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Este informe de lectura académico presenta y analiza algunas jurisprudencias

especializadas de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de


garantías judiciales que no están sujetas a suspensión en caso de emergencia. Sin
embargo, debido a la interdependencia e inclusividad de los derechos humanos, no
siempre es posible referirse únicamente a estas garantías sin mencionar derechos
fundamentales como el derecho a la vida, la libertad individual e individual.

Señala el texto en primera fase, que los estados excepcionales son categorías que
incluyen una amplia gama de instituciones, incluidas las facultades designadas, como
asedio, emergencia, toque de queda, modo de emergencia, condiciones de guerra y
anarquía. Los Estados modernos deben prever una suspensión temporal de ciertos
derechos y garantías para hacer frente y corregir nuevas situaciones que pongan en
peligro su existencia, soberanía, independencia o seguridad.

Esta no es una concesión arbitraria o discrecional, sino una autoridad válida para
un propósito particular bajo ciertas condiciones frente a un problema en específico. En
efecto: necesita afrontar una crisis grave e insuperable, que es en última instancia la
base del uso del poder para suspender derechos y garantías, y así servir para volver a la
normalidad y mantener los valores, tanto con la protección de toda la comunidad,
seguida por, el orden constitucional.

Indica el importante escrito que, De acuerdo con las doctrinas de la Constitución


y el derecho internacional de los derechos humanos, los tratados internacionales de
derechos humanos, el derecho comparado e internacional, el estado de excepción en una
sociedad democrática y en el marco del derecho constitucional y la democracia deben
regirse por el principio de excepción.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH) fue el primer


tratado internacional en establecer ciertos poderes judiciales inmanejables e
insostenibles, incluidos los que se consideran necesarios para el debido proceso
requerido por el artículo 27 de la Convención de los Estados Unidos sobre Derechos
Humanos (Tribunales IDH) estableció importantes normas procesales sobre derechos y
garantías fundamentales que no deben suspenderse bajo ningún tipo de urgencia. Por
primera vez en 1986 y surgieron diferentes interpretaciones de la relación entre el
artículo 27 de la Convención y los artículos 7.6 (Habeas Corpus), 8 (Garantía de
justicia), 25 (Seguridad de la justicia) y otros términos que hemos implementado a
través de opiniones consultivas. ACHR.

Posteriormente escuchó y abordó una serie de casos controvertidos que ayudaron


a interpretar y aplicar las regulaciones tradicionales, proteger a las víctimas de abusos
de derechos humanos y definir las responsabilidades estatales correspondientes a través
de decisiones establecidas desde 1995.

Las garantías judiciales indispensables no susceptibles de suspensión bajo estados


de excepción

Son varias las consideraciones a que da pie este precepto. En primer lugar, hay
que destacar el hecho de que, a través de esta fórmula, la Ley orgánica ha precisado con
claridad la naturaleza de la emergencia: El estado de excepción se propone hacer frente
a situaciones de crisis de orden público. A pesar de que la referencia al orden público va
precedida de una serie de valores con los que el orden público se identifica y de los que
en seguida pasaremos a ocuparnos, queda claro que el presupuesto de una declaración
del estado de excepción es una grave alteración del orden público. La gravedad de la
situación viene marcada por el hecho de que las potestades ordinarias resultan
insuficientes para restablecerlo y mantenerlo. La referencia a las potestades ordinarias
es importante porque pone de manifiesto que, entre la situación de normalidad, a la que
se hace frente con las potestades ordinarias, y el estado de excepción no hay nada: El
estado de excepción no es, por tanto, el segundo grado en la respuesta ante situaciones
de emergencia de la seguridad ciudadana, susceptible de ser precedido de una primera
respuesta, cifrada, acaso, en el estado de alarma.

Por lo que hace a la cuestión de si debe tratarse de una grave alteración del orden
público ya producida o si, por el contrario, es suficiente la amenaza o peligro inminente
de que tal situación se produzca, la fórmula utilizada lleva a pensar que se trata de una
alteración ya presente, en la que la insuficiencia de las potestades ordinarias haya
podido quedar constatada. No obstante, la referencia un poco más adelante tanto al
restablecimiento como al mantenimiento del orden público, parece abrir la posibilidad
de una declaración del estado de excepción cuando no se trate aún de restablecer un
orden público gravemente alterado sino de mantener un orden público respecto del cual
pesa la amenaza directa e inmediata de una grave alteración ante la cual las potestades
ordinarias se revelarían insuficientes. No parece que tal eventualidad pueda ser
radicalmente excluida, siendo los poderes públicos, y muy en especial el Congreso de
los Diputados, los llamados a apreciar las circunstancias, y a operar en consecuencia.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, luego del análisis respectivo,


concluyó que por garantías indispensables no susceptibles de suspensión se deben
entender las siguientes:

a) El hábeas corpus, garantía establecida en el artículo 7.6 de la misma Convención.


b) El amparo o derecho a cualquier recurso sencillo, rápido y efectivo, garantía
establecida en el artículo 25.1 de la Convención.
c) Aquellos procedimientos judiciales inherentes a la forma democrática
representativa de gobierno, previstos en el derecho interno de los Estados partes,
según el literal c del artículo 29 de la Convención.
d) Que el ejercicio de las citadas garantías judiciales indispensables se realice en el
marco y según los principios del debido proceso legal establecidos por el artículo
8 de la CADH.

Jurisprudencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos

Caso Neira ALegría y otros contra Perú, sentencia de 19 de enero de 1995


(fondo). El 10 de octubre de 1990 la Comisión Americana de Derechos Humanos (Com
IDH) presentó una denuncia contra Perú, alegando la vulneración del derecho a la vida
por ejecuciones arbitrarias, con base en las denuncias recibidas. Donde se ha presentado
una Garantía de tutela judicial peruana y otros derechos. Atacado en el Penal de San Juan
Bautista en el Penal El Frontón el 18 de junio y junio de 1986.

Esa realidad ha demostrado una y otra vez que el derecho a la vida y a la


integridad personal son amenazados cuando el hábeas corpus es parcial o totalmente
suspendido. Como lo manifestó el Presidente de la Comisión en la audiencia sobre esta
consulta, la Comisión está persuadida que, así como en el pasado reciente miles de
desapariciones forzadas se hubieran evitado si el recurso de hábeas corpus hubiese sido
efectivo y los jueces se hubieran empeñado en investigar la detención concurriendo
personalmente a los lugares que se denunciaron como de detención, tal recurso ahora
constituye el instrumento más idóneo no sólo para corregir con prontitud los abusos de la
autoridad en cuanto a la privación arbitraria de la libertad, sino también un medio eficaz
para prevenir la tortura y otros apremios físicos o sicológicos, como el destierro, castigo
tal vez el peor, del que tanto se ha abusado en el subcontinente, donde millares de
exiliados conforman verdaderos éxodos.

Caso Castillo Petruzzi y otros contra Perú, sentencia de 30 de mayo de 1999


(fondo, reparaciones y costas). Se trata de la detención y posterior condena a cadena
perpetua en el Perú, por un tribunal sin rostro perteneciente a la justicia militar, bajo el
cargo de ser autores del delito de traición a la patria, de cuatro ciudadanos chilenos:
Jaime Francisco Sebastián Castillo Petruzzi, María Concepción Pincheira Sáez, Lautaro
Enrique Mellado Saavedra y Alejandro Luis Astorga Valdez, quienes fueron capturados
en varios lugares de la ciudad de Lima, durante un operativo policial realizado los días
14 y 15 de octubre de 1993.

El habeas corpus en su sentido clásico, regulado por los ordenamientos


americanos, tutela de manera directa la libertad personal o física contra detenciones
arbitrarias, por medio del mandato judicial dirigido a las autoridades correspondientes a
fin de que se lleve al detenido a la presencia del juez para que éste pueda examinar la
legalidad de la privación y, en su caso, decretar su libertad. En la Convención este
procedimiento aparece en el artículo 7.6 que dice:

Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal
competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto
o detención y ordene su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales. En
los Estados Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se viera amenazada
de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal
competente a fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho
recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podrán interponerse
por sí o por otra persona.

Si se examinan conjuntamente los dos procedimientos, puede afirmarse que el


amparo es el género y el hábeas corpus uno de sus aspectos específicos. En efecto, de
acuerdo con los principios básicos de ambas garantías recogidos por la Convención así
como con los diversos matices establecidos en los ordenamientos de los Estados Partes,
se observa que en algunos supuestos el hábeas corpus se regula de manera autónoma
con la finalidad de proteger esencialmente la libertad personal de los detenidos o de
aquéllos que se encuentran amenazados de ser privados de su libertad, pero en otras
ocasiones el habeas corpus es denominado "amparo de la libertad" o forma parte
integrante del amparo.

Caso Durand y Ugarte contra Perú, sentencia de 16 de agosto de 2000 (fondo).


La demanda fue presentada ante la Corte por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos el 8 de agosto de 1996, como derivación de una denuncia recibida el 27 de
abril de 1987, según la cual el 14 y 15 de febrero de 1986 fueron detenidos Nolberto
Durand Ugarte y Gabriel Pablo Ugarte Rivera por efectivos de la Dirección contra el
Terrorismo (DIRCOTE) bajo sospecha de haber participado en actos de terrorismo,
detenidos sin mediar orden judicial alguna ni haber sido encontrados en flagrante delito.
Posteriormente los detenidos resultaron desaparecidos como consecuencia de la
intervención armada realizada por fuerzas militares, la Marina de Guerra y la Guardia
Republicana, en el motín que protagonizaron los internos por delito de terrorismo en la
penitenciaría San Juan Bautista, situada en la isla-penal El Frontón, los días 18 y 19 de
junio de 1986.

La lucha contra el terrorismo, como toda política que pretende reprimir las
alteraciones del orden público, conduce necesariamente a disminuir el ámbito de los
derechos fundamentales. Para que esta restricción no sea percibida como una violación
de los derechos fundamentales, la doctrina suele recurrir a la imagen de la balanza. De
un lado se sitúa la seguridad, y de otro la protección de los derechos fundamentales.
Toda restricción de los derechos fundamentales es considerada como justa y equilibrada
si es proporcional a la amenaza sobre la seguridad.

El estado de emergencia es un régimen de excepción, es decir, un régimen


temporal que pretende adaptar las reglas habituales (procedimiento, competencia, etc.)
con el fin de responder a una crisis. Cada estado es libre de crear o de prever regímenes
de excepción y cada estado es también libre de crear diversos tipos de regímenes, con
las adaptaciones correspondientes, según los tipos de crisis que justifiquen su
establecimiento.

Las garantías judiciales o garantías del debido proceso constituyen importantes


mecanismos jurídicos de protección con que cuentan los derechos humanos
fundamentales en todo tipo de circunstancias. Constituyen la vía por medio de la cual se
ejerce el control jurisdiccional y se asegura el restablecimiento de los derechos humanos
en caso de violación. Aseguran el respeto de los derechos humanos y las libertades
fundamentales en los procesos judiciales y juegan una función muy importante en
aquellos casos en los que los derechos humanos experimentan los mayores peligros
frente a las actuaciones de los poderes públicos. Por lo tanto, los jueces y los tribunales
de justicia tienen que asegurar la aplicación efectiva de dichas garantías en defensa de
los derechos humanos de las partes involucradas en un caso concreto de violación,
especialmente cuando ésta se ha producido durante un estado de excepción.

Dichas garantías tienen una importancia predominante en los estados de


excepción dado que en estas situaciones se produce una alteración en las funciones
institucionales del Estado, especialmente en el funcionamiento del poder judicial, con
perjuicio en la protección de los derechos fundamentales. En dichas situaciones se altera
el funcionamiento de la jurisdicción ordinaria y se fortalece la jurisdicción especial de
excepción, razón por la cual se requiere con mayor razón de la intervención del control
jurisdiccional y de la vigencia efectiva de las garantías judiciales.”

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