Está en la página 1de 2

CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DEL “DISCURSO DEL MÉTODO”.

La época en que vive Descartes, la primera mitad del siglo XVII, es un


momento histórico de capital importancia para la filosofía y, también, para el
pensamiento científico. Sería un error presentar el Discurso al margen de su
marco histórico e ignorando los antecedentes de los problemas que en él se
plantean. Si, desde el punto de vista formal, el Discurso puede considerarse como
el “manifiesto programático” o la “carta fundacional” de la nueva filosofía, esto es,
de la filosofía racionalista, no por ello debemos olvidar el trasfondo temático sobre
el que se sitúa la nueva actitud que dio origen a la filosofía que actualmente
llamamos “moderna”. Bajo esa perspectiva, el Discurso se articula en torno a tres
ejes básicos: la Escolástica como filosofía oficial, la nueva ciencia en tanto que
espíritu renovador y las instituciones sociales, garantía de permanencia de los
valores necesarios para el buen funcionamiento de la convivencia entre los
hombres.
El primer elemento constitutivo del marco ideológico del Discurso es la
filosofía escolástica. En todas las universidades y colegios de Europa del siglo XVII
se enseñaba, como filosofía oficial, la vieja escolástica medieval renovada por
insignes pensadores tales como el cardenal Cayetano, el dominico Francisco
Silvestre de Ferrara, o el jesuita Francisco Suárez. Descartes manifiesta su
opinión sobre la filosofía escolástica en distintos lugares de su Discurso,
juzgándola como un pseudo-saber pues las razones que esgrime en defensa de
sus tesis no se apoyan en argumentaciones ciertas y rigurosas. En efecto, la
Escolástica utilizaba como único método de demostración el razonamiento
silogístico, método que parte o de verdades de fe o de principios fundados en la
autoridad de Aristóteles: por ello el descubrimiento de verdades nuevas consistía
en subsumir una verdad particular en otra más general. Estas primeras verdades
generales eran incuestionables por razón del criterio de “autoridad”: la disputa o
la discusión se planteaba en el plano de las verdades particulares pues no siempre
estaba claro en qué verdades generales debían fundarse.
Pero, junto a la filosofía oficial, coexistía otra filosofía considerada no-
académica, esto es, la filosofía escéptica o escepticismo, secuela de la actitud
crítica del humanismo renacentista. El escepticismo es una filosofía que no ofrece
un cuerpo sistemático de doctrina ni un método para la adquisición de la verdad,
sólo se limita a la práctica de la duda universal y de la negación de la existencia
de verdades absolutas. En esta línea de pensamiento destacaron Michel de
Montaigne, el médico español Francisco Sánchez y Pierre Charron.
El segundo de los elementos que conforma el marco ideológico del Discurso
es la “nueva ciencia”. En la época en que vivió Descartes aparece la primera
desmembración de la filosofía, cuando la física se separa de ella al adquirir un
status científico propio y autónomo. Se trata de la filosofía natural basada en la
elaboración de hipótesis y verificación empírica según el hacer de Bacon, Galileo y
Kepler, pioneros de la primera revolución científica. Los científicos del siglo XVII
juzgaron que la ciencia debe limitarse a una lectura literal de la Naturaleza que
Galileo considera que es un gran libro escrito en lenguaje matemático. Descartes
no quiso polemizar contra los teóricos de la “nueva ciencia”, al contrario, la
actitud frente a ellos es de admiración y de reconocimiento de su labor, cuyos
frutos fueron los primeros eslabones en la constitución de la ciencia física
moderna: la física mecánica de Isaac Newton. No es de extrañar que el propio
Descartes incorpore en su sistema algunas de las ideas del pensamiento científico
que por innovadoras rozaron el límite de la ortodoxia oficial.
Por último, el tercer elemento que cierra el panorama histórico-ideológico
del Discurso está representado por el conjunto de instituciones sociales, en
especial, la Iglesia y el Estado. En cuanto a la institución civil (el Estado),
Descartes se muestra respetuoso con las formas de gobierno de su época y se
manifiesta en contra de todos los intentos dirigidos a subvertir el orden
constitucional. Sobre la segunda de las instituciones, la Iglesia y su cuerpo de
doctrina (la Teología revelada), Descartes, católico por convicción, juzga que sus
verdades no están al alcance de la luz natural de la razón y, por tanto, deben
considerarse como un saber extraño y al margen de las investigaciones y
especulaciones del entendimiento humano.

APROXIMACIÓN TEMÁTICA AL “DISCURSO”.

El pensamiento de Descartes aparece condensado en su obra “Discurso del


método”, pues en ella desarrolla los aspectos más importantes y las tesis
fundamentales de la nueva filosofía racionalista. Si se nos pide catalogar o,
simplemente, adjetivar esta gran obra del pensamiento racionalista, nos
encontraríamos con el dilema de no saber si de hecho se trata de un escrito
lógico-epistemológico, o de una investigación de los fundamentos de la metafísica,
o de un simple esbozo de una filosofía moral; estos tres temas, la mayoría de los
cuales aparecerán plenamente desarrollados en otros tratados publicados
posteriormente, constituyen una unidad temática cuyo hilo conductor es el
método de que debe servirse la razón cuando investiga sobre la verdad de las
ciencias. El ¿cómo dirigir rectamente la razón?, el ¿cómo debemos obrar? y el
¿qué podemos saber? constituirán las tras cuestiones fundamentales que irá
tratando Descartes a través de las seis partes de que consta el Discurso. Las dos
primeras son de carácter lógico-epistemológico, la tercera de orden ético-moral y
las restantes tratan de cuestiones relativas a la filosofía primera o metafísica.
Centrándonos en las partes que son de obligado conocimiento para los alumnos
que se presentan a las Pruebas de Acceso a la Universidad (partes segunda y
cuarta del Discurso) podemos sintetizar su contenido diciendo que la segunda
parte hace referencia a las reglas más significativas del método cartesiano y la
cuarta parte desarrolla las razones que permiten establecer la naturaleza del alma
y la existencia de Dios, en tanto que constitutivos de su metafísica racionalista.

También podría gustarte