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Praxis creadora y
praxis reiterativa. En Filosofía de la praxis. (PP. 245-331) México,
D.F: Siglo XXI.
Actividad y praxis
La actividad humana es, por tanto, actividad conforme a fines, y éstos sólo
existen por el hombre, como productos de su conciencia. Toda acción
verdaderamente humana exige cierta conciencia de un fin, el cual se supedita
al curso de la actividad misma.
El fin es, a su vez, la expresión de cierta actitud del sujeto ante la realidad;
por el hecho de trazarme un fin adopto cierta posición ante ella. Quien se
propone realizar un viaje, construir una silla, pintar un cuadro o transformar un
régimen social muestra determinada actitud ante una situación real, presente.
Si el hombre viviera en plena armonía con la realidad, o en total conciliación
con su presente, no sentiría la necesidad de negarlos idealmente ni de
configurar en su conciencia una realidad inexistente aún. Carece de sentido,
en verdad, proponerse un fin ya alcanzado o un resultado obtenido. El fin
prefigura idealmente lo que aún no se logra alcanzar. Por el hecho de
trazarse fines, el hombre niega una realidad efectiva y afirma otra que no
existe todavía. Pero los fines son productos de la conciencia y, por ello, la
actividad que rigen es consciente. No se trata de la actividad de una
conciencia pura, sino de la conciencia de un hombre social que no puede
prescindir de la producción de fines en ninguna forma de actividad,
3 C f . a éste respecto la carta de Engels a J. Bloch, del 21-22 de septiembre de 1890, en la que el primero dice:
[...] La historia se hace de tal modo que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades indivi-
duales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues,
innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que
surge un resultado —el acontecimiento histórico— que, a su vez, puede considerarse producto de una potencia única, que,
como un todo, actúa s i n c o n c i e n c i a y sin voluntad [. . .] De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de
un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero el hecho de que las distintas
voluntades individuales [...] no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una medida total, en una resultante común,
no debe inferirse que estas voluntades sean igual a cero. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por
tanto, incluidas en ella. (C. Marx y F. Engels, O b r a s e s c o g i d a s , en tres tomos, ed. cit., t. III, p. 515).
5 I b i d e m , p. 131.
La actividad práctica
6 Hablamos aquí de lo teórico en un sentido amplio que abarca tanto la esfera de los fines como de los conocimientos. En este
sentido, lo teórico se contrapone —no de un modo absoluto, sino relativo, como veremos en el capítulo siguiente— a lo práctico. En
un sentido más restringido, lo teórico —el dominio de la teoría— se aplica a un conjunto de conocimientos aglutinados en torno a
un principio unificador que los articula y sistematiza constituyendo así un campo científico dado.
7 C. Marx, E l C a p i t a l , t. I. p. 131.
Sin esta acción real, objetiva, sobre una realidad —natural o humana— que
existe independientemente del sujeto práctico, no puede hablarse propiamente
de praxis como actividad material consciente y objetiva; por tanto, la simple
actividad subjetiva —psíquica— o meramente espiritual que no se objetiva
materialmente no puede considerarse como praxis.
Formas de praxis
13 Ibidem, p. 132
14 I b i d e m .
15 Al analizar la concepción de Marx del proceso de trabajo en E l C a p i t a l , Louis Althusser subraya, interpretando el pasaje
correspondiente, la naturaleza material de las condiciones del proceso de trabajo y el papel dominante de los medios de
producción en dicho proceso. A juicio suyo, el p r o c e s o de trabajo se halla determinado por esas condiciones materiales («el
proceso de trabajo como mecanismo
material se halla determinado por las leyes físicas de la naturaleza y de la tecnología»), Al mostrarse así las «condiciones
materiales irreductibles del proceso de trabajo», Marx rompe con la concepción del «trabajo como esencia del hombre» y con el
«idealismo del trabajo» que í'sta concepción —propia de los M a n u s c r i t o s d e 1 8 4 4 — entraña ( C f . L. Althusser, «L’objet du
Capital», en L i r e L e C a p i t a l , t. II, ed. cit., pp. 144-149).
L. Althusser tiene razón al pronunciarse contra una «ideología antropológica del trabajo» y, por ello, procede justamente al
subrayar la importancia de las condiciones materiales del trabajo, lo que le lleva a detenerse sobre todo en dos de los elementos
constitutivos de dicho proceso según Marx. Pero en su análisis omite por completo el estudio del tercero de ellos: la actividad
adecuada a un fin, o trabajo propiamente dicho. Es esa omisión la que le permite contraponer radicalmente en esta cuestión los
M a n u s c r i t o s d e 1 8 4 4 a E l C a p i t a l al reducir la concepción de la primera obra a un «idealismo del trabajo» y la de la
segunda a una «concepción materialista de la producción». A nuestro juicio, la importancia de ese tercer factor del proceso de
trabajo —señalado en distinta forma tanto en los M a n u s c r i t o s d e 1 8 4 4 como en E l C a p i t a l — es la que mantiene cierta
continuidad entre una y otra concepción, sin que por ello se borren sus diferencias esenciales.
16 C. Marx, E l C a p i t a l , ed. cit., t. I, p. 130.
17 i b i d e m .
La praxis experimental
Entre las formas de actividad práctica que se ejercen sobre una materia dada
hay que incluir también la actividad científica experimental que satisface,
primordialmente, las necesidades de la investigación teórica y, en particular,
las de la comprobación de hipótesis. Esta forma de praxis es la que se pone
de manifiesto cuando el investigador actúa sobre un objeto material
modificando a voluntad las condiciones en que se opera un fenómeno. Tal es
el sentido de la experimentación como praxis científica. El investigador
produce fenómenos que son una reproducción de los que se dan en un medio
natural, pero los produce justamente para poder estudiarlos en un medio
artificial —el del laboratorio—, sin las impurezas y perturbaciones con que se
presentan en el medio natural y que, por esa razón, dificultan su estudio. En
cuanto que se trata de producir determinados fenómenos con ayuda del
instrumento físico adecuado, la actividad científica experimental es,
evidentemente, una forma de praxis. Se trata de una actividad objetiva que da
lugar a un producto o resultado real y objetivo.
En este tipo de praxis el fin inmediato es teórico. El experimento se lleva a
cabo para probar una teoría o determinados aspectos de ella. Se experimenta
18 Sobre las relaciones entre el arte y el trabajo y la concepción del trabajo artístico como creación, véase mi libre, L a s i d e a s
e s t é t i c a s d e M a r x (Ed. Era, México, D. F., 1965), particularmente el estudio titulado «Las ideas de Marx sobre la fuente y
naturaleza de lo estético».
La praxis política
Los partidos trazan, con una mayor o menor conciencia de los objetivos,
posibilidades y condiciones, la línea de acción. Para transformar lo ideal en
real, es decir, para realizar prácticamente cierta política, se requiere una
estrategia y una táctica. La estrategia señala las tareas correspondientes a
una etapa histórica general, y la táctica determina el modo de cumplir la línea
política en un período relativamente breve. Estrategia y táctica se relacionan
dialécticamente dentro de la línea política y en su aplicación como lo general
y lo particular, lo previsible y lo imprevisible, lo esencial y lo fenoménico.
Por otra parte, pensamos que la admisión de una praxis teórica se halla en
contradicción con la crítica que Marx formula en sus Tesis sobre Feuerbach.
Si recordamos el contenido de la «Tesis I» veremos que Marx critica a Feuer-
bach justamente por concebir la relación sujeto-objeto (u hombre-naturaleza)
como una relación meramente contemplativa, o sea, teórica. En esto radica el
defecto fundamental de la filosofía feuerbachiana, así como del materialismo
tradicional. En este sentido, Marx contrapone la relación (contemplativa)
teórica y la práctica. Y en ese mismo sentido contrapone también en su
«Tesis XI» la filosofía como interpretación, es decir, como teoría desligada de
la práctica, y la filosofía vinculada conscientemente a la transformación del
mundo.
19 Cf. C. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la eco¬nomía política (borrador) 1857-1858, Siglo XXI, México, D. F.,
1971, vcl. 1, p. 22.
Filosofía y praxis
20 En ocasiones se emplea la expresión «praxis», o «práctica teórica», para designar una «práctica específica que se ejerce sobre
un objeto propio y conduce a su p r o d u c t o propio; un c o n o c i m i e n t o » (L. Althusser, P o u r M a r x , ed. cit., p. 175). En este
caso, se presenta como una forma específica de la práctica en general, entendida como «proceso de t r a n s f o r m a c i ó n de una
materia prima dada y determinada en un p r o d u c t o determinado, transformación que se lleva a cabo por un trabajo humano
determinado, utilizando medios (de “producción”) determinados». ( I b í d e m , p. 167.) La práctica teórica así entendida
corresponde en gran parte —no totalmente, puesto que nosotros incluimos también en ella la producción de fines— a lo que
nosotros denominamos actividad teórica.
Althusser no emplea, por tanto, esta expresión en el sentido idealista, tan firmemente rechazado por Marx, de producción de
ideas que transforma por sí misma la realidad. Se esfuerza asimismo por subrayar el carácter distintivo e irreemplazable de la
«práctica teórica» (c f . también a este respecto su estudio «Teoría, práctica teórica y formación teórica, Ideología y lucha
ideológica», en la revista C a s a d e l a s A m é r i c a s , núm. 34, La Habana, Cuba, pp. 13-17). Sin embargo, la extensión del
término «práctica» a todo tipo de relación o apropiación del mundo real, incluyendo no sólo la teórica e ideológica, sino también la
ética y la religiosa ( c f . L i r e L e C a p i t a l , ed. cit., I, p. 85), hace que se borre el carácter esencial de la praxis que Marx justa-
mente pretendió destacar (como transformación efectiva, real, de un objeto real) frente a un «idealismo de la praxis» (reducción de
ésta a la actividad teórica o moral). Creemos, por ello, que el empleo del término «práctica» allí donde no se opera esa
transformación objetiva y real induce a confusión, pese al empeño en diferenciar sus formas específicas.
Niveles de la praxis
La praxis creadora
Desde el punto de vista de la praxis humana, total, que se traduce en
definitiva en la producción o autocreación del hombre mismo, es determinante
la praxis creadora, ya que ésta es justamente la que le permite hacer frente a
nuevas necesidades, a nuevas situaciones. El hombre es el ser que tiene que
estar inventando o creando constantemente nuevas soluciones. Una vez
encontrada una solución, no le basta repetir o imitar lo resuelto; en primer
22 El término «creación» o sus derivados «creador» y «creadora» se presentan, históricamente, con una pluralidad de significados
tanto en el lenguaje ordinario como en el lenguaje filosófico. Tienen de común el significado de producción de algo nuevo, ya sea
como acción creadora limitada (en la filosofía griega), como creación divina ex nihilo (en la tradición cristiana) o como creación
humana a partir de cosas existentes (desde el Renacimiento). A veces se utiliza para calificar la evolución en un sentido universal o
cósmico con el fin de subrayar el carácter imprevisible o nuevo de ella («evolución creadora» en Bergson o «evolución
emergente»: en C. Lloyd Morgan). La carga mítica, religiosa o metafísica de la mayor parte de los significados tradicionales
obstaculiza el uso riguroso y preciso —es decir, científico— del término «creación». De ahí que necesitemos advertir que para
nosotros significa una actividad que sólo puede atribuirse al hombre como ser consciente y social en virtud de la cual produce algo
nuevo a partir de una realidad o de elementos preexistentes. De este modo, se produce un nuevo objeto cuyas propiedades surgen,
gracias a ¡a actividad humana, desarrollando lo que sólo existía virtual pero no efectivamente. El hombre produce así algo nuevo
que no podría existir sin él. Esto excluye —a nuestro juicio— la legitimidad del uso del concepto de creación fuera del hombre: en
los procesos de la naturaleza o con referencia al universo. En cambio, dondequiera que el hombre como sujeto activo esté presente
—en la ciencia, el arte, el trabajo, la técnica, las relaciones sociales, etc.— es perfectamente legítimo usarlo y hablar, por tanto, de
creación científica, artística, social, etc. La creación supone siempre producción de algo nuevo (teorías, obras de arte, objetos
útiles, instituciones políticas, relaciones sociales, etc.). Lo nuevo está inscrito como una posibilidad en los elementos preexistentes,
pero su aparición no responde a una determinación inexorable. Lo virtual sólo se realiza con la intervención del hombre y no
deriva por una necesidad lógica de lo que ya existía. No se crea algo nuevo sino a partir de lo que ya existe, pero no basta nunca lo
preexistente para producirlo. Así entendida, la creación sólo existe propiamente como actividad específica humana, es decir, como
actividad que produce un objeto que no podría existir por sí mismo, es decir, sin la intervención de la conciencia y la práctica
humana.
24 V. I. Lenin, El Estado y la revolución, en: Obras completas, ed. cit., t. XXV, p. 437
5 Guando Croce dice que lo estético es propiamente expresión o intuición no lo entiende como expresión exteriorizada,
objetivada o comunicada, sino como expresión interior en virtud de la cual el sujeto ca forma a sus impresiones y sensaciones.
La verdadera objetivación o materialización, es decir, la plasmación en formas objetivas o- colores, en sonidos o en
movimientos, de lo que el artista vive o percibe internamente no es propiamente lo estético para Croce. En la creación artística
así entendida se disocia lo interior y lo exterior, lo subjetivo y lo objetivo, es decir, lo que, a nuestro juicio, en la producción
artística como en toda verdadera creación sólo se da en unidad indisoluble.
26 Picasso con su arte demuestra que es posible realizar lo que en otro tiempo, desde otra perspectiva estética, habría
parecido imposible. Pero esta posibilidad que realiza Picasso no podía ser conocida —ni siquiera como posibilidad— antes de
su realización. Por ello, en el terreno del arte no se pueden trazar límites a la creación artística, ni reducir ésta, desde el punto
de vista de su desarrollo histórico, a las posibilidades ya realizadas o, lo que es más grave aún, a una de ellas. Eso significaría
fijar ya, desde ahora, las posibilidades estéticas —d<; forma, estilo, lenguaje o contenido-—- que el arte puede realizar. Pi-
casso, con su arte, con su renovación constante, con su inagotable sucesión de búsquedas y exploraciones, de realización de
nuevas posibilidades, es la encarnación misma del carácter imprevisible de la verdadera creación artística.
La praxis burocratizada
30 Véase a este respecto los trabajos de C. W. Mills, M. Lemer, Vanee Packard, David Riesman, E. Fromm, William H. Whyte
Jr., E. L. Bcrnays, etc.
31 El «taylorismo» representa el intento más radical de organizar el trabajo industrial sacrificando toda consideración humana a
la eficacia, es decir, a la rentabilidad de la producción. Esto se logra des- personalizando al máximo el trabajo de cada obrero,
haciendo que éste cumpla la tarea que le fija el órgano de dirección correspondiente, contando con su más completa pasividad e
ignorancia. De este modo se abre un abismo insalvable entre el pensamiento del obrero y su acción. Con la aplicación de los
métodos tayloristas, el trabajo en cadena alcanza su máxima atomización y se logra una productividad no alcanzada por la cadena
tradicional. Pero esto sólo puede lograrse a costa de suprimir toda actitud creadora y consciente del obrero hacia su trabajo. Ahora
bien, la productividad así alcanzada tiene también sus límites, y ello explica que el taylorismo haya dejado paso a nuevos métodos
de explotación de la mano de obra. Pero el abandono de LOS métodos tayloristas no significa el abandono del trabajo en cadena
impuesto por el propio progreso técnico. Domina todavía —en los países industrializados, incluyendo a los del campo socialista—
, mientras dicho progreso técnico señala ya el tipo de producción que, una vez generalizado, habrá de sustituirlo: la
automatización.
41 Para Taylor «todas las posibilidades de la dirección administrativa no se realizarán sino cuando todas las máquinas del taller
estén dirigidas por hombres de menos valor...» (Citado por G. Friedmann, i b í d e m , p. 72.)
42 El abandono de los métodos más despiadados de explotación de la mano de obra, de los que son clara manifestación los
métodos tayloristas, para dejar paso a un sistema de «relaciones humanas», responde a diversas causas. En primer lugar, los
obreros luchan cada vez más organizada y firmemente contra estas formas brutales de explotación y, en algunas empresas,
arrancan concesiones importantes a los capitalistas que afectan no sólo a sus salarios, sino al ritmo de trabajo y distribución de los
puestos y, particularmente, a las condiciones en que han de trabajar. Pero, en segundo lugar, los capitalistas llegan a la conclusión
de que las formas extremas de explotación, como las representadas por el «taylorismo», dejan de ser deseables en cuanto que la
elevación de la productividad alcanzada con ellas tropieza con límites: límites impuestos por la propia naturaleza física y psíquica
del obrero, y límites impuestos, a su vez, por la separación radical de la decisión y la ejecución que conducen a un total desinterés
del obrero por su trabajo, y, en consecuencia, a una reducción de la producción de la empresa y de su rentabilidad. Surge entonces
la necesidad de transformar la actitud del obrero hacia su trabajo mediante su integración en la empresa. Pero no se trata de su
integración técnica —la única buscada con los métodos de Taylor—, sino de una integración «humana». Se establece así todo un
sistema de relaciones dentro de la empresa tendiente a que el obrero se sienta solidario del destino —es decir, de la rentabilidad—
de ella. El sistema de «relaciones humanas» es hoy uno de los que gozan de más predicamento en los países capitalistas
industrializados y particularmente en los más avanzados. El obrero es tratado «humanamente» porque así se asegura un
incremento da la producción o una elevación de la productividad. El fin es el mismo que se perseguía con los métodos de Taylor.
Cambian los medios, pero, como en el pasado, el trabajo del obrero sigue siendo un medio o instrumento al servicio de una
finalidad exterior: producción de la plusvalía. El trato «humano» d-aja subsistir, aunque? en forma más sutil, todos los aspectos de
la enajenación en el trabajo.