El bien y el mal respecto de cada acción estaba en relación con el acto, ya fuera en la praxis o
en su alcance inmediato, y no era cuestión de planeación remota. La proximidad de fines
pertenecía a un tiempo y a un espacio... El universo ético está formado por contemporáneos y
amigos...
Todo ello cambió radicalmente. La tecnología moderna introdujo acciones de una escala tan
nueva, objetos y consecuencias tan novedosos que el marco de la ética anterior no podía
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contenerlos.
28 Hansjonas, PliilosopliícalEssays: From Ancient Creed lo Technological Man, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1974,
pp. 7, 8. Joñas admite que las antiguas prescripciones éticas del “vecino” aún funcionan en una comunidad cerrada, “en la
intimidad inmediata” de la “esfera cotidiana de interacción humana”, no en el “reino cada vez más amplio de la acción colectiva
donde el actor, el acto y el efecto ya no son los mismos, como sucede en la esfera próxima” (pp. 8-9).
cumplido. Los efectos lejanos de lo que hagamos o dejemos de hacer
permanecen invisibles y, por consiguiente, no nos preocupan; si se nos
presentan, se nos dice que ciertas agencias ya están tomando cartas en el
asunto, las cuales no exigen nuestra atención ni, de hecho, quieren que nos
mostremos demasiado interesados, y mucho menos que interfiramos. No
sentimos una responsabilidad “natural” por estos acontecimientos lejanos, por
más cerca que se vinculen a lo que hacemos o dejamos de hacer. En última
instancia —sugiere Jonás—, ya no podemos confiar en nuestra capacidad
moral para resolver la cuestión de responsabilidad por lo que no vemos ni
conocemos, sino lo que en verdad cuenta entre los múltiples resultados de
nuestras acciones, cercanas o distantes, presentes o futuras.
Parecería que no, en primera instancia. “El mismo movimiento que nos dio
posesión de los poderes que hoy deben ser regulados por normas” ha
“erosionado los fundamentos de los cuales podríamos liberar las normas”.
“Ahora temblamos en la desnudez del nihilismo que ha aparejado una
omnipotencia casi total a un vacío casi total; una mayor capacidad con un
menor conocimiento de cómo usarla”. 29
... la total falta de adecuación de la ética que vincule la responsabilidad a la reciprocidad. I .os
individuos que aún no nacen no pueden reclamar sus derechos; la reciprocidad está
desesperadamente fuera de su alcance. No obstante, este hecho empírico... no los excluye
como receptores de nuestra responsabilidad. Su derecho básico es el derecho a una vida en
un planeta con las condiciones ecológicas que lo hagan habitable y, a menos que tengamos
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cuidado, quizás ellos nunca vean la luz.
El “primer deber” de cualquier ética futura, afirma Hans Jonás, debe ser
“visualizar los efectos de largo plazo del proyecto tecnológico”. La ética, yo
agregaría, difiere de la práctica común actual del manejo de crisis en que debe
enfrentar lo que aún no ha sucedido, con un futuro que endémicamente es el
reino de la incertidumbre y el campo de escenarios en conflicto. Es imposible
que la visualización ofrezca el tipo de certeza que los expertos, con su conoci-
miento científico y mayor o menor credibilidad, afirman ofrecer. El deber de
visualizar el impacto futuro de la acción —llevada a cabo o no— significa
actuar bajo la presión de una incertidumbre aguda. La actitud moral consiste
precisamente en lograr que esta incertidumbre no se haga a un lado ni se
elimine, sino se abrace conscientemente. Desempeñar la tarea de manera
eficiente —logro que permite más certeza o, al menos, más confianza— está
sujeto, para una persona moral, a una evaluación de segundo grado, conforme
a normas no necesariamente específicas para realizarla y posiblemente ajenas
a la ganancia o pérdida directa o indirecta de quien la desempeña, y esta
sujeción abre de par en par la puerta de las dudas y de una segunda
consideración que lucha por ser la primera. Tal vez se podría diseñar una
manera de actuar prescrita por algoritmos y claramente correcta, si la tarea se
midiera tan sólo por criterios de eficiencia, o por el uso más eficaz de los
recursos disponibles, como sugiere medirla la postura tecnológica. Una vez
que se adopta una actitud moral, sólo son posibles lineamientos heurísticos:
reglas empíricas que ni siquiera tienen la garantía de que se trata de hábitos
pasados, y que 110 puede prometer honestamente más que una ligera
oportunidad de éxito y la esperanza de evitar lo peor. Lo que podría guiar la
ética futura, sugiere Jonás, es la heurística; del temor, subordinada a su vez al
principio de incertidumbre: “Es necesario prestarle más atención a la profecía
de la fatalidad que a la profecía de la felicidad”. Para una heurística nacida del
peligro, que continúa acumulando peligros, lo “más urgente es necesariamente
una ética de la preservación y prevención, no de progreso y perfección”.31
31 Hans Joñas, The Imperative of Responsibility: in Search of an Ethics fortlie Technological Age, University of
Chicago Press, 1984, pp. 26, 27, 31. Al lector no le queda la menor duda de que Joñas afirma que el imperativo de
tomar una decisión se refiere no al temor de la impotencia de la tecnología, sino de su poder: “el peligro del desastre
que responde al ideal baconiano de poder sobre la naturaleza mediante la tecnología científica surge no tanto de las
limitaciones de su desempeño como de la magnitud de su éxito” (p. 340). “Mi temor principal se relaciona con el
apocalipsis que amenaza desde la naturaleza de una dinámica 110 intencionada de la civilización técnica como tal,
inherente en su estructura” (p. 202).
riesgos. Si esto es lo que la conciencia posmoderna nos dejó claro, esta nueva
claridad podría hacer mucho por equilibrar el golpe que recibió nuestra aco-
gedora y diáfana certidumbre.