Los síntomas pueden agruparse en tensión motora, hiperactividad vegetativa e
hiperactivación (expectación aprensiva, hipervigilancia), aunque los pacientes suelen quejarse de inquietud, incapacidad para relajarse y fatiga. La tensión muscular ocasiona bastantes cefaleas y dolores musculares crónicos. Si el cuadro se prolonga, se pueden sobreañadir síntomas depresivos como tristeza, apatía, astenia intensa, desinterés, pérdida del impulso vital, etc. Como en el trastorno de angustia, aunque sin una manifestación crítica de los síntomas, en la ansiedad generalizada los síntomas vegetativos son variados y pueden remedar a una serie de enfermedades médicas, de modo que suelen ser atendidos por especialistas ajenos a la salud mental. ETIOPATOGENIA Genética. Los estudios sobre una posible base familiar y genética en el trastorno de ansiedad generalizada muestran resultados poco definitorios. Aunque existen estudios que avalan un patrón familiar, los estudios gemelares han arrojado resultados contradictorios. En conclusión, la diátesis genética para el trastorno de ansiedad generalizada no basta para explicar la aparición de todos los casos. Neuroanatomía: Se han implicado de forma clara con estados de ansiedad las siguientes estructuras: amígdala, hipocampo, corteza prefrontal, locus coeruleus y la sustancia gris perisilviana. Sin embargo, destaca el núcleo central de la amígdala como regulador de la respuesta vegetativa al miedo. Recibe aferencias sensoriales del prosencéfalo y envía eferencias a la sustancia gris perisilviana (respuesta de huida, bloqueo o defensa), al núcleo motor dorsal del vago (activación cardíaca), al núcleo parabraquial (activación respiratoria), al núcleo paraventricular del hipotálamo, locus coeruleus y a la región tegmentaria ventral (responsables de la activación del eje HHS). Teoría cognitivo-conductual: Según este modelo, los síntomas neuróticos son patrones aprendidos de conducta inadaptativos que se originan por los mismos mecanismos de aprendizaje (condicionamiento) que la conducta normal. Después de producido el condicionamiento, en un segundo estadio, por un proceso de condicionamiento operante o instrumental, se fija y se refuerza la conducta neurótica al reducir ésta la ansiedad. A pesar de su capacidad explicativa para algunos cuadros neuróticos (manejo de la ansiedad anticipatoria y conductas de evitación agorafóbicas), las teorías conductistas se muestran insuficientes para aclarar la etiopatogenia del trastorno de ansiedad generalizada o la emergencia de la crisis de angustia espontánea. PÁNICO Es ya conocida la naturaleza hereditaria del trastorno de angustia. Las últimas investigaciones para hallar las anomalías genéticas implicadas tratan de identificar un endofenotipo que reuniría el trastorno de angustia, un biotipo asténico o ectomorfo15 y las enfermedades médicas con las que se asocia muy a menudo. Una de las primeras enfermedades que se asociaron con elevada frecuencia al trastorno de angustia fue el prolapso de la válvula mitral (PVM). Posteriormente se ha comprendido el PVM como una entidad propia del síndrome de hiperlaxitud articular (SHA), un trastorno hereditario benigno asociado a un incremento de la flexibilidad del tejido conectivo. El SHA ha resultado un potente marcador biológico subyacente a los trastornos de ansiedad, en especial al espectro crisis de angustia/fobias, tanto en estudios epidemiológicos, como en población general y en estudios clínicos con pacientes. Los síntomas somáticos pueden manifestarse de forma brusca (crisis de angustia o ataque de pánico) por una descarga súbita y aislada del sistema nervioso vegetativo junto a un miedo intenso a morir o a perder el control. La duración de los síntomas es de aproximadamente entre 15 y 30 minutos y su expresión máxima es en los primeros 10 minutos. Para el diagnóstico se requieren cuatro de estos síntomas, aunque pueden existir formas mitigadas con menos síntomas (crisis sintomáticas limitadas) o crisis sin componente psíquico (non-panic attacks). La característica fundamental para el diagnóstico del trastorno de angustia es la presencia de crisis de angustia recidivantes e inesperadas (no relacionadas con estímulos ambientales). Además, suelen acompañarse de un miedo persistente ante la posibilidad de padecer otras crisis de angustia y por sus posibles implicaciones o consecuencias, o bien de un cambio significativo en la conducta relacionado con estas crisis.