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MARCAIDA Y SCALTRITTI: “Afianzamiento y expansión del capitalismo”

Buena parte de este texto ya lo recorrimos en clase. Hace un pequeño resumen de las
consecuencias globales de la Revolución Industrial:

Plantea cómo, a partir de esas transformaciones (transportes, desarrollo de la industria pesada,


expulsión de población europea, disponibilidad de dinero para invertir tras la finalización de la red
ferroviaria europea, aspectos ideológicos como la hegemonía del liberalismo económico) se puso
en marcha lo que se denominó la División Internacional del Trabajo.

Esta distribución de la producción a escala global implicaba que ciertos países se especializaran en
los bienes manufacturados e industriales y otros en los bienes primarios. Este proceso se llevó
adelante –por cuestiones particulares que verán con Elena-en buena medida a través del llamado
Imperialismo, un tipo de expansionismo europeo particular de fines del siglo XIX.

Entre los países destinados a la producción de materias primas para el mercado internacional se
ubicaba el nuestro, dada su riqueza en recursos naturales, especialmente la tierra. El modelo
ofrecía una perspectiva de expansión económica muy atractiva para una economía pequeña y
poco desarrollada porque implicaba colocarse tras la locomotora que era Inglaterra. Pero, sobre
todo, ofrecía a los sectores poseedores de la tierra (distribuida sobre todo en grandes latifundios)
una fuente de riqueza enorme.

Para que la Argentina pudiera sumarse, debió darse la organización de un Estado nacional que,
hasta mediados del siglo XIX, no existía, para garantizar la estabilidad en el desarrollo de los
negocios. Entre 1850 y 1900, especialmente desde 1880, se produce esa organización del Estado,
lo que implicó una organización constitucional (1853), una administración centralizada, la división
de poderes, la garantía de las libertades civiles (con ciertos atenuantes, por supuesto, que ya
veremos), la consolidación del capitalismo como modo de producción dominante en la Argentina y
la estructuración de una sociedad dinámica (con oportunidades de crecimiento individual) y
heterogénea (con el aporte de la inmigración) que comenzó, a su vez, a llevar adelante un proceso
de homogeneización cultural que ya veremos.

MARCAIDA, RODRIGUEZ Y SCALTRITTI: “Los cambios en el Estado y la sociedad”

Las autoras se ocupan de la etapa del “Liberalismo”, que va de 1880 (organización del Estado
Nacional) a 1930 (derrocamiento de Yrigoyen). La denominación responde a que durante ese
período fue hegemónica la ideología liberal, que concebía que el Estado debía ser una institución
reducida, que garantizara los derechos mínimos (civiles y políticos), que proveyera algunos
servicios básicos (educación, seguridad, justicia, centralmente) y no “intefiriera” en las leyes del
mercado.

En ese período, las autoras distinguen dos subperíodos: el Liberalismo Oligárquico y el


Liberalismo Democrático. Aunque no cambian sustancialmente aquellas concepciones, lo que
diferencia a una de la otra es que en el primero el sistema político se caracterizaba por el fraude,
que impedía el ejercicio del derecho a elegir a los representantes. Con la ley Sáenz Peña, de 1912,
y la elección de Yrigoyen, se abre la nueva etapa.

Nos vamos a ocupar en este punteo de la primera etapa, la del liberalismo oligárquico. La
caraterística de oligárquico proviene de que esta palabra significa el poder de unos pocos, dado
que eran un puñado de familias muy poderosas desde el punto de vista económico (en su mayoría,
además, de largo arraigo en este territorio) asumían y se distribuían casi la totalidad de los cargos
de la alta política. En tanto poseedores de enormes extensiones de tierra, eran los claros
beneficiarios de la consolidación de una economía agroexportadora.

Pero, para que fuera posible el pleno despliegue de un modelo de este tipo, era necesario “poner
en línea” una serie de cuestiones:

1) Régimen político: era necesario poner fin para siempre a las luchas facciosas que habían
caracterizado al siglo XIX argentino. Si bien desde antes de 1880 se había avanzado en
políticas de consenso entre las clases dominantes de todo el país (no olviden que los
enfrentamientos civiles tenían, en gran medida, a sus cabecillas entre los sectores
acomodados), el aquietamiento definitivo comienza con la creación del Partido
Autonomista Nacional (PAN) y la posterior llegada de su principal líder, Julio Roca, a la
presidencia (1880).

El PAN era una suerte de liga política que agrupaba a la alta oligarquía de todo el país. A
través del fraude, la cooptación, las intervenciones de provincias díscolas, el
establecimiento de negociaciones políticas y el alcance de consensos al interior de la clase
dominante logró mantenerse en el poder hasta 1916.

Roca puso en marcha, desde 1880, un plan orientado por las consignas positivistas de
“Orden y progreso”, fuertemente tecnocrático (a diferencia de los períodos previos,
marcados por la política territorial y la emergencia de líderes con “tropa” hechos sobre la
marcha, los nuevos cuadros del Estado reinvindicaban su formación técnica, su
conocimiento de los temas), con ambición de modernizar el estado, la economía y la
sociedad. Esto incluía, entre otras cosas, el recorte de las atribuciones de la Iglesia (como
se expresó en la educación y ciertas áreas de la administración civil, se apostó por el
laicisismo) y un Estado liberal, que no interfiriera el progreso que resultaría del libre juego
de las fuerzas del mercado y garantizara los derechos civiles básicos: propiedad,
seguridad, libre tránsito, prensa, asociación, etcétera. Esto implicaba la base jurídica para
la economía capitalista.

Como se vio, los derechos políticos eran vulnerados ya que se continuó con el fraude,
favorecido por la no obligatoriedad del voto y su falta de secreto

2) Expansión de la frontera: Por legado colonial, el Estado argentino se sentía con derecho
sobre los territorios de la Patagonia y el Chaco “impenetrable”. Esos territorios contaban
con enormes recursos naturales que podían (o “debían”, en la concepción de la época) ser
puestos a disposición de la propiedad privada, la explotación capitalista y la exportación al
mundo.
Por ello, se instrumentó la conquista militar del Sur (a fines de la década de 1870, cuando
Roca era ministro de Guerra de Avellaneda) y el control político militar sobre el gran
Chaco. Esto puso a disposición enorme cantidad de tierra que quedó en manos de las
mismas familias terratenientes.

3) Trabajo: Sin embargo, para poner en marcha la economía capitalista agroexportadora,


eran necesarios trabajadores, dada la baja densidad poblacional del país y la poca “cultura
del trabajo” que, según los sectores terratenientes, tenían los pobladores rurales locales.

Para ello se implementó una activa política de atracción de inmigrantes (especial, pero no
únicamente europeos) que pudieran ser los “brazos” que levantaran las cosechas,
articularan el transporte de la producción, construyeran la infraestructura necesaria. Y
que, además, efectuaran una suerte de “transplante cultural”, es decir, que trajeran
consigo una mentalidad capitalista: acatamiento de las rutinas, aspiración de ascenso
social a través del esfuerzo, conocimientos agrícolas.

La afluencia fue tan grande que entre 1869 y 1914 (45 años) la población de multiplicó por
cuatro. Ingresaron unos 6 millones de inmigrantes hasta 1930.

4) Capital e Infraestructura: Desde ya, no se podía instrumentar un modelo agroexportador


a escala nacional si no había una infraestructura que lo permitiera. Casi no había vías
férreas, los puertos eran pequeños embarcaderos de poca profundidad, los caminos eran
desastrosos, no había tampoco disponibilidad inmobiliaria (depósitos, viviendas, etc) ni
servicios públicos suficientes.

Para el desarrollo de esta infraestructura, además de trabajadores que los construyeran,


se requería de enormes capitales y conocimiento técnico. Se recurrió entonces al capital
trasnacional (disponible, como se vio, por cierto agotamiento del ciclo de inversión en
Europa e interesado en participar de los enormes beneficios de la nueva economía local),
por lo general con el capital local como socio minoritario.

Para favorecer la llegada de inversiones internacionales, se recurrió a varias iniciativas.


Entre ellas:
- créditos facilitados por el Estado o bancos locales (a veces, el Estado pedía prestado en
el exterior y luego prestaba aquí a las empresas trasnacionales: de esta forma, al
estado le quedaba una deuda externa y a la empresa una deuda con el Estado en
moneda local),
- concesiones ventajosas para realizar obras públicas,
- desgravaciones (es decir, reducción de impuestos),
- ganancias garantizadas (es decir, que el Estado respondía con su dinero si la ganancia
no era la esperada),

En fin, una serie de mecanismos de atracción del capital, entre las cuales no era menor la
posibilidad de llevarse las ganancias del país sin mayores trabas, acorde con la concepción
liberal del Estado.

Cambios sociales
Este modelo produjo una fortísima y rápida expansión económica, con una distribución del ingreso
muy desigual: los sectores dominantes amasaron enorme cantidad de capital, que casi no
derramaba sobre la clase trabajadora, ni local ni inmigrante.

Por esa razón, los inmigrantes, interiorizados en formas de lucha obrera, comenzaron a establecer
diversas formas de solidaridad y resistencia, desde sociedades de fomento o comunitarias hasta
organizaciones sindicales y políticas (anarquistas, socialistas).

Una fracción minoritaria de los inmigrantes sí logró cierto ascenso social, constituyéndose en una
embrionaria clase media.

La “cuestión social”

Esta situación de los trabajadores, que se hizo evidente entre 1890 y 1910, con un ciclo de fuerte
actividad huelguística (con un predominio anarquista), hizo evidente que el Estado liberal debía
responder de alguna manera a la cuestión social.

La respuesta más común fue, a tono con la divisa de “Orden y progreso”, fue la represión. Dos
leyes fueron emblemáticas: la Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910).

Pero, por otra parte, aparecieron algunas respuestas que buscaban el consenso, como algunas
iniciativas que buscaban conocer la situación de los obreros (informe de Bialet Massé, por
ejemplo) y algunas regulaciones del trabajo.

La “cuestión nacional”

Otro desafío para la oligarquía en el poder lo constituía el aluvión inmigratorio, que rápidamente
había transformado la fisonomía del país, sobre todo de las regiones pampeanas y rioplatenses.
Esto constituía un peligro de pérdida de unidad cultural con el consecuentemente posible
resquebrajamiento de la hegemonía de las élites (acuérdense: las familias que gobernaban eran,
en su mayoría, las que habían tenido mayor o menor participación en la gestión pública al menos
desde 1810, cuando no desde antes).

Para afrontar esa posible disolución de la nacionalidad, se implementaron políticas como la del
sistema de educación pública, laica y gratuita (Ley 1420 de 1884, lo que supuso otro conflicto con
la Iglesia), que tenía como objetivo, para decirlo un poco jocosamente, “producir argentinos”
entre esa enorme masa de hijos de italianos, sirios, españoles, polacos, franceses, ucranianos y
demás.

También contribuyó en el mismo sentido la incorporación al servicio militar obligatorio (1901),


que para muchos significó otra instancia de educación en la nacionalidad, en el marco de un
proceso general de profesionalización del ejército y la marina.


Dejo acá. Lo que queda del texto para cerrar liberalismo oligárquico son las conclusiones y
balances, que pueden leer directamente desde el texto.

Este repaso deja afuera, adrede, los hechos de 1890 (Revolución del Parque y nacimiento de la
UCR). La semana que viene voy a hacer un repaso rápido de esto, basado en las preguntas de
ustedes; luego abordaré algunos aspectos de la conflictividad social: anarquistas, socialistas,
sindicalistas, masacres varias, a partir del texto de Adamosvky.

El parcial, en cuanto a la parte argentina, cierra en 1916, por lo que incluimos liberalismo
oligárquico y conflictos sociales hasta esa fecha.

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