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paella. Y, como para nosotros, existe la «vera pizza» y las imitaciones que enervan al
purista y entusiasman al turista. «Yo cuando veo piña asada sobre una pizza pienso…lo
fusilo», confiesa Carlo ungido por la solemnidad de la patria napolitana. Para él, la
única pizza verdadera es la Margarita. Tomate, queso y albahaca. Nada más.
Construir algo grande con tan pocos y sencillos ingredientes requiere de grandes dosis
de destreza, cariño y pasión. El proceso de preparación empieza el viernes, cuando
Carlo prepara la masa. Parte de 800 gramos de masa madre de la semana anterior y
añade agua, harina 00 traída de Italia, agua, sal y aceite de Viver.
Tras un breve reposo de media hora, boleará en porciones de 450 gramos y pasará las
futuras bases a la nevera. Doce veces, una cada seis horas, las porciones esféricas
saldrán de la cámara para recibir un suave masaje con agua que les ayude a despertar.
La tradición habla siempre del tomate San Marzano como el más indicado por su falta
de acidez. Carlo niega la mayor y afirma que es mejor un tomate pera local bien maduro
que un San Marzano importado y fuera de punto. Sin embargo, para el queso acude al
origen. Nunca Mozzarella sino Fior di Latte de Agerola. «La Mozarella cuando se
caliente escurre leche y mancha la masa» reconoce. El tomate, efectivamente, es de
pera, pero tiene la precaución de dejarlo macerar con aceite de oliva y sal durante 24
horas.