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Mirada retrospectiva
Cristo está llevando la última obra del plan de redención en el Santuario celestial:
La purificación y paralelamente también se lleva a cabo el juicio investigador (Dan. 8:14,
Dan. 7:10), donde se conocen todos los casos de aquellos creyentes en la fe en Jesús. Este
juicio no es para los impíos sino para aquellos que lavaron sus ropas con la sangre de
Cristo. En el mismo se separará el cristiano genuino del falso, aquellos que se arrepintieron
de sus malos caminos y los abandonaron, encontraran gracia y misericordia antes los ojos
del Padre. Cristo, así como se ofreció como sacrificio vivo para restaurar aquella distancia
que el pecado creó entre el hombre y Dios, nos está representando como nuestro abogado
ante el Padre. Es nuestro representante ante las acusaciones de Satanás.
El atrio: Representaba la obra de Cristo en la tierra. En 1 de Juan 5:6 nos dice: este es
Jesucristo, que vino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque
el Espíritu es la verdad.
Venid a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mat. 11:28)
La puerta del atrio: Vemos a Jesús representado en la puerta en Juan 10:9 donde dice: Yo
soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo, y saldrá, y hallará pasto.
También en Mat. 7:14 la vemos representada como la puerta de la vida. Cristo es la puerta
de la vida eterna.
El altar de sacrificio: Nos muestra a Cristo como sacrificio supremo, como el cordero de
Dios que quita los pecados del mundo (Juan 1:29), por medio de su sacrificio tenemos
derecho a la vida eterna. Lo podemos encontrar en Juan 3:16 donde dice: Porque de tal
manera, amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en Él
crea, no se pierda más tenga vida eterna.
Cuando Juan el Bautista dijo que Jesús era el “Cordero de Dios”, estaba haciendo
una referencia inconfundible al Santuario. Incluso más directamente, estaba haciendo
referencia a la muerte de Cristo por el pecado como el único cumplimiento de todos los
corderos (y de todos los demás animales sacrificados en el ritual del Santuario hebreo) que
murieron como sacrificio por el pecado.
Fuente de bronce: representa el bautismo y el agua de vida, para entrar al reino de los
cielos es necesario nacer de nuevo en agua y Espíritu. Juan 3:5, también en Hebreos 10:22
vemos que antes de acercarnos a Dios, debemos de limpiar nuestro corazón de toda culpa
inmundicia.
Es por medio de este acto que Dios añade a los verdaderos creyentes a su familia
(Hechos 2:38-47). Cristo lo había vinculado al discipulado cuando nos habla de la gran
comisión: Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. (Mat. 28:19). Por el bautismo confesamos nuestra fe en la
muerte y resurrección de Cristo. Damos testimonio de nuestra muerte al pecado y el
propósito de andar en una nueva vida en Cristo.
Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que
yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna (Juan 4:14).
Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida
y para entrar por las puertas de la ciudad. (Apoc. 22:14)
Lugar Santo: Representaba la continua intercesión de Cristo por su pueblo. Poco después
de su ascensión, Cristo inauguró el Lugar Santo del Templo celestial, al ingresar por esta
primera puerta abierta. Ocupó este lugar desde su ascensión hasta el 22 de octubre de 1844
cuando se puso las vestiduras del Sumo Sacerdote y pasó al Lugar Santísimo. (Apoc 1:10-
18)
El velo: Establecía una barrera entre Dios y el hombre. Cuando Cristo fue crucificado el
velo del templo se rasgó (Mateo 27:51). Eso significó que todos tenemos derecho de
acercarnos a Dios como creyente por medio de la muerte de Cristo.
Lugar santísimo: Esta es la morada de Dios, el lugar más respetado del Santuario, ahí
nadie podía entrar por su propia cuenta. Es el lugar del juicio y la justicia, Cristo entró a
este lugar como sumo sacerdote en 1844 para llevar a cabo su obra de expiación (Juicio
investigador), cuando salga de ahí vendrá con poder y gloria a buscar a su pueblo.
El cielo pareció abrirse ante mi vista, y vi definida y claramente que en vez de que
nuestro Sumo Sacerdote saliese del Lugar Santísimo del Santuario celestial para venir a
esta Tierra en el décimo día del mes séptimo, al fin de los 2.300 días, había entrado por
primera vez, en ese día, en el segundo departamento de ese Santuario, y que tenía una obra
que realizar en el Lugar Santísimo antes de venir a la Tierra; que había venido a las bodas
o, en otras palabras, al Anciano de días, para recibir el reino, el dominio y la gloria; y que
debíamos esperar su retorno de las bodas. (2)
El arca del testimonio: Dentro encontramos las tablas de piedra con los diez
mandamientos (Dios protege), una vasija con maná (Dios provee) y la vara de Aaron (brotó
y dio frutos lo que significa que Dios les da vida a los muertos). Jesús cumplió este triple
propósito al protegernos a todos con su sangre, al proveernos del pan de vida que es la
salvación Juan 6, y su poder de resucitar de entre los muertos.
Cuando Jesús cese de interceder por el hombre, los casos de todos estarán decididos
para siempre... Termina el tiempo de gracia; las intercesiones de Cristo cesan en el cielo.
Este tiempo llega finalmente sobre todos en forma repentina, y aquellos que han descuidado
la purificación de sus almas mediante la obediencia a la verdad, son encontrados dormidos.
(4)
La nube y la columna de fuego: Representan la venida del Señor, por otro lado, el fuego
también representa la destrucción de los impíos y Satanás.
Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra,
guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (2
Pedro 3:7)
Y entre los candeleros había alguien semejante a un hijo de hombre, vestido con una
túnica que le llegaba hasta los pies y con un cinturón de oro alrededor del pecho. Apoc.
1:13
Cristo puede salvar completamente debido a varias cualidades que ningún otro
sacerdote podría tener. Él es Dios, y tiene autoridad para perdonar pecados. Tiene un
sacerdocio permanente. Durante la Era Cristiana, intercede todo el tiempo por su pueblo,
con la misma compasión amante que cuando sanaba a los enfermos y consolaba a los
solitarios. También es humano, pero nació sin pecado y nunca pecó. Y aunque es el único
que no cometió pecado, murió bajo el peso abrumador de la suma total del pecado humano.
Entonces solo él, como Dios-Hombre, puede interceder por los pecadores en el Santuario
Celestial.
En la biblia encontramos: Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que
por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo
sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho
más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos
sacerdotes de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley
constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la
ley, al Hijo hecho perfecto para siempre. Hebreos 7:25-27
Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por
nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser
inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los
corazones humanos algún asidero en que hacerse firme; es tal vez algún deseo pecaminoso
que se acaricia, por medio del cual la tentación se fortalece. Pero Cristo declaró al hablar de
sí mismo: “Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí”. Juan 14:30. Satanás
no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó
los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar
ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el
tiempo de angustia. (6)
Seguridad de su regreso
En Hechos 1:11 podemos ver cuando los ángeles les dijeron a los discípulos:
Varones galileos, ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado
de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
En Juan 14:1-3 Jesús les dice a sus discípulos: No se turbe vuestro corazón; creéis
en Dios, creed también en mí. En la casa de mi padre muchas moradas hay; si así no fuera,
yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis.
Tal como la primera venida de Cristo a este mundo había sido predicha, así también
se predice su segunda venida a través de toda la Escritura. Aun antes del Diluvio, Dios le
reveló a Enoc que lo que terminaría con el pecado sería l asegunda venida de Cristo en
gloria. El patriarca profetizó diciendo: “He aquí vino el Señor con sus santas decenas de
millares, para hacer juicio contra hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los
pecadores impíos han hablado contra él” (Judas 14,15).
Cristo viene a buscar a su pueblo, al pueblo por el cual Él entregó su vida en la cruz
del calvario, para reconciliarnos con el Padre y tener derecho a la vida eterna, la cual
habíamos perdidos cuando Adán y Eva pecado en el huerto del Edén. Se despojó de toda su
gloria para venir a redimirnos con su sangre, hoy tenemos acceso a Dios por medio de
Cristo.
Una de las señales de la destrucción de Jerusalén que Cristo había anunciado era:
“Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”. Mateo 24:11. Se levantaron
falsos profetas que engañaron a la gente y llevaron a muchos al desierto. Magos y
hechiceros que pretendían tener un poder milagroso arrastraron a la gente en pos de sí a las
soledades montañosas. Pero esa profecía fue dada también para los últimos días. Se trataba
de una señal del segundo advenimiento. (7)
Cristo anuncia las señales de su venida. Declara que podemos saber cuándo está
cerca, aun a las puertas. Dice de aquellos que vean estas señales: “No pasará esta
generación, que todas estas cosas no acontezcan”. Estas señales han aparecido.1 Podemos
saber con seguridad que la venida del Señor está cercana. (9)
Jesús comparó su venida como en los días de Noé, donde los antediluvianos vivían
una vida desenfrenada, mientras Noé construía el arca ellos se burlaban de él, porque
dudaron de que tal cosa iba a suceder, cada martillazo era un aviso de lo que iba acontecer,
más ninguno hizo caso y continuaron con su concupiscencia. Hoy en día nos encontramos
con ese escenario, donde se predica acerca de la venida de Cristo, y muchos siguen en el
camino pecaminoso.
La perversidad y la crueldad de ellos llegará a tal grado que Dios se revelará en toda
su majestad. Muy pronto la maldad del mundo habrá llegado a su límite, y como en los días
de Noé, Dios derramará sus juicios. (11)
Dios tiene un propósito al permitir que ocurran estas calamidades. Son uno de sus
medios para llamar a los hombres y mujeres a la reflexión. Mediante fenómenos insólitos a
través de la naturaleza, Dios expresará a los incrédulos agentes humanos aquello que ha
revelado claramente en su Palabra. (15)
¡Consumado es!
Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con tintero de
escribano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su
encargo, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que Jesús, quien había
estado oficiando ante el arca de los diez mandamientos, dejó caer el incensario, y alzando
las manos exclamó en alta voz: “Consumado es.” Y toda la hueste angélica se quitó sus
coronas cuando Jesús hizo esta solemne declaración: “El que es injusto, sea injusto todavía;
y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y
el que es santo, santifíquese todavía.” (16)
Todos los casos habían sido fallados para vida o para muerte. Mientras Jesús
oficiaba en el santuario, había proseguido el juicio de los justos muertos y luego el de los
justos vivientes. Cristo, habiendo hecho expiación por su pueblo y habiendo borrado sus
pecados, había recibido su reino. Estaba completo el número de los súbditos del reino, y
consumado el matrimonio del Cordero. El reino y el poderío fueron dados a Jesús y a los
herederos de la salvación, y Jesús iba a reinar como Rey de reyes y Señor de señores. (17)
El regreso de Cristo
He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá (Apoc. 1:7) para toda la fe
cristiana, la promesa del regreso de Cristo “con las nubes” es fundamental. Jesús vendrá
otra vez, un regreso literal en un acontecimiento que todo el mundo verá, un suceso que
acabará de una vez por todas, con el sufrimiento, el caos y la ruina de este mundo, y dará
comiendo a todas las promesas de la eternidad.
Al salir Jesús del lugar santísimo, oí el tintineo de las campanillas de su túnica. Una
tenebrosa nube cubrió entonces a los habitantes de la tierra. Ya no había mediador entre el
hombre culpable y un Dios ofendido. Mientras Jesús estuvo interpuesto entre Dios y el
pecador, tuvo la gente un freno; pero cuando dejó de estar entre el hombre y el Padre,
desapareció el freno y Satanás tuvo completo dominio sobre los finalmente impenitentes.
Era imposible que fuesen derramadas las plagas mientras Jesús oficiase en el santuario;
pero al terminar su obra allí y cesar su intercesión, nada detiene ya la ira de Dios que cae
furiosamente sobre la desamparada cabeza del culpable pecador que descuidó la salvación y
aborreció las reprensiones. En aquel terrible momento, después de cesar la mediación de
Jesús, a los santos les toca vivir sin intercesor en presencia del Dios santo. Había sido
decidido todo caso y numerada cada joya. Detúvose un momento Jesús en el departamento
exterior del santuario celestial, y los pecados confesados mientras él estuvo en el lugar
santísimo fueron asignados a Satanás, originador del pecado, quien debía sufrir su castigo.
(18)
Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que venía sentado el Hijo del hombre.
Al vislumbrarse a la distancia, parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo
del hombre. Cuando se acercó a la tierra, pudimos contemplar la excelsa gloria y majestad
de Jesús al avanzar como vencedor. Una comitiva de santos ángeles ceñidos de brillantes
coronas le escoltaban en su camino. No hay lenguaje capaz de describir la magnificencia
esplendorosa del espectáculo. Se iba acercando la viviente nube de insuperable gloria y
majestad, y pudimos contemplar claramente la hermosa persona de Jesús. No llevaba
corona de espinas, sino que ceñía su frente santa una corona de gloria. Sobre sus vestidos y
muslo aparecía escrito el título de Rey de reyes y Señor de señores. Su aspecto era tan
brillante como el sol de mediodía; sus ojos como llama de fuego; y sus pies parecían de
fino bronce. Resonaba su voz como un concierto armónico de instrumentos músicos. La
tierra temblaba delante de él; los cielos se apartaron como arrollado pergamino, y las
montañas e islas se descuajaron de su asiento. “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los
ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y
entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y
escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” Los que poco
antes hubieran exterminado de la tierra a los fieles hijos de Dios, presenciaban ahora la
gloria de Dios que sobre éstos reposaba. Y en medio de su terror, los impíos oían las voces
de los santos que en gozosas estrofas decían: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos
esperado, y nos salvará.” (20)
La tierra se estremeció violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llamó a los
santos que dormían, quienes respondieron a la evocación y resurgieron revestidos de
gloriosa inmortalidad, exclamando: “¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Entonces los santos
vivientes y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado grito de triunfo. Aquellos
cuerpos que habían bajado a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la muerte
resucitaron inmortalmente sanos y vigorosos. Los santos vivientes fueron transmutados en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y arrebatados con los salidos del sepulcro, fueron
todos juntos a encontrar a su Señor en el aire. ¡Oh! ¡cuán glorioso encuentro fue ése! Los
amigos
separados por la muerte volvieron a unirse para no separarse más. (20)
A cada lado del carro de nubes había alas, y debajo, ruedas vivientes. Al girar las
ruedas exclamaban “¡Santo!” y al batir las alas, gritaban “¡Santo!” La comitiva de santos
ángeles que rodeaba la nube exclamaba: “¡Santo, santo, santo, Señor Dios omnipotente!”
Los santos que estaban en la nube exclamaban: “¡Gloria! ¡Aleluya!” y el carro de nubes
subía hacia la santa ciudad. Antes de entrar en ella, se ordenaron los santos en un cuadrado
perfecto con Jesús en el centro. Sobresalía de cabeza y hombros por encima de los santos y
de los ángeles, de modo que todos los del cuadro podían ver su majestuosa figura y amable
continente. (19)
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los
que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las
nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (1 Tes. 4:16-
17)
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Referencias
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