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El gobierno de Dios sobre la creación

Hemos visto que hay consenso entre teólogos de diferentes tradiciones eclesiásticas respecto a
que la providencia divina significa la obra por la cual Yahvé Elohim preserva y gobierna la obra de
sus manos. La preservación y el gobierno se entrelazan y se complementan entre sí en la acción
providencial de Dios. El preserva la creación gobernándola, y la gobierna preservándola. También
hemos mencionado que existe convergencia entre la acción providencial de Dios y su Reino. Esta
convergencia se hace notoria, especialmente, cuando destacamos el gobierno, o dominio, de
Yahvé sobre la creación. Se revela entonces que Él, y no el ser humano, es el Rey de todo lo
creado.

La enseñanza bíblica en cuanto a la providencia divina es muy diferente a la idea griega de


casualidad, o de suerte. Según las Escrituras judeo-cristianas, la providencia no es una fuerza
impersonal, sino la acción del Dios personal que, sin renunciar a su soberanía, le confiere al ser
humano libertad de pensamiento, decisión y acción; y permite que los procesos naturales sigan su
curso. Es más, le concede al hombre y a la mujer el privilegio de participar en la preservación y en
el gobierno de lo creado.

La providencia divina se halla diametralmente opuesta al fatalismo. Este sostiene que «todas las
cosas ocurren de acuerdo con un plan fijo, en el cual no entran para nada las causas externas».
«Todo sucede de manera ineludible, por determinación de un proceso ciego (no racional) que deja
fuera la libertad de los seres humanos. Por el contrario, el cristianismo enseña que la voluntad de
Dios, la cual controla los acontecimientos, es racional y buena». 121 El fatalista puede caer en una
resignación estéril frente a la vida y las posibilidades que ella ofrece de progreso personal y social.
El misionero cristiano debe procurar entender esta actitud negativa y presentar con humildad y
respeto el Evangelio, el mensaje positivo y poderoso que puede liberarnos de todo aquello que
por nuestra culpa nos impide vivir una vida abundante.

Por otra parte, tal como lo dice Juan Calvino, «cuando se habla de la providencia de Dios, esta
palabra no significa que Dios está ocioso y considera desde el cielo lo que sucede en el mundo,
sino que es más bien como el piloto de una nave que gobierna el timón para ordenar cuanto se ha
de hacer».1

1 Núñez, E. A. (1997). Hacia una misionología evangélica latinoamericana (pp. 116–118). Santa Fe
- República Argentina: COMIBAM Internacional - Dpto. de Publicaciones.

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