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REFLEXIÓN SEMANA 13

ESPIRITUALIDAD
ALUMNA: Olga Lucia Romero Medina
Cod: 1077942303

En pleno siglo XXI se puede percibir la falta de orientación y en general la


descomposición social que día a día parece aumentar. No basta con percibir las
negativas de nuestra sociedad, nuestra sociedad necesita de un aporte individual
para que en masa se genere un desarrollo, un avance y una estabilidad social. Es
por ello que cuando hablamos de espiritualidad, es casi que inevitable hablar de una
mediocridad espiritual, porque hemos justificando nuestras falencias, nuestras
decisiones y nuestras acciones con nuestras necesidades. Sin embargo, la iglesia
en la actualidad no posee ese vigor espiritual que se necesitan para enfrentar los
retos que se presentan. Y es porque, la iglesia generalizo y se enraizó con las
enseñanzas textuales, pero no se ha enfocado en que la sociedad esta en continuo
cambio y por tanto la religión, sus enseñanzas y la forma de transmitirlas debe
experimentar un replanteamiento acorde a las situaciones actuales. Asimismo, es
indiscutible plantear la necesidad de un cambio socio-cultural en donde la
espiritualidad se enfoque en tres factores importantes: estilo de vida, alimentación
del espíritu y una vida digna esperanzadora.
La espiritualidad enraizada en la pasión profética, tiene tres rasgos característicos
tales como: presencia alternativa, indignación profética y apertura a la esperanza,
y aunque referirnos a la espiritualidad como profética, tal vez suene un poco
exagerado e idolatrado, no es de esta manera que se quiere enfocar un cambio
socio- cultural, si nos enfocamos en lo que se apropia cada uno de los rasgos antes
mencionados, se puede entender que es una guía de vida muy solida y
prometedora, en donde de forma alternativa se puede entender y vivir bajo la
compasión de Dios y sus deseos de justicia, cuando algo nos genera indignación
es porque vivimos desde el Espíritu de Dios y nos aflige los abusos e injusticias a
personas inocentes y vulnerables. Por eso los seres humanos debemos refugiarnos
y creer que hay un Dios que todo lo ve, un Padre que enseña y quiere lo mejor para
sus hijos, que vivan sin afanes, sin rencores y sin llevar un peso en sus hombros
que no les corresponde llevar y es por eso que la frase “los últimos serán los
primeros y los primeros los últimos” abre paso a la esperanza y a pensar que el
tiempo de Dios es perfecto en la vida de cada persona, pues cada persona tiene su
propósito y cada una tiene su tiempo para llevarlo a cabo, la vida no es una
competencia es una enseñanza, un aprendizaje constante. Dios solo quiere
construir una vida más humana, sin imposiciones. Puesto que el Reino de Dios no
es una religión, va más allá de la aceptación de creencias, preceptos y ritos de una
religión. Por el contrario, el Reino de Dios es una experiencia de vida cada vez más
sana, más justa y más liberadora, más acorde con lo que quiere el padre para sus
hijos. Si nos enfocamos a una vida más humana, nos referimos a una vida que
promueve la misma, que ayuda a los enfermos, necesitados y desamparados, que
busca la reconciliación social con arrepentimientos, con llanto, con perdón, con
descanso emocional y espiritual en donde no se juzgue al pecador sino se acoja y
se haga entender que a pesar de sus actos lo importante es lo que aprendió de ellos
y lo que esta dispuesto a cambiar en su vida. Dando paso a que las personas
lastimadas y dolidas puedan tener ese perdón sanador, más que un perdón a su
agresor, a su victimario, a esa persona que les causo dolor, que les cambio la vida,
que no tuvo la capacidad de valorar, es un perdón hacia ellas mismas, para soltar,
para dejar ir lo malo, para descargar esa maleta tan pesada de la tristeza, del dolor
y rencor. Y es allí cuando la compasión toma protagonismo, pues se interioriza el
sufrimiento en el corazón, convirtiéndolo en el punto de partida de un
comportamiento activo y comprometido (estilo de vida); donde se concretan
acciones orientadas a erradicar el sufrimiento o por lo menos aliviarlo; y esto mismo
hace Dios con sus hijos toma ese sufrimiento como propio y busca erradicarlo o
aliviarlo.
En conclusión, el cambio socio-cultural requiere de un compromiso y convicción de
cada ser humano, de cada familia y así ver los frutos en una sociedad de progreso
y mejora constante; es un proceso largo que requiere de escuchar, de reflexionar,
de aconsejar y replantear una guía moral; en donde se retomen y se trabajen para
potenciar los valores del respeto, de la lealtad, del amor, del compromiso, de
solidaridad, de responsabilidad y demás valores que hacen de una sociedad integra
y armoniosa. Es decir, la sociedad tiene que retomar la importancia que le resto a
la buena educación, a la atención familiar, a los espacios de compartir experiencias
y aprender de ellas, a los momentos de escuchar y a todo lo que haga falta para
volver a tener el control, en donde se tenga claro el rol de cada persona tanto a nivel
general “sociedad”, como a nivel especifico “hogar o familia”.

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