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Este documento discute la necesidad de un cambio socio-cultural en la sociedad actual, enfocándose en tres factores: estilo de vida, alimentación espiritual y una vida digna y esperanzadora. Propone que la espiritualidad debe enfocarse en la presencia alternativa, la indignación profética y la apertura a la esperanza. Concluye que se requiere el compromiso y convicción de cada persona y familia para lograr una sociedad con valores como el respeto, la lealtad y la solidaridad.
Este documento discute la necesidad de un cambio socio-cultural en la sociedad actual, enfocándose en tres factores: estilo de vida, alimentación espiritual y una vida digna y esperanzadora. Propone que la espiritualidad debe enfocarse en la presencia alternativa, la indignación profética y la apertura a la esperanza. Concluye que se requiere el compromiso y convicción de cada persona y familia para lograr una sociedad con valores como el respeto, la lealtad y la solidaridad.
Este documento discute la necesidad de un cambio socio-cultural en la sociedad actual, enfocándose en tres factores: estilo de vida, alimentación espiritual y una vida digna y esperanzadora. Propone que la espiritualidad debe enfocarse en la presencia alternativa, la indignación profética y la apertura a la esperanza. Concluye que se requiere el compromiso y convicción de cada persona y familia para lograr una sociedad con valores como el respeto, la lealtad y la solidaridad.
ESPIRITUALIDAD ALUMNA: Olga Lucia Romero Medina Cod: 1077942303
En pleno siglo XXI se puede percibir la falta de orientación y en general la
descomposición social que día a día parece aumentar. No basta con percibir las negativas de nuestra sociedad, nuestra sociedad necesita de un aporte individual para que en masa se genere un desarrollo, un avance y una estabilidad social. Es por ello que cuando hablamos de espiritualidad, es casi que inevitable hablar de una mediocridad espiritual, porque hemos justificando nuestras falencias, nuestras decisiones y nuestras acciones con nuestras necesidades. Sin embargo, la iglesia en la actualidad no posee ese vigor espiritual que se necesitan para enfrentar los retos que se presentan. Y es porque, la iglesia generalizo y se enraizó con las enseñanzas textuales, pero no se ha enfocado en que la sociedad esta en continuo cambio y por tanto la religión, sus enseñanzas y la forma de transmitirlas debe experimentar un replanteamiento acorde a las situaciones actuales. Asimismo, es indiscutible plantear la necesidad de un cambio socio-cultural en donde la espiritualidad se enfoque en tres factores importantes: estilo de vida, alimentación del espíritu y una vida digna esperanzadora. La espiritualidad enraizada en la pasión profética, tiene tres rasgos característicos tales como: presencia alternativa, indignación profética y apertura a la esperanza, y aunque referirnos a la espiritualidad como profética, tal vez suene un poco exagerado e idolatrado, no es de esta manera que se quiere enfocar un cambio socio- cultural, si nos enfocamos en lo que se apropia cada uno de los rasgos antes mencionados, se puede entender que es una guía de vida muy solida y prometedora, en donde de forma alternativa se puede entender y vivir bajo la compasión de Dios y sus deseos de justicia, cuando algo nos genera indignación es porque vivimos desde el Espíritu de Dios y nos aflige los abusos e injusticias a personas inocentes y vulnerables. Por eso los seres humanos debemos refugiarnos y creer que hay un Dios que todo lo ve, un Padre que enseña y quiere lo mejor para sus hijos, que vivan sin afanes, sin rencores y sin llevar un peso en sus hombros que no les corresponde llevar y es por eso que la frase “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” abre paso a la esperanza y a pensar que el tiempo de Dios es perfecto en la vida de cada persona, pues cada persona tiene su propósito y cada una tiene su tiempo para llevarlo a cabo, la vida no es una competencia es una enseñanza, un aprendizaje constante. Dios solo quiere construir una vida más humana, sin imposiciones. Puesto que el Reino de Dios no es una religión, va más allá de la aceptación de creencias, preceptos y ritos de una religión. Por el contrario, el Reino de Dios es una experiencia de vida cada vez más sana, más justa y más liberadora, más acorde con lo que quiere el padre para sus hijos. Si nos enfocamos a una vida más humana, nos referimos a una vida que promueve la misma, que ayuda a los enfermos, necesitados y desamparados, que busca la reconciliación social con arrepentimientos, con llanto, con perdón, con descanso emocional y espiritual en donde no se juzgue al pecador sino se acoja y se haga entender que a pesar de sus actos lo importante es lo que aprendió de ellos y lo que esta dispuesto a cambiar en su vida. Dando paso a que las personas lastimadas y dolidas puedan tener ese perdón sanador, más que un perdón a su agresor, a su victimario, a esa persona que les causo dolor, que les cambio la vida, que no tuvo la capacidad de valorar, es un perdón hacia ellas mismas, para soltar, para dejar ir lo malo, para descargar esa maleta tan pesada de la tristeza, del dolor y rencor. Y es allí cuando la compasión toma protagonismo, pues se interioriza el sufrimiento en el corazón, convirtiéndolo en el punto de partida de un comportamiento activo y comprometido (estilo de vida); donde se concretan acciones orientadas a erradicar el sufrimiento o por lo menos aliviarlo; y esto mismo hace Dios con sus hijos toma ese sufrimiento como propio y busca erradicarlo o aliviarlo. En conclusión, el cambio socio-cultural requiere de un compromiso y convicción de cada ser humano, de cada familia y así ver los frutos en una sociedad de progreso y mejora constante; es un proceso largo que requiere de escuchar, de reflexionar, de aconsejar y replantear una guía moral; en donde se retomen y se trabajen para potenciar los valores del respeto, de la lealtad, del amor, del compromiso, de solidaridad, de responsabilidad y demás valores que hacen de una sociedad integra y armoniosa. Es decir, la sociedad tiene que retomar la importancia que le resto a la buena educación, a la atención familiar, a los espacios de compartir experiencias y aprender de ellas, a los momentos de escuchar y a todo lo que haga falta para volver a tener el control, en donde se tenga claro el rol de cada persona tanto a nivel general “sociedad”, como a nivel especifico “hogar o familia”.
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