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UNIVERSIDAD DEL VALLE

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
INTRO. A LA FILO. ANTIGUA
FRANÇOIS GAGIN
ANDRÉS PATIÑO – 2025720
PROFESIONAL EN FILOSOFÍA

PRIMERA IMPRESIÓN DEL ALCIBÍADES I

En este diálogo entre Sócrates y Alcibíades se desarrolla principalmente la idea de la


justicia. Además, podemos dar cuenta del método socrático o mayéutica y cómo ésta hace
parir a las almas. Ahora bien, en los siguientes párrafos mencionaré lo que llamó a mi
curiosidad en esta primera lectura.

Lo primero es la relación entre los dos actores del diálogo, aparentemente podríamos decir
que se trata de dos amantes, o mejor, de un Sócrates que sufre el amor no correspondido de
un potente Alcibíades «Creo que te sorprende que, después de haber sido yo el primero en
enamorarme de ti, sea el único en no abandonarte cuando los demás lo han hecho (…)»
(Alcibíades I, 103b). Sin embargo, hay en el diálogo una dinámica oculta, algo que va más
allá de las palabras y aquí hago un paralelograma con el Inconsciente, pero no la visión
freudiana sino la de Carl Jung, según la cual en cada uno de nosotros existe un océano
colectivo donde conviven los símbolos universales de la humanidad.

Desde mi comprensión espiritual, entiendo que más allá de los dos hombres que hablan, el
diálogo es entre dos potencias que se necesitan y se desean mutuamente pero que su
relación suele ser conflictiva: el saber y el poder. Sócrates a Alcibíades «la razón es que sin
mi ayuda es imposible que des cumplimiento a todos esos proyectos tuyos: tan grande es la
influencia que creo tener sobre tus intereses y tu propia persona» (Alcibíades I, 105d).
Pareciera que el saber sabe de su poder, y el poder, muchas veces, no sabe que sabe.

Por otro lado, Sócrates es un espejo en el que su interlocutor se mira a través en el diálogo
con el maestro y se conoce a sí mismo, aprende, conoce, o para ser preciso, recuera lo
propio del alma. Así, por ejemplo, Alcibíades descubre que no aprendió de nadie la
distinción entre lo justo y lo injusto, entre lo bueno y lo malo, entre lo bello y lo feo, pues
ya desde niño conocía la diferencia entre uno y otro. Con lo anterior, podríamos estar de
acuerdo con que Sócrates fue un ejercitador de almas atrofiadas.

Para cerrar con esta brevísima reflexión, encuentro equivalente la idea de alma con respecto
a la de inconsciente colectivo, y en ese sentido, Sócrates me resulta el primer maestro
público del saber inconsciente, un saber no-sabido que no es de dominio público pero es de
carácter universal. La demostración de esta hipótesis la da el mismo filósofo con su
máxima celebre: «yo sólo sé que no se nada». Así, Freud fue el primer psicoanalista pero
Sócrates fue el primer maestro del infinito saber no-sabido que es lo Inconsciente.

Esta primera lectura ha aumentado el deseo, ya existente, de investigar las complejas


relaciones entre saber y poder. Además que son relaciones equiparables con los pares
femenino-masculino y mujer-hombre. Desde mi humilde comprensión, considero que no
existe mejor aliado para el poder y sus intereses que el saber, el que dirige sin ideas buenas
está destinado al fracaso, al odio de los demás o a llevarnos a la guerra. Con lo anterior,
reconozco que pensar el saber como algo puramente bondadoso es una ingenuidad, y que
dentro de lo que el saber desea puede estar instaurar un nuevo discurso u orden social. De
esto se sigue, además, que algunos políticos hayan matado a los filósofos, o que el deseo
del hombre promedio sea ver a la mujer con miedo, o la cultura históricamente machista…

Una demostración de la intrincada relación entre saber y poder la da Sócrates cuando le


dice a Alcibíades: «(...) hasta el punto de que ni tu tutor, ni tus parientes ni persona alguna
son capaces de conseguirte el poder que deseas, excepto yo, con la ayuda del dios, por
supuesto.» (Alcibíades I, 105e)

Referencias.

Platón (1992). Alcibíades I, en Diálogos VII. Madrid: Gredos.

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