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La concepción de futuro
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LECCIÓN 1 de 8
Pensar en teorías de la modernización nos invita a reflexionar acerca de ciertos interrogantes. En primer
lugar, ¿qué relación podemos establecer entre modernidad y modernización?, ¿estamos hablando de lo
mismo? ¿El proceso de modernización es inevitable?, ¿es deseable? ¿Todo proceso de cambio es un
proceso de modernización?
Las teorías de la modernización surgen en la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, momento en el
cual el mundo queda dividido en tres: el primer mundo, integrado por países capitalistas, desarrollados e
industriales; el segundo mundo, socialista y en proceso de industrialización; y el tercero, conformado por las
sociedades poscoloniales y preindustriales, entre las cuales, por supuesto, se contaban los países
latinoamericanos. De allí que a partir de los discursos circulantes de la época nos resulte tan familiar la
denominación de tercermundistas como un concepto peyorativo.
Sztompka, autor cuyo texto constituye la bibliografía básica de esta unidad, considera que las teorías de la
modernización y la de la convergencia, que se ocupan de analizar el contraste entre el primer mundo y tercer
mundo y el contraste entre el primer mundo y el segundo mundo, respectivamente, pueden entenderse como
formas de “reencarnación” (Sztompka, 1993, p. 156) de la orientación evolucionista. ¿Por qué? Porque sus
aportes teóricos están orientados a analizar e interpretar el avance de las sociedades menos desarrolladas
hacia sociedades más desarrolladas. En otras palabras, quienes trabajan desde estas teorías se proponen
analizar el desarrollo y las causas de la ocurrencia (o no) de este.
¿Qué significa que los cambios son unilineales? Significa que hay un único camino a seguir para alcanzar el
estado de desarrollo considerado como deseable, y ese camino es el que han seguido los países
industrializados. Conociendo, entonces, la meta que se desea alcanzar y el camino que se pretende seguir,
entendido como el único posible, solo resta guiar a los países subdesarrollados y ayudarlos a “seguir los
mismos peldaños” (Sztompka, 1993, p. 157) que los países tomados como referencia.
Desde este enfoque, el desarrollo se entiende como un cambio inevitable, irreversible, mediante el cual las
sociedades se mueven hacia la modernidad, la cual, según los sociólogos, se evidencia en las
características de las sociedades democráticas, industrializadas y capitalistas de occidente.
De acuerdo con los autores enmarcados en la teoría de la modernidad, los cambios no ocurren de manera
abrupta (como podía analizarse, por ejemplo, desde una postura marxista, la revolución); por el contrario, los
cambios ocurren de manera gradual, incremental y pacífica. Por ello, estos pensadores proponían ciertos
estadios insoslayables por los cuales las sociedades debían pasar para alcanzar su desarrollo. El cambio se
daría, entonces, en una secuencia regular de estadios y a partir de un movimiento endógeno.
Dada la raíz evolucionista de estas teorías, el cambio se explica en
términos de causación inmanente (es decir que la causa que motiva el
cambio está dentro de la sociedad misma), de diferenciación
estructural y de gradación adaptativa.
Así, los adeptos a esta postura entendían que el proceso de modernización daría lugar a una mejora
universal de la vida social, por lo cual el cambio hacia la modernización era considerado como necesario,
además de irreversible, endógeno, y beneficioso. Sin embargo, más adelante en el tiempo, empezaron a ver
el proceso de modernización ya no como irreversible e inevitable, o como un proceso evolutivo
autosostenido, sino como una forma de emulación de los países subdesarrollados en relación con los
desarrollados, emulación que debía estimularse mediante los andamiajes necesarios:
Los diferentes países deberían atravesar una sucesión de cinco fases, casi homogéneas,
de desarrollo endógeno hasta converger en patrones culturales e institucionales que
serían perfectamente homologables con los modelos “occidentales”. De esta suerte, la
empatía colectiva de la nueva comunidad moderna sería posible gracias a la similitud que
se alcanzase entre los indicadores de industrialización, salud, urbanización, educación,
democracia y comunicación de masas que, en definitiva, acabarían por transformar el tipo
de expectativas del sujeto individual tradicional y, a la postre, su estructura mental.
(Almaraz Pestana, 2012, p. 751).
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Como ya indicamos, dependiendo de si hablamos de las primeras líneas de trabajo o de las propuestas
posteriores, el cambio se entiende como más o menos autosostenido.
Según las primeras teorías de corte evolucionista, se entiende que un cambio hacia el desarrollo es
inherente a la sociedad y se da de manera inevitable si no es obstaculizado. Desde una postura darwinista,
este cambio puede darse de manera muy lenta, y se asume la existencia de sociedades más adaptadas que
otras; por lo tanto, el desarrollo debería, en este caso, ser movilizado desde arriba, a partir de una toma de
conciencia por parte de las sociedades más avanzadas acerca de las limitaciones de las subdesarrolladas.
Pero también podría movilizarse el cambio a partir de un efecto demostrativo, facilitando el hecho de que las
sociedades menos desarrolladas experimenten los beneficios del desarrollo mediante, por ejemplo, el
turismo, los filmes, etcétera. En este caso, las sociedades desarrolladas desencadenarían el potencial
modernizador de la sociedad (Sztompka, 1993).
Las tecnologías de comunicación, por ejemplo, han modificado el modo de vida de manera contundente,
generando pautas laborales y de intercomunicación bastante semejantes en países diversos. Sin embargo,
no se puede hablar de modernización por la sola incorporación de dichas tecnologías, así como no se puede
afirmar que la apropiación de estas prácticas laborales y comunicacionales modernas sea el indicador de
beneficios significativos para la calidad de vida de los países subdesarrollados.
Figura 1: Call center en sociedades musulmanas
Según Sztompka (1993), la teoría de la modernización ha sido criticada tanto desde el punto de vista
empírico como teórico. Empíricamente, se la ha criticado por ser contraria a la evidencia histórica. Es decir,
basta con observar la realidad de los países denominados desarrollados para comprobar que el cambio
hacia el desarrollo inevitable del cual hablaban los teóricos de la teoría de la modernización no ocurrió; por el
contrario, la pobreza es cada vez más implacable, la brecha de desigualdad es mayor y los rasgos culturales
completamente lejanos a la idea de modernización (como el fundamentalismo religioso, por ejemplo) no
dejan de emerger.
En cuanto a las críticas teóricas, los presupuestos evolucionistas fueron considerados inaceptables
(Sztompka, 1993), así como la visión unilineal que explicaba el desarrollo solo a partir de causas endógenas.
Los críticos de esta teoría consideraron inviable una teoría que no pudiera incluir variables exógenas tales
como la guerra, la dominación colonial o las relaciones internacionales para explicar el cambio de las
sociedades.
En otras palabras, la postura crítica complejiza la mirada sobre el cambio y hace comprensible, entre otras
cuestiones, que en sociedades tradicionales pueden observarse rasgos beneficiosos, que la modernización
acarrea efectos secundarios que poco tienen que ver con la mejora de la condición humana, que los
recorridos hacia la modernización difieren ampliamente de sociedad en sociedad y que la concepción
occidentalista de los fines de la modernización (que toma como países de referencia a los Estados nación
europeos) es profundamente etnocéntrica.
LECCIÓN 4 de 8
Sztompka (1993) advierte acerca de la necesidad de repensar el concepto de modernidad y las teorías de la
modernización. El autor resume el debate actual sobre estas teorías en diez puntos que sintetizaremos en el
siguiente cuadro:
La concepción materialista de la historia se encuentra presente en los trabajos de Karl Marx, Friedrich
Engels y sus seguidores. Esta encuentra también sus raíces en el evolucionismo, puesto que los autores
hablan de una historia como proceso natural, cuyas leyes deben ser comprendidas para poder luego
intervenir en su curso.
Los rasgos evolucionistas de las propuestas de Marx se observan en los siguientes postulados: por una
parte, Marx creía firmemente en el progreso y compartía el optimismo de los evolucionistas; por otra parte,
entendía que el mecanismo de cambio era inherente a las sociedades, es decir, que los cambios se
generaban desde adentro; finalmente, como los evolucionistas, explicaba los cambios históricos a partir de
estadios.
Sin embargo, la propuesta de Marx complejiza significativamente el fundamento desde el cual emerge. El
aporte realizado por este autor para comprender la lógica de funcionamiento de las sociedades y su
dinámica de cambio es original y profuso. Sztompka (1993) propone comprender la teoría de Marx a partir de
la metáfora de los escalones. ¿Qué significa esto? Se trata de entender que la propuesta de Marx no se
reduce a enfocarse en un aspecto particular de la sociedad, sino que ofrece una mirada compleja y
multidimensional de aspectos generales y particulares de las sociedades analizadas.
Cuando hablamos de materialismo, planteamos una oposición al idealismo hegeliano, del cual Marx parte
para explicar su concepción del mundo. Marx retoma de la propuesta de Hegel la forma dialéctica de
entender el mundo. A riesgo de simplificar en demasía, podemos señalar que Hegel ofrece una postura
filosófica en la cual la pregunta central radica en torno a cómo se genera el saber absoluto, y la respuesta
que brinda reside en la dialéctica del espíritu. Mostrar el origen del saber absoluto lleva a Hegel a desarrollar
su Fenomenología del Espíritu (Geist), publicada por primera vez en 1807. En este texto teoriza acerca de los
diferentes estadios que atraviesa el saber hasta convertirse en saber absoluto. Lo particular de la propuesta
de Hegel es que la forma de pasar de un estadio a otro no es lineal, sino dialéctica.
¿Y qué es la dialéctica?
Un ejemplo muy simple: si observamos una obra de arte, podemos decir que “es bella” (lo cual constituiría la
tesis). Pero el pensamiento dialéctico nos exige la negación de esta tesis: “no es bella”, porque su belleza
solo se registra en función de ciertos parámetros que pueden ser solo nuestros y no compartidos por el
resto del mundo (esto constituiría la antítesis). Finalmente, diremos que es bella y no es bella: es bella para
nosotros, pero no para todo el mundo (esto constituiría la síntesis).
Marx reescribe la dialéctica en términos materiales, es decir, referenciando al mundo de manera objetiva, tal
como existe, incluyendo la naturaleza, la sociedad y los individuos (Sztompka, 1993). Según la perspectiva
de Marx, la historia es la secuencia de cambios de la sociedad humana, no ya la trayectoria del espíritu
(Geist). En otras palabras, Marx toma la dialéctica del reino de la filosofía, pero la aplica al mundo de las
relaciones sociales que existen en el mundo material.
Pensar el mundo material de manera dialéctica es lo que hace de la
obra de Marx un trabajo original, ambicioso y trascendente. Como
pensador dialéctico, adoptará una perspectiva relacional del mundo
social, es decir que nunca se centrará en una sola unidad. Se
interesará por la relación de los fenómenos sociales del mundo
observado y los fenómenos sociales pasados y futuros. Contemplará
en su análisis tanto a los actores involucrados como las estructuras,
y afirmará que las influencias sociales nunca se dan en una sola
dirección.
Retomando el tema que nos ocupa en esta lectura, intentaremos dar respuesta a la pregunta acerca de cuál
es el motor de cambio social a partir de esta postura teórica. En primer lugar, y dada la forma dialéctica de
entender el mundo, el origen del cambio estaría en la contradicción. En el mundo material, esta contradicción
podría observarse en el conflicto de intereses que se da entre una clase y otra. Así, en los distintos
momentos históricos que Marx analiza, se registran conflictos entre clases que, llevados al extremo, dan
lugar al quiebre del sistema tal como está y a la constitución de uno nuevo. De este modo, los diferentes
sistemas dan cuenta de luchas de intereses entre clases: amos y esclavos, señores y siervos, burguesía y
proletariado.
En segundo lugar, como ya indicamos al principio, dada su raíz evolucionista, el motor de cambio se entiende
como endógeno con respecto a la sociedad. En palabras simples, podríamos decir que resultaría natural que
el conflicto se exacerbe al punto de romper con el sistema y dar lugar a otro sistema. Así como Hegel
manifestaba que el espiral de contradicciones entre conocimientos permitiría afirmar un saber supremo,
Marx, en términos materialistas, afirmaba que la lucha de clases y el conflicto entre estas resuelto una y otra
vez en un nuevo modo de producción darían lugar, finalmente, y mediante la revolución, al comunismo, es
decir, a un sistema sin clases en donde el conflicto se resolvería definitivamente.
Sztompka (1993) realiza un análisis de la teoría de Marx e indica que esta debe comprenderse como una
mirada de la sociedad desde distintos niveles. Cada escalón representa un nivel, y atravesar los escalones
en una u otra dirección implica comprender a la sociedad desde lo individual hacia lo colectivo, y a la inversa;
desde lo empírico hacia lo abstracto, y a la inversa. Allí radica, de acuerdo con el autor, la complejidad de la
propuesta de Marx.
La imagen con la que ilustraremos este apartado pertenece a la película Tiempos Modernos, cuyo
fragmento hemos visto en el Módulo 1. La fuerza de esta imagen radica en que permite simplificar la
reflexión marxista en torno al hombre deshumanizado, convertido en un engranaje, no consciente del
producto de su trabajo, anulado en su creatividad y en su reflexión.
El cambio definitivo para Marx estaría dado por la revolución, la cual permitiría abolir la propiedad privada y,
de esta manera, construir una sociedad sin clases. Sin embargo, dicha revolución solo sería posible a partir
de que el proletariado tomara conciencia de su condición de clase, de su opresión.
Si bien Marx afirmaba que la opresión misma daría lugar a la revolución, es decir, que esta sería inevitable,
consideraba que el trabajo político era indispensable para que la mencionada conciencia de clase fuera
posible.
La revolución
También la revolución puede ser entendida desde diferentes niveles de análisis. El abordaje que nos ofrece
Sztompka (2003) nos permite analizar la revolución desde el nivel histórico-mundial, desde el nivel
socioestructural y desde el nivel de la acción (es decir, desde lo más general hacia lo más particular). Así, en
el nivel histórico-mundial, las revoluciones significan transformaciones de toda la formación
socioeconómica; mientras que en el nivel socioestructural, las revoluciones implican el reemplazo de la
clase dirigente por la clase contendiente; finalmente, en el nivel de la acción individual la revolución se
refiere a las acciones masivas, colectivas, en las que los intereses, primordialmente económicos, de
algunas personas prevalecen sobre los de otras. En definitiva, también el mecanismo de cambio es material
y no ideológico.
Como podemos observar, a pesar de abogar por un trabajo político en pos de la conciencia de clase, Marx no
nos habla de un cambio ideológico. ¿Cómo podría pensar en un cambio ideológico entendiendo que la
conciencia del ser está condicionada por su posición en la estructura económica?
Si bien los cambios sociales implican modificaciones tanto en las relaciones materiales como en las
relaciones ideológicas, Marx afirma que, para que exista un cambio revolucionario, deben producirse
modificaciones en la estructura material de la sociedad. (Revisa estos conceptos en la primera lectura). Así,
el conflicto llega a su límite cuando el desarrollo de las fuerzas productivas entra en contradicción con las
relaciones de producción. Por ejemplo, los intereses del proletariado (entendido como fuerza de producción)
entran en contradicción con la relación de producción específica del modo de producción analizado (la
propiedad privada). Esto acrecienta el conflicto de manera inevitable y da lugar a la revolución, que es una
revolución por la fuerza. Asimismo, la burguesía, a partir de la explotación ejercida, acrecienta este conflicto
asegurándose su propia caída.
La concepción de futuro
El futuro para Marx implicaba la emergencia del comunismo, el que sería posible a partir de la abolición de la
propiedad privada y la disolución del Estado. Esto implicaba, a nivel socioestructural, el establecimiento de
una sociedad sin clases, y a nivel individual…
Referencias
Almaraz Pestana, J. (2012). Hacia una formulación analítica de la sociedad mundial: de Rostow a Luhmann.
Papeles Políticos, 17(2), 737-773. Bogotá, CO.
Referencias web
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