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Introducción a la Magia Medieval

Nuestro propósito es ofrecer una panorámica de los conceptos medievales de magia, y


proporcionaros el aparato crítico necesario para analizarlos tal y como lo hacemos los
historiadores. Nos aproximaremos al tema de la magia desde una perspectiva histórica. Pero
para hacer esto, no sólo contaremos con historiadores medievalistas, sino también con
expertos en historia de la ciencia y en filología. Con ellos emprenderemos un viaje a través
de más de diez siglos de historia de la Europa medieval. La estructura de nuestro curso
consta de cinco unidades. La primera ofrecerá una introducción general al concepto de
magia en la Edad Media. Y también veremos la diferencia entre dicho concepto y nuestro
concepto actual de magia. La Iglesia y sus representantes más temibles, los inquisidores,
también tendrán cabida en nuestro curso. La manera en la que percibieron y posteriormente
persiguieron la magia, y cómo la relacionaron con la herejía. Examinaremos la magia
popular desde la Alta Edad Media hasta la Edad Moderna, y será aquí, en la unidad tres,
donde hablaremos sobre las llamadas brujas, la brujería, y su obsesión por ella durante esta
última época. Analizaremos el nacimiento y florecimiento de la Alquimia y el noción de
magia en el Islam en la unidad cuatro. 
Finalmente, y como novedad para aquellos de vosotros que ya seguisteis la primera edición
del MOOC, dedicaremos la última unidad a la astrología y la geomancia, ambas a medio
camino entre magia y ciencia, al menos desde una perspectiva histórica. Este año, por
primera vez, ofreceremos el MOOC bajo demanda. De forma que podáis organizar mejor
vuestro tiempo y disfrutar así de los videos y de los nuevos y distintos materiales que os
proporcionaremos. ¡Acompañadnos en esta nueva aventura! Estamos seguros de que no os
arrepentiréis. [MUSICA] 

1.1 La idea de Magia

Antes de empezar con el tema de la magia medieval, tenemos que dejar claras unas cuantas
ideas básicas sobre la magia en sí misma. 
No es fácil para nosotros, viviendo en el siglo XXI, entender el modo en que nuestros
antepasados vieron el mundo y conceptualizaron su naturaleza mágica. 
A pesar de esta dificultad, tenemos que reconocer que la percepción mágica de la realidad
ha sido hegemónica durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, y lo sigue
siendo todavía en muchas partes del mundo. 
Este hecho ha sido explicado por estudiosos modernos mediante diferentes enfoques. Uno
de estos enfoques asocia la magia con una etapa primitiva del conocimiento, característica
de las culturas pre-modernas. Aquellas culturas, supuestamente incapaces de comprender
ciertos fenómenos, habrían tenido que inventar explicaciones mágicas para dar sentido al
mundo que los rodeaba. 
Esta idea está firmemente basada en la noción de un progreso lineal del ser
humano, atribuyendo un grado menor de desarrollo a culturas más tempranas y una mejora
gradual a lo largo de la historia, (de la oscuridad a la luz)  situándonos en la cumbre de esta
progresión teleológica. 
Siguiendo esta lógica, el presunto despertar intelectual de los tiempos modernos nos habría
liberado  de este sinsentido mágico, característico de culturas anteriores. Otra explicación
común del pensamiento mágico, basada en gran parte en estudios antropológicos, establece
su función y estructura como una construcción cultural, diseñada para regular emociones
humanas como el miedo, la violencia, el poder o la cohesión de grupos humanos. 
Ambas explicaciones tienen, de hecho, mucho en común. 
En primer lugar, ambas las formulan científicos occidentales,  que a menudo ven como
inferior o menos desarrollada a la gente y las sociedades que comparten creencias mágicas,
ya sean históricas o contemporáneas. 

En segundo lugar ambos ven las creencias mágicas como intrínsecamente equivocadas, en
tanto que refutadas por la ciencia moderna. Como ya habréis adivinado, no compartimos
este enfoque, pues aceptarlo significaría catalogar como ignorantes  a la mayor parte de las
sociedades que han existido en el mundo desde que los humanos  comenzamos a andar por
la Tierra. Al contrario, consideraremos la magia, y específicamente la magia medieval,
simplemente como otro modo de ver e interpretar las cosas. Un modo de entender y mediar
con el mundo que nos rodea. Nuestro objetivo entonces no será explicar, demostrar o
refutar la realidad de la magia, sino más bien describir y tratar de entender sin prejuicios las
creencias y las prácticas mágicas de la gente de la Edad Media. [MUSIC] 

1.2 Precedentes antiguos

Para comenzar este viaje a través de la magia medieval tenemos que situarnos al final del
mundo romano, justo en el alba de la llamada Antigüedad Tardía. 
En un período caracterizado por el desmantelamiento de estructuras anteriores y la mezcla
de culturas y sociedades diferentes, las creencias mágicas también se mezclaron, dando
nacimiento a nuevas realidades surgidas de los intercambios entre la cultura romana, la
judeo-cristiana y la germánica.  
La primera cuestión importante a destacar consiste en que, en aquel tiempo, las
fronteras entre la magia y la religión no estaban establecidas tan claramente en la
mentalidad de la gente. Entre los romanos, por ejemplo, las prácticas mágicas abundaron
y eran parte del ritual religioso. Observar el vuelo de los pájaros o las tripas de los
animales para predecir el futuro, componer amuletos y fórmulas para atraer la buena o la
mala fortuna, encantar objetos o fabricar filtros y pociones, mediar con fuerzas espirituales
invisibles, hacer ungüentos y recitar encantos para curar, proteger o perjudicar a otra gente. 
Todas estas prácticas formaban parte del sistema romano de creencias. Una forma de
entender y conectar con el mundo visible y el invisible no muy diferentes de los rezos, las
ceremonias o los sacrificios que ofrecían a los dioses. Pero entonces, ¿cuando apareció en
realidad la palabra "magia" y qué significó para la gente de la antigüedad? 
Ya en el siglo V a.C., la palabra griega "mageia" se utilizaba para referirse a las actividades
de los sacerdotes zoroástricos de Persia, conocidos como "magoi". 
Las creencias y prácticas atribuidas a aquellos "magoi" se veían como oscuras y peligrosas
en tanto que diferían de la religión griega. Con el tiempo, la palabra mageia también fue
utilizada peyorativamente para referirse a algunas prácticas realizadas por los campesinos
griegos y romanos, desviadas de las prácticas religiosas oficiales del Imperio Romano. 
Así pues, durante la época romana, la palabra "magia", se estableció en la lengua latina para
designar algunas prácticas percibidas como diferentes o desviadas del culto romano
oficial, y a veces incluso para designar el fraude o el engaño. 
Fue con este significado que la palabra "magia" pasó a las lenguas románicas durante el
Medioevo. Pero para entonces la idea antigua de magia ya había sido relacionada con un
concepto mucho más oscuro surgido de la religión cristiana: el concepto de
“superstición". Tomad nota de esta palabra, ya que será crucial para entender la percepción
de la magia durante la Edad Media. 
¿Qué sabemos sobre la superstición? ¿Y cuándo fue descrita la magia como tal? 
Con la llegada de las religiones monoteístas al final de la época romana, especialmente la
judeo-cristiana, el patrón mental relativo a la magia cambió para siempre. Creyendo en un
único dios verdadero, los cristianos consideraron una amplia gama de creencias y prácticas
realizadas por sus contemporáneos como esencialmente falsas o supersticiosas. Muchas de
las actividades realizadas anteriormente por los antiguos, incluyendo las prácticas de
"mageia", fueron consideradas malas y equivocadas por los autores cristianos. Además,
puesto que aquellas prácticas quedaban fuera de la única religión verdadera, sólo podían ser
asociadas a los demonios y debían por tanto ser erradicadas. 
Como podréis ver en las unidades siguientes, este cambio marcaría la evolución de la
cultura occidental en los siglos venideros, puesto que las llamadas "creencias
supersticiosas" fueron vistas como incorrectas y peligrosas por las nuevas autoridades
religiosas, quienes insistieron entonces en su extirpación para abrazar totalmente la nueva
religión de Cristo. 
Sin embargo, la magia sería un aspecto central de la nueva sociedad medieval. Una amplia
gama de fuentes atestiguan las creencias mágicas compartidas por hombres y mujeres de
todos los estratos sociales. 

En los siguientes capítulos veremos algunos ejemplos de este pensamiento


mágico característico de la sociedad medieval, desde cortes reales a pueblos de
campesinos, pasando incluso por algunos entornos eclesiásticos. Veremos también los
esfuerzos emprendidos por algunas élites medievales para terminar con las prácticas y
creencias mágicas practicadas por la gente de los territorios cristianizados de Europa. Un
objetivo, debemos añadir, que no fue completamente alcanzado durante el medioevo. Pero
por ahora seguiremos examinando la evolución de la idea de magia a lo largo de la época
medieval. 

1.3 Magia y Superstición en la Europa cristiana

Durante los primeros siglos de la Edad Media, las nuevas autoridades cristianas tratarían
de convencer a la gente para que abandonasen sus creencias y prácticas mágicas, a menudo
retratadas como supersticiones paganas. Las élites eclesiásticas condenaron reiteradamente
la superstición en sus concilios y sus obras pastorales, mientras que los gobernantes
cristianos promulgaron sus propias leyes en contra de estas creencias y prácticas. Este tipo
de fuentes son muy valiosas para nosotros los historiadores, ya que describen, a la vez que
condenan, los diferentes tipos de actividades mágicas realizadas en ese momento. 
Cuando nos sumergimos en estas fuentes, la magia, por lo general, aflora. 
Podemos encontrar ordenanzas legales contra los que realizan actos de adivinación
para predecir el futuro o conocer el destino de reyes y súbditos. Las fuentes los llaman
"divini" o "divinatores", esto es, adivinos, y condenan a los que les consultan. También
encontramos condenas contra aquellas personas que podían influir en los fenómenos
atmosféricos, los llamados "tempestarii", considerados capaces de controlar truenos
y relámpagos mediante conjuros mágicos. 
Otras fuentes mencionan a los llamados nigromantes, del griego "necros" (los muertos) y
"manteia" (adivinación), es decir, la gente capaz de mediar con los muertos para conseguir
algunas respuestas o incluso provocar el mal entre los vivos. 
Las fuentes también atestiguan la naturaleza peligrosa de los sueños premonitorios, así
como la naturaleza diabólica de los rituales mágicos realizados por los "magi" o los
"sortilegi", esto es, los magos y los hechiceros, a quienes la gente solía acudir para evitar la
mala fortuna, buscar el consejo sobre futuras empresas, curar la enfermedad y atraer o
evitar el amor de otra persona. 
Muchas de aquellas leyes anti-superstición se elaboraron contra mujeres, especialmente
por realizar una gran variedad de actividades mágicas, sobre todo prácticas de
curación, utilizando hierbas, pociones, nudos mágicos, hechizos y amuletos. 
Aparte de los magos, muchas fuentes condenan a los que los consultan o buscan su
ayuda. También legislan contra prácticas mágicas comunes llevadas a cabo por gran parte
de la población, como creer en la influencia de las estrellas y los planetas, componer o
llevar amuletos y fórmulas escritas, realizar algunos rituales mágicos en los árboles, fuentes
o tumbas, creer en figuras espirituales como hadas o ejércitos nocturnos y  dejarles
alimento y bebida durante la noche, usar rituales mágicos para proteger a los niños o al
ganado y un largo etcétera. 
A pesar de los esfuerzos mostrados por algunas autoridades eclesiásticas, la amplia gama de
actividades mágicas realizadas por nuestros antepasados medievales sigue apareciendo en
las fuentes a lo largo de toda la Edad Media. Este hecho muestra el profundo arraigo que
tenía entre la gente y también la dificultad experimentada por las autoridades cristianas en
su objetivo de erradicarlas. 
Veremos un ejemplo del siglo XIV acerca de una serie de visitas pastorales llevadas a cabo
en el Principado de Cataluña, en la Corona de Aragón. 
Cabe recordar que las visitas pastorales eran una práctica común en aquel tiempo en
muchos territorios cristianos. Consistían en la inspección anual de las parroquias por parte
de sus obispos. Durante aquellas inspecciones, los obispos o sus enviados preguntaban a la
gente y a los sacerdotes locales sobre el estado del culto entre ellos y el comportamiento de
los feligreses. ¿Seguían las reglas de la Iglesia? ¿O bien eran beligerantes, adúlteros,
blasfemos o incluso supersticiosos? Veamos qué respondieron aquellos feligreses catalanes
durante estas visitas llevadas a cabo en el siglo XIV. En 1310, durante la visita pastoral en
la diócesis de Barcelona, la gente fue interrogada sobre la presencia de hechiceros y
adivinos en su parroquia. Los vecinos del pueblo de Badalona, cercano a Barcelona, dijeron
al obispo que una mujer llamada Nadala era "divinatrix et sortilega" y que la gente solía
acudir a ella con diferentes propósitos. Y que ella realizaba sus conjuros con una correa
y también con símbolos mágicos dibujados en el suelo. El documento original dice: "facit
coinurationes suas cum corrigia et in terra cum signis coniuratoribus" En otros pueblos los
vecinos informaron sobre mujeres, a menudo llamadas "sortilegas, divinatrices or
coniuratrices", eso es hechiceras, adivinadoras o conjuradoras, que hacían algun tipo de
hechizo con pan, granos de trigo, cuchillos, hierbas o piedras, y eran capaces de unir las
almas de hombres y mujeres, sanar enfermedades, encantar a animales, curar o prevenir el
mal de ojo y otros maleficios, predecir el futuro, encontrar objetos perdidos mediante
rituales mágicos e incluso deambular por la noche con ciertos espíritus femeninos
comúnmente llamados "las Buenas Damas", las hadas de la noche. 
Todas estas actividades mágicas habían sido condenadas por las leyes eclesiásticas desde
los primeros siglos de la Edad Media. Y aun así, las visitas pastorales de la Baja Edad
Media muestran el profundo arraigo que tenían entre la gente, la cual acostumbraba a
acudir a aquellas sortilegas, divinatrices y coniuratrices para curar sus enfermedades o las
de su familia y su ganado, resolver cuestiones sobre el amor o problemas sexuales y
recuperar objetos perdidos o robados. 

Sin embargo, las tentativas de cambiar la actitud de la gente hacia la magia comenzarían a


dar resultado al final del Medioevo. ¿Los motivos? Principalmente dos: los renovados
esfuerzos de evangelización emprendidos por la Iglesia y la emergencia de nuevos
paradigmas científicos y teológicos surgidos de las universidades medievales. 

1.4 La declinación de la magia

Durante los últimos siglos del Medievo se produjo un cambio en la percepción de las
prácticas mágicas. Por una parte, los nuevos enfoques racionalistas surgidos de las
universidades comenzaron a desterrar las tradicionales prácticas mágicas, extendiendo así
una sombra de sospecha sobre hechiceros, adivinos y conjuradores. Por otra parte, los hasta
entonces infructuosos intentos de la Iglesia por terminar con las actividades mágicas
comenzaron a dar fruto gracias a la acción de los influyentes predicadores de las órdenes
mendicantes. Aquellos predicadores emprendieron una campaña de evangelización
masiva en la sociedad medieval mediante una serie de convincentes sermones,en los que
demonizaban las actividades mágicas. Ambos frentes, la ciencia racionalista y la
evangelización cristiana, contribuirían definitivamente a la desaprobación y descrédito de la
magia durante los últimos siglos de la Edad Media y el inicio de la Época Moderna. Para
que os hagáis una idea de este cambio de mentalidad, vamos a ver algunos ejemplos de
aquellas nuevas concepciones de la magia basadas en los nuevos paradigmas científicos de
la Baja Edad Media. Veamos una serie de tratados escritos por el obispo castellano del siglo
XV, Lope de Barrientos. Barrientos estudió en la Universidad de Salamanca y formaba
parte del entorno humanista del rey castellano Juan II, quien lo nombró su propio confesor
y preceptor de su primogénito. 
A mediados del siglo XV, el obispo Barrientos escribió una serie de tres libros dedicados a
su rey, en los cuales le aconsejaba sobre la magia y la superstición. Estos tres libros se
llamaron el "Tratado de dormir o  despertar e del soñar de las adevinanças e agüeros e
profecías", "Tratado de caso e fortuna" y "Tratado de la adevinança e sus especies". En
todos ellos, este hombre culto analizó los asuntos humanos relacionados con la magia desde
una perspectiva tomista, con un enfoque empírico y materialista, y con una gran confianza
en la razón humana. Como él mismo declaró al principio de estos tratados, su objetivo
era educar y corregir la credulidad del rey en cuanto a actividades mágicas. Cuando leemos
estos tratados,  comprendemos que el concepto de magia del obispo incluía una amplia
variedad de rituales y creencias que iban desde la astrología a las artes adivinatorias, desde
las causas  del mal de ojo y otras enfermedades a los rituales de hechicería y
encantamiento. A la vez que condenaba esta clase de prácticas y a aquellos que las
realizaban, Barrientos también intentó refutar la realidad de tales cosas. Por ejemplo, criticó
a los que creían en la realidad del mal de ojo, que él consideraba una simple enfermedad
óptica, susceptible de ser curada mediante procedimientos médicos. Respecto al tema de las
premoniciones y la adivinación, los atribuyó a las operaciones de la fantasía en la mente de
la gente, la cual les hacía creer en cosas que no eran reales. También habló de la extendida
creencia consistente en que algunas mujeres eran capaces de salir de su cuerpo por la noche
y entrar así por los resquicios de las casas cerradas para hacer daño a los niños. Sobre esta
cuestión, Barrientos argumentó la imposibilidad de tales acciones, ya que no era posible
para un cuerpo tridimensional penetrar por espacios tan pequeños. Todas estas creencias
mágicas, según Barrientos, no eran más que el efecto de trastornos mentales o desórdenes
naturales, o aún peor, eran causadas por las intervenciones de malos espíritus. Hombres
cultos como Barrientos y otros contribuyeron al descrédito de la práctica de la magia entre
las élites, reforzando la confianza en la ciencia experimental y en los procedimientos
médicos. Aparte de estos hombres de ciencia, los miembros de las órdenes
mendicantes también contribuyeron a la condena de las actividades mágicas entre la
población. Para ejemplificar esto, veamos algunos de los sermones pronunciados por
aquellos predicadores mendicantes durante la Baja Edad Media. Debemos tener en cuenta
que aquella clase de sermones, predicados en lengua vulgar, tenían un efecto de persuasión
sobre el público, que se agolpaba por cientos esperando la llegada de uno de aquellos
admirados predicadores en sus ciudades y pueblos. Escuchemos algunas partes de un
sermón impartido por el predicador valenciano Vicent Ferrer a principios del siglo
XV. "Porque si tu padre, tu esposa u otra persona están enfermos, o si has perdido algo, o si
estás angustiado, no vayas nunca a los adivinos, sino a Dios. Y vosotras, hijas mías, si
vuestros niños están sufriendo alguna enfermedad, no hagáis ninguna hechicería ni acudáis
a las hechiceras, porque para los niños sería mejor morir. 
Las mujeres irán a confesarse y dirán: 'el niño estaba enfermo y no había ningún médico
cerca, y entonces fui al hechicero'. Y el confesor contestará: '¡Pecado habéis!' Y ellas se
defenderán argumentando que cómo podrían ellas dejar al niño morir. ¡Mejor sería que
muriera! 
Ella iba a adivinos y adivinas, a los demonios; porque todo lo que ellos hacen, lo hacen
mediante la acción de los demonios. ¡Hechicerías diabólicas! Esto son los adivinos y
adivinas, hechiceros y hechiceras que hacen cosas con encantamientos, pan, botellas,
platos, etcétera! Evitad su presencia en vuestra circunscripción,  de lo contrario, la ira de
Dios caerá sobre el pueblo y su circunscripción". Tan severas advertencias, pronunciadas
por los influyentes predicadores, tenían un gran impacto entre la multitud. A menudo
encontramos leyes locales contra las prácticas mágicas promulgadas por  los gobiernos
municipales justo después de la visita de uno de estos predicadores. El efecto de estas
predicaciones, junto con el papel prominente que  adquirieron los nuevos paradigmas
científicos, contribuyeron al declive de la magia durante la Baja Edad Media. No sólo
conllevaron el descrédito y el desprecio de tales actividades mágicas, sino que también
establecieron una asociación peligrosa entre los hechiceros y adivinos y los males que
atormentaban a la sociedad, llegando incluso a vincular a aquella "gente peligrosa" a la
acción de los demonios, y animando a la gente a expulsarlos de sus pueblos. 
Como veremos en las siguientes unidades, esta situación sería el preludio de las futuras y
terribles persecuciones en las que cientos de personas serían quemadas en la
hoguera, acusadas de un crimen oscuro con claras connotaciones mágicas: el crimen de
<b>brujería</b>. [MÚSICA] 
1.5 Conclusión

Hello everybody. I hope you have enjoyed this first week of magic in the Middle
Ages. Today, is a sunny day in Barcelona, and I am here at the cloister of the Faculty of
Letters, to record this first weekly video in order to discuss some of the topics that have
appeared in the forums. First of all, let me tell you that we are very glad to see the interest
that the course has aroused. There are currently several thousands of students enrolled in
the course and that generates a lot of activity in the forums as you have already seen. Also,
you must know that this is the first mooc for our team, and therefore, we are very thankful
for your comments and critics to point the little problems that may appear along the course
and to help us improve. 
So one of the topics that has generated quite a debate in the forums is the concept of
superstition. Its etymology, its pejorative meaning, or its use along history and in present
day times. 
In fact, from antiquity to the present, various beliefs and behavior patterns have been
characterized as superstitious. 
We know that the word superstition comes from the Latin term "superstitio", although its
exact translation is disputed. There is currently no consensus among scholars about its
original meaning. But it seems that the Latin term is up to some extent synonymic to the
ancient Greek term "desidaimonia". Both terms, Latin, superstidio, and Greek,
desidaimonia, implied a sort of excessive fear of numinous powers, and they were also used
to refer to the beliefs and practices of alien religions. Be as it may, the Latin term was
adopted by the Romance languages and English during medieval times and was used to
designate those beliefs and rituals not approved by the official theological hierarchy and
thus, considered irrational and untrue. During the most part of the Middle Ages the vision
that prevailed was that of Saint Augustine, which he developed in his famous work The
City of God. 
This Father of the Church understood superstition not only as an illicit cult to the true God,
but also as the cult given to the false gods from the ancient pagan religion. So, for many
centuries, the term superstition was, in some way, a synonym for paganism. 
When it was used by Christian authors, it usually referred to the reliance on amulets, on
dreams and visions, on charms, fortunetelling, sorcery, necromancy, prodigies, portents,
soothsaying, spells and so on. 
Many of these were, in fact, survivals of pagan beliefs and rites and the clergy condemned
them as such. A superstitious mind was generally ascribed to uneducated
laypeople, especially the country folk, or rustics. But often, the same so-called superstitions
existed among the upper classes as well. 
In that sense, we could define medieval superstition as a set of beliefs and rites co-existing
with, but disapproved of, by the official religion. 
In fact, along history, the term superstition has been used by many social groups to refer to
any sort of beliefs in a pejorative way. The specific content of this invariably pejorative
term depends only on the beliefs of the definers and their own cultural framework. So,
right-thinking Romans, for example, qualified Christianity as superstitious, while
Christians expressed the same opinion about Judaism or pagan religion. During early
modern times, reformed theologians denounced many aspects of Catholic faith and piety as
superstitious in a similar way as some current day Western scientists define as
superstitious a wide range of beliefs which are not sanctioned by modern science. 
Currently, however, a growing sensitivity to the clearly negative connotations and implicit
cultural arrogance connected with the term, prevents many scholars from using the word
superstition in their works when talking about beliefs and practices which are just different
from their own. 
Well, I hope this has been useful and I invite you to take a look at the bibliography
provided at the end of this video and to keep giving your insight on the matter through the
different forums. This next week, we will undertake an approach to the subject of magic
and heresy by the hand of Delfi Nieto, and then I will join you again in the third unit to talk
about witchcraft. See you soon. 

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