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Lideres del periodo moderno

En el inicio de lo que llamamos período moderno (a partir del siglo XV), una serie
de instancias de la vida social, económica y política cambió derepente Desde el
cisma generado por el papado de Avignon, la geografía y la demografía
cambiaron abismalmente con la integración de las Américas y de África en el
sistema político, económico y religioso del Occidente moderno.
Este período finaliza con el advenimiento del liberalismo republicano,
siendo hijo de la Ilustración que tiene inicio aun en el siglo XVII, con filósofos
como John Locke e Thomas Hobbes, en Inglaterra. Estos pensadores rompieron
el aura divina que legitimaba el poder de los reyes absolutistas
El trabajo de estos filósofos prepara y ayuda a fundamentar el
pensamiento iluminista del siglo siguiente. Aunque se diga poco sobre esto, los
dos grupos, ingleses del siglo XVII y franceses del XVIII, operan con conceptos
que ya eran usados por los teólogos del siglo XVI, como el dominicano
Francisco de Victoria, considerado el fundador del derecho internacional, y el
jesuita Luis de Molina
Los descubrimientos y la expansión de la cristiandad
El período moderno fue, sin duda, marcado por el cambio de finalidad de
las relaciones de la cristiandad con el mundo externo a ella. Si en los principios
del cristianismo el escenario de tales relaciones fue el Mediterráneo, ahora los
espacios privilegiados para estos encuentros serán el Atlántico y el Índico. Será
por allí que los intercambios mercantiles y culturales pasarán a suceder con una
frecuencia cada vez mayor.
La evangelización de las poblaciones no cristianas Los amerindios
El proceso de colonización estuvo marcado por una serie de
ambigüedades, el interés en la colonización fue apenas uno de ellos. Por un
lado, muchos europeos que desembarcaron en América se vieron imbuidos del
ideal de obtención de ganancias materiales y sociales, como títulos y cargos en
el gobierno del Nuevo Mundo, usando como telón de fondo la expansión de la fe
católica como lo autorizaba Nicolau V. Por otro lado, la Bula Sublimis Deus, del
papa Pablo III, de 1537, el mismo que refrendó el instituto de la Compañía de
Jesús,América.
La creencia de que los pueblos podrían ser clasificados entre avanzados y
primitivos perduró desde el siglo XIX hasta hace poco tiempo y fue
enormemente utilizada para explicar el fenómeno de la conquista. Solo a partir
de la década de 1980 en adelante que los investigadores – historiadores,
sociólogos y antropólogos – se despidieron del viejo mito euro-céntrico que
consideraba el grado de evolución de cada cultura según la semejanza que ésta
tenía con la cultura occidental contemporánea
Las Reformas
El término reforma, aunque de contenido semántico poco delimitado, fue
utilizado durante toda la Edad Media como el llamado al cambio y a la corrección
tanto de los fieles, en el sentido de conversión y santidad, cuanto de la coerción
de los problemas de disciplina y ética dentro del clero católico. En varios
contextos medievales, el uso del término reforma estuvo vinculado a la
búsqueda de la purificación y de la santificación dentro de la Iglesia. Solamente
después del surgimiento y la afirmación política del movimiento luterano es que
el término gana el significado de ruptura.
Las reformas protestantes
El fenómeno de las reformas posteriormente llamadas protestantes no tuvo
inicio con Lutero, pero sin duda alguna tuvo en él su gran primer protagonista. El
fray agustiniano Martín Lutero, que ingresó en la orden como cumplimiento de
una promesa realizada cuando estuvo en peligro de muerte, se transformó en
monje diligente y escrupuloso. Probablemente ya le atormentaba en la
conciencia la gran cuestión que lo llevaría a la ruptura con el catolicismo: la
justificación del hombre. Además de una variedad de críticas comportamentales,
como el cobro por las indulgencias practicadas por gran parte del clero de su
propia tierra, la gran cuestión de Lutero siempre fue la salvación o la
condenación de las almas, lo que era una cuestión común en la época. En el
fondo, las normalmente sobre-valorizadas noventa y cinco tesis publicadas en la
catedral de Wittenberg y el viaje a Roma no están en el centro de la Reforma
Luterana. Al contrario de lo que muchos autores afirman, Jean Delumeau,
basado en textos del propio Lutero, dice que “este viaje a Roma no parece haber
sido determinante en la evolución interior” del futuro reformador (DELUMEAU,
1989, p.86). Ya sobre las tesis que fueron copiadas e impresas por toda Europa,
es preciso notar que, cuando preguntado sobre ellas en el capítulo de los
Agustinianos reunidos en Heidelberg (abril de 1518), Lutero dio menos
importancia a la cuestión de las indulgencias de lo que a su doctrina sobre la
justificación La visión del agustiniano alemán era fuertemente marcada por una
lectura pesimista de la obra de San Agustín, trasladando en el ser humano una
total inoperancia contra el pecado, estando éste, entonces, a merced de la
Gracia divina y nada más. Así, irremediablemente pecador, el hombre, mientras
individuo, solo tendría una solución: la fe individual. En las palabras del propio
Lutero: “El libre albedrío después de la caída no es más que una palabra vana;
haciendo lo que es posible el hombre peca mortalmente”
De esta manera, persistiendo en su doctrina de la justificación posible
apenas por la fe, Lutero abre las puertas para que otros pensadores propongan
doctrinas autónomas y establezcan confesiones propias. Y fue exactamente lo
que hizo el humanista Juan Calvino. Por insistencia del padre se graduó,
inicialmente, en derecho. Al morir éste, se transforma en teólogo en Paris, aun
no siendo ordenado sacerdote. Adhirió a la Reforma y por eso fue expulsado de
Paris junto con otros hugonotes. Siguió para Basilea y después para Ginebra,
donde se estableció. El marco inicial de la doctrina calvinista fue la publicación,
en 1536, todavía en Basilea, de su obra Institutio Religionis Christianae, donde
comienza a presentarse efectivamente como reformador. En ella Calvino sigue
la eclesiología luterana, enseñando que la Iglesia es el conjunto de los elegidos,
cuyos nombres solo Dios conoce, siendo por lo tanto esencialmente invisible.
Pero en una edición posterior (1541), presentará la Iglesia visible como blanco
de gran estima y comunión obligatoria. Dada su percepción de una distancia
inconmensurable entre Dios y el hombre, fomenta la iconoclastía, reafirmando
que apenas las Escrituras pueden ofrecer un camino para conocer a Dios.
Compartiendo el pesimismo del reformador de Wittemberg, Calvino amplía su
reflexión cuando publica, en 1552, un tratado sobre la predestinación, porque
Dios elije a quien da su Gracia y quien, consecuentemente, será salvado. A los
que no fueron elegidos para la salvación solo les restará el infierno. Con esta
doctrina una de las maneras de transformar perceptible al mundo el grupo de
elegidos era fructificar el trabajo diligente y el comportamiento austero en
riquezas, esta creencia se hacía muy atractiva para los burgueses –
principalmente los financistas -, que eran vistos como pecadores por el
catolicismo.
Las Iglesias Cristianas
Como consecuencia del movimiento reformista iniciado en el siglo XVI, lo
que se observa en el escenario religioso es la profundización de las rupturas
entre las diferentes vertientes del cristianismo. La antigua división entre Oriente
y Occidente que, por el bien de los intentos realizados al final del medievo, poco
se avanzó concretamente rumbo al reencuentro, se suma la fractura de la
reforma y las numerosas divisiones colaterales a la doctrina de la libre
interpretación de las escrituras. Este punto específico, común a la gran mayoría
de las vertientes doctrinarias, asociado a la emergencia del individuo como
referencia y agente relevante, convocó la proliferación y la fragmentación de las
corrientes reformadoras en una pluralidad de credos. Así, a lo largo de los cien
años siguientes a los procesos fundadores reformistas, las comunidades
confesiones se multiplicaron por Europa
La multiplicación de las denominaciones fue inevitable y, hasta cierto punto,
previsible. La libre interpretación de las Escrituras y la eclesiología que atribuyó
un papel casi nulo a la iglesia visible darían, inevitablemente, en disensiones y
protestas de las protestas. Además del protestantismo clásico de Lutero, Calvino
y Zuínglio, se suma el anglicanismo. En éste, los fieles de influencia calvinista,
críticos de las reminiscencias católicas del anglicanismo, inician el movimiento
puritano, que se desdoblará, entre los colonizadores de América del Norte, y los
que, en Francia, formarían los hugonotes. También derivados del grupo
calvinista, surgirán los presbiterianos, que se distinguen por el gobierno de los
ancianos (presbíteros). También provenientes de los anglicanos, los bautistas
surgen de los ingleses que vivían en Holanda en 1608, caracterizándose por la
defensa y la práctica del ritual del bautismo por inmersión. En los siglos
siguientes surgieron pietistas, metodistas, adventistas, pentecostales, además
de las nuevas separaciones del catolicismo en el siglo XIX, como la de las
iglesias veterocatólicas.

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