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La felicidad según Schopenhauer

Tallulah Murphy recupera algunos consejos para alcanzar la felicidad del gran pesimista:
Schopenhauer. En el libro El arte de ser feliz (Herder), se disfraza de optimista.

No todos los filósofos han escrito un manual para conseguir la felicidad. Con frecuencia, la felicidad
es tomada como una aspiración fútil, frívola, propia de gentes sin grandes alcances. Me cuentan en la
redacción de Filosofia Hoy que el concepto de “felicidad” a nuestros lectores les parece subproducto de la
literatura de autoayuda. Por llevar la contraria, ya que desde Nueva York no voy a oír las críticas, me he
sumergido en los consejos de autoayuda escritos por el maestro supremo del pesimismo; convencido
como estaba de que la vida de los humanos oscila entre el dolor y el aburrimiento.

Schopenhauer no se lanza alegremente a una carrera de escritor de libros de autoayuda. De modo


resignado pone su talento al servicio de la prudencia, no con la alegría atolondrada de los manuales al
uso. Ni siquiera se promete a sí mismo alcanzar la felicidad (eudemonología, eudaimonia o arte de ser
feliz en la medida de lo posible), sino meramente evitar las penurias y los golpes del destino con la
esperanza de que al menos la ausencia de dolor nos proporcione bálsamo para nuestro corazón
decepcionado. Si puedo tratar de hallar la columna esencial del pensamiento de nuestro Arthur más
querido sería: nada como la prudencia para no ser atrapado por la desdicha. ¿No es delicioso? Lejos de
nosotros la loca seducción por el riesgo; solo la contemplación puede proporcionar alguna felicidad; la
volición es como jugar con un revólver cargado; contemplar la vida y reducir nuestros actos a la mínima
exigencia de la búsqueda del sustento imprescindible.
A continuación os propongo una selección de entre las 50 reglas de Schopenhauer para conseguir la
eudaimonia:

Regla número 1: Todos venimos al mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y al goce y conservamos la
insensata esperanza de realizarlas, hasta que el destino nos atrapa y nos muestra finalmente que nada es
nuestro. La experiencia nos enseña que la felicidad es pura quimera, y mientras solo cabe escapar del
dolor. ¿Por qué habría de ser necio procurar el disfrute del presente como lo único seguro?

Regla número 2: Evitar la envidia. Sabemos cuán cruel e implacable es la envidia y, sin embargo, nos
esforzamos sin cesar en suscitarla en los demás. ¿Por qué?

Regla número 4: La resumiría en: contén tus pretensiones en los límites de lo que posees.

Regla número 5: La medida del dolor, o de su ausencia, está en nuestro interior y no en las circunstancias
externas, de modo que evitar ilusiones o comparaciones injustificadas prepara tu ánimo para entender el
conjunto de tu vida con ecuanimidad inalterable.

Regla número 6: Hacer con buena voluntad lo que se puede y tener la voluntad de soportar el sufrimiento
inevitable.

Regla número 7: Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla y una vez llevada a cabo no
angustiarse con los resultados, sino desprenderse plenamente del asunto.

Regla número 10: Sométete a la razón si quieres someterlo todo.

Regla número 12: Nada será tan provechoso como comportarse de manera no llamativa y hablar muy
poco con los demás, pero mucho consigo mismo.

Regla número 13: Cuando estemos alegres, no debemos pedirnos permiso para ello con la pregunta de si
tenemos motivo para estarlo.

Regla número 14: La sabiduría de la vida se basa en una justa proporción entre la atención que
prestamos al presente y al futuro, para que la una no pueda estropear a la otra.

Regla número 18: En todas las cosas que afectan a nuestro bienestar y malestar, nuestras esperanzas y
temores, hay que poner riendas a la fantasía.

Regla número 20: Debemos organizar la manera de pensar en nuestros asuntos de forma fragmentaria;
debemos poder abstraer, pensar, arreglar, disfrutar, sufrir cada cosa en su momento y sin preocuparnos
de todo lo demás; tener cajones que abrimos y cerramos para nuestros pensamientos.

Regla número 22: Vivir feliz solo puede significar vivir lo menos infeliz posible.

Regla número 25: Debemos ver lo que poseemos como lo estaríamos mirando si alguien nos lo quitara;
sea propiedad, salud, amigos, amantes, esposa e hijos, la mayoría de las veces sólo sentimos su valor
después de haberlos perdido.

Regla número 30: La actividad de emprender o aprender algo es necesaria para la felicidad del ser
humano.

Regla número 32: Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la
salud.

Regla número 33: Debemos llegar a dominar la impresión de lo intuitivo y actual, que nos resulta
desproporcionadamente fuerte frente a lo puramente pensado y sabido, no por su materia y contenido,
sino porque su inmediatez altera nuestro ánimo y tranquilidad.

Regla número 34: Cuando analizamos nuestra vida y nuestros fallos en ella podemos excedernos
fácilmente en los reproches contra nosotros mismos.

Regla número 35: Lo que más frecuentemente y casi forzosamente descuidamos y dejamos de tener en
cuenta en nuestros planes de vida son las transformaciones que el tiempo opera en nosotros mismos.

Regla número 38: Para bien y para mal es mucho menos importante lo que le sucede a uno en la vida que
la manera en que lo experimentamos. Para la felicidad de nuestra existencia, el estado y la condición de
la conciencia es absolutamente lo principal.

Regla número 39: Debido al poder secreto que preside los sucesos más azarosos de nuestra vida,
deberíamos acostumbrarnos a considerar todo acontecimiento como necesario, un fatalismo que resulta
tranquilizador.

Regla número 40: En lugar de especular sobre las posibilidades favorables, inventando cien esperanzas
ilusas, todas preñadas de decepción si son incumplidas, deberíamos centrarnos en todas las
posibilidades adversas. Eso nos llevaría a tomar precauciones.

Regla número 42: Una de las insensateces mayores y más frecuentes es hacer amplios preparativos para
la vida, no importa de qué tipo sean. La vida vista desde el principio parece infinita, o cuando se mira
atrás, desde el final del camino, parece extremadamente breve.

Regla número 43: Aquel que fue ricamente dotado por la naturaleza no necesita obtener del exterior nada
más que la libertad del ocio para poder disfrutar de su riqueza interior. Únicamente lo interior, la
conciencia y su estado son el yo y solo en él se halla nuestro bienestar y malestar.

Regla número 44: La mayor fortuna está en la personalidad.

Regla número 45: Como Aristóteles define: la vida filosófica es la más feliz.

Regla número 47: Entre lo que uno tiene, los amigos ocupan un lugar principal. Mas esta posesión tiene la
particularidad de que el poseedor tiene que ser en la misma medida propiedad del otro.

Regla número 49: Una existencia feliz sería aquella que objetivamente, según una reflexión fría y madura,
fuera decididamente preferible al no ser.

Regla número 50: Toda realidad, es decir, todo presente colmado, consiste en dos mitades, el objeto y el
sujeto, en una combinación tan necesaria y esencial como la del oxígeno y del hidrógeno en el agua.

Ya veis, Arthur Schopenhauer transparente: un pensamiento independiente, que nunca acaba de


ceder ante la seducción ni ante el fatalismo. Siempre jugando con la coquetería del pesimismo, pero
consciente de que la vida por poco que contenga es mucho.

La diferencia en la suerte de los mortales para Schopenhauer se reduce a tres puntos:


1. Lo que uno es, es decir, la personalidad.
2. Lo que uno tiene.
3. Lo que uno representa: la opinión que otros tienen de uno.

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