arbitraje mencionado. (Highton y Álvarez, 1995, p.125).

Alto-Bajo (high-low): Las partes van acordar un máximo y un


mínimo, que será lo que perciba el acreedor. Pero la calidad
de acreedor aún no está definida, y eso será sometido a
arbitraje. Si el árbitro decide que si es acreedor percibirá el
máximo, por el contrario, si decide que no, percibirá el
mínimo. El objetivo de este método es incitar a utilizar el
arbitraje para decidir la calidad de acreedor de una parte
cuando esto está discutido. Generalmente quién aduce ser
acreedor no acepta el arbitraje, pero sabiendo que aun no
siendo reconocido como acreedor igual gana, es una forma
de estimularlo a participar. Y por el lado del deudo, tiene la
posibilidad de acordar un máximo más bajo del que debería
afrontar si fuera en sede judicial. (Highton y Álvarez, 1995,
p.125).

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Pericia arbitral: Este mecanismo, previsto en el Código de
Comercio, como expeditivo modo para la solución de
diferendos que en la ejecución de ciertos contratos se
suscitase sobre cuestiones de hecho, y lo decidido por el
árbitro tiene valor de cosa juzgada con relación a tales
hechos. (Highton y Álvarez, 1995, p.125).

Experto neutral: cuando los conflictos versan sobre


cuestiones técnicas para partes pueden contratar a un
experto neutral, quién emitirá una opinión técnica neutral
sobre los hechos o pautas puestas a su consideración. Las
partes pueden pactar sobre el alcance del dictamen y la
obligatoriedad o no de éste. (Highton y Álvarez, 1995, p.126).

Oyente neutral: las partes recurren a un tercero con


destacados antecedentes y de confianza de ambas. Ellas le
presentarán al oyente, la mejor propuesta posible que está
en condiciones de efectuar a la contra parte. Éste las evalúa,
las compara y luego informa si las propuestas se acercan lo
suficiente como para justificar la celebración de reuniones
con el fin de pulir y ajustar las diferencias. EL oyente neutral
no necesita explicar qué criterio uso para analizar las
propuestas y debe mantener absoluta y estricta reserva de
cada propuesta, al menos hasta que las partes lo eximan de
esa obligación. (Highton y Álvarez, 1995, p.128).

Ombudsman: también conocido en los países iberoamericanos como


defensor del pueblo, cumple un rol de mediador entre la administración
pública y los ciudadanos, y se convierte así en una instancia alternativa de
resolución de conflictos.

Mini juicio: este procedimiento no es un juicio chiquito, sino


una presentación oral efectuada por los abogados ante los
directivos de las empresas que se encuentran en conflicto,
quienes luego intentan arribar a un acuerdo. La ventaja es
que se produce in intercambio de información entre partes,
ya que los abogados presentan los elementos de mayor
envergadura y prueba en forma privada a sus representados
y a los contrincantes. Ello conlleva que ambas partes
conozcan la situación del otro, y puedan buscar una solución
imaginativa y conjunta, sobre todo en casos de gran
complejidad, y por otro lado permite que aquellos directivos

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que no habían tomado contacto con el caso, se interioricen y
participen en forma activa para su resolución. (Highton y
Álvarez, 1995, p.133).

Alquiler de un juez: las partes recurren a este mecanismo


como una forma de evitar tribunales y la instancia judicial por
su demora. Es un procedimiento privado donde las partes
contratan a quién deberá actuar en la toma de la decisión
final, y que generalmente se busca a un juez retirado. A
diferencia del arbitraje, en este caso el “juez” deberá fallar
según el derecho positivo y los antecedentes, como lo haría
si aún estuviera en ejercicio de la magistratura, y las partes
aceptan previamente que la decisión será obligatoria para
ellas. (Highton y Álvarez, 1995, p.135).

Breve noción de métodos de resolución de conflictos:


adversariales y no adversariales. Rasgos distintivos y
análisis comparativo

En primer lugar, los métodos de resolución de conflictos pueden ser


clasificados en métodos adversariales o métodos no adversariales, a saber:

Figura 4: Comparación de ambos métodos

•Las partes están enfrentadas entre sí y son contendientes.


Métodos •Un tercero suple la voluntas de las partes y toma la decisión.
•Si una parte gana la otra necesariamente pierde, soluciones
adversariales "todo o nada".
•La decisión pone fin al litigio.

•Las partes actúan juntas y cooperativamente.


Métodos no •Las partes mantienen el control del procedimiento y
acuerdan la propia decisión.
adversariales •Todas las partes se benefician con la solución que juntas han
creado.

Fuente: elaboración propia.

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Por otro lado, según quién toma la decisión final para resolver el conflicto,
se los puede clasificar en métodos de autocomposición o métodos de
heterocomposición:

Figura 5: Tipos de métodos

• Son las propias partes quienes


Métodos de arriban a una solución. Ningún
autocomposición tercero toma ni impone una
decisión.

• Siempre la decisión que pone


Métodos de
hererocomposición
fin al conflicto es tomada por
un tercero distinto a las partes.

Fuente: elaboración propia.

A partir de estas dos clasificaciones, se puede afirmar que la negociación es


un proceso de resolución alternativa de conflictos de característica no
adversarial, ya que las partes actúan en forma cooperativa para resolver el
problema y no como adversarios. Asimismo, es un método de
autocomposición porque el resultado final va a surgir de las propias partes y
no de un tercero ajeno al conflicto.

En el siguiente cuadro, se puede visualizar claramente cuál es el poder que


poseen las partes o los terceros en diversos métodos de resolución de
conflictos. Se observa que en la negociación el poder es absolutamente de
las partes, y esta es una de las características principales de este proceso.

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Figura 6: El poder en la solución de conflictos

Fuente: elaboración propia.

Diferencias entre negociación, mediación, arbitraje y


conciliación

En el cuadro siguiente, se pueden observar claramente las diferencias y


semejanzas entre estos distintos procesos de resolución de conflictos:

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Tabla 1: Cuadro comparativo entre los métodos

Conciliación Negociación Mediación Arbitraje


Método no Método no Método no Método adversarial
1 adversarial y de adversarial y de adversarial y de y
autocomposición autocomposición autocomposición heterocompositivo
2 Informal y no Informal y no Informal y una Informal y
estructurado estructurado mínima estructura estructurado
3 Consensual o Consensual Consensual o Consensual o
imposición imposición imposición
4 Confidencial Confidencial Confidencial Confidencial
5 Interviene tercero No interviene un Interviene un Interviene un
neutral en calidad tercero tercero en forma tercero neutral
pasiva activa (el para tomar la
mediador) decisión final
6 Solución adoptada Solución adoptada Solución adoptada Solución adoptada
por las partes por las partes por las partes por un tercero
(árbitro)
7 Acuerdo Acuerdo Acuerdo Laudo (obligatorio
(obligatorio para (obligatorio para (obligatorio para para las partes y
las partes) las partes) las partes y ejecutable)
ejecutable)

Fuente: elaboración propia.

1) Se hace referencia a los métodos en los que se incluye a cada proceso, y


que fueron desarrollados anteriormente.

2) Según las características del procedimiento, debe aclararse que, en el


caso del arbitraje, si bien reviste algún grado de formalidad, esta es flexible
y rígida como en el juicio.

3) Se hace referencia a la instrumentación del procedimiento, ya que puede


ser por consenso o, en algunos casos, por imposición de la ley o forzoso,
como lo veremos más adelante.

4) El secreto o no en las actuaciones y discusiones que se llevaron adelante.

5) Se precisa si en el proceso tiene intervención algún tercero, y en los casos


en que efectivamente lo hacen, en qué calidad o rol dentro del proceso.

6) Quién adopta la decisión final.

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7) Instrumento por el cual se formaliza la decisión final y sus efectos para las
partes.

Observando este cuadro se percibe que, en principio, no existirían


diferencias entre la conciliación, la negociación y la mediación. Y en verdad,
la mediación es un proceso de negociación entre partes, asistidas o
apoyadas por uno o dos mediadores profesionales, neutrales, quienes
tienen un rol activo en el proceso, pero no son los que van a adoptar la
resolución final, no son jueces, sino que su función es, a través de diversas
técnicas y herramientas, colaborar y trabajar con las partes para que ellas
puedan arribar a un acuerdo satisfactorio para ambas. Por otro lado, el
proceso de negociación es directo entre partes y no existe la colaboración ni
la participación de ningún tercero en él. En la conciliación la gran diferencia
con la mediación radica en el rol que cumple ese tercero, ya que en este
procedimiento tiene un rol muy pasivo.

Con el resto de los mecanismos las diferencias son más importantes y están
claramente desarrolladas en el cuadro y en los conceptos descriptos
anteriormente.

Se podría afirmar que un proceso lógico, a los fines de resolver un conflicto,


debería ser que en primera instancia las partes, entre ellas, negociando,
intenten lograr una solución acordada y que dé por terminado ese problema.

Pero cuando los actores en el proceso afrontan problemas de comunicación,


por su alta emotividad u otro impedimento, lo que pone en riesgo la
posibilidad de una solución negociada, se puede intentar una conciliación
con la presencia del tercero, por ejemplo, un juez de paz.

Si la comunicación y el diálogo no se puede entablar de manera correcta y


no se puede avanzar, se puede recurrir a la mediación. La mediación es,
como se dijo anteriormente, una variante del proceso de negociación. Si
bien se aplican a esta las mismas reglas generales, se distingue de la
negociación porque se incorpora un tercero neutral al que llamamos
mediador. Siguiendo al autor Pinkas Flint (1988), podemos decir que:

El rol del mediador, a diferencia del que participa en la


conciliación, es uno activo, el de facilitador, quien recoge
inquietudes, traduce estados de ánimo y ayuda a las partes a
confrontar sus pedidos con la realidad. En su rol, el mediador
calma los ánimos exaltados, rebaja los pedidos exagerados,
explica posiciones y recibe confidencias. El mediador debe
ganarse la confianza de ambas partes y siempre seguirán
siendo ellas las que arriben o no a la solución. (Pinkas Flint,
1988).

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Tanto para la conciliación como para la negociación y la mediación, el
proceso es clásico, flexible y elaborado a la medida de las partes.

Si después de haber intentado estos mecanismos el conflicto aún no ha


podido ser resuelto y las partes no han podido lograr un acuerdo entre ellas,
entonces se ven obligados a buscar otra forma de resolverlo y la opción
siguiente es recurrir a un tercero para que en su carácter de árbitro dé una
solución al problema. Solución que las partes por sí mismas y con
colaboración de terceros no pudieron encontrar. En este caso estamos en
un nivel más formal, rígido y elaborado.

Y en el último escalón y al nivel más alto, está situada la herramienta que


debería ser aplicada cuando todos los procesos y métodos anteriores
fracasaron o solo para aquellos conflictos que no pueden ser resueltos por
vías alternativas, pero que, lamentablemente, es la primera a la que se
recurre para dar solución a estos, y es el proceso judicial, litigio o
adjudicación judicial.

Este proceso es aún más formal y definitivamente más impersonal. En esta


modalidad las partes recurren a los tribunales para encontrar una solución,
dejando el resultado a lo que se pueda probar, así como a las normas de los
códigos de procedimientos y leyes o reglamentos. Lo que importa no es la
verdad real, sino la verdad legal. En este método de resolución de conflictos,
se aplican criterios de un mundo normativo formal, legal, los que recaen
sobre hechos que deben probarse en los expedientes (Pinkas, 1988).

Y siempre uno gana y otro pierde, uno tiene el derecho y el otro no lo tiene.
La relación social en estos casos queda definitivamente dañada, y una de las
partes buscará, en algún momento, tomar revancha de ese fallo en el que
salió perdedora.

Además, teniendo en cuenta lo visto hasta aquí, debemos saber que este
último proceso será posible de concretarse cuando el conflicto sea de la
categoría de una conducta prohibida contra una conducta permitida, ya que,
si nos encontramos en uno del tipo de permitido versus permitido, será
imposible resolverlo por la vía judicial, con lo que el conflicto quedará
irresuelto y con las consecuencias que esa situación genera para cualquier
tipo de relación social.

Para cerrar este aspecto, podemos reiterar que el proceso integral para
lograr la resolución de un conflicto debe ir de menor a mayor en relación con
los métodos o mecanismos que se decide utilizar. Debe empezarse siempre
por la menor conflictividad, menor costo, tanto económico como en el
tiempo, y sin la intervención de nadie más que la partes; luego, si esto no
funcionó, buscar la ayuda de un tercero; si también fracasa, pues se le
solicitará a una persona elegida y acordada entre ambas partes que tome
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esa decisión; y si ya es imposible llegar a una solución, pues bien, se deberá
recurrir a un juez y se aceptará indefectiblemente la decisión final.

Todo este desarrollo, como se ha dicho, no se lleva a la práctica en la


realidad, ya que cuando existe un conflicto determinado, y que por razones
económicas o sociales se justifique, directamente se lo somete a los
tribunales de justicia. Y si el aspecto económico es muy reducido,
directamente se lo deja sin resolución, ya que no justifica iniciar todo un
proceso que llevará años de duración y con un alto costo económico.

Esto ha generado dos consecuencias muy graves, tal como dijimos


anteriormente. Una de ellas es que producto de que todo tipo de conflicto
se judicializa, la estructura del poder judicial no soporta y se encuentra
absolutamente colapsada, lo que conlleva a una mayor demora en los
trámites, pérdidas de expedientes y demás consecuencias.

Por otro lado, la segunda consecuencia gravísima que se observa es que por
los costos que conlleva presentar una demanda judicial y la demora en
resolverse, el servicio público de justicia no se encuentra al alcance de todos
los ciudadanos, es decir que por razones socioeconómicas sectores
importantes de la población no tienen un adecuado acceso a la justicia.

Pues bien, todos los procesos de resolución alternativa de conflictos que


estamos viendo pueden llegar a ser un importante aporte para resolver
estos problemas. Cuidado, no se encuentra en ellos solos la solución, pero sí
pueden colaborar en descomprimir las barandillas de los tribunales y
además pueden estar a disposición de todos los ciudadanos.
Definitivamente, se reitera que existen conflictos que por su envergadura y
consecuencia social deben ser siempre resueltos por el poder judicial, pero
los problemas de todos los días pueden ser arreglados en estas instancias
alternativas.

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Referencias
Highton, E. y Álvarez, G. (1995). Mediación para resolver conflictos.
Buenos Aires, AR: Ad Hoc.

Pinkas, F. (1988). Principios y técnicas de la negociación internacional.


Lima, PE: ALACCI.

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