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La reforma protestante y la reforma católica

Jeffrey Klaiber, S.J.


Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Jesuitas

En el trascurso de pocos años, desde 1517 cuando, según la leyenda popular, Martín Comentado [UAOG1]: Durante y después de que Lutero
Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, y 1546 planteara su reforma, la esuropa católica se partión en varias
iglesias cristianas que competían entre si (católicos,
cuando fallece, la Europa católica se partió en numerosas iglesias cristianas que anglicanos, luteranos y calvinistas)
competían entre sí: católicos, anglicanos, luteranos, calvinistas y anabaptistas. La
reforma protestante fue el fin del cristianismo medieval en el que la gran mayoría de los
europeos eran católicos. El término “protestantes” es algo ambiguo puesto que los
“reformadores” protestantes no reformaron realmente la Iglesia católica, sino que
rompieron con ella y fundaron otras iglesias. En el lado católico, el término
“contrarreforma” que es usado con frecuencia para describir la reacción católica, es
también ambiguo porque el principal propósito de los reformadores católicos era
reformar su propia iglesia, no atacar a los protestantes. Por supuesto que hubo una
“contrarreforma” en el sentido de que los príncipes católicos hicieron la guerra a los
príncipes protestantes, y los príncipes protestantes montaron su propia contraofensiva.

Ambos movimientos (reformadores y protestantes) –que son vistos con


frecuencia como fuerzas contrapuestas y hostiles–, en realidad comparten un origen
común y tienen las mismas influencias intelectuales y sociales. A fines de la edad
media, la mayoría de cristianos practicaba una suerte de religiosidad popular
caracterizada por numerosas devociones, creencias piadosas y supersticiones. Pero una
mentalidad crítica nueva alimentada por el renacimiento y el movimiento humanista, Comentado [UAOG2]: A finales de la edad media, la
cuestionó muchas de estas creencias populares. En el plano espiritual, muchos europeos mayoría de los cristianos practicaban una suerte de nueva
religiosidad, su culto había sido intervenido por nuevas
cultos anhelaban que el cristianismo fuese más auténtico, basado en la escritura e devociones, supersticiones, pero sobre todo se vieron
inspirado por el ejemplo de los primeros cristianos. En realidad, mucho antes de la ifluenciados por una nueva mentalidad crítica renacentista y
reforma, aparecieron numerosos movimientos reformistas de amplia aceptación. En el el movimiento humanista. Gracias a estas se empezaron a
cuestionar muchas creencias populares.
siglo XIII, los franciscanos llamaban a los cristianos a retornar a la pobreza radical de
Jesús y sus discípulos. En los siglos XIV y XV florecieron los Fratres vitae communis
(Hermanos de la vida común) en Alemania y los Países Bajos. Su miembro más famoso,
Tomás de Kempis (1380-1471), autor de la Imitación de Cristo, alababa las virtudes de
la vida interior apartada del mundo. Estos y otros movimientos consideraban la forma
de vida monástica y religiosa como el modelo para los cristianos.

Pero la edad moderna temprana se manifiestó también en una apreciación


novedosa del mundo como opuesto al monasterio. Esta nueva opinión encuentra su
expresión más importante en el movimiento Devotio moderna que llamaba a vivir el
cristianismo al máximo en el mundo. Lutero mismo se inició como monje y terminó
como consejero espiritual de cristianos habitantes del mundo. En el lado católico, tanto
Tomás Moro (1475-1535) como Erasmo de Rotterdam (1466-1536) tuvieron
experiencias en monasterios en algún momento de sus vidas. Ambos abandonaron el
monasterio y se hicieron modelos de hombres laicos. Al mismo tiempo, ambos
criticaron los excesos y la pomposidad de la iglesia oficial. En su tratado Enchiridion
militiis christiani [Manual del soldado cristiano] (1503), Erasmo alaba las virtudes de la
moderación y la austeridad. En particular, Erasmo estudia la escritura con miras a
persuadir a los europeos de volver a un cristianismo más simple.
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Pero la reforma no puede ser entendida solo como un movimiento religioso. El


poder politico y el nacionalismo incitaron a los príncipes protestantes a romper con
Roma mientras que los príncipes católicos buscaban reimponer el orden católico en
Europa. El nacionalismo influía con mucha frecuencia en las elecciones papales.
Durante el llamado “cautiverio babilónico del papado” (1309-1376) siete papas –todos
franceses– vivieron en Aviñón al sur de Francia bajo la influencia del rey de Francia.
Esa crisis no había llegado a su fin todavía cuando la iglesia se dividió entre dos
aspirantes al papado, un cardenal francés y otro italiano. Este cisma finaliza en el
Concilio de Constanza (1414-1418). Dos reformadores tempranos, John Wycliffe en
Inglaterra y Juan Hus en Bohemia, predicaron doctrinas muy similares a las de Lutero
aunque tuvieron suertes muy diferentes. Wycliffe negaba la necesidad de tener un papa,
clamaba por una iglesia más simple y tradujo partes de la Biblia al inglés. Fue
condenado por las autoridades eclesiásticas pero obtuvo la protección de nobles
poderosos y así se libró de ser juzgado como hereje. Pero Hus en Bohemia fue
convocado al Concilio de Constanza donde fue procesado y quemado (1415). Lutero
mismo fue librado de un final similar por su protector, el príncipe Federico, elector de
Sajonia. Finalmente, en la búsqueda de un arreglo pacífico, en 1555 los príncipes
luteranos y católicos arribaron en la Paz de Augsburgo al principio “cuius region, eius
religio (“de quien es el reino, es la religión”). Según este acuerdo, luteranos y católicos
se dividieron Europa según líneas políticas y geográficas. Fue la geopolítica –y no la
teología– la que determinó qué religión debía practicar la mayoría de los europeos.

La reforma emerge y se difunde de tres focos principales: Martín Lutero en


Alemania (Sajonia); Ulrich Zwinglio (1484-1531) y Juan Calvino (1509-1564) en
Suiza, y Enrique VIII en Inglaterra. Un cuarto grupo, los anabaptistas, deriva de
Zwinglio y otros reformistas y forma pequeñas comunidades en Suiza, el sur de
Alemania, Moravia y los Países Bajos. Lutero dio los primeros pasos. En 1517 retó al
dominico Johann Tetzel (1465-1519) a debatir sobre las indulgencias que Tetzel
colectaba para construir la basílica de San Pedro en Roma. El debate no se llevó a cabo.
En ese tiempo, Lutero era un monje y era católico. Pero copias de las 95 tesis fueron
enviadas hacia el resto de Europa llamando la atención de muchos. Dos años después,
en 1519, Lutero finalmente sostuvo un debate público en Leipzig con otro dominico,
Juan Eck (1486-1543). En ese tiempo, Lutero sostuvo que la iglesia no necesitaba de un
papa pues no debía tener otra cabeza que el mismo Cristo. Al negar al papado, se
expuso a la excomunión. En 1520, la Iglesia católica declara a Lutero formalmente
hereje. Federico de Sajonia lo proteje en Wittenberg, donde enseña y predica. Federico
es el primer príncipe en aceptar la doctrina de Lutero.

Más o menos al mismo tiempo, independientemente de Lutero, en la Suiza


germánica Ulrich Zwinglio llevó a cabo su propio rompimiento con Roma. Más tarde,
en 1536, Juan Calvino llegó a Ginebra expulsado de su Francia nativa e inició la
predicación de doctrinas similares a las de Zwinglio. En realidad, después de un tiempo
los seguidores de Zwinglio unirán sus fuerzas con las de Calvino. Ambos, Zwinglio y
Calvino representan las “Iglesias reformadas” en el sentido de que ellos “reforman” el
luteranismo al eliminar elementos que consideraban demasiado católicos. Finalmente, al
romper tanto con Lutero como con Zwinglio y Calvino, los anabaptistas constituyen la
reforma “radical”.
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Todos los reformadores en la Europa continental –los anglicanos tomaron un
camino algo diferente–, consideraban que solo la escritura debe ser la base de la fe
cristiana. También sostenían que la fe en Cristo y su gracia son esenciales para la
salvación. Desde su punto de vista, la Iglesia católica había acumulado muchas
tradiciones que no estaban basadas en la Biblia. Principalmente, ellos rechazaban la idea
de una iglesia jerarquizada que subordina a los fieles comunes a una casta sacerdotal
mediadora entre Dios y la feligresía.

Sin embargo, había también diferencias importantes. Lutero mantuvo algunas


devociones católicas (especialmente hacia la Virgen María) y permitía el uso de
imágenes sagradas. También consideraba dos sacramentos: el bautismo y la eucaristía,
mientras que Zwinglio y Calvino consideraban que la eucaristía no era un sacramento
sino solo un recordatorio simbólico de la Última Cena. Además, los dos reformadores
en Suiza rechazaron por completo el uso de imágenes. Más aún, para ellos la doctrina de
la predestinación se convirtió en un dogma central. Para Lutero, la fe en Cristo era lo
central. Pero Calvino creía que la fe por sí sola no era suficiente: uno debe ser además
elegido o predestinado. Finalmente, en la Ginebra de Calvino la fe y la vida cívica
estaban más estrechamente entrelazadas que para Lutero. Bajo la guía de Calvino, la
municipalidad daba reglas de comportamiento de la vida cotidiana de todos los
ciudadanos. En efecto, todos en Ginebra terminaron siendo la iglesia visible y no
solamente feligreses.

De su lado, los anabaptistas creían que Lutero y Calvino no habían hecho lo


suficiente. Consideraban que para la salvación se requería de un nuevo bautismo ya en
la edad adulta. Para ellos, el bautismo de niños no era un mandato bíblico. Además, los
anabaptistas aceptaban revelaciones posteriores a las hechas por los apóstoles. En este
sentido, los anabaptistas estaban cerca de la tradición mística católica para la que Dios
continúa hablando con individuos elegidos en una forma especial. Los anabaptistas son
también antecesores del pentecostalismo moderno porque el bautismo a edad adulta es
considerado en realidad un bautismo hecho por el Espíritu Santo. Finalmente, a
diferencia de Lutero o Calvino, los anabaptistas renunciaron al uso de la violencia para
difundir su mensaje ni buscaban el apoyo del estado, que en ningún caso es considerado
como legítimamente constituido por Dios. Como resultado de estas posturas más
radicales, los anabaptistas fueron perseguidos tanto por los estados protestantes como
por los católicos.

A diferencia de los reformadores en el continente, Enrique VIII rompió con


Roma no por razones teológicas sino por consideraciones meramente políticas. El papa
negó la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón para que pudiese tener un
hijo. En 1534 el parlamento decretó el Acta de Supremacía por la que el rey era
reconocido como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Por su puesto, al igual que
los príncipes luteranos, Enrique actuó según razones de estado e intereses nacionales: su
soberanía versus la autoridad pontificia. Al principio, la Iglesia anglicana mantuvo
numerosas de las formas del catolicismo. Con el tiempo, en especial durante el reinado
de Isabel I, ciertos elementos del protestantismo fueron incorporados a la fe anglicana y
se puso mayor énfasis en la Biblia. Al final, el anglicanismo buscaba establecer un
término medio entre las tradiciones católicas y el protestantismo. Por ejemplo,
tradicionalmente la iglesia de Inglaterra reconoce solo dos sacramentos, el bautismo y la
eucaristía, pero mantiene en un nivel menos sacramental a los otros cinco
(confirmación, confesión, votos sacerdotales, matrimonio y extremaunción).
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La reforma católica

A pesar de haber habido numerosas demandas de reforma en la Iglesia católica antes de


Lutero, se hizo poco. La iglesia mostraba muchos síntomas de una gran burocracia que
ejercía su monopolio y carecía de rivales importantes. El Concilio de Constanza puso
fin al cisma de occidente y mandó al papa a realizar reformas. En vez de eso, los papas
del renacimiento reforzaron los signos exteriores de poder secular. Nicolás Maquiavelo
hace un crudo retrato de Alejandro VII (1492-1503), el papa Borgia, quien es descrito
como un maestro de intrigas políticas por el poder. Los papas y obispos practicaban el
nepotismo. Alejandro tenía un hijo, César Borgia, nombrado cardenal a la edad de 18.
Muchos obispos eran terratenientes ausentistas: tenían dos o tres diócesis pero vivían
solo en una de ellas.

En el nivel local, el panorama general era variado. Algunos de los párrocos, por
lo regular en las áreas urbanas, estaban bien preparados y daban buenos sermones. Pero
otros, en especial en el campo, tenían escasa preparación teológica. Su nivel educativo
estaba solo un poco por encima del de sus parroquianos. Adicionalmente, había miles de
sacerdotes a los que el historiador de la iglesia Joseph Lortz llama “proletariado
clerical”, por no pertenecer a parroquia alguna y no contar con un salario fijo (Lortz,
1968: I: 97). Algunos eran capellanes de cofradías y hermandades o de familias
adineradas. Pero la mayoría vagaba de lugar en lugar en búsqueda de oportunidades
para decir misas o celebrar sacramentos. Estaban tan mal capacitados que contribuían
poco a la formación de los laicos. Los conventos y monasterios estaban llenos de
religiosos sin vocación. Por supuesto, algunas de las órdenes religiosas se habían
autorreformado, como los agustinos, la orden de Lutero. En España, el cardenal Jiménez
de Cisneros, arzobispo de Toledo de 1495 a 1517 y confesor de la reina Isabel,
emprendió una amplia reforma de los monasterios.

Una de las quejas más recurrentes se refería al dinero: elevadas imposiciones


económicas de la iglesia e ingresos excesivos por misas y otros sacramentos. Los
sacerdotes incluso exigían pagos para ejercer los numerosos ritos y servicios
sacramentales –la bendición de sembríos, invocaciones para que llueva, oraciones por
los difuntos– que los creyentes solicitaban de manera cotidiana. En sí mismo, el
concepto de indulgencias era inocente (hacer una buena obra o rezar por el perdón de
pecados), pero la doctrina cristiana se trivializaba por la forma en que se ofrecían
apelando a la imaginación combinada con distorsiones teológicas.

La reforma católica se llevó a cabo en diferentes niveles: el Concilio de Trento;


el clero y los religiosos; nuevas órdenes religiosas, en especial aquellas dedicadas a la
educacion como la de los jesuitas; piedad popular; arte y música. Comentado [UAOG3]: La reforma cat´plica se llevo a cabo
desde distintos niveles, apareceieron nuevas ordenes
religiosas en especial las que se dedicaban a la educación
El Concilio de Trento se pospuso mucho en parte por rivalidades políticas entre como los jesuitas.
los príncipes católicos y en parte porque los papas mismos se negaban a ceder su
autoridad a un nuevo concilio en este tiempo. Finalmente, el concilio fue convocado por
el papa Paulo III (1534-1549) en la norteña ciudad italiana de Trento. Sesionó 25 veces
en tres distintos períodos y concluyó en 1563. Tres papas (Paulo III, Julio III y Paulo
IV) presidieron las sesiones. Además de papas, participaron tres cardenales, cuatro
arzobispos y 22 obispos, así como cinco generales de las mayores órdenes religiosas.
Cerca de cincuenta teólogos actuaron como consejeros de los obispos, pero solo los
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obispos tenían derecho al voto. El concilio se planteó tres objetivos principals: refutar
las doctrinas protestantes y poner en claro las enseñanzas católicas; imponer disciplina;
y reformar el clero. Entre otras enseñanzas y prácticas, el concilio reafirmó los siete
sacramentos tradicionales como medios necesarios para la salvación; la presencia real
de Cristo en la eucaristía; la veneración de santos y el uso de imágenes sagradas.
Además, el concilio de Trento rechazó el concepto luterano de justificación (la sola fe)
y se reafirmó en la posibilidad de la salvación a través del ejercicio del libre albedrío
con la ayuda de la gracia de Dios. El concilio además mantuvo la tradición junto a la
escritura como fundamento de la fe. Por “tradición”, la Iglesia católica entendía las
prácticas y costumbres que no son mencionadas de manera explícita en la escritura pero
que los cristianos creían que estaban enraizadas en la iglesia temprana o representaban
la revelación continua de Dios. Además, la tradición incluye el magisterio enseñado por
la iglesia por el que un concilio o el papa en comunión con los obispos podían definir un
dogma. En este caso, un dogma no es considerado como una nueva creencia sino que es
tenido como una creencia mantenida siempre por los cristianos.

Resumiendo estas aclaraciones, el concilio autorizó la publicación del Catecismo


romano (1566), que se convirtió en el texto estándar [normativo] para todos los demás
catecismos. Además, se publicó un misal estándar para imponer uniformidad a la
liturgia. Finalmente, para reforzar la uniformidad y la ortodoxia el papa Paulo III
instituyó la Inqusición romana (1542), diferenciada de las inquisiciones española y
portuguesa.

Al mismo tiempo, el concilio promulgó ciertos decretos disciplinarios. Entre


otros, los obispos debían residir en sus diócesis y efectuar visitas pastorales regulares.
De lejos, la innovación más importante fue la indicación de establecer seminarios en
cada diócesis. Esto significó una nueva estandarización para la formación del clero. A
pesar de que esta reforma no tuvo un efecto inmediato, hacia el siglo XVII el nivel de
educación del clero era notoriamente mayor, especialmente entre el clero francés.

Aunque no aparezca en ninguno de los decretos dados, el logro más importante


del Concilio de Trento fue la aparición de un catolicismo militante y observante de los
mandatos de la Iglesia. Los católicos de base tenían ahora una idea clara de lo que
debían creer y practicar. Pero, el Concilio de Trento debe ser analizado también por lo
que no hizo. El concilio reformó al clero pero dedicó muy poca atención a los laicos. A
pesar de que la escritura fue reafirmada como el pilar fundamental de la fe, la Biblia no
era promovida como un libro de lectura habitual por los católicos, en parte como una
respuesta a la sola escritura de los protestantes. Finalmente, la nueva militancia alimentó
una mentalidad sectaria anti-protestante tal y como, por cierto, una mentalidad similar
anti-católica emergió en la otra parte de la línea divisoria.

Pero la reforma llegó también desde abajo. Ciertos obispos como Carlos
Borromeo (1534-1584), el cardenal arzobispo de Milán, destacaron por su celo
reformista. Surgieron nuevas órdenes religiosas que promovían reformas. Dos místicos
en España, Teresa de Ávila (1515-1582) y Juan de la Cruz (1542-1591) fundaron la
orden de los carmelitas descalzos para varones y mujeres.

Ninguna orden fue más importante que la Sociedad de Jesús, o Jesuitas, fundada
por Ignacio de Loyola. Los ejercicios espirituales que parten de la propia experiencia de
conversión de Ignacio, significaron una nueva espiritualidad para los cristianos en el
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mundo. Cuando la orden fue aprobada por el papa Pio III en 1540, se le encomendó
servir a la iglesia en las tareas que el papa considere más urgentes. Combatir el
protestantismo no aparece de manera explícita entre las tareas asignadas, tampoco la
educación aparte de la enseñanza del catecismo a los niños. Sin embargo, muy pronto
los jesuitas descubrieron la importancia de la educación. En un tiempo muy reducido,
los jesuitas fundaron colegios (escuelas previas al nivel universitario) en toda la Europa
católica. Hacia 1556, los jesuitas tenían 236 colegios en Europa y el Nuevo Mundo.
También enseñaban y ostentaban cargos importantes en muchas de las principales
universidades en ambos mundos.

Los jesuitas se propusieron elevar la calidad de la educación de los hombres


católicos. Dado que sus colegios eran sostenidos por benefactores ricos o por el estado,
sus colegios eran gratuitos y abiertos para ricos y pobres. Los colegios hacían énfasis en
el estudio de las humanidades clásicas, pero también se fomentaban prácticas piadosas
como confesarse y asistir a misa. Los colegios no tenían la intención de combatir al
protestantismo de manera directa, sino formar ciudadanos con conciencia cívica que a
su vez realizacen la reforma moral en la sociedad. A pesar que los jesuitas no incluían
doctrinas protestantes en sus colegios, de todas maneras admitían estudiantes luteranos
en Alemania y husitas en Praga. Además, los jesuitas fundaron seminaries, en particular
el Colegio Romano (1551), para formar a sus propios estudiantes, pero también
admitían seminaristas del clero secular. Algunos jesuitas destacaban más allá de sus
instituciones. El jesuita holandés Pedro Canisio (1521-1597) fue un gran teólogo,
predicador y escritor. Canisio escribió un catecismo para los estudiantes de las
universidades y tuvo un papel importante como teólogo en el Concilio de Trento. El
cardenal jesuita Roberto Belarmino (1542-1621) también escribió catecismos para los
jóvenes.

En un plano más popular, el sacerdote español José de Calasanz fundó una


escuela primaria para niños pobres en Italia (1597), que floreció posteriormente como
todo un sistema de escuelas elementales en Hungría, Polonia y España.

Sus teorías educativas influenciaron a Jean Baptist de La Salle (1651-1719),


fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas al servicio
especialmente de los pobres. Su congregación fundó también escuelas normales para la
formación de profesores y proporcionaba cursos dominicales para trabajadores.

Las ursulinas –fundadas en 1535 por Ángela de Mérici (1474-1540)– fueron la


primera orden femenina dedicada a la educación de muchachas. Establecieron escuelas
y monasterios en Italia, Alemania, Irlanda y Francia. Hacia inicios del siglo XVIII, solo
en Francia habían fundado 350 monasterios.

Otras órdenes y congregaciones se especializaron en el trabajo predicador y


pastoral, en particular los oratorianos, los teatinos, los capuchinos y los vicentinos. Los
oratorianos, fundados por Felipe Neri (1515-1595) y los teatinos son sacerdotes seculars
que elevaron el nivel de la prédica religiosa. Los capuchinos, fundados por Mateo
Bascio (1495-1552) y aprobados en 1528, buscaban retornar a la pobreza de san
Francisco. Su prédica estaba dirigida de manera especial hacia los pobres. San Vicente
de Paúl (1581-1660) fundó la Congregación de la Misión (también conocida como
misioneros lazaristas o vicentinos) y cofundó las Hijas de la Caridad. Los vicentinos
predicaban el retiro para los seminaristas y fundaron varios seminarios. También los
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jesuitas fundaron numerosas casas de retiro especializadas en los Ejercicios Espirituales
de San Ignacio de Loyola. Los jesuitas, capuchinos y vicentinos desarrollaron también
misiones populares en las áreas rurales.

Contrastes y similitudes

Las órdenes religiosas tienen similares enfoques en sus estrategias de evangelización o


re-evengelización. Los protestantes también vieron en la educación de la juventud un
instrumento importante. Los protestantes se apoyaron de manera especial en el estado
para fundar escuelas que incrementen los estudios de la Biblia. Philipp Melanchthon
(1497-1560) influyó en la reforma educativa en Alemania al enfatizar los estudios
humanísticos y de la Biblia. En Strasburgo, Jean Sturm (1507-1589) fundó un gimnasio
(escuela secundaria) en estos mismos términos. El clérigo moravo Jan Amos Comenio
(1592-1670) promovió la educación universal para niños y niñas. En 1530 se abrió una
escuela para niñas en Wittenberg. Muchas iglesias proporcionaban educación gratuita
para los trabajadores y campesinos los días domingo.

Tanto las devociones como los servicios religiosos sintieron el impacto de los
dos movimientos reformistas. En general, en ambos lados mejoró el nivel de
predicación. Los servicios protestantes eran más austeros aunque promovían el canto.
La Biblia se convirtió en el libro estándar para los protestantes, pero también usaban
catecismos. A manera de contraste, para los católicos los libros estándar eran los
catecismos mientras que la Biblia fue relegada a los seminarios y las rectorías
parroquiales. La imprenta sirvió mucho a los protestantes al hacer más acequibles la
Biblia y libros de cánticos y rezos para el uso de los creyentes. En un contraste muy
grande, en el mundo católico florecieron la arquitectura, la pintura y la música barrocas.
El estilo barroco –que encuentra su major expression en las iglesias jesuíticas– buscaba
despertar los sentidos y elevaba los corazones y las mentes hacia Dios. Por supuesto,
para Calvino, las imágenes eran una distracción en la búsqueda de lo divino.

Para los protestantes, el nuevo modelo de cristiandad era el hombre cristiano en


el mundo contribuyendo a la sociedad y a la iglesia. Se esperaba que el pastor y su
esposa fuesen modelo de decoro para la comunidad de creyentes. En el mundo católico,
la forma de vida contemplativa y religiosa continuaron siendo el modelo superior, aun
cuando las nuevas órdenes y congregaciones educativas y hospitalarias eran muy
estimadas por su contribución a la sociedad. En particular, la espiritualidad jesuítica se
orientaba hacia las personas laicas y solemnizaba el trabajo religioso en el mundo.

Los reformistas en ambos lados se propusieron –aunque con poco éxito– re-
evangelizar las áreas rurales. En el campo reinaba la religiosidad popular, una mezcla de
creencias cristianas y tradiciones folklóricas. Mientras que los protestantes buscaban
extirpar la religiosidad popular y re-evangelizar a los campesinos, los católicos
buscaban corregir los abusos y las exageraciones manteniendo muchas de las prácticas
tradicionales. Al mismo tiempo, Roma impuso estándares elevados para la
canonización: a partir del Conclio de Trento no se aceptan solicitudes de
reconocimiento de milagros que no estén debidamente documentados. El énfasis se
hacía en virtudes heroicas y en labores caritativas. Todos los fundadores de las órdenes
y congregaciones educativas han sido canonizados.
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Las dos reformas han generado estados confesionales: proposiciones dogmáticas
precisas definen lo que los ciudadanos o súbditos deben acatar y profesar en una región
determinada. Ambas reformas esperaban que el estado haga cumplir las obligaciones
religiosas.

No se toleraban otras creencias religiosas. El anti-semitismo prevalecía tanto en


los estados católicos como en los protestantes. La tolerancia tuvo que ser aceptada
finalmente como una necesidad pragmática para poner fin a las interminables guerras de
religión que destruyeron Europa desde la guerra entre los cantones suizos en 1531 hasta
el fin de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).

A pesar de que ambas partes buscaban elevar el nivel del comportamiento moral,
en lo político ninguna de ellas pensaba realizar cambios sociales importantes y, menos,
apoyar movimientos apocalípticos o mesiánicos. Lutero condenó a Tomás Münzer y el
levantamiento campesino (1524-1525) en el sur de Alemania en términos muy directos.
En los siglos XVII y XVIII, el cambio social era promovido por grupos disidentes como
los metodistas y los cuáqueros, ambos impulsores de una reforma penitenciaria y
favorables a la abolición de la esclavitud. Tanto los protestantes como los católicos
estuvieron alineados muy estrechamente con los estados nacionales, que se legitimaban
gracias a la confesión en particular que apoyaban. El luteranismo se convirtió en la
religión oficial en la mayor parte de los estados nor-germánicos y en Escandinavia; el
calvinismo en Suiza y Escocia; el anglicanismo en Inglaterra. El catolicismo nacional se
estableció como la religión en la Europa católica y en América Latina. Pero el papado –
reafirmado en el Concilio de Trento– mantuvo su carácter universal y se opuso a los
intentos que realizaban las monarquías católicas por subordinar la iglesia al estado.
Como resultado, hubo más tensiones entre el papado y las monarquías católicas y, en
particular, con el absolutismo de los borbones en Francia, España y Portugal, que entre
el papado y las iglesias protestantes y sus respectivos gobiernos nacionales. Debido a
los estrechos lazos entre la iglesia y el estado, los liberales y francmasones en la Europa
católica y América Latina eran en su mayoría anticlericales.

En ambos lados, la tendencia a fundamentar sus argumentos con referencias a la


Biblia y a las autoridades afecta negativamente la razón y el pensamiento crítico. Esto
se manifestó muy especialmente en el caso de Galileo (1633). La Inquisición romana
condenó el heliocentrismo, que ya había sido propuesto por Copérnico, porque era
percibido como un ataque a la escritura. Tanto en los países protestantes como en los
católicos, los académicos y científicos debían presentar sus descubrimientos con mucha
cautela a fin de no ofender a las autoridades religiosas. El escepticismo ilustrado del
siglo XVIII fue mayormente una reacción al dogmatismo de los siglos XVI y XVII.

Las reformas tuvieron poco impacto fuera de Europa. Los protestantes ingleses,
puritanos y anglicanos fundaron comunidades en América del Norte, pero llevaron a
cabo pocos intentos de cristianizar a los indígenas. En contraste, la Europa católica
envió oleadas de misioneros para evangelizar el Nuevo Mundo y Asia. Francia, España
y Portugal asumieron como una política oficial la evangelización de los pueblos nativos
del Nuevo Mundo. La convocatoria a evangelizar provocó entusiasmo al inicio porque
se percibía que las nuevas almas ganadas en América compensaban la pérdida de almas
por el protestantismo en Europa. Pero el Concilio de Trento echó una sombra en el
proceso. En Europa, la nueva ortodoxia emanada del Concilio de Trento colocó el
catolicismo de las clases bajas y en particular de los campesinos bajo escrutinio. Del
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mismo modo, se producían dudas acerca de si los indios del Nuevo Mundo y los negros
esclavos eran auténticamente cristianos, o seguían siendo paganos.

No existen fechas específicas para establecer el fin de estas dos reformas. La


Guerra de los Treinta Años puso fin a las guerras religiosas pero no a las divisiones que
subyacen a las diferencias entre ambos lados. Para los protestantes, la fundación del
Concilio Mundial de Iglesias (1948) fue un paso muy importante dado hacia la unidad
cristiana. Para la Iglesia católica, el Concilio Vaticano II (1962-1965) acabó
oficialmente el período tridentino. En particular, el concilio enfatizó dos temas ausentes
en la iglesia tridentina: participación de laicos y la importancia del estudio de la
escritura por parte de los creyentes. Desde ese momento, los encuentros ecuménicos y
los servicios inter-credos se han convertido en una norma en muchas partes del mundo
cristiano.

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