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El Párroco Ante la Crisis Vocacional

Andrés Fernando Silva Valero

Escuela de Ciencias Humanas y Sociales - Facultad de Teología,


Fundación Universitaria Monserrate

Trabajo de Grado

Martín Gil Plata, Pbro

14 de Noviembre de 2022
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Contenido

Contexto de la Crisis Vocacional ............................................................................................... 4

Iglesia Universal .................................................................................................................... 4

Iglesia en Latinoamérica ........................................................................................................ 8

Iglesia en Colombia ............................................................................................................... 8

Arquidiócesis de Bogotá ........................................................................................................ 9

Aspectos que Iluminan la Crisis Vocacional y la Identidad Sacerdotal .................................. 12

Testimonio ........................................................................................................................... 12

Animador Vocacional .......................................................................................................... 18

Reacciones ........................................................................................................................... 20

Pedagogía ............................................................................................................................. 23

Dirección Espiritual ............................................................................................................. 24

Formación Permanente ........................................................................................................ 25

Pastoral Vocacional.............................................................................................................. 26

Cultura Vocacional .............................................................................................................. 29

Esperanza ............................................................................................................................. 30

Deberes Vocacionales de los Párrocos................................................................................. 30

Lectura Interpretativa ............................................................................................................... 31

Proyección en Clave Comunitaria-Afectivo-Vocacional......................................................... 37

Lista de Referencias ................................................................................................................. 43

Notas al pie .............................................................................................................................. 45

Tablas ....................................................................................................................................... 46

Tabla 1 ................................................................................................................................. 46

Tabla 2 ................................................................................................................................. 47

Tabla 3 ................................................................................................................................. 48
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Apéndices ................................................................................................................................. 51

Experiencia Vocacional en la Vicaría de San Pedro ............................................................ 51

Seminaristas de la Vicaría de San Pedro en la Formación Inicial ....................................... 53

Entrevista P. Guillermo Gómez (octubre de 2021) .............................................................. 54


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El Párroco Ante la Crisis Vocacional

Contexto de la Crisis Vocacional

“La mies es abundante, pero los obreros son pocos; rueguen, pues, al Dueño de la

mies que envié obreros a su mies” Mt 9, 37-38

Iglesia Universal

El fenómeno de la escasez de vocaciones al sacerdocio se evidencia en toda la Iglesia

universal y se le atribuye como principal causa el proceso de descristianización y secularización

que va permeando todos los ámbitos existenciales, en una magnitud tal que no solamente se habla

de “crisis vocacional” al hacer referencia a que haya pocos candidatos que se estén formando

para las órdenes sagradas, sino que incluso quienes ya viven el ministerio sacerdotal, abandonen

el sacerdocio después de haber sido ordenados.

Esta situación se convierte justamente en un escenario del que se requiere estar pendiente

y determinar, si es posible sus causas. En un primer momento, habría que poner la atención en la

infidelidad a la Palabra de Cristo en el ejercicio de la predicación, que produce obviamente

“graves deficiencias en la fe del pueblo, y consecuentemente en su vida”1. Esto, sin lugar a

dudas, resulta siendo un núcleo problémico importante en el sentido que se relaciona con la

coherencia de vida cristiana especialmente de quienes les compete por antonomasia el ministerio

de la predicación y la enseñanza de la fe, como lo son especialmente los sacerdotes, y con mayor

razón quienes son párrocos; de allí, que exista una relación con el testimonio de vida que brindan,

haciendo atrayente o no la vida sacerdotal. Esto repercute en que los jóvenes tengan como
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referencia más el estilo de vida sacerdotal de tal o cual párroco y no haya una profundización en

el sentido vocacional de sus propias vidas.

Ciertamente que al fijar la atención en lo que hoy día la Iglesia vive como una crisis

vocacional, cabría la posibilidad de enumerar sinfín de causas relacionadas con esta problemática

a nivel social, eclesial, psicológico, juvenil, pastoral, etc, pero el cometido de este trabajo de

grado centrará su reflexión en la manera en que la vida misma del párroco está relacionada

íntimamente con la crisis vocacional y cómo éste puede contribuir a brindar solución a la misma.

La realidad actual en toda la Iglesia, es que se evidencia una reducción más o menos de la

mitad de sacerdotes, respecto de hace 20 o 30 años, cuestión que proyectándola en el futuro

indicaría que en los próximos diez años habría la mitad de vocaciones existentes en la actualidad.

En esta línea, se indica además que en países de tradición cristiana no solo hay evidentemente

disminución del número de sacerdotes, sino un incremento de la edad media del presbiterio,

llevando a que se adapte la situación pastoral en torno a la nueva situación eclesial.

(Grocholewski, 2012)

Álvarez (1982) indica que, desde Pío XII se empieza a tomar conciencia de la necesidad

que la Iglesia tiene de trabajar concretamente por las vocaciones sacerdotales y religiosas,

percibiendo en el panorama global una alerta vocacional y, por lo tanto, la urgencia y

compromiso que se habían de derivar de ello en favor de las vocaciones. De esta manera, el Papa

aprueba en Roma el 04 de noviembre de 1941, las Obras Pontificias de Vocaciones Sacerdotales

y hasta 1955, las Religiosas.

Desde entonces se empiezan a gestar congresos, sínodos y todo tipo de iniciativas,

orientadas a dar solución a la problemática vocacional, tanto a nivel local como universal,
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resaltando entre algunos hitos históricos significativos, la institución en 1964 del “Día Mundial

de Oración por las Vocaciones”, por Pablo VI. Posteriormente, en 1971 se constata por primera

vez de manera estadística, en la celebración del IV Congreso de Directores Nacionales de Obras

de Vocaciones Eclesiásticas, que existe una “escasez de vocaciones” (Álvarez, 1982, p. 163),

proyectando que con el paso de los años tomará más fuerza este fenómeno.

García (2016) deja en claro un fenómeno que se viene presentando a nivel global en el

ámbito vocacional. Desde una mirada sociológica, las tendencias que se evidencian a nivel

profesional han repercutido también a nivel vocacional, en lo referente a vivir con plena

identificación de lo que se es y se hace; de allí que se hable de una crisis ante todo del sacerdocio

ministerial.

Los jóvenes por su parte, ven el sacerdocio de manera muy funcional, en cuanto “una

profesión más” que no tiene una incidencia como las demás. No se ve atractivo en este sentido e

incluso esta perspectiva la llegan a tener algunos sacerdotes ya ordenados. El sacerdocio es

entonces como un “trampolín” de posibilidades económicas y de comodidades materiales,

cuestión que repercute en un anti-testimonio vocacional.

Ante esta situación, surgen, por un lado, posturas esperanzadoras que siendo optimistas

animan en la confianza de que se dará un reverdecimiento vocacional y, por otro lado, se hacen

escuchar también posturas mucho más realistas que indican que la crisis tal cual la vivimos y

conocemos actualmente se va a sentir con mucha más fuerza y que progresivamente el número de

vocaciones disminuirá ostensiblemente, llegando a plantear cómo asumirán las comunidades la

vivencia de su fe sin la presencia permanente de un pastor, ya que se piensa que los pocos

párrocos que haya tendrían que acompañar pastoralmente varias comunidades.


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Tras este panorama, lo fundamental no es insistir en lo que podría suceder a nivel

vocacional en unos años, sino en determinar la misión sacerdotal de cara a la escasez de

vocaciones.

Desde el trabajo realizado por las Pastorales vocacionales de diversas Iglesias

particulares, cabe decir que además de la disminución en las vocaciones ya latente, la Iglesia se

vio fuertemente limitada en el fomento, animación y promoción vocacional con la llegada de la

pandemia por el Covid-19, ya que la virtualidad no favoreció la cercanía en los procesos de

acompañamiento de discernimiento hacia la vocación sacerdotal, recrudeciendo la labor que se

venía realizando. Frente a este hecho, no hay que pasar por alto otros factores que han

contribuido a la crisis vocacional, como lo son: una falta de “trabajo serio” en este ámbito,

carencia de la instauración de una cultura vocacional por ejemplo, a través de la catequesis; la

crisis y descomposición familiar y finalmente, el hecho del consumismo imperante en la actual

sociedad, cuestión que lleva a optar por aquello que permita ingresos más abundantes y

sostenibles, en vez de dedicarse a aquello que llame la atención2.

El problema de fondo de la crisis vocacional, evidente en toda la Iglesia, se hace necesario

abordarla desde dos perspectivas: una, desde la de quienes tienen alguna inquietud vocacional y

buscan ser sacerdotes; y otra, la de las instituciones como lo son los seminarios, que acogen a los

candidatos para dicho fin.

En cuanto a la primera perspectiva, es necesario sopesar de fondo el contexto socio-

cultural en el que la humanidad se mueve y cómo todos estos parámetros de alguna manera,

condicionan la respuesta y decisión de quien alguna vez piensa hacer un proceso de

discernimiento de cara al sacerdocio ministerial. Sólo cuando el candidato opta por la vida
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sacerdotal en orden a una fuerza que lo dinamiza por dentro al servicio y entrega donada de su

vida, entonces habría garantía para que permanezca en la vocación, aunque también existe la

posibilidad de acostumbrarse a la estructura del seminario, por la comodidad que ello representa

para el joven.

Ahora bien, de cara a los seminarios, cabe decir que actúan rígida o laxamente y

dependiendo de ello, acompañan el proceso de quienes quieren ser sacerdotes, llevando con ello a

que no se realice oportunamente un proceso serio vocacional, desatendiéndose de una auténtica

acogida y en esta perspectiva puede inferirse que la cuestión vocacional se trata más de una

negligencia por parte de los sacerdotes encargados, que de una escasez propiamente dicha, pues

sería imposible llegar a afirmar que el Señor Jesucristo no siga suscitando vocaciones hoy en día.

Iglesia en Latinoamérica

De la información recolectada en el informe presentado sobre la pastoral vocacional de la

región eclesiástica del norte de Sudamérica, a la cual pertenece Ecuador, Bolivia, Venezuela y

Colombia, -el cual analiza sintéticamente Mons. Castellani,- da cuenta de la prioridad que tiene la

pastoral vocacional en los procesos diocesanos de evangelización y, sin embargo, se comprueba

la escasa sensibilidad y preparación de los sacerdotes en lo relacionado con este ámbito,

subrayando la disponibilidad de los sacerdotes más jóvenes en esta tarea. (Castellani, 2016)

Iglesia en Colombia

A nivel nacional, el P. Manuel Vega, Director de los departamentos de Ministerios

Ordenados y Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal de Colombia, explica que la posible

causa de tal reducción de candidatos al ministerio sacerdotal en los seminarios, analizando la

década de los 90’s con respecto a la actual, radica en los escándalos suscitados en la Iglesia, que
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generó desconfianza en las instituciones eclesiales para los niños y jóvenes. Generalmente por

esta razón, los mismos padres de familia son los primeros en desestimar una motivación

vocacional en sus hijos.3

Arquidiócesis de Bogotá

En el contexto local de la Iglesia arquidiocesana de Bogotá, conformada por ocho

vicarías, centrar la atención en la Vicaría Episcopal Territorial de San Pedro, es oportuno para

analizar la realidad de la crisis vocacional. Esta vicaría es la quinta de la Arquidiócesis de Bogotá

y comprende territorialmente la zona noroccidente de la ciudad de Bogotá; comprende 9 de las 12

UPZ de la localidad de Suba y al interno de ella, está conformada por cinco arciprestazgos. En la

Tabla 1 se muestra la organización de las 27 parroquias que la componen. Además, en el primer

apéndice: “Experiencia Vocacional en la Vicaría de San Pedro” se detalla la experiencia del

Semillero Vocacional como hecho representativo en esta vicaría.

En la localidad de Suba, la cual abarca gran parte de la Vicaría Territorial de San Pedro, la

educación escolar se caracteriza en su mayoría porque los jóvenes son de estrato 2, mientras que

en colegios privados priman jóvenes de estrato 3 y 4. El nivel educativo principalmente está

concentrado en el bachillerato y formación universitaria.4

Frente a la crisis vocacional, que inquieta considerablemente el panorama en la Iglesia,

tanto a nivel universal como local, es importante luego de haber consultado los archivos de la

Pastoral Vocacional del Seminario Conciliar de Bogotá, analizar las posibles causas que han

llevado a la deserción vocacional tanto en el proceso de pre-seminario, como en los años de

formación inicial, atendiendo concretamente a los datos relacionados con los candidatos

vinculados a la Vicaría de San Pedro.


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En un primer momento, se han recolectado los datos de los jóvenes pertenecientes a la

Vicaría Territorial de San Pedro que se han presentado al proceso de discernimiento a la vocación

sacerdotal en el Seminario Conciliar de Bogotá, en lo que se conoce como el “pre-seminario”

desde el año 2013 y no llegaron a iniciar la formación inicial. De la información recolectada se

evidencia que predomina el abandono del proceso por parte del joven, como razón principal de la

deserción en medio del proceso de pre-seminario y que en muchos de estos casos no existen

argumentos significativos que expliquen dicha decisión. Tabla 2

De todos los 35 jóvenes que se han presentado de la Vicaría de San Pedro desde el año

2013 hasta el 2022 al proceso de discernimiento vocacional, y no iniciaron su formación inicial,

se debe mayoritariamente por razones de abandono del proceso, contando con el 51,4% de los

casos. Respecto a las edades en que se presentaron estos jóvenes al proceso del Pre-seminario,

oscilan entre los 16 años y 40 años, siendo el promedio de edad de 26 años aproximadamente.

Sencillamente, abandonaron el proceso sin previo aviso y se sospecha que, en dicha decisión,

están fuertemente influenciados por un fenómeno de inestabilidad decisional que mueve el

conjunto de su existencia.

De acuerdo a la información recolectada respecto de los jóvenes que se han formado en el

Seminario Conciliar de Bogotá, pertenecientes a la Vicaría de San Pedro, desde el año 2010,

teniendo presente el marco general de los seminaristas que por año se han formado en las

instalaciones del seminario, Tabla 3 es evidente que, desde el 2012 se han venido presentado

deserciones en el proceso de la formación inicial respecto a los jóvenes pertenecientes a la

Vicaría de San Pedro, cuyas causas se concentran básicamente en una decisión del Consejo de

formadores de que el candidato no siga el proceso y abandone. El año más crítico en términos de

deserción es indiscutiblemente el 2018, al evidenciarse que los cuatro jóvenes que cursaban I de
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Teología no siguieron su proceso para el año siguiente, o que durante el transcurso del 2018

tuvieron que interrumpir su proceso. De la misma manera, sucede con un joven que durante su

año de Inserción eclesial tuvo que abandonar el proceso. Analizando los datos que arroja esta

tabla, es posible afirmar que las deserciones presentadas durante este periodo de tiempo se dieron

tanto en el ciclo filosófico como en el teológico, pero de una manera más marcada en este último.

En el contexto de la formación inicial y teniendo en cuenta que actualmente se forman

cuatro seminaristas de la Vicaría de San Pedro en el Seminario Conciliar de Bogotá, se les

solicitó responder a dos preguntas muy sencillas en torno a la figura del sacerdote, desde la

experiencia de cada uno, con el fin de recolectar más información que ayude al propósito de este

trabajo. Apéndice: “Seminaristas de la Vicaría de San Pedro en la Formación Inicial”

Al respecto de este fenómeno eclesial, que va marcando la pauta sobre la crisis

vocacional, se consigna la entrevista realizada en el mes de Octubre de 2021 al P. Guillermo

Gómez, párroco en ese entonces de la Parroquia Niño Jesús de Praga, perteneciente a la Vicaría

de San Pedro. Apéndice: “Entrevista P. Guillermo Gómez (octubre de 2021)”

El territorio parroquial comprende básicamente el barrio Cantalejo, cuyo estrato social

oscila entre 2 y 4, debido a que en el sector hay casas de familia, constituidas desde los orígenes

del barrio, como también en los últimos años las constructoras han erigido bastantes conjuntos

residenciales, imperando hoy en día mucho más este tipo de vivienda en el sector. Participan

especialmente población adulta y adultos mayores en la celebración eucarística. Los límites

geográficos de la parroquia son: al Norte con la Calle 165, al sur con la Calle 153, al Oriente con

la Autopista Norte y al Occidente con la Carrera 58.


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Aspectos que Iluminan la Crisis Vocacional y la Identidad Sacerdotal

En función de iluminar la problemática que concierne a este trabajo de investigación,

pienso oportuno hacerlo por medio de unos conceptos claves que, tras considerar el contexto

anteriormente explicitado, pueden brindar luces efectivamente a las razones de la crisis

vocacional sacerdotal y posteriormente dar soluciones concretas a las mismas, teniendo presente

la figura del párroco, en cuanto responsable de la animación, fomento y acompañamiento de las

vocaciones sacerdotales.

Testimonio

Esta categoría permite dar cuenta de la persona del párroco en torno a la perspectiva

relacional que tiene frente a la comunidad y mucho más con los jóvenes.

En este sentido, Álvarez indicaba que “la causa principal de la crisis de las vocaciones es

la crisis del sacerdocio o crisis de la identidad sacerdotal” (Álvarez, 1982, p. 170), cuestión que

de entrada permite centrar la atención en la persona del párroco, como primer implicado en las

consecuencias que hoy día se ven respecto a la escasez e incluso poco interés de los jóvenes

varones a apostarle a la vida sacerdotal.

En cuanto a la identidad de pastor que ha de vivir el párroco, tiene que desempeñar

permanentemente en su quehacer ministerial la labor del acompañamiento, bien sea en la

dirección espiritual o en los diferentes escenarios de educación y formación en la fe, desde los

cuales anima y dinamiza la vida de fe de quienes se les han sido confiados. Esto posibilita

relacionar el acompañamiento espiritual que brinda el párroco con el interés vocacional que se

suscite en los jóvenes, ya que depende en gran medida de la conciencia que tenga el párroco y la
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manera como vive su ministerio, que permite que se empiece a generar o no un interés por lo

menos en que los jóvenes traten con sacerdotes.

Álvarez Gastón insiste en que “hay que cuidar el modo… dando testimonio de la verdad,

del amor y de la fe en Cristo” (Álvarez, 1982, p. 170)). Queda claro entonces que es el testimonio

de vida un elemento que resulta indispensablemente exigido para aportar positivamente al

fomento de vocaciones al sacerdocio, pues precisamente los jóvenes piden que el párroco sea ante

todo signo testimonial de lo que predica.

Este autor, además, adjudica a la crisis vocacional la no purificación de la Iglesia,

(Álvarez, 1982) es decir, el hecho de no direccionar su misión plenamente a la evangelización de

los hombres, teniendo presente que se ha dejado de lado la asunción de actitudes proféticas que

lleven al servicio auténtico de los hombres y que este aspecto toca profundamente a la figura del

párroco, ya que el ministerio sacerdotal tiende a estar más en la línea del activismo funcional, que

en el arraigo consciente de ser para la evangelización.

En la misma línea, Babin centra más la atención en el modo de generar un ambiente

propicio desde el cual se llegue más efectivamente al joven, indicando que se requiere

necesariamente de una presencia amiga y segura, que tenga la cualidad de irradiar al joven

(Babin, 1965). Si bien, se hace un énfasis en la pedagogía y forma de llegar al joven, es cierto que

un reclamo actual sobre dicho ámbito tiene que ser visto con delicadeza, debido a que, tras las

situaciones de pedofilia y abuso sexual a menores de edad por parte de clérigos, lleva a

considerar la interpretación de la propuesta que hacía el autor en su tiempo. Pero, sin lugar a

dudas, lo que realmente trasciende de la idea del autor, es que la existencia del párroco sea capaz

de irradiar la vida del joven y no porque haga algo extraordinario, sino porque su misma vida de
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por sí expresa y comunica “ese algo de Dios” que enciende los corazones de quienes se

relacionen con él.

Está claro que la relacionalidad entre el párroco y los jóvenes tiene que darse direccionada

a la finalidad de irradiar la fe en ellos y, desde esta premisa Babin propone otra clave que aporta

considerablemente al tema en cuestión: “No se puede educar cuando no se cree en el otro”

(Babin, 1965, p. 183). Esta frase resulta de vital importancia al comprender ante todo que tiene

que existir una intencionalidad por parte del párroco en la manera de relacionarse y de entrar en

contacto con el joven cuyo objetivo radique en formarlo en la fe, en transmitirle no solo unos

contenidos dogmáticos, sino su misma experiencia de fe y con ello la persona de Jesucristo, para

que efectivamente exista un deseo en la voluntad de educar y formar en la fe; pero no basta

solamente con ello, pues aunque es importante que esto se dé, ha de haber un movimiento al

interno del párroco de creer en el joven; es decir, “descubrir las virtualidades del otro” (Babin,

1965, p. 178), lo que se traduce en confiar en que el joven sea capaz de reproducir lo que se le

enseñará, por cuanto siente el párroco en su deber de acompañar y formar que no es tiempo

perdido estar con el joven, sino que vive dicho momento en cuanto oportunidad vocacional.

De lo anterior, se desprende que el párroco en cuanto educador en la fe ha de vivir en

permanente testimonio de la libertad, pues en ello evidencia su felicidad y el modo de su

adhesión a Dios, que no solamente lo notará el joven, sino que será una exigencia que este busque

en la persona del párroco, para motivarse por el sacerdocio.

Babin reflexiona más teniendo presente a los jóvenes y desde allí permite que en relación

con el testimonio que está llamado a dar el párroco, se briden herramientas útiles. De esta

manera, al indicar que en muchos contextos familiares los jóvenes no perciben en sus padres la
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felicidad y la empiezan a buscar en otros ámbitos, el autor hace el símil de este hecho respecto a

las comunidades religiosas que se quejan por la ausencia de vocaciones, abriendo el interrogante

sobre la calidad de su alegría y esperanza. (Babin, 1965)

Los jóvenes hoy más que nunca, desconfían de lo que se dice; quieren hechos más que

palabras; pero no cualquier hecho, “sino el acontecimiento absoluto, visible y cierto: Jesucristo

viviendo hoy” (Babin, 1965, p. 186). Y en esta medida es preciso, indica Babin, refiriéndose a

quienes forman en la fe, que “hablen con los labios sólo cuando amen con lo profundo de su

corazón” (Babin, 1965, p. 187)

Vanrell (1969) por su parte, aporta significativamente sobre el testimonio desde las

convicciones, pues lo verdaderamente atrayente del predicador no es el contenido de lo que dice,

sino el modo de decirlo y de vivirlo, ya que allí mismo radica la fuerza del testimonio. Este

testimonio, especifica Vanrell, tiene un elemento inmanente, en cuanto es necesario que el

párroco encarne el contexto total de los jóvenes, incluyendo su psicología y mentalidad; y el otro

elemento es trascendente en cuanto al ejemplo de Cristo, el párroco no se deja “absorber” por el

contexto que encarna, sino que es capaz de mostrar otra dirección: la de Dios y la vocación.

Vanrell subraya que, por medio del testimonio, se transmiten los valores y para los

jóvenes resulta llamativo el valor de lo útil. En este caso, el párroco ha de mostrar lo útil del

sacerdocio en medio del mundo actual. (Vanrell, 1969)

Este autor también habla de los “anti-signos” de los sacerdotes que no son sino la puntada

para que el efecto de toda crisis lance a los jóvenes a dejar de creer. (Vanrell, 1969) Respecto a

estos “anti-signos” destaca con mayor fuerza el mal ejemplo e incoherencia de vida, la

ostentación en el ámbito sagrado frente a la pobreza que viven algunas familias en torno a
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ambientes eclesiales que reflejan riqueza material y la rutinización de la acción litúrgica, vivida

sin vida y solo por cumplimiento.

El anti-testimonio como los casos de abusos sexuales perpetrados por clérigos “crean

confusión en los mismos jóvenes que estarían dispuestos a responder a la llamada del Señor”

(Grocholewski, 2012, p. 16). En cambio, las figuras sacerdotales “santas” animan a quienes son

llamados por Dios al sacerdocio a responder adecuadamente frente a esta vocación.

(Grocholewski, 2012)

También tienen un papel importante los jóvenes que se forman en el seminario de cara al

sacerdocio ministerial, pues su ejemplo es instrumento evangelizador para otros jóvenes y

contribuyen así a que, siendo jóvenes dinamicen la vocación de otros jóvenes como ellos.

(Grocholewski, 2012)5

Para Maldonado (1963) la adolescencia se caracteriza por ser una edad en la que los

héroes encantan y evidentemente son exaltados; así entonces, si el héroe es cristiano, se convierte

en apoyo fundamental para la vida cristiana. Con este pensamiento, el autor quiere acentuar el

énfasis en el problema teológico de una presentación deficiente de la persona de Jesucristo, ya

que comprendiendo que la figura del modelo-héroe que sigue el adolescente configura su modo

de ser y pensar, cabría decir que actualmente en parte, los jóvenes no tienen a Jesucristo como

una referencia para sus vidas porque no se les ha presentado o incluso se ha hecho

deficientemente. Más aún, debido a que como el mismo autor indica, el adolescente se inclina

hacia el mundo de los adultos, considerando los valores que le llaman la atención, valdría

formular la pregunta: ¿Qué es lo que ve -o mejor-, qué es lo que no ve en la figura del párroco

para tener a este como referencia?.


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Por otra parte, Suárez (2016), desde la línea del Papa Francisco en EG 107 propone tres

rutas que aportan al modo de darle claridad al testimonio que han de vivir los párrocos, de cara a

la animación vocacional:

- La oración: No solo vista en el sentido de orar permanentemente a Dios para que

siga suscitando vocaciones al sacerdocio, sino que en la consciencia de reconocer que toda

vocación es un don, el párroco ha de orar primero por su propia vocación y animar de esta

manera a los jóvenes a enseñarles a orar, transmitiendo el mismo sentido de gratitud por el don

que representa la vocación.

- La vida: Testimonio concreto del animador vocacional que permita a los jóvenes

descubrir el horizonte que brinda la vida cristiana y de manera especial, la vida sacerdotal.

- Acción: Direccionada al anuncio, la propuesta y el discernimiento vocacional.

Cencini (2011) propone como clave el testimonio, pero desde una perspectiva

comunitaria, pues indica que de esta forma la fuerza del testimonio resulta ciertamente

convincente para los jóvenes, porque no solo será el testimonio de uno solo (el párroco), sino la

coherencia de una comunidad que evidencia con esta forma de vivir el deseo de la vocación y

entonces los jóvenes encontrarán muchos más elementos para consolidar una respuesta generosa

a su propio llamado.

Más allá del testimonio, que sin lugar a dudas es válido, Rupnik presenta el elemento de la

belleza, como fuente y característica indispensable para atraer a los jóvenes a la vida sacerdotal,

cargada de un dinamismo evangelizador mucho más contundente y eficaz que el testimonio, ya

que quien refleja la belleza de su propia vocación enamora, fascina y atrae:


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Falta belleza. Somos estupendos, pero no somos bellos. El diablo es astuto: nos quiere

buenos, pero no bellos, porque si somos bellos, conseguimos fuerza evangelizadora, dado

que la belleza atrae. La coherencia provoca aplausos, pero no se hace seguir. La belleza

enamora. No nos enamoramos de uno porque es estupendo, sino porque nos fascina, nos

atrae, nos hace sentirnos en comunión. (Lambiasi, 2012, p. 16)

Animador Vocacional

El párroco ha de vivir su ministerio comprometido en la tarea permanente de animar

vocaciones (Ante esto, aportan significativamente varios documentos magisteriales como lo son:

OT 2; PO 6, 11; PDV 40, 41)

En torno a esta idea, El Papa Francisco en el Discurso a los participantes en el Congreso

de pastoral vocacional del 21 de octubre de 2016, dirigiéndose a los obispos y sacerdotes

enfatiza:

Sois los responsables principales de la vocación sacerdotal y cristiana, y esta tarea no

puede ser relegada a una oficina burocrática. Vosotros también habéis experimentado un

encuentro que cambió vuestra vida, cuando otro sacerdote… hizo sentir la belleza del

amor de Dios. Haced lo mismo vosotros, saliendo, escuchando a los jóvenes –hace falta

paciencia- podéis orientar sus pasos (Francisco, 2017, p. 135)

Amedeo Cencini presenta algunas claves para asumir este reto, aplicables a la persona del

párroco, y que dan cuentan del itinerario y las características que deben ser encarnadas por el

ministro, para llevar a cabo íntegramente su labor como animador vocacional:

• Pasar de la teo-logía a una teo-fanía y luego a la teo-patía (Cencini, 2011)


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• Confiar siempre en Dios, quien se vale de diversos medios y sigue llamando de

múltiples formas a los jóvenes a su seguimiento, para no caer en la tentación del cálculo,

buscando resultados precipitadamente. (Cencini, 2011)

• Trabajar con una mentalidad pre-cristiana, ya que así, descubre el carácter

esperanzador del anuncio evangélico y de Cristo, además de proponerlo a quienes anima

vocacionalmente. De hacerlo con una mentalidad post-cristiana, no tendría sentido que trabaje

animando vocacionalmente a los jóvenes (Cencini, 2011).

• Pro-vocar a los jóvenes a tomar decisiones vocacionales, teniendo presente que

esto se trata de una responsabilidad del ministro ordenado y no actuar movido por la tendencia

globalizante de culpar a los jóvenes de la actual crisis vocacional, pensando que se trata de una

generación con una incapacidad de optar por grandes decisiones (Cencini, 2011)

• Entregarse totalmente al ministerio de la llamada, pues la crisis vocacional no es

de los llamados, sino de los que llaman, para ser así mediadores de la llamada de Dios (Cencini,

2011)

Como ejercicio de síntesis Silva (2011) indica las características que debe encarnar el

animador vocacional:

fe, clara conciencia discipular misionera, formación humana, comunitaria, espiritual,

cultural y pastoral, apertura, docilidad al Espíritu, vida de oración, amor a Jesucristo, a la

Iglesia y al pueblo, identidad vocacional clara (testimonio de vida), capacidad de trabajo

en equipo, buenas relaciones humanas, responsabilidad, paciencia y, sobre todo,

capacidad de comprender y aceptar la realidad del joven de hoy. (p. 287)


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Reacciones

Como se ha explicitado anteriormente, se ha hecho énfasis en la dimensión testimonial y

de animación vocacional que le compete originariamente al párroco, concibiendo el modo de

vivir el ministerio sacerdotal para favorecer las vocaciones sacerdotales. Ahora bien, es oportuno

traer a colación los reclamos que los jóvenes tienen en torno a la realidad englobante de la

vocación y que da algunas pistas para tomarlas en consideración para el crecimiento y

fortalecimiento de las vocaciones sacerdotales en la acción pastoral de todo sacerdote.

En el contexto de la Semana preparatoria del Sínodo de los Obispos, celebrada en Roma,

sobre los jóvenes, llevada a cabo del 11 al 16 de Septiembre de 2017, de entre los jóvenes que

participaron, representantes de varios países, especialmente de Europa, ellos mismos expresaron

los siguientes reclamos:

Mayor acompañamiento; escucha sin exclusión; protagonismo, siendo ellos mismos

quienes tengan voz; importancia del reconocimiento de los otros; búsqueda de sentido e

importancia de lo espiritual, búsqueda de identidad; buscar acompañadores de los jóvenes

líderes; buscar y encontrar a los jóvenes allí donde están; y relacionar el Sínodo de la

Familia con el de los jóvenes. (Imaz, 2018, p. 26)

Javier Elzo Imaz recalca el deseo de los jóvenes en buscar un testimonio de la Iglesia en

el ámbito social, es decir, ver a la Iglesia en acción y comprometida en iniciativas sociales como

la ayuda a los pobres, inmigrantes, desplazados, etc.

Por otro lado, frente a reacciones o actitudes que los mismos párrocos pueden tomar

frente al tema vocacional resaltan los siguientes, como lo indica Cencini:


21

Fuga vocacional. Con este término, Cencini hace referencia a la situación que se presenta

no solo en los párrocos sino en otros agentes de animación vocacional, para quienes “no tienen el

coraje de hacer la propuesta” vocacional, (Cencini, 2011, p. 190) denunciando así la falta de

compromiso de muchos párrocos en la tarea de la promoción vocacional. Además, con este

término, se quiere hacer referencia también al hecho de que quien lanza una propuesta vocacional

se desanima en el emprendimiento de la misma, cuando los jóvenes a quienes dirige dicha acción

vocacional la rechazan o no la acogen, cerrando así toda posibilidad educativo-vocacional en la

animación de la vocación a los jóvenes y mostrando un desinterés hacia ellos.

El auténtico animador vocacional no solamente se limita al hecho de proponer estrategias

vocacionales, sino que también tiene que acompañar pacientemente al joven a descubrir sus

resistencias y miedos de cara al llamado vocacional, educando primero, es decir, exponiendo la

verdad de dicho llamado y luego formando, proponiendo una forma para vivir. Respecto a la

tarea de la formación, cabe decir que existen tres niveles de propuesta hecha por el educador-

formador: la orden, determinada en la observancia de lo que se ordena; la propuesta, dirigida sin

tomar posición alguna y “respetando la libertad del joven” (Cencini, 2011, p. 196); y la llamada,

en cuanto invitación que interpela, reflejando el convencimiento del mensaje dirigido, transmitido

con pasión.

Urgencia Vocacional. De esta manera, se quiere denotar la conciencia en la disminución de


las vocaciones, y viendo el panorama tan complejo se toma la decisión de “reclutar” jóvenes a
como dé lugar como si se tratase de un “mercado vocacional” y claro está, con una
intencionalidad diferente al anuncio del Evangelio, direccionada más bien a la supervivencia del
sacerdocio ministerial y de las mismas instituciones diocesanas. En esto valdría la pena
reflexionar detenidamente, para dar cuenta efectivamente si aquellas iniciativas pastorales en pro
del fomento y animación de las vocaciones, están siendo direccionadas hacia esta finalidad y no
teniendo verdaderamente una visión global. (Cencini, 2011)
22

Este modo de proceder, indica Cencini que solamente produce una “angustia vocacional”

y siendo angustia desde la perspectiva de una “extinción de las vocaciones”, únicamente

producirá angustia, no vocaciones (Cencini, 2011, pp. 191-192)

Desafío Vocacional. Es claro que la responsabilidad de las vocaciones es de todos, por lo

tanto, también el párroco ha de tener siempre presente ello. Ante esto, analizando qué motiva

profundamente la animación vocacional por parte de los ministros ordenados, es posible

descubrir razones que hacen referencia a una tarea que se ha delegado dentro de los oficios

eclesiásticos o también, haciendo eco a lo dicho anteriormente, porque en una mentalidad de

urgencia vocacional, resulta siendo una necesidad de la institución eclesial con el fin de que

prevalezca la existencia de sacerdotes. (Cencini, 2011)

Cencini sugiere que existe una íntima relación entre la formación permanente del

presbítero y la animación vocacional, argumentando que quien a conciencia asume su formación

permanente, llega a ser un auténtico animador vocacional, pues en el hecho de responder todos

los días a la llamada que el Señor le ha hecho, está plenamente en capacidad de proponer la

vocación a los jóvenes, ya que la vive renovadamente. (Cencini, 2011)

Riesgo Vocacional. Sin lugar a dudas, hacer animación vocacional siempre ha de suponer un

esfuerzo y un riesgo, por eso algunos párrocos ante la comodidad o trayendo a colación las

situaciones abordadas anteriormente, evitan llevar a cabo iniciativas de esta naturaleza,

sopesando desde un discernimiento muy personal, evitar tener complicaciones con niños y

jóvenes, dada la situación de escándalos sexuales con la que la Iglesia se ha visto salpicada en los

últimos tiempos por parte de los mismos sacerdotes. (Cencini, 2011)


23

Pedagogía

Cencini pone de manifiesto el principio que ha de movilizar y dinamizar todo esfuerzo

vocacional: “la vida es un bien recibido que tiende por propia naturaleza a convertirse en un bien

donado” (Cencini, 2011, p. 199), resumiéndose así, como la mejor pro-vocación dirigida a los

jóvenes, siempre y cuando sea en primer lugar el párroco quien asuma totalmente esto para

animar así vocacionalmente a los jóvenes. También afirma que pedagógicamente, la identidad del

animador vocacional ha de ser la del sembrador, del acompañante, educador vocacional,

formador vocacional y mediador vocacional.

Sembrador. Esta actitud ha de conservarse con permanencia en la acción pastoral, ya que

siempre será necesario sembrar la “semilla de la vocación”. Esto ha de llevar a considerar darle

prioridad a sembrar antes que a cosechar y, actuar siempre en tónica de transmitir el kerigma

vocacional (Cencini, 2011, p. 201)

Acompañante. Aprovechando toda oportunidad para acompañar a los jóvenes, en su

contexto vital donde se desarrolla su vida. Acompañar también por contagio. (Cencini, 2011)

Educador vocacional. Haciendo consciente al joven de la gratitud de su vida y que, a

pesar de las flaquezas en su historia personal, es amado. (Cencini, 2011)

Formador vocacional. Propiciando que se dé el paso de la gratitud a la gratuidad,

teniendo en cuenta el principio vocacional (Cencini, 2011)

Mediador vocacional. Motivando el discernimiento vocacional del joven.

El párroco en cuanto primer animador vocacional, ha de promover ambientes en donde se

vivan las siguientes dimensiones, inherentes a todo creyente para propiciar itinerarios
24

vocacionales, interpretados primeramente desde una mediación eclesial, luego pedagógica y

psicológica: Liturgia (Oración personal y comunitaria), Koinonía (Experiencia de fraternidad y

de compartir), Diakonía (Servicio a los necesitados) y Martiría (Testimonio valiente del

Evangelio) (Cencini, 2011)

El aporte de Mons. Patrón en esta dimensión es interesante, cuando al referirse al contexto

de la relación formador-formando en el seminario, hace énfasis y recalca que

los itinerarios, proyectos y planes formativos quedan sin alma si falta la relación viva,

sincera y profunda entre el formador y el formando. Cuando esta relación no existe o es

superficial, simplemente no hay proceso formativo real. Las relaciones defensivas,

superficiales o carentes de verdad hacen imposible la formación. Solo en la confianza que

da la Fe y la Verdad que inspira el Amor se establece una transformación de la persona.

(Patrón, 2012, p. 63)

Dirección Espiritual

Sobre la dirección espiritual y el counselling vocacional, Grocholewski hace referencia a

que debe haber preparación sobre ello tanto en el proceso inicial como permanente de la

formación sacerdotal:

La dirección espiritual es una forma privilegiada de discernimiento y de acompañamiento

vocacional. Por parte de los sacerdotes se requiere la convencida disponibilidad a la

escucha y el diálogo, la capacidad de suscitar y dar respuesta a los interrogantes

fundamentales de la existencia, una notable sabiduría en el tratar las cuestiones inherentes

a las opciones de vida y a la vocación presbiteral. (Grocholewski, 2012, p. 31)


25

Igualmente, Yasheuski (2016) afirma que la relación de paternidad del párroco con el

joven en la dirección espiritual para acompañarlo en su discernimiento vocacional, es vital, ya

que en esta práctica tras la renovación espiritual y comunitaria que representa, efectivamente se

da un despertar vocacional en los jóvenes.

Formación Permanente

En páginas anteriores se comentaba la relación indispensable entre la formación

permanente del sacerdote con la animación vocacional. Frente a este tema, Mons. Patrón, siendo

obispo de Papantla, México; habla de una “revolución copernicana” en el ámbito propio de la

formación en el seminario diocesano, pues indica que las fuerzas ya no se están dirigiendo a la

formación inicial en cuanto a la metodología, recursos y teorías, sino que el giro se ha venido

gestando desde inicios del nuevo milenio, en donde la atención está centrada en la formación

permanente, ya que se ha evidenciado que lo que realmente forma al seminarista es “la vida y el

ejemplo del formador”. (Patrón, 2012, p 47)

Mons. Patrón explica que la novedad en este giro copernicano

consiste en que el propio formador, delante de los retos de la misión formativa actual,

toma conciencia de que el Seminario es el espacio formativo permanente para él y no

simplemente para los seminaristas; que es un nuevo llamado de Cristo para él y no

únicamente para los candidatos al sacerdocio y, por tanto, en su servicio como formador

descubre un camino discipular cristiano y de conformación sacerdotal para él mismo”.

(Patrón, 2012, p. 47)

La eficacia en el acompañamiento al joven, está en la manera como el sacerdote vive su

vocación, articulando trabajo en equipo y espíritu de comunión (Patrón, 2012)


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De lo anterior, el sacerdote formador ha de propiciar una atmósfera familiar tal en la

relación con los seminaristas, que contribuya a generar y solidificar lazos de paternidad, filiación

y fraternidad, con miras al bien común de todos los miembros de la institución formativa. Así,

llevando esto a la realidad del párroco, se fortalece el acompañamiento de este a los jóvenes,

ayudándoles así a responder adecuadamente al llamado divino, porque se conocen sus

motivaciones en el día a día, llevando también a que él pueda confrontarlo evangélicamente con

su presencia. (Patrón, 2012)

Pastoral Vocacional

Pastoralmente es indispensable que el párroco no asuma la situación actual de crisis

vocacional con desaliento, pues es peligroso ya que por la influencia que tiene con los fieles y

con los demás hermanos sacerdotes, puede presentarse un efecto contagioso que repercutirá

negativamente. De ahí que se invite al párroco a mirar y actuar frente a la situación con fe y

esperanza, proponiendo activamente soluciones que desde su actitud contribuya notoriamente a

animar al pueblo de Dios, al presbiterio y de manera especial a los jóvenes a inquietarse por la

opción sacerdotal de vida, ganando cada vez más en la conciencia de comprender el ministerio en

cuanto educador de la fe, potenciando de esta manera su misión sacerdotal en perspectiva

profética, evangélica y servicial. (Álvarez, 1982)

José Luis Moral, S.D.B hace caer en la cuenta de dos elementos que debe tener presente el

párroco: pro-vocar y pre-ocuparse por los jóvenes. En cuanto a la provocación que ha de suscitar

el ministro ordenado en los jóvenes, manifiesta con ello el amor gratuito e incondicional de Dios

que siembra la “inquietud de algo más” (Moral, 2009, p.97). Esta inquietud ciertamente debe

proponérsele al joven no solo como mero contenido, sino ante todo como experiencia

testimoniada desde la propia vida de quien la suscita, a fin de que sea verdaderamente creíble.
27

La otra clave que ofrece Moral es la de mantener la “pre-ocupación” por los jóvenes, en

dos sentidos básicamente: el primero en cuanto ellos dominen el pensamiento y las acciones de

los párrocos, teniéndolos siempre presentes y por ellos suscitar, promover e innovar en el

acompañamiento con ellos. En segundo lugar, ocuparse efectivamente de ellos, “sentir y actuar

‘con’ y ‘para’ ellos” (Moral, 2009, p. 110)

Sin lugar a dudas, este dinamismo y la propuesta pastoral que ofrecen diferentes autores

surge de esta manera, precisamente por la intuición que expresa Germán Medina Acosta, Pbro,

quien llama la atención sobre el acompañamiento y discernimiento de quien es formador en la fe

de cara al llamado que Dios hace a los jóvenes, pues como él mismo lo señala, Samuel que fue

llamado por Yahvé (cf. 1 S, 3, 1-10) tiene dificultades para reconocer a Yahvé porque no lo

conoce y Elí le cuesta comprender que es Dios quien llama al joven. Acosta (2009), utilizando

este relato bíblico para hacer una analogía, refiere que algo parecido puede estar sucediendo con

muchos párrocos quienes imbuidos en sus tareas y compromisos pastorales no tienen la facilidad

de ayudarle al joven a discernir su vocación. Entonces cabe pensar seriamente que a la mediación

ministerial del presbítero le hace falta solidez.

Desde la perspectiva de la Pastoral Juvenil, diferentes autores tratan el tema, dando claves

en el acompañamiento de los jóvenes, teniendo en cuenta la línea transversal de lo vocacional que

aporta significativamente a consolidar procesos sólidos para el acompañamiento de los jóvenes,

en la medida en que se trate de una pastoral de experiencias y no de vivencias, propiciando así

que se abra a ser de procesos y no limitarse a unos actos concretos. En esta línea, Rojano (2019)

subraya cuatro acciones propias del Papa Francisco que aportan en esta línea: Acoger, discernir,

integrar y acompañar.
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Silva (2011) por su parte, permite visibilizar algunos puntos débiles en torno a la

problemática vocacional, con el fin de proponer soluciones pastorales y trabajar en ello. Resalta

en primer lugar el conjunto de itinerarios vocacionales interrumpidos, debido a que muchas de las

iniciativas de la animación vocacional se dejan únicamente en manos del promotor vocacional de

la diócesis, como si dicha tarea tuviese un hermetismo en su designación y solo estuviera

relacionada con la responsabilidad de un único sacerdote.

En cuanto a las deserciones presbiterales, tema también muy relacionado con esta

problemática, el autor da cuenta de diversas causas como el agotamiento, ya que se recarga de

oficios y tareas. Como consecuencia de ello, lo que primero se ve seriamente afectado es la

dimensión relacional del párroco, en la medida en que sus vínculos se tornan más débiles y se

acrecientan las tensiones, susceptibilidades e inestabilidad, generando así sacerdotes cansados y

tristes que se convierten en anti-testimonio vocacional, quienes a su vez inciden negativamente en

los jóvenes, transmitiéndoles el sinsentido que experimentan. (Silva, 2011)

Al tener en cuenta el contexto vocacional, la actitud y el compromiso asumido por los

párrocos en la tarea vocacional, resulta importante generar conciencia de tres desafíos para la

Pastoral Vocacional, en la medida obviamente que se tome la resolución firme y seria de actuar

decididamente para solventar la crisis vocacional existente: confianza tanto en los jóvenes como

en Jesús, proponiéndole a los jóvenes el “Evangelio de la vocación”; Estar despiertos para

despertarlos a ellos, estar centrados para centrarlos a ellos en el Señor. (Francisco, 2017, p. 114);

y lucidez para fortalecer una mirada aguda sobre la realidad, el mundo, los jóvenes y sus

necesidades, con el fin de anunciarles el Evangelio y brindarles respuestas a preguntas e

inquietudes que se hacen (Francisco, 2017) y convicción para ser auténticos testigos de Cristo.

(Francisco, 2017)
29

Estos desafíos, tienen que llevar a pensar una propuesta vocacional que efectivamente

tenga el alcance necesario para tocar profundamente la existencia del joven y atraerlo por Cristo y

su sequela Christi (Francisco, 2017). De allí que la Pastoral Vocacional considere integrar las

siguientes características: diferenciada, en el sentido de ofrecer respuestas a cada joven según sus

inquietudes de búsqueda y sentido (Francisco, 2017); narrativa, en cuanto al reclamo de los

jóvenes, aunque no lo expresen directamente, el hecho de ver en el párroco la narración de Cristo,

modelo a seguir. Así, muy de la mano con el ámbito testimonial, se necesita que el párroco

encarne la fe y vocación para calar en la experiencia del joven (Francisco, 2017); eclesial,

llevando a los jóvenes a que dejen de ser simplemente actores pasivos, y se conviertan en actores

comprometidos y participativos en la vida de la Iglesia (Francisco, 2017); evangélica,

comprometida y responsable, ya que de la mano con el punto anterior, se trata de hacer caer en

cuenta de lo que implica la vivencia de la fe y el seguimiento de Cristo en el joven (Francisco,

2017); acompañada, ya que en esta característica entran todas aquellas actitudes que refieren al

acompañamiento, resaltando de manera especial el despertar el deseo de Cristo en los jóvenes,

para que sean conscientes de que son amados por cuanto son (Francisco, 2017); perseverante y

juvenil en actitudes y lenguaje. (Francisco, 2017)

Cultura Vocacional

A modo de síntesis, compete al párroco en primer lugar propiciar en los diferentes

ambientes y comunidades una cultura vocacional en cuanto conciencia de cada uno de los

miembros de la Iglesia en la responsabilidad de la vocación de los demás, como también orar y

motivar a otros a orar incansablemente por las vocaciones, comprendiendo esta acción como

proporcional al trabajo dedicado al fomento de una cultura vocacional (Cencini, 2011)


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Esperanza

Cenicini hace eco a asumir esta problemática pastoral con auténtica esperanza evangélica,

ya que la carencia de esta virtud en la vida ministerial del párroco en cuanto animador

vocacional, desemboca necesariamente en el hecho de que su ser educador se vaya debilitando,

evidenciando sin lugar a dudas una carencia en la sensibilidad vocacional, haciendo que la tarea

vocacional se conciba con desánimo y sin pasión evangelizadora. De esta manera el párroco

puede llegar a dejar de amar su propio ministerio, creer poco en él y en los jóvenes y concebir la

labor vocacional con tedio, por tratársele de un compromiso más y no aquello que le impulsa a

vivir con mayor autenticidad su propio ministerio. (Cencini, 2006)

Deberes Vocacionales de los Párrocos

Tomando en cuenta lo planteado hasta el momento, Aliaksandr Yasheuski pone de relieve

algunas acciones que le son propias al párroco en su labor ministerial, en lo que respecta a la

problemática frente a la escasez de vocaciones: “a nivel de actitudes personales es importante que

los sacerdotes puedan vencer los miedos o los apegos que son estorbos, para poder presentar con

naturalidad y alegría la fascinación radical de la vocación sacerdotal” (Yasheuski, 2016, p. 105).

También, afirma un énfasis en la educación y catequesis juvenil en relación con un testimonio

sacerdotal fuertemente arraigado. (Yasheuski, 2016)


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Lectura Interpretativa

Luego de considerar la problemática de la escasez vocacional y de iluminarla con los

diferentes aportes teológicos citados en páginas anteriores, considero que el punto neurálgico

desde el cual ha de ser atendida la situación actual vocacional no está tanto en los jóvenes, sino

primordialmente en la persona del párroco.

Cabe llamar la atención respecto a las luces que en el contexto de la Arquidiócesis de

Bogotá se da en torno a la animación vocacional por parte de algunos párrocos, quienes viven su

ministerio sacerdotal comprometidos en la animación y fomento vocacional en sus comunidades

parroquiales, considerando ello como una prioridad, dedicando el tiempo oportuno a actividades

que promuevan este aspecto y dinamizando a los jóvenes a que se inquieten vocacionalmente,

contribuyendo significativamente con un testimonio sacerdotal coherente y alegre que contagia a

los jóvenes; pero sin lugar a dudas, estos esfuerzos parece que no tuvieran una incidencia tal, en

medio del panorama de crisis vocacional existente actualmente.

Por ello, contemplando las sombras de esta realidad pastoral, resalta en primer lugar,

como se ha indicado, la raíz de la crisis vocacional se fundamenta en un compromiso no asumido

totalmente por quienes deberían tener una incidencia clara y marcada en este aspecto: de manera

más directa, los sacerdotes y, aún más concretamente, quienes son párrocos.

La cuestión no se limita exclusivamente a motivar la tarea que le compete en el ejercicio

del ministerio al párroco, en cuanto la animación y fomento vocacional e indicar los posibles

modos y medios para llevarlo a cabo; sino hacer caer en la cuenta de una realidad mucho más

honda y desde la cual es factible afirmar sin dudar, que radica el origen de una carente y débil

animación vocacional a los jóvenes por parte del párroco.


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La situación que se encuentra a la raíz de esta problemática está íntimamente relacionada

con la identidad sacerdotal. A primera vista, parece tratarse de una realidad lejana a una crisis

vocacional en la juventud actual, porque se tiene la mentalidad de apreciar aquello casi siempre

desde la perspectiva de los jóvenes, afirmando incluso que existe hoy día muchos factores

sociales que han incidido negativamente en la vida de los jóvenes y que ha conllevado a que

muestren cierta apatía frente a las propuestas de índole vocacional y lo que se relaciona con ello.

De permanecer esta mentalidad en la conciencia eclesial de los adultos y especialmente en

los mismos párrocos, será difícil el detenerse en algún momento a considerar la “otra cara de la

moneda” y fijar la atención y los esfuerzos a robustecer no solamente la tarea vocacional de los

párrocos en cuanto primeros animadores vocacionales, sino con mayor razón, la vida misma de

ellos, partiendo de su ministerio.

Ahora, al contemplar la posibilidad de centrar la atención en el párroco, es necesario

abordar inevitablemente el aspecto vocacional del ejercicio de su ministerio; es decir, analizar de

qué manera la persona del párroco vive su sacerdocio, cuáles son sus alegrías, cuáles sus quejas o

reclamos, cómo se va sintiendo en la tarea que se le ha confiado, qué testimonio percibe la

comunidad de él, cómo va reflejando en la cotidianidad la alegría del servicio y entrega al pueblo

fiel de Dios, de qué manera se relaciona con su comunidad y, por ende, con los jóvenes que

acompaña en su pastoreo. Esto en razón de tener presente su identidad sacerdotal y determinar si

él es consciente de la gracia recibida el día de su ordenación en favor y provecho de la salvación

y animación vocacional del pueblo de Dios.

En segundo lugar, la relación entre identidad sacerdotal y animación vocacional es

proporcional. Así pues, al plantear lo que llamo la “equivalencia vocacional” es preciso tener en

cuenta que partiendo de la manera como el párroco en la cotidianidad de su ministerio es


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consciente de vivirlo y darse por entero de esta manera a su comunidad, habla de cómo él con el

testimonio de su entrega y la alegría con que lo hace, es motivación directa en su comunidad, de

manera especial para los jóvenes que al ser muy perceptivos captan con facilidad si la vida de su

párroco es llamativa en el sentido que este refleja alegría y gusto por ser quien es y que,

obviamente, va llevando a cabo su tarea pastoral de una manera óptima, pero especialmente

evangélica. Incluso su deber vocacional en cuanto la animación y promoción vocacional en los

jóvenes no se tiene que asumir como algo forzado, postizo o en el peor de los casos, como algo

que se hace a “regaña dientes”, impulsado por directrices arquidiocesanas, vicariales o

arciprestales, sino que en cuanto manifieste una naturalidad en todo ello permite dar cuenta de la

consciencia de ser ministro.

Menciono esto porque la realidad da cuenta de que no siempre el párroco es consciente de

su identidad sacerdotal, bien por el activismo o por el hecho de dejarse llevar por la monotonía y

desencanto frente al ministerio, e incluso también, porque abandonando sus motivaciones

vocacionales, ha olvidado la razón y finalidad de su ordenación sacerdotal. Efectivamente,

cuando llegan a darse estas circunstancias en la vida ministerial del ejercicio del párroco, tiene

que haber unos instrumentos que él pueda tener a mano para determinar qué tanto está

encausando su ejercicio ministerial por las sendas oportunas y qué tanto en su labor pastoral

verdaderamente está acompañando las diferentes realidades parroquiales, aportando a la

edificación, consolidación y sentido de la comunidad que le ha sido confiada, y mucho más, la

incidencia que tiene en los jóvenes.

En tercer lugar, hay que considerar que por más que se quiera pensar en una dedicación

total de quien es párroco en una tarea de índole vocacional en su comunidad parroquial, nos

damos cuenta de sus múltiples compromisos a nivel administrativo y pastoral, sin contar con las
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diferentes tareas que muchos de ellos tienen directamente para con su parroquia, y resulta

comprensible en la mayoría de los casos que, en cabeza solo suya no pueda llevarse a cabo una

planeación parroquial de animación, fomento y promoción vocacional.

De este modo, resulta necesario pensar en unas herramientas concretas que sirvan de

brújula para que el párroco discierna con autenticidad de espíritu la manera como está

pastoreando la grey confiada; que también la comunidad parroquial y en especial, la voz de los

jóvenes disponga de los medios para indicarle y hacerle ver a su pastor, los énfasis que tiene que

potenciar y mantener en el ejercicio ministerial con la comunidad. Esto, precisamente, porque

puede darse que el párroco en medio de su quehacer pastoral comprenda que está llevando

correctamente su labor, cuando en realidad se ha convertido en un funcionario de lo sagrado y ha

descuidado la esencia de la finalidad de su ordenación, conduciendo a que la comunidad

parroquial no tome protagonismo en el modo en que exija -en el buen sentido de la palabra- lo

que a ella corresponde por parte del párroco, y concretamente los jóvenes.

Pienso que todos aquellos elementos que el párroco por antonomasia tiene que encarnar

en su identidad sacerdotal para ser auténtico pastor y primer animador vocacional en su

comunidad, no tienen que ser vistos en un modo direccionalmente único como si se tratara

siempre de un esfuerzo del mismo sacerdote por mantenerse en unas actitudes y el deber ser de su

ministerio para animar al sacerdocio a los jóvenes de su parroquia y del sector barrial donde tiene

jurisdicción su ministerio.

Ante ello, surge el horizonte de una cooperación mutua en el ejercicio del ministerio del

párroco con su comunidad, que lleva a considerar que tanto la comunidad como el mismo párroco

son actores implicados en que el ministerio sacerdotal como servicio para la edificación del Reino

de Dios en la comunidad parroquial, se desarrolle óptimamente. De aquí se deduce entonces que


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la comunidad está en todo el derecho de ser animada con la gracia de Dios por medio del ejemplo

y pastoreo del párroco que la preside en la fe. Y de la misma manera, el párroco tiene que saber

escuchar a los diferentes miembros de la comunidad con el fin de acoger el sentir del pueblo, en

cuanto luces en el discernimiento de cómo está ejerciendo su ministerio.

En este sentido, cobra importancia la dimensión vocacional de la existencia, que permite

dar cuenta de la motivación originaria para que la persona humana (párroco y fieles) no

solamente comprenda su ser vocacionado, en el sentido de ser llamado, por el hecho de ser

amado desde la Eternidad por Dios, sino que pueda incluso tomar consciencia que su vocación no

es una “rueda suelta” en el conjunto de la Iglesia y concretamente en la comunidad parroquial,

sino que tiene su razón de ser porque está inserta en el plan de salvación de Dios en el que a

través de la historia han participado hombres y mujeres por iniciativa divina, a partir de la

apropiación consciente del don de la vocación en la propia vida.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior, es necesario precisar la importancia del

vínculo pastoral entre la cabeza de la comunidad parroquial –el párroco- y los miembros del

cuerpo de la misma; pues todos conforman una sola comunidad llamada a participar en el plan

salvífico de Cristo, desde el contexto particular en la que se encuentra inserta, según las

condiciones concretas en que se sitúa y realiza. Esto se ve reflejado en la relación del párroco con

los jóvenes pertenecientes al grupo juvenil y de otros grupos que integran la parroquia, pues si

una de las partes presenta dificultades de orden vocacional y no descubren en el contexto

parroquial la razón del para qué están allí y su valiosa presencia en medio de la comunidad, que

les llene de sentido y contenido su existencia, es porque algo sucede con la cabeza.

De cara al ejercicio del ministerio sacerdotal del párroco, este tiene que partir de la

premisa que toda pastoral se desarrolla en y hacia su comunidad, redundando efectivamente en el


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provecho de la dimensión vocacional de los jóvenes, y obviamente, en la propia también, puesto

que, en últimas, se trata de un ejercicio permanente de descubrir y hacer descubrir el sentido de la

vida de cada uno en el contexto de la comunidad parroquial y eclesial, que incide necesariamente

en la experiencia personal de todos y cada uno de los miembros que la componen, en cuanto

permite dar cuenta del lugar que le corresponde a cada uno dentro de la misma.

Ante lo mencionado, es necesario llevar a la reflexión pastoral el tema de cómo el párroco

se relaciona específicamente con los jóvenes y niños de la comunidad que pastorea, y qué

incidencia tiene en ellos. Habría que poner el énfasis en la intencionalidad de dicha relación, dado

que ninguna acción pastoral inicia porque sí, sino porque ha habido una realidad que genera

interés y, por tanto, compromiso. De este modo, el párroco ha de ser un observador activo en su

comunidad y fijarse detenidamente en la realidad concreta de los jóvenes y niños de su parroquia,

movido por conocer, en un primer momento las alegrías y tristezas, los desafíos y logros que

estas poblaciones en el contexto parroquial experimentan y que constituyen un modo de ser

propio según el contexto que viven, para luego incidir vocacionalmente en ellos.
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Proyección en Clave Comunitaria-Afectivo-Vocacional

Atendiendo a las claves interpretativas desde las que percibo la situación de la crisis

vocacional y precisando que el problema focal es la crisis sacerdotal, hay que partir no de los

mismos párrocos, sino desde un apoyo externo que soliviante y permita superar la crisis de

identidad sacerdotal, porque no se trata de que el párroco cambie actitudes y comportamientos

para encarnar una animación vocacional permanente en la comunidad donde el Señor Jesucristo

le ha llamado para vivir su ministerio, sino que necesita de alguien más que le ayude. No hay que

tener miedo ante esta propuesta, pues estos tiempos exigen, sin lugar a dudas, la

corresponsabilidad de unos con otros, de un trabajo articulado y sinodal; pues de la crisis, sea

cual sea no se sale solo, siempre se necesitará de los otros.

Ante esta situación, propongo un itinerario de tres fases: la primera y segunda, donde

exista la intervención motivadora de un equipo arquidiocesano que tenga incidencia en la vida y

vocación tanto del párroco como de la misma comunidad parroquial y; la tercera, que consista en

un trabajo comunitario netamente vocacional desde el ámbito parroquial. Es necesaria la

incidencia del equipo arquidiocesano en la primera fase, ya que, de no estar presente, se podría

tomar esta propuesta como una sugerencia más en el trabajo pastoral de quienes son párrocos en

la Arquidiócesis, sin aplicabilidad en la vida pastoral de la parroquia.

Este equipo arquidiocesano de apoyo afectivo-vocacional llevaría un trabajo centrado más

en lo experiencial y vivencial del ministerio sacerdotal, que en contenidos y formas pastorales del

mismo. Esta propuesta favorecerá que todo contenido recibido en la formación permanente del

clero, lleve a vincular totalmente a la persona del párroco, al despertar en todo sentido su

identidad sacerdotal, no desde el quehacer, sino desde las implicaciones vocacionales que cada
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proyecto en marcha puede llegar a tener. La clave entonces se traduce en términos de motivación

y concientización de la propia llamada y no en información suministrada a los párrocos.

Se requiere que este equipo arquidiocesano esté conformado por católicos profesionales,

idóneos en varios campos del saber humano: trabajo social, sociología, psicología y similares,

incluyendo también personas consagradas en la vida religiosa, a fin de que, desde las diversas

ciencias humanas, se brinde un apoyo eficiente e integral al proceso de acompañamiento tanto del

párroco como de los sujetos incidentes vocacionalmente en el ministerio sacerdotal del párroco.

Para que haya objetividad en la conformación de estos equipos, sería tarea del Arzobispo realizar

la convocación de personal para esta tarea y discernir posteriormente la conformación del mismo.

Comprendiendo que el ámbito afectivo-vocacional es la base en el apoyo de la

personalidad sacerdotal, tiene que convertirse en el motor de interacción primaria direccionada al

clero, trabajado siempre desde el principio vocacional de que todo don acogido, ha de ser un don

entregado y compartido con los otros.

Piénsese en conformar un equipo nutrido profesionalmente tal, que pueda asumir el

acompañamiento formativo en cada una de las vicarías que componen la Arquidiócesis de

Bogotá, porque se pueden dividir en ocho equipos –uno por vicaría- sin perder la esencia integral

de su composición. Cada uno de estos pequeños equipos arquidiocesanos que sirven en cada

vicaría, tendrían que estar atentos de las fechas de las reuniones arciprestales en la vicaría que

acompañan, a fin de aprovechar este espacio e incidir en cada arciprestazgo desde la formación

afectivo-vocacional y desarrollar esta misma tarea en cada comunidad parroquial, dirigiendo los

énfasis de la formación según corresponda.

La primera fase está dirigida a los párrocos de la Arquidiócesis de Bogotá y

simultáneamente a las comunidades parroquiales, desde un énfasis transformador. Respecto al


39

acompañamiento de los párrocos, se aprovecharían las reuniones de arciprestazgo, ya que no se

multiplicarían más espacios en los que se pida a los sacerdotes asistir y, por otro lado, el equipo

de apoyo afectivo-vocacional se dirigiría a un grupo pequeño de párrocos. En estos espacios, de

manera concreta y amena a la vez, se propiciarían los siguientes objetivos que buscan fortalecer

la identidad sacerdotal de los párrocos:

1. Re-descubrir el paso de Cristo en la vida del párroco (Memoria vocacional)

2. Comprender el sentido de la mediación eclesial en su vocación

3. Asumir con responsabilidad las implicaciones concretas de su ordenación y

apostarle decididamente a promover una mentalidad, sensibilidad y cultura vocacional. (Requiere

de un itinerario que ayude a planear concretamente dicha propuesta en su parroquia)

Con respecto al acompañamiento de las comunidades parroquiales, el equipo de apoyo

afectivo-vocacional buscaría el momento oportuno y directamente en el Templo parroquial

llevaría a cabo estos encuentros, enfocando en los tres puntos anteriores dirigidos a la comunidad,

para que esta comprenda que su identidad está cimentada en el apoyo a su párroco, animándolo

vocacionalmente a fin de que viva con autenticidad su ministerio en favor de la comunidad. De

esta manera, cada fiel comprende su lugar y tarea dentro de la comunidad, buscando el bien

común vocacional.

Este sería el impulso inicial que motivaría al párroco de la Arquidiócesis de Bogotá a ser

protagonista de un cambio urgente que necesita esta Iglesia particular en el ámbito de las

vocaciones. Además de llegar al aspecto existencial-afectivo de su vocación, el párroco se

comprometería concretamente en la animación vocacional de los jóvenes en su parroquia, puesto

que la gran tarea de esta fase es conducir tanto al párroco como a la comunidad a que fortalezcan
40

vínculos pastorales esenciales y se ayuden mutuamente en el aspecto vocacional, en la

construcción de un proyecto que los involucre a ambos, en cuanto iniciativa del párroco.

De esta manera iniciaría la segunda fase que propiciaría el hecho que la parroquia con su

párroco a la cabeza se consolide en una comunidad vocacional y dichas proyecciones pastorales

se conviertan en tema recurrente en las reuniones de clero y también en las arciprestales. En este

sentido, realmente se motiva la identidad sacerdotal del párroco en todo su esplendor, además de

llevar a que los párrocos ya no hablen quejándose en sentido negativo de las vocaciones, sino

efectivamente compartiendo entre ellos mismos las propuestas que han pensado y que

proyectarán en favor de las vocaciones.

Se convierte en una ventaja, el que los encuentros con los párrocos sean en las reuniones

arciprestales, ya que al tratarse de un contexto similar para las parroquias que lo componen, los

párrocos se ayuden animosamente entre sí. En este punto del itinerario, es prudente que el equipo

de apoyo afectivo-vocacional pida a cada párroco un esquema inicial del proyecto vocacional que

llevaría en su parroquia, a fin de comprometerlo en su ejecución con el mismo y animarlo a ser el

primero en dar testimonio vocacional, con un sacerdocio alegre y vivido para su comunidad

parroquial.

La tercera fase es la puesta en marcha del plan vocacional en cada parroquia, animado por

el párroco y con el apoyo de la misma comunidad parroquial. Con ayuda del equipo de apoyo

afectivo-vocacional que sentaron las bases de una mentalidad, sensibilidad y cultura vocacional

en las dos primeras fases del itinerario vocacional arquidiocesano, permitirá en esta fase decisiva,

dirigir todos los esfuerzos pastorales para animar vocacionalmente a los jóvenes en cada una de

las parroquias.
41

Se entiende que todos los párrocos en esta fase viven de manera consciente su sacerdocio

en medio de la comunidad, dando testimonio alegre y convencido de su ministerio y dirigiendo

enérgicamente todas sus acciones pastorales a los jóvenes. Adaptando entonces el proyecto

vocacional pensado en las fases anteriores, es viable tener en cuenta las siguientes directrices, de

cara a los jóvenes:

1. Dar a conocer conscientemente a Jesucristo. Hablar siempre de Él y fascinar a los

jóvenes con Él. (Aquí entra en juego el testimonio sacerdotal y la relación pastoral del párroco

con ellos para comunicarles en la cotidianidad quién es Él)

2. Llevar a que los jóvenes amen a Jesús, llevándoles a la experiencia de tenerlo

como su Salvador y aún más, que puedan los jóvenes dejarse encontrar por Él en la Palabra, la

oración y la Eucaristía, para que tengan relación y contacto con Él.

3. Incentivar a los jóvenes varones al seguimiento de Jesús desde la vida sacerdotal.

Estas directrices se pueden ver apoyadas desde un énfasis en el que se propicie a los

jóvenes elementos novedosos y muy testimoniales, dirigiendo los mismos tres puntos que en la

primera fase el equipo arquidiocesano de apoyo afectivo-vocacional trabajó con los párrocos:

1. Hacerles descubrir el paso de Dios en sus vidas y su iniciativa salvadora.

2. Hacerles comprender la tarea de acompañamiento de la comunidad parroquial y

especialmente del párroco en el descubrimiento de su sentido existencial y vocacional.

3. Que asuman con responsabilidad, compromiso, libertad y alegría la respuesta que

van discerniendo respecto de una vocación sacerdotal.

Si bien, esta última fase consta de un trabajo en conjunto de la comunidad parroquial con

su párroco; se tiene que impregnar todo aspecto parroquial con categorías vocacionales para

propiciar una mentalidad y cultura vocacional. Para ello, en primer lugar, cuenta el testimonio del
42

párroco, las homilías direccionadas con esta intencionalidad y su relación de paternidad con los

jóvenes en el contexto parroquial y fuera de él; además, propiciar en ambientes parroquiales

concretos como la catequesis y experiencias como el grupo juvenil y de monaguillos, entre otros

donde participen jóvenes, una dirección netamente vocacional en los mismos. De esta manera, al

permear constantemente la atmósfera parroquial del sentido vocacional, los jóvenes van

descubriendo la primacía que la vocación tiene en la vida personal y comunitaria, llevándolos a

adherirse al sentir de la comunidad, orando por las vocaciones y también a sentirse beneficiados

por dicha oración y pensar en su propia vocación, animados por el propio párroco.

En cuanto al desarrollo de estas fases, es necesario que el párroco sea un excelente

observador y se fije en aquellos posibles jóvenes que puedan tener según su criterio, elementos

para una vida sacerdotal; entonces apoyado con la comunidad parroquial, brindará un

acompañamiento más cercano a estos jóvenes desde los distintos ámbitos parroquiales,

fomentando de esta manera, que ellos puedan dar con serenidad y confianza el paso hacia un

futuro discernimiento vocacional hacia la vida sacerdotal.

En cuanto a tiempos, para la primera fase, es prudente dedicar un tiempo de tres años

aproximadamente; para la segunda fase, de un año aproximadamente; y para la tercera fase, es

necesario que se prolongue en el tiempo, dado que se han asumido los elementos esenciales para

la proyección vocacional en la parroquia en las dos anteriores fases.


43

Lista de Referencias

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Cencini, A. (2011). Pedagogía de las vocaciones. Medellín, XXXVII (146), 183-207

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vocacional”. Documento preparatorio de la XV Asamblea ordinaria. Seminarios, 53 (221),

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Congreso internacional “Pastoral Vocacional y vida consagrada. Horizontes y

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https://doi.org/10.52039/seminarios.v62i218.109
45

Notas al pie

1. Iraburu, J. Causas de la escasez de vocaciones. Recuperado el 27 de Junio de 2022 de


http://es.catholic.net/op/articulos/48918/cat/635/causas-de-la-escasez-de-
vocaciones.html#modal
2. Flores, D. (19 de Julio de 2021). Reduce en más del 50% la cantidad de jóvenes que
quiere ser sacerdote. Recuperado el 27 de Junio de 2022 de
https://www.opinion.com.bo/articulo/cochabamba/reduce-mas-50-cantidad-jovenes-
que-quiere-ser-sacerdote/20210719190811827893.html
3. Revista Semana. (25 de Junio de 2022). ¿Se están acabando los sacerdotes en
Colombia? Video Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=u4YqmWL32tc&ab_channel=RevistaSemana
4. Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. (marzo de 2020). Caracterización del sector
educativo 2019-2020. Recuperado el 21 de febrero de 2022 de
https://www.educacionbogota.edu.co/portal_institucional/sites/default/files/2021-
03/Informe_11_Suba.pdf
5. Desarrollos del cuidado pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares:
experiencias del pasado y programas para el futuro. Documento conclusivo del II
Congreso internacional de los obispos y otros responsables de las vocaciones
eclesiásticas – Roma, 10-16 de mayo de 1981
46

Tablas

Tabla 1

Organización Parroquial en la Vicaría Territorial San Pedro.

ARCIPRESTAZGO PARROQUIAS
Santo Domingo Savio
San Maximiliano Kolbe
San Basilio
5.1
Dei Verbum
Santa María de la Alhambra
San Ambrosio
San Juan Crisóstomo
San Bartolomé Apóstol
5.2 San Nicolás
San Pablo VI
Santos Timoteo y Tito
Nuestra Señora de Aparecida
Santa María del Camino
San Pascual Bailón
5.3
Santo Tomás Becket
San Francisco de Sales
Jesucristo Redentor
San Cipriano
Santa Cruz
5.4 Santísimo Redentor
Niño Jesús de Praga
San Jerónimo Emiliani
Santa María del Prado
San Buenaventura
5.5 Santa Amelia
Santa Inés de Guaymaral
San Viator
47

Tabla 2

Motivos de Deserción de Candidatos de la Vicaría San Pedro Durante el Pre-

Seminario

AÑO MOTIVO CANTIDAD


Proceso aplazado 3
2013 Decisión de retirarlo del proceso 3
Abandonó proceso 3
Decisión de retirarlo del proceso 1
2014
Abandonó proceso 2
2015 Abandonó proceso 6
Abandonó proceso 1
2016
No admitido 4
Abandonó proceso 3
2017
No admitido 3
Abandonó proceso 2
2018
No admitido 1
2020 No admitido 1
Abandonó proceso 1
2022
Suspende proceso 1
48

Tabla 3

Seminaristas de la Vicaría de San Pedro en Formación Inicial Durante los Años

2010-2022

TOTAL
AÑO CURSO CANTIDAD
SEMINARISTAS
IV Teología 1
III Teología 3
II Teología 1
I Teología 1
2010-II II Filosofía 2 103
Mayores – II Fil 1
Propedéutico 2
Año Pastoral 1
Total San Pedro 12 (11,6%)
IV Teología 3
III Teología 1
II Teología 1
I Teología 3
2011 84
I Filosofía 2
Propedéutico 1
Año Pastoral 1
Total San Pedro 12 (14,3%)
IV Teología 1
III Teología 1
II Teología 2
Mayores – I Teo. 1
2012 II Filosofía 2 78
Mayores – II Fil. 4
Propedéutico 2
Año Pastoral 1
Total San Pedro 14 (17,95%)
IV Teología 1
III Teología 1
II Teología 1
I Teología 2
2013 73
I Filosofía 2
Propedéutico 1
Año Pastoral 2
Total San Pedro 10 (13,70%)
IV Teología 1
2014 64
III Teología 2
49

TOTAL
AÑO CURSO CANTIDAD
SEMINARISTAS
II Teología 1
II Filosofía 2
I Filosofía 1
Mayores I-Fil. 3
Año Pastoral 2
Total San Pedro 12 (18,75%)
IV Teología 2
III Teología 1
2015 I Teología 1 73
Mayores – II Fil. 3
Total San Pedro 7 (9,59%)
IV Teología 1
II Teología 1
I Filosofía 1
Propedéutico 2
2016 91
Prop. Mayores 1
Exp. Diaconal 3
Ins. Eclesial 4
Total San Pedro 13 (14,29%)
III Teología 1
I Teología 4
II Filosofía 1
2017 I Filosofía 2 96
Mayores II-Fil. 2
Exp. Diaconal 1
Total San Pedro 11 (11,46%)
IV Teología 1
I Teología 1
2018 78
Ins. Eclesial 2
Total San Pedro 4 (5,13%)
II Teología 1
2019 I Teología 1 57
Total San Pedro 2 (3,39%)
II Teología 1
Propedéutico 1
2020 61
Año Pastoral 1
Total San Pedro 3 (4,92%)
III Teología 2
I Filosofía 1
2021 44
Propedéutico 1
Total San Pedro 4 (9,09%)
IV Teología 2
2022 30
II Filosofía 1
50

TOTAL
AÑO CURSO CANTIDAD
SEMINARISTAS
I Filosofía 1
Total San Pedro 4 (13,3%)
51

Apéndices

Experiencia Vocacional en la Vicaría de San Pedro

Semillero Vocacional.

Responsables. Pbro. Jorge Orlando Romero Acosta (Párroco en San Juan

Crisóstomo), Diac. Jorge Barragán y Leila Castañeda Pabón (Representante Centro de

Comunión y participación)

Encuentros. Segundo sábado de cada mes. Debido a la pandemia, se desarrollaron en

modalidad virtual. Para el segundo semestre del 2022, los encuentros se han destinado en su

mayoría para el cuarto sábado de cada mes, de manera presencial.

Historia. Para el 2021, aproximadamente se acompaña la experiencia de unos 15

niños, la mayoría acólitos en sus parroquias de origen. Estos niños han venido siendo

acompañados desde que se abrió en el año 2019. Desde la época de pandemia se ha visto

limitada de alguna manera la participación de los niños.

La iniciativa y animación vocacional que tuvo la acción pastoral, en su momento con

los diáconos transitorios Diego Armando Jiménez Melo y Jonathan Alexander Rozo García,

dio pie a la consolidación de este espacio de formación y acompañamiento vocacional a los

niños de la Vicaría.

Esta experiencia está diseñada para ser acompañada por un equipo conformado por

catequistas, el diácono permanente Jorge Barragán, un sacerdote, seminaristas y una religiosa.

En lo que respecta al 2021, la religiosa fue traslada, razón por la cual se buscaba incluir

nuevamente a esta experiencia la presencia de una religiosa, ya que la figura del consagrado
52

es vital en este acompañamiento. También apoyó el diácono transitorio Juan Sebastián

Romero Araque, nombrado para la parroquia de Jesucristo Redentor, hasta el mes de

Septiembre de 2021.

Para el 2022 el equipo conserva la estructura de acompañantes con la que fue pensado

originalmente: un matrimonio, presencia de religiosos (una hermana, un hermano somasco y

otro redemptorista), un diácono permanente, un laico comprometido y un sacerdote. La edad

de los niños quienes participan de este Semillero vocacional oscila entre los 8 a los 15 años.

El sábado 23 de Julio de 2022, se constató la nula participación de niños y

adolescentes en este espacio que brinda la Vicaría de San Pedro en sus instalaciones, al

evidenciar que solamente asistió un niño de octavo grado, perteneciente a la Parroquia de San

Juan Crisóstomo.

En diálogo con los diferentes miembros del equipo que apoya las actividades en el

Semillero Vocacional de la Vicaría se conoció que en lo corrido del 2022 se han llevado a

cabo los encuentros de Semillero vocacional con un promedio de cinco chicos, cuestión que

denota un déficit considerable en la cantidad de participantes que asistían antes e incluso

durante el tiempo de la pandemia.

El P. Orlando Romero, quien está a la cabeza de esta propuesta vicarial y acompaña

mensualmente estos encuentros afirmó que la causa principal a la que atribuye esta escasez,

tiene su raíz en la carencia de motivación sacerdotal por parte de la gran mayoría de los

párrocos de la Vicaría San Pedro. Lo anterior, permite dar cuenta efectivamente de la poca

asistencia de niños al espacio de los Semilleros Vocacionales y que se ve reflejado de igual

manera en el escenario del pre-seminario, teniendo presente que en lo que ha transcurrido del
53

2022 se ha mantenido un grupo más o menos compacto de ocho jóvenes de la Arquidiócesis

de Bogotá, interesados en llevar a cabo un proceso de discernimiento vocacional. Se piensa

también que debido a los escándalos sexuales que han sido causados por clérigos, los

párrocos no convocan a los niños y jóvenes a estos espacios, porque se sienten fuertemente

movidos por un miedo a tener contacto con ellos.

Seminaristas de la Vicaría de San Pedro en la Formación Inicial

 Juan David Carrillo (I Discipulado)

- Primer contacto con un sacerdote: Fue con Mons. Alirio, en la parroquia

de San Ambrosio, quien le recomendó vivir el proceso de discernimiento para crecer

en madurez. Allí, Juan David siente la llamada verdadera del Señor.

 Daniel Pardo (II Discipulado)

- Primer contacto con un sacerdote: A la edad de ocho años, cuando tuvo la

experiencia de participar en un taller de jóvenes y niños en una parroquia, en el

contexto de una Semana Santa. Tuvo un diálogo personal con el sacerdote que dirigía

dicho taller.

- Descubrimiento de su vocación: En la época de colegio tuvo una

experiencia significativa de encuentro con Jesucristo que tiempo después, es

profundizada con la visibilidad de unos signos claros en su vida del llamado personal

que le hacía el Señor.

 Fabián Benítez (IV de Configuración)

- Primer contacto con un sacerdote: En la casa cural, al estar su mamá

laborando en el despacho parroquial.


54

- Descubrimiento de su vocación: En su cotidianidad descubre gradualmente

su vocación.

 Andrés Silva (IV de Configuración)

- Primer contacto con un sacerdote: En el contexto parroquial (Eucaristías y

confesiones). Percibía la figura del sacerdote con mucho respeto.

- Descubrimiento de su vocación: Descubre que es llamado por medio de una

experiencia de misión navideña, vivida con una comunidad religiosa y el contacto de

sacerdotes que le confrontan vocacionalmente.

Entrevista P. Guillermo Gómez (octubre de 2021)

¿A qué se debe que haya crisis vocacional? Fundamentalmente a la crisis familiar,

porque es donde surgen las vocaciones, donde se promueve el amor a Dios, el amor al

prójimo, los valores y eso se ha ido deteriorando lentamente a nivel social. No hay entonces

un cultivo del Espíritu Santo y de la fe que permita que los jóvenes desarrollen esa inquietud

vocacional.

También se debe a un deterioro en la educación, desde el ámbito familiar hasta la

educación escolar, que hoy día ha optado por depurar una transmisión de la fe. En la mayoría

de colegios distritales ya se vive este ambiente, aunque aún persiste en colegios católicos y

parroquiales el que se inculque la fe.

¿Hay grupo juvenil en la parroquia? En el momento no hay. El que había no se

sostuvo.

Con respecto a esta pregunta de esta entrevista, cabe hacer la aclaración que, a finales

del 2021, se empieza a constituir un grupo juvenil en la parroquia, cuyos intereses se


55

concentraban en consolidar un grupo de monaguillos conformado por jóvenes, pero el párroco

los direccionó a ser grupo juvenil.

¿Qué se está haciendo para la animación, promoción y fomento de las vocaciones

en la parroquia? Incremento y fortalecimiento del grupo de los monaguillos y,

fortalecimiento del grupo de adoración eucarística, que en sus intenciones está orar por las

vocaciones.

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