Está en la página 1de 104

Amarte es imposible

Charlotte Lamb

Amarte es imposible (1987)


Título Original: Infatuation (1984)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Julia 238
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Luke Doulton y Judith Murry

Argumento:
Nunca traicionaría la confianza de su amiga robándole al hombre que
amaba.
Judith no perdería la cabeza por un hombre y menos por el que estaba
comprometido con una vieja amiga.
Pero Luke Doulton era irresistible, un genio de las finanzas que no temía
trabajar con una mujer que lo igualaba en talento como Judith. Sin
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

embargo, no pudo evitar enamorarse de él, ni tampoco cambiar las


circunstancias que le negaban la oportunidad de amar.

Nº Páginas 2—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 1
De regreso a su oficina, Judith caminó por Central Park. Llegaría tarde, pero no
quiso apresurar el paso; aún corría por sus venas el vino tinto con el que había
acompañado el almuerzo. Era una tarde de otoño y Nueva York resplandecía con
trémula luz. Ella miraba las hojas doradas, onduladas y crujientes, agitadas por el
viento que en ocasiones arrancaba una y la ponía en el camino, donde los
enamorados se sientan en las bancas a contemplarse y los hombres de la ciudad,
vestidos con traje formal, comen emparedados con rapidez y arrojan migajas a las
palomas. Pronto, los árboles estarían desnudos, la nieve flotaría por todo Manhattan
y Judith tendría que escurrirse de su oficina al metro sin echar una mirada al parque,
por lo que pensó en disfrutarlo mientras le fuera posible.
Cuando llegó al edificio Schewitz y Quayle miró su reloj: se había retrasado
media hora. Bueno, John no diría nada, regularmente era muy puntual. Sacó su
tarjeta de identificación para mostrarla al portero que la saludaba en el recibidor.
—Ya sé quién es, señorita Murry —la saludó con una sonrisa.
—Puedo traer una bomba en mi bolso de mano —dijo bromeando.
—No puedo imaginármela volando este viejo edificio —contestó él, mirando a
su alrededor.
—¿No?
Ella se dirigió al ascensor antes de que el portero respondiera. Llegó al cuarto
piso esperando el silencio usual, pero, solo dio unos pasos hacia su oficina cuando se
detuvo incrédula. ¿Qué estaba pasando en la sala de conferencias? Alguien gritaba,
no podía creerlo. Una de las reglas no escritas del banco, era que las voces debían
mantenerse bajas; si caías en bancarrota tendrías que ir a lamentarte en casa.
Se detuvo frente a la enorme puerta de la sala, sintiéndose como una sirvienta
que espía por la cerradura. Escuchó una mano que golpeaba la larga y pulida mesa:
—Consíganlo y háganlo bien. Si no lo logran, borraré las sonrisas de sus rostros.
La puerta se abrió y Judith apenas tuvo tiempo de apartarse. Un hombre salió
tan aprisa que casi la derriba; se detuvo un instante para mirarla con sus ojos grises y
fríos, luego gritó a los hombres que salían presurosos detrás de él:
—Hasta con los muebles de oficina se tropieza uno aquí.
Luego continuó la marcha, seguido por un puñado de hombres de trajes de
elegante corte que corrían tras él como ovejas asustadas. Ella no los conocía, como
tampoco a su jefe.
¡Mueble de oficina! ¡Qué encantador! ¿Quién diablos era? Miró dentro de la sala
y vio a los ejecutivos en completo silencio, sentados alrededor de la mesa. Ella solo

Nº Páginas 3—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

pudo echar una mirada al hombre de los ojos grises que había desaparecido en el
ascensor, pero se quedó con una indeleble sensación de estatura y energía y por eso
no se sorprendió cuando vio las caras alarmadas de los hombres que lo seguían.
—Judith. ¿Dónde has estado?
—Lo siento, tardaron mucho en servirme el almuerzo —le sonrió a su jefe.
—¿Te dieron algo para acompañar el almuerzo? —preguntó él mientras iban
hacia la oficina de Judith.
—El Wiener Schnitzel estuvo exquisito, lo sirvieron con un buen Riesling…
—A veces, no sé de qué estás hablando.
—No te preocupes; a veces, ni yo sé de qué estoy hablando. John, ¿quién gritaba
en la sala de conferencias? No quiero ser alarmista, pero creo que tenía mucha prisa.
¿Se ha declarado Wall Street en bancarrota?
A John no le agradó la broma.
—Él es Luke Doulton. Teníamos una propuesta para una de sus compañías y no
la aprobó. Es tonto enfadarse tanto; hemos tenido éxito en otros negocios y él debería
aceptar esto como un caballero.
—No parecía un caballero, estaba muy enfadado —dijo al recordar esos ojos
grises enfurecidos.
Entraron en la oficina de ella. Se sentó en su silla de cuero negro, detrás del
escritorio, pensativa.
—Luke Doulton… Debe ser de la compañía Doulton-Klein…
—Doulton-Klein Internacional —corrigió John.
Le gustaba ser preciso en todo. Habían trabajado juntos desde hacía seis años y
no había mucho que ignorara de él. Aunque tal vez estuviera equivocada, pensó al
mirarlo; nadie podía ser tan transparente como John. Algo debía esconder; quizá
cultivaba begonias en su apartamento o tenía la manía de comer pastel de fresa en la
cama. Cuando conocía a alguien con una personalidad tan uniforme y aburrida,
Judith imaginaba que guardaban fantásticos secretos o un siniestro pasado.
—Su padre era el cerebro de un equipo enorme y, cuando murió, él se hizo
cargo de todo.
—Recuerdo su cotización de esta mañana; al parecer les va muy bien.
—Así es; Luke Doulton es un tipo muy inteligente.
—Esa fue mi impresión. Ojalá no nos equivoquemos en su negocio; no parece
ser el tipo de hombre que deje que le quiten algo que le pertenece, sin pelear.
John estaba preocupado y, al día siguiente, reunió a los miembros de la
directiva para tratar de encontrar el error. Luke Doulton había desechado su

Nº Páginas 4—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

propuesta y retomaba con firmeza el control de su compañía, añadiendo otra leyenda


a su nombre. Judith descubrió que Luke Doulton era una figura mística en Wall
Street; a pesar de solo tener poco más de treinta años, nunca había perdido una
batalla en la sala de juntas. Su padre formó un vasto imperio en el ambiente de las
finanzas, con compañías en muchos países del mundo. Cuando él murió, todos
pensaron que el imperio había llegado a su fin, pero Luke fue capaz de controlar la
corporación y al año siguiente aparecía como un triunfador.
Un día esperaban a un cliente de Hong Kong, que había pedido que lo
encontrara en el legendario restaurante Club 21, tomando Martinis secos y mirando
la gente pasar, John comentó:
—Muy perspicaz de tu parte pensar que Luke Doulton nos derrotaría. Tus
vaticinios siempre han sido muy acertados. Yo creía que teníamos a Doulton atado
de pies y manos.
—Él no parece ser un hombre al que le guste estar atado durante mucho tiempo
—dijo Judith—. Este Martini es muy fuerte; otro igual y estaré flotando.
John se reía cuando Judith vio de pronto algo que la sorprendió y la puso alerta:
Luke Doulton se acercaba a ellos. El jefe de camareros le prestaba muchas atenciones;
lo acompañaba una mujer muy bella, con un abrigo de visón. Judith tuvo la idea que
él siempre elegía ese tipo de chicas, como esa elegante pelirroja.
—No, prefiero tenerlo conmigo. Tengo frío —dijo la chica al camarero cuando
trató de llevar su abrigo al guardarropa. Después se dedicó a coquetear a su
acompañante.
—El faisán esta exquisito, lo han preparado como a usted le gusta —murmuró
el camarero.
A Judith le divertía observar la situación, cuando el grupo se detuvo frente a
ellos. John casi derrama el Martini en su pantalón por su prisa en ponerse de pie.
—No se levante no quiero molestarlo —dijo Luke Doulton, pero demasiado
tarde; John ya se había incorporado y parecía perturbado, forzando una preocupada
sonrisa—. ¿Cómo están mis amigos de Schewitz y Quayle? —preguntó Doulton con
mucha socarronería.
—Bien, señor. Gracias. —John parecía más incómodo por esta pregunta.
—Qué bueno, yo siempre me acuerdo de mis amigos —contestó con ironía. Y
nunca me olvido de mis enemigos, parecían agregar sus ojos grises. Luego dejó de
mirar a John para observar a Judith, más que con interés con curiosidad de saber el
gusto de John en cuanto a mujeres. No podía competir con su compañera, no usaba
abrigo de visón y su vestido crema era sencillo. Ella estaba allí para trabajar, no era
un adorno. Cuando Luke terminó la inspección de su cuerpo y llegó al rostro, ella le
sostuvo la mirada; entonces John trató de presentarlos.

Nº Páginas 5—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Señor Doulton, ella es… —John no pudo terminar la frase. Luke Doulton hizo
una pequeña inclinación de cabeza y se marchó antes de escuchar el nombre. La voz
de John se apagó y dio unos sorbos a su Martini.
—¡Qué terrible! No sabía qué contestar. Es un hombre que destroza los nervios.
—Ojalá su faisán esté quemado —comentó Judith, mientras John la miraba sin
poner atención.
—¿El faisán? ¿De qué hablas, Judith?
—Sonríe, allí viene el cliente.
Comieron, había pocas mujeres en el lugar y Judith pudo escuchar la risa de la
compañera de Luke Doulton y aspirar su caro perfume, a pesar de estar varias mesas
alejados. John habló la mayor parte del tiempo, ella solo lo hacía cuando se tocaba un
tema donde tenía experiencia. Por momentos, podía poner atención en Luke Doulton
y su amiga; se preguntaba de qué hablarían. Seguro que no de finanzas
internacionales. Luke brindaba con la chica, quien sacó una rosa del florero de la
mesa y la besó para después acariciarle los labios con ella. Qué bonito, pensó Judith.
Si esto lo hacen para el almuerzo, qué no harán para la cena. ¿Regresaría él a su
trabajo o éste era el preludio de negocios más íntimos?
Cuando salieron, escuchó a dos damas hablar en el recibidor.
—¿Viste quién estaba adentro? Era Luke Doulton. Es encantador —comentó
una de ellas.
—Tan guapo —contestó la otra, cuando Judith pasaba por su lado.
No creía que fuera encantador; les volvió la espalda y se marchó cuando John
los presentaba. Era un hombre demasiado rico y, sin duda, pensó que no debía ser
educado, especialmente cuando ella no era bonita o elegante. Era muy atractivo, y
con seguridad su compañera pensaba que era encantador, pero a ella no le agradaba.
Regresaron al banco y ella se puso a estudiar las cotizaciones en Hong Kong. Al
llegar a su apartamento ya había olvidado a Luke Doulton y su mala educación, y no
pensó en él durante las siguientes semanas. El invierno llegó y su vida se redujo a ir
al banco y permanecer tranquila en su casa por las tardes.
La última nieve caía en las aceras de Nueva York, cuando recibió una llamada
de Inglaterra, a la mitad de la noche. Su abuelo había muerto en Londres, al otro lado
del Atlántico.
Al día siguiente, mientras volaba hacia Inglaterra, empezó a elaborar un plan
para dejar Nueva York. No podría vivir más tiempo allí mientras su abuela estuviera
sola. Después del funeral, regresó; solo para arreglar sus asuntos personales y
renunciar a Schewitz y Quayle. Guardó sus pertenencias, hizo arreglos necesarios
para enviarlas por barco, y rentó el departamento. Esta era la parte más fácil de dejar
Nueva York, pues los apartamentos eran como polvo de oro en Manhattan.

Nº Páginas 6—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

La primavera había llegado cuando estuvo de regreso en Londres. En pocos


días los árboles se llenaron de verde follaje. Judith estuvo con su abuela mientras se
instalaba por su cuenta. La señora Murry había cambiado muy poco en los últimos
años, era ligera como un niño y delgada, solo por sus canas y piel arrugada
aparentaba los setenta años que ya tenía. Se negaba a comportarse como una anciana
y trató de persuadir a Judith para que regresara a Nueva York.
—No estoy inútil, no te preocupes por mí. ¡Dios mío! Cualquiera pensaría que
soy una niña —protestaba, pero Judith no se daba por vencida.
—No regresaré a Nueva York, a menos que vayas conmigo. Y como sé que no
dejarías esta casa… Así que no vamos a seguir discutiendo lo mismo, ¿verdad?
Tengo un poco de prisa, almorzaré con Ruth.
La discusión había durado semanas. Desde el funeral, la señora Murry, que era
pequeña y frágil, pero podía ser muy tozuda, insistía en que se fuera, pero la
juventud de Judith y el poseer la misma sangre, que la hacía ser igualmente
obstinada, hizo que no se rindiera.
—Saluda a Ruth y a los niños de mi parte.
Era un bello día de abril, con un aire dulce y fresco; en esa brillantez, Londres,
el ancestral, parecía nuevo y sorprendente. Judith miraba y disfrutaba, pero tenía la
mente ocupada en otros asuntos: pronto iba a necesitar dinero y tendría que
conseguir otro trabajo. Podría ir a la sucursal londinense de Schewitz y Quayle,
desde luego, pero tal vez no tuviera ni el mismo alto puesto que ocupaba en Nueva
York ni el mismo sueldo.
Estaba un poco arrepentida de haber interrumpido su carrera en Nueva York;
tenía un trabajo con muchas responsabilidades y un buen salario. Le agradaba la
gente con quien trabajaba y adoraba la ciudad. Si no hubiera sido por la inesperada
muerte de su abuelo, no se le habría ocurrido regresar a Londres.
Sabía que la señora Murry se sentía mejor con ella allí, pero no quería admitirlo,
no quería presionar a Judith a una estancia involuntaria. La señora Murry era
independiente, pero Judith deseaba estar cerca de ella cuando la necesitase. Cuando
era niña, la abuela siempre estuvo cerca de ella cuando la necesitó.
El padre de Judith murió cuando ella tenía seis años; su madre consiguió un
trabajo y la dejó al cuidado de su abuela. Cuando Judith tuvo catorce años de edad,
su madre se casó de nuevo; el actual esposo de su madre nunca le agradó. Él no era
malo con ella, solo indiferente; en especial cuando su mamá tuvo otros hijos. Se
fueron a los Estados Unidos y Judith se sentía como una extraña en la pequeña
familia. Estudió mucho para compensar la soledad; demasiado preocupada y
desdichada para tener amigos, creció melancólica y extrañando a los abuelos, a
Londres y todo lo que la rodeó de chica. Al terminar sus estudios regresó a Londres,
para vivir con los abuelos, y consiguió trabajo en un banco. Al cumplir veintitrés
años, transfirieron a su jefe a Nueva York y él le pidió que se fuera con él; le pareció

Nº Páginas 7—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

bueno para su carrera aceptar y lo siguió, ascendiendo con rapidez, a medida que lo
hacía su jefe.
Ahora extrañaba a John Atkins; no hubo nada romántico entre ellos, pero eran
amigos y confiaban el uno en el otro. Él no estaba casado, pero no le importaba, él era
un hombre interesado en llegar a ser alguien importante en el mundo de las finanzas.
—Debes estar bromeando; estás tirando tu carrera por la borda —protestó
cuando le anunció su partida a Londres.
Ella sabía que tenía razón, pero había cosas más importantes que una carrera. Y,
a pesar de lo que su abuela pretendiera, no la dejaría sola en Londres, sin un pariente
cercano.
De pronto, se dio cuenta de que había llegado a su destino y bajó corriendo del
autobús. La única amiga que tenía desde los pasados días de escuela era Ruth, a la
que seguía viendo o escribiendo desde entonces. Ruth se casó a los veintiún años y
Judith fue su dama, como también su hermana menor Bárbara. Ellas eran muy
diferentes entre sí; cuando Judith se miró en el espejo, junto a Bárbara, la mañana de
la boda, estuvo tentada a negarse a participar; la gente se reiría de ver a Baba (así la
llamaban de cariño) y ella detrás. Judith era frágil, delgada, de estructura ósea muy
fina; con ojos café oscuro, casi siempre mirando hacia abajo. Era muy tímida, su
figura parecía la de un muchacho; tenía los senos muy pequeños, la cadera angosta y
las piernas muy delgadas. Prefería pasar inadvertida.
Ruth era robusta, con el cabello ondulado y una sonrisa que parecía un
amanecer; muy amable, cálida y vivaracha. Desde que tuvo catorce años hubo
muchachos locos por invitarla a salir. Su confianza atraía a la gente, Judith, por el
contrario, con su timidez, la evitaba. No le importaba que Ruth fuera tan popular,
pues era su mejor amiga; pero Bárbara era otra cosa. Era hermosa. Cuando Judith
estaba en compañía de Ruth no se daba cuenta de su apariencia, pero en presencia de
Bárbara, sentía dolor y no porque Bárbara lo provocara. Baba no era maliciosa; no era
intención de ella que la gente se volviera a mirarla cuando pasaba. Tenía una
cabellera rubia ondulada, los ojos azules grandes y una boca color de rosa
perfectamente delineada; su figura era solo curvas: sus senos altos y llenos, su
cintura estrecha, las caderas deliciosamente redondeadas y largas y bien formadas
piernas. Ruth solía llamarla Shirley Temple, y, en alguna forma, se parecía; era dulce
y de temperamento tranquilo, además de vital y alegre. Bárbara era tradicionalista en
sus conceptos; si un hombre la invitaba a salir pensando que la llevaría a la cama,
pronto descubría su error y se retiraba con una bofetada en la cara. Sus padres la
adoraban; pudo haber crecido con ideas más liberales dado su físico, pero no lo hizo.
Era increíble, pero seguía ocasionando que Judith se sintiera plana. Así sucedía ahora
que Baba abría la puerta; su figura resaltaba por la blusa negra de seda y unos
ajustados jeans blancos.
—Hola, ¿cómo estás? Tienes un bronceado maravilloso.

Nº Páginas 8—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Tú luces fabulosa —comentó Judith con sinceridad.


No veía a Baba desde que se fue a los Estados Unidos. Ruth asistió al funeral de
su abuelo y habló con ella un poco. Ahora la había invitado a almorzar, pero no le
dijo que Baba estaría allí.
—Entra, estamos todos en el jardín. Siento mucho la muerte de tu abuelo, era
muy simpático. ¿Cómo está tu abuela? —preguntó Baba mientras la conducía por el
estrecho pasillo.
—Lo extraña, pero no lo menciona. ¿Almorzarás con nosotros? ¿Cómo te va en
tu trabajo de modelo? ¿Has tenido éxito? —había visto su rostro en una revista
femenina, esa mañana.
—Hay mucho que decir. Es probable que haga una película.
—¡Dios mío! —dijo deseando que su voz sonara sorprendida, pero no lo estaba.
Lo único que la sorprendería de Baba era saber que se había fugado con el lechero o
que se estuviera quedando calva. La buena suerte acompañaba a Bárbara desde que
la conocía.
—En Hollywood —añadió Baba.
—¿Qué clase de película es?
—Acerca de una modelo; es ese libro, el best-seller que todo el mundo leía el año
pasado. Todavía no es nada seguro, espero que me den la parte. Han hecho audición
a muchas chicas, pero mi agente dice que el director está interesado en mí. No estoy
segura de poder ir, aunque me eligieran.
Dio un largo suspiro cuando llegaron al jardín, donde Ruth tomaba un baño de
sol.
—Pareces mejor que en el funeral. ¿Cómo está la señora Murry? Esperaba que
viniera contigo. ¿Por qué no la trajiste?
—Todavía no quiere salir, pero tengo un mensaje para ti: Te manda su amor y
espera que la visites con los niños —Judith miró a los niños y sonrió—. No los
reconozco, han crecido mucho.
—Claro que no los reconoces, la última vez que estuviste aquí, Stevie estaba en
la cuna y Julie empezaba a caminar. —Ruth los presentó.
—Saluden a su tía Judith.
Julie la miró en silencio y se llevó un pulgar a la boca; Ruth se lo sacó. El niño
siguió jugando con una red para atrapar mariposas y no les hizo ningún caso.
—Travieso —lo regañó Ruth—. Siempre hablan, aunque no lo creas; en un par
de horas desearás que no lo hicieran.
—Es un día soleado —comentó Baba mientras se quitaba el pantalón y la blusa.
Bajo la ropa usaba un pequeño bikini; la piel estaba perfectamente bronceada y

Nº Páginas 9—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

brillaba por el esmero que Baba tenía al cuidarse. Se recostó con gracia sobre uno de
los sillones junto a la piscina y se puso lentes oscuros.
—Ven, ayúdame a preparar el almuerzo. ¿Ensalada está bien? —dijo Ruth.
—Perfecto —respondió mientras miraba a Stevie salpicar a Baba con la red.
—No hagas eso, Stevie, sé un buen chico —dijo Baba sin molestarse en abrir los
ojos.
—Si no puedes comportarte, guardaré la red —amenazó Ruth al niño, quien se
fue corriendo al otro lado de la piscina.
Judith siguió a su amiga a la cocina. Había aumentado de peso y su cabeza
estaba cubierta por pequeños rizos castaños.
—¿Cómo está David?
—Bien, muy ocupado en la agencia.
David trabajaba en una agencia de bienes raíces en Hampstead y, a juzgar por
la pequeña pero lujosa casa, tenía éxito. Era diez años mayor que Ruth, reservado,
con una figura esbelta y cabello castaño.
—¿Te dio Baba la noticia? —preguntó Ruth mientras sacaba una fuente para la
ensalada.
—¿De la posible película? Sí, me dijo…
—No, acerca de su compromiso.
Judith, quien mezclaba los ingredientes para la ensalada se detuvo.
—¿Su compromiso? No me dijo nada ¿Cuándo se comprometió? ¿Quién es él?
Ruth rebanaba los huevos y el queso.
—Aún no es oficial; no han comprado el anillo, lo harán esta tarde y la noticia
aparecerá en el Times mañana.
—Vaya, el afortunado tiene dinero.
—Sí, y éste será el suceso del año. Adivina quién se casará con ella. Quizá lo
conozcas, apuesto que lo conoces, su nombre tiene que ser familiar para ti.
—No conozco muchos hombres ricos, excepto los clientes del banco en Nueva
York —Ruth se rio—. ¿Es norteamericano?
—Sí.
—Es muy difícil de adivinar. Vamos, dime quién es, no vamos a estar jugando
toda la tarde.
—Eres una adivina muy mala —dijo riendo Ruth, luego hizo una pausa y
exclamó—: Luke Doulton.
Esperaba una reacción de sorpresa de Judith y ésta no la defraudó.

Nº Páginas 10—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿Luke Doulton? El único.


¿El presidente de Doulton-Klein Internacional? No podía creer lo que
escuchaba. El último hombre que imaginó que se enamorara de Baba, era Luke
Doulton. No le sorprendía que conociera a Baba, ella era una modelo de fama
internacional y le gustaba la vida del espectáculo; tarde o temprano se conocerían y
saldrían juntos, pero que él le pidiera que se casaran era distinto…
—Cierra la boca cariño —dijo Ruth sonriendo.
—Estoy sorprendida.
—Así parece. ¿Lo conoces? ¿Lo encontraste en Nueva York?
—No, los hombres como Luke Doulton no conviven con la gente ordinaria que
trabaja en los bancos. ¿Cómo lo conoció Baba?
—En Hawai, en una fiesta donde modelaba. Alguien los presentó; fue amor a
primera vista. ¿No es romántico? Fue un idilio relámpago, él la siguió a Nueva York
y le propuso matrimonio. Se conocen hace un mes. Yo misma no lo creo, pero Baba
está tomando las cosas con calma. Es un hombre riquísimo, ¿lo sabías?
—Sí, Baba atrapó a un pez difícil. Cientos de chicas lo intentaron y ninguna
tuvo éxito.
No había sido muy cortés al no comentar su compromiso, quizá pensó que ya lo
sabría.
Ruth la miró con preocupación.
—No pensarás que él no es serio, ¿verdad? Si así fuera, pobre Baba. Cuando
éramos niñas, muchas veces deseaba que fuera grosera, solo para probar que era
humana. Le tiraba del cabello, esperando que fuera a contarle a mamá, pero se iba a
llorar por los rincones, haciéndome sentir avergonzada de mí misma.
—Pobre Ruth, debió ser pesado vivir con ella —se burló Judith, divertida.
—Sí, lo fue. Me sentía como la hermana mayor de la Cenicienta. —Ruth salió de
la cocina llevando la ensalada.
—La comida está lista…
Baba se incorporó y los niños se unieron alrededor de la mesa.
—¡Fuchi! Comida de conejos —se quejó Stevie al tomar una gran porción y
llevársela a la boca.
—No comas así, pareces un animalito —corrigió Ruth.
—Tu hermana me habló de tu compromiso —le dijo Judith a Baba—. Te deseo
que seas muy feliz.
Baba sonrió.

Nº Páginas 11—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Gracias, qué dulce eres. ¿Qué harás ahora que has regresado a Londres? ¿Ya
tienes otro trabajo?
—Estoy viendo unas posibilidades —respondió evasiva.
—¿Vivirás con tu abuela?
—Es demasiado independiente para necesitarme con ella todo el día. Busco un
pequeño apartamento, cerca de casa. No pido mucho; trabajo y un lugar para vivir —
comentó al comer un trozo de queso.
Baba sonrió y dijo:
—Tienes que ir a la fiesta de compromiso. Luke tiene amigos de los bancos y le
diré que te presente con algunos, tal vez consigas una oferta de trabajo.
—Gracias —contestó secamente.
Una de las características que parecía haber heredado de su abuela era la
independencia y el desagrado de ser patrocinada. No necesitaba la ayuda de Baba.
Mientras estuvo en Nueva York tuvo muchos amigos, eran agradables y
disfrutaba de su compañía, pero ninguno había llegado a su corazón. Muchas veces
pensó: "Es él", pero era solo un momento romántico, atraído por los rayos de la luna
o una copa de champaña. Ahora pensaba que cuando el amor llegara, sería por un
hombre irresistible, con quien pudiera verse diariamente durante treinta años, sin
aburrirse. Hasta que ese hombre no llegara, no deseaba tener ningún compromiso.
Baba dijo:
—Le hablaré de ti. Luke conoce a todo el mundo.
—No, por favor —contestó, recordando lo desagradable que habían sido sus
encuentros con él.
—No será ninguna molestia.
Judith decidió no discutir más sobre el asunto. Tarde o temprano, Baba sabría
que el fantástico Luke Doulton no aceptaría recomendar a cualquier amiga suya,
aunque estuviera loco por su novia. Le diría, tal vez: "Dile que venga a verme" y
entonces Judith podría ignorarlo todo. No permitiría que la pusiera en una situación
incómoda; nadie creería en sus habilidades pero ella conocía sus posibilidades. ¿Por
qué no conseguir trabajo por sus propios méritos? Además, el mundo de las finanzas
estaba lleno de prejuicios en contra de las mujeres: no entienden de dinero, no tienen
valor para arriesgar grandes cantidades y cuando se casan olvidan el trabajo. Eran las
razones que esgrimían para no dar altos puestos a las mujeres, y aunque esto fuera
ridículo e irracional no se podía discutir con ellos.
—Pienso que eres increíble —dijo Baba—. Yo no puedo hablar de negocios con
Luke, no entiendo ni una palabra. Pero a él no le importa, dice que no quiere charlar
conmigo acerca de dinero.

Nº Páginas 12—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Seguro que no —comentó Judith al ver la cara sonriente de Baba.


—Traté de poner interés, pensé que le agradaría hablar de sus asuntos conmigo.
Hay hombres que nos creen tontas, que no entendemos nada de negocios, pero Luke
es diferente.
¿Sí?… No era esa la impresión que tenía de él, claro que no había hecho nada
para conocerlo. Judith era humana y resentía la forma en que se comportó con ella.
Ahora Baba decía que Luke no era un hombre típico. ¿Estaría bromeando?
—La mayoría de los hombres piensan que somos estúpidas, pero el asistente
personal de Luke es una mujer y dice que trabaja bastante bien. Al principio estaba
preocupada por ella, pues es muy atractiva y sentí que no le gustó conocerme; traté
de ser su amiga, pero no tuve éxito.
Baba ya no parecía tranquila, sus ojos azules mostraban preocupación.
—No deberías preocuparte por ella, él se casará contigo. Al decir esto, trató de
ser convincente. Pero imaginaba que hubo algo entre Luke y su asistente. Debió ser
una sorpresa desagradable para todas las amigas de él, cuando se enteraron de su
futura boda. Fue soltero durante mucho tiempo y ellas habían tratado de atraparlo;
ahora él anunciaba su boda con alguien que acababa de conocer.
—Supongo que estoy preocupada porque es la primera vez que estoy
enamorada. ¿Te has enamorado alguna vez, Judith?
—No; si sucedió, no lo noté.
Baba se ruborizó por haber hecho la pregunta.
Ojalá Luke Doulton la haga feliz, la vida rara vez es tan amable como lo había
sido con Baba. No estaba preparada para recibir dolor y rudeza. ¿Cómo reaccionaría
si eso sucediera con Luke? pensó Judith.

Nº Páginas 13—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 2
Los días siguientes, Judith estuvo muy ocupada. Encontró apartamento a solo
un cuarto de hora de la casa de la abuela. Compró un coche usado; el vendedor le
aseguró que había pertenecido a una dama que rara vez lo sacaba de la cochera, por
lo que estaba en buen estado y con poco kilometraje recorrido. El coche le pareció
bueno y a precio razonable. Cuando vivía en Manhattan no necesitaba auto, allí
tomaba un taxi o utilizaba el transporte público; pero, aquí en Londres sentía que
necesitaba coche, pues no había transporte directo que la dejara cerca de la casa de la
abuela.
El apartamento estaba en un edificio moderno; era pequeño, pero suficiente
para ella. Tenía una salita en la que podría recibir visitas. Empezó a decorarlo
durante el día, no tenía intención de pagar a alguien para que hiciera lo que ella era
capaz de hacer. Sus pocos muebles y pinturas aún navegaban en el Atlántico y no
sabía cuándo llegarían; por esa razón, no podía instalarse todavía.
Quería estar con su abuela la mayor parte del tiempo, para ayudarle a
recuperarse de la pérdida de su esposo; sentía que le resultaría más fácil si había
alguien con ella. La abuela hablaba de su marido y Judith escuchaba con atención
todo lo que hicieron juntos, cosas que no había sabido nunca y que le parecieron
conmovedoras. El estado de ánimo de la señora Murry cambiaba con frecuencia;
algunas veces reía, pero otras se levantaba y se iba a llorar en su cuarto. A la señora
Murry no le agradaba que la vieran así, por lo que estos momentos Judith solo los
intuía.
Convenció a su abuela para que la acompañara a escoger el papel tapiz,
discutieron el color y, así, la señora Murry, visitó su apartamento y ayudó a quitar el
papel viejo.
Cuando asistió a la cita con el director del banco para el que trabajó, éste fue
brusco; parecía saber la situación que vivía Judith y que no tenía otro lugar a donde
ir y se portó engreído. Su lugar lo tenía, pero no dejó claro el sueldo que le ofrecían,
en ningún modo cercano al que ganaba en Nueva York.
—Los salarios norteamericanos están en una escala diferente. Me temo que no
podremos igualar lo que ha estado ganando —y subrayó cuanto sabía de su
condición, al preguntar—: ¿Cómo está su abuela, ya se recupera de su lamentable
pérdida?
Aunque sonreía, Judith supo lo que él insinuaba; necesitaba el empleo si quería
permanecer en Londres con su abuela. No le sorprendió esta actitud y respondió que
quería unos días para considerar la oferta, así tendría tiempo para buscar algo más.
Estaba en posición ventajosa, conocía las finanzas norteamericanas, en especial la
neoyorkina, por haber trabajado mucho tiempo allí, y esa experiencia le daba

Nº Páginas 14—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

prestigio en Londres. Habría preferido continuar en la misma firma, pero no si le


bajaban el sueldo de una manera tan drástica y era tratada como esa mañana. Le
gustaba el método de trabajo de ese banco; segregaba adrenalina cada vez que tenía
que tomar una decisión donde era un riesgo ganar dinero. Esta era la manera de
conseguir una úlcera. Ella tenía el conocimiento suficiente para ganar dinero con
inteligencia en este mundo de grandes empresas. Estudió el mercado mundial todo el
tiempo y sabía, al ver los balances de las compañías, qué vender, qué comprar y qué
estaba devaluado o valía más.
—Soy eficiente en mi trabajo, no me gusta que me traten como a una escolapia
que pide un trabajo de mecanografía —dijo a su imagen reflejada en el espejo,
aquella tarde.
El espejo lo había comprado unos minutos antes. Se detuvo en una tienda y lo
trajo a casa por impulso; era de la temprana época victoriana, pesado y oval,
enmarcado con hojas de bronce.
—Conseguiré un trabajo mejor, no te preocupes —continuó su soliloquio.
Luego empezó a decorar el apartamento. Vestía unos jeans descoloridos y una
blusa vieja, arremangada hasta los codos. Estaba tan concentrada en su trabajo que el
timbre de la puerta la hizo brincar y la brocha que usaba le salpicó la cara de pintura
blanca. Se pasó una mano por la mejilla y fue a ver quién llamaba.
—¡Oh! Hola. ¿Qué haces por aquí? —dijo sin darse cuenta de que Baba estaba
acompañada por un hombre alto.
Baba respondió sonriendo:
—Llamé a tu abuela por teléfono, dijo que estabas aquí y nos dio tu dirección.
Tienes la nariz manchada de pintura.
Judith trató de sonreír. Baba usaba un inmaculado traje blanco, de tela muy
suave que se adhería a cada curva de su cuerpo; parecía no llevar nada debajo. Su
cabellera rubia caía en sus hombros aparentando descuido.
—¿Realmente decorarás el apartamento tú misma? —comentó mientras
caminaba hacia la sala e inspeccionaba el lugar. Judith la siguió y dejó la brocha que
tenía en la mano, para no ensuciar su ropa. Luke Doulton cerró la puerta y miró a
Judith. La lenta y burlona inspección que hacía de su persona, hizo que el color rojo
subiera a sus mejillas. Este iba a ser uno de esos días. ¿Qué pasaría hoy? Al pensar en
esto, recordó que tuvo la idea de pedir trabajo en la compañía de Luke Doulton, pero
esa idea se hundía en aquel momento. Era probable que él riera, ahora que la había
visto en tales fachas.
—Debería ofrecerles un café, pero…
Baba, quien inspeccionaba el lugar, la interrumpió:

Nº Páginas 15—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—No, gracias. No podemos entretenernos. Solo quería saber si te veré en la


fiesta esta noche.
—¿Fiesta? ¿Esta noche? —repitió y Baba dejó de hablar para mirarla.
—¿No recibiste la invitación? Yo misma la escribí y la envié junto con las otras.
—No recibí invitación alguna —aseguró.
—¿No? Qué irritante, debe haberse perdido en el correo o, tal vez, no tengo la
dirección correcta. Por favor, ven. La mayoría son invitados de Luke y quiero que
también estén amigos míos. Ruth estará feliz si vas con ella. Está un poco nerviosa;
nunca antes ha ido al Savoy.
Consciente de que Luke caminaba alrededor del cuarto, detrás de ella, mirando
el papel tapiz y las paredes a medio pintar, le era imposible pensar con claridad.
—Claro que me encantaría, desde luego.
Y antes de que pudiera agregar un pero, Baba exclamó:
—Eso es grandioso. Será una tarde maravillosa, ¿verdad Luke?
—Seguro —respondió con voz profunda.
Judith escuchó su acento de Nueva Inglaterra con sorpresa, lo que era absurdo.
Sabía que era norteamericano, pero se había acostumbrado tanto al acento inglés que
al escuchar ese acento familiar se asombró. Mientras lo miraba, él caminó hacia una
parte iluminada del cuarto; la luz lo bañó, dándole un brillo a su cabello castaño, con
destellos casi rojos. Se detuvo junto a ella. Era alto y usaba un traje gris oscuro, que
no evitaba que se notaran sus anchos y poderosos hombros. Era un hombre
impresionante. Baba parecía ser la indicada para estar con él.
—Judith acaba de regresar de Nueva York. Te lo había dicho, ¿no, querido?
Trabaja en un banco y es muy inteligente, sabe de inversiones y esas cosas.
Judith apretó la mandíbula, pero se vio forzada a sonreír cuando Luke la miró.
—¿No te vi antes en Schewitz y Quayle?
Ella asintió con la cabeza.
—¿Atiendes clientes? ¿Te transfirieron a la sucursal de Londres?
—Es probable, estoy pensando en ello.
Se sintió en desventaja con esos jeans descoloridos, la pañoleta cubriéndole el
cabello y la nariz sucia. Además de no ser bonita, su apariencia no debía inspirar
confianza en sus habilidades. Baba no debía haber mencionado nada sobre Judith; si
hubiera sabido que lo vería, se habría preparado; no le quería dar la oportunidad de
llamarla "mueble de oficina" otra vez.
—¿Quieres un cambio? —preguntó sonriendo.

Nº Páginas 16—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Ella lo miró: sus facciones eran duras y angulosas, la piel bronceada y la bien
formada boca tenía un gesto de cinismo. La última ocasión que lo vio sus ojos
miraban con furia al pobre de John. Ahora estaba relajado y parecía encantador, pero
solo un tonto podría olvidar que Luke Doulton era peligroso.
—¿Podrías encontrarle algún trabajo? —preguntó Baba, acomodándose en su
pecho como un gatito mimado.
Él la miró con sensualidad, pero Judith intuyó que no estaba enamorado. Ella
quería replicar: "Gracias, pero no tengo el menor problema para conseguir trabajo."
—Gracias por la invitación. Te veré en la fiesta —dijo mientras los encaminaba a
la puerta.
La siguieron, sus pasos sonaban fuerte, como suelen hacerlo en una casa vacía.
Luke sonreía y Judith se puso nerviosa; él se detuvo y la miró arqueando la ceja:
—¿Qué te parece si almorzamos juntos un día de estos y hablamos de tu
carrera? Tengo libre el viernes, ¿y tú?
Judith se sorprendió. No creyó que tomaría en serio la sugerencia de Baba. De
todos modos, no sabía si quería almorzar con él.
—Gracias, pero…
—¿El lunes es mejor? —interrumpió a Judith antes de que pudiera terminar la
frase.
Ella dudaba de su respuesta. Pensó que Baba lo empujó para hacer eso, pero
Luke Doulton no era un hombre al que se le empujaba a nada. Quizá hablaba en
serio y sería una entrevista de trabajo, con razones propias, las que no tenía relación
con Baba.
—Está bien, el lunes.
—A las ocho en punto en el Savoy, esta noche. No lo olvides —remarcó Baba
con una sonrisa que parecía dar a entender que se creía la responsable de la
invitación a almorzar.
Judith respondió:
—Gracias, Baba.
—Te veré por la noche —se despidió Baba y se alejaron. Cuando Judith cerraba
la puerta, ella regresó y dijo en secreto—: No le comentes a Luke lo de la película.
¿Me lo prometes?
Judith la miró con asombro; había olvidado la posibilidad que Baba tenía de
filmar una película. Se preguntó por qué lo mantenía en secreto para su prometido.
—Está bien.

Nº Páginas 17—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Lo había olvidado. No has visto el anillo. ¿Qué te parece? —Baba habló con
voz alta, para asegurarse de que Luke la oyera y le mostró una esmeralda enorme
rodeada de pequeños diamantes, montados en un anillo de oro.
—Es hermoso.
—Lo mantengo en secreto hasta que sea seguro —dijo con voz baja; luego
comentó—: Entonces, te veré a la noche.
Al volver a seguir pintando, pensó en la invitación de Luke Doulton. Era capaz
de hacer un buen trabajo, lo único malo era su sentido del humor y su
independencia; cosas que no eran apreciadas por los hombres con los que había
laborado. Aprendió a esconder su risa bajo una apariencia fría. Los hombres de
negocios son los menos capaces de reír de sí mismos, y no les agradaba que se rieran
de ellos, especialmente una mujer.
Esa tarde buscó en su guardarropa algo apropiado para la fiesta y eligió un
vestido rojo, de estilo romántico; las mangas llenas de encaje hasta las muñecas y un
escote bajo adornado con lazos blancos. Lo compró en Nueva York en una pequeña
boutique de la Quinta avenida.
Se dio un baño para relajarse y cuando se vestía sonó el teléfono. La señora
Murry contestó y luego le dijo:
—Es Ruth, dice que si quieres que pasen por ti.
—Me encantaría. Así puedo emborracharme.
—Espero que estés bromeando —comentó la señora Murry con un gesto
desaprobatorio.
Pasó mucho tiempo maquillándose y peinándose; ningún esfuerzo, por grande
que fuera, la haría parecerse a Baba, pero quedó satisfecha del resultado. Su cabello
caía suave y sedoso sobre sus hombros, curvándose hacia adentro en el cuello; sus
ojos oscuros tenía más brillo con una sombra café. Con cuidado, agregó color a su
rostro: rubor en las mejillas y lápiz labial rojo.
Se sintió aliviada por asistir con Ruth y David. No le agradaría ir sola. Sonó el
timbre de la puerta, se miró por última vez y salió del cuarto. Ruth hablaba con la
señora Murry en la sala y ambas se volvieron para mirar a Judith.
—Estás resplandeciente —dijo Ruth.
Era muy amable, pero Judith era realista y la idea que tenía de sí misma no
cambiaba los cumplidos. Cuando era adolescente, miraba con frecuencia su imagen
en los espejos y deseaba que hubiera una poción mágica que la cambiara; era una
muchacha delgaducha y fea. Con el tiempo, ella podía parecer interesante e, incluso,
atractiva. Pero eso era todo. Cuando recibía un cumplido, lo ponía bajo el
microscopio de su inteligencia y no lo creía. Podría no ser hermosa, pero tampoco era
tonta y no permitía que nadie la engañara.

Nº Páginas 18—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Es afortunada Baba de que tú estés casada, de otra forma, Luke se enamoraría
de ti —dijo Judith bromeando.
Ruth sonrió al mirar su vestido amarillo con satisfacción; aún conservaba su
atractivo. Cuando entraron en el coche, David se volvió a Judith desde el asiento del
conductor.
—Mírame, me han hecho vestir como pingüino. ¿Por qué las mujeres no pueden
divertirse, a menos que hagan que los hombres estén por completo incómodos?
—Estás guapo. Todas las chicas se enamorarán de ti a primera vista.
—Ten cuidado con lo que dices —comentó Ruth mientras David encendía el
motor, sonriendo.
—Está preocupada; puede que tenga una noche maravillosa… si puedo
competir con Luke Doulton, y no hay oportunidad, no tengo un billón de libras en mi
cuenta bancaria. Es increíble lo afrodisíaco que es el dinero.
—No seas cínico. También es muy guapo. Lo es y no lo puedes negar, ¿verdad,
Judith?
—No está mal —respondió Judith.
—¿Cómo puedes decir eso? Baba dijo que todas las modelos están celosas de
ella. Y no por su dinero, él les encanta. Ella lo dijo.
—Vamos, cariño. Si él fuera un enano calvo como un huevo, de todas formas
tendría a las mujeres a su alrededor. Admito que es un hombre agradable y fue
amable cuando vino a visitarnos. No tengo nada personal en su contra, pero no
esperes que lance bravos, porque me niego.
David parecía enfadado y Judith se preguntó si estaría harto de escuchar a su
esposa hablar de Luke. Sin duda, algo más le había llamado la atención. Era atractivo
y no tenía razón para estar celoso. Siempre fue un hombre reservado que tendía más
a ver lo que ocurría que a involucrarse.
—Odio las fiestas grandes —dijo mientras el coche avanzaba. El tránsito era
pesado a esa hora del día, mucha gente se dirigía a los teatros. Judith miró la amplia
avenida y los anuncios de neón.
—Trataré de estacionar el coche. Será mejor que las deje en el Savoy y las
alcance luego.
—Será lo mejor; no sería capaz de caminar mucho con estos zapatos —advirtió
Ruth, quien usaba unas zapatillas con altísimos tacones.
David las dejó frente al lujoso hotel.
—Las veré pronto —dijo mientras se mezclaba en el tránsito. Cuando entraban
en el hotel, Ruth murmuró:

Nº Páginas 19—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Estoy muy nerviosa, ¿y tú? No pareces, supongo que en Nueva York te


acostumbraste a lugares como éste.
Judith miraba alrededor y un empleado se acercó sonriente.
—¿Puedo ayudarles, señoritas?
—Sí. Somos invitadas a la fiesta del señor Doulton —respondió Judith y la
sonrisa del hombre se amplió.
—Desde luego, señorita. El señor Doulton ocupa una de nuestras suites
privadas, enviaré a un botones para que las guíe. El guardarropa está aquí abajo,
¿quieren dejar sus abrigos?
Judith miraba a su alrededor, mientras Ruth estaba en el tocador empolvándose
la nariz. El lugar tenía decoración de los años veintes. Escucharon los ruidos de la
fiesta antes de llegar. El salón ya estaba atestado y, a primera vista, Judith se dio
cuenta de que conocía a algunos de los asistentes. Era gente muy rica, que aparecía
en el periódico: financieros, directores de cine, etc. Bueno, ¿esperaba que Luke
Doulton invitara a gente sin importancia a su fiesta? Al pensar en esto sonrió con
cinismo.
—Hola —dijo Luke, atrapando la sonrisa antes de que desapareciera—. Ojalá te
diviertas.
Sus ojos grises parecieron burlarse y el ambiguo tono de su voz parecía decir
que lo dudaba mucho.
—Estoy segura de encontrar mucha diversión.
—Déjame presentarte a algunos amigos.
—No, por favor. Así está bien.
Baba, que hablaba con Ruth a poca distancia, se volvió y sonrió. Los ojos le
brillaban. Judith miró su ajustado vestido de seda; los brazos bronceados resaltaban
por el color blanco de su atuendo. Ella no se hubiera atrevido a usar un vestido tan
ceñido, se necesitaba una figura como la de Baba. Pero… ¿cómo le haría para
caminar?
—Estás bellísima —comentó Judith y Baba sonrió deleitada.
—Tú también, ¿verdad, Luke?
La recorrió con la mirada de pies a cabeza y luego dijo:
—Sí. Durante un segundo pensé que no era conveniente presentarla a mis
amigos casados, no me gustaría arruinar sus matrimonios.
Baba se rio, pero Judith no se sintió halagada. Él no era sincero, mas no lo
dejaría burlarse de ella.
—No soy una destructora de hogares.

Nº Páginas 20—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Miró alrededor y pensó que no había ningún hombre interesante, pero entonces
descubrió un rostro que le parecía conocido. Ella lo miró y se dio cuenta de que él
también lo hacía. Judith se volvió hacia Ruth.
—Hola. ¿Nos habíamos visto antes? Era el hombre de hacía un momento.
—Hola. A mí también me parece conocido.
Era un hombre esbelto, de hombros anchos, linda sonrisa y ojos cálidos. Tendría
unos cuantos años más de treinta. No era guapo, pero a Judith le gustó desde el
principio.
—Soy Robert Gordon. Tú trabajas para Schewitz y Quayle, ¿verdad? Me temo
que no recuerdo tu nombre.
—Judith Murry. ¿Dónde nos conocimos? Él le tendió la mano.
—John Atkins trabajó para nosotros cuando mi compañía se hizo pública, hace
cuatro años. Te vi muchas veces, cuando John discutía con nosotros sobre finanzas.
Era una labor que el banco hacía con frecuencia, pero Judith no lo recordaba. La
ocasión debió ser más importante para él; en cambio para ella fue algo de rutina.
—¿Conoce a alguien aquí, señor Gordon?
—Robert. Llámame Robert. No, en realidad no conozco a nadie; por eso me dio
gusto verte. Por lo menos sabía quién eras y tenía excusa para acercarme a hablarte.
Ella respondió, riendo:
—Sé cómo te sientes; nosotras también nos preguntábamos cómo pasaríamos la
noche.
—Debiste traer a tu novio —comentó al mirar que no traía anillo en el dedo.
Sus ojos se encontraron y Judith sonrió, forzada. Él estaba tratando de que le
dijera, pero no le dejaría averiguar nada.
—Tú también estás solo —intervino Ruth—. ¿No tienes esposa, Robert?
Judith quiso darle un puntapié. Él sonrió, moviendo la cabeza. Ruth se volvió a
Judith con una sonrisa amplia y parecía decir con los ojos: "Está libre, puedes tenerlo,
si quieres". Debía pensar que estaba desesperada por encontrar novio.
—Oh, aquí está mi esposo. ¿Me disculpan?
Judith se quedó incómoda e irritada; Ruth fue obvia al dejarlos solos.
—¿Cómo está John Atkins? Me enteré que había ido a los Estados Unidos —
preguntó Robert.
—Los dos nos fuimos a los Estados Unidos; él está trabajando muy bien en
Nueva York.
—¿Por qué regresaste? ¿Un empleo mejor?

Nº Páginas 21—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Mi abuelo murió. Obligaciones familiares; ya sabes.


—¿Dónde trabajas ahora?
—Estoy estudiando las ofertas que he recibido.
—Si sigues aceptando ofertas, debes ir un día de estos y hablar conmigo.
Estamos interesados en alguien con experiencia y tú debes ser una experta en el
mercado norteamericano.
Robert sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta y se la dio.
—Llámame y saldremos a almorzar juntos, aun si no estás interesada en el
trabajo. Me gustaría hablar contigo en un lugar más silencioso que éste —dijo
recorriendo con la mirada el salón.
La curiosidad aumentó cuando leyó el nombre en la tarjeta; ahora lo recordaba.
Lo conoció cuando su firma tuvo tanto éxito que necesitaban capital para ampliarse y
hacerla pública. A juzgar por su situación actual en el mercado, el éxito había
continuado.
—Gracias —contestó aceptando la tarjeta.
Robert la miró a la cara.
—Hablo en serio. Mira, mejor dame tu número de teléfono y yo te llamaré. De
otro modo, puede que lo olvides.
Ella rio.
—No lo olvidaré.
—¿Prometido?
Se acercó a Judith y la miró con algo que era mucho más que un interés de
negocios. Sus facciones eran duras, pero su buen humor y la calidez de sus ojos las
desmentían; usaba el cabello muy corto y tendía a curvársele en la frente. A Judith le
gustó lo que veía y sonriendo dijo:
—Prometido.
Ruth y David se acercaron más tarde; era evidente que ella creía que los había
dejado solos el tiempo suficiente y estaba aburrida de mirarlos desde lejos; ahora
quería saber cómo se estaban llevando. Judith tuvo la impresión de que Robert sabía
lo que Ruth tenía en mente. Mientras Ruth los observaba para encontrar algo en ellos.
Robert miraba a Judith, sonriendo. Parecía complacida, no sabía de qué reían, pero
creyó que era por bromas íntimas, y eso era maravilloso; su pequeña conspiración
había funcionado. No podía creer que Judith se sintiera feliz trabajando en el banco,
quería verla casada. Ella era dichosa en su matrimonio y no podía imaginar otra
forma de serlo, y Judith, en algunas ocasiones, pensaba si no tendría razón. Pero
estaba lejos de desear casarse solo para buscar su seguridad; ella debía estar segura

Nº Páginas 22—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

de que no se aburriría de alguien y no dejaría de amarlo. Ese era un sentimiento que


ninguno de los hombres que había tratado logró despertar.
Mirando el salón encontró a Baba y deseó que hubiera tomado una buena
decisión, que no se sintiera atraída por el dinero y las posesiones de Luke Doulton;
porque si lo eligió por eso, iba a ser muy infeliz cuando despertara y se diera cuenta
de que no eran la base para una relación duradera. Una vez que se acostumbrara al
estilo de vida de Luke, iba a descubrir la persona que habitaba bajo ese brillo. Bueno,
tal vez él fuera tan encantador y atractivo como parecía; o quizá no. Tenía que ser un
hombre duro para sobresalir en un medio que es casi una jungla. ¿Un hombre como
éste haría feliz a Baba? Quizá fuera exactamente el tipo de mujer que estaba
buscando; después de todo, ella tenía un temperamento dulce y no causaría
problemas; era fácil vivir con ella y él debía estar harto de los problemas que
ocasionan los negocios. Puede ser que lo que vio en Baba era la promesa de una vida
tranquila, para no mencionar su belleza. La combinación de belleza y dulce
temperamento de Baba era muy rara y Luke Doulton, al parecer, quería una mujer
excepcional.
Mientras Judith los miraba, Luke hablaba con una recién llegada; una mujer alta
y elegante, como de treinta años, con el cabello sedoso arreglado en un moño y
adornado con un broche de perlas. Su vestido era negro y elegante. Tenía una ligera
arrogancia en sus facciones, los pómulos altos, la nariz perfecta y delicada, y una
boca carnosa. Judith se preguntó de qué hablarían. Baba no parecía feliz, más bien
preocupada, y aunque no podía ver el rostro de Luke notó lo tenso de los músculos
de su cuello.
—Me pregunto ¿quién es ella? —dijo Ruth al mirar la expresión de Baba.
Robert contestó, seco:
—Es la asistente de Luke, Caroline Rendell. Siempre se rodea de mujeres
hermosas —sonrió a Ruth al recordar que era la hermana de Baba—. En estos
tiempos es importante que las personas que atienden a los clientes causen buena
impresión.
—Baba dijo que la asistente de su prometido era bonita —murmuró casi para sí
Ruth.
Judith miró el gesto duro de Caroline; sonreía, pero solo en apariencia, pues no
había nada de placentero en su sonrisa. Parecía que la chica decía algo amargo.
—No me cae bien —comentó Judith y preguntó a Robert—: ¿La conoces?
—Yo la he conocido, pero parece que ella no me ve. Me ignora, parece que no
llego a su nivel. Para ser notado por la señorita Rendell necesitas ser multimillonario.
Judith sonrió.
—Te creo.

Nº Páginas 23—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Era la impresión que tuvo de Caroline Rendell, parecía fría y ambiciosa. Ahora
parecía enfadada con Luke, pero trataba de aparentar lo contrario. Era clara su
inteligencia, pues aunque no conocía bien a Luke, sabía que él no sería amable con
alguien que lo hiciera sentirse incómodo o avergonzado.
Judith volvió a mirar al pequeño grupo y vio como Caroline se acercaba a Luke,
quien la miraba de frente y sintió lástima por Caroline; era la mirada que ella sintió
en el banco. Él escondía su rabia con dificultad. Caroline había cometido un grave
error; lo que hubo entre ella y Luke no aseguraba que se casarían. Y hacerle una
escena, aunque fuera discreta, no cambiaría su decisión, solo lo enfadaba.
Un poco después, él y Baba se acercaron, trayendo a un grupo de gente con
ellos. Judith y Robert se separaron para hacer sitio a los invitados; eran las hermanas
de Luke y sus respectivos maridos. Todos sonreían; las hermanas de Luke eran más
jóvenes que él. La mayor, Paulina, tendría unos treinta y tres años, pero parecía más
joven; su cabello era rojo, su piel muy blanca y los ojos verdes, rodeados de gruesas
pestañas.
—Qué vestido tan encantador. Querida, ¿cómo le haces para caminar? —le
preguntó a Baba. Judith dejó de sonreír; era la pregunta que ella se hizo antes, pero
no se atrevió a formular. Cuando Baba iba a contestar, la otra hermana intervino para
suavizar la situación:
—¿Quién lo confeccionó?
A Judith le agradaba más esta hermana, Angela. Se parecía a Luke en el color
del cabello, la forma de las cejas y los mismos ojos grises. Estaba embarazada y Baba
preguntó:
—Es tu segundo nene, ¿verdad?
—El tercero, querida.
Paulina solo tenía un hijo de doce años que siempre estaba internado. Pontificó
con rudeza:
—Un hijo es suficiente. Tres, es una ridiculez —luego se dirigió a Judith—. Así
que eres una experta inversionista. Debes ser muy inteligente.
El comentario parecía una acusación; Judith sintió la mirada de Luke,
seguramente para ver cómo reaccionaba.
—Sí, lo soy —dijo con valentía y Luke sonrió con disimulo. Además, agregó—:
No todas tenemos cerebros de cacahuete.
Pauline la miró con estupefacción.
"Bueno, por lo menos, me estoy divirtiendo esta noche", pensó Judith.

Nº Páginas 24—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 3
El lunes siguiente, Judith almorzó con Luke Doulton en un pequeño
restaurante; ella creía saber la razón por la cual la había invitado a conversar:
después de que el banco Schewitz y Quayle tomó la responsabilidad de su compañía
y erró, Luke se encontraba en su contra y no le extrañaría que mencionara una larga
lista de los yerros de la firma para la que trabajaba. Pero no le permitiría usarla para
una conspiración; los años que trabajó en ese banco le permitían saber mucho de sus
finanzas y clientes. Si Luke planeaba algo, seguro pensó que ella era una excelente
herramienta. Sin embargo, a ella no le gustaba la idea de ser utilizada con tal
propósito, tenía lealtad para la firma.
Cuando llegó, él estaba sentado en el pequeño bar circular, junto al restaurante.
Se saludaron y ella notó la calidez de sus manos, eran grandes, con dedos largos,
ligeramente ensombrecidas por finos vellos oscuros. Él vestía un traje formal, con
una camisa azul y corbata de seda gris perla.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó mientras aparecía el camarero con las
minutas.
"Será mejor que no beba nada, necesitaré toda mi energía y concentración",
pensó Judith.
—Tomaré un vaso de vino.
—Espero que no te hayas aburrido en la fiesta. Vi que charlabas con Robert
Gordon. Es cliente del banco para el que trabajabas, ¿verdad?
—Sí. ¿La comida es buena? —preguntó al abrir la minuta y notó cómo
reaccionaba a la evasión de su pregunta.
Él aceptó el cambio y revisaron el menú mientras tomaban sus bebidas.
Judith salió con Robert el domingo. Cuando la llamó dijo: "Nada de negocios", y
ella se rio. Disfrutó de esa noche, charlaron de los Estados Unidos, de los hoteles que
conocían y de las ciudades que amaban u odiaban. Robert viajaba mucho y su
compañía era agradable.
Cuando terminaron sus copas se encaminaron al restaurante. Judith estaba
consciente de las miradas que atraían. Luke era muy conocido y la fiesta que dio con
motivo de su compromiso salió en todos los periódicos. En la prensa, la fiesta
aparecía más excitante y divertida de lo que fue en realidad. Al parecer, los
periodistas vieron cosas que ella no.
Sabía que no la confundirían con su prometida, pues vestía un traje de lana gris
muy formal. Nadie sospecharía que Luke Doulton tenía interés en ella.
—Acabo de perder a mi asistente personal.

Nº Páginas 25—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Su tono de voz era frío y desapasionado. Si Judith no hubiera sido testigo de la


pequeña escena en la fiesta, nunca hubiese imaginado lo que escondían sus palabras.
Sonrió levemente para sí. Luke no pensó demasiado al despedirla; cuando alguien ya
no le servía o molestaba, cortaba de una vez por todas con ella.
—¿Dije algo chistoso? —preguntó, tomándola por sorpresa.
—Claro que no.
La miró un momento en silencio.
—Tienes una mente muy interesante —dijo Luke, sorprendiéndola de nueva
cuenta.
—Gracias.
—¿Quieres el trabajo?
Era un asalto frontal. Aunque ella intuía que lo preguntaría, no lo esperaba tan
pronto y sin preliminares.
—¿De qué se trata?
—Un salario doble de lo que te ofrezcan actualmente —dijo. Cuando hacía una
oferta, era con estilo bastante propio.
—¿Podríamos hablar del trabajo antes que el salario?
—Tienes las cualidades que necesito, eres inteligente o no estarías trabajando en
lo que haces. Es obvio que puedes trabajar por tu cuenta y eso es bueno. Cuando yo
tenga que salir de viaje, quiero que te hagas cargo de la situación en Londres. Me
gustaría que me mantuvieras informado de lo que sucede aquí. El trabajo es más
variado que lo que has estado haciendo; aunque la mayoría del tiempo estarás en
inversiones, hay muchas cosas más. Podrás hacer informes confidenciales de las
compañías que me interesen. Para ser breve, tú serás mis ojos y oídos en Londres y,
algunas veces, también mi mente.
Él no mencionaba nada de Schewitz y Quayle y ella pensó en hacer referencia a
ellos; empero, decidió esperar para que dijera lo que tenía que decir. Lo escuchaba
mientras comía su estofado de carne, cocinado con vino y crema. Él hablaba y
encontró la forma de comer su filete mignon al mismo tiempo. Judith hizo preguntas y
consiguió respuestas claras y precisas, pero la antigua compañía para la que
trabajaba no fue aludida. ¿Imaginó la hostilidad que sentía por ellos? ¿O era
cuidadoso, al no mostrar sus verdaderos intereses?
—Tienes tres días para decidir —apuntó mientras tomaban café—. Después
tendré que buscar a alguien. Si no aceptas tendré un grave problema, pues mi
asistente no trabaja más.
—Ya veo —comentó con una sonrisa.

Nº Páginas 26—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

¿Renunció Caroline Rendell o él la despidió? se preguntó ella. Debe estar loca al


permitir que sus emociones arruinen su carrera, pero quizá ya tuviera otro trabajo.
Su experiencia con Luke Doulton la hacía un prospecto para otras compañías y
rivales.
—Llámame el jueves por la mañana —miró su reloj—. Tendré que irme pronto,
podemos tomar otro café.
Él se volvió para hacerle una seña al camarero y sus ojos se detuvieron en una
chica que caminaba en el restaurante. Judith pensó: pobre Baba, no parece muy fiel.
El camarero se apresuró a servir las tazas y Luke la sorprendió con el gesto de
preocupación.
—¿Pasa algo malo?
No tuvo que contestar, pues el camarero terminó de llenar las tazas y él olvidó
la pregunta. Minutos más tarde, él firmaba la cuenta y se fueron.
—Mi coche está afuera; si no te molesta, te llevaré a tu casa. Pero primero
tendrás que acompañarme a mi oficina. Luego, el chófer te llevará a donde quieras.
Entraron en el enorme y plateado automóvil y el encendió un cigarrillo.
—Deberías usar el color rojo más seguido. Me gustó el vestido que llevaste a la
fiesta; esa clase de vestidos te favorecen.
Rodaba el cigarrillo entre el índice y el pulgar mientras la examinaba con
frialdad.
—Estás muy delgada. ¿Llevas dieta? No la necesitas.
—Gracias por el consejo —respondió enfadada.
—Si vas a trabajar para mí, siento que tengo unos derechos sobre tu apariencia.
—¿Ah, sí? —dijo dejando claro que no estaba de acuerdo—. Todavía no me
decido. Tengo otras ofertas que considerar.
—Aceptarás la mía.
—¿Sí? ¿Por qué tan seguro?
—Te necesito y siempre consigo lo que quiero.
El auto se detuvo frente a un rascacielos lleno de oficinas. Luke sonrió y bajó del
coche, diciendo:
—Espero tu llamada el jueves.
El coche la llevó a su apartamento. Cuando estuvo sola, se sentó en un paquete
de cosas que habían llegado de Estados Unidos. El lugar todavía no era habitable,
pero imaginaba que terminaría de decorarlo pronto. Recordaba lo que Luke había
dicho. Estaba tentada, tenía que admitir que el salario era bueno y el trabajo parecía
fascinante. Tomaría grandes responsabilidades: eso no la asustaba, le gustaba el tipo

Nº Páginas 27—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

de trabajo donde pudiera desarrollar su intuición. Tenía dos problemas reales: uno
era Luke Doulton. No quería que le gustara, pero, a su pesar, le gustaba. El otro era
que no estaba segura de que no querían utilizarla en contra de su antigua compañía.
Si tuviera la certeza de que él no tenía eso en mente, tomaría el trabajo sin pensarlo
dos veces. La atracción por Luke no importaba demasiado; aun cuando ella fuera una
chica que le importara un comino saber que él tenía dueña, nunca se fijaría en ella.
No estaba en su lista, se necesitaría ser muy bella para que él volviera los ojos.
Había algo más que no le agradaba; la forma en que dijo: "Te necesito y siempre
consigo lo que quiero". Era una revelación de cómo trabajaba y no la sorprendió la
confianza que tenía en su encanto personal; su arrogancia era visible todo el tiempo.
Pensó en Luke como si viera una hoja de balance de un banco: era cínico y no dudaba
cuando quería conseguir algo, ya fuera una mujer como Baba o un negocio que lo
hiciera más rico. Disfrutaba de ciertos rasgos de su carácter, como la sorpresa que le
dio cuando charlaban; la había tratado con más respeto que otros hombres. No le
importó que fuera mujer y habló en los términos correctos; ese era un factor valioso.
De todos modos, tendría que pensar muy bien antes de decidir. Para cuando fue a
comer con su abuela, lo había resuelto: tomaría el empleo que le ofrecía.
El día siguiente almorzó con Robert; discutieron del trabajo que su compañía
podía ofrecer y ella deseó que el sueldo fuera mejor que el propuesto por Luke,
empero, no fue así y tuvo que negarse a aceptar.
—Entonces, ¿regresarás a Schewitz y Quayle?
—Lo dudo.
No se atrevía a mencionar el empleo ofrecido por Luke Doulton.
—Juegas sin dejar ver tus cartas. Bueno, de cualquier modo, ¿me dejarás
invitarte al teatro la semana que viene? ¿Estás libre el martes?
Judith aceptó. Le gustaba Robert y deseaba volver a verlo. La noche del
miércoles, Judith escuchaba un disco cuando sonó el teléfono; contestó ella, pues su
abuela se había ido a dormir por un dolor de cabeza.
—¿Judith? —Baba parecía preocupada.
—Hola, Baba, ¿pasa algo malo?
—Quisiera hablar contigo ¿Puedo ir a tu casa ahora?
—Sí, claro. Son más de las nueve. ¿Cuánto tardarás en venir?
—Como media hora. Es inconveniente, ¿verdad? Lamento ser una molestia.
—No digas tonterías. Ven. —Judith colgó, preocupada; terminó de escuchar el
disco y fue a la cocina a preparar café. Baba debía tener una razón muy poderosa
para hablar con ella. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Por qué no confiaba en Ruth, que era
su hermana mayor?

Nº Páginas 28—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Llamaron a la puerta y Judith abrió. Se encontró a Baba con un vestido de ante


azul; parecía agitada.
—¡Oh! Lamento molestarte a estas horas de la noche.
—No te preocupes; preparé café.
La siguió a la cocina y Judith le sirvió una taza.
—Vamos a la sala, allí estaremos más cómodas.
—No me quedaré mucho tiempo. —Baba la siguió a la sala con la taza de café
en la mano y una visible urgencia en el rostro.
—¿Recuerdas la película que te había comentado? Pues quieren que haga una
prueba; me llamaron anoche y me pidieron que fuera a California mañana. No sé qué
voy a hacer.
—¿No puedes ir? ¿Tienes otro trabajo?
—No es eso, es a Luke a quien no le gustará la idea, cuando se lo diga. Quiere
que deje de trabajar, una vez que nos casemos. No querrá que participe en la
película.
—No pensé que fuera tan anticuado, me pareció que le gustaban las mujeres
que trabajan. Quizá piensa diferente respecto de las mujeres en general y de su
pareja.
—No es eso, es solo que quiere tener familia de inmediato. Desea tener hijos.
—Y tú, ¿qué respondiste?
—Pensé que era dulce. Le dije que no me molestaría, yo también quiero tener
hijos. Pero no sabía de la película. Empiezo a aburrirme de ser modelo. Me gusta la
idea, de tener hijos, pero ahora…
—Crees que es mejor hacer la película.
—Sí, ese es el problema y no me atrevo a hablar con Luke de la prueba. Sin
embargo, no puedo dejar pasar esta oportunidad. No sé qué hacer.
—Dile y ve a hacer tu prueba. Eso es lo que quieres, ¿no?
—Es muy fácil para ti. Tu carrera te importa más que cualquier cosa. No
dudarías entre tu trabajo y un hombre —dijo Baba suspirando.
Las cejas de Judith se arquearon. No le gustó eso, pero no discutió.
—Luke me dijo que te ofreció el trabajo de Caroline ¿Lo aceptarás?
—Aún no me decido —no dijo la verdad.
—¡Oh! Si lo aceptas, podría irme a California sin preocupación. Estoy asustada;
si supieras lo que ella me dijo el día de la fiesta —la voz de Baba temblaba y se
mordía un labio—. Ella dijo…

Nº Páginas 29—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Me lo imagino —interrumpió Judith con rapidez—. Pero no te preocupes, es


tonto que lo recuerdes. Lo que dijo fue para herirte con deliberación y, si lo permites,
tendrá éxito.
—Ellos tuvieron una aventura; Luke no lo negó.
—Pero él va a casarse contigo, no con ella.
—Porque él quiere niños y ella no. Eso es lo que dijo.
Judith la miró sorprendida.
—¿Eso te dijo en la fiesta? ¡Qué mujer!
Ahora sabía por qué Luke parecía tan enfadado. Seguro que Caroline fue
despedida a las pocas horas de eso.
—Ella dice que Luke se quiere casar conmigo, solo para tener hijos. Le prometió
a su madre que tendría nietos muy pronto y que se dedicaría a buscar a la esposa
adecuada. Y yo fui la primera que apareció.
Baba fruncía el ceño.
—Bueno, no lo dijo exactamente así. Al principio, actuó como si bromeara, pero
no era divertido. Declaró que Luke había estado enamorado de ella y que se habrían
casado si hubiera aceptado tener hijos. Yo estaba avergonzada y él habló muy bajo, ni
siquiera pude oír. Ella se marchó; ni aun entonces él negó lo que Caroline dijo,
alguien llegó y no volvió a mencionarla, hasta que me contó que te había ofrecido su
puesto. Por eso, te suplico que tomes el empleo o él puede pedirle que regrese.
—Lo dudo mucho.
Luke Doulton no parecía un hombre que diera dos oportunidades y Caroline
había destruido cualquier esperanza. Baba continuó:
—O puede aceptar una chica como ella…
—No pareces muy segura de él.
—Sí lo estaba, hasta que… No me atrevo a preguntarle si es verdad lo que ella
dijo. No puedo evitar pensar que él quiere casarse conmigo solo para tener niños. No
soy estúpida, sé que hubo muchas chicas antes que yo en su vida, pero eso es parte
del pasado; me pregunto si será igual después.
—¿Estás insinuando que estás reconsiderando el casarte con él? —Judith la
miraba tratando de adivinar qué había detrás de sus palabras. ¿Por qué la escogió a
ella para decir todo esto? ¿Por qué no había ido con Ruth?
—Estoy loca por él. Es muy atractivo, tienes que reconocerlo aun cuando no sea
tu tipo de hombre.
Lo que quiso decir, era: aunque tú no seas su tipo. Luke Doulton quería
emplear su mente, pero nunca la vería como mujer. Saberlo le provocó una sonrisa.

Nº Páginas 30—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Por favor, acepta el trabajo. Si tú estás allí, me será más fácil ir a California. Sé
que tú no me traicionarías.
—Gracias —respondió con tono seco. Baba estaba tan enfrascada en sus
problemas que no se dio cuenta de que sus palabras insultaban a Judith.
—¿Hablarás con él acerca de la prueba, antes de irte?
—Solo le diré que iré a trabajar como modelo, está acostumbrado a que salga a
modelar. Si paso la prueba se lo diré, pero, hasta saber los resultados, guardaré el
secreto. ¿Aceptarás el empleo?
—Quizá. Es probable —contestó Judith y Baba levantó el bello rostro con alivio.
—Eres un ángel, solo mantén lejos a Caroline Rendell. No solo es bonita,
también es inteligente. Avísame si sale con ella.
—Me estás pidiendo que lo espíe. No me gusta esa idea, Baba, si no confías en
él no deberías casarte.
—En quien no confío es en ella. Debo irme. Hace frío esta noche, ¿no te parece?
Baba se puso de pie temblorosa y cuando iba hacia la puerta, Judith le
preguntó:
—¿Por qué no le comentaste esto a Ruth?
—¿Ruth? Ella se preocuparía por mí; en cambio, tú eres tan madura que nada te
preocupa. Solo escuchas y eres objetiva. Ruth se dejaría envolver fácilmente, no
podría hablar con ella con sinceridad.
No sabía sí esas palabras la halagaban; la hacían parecer muy fría, pero, tal vez,
así era como ella la veía. Baba fue siempre feliz y sin preocupaciones. Quizá no
quería que Ruth la viera de otra manera. Parecía que Luke Doulton hacía que Baba se
preocupara; nunca antes estuvo tan seria. Judith no la había visto tan cercana a las
lágrimas, por eso estaba asombrada; era una Baba nueva y no le gustaba esta
transformación.
Judith llamó al día siguiente a Luke para aceptar el trabajo.
—Qué bien. ¿Podrías comenzar el próximo lunes?
No parecía demasiado contento o asombrado con la aceptación y ella decidió
estar tan calmada como él.
—Sí.
—Tendré que pasarme la mañana enseñándote esto. Mi anterior asistente dejó
todo en completo desorden. ¿A las nueve en punto en mi oficina?
—Sí.
—¿Podrás ver a mi representante legal durante la semana? Para arreglar el
contrato.

Nº Páginas 31—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Haré una cita —dijo y lo escuchó reír.


—Eres una chica extraordinaria —señaló antes de colgar.
En el departamento legal fueron muy amables y Judith se pasó la mañana
discutiendo algunas cláusulas. Tomaron en cuenta sus peticiones y el viernes el
contrato estaba listo para ser firmado.
La tarde del sábado salió con Robert. La invitó a comer y luego a bailar, era la
segunda vez que se citaban y la señora Murry se interesó mucho en él.
—¿Por qué no lo invitas a comer una tarde? —sugirió y Judith bromeó.
—¿Qué es lo que estás planeando? ¿Preguntarle cuáles son sus intenciones?
Vamos, abuela, dos citas en una semana no significan una boda futura.
—¿Quién pensó en ello? Es solo que me gustaría conocer a tus amigos.
Pretendió parecer indignada y Judith sonrió.
—No me engañas, eres una romántica.
Sí le gustaba Robert, pero apenas lo conocía y no quería convertir una agradable
amistad en un romance. No quería que el pobre Robert se asustara cuando su abuela
hablara de bodas.
—Eres muy atractiva —comentó su abuela esa tarde, mientras estudiaba el
vestido que se había puesto para la cita.
—Sé cómo soy.
—Te subestimas, culpo de ello a tu madre. No debió dejarte sola tanto tiempo.
Estás tan acostumbrada a hacer tu vida que no te das cuenta de lo que estás
perdiendo —dijo su abuela con impaciencia.
—Robert no es mi primer novio. Por el amor de Dios; ya me divertí mucho en
Nueva York.
En una ocasión visitó a su familia en Boston con uno de sus amigos. Fue un fin
de semana desastroso: su padrastro fue descortés y su madre se la pasó hablando de
bodas. Tuvo la idea de que Judith había ido a anunciar su boda. Tuvo que
desmentirla cuando estuvieron solas, pero para entonces, el fin de semana ya era un
fracaso; se sintió avergonzada y su novio nervioso. Durante el tiempo que estuvo en
Nueva York, visitó poco a su familia, no podía evitar sentirse una extraña.
Mientras bailaban, esa noche, Judith pensó que debía invitarlo a conocer a su
abuela. Era uno de los hombres más encantadores que había conocido en años; tenía
facilidad de palabra y contaba lindas historias de sus viajes. Ella sabía ya que estuvo
casado hacía diez años y que su esposa murió de una extraña enfermedad tropical
que contrajo en unas vacaciones en la India. Robert admitió que se sintió culpable
durante mucho tiempo y que no quería casarse otra vez. Su matrimonio fue tan corto
y tan feliz que quedó con un sentimiento de amargura.

Nº Páginas 32—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿Te has recuperado de todo eso? —le había preguntado con simpatía.
Robert asintió con la cabeza.
—Algunas veces me parece que todo le ocurrió a otra persona. Lo recuerdo,
pero ya no siento dolor. Fue muy malo, mientras duró; no me gustaría sentirlo otra
vez. Estuve como encerrado en un cuarto sin puerta ni ventanas, no podía ver ni oír
nada. Fue apenas hace dos años cuando empecé a vivir otra vez y no recuerdo nada
de lo que ocurrió hasta entonces.
Mirando su rostro alegre y despreocupado, no pudo imaginárselo durante esas
crisis. No dudaba de su sinceridad, el hecho de que su dolor fuera inesperado lo hizo
más cruel. Era la preocupación que tenía por Baba, alguien tan alegre y de naturaleza
tan dulce era más susceptible al dolor que alguien que se había acostumbrado a él.
Baba no conocía la pena, nada la había lastimado hasta ahora, ¿podría sobrellevarla?
El club estaba iluminado con poca luz, las mesas pegadas a la pared y no se
podía ver la cara de la gente que estaba sentada allí. Era alto el volumen de la música
y las luces de colores titilaban.
—No padeces migraña, ¿verdad? —le preguntó Robert con ansiedad.
—No. ¿Por qué?
—Estas luces agudizan el dolor. Mi esposa las padecía… Hizo una pausa y la
atrajo hacia sí.
—Me gusta tu perfume ¿Cuál es? —comentó cambiando el curso de la charla.
—Patou. Es caro; fue un regalo de mi último cumpleaños. Lo uso muy poco,
solo en ocasiones especiales.
—Me alegra saber que consideras ésta una ocasión especial.
Bailaban, Judith entrecerraba los ojos. Durante un segundo le pareció ver algo
que atribuyó a su imaginación. Abrió los ojos completamente y miró, a través del
humo que había en el salón, a una pareja que bailaba un poco a la derecha de ellos:
era Luke Doulton y, la mujer que estaba en sus brazos, Caroline Rendell, quien
apoyaba la cabeza en su hombro y tenía los brazos alrededor de su cuello. Los ojos de
Luke se cruzaron con los de Judith y tuvo la expresión de estar viendo visiones.
Judith estaba paralizada por la ira; desde luego, no era nada que le importara y
no tenía derecho a estar enfadada, pero estaba furiosa.
Baba tenía razón, en sus dudas y preocupaciones. Bailaban tan cerca que no se
podría introducir una delgada hoja de papel entre sus cuerpos.
Cuando la música cesó, ella echó una última mirada, mientras Robert la
acompañaba a su mesa; allí los esperaba una botella de champaña, enfriándose.
Robert sirvió una copa y se la ofreció, sonriente.
—¿Te diviertes?

Nº Páginas 33—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Se las arregló para sonreír y decir que sí. No creyó ser muy convincente, pero,
en la oscuridad del salón, Robert no podía distinguir la ira en sus ojos. Saboreaba su
copa mientras Robert hablaba de su próximo viaje a Sudamérica.
—¿Te gustaría conocer a Perú? —la invitó con sus ojos cálidos.
—Para entonces estaré trabajando. Gracias.
Le resultaba difícil concentrarse, pues estaba ocupada pensando en Luke
Doulton y su elegante pareja. La señorita Rendell se colgaba de sus hombros, había
algo de desesperación en su gesto, Judith sintió lástima; Luke Doulton era un
bastardo de primera. Apenas se marchó Baba a California el día de ayer y él no
perdió el tiempo. Así sería siempre, tan pronto como Baba no estuviera, él tendría
otra mujer entre sus manos.
—¿Con Schewitz y Quayle? —preguntó Robert.
—No. Trabajaré con Luke Doulton.
—¡Con Luke! ¿Qué harás?
—Tome el lugar de Caroline Rendell —contestó mientras buscaba con la mirada
a Luke y Caroline.
Algunas de las actividades de la señorita Rendell eran demasiado personales
para ser sustituida. Era obvio que ella quería seguir encargándose de ellas, aunque
estuviera comprometido y se casaría con otra chica. Judith no entendía esto.
—¡Dios mío! ¿Cuándo quedaron de acuerdo?
—Ayer firmé el contrato. Me presentaré el lunes. —Robert la observó con
atención, con su copa en la mano.
—Ojalá sepas lo que estás haciendo, Judith. Me han dicho que no es fácil
trabajar para él.
—Ya sé de lo que tu informante habló…
—Creo que no te cae muy bien.
—¿Caerme bien? Casi no lo tolero.
Se sentía enfadada y tentada a hablar, pero se contuvo.
—Buenas noches —una voz leve interrumpió sus pensamientos.
—Hola, Luke —saludó Robert levantándose. Judith apenas pudo decir:
—Hola, Luke. No lo vi antes. ¿Acaba de llegar?
—No hace mucho —respondió evasivo.
Judith se preguntó cuánto tiempo bailó con Caroline antes de que los viera. ¿Y
qué había hecho con ella? ¿La escondía detrás de un pilar para que no la vieran?
—¿Vino Baba contigo? —preguntó Robert mirando a su alrededor.

Nº Páginas 34—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—No. Vine con un grupo de clientes que querían divertirse antes de abordar su
avión ¿Quieres bailar?
—Lo siento, me senté hace un momento. Estoy cansada.
Vio cómo arqueaba las cejas por el disgusto. Las sujetó por la cintura y la
levantó, antes de que ella pudiera hacer algo.
—Tengo que hablar contigo. Discúlpanos, Robert, estará de regreso en unos
minutos.
Judith no iba a hacer una escena y no tuvo más remedio que seguirlo. Él puso
una mano en su cintura y la otra sosteniéndole la suya. Judith estaba rígida.
—Está bien, me viste bailar con Caroline, pero no tienes por qué apresurarte a
contárselo a Baba. No es lo que parecía que era —le dijo Luke con tono áspero.
—No me lo digas a mí. Díselo a Baba.
—No quiero que se entere.
—Desde luego que no.
Ella no hacía esfuerzo alguno para ocultar su enfado. Sintió cómo le apretaba la
mano, pero esto no perturbó a Judith en lo más mínimo.
—No traje a Caroline. Ella vino con un antiguo cliente de Ámsterdam; siempre
que visita Londres lo acompaña. Por lo que no me sorprendió encontrarlos y no pude
hacer nada cuando ya estábamos los dos en el mismo sitio.
—Y así dejaste bien claro que te desagradó volver a verla: bailando tocándose
las mejillas.
—Mira: no tengo por qué explicarte mi vida —comentó mientras su rostro
enrojecía.
—¿Quién te pidió que lo hicieras?
—¿Y qué te da derecho a mirarme como si hubiera roto los diez mandamientos?
—Si no te gusta la forma en que te miro, la solución está en tus manos: rompe el
contrato. De todos modos, ya no me gustaría trabajar para ti. ¿Me llevas a mi mesa?
No me divierto y creo que tú tampoco.
—¿Divertirme? Debes estar bromeando. Solo quiero que prometas que no se lo
dirás a Baba. He dicho la verdad. Caroline y mi cliente de Ámsterdam se fueron ya…
—Qué conveniente.
—¿Quién diablos te crees?
La miró y sus ojos parecían puntos de plata.

Nº Páginas 35—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Estaba tenso. Apretaba la boca en un gesto y parecía no creer que Judith dudara
de sus palabras. Judith sintió que cuando Luke hablaba sus palabras eran leyes, pero
ella no creía su historia.
—Soy vieja amiga de Baba y tú te comprometiste con ella apenas la semana
pasada y hoy estás con alguien más. Y no me digas que hablaban de negocios en la
pista de baile, porque no soy estúpida.
—Eso es exactamente lo que eres. Me ves bailar con alguien y lo haces parecer
como un delito federal, pero estás equivocada y, además, no te incumbe. Si vas a
contarle tu historia a Baba, será porque quieres causar problemas y no por otra razón.
No le harás ningún favor y quizá no te lo agradezca. No trates de ser tan correcta en
tus juicios, solo la harás sentirse desdichada. Y todo por nada.
La pieza terminó y Judith se apartó y caminó a su mesa. Estaba confundida.
¿Debía decírselo a Baba? O él tenía razón al decir que debía ocuparse de sus cosas
personales y cerrar la boca. Robert la miró con curiosidad cuando se sentaba.
—¿De qué hablaban? Los miré desde aquí y parecía que estuvieran peleando,
incluso que faltaba poco para golpearse.
—Discutíamos un problema de principios. Estoy cansada, ¿podrías llevarme a
casa?
—Qué rápido pasó el tiempo. Conseguiré un taxi —contestó mirando el reloj.
Judith miró a Luke, que estaba con un grupo de personas; esa parte de la
historia era verdadera, al menos. Sus compañeros parecían hombres de negocios que
se divertían; además, era un lugar donde los invitaría. Respetable y seguro, pero
parecía llamativo y divertido. Él parecía enfadado; tanto si decidía decirlo o no a
Baba, lo probable era que ya no tendría trabajo al que acudir el lunes, y se sintió
deprimida.

Nº Páginas 36—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 4
Esa noche no pudo dormir, pensaba en Luke y en su conducta. Era la primera
ocasión que un hombre le quitaba el sueño. No era muy romántica, ni siquiera lo fue
de adolescente; su sentido común no le permitía tener insomnio por un semejante y
sus pensamientos actuales estaban lejanos de la posibilidad de un romance. Seguía
viendo la pareja bailar en la pista. Caroline abrazándolo por el cuello y él sujetándola
por la cintura. Debía pensar que era una estúpida si esperaba que creyera su historia.
Debió haberse reído a carcajadas al escucharla. Sabía que no lo creería, pero, por
alguna razón, se sintió incómodo. No le pareció correcto su enfado, debió tener una
actitud más positiva. Deseó colgarlo de los pulgares. Qué imaginación la de la gente
de la Edad Media, pensó. No se molestaban con las mentiras de otros, solo decían:
cuélguenlo de los pulgares.
Ella quería el trabajo y eso la enfurecía, era una oportunidad en un millón, no
solo por el aspecto económico, sino porque pasaría de una oscura posición a tener un
puesto importante en una compañía multinacional. Al trabajar con Luke Doulton
adquiriría más experiencia de la que pudo lograr en Schewitz y Quayle. Era el trabajo
que esperaba desde hacía cinco o más años. Aun en Nueva York era difícil ascender a
un puesto así, estaban destinados a los hombres.
Un hombre, desde luego, no habría actuado como ella lo hizo la noche anterior.
De haber visto a Luke con otra mujer una semana después de comprometerse,
simplemente habría sonreído por su valentía y su cualidad de donjuán. No habría
perdido los estribos, ni hubiera sido rudo con él. No diría lo que pensaba, recordaría
cuánto deseaba el trabajo y se diría a sí mismo: eso no me importa. Lo que Luke haga
no me interesa. Ojos que no ven, corazón que no siente, pensó enfadada. Si Baba lo
ignoraba no sufrirá; esa es la mejor excusa para estas ocasiones, se decía, golpeando
la almohada como si fuera la cabeza de Luke. Deseó no haber visto a Luke y a
Caroline bailar. Que no hubiera ocurrido y poder empezar a trabajar el lunes. Ahora
tenía que preocuparse de lo que haría cuando viera a Baba. ¿Diría la verdad? Y si
mentía, ¿cómo se sentiría al respecto? Podrías, simplemente, olvidar lo que viste, se
decía a sí misma. Pero sucedía que no olvidaba las cosas con tanta rapidez. Desde
hoy en adelante, se sentiría mal cada vez que viera a Baba y decidió tratar de evitarla.
Si le decía, la joven se sentiría muy triste y con el corazón roto, y entonces evitaría a
Judith, por haberle dicho lo que no quería escuchar.
Estaba atrapada; no podía moverse hacia ningún lado sin lastimar a alguien y
todo por culpa de Luke Doulton.
El domingo fue brillante, se podía escuchar el canto de las aves y el tintineo de
las botellas de la leche; por lo demás parecía que todos estaban en cama, esperando el
periódico dominical y el desayuno. Judith se sentía bien, a pesar de no haber
dormido, con mucha energía, tenía que hacer algo. Tomó un baño y decidió, cuando

Nº Páginas 37—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

se vestía, que terminar la decoración del apartamento era lo mejor. Dejó a la señora
Murry desayunando.
—¿Regresarás para el almuerzo? Yo solo comeré ensalada, pero puedo cocinar
algo para ti.
—Es probable que trabaje todo el día. Quiero terminar de arreglar mi
apartamento hoy, si es posible.
Su abuela la miró compungida.
—Espero que no sientas que te estoy apresurando. Te agradezco mucho que
vinieras a quedarte conmigo desde la… No es que no quiera verte, es que no estoy
acostumbrada a compartir la casa con una mujer. Estoy muy vieja para cambiar, no
me gusta ver un cepillo de dientes extraño en el baño.
Judith se rio.
—Sé lo que sientes. Muchas veces me pregunto si la cantidad de divorcios que
hay, no será porque la gente no se acostumbra a ver un cepillo de dientes extraño en
el baño.
La señora Murry se avergonzó.
—Sé que es tonto… Pero…
—Lo sé, son las cosas pequeñas las que causan problemas. A mí me gusta la
música pop y a ti no; veo la ópera en la televisión y tú no. No tienes que explicarlo,
también estoy acostumbrada a vivir sola.
—A tu edad, ya deberías estar casada. No me gustó lo que dijiste.
—Me voy —dijo, y huyó.
Condujo hasta su apartamento; las calles estaban desiertas y corría viento
suave; también hacía un sol acariciador. Estas sensaciones disminuyeron su enfado,
aún no decidía si se presentaría el lunes por la mañana en la oficina; sería difícil
presentarse y hablar con él, después de la pelea que tuvieron. Pero el contrato estaba
firmado.
Se puso a trabajar en cuanto llegó a su apartamento; le tomó un par de horas
terminar de pintar y, cuando se hubo lavado las manos y la cara, se preparó un café y
se sentó en uno de los paquetes que no abría aún. Miró su obra, satisfecha; momentos
más tarde, oyó que alguien llamaba a la puerta y, al abrir, se encontró con Luke.
—¿Que quieres? —preguntó un poco sorprendida.
Él llevaba una chaqueta de piel color bronce, un pantalón crema y una camisa
café; ella había pensado que siempre usaba trajes formales, lo cual era una estupidez.
Su ropa, aunque informal, parecía cara; la chaqueta era tan suave que invitaba a que
la acariciaran.
—No sea mal educada, señorita Murry. Tenemos que hablar.

Nº Páginas 38—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Ella se puso en la entrada para impedirle el paso.


—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Llamé a la casa de tu abuela y me dijo que estabas en tu apartamento. Parece
que me confundió con un tal Robert, no tengo idea de por qué.
Lo sabía bien, sus ojos eran burlones.
—Y tú no la desilusionaste —comentó con frialdad.
—Odio desilusionar a la gente —dijo, con doble sentido.
—Ya lo he notado.
—Mira, no voy a discutir mi vida en el umbral de tu puerta —la levantó en el
aire por la cintura y cerró la puerta con el pie. La llevó al interior del apartamento
antes de dejarla en el suelo.
Ruborizada, Judith se separó.
—Quítame las manos de encima —mantenía las manos en su cintura y ella las
apartó para quedar libre—. Suéltame.
—No te enfades conmigo —dijo con voz baja al soltarla. Sintió que sus dedos
rozaron el nacimiento de sus senos, sin querer, y le faltó el aliento. La miró durante
unos segundos, estaban a poca distancia uno del otro; luego, ella se dirigió a la sala, a
donde Luke la siguió. Miró a la ventana sin atención, preguntándose por qué latía
tan fuerte su corazón.
—Mira, lo que anoche sucedió, fue exactamente lo que te conté. No me alegró
ver a Caroline, pero frente a esa multitud ¿qué podía hacer? Tenía que ser amable
con ella.
—Noté que eras muy amable.
—Me fue imposible evitar bailar con ella. Y cuando puso sus manos alrededor
de mi cuello ¿qué se supone que debía hacer? ¿Quitarlas? ¿Hacer una escena? No me
pareció importante entonces, ni ahora; la única que hace algo grande de eso eres tú.
—¿Por qué te preocupa que Baba se entere si no es importante? Sabes que se
sentiría mal si supiera que bailabas con Caroline. Además, parece que olvidas que
conozco a Baba y a su hermana desde hace mucho tiempo. Las dos me importan más
que tú; y por lo del trabajo, sin duda, encontraré otro. Quizá no tan bueno, pero con
seguridad que el jefe no tratará de chantajearme.
—¿Chantajearte? ¿Ahora de qué me estas acusando?
—Cómo llamas al venir a decirme que si lo digo a Baba perderé mi trabajo. Eso
es chantaje, según el diccionario.
—Vine aquí a razonar contigo y el hecho de que empieces a trabajar conmigo es
irrelevante. Pero no me gusta el tono de voz que usas, no lo puedo permitir en la

Nº Páginas 39—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

oficina, perdería mi autoridad; además, ellos podrían pensar que eres mi última
amante.
Judith abrió la boca, pero no pudo decir nada.
—¿Qué te imaginas que pensarían si dejara que una mujer me hablase en la
forma que tú lo haces? Concluirían que estoy tan loco por ti, que podías hacer lo que
quisieras conmigo.
Sorprendida, todavía no podía hablar; él la miró a la cara y rio.
—Bueno, al menos has callado un momento; eso me agrada. Quizá sea útil en el
futuro.
—Creí que no habría un futuro para mí en tu empresa.
—Es algo que tenemos que discutir. No estás vestida para llevarte con alguien
respetable —dijo mientras examinaba su ropa de trabajo—. No importa. Quiero que
conozcas a alguien; ponte una chaqueta y vámonos.
—No quiero conocer a Caroline Rendell. Gracias.
Y menos en la forma en que estaba vestida. Casi podía imaginar la expresión de
los ojos de la señorita Rendell al ver el sucio y gastado pantalón y la blusa manchada
de pintura. Caroline era consciente de su propia belleza y elegancia.
—¿Dije Caroline? No. Es la mujer más importante en mi vida y quiero que te
vea, para saber si tomo el riesgo de contratarte y ponerte al frente de mis negocios
personales.
—¿Tu madre? —preguntó Judith con las cejas arqueadas.
—Muy inteligente, señorita Murry. Sí, mi madre es la persona más inteligente
que conozco. En el pasado, mi padre no tomaba ninguna decisión sin consultarla.
—No estaba en la fiesta de compromiso. ¿No aprueba tu matrimonio?
—Claro que sí y Baba le gusta mucho. La llevé a conocerla, no me digas que no
lo sabías, creí que Baba te lo contaba todo.
—Entonces; ¿por qué no estuvo en la fiesta? ¿No vive en Londres?
—Es muy frágil, viajar la cansa demasiado; vive en Kent. Nos tomará más de
tres cuartos de hora llegar y podremos almorzar allí.
Judith se miró el vestido.
—No puedo ir a conocer a tu madre con esta facha. Tengo que ir a casa y
cambiarme.
Luke miró su reloj.
—¿Cuánto tiempo te llevará?
—Dame diez minutos —contestó.

Nº Páginas 40—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—No creo en milagros. Ninguna mujer puede arreglarse y estar lista en diez
minutos.
—Prueba conmigo.
La contempló, con la cabeza inclinada.
—Nunca conocí una mujer como tú. Creo que lo harás, aunque solo sea para
probar que estoy equivocado. Bueno, vamos, no te quedes ahí.
Fue hasta que llegaron a la casa de su abuela cuando Judith se percató de que
había dejado su coche cerca de su apartamento. Estaba cerrado, pero mostraba con
claridad que Luke Doulton hacía las cosas a su manera. ¿Por qué no pensó en su
coche? Se dejó llevar por la energía de Luke que la alejó de su apartamento sin que
ella opusiera la menor resistencia. La tomó por sorpresa la invitación a conocer a su
madre; no podía negar que deseaba conocer a la señora Doulton. Tenía curiosidad; lo
que dijo Luke no era nada nuevo para ella, pues ya había escuchado algo en Nueva
York. Sabía que la señora Doulton era inglesa y que se casó cuando su esposo trabajó
en Londres durante un año. Cuando él murió, regresó a Inglaterra visitando poco a
sus hijos. La leyenda Doulton la envolvía, se suponía que era el poder detrás del
trono; la gente decía que su esposo siempre la consultaba antes de tomar decisiones,
pero ella trabajaba en privado. Solo aquellos pocos amigos de la familia, que vivía en
Rhode Island, la podían ver; de esos pocos, solo algunos recibían invitación a la otra
casa. Estaba en un solitario campo de Vermont con vista a unos lagos. Judith había
oído mencionar su nombre muchas veces, pero nadie mencionó cómo era, lo que
aumentaba la leyenda.
Luke detuvo el coche y volvió a mirar el reloj.
—Bueno, tienes diez minutos. ¿Podrías invitarme un café mientras espero?
—Desde luego, entra —dijo y él la siguió.
La señora Murry salió de la cocina con un pepino en la mano y se sorprendió.
—Hola, entonces te encontró —sonrió y se acercó a Luke—. Estoy muy contenta
de conocerlo al fin, Robert. ¿Se quedará con nosotras para el almuerzo? Me temo que
solo hay ensalada, pero ya encontraré una lata de algo para preparar. Desde hace
mucho tiempo le dije a Judith que lo trajera a conversar, para conocerlo, solo que me
habría gustado que me hubiera avisado con anticipación.
—Él no es Robert, abuela, es el señor Doulton. Señor Doulton, ella es mi abuela,
la señora Murry.
La abuela lo miró sorprendida, tanto, que en vez de darle la mano para
estrecharla, le ofreció el pepino. Lo cambió de mano y se la estrechó.
—Disculpe, creí que era el amigo de Judith.
—Es natural. Estoy contento de conocerla, he escuchado mucho de usted.

Nº Páginas 41—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿Sí? Me temo que no puedo devolverle el cumplido. Creí que Judith saldría
con alguien llamado Robert.
—Voy a salir, pero él no es mi amigo, es mi nuevo jefe. ¿Le sirves un café
mientras vuelvo? Iré a cambiarme.
Se sintió incómoda por la sonrisa de Luke, más que por la confusión de su
abuela, y corrió arriba, dejándolos charlando.
Se quitó la vieja ropa y se lavó con rapidez. Escogió un vestido rojo oscuro de
lana y empezaba a cepillarse el cabello, cuando alguien llamó a la puerta.
—Adelante…
Miró a su abuela, que sonreía.
—Ya iba a bajar.
—¿Quieres café?
—No tengo tiempo, el señor Doulton tiene prisa. ¿Te dijo que almorzaríamos
con su madre?
—Sí ¿No es encantador? No recuerdo haber visto a alguien tan guapo como él
en años; tuve que ponerme los lentes para mirarlo bien. ¡Qué color de cabello tan
poco común! ¿Cómo llamarías a ese tono? ¿Caoba?
—Café —comentó, mientras se miraba en el espejo.
Estaba tranquila y limpia, solo eso; pero esa era la impresión que quería
causarle a la señora Doulton. Se levantó y la abuela la siguió, diciendo con voz alta:
—¿No puedes usar un vestido más bonito que ese?
Luke iba hacia la puerta y sonrió cuando ella salió. Judith se estaba
familiarizando con los tipos de sonrisas que tenía y éste, el burlón, era el que menos
le agradaba.
—Justo diez minutos. Lo hiciste.
—Pedante —murmuró Judith, consciente de la atenta mirada que la abuela le
dedicaba a Luke; la besó—. No llegaré tarde.
—Definitivamente caoba. No sé por qué dijiste café.
Cuando iban en el coche, él preguntó con curiosidad:
—¿Qué es caoba?
—¿Oh? Nada.
Sus ojos vieron por el espejo retrovisor que un coche echaba a andar detrás de
ellos.
—¿Dónde vive tu madre? —preguntó, acomodándose en el asiento y
suspirando.

Nº Páginas 42—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Era una hermosa mañana y viajar por el campo era más agradable que trabajar
en su apartamento. Miró los largos dedos de Luke en el volante, sugerían
sensibilidad y fuerza, que no era lo que conocía de él. Bueno —se corrigió—, fuerza
sí, no había encontrado muestras de sensibilidad.
—Justo afuera de Canterbury, en una pequeña villa llamada Lambourne.
—¿Te espera?
—La llamé esta mañana —se volvió a mirarla y sonrió—. También te espera a ti.
Le dije que te traería, aunque fuera a la fuerza.
—¿Ah, sí?
La voz de Judith parecía fría, pero a él le provocó una sonrisa. No se
impresionaba con facilidad y Judith pensó que la única forma de hacerlo, sería
asustándolo con un martillo. Estaba acostumbrado a hacer las cosas a su manera,
tenía demasiado dinero y poder a temprana edad.
—¿Te dijo Baba que estuve saliendo con Caroline antes de conocerla?
Judith se volvió a mirarlo, sorprendida, con los ojos muy abiertos.
—Sí, también me dijo que había estado en la fiesta. No es una chica amable,
arruinó la que debía ser una noche maravillosa para Baba.
—Me pregunto qué más te dijo —murmuró, casi para sí mismo—. Me pones
nervioso, señorita Murry, tienes el horrible hábito de decir lo que piensas sin
importarte las consecuencias y me sorprende ver todo lo que has hecho en el banco;
esos hábitos meten en problemas. Debiste tener un jefe muy tolerante.
—John nunca hizo nada que yo desaprobara.
—Qué inteligente.
Lo miró y al encontrar una sonrisa se relajó.
John era un hombre que solo pensaba en el trabajo, total y escrupulosamente
consciente, un ser admirable. Pero, tenía que reconocerlo, solo pensaba en el trabajo.
Su mirada se detuvo en el espejo colocado en la puerta y vio el mismo vehículo que
había salido justo detrás de ellos y continuaba detrás; parecía que no les perdían el
rastro. Los hombres que los seguían usaban lentes oscuros y no se podía ver mucho
de sus rostros; tenían un bulto bajo el brazo que no inspiraba nada de confianza.
Habían salido hacía veinte minutos y era demasiada coincidencia que llevaran el
mismo rumbo, cuando ya habían atravesado casi todo Londres.
—No quiero ser alarmista, pero nos están siguiendo. Mira tu espejo, ese coche
azul ha estado detrás de nosotros todo el camino.
Miró obediente y luego arqueó las cejas.
—No lo estoy imaginando. Ahora que estamos en la carretera, acelera y verás
cómo nos siguen. Debes estar loco, conduciendo solo y un coche ordinario. Me

Nº Páginas 43—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

imagino que te sientes más seguro aquí que en los Estados Unidos, pero deberías ser
más cuidadoso. Debe gustarte estar relajado como a cualquier otra persona; sin
embargo, no es inteligente, ni siquiera en Inglaterra. Esos hombres del coche nos
siguen, pueden ser secuestradores o quizá hasta asesinos.
Ella dejó de hablar al ver los ojos sonrientes de Luke y se puso rígida cuando el
posó una mano en su rodilla, que casi de inmediato quitó.
—Gracias por el consejo, pero esos asesinos son mis guardaespaldas, mis
hombres de seguridad, y tienes razón, sería un loco si no tomara precauciones. Sin
embargo, prefiero olvidar a mis guardaespaldas cuando puedo. Por eso es que están
en el coche de atrás y no con nosotros, lo que hace tu compañía más agradable.
—¡Diablos! ¿Por qué me dejaste hablar tanto? ¿Por qué no me dijiste eso de
inmediato?
—Fue dulce de tu parte que te preocuparas de mi seguridad —contestó con una
sonrisa.
Judith pudo haberlo golpeado.
—También estaba impresionado por lo observadora que eres. Debo sugerirles
que sean menos evidentes en el futuro; se supone que deben ser discretos. Si algún
día surge el peligro, su llegada sería sorpresiva y esa podría ser la diferencia. Confío
en las sorpresas.
Poco antes de llegar a Canterbury, entró en un estrecho camino bordeado de
olmos y otros árboles frondosos que detrás tenían un pasto verde y lleno de
florecillas blancas y amarillas. A lo lejos, se veía una cerca de arbustos que daban
flores rosas que contrastaban con el azul del cielo; detrás estaba la casa. Luke
disminuyó la velocidad mientras se acercaban a las rejas, que se abrieron
automáticamente a su paso. El coche azul se estacionó al final del camino. La fachada
era de piedras blancas y negras, de la época victoriana.
—Damisela —comentó Luke, mientras observaba con satisfacción que Judith
admiraba la casa con asombro y deleite—. Originalmente se llamó "La casa
Damisela". De acuerdo con datos antiguos, es probable que haya sido un regalo para
la hija de alguien, cuando se casó. Una dote, me imagino; durante el siglo dieciocho
la gente olvidó decir "La casa" y solo le quedó Damisela. La teoría de mi madre es
que solo el terreno fue la dote y la casa vino después.
—¿Desde cuándo vive tu madre aquí?
—Déjame ver… Cerca de diez años. Mi madre conocía a los antiguos dueños,
los escuchó comentar que estaba en venta y se apresuró a comprarla. Estaba
enamorada de la casa desde que era niña; era su gran sueño, vivir aquí.
—No me sorprende, este tipo de construcciones tienen magia.

Nº Páginas 44—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Tengo el presentimiento de que tú y mi madre se llevarán de maravilla.


Vamos a que la conozcas, debe haber escuchado el motor y estará esperándonos, no
pasa nada aquí sin que ella se entere.
Judith salió del coche y encontró en el frente de la casa a una señora de edad
avanzada, que caminaba hacia ellos. Era alta y delgada, muy delgada, con el cabello
plateado por las canas y el rostro marcado por el paso de los años. Su vestido azul
oscuro fue agitado por el viento y ella se abrazó los hombros para protegerse. Judith
la miraba pensando: No, ésta no puede ser la madre de Luke. ¿Pero qué era lo que
esperaba encontrar, una persona idéntica a él?
—Mediodía, dijiste mediodía. Eso quiere decir las doce del día. No sé cómo le
llamas tú, pero el reloj acaba de dar la una y lo puse con el Big Ben, así lo hago
siempre. En el noticiero de las diez dan la hora del Big Ben, por eso sé que no está
adelantado. Si vas a llegar a la una, deberías decirlo; no tienes consideración, hemos
estado muy preocupados por ti y mis piernas están cansadas de tanto subir y bajar
escaleras, para ver si llamabas; temíamos un choque o un secuestro y que para esta
hora estarías rumbo a Sudamérica. Cuando prometas llegar a una hora, debes
cumplir. La ternera se arruinó y el único culpable eres tú —y, sin respirar de nuevo,
miró a Judith—. ¿Quién es ella? No es tu prometida, ella tenía un cabello hermoso.
No dijiste que traerías a alguien contigo ¿Se quedará para el almuerzo? No sé si hay
suficiente.
—Desde luego que hay suficiente, Fanny. ¿Cómo has estado? Lamento llegar
tarde, espero que la ternera aún se pueda comer. Ella es mi nueva asistente, la
señorita Murry —dijo Luke sin perturbarse por las agrias palabras de la anciana.
Judith le tendió la mano, nerviosa, bajo la mirada penetrante. Sin darle la mano,
Fanny se dio la vuelta y entró en la casa. Dejando a Judith la impresión de que, a los
ojos de Fanny, una invitada no da la mano a una sirvienta. Luke sonrió con ella.
—Fanny ha cuidado a mi madre durante mucho tiempo y no sé qué hubiera
hecho si faltara —comentó con voz alta, para que Fanny lo escuchara.
En eso, regresó y dijo, ignorándolo:
—El almuerzo estará listo en diez minutos. Será mejor que veas a tu madre
antes de sentarte a comer. No tardes.
Judith vio la situación muy divertida y bajó la cabeza para que no la vieran
sonreír, pero Luke la tomó del brazo y le dijo:
—Un buen día, tu sentido del humor te va a meter en problemas. Ella se volvió
a mirar la mano que la sujetaba y contestó:
—Y un día vas a recibir una buena patada, si me sigues tocando así.
—¡Encantadora! —manifestó, pero no le quitó la mano del brazo—. Ven, vamos
a conocer a mi madre. Quédate con esa expresión, es la que quiero que vea; podría
agriar la leche de muchas vacas.

Nº Páginas 45—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith cambió el gesto de inmediato, por una sonrisa angelical y sus ojos
agrandados parecían más inocentes.
—¿Está bien ésta?
Luke la miró con una extraña y profunda mirada que hizo que bajara sus ojos
instintivamente.

Nº Páginas 46—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 5
No estaba segura de lo que hallaría cuando siguió a Luke al gran dormitorio
iluminado por la luz del sol, pero con certeza que no era lo que vio. Sentada en la
cama, recostada en un montón de almohadas y mirando a la puerta mientras ellos
entraban, se encontraba la señora Doulton. Es hermosa, fue el primer pensamiento de
Judith. ¿Hermosa? se preguntó a sí misma y buscó la palabra correcta para describir
a alguien que estaba cerca de los sesenta años, tan delgada y tan frágil que cuando la
mirabas se sentía una súbita ansiedad.
—Luke, llegas tarde. Estaba preocupada.
—No debiste estarlo.
Luke se sentó a su lado y tomó la mano de su madre entre las suyas; esa
pequeña mano era blanquísima y casi desaparecía entre las bronceadas y fuertes
manos de su hijo. Judith esperó unos momentos y la señora Doulton la miró
sonriendo. Una vez más, Judith vio belleza, pero esta vez sí supo de dónde venía; no
era la belleza de un rostro o algún rasgo, no estaba en esos ojos grises, grandes e
inocentes, ni en la delicada nariz, ni en la boca pálida: Estaba en esa sonrisa
inteligente y radiante. En la impresión de luminosidad. La señora Doulton era tan
insustancial, que la mente dentro de su cuerpo era lo que se podía ver y a lo que se
reaccionaba. La envoltura de su mente era una cubierta gastada; pero su luz interior
brillaba a través de su cuerpo.
Luke se levantó y miró a Judith.
—Madre, ella es Judith Murry. Judith, ésta es mi madre.
Judith se acercó con rapidez a la cama y le ofreció la mano.
—Siéntate un momento, Judith; es muy amable de tu parte desperdiciar todo tu
domingo y venir a visitarme. Espero que Luke no te haya presionado demasiado…
—No mucho —respondió Judith, sentándose en la cama. La señora Doulton la
miró sorprendida y luego sonrió.
—Ten cuidado, madre. Judith tiene el hábito terrible de decir lo que piensa —le
advirtió Luke con tono seco.
—Esa será una nueva experiencia para ti, querido —contestó a la advertencia, y
continuó—: Oí que acabas de regresar de Nueva York ¿Cómo está todo por allá?
—Ruidoso, electrizante y excitante. Debe ser una de las ciudades más ruidosas
del mundo y es desconcertante por qué siguen derribando edificios y construyendo
nuevos durante la noche. Nada los satisface; supongo que cuanto más alto es un
edificio es mejor, según lo que ellos piensan. No sé por qué mandan hombres a la
Luna, algún día, los rascacielos de Manhattan llegarán hasta allá.

Nº Páginas 47—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

La señora Doulton miraba a Judith con curiosidad, poniéndola nerviosa y


consciente de su limitación. La madre de Luke había conocido a Baba, poco tiempo
antes, y, ahora, al conocer a Judith la comparación sería desfavorable. Después de
todo, con su vestido tan sencillo, rojo oscuro, y su cabello lacio alrededor de la cara
delgada, parecía no tener posibilidades. Judith bajó la cara al recordar su aspecto. La
señora Doulton, lo mismo que Baba, debió ser una belleza de joven; aún ahora,
cuando tenía alrededor de sesenta años, se podía decir que era hermosa.
—Luke, déjanos solas; aquí no haces falta. Ve a la cocina y trata de contentar a
Fanny; está muy enfadada porque has llegado tarde.
—No debiste preocuparte, Fanny se enfadó porque te vio preocupada.
—Sé todo respecto de Fanny, gracias, pero no puedo evitar sentirme agitada
cuando te has retrasado casi una hora. Ahora ve a hablar con ella —le dijo señalando
la puerta imperiosamente y la señora sonrió a Judith—. Soy tonta al tratarlo así,
cuando él ya es un hombre; es un hábito horrible que adquirí en los Estados Unidos.
Qué sociedad tan violenta, sobre todo cuando hay dinero de por medio. Viví en
terror cuando un rencoroso amenazó con matarlo.
—Luke tiene sus guardaespaldas a la mano todo el tiempo, incluso aquí. No
debería preocuparse tanto.
Luego le contó el pequeño incidente en el camino; la señora Doulton se rio.
—¿No estabas asustada?
—Estaba petrificada. Me sentí muy tonta cuando me dijo que era su escolta de
seguridad; ya hasta había imaginado cómo escapar de ellos.
La señora Doulton se apoyó con sus blancas manos sobre las sábanas.
—No eres lo que esperaba.
—¿Y qué era lo que esperaba? —preguntó preocupada.
¿Una mujer elegante, como Caroline Rendell? ¿Bella, sofisticada y además
inteligente? Se sintió irritada y triste. ¿Por qué la apariencia es tan importante? Creyó
que se llevarían muy bien, pero parecía que también la mediría implacablemente con
ese rasero y la encontraría poco impresionante por no ser hermosa.
—Luke me dijo que eres insolente y difícil; me imagino que peleas con él todo el
tiempo. Dice que eres obstinada y demasiado libre en tus opiniones.
—¿Eso le dijo? —murmuró Judith, mientras bajaba la mirada para ocultar el
disgusto que sentía. ¿Acaso la señora Doulton sabía de la relación de Luke y
Caroline?
—¿Conociste a tu predecesora? A la señora Rendell.
—Sí —contestó con los labios casi cerrados, esperando no darle entonación a
sus palabras.

Nº Páginas 48—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Ella es el tipo de persona con la que Luke estuvo trabajando en los Estados
Unidos. Para llegar hasta allí se tiene que ser hechicera; ella es encantadora y además
viste muy bien. Pero sus ojos la delatan —Judith se sorprendió y la miró—. Sí que la
delatan ¿Es por eso que no me quieres dejar ver tu rostro? ¿Para qué no me dé cuenta
de lo que hay en tus ojos? —Judith no respondió, pero sonrió—. Sí, puedes sonreír o
decir mentiras, pero los ojos siempre dirán la verdad y Caroline Rendell tiene ojos
fríos —le dijo, echándose un mechón de cabellos grises detrás de la oreja.
¿De qué color fue su cabello? ¿Rubio o pelirrojo? Ahora lo usaba atado en la
nuca con una cinta rosa, dándole una apariencia de niña de escuela; solo que ahora
era tan gris y tan fino que se podía ver parte de su cuero cabelludo. Tenía polvo en el
rostro, las mejillas con rubor y los labios pintados ligeramente; una concesión a la
belleza, que no necesitaba, pues su belleza procedía de dentro.
—Me tomaron por sorpresa y estoy encantada de poder hablar contigo; nunca
pude hacerlo con Caroline. ¿Te comentó Luke que una de tus responsabilidades será
mantenerme informada de lo que pasa? No es porque no confíe en él, siempre me
llama varias veces a la semana, aunque esté en Los Ángeles o Tokio. Puede que esté
postrada en esta cama; sin embargo, no significa que mi mente haya dejado de
trabajar. Me gusta informarme de todo; leo los periódicos todas las mañanas, hablo
con el gerente del banco. El día que deje de tener interés en este mundo será porque
estoy muerta.
Judith sonrió, encantada. La señora Doulton parecía muy frágil y delicada, pero
hablaba en forma tan directa y franca que Judith sintió afinidad hacia ella de
inmediato. Tenía, también, un pensamiento constante para su hijo, esa espiritualidad
que se advertía de inmediato; parecía haber pasado por un enorme dolor y se
recuperaba sin amargura. ¿Era esa fuerza producto de la enfermedad o de la muerte
de su esposo? Con seguridad que de ambas, pensó Judith. La vida no se detiene por
situaciones dolorosas. ¿Se tiene que seguir y enfrentarse a nuevos problemas cada
día o había un tiempo feliz cuando se estaba con calma? No, pensó Judith al ver el
rostro de la otra mujer; esa no era la resignación de alguien que se detenía a un lado
de la vida, esos ojos vivarachos pertenecían a alguien que seguía mirando al mundo.
La señora Doulton tenía razón, aún estaba envuelta en el mundo.
—Tú eres una vieja amiga de Baba, Luke me lo dijo.
—La conozco hace años; su hermana mayor es mi mejor amiga.
—Empezaba a creer que Luke nunca se casaría; ha estado tan ocupado desde la
muerte de mi esposo. Él se hizo cargo de todo, ha habido chicas en su vida, pero
ninguna de ellas se quedó demasiado tiempo. Parece que no le importaron mucho;
eso me preocupaba, le ponía toda su atención al trabajo, que era lo que en realidad le
importaba. No había lugar en su vida para el matrimonio. Cuando un hombre se
acostumbra a vivir así, se le forma un hábito, se vuelven egoístas y no quieren
cambiar. Luego la miró a los ojos.

Nº Páginas 49—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿Tú no has pensado en casarte todavía?


—No —contestó en seco, sin querer hablar de sí misma.
La señora Doulton la miró durante un momento y luego continuó:
—Baba me agradó desde el primer momento, es una chica deliciosa, muy dulce
y cálida, pero… —se detuvo y Judith frunció el ceño. ¿Qué era lo que iba a decir? La
señora suspiró y miró hacia la ventana—. Bueno, ella es lo que quiere Luke y yo
quiero que él sea feliz. Uno nunca sabe lo que hay en la cabeza de otra persona,
aunque sea tu hijo… ¿Es Baba lo que parece?
La pregunta fue tan inesperada y directa que Judith no pudo contestar de
inmediato. La miró con los ojos agrandados y luego sonrió.
—Baba es ciento por ciento genuina, créame, Ruth y yo queríamos que ella no
fuera tan amable; de hecho, estábamos celosas. Era más joven, tan hermosa que la
gente se volvía a mirarla en cualquier lugar; a nosotros nos hubiera gustado que
fuera engreída o arrogante, pero nunca lo fue. Ella es puro oro desde siempre.
La señora Doulton escuchaba, asintiendo.
—Me alegra saber que no me equivoqué. Me daría mucha rabia si me diera
cuenta de que ella… ¿No es ridículo cuánto nos disgusta que alguien nos haga
tontos?
—No. ¿A quién le divierte ser tonto o tan solo parecerlo?
—¿Alguien te ha hecho parecer tonta, Judith?
—Tal vez, pero ahora no recuerdo. Imagino que es por protección.
Las dos rieron y luego, la señora Doulton preguntó cómo había entrado en el
banco. Durante los siguientes minutos hablaron de temas más generales; le pareció
agradable e interesante, se dio cuenta de que la señora era inteligente y con el
conocimiento de una enciclopedia de finanzas internacionales. Cuando Luke regresó
y les dijo que la comida estaba lista, Judith quería continuar la charla; no recordaba
haber conocido a alguien tan interesante y agradable. La señora Doulton conocía a
todo aquel que tenía importancia en el mundo del dinero y sus juicios acerca de ellos
fueron muy acertados, aunque no los criticó.
—Ven a verme antes de que te vayas, Judith —le dijo la señora Doulton,
mientras salían de la habitación.
Ella asintió con la cabeza.
—Le agradas —comentó Luke.
—Ojalá tengas razón. A mí me simpatizó mucho.
Se preguntó si era como pasar una prueba antes de entrar a trabajar con él.
¿Recurría a la aprobación de su madre cada vez que necesitaba nuevo personal?

Nº Páginas 50—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Qué lástima, haber ido por ti, ahora que charlaban tan a gusto; espero que no
le hayas mostrado las garras que has utilizado conmigo todo el tiempo —comentó
sonriendo, mientras abría la puerta del comedor.
Estaba iluminado por el sol, con paredes de roble y floreros por todas partes,
que llenaban el aire con fragancia primaveral.
Judith no contestó al último comentario de su jefe y empezaron a comer el
delicioso almuerzo que había preparado Fanny.
—¿Qué es lo que debo hacer para que me creas que no estaba engañando a
Baba?
—Me sorprende que tengas tanto interés en mi opinión. ¿Importa lo que yo
diga?
—Lo mismo me he preguntado desde la última noche. Sé que no debería, pero
sí me importa tu opinión; quizá te parezca infantil, sin embargo, me desagrada que
alguien me vea como culpable cuando no lo soy.
—¿De veras? —respondió Judith, sonriente.
En ese momento se dio cuenta, de pronto, de que le creía. Quizá por su
insistencia en ser inocente o, tal vez, porque, de alguna manera, lo había conocido
más en las últimas veinticuatro horas.
—No tengo intención de empezar mi matrimonio con engaños. Además, si los
hubiera, no serían con Caroline.
—¿No? ¿Entonces con quién?
—Contigo, tal vez.
Sirvió un poco de Muscadet frío en su copa y se lo ofreció.
—No empieces a portarte romántico conmigo, yo no les robo los novios a mis
amigas; y, aunque así fuera, tú serías el último de los hombres en quien me fijaría.
Nosotros no vivimos en el mismo mundo.
—Qué divertido, creí que sí lo hacíamos. No muchas mujeres pueden hablar de
negocios como tú; tan amena e inteligentemente. Y las que pueden, no tienen tu
sentido del humor. ¿Crees que no me he dado cuenta de que cuando miras hacia
abajo te ríes de mí?
Judith se ruborizó y bajó la mirada, pero esta vez no para reír, sino para
esconder la incomodidad que sentía.
—¿Estás seguro acerca de Baba?
No respondió: callaron mientras Fanny quitó los platos sucios y sirvió la ternera
y una exquisita ensalada de papa y chícharos, con un aderezo de menta. Fanny le
hablaba a Luke de su madre, reprochándole; él solo movía la cabeza con paciencia.

Nº Páginas 51—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Le tenía más respeto del que había mostrado para Judith. ¿Habría sido su niñera? se
preguntó Judith pues actuaba como un miembro de la familia.
Cuando bebían el café, Luke preguntó:
—¿Sabes jugar croquet?
Judith negó con la cabeza, sorprendida.
—Entonces te enseñaré; hay un viejo juego de croquet afuera. Me gusta jugar
por la tarde; es relajante. Cuando mi madre se cambió aquí, leí las reglas. Lo único
que recordaba era que en el libro de Alicia en el País de las Maravillas, ella juega con
unos flamencos como mazos.
—A mí no me gustó el libro de Alicia cuando era niña. Me parecía muy
aburrido.
—Yo me divertí mucho la última vez que lo leí; no creo que sea un libro para
niños, tienes que leerlo otra vez. Creo que es un libro profundo.
—No lo he leído desde que tenía diez años.
—Quizá ahora te sorprenda. ¿Vamos a jugar croquet?
Ella se levantó.
—Si te parece bien…
No esperaba divertirse, pero estuvo muy alegre. Se rieron mucho, pues Luke
hacía trampa todo el juego; lo hacía abiertamente, admitiendo que le gustaba ganar
de cualquier forma, aun rompiendo las reglas.
—Eso no está bien —comentó Judith.
La miró con sus ojos alegres, brillantes a la luz de la tarde. Ella sintió como si se
fuera a desmayar; debió haber jugado mucho bajo el sol. Antes de irse, Luke la llevó
arriba, con su madre, para que se despidiera.
—Ven a visitarme, disfruté de nuestra pequeña charla. Quizá tengas una tarde
desocupada y puedas venir. Cuando Luke se vaya, te agradeceré que me llames
algunas veces —Judith se lo prometió y, de regreso a Londres, Luke le dijo:
—¿A las nueve en punto, mañana?
Sabía que él no estaba seguro de su respuesta, pues sintió cómo la miraba por el
rabillo del ojo.
—Allí estaré —respondió calmada y Luke se relajó.
El sol se hundía en el horizonte y el viento primaveral se paseaba por entre los
árboles, Judith se volvió a mirar las flores rosas del campo; enfrente de ellos la
oscuridad aparecía. Ninguno de los dos habló durante un rato. Judith se sentía
tranquila y feliz; el día había empezado muy mal, pero terminó con un sentimiento
diferente.

Nº Páginas 52—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Cuando Luke la dejó frente a la casa de su abuela, las luces ya estaban


encendidas. Judith desabrochó el cinturón de seguridad y se volvió a mirarlo.
—Gracias, me divertí mucho.
—Fue un placer —respondió con seriedad.
Fue estúpido, pero, de pronto, se sintió nerviosa y, se alejó del coche con
rapidez, aunque no sabía por qué. Entró en la casa y, solo después de cerrar la
puerta, dejó de respirar agitadamente. Se sintió amenazada en ese coche, su corazón
no latía al ritmo acostumbrado y tenía el rostro caliente. Estaba furiosa consigo
misma, por haberse portado como una niña de escuela en la primera cita. Luke debía
saber que estaba tensa; había actuado como si él tuviera uñas terribles y el pobre
hombre no tuvo intención de tocarla ni siquiera con un dedo. Debía estar loca por
dejar que su imaginación volara de tal forma; durante un segundo, creyó que la
besaría; sintió eso cada momento y corrió a su cuarto a mirarse en el espejo.
—¿Qué él te coquetea? Eso quisieras. ¿Sabes qué? Estás loca.
Sus ojos brillaban por el enfado; escuchó la voz de su abuela.
—¿Eres tú, Judith?
—Sí, bajaré en un minuto.
Entró en el baño, esta vez sin mirarse en el espejo; se lavó las manos
vigorosamente, como si quisiera borrar sus fantasías y su estupidez. Un momento
más tarde, estaba fresca y vivaz y bajó a ver a su abuela.
La mañana siguiente, llegó a la acogedora oficina. Entró en el ascensor con
algunos otros empleados. Afuera llovía, una lluvia ligera de primavera que
probablemente cesaría a mediodía; al menos, era lo que comentaban los empleados.
Judith estaba nerviosa y deseaba que no se le notara. Aunque no le dijo lo que le
esperaba, sabía que necesitaría toda su concentración e inteligencia; le permitiría
cometer algunos errores al principio, pero habría un tiempo límite. La oficina estaba
en el último piso y fue ella la única en llegar; salió del ascensor con calma y fue hacia
la recepcionista que estaba sentada detrás de un escritorio, en el alfombrado
corredor.
La chica sonrió.
—Buenos días, soy Judith Murry, tengo una cita…
—Con el señor Doulton. Sí, señorita Murry, le diré que está aquí —llamó por el
interfono y luego se levantó—. Por aquí, señorita Murry, le mostraré el camino a la
oficina del señor Doulton —la guio hasta un par de puertas dobles al final del pasillo.
Las abrió y dijo—: Señor… la señorita Murry —permitió que Judith pasara, mientras
ella permanecía en la puerta y agregó—: ¿Preparo café?
—En media hora, Dora, por favor —respondió Luke, levantándose detrás de un
amplio escritorio cubierto de papeles.

Nº Páginas 53—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

La puerta se cerró y él se encaminó hacia Judith, señalando la silla que estaba


enfrente del escritorio.
—Siéntate, Judith. Tenemos mucho que hacer y muy poco tiempo.
Ella se sentó, cruzando las piernas, y sintió cómo él observaba sus movimientos.
Luke se sentó en una orilla del escritorio, quedando sus rodillas a escasos
centímetros de ella. Usaba un traje formal, pero se había aflojado la corbata y el
primer botón de la camisa lo tenía desabrochado; ella pudo ver la piel suave y
bronceada de su garganta bajo la tela blanquísima. Luego desvió la mirada, irritada
por estas debilidades. Esto tenía que cesar; él se casaría con Baba y no era libre y,
aunque lo fuera, Judith no era el tipo de chica en que él se fijaría.
—Pareces eficiente, hoy —comentó Luke con una nota seca en su voz.
Judith se ruborizó; vestía un traje gris de lana, combinado con una blusa blanca
de botones en forma de perla, que daban un toque de elegancia a su esbelta figura.
Lo escogió deliberadamente para parecer eficiente y la enfureció su sonrisa.
—Bien, aquí hay un breve informe del trabajo que desempeñaba Caroline.
Luego iremos a su oficina para aclarar todos los detalles, pero esto te dará una idea
general —dijo y le dio una carpeta. Ella la abrió y empezó a leer, sus ojos se movían
con rapidez. Luke la miraba y ella deseó que no estuviera tan cerca, pues la distraía y
le hacía más difícil concentrarse—. Mira con cuidado la página tres, esas son las
compañías que estoy revisando y que me gustaría adquirir, en las debidas
condiciones.
Ella leía, ahora con lentitud, algunos párrafos de esa página. Él se levantó, fue
detrás de ella y se inclinó por su espalda; su mejilla casi tocaba la de ella; escuchó su
respiración. Desde luego que él no sabía lo que estaba ocasionando. De pronto, se dio
cuenta de que, cuando estaba con él, ella era un ser humano. ¿Qué mujer trabajando
con un hombre tan cerca podía ser indiferente? pensó con impaciencia. ¿O era que él
no era consciente de su sexualidad? No, sus instintos era los mismos que los de
cualquier mujer y Luke Doulton era un hombre atractivo; su sexualidad no era fácil
de ignorar. ¡Cuánto deseó poder hacerlo! Hasta ayer, no habría soñado que sería
difícil dominar su propia femineidad y olvidar que Luke Doulton estaba cerca. No se
le ocurrió pensar que existía este tipo de peligro, al aceptar trabajar con él. Este tipo
de problemas eran nuevos para ella, aunque ya había trabajado con hombres
atractivos; incluso salió con algunos de ellos, sin que por esto perdiera su
concentración en el trabajo. Siempre fue sencillo para ella separar sus horas de
trabajo y las de entretenimiento; disfrutaba de ambas, sin que unas afectaran a la
otra. Para su alivio, él se retiró a su escritorio.
—Cuando hayas entendido todo eso, lo discutiremos y nos tomaremos un café.
Judith pudo tranquilizarse; leyó la página tres de nuevo y revisó las otras hojas.
Antes de levantar la vista, las preguntas casi salían de sus labios. Entonces, Luke
miró su reloj y dijo:

Nº Páginas 54—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Hora de comer.
Se sorprendió mucho, pues no se dio cuenta de cómo había pasado el tiempo.
Apenas recordaba el café que tomaron y las dos llamadas que los habían
interrumpido.
Él la miró y se rio.
—¿Perdiste la noción del tiempo? Yo también, hasta que sentí hambre. Bueno,
comamos rápido en el comedor de directores y regresaremos a terminar la charla,
¿sí?
Era una pregunta retórica, él lo planeó así y a ella solo le quedaba aceptar.
Fueron los únicos ocupantes del comedor. Luke le dijo que se usaba ocasionalmente.
Comieron melón y ensalada con carnes frías, seguidas de queso y café. Judith estaba
nerviosa, habló muy poco ahora que la charla no era acerca del trabajo que era el
único tema que la hacía sentirse segura.
—¡Oh, se me olvidaba!… —dijo Luke, mientras caminaban de regreso.
Cuando llegaron a la oficina, él abrió un cajón del escritorio y sacó un libro de
pasta azul y se lo dio. Judith leyó el título y se sorprendió.
—Es Alicia…
—No dejes de leerlo —comentó, sentado en su silla, con las manos en la nuca,
entre sus cabellos.
La lluvia había cesado, como lo predijeron, y el sol se filtraba por las grandes
ventanas, iluminando a Luke por detrás; se deslumbró y, durante un momento, casi
no lo pudo ver. Luego se acostumbró a la luz y sus ojos se encontraron con los de él.
Judith sintió que su corazón saltaba dentro de su pecho. Era una sensación que la
dejaba sin aliento y temblorosa, su piel se encendía y la boca estaba seca.
"¡Dios mío! ¿Qué me está pasando?" pensó para sí. "No me estoy enamorando
de él, ¿o sí? Estaría loca; voy a terminar en el diván del psiquiatra si me dejó llevar
por este apasionamiento por alguien como Luke Doulton." Nunca nadie la había
afectado de esa manera, hacía tiempo que decidió no perder la cabeza por un
hombre. Conocía a otras chicas atrapadas por un apasionamiento, que habían ido
detrás del hombre sin que nada les importara y sentía lástima por ellas. Tenía sentido
común, pero ahora parecía que había desertado; su corazón seguía mandando
pequeñas vibraciones por todos lados, cada vez que Luke le sonreía.
Él empezó a hablar de trabajo y Judith se vio obligada a concentrarse.
"Es indigestión lo que tengo", se dijo con firmeza, "eso es todo; debe ser por
comer aprisa el almuerzo".

Nº Páginas 55—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 6
Los días siguientes, Judith trató de convencerse de que los sentimientos que
tenía eran pura imaginación; mantuvo una estrecha vigilancia sobre sus
sentimientos, como si fuera un profesor estricto, listo a dar un fuerte palmetazo al
alumno que no prestase atención. Cuando Luke entraba en su oficina y sentía que sus
nervios se encendían, se decía a sí misma, que era enfado, por haberla interrumpido.
Cuando él se volvía sorpresivamente, le sonreía y ella sentía calor en las mejillas, se
decía que era vergüenza, pues él habría adivinado las estúpidas ideas que cruzaban
por su mente. No estaba segura de cuál sería su reacción, pero no correría el riesgo
de que se enterara; podría sentirse halagado o avergonzado y ninguna de las dos
cosas sería agradable para ella.
Desde el principio trabajaron juntos y pronto fue obvio que se parecían en
muchas cosas; no solo Judith sabía lo que Luke querría al día siguiente y lo tenía
preparado, sin que él lo mencionara, atrapaba pequeñas pistas de lo que él hablaba
pero era, simplemente, que ella sabía, como por instinto, lo que él haría y entonces se
movía en esa dirección. Tenía mucho que aprender y eso la mantenía ocupada, sin
poder pensar en Luke. Le faltaba revisar muchas carpetas y tenía que entenderlas.
La compañía internacional Doulton-Klein, era un negocio complejo, con
intereses alrededor del mundo. Le tomó a Judith la primera semana descubrir hasta
donde abarcaba a la organización. Cada tarde llegaba a su casa cargada de carpetas
que llevaba para estudiar después de la comida.
Cuando Robert la llamó por teléfono, tuvo que disculparse por no poder salir.
—Me gustaría ver esa película, pero tengo trabajo hasta las orejas.
—Mucho trabajo y nada de diversión.
—Lo sé, pero una vez que me acostumbre, todo será distinto; mientras tanto,
tengo que restringir mis citas por las tardes. ¿Cómo voy a discutir con los directores,
si ni siquiera sé de qué están hablando?
—Pareces enfadada.
—Lo siento, es que estoy cansada.
—¿Que tal el sábado por la noche?
—El sábado estará perfecto.
—Está bien. Pasaré por ti —ofreció.
Aceptó y después regresó a trabajar, sintiéndose mejor. Sus ojos se empezaban a
cansar de estudiar y a su mente le tomaba más tiempo asimilar los detalles de lo que
estaba leyendo. Era una tarde lluviosa y podían escucharse las melancólicas gotas de

Nº Páginas 56—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

agua caer y los coches que pasaban lentamente por las calles húmedas. Había algo
depresivo en ello; incluso la cena estuvo insípida.
Baba, aún no regresaba de California. Judith había hablado por teléfono con
Ruth la tarde anterior; quería saber cuándo volvería y así poder sentirse mejor.
—No he sabido nada de ella. Pero no me sorprende, Baba nunca envía postales.
Si tuviera un plan, me llamaría —contestó Ruth.
—¿Quieres decir que si consigue la parte en la película?
Judith no le deseaba ningún mal a Baba, pero deseó que no le dieran esa parte,
pues se quedaría en California durante mucho tiempo y ella quería que estuviera allí,
con Luke. Estando Baba cerca de Luke, sería visible que era suyo y resultaría más
fácil evitar esos estúpidos sentimientos que decía que no existían. Ruth continuó su
charla por teléfono.
—¿No sería grandioso que se la dieran? Yo siempre estuve segura de que Baba
sería alguien especial.
—¿Y qué pasará con Luke Doulton? Baba dice que a él no le gustaría la idea.
—Estoy segura de que se sentirá orgulloso. Después de todo, ella será famosa y,
si la ama, estará encantado.
Parecía sencillo para Ruth, ella proyectaba sus emociones a las otras personas y
no podía imaginar que alguien viera las cosas de diferente modo. Estaba contenta al
saber que su hermana podía ser una estrella de cine y no pensaba que Luke viera la
vida desde otro ángulo.
—Avísame si consigue la parte, ¿sí?
—Puedes apostar a que te llamaré de inmediato —luego hizo una pausa y
preguntó cómo le iba en el trabajo, si le era difícil su relación con Luke.
—No nos hemos peleado todavía.
No quería hablar de Luke. Dejó su trabajo y se acercó a la ventana, apartando la
cortina para poder ver la lluvia. Muchas veces se había preguntado qué era el amor;
mirando a los amantes desde afuera, uno tenía la idea de que todo era pura ilusión,
la gente busca en otros algo que les haga la vida más soportable. Creen haber
encontrado la pareja perfecta, cuando lo único que tienen es alguien más con quien
estar solos. Judith nunca se imaginó que se apasionaría por otro ser humano; pensaba
que era demasiado independiente y su sentido común tan asombroso que no podía
creer que otro ser humano cambiaría el sentido de su vida, y, ahora que sentía los
efectos del amor, estaba confusa y desorientada.
Cuanto más se decía a sí misma que no debía mirarlo, sus ojos más lo buscaban;
tenía almacenadas un millón de imágenes de Luke: hablando mientras llegaba a su
oficina, de pie junto a la ventana, mirando, hacia afuera, como ella lo hacía ahora;
caminando alrededor del cuarto con las manos en los bolsillos; su cabello café oscuro,

Nº Páginas 57—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

la mirada rápida de reojo cuando pasaba por el corredor; la forma y textura de sus
manos cuando detenía la puerta para que ella entrara. Lo estaba memorizando,
grabándolo en su mente, cuando esperaba el ascensor y él se acercó por detrás; no
tuvo que volverse para saber que era él, su cuerpo se lo decía como si tuviera una
antena que registrara su presencia. El sonido de sus pisadas era inconfundible.
El teléfono sonó, haciéndola brincar y soltar la cortina. Sus nervios no estaban
bien, tendría que hacer algo al respecto y pronto.
—Hola…
—¿Judith?
Era Luke, que parecía apresurado.
—Me temo que no me será posible estar en la junta de mañana. El señor Isaac
Kalsterg sale mañana a primera hora y quiero hablar con él. Tienes que tomar mi
lugar. ¿Podrías venir aquí para una rápida revisión de todos los documentos?
Ella tenía los labios secos, pero pudo contestar:
—Sí. ¿Cuándo?
—Ahora… Lamento mucho sacarte de tu cómoda casa en una noche como ésta;
yo iría por ti, pero estoy esperando llamadas importantes y no puedo salir. Te
prometo que no será mucho tiempo —se escuchó una risa y luego continuó—: Tú
siempre entiendes las cosas con mucha rapidez.
—Gracias. Estaré ahí en un cuarto de hora.
—Adiós.
Colgó el teléfono con lentitud, sus manos temblaban y durante un momento no
hizo nada. Luego se apresuró, no tendría tiempo de cambiarse y si Luke objetaba
algo porque se presentaba con viejos jeans y playera, era su problema. Se peinó y
maquilló, se puso un impermeable color crema y se miró en el espejo: era una chica
bastante ordinaria. Mirándose comprendía con tristeza que la felicidad de Baba no
estaba amenazada. Luke no se fijaría en ella. Pensar lo contrario era una locura de su
parte. Luke debía tener muchas mujeres locas de amor por él, estaba segura de que
no era la primera; solo había que recordar a Caroline. Su comportamiento en la fiesta
fue aterrador y ahora la entendía; estaba herida porque Luke la dejó para estar con
Baba. Parecía irónico que hubiera estado tan enfadada cuando los vio bailar, pues
ahora estaba loca por él.
Dejó el apartamento y condujo con la lluvia cayendo en el parabrisas; los
limpiadores apenas hacían visible el camino; las calles estaban desiertas, la gente no
salía con este diluvio. ¿Por qué no le dijo a Luke que ya estaba acostada cuando el
teléfono sonó? Porque no pensaste en nada, tonta, se dijo a sí misma.
Luke vivía frente al Regents Park. Judith tuvo que ir un poco más adelante para
encontrar un lugar donde dejar el coche y luego regresó corriendo bajo el aguacero.

Nº Páginas 58—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Cuando llegó a la reja, sus ropas estaban empapadas; se refugió en el pórtico y tocó el
timbre, temblando.
Luke abrió la puerta; vestía un suéter color crema y un pantalón azul. La miró
compungido.
—Dios mío, estás mojada. La lluvia empeoró.
—¿Puedo entrar? Hace frío aquí afuera… —dijo, Judith, castañeteando los
dientes.
Luke le quitó, el impermeable y miró donde sus pies dejaban una marca
húmeda; ella no se disculpó, después de todo, estaba allí por él.
—Hay un baño a la derecha, al final de la sala. Lamento haberte sacado de tu
casa con este tiempo. Sécate el cabello con la secadora. No me di cuenta de que llovía
tanto. ¿Te gustaría tomar leche caliente o café? Quizá un vaso de whisky.
—Café estará bien. Gracias —contestó Judith, siguiéndolo hacia la sala. Sus pies
se hundían en la mullida alfombra, ella se volvió a mirar las huellas húmedas que
había dejado. Luke se rio y comentó:
—No te preocupes, lo arreglarán mañana.
Judith sonrió, entró en el baño y se secó el cabello y lo peinó, pero, de todos
modos, caía sin gracia alrededor de su cara alargada. Se quitó los zapatos y los colocó
cerca del radiador; se secarían en media hora.
Cuando salía del baño, con los jeans mojados y descalza, Luke entraba por otra
puerta, trayendo una bandeja con un juego para tomar café. Judith elevó las cejas con
sorpresa y él lo notó de inmediato.
—Ahora, ¿qué pasa?
—¿Hiciste el café tú mismo?
—¿Por qué no? Hago muy buen café.
—¿Qué les pasó a tus sirvientes? ¿No me digas que están en huelga?
—A menos que esté esperando visitas, les doy la tarde libre. No tiene sentido
que estén en la cocina sin hacer nada. Creo que ahora están viendo la película de
guerra que pasan por la televisión. Viven arriba, en el último piso.
—¿Cuántos son?
—De tiempo completo, solo dos, un matrimonio: Joe es mi chofer y su esposa se
encarga de la casa. Ella tiene ayudantes de medio tiempo, hay muchas cosas que
hacer.
Él empujó otra puerta, balanceando la bandeja, y entraron en la sala; dejó la
bandeja mientras ella miraba a su alrededor: las paredes eran de color mármol y las
alfombras verde pálido; había dos sillones rectangulares, uno frente a otro, con una

Nº Páginas 59—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

mesa de centro negra y cuadrada. Las cortinas llegaban al piso y acallaban el sonido
de la lluvia. Un enorme cuadro cubría una de las paredes; era un óleo de un bosque
lleno de robles y colinas, que conducían a una más y más lejana perspectiva. Judith
miró otros objetos en la sala: un jarrón de bronce, una escultura en piedra de una
cabeza y flores perfumando el ambiente. En la mesa había un tablero de ajedrez,
junto a una pila de carpetas y un libro abierto.
—Acércate al fuego. ¿Quieres crema y azúcar en el café?
—No, negro y sin azúcar. Gracias.
Judith se arrodilló junto a la chimenea, acercando las manos, y se sorprendió, al
darse cuenta de que hacía mucho tiempo que no se sentaba junto al fuego. En Nueva
York todo era calefacción eléctrica. Luke le ofreció la taza de café y sus dedos tocaron
los de ella, quien mantuvo la vista baja para distraerse de su proximidad. Preguntó,
cortante:
—Gracias. ¿Juegas ajedrez tú solo?
—Un poco, aquí no hay con quien jugar y entonces lo hago solo —se sentó en la
orilla de uno de los sillones y dijo con voz suave—: ¿Y tú juegas?
—Un poco…
—Sabía que jugabas. Cualquiera que tenga una mente como la tuya, tiene que
ser una buena ajedrecista.
—No dije que fuera buena.
—No tienes que hacerlo, te he visto resolver algunos problemas. Estoy seguro
de que eres una magnífica jugadora.
Ella se inclinó un poco y tomó un sorbo de café; el fuego calentó una de sus
mejillas y fue una buena excusa para disimular el enrojecimiento que pudiera haber.
—Será mejor que escuches lo que tienes que decir en la junta de mañana —
recogió unas carpetas de la mesa y dijo—: Tengo toda la información aquí, será mejor
que la leamos juntos.
Empezó a hablar y ella escuchó atentamente.
En la mesa, el reloj musical marcó las diez y media. Judith se sorprendió, había
estado allí durante hora y media, el tiempo voló. Luke también miró su reloj.
—Se está haciendo tarde. Creo que ya te di los puntos más importantes, pero, si
tienes una duda, no hables de ella, guárdatela, luego la resolveré yo con ellos.
Aunque dudo que tengas problemas; estoy seguro de que podrás con todo.
Ella trató de sonreír; era estúpido estar tan deleitada por sus cumplidos, pero
no lo podía evitar. Luke se levantó y antes de que ella hiciera lo mismo, estaba a su
lado, tocándole el cabello ligeramente. Empezó a temblar.
—Ya está seco, parecía que te habían sacado de un río cuando llegaste.

Nº Páginas 60—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Seguía acariciando su cabello y ella movió la cabeza con suavidad para evitarlo,
levantándose al mismo tiempo. Lo miró un instante y se dio cuenta de que también la
miraba, con una expresión en el rostro que no pudo definir… ¿Miedo?
¿Incertidumbre? ¿Sorpresa? Judith desvió la mirada, antes de averiguarlo.
—¿Sigues viendo a Robert Gordon? —preguntó Luke.
—Sí, con frecuencia. ¿Por qué? —su mente estaba aún tan ocupada con los
asuntos del banco, que no esperaba esa pregunta.
—¿Estás enamorada de él?
—¿Qué? —Judith se volvió a mirarlo, con la boca abierta y sintió que se
sonrojaba—. Ese es un asunto personal; si lo estuviera, no tendría por qué decírtelo.
Él no contradijo su argumento; en cambio, hizo otra pregunta:
—¿Has estado enamorada alguna vez?
—La misma respuesta, se aplica a esta pregunta —dijo irritada—: ¿Qué es esto?
¿Por qué ese interés en mi vida privada?
—Solo curiosidad —respondió, sin saber por qué hacía esas preguntas—. Eres
muy calmada e introvertida y quería saber cosas de ti. ¿Tú no sientes curiosidad por
otra gente? Es fácil cuando la gente es abierta, pero a algunos les gusta encerrarse.
Me preguntaba si habría una combinación que me permitiera conocerte.
—Ve con tus combinaciones a otra parte —respondió, mientras se encaminaba a
la puerta.
—¿Te vas ya? No seas tan susceptible. Ojalá Gordon no esté transformando tu
forma de ser.
—Me ofreció trabajo hace tiempo —dijo con satisfacción.
—Pero no lo aceptaste.
—La oferta está abierta, si yo quisiera tomarlo.
Él calló un momento, como pensando en las palabras. Luego se levantó y le dio
las carpetas.
—No olvides esto.
Regresó y las tomó; al dar la media vuelta, él la sujetó por el codo. Lo miró,
sorprendida.
—No me gustaría saber que te pierdo ahora; si alguna vez tienes un problema
en la oficina, dímelo. Nunca pienses en dejar el trabajo.
Ella lo miró, sus labios se separaron temblando. Los dedos de Luke se tensaron
y la acercó hacia él; ella sintió que su garganta se secaba y sus ojos se agrandaban,
oscurecidos, enfocados a los labios de Luke.
—¿Lo prometes? —preguntó él en un susurro.

Nº Páginas 61—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Movió la cabeza, sintiendo que él la miraba con ansiedad. Durante un


momento, el cuarto estuvo en silencio, solo se oía la lluvia que golpeaba la ventana,
el tic tac del reloj, el sonido de los maderos que ardían. Sabía que si daba un paso
pequeño, sus bocas se encontrarían. También él la miraba y sentía lo mismo. Cada
músculo y nervio de su cuerpo era consciente de la presencia de él.
—Será mejor que me vaya —dijo, alejándose con un esfuerzo. Era peligroso, la
hipnotizaba y podía cerrar todas sus formas de escape. Quería sentir su boca sobre la
de ella, con ansia que lastimaba; entonces recordó a Baba y se dijo a sí misma que era
despreciable. Qué enfadada estuvo cuando lo vio bailar con Caroline Rendell; ahora
era ella la que estaba que se moría por ponerle los brazos en el cuello y besarle esos
labios hermosos y cálidos. Estaba furiosa consigo. ¿Qué diablos estaba haciendo?
¿Cuánto necesitaba para saber que era estúpido permitirse sentir así por este
hombre?
Le soltó el codo y ella fue con rapidez al baño, a recoger sus zapatos; luego salió
y se encaminó a la puerta con Luke siguiéndola en silencio. Abrió la puerta y vio que
la lluvia continuaba.
—Será mejor que corra —dijo Judith, aliviada.
Emprendió loca carrera en busca de su coche, consciente de que la puerta
seguía abierta. Después, ya con el coche, pasó enfrente y Luke la miró desde el
pórtico.
Fue muy difícil dormir esa noche, la pasó recordando los momentos en que, en
silencio, Luke había estado tan cerca de besarla. ¿O era ella la que estuvo cerca de
besarlo? Ya no estaba segura de lo que había pasado, ni siquiera de que todo eso
hubiera sucedido y no era una travesura de su imaginación. Sus pensamientos no
eran claros; ahora actuaba de una manera preocupante, impredecible. Si dejaba de
pensar, las imágenes de Luke venían y no la dejaban dormir.
Sé inteligente. ¿Por qué motivo, un hombre como Luke, querría besarte? ¡Mírate
al espejo, por Dios! Él está comprometido con Baba, ella es hermosa; las revistas
pagan una fortuna por tenerla en las portadas. ¿Por qué un hombre comprometido
con ella, querría algo contigo? Tal vez un coqueteo, él siempre lo hace con cualquier
mujer que esté cerca… Pero no, él no era así; al menos, nunca lo había visto.
Encantador y agradable sí, sí lo era y también muy inteligente, astuto y un hombre
formidable en el trabajo, pero había rumores de que era un donjuán y debían tener
una razón, ¿qué había de la pelirroja con la que lo encontró en el restaurante con su
antiguo jefe? La cara de Judith ardió al recordar que él ni siquiera esperó a escuchar
su nombre y se fue. Luke pensó que no valía la pena. ¿Él recordaba esa ocasión? Lo
dudó.
Al día siguiente estuvo en el trabajo con un fuerte dolor de cabeza; pero, a pesar
de eso, tuvo que estar presente en la tediosa reunión, con una sensación de mareo.

Nº Páginas 62—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Más tarde, entró en su oficina y apoyó los codos en el escritorio, cubriéndose los ojos
para aligerar el dolor.
—¿Qué te ocurre? —escuchó la voz de Luke. Levantó los ojos entrecerrados.
—Migraña… —contestó.
Hacía un esfuerzo para hablar, había luces viajando en zigzag.
—Será mejor que te vayas a casa; yo te llevaré. Tengo unas pastillas que podrían
ayudarte.
Luke puso una mano bajo su codo y la levantó. Judith no se dio cuenta de
cuando estaba en el ascensor, ni de cuando entró en el coche. Cada ruido le parecía
que tenía resonancia en la cabeza, pero el interior del coche era oscuro y apoyó la
cabeza en el respaldo. Al llegar, Luke la acompañó hasta su apartamento y la hizo
recostarse en el sofá, mientras iba a la cocina por un vaso de agua.
—Toma esto.
Judith tomó las dos pastillas que le ofrecía y murmuró:
—Gracias —y se recostó de nuevo.
Luke la cubrió con una sábana y corrió las cortinas, Judith suspiró con alivio en
la oscuridad.
—Regresaré a la oficina; no te preocupes por el trabajo. Trata de dormir. Si no te
sientes bien mañana, no vayas al trabajo.
—Gracias —contestó con voz baja.
Era difícil hablar y aún más, pensar. Luke se sentó en la orilla del sillón y le
quitó el cabello de la cara, con un gesto gentil. Judith seguía con los ojos cerrados.
—Lo lamento.
Luke se acercó y sus labios rozaron los de ella. Después se fue. Escuchó cuando
cerraba la puerta, procurando no hacer ruido; las lágrimas corrieron por las mejillas
de Judith y al fin se durmió.
Al despertar, estaba todo oscuro; durante un momento, no recordó dónde
estaba y encendió la luz. Eran las nueve de la noche; cuando Luke la llevó a su
apartamento serían, más o menos, las dos. Siete horas de sueño, pensó con disgusto y
decidió tomar un refrescante baño; después, envuelta en una bata blanca, entró en la
cocina y comió algo. Estaba sentada frente al televisor, tomando té, cuando el
teléfono sonó.
—¿Eres tú, Judith?
—¿Baba? Sí, soy yo. ¿Dónde estás?
—Acabo de regresar a Londres.
—¿Cómo te fue en la prueba?

Nº Páginas 63—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith no podía adivinar si Baba estaba contenta o triste, su voz no mostraba


nada, y ella no quería preguntar directamente: ¿Conseguiste el papel?
—Estuve muy nerviosa durante la prueba y todavía no sé si me darán el papel.
Son demasiado estrictos, dijeron que me llamarían.
—Por lo menos no te dijeron que no te lo darían. Aún hay oportunidad.
—Mi agente dice que es probable que me hagan regresar para hacerme otras
pruebas, si es que les ha gustado la primera. Tuve que volver para hacer un trabajo
mañana, pero pronto partiré; mi agente dice que es importante estar allí, por si me
llaman.
Baba se rio y Judith pudo sentir su optimismo; también ella estaba contenta
ahora que Baba regresaba. Sin embargo, su entusiasmo se esfumó al enterarse de que
se iría otra vez; sería mucho más fácil luchar contra ese sentimiento de atracción por
Luke, si Baba estaba allí, recordándole que tenía dueña.
—¿Ya viste a Luke? —preguntó con tono tan casual como pudo.
—Estaba muy ocupado cuando llamé. Solo hace dos horas que llegué y me
siento medio muerta después del vuelo desde Los Ángeles. La secretaria de Luke dijo
que trataría de darle mi mensaje, pero que no creía poder hacerlo; estaba arreglando
asuntos con un político y no estaría libre hasta después de medianoche. Judith,
¿puedo ir a verte? Estoy aburrida. No quería regresar, temo perder el papel si no
estoy cuando me necesiten; pero mi agente dice que no debo dejar el trabajo de
mañana. No puedo sentarme aquí sola, tengo que hablar con alguien.
—Sé mi invitada —respondió con amabilidad.
No quería verla, pero no podía decírselo. Baba tenía un descuido alegre que a
toda la demás gente gustaba, siempre había sido así. Conseguía lo que quería y si tú
estabas estorbándole el camino, muy dulcemente iría hacia ti y te apartaría,
disculpándose. En cualquier otra persona, ese sería un acto horrible, pero Baba era
tan agradable que te hacía sentir como un favor que viniera a destruir tu vida,
porque le estorbabas.
Judith colgó y se dirigió a la cocina para preparar café antes de que Baba
llegara.
—Hola, cariño, eres muy amable por recibirme ahora. Te traje algo de California
—dijo Baba cuando Judith le abrió la puerta, y le colocó un paquete en la mano.
—Gracias —respondió Judith, guiándola a la sala y abriendo el paquete; era una
pulsera de pequeñas piedras verdes, como esos recuerdos que compran los turistas
en todos lados—. Qué bonita, gracias —comentó, acariciando las piedras con un
dedo—. Eres muy amable al pensar en mí.

Nº Páginas 64—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Me muero por un café. He traído muchas de esas pulseras, no estaba segura
de lo que traería, pero esas pulseras le quedan a todo el mundo —comentó,
sirviéndose una taza de café.
—Sí —contestó Judith, dejando caer el brazalete en la cajita.
—¿Cómo te has llevado con Luke? No le has dicho nada acerca de mi prueba
para la película, ¿verdad? Le llamé cada noche, para decirle cuánto lo extrañaba.
Judith sirvió un poco de café; estaba en un estado de ánimo en el que nada
parecía molestarla, era ese sentimiento que queda después de los dolores de migraña.
—Me sentí extraña cuando llegué al aeropuerto de Heathrow y vi tanta gente
pálida. En California todos están bronceados y se preocupan por desarrollar los
músculos. En la playa encuentras muchos chicos muy guapos. Convenceré a Luke
para que salga de la oficina a recibir aire fresco y puro; podríamos pasarlo bien allí;
después de todo él es norteamericano y la mayoría de sus negocios están allá. A mí
me gusta ir a la playa.
—¿Con todos esos hombres guapísimos? —inquirió Judith. Baba rio.
—No malinterpretes, no era a eso a lo que me refería; aunque si los vieras…
Con cuerpos atléticos y la piel color oro. Si consigo el papel, pasaré mucho tiempo en
la playa, todos viven allí. Bueno, ¿a quién le importa? No hay razón para que Luke
no pueda pasar medio año en California; no es más lejos de Nueva York que
Londres.
—¿Ya se lo has propuesto?
—Desde luego que no. Si no consigo la parte, no tendría caso…
—Tienes razón. ¿Si no consigues el papel qué harás?
Baba contestó, suspirando:
—Tener un hijo, que es lo que Luke quiere. Si no entro en el cine, creo que me
retiraré de modelar y me dedicaré a la familia de inmediato. Desde luego que si la
consigo, tendré los niños uno o dos años después.
Bajo su vestido de seda, su cuerpo se movía con la gracia de una tigresa. Judith
se la imaginó un poco gorda, después de los partos; sería una lástima que perdiera el
papel y, sin darse cuenta, se lo comentó.
—Querida Judith, ¿realmente crees eso? Me moriré si no lo consigo.
—No lo dudo.
—Quizá tú no lo entiendas, pero sé muy bien que esto me pertenece —dijo
emotiva, pasándose una mano por el cabello rubio y levantándolo en un gesto
interminable. Arqueaba el cuerpo como una mujer que se entrega a su amante—. Lo
sé, esto me pertenece.
—Deseo que consigas lo que quieres —contestó Judith.

Nº Páginas 65—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Ruth dice que debo estar loca, ella no lo entiende. ¿Por qué escogería a un
hombre antes que una carrera? Tú no eres así de tonta, piensas en tu carrera primero.
¿No, Judith? Bueno, no quiero decir que sea una feminista radical, adoro a los
hombres y no podría vivir sin ellos; pero me rebelo si tengo que vivir como Ruth.
David es dulce y yo lo estimo; sin embargo, sería terrible quedarte en casa todo el
día, haciendo las labores propias del hogar, yendo de compras y cuidando a los
niños.
Estaba muy cómoda, recostada en el sofá, su hermoso rostro brillaba mientras
hablaba y su vestido amarillo reflejaba la luz de la lámpara.
—Todo depende de lo que quieras en la vida —concedió Judith. No encontraba
una falta en sus razonamientos, si ella quería una carrera en el cine, ¿quién tenía
derecho a criticarla? Pero, ¿y Luke? Judith tenía que mencionarlo y lo hizo, deseando
que Baba no notara nada en él tono de su voz.
—¿Y qué hay de Luke?
Baba hizo un gesto de angustia, pero teniendo cuidado de no parecer fea; de
hecho, su rostro de angustia fue hermoso. Si Judith no la conociera tan bien, habría
sospechado que actuaba; pero Baba siempre fue así, no podía servirse una taza de
café sin hacerlo a la perfección y complaciendo a su auditorio.
—Estoy indecisa. Con sinceridad, trato de tomar una decisión y decirle a Luke
que quiero hacer una carrera en el cine, pero sería terrible para él y prefiero morir
antes que romper su corazón. Estoy enamorada; si Luke no tuviera ni un centavo, de
todas formas me casaría con él, su dinero no me interesa. Pero… ¿estar enamorada
de un hombre significa que tengas que dejar de hacer todo lo demás? Él no dejaría su
carrera por mí. ¿Te lo puedes imaginar? La sola idea es graciosa.
Baba se rio, echando la cabeza hacia atrás, y sus rizos caían alrededor de su
linda cara.
Alguien llamó a la puerta.
—¿Quién diablos será a esta hora? —dijo Judith mirando el reloj; eran después
de las once.
—Debe ser Luke, le dejé un mensaje para que me recogiera aquí. Vine en taxi,
pero una no está segura de poder conseguir otro y no quería sacarte de tu casa a
media noche para que me llevaras.
—Qué bien —dijo Judith.
Deseó que no le hubiera dicho que viniera a su casa por ella. Vio a Baba correr
hacia la puerta y recogió las tazas del café para evitar ver su primer abrazo; pero no
le resultó, sus oídos estaban hipersensibles esa noche y el saludo no fue corto.
—Oh, querido… Te he extrañado tanto… Mmmm… Haz eso otra vez.

Nº Páginas 66—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Se volvió a ver a Baba que arqueaba su cuerpo hacia Luke, con los brazos
alrededor de su cuello, los labios abiertos y los ojos cerrados. Luke miró a Judith por
encima de la cabeza de Baba.
—Despidámonos de Judith y vámonos.
—No seas rudo, cariño. Ven y saluda a la pobre de Judith; no hay razón para
que la trates así solo porque es una de tus empleadas.
Judith colocó con brusquedad la azucarera en la bandeja y Baba obligó a Luke a
entrar.
—Tomábamos café. ¿No hay más, Judith? Ah, ya quitaste las tazas, bueno, no
importa. Eres tan eficiente, te admiro por eso, yo no podría hacer las labores de la
casa o cocina.
Judith le ofreció una taza a Luke, quien la siguió hasta la cocina; mientras Baba
recogía sus delicadas sandalias que un momento antes se había quitado.
—¿Cómo sigues del dolor de cabeza? —preguntó Luke con voz baja.
—Bien, gracias. Esas pastillas que me diste funcionaron de maravilla.
—Me alegra.
—¿Le has provocado dolor de cabeza a la pobre de Judith? Malvado esclavista.
No deberías ser cruel con ella, es la amiga más antigua que tengo.
—Gracias —contestó Judith, sintiéndose la mujer más vieja del mundo—.
Padezco migrañas, de vez en cuando. No tiene nada que ver con el trabajo.
—No es cierto, has trabajado demasiado. No debí presionarte tanto —apuntó
Luke con brusquedad.
—No me presionaste, yo trabajo a mi propio ritmo.
—De todos modos, no trabajes tanto. Hoy parecías muy enferma. Estaba
preocupado.
—¡Oh! Qué dulce eres, te mereces un beso por ser tan dulce. ¿No fui inteligente
al encontrar a Judith para ti? —dijo Baba levantándose para darle un beso en la
mejilla.
—Muy inteligente. Son después de las once, debemos irnos.
Baba insistió en besarlo y replicó:
—Tengo que ir a jugar canasta. Solo será un momento. Oh… Vamos, no te
enfades. Judith, ¿no tienes un trago para este malvado? —preguntó y, sin esperar la
respuesta, se metió en el cuarto de baño.
—Tengo whisky —le ofreció a Luke.
—Tomé ya demasiado whisky. Estuve con uno de los más grandes aburridos de
Westminster y beber era el único refugio que tenía a la mano.

Nº Páginas 67—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith sonrió; sus ojos se encontraron y ella casi brinca al descubrir la expresión
de su rostro. Sus labios se movieron sin producir sonido, parecía decir: No me mires
así, no debes. Él, que estaba muy cansado, miró en otra dirección, como si hubiera
captado el mensaje.
—Tu apartamento es muy tranquilo, tuve una tarde infernal; casi gritaba
mientras ese tonto decía cosas ridículas. Habría dado todo por estar jugando ajedrez
con…
Se detuvo y Judith sintió que el rostro se le enrojecía.
—Con tus oponentes imaginarios.
—Desde luego —él sonrió—. ¿Dormiste?
—Durante siete horas.
—Dios mío, debiste estar muy cansada. No debí dejar que llegaras a ese estado.
—No siempre es posible detenerse.
Luke la miró sonriendo.
Baba regresó del baño, su cabello rubio rozaba la manga oscura del traje de
Luke, quien parecía infeliz, casi desdichado; aunque guapo. Era el caballero perfecto
para Baba, quien lo sabía; ella le sonrió a Judith con los labios brillantes.
—Querida, has sido muy amable conmigo, he tenido una velada maravillosa.
Luke prefiere que pase la noche contigo que con un hombre guapo, ¿verdad? —dijo
mirándolo de reojo y sonriendo.
—Sí.
—Tendremos otra fiesta pronto, será una fiesta íntima. Y tú y yo, querido,
tenemos que encontrar un hombre para Judith.
Judith se estremeció por la ira, pero antes de que pudiera contestar, Luke casi
forzó a Baba a salir de la habitación.
—Buenas noches.
—Buenas noches —contestó cerrando la puerta, controlándose para no dar un
portazo.
Regresó a la sala, tomó uno de los cojines donde Baba se apoyó, que aún
conservaba la forma de su cuerpo, lo golpeó para que recuperara su forma y lo arrojó
al sillón. Encontrar un hombre para Judith… ¡Qué valor! Baba nunca pensaba antes
de abrir la boca, no tenía ni idea de que estaba insultando a alguien, Judith lo sabía;
Baba no quería ser grosera, simplemente, no se daba cuenta de lo que podían herir
sus palabras. Encontrar un hombre para Judith. Baba creía que no era capaz de
conseguir un hombre, eso era todo. Había llamado esa tarde estando segura de
encontrarla, no podía pensar que Judith tuviera una cita. Según ella, Judith siempre
estaría allí, sentada en la sala, lista para escuchar sus problemas.

Nº Páginas 68—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith se fue a la cama, enfadada; no podía dormir. Imaginaba a Baba y a Luke


en su casa, en su cama. ¿Dónde más irían a esta hora? Los celos la quemaban como
un ácido; golpeó la almohada, furiosa.
¿Y él? ¿Qué sintió cuando la miró de esa forma? Su estado de ánimo parecía ser
el reflejo de lo que ella sentía, pero eran solo deseos. Lo que pasó, era su pura
imaginación; cualquier cosa que le pasara a Luke no tenía nada que ver con ella.

Nº Páginas 69—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 7
La mañana siguiente, encontró a Luke al salir del ascensor.
—¿Dormiste bien ayer? Aún estás pálida.
—Sí, gracias. ¿Y tú?
Algún demonio le hizo formular la última pregunta: ¿Había dormido bien o
pasó la noche haciéndole el amor a Baba?
—También. Estaba cansado después de cuatro horas tediosas con el viejo
Wentlow. Dejé a Baba en su apartamento y me fui directo a la cama; dormí como un
tronco.
—Ah —respondió Judith aliviada.
—Mañana tiene que regresar Baba a los Estados Unidos, pero no podré verla
esta noche, pues tengo que volar a Sydney. Estaré lejos durante unos días. Podrás
tomar mi lugar, ¿verdad? Te llamaré con frecuencia por teléfono y te agradecería que
tú llamaras a mi madre cada día y le informaras lo que esté ocurriendo.
—Desde luego —aseguró Judith.
Se preguntó si era para complacer a su madre o para vigilarla a ella.
Esa tarde estuvo muy ocupada y seguía trabajando cuando Luke entró en su
oficina, con su impermeable en el brazo.
—Me voy. No trabajes demasiado mientras no esté —luego añadió, íntimo—:
No quiero oír que has tenido más migrañas, en especial, porque no podré estar para
cuidarte…
Judith trató de sonreír, pero no pudo. Luke se quedó allí, mirándola con sus
ojos grises llenos de sentimiento.
—Bueno, que tengas buen viaje.
—Gracias.
Se marchó y ella miró el lugar donde estuvo, con los ojos borrosos.
Son ilusiones, se dijo, si esto continúa, tendré que ver a un oculista.
Mientras él estuvo en Australia, llamó a diario. Su voz iba y venía entre ruidos
de interferencia, por lo que, a veces, Judith casi tenía que gritar, y él respondía: No
tienes que gritar, te oigo tan bien como si estuvieras en el mismo cuarto. Entonces
ella volvía la cabeza, como queriendo encontrarlo detrás. Después de colgar, se
quedaba mirando el teléfono e imaginaba que veía sus ojos sonrientes.
—Mi madre dice que le hablas todos los días. Gracias por hacerte cargo de eso,
debes estar harta del trabajo.

Nº Páginas 70—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—No. Este domingo iré a visitar a tu madre.


—Qué bueno, dale mi amor.
—Lo haré —contestó, deseando que su voz pareciera normal. Si alguna vez
tuviera su amor, la última cosa que haría sería dárselo a otra persona.
—¿Cuándo regresas?
—Si tengo suerte, el lunes. He de ver cómo van las cosas…
Ella miró el calendario y contó los días, como un niño que espera la Navidad.
La noche del sábado, invitó a su abuela y a Robert a cenar. Él ayudó en la cocina
antes de que la señora Murry llegara y fue quien le abrió la puerta, con el delantal de
Judith puesto.
—Pobre Robert, no debiste permitir que te ayudara a preparar la cena.
Ella nunca dejó a su marido entrar en la cocina.
—Nuestra generación no lo hizo. De todos modos, yo no lo quería en la cocina.
Si él hubiera entrado, yo no habría tenido ni un lugar privado.
Judith escuchó sonriendo y no discutió, pero su abuela sabía muy bien que ella
no estaba de acuerdo. Robert entró en la charla.
—Cocinar es divertido, señora Murry. ¿Quién cree que prepara mi comida? Soy
muy buen cocinero, aunque sea yo quien lo dice.
—Usted necesita una esposa —contestó la abuela con firmeza. Judith volvió la
cara, impaciente.
—Usted es muy brillante, señora Murry. Eso es lo que necesito: una esclava
para que haga todas las labores de la casa.
—No me mires a mí —dijo Judith divertida, aunque luego se arrepintió.
—Si es una proposición, acepto —respondió Robert también divertido.
La abuela pasaba los ojos de uno a otro, tratando de descubrir si hablaban en
serio.
—Olvídalo. En el banco me pagan por lo que hago; un trabajo de esclava donde
no me paguen… no lo aceptaría.
—Feminista.
Judith no quería que su abuela mal interpretara su relación con Robert, pero
tampoco quería que él imaginara cosas que no sentía.
—Gracias; como premio a ese comentario, lavarás los platos.
Esa noche, al quedarse sola en el apartamento, se recostó a escuchar el tránsito y
la gente caminando por la acera. Se sentía muy sola, había algo que la molestaba
dentro de ella. Encendió la radio y escuchó la voz de una mujer que cantaba con

Nº Páginas 71—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

tristeza, casi en sollozos; parecía un gato cantando a la luz de la luna. Apagó la radio
y se metió en la cama, tratando de dormir, pero las palabras de la canción, que se
referían a un amor frustrado, seguían en su cabeza.
Durante años, estuvo tranquila con lo que había logrado; satisfecha con su
trabajo, sus amigos y sus días bien organizados. Pero algunas veces se detuvo a
pensar: ¿Eso es todo? Sentía una carencia, un lugar vacío dentro de ella y se ponía
nostálgica por algo que nunca había tenido, que ni siquiera podía identificar; sin
embargo, después de esa pausa, pensaba en todos los ratos que pasó divirtiéndose en
su trabajo o disfrutando una obra en Broadway, con alguien que después la invitó a
cenar. Esos instantes de duda personal no duraban demasiado tiempo, Judith tenía
sentido común y sabía que si miraba hacia abajo, el resultado sería una caída; por lo
que se proponía mirar hacia arriba otra vez y sobreponerse a sus tristezas.
Lo que sucedía ahora era mucho peor; sabía qué era lo que necesitaba para
llenar el vacío que tenía y que no lo podía tener. El sentimiento que la embargaba no
era frustración; a pesar de advertir que estaba lejos de su objetivo y que siempre sería
así, se sentía sumergida en la tristeza, pues el hombre por el que sentía amor era
inaccesible, y la posibilidad de encontrar otro, aunque fuera con un remoto parecido
a él, era mínima. Esperó mucho tiempo para enamorarse y ahora que lo hacía, era del
hombre prohibido. No era justo.
Al otro día se levantó temprano para ir a Lambourne. Era una hermosa mañana
de verano y el campo de Kent tenía la claridad y el verdor que hacían que conducir
fuera un deleite. Judith tuvo problemas para concentrarse en el camino; miraba a los
lados, disfrutando del paisaje. El amor la transformaba, no había duda. Hacía seis
meses habría dicho: Qué bonito, y luego habría vuelto a poner atención en el camino.
Pero ahora ponía poco cuidado al conducir, olvidaba encender la luz que indicaba
que daría vuelta a la derecha o, por mirar el paisaje, desviaba el coche ligeramente.
Eso mismo hacía en la vida, no veía de frente la situación, sino que miraba
ensoñadoramente el camino, lo cual resultaba desastroso en cualquiera de los dos
casos.
Cuando al fin se detuvo frente a la casa, había otro coche allí. Caminó hacia la
puerta, preguntándose quiénes serían los invitados; la señora Doulton no le dijo que
habría más invitados con ella y eso la enfadó. Quería hablar de Luke, tenía muchas
preguntas que hacer, pero ahora, con invitados, no sería fácil sentarse y parecer un
reportero haciendo preguntas personales, pues Judith no quería que la señora
Doulton se diera cuenta de que estaba siendo interrogada.
La puerta del frente se abrió y apareció una niña con un diminuto traje de baño
rojo. Judith la miró: Tenía la carita redonda de piel blanca y cabello castaño.
—Hola, soy Judith.

Nº Páginas 72—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Hola, ya sé quién eres. Vas a ir a la habitación de la abuela; me dejaron aquí


para esperarte. Fanny fue a recoger menta al jardín, regresará en unos minutos.
Estábamos nadando y me dijeron que podía regresar cuando tú llegaras.
De pronto se rio, mostrando una cadena de dientecillos irregulares; tenía pecas
en la nariz y en las mejillas.
—¿Sabes bucear? Yo sí sé, es fácil. Voy a buscar a papá y lo empujaré al agua.
—Asegúrate que tenga puesto el traje de baño, antes de hacerlo —respondió
Judith.
Debía ser hija de Angela; Paulina dijo que solo tenía un niño. A Judith le
agradaba Angela y le gustaría verla otra vez, pero no a Paulina, que era muy
arrogante.
—Adiós —se despidió la niña y se fue corriendo.
Judith entró con los dedos cruzados detrás de la espalda, deseando que Paulina
no estuviera allí. Llamó a la puerta del cuarto de la señora Doulton y la escuchó
decir:
—Entra.
—Hola —saludó Judith, acercándose.
La señora Doulton le tomó la mano y ella se sentó en la cama.
—Qué amable eres al desperdiciar un día tan lindo para venir a verme.
—Es un día tan bello que no puede haber otra manera de pasarlo mejor que
visitándola.
—Pareces cansada ¿Has trabajado mucho?
—Bueno, tuve que aprender mucho en poco tiempo. Es un trabajo muy
diferente al que estaba acostumbrada en Nueva York. Aquí hay mucho más que
hacer.
—De todos modos, no creo que debas trabajar tanto; no vale la pena arruinar la
salud por ningún sueldo. Ojalá que Luke no sea pesado como jefe, es terrible trabajar
para él.
Judith se rio y movió la cabeza.
—No, creo que ya entendí todo el movimiento de la empresa y Luke no es un
jefe duro, explica las cosas con claridad. Estoy fascinada con el trabajo.
Judith trató de no dar emoción a su voz. Sabía que la señora Doulton era capaz
de darse cuenta cuando se decía una mentira; notó inmediatamente que las sonrisas
de Caroline no eran sinceras y ella deseó que sus ojos no mostraran lo que sentía y
cambió el tema con rapidez.
—¿Quién era la niña que abrió la puerta?

Nº Páginas 73—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Stephanie, la hija mayor de Angela, ha estado haciéndome compañía.


—Tiene siete años, ¿no?
—Sí. Angela tiene otro niño, de tres. Benny. Están divirtiéndose en la piscina;
debí decirte que trajeras un traje de baño, lo olvidé. Si quieres, Angela tiene varios…
—No importa, prefiero sentarme y charlar. Quería preguntarle cómo se inició la
compañía internacional. Supongo que fue fundada por su esposo.
—En mil novecientos cuarenta y seis —contestó.
Sus ojos se dirigieron a la ventana; el cielo azul estaba radiante, como pocas
ocasiones en Inglaterra. Durante un momento, la señora Doulton miró a lo lejos; sus
ojos grandes parecían nostálgicos. Recordaba el pasado; habló de su esposo y de los
primeros días de su matrimonio. Judith la miraba con atención, dándose cuenta de
que la señora Doulton casi olvidaba dónde estaban; hablaba para sí, recordando en
voz alta lo que, sin duda acostumbraba a recordar en silencio. Judith la escuchó
hablar de la infancia de Luke, de su padre y de cómo creció la organización. Todos
vienen de algún sitio y su pasado puede explicar el presente si se tienen pistas
verdaderas; Judith sentía curiosidad por Luke y ningún detalle era demasiado
pequeño para ella; trataba de imaginar su infancia mientras escuchaba.
—Mi esposo nunca me dijo que estaba muy enfermo —confesó la señora
Doulton—. Cuando murió tan sorpresivamente, casi me mata. Luke era muy joven,
pero ya había trabajado con su padre algún tiempo y conocía el trabajo. Aprendió
todo lo que pudo; sin embargo, algunos ejecutivos pensaron que no estaba listo para
ocupar el lugar de su padre. Había mucha gente interesada en el puesto y fue una
temporada terrible, hubo intrigas y peleas y pensé que era bueno que él se enfrentara
a todo eso de una vez. Cuando estuve segura de que podía con los negocios, compré
esta casa y volví a Inglaterra; pensé que sería lo mejor, pues yo era parte del pasado
de Luke y él tenía que encontrar sus propias armas. Desde luego que le di consejos y
siempre estuve lista para discutir asuntos difíciles, pero fue él quien tuvo que hacerlo
con sus propios recursos —la señora miró a Judith un momento y continuó—: No fue
fácil para mí aceptar salir de los negocios, pues estaba acostumbrada a ser parte de la
compañía. La mayor parte de mi matrimonio la pasé trabajando con mi esposo, pero
pude irme a tiempo y dejar el campo libre a Luke.
—Él sigue valorando sus consejos.
—Me alegra que lo haga; sin embargo, sigo siendo cuidadosa y solo abro la
boca cuando él me lo pide. No hay nada peor que una madre posesiva o impositiva,
eso impide que los hijos maduren.
Fanny entró en el cuarto con café y Judith la saludó:
—Buenos días, Fanny.
—Buenos —respondió con frialdad pero cambió su actitud al dirigirse a la
señora Doulton—. Pareces cansada, deberías tener una siesta antes del almuerzo —

Nº Páginas 74—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

luego se dirigió a Judith—: Ella tiene que descansar por lo menos una hora cada
mañana. Será mejor que dé un paseo por el jardín, cuando termine su café.
Después de que Fanny salió, la señora Doulton se disculpó.
—Ha trabajado para mí desde que me casé; es ocho años, mayor que yo y nunca
lo olvida. Sinceramente, no sabría qué hacer sin ella. No dejes que su
comportamiento te ofenda; en realidad, no quiere ser así.
—No se preocupe, es evidente que ella siente estimación por usted y solo trata
de protegerla. No me ofende en lo absoluto.
Diez minutos más tarde, Judith dejó a la señora Doulton. Bajó la escalera y salió
al soleado jardín que olía a pasto y flores; el día era muy caluroso y el sol estaba en el
cénit.
La piscina estaba detrás de la casa, rodeada de árboles para evitar que el viento
molestara a los bañistas. Cuando Judith llegaba, la pequeña; Stephanie se zambullía.
—No tan violento, querida —indicó Angela.
Estaba sentada en un sillón, descansando de su embarazo apenas notorio. Al
escuchar los pasos de Judith, se volvió, saludándola.
—Hola, qué agradable verte de nuevo.
Angela se quitó los lentes oscuros y señaló con ellos.
—Ven, siéntate aquí, charlemos un rato. ¿Ya se durmió mi mamá?
—Fanny dijo que eso debía hacer —contestó, haciendo reír a Angela.
—Fanny es un dragón, ¿verdad? Yo le tenía miedo cuando era niña.
Judith se sentó. Estaba incómoda con ese vestido azul y los tacones que usaba.
—¿Está tu hermana también aquí?
Angela movió la cabeza.
—Paulina se escapó de la civilización, como ella dice. Viajó a Ginebra, cree que
Inglaterra es aburrida.
—Ninguno de ustedes vive en Estados Unidos, ¿no extrañan el lugar?
—A veces suspiro por el chocolate con crema, canela y bombones. ¡Me
encantan! Pero engordan, por lo que pienso que estamos mejor aquí. En ocasiones
vamos a Vermont, durante las noches de abril. Allí tenemos un lugar lleno de paz.
Luke lo conserva, pero pocas veces lo visita.
Charlaron un rato; luego, el niño de Angela salió de la piscina, mojado y
tembloroso, pidiendo que lo secaran.
—Tengo frío, mami. Me quiero vestir.

Nº Páginas 75—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Yo puedo vestirlo —dijo Judith, como esperando el consentimiento de


Angela. Con una toalla lo secó con gentileza. Él la miraba atento; tenía el color del
cabello de la familia: castaño. Ojos cafés, la naricilla recta y los labios rosados y
pequeños.
Judith le besó la punta de la nariz y dijo:
—Bueno, ya estás. ¿Quieres que te ayude a vestir?
—No, ya me voy.
Se alejó corriendo. Angela lo miraba con satisfacción.
—Fanny los vestirá; le encanta que estén aquí, aunque cuando están mucho
tiempo la enfadan.
Dudley, el esposo de Angela, se acercó más tarde, secándose y cambiando
saludos con Judith. Le preguntó cómo le iba en la compañía y le dijo que él era
corredor de bolsa.
Dudley era alto y muy delgado, tenía el cabello oscuro y los ojos cafés y su
rostro era largo y anguloso.
—Angela duerme a media tarde. Es una dormilona, duerme nueve horas cada
noche y además toma la siesta por la tarde.
—Solo cuando estoy embarazada —replicó Angela sonriente. Dudley miró su
reloj y dijo a su hija:
—Me voy a cambiar, ¿vienes a la casa, muñeca?
Stephanie salió del agua y corrió hacia ellos, dejando sus huellas húmedas por
todo el camino. Cuando ella y su padre se secaron, ayudaron a Angela a levantarse
de la silla.
—Será mejor que vayamos, antes de que Fanny empiece a molestar. Tiene la
manía de la puntualidad; se enfada durante días con alguien que ha llegado tarde.
Caminaron lentamente hacia la casa, con el sol acariciando los hombros y las
mejillas de Judith.
—Mi madre dice que no ha visto a Baba desde el día que se comprometió. Tú la
conoces muy bien, ¿verdad? —comentó Angela y Judith notó preocupación en sus
palabras.
—Sí.
—¿Es seria con respecto a Luke?
—Según lo que sé, sí. ¿Por qué? —contestó Judith, molesta.
—Luke solo la ha traído aquí una vez, eso es todo. Parece que no la ve mucho y
cuando mi madre pregunta por ella, él responde que está de viaje, sin hacer ningún
comentario.

Nº Páginas 76—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Ella es modelo profesional, tiene que viajar.


—Sí, lo sé. Me parece muy extraño. Me pregunto si se sentirá tan segura de él; la
gente que se compromete pasa mucho tiempo junta.
—Estarán juntos cuando Baba deje de estar tan ocupada —dijo Judith,
defendiéndola, aunque no sabía por qué.
—El compromiso fue muy sorpresivo; parecía que él tenía prisa. Mi madre dice
que solo tienen un par de meses de conocerse y está preocupada por eso.
—Baba regresará pronto y visitará a tu madre; estoy segura.
Entraron en la casa y Angela subió a cambiarse. Judith oyó música en uno de
los cuartos y, creyendo encontrar a Dudley, entró. Se quedó paralizada cuando Luke
se volvió a mirarla.
—No estás viendo fantasmas —le aseguró riendo por su sorpresa.
—¿Cuándo llegaste? Creí que aún estabas en Sydney.
—Viajé de noche. ¿No ves que apenas puedo abrir los ojos? Estoy sufriendo los
estragos del vuelo, por eso vine aquí en vez de ir a mi casa. Necesito paz y
tranquilidad. Nunca se me ocurrió pensar que Angela estuviera aquí; de lo contrario,
me habría quedado en mi apartamento.
Judith se adentró en el cuarto con falsa serenidad.
—¿Estuvo bien todo?
—Creo que sí.
Habló de las reuniones que tuvo en Sídney. Judith sintió los latidos de su
corazón, que parecía sin control. Él estaba cansado, no había duda de ello; estaba
pálido y tenía sombras bajo los ojos, usaba un traje gris y camisa blanca, que estaba
desabrochada en el primer botón, y no llevaba corbata. Se acababa de afeitar y tenía
el cabello húmedo.
—Estuve tentado de ir a nadar, cuando Fanny me dijo que allí estaban todos
ustedes, pero necesitaba un baño y afeitarme; además, tomar algo. Quizá más tarde
nademos un rato —luego se dirigió a Angela y Dudley, que llegaban en ese momento
—. ¿Quieren que les sirva una copa?
—A mí, jugo de piña. No puedo beber licor por el hijo. Angela se sentó con
cuidado en una silla.
—Yo un jerez seco, gracias —dijo Dudley. Luke se volvió a Judith, arqueando
las cejas.
—Disculpa, olvidé preguntarte si quieres algo.
—Lo mismo, un jerez seco.
Estaban por terminar sus bebidas cuando Fanny entró con los niños.

Nº Páginas 77—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—El almuerzo está listo.


Luke protestó en broma, pero apagó el estéreo que estuvo tocando música
suave mientras ellos charlaban. Los dos niños corrieron hacia su padre.
El almuerzo estuvo delicioso; cuando terminaron, tomaron café en una cómoda
y elegante salita mientras Fanny jugaba con los niños. Luke y su hermana bromeaban
y Dudley fumaba un puro, observándolos somnoliento. Judith miraba los muebles
antiguos, los floreros y el tapiz de los sillones; el ambiente era relajante por la
decoración tradicional y estaba lleno de la luz que entraba por las amplias ventanas.
—Debemos irnos pronto —dijo Dudley al ver el reloj de la sala—. Nos toma una
hora llegar a casa. Apenas hemos tomado el té y los niños se han bañado, es hora de
que los metamos en la cama. El domingo parece mucho más corto que los otros días.
Momentos más tarde, Dudley, Angela y los niños se iban y Judith comentó:
—Será mejor que yo también me vaya.
—¿Por qué? Deseaba que te quedaras a nadar un rato conmigo.
—No, me temo que no puedo. No tengo traje de baño.
—Es lo que me dijo mi madre, pero no hay problema. Angela guarda algunos
aquí; le dije a Fanny que los sacara y los pusiera en tu cama. Allí están, puedes
escoger el que quieras; ella es más o menos de tu talla.
Judith se sonrojó y se negó de nuevo.
—Eres muy amable, pero tengo trabajo que quiero terminar. Pensó que a esto
no le pondría objeción, aunque no tenía nada qué hacer.
—Mi madre me ha estado regañando porque trabajas mucho, y tiene razón.
Debí darme cuenta de que era demasiado. Es tiempo de que te relajes y estés
calmada; todos lo necesitamos. Así que cámbiate y te esperaré en la piscina. Pareces
tan cansada como yo, un poco de aire puro y ejercicio nos hará bien.
La tomó del brazo y la guio hasta la escalera. Ella dejó de argumentar. Sí, quería
nadar con él. ¿Por qué pretender que no? Era peligroso estar sola con Luke, pero no
pudo resistir la tentación. Además, él no sabía y nada podía pasar, excepto que ella
robara una o dos horas de felicidad; eso no lastimaría a Baba; la única lastimada sería
ella.
Subió la escalera y descubrió que todos los trajes de baño eran bikinis; dudó
durante un momento, pero se sobrepuso, eligió uno negro y se detuvo frente al
espejo con nerviosismo. La pieza de arriba mostraba gran parte de sus senos y la de
abajo estaba tan ajustada que parecía un tatuaje; sentía que estaba desnuda. No podía
salir así al jardín y encontrar a Luke, usando eso; entonces Luke llamó a la puerta.
—Vamos, te esperaré en la piscina. Lo escuchó caminar y respondió:
—He cambiado de parecer.

Nº Páginas 78—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Pero él no pudo oír nada, se había ido.


Dudó un poco y después lo siguió, se metería de inmediato en la alberca y así
no tendría que estar parada cuando él la mirara. Al llegar, vio el cabello de Luke en el
agua, quien nadaba dándole la espalda, por lo que aprovechó para correr y, cuando
él se volvió, ella estaba zambulléndose en el agua. Se sumergió y después empezó a
nadar. Vio a Luke a pocos metros de distancia, con la luz del sol que resplandecía en
sus brazos.
El sol ya no era tan caliente, pero convertía la piscina en una sábana de luz.
Judith flotaba sobre su espalda.
—Perezosa. ¿Eso harás toda la tarde?
—Quizá —contestó sin abrir los ojos.
Sintió que se acercaba flotando a su lado; su brazo rozó el de ella y todo el
cuerpo de Judith tembló. Abrió los ojos y se encontró con los de él; la miró de los ojos
a los labios. Parecían atrapados en un silencio extraño, con el resto del mundo a un
millón de kilómetros de ellos. Luke se acercó, ella miraba su rostro como
hipnotizada; su boca se aproximaba con tanta lentitud como en una película en
cámara lenta. Dejó de pensar, su cuerpo temblaba por una necesidad tan fuerte que la
lastimaba; entonces, los labios de Luke tocaron los suyos y ella se apartó
violentamente y dio la vuelta, nadando lejos de él; salió del agua y empezó a correr.
Luke la sujetó antes de que diera tres pasos; con uno de sus brazos le rodeaba los
hombros y con el otro la obligó a mirarlo de frente.
—No, Luke —alcanzó a decir antes de que su boca se posara en la de ella.
La besó, abriéndole los labios con una calidez que la hacía sentir desamparada;
sintió que sus dedos le recorrían la espalda y una mano en la cintura, presionándola
contra él. Le acariciaba el cuello, provocando placer y dolor que le quemaban bajo la
piel; el contacto de sus piernas desnudas con su piel la hacían temblar; los vellos de
sus piernas acariciaban su piel mucho más suave. Trató de alejarlo, de empujarlo con
las manos, pero fue imposible. La tomó del cuello y la dobló ligeramente; su cuerpo
parecía hecho para el de él y la hizo perder el equilibrio, para que la única forma de
quedar de pie fuera abrazándose de sus hombros.
Luke habló al fin:
—He deseado esto desde hace muchos días.
Ella seguía con los ojos cerrados, las pestañas húmedas por las lágrimas, y
cuando los abrió, lo empujó con enfado.
—Eres un bastardo. Sabes que soy amiga de Baba y no voy a engañarla aunque
tú quieras hacerlo.
—No preparé nada, no planeé besarte, pero cuando me miraste así —dejó de
hablar un momento, después exclamó—: Soy un estúpido.

Nº Páginas 79—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿Tienes que hacer esto con cada mujer que conoces? ¡Dios mío! Si yo me
pareciera a Baba, entendería que trataras de coquetear conmigo, pero no quieras
convencerme de que me encuentras irresistible, no soy tonta.
El rostro de Luke estaba enrojecido por el enfado.
—No eres tonta, solo estás loca. No me digas que no sabes lo que siento por ti,
porque he visto cómo me miras. Sé que te has dado cuenta, eres demasiado
inteligente para no saberlo.
Lo miró con los ojos muy abiertos, buscando en su rostro un gesto que le hiciera
saber de qué estaba hablando.
—No voy a disculparme por haberme enamorado de ti —la miraba de una
manera que hizo que su corazón casi se detuviera, sintiendo una felicidad enfermiza
—. Soy realista, ya ocurrió y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. No quiero
hacer nada para evitarlo.
—No puedes… No soy bella, como Baba, soy… —protestó Judith en medio de
su sorpresa.
—Aunque fueras tan horrible que tuvieras que usar una bolsa de papel para
ocultar tu rostro —se detuvo y sonrió—. ¿Hermosa? No, mi amor, no eres hermosa,
pero no es por eso por lo que te amo; adoro tu inteligencia, tus enfados, tu sentido
del humor, tu forma fría de ver las cosas… Le propuse matrimonio a Baba en un
impulso loco; quería una esposa, eso era todo. Ella representa lo que yo quería;
hermosa, dulce y parecía no tener problemas, por eso apresuré la proposición. Todos
parecían muy contentos; mi madre estaba feliz y a Angela le agradaba, todo estaba
perfecto.
Movió la cabeza, echándose el pelo hacia atrás.
—Hasta que te conocí y me enamoré de ti, y me di cuenta del error tan grande
que había cometido.

Nº Páginas 80—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 8
Judith estaba paralizada por la sorpresa y sentía frío; tuvo que sentarse antes de
que sus piernas perdieran todas sus fuerzas. Luke la imitó, en un sillón cerca de ella.
—¿Cómo iba a saber que te conocería cinco minutos después de
comprometerme en matrimonio con Baba? —dijo, como para sí mismo—. De todos
modos, si nunca lo hubiera hecho, no te habría conocido. ¿No es irónico? En un
momento me sentía bien, porque Baba era exactamente lo que buscaba y, al siguiente,
estaba luchando contigo en la fiesta. Fue entonces cuando empezaste a meterte en mi
corazón. Estaba a punto de romper cosas por lo que dijo Caroline, cuando me miraste
como si fuera una rata. Me dije a mí mismo que no debía importarme, pero me
importaba, y no me di cuenta de lo que me estaba pasando hasta después.
Judith, quien había dejado de temblar, se aclaró la garganta y dijo:
—Creo que será mejor ir a la casa y vestirnos: me iré pronto. Pretenderemos que
esto nunca ocurrió y, en cuanto pueda, conseguiré otro empleo.
Había pensado lo que diría y tanto su voz como su rostro, estaban tranquilos,
aunque no estuviera segura de ello. Los hechos, hechos son; lo aprendió desde niña,
cuando le dijeron que su padre había muerto. Desde entonces estuvo sola. Solo con el
tiempo se dio cuenta de que la muerte de su padre había alterado la vida familiar.
Después de eso, su madre no estuvo mucho tiempo con ella y sus abuelos eran
demasiado mayores para atender a una niña. La armonía de la familia se destruyó en
una noche; la vida en familia protege a los niños del viento frío de la realidad, pensó,
pero la mayoría de los adultos no se dan cuenta. Judith nunca encontró un refugio en
su casa, desde que su padre murió.
Los hechos, son hechos, y no los puedes cambiar aunque lo desees, se decía
desde la inconsciencia de su dolor.
—No puedes deshacer tu compromiso ahora, lastimarías a Baba.
—La lastimaría más si me caso con ella sin amarla, amándote a ti.
—Ella no debe saberlo.
—Estás bromeando —contestó él, poniéndose de pie en un salto.
—El amor no dura para siempre, tal vez dejes de amarme algún día —le dolía
decir cada palabra, pero se forzó a hacerlo.
—Creo que te amé desde el primer día que te vi.
—El primer día que me viste, ni siquiera te fijaste en mí —lo miró enfadada—.
Nos conocimos en Nueva York el verano pasado y no lo recuerdas.
Luke estaba confuso.

Nº Páginas 81—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—¿El verano pasado? ¿Cuándo?…


—Nos presentaron y tú no lo recuerdas.
—Eso no altera nada, te amo.
Judith se esforzaba en pensar en Baba, pero lo que quería oír era que Luke
dijera una y otra vez que la amaba; nunca imaginó que lo escucharía decirlo. Era muy
difícil de creer, pero al mirar el rostro de tentación de Luke, ya no pudo dudarlo. No
pudo estar solo coqueteando cuando la besó; si hubiese sonreído o intentado hacerle
el amor, tal vez lo pensaría, pero estaba enfadado y su aspecto era de desdicha; esa
mirada probaba que no había error alguno.
—No sé si el amor dura para siempre, lo que sí sé es que no puedo casarme con
Baba. Ella es demasiado buena conmigo y si me casara la estaría engañando. Se lo
pedí cuando no significaba nada para mí, creí que con divertirnos bastaría y nunca
pensé que hubiera algo más que eso. Estaba listo para iniciar una familia, creí que
podía hacerla feliz y que eso era todo… ¿Pero cómo podría adivinar que estabas tú
alrededor?
—No —exclamó Judith, levantándose.
Quería escuchar lo que él decía; sin embargo, la intensidad de esto la asustaba.
Él también se levantó y la detuvo antes de que se marchase. Puso sus brazos
alrededor de su cintura y ella sintió el fuerte golpeteo de su corazón contra sus senos;
temblaba por la cercanía de Luke.
—Soy una persona diferente ahora. Antes de conocerte nada me molestaba
demasiado. Todo era muy tranquilo y ordenado: iba a la oficina en mi coche, hablaba
con la secretaria cada mañana, hacía citas, leía el periódico; después regresaba a casa,
me bañaba y salía a comer o divertirme. Teatros, reuniones, planes en Tokio, Suiza o
Estados Unidos. Siempre estaba ocupado y parecía contento con mi vida, lo único
que me faltaba era casarme. Quería niños, pues le prometí a mi madre que le daría
algunos nietos. Todo parecía muy sencillo; encontraría una linda chica y me casaría;
seguiría viviendo de la misma forma. Cuando empecé a buscar a alguien, apareció
Baba —hizo una pausa y frotó su mejilla en el cabello húmedo de ella—. Me lo
merezco por arrogante y estúpido. No me interesaba si Baba me amaba, era
adecuada y no hacía falta más. Soy rico y puedo comprar todo lo que quiero. Eso
pensé, pero mi castigo es que me he comprado a mí mismo.
—No voy a discutir nada.
Quería poner las manos alrededor de su cuello, no quería escucharlo. Deseaba
que la acariciara y temblaba por el contacto de su pecho.
—Trastornaste mi vida. Creo que el día que jugamos croquet te amé, me
encantó y cuando reías me hacías feliz. No quería que acabara ese día, no quería que
te fueras. Cuando estuve lejos, contaba las horas que faltaban para que te llamara
otra vez; escuchar tu voz fue lo único que impidió que abandonase de inmediato los

Nº Páginas 82—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

negocios en Sydney. Esos tipos están enfadados, los planté en medio de las
negociaciones y regresé, pero si no lo hubiera hecho, arriesgaba lo que tengo aquí —
dijo, estrechándola aún más.
—No, por favor, Luke. Esto no está bien, Baba no sabe que no estás enamorado
de ella y aunque rompieras tu compromiso, no podrías casarte conmigo. Baba nunca
me perdonaría y yo tampoco podría robarle a su prometido.
Puso una mano bajo su barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
—No puedes robarle lo que nunca le perteneció; además, no la amo.
—Ella no lo sabe y cree lo contrario. Me dijo que estaba loca por ti. La lastimaría
tanto… No puedo hacerle eso. Luke, no podría vivir así; mi conciencia no me dejaría
en paz, no seríamos felices.
—Querida —murmuró. Su voz era tan grave que parecía agonizar.
—Déjame ir, Luke —pidió ella.
El contacto físico era una tortura y ya no la resistía. Él miró en silencio y sus
dedos le acariciaron la barbilla.
—Debo irme… Debo irme.
Su cabeza se inclinó para besarla y ella no pudo resistir más; en vez de
permanecer pasiva, sus labios dieron una respuesta. Cerró los ojos, dejando que las
intensas sensaciones acabaran con los razonamientos de rechazo. Será la última vez,
no ocurrirá de nuevo, se dijo. Al hacerse esa promesa fue más fácil dejarse llevar por
sus sentimientos; al fin tocó a Luke, acariciando sus hombros y el poderoso pecho. Él
acariciaba sus cabellos y ella se curvó más para sentirlo más cerca: Luke le soltó el
sostén del bikini, deslizó una mano por el cuerpo de Judith y ella sintió cómo tomaba
posesión de su seno desnudo; sentía arder la carne cuando la tocaba y un apetito
sexual recorrió todo su cuerpo.
Se separó temblando, casi sin aliento, mientras se acomodaba el bikini.
—No, Luke, no.
Sus manos la soltaron y escuchó su respiración agitada.
Judith caminó hacia la casa y él no la siguió. Se cambió, se peinó el cabello y se
puso maquillaje. Antes de retornar a Londres tendría que despedirse de la señora
Doulton y no sabía cómo se enfrentaría a ella. Tenía miedo de que la madre de Luke
pudiera leer en su rostro lo que acababa de ocurrir. Fue un alivio increíble encontrar
a Fanny limpiando afuera del cuarto y que le dijera que la señora estaba dormida.
—¿Me despide y le dice que tuve que irme? —pidió Judith aparentando
serenidad.

Nº Páginas 83—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Fanny asintió con la cabeza, sin pronunciar una palabra; solo la miró con ojos
penetrantes. No podía adivinar lo que pasó, ¿cómo? Pero Judith se sintió incómoda
bajo su mirada.
Condujo hacia Londres más rápidamente de lo que acostumbraba; quería llegar
pronto, antes de que Luke la alcanzara. No sabía si él la seguía; sin embargo, no
quería enfrentarlo de nuevo en ese estado nervioso. La próxima vez, quizá no tendría
el valor para negarse.
Su apartamento estaba en silencio. Se acurrucó en su cama, pensando en Luke.
Todo era tan nuevo, tan increíble. Cada palabra que dijo, cada gesto de Luke, se
grabaron en su memoria, Judith se puso las manos en el rostro. "Él me ama, pero…
No puede ser cierto. Yo quiero que sea cierto, lo deseo con todas mis fuerzas". Su
corazón latía irregularmente; por momentos sentía frío y después se sentía muy
caliente.
Judith se había obligado a contemplar siempre la realidad y ahora no estaba
lista para creer que un sueño cobrara existencia. Creía que los sueños eran como
secretitos tontos de la mente que escondía durante mucho tiempo para no pensar en
ellos en las horas que estaba despierta.
Durante semanas, había estado con Luke en sueños, pero al despertar sabía que
era ridículo; eran solo eso: sueños. Ahora sabía que podía ser feliz, pero el precio era
muy alto: la infelicidad de otra mujer.
Llamó a su abuela, para sentirse mejor.
—¿Cómo la pasaste en Kent? —preguntó la señora, sin imaginarse el remolino
que había dentro de Judith.
—Hacía calor y todos nadamos.
—¿Todos? Creía que la señora Doulton no podía dejar la cama.
—Su hija Angela estaba allí, con su esposo y sus niños; ella espera el tercer hijo.
Judith habló de Angela durante un rato. Su voz continuaba temblorosa; sin
embargo, su abuela no lo notó.
—¿Qué es exactamente lo que padece la señora Doulton?
—No estoy segura. Tiene el corazón muy débil, me comentó. Creo que también
algo no está bien en su cadera, parece que la operaron hace unos meses y no salió
bien. No habla de su enfermedad y a mí no me gusta hacerle preguntas, tiene
siempre buen humor y es jovial; es difícil creer que está muy enferma, pero Luke…
Hizo una pausa, pues el solo hecho de mencionar su nombre la hacía temblar y
temía que su abuela se diera cuenta de lo que sentía.
—¿Cuándo regresó de Australia? —Judith se humedeció los labios.
—Regresó hoy.

Nº Páginas 84—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Ah, así que él también estuvo.


—Sí.
—¿Cuánto tiempo estará Baba en el extranjero?
Judith se atemorizó. ¿Qué era lo que su abuela pensaba?
—No tengo idea; Ruth no ha sabido nada de ella.
—No entiendo a la gente de hoy, se comportan de una manera muy extraña.
Esos dos apenas se han visto desde que se comprometieron; Baba se fue casi al
mismo tiempo. Creo que será un matrimonio a larga distancia.
Momento más tarde, colgó. No tenía hambre y no podía concentrarse en su
trabajo. Quiso mirar la televisión y lo hizo durante una hora, pero no pudo recordar
nada de lo que vio, cuando se fue a acostar. No pudo dormir y se sorprendía
recordando aquellos momentos en la piscina, por lo que se sentía enfadada. No debía
pensar en eso, debía olvidarlo, pues si no, solo estaría almacenando problemas para
más tarde. El amor era una enfermedad peligrosa y solo la vencería poniendo todas
sus armas en contra de ella; de lo contrario, empeoraría. Aunque la curación fuera
dolorosa, la enfermedad era peor.
La mañana siguiente, cuando fue al trabajo, estaba muy cansada. No durmió y
sabía que era notorio, tenía círculos oscuros bajo los ojos. Temía ver a Luke y tembló
al subir en el ascensor, creyendo que lo encontraría en su oficina o caminando hacia
ella en cualquier momento.
Su secretaria, Janice, entró con una pila de cartas y las puso frente a ella,
sonriendo.
—Buenos días, señorita Murry. ¿Sabías que el señor Doulton regresó? Dejó un
mensaje para ti, dijo que él iría a la reunión con Christopher y que no era necesario
que tú fueras; regresará a las tres —Janice dejó de leer el cuadernillo de notas y
levantó la vista para mirarla—. Por lo que tienes la mañana libre.
—¿Es esto a lo que llamas libertad? —bromeó mostrándole las decenas de cartas
recibidas—. Tenemos que contestar éstas hoy, siéntate Janice.
Janice acercó su silla y se sentó. Era una esbelta muchacha de veintidós años,
atractiva, de cabello castaño y ojos azules; no era bonita, pero tenía una sonrisa
encantadora. Siempre estaba tranquila y jovial. Judith se había enterado de que
pronto se casaría con un arquitecto con el que había estado saliendo durante varios
años y parecía que por eso no le importaba mucho su trabajo. No le daba la
impresión de estar muy enamorada, pero parecía sentirse tranquila y feliz con su
hombre.
Trabajaron con las cartas durante una hora, luego sonó el teléfono. Janice
contestó y, cubriendo el auricular, dijo con voz baja;

Nº Páginas 85—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Es el señor Howell, de la compañía de plásticos. Dice que ha estado tratando


de comunicarse con el señor Doulton desde hace días y pregunta ahora por su
asistente.
Judith pensó, frunciendo el ceño, y resolvió:
—Dile que estoy en una reunión.
La compañía de plásticos era una de las que Luke estaba comprando y Judith
sabía que ahora que él aparecía en el horizonte, había atemorizado a toda la directiva
y ella no quería discutir las razones de Luke con el director.
El contador de Luke vino a verla, justo antes del almuerzo, con una carpeta bajo
el brazo y le dijo suplicante:
—¿Habrá tiempo para que arreglemos esto?
—¿Qué es eso?
Ralph Golding era un hombre persistente, obsesionado con las gráficas; había
estado trabajando con Luke durante muchos años y estaba familiarizado con la
compañía Doulton-Klein. Tenía poder en la organización y él lo sabía. Judith se dio
cuenta de que tenía que poner a Ralph de su parte, si no quería tener problemas.
Como cualquier otra organización, Doulton-Klein estaba dividida en varios
departamentos, cada uno con funciones diferentes y que originaban competencia.
Judith se encontró en ese tipo de situaciones en el banco en que trabajaba antes y
sabía mantenerse neutral mientras podía.
—Solo me gustaría conocer su opinión —dijo Ralph sonriendo y abriendo la
carpeta—. Trato de obtener varias opiniones antes de llevarlo a Luke; es lo mejor que
se puede hacer con los problemas, además, así se tiene otro punto de vista.
Judith hizo a un lado los papeles que tenía y dijo:
—Adelante.
Sabía que no era bueno ofender a Ralph.
Cuando él se marchó, solo quedaban treinta minutos de la hora del almuerzo y
pidió a Janice que le comprara un emparedado y fruta, comiéndolos en su escritorio.
Ese día tuvo que ir a una reunión donde no estuvo Luke y regresó a su oficina
cerca de las seis, Janice estaba cubriendo su máquina.
—Pareces fatigada.
—Lo estoy. ¿Hay algún mensaje?
—El señor Doulton estuvo aquí, le dije dónde estabas y dijo que no era
importante y que mañana te vería. La compañía de plásticos llamó otra vez y
también el señor Wilkies.

Nº Páginas 86—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Janice leyó una larga lista de los nombres de las personas que habían llamado y
Judith anotaba en su cuaderno a cuál de ellas había que contestar de inmediato.
Cuando Janice terminó, Judith preguntó:
—¿En las cartas hubo algún problema?
—No, ¿hay algo que quieras que haga antes de marcharme?
—No. Yo también me voy a casa en un rato. Hasta mañana, Janice.
—Si yo fuera tú, me daría un baño de tina para relajarme y me iría a la cama.
Estas cansada, cualquiera lo notaría, necesitas descansar bien.
—Seguro que lo haré, gracias.
Janice se fue y Judith se sentó a su escritorio, contemplando la pila de carpetas
que tenía que llevar a casa para estudiar; nunca se sintió sin ganas de trabajar, como
hoy. Estuvo pensando en Luke todo el día y se sentía muerta. Se puso a pensar si se
llevaría el trabajo a casa. Con un suspiro, decidió llevarlo, pues aún no entendía en
su totalidad las ramificaciones de nuevo trabajo.
Por la noche, trabajó hasta las once. Después disfrutó de un sueño profundo
hasta que sonó el despertador; se levantó con rapidez y, sin darse cuenta de si estaba
despierta, se metió en la cocina a calentar café; en seguida se dio un baño de agua
tibia que hizo que abriera los ojos completamente. Se secó y vistió, sentándose a
tomar un café, llegó su revista Financial Times que leyó mientras comía un huevo
cocido y un pan con mermelada; no había cenado el día anterior y estaba hambrienta.
Hubo una larga reunión esa mañana; Luke estaba allí cuando Judith llegó. Él
escuchaba con atención a uno de los ejecutivos, con el ceño fruncido, cuando Judith
entró en el salón se volvió a mirarla. Estaba nerviosa por encontrarlo de nuevo,
además de tensarse por la conciencia que tenía él de su presencia y apenas pudo
sonreír cuando alguien le dijo:
—Qué elegante, Judith.
—Gracias —respondió, sintiendo que Luke la escuchaba. Usaba una falda de
seda, color limón, y una blusa gris pálido, con un cinturón de piel; escogió ese
vestuario para ocultar el remolino que tenía dentro de ella. Durante la reunión Luke
le dio una carta y dijo:
—¿Habías visto esto?
—No —respondió; era la primera vez que intercambiaban palabras.
Le sorprendía ver que los otros permanecían ciegos a lo que ellos vivían, pero
era obvio que nada se notaba; estaba tan tensa que los músculos del rostro le dolían.
A las doce dejó la reunión y sintió que Luke caminaba detrás; percibía la mirada
de él en su espalda. Entonces, alguien lo alcanzó y tuvo que dejar de seguirla. Se
dedicó a contestar cartas con Janice hasta la hora del almuerzo, para después dejar la

Nº Páginas 87—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

oficina e ir a tomar el almuerzo con el gerente de uno de los bancos más grandes de
Londres. Regresó a las cuatro de la tarde y, cuando estacionaba su coche, vio a
Robert salir del suyo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sonriente, mientras él caminaba hacia ella.
Se dirigieron al ascensor.
—Tengo una cita con el señor Aldridge.
—¿Aldridge? —pensó con voz alta.
Aún no estaba familiarizada con los nombres de todos los ejecutivos.
—Del departamento de desarrollo de ultramar.
—Ah… Sí.
—Regreso de una reunión de negocios y no tengo nada que hacer en mi oficina.
Pensé que podría conseguir una taza de café, mientras esperó, pues he llegado
temprano.
—Ven a mi oficina, te invitaré una taza de café.
—¡Qué hospitalidad!
—Es nuestro lema: "Tratamos de hacer felices a nuestros amigos".
Salieron del ascensor y ella se detuvo frente al escritorio de Janice.
—Haz café para dos, por favor, Janice.
Entraron en la oficina y ella se sentó detrás del escritorio, ofreciéndole otra silla
a Robert. Él miraba a su alrededor, sorprendido.
—Es evidente que tienes un puesto importante, a juzgar por el tamaño de tu
oficina. Fuiste inteligente al rechazar la proposición que te hice y venir aquí. Nunca
habría podido darte un lugar como éste.
Era una oficina grande y elegante, más grande de lo que había imaginado; la
mullida alfombra era de color crema y las ventanas tenían persianas que podía usar
en un día muy luminoso. Los muebles eran modernos y caros y de las paredes
colgaban reproducciones de pinturas famosas. Parecía más una sala que una oficina,
un lugar donde se podía estar relajado.
Robert se sentó en una orilla del escritorio.
—¿No sienten envidia todos los hombres que trabajan aquí? Es probable que no
tengan un puesto tan bueno, siendo hombres.
—Quizá, pero no me lo comunican; además que no soy la única mujer que
trabaja en la compañía. Las asistentes de Luke en otros países son mujeres.
Judith había hablado con ellas; parecían mayores y trabajaban con Luke desde
hacía tiempo.

Nº Páginas 88—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Todos sabemos cuánto le gustan las mujeres.


Se levantó y miró por la ventana.
—Es una bella vista.
—De todos modos, no tengo tiempo para contemplarla.
—Trabajas demasiado, Judith.
Se inclinó para besarla de repente y ella se apartó para evitarlo. Él quedó
paralizado, mirándola sonrojado. Se arrepintió de haber sido brusca.
—Lo siento, Robert —dijo mientras él seguía mirándola con lastimada sorpresa.
En ese momento, la puerta se abrió y los dos se volvieron hacía ella con aspecto
de culpabilidad; esperaban ver a Janice con el café, pero en su lugar estaba Luke,
quien los miraba sorprendido. Judith se puso color escarlata y luego pálida; vio que
los labios de Luke formaban un gesto de enfado y advirtió que él intuía que había
algo entre ellos.
—Hola Luke —dijo con la cabeza; mantenía la mirada en Judith.
—Quiero hablar con usted, señorita Murry, la espero en mi oficina en quince
minutos —cerró la puerta con cuidado.
—¿No se te permite tener un visitante? —preguntó Robert con tono de broma,
pero dirigiéndole una mirada intrigada.
—Estoy aquí para trabajar, no lo olvides.
Janice entró con el café y una expresión de preocupación.
—El señor Doulton me pidió que le informara cuando tú llegaras. No esperaba
que él viniera y llamé a su secretaria para comunicárselo y al minuto siguiente vino…
—Está bien, Janice.
—Parece enfadado por algo.
—Seguro que algo salió mal. Será mejor que me entere de lo que es. Robert,
Janice llamará al señor Aldridge para que te vea pronto.
—¿Estás libre para cenar conmigo esta noche?
—Lo siento, estoy tan ocupada…
—Será otro día —aceptó Robert.
Se encaminó a la oficina de Luke. Temblaba y frente de su puerta hizo una
pausa para respirar profundamente, a continuación, llamó.
—Entra, está abierto —estaba dándole la espalda—. ¿Qué hacía Gordon en tu
oficina? —preguntó, y como ella tardara en contestar, se volvió para mirarla; sus ojos
grises mostraban hostilidad—. Sé que has estado saliendo con él, pero no me gusta
que venga a chismorrear en tu oficina, mirando los documentos privados que tienes

Nº Páginas 89—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

en tu escritorio. No quiero verlo aquí otra vez. ¿Entendido? Tienes un trabajo


bastante confidencial y no quiero que alguien como Gordon esté en tu oficina.
—Solo fue por una taza de café, no vio ninguno de los papeles.
—¿Qué hacían cuando entré? Los dos brincaron, nunca vi tanta culpabilidad
como en sus rostros.
Decía las palabras como entre dientes, tenía las mejillas de color rojo oscuro y
había enfado en cada sílaba que pronunciaba.
—Estábamos sorprendidos, eso era todo.
—¿Sorprendidos? Parecía que estabas entre sus brazos hasta que yo abrí la
puerta.
—Si lo hubiera estado, no sería asunto tuyo. Es mi vida privada. Me aseguraré
de que Robert no lea ningún documento, pero…
Luke se acercó y permaneció frente a ella, confuso.
—¡Dios mío! Judith…
—No —exclamó ella cuando Luke la tomó por los hombros y la estrechó contra
su cuerpo.
—Estaba celoso.
—No tienes derecho.
—Eso es lo peor, ni siquiera puedo pegarle y tuve que ser amable.
—Eso no lo noté —dijo Judith, mostrando su temperamento. ¿Eso era lo que él
llamaba ser amable? ¿Mirar al pobre Robert como quien mira un gusano en su
lechuga?
—De pronto me di cuenta de que puedes verlo y permitirle que te bese, sin que
haya nada que yo pueda hacer. Quiero decirle al mundo entero que me perteneces,
que eres mía. Encontrarte con otro hombre me volvería loco.
—En ese caso, será mejor que me vaya… —dijo con una voz semejante al cristal
que se rompe.
Sintió cómo los dedos de Luke se clavaban en sus delicados hombros y notó el
esfuerzo que hacía para controlarse.
—No puedes, no lo soportaría, ya no querría vivir —bajó la cabeza y ella lo
escuchó murmurar, mientras acariciaba su cuello—. Quiero estar todo el día contigo,
pero ya no sonríes. Creí que volver a trabajar juntos sería suficiente, que me
conformaría con mirar la sonrisa en tus ojos; pero todo sale mal y estás distante.
Todo el día de ayer traté de encontrarte, pero fue imposible, y hoy me evitas. Dime la
verdad, mi amor, ¿soy yo el único que siente esto? ¿No te intereso? Después de todo,

Nº Páginas 90—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

creía que tú también me querías, que sentías lo mismo por mí, ¿Eran ilusiones? Ella
cerró los ojos con dolor.
—No puedo, Luke…
¿Por qué conoció a Baba primero? ¿Por qué le pidió que se casara con él? Estaba
rígido y Judith no podía ver su rostro, pues lo tenía hundido en su cuello.
—¿No me amas? —preguntó.
Trató de mentirle, pero no pudo forzar a las palabras para que salieran de sus
labios; no lo haría.
Luke levantó la mirada, después de una larga pausa, y Judith evitó mirarlo a los
ojos.
—No trabajaré, si no te alejas de mí. Tendré que irme, si estas cosas pasan otra
vez.
Luke caminó hacia su escritorio y se sentó, pasándose las manos entre sus
cabellos oscuros. Un momento después, Judith salía; no había más que decir entre
ellos.
El incidente no le facilitó trabajar con Luke; él se mostraba distante y
permanecía al margen de lo que no fuera la relación laboral y era una tortura para
Judith estar en el mismo cuarto con él, día tras día, y sentir su presencia cada minuto.
Aunque no intentó tocarla otra vez, ni habló de algo que no fuera el trabajo, había
momentos inevitables cuando sus manos se rozaban o estaban muy juntos en el
ascensor. Judith sentía en cada segundo de esos momentos sus emociones escondidas
y advertía las de él. Miraba el suave movimiento de sus largos dedos al dar vuelta a
una página, observaba los músculos de su rostro cuando miraba con atención alguna
cosa, la suavidad de su gesto cuando levantaba la cabeza y la sorprendía mirándolo
de reojo y escuchaba la tristeza en su voz con el corazón estremecido. En una ocasión,
rozó su rodilla con la de ella y la sobresaltó; entonces él la miró con intensidad,
aunque ella pretendía leer el papel que tenía en las manos. Se esforzaba en
mantenerse dentro de los límites del trabajo. Para Judith cada día era una tortura
sensual que parecía intensificarse cotidianamente; era casi como un exquisito placer.
Cuánto más altas estaban las barreras entre ellos, mayor era su deseo de
derrumbarlas. Quería tocar a Luke, que sus labios se posaran en los de ella; fue
entonces cuando se percató de que jugaban con fuego y buscaba pretextos para verlo
a solas, dejando que él le rozara las manos. Parecía que cuanto más la lastimaba esa
situación, mayor era su placer. Ni ella ni Luke hablaban de lo que sucedía, pero tuvo
la sospecha de que él pasaba por lo mismo; la miraba, se paraba detrás de ella y se
inclinaba, aparentemente para leer los documentos que ella sostenía en las manos,
colocando sus labios a escasos centímetros de su oreja. Sabía que solo la tocaba por
accidente. Si cualquier otro hombre lo hubiera hecho, Judith apenas lo habría notado.
Los dos buscaban momentos para tocarse y lastimarse, quizá, pero era la única
manera de hacerlo.

Nº Páginas 91—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Durante su cuarta semana de trabajar para Luke, llamó a Ruth para preguntarle
cuándo regresaría Baba. Ruth contestó con sorpresa:
—¿No te lo dijo Luke? Regresará el sábado; ya hizo todas las pruebas y está
esperando la respuesta. Me llamó hace unas noches, muy excitada, parecía que
estaba en la casa del director. Baba dice que tiene una piscina fabulosa, que hay
quince habitaciones y un patio enorme en donde celebran grandes fiestas cada noche.
—Parece divertido… Ya le dijo a Luke que regresaría, ¿verdad?
—Sí, dice que lo llama muchas veces y que él la presiona para que regrese;
bueno, no debe sorprenderse de que se lo pida, ha estado lejos durante tanto tiempo
que es justo para Luke. Pero creo que lo está pasando bien, tan bien que ya no quiere
volver. Han sido unas vacaciones fabulosas, con todos los gastos pagados. Dice que
le hicieron tres pruebas diferentes y…
—¿El director es casado? —preguntó Judith, interrumpiéndola. Ruth se rio.
—Bueno, aquí entre nosotras, eso mismo le pregunté y sí, sí es casado; al
parecer su esposa es encantadora. Baba dice que se lleva muy bien con ella;
precisamente fue quien le pidió que se hospedara en su casa, pues el hotel era tan
grande que a menudo se perdía al tratar de encontrar su cuarto.
—Fue amable de su parte. Los hoteles en Estados Unidos no son pequeños,
como los ingleses, algunos tienen miles de cuartos.
—Ya veo por qué Baba quería salirse de allí. Bueno, ahora tiene los dedos
cruzados para que le den el papel. Solo había hecho cosas de aficionados, pero parece
que el director está interesado en ella, aunque cree que puede cambiar de opinión.
¿Por qué Luke no le había dicho que Baba regresaría? se preguntó mientras
colgaba. Estaba pálida. Tenía que conseguir otro trabajo, eso era obvio; iba a ser
difícil explicarlo, pues había estado poco tiempo y recibía un sueldo bastante alto. No
encontraría nada mejor y tenía que considerarlo, aunque sabía que no podría estar
con él después de que se casara con Baba, que sería una tortura y terminaría con toda
la serenidad que aún tenía.

Nº Páginas 92—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Capítulo 9
La señora Doulton la llamó por teléfono el día siguiente, cuando salía de una
reunión de trabajo.
—¿Podrías venir el domingo? No te he visto desde hace tiempo y disfruto
mucho de nuestras pequeñas charlas.
Judith dudó; le encantaría la idea si eso no implicara encontrar a Luke en casa
de su madre.
—Bueno, yo…
—¿Sería muy aburrido? Supongo que debe serlo. Has sido muy amable al
escuchar todas las anécdotas que te conté, de gente que ni siquiera conoces —dijo la
señora Doulton, notando su vacilación y malinterpretándola.
—Me encanta charlar con usted, solo que tengo que ver a mi abuela este fin de
semana; casi no tengo oportunidad de estar con ella porque estoy muy ocupada. La
invité a dar un paseo el domingo; ahora que tengo coche, es agradable salir al campo.
—Tráela aquí.
—¡Oh!… No podría. Quiero decir que es muy amable de su parte, pero no se
conocen…
Se sintió atrapada entre dos fuegos; por un lado no quería herir a la señora
Doulton y por el otro desearía no ver a Luke.
—Me gustaría conocerla. Por lo que me has contado de ella, creo que nos
podríamos llevar bien. Por lo menos, pregúntale si quiere venir. ¿Sí, Judith?
Por supuesto que tuvo que aceptar. Judith conocía el carácter de su abuela e
imaginaba su reacción: no le gustaban los extraños, era obstinada e insociable y se
negaría a visitar a la señora Doulton, en Lambourne, por lo que a Judith no le
preocupó prometerle que invitaría a su abuela.
—Le avisaré; si podemos ir. ¿Estaría su hija con sus niños allí? —no se atrevió a
preguntar por Luke.
—Quizá, depende de lo que ocurra; el esposo de Angela regularmente tiene
invitados el domingo y no vienen a visitarme, y Luke tampoco puede venir a verme,
pues sale a París el viernes, ¿verdad?
—No lo sabía —contestó con alivio.
No deseaba que se ausentara mucho tiempo, más bien era eso lo que temía, lo
extrañaría; sin embargo, podría estar más tranquila si él no estaba a su alrededor.
Cuando le mencionó a su abuela la invitación, por teléfono, esa noche, le dio
una sorpresa.

Nº Páginas 93—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Me encantaría ir, me muero de ganas de conocer esa hermosa casa de la que
me hablaste.
—Es un viaje muy largo.
Ahora no habría el riesgo de que Luke y ella se encontraran solos, pero se
sentiría triste porque el lugar le recordaría la breve felicidad que allí vivió.
—No soy una vieja senil, un viaje largo no me matará —contestó la abuela,
indignada.
El viernes por la tarde, Judith salió de su oficina para encaminarse al ascensor y
encontró a Luke con algunos empleados. Judith y Luke se sonrieron amablemente;
era una gran farsa. Él llevaba una maleta de piel y Judith le preguntó, como si no
supiera nada de su viaje a París:
—¿Sales el fin de semana?
—Sí, estoy combinando los negocios con la diversión. Pasaré un par de días en
París. Tengo que ver a Rene Larchain para almorzar juntos mañana.
—Buena suerte. Por sus cartas, no parece ser muy leal.
—Así es, haré algo al respecto.
Entraron en el ascensor, que estaba atestado, y tuvieron que arrinconarse en
una esquina; Judith sintió que la cadera de Luke tocaba la suya y que su manga
rozaba sus senos. Al llegar a la planta baja, casi toda la gente salió y se fue a tomar
trenes o autobuses para llegar a su casa; solo Judith y Luke bajaron al
estacionamiento y caminaron juntos para encontrar sus respectivos coches. La luz de
los autos que pasaban por la calle se reflejaba en todos lados y el sonido de sus
pisadas resonaba en el cemento. Luke se detuvo frente a su coche y la miró.
—Que tengas un buen fin de semana. Trata de relajarte, porque has estado muy
tensa. Descansa y no hagas nada de trabajo.
Su voz era triste; levantó el brazo para tocarla, pero, antes de hacerlo, lo bajó.
—Que lo pases bien en París —contestó con el mismo tono de tristeza.
Ella lo miró alejarse en su coche, mientras permanecía sentada en su auto aun
sin encenderlo.
El otro día por la mañana, Judith hizo las compras de los sábados y después
regresó a su apartamento a realizar las labores de limpieza, para almorzar por
último. Fue un hermoso día de verano y el resto lo pasó con su abuela; tomó un baño
de sol mientras ella arreglaba el jardín; mantenía los ojos cerrados, deseando estar
tranquila, pero le era difícil relajarse y olvidar las presiones que tuvo durante la
semana. Cuando Luke le ofreció el puesto, entendió que tendría que poner todo su
esfuerzo, pues el trabajo era difícil y le tomó un mes de trabajar por su cuenta
comprenderlo cabalmente. Ahora ya estaba hecho, las horas de papeles interminables

Nº Páginas 94—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

se habían ido y habría sido todo muy fácil si no se hubiera complicado la existencia
enamorándose de Luke.
—Creo que le llevaré algunas de estas rosas a la señora Doulton. Supongo que
tiene muchas flores en su jardín.
—Muchas… Pero, sin duda, le gustará recibir tus rosas, aunque tiene muchas
flores. Sería un gesto amable de tu parte.
La mañana siguiente se dirigieron a Kent, temprano. La señora Murry colocó
con cuidado un ramo de rosas en el asiento posterior y pronto perfumaron el interior
del coche.
Fanny las condujo con la señora Doulton en cuanto llegaron. Judith se dio
cuenta de que miraba con curiosidad y celos a su abuela; era posesiva con la madre
de Luke, habían estado juntas muchos años y de seguro compartían miles de
secretos. No podía haber vivido tanto tiempo con ellos sin sentirse parte de la
familia. Judith pensó que Fanny estaba más a gusto cuando no tenían visitas.
—¡Qué hermosas rosas! He esperado mucho tiempo para conocerla, Judith me
habla mucho de usted. Espero que el viaje no haya sido incómodo.
—Claro que no —contestó la señora Murry, insultada.
Puso las flores en la mesa y se sentó junto a la cama, en la silla que Judith trajo
para ella.
—Tiene una hermosa casa. ¿Ha vivido aquí mucho tiempo?
—La compré cuando mi esposo murió; necesitaba algo en qué ocupar mi mente
y no quería estar en los Estados Unidos, recordando toda nuestra vida. No podría
reponerme de su ausencia mientras estuviera allí.
—A mí me sucede lo contrario: no puedo dejar mi casa, por los recuerdos.
—Todos reaccionamos de diferente forma. Yo sentí que debía irme y dejar a
Luke un espacio para que tomara el lugar de su padre; eso no fue fácil, puesto que él
era muy joven. Habría hecho que sintiera que no le tenía confianza si no me hubiese
marchado pronto.
—También tiene hijas, ¿verdad?
—Dos. ¿Usted tiene hijas o hijos? —la señora Doulton miró a Judith, que jugaba
con una de las rosas—. Judith, ¿puedes ir con Fanny y pedirle que ponga las flores en
agua? No me gustaría que se secaran.
—Sí, claro —contestó.
Al salir, la señora Doulton le sugirió:
—¿Por qué no nadas un rato? Fanny te dará un traje de baño de Angela; es un
día tan bello que me parecería horrible que lo pasaras aquí. Además, nosotras
podremos charlar mientras tomamos café —dijo mirando a la señora Murry.

Nº Páginas 95—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith bajó la escalera, sonriendo. No habría lugar para ella en la charla; tenían
mucho de qué hablar y sintió que la trataban como a una niña. La mandaron a jugar
porque iban a compartir experiencias que, como ella no había vivido, no
comprendería. Fanny buscó un florero; mientras, Judith le dijo:
—La señora Doulton dice que puedo usar un bikini de Angela.
—En el cajón de arriba de la cómoda del vestidor están todos los trajes de baño
y también las toallas.
Estuvo en la piscina hasta la hora del almuerzo; fue un alivio que Angela y su
familia no estuvieran allí.
Cuando regresó a la casa se sorprendió al encontrar a la señora Doulton en la
sala, en una silla de ruedas, bebiendo jerez con su abuela; no había visto que se
levantara de la cama y creyó que era por su enfermedad que no podía. Cuando se lo
comentó, la señora Doulton sonrió.
—Oh, no, he pasado mucho tiempo en la cama a causa de la operación; no tuvo
éxito y el dolor era intenso y me quitaba las ganas de caminar, pero, con el tiempo, ha
sido más fácil. Mi doctor dice que debo levantarme por lo menos una vez al día,
aunque solo vaya al baño. Soy una cobarde, me asusta el dolor.
—Fanny y yo la ayudamos a bajar la escalera —aclaró su abuela; y añadió—: Le
estaba diciendo que sería mejor colocar una escalerilla eléctrica o, en su defecto,
dormir abajo. Fanny no puede bajarla cuando están solas.
—Dentro de unos meses, tendré otra operación para ver si esta vez quedo bien.
No quiero pasar el resto de mi vida en una cama o una silla de ruedas. Este tipo de
operaciones son muy delicadas, pero casi todos los pacientes salen bien. El doctor
piensa que fue mala suerte que la mía no tuviera éxito.
La señora Murry contestó:
—Creí que dijo que era una cobarde; se necesita mucho valor para someterse a
otra operación.
—Cualquier cosa es mejor que estar en la cama todo el día; el problema es, que
con un corazón débil, los médicos no se animan a practicar operaciones prolongadas.
Aun así, dicen que algo se puede hacer.
De pronto, Judith sintió angustia; empezaba a estimar a la señora Doulton y le
preocupaba que necesitara otra operación. ¿Cómo se sentiría Luke?
Tomaron el almuerzo en el soleado comedor. Fanny colocó las rosas en el centro
de la mesa y su perfume saturó el ambiente. La señora Doulton las miraba extasiada.
—Me encanta estar rodeada de flores. Lo que más he extrañado estos meses es
mi jardín. Soy una excelente jardinera y estaba planeando cultivar un jardín acuático
en el patio, pero por esta enfermedad no he podido.

Nº Páginas 96—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—También a mí me encanta el cuidado de las plantas. Desde luego que en mi


casa no hay espacio para un jardín acuático, que es un proyecto muy excitante. ¿Qué
es lo que piensa cultivar? ¿Lirios?
Tomaron café en la sala. Judith escuchó la charla de jardinería; sin duda que las
dos damas tenían algo en común y su charla nunca decaía. Algunas veces se
interrumpía para decir que no estaban de acuerdo y dar su punto de vista. La señora
Murry tenía una personalidad difícil, podía ser cortante y obstinada, su orgullo
causaba problemas a las otras gentes, pero Judith pudo observar que ella y la señora
Doulton hablaban el mismo lenguaje, y estaba deleitada con la nueva amistad de la
abuela.
—Le traeré una raíz de esa planta —prometió la señora Murry—. Es originaria
del Himalaya y no la encontraría en el mercado, a menos de que sea una afortunada.
Judith escuchaba a su abuela con placer. Mostraba satisfacción al ofrecer algo
que, con seguridad, no conseguiría la señora Doulton; la señora Murry odiaba tener
que aceptar la amabilidad de alguien sin poder corresponder, por eso había insistido
en llevar las rosas.
—¡Qué amable! Me encantaría tener esa planta en mi jardín. Judith miró el reloj,
eran más de las tres y pronto tendrían que irse. La señora Doulton dejó de hablar,
inclinó la cabeza y se quedó escuchando.
—¿Qué es eso? ¿Escucharon un coche o estoy imaginando?
La señora Murry contestó:
—Sí, yo oigo voces.
Judith dejó su taza y escuchó con atención, pudo oír la voz de Luke. ¿Habría
regresado de París por la mañana? ¿Por qué vendría aquí? Luego escuchó la risa de
Baba y el color de sus mejillas se esfumó. Ella regresaba y Luke la traía a visitar a su
madre; no lo haría si no estuviera feliz con su futuro matrimonio. Los sentimientos
de Judith eran semejantes a un choque de trenes: enfado, dolor, humillación y
resentimiento se lanzaban unos contra otros. La puerta se abrió y entró Baba,
sonriendo.
—Sorpresa, sorpresa. Hola.
Usaba un vestido azul y una chaqueta del mismo color, de un corte que
abrazaba su pequeña cintura. Estaba radiante, siempre era así y no había nada nuevo
en ello. Hablaba con vivacidad, mientras caminaba con Luke a su lado.
—Qué tiempo tan encantador; me temía que cuando llegara a Heathrow
estuviera lloviendo, pero está increíble.
—¿Te gustó California? —preguntó la señora Doulton.
—Me fascinó, me encantó. Fue horrible tener que regresar.
—Tenemos una linda casa en Vermont, creo que te gustará.

Nº Páginas 97—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Me temo que no, no hay tiendas de ropa en cinco kilómetros a la redonda y
llueve mucho —intervino Luke.
Luke no miraba a Judith y tenía una expresión que era difícil de definir. Parecía
un hombre que sabe dónde pone los pies, aunque ella no supiera lo que significaba.
Después del comentario de Luke, Baba reía y jugaba con su cabello.
—Oh, Luke, no bromees.
Judith se concentró en otra cosa, no quería escuchar nada y no supo de lo que
hablaron hasta que Luke y su abuela llevaron a la señora Doulton al patio, a dar un
paseo corto; entonces, Baba se sentó junto a ella, sonriendo con nerviosismo.
—No quería que Luke me trajera aquí hoy, pues quiero hablar con él, pero no
me decido y menos aquí. Cuando llegué a Heathrow lo primero que hice fue
buscarlo y él salía para acá y me pidió que viniera con él —Baba hizo una pausa,
tenía un gesto entre risa y preocupación—. No sé qué hacer, Judith.
—¿Acerca de qué? —preguntó sin mucho interés.
No quería hablar de Luke con Baba, pero no sabía cómo interrumpir la charla
sin ser grosera. Baba miró la puerta y comentó:
—Bueno, no es oficial todavía… —su rostro se iluminó y dijo excitada—: Pasé la
prueba y conseguí la parte en la película.
—Felicitaciones, me alegra mucho —comentó, aparentando felicidad.
—Me quedé más tiempo porque Joe, el director, está seguro de poder convencer
al productor de que soy la actriz ideal para la película; lo único malo es que no soy
famosa. Tuve que quedarme por si el productor quería verme y ayer por la mañana
dijo que estaba bien, que me aceptaba para el papel.
Judith escuchó hablar a Baba de Beverly Hills y de Joe, su director, la esposa del
cual se había convertido en una amiga cercana; del maravilloso estilo de vida que
llevaba y cuánto le gustó todo eso.
—¿Ya se lo has dicho a Luke?
Baba dejó de sonreír y movió la cabeza.
—No sé cómo terminar mi compromiso. Si tú fueras yo, ¿qué harías? No puedo
dejar pasar esta oportunidad, pero allí está Luke… No lo veré durante mucho
tiempo, pues la mayoría de la película será rodada en Beverly Hills y tengo que
rentar un apartamento allá. Mi agente dice que ganaré más que lo que he ganado en
toda mi vida. Oh, Judith, ¿qué harías si fueras yo?
Judith quería golpearla; su enfado crecía conforme Baba hablaba.
—No me preguntes a mí, eres tú la que debe decidir, es tu vida.

Nº Páginas 98—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Desde luego que me encanta Luke, es fabuloso y quiero casarme con él, pero
tengo que pensar en mi carrera; si todo sale bien, podría ser estrella en un año.
Cuando hablaba de su carrera, su rostro se iluminaba y cuando lo hacía de Luke
parecía tan falsa que Judith pensó que Baba creía estar en medio de una tragedia,
ensayando alguna escena de la película.
—¿Qué se hace cuando el corazón te indica un camino y la razón otro?
—Es tu problema, no trates de meterme en eso.
Quería gritarle: tonta. Conocía una Baba de dulce temperamento, tranquila y de
sonrisa agradable, y ahora se presentaba una mujer que no podía decidir entre su
carrera y el hombre que decía amar.
Cuando le pidió que guardara el secreto de la prueba, Judith se sorprendió,
ahora sabía que era parte de un plan; a Baba le gustaba la vida color de rosa, llena de
placer, y cuando algo no le gustaba, simplemente lo eludía. Si tenía que morir,
mentía, o, si tenía que romper un compromiso, lo hacía. Y aunque eso era egoísta, lo
hacía con una sonrisa, un suspiro y una mirada con esos ojos grandes e inocentes.
Usaba su femineidad y belleza como armas para conseguir lo que deseaba. ¿Por qué
no lo notó antes? Porque siempre lo ocultó, hasta ahora. Si Judith hubiera conocido a
cualquiera de los novios de Baba, tendría una imagen diferente de ella; siempre se
preguntó la razón por la que cambiaba de novio con tanta frecuencia. Baba decía que
era porque no tenían intenciones de caballero, pero, quizá era que ella tenía miras
demasiado por encima de los hombres con que salía.
—He estado tratando de reunir valor para decirle todo. Pero Luke puede ser
muy rudo y atemorizante, y una nunca sabe la reacción que tendrá un hombre. ¿Qué
debo decirle?
—Estoy segura de que se te ocurrirá algo.
—Solo estoy tratando de ser práctica —contestó, consciente del enfado de
Judith—. Si me casara, no estaría mucho tiempo con Luke y esa no es forma de
empezar un matrimonio.
—No me lo digas a mí, díselo a Luke. ¿O es que necesitas ensayar?
—Judith, no estás siendo amable.
—Ah, sí… Disculpa, entonces, iré a reunirme con los demás —se levantó,
dispuesta a dejarla.
Entonces, Baba le sujetó una mano con cara de niña haciendo pucheros y Judith
se dio cuenta de que estaba actuando.
—Judith, no puedo hacerlo. ¿No podrías tú?…
—No, no podría.

Nº Páginas 99—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Judith salió del cuarto antes de perder los estribos. Ella se había sentido mal
solo por un sentimiento de lealtad hacia Baba y ella estuvo divirtiéndose en
Hollywood y venía determinada a dejar a Luke de todas formas.
Sospechaba que Baba encontró a otro hombre; la sorprendió sonriendo
deleitada y su sonrisa se parecía a la que las mujeres tienen cuando piensan en un
hombre.
Encontró a Luke de espaldas, con las manos en los bolsillos y mirando un
pájaro volar por el cielo azul.
—Uno solo; es una pena —pensó Judith con voz alta, y Luke se volvió a medias
para mirarla.
—Hay otro en el olmo, creo que harán su nido allí.
—Dos para la alegría, entonces.
Algo la hizo decir:
—Baba te quiere.
Deseó borrar la frase y decir: ella no te quiere, pero yo sí. Aunque prefería morir
antes de que Baba lo supiera.
Luke arrugó el rostro en un gesto y entró en la casa. Judith se quedó un poco y
vio a su abuela empujar la silla de ruedas de la señora Doulton; las escuchó decir:
—Se parecen a los pollos.
—A mí nunca me gustaron esos pájaros, tienen mal temperamento.
Se volvieron a verla cuando se acercó.
—Me temo que tenemos que irnos pronto.
—¿Sí? Qué lástima, me he divertido mucho. Es la primera vez que salgo de la
casa desde hace mucho tiempo —se quejó su abuela. Fanny las esperaba con una
expresión huraña.
—Ojalá que no te haga daño el frío del patio. Debiste usar algo más caliente que
esa chaqueta, echarte una manta sobre los hombros.
—No me regañes.
—Debemos irnos —insistió Judith.
Su abuela se puso la chaqueta que le traía Fanny y la señora Doulton sugirió
que se despidieran de Luke, pero Judith se negó, diciendo que él hablaba con Baba y
no querían molestarlos. De todos modos, lo vería mañana en el trabajo.
—No olvide esa raíz. Ojalá que Judith la traiga pronto.
Judith no podía esperar más para marcharse. Se preguntaba cómo actuaría Luke
ante el rompimiento con Baba. Él había dicho que deseaba terminar con el

Nº Páginas 100—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

compromiso, pero era muy caballeroso. Sin embargo, ¿cómo reaccionaría su "ego" si
era Baba quien lo plantaba a él?
Mientras conducía, su mente iba y venía, pensando en la reacción de Luke.
Estaba asustada de sentirse tan feliz, no podía creer que Luke estaría libre tan
fácilmente, tenía miedo de que ahora que veía a Baba de nuevo, recordara qué
hermosa era e hiciera una comparación con ella. ¿Cómo se sentiría cuando Baba le
dijera que no quería casarse con él? Después de todo, escogió a Baba por su belleza;
en cambio, a ella le había dicho que la amaba y no le importaba que no fuera
hermosa, pero no podía sentirse segura de los sentimientos de Luke. Mientras Baba
estuvo lejos, Luke pudo creer que amaba a Judith; ahora Baba había vuelto y ella
tenía dolorosas dudas otra vez. Baba siempre la hizo sentir muy plana. Recordaba
cuando eran adolescentes y en el dormitorio de Ruth, escuchaba a Baba mientras se
miraba en el espejo, feliz y risueña. "¿Qué te parece, Judith? ¿Crees que este color me
queda bien? ¿Y mi peinado?" Hacía las preguntas, aunque ya supiera las respuestas,
porque le encantaba que le dijeran que estaba fabulosa. Judith evitaba el espejo, no
quería que Baba la mirara y dijera amablemente: "Es que no es tu color, eso es todo.
Qué lástima que seas tan delgada, casi no te han crecido los senos; pero no te
preocupes, nadie lo notará". Y parecía agregar: "Me estarán mirando a mí".
Baba era falsa; le gustaba mirarse en los espejos, disfrutando la imagen que le
devolvían. Sin duda, estaría feliz en el mundo del cine.
Judith llevó a su abuela a su casa y luego se dirigió a su apartamento. Eran casi
las seis y no había nada en la televisión, excepto el noticiero. Se bañó, preparó algo de
comer y se sentó a leer un libro que tenía hacía mucho tiempo. Esta noche se relajaría,
pues había trabajado mucho y merecía un descanso.
Eran casi las ocho cuando encendió las luces y corrió las cortinas, quedándose
en el sillón con una almohada detrás de la cabeza. Pensó en irse a la cama temprano,
las letras del libro eran pequeñas y, a pesar de la atención que ponía, su mente no
olvidaba a Luke. ¿Se había acabado su compromiso? ¿Estaba libre? Quizá se había
dado cuenta, al ver a Baba, que lo que sintió por Judith era solo apasionamiento.
Estuvieron juntos mucho tiempo y estando Baba lejos solo imaginó que la amaba.
Ella miró su reloj; no quería dormirse todavía a pesar de que el libro era aburrido,
pero siguió leyendo; era mejor que sentarse y pensar todo el tiempo. Levantó la
cabeza y escuchó el silencio. ¿Qué es lo que esperas? se preguntó irritada. Él no
vendrá… Eso era lo que esperaba: a Luke. Baba lo dejó libre; si realmente la amaba,
vendría. Si no la amaba, no vendría. Se esforzó en seguir leyendo; ya no quería
pensar en eso, pues ya había pasado mucho tiempo. Ahora tendría todo el futuro
para llorar. Sin embargo, aún tenía esperanzas de que llegara; miró su reloj y solo
habían pasado diez minutos, que le parecieron diez años.
Su inteligencia le decía: Pudiste pelear por su amor. Darle a Baba la respuesta
que quería y decirle que no la culpabas por preferir su carrera en vez de a Luke,
aconsejarle que fuera al mundo del cine. Judith cerró los ojos; si hubiera aceptado

Nº Páginas 101—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

decir ella misma a Luke lo que Baba no se animaba a decirle, ahora sería otra cosa.
Pero, acaso hubiese sido un error fatal, nunca se sabe cómo reaccionará la gente en
las situaciones difíciles, sobre todo cuando el sexo está implicado; no obstante, sabía
que no podía actuar de otra manera, su integridad personal no se lo permitía. El que
hubiese sentido felicidad al saber que Baba no se casaría con Luke, la confundía. Era
algo entre ellos solamente, ellos se habían comprometido y ellos debían decidir
dejarlo o continuar.
Dejó el libro y fue a la cocina a prepararse un café. Eran casi las diez y Luke no
había ido, ya no iría. Judith sintió una oleada de dolor, había perdido.
Oyó que llamaban a la puerta y empezó a temblar, dejó la taza lentamente y
caminó hacia la puerta; podría ser un vecino para pedir un poco de azúcar o un
policía que le diría que dejó las luces de su auto encendidas, se previno con frialdad
antes de abrir la puerta.
Luke entró y se acercó a ella; la luz de la sala se reflejaba en sus ojos. Judith
cerró la puerta, no podía hablar, temblaba.
—Ya lo sabes, ella me dijo que te lo comentó.
Judith no contestó, seguía temblando; no podía creer que sería feliz, parecía
imposible.
—¿Por qué huiste, entonces? —preguntó Luke, tan cerca de ella que podía ver
los rayitos cafés del iris de sus ojos.
—No huí, fui a dejar a mi abuela.
—Debiste saber que te buscaría después de hablar con Baba.
—No sabía que lo harías…
—¿Qué no sabías?
Encontró violencia en su rostro; durante un momento pensó que le pegaría.
Después, él caminó al sillón; se sentó tenso, con la cabeza inclinada entre las manos.
Judith lo siguió y se quedó mirándolo, sin saber qué hacer.
—Te amo, pero a veces no sé por qué te comportas así. Sabías que no quería
casarme con Baba y que estaba enamorado de ti. Desde el momento que llegó, estuve
tratando de decirle que no podía casarme con ella, que sería un terrible error. Al
principio, cuando ella me comunicó su decisión, me quedé sin hablar, tuve que
esforzarme para no reír, pero me las arreglé para ser amable y decirle que ella no
tenía la culpa, que probablemente sería otra Marilyn Monroe y que le deseaba la
mejor de las suertes. Luego fui a buscarte y ya te habías ido, y yo no sabía por qué.
Dejé a Baba en su apartamento y le dije que podíamos ser amigos, lo que le dio
mucho gusto.
Judith advirtió algo en sus últimas palabras, pero no supo qué. ¿Estaría molesto
con Baba?

Nº Páginas 102—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

—Quería venir aquí, pero tenía que pensar en por qué te fuiste sin ni siquiera
decir adiós y me tomé unos tragos.
—¿Ah, sí? ¿Es por eso que tienes los ojos brillantes?
La miró, agresivo.
—No estoy borracho.
—No pensé que lo estuvieras.
—A mí me pareció que sí. ¿Por qué te fuiste?
—Quería dejarte espacio. No tienes que sentirte obligado a…
—Calla, Judith, —exclamó y de un brinco se levantó y la abrazó por la cintura,
besándola con pasión y furia.
La boca de Judith tembló por el calor del beso; después pasó los brazos
alrededor del cuello de Luke y lo besó con suavidad; sus labios se abrieron para
admitirlo, él levantó la cabeza con la respiración irregular.
—He esperado tanto este momento, me moría por besarte. Tú sabes que ha sido
una tortura no tocarte. ¿Cómo pudiste hacer esto, Judith? Te veía todos los días y
tenía que guardar la distancia. Era más de lo que un hombre puede resistir. No he
dormido y cuando lo lograba, soñaba contigo. No sé cómo sigo saludable.
—No podía robarte a Baba —explicó.
Acariciaba la bronceada piel de su cuello y le desató la cortaba. Él la miraba con
una ceja arqueada. En silencio, Judith tiró la corbata al suelo y desabrochó los
botones de su camisa.
—Creía que tendría una escena cuando le dijera a Baba —comentó Luke
mientras trataba de quitarse la chaqueta, sin soltar a Judith.
—Ojalá no te arrepientas si ella se convierte en el símbolo sexual de los ochenta
—dijo, acariciándole los brazos y el pecho.
—Seré el primero en decir que me escapé de ella —contestó sonriendo, al
mismo tiempo que le quitaba la blusa.
—Con cuidado que es seda pura —protestó Judith y se la quitó ella misma,
antes de que la dañara.
Luke miró su cuerpo esbelto y Judith lo escuchó respirar agitadamente.
—He esperado para hacer el amor contigo, lo que me han parecido años.
Sus dedos fríos le deslizaron los tirantes y luego le desabrochó el sostén con lo
que a Judith le pareció mucha práctica.
—Ya has hecho esto antes —le reprochó.
—¿Y tú?

Nº Páginas 103—104
Charlotte Lamb – Amarte es imposible

Él bajó la cabeza y respiró profundo, mientras sus labios acariciaban uno de sus
pechos.
—Judith… —murmuró.
Ella sintió que las manos de Luke le acariciaban el cuerpo y un suave quejido
escapó de sus labios. El calor dentro de ella crecía y lo miró con intensa pasión
cuando él levantó la cara. Sintió como si hubiera cargado un peso enorme, colina
arriba y, después de un amargo tiempo, al llegar a la cima, se deslizaba sin que nada
pudiera detenerla.
—No es aquí donde debemos estar —murmuró Luke y la levantó en sus brazos,
encaminándose a su dormitorio.
—Te amo —le dijo con el rostro enterrado en su cuello, donde podía sentir el
pulso de su sangre caliente—. Ojalá fuera hermosa para ti…
—Nunca he visto mujer más bella que tú en toda mi vida —dijo, mientras la
ponía suavemente en la cama.
Su cuerpo se acercaba al de ella y Judith arqueó el suyo contra él.

Fin

Nº Páginas 104—104

También podría gustarte