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“EL EXÉGETA QUE TODOS TENEMOS DENTRO”

Como cristianos, cada domingo separamos nuestro tiempo para disfrutar del culto, un
evento muy importante, donde adoramos, oramos y somos enseñados en las escrituras. Es
uno de los espacios donde la iglesia se reúne para edificarse, es el tiempo donde la
congregación escucha la voz de Dios a través de la exposición bíblica dada por el pastor de
la iglesia. Cuanto más profundo, pertinente y claro es la exposición, mas impacta nuestro
corazón y nos desafía a aprender más de la Palabra, y amar más a Dios; esto se debe porque
el expositor bíblico prepara correctamente su corazón para estudiar las Escrituras, poniendo
atención a los detalles del texto y su contexto, para poder enseñarlo correctamente a su
auditorio. No es un proceso cognitivo sino espiritual. Pero, más de una vez nos hemos
hecho la pregunta ¿Podré hacerlo yo también, algún día? ¿Cuánto demanda preparar un
sermón para el culto del domingo? ¿es sólo exclusivo para pastores y estudiantes de
seminarios?

Todo hombre o mujer que ama a su Señor, que disfruta cada día conocerle cuando abre su
Biblia, comprometido con el estudio responsable de las Escrituras, le llegara el momento en
compartir con otros o con un grupo objetivo lo que resultó de su estudio. Les enseñará lo
que Dios le enseñó. Pero para aquel que tiene una mejor preparación ministerial, sabe muy
bien que lo que enseñe en la iglesia deberá ser fiel al texto estudiado, pertinente y claro en
su exposición, recorriendo las tres etapas importantes de una buena exposición bíblica:
Exégesis, Hermenéutica y Homilética. Tomará consciencia que está tratando con los
pensamientos de Dios, tratando de no caer en negligencia alguna en la interpretación. Dará
valor al rol del Espíritu Santo en su corazón, trabajando con plenitud, en todo el proceso de
acercamiento al texto en estudio.

La Exégesis viene a ser una etapa muy importante en este proceso de entender las
enseñanzas detrás de los textos. Es espiritual en su esencia, porque exige que el texto se
impregne en el corazón del expositor, con todo y sus detalles, en oración y con la dirección
del Espíritu. Aunque suene anecdótico, pero una disciplina espiritual que fortaleció la vida
espiritual de los monjes en su relación con los textos bíblicos, por los siglos III al X, fue la
“Lectura Orante de la Palabra”. Dicha disciplina es muy importante revalorarlo y traerlo a
la práctica, más aún en estos tiempos donde lo contemplativo y espiritual está pasando a un
segundo plano, donde le meditar ya no es importante. Es fundamental en su importancia,
porque toda exposición significativa debe estar basada en la exégesis, si no lo está, no
representa la verdad bíblica correctamente. La exegesis precede y es la base de la teología
sistemática, y no viceversa. Este orden debe seguirse con rigidez, porque la doctrina es
producto de las escrituras y no la escritura esclava de la doctrina. Pero también es práctica
en su naturaleza, porque demanda esfuerzo y compromiso para descubrir el significado de
los textos antiguos, analizando sus componentes y contextos históricos. Demanda también
preparación del corazón.

Una realidad que vemos hoy en la iglesia, es que este concepto no es muy conocido entre
sus líderes; solamente, pastores y obreros que han podido estudiar en un seminario o
instituto bíblico logran entenderlo y conocer su exigencia. Esto se debe a que solo
enseñamos a estudiar la biblia a modo de un estudio personal, sin mucha exigencia, ni
profundidad, sin poner énfasis en que en un momento dado será bueno compartirlo a otros.
Hemos dejado que la exegesis se relacione solamente con la exposición bíblica de un
domingo en el culto, dada por el pastor titular, cuando, realmente, debe estar relacionado a
toda exposición bíblica que se pueda dar ante cualquier auditorio de la iglesia (jóvenes,
matrimonios, profesionales, anciano, etc.). Formar al liderazgo clave de la iglesia en
exégesis, con todo lo que ella demanda, fortalecería no solo la enseñanza de las escrituras,
sino que instruiría a la congregación en una doctrina bíblica saludable, preparándola para
enfrentar todo tipo de corrientes de pensamientos en estos tiempos postmodernos. Forjaría
el pensamiento bíblico en los miembros de la iglesia. El gran reto debe ser el llevarlo del
seminario a las aulas de la iglesia y formar líderes que estudien la Palabra y la enseñen a
otros con autoridad.

Cabe mencionar, que la exegesis no es cualquier curso que se pueda ofrecer en la iglesia
que se lee y se aplica, sino que esta demanda una seria y profunda preparación tanto en lo
personal como en las técnicas de análisis e interpretación. Demanda compromiso y
espiritualidad, sin la cual las interpretaciones completas y exactas son imposibles de
realizar, sin dejar de lado el principio de inspiración de la Biblia. Demanda familiaridad y
habilidad en los diferentes aspectos de la disciplina. Hace uso del método gramático –
histórico donde toma los principios de la gramática para analizar los hechos de la historia,
en busca de los significados de los escritos antiguos, lo cual no es poca cosa. Demanda
protección y discernimiento en el sentido de estar atento a todo método que aparezca y
quiera quitar autoridad a las escrituras con interpretaciones arbitrarias u opiniones
especulativas. Demanda pensamiento crítico y humildad hacia opiniones e ideas en
relación al texto, buscando justificaciones y argumentos válidos. Una interpretación crítica
de las Escrituras es la que contiene justificación léxica, gramatical; también incluye lo
cultural, teológica, histórica, entre otros. Esta también nos lleva a estar atentos en la
identificación de falacias (argumentos que parecen válidos, pero no lo son), que
encontramos en referencias exegéticas o en nuestro propio estudio, sin darnos cuenta
muchas veces, debido a descuidos o ignorancia.

En relación al exégeta, este debe ser consciente que necesita tener ciertas destrezas y
competencias en su intención de acercarse al pasaje y encontrar su significado. En primer
lugar, necesita saber todo lo relacionado a la introducción bíblica, donde encontramos todo
lo relacionado a los libros de la biblia, autores, contexto histórico e incluye critica textual,
en segundo lugar, el estudio razonable de los idiomas bíblicos. Uno no puede entender lo
que el autor dijo si no posee la habilidad de leer sus palabras en el idioma en el cual él las
escribió. Un buen entendimiento de estos produce un alto nivel de sensibilidad del mensaje
de los escritores bíblicos. En tercer lugar, ser conocedor de las reglas legítimas del proceso
interpretativo de los textos antiguos e investigación teológica. Finalmente, hay dos temas
importantes que hoy en día no deben pasar por alto en la formación del exégeta, que
complementan su nivel de preparación, tiene que ver con el dominio de los principios y
leyes que rigen la lingüística, ciencia que estudia el lenguaje en sus orígenes, evolución,
fundamentos y su estructura, y la lógica, ciencia que estudia la estructura o formas del
pensamiento humano en sus tres formas: concepto, juicio y razonamiento. La exegesis nos
hace ver también su relación con otras disciplinas para el logro de su objetivo.

Cuando el exégeta empieza a analizar los textos, prioriza su análisis comenzando por el
estudio de las palabras dentro de la exegesis. Es bueno entender, que las palabras
transmiten información, expresan o evocan emociones, y son los vehículos que nos
permiten pensar. Será necesario recurrir a la semántica para analizar las palabras, sus raíces
y significados; para identificar esa gama semántica de las palabras griegas, influenciadas,
en muchos casos, por el contexto en el cual fueron escritos y por lo que había en el corazón
del escritor bíblico (intención). Los escritores del nuevo testamento necesitaban ser capaces
de mirar hacia atrás, hacia lo que Dios había revelado en el pasado, captar lo que Dios hacía
en el presente, y anticipar lo que iba a hacer en el futuro. Después, cuando entra al estudio
de la gramática de los textos bíblicos, debe recurrir a los principios de la sintaxis,
morfología, ortografía y pragmática en forma especial, los cuales nos permiten entender y
relacionar mejor los verbos, tiempos, modos, entre otros, juntamente, con la fuerza
semántica de las palabras que el autor quería presentar en el texto, característico del griego
antiguo de ese entonces. En ese sentido, cuán importante es un buen estudio del tiempo
aoristo, tiempo de lo histórico, donde el énfasis mayor no está en el tiempo, sino en la
acción puntual de la acción.

Cuando se hace uso de obras exegéticas, como recursos complementarios en el estudio de


los textos bíblicos, es muy importante recurrir a los principios de la lógica para poder
validar las relaciones axiomáticas que encontramos en ellas, vinculación de conceptos,
premisas y conclusiones. Se buscar cohesión entre los diferentes elementos de los
enunciados, coherencia entre las ideas que se encuentran relacionadas entre sí.

En conclusión, hoy en día, Dios está levantando hombres y mujeres preparados que están
exponiendo la Palabra con lucidez, profundidad, unción y aplicabilidad; formando en la
iglesia, hombres y mujeres con una cosmovisión cristiana y bíblica. Siervos humildes con
corazones rendidos ante la soberanía de Dios y la autoridad de su Palabra, apasionados por
sus auditorios, buscando siempre enseñar a otros lo que el Señor les enseño a ellos primero.
Siendo conscientes también, del peso enorme que tiene la disciplina de la Exegesis en este
proceso, como salvaguarda de la fidelidad del texto bíblico en su original y de la intención
del autor inspirado.

La demanda que tenemos, aquellos que estamos en la brecha de la exposición bíblica, es el


de estar preparados a la altura de las exigencias de estos tiempos: en lo espiritual y lo
bíblico, idiomas originales, lingüística y lógica, y actualización constante. Estar firmes para
ser frente ante las corrientes futuras que quieran relativizar las enseñas de la Palabra, como
la nueva hermenéutica, donde la autoridad ya no está en el texto sino en el intérprete. Ser
consciente también de nuestras propias limitaciones, sin pensar que tenemos la verdad
absoluta, sino más bien, que con sencillez tener el acercamiento correcto al texto tratando
siempre de escuchar a Dios en el pasaje por encima de nuestro propio conocimiento.

El exegeta necesita un mayor deseo de fidelidad que de originalidad en la interpretación de


las escrituras. siempre actualizándose y dispuestos a examinar constantemente sus propias
herramientas exegéticas y hermenéuticas, no depender de ellas, ni tampoco de
interpretaciones tradicionales. Debe marcar su distancia del texto que está estudiando para
no impregnarle su propio bagaje mental ni emocional, para poder darle más valor a lo que
habla el texto que lo que nosotros pensamos sobre ello. Esto hace que los intérpretes sean
más autocríticos en su tratamiento de las Escrituras, y a ser muy prudentes y exigentes a la
hora de tomar comentarios, exposiciones u otros estudios.

DESCUBRAMOS AL EXEGETA QUE TENEMOS DENTRO.

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